En conmemoración de la gloriosa defensa y triunfo de Bue- nos Aires sobre las armas de la Gran Bretaña el 5 de Julio de 1807, pronunciado En la I<;i.ksi.\ de ros RR. PP. Predicadores de esta Capital El 5 de Julio de 1858. Habitantes de Buenos Aires, hijos queridos de María, en- grandezca vuestra alma al Señor y regocíjese vuestro espíritu cu Dios que os ha glorificado por intercesión de su madre. El, viendo la humildad con que lo invocasteis en la tribu'acion, po- niendo por mediadora a la criatura mas perfecta y en quien mas se complace, abatió á los soberbios que intentaron strplau- taros, y os elevó sobre sus ruinas hasta cubriros de gloria. El, por las manos de María bajo la advocación del Rosario, os ciñó las tienes con el laurel de la victoria el 6 de Julio de 1807: os ha hecho grandes, ostentando en vosotros su poder. En voso- tros digo, porque los triunfos de vuestros padres son también triunfos vuestros, como lo es su nombre, como lo es su gloria; nombre, triunfos y gloria que han pasado de edad en edad para ser inmortalizados por la posteridad; nombre, triunfos y gloria que son la principal herencia con que os presentáis ufanos a la faz de las naciones, Ilustre y noble ciudad, valiente y religiosa capital, yo os sa- ludo. Si vuestra fé y vuestra adhesión heroica á la Relijion de vuestros padres son proverbiales en la historia, vuestro valor y vuestro patriotismo son igualmente notorios. Valor y Fé de- bería ser el blasón de vuestras armas. No os lisonjeo: de la historia lo deduzco. Nacisteis valiente y relijiosa, crecisteis lo mismo y así 'ainbien os desarrollasteis. Cuando aun no teníais ni dos años de existencia, en 1582, no humillasteis al pabellón inglés que el corsario Eduardo Fontana, mandado por la reina Isabel, intentó enarbolar eu Martin García? no lo humillasteis también cuando en 1587 trató de tomaros por asalto y no Ic-gró Dcposuit polentas de sede, ct exaltacit humjfni. Destrozó a los poderosos y ensalzó A los humildes. S. Lucas en el cap. 1." v. 52.sino su dcscngaiío el corsario Tomas Gandich, protejido por la misma Isabel? no lo humillasteis también, cuando en 1770 de- salojasteis á los ingleses del puerto de Egmont, de que se ha- bían apoderado en las Malvinas, bajo el reinado de Jorge III? no lo humillasteis también ■- 'Pero no, detengámonos un momento, sefiores: luego veréis las dos veces mas que no solo lo humi- llasteis, sino que lo conquistasteis, que lo aprisionasteis. Vuestra historia de las guerras con la Gran Bretaña, no pa- rece sino los anales de vuestros triunfos y los de su humillación. Siempre relijiosa y siempre victoriosa, os habéis ostentado dig- na del alto renombre de Muy noble y de Muy leal con que os distinguió Felipe V. en su Real cédula de 5 de Octubre de 1716. Y solo humillando al pabellón inglés os habéis mostrado tan valiente como relijiosa? Cuantas veces habéis desplegado vuestros estandartes al frente de las armadas estranjeras, no ha flameado siempre victorioso y siempre relijioso? Si. Esto nos dice el triunfo que obtuvisteis y la acción de gracias que disteis al Dios de los ejércitos, cuando en 1628 rechazasteis í» los Holandeses, que procuraron con todo esfuerzo apoderarse de vuestras riquezas y dominaros; esto nos dice la conducta se- mejante que observasteis, cuando en 1658, no solo batisteis a los franceses mandados por Luis XIV para tomaros por asalto, sino que hicisteis sucumbir en el combate al General en ge- l'e (!) y os apoderasteis de la capitana de su escuadra; esto nos dice la igual conducta que observasteis, cuando en 1680, arre- batasteis a los portugueses la Colonia del Sacramento que usur- padamente habiau fundado el arto anterior. Y cuando en 1698 escarmentasteis al aventurero Pointis que oso pretender saquea- ros; y cuando en 1699 destrozasteis á los dinamarqueses que como los franceses, se atrevieron a otro asalto; y cuando eu 1705 volvisteis a arrojar á los portugueses de la Colonia; y en 1714 los echasteis del punto en que hoy está Montevideo y fun- dasteis esa ciudad con vuestros hijos; y cuando entre 1717 y 1720 recuperasteis las islas de Castillos, dejando muerto al ca- pitán francés Estevan Moreau, que se había apoderado de ellas; y cuando en 1762, atravesando vuestra espedicion el Rio de la Plata, tomasteis a discreción la Colonia del Sacramento, y en el mismo territorio portugués os apoderasteis del Rio Grande, de la Fortaleza de San Miguel del Chai, de Santa Teresa y de San- ta Tecla, ¿no nos dicen también lo mismo? Si, siempre a la par de vuestro valor ostentasteis vuestra relijiosidad: la historia os hace este justo honor. (I) P. Tomas Osmat, caballero de la f untante. Alas todavía aparece vuestro doble carácter de valor y re- lijiosidad, en las memorables jornadas del 12 d»' Agosto de 1806, en que reconquistasteis la patria, hecha presa un momento de la ambición inglesa, que se aprovechó de la ineptitud de un hom- bre indigno de gobernaros, para daros un golpe de mano, revés que supisteis vengar muy luego hasta cubriros de gloria, des- trozando completamente sus filas, regando las calles y plazas con su sangre, recuperando cuanto el cobarde Virrey habla abandonado, lomándoles mil dos cientos prisioneros y gefes de alta graduación (1); apoderándoos de treinta y cinco piezas de artillería, mil seiscientos fusiles y otras armas; y arrebatándoles lo mas querido, lo mas precioso que posee un ejército de honor, arrebatándoles sus estandartes y banderas, hasta las del céle- bre regimiento 71 de escoceses, banderas históricas, banderas