EL AMANTE DE LA CONSTITUCION VINDICADO, IMPUGNACION AL PRIMER PAPEL DE F. R. E Sobri estofe , et vigilate; quia advcrsarius vester alia» b°lus tamquam leo rugiens circuit, quaerins quem devora. (S. Petr. cap. 5. jr. 8.) sT^5'31 palabras que el aposto! S. redro fundador de la igle- j3 católica dirigía á su reciente rebaño, para confortarlo en "s primeros pasos de la ley del crucificado, son las mas jupias para aconsejar á un pueblo incauto, seducido con ^ vanos prestigios de un celo espurio. Muchas veces el l^taonio disfraza sus asechanzas con el ostentoso brillo de . "terioridades, y consigue con este ardid triunfos supe» °res á sus fuerzas. La superstición y falsa probidad mili- ^n en sus banderas; y á merced de sus alhagós, y afecta- parsimonia, «e insinúan sin violencia en el corazón de al- 0 nos entusiastas poco prevenidos. ¡Cuan de temer es que (. autor del papel intitulado contra el amante de la Cont< Uci°n, logre sobre los sencillos una victoria ventajosa! 1 El y sus secuaces, indignos de habitar en el feliz sue „ ' fecundado por el aura constitucional, son acreedores á .probio y execración; pues á mas de care- ar de 1 virtud^ sociafes, que deben formar el gf| "a leammo español , abrigan en su pecho las ideas mas So5f "°deSrando enlodas ellas la pecag-" Reglarlas á una dialéctica exacta. Unos■ ««la «.cone. bar- bos é inciviles, unos místicos intrusos, desnudos «toda fSma/y unes serviles ^^t^Í^ ^ máximas de un gobierno ya prosento, son los que acó-2 . giendose á sagrado, y abusando de la sacrosanta inmunidad de la religión revelada, acusan de impíos y temerarios á lo* hombres de bien, qua con el corazón en ia lengua y ¡a ca" beza en la mano, manifiestan á un pueblo, tantas veces en- gañado , las cabalas é intrigas con que cuatro egoístas han triunfado del honor y sencillez, de unas almas alucinadas con el falso brillo de la ignorancia. Ciudadanos! estos mentidos católicas son los ministros perversos de Belcebú. El idiotismo en unos, la malicia en otros, y la falsa política en los mas, son la poderosa egiJe con que el demonio cubre á sus satélites, para coronar suí triunfos. Sít su zagaeidad advierte que el único camino pJ' ra llevar tras sí á un pueblo religioso, es ocultarle el vf neno, y confeccionar el tósigo mortífero bajo las apariencia8 lisonjeras de una adlwsioo inviolable á las. máximas de Je' sueristo; y só color de religiosidad, celo prudente y sií]i moral obliterar en nuestros ánimos las placenteras ideas <** una Jibert.id bien entendida. Pero no: digitus Det est hic. Aun no es llegado íl tiempo de nnestro eterno luto. Por mas que se fatiguen loj falsos doctores de nuestros dias en constituirnos infelices, el paüido liberal tremolará sus pendones, pregonando sus cofl' quistas. Violenten on descaro las cláusulas rúas palpables de stf genui«o sentido, que la claridad de sus luces herirá las p.fl' pilas de los alucinados; y si la torpeza manifiesta en ínter* pretar, no fuere bastante á hacerles conocer la insuficieDp'f de los serviles,, sobran mil constitucionales intrépidas, cap*' ees aun d>: sostener con la pluma sus derechos, fuertes parI presentarse denodadamente en cualquiera lid literaria, qoC tenga por objeto mancillar el código sagrado en su dtfensa> y hábiles para demostrar, que el impugnador del amante ^ la Constitución es un escritor fanático, místico sin príncip'?'' y acaso acaso iniciado en el sistema pernicioso de uu te'¿'' raen aibitrario. Para proceder á esta prueba se hace preciso nar el plan de su discurso, pues ésponiendo sus crasos d¿5' cuidos te llegan á inferir las proposiciones arriba sental3'* Un primer lugar propone el antagonista por tema esta pfj* porción vertida en el escrito de nuestro autor: „S¡ cuand" ieriiando recobró su libertad, debida solo á nuestros bri<"», 3 y no á las mentidas preces de Ies frailes;" espone después 'a glosa ó comento He un testo tan sencillo, pero no fundan* dose en razones ivi analogías, sino valiéndose de ofensas. In- gentes motes y atroces injutias son las bellas retó/icas que adornan su discurso. Suposiciones falsas y palabras ambiguas *°n el alma de su