IITÍ T A L, COn&OJBESES : GLORIAOS DE TEI^IÚlt tí la mente de vuestra Provincia al digno Crc/c que da el siguiente parte detallado de las ac- riolles del c<¿Qj/ En el veréis la carta fie vues- tra libertad 1/ la ruina de los tiranos, que trata- ban de oprimirla : levantad un monumento eterno á nuestros aliados los bravos T'ucumajtos ; eter- nidad le memoria de todos los Cíe fes de vuestro irjercito j/ no olvidéis jamas estos inmortales /lias tle gloria. Campamento general cu el Jilo Camero, Junio 2'J de 1839 El 18 se movió el ejercito desdo el hcgundo a buscar decididamente al ciifmigo, que Intuid llegado el día untes al Salto ( 1 ) ; nías al hacerlo, no se ocultó al general que firma, que habiendo varios caminos y campos, que se atraviesan sin obstáculo, le era fácil al enemigo evadir el rúmbate, y dirigirse ídbre el pueblo, que para tal caso precisamente liabia sido fortificado : al niüvcr.c. lo anuncio nuevamente al Cíobiemo sostituto para que se estuviese* en vigilancia. Esto mismo fue Id q-re hizo el enemigo, puc; sin tiendo nuestra stproxi- r>;ai ion bajo la margen derecha del Fíio '] °, lo i asó des leguas mus abajo, j ge dirigió rápidamente por los campos, dejando el camino muy a MI izquierda hu?fa la Capilla de Cosme (2), decide donde siguió a la ciudad, y llegó en !a tarde del '¿O. En la madrugada de este dia estuvo nuestro ejército cu ti Salto, donde solo encontró los vestigios de la marrlia precipitada del « nemigo. IJe los disper- 'ih ijiie había tbjado, se tomaron mas do V?í) prisioneros y a'gjoas earg'is de víveres. El ejercito tuvo un tato de descauso, y contramarebó por el camino mas inmediato & la ruta del enemigo. El '¿l, a pocas legua» de Córdoba se supo, que la pinza, había recbazado bizarramente los primeros ataques, y que ;tún M so-t<-nia ! esta noticia inflamó al ejercito, que continuó su marcha con el mas vivo deseo de dar un pronto auxilio á los sitiados En e-.fa persuacion llegó por la noebe i Uu goteras de la ciudad, pero muy luego se supo que la plaza se liabia rendido, por capitulación, y fue. preciso retirarse, dejando para después su salvación, para ma- niobrar sobre el ejercito enemigo, cuyos fogones se avistaban en una inmensa linea sobre los altos de la 'labiada (3) El ejercito pasó el rio en la misma noche, y se situó sobre los altos del mate. En la mañana del 88 se movió por sobre los mismos en dirección al enemigo, quedando la infantería frente del pueblo, y siguiendo con la caba- llería a observar su posición. Ei enemigo sin duda pensó engañar con varios l'r>!\os. que si retiraban en dirección ti. la Sierra, apatcntaudo con esto, que dc9* (1) Salto: el lugar Junde M deaprrnde el Rio J." de la Sierra, ú 1t legua* de Gór- •»%■ al Sud-Oe*te. (2) Cosme : Capilla «¡tunda en la costa del Rio 3.* á 10 leguas de Córdoba al mismo rumbo, CT) Tablada; lugar situado á dos legua* d« Córdoba al ©eate.prendía divisiones a su retaguardia para destruir alguna parte de nuestro ejercito que se atreviese á aproximarse. A las dos de la tarde se puso en movimiento la infantería que habia que- dado frente del pueblo, y se incorporo a la caballería, que ya había marchado por el potrero de la hacienda de £>. Pedro Juan Gonzalcs, que para el efecto fue pre- ciso romper. Desde que llegamos á la eerca opuesta, ya se pcre.ibió que estaba allí totla la fuerza enemiga, menos la que guarneeia la plaza. Con esta cerca se hizo la misma operación que con la primera, abriendo tres grandes puertas pata las tres colunas en que estaba formado el ejercito. La de la derecha, al matado del Sr. coronel Lamudrid, se componía del escuadrón de Voluntarios ; de la división del Sr. coronel ¿Martínez, que la for- maban los lanceros de la unión y milicia de Santa Rosa, y la del Sr. coronel Allende, que la componían los escuadrone- de Ischilin y Itio-Sroo. La del centro se batió á las inmediatas órdenes del Sr. coronel Dees;?, gefe del Estado Mayor, que se componía del batallón "2..