monumentales para la Inglaterra. (2) Gloria inmortal al va- liente Puirredon, que con espada en mano al frente de hueaba- Ileria, penetró intrépido por medio de las calles, arrollando por dó quiera al enemigo, hasta arrancar él personalmente de las manos del abanderado uno de estos estandartes memorables! ¡Cuanto fué vuestro valor, en ese fausto dia, ilustre ciudad, y cuanto fue también vuestro espíritu relijioso! Las banderas que tremolan en la Catedral, en la Merced, y en las Catalinas, y esas que veis desplegadas en esta misma bóveda, trofeos de esa famosa victoria, donadas solemnemente á la Virgen del Rosario por el General recouquistador, por el popular y piadoso Li- níers (3) en testimonio de gratitud á su protección son la prue- ba mas elocuente. i Pero en donde sobre todo veo este mismo doble carácter que os distingue, es eu la famosa defensa que hicieron vuestros padres para rechazar y escarmentar por última vez al poder co- losal de la Gran Bretaña: ¡5 de Julio de 1807, dia glorioso pa- ra los hijos de Buenos Aires, tu memoria vivirá para siempre en 1. Un mayor general, un mayor de brigada, dos tenientes coroneles, un mayor, quince capitanes, veinte y un tenientes, ocho •obtenientes y algunos empleados y cirujanos del ejército. 2. Este Tejimiento, ruándola espedicion de Bonaparte al Egipto en 1798, se llevó la gloria defendiendo la plaza de S. Juan . Santiago Liniers ofreció á la Virgen del Hosario con una solemnísima función, salva tri- ple de artillería, concurso de. la real audiencia. Cabildo Secular < Jlustrisi- mo Obispo, las cuatro banderas que existen en Santo Domingo de esta capital, dos del Uejimiento 71 y dos de marina, que tomó á los ingleses; confesando de- berse toda la felicidad de nuestras armas al singular patrocinio de Miestra Se- ñora del llosario. Esto consta de un documento que se registra en el folio 108 á la vuelta, del Libro de elecciones, juntas, ele. que empieza el dia ib de Mor.-o de 1772, de la Cofradía del Rosario.— 4 — el corazón de todos sus descendientes. Marín, Virgen del Ro- sario, protectora de la familia Argentina, Reina poderosa. ía cu- ya sombra triunfaron nuestras armas, nuestra ferviente devoción íiíacia vos, mostrara al inundo que os sabemosser reconocidos: en la paz como en la guerra, siempre te invocaremos con la confianza de lujos a quienes tanto distingues. Sefioi'cs, lo que vuestros padres hicieron era ese dia memo- rable con la protección de María bajo la advocación del Rosario, es lo que voy a tratar en mi discurso. Ninguna materia puede interesar tanto vuestra atención. Rasta indicarla para reco- mendárosla. Mas ía lin que lijéis mejor las ¡deas, divido mi proposicioia en dos partes. Patriotismo de vueatros padres en la defensa del 5 de Julio de 1S07, primera parte. Triunfo de su patrio- tismo sobre las amáis de la (irán Bretaña, bajo la protección de Im Virgen del Rosario, segunda parte. Dios de los ejércitos, que disteis. valor en ese dia ¡t nuestras (ropas, dignaos iluminar mi intelijencia. Virgen poderosa, qaae itatercediste por tus hijos para qaie obtuviesen la vtetoria, intercede también por mi para que cou- síga el desempeño de lo que me propongo. Ave Ufaría. PRIMERA PARTE, Señores:— (lomo acabáis de oír, ane propongo demostraros en la prame- ra parte de tu i discitrso el patriotismo de vuestros padres en la gloriosa lucha del 5 tic Julio de 1807. Es necesario tener bien presente la proposición que se ha de demostrar, pues que de otro ánodo las pruebas mas luminosas no parecen sino frivolos conceptos. Pero antes de entrar í la demostracioaa, asi de la primera, como de la segunda parte, permitidme hacer una observacioaa, y dar después una mirada histórica retrospectiva sobre el asunto. La observación es esta: Por una parte aaiees necesario tratar esta anateria; y por otra no pediendo hacerlo sin tocar directa ó indirectamente a la In- glaterra, quisiera que todos compi-endieseis que no es mi animo menoscabar en lo mas aaaWaimo el relevaaate mérito de esta gran aiacion. Sta menoscabo mismo refluiría en mengua nuestra. Ni es alado a un ministro de Dios, a aira evaaijelizador de la paz y de la caridad, proferir nunca espresioai alguna que pueda ofender á nadie, mucho menos desde este bagar tan santo. Yo nano á la nación inglesa, y la amo aiaia con predilecciota á ota-as. -Su aiaodo desea- en la familia, lo considero tan modelo. Su Sistema de educación lo considea'o el anas sólido, el aaias con- veniente, el mas ventajoso, y por ventura, el Único que debería adoptarse: él esquíen la hace grande. Sia parlamento e» el tem- plo de ta historia y de la le;/ de la elocuencia y de la libertad, coano lo llama Monta lean be rt. (1) Sta espíritu de aplomo, de subordinación, de tarden, de rectitud, de adhesión ía las institu- ciones, parece coano innato en sus hijos. Su i"éj iuien iiateraio lo considero uno de los que mas se aproximan á la perfectibilidad gubernativa. EJ inglés, por lo general, es franco, geaaeroso, ve- aídico: su si es si, y sia no es no; es firme eia la aaaaistad, anodcsto eat la fortuna, y magnánimo eaa la adversidad. Pea'O tina cosa es la na< ion inglesa y otra su sistema de ga- binete, como lo ha notado un político. ('2) Este su sísteana la hace aaaiarse tanto a si misana, que tao le deja lugar ni aun para acordarse de los deauás pueblos, ít no ser que los necesite. Los principios de Ilobes aplicados al derecho de jentes, parecen coaaao incrustados en el ebraxon de casi todos stas estadistas. Las aaa- ciones pequeñas nosoai consideradas por ellos sino coano los pe- cesillos que deben alimentar a los grandes anónstraaos amafiaos; coaiao si el Evaaijelío nivelando a los hoaubres, no hubiera tam bien nivelado ía las sociedades, que no son otra cosa que la reu- nión de anudaos hombres, y coano si el precepto de aanar á maes- tros semejantes, se limitara tan solo a los indívidtaos y no se es- tendiera a las naciones, y no ftaera la base de todos los derechos. Creo, Señores, haber sido bastante esplícito. Es aiecesai-io taanbien que antes de todo demos una mirada histórica retrospectiva sobre el asunto, a fin de qaae lo conoz- camos á foaado, pues la defensa del 5 de Julio de 1807 es una pajina de las aaaas remarcables en nuestros anales. La resetla aio sei-á tan corta, pero espero no disgustaros.