papel, pues no respira otra cosa, que ma- ledicencia y furor. Dice , que esa proposición impía y es- candalosa destruye todos los efectos de la oración: vuélvase de nuevo á denostar al que impugna, faltando no solo á los P/incipios de urbanidad, sino á la caridad evangélica: cita va- r'°s pasages de la escritura en confirmación de lo poderosa es ante los ojos del Altísimo la virtud de la oración. •*rata mil veces de ignorante, aturdido y blasfemo , al que pretende corregir: teme la terrible indignación del Señcr de 'as venganzas; y por último concluye, reiterando sus sanas producciones, y amonestando á la junta de censura que re- vene los abusos, porque de no ejecutarse así profiere en to- n° profético y á fuer de oráculo consultado, que la nación Caerá en el estado mas deplorable de horfandad, esclavitud y miseria. Considero al lector muy sorprehendido con la sen- Cl"a espesicion de ese papel, pcTque hasta ahora no encuen» tra prueba alguna, que baste á satisfacer al objeto que se Prr>puso el antagonista. ¿Qué tiene que ver (me dirá) que "-''os libertara á su pueblo muchas veces de los males que *u justicia les embiata, por medio de los actos fervorosos ,c' espíritu, ce n el aserto probable del amante de la Cons- ecución? jPor ventura, éste ha negado que la oración humil- *je y constante sea el único arcadú» de nuestra felicidad? Na- da n.enos que eso. El únicamente afirma, que la libertad de 'errando se recobió por el brio patriótico que animaba á *°dos los españoles, y no por las mentidas preces de los frai« lesi esto es: no por las preces nacidas de un ánimo poco sin- tió, no por las oratior.es tibias, no por los actos arrogan- *fs de un cerazen poto dispuesto; sino por el deseo vivo °e recobrar á Fernando, cuya moción incluye una oración h el valor y la sagacidad humana fueron capaces de cea* 'cguir el término á que anhelaban.1 En efecto: yo supongo que esta reflexión por obvia f por sencilla , le ocurrirá á cualquier lector despreocupad0' pero yo quiero darle todo el realce y vigor que se ni<¡* rece, para destruir en lo absoluto el perverso fin que se pr°" puso e! antagonista. Primerarrente noto, que aunque en •** cha espresion, los frailes, se entienda una proposición in^' nida que equivalga a univtrsal, y por esto se considere" agraviadas las comunidades, se deberá advertir, que ctíc*a' proposiciones tienen este valor cuando son necesarias 6 W* posibles; mas cuando son contingentes ó posibles, como et nuestro caso, equivalen á particulares. Noto igualmente íuí no es lo mismo decir mentidas preces, que falsas preces, yot*. que la primera voz indica un hecho contrario al espirita-*'' objeto, y la segunda manifiesta, que no hubo tales hecho*' El airunte de la Constitución no niega que hubiera p rece? públicas, pidiendo por la restauración del Monarca, soto' !' dice, que no fu«ron estas las egentes principales para f£("! miilo del cautiverio, porque estas fueron mentidas, p«es " no se pidió con el corazón, lo que se entonaba en Iris P** mos: si no igua o á un fervor afectado una integridad invl0' lable de costumbres: si no se deseó la restitución del Sc'',e' rano con el fin de felicitar á la pátria, tino con el de *ef' vir á los intereses privados de los Proceres ambiciosos, '3Í oraciones y preces fueron mentidas, y por consiguiente infruC' tuosas, }Y quién duda que pudo muy bien suceder así' Io falsos políticos que siempre han rodeado al trono, temie"11' la venida del Monarca , porque su ánimo nob'e y la c'tftf deferencia que le caractariza en obsequio de sus pueblos, hicieron presagiar lo que al fin ha sucedido. Vieron en Fef' nando el héroe roas digno de ocupar el solio de sus aug0$' tos predecesores: consideraron que instruido en lo ccncef' niente á la felicidad de la nación, trataría de procurarla a""' que en su ejecución pulsase inconvenientes: miraron sin lente del amor propio la escacéz de sus servicios, y la ,e presentación de un desaíreles hacia estremecer. ¿Y qué P'r! tido era el maj propio para evitar esta catástrofe? feducif1 clero regular con las falsas especies de que Fernando ya e' triste víctima, inmolada