- de cazadores, que manda el Sr. coronel Videla, del 5.° de la mi,nía arma, que encabeza el teniente coronel Larra va, de una parte del de cazadores de la Libertad á las órdenes del mayor Paréala, y de la artillería libera, a las del mayor Anrcngren. I*a izquierda fue maridada por el Sr Gobernador de Turiiman, general D. Javier López, que se componía de las fuerzas de dicha provincia, cuyos cuer- pos eran dirigidos por los coroneles Paz. Lobo, y teniente coronel Murga. La reserva la formaba el regimiento número 2 de caballería, que encabeza el coroad Pedernero. El enemigo se movió con la mayor rapidez manifestando de un golpe la superioridad numérica de sus fuerzas, y desplegando su línea, que cnvob'ia por su estension ambos costados de la nuestra. El coronel Madrid tuvo órden de formar en escalones, y apena» pudo verificarlo, para recibir la impetuosa carg.i del enemigo. La milicia de Córdoba ca.gó bien, pero es preciso decir, que cedió al DÚ0iero, fue arrollada, y vivamente perseguida hasta sobre nuestra artillería, e infantería. El enemigo creyó por un instante que el triunfo era suyo, peYo bien pronto tuvo motivo de desengañarse. El número 2 de caballería marchó oportu- namente en auxilio «le la ala derecha, que se veia comprometida, hin embargo de la intrépida carga que dió el escuadrón de Voluntarios al mando del coronel Madrid. No obstante las primeras ventajas, que el enemigo bal i.i conseguido tt.brc este costado, el choque se renovó con encarnizamiento v se \ió muy pronto obligado a retroceder, concurriendo a e.-to muy eficazmente la brillante carga del coronel Pringlis, con un escuadrón del número 2, y la de la (■■< olta di I geno ral que suscribe, conducida por sus ayudantes de campo Plaza > Paunero. I)e»dr este momento el arrojo del enemigo 'c enfrenó, y sin cesar de perder terreno, u DO se le vió hacer sino amagos insignificantes, y esfuerzos vanos por reorganizar una fueiza (pie era triple ó cuadrupla de. la que se le oponía El Sr. general López, después «le varias rar^as dadas y recibidas con i.i trepidez por el cuerpo de Tucumanos, arrolló la ala derecha enemiga, arrojando de su frente á los que se atrevieron á buscar ó esperar el choque de sus fuerzas. El centro del enemigo cargó también hasta lograr penetrar por el in- tervalo de los batallones algunos soldados, en términos, que uno de aqucil tH tuvo «lúe dirigir sus fuegos á retaguardia. Con esto huyeron bien <*«canneri- t.idos de un arrojo mas bien debirlo á su ignorancia que ii su intrepidez. Puf «uices se manifestó el empeño del enemigo de c«>nceiitrai sus fuer/as sobrt su ¡kquierda, y me ol>lit>-«'> á hacer lo mismo sobre el costado inverso relati- vamcute a. iiosotru*. El batallón o.u reforzó nuestra derecha, v <;1 fue^ro «le su» Carado rea bastó para hacer nías pronunciad» la retirada «iel enemigo, «}uc continué aerificándola en la mas espantosa confusiou hasta cerrar la noche. El general Lo- ( & Y pez. con algunos escuadrones d« Tucuman, logró todavía dar una carga a. un, cuer- po dé los que se retiraban, y hacerles muchos muertos y heridos. El enemigo fue perseguido hasta, que la noche no permitía ver los objetos', y la dispersión fue u-i completa. El