—Escuchadme. Envidiosa la Inglaterra de la España por sus ricas posesio- nes en los dos hemisferios, había iutetatado muchas veces despo- jarla por la fuerza de lo que ella carecía por el destiaao. Mas casi siempre conta'ariada, sin duda en pena de su injusticia, la mayor parte de sus plaaies se fi'tistraron. La conspiración que intentó en Caracas, fué seaatida y sofocada. De la costa de Guatemala, donde acampaa'oai un iaistautc sus lejiones, fué rechazada con gran pérdida. Su costosa armada contra las Islas Filipinas, detenida 1 De l'avenir politiqtac de l'Angleterre. '2 Gudoy eaa sus Memorias.en los maros, pereció por las tormentas. (1) Kn Abril de 1797, habiendo atacado á Puerto Rico, no consiguió sino proporcionar á las armas españolas repetidos triunfos y su humillación com- pleta. Antes de tres meses después de este acontecimiento, su- frió iguales desengaños en Tenerife, perdiendo un brazo en la empresa el famoso Nelson. Poco después, en 1 800, habiendo invadido a la Galicia, echó quince mil hombres en la plaza de Doniños, los que escarmentados con una horrible matanza, se embarcaron a los dos dias sin mas logro que el desdoro de sus armas. En fin, resentida 6 irritada en sumo grado por la paz que la España firmó en Basllea el 22 de Julio de 1805 con la República Francesa, dispuso dos grandes escuadras, una contra Caracas al mando del General Miranda (2) y otra contra las rejiones del Plata bajo las órdenes del Comodoro Sir Home Popham, uno de los almirantes mas acreditados de su marina. Redoblad, señores, vuestra atención. Cuanto voy a conti- nuar refiriendo, es todo historia nuestra. El 11 de Noviembre de 1805 llegó esta expedición del Co- inodoro Popham a la Babia de Todos los Santos, desde donde el mandó tomar el Cabo de Buena Esperanza, entonces de los Ho- landeses, y lo consiguió. El 2 de Mayo de 180(5 salió la escua- dra de-Santa Helena, y el 8 de Junio se presentó en el Rio de la Plata. El 25 desembarcaron sus tropas en los Quilines al mando del General Guillermo Cair Beresford, el mismo que habia to- mado el Cabo. El 27, con infracción flagrante de todo el dere- cho déjenles, fué tomada esta Capital por dicho General. Pero sn gloria se disipó, cual vano sueño, el 12 de Agosto del mismo año, en que la reconquistó el valiente D. Santiago Liniers, y cu- yas jornadas ya os he mencionado. Luego que este hombre providencial, destinado por Dios para salvar la patria, recibió en la Ensenada, de donde era Co- mandante, la noticia de la pérdida de la Capital, resolvió eu el acto reconquistarla á todo trance. ■ Al efecto escribió a Beresford pidiéndole permiso para en- trar en la ciudad; el cual obtenido, a primeros de Julio estuvo ya con sus amigos, que coincidiendo en el mismo pensamiento, resolvieron el modo de realizar cuanto antes su proyecto. En seguida dirijióse el piadoso Liniers a este templo, y ante las aras de la Virgen del Rosario, le hizo voto de consagrarle las bande- ras del enemigo, si le alcanzaba la victoria. Este hecho, seño- 1 La perdida pecuniaria so calculó en tres millones ele libras esterlinas. 2 Era natural de Caracas, militó en la guerra de la independencia de los Estados Unidos, luego en favor de la llepüblica Francesa. Al fin, después de muchas aventuras, murió en Cádiz en una torre. — 7 — res, consta en uno de los libros de la Cofradía del Rosario, de donde lo lie sacado. Confiado, pues, en la protección de María, y poniéndose de acuerdo con el caballero argentino 1>. Martin Puirrednn, partió luego clandestina nente para Montevideo á fin de obtener algunas tropas. El 3 de Agosto desembarcó en las Conchas con mil hom- bres. El 10 se situó en los mataderos de Miserere con tres mil mas que se le habían reunido, é intimó al General ingles la devolución de la Plaza. Recibida la negativa, principió las hostilidades hasta el doce, en que á viva fuerza la reconquistó. La séric de los sucesos nos pone ya en 1807. El 3 de Fe- brero de este año, otra parte de la misma expedición, al mando del General S. Achmuty, se apoderó por asalto «le Montevideo, de cuya plaza estuvo en posesión hasta el 7 de Julio en que fué evacuada, en virtud del tratado del mismo dia firmado por los ge- fes Británicos y las autoridades de esta capital, en consecuen- cia de la derrota de los invasores el dia 5, de que nos vamos á ocupar. El 23 de Junio del mismo año, trece rail trescientos treinta y tres ingleses, al mando del General Whitelock, desembarcaron en las Conchíllas y otros lugares inmediatos á la Ensenada. El 30 se pusieron á siete leguas de la ciudad, y de sesenta á setenta embarcaciones entre fragatas y bergantines se presentaron á su vista por el rio. El 10 de Julio los invasores habían vencido las principales dificultades q' les