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Para cohonestarla el Ministro con los Español, vean sus verdaderos, y naturales aliados, sacrificó el honor del va- leroso General Crespo, disponiendo, que unas tropas supe- riores, y aguerridas huyesen, y dexasen ocupar las Plazasá un puñado de enemigos, en cuyas manos puso por otra parte la Plaza de Figueras, sin disparar un tiro por medio de una fingida trayeion. Desembarazada la República de esta temible diversión, pudo correr, y alcanzar grandes ventajas sobre los otros aliados. Muy luego pagó estos beneficios á la España, estrechandohi en el año siguiente al tratado secreto de S. Ildefonso en Agos- to de 1796 , en el qual estipularon las dos Potencias una alian- za defensiva y ofensiva, en que qualquiera de las dos (que nunca podía ser la España) que pusiese la guerra á otra ter- cera; podia, sin manifestar los metivos, exigir de la otra 18'i) Infantes, 6^ Caballos, y 15 Navios de Linea, todo á su dis- posición, y siempre integro, á pesar de los accidentes de la guerra, para emplearlo según le pareciese, y ademas declararle •la guerra, si la aliada requirente lo exigía. Alianza monstruosa, ó mas bien tributo ruinoso, é infame, que no podia temer de la mas funesta guerra. En el año de 1801, se hizo otro tratado en que la España cedió $ dicha República Francesa la Luisiana , sin duda pa- ra estrechar mas con tan sobervio regalo los vínculos de su amiga, y fiel aliada. En el mismo año la República traslado al Reyno de Etruria al Infante de Parma, cediendo este sus Estados y por razón de la ventaja (de un Fstado usurpadoá otro hereditario) pagó la España seis Navios de linea déla Esqfia- dra de Gravina á su elección, con varias sumas de dinero in- calculables, que. le ha costado este Reyno.Hizose la Paz de Amiens en Marzo de 1802, en la qual nuestra fiel Aliada consiguió, que la Inglaterra le cediese las co- lonias, que lehabia conquistado á costa de la Isla de la Trini- dad, que la España cedió á la Inglaterra. Al año siguiente de haberse hecho Bonaparte primer Cón- sul vendió á los Anglo-Americanos la Luísiana por seis millo- nes de duros, faltando al tratado, promesa, y condición solem- ne de no enagenarla. En Mayo de 1803, se volvió á encender la guerra entre Francia, e Inglaterra. Pidió aquella los socorroscstipuladot; en S. Ildefonso, y se convino en el equivaleuteen dinero, que se tasó en 24 millones mensuales, los quaies exigió á pesar déla miseria, y desastres, que ocasionó el hambre, la peste, y los terremotos, sin que hubiese tenido la menor compasión á sus espantosas calamidades, y triste, y lastimoso estado i porque á estos crueles azotes aun le faltaba el de Bonapai te. La In- glaterra, que no podía ignorar este socorro exorbitante, da- do á su enemigo, preguntó, protextó, amenazó, y por último cumplió su amenaza con la toma de las Fragatas, que se acri- minó con tanta frasiología; sin embargo quando la amiga Fran- cia aumentaba el peso enorme déla miseria, la enemiga Ingla- terra dió permiso para la libre navegación de víveres. Declaróse la Guerra, y la Epaha á pesar de sus calami- dades hizo los últimos, y ruinosos esfuerzos, juntando una Es- quadra que unida á la Francesa, sostuvo el combate del cabo de Fiuisterre, y el celebre del de Trafalgar, que aniquiló su Marina, después detener aruinado su Comercio; pero consi- guió la gloria de que se mostrase tan satisfecho Bonaparte, que anunció solemnemente á la Francia, que los esfuerzos de la España eran dignos de la mayor consideración, como su constante adhesión á la causa, que llamaba común. En el año de 1806, se abrieron negociaciones entre el Francés, y el ingles, y sin embargo de la coustaute amistad, y adhesión, que tanto celebró B01 aparte,. pidió la Sicilia para su hermano, ofreciendo indemnizar á su Rey Fernando IV, con las Islas Baleares,que cedería nuestro Cárlos IV, el qual ademas de esto le señalaría una pensión perpetua, para sos- tener nías bien el decoro de la dignidad Real. Á pesar de toda esta noble correspondencia , la España siempre constante en perderse por su Amiga, miraba con indiferencia, y aun con placer sus triunfos con las otras Naciones, creyendo estúpidamente al falso colorido, con