ejército se habia alejado mas de dos levitas en la persecución, y fue preciso volver al campo de batalla, tlonde habia quedado parte de la artillería é infantería, cou las caballadas y otros enseres El ejército cantó la victoria, y sus individuos se felicitaron mutuamente de haber correspon- dido á sus compromisos, y a. las esperanzas de sus compatriotas Pero le estaba todavía reservada otra gloria. El general enemigo apenas pudo reunir un número corto, respeoiivamenté al que habia tenido M caballería ¡ mas contaba con tolla la infantería ip.ie guarnecía la plaza. En «u desesperación concibió el proyecto aventurado de tentar otra vez fortuna en un segundo combate, y lo verificó en la madrugada'del 2.->. cuando nuestro ejército se ponía en movimiento para venir á la plaza. Todo formaba una sola Columna porque el terreno no permitía mas, y el ataque se hizo por la retaguardia, en que necesariamente hubo alguna confusión El ruido del cañón que habia sacado de las trincheras, nos aví^ó a t«>dos de su proximidad. Los batallones habían desccntlído al bajo, pero muy pronto fueron conducirlos por el Sr gefe del estarlo mayor en persona, el 5 J de cazatlores, y los cazadores de la libertad, ii las alturas de «londe habían descendido ; no ya ñor el mismo camino, sino por las escabrosidades que quedaban a. La izquierda do Ja columna : poco después fué mandado el 2.J de la misma arma en apoyo de los primeros Este movimiento de la infantería decidió del combate. Sin embaifro él se hubiera prolongado sin la bravura de estos batallones : el 5" se cubrió de gloria, arrolló, y quitó una bandera ii la infantería enemiga, que es la «pje se remite á disposición del E.xcmo. Gobierno sustituto. El Sr. coronel gefe del estado mayor I) Román Dee¡ó que la plaza se defendería, y se < i. corriendo el asalto al Sr. coronel Deesa con los bata'lones de cazadores, mientras la caballería recorría la circunferencia para purgarla ríe algunas par lidas de caballería que podian cifnscrvnrse : y -va se penetraba por las tille, inmediatas h la plaza, cuando se^ supo que la muerte del capitán Tegeder había sido efecto de la perversidad d<*. ulgunus soldados, y no de la mala fé de los que mandaban !a guarnición. Efectivamente, c->ta habia dejado va !js armas, y el gefe que lo era el español Antonio Navarro, había fugado aban- donando á sus compañeros. El ejercito penetró sin resistencia donde íecibió las enhorabuenas de los ciudadanos, que poco antes se creían víctimas de la tiranía mas feroz, y que como por encanto se veían restituidas á l«i libertad Eí Sr. general D. Javier López con su división ha cooperado eficaz- mente al éxito de la campaña. SI, y su provincia, han prestado un servicio a que debe quedar eternamente reconocida la de Córdoba. Los señores coro- neles D José Julián Martínez, D. José Videla Castillo, D Juan Pederncia, I> Secundo Roen, ayudante del Sr. general López, teniente coronel D. Lo renzo Lugoncs, gefe del estado mayor divisionario, teniente coronel D Isidoro Larraya, comandante Mendivil, y otros, son dignos de recomendarse ala con- sideración pública. Después de los que llevo nombrados, son dignos de una particular mención el capitán del £>.