oponían los bañados para el tránsito. El 2 á las h de la tarde, nuestro ejército al mando del General Liniers, se presentó en batalla por dos veces al otro lado del Puente, sin ser contestado ni una ni otra por el enemigo. Poco después hubo un encuentro en los corrales de Miserere, contrarío á nuestras armas. El 3 al amanecer se tocó generala por toda la ciudad, reuniéndose en el acto en la plaza de la Victoria,una gran parte de los dispersos de Miserere. Todos se incorporaron ásus cuerpos respectivos, y la tropa fué distribuida por las azoteas. Muy luego" se presentó un parlamento del enemigo, intimando de palabra la rendición de la Plaza. Se contestó con una negativa absoluta. El h las divisiones contrarias estaban todas en con- * tacto, y, cual un ejército de bárbaros, se ocupaban por los sub- varbios en robar, matar ájente indefensa, y en cometer exesos, que el pudor impide hasta nombrarlos. Tuvo lugar otra segunda intimación y otra negativa absoluta. Se esperó por nuestra parte un ataque general, pero no sucedió asi : toda la noche se pasó tranquila. El 5 á las seis de la mañana recien hizo el enemigóla señal de ataque general, disparando des- de la plaza de Lorea veinte y un cañonazos con bala á la ciudad. Ños encontramos ya, señores, eu el dia destinado por Diospara la humillación del gran coloso, del formidable jiganle, que, cual dominador de los mares y señor del universo, amenazaba sa- crificarnos a su rabia. Pero un Dios justo, omnipotente, que se hurla de los proyectos de los hombres, y que abate a los sober- bios y eleva a Jos humildes, habia decretado, por intercesión de nuestra Madre, la muerte del arrogante Goliat a manos del pastor- cito David. Este es el dia memorable, en que vuestros padres, emulando las virtudes del aptiguo pueblo hebreo, de ese pueblo eminente- mente patriota y religioso, os legaron los ejemplos mas sublimes de verdadero amor a la patria. ¡Patria! nombre encantador, espresion mágica, que en todos los idiomas haces latir el corazón con las emociones mas vivas de ternura, de entusiasmo y de valor! ojalá que todos comprendié- ramos cuanto encierras de religioso, de grande y de espiritual! (1). ¡Patria! palabra veneranda, que hasta el malvado te invoca con respeto y con amor: el pecho se inflama solo al pronun- ciarte! ■ ¡Patria! inspiración fecunda, que enriqueces la imaginación mas fria, que arrebatas los conceptos mas sublimes, que embria- gas el corazón de los afectos mas sensibles! el poeta, el orador, el filósofo, el sabio te son deudores! ¡Patria! talismán del alma, que animas al guerrero, que re- juveneces al anciano, que robusteces al joven, que trasfonnas á !a mujer, que conmueves al sacerdote! toda su gloria te deben los héroes! ¡Patria! • - • • Pero qué es patria, señores? La patria es solo un nombre, es solo una inspiración, es solo una ¡dea? ¿Es solo el pedazo de tierra que nos vio nacer, 6 la casa que recibió nuestro primer jemido, ó el rio á cuyo murmullo uníamos nuestros infan- tiles himnos, ó el sitio en que se nos enseñó á formar y gravar tan augusto nombre, ó el templo á donde Ibamos I pedir al Dios de la patria por la patria misma? No, la patria no es esto solo, es todo esto y todavía mas : patria es todo á la vez y esa tierra, y esa casa, y ese rio, y ese sitio, y ese templo, y nuestros padres, y nuestros hermanos, y nuestros amigos, y nuestros compañeros, y nuestras leyes, y nuestros derechos, y nuestra dignidad, y nuestro honor, y nuestra libertad, y nuestros bienes, y nuestro reposo, y nuestra felicidad. Por eso. señores, amar la patria es un deber, y morir por ella es una gloria : Dios misino ha escrito en el corazón del hom- bre tau noble sentimiento. .Mas qué es amar la patria, qué es patriotismo? Es solo decir ¡1" I>e mis Principios de eduraciou. que se le ama? No, señores, el amor ¡i la patria no es un amor es- téril, sino fecundo, grande, heróico. Amar la patria, es llorar sus desgracias, como Jeremías, cuantío viendo reducido á cenizas el templo de Jerusalen , dego- llados sus compatriotas, ó llevados en cautiverio á cstranjeras tier- ras, suspiró lamentaciones tan vivas y patéticas, que todavía res- piran un dolor profundo. Es llorar sus desgracias, como Matatías, cuando viendo los infortunios de su patria , prorrumpió en acla- maciones tan sentidas, que aun conmueve su memoria : "Desgra- ciado de mi ! decia este ilustre patriota, ¿por qué habré nacido para presenciar la ruina de mi pueblo y de la ciudad santa? y po- dré yo permanecer por mas tiempo, viéndola entregada á sus ene- migos , y su santuario en manos de los estranjeros? Su templo está deshonrado como el hombre mas despreciable ; sus viejos y sus niños son degollados en medio de sus calles y su juventud ha muerto en la guerra : se le ha desnudado de sus mas ricos ornatos: de libre ha venido á ser esclava : todo nuestro esplendor, toda nuestra gloria, todo lo que había de mas sagrado entre nosotros ha sido robado por los Gentiles : y después de esto, podré yo vi- vir? Y diciendo estas palabras, él y sus hijos rasgaron sus vestidos, se cubrieron de ceniza y se entregaron al llanto (1)." Amar la patria, es ofrecer sacrificios por ella cuando está en peligro, es recurrir al Dios de los ejércitos con oracion«jf y ple- garias: "Pues que el Señor es sufrido, decia la heroína Judit cuando Holofernes sitiaba la capital de su patria, arrepintámonos de nuestros pecados, y bañados en llanto, imploremos su indul- jencia : humillémonos en su presencia, y poseídos de un espíritu de compunción, como siervos suyos que somos, pidámosle con lá- grimas, que del modo que sea de su agrado, nos haga sentir los efectos de su misericordia ; para que asi como la soberbia de los enemigos ha llenado nuestro corazón de turbación, asi nuestra humillación venga á ser para nosotros un motivo de gloria (2)." Amar la patria, es respetar, sostener y defender la Religión del Estado : "Todo el que tenga celo por la religión y quiera per- manecer firme en la alianza del Señor, sígame (3)," dijo Matatías á sus compatriotas, tomando él primero las armas contra el rey Antíoco que obligaba á los Judíos á infringir la ley santa. Amar la patria, es respetar, sostener y defender las autori- dades legítimas : "Toda persona esté sujeta á las potestades supe- riores (A)," decia san Pablo á los Romanos. 