que pintaba sus irrupciones, sus rapiñas, desafueros, y per- fidias, y creyéndose segura á vista del incendio general, y a pesar de las exortaciones, demostraciones, y pronósticos de los Aliados. Hizose por último la Paz de Tilsit, y entonces muchos, que observaban con .ustola conducta de los Vándalos filóso- fos, conocieron el momento fatal, y anunciáronla ruina de esta Monarquía, no sin escarnio de un vulgo de politiqui- llos. Una Corte frivola, débil, y voluptuosa creyó, que á fuerza de condescendencias, bajezas, y sacrincios podría es- tar segura. Miserable! ¡no sabia que nada se gana en hacer halagos, y caricias á un culebrón! Se habia desprendido po- co antes de esta Paz atroz de lo mas florido de sus tropas, para oprimir injustamente á gentes, que no eran sus enemigas, y se las habia pedido el feroz enemigo de la Europa, principal- mente para deblitarla, y ponerla también las cadenas que la preparaba. Su Rey, que habia visto con indiferencia despojado á un hermano, y destronada á una hija, coronada en Paris solemnemente por el mismo Bonaparte, presto sus tropas para despojar aun á otra. La conducta, que ha tenido Bonaparte con todas las Naciones es igual: (*) Provincias taladas, Ciudades saquea- das, Soberanos destronados, desiertos los mas bellos países, y millones de hombres inmolados á un Idolo feróz, insacia- ble de sangre. ¿Pero como pueden esperar mejor suerte los estraños, quando la misma Francia regida con el mas duro cetro de hierro se halla en la desolación nías espantosa, y su población reducida á viejos, enfermos, niños, mugeres, y jóvenes estropeados por la horrible gloria de un tirano y de un Tigre , que jamas harto de carnicería le exige ya la conscripción del añude 10? Mas como la imagen de esta conducta la tene- mos en Portugal mas cerca de la vista, la examinaremos rápida- mente, para que nos miremos en este espejo, y para hacer jui- cio del derecho Publico, que observa aquel, que con tan au- daz charlatanería acrimina el que siguen los Ingleses. (*) T^ease el Mercurio de España 30 de Noviembre de 1806 Num. XXII. B• 6 ¿Portugal era una Nación independiente? ¿Como tal po- día tener los amigos que quisiese? ¿Tiene derecho otra Na- ción para prescribirle los amigos, que debe conservar, y los enemigos con quien deba combatir? A pesar del derecho, que tenia como Nación libre se vió precisado á comprar su neu- tralidad por 60 millones anuales. ¿No es este ya un pacto sa- grado, que debe observarse, ya que no basta el derecho de in- dependencia? Intimásele no obstante, que pide el orden de las cosas, (que es la gran razón, con que Bouaparte cubre todas sus sinrrazones) que cierre los Puertos á los Ingleses. Conviene por necesidad, y se le manda sin replica, que les embargue sus electos, y créditos. O! buen Dios! unos efectos y créditos, que ya que no les valiese el .Derecho de gentes, debería \'alerles ta garantía de los sesenta millones: y balo el pretexto deque el bárbaro embargo no se había hecho con rigor, se declara extinguida la casa de Braganza. Pasa en conseqüencia un Exército á la Conquista de Portugal: su Rey engañado por aquellos traydores, que este Conquistador de Gabinete solicita, y compra en todas partes, asegura á su pueblo, que esté quieto, que nada hay que temer; pues estas buenas gentes vienen de acuerdo para el beneficio ge- neral de Europa. Entran los Franceses sin la menor .opo- sición , y sin duda se hubieran apoderado de la familia Real) pero tenia un amigo, que vela va, y la salvó en la Mar. Es- te chasco hizo mudar las razones del Manifiesto, declaran- do, que por el hecho de abandonar su Rey no (un Príncipe que deja Administradores, y se traslada á otros Dominios suyos) le pertenecía la Corona á este Administrador de bie- nes mostrencos. La fuga del Rey de Portugal fue unexemplo, que propuso Lonaparte álas Naciones, para que viesen qual era la suer- te de los amigos de los Ingleses. ¿No es menester haber per- dido toda la vergüenza para hablar de este modo? Cree este trapac.ro infame, que habla con negros bozales en medio de la Europa? Apoderado pues de Portugal hace á sus naturales el dis- tinguido honor de asociarlos á los Héroes de Marengo, Aus- terlitz, de Eiland, de