en las aras de la perfidia: represe11,' tir odiosa la Constitución- con atribuirla los indecentes ¿P1''etos de impía, é irreligiosa ; y de este modo preparar en }°s ánimos tibieza, enemistad, y otros vicios de esta clase incompatibles con e! buen efecto, que en caso necesario de- bería producir la oración. En el clero regular, como en toda corporación, hay personas edificaníes y vintuosas, y las hay inmorales y per- versas. Ni este es defecto del estado, sino ñaqueza innata en el hombre. Claro está que la seducción entraría primero por los virtuosos, para que el ejemplo de estos atrajera á los demás. Los buenos se dejarían alucinar por mil motivo?; ya porque el sencillo ro sospecha maldades; ya porque el re- hgioso ajustado ro se mezcla en los asuntos del siglo; y co- nociendo que el cojeto de su misión no fué dictar leyes á •os pueblos, sino distribuirles el alimento espiritual, ignora las vües maquinaciones de los cortesanos; y ya porque celoso de 'a honra del Señor, aborrece tcdo aquello que pueda en al- 8"n modo e'terilizar el pensil evangélico. Los malos, unos Jerian comprados por el soborno, otros atrahidos por la am- D'cion, y los mas abandonados porque su opinión nada im- portaba. De donde siempre resulta, que la oración en onos y otros fué infructuosa, fué mentida; porque los unos pe- dían un mal sin intentarlo, y los otros pedían malamente lo lúe no querían; y no esperímentamos los dulces efectos de luestros votos cuando (es doctrina de S Agustín) , ó pedi- dos los malos, ó pedimos cosas malas, ó pedimos malamente. Mas para dar el lleno al objeto que me propuse, y desvanecer en lo absoluto los vanos escrúpulos que haya des- pertado en algunas conciencias timoratas nuestro célebre an- tagonista, no será fuera del caso advenir, que tres son los vicios principales que inutilizan nuestras preces. Falta de aten- ción, carencia de humildad, y defecto de paciencia y perse- verancia, (i) El que pide sin atención, pide sin deseo; por consiguiente le falta á su oración el requisito mas iudispen- 'able: (2) el que pide sin humildad, exije con arrogancia lo ^oe no se merece ni aun de gracia; (3) y el qne pide sin Paciencia, pide sin reconocimiento ni gratitud Todos piden 5lr> merecimiento, todos piden insultando; y así no es mu- 0) R. P. Vincentü Houdrv. (») S. Bernard lib. de anima. (3) Div. Ambros. lib. de Cain «t Abel. cap. 9.cho que todos vean frustrados sus clamores. Es muy dific1' probar y mas difícil el creer, que en esta proposición ,,1°5 frailes" cuyo semido como antes dije, es de particular, y por con- siguiente contrahida á las oraciones de algunos, de algunas re- ligiones, no se incurriera en uno de los vicios arriba espresados. Sentiría infinito que mis espresiones se interpretaran con tin sentido equívoco, suponiendo que abrigo ideas poco favo- rables acia los ministros del altar. No, jamás se ocupará mi ",0" ma en dibujarlos con caractéres poco decorosos. Ellos merecen la mas alta estimación en mi concepto: admiro las virtudes de muchos, siento amargamente los estravios de algunos, y venero el carácter de todos. Si en las comunidades hay sus díscolos, *s porque el demonio no pierde ocasión con que descreditar J* pureza inefable de nuestra ley sacrosanta, y porque el hombre no tiene en sí sino defectos y maldades: herencia fatal que nueS" tro projenitor dejó vinculada á toda su posteridad. Es una torpez» originada de índole maligna atribuirle ■» amante de la Constitución las notas de irreligioso é impío. Los razgos de una moción varonil que se descubren en su papel, '° indemnizan de cualquier sospecha. El entusiasmo noble en qü* se inflama su pecho por el amor á la pátria, arguye la mas acri' solada caridad ácia sus prójimos y conciudadanos; pues estavif* tud, que en lo moral es la mas excelente, se identifica con el p3' triotismo, que en lo político es la mas brillante. Para mí es irfl* posible, que un hombre exactamente penetrado del mérito de es- ta virtud no dirija al Criador con efusión sincéra todas sus accio- nes, y mucho mas imposible me es, que en estas circunstancia5 se precipite á un abismo de impiedad