1. Lib. 1." de los Macal), cap. 2.' desde el v. 7 hasta el 15. 2. Judit, cap. 8." v. fu), 16 y 17. / 3. IJb. 1. " de los Vac.ib. c. 2, v. 27. t\. Kpist. h los Rom. can. 12, v. 1, 2. 2Amar la patria, es ser observante do las leyes : '"'Dad al Cé- sar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (!) decia Je- sucristo I las turbas. Amar la patria, es amar la libertad, es amar la ley, es odiar la tiranía, es perseguirla, es combatirla : "El orgullo y la tiranía ban prevalecido, decia Matatías á su familia, ved ahí el tiempo do las desgracias y de la ruina para nosotros : cobrad Animo, hijos míos; sed celosos de la ley, y morid por el testamento de vuestros padres (2)." # Amar la patria , es sacrificar los bienes por salvarla de sus enemigos : "Dad a los soldados que están conmigo, decia Gedeon á los habitantes de Soccoth , dadles con que vivir, para que no desfallezcan, á fin que podamos perseguir a los enemigos de la patria (3)." Amar la patria, es ofrecerse voluntariamente á tomar las ar- mas por defenderla : "Qué es lo que has hecho con nosottos, de- cían los Efraimitas á Jedeon, por qué no nos has llamado cuando saliste á combatir contra Madian (4) ?" "Nadie desmaye por ese filisteo, decia David al rey Saúl, yo siervo suyo, iré y pelearé con- tra él. Lo mataré como he muerto á los leones y a los osos que perseguían los ganados de tu siervo (5)." Amar la patria, es renunciar aun al reposo mientras ella está en agitación : "El Arca de Dios, decia Crias al rey David que le invitaba con el descanso, el Arca de Dios, Isrracl y Judá están en tiendas de campana, y mi señor Joab, y los siervos de mí Señor duermen en el duro snelo; ¿y yo he de ir á mi casa á comer, be- ber y descansar? Por la vida y por la salud de mi rey, no haré tal cosa (0)." Amar la patria es esponer la vida por ella: murarnos por nuestro pueblo, murarnos por nuestros hermanos, era el tema de esa nación patriota. Este es, señores, verdadero amor a la patria; este es el ver- dadero patriotismo. Y vuestros padres no reunieron todas estas virtudes á la vez en la gloriosa defensa del 5 de Julio de 1807? No lloraron como Jeremías las desgracias de la patria, cuando so lamentaron al ver algunos barrios do la capital entregados al saqueo y á las violen- cias, profanado el templo de las Catalinas y este mismo en que 1. S. Mateo, cap. 22, v. 21. 2. Lib. 1." de los Mar.ab. cap. 2. v. /i9, 50 etc. ;i. Ubi, 1." Je los Jueces, cap. 8, tt 5, 15, 16, 17. h. LU). 1." de los Juc. cap. 8, v. i. 5. Llb. 1." de los Reyes, cap. 17, v. 32, 34, 3">? 3(1. 6. IJb. 2." de los lley. cap. 71, v. 11. - 11 — ahora nos hallamos, muertos algunos relijiosos, niños y ancianos indefensos? No juraron, como Matatías, vengarla injuria de la patria, cuando hubo mujer que «lijo a su marido «pie si cobarde huía del enemigo no se acordase devolver mas al hogar doméstico? No ofrecieron sacrificios y recurrieron al Dios de los Ejérci- tos, como Judit, ruando los dos monasterios se entregaron te la oración y á la penitencia, cuando las clases todas de la sociedad elevaron sus votos al Padre de las misericordias por intercesión do la Virgen del Rosa t ío? No sostuvieron, como los Macabeos. la Relijion de la Patria , cuando el temor de-perderla y la decisión por conservarla, fué vi principal motivo que los lanzó al confbate? No sostuvieron la libertad de la patria y rechazaron la tira- nia, como esos héroes de Israel, cuando á una gritaban todos: an- tes la muerte que el yugo de una nación estraña? No sacrificaron sus bienes por salvar la patria, como lo acon- sejaba Jedeon, cuando los mas notables presentaron al Cabildo sus haberes y fortunas? No se ofrecieron todos voluntariamente á tomar las armas, como David, cuando á la señal de alarma el día 3, se reunieron tantos en la plaza de la Victoria, que no hubo armas que bastá- ran? Y los que no tuvieron la dicha de conseguir una espada, no se quejaron á los Gefes, como los Efraimitas á Jedeon, lamen- tando su desgracia? No rehusaron todos, como Crias, el reposo, cuando hasta los ancianos abandonaron sus casas para dormir en las azoteas y es poner el pecho á las balas combatiendo por las calles? Si, se- ñores, todas estas virtudes practicaron. La historia, la tradición y algunos ancianos nos lo atestiguan. Y si el valor es uno de los caracteres del patriotismo, vues- tros padres no ostentaron también en sumo grado esta virtud he- roica, en ese memorable dia? Dígalo sino D. Tomás Salas, que con una pequeña compañía de andaluces, destrozó parte de la ala izquierda del enemigo, dejando cubiertas de cadáveres las calles de Suipacha y Tacuarí; dígalo sino el capitán de gallegos D. José Antonio Pereira, que muy luego la hizo rendir á discreción en el templo de San Miguel; d/galo sino D. José Riveros y D. Manuel Arribalzaga, que con unos cuantos hombres hicieron prisionero á un cuerpo de cien plazas; dígalo sino D. Lisandro Martínez, teniente de Húsares, que aunque jóven de catorce años hizo pro- «lijíos de valor en esa misma empresa; digalo sino el Sargento Mayor D. Cornelio Saavedra y el de igual graduación D. José Viamon, que casi acabaron cou el regimiento 88, obligando á su gefe ;t refujiar.se en este templo; díganlo sino los ayudantes D.