Jena, y se les anuncia, que la ilustra- da pioteccion Francesa va á multiplicar los Gamoes por todas partes j esto es lo» pobres, y desventurados, como fue aquel 7 celebre Poeta, dándoles abundante materia de endechas, y elegías. Se les prometen canales; se entiende de sangre Por- tuguesa, para transportar al Norte toda su triste juventud en- cadenada , y á París todas sus riquezas, como en efecto se verificó con una contribución espantosa baxo el nombre de Rescate^ quedándose sin embargo con el País rescatado, y tratando á sus naturales, que se entregaron sin la menor defensa con la barbara ferocidad de los conquistadores mas atroces. La España miraba todo esto, y lo contaba en sus Ga- zetas con la frialdad, con que se refieren las cosas de la China. Para esto presto sus Tropas-, y permitió una servi- dumbre, y camino militar por medio de su Rey no á un Exército armado, que entró por los Pueblos de este su inti- mo, y fiel aliado pidiendo raciones, exigiendo ropas, saquean- do reqúas, carros, y almacenes, apoderándose de Conven- tos, y Casas mas principales, en donde cometía los mayo- res desafueros, extendiéndose, y permaneciendo en Ciuda- des extraviadas , arrastrando ganados , que después de estro- peados los mataban, y á sus dueños si se quejaban. ¿Qu^ derechos hay que no hayan hollado, que excesos que no hayan cometido estas hordas de Caribes? Bramaba la altiva Castilla; pero el Gobierno expedía ór- denes muy severas, para que nadie se moviese, ni recelase; pues estas Tropas morigeradas, sobrias, y de tan severa disciplina solo venían para nuestro bien. Apoderáronse pér- fidamente de las llaves del Reyno, de repuestos, y fábricas de armas, y municiones, y auu el Gobierno se obstinaba en sufocar las quejas con Proclamas, y conminaciones. Ul- timamente habiendo hecho correr unas voces misteriosas ya de Gibraltar, ya de Ceuta, ya de las Costas de Andalu- cía, y aun del cacareado y fanfarrón Desembarco, se tras- ladaron á Madrid, solo como de paso. Nosotros sabemos el ayre adusto, y sombrío, con que ss recibió este Exército en Madrid; pero la Europa está infor- inada por los verídicos Periódicos franceses, que la Cort» recibió á estos huespedes con las mas vivas señales de gozo, arrojando llores, y guirnaldas por las calles, que pasaban. Nosotros no necesitábamos á estos extrangeros para juzgar nuestras diferencias domesticas, que ya teaiamos arreciadas;pero la Europa vio en las Caretas de f rancia, que suspirá- bamos por ellos, y los hemos recibido coa los brazos abier- tos , como á nuestros únicos liberta Joros , y los solo capaces de sacarnos de el intrincado laberinto, y curar los males complicados, que padecíamos/ Nos hemos sorprendido á vis- ta del insulto cometido en la Corte del mas antiguo, y fiel «liado; hemos mirado con desprecio un Exército de lam- piños desharapados, entre -los qualcs venian innumerables atados codo con codo, y otros reatados á los caballos con cadenillas; pero la Europa sabe por las mismasGazetas,que Madrid se asombró, y llenó de entusiasmo al ver en su seno los Héroes, cuyas hazañas habían brillado en el Norte. O! quanto alucinaron estas descaradas patrañas, y mentiras á muchos de nosotros quando leíamos en estos papeles minis- teriales lo que pasaba en otros Países! Algunos días antes de Ja llegada de este Exército había renunciado Cárlos IV. voluntaria, y solemnemente la Coro- na en su Primogénito Fernando vií. No llevó á bien la Rey- na, como era natural esta impensada renuncia, y empezó á cocinar con el General de los Franceses, como tan perito, y movió varias maquinas para comunicarse con su gran Cómplice. Los Oficiales huespedes afectaban la continuación del reynado de Cárlos, y aun fueron sorprendidos en una Imprenta, de la corrupción, por tanto tenemos roto el pacto, que untan estos -vasallos á sus Monarcas: ellos mismos rompieron estos- lazos; no tenemos ya nada con ellos. Fernando es un Principe piadosísimo, y amigo del trabajo por conciencia, por gusto, y por costumbre: esto lo debe á su excelente índole, y á una educación, que no es de la aprobación de los Filósofos, aunque si de la Na- ción , que todo lo espera de él. En medio de sus tribulacio- nes de Bayona se quiso confortar, y