é irreligión, sin que pro- ceda con anterioridad de tiempo considerable una conducta liber- tina y relajada; porque es una monstruosidad contraria al orden de la naturaleza, y de la gracia, que la criatura racional iniciad* ■en los p'in'-ipios del cristianismo decline rápidamente al estremf mas culpable de obcecación, y abandono. Los pasages de Escritura citados en comprobación del po* deroso influjo que tienen las preces de los buenos, para cubrir * los malos de las iras del cielo, y suspender los golpes amagado5 por la justicia divina, nada hacen á nuestro intento; porqui aun- que á ts'os se agrepsrfn otros, tarto ó mas célebres en las pág1* ñas sagrad;.s entró ni tsto'i se niegan, ni intervinieren ín elk'S fatalidades que eu nuestros dias, tuto Coelo dista la paridad. £n*7 ,0nces no hubo políticos ambiciosos que sedujeran á los incautos Por los temores fundados del despojo de su fortuna: no hubo re- Bulares aislados del centro de los gabinetes; no hubo tanta mul- titud de perversos como en el tiempo próxitne posterior, que c°n sus crímenes excitaran la justa indignación del Omnipotente el momento mas oportuno para expiar los delitos; por lo que 51 en aquella feliz época un puñado de gente poco aguerrida ''iunfaba á poca costa de formidables huestes, ahora á beneficio ,e' hrio patriótico, corto en su núnero; pero estensivo en sus *'r'udes, á merced de muchos sacrificios supo triunfar del tirano fle ¡a Europa, empuñando las armas con denuedo, y elevando en s.u, interior los actos mas fervorosos al Eterno en obsequio de un °¡en el mas plausible, como lo era sin duda el libertar á un Prín- £lpe inocente de las garras alevosas de un corso fementido, pur- ear la tierra de un monstruo abominable, consolidar la religión *0 el país beneficiado por el Evangelio, y hacer florecer á la som- °'a de Fernando, la Constitución de la Monarquía Española, ba^ 5e y cimiento de nuestras virtudes políticas y morales» He pi obado en cuanto lo permite la brevedad del tiem- po y la consideración de evitar un volumoso cuaderno, que la Proposición vertida en el discurso del amante de la Constitución "^da tiene de impia ni escandalosa, que su autor no es blasfemo: 3üe no injuria á las comunidades religiosas: que no destruye los Enéticos influjos de la oración bien entendida. Supuestas tales ^rdades {no se deduce claramente, que quien tuércelas cláusu- ,s de su genuino sentido por malicia ó falta de inteligencia, que luien presta el ejemplo mas pernicioso en el acto mismo de que- correjir, que quien se escuece al notar un entusiasmo fogoso j-1 defensa de la patria, merece con toda justicia los desprecia-' °'es epítetos de escritor fanático, místico sin principias, y acá- 5° adicto á los agentes del despotismo? Y pues he cumplido con el objeto de mi discurso, me 'esta únicamente convenirme á vos, Señor antagonista, á quién '•asta ahora no he diritido U palabra temeroso de que me acu-' seis de Ateista, Polyteista, ó tíspinowta; pues taks e'travagan- c,*s son de esperarse de un celebro tan combustible. Admiro los P*sos agigantados que habéis dado por el camino de la virtud. ¡Qué bellamente cumplís con los deberes del apostolado! ¡Qué catidad tan ardiente! ¡Qué" celo tan recomendable! Ea: si queréis corregir coala unción debida á un discípulo del crucificado, yaque el carácter de predicador os agrada tanto, leed las epístolas de S. Pablo ad G.í latas, la,celebrada nbra del Evangelio en ttiun' fo, y las cartas del Sr. Clemente XIV. Allí mamaréis el espíritu de la religión, y beberéis el dulce néctar que liban los hermosos pensiles de la militante Sion. Sed moderado en vuestras frases, que el mismo Espíritu Santo lo aconseja: no ofendáis ni auná los estraviados, que un Dios hombre no lo permite: no vulneréis 3 los cristianos, que la Iglesia detesta ese idioma sanguinario. Con- cordia, moderación, y paciencia animen vuestras acciones, enten* dido de que sin el a#*" blicado este papel muchos dias há% La impugnación al según' do de F. R. saldrá en esta semana, si ¡o permitieren las cif tunstancias. MEJICO 1820. Impreso en la oficina de D. Alejandro Valdes.