— 12 — Pedro Agtiirre, D. Eustaquio Diaz-Velez, D. Francisco Martínez Villarino, el teniente D. Diego Saavcdra y el capitán 1). Agustín Pió de Elia, que dejando catorce muertos y treinta y cinco heri- dos, rindieron a discreción al Coronel D. Enrique Cadogan con seis capitanes, ocho oficiales y ciento cincuenta soldados, que hacían un fuego mortífero desde la casa de la Virreina Vieja; dí- galo sino el capitán de Granaderos D. Ja cobo Adrián Várela, que habiéndosele acabado las municiones en la plaza del Retiro, con un arrojo heroico, atacó a los enemigos a la bayoneta, abriéndo- se campo por medio de sus enemigos hasta juntarse con los suyos que peleaban en el centro; digalo sino el tercio de Arribeños, que rechazó victoriosamente á la segunda columna del General Auchmuty, que intentó apoderarse de la Merced; digalo sino el capitán de este cuerpo D. Juan Bautista Bustos, que con 19 hombres hizo prisioneros a doscientos diez y siete enemigos; dí- ganlo sino los valientes, que atacando de diversos puntos con fue- gos combinados al General Crawford, asilado en este convento, le obligaron a levantar bandera de parlamento, hasta que nuestro General en Gefe le intimó rendición en el perentorio tiempo de un minuto, sino quería sucumbir bajo las ruinas del edificio; di- galo sino----Pero, señores, para que mencionar á tantos en particular, cuando casi todas nuestras tropas ostentaban por todas partes el valor y arrojo de esos ejércitos, cuyas glorias in- mortalizan las historias? Os figurasteis alguna vez, como un Icón rujíenle se abalanza sobre la presa; ó como un javalí acosado por los cazadores, lleva ciego cuanjo se le presenta por delante; ó co- mo un incendio, que prendiendo en espesa selva en el invierno, consume cuanto encuentra, sin dejar piedra sobre piedra; ó como un caudaloso rio que saie de madre, echándose sobre los campos, arrebata en susaguas espumosas los sembrados, los establos y los arboles? iNo de otro modo arremetían nuestros bravos por en- medio de los enemigos, esparciendo por sus filas el pavor j el es- panto, y cual los vientos encontrados lanzáudose sobre una gran embarcación en el océano, la sepultan con su furia en el abismo, haciendo estremecer el espacio por do quiera, asi nuestras va- lientes huestes, combinadas en batalla, sepultaron en un abismo de ignominia ii la formidable armada de la Gran Bretaña. Pero si vuestros padres, señores, mostraron tanto valor combatiendo con los enemigos hasta anonadarlos, mayor lo mos- traron todavía combatiendo consigo mismos hasta triunfar de sus pasiones. Otros menos virtuosos que ellos hubieran vengado con la pena del talion la muerte de tantos inocentes, de tantas mujeres y ancianos indefensos, de dos religiosos Dominicos y de varios parlamentarios, que, con infracción de todas las leyes de la guerra, fueron sacrificados por el euemigo en el acto mis- - 13 uto del desempeño de sus comisiones. Mas sabían que si es heroísmo dejar palpitando al contumaz enemigo en el campo de batalla, es vil bajeza lomar veugaza en el vencido, y que si re- probaban las crueles injusticias de los inhumanos agresores, no les era dado castigarlos cometiéndolas como ellos. La guerra no la habían aceptado sino según la pedían aceptar, es decir, la acceptaron únicamente como una dura necesidad para soste- ner su Religión, su libertad, sus leyes, sus derechos, su honor, sus bienes, sus hogares, su existencia; en una palabra, para de- fender la patria. Lejos de cometer ninguna injusticia, prodigaron sus con- sideraciones a los vencidos, y mil prisioneros que cayeron, no fueron tratados sino como amigos, aun cuando entre ellos se ha- llaba el perjuro coronel Pak que poco antes había fugado de Lu- jan con el Jcueral Beresford, faltando a sus compromisos. Tal fué, señores, el valor de nuestros padres, tal fué su pa- triotismo en ese dia tan glorioso. Cenizas venerandas, descansad en paz. El anjel deja victo- ria os recoja para que reanimadas en la plenitud de los tiempos, recibáis otra recompensa mas digna que la de nuestra memoria. Virgen del Rosario, madre y protectora nuestra, nosotros y nuestros descendientes cantaremos siempre ante tus aras el him- no de gratitud por tus mercedes. Si nuestros padres triunfaron no fué sino por la confianza que en tí pusieron , no fué sino por tu socorro. Creo pues, señores, baberos demostrado el patriotismo de nuestros padres en la gloriosa defensa de o de Julio de 1807. Escuchadme un momento mas, y os demostraré el triunfo de su •patriotismo bajo la protección de la Virjen del Rosario, que es lo que me propongo en la segunda parte. SEGINDA PARTE. Acaso no hay principio mas jeneralinente recibido, que el que establece que jamas debe emprenderse la guerra sino por causas muy justas y en una nececidad estreñía; pero también acaso no hay otro mas comunmente violado. Se conviene con la doctrina de Sn. Agustín (1), que las guerras emprendidas únicamente por miras de ínteres ó de ambi- ción, no son sino verdaderos latrocinios; mas no se como la ma- 1 Inferre bella finitimis,- • • - ac populo* sibi, non molestos sola re^ni < u- piditate conterere et subdiicere. quid aliud quain grande Uitrocinium nominan- tlum cst ? de Civil. Dei, iib. ¡i, c«p. 6.