lo alcanzó con los Santos Sacramentos: hé aquí porque le llamavan débil, y fanático los Filósofos. Uno de los ramos de su educación fueron los trabajos de su triste, y perseguida juventud; pues lo que mas estraga las mejores índoles de los Príncipes son los obsequios, los rendimientos y adoraciones, y la adu- lación. Sobre todo la muerte de la virtuosa Maria Antonia fue un golpe atrocísimo por todas sus circunstancias. No podia ser grata á los Franceses. ¡Que historia llena de mal- dades, y horrores! Por masque una Corte corrompida, y el poder mas despótico intentó infamar, y perder á Fer- rando, su inocencia triunfó, y quedó, mas acrisolada. La inquietud, y clamores posteriores del Pueblo solo se dirigían á impedir la resuelta fuga del Rey, y á que se castigase al traydor, que por complemento de sus maldades, é inte- ligencias nos le queria arrancar; pero en todo su acalora- miento jamas tomó en boca á la Reyna: el Pueblo Español es muy noble en sus mayores conmociones. Garlos hizo sü renuncia sin pedírsela, ni aun insinuársela. La Nación la exáminó, y aprobó legalmente, el mismo Cárlos mostró la mayor satisfacción. Su Protesta fué muy posterior: su corazón acostumbrado á la esclavitud fué movido por la Reyna, que se manejó con Murat por la tercería de la de Etruria. Sino fueran estos huespedes armados, no ha- bría la menor pretensión, ni guerras civiles en la Nación, pues toda ella está entusiasmada con su nuevo Príncipe, segura de su inocencia, y derecho, y el Pueblo ya tie- ne acreditado, que no se engaña en sus juicios; pór todo lo qual no se rompieron ni quieren los Españoles, que sé rompan sus tan Sagrados, como dulces vínculos.i6 ¡gi8 //» úfo/ partidos el de-Fernando y Carlos: el dt aquel teme el de éste, que vuelva, y el de éste tiembla del sucesor \ por tatito á ambos les conviene mudar de Dinastía, Hay la masa ilustrada Nacional, d quien poco importa que en las Provisiones 6 Moneda se lea uno, ú otro nombre, ni la cuida de un valide , á quien mañana reemplazará otro: esta no pensaba en revolución, pero las circunstancias le pre- sentan una capaz de preparar un árdea estable de cosas; asi que nos debemos prestar al suceso mas probable, y no de- bemos comprometer el publico sosiego por inoportunos mira- mientos. Entre los dos partidos el de Fe ovando es el toas sano, mas numeroso, y el que tiene toda la aprobación, confian- za , derecho, y fuerza pública. Si por masa ilustrada se en- tienden los filósofos, ciertamente que en España tienen bien poca autoridad ; pero la masa Nacional se esfuerza, y espera por razón, y por conciencia ver el nombre, y fiso- nomía de Fernando en los Despachos, y Monedas, y la probabilidad del suceso la funda en su valor, en sus fuer- zas, y recursos i pero principalmente en la ayuda de Dios, cuya causa defiende, aunque este no sea un modo de pen- sar muy filosófico. Fuera de esto ¿quién le asegura ese, órden estable de cosas bajo la esclavitud de los Bonaparte s? 6. ° Hicieron arbitro á Bonaparte. Si fuese ambicioso tendría, ocasión de adelantar sus dominios hasta el Ebro. Seria demasiada bajeza para el Grande Napoleón fixar- se en el Ebro, y no correr hasta el Occéano. ¿Pero quién le hizo arbitro? ¿Fernando no estaba seguro, y pacifico poseedor de su Derecho? 7. " Bonaparte no puede sentenciar entre un Padre y un m°->y por otra parte juzga incompatible la existencia de los Borboms con el sistema, que rige hoy el Continente. Esta es la única verdad, de quanto se alega. La Justicia, y la Paz no son compatibles con el sistema de rapiñas, y usurpaciones, que asolanóla Europa, con el sistema de mandarlo todo para destruirlo todo. 8. '' En 1700 reynaba en Europa el complicado sistema del equilibrio, ingenioso, y falaz, y origen de tantas Guerras, hoy Vivimos, le.ros di este recelo. Qaando Bonaparte haya conquistado todo el Continente ciertamente no habrá disputas en él sobre el equilibrio. Lo mas que podrá tuibar la Paz, serán las rebeliones de Icí Pueblos á su tiranía; pero esto se remediará con oprimir duiisimamente á los Dinamarqueses con Españoles, á estes con Alemanes , á los quales* tengan sugetos los italianos» todos con.andados por Franceses; no aquellos antiguos no- bles franceses, francos, generosos, y cuyo altivo honor les impedia cometer vilezas; sino el resto de canalla re- volucionaria, y terrorista de la ultima plebe, esa hez as- querosa de Príncipes, Duques , y grandes Duque* del cuño, y calaña de Bonaparte. g.