° de cazadores D. Saturnino Navarro, que mandubí Ja. vaücnfc compañía de bolteadeires Ue este cuerpo, y el cabo Manuel Anula del mismo, que tomó la bandera de que se ha hecho referencia. El capitán de la división de Tucumau D Dionisio Mendivil, que pereció combatiendo esforzadamente. Mis ayudantes de campo, mayor D. Casimiro Rodríguez, y Capitán D. Ramón Campero, han llenado su deber muy satisfactoriamente. El Sr. coronel Allende: recibió en la primera carga una herida lc\c en la caía, y el comandante de lanceros D Joai Alai ia Martines otra en un hombro. Sería muy prolijo nombrar a todos los señores ge fes > oficiales, qile mrreecn una particular mención. Todos a porfió han mostrado cuanta Hiipc- rioridad tienen loa soldados de la Libertad sobre los esclavos de la tiranía . todos han manifestado el mismo entusiasmo : todos el mismo valor—algunas pequeñas diferencias acaso no provienen, sino de la diversidad de lance» que se presentan en el curso de una batalla—La gloria es suya——es de todos. El ejercito no comió, no durmió , no cesó de caminar SU tres día»---- sin embargo el deseo de batirse fue general: el entusiasmo en todos se au- mentaba, en proporción que crecian las privaciones. Los veteranos y los mi- licianos manifestaron igual ardor. Entre estos últimos se han distinguido los del Rio-Seco con su comandante Cesar. El general que subscribe saluda al Sr. fíobcmailor sustituto, a quien se dirige, ofreciéndole sus mas altas consideraciones. José Mahia Paz. n ,1 .'■ [J O ¿> CORDOBA V JIKI1MI>Rr«o BU Bl'EN OS A1HC! EN LA JUri(£MA .í i > - I- - .' - Calle de las Piedras, número 91, AL PUBLICO. (I) No es ciertamente el mejor recurso de un militar de honor para de» ahogarse de un gran sentimiento, apelar a la pluma, desenfendiéndo-e de la espada; pero ya que el coronel Pacheco ha elegido esta arma, yo diré cuatro palabra* a su remitido, inserto en la Gaceta del martes líl del corriente, sobic la prisión del coronel Dorrego. Dos objetos parece que se ha propuesto el coronel en su exposición. 1°, vindicarse de que se le atribuya indirectamente en el ruin.ero 183 del Túmpi* haber contribuido u la prisión del Sr Dorrego. clasificar el pro- cedimiento del Regimiento de Húsares, y de sus gefes, de un modo odioso y ultrajante En cuanto a lo primero; el S. Pacheco ha tenido muchos deseo* de ostentarse en el público, porque ni el Tietnr„, ni nadie le ha at.ibuido el honor de haber llenad., aquel deber hacia la Patria, poniendo en manos de la autoridad constituida por el pueblo, un fu-itivo tan peligroso como el Sr Dorrego,- tampoco hay quien ignore que el Sr. Pacheco seguía entusiasta la causa de aquel ex-Gobernador, y que fuese por grandes promesa», fuese por inclinación natural á la marcha noble- y decente de su administración, el Sr. coronel Pacheco era su ant iguo y ciego prosélito. Puede estar seguro el coronel que nadie ha pretendido, ni se atreverá á despojarlo de este honor, y sin su remitido de la Gaceta no habria quien sospechase siquiera que era capaz de desviarse de la secta de un Gobierno con cuyos principios parece tener tanta afinidad la fé política del Sr. Pacheco Al menos así es preciso hacerlo, cuando se ha lanzado con tanta intrepidez, en estas circunstancias, contra el actual orden de cosas; sus compañeros de armas, contra el ejército a que ha pertenecido, v sobre todo, contra la opinión pública, pronunciada de un modo tan clasico en ódio de la marcha militar y gubernativa del Sr. Dorrego. Todo esto quiere decir su comunicado cuando dirigiéndole á mi per- '"na clasifica de torpe jurfidia la prisión de aquel Gefe, y el movimiento del regimiento de Húsares de hechos indignos de un oficial rsspe divisa debe CU La casualidad de hallarme en «I campo con mi familia lo-* doi primeros de la publicación del remitido del Sr Pacheco, y de no haber ocurrido opor- ''laniente para que fuese insertada en «I periódico el Tiempo, ha demorado la pu- olicaciori de este papel.