— 14 — yor parte de las naciones poderosas, presentada la ocasión de hacer practica esta doctrina, se olvidan ó la desprecian cediendo antes al impulso de crueles pasiones que al dictamen de la recta razón. %.- Todos aprueban la respuesta del Pirata á Alejandro el Gran- de, tan conocida en la historia. Todos dicen que los Scitas tu- vieron razón en demandar á este devastador de provincias, por- que venia a turbar la paz y el reposo de pueblos que no le ha- bían hecho ningún mal. y quesino lesera permitido ignorar, en el fondo de sus bosques y desiertos, quien era Alejandro, y de donde venia (2). Todos lo clasilican de usurpador y de cruel por haberse apoderado de los Estados de los dos reyes de Tracia que habiéndolo elejido como arbitro en sus diferencias, elmedio de arreglo que adoptó, fue despojarlos de cuanto poseían. To- dos reconocen q' las otras conquistas de este principe ambicioso no son sino otro tantos latrocinios, porque todas estaban fun- dadas en la injusticia y porque ningún medio de vencer le parecía vergonzoso: ¡Vulto apud smnturpis ratió vinceehdi. Sin embar- go casi todos los poderosos serian Alejandros y Filipos si pudie- sen. Sus tendencias lo revelan. La justicia pues y la necesidad en las guerras que se em- prenden deben ser miradas por los jefes de los pueblos como un principio fundamental y sagrado en materia de política y de go- bierno, si no quieren sucumbir en breve, victimas de su ambición y de su crueldad. Por lo jeneral, Dios no tolera sobre la tierra a esos azotes de la humanidad siuo el tiempo absolutamente necesario para castigar ó para probar a las naciones. Su existencia es tan fugaz como la de los incendios y de las tempestades, y su fin como tí de las epidemias. Casi siempre se sirve la Providencia de los medios mas hu- mildes para abatir su soberbia. Sus grandes y formidables ejér- citos son las mas veces destrozados y acuchillados por un puña- do de hombres que desconfiando de si mismos, ponen toda su es- peranza en quien proteje a los humildes y en quien venga la opresión del inocente. Para probaros esto, señores, no me es necesario mencionar a los Holofernes nuiestros por una mujer, ni a los reyes de Ja- bín derrotados por otra, ni á los temiblesjiganl.es sacrificados por un jóven pastor, ni a los ejércitos inmensos de Madian pul- verizados por Jedeon, ni á los Antiocos, ni á los Georjias, Ni- canores y Lycias vencidos y humillados por el Macabeo. Si, 2 Qaid no!>is tecum Ntt Ntiiupiaiií >M rain mam attiimus. Qiii sis ^ mide venias, licetue ignorare ¡n vastissylvis vivenübus? Q. Curl. tib. 7. cap. 8" nada de esto me es necesario mencionar, solo me basta haceros lijarla atención sobre la solemnidad que ahora nos reúne en este templo ante las aras de la Virgen del Rosario. El hecho de armas que hoy conmemoramos, el triunfo que nuestros padres obtuvieron el 5 de Julio de 1807 sobre las armas de la (irán Bretaña, es la prueba mas luminosa. Yo al menos no puedo dejar de ver la mano de Dios en es- te triunfo obtenido por la intercesión de nuestra madre. Alas claro: no puedo dejar de ver una especie de milagro alcanzado por Alaria. Y no penséis, señores, que yo sea de los nímianente crédu- los, ni fanático, no. Soy creyente, pero detesto la credulidad y el fanatismo. Sé que la razón es una facultad de que Dios nos ha dotado para discurrir é investigar la causa de todo, en la ór- bita que él mismo le ha marcado. Asi me sirvo de ella para in- terrogarme a mi mismo é interrogará la naturaleza entera, ayu- dándome de la revelación, de esta antorcha absolutamente ne- cesaria, sin la cual, la razón, lejos de marchar, no hace sino des- carriarse en las tinieblas de la vida. Pero si yo veo una especie de milagro en este triunfo, espe- ro que vosotros también lo veréis, presentándoos el raciociuio que á mi me lo ha mostrado. Alas antes, en obsequio de las exijencias de la época, de una época racionalista é incrédula para todo lo que dice relación á lo sobrenatural.de una época que no cree sino lo que hiere los sen- tidos y lo que atestiguan los hombres ciegos á Ja revelación, es necesario zanjar una dificultad. Los atacados de la epidemia moral que ha invadido la razón en nuestros dias, en los accesos de su delirio, se preguntan á si mismos: Es posible el milagro? y sin hesitar, al punto lo resuel- ven por la negativa, fundados en un sofisma de Voltaire, que se destruye sin mas que estas preguntas:. Puede el padre de familia derogar ó dispensar alguna vez los preceptos que ha impuesto á sus domésticos? Puede el lejislador hacer lo mismo en sus pro- pias leyes? Y, no siendo el milagro otra cosa que una deroga- ción ó interrupción, ó escepcion sensible, en un caso dado, de las Jeyes Asicas de la naturaleza, es decir, de leyes, que sí bien son constantes, no son necesarias, por cuanto han podido ser de otro modo que lo que son, no podrá Dios hacer en estas leyes, for- madas por él, lo mismo que el padre de familia ó que el lejisla- dor en las suyas? Nuestros enfermos, señores, deberían tener presente el jui- cio de un famoso incrédulo mas prudente, que sin duda penetró lo frivolo de las objeciones de Voltaire: "Esta cuestión, sobre_ 10 — la posibilidad do los milagros, dijo Rousseau en sus Curias de la Montaña, tratada sériaineule, seria impía si no fuese absurda; castigar á quien la resolviese negativamente seria hacerle dema- siólo liouor; bastaría encerrarlo. Quien ha negado jamas que puede Dios hacer milagros?" Es pues evidente la posibilidad del milagro. Mas como saber con certidumbre que un hecho particular es un milagro, una derogación, una interrupción 6 cambio sensible en el órden de la naturaleza, una escepcion real y visible de sus leyes? La respuesta no es difícil, ha dicho La Menais antes de su prevarica- ción (1). Conocemos la escepcion de la misma manera que co- nocemos la regla 6 la ley. Como conocemos la ley? no es por el sentido común, por la esperiencía general que nos muestra ios mismos efectos constantemente reproducidos en las mismas cir- cunstancias? Por el sentido común conocemos también la es- cepcion. En efecto, por el testimonio universal, por el consen- timiento común es que sabemos con certidumbre que un fenó- meno es natural ó conforme á las leyes, al orden constante de la naturaleza. Cuando pues este testimonio, sea mediata, sea in- mediatamente, atestigua que un hecho, un fenómeno cualquiera es un cambio sensible en el órden de la naturaleza, una escep- cion real y sensible de sus leyes, la realidad de este cambio ó de este milagro es tan cierto como es cierto que existe un órden y leyes de la naturaleza; y cualquiera que rehuse creer sobre este punto el testimonio general de los hombres, no puede creerlo razonablemente sobre ningún otro: no puede conocer el órden de la naturaleza ni sus leyes, ni aun saber si hay leyes y un órden real en la naturaleza. Estos son los principios, señores. Hagamos ahora la apli- cación de ellos a nuestro caso para ver si hay una especie de mi- lagro El hecho particular que debemos examinar si es una es- cepcion real y sensible de las leyes de la naturaleza, según el tes- timonio universal, fundado en la esperiencia general, es este: Seis mi! ciento cincuenta y siete hombres inespertos, sin disciplina, sin gefes, sin antecedentes, con malas armas en gran parte, confiados en la protección divina que han invocado por intercesión de Maria bajo la advocación del Rosario, combaten por defender su libertad, sus hogares, su existencia, y triunfan de un ejercito de trece mil trescientos treinta y tres ingleses aguerridos, disciplinados, perfectamente armados y con multi- tud de gefes acreditados que, infrinjiendo todo el derecho de 1 Estai sus V indiff en mat. de religión, t. ¿i. ch. Miracles. gentes, atacan á una población tranquila, pacífica, que jamas les ha hecho ofensa alguna. Este es el hecho, señores. Ahora bien, rpie dicen las leyes de la naturaleza y el testi- monio universal, fundado en la esperiencia general? ¿no dicen que el mayor 0 A mero debe triunfar del menor, que soldados aguerridos deben triunfar de los bisofios, que tropa perfectamen- te armada debe triunfar de la mal armada? ¿no dicen todavía mas? no dicen también que un ejército que reúne todo a la vez y doble número, y pericia, y buenos gefes, y buenas armas, y antecedentes, debe triunfar con mayor razón de un ejército que de todo esto carece? Luego si este mismo ejército, que, según las leyes de la naturaleza y según el testimonio universal, debia ser vencido, triunfa del otro, se ha hecho una escepcion de las leyes de la naturaleza en su favor: se ha obrado un milagro. Fué pues, señores, un milagro el valor de nuestros padres, fué un milagro su pericia, fué un milagro sn triunfo. Su valor fué un milagro, porque teniendo tantos motivos justos de temer, se mostraron tan osados. Su pericia fué uu milagro, porque no sien- do sino muy bisoños, se mostraron tan adiestrados. Su triunfo fué un milagro, porque no debiendo sino ser vencidos, salieron ven- cedores. Fué todo esto un milagro, porque lo obtuvieron del cie- lo, haciéndose con ellos una escepcion sensible de las leyes ordi- narias. Fué un milagro de la Vírjen del Rosario, porque por su intercesión lo alcanzaron. Lo alcanzaron por su intercesión, cuan- do desconfiando de sí mismos, se prosternaron ante sus aras, su- plicándole interpusiese su valimiento con el Dios de los ejércitos. Si, por su intercesión, porque siendo ella nuestra Madre y nos- otros sus queridos hijos, jamas se esquiva cuando la invocamos, siempre se muestra medianera con el Eterno, siempre nos alcan- za lo que le pedimos, lo que le pedimos con confianza , con hu- mildad y perseverancia , con tal que lo que solicitamos sea justo. Hé aquí, señores, el raciocinio que a mi me ha hecho ver una especie de milagro en la gloriosa defensa que hicieron vues- tros padres el 6 de Julio de 1807. ¿No os hace ver también lo mismo á vosotros? Pero los milagros no se obran en vano, siempre tienen por objeto algún gran fin. Con cuál habrá sido obrado este de que nos ocupamos? Yo pienso, señores, que ha sido obrado para con- firmarnos en la fé, para animar nuestra esperanza, para infla- mar nuestra caridad, para fomentar nuestra devoción á María, para radicar mas y mas el sentimiento religioso en nuestros cora- zones, para mostrarnos Dios cuan odiosas le son las guerras in- justas y cuan grato le es un pueblo perfectamente unido, que, con- fiado en el divino auxilio, defiende una causa justa , en fin, para enseñará las naciones que los mas poderosos deben respetará los1. r — 18 — mas débiles, so pena de esperimentar el peso de las venganzas del cielo, que tarde ó temprano sienten todos los usurpadores. He llegado, señores, al término de mi discurso. La benevo- lencia con que os babel* dignado escucharme, me hace esperar que todavía me oiréis gustosos una palabra mas