° Sobre todo nuestra salud es la suprema ley ; esto es demostrable. La España no está unida al Continente, sino por la Francia: no puede mantener á un tiempo un pode- roso ExércitOy y una grande Armada; es le pues preciso recibir su garantía de la Francia. Es necesaria una Di- nastía, que nos trayga por dote la Paz. i Preferiremos la guerra á la unión con la Nación única, que puede asegu- rarnos la Paz ,y defendernos de los tiranos de los mar est Esta es la E^ida, que debemos solicitar. En un siglo, en que se quebrantan todos los dere- chos , y se trastornan todos los principios, no es estra- ñar que se afirme con tanta torpe/a, que la aliada na*- tural de una Nación debe ser su vecina. ¿No sabe el mas rudo principiante de política, que la Turquía no debe ser aliada de la Rusia, que Portugal no lo debe ser de la España, ni esta de la Francia? La España puede ser amiga de la Francia; pero con un buen Exércko, y muchas plazas fuertes: amiga: pero jamás aliada. ¿Y para que se ha de empeñar en mantener gruesas, y costosa» Armadas? ¿No puede ser la Aliada natural de una Poten- cia, que solo quiere comerciar, y no comerciar con mau- las, ni dominar en las tierras, en las personas, y en los usos mas sagrados como la otra? Si es precisa una Di- nastía, que trayga la Paz por dote; quando la Francia sacuda el yugo cruel del Robespierre Corso,, y lo haga mil pedazos ¿-deberemos imitarla como en las otras mo- das, y aguardar á que nos dé otra Dinastia? No somos tan inconstantes, ni regicidas, ¿Mas quién nos defenderá de estos Til anos de los Mares? La amistad de estos la £podemos grangear; pero jamás ti cíe los Tiranos «de I* tierra. Creemos firmemente, que Bonaparte desea la Paz «fe la Europa, como un carcelero solicita el sosiego de tos presos, y para eso usa de rejas, dobles puertas, ce- pos, grillos, caden*:., y calabozos. 10. a Bonaparte no ha venido d conquistarnos; porque todos somos unos: tampoco lo hemos llamado ; el descuido, la ineptitud, las divisiones: hé aquí las causas de su venida. Es una verdad, \ que una Gasa descuidada convida á los ladrones. 11. ° Tenemos derecho para pedir tres cosas, que son la independencia, é integridad; la entera conservación de nues- tros privilegios, y la- conservación de nuestra Santa Reli*> gion: hay varias TVaciones, que reconocen muchas; pero nosotros no queremos mas que una. Sin duda que para sostener este derecho no» metieron un Exército dentro de casa. ¿ Pero á quien tenemos ne- cesidad de pedir los Españoles? i Quién es este, que no nos concede sino tres cosas; á saber qtie nuestra hacienda vaya toda juntica á un ladrón, y no se haga partija en- tre la gavilla? ¿Que entiende por privilegios de una Nación? en quantó á la conservación de nuestra Religión, ¿ Quien mienta estas cosas entre Cristianosf^^Conocemos perfecta- mente el cebo, que nos presentan en el anzuelo: estos faná- ticos Españoles, dicen Bonaparte, Murat, y Marchena, en ofreciéndoles su Religión, se dexará» pescar Con facilidad, después ya les enseñaremos Filosofía. Picaros tontos! ¿Pu- diéramos pedir otra cosa,si capituláramos con los Moros? ¿Que concepto hacen de los Españoles, que se persuaden, que pon- drá ser Protector de su Religión aquel que fue Protestante en Alemania, Católico en Italia, Filosofo en Francia, Ju- dio en Siria, y Musulmán en Egipto, lo que quiso acre- ditar con una blasfema profesión de la Fé ¿Aquel que traxo hipócrita, ó burlescamente el Santo Padre á París, para dar un ayre de autoridad á sus usurpaciones, y pe- queña persona, y después de empeñar á su Beatitud en varias condescendencias; fueron tan impías las pretensio- nes, á que quiso obligarle, que viendo su santa resistert- cia, ocupo la Ciudad de Roma, y- todos sus Estado^ ÉZVoíl PaIad° P°ntíficí0 COft diSpers?e! clara Cabeza de ia fglcsia GaS^ * f° * n° * de~ NOTA. di„La jaenaue íaS tres ImPrentas, que m descantan de dta, m de noche, no permitió lugar 4 este papel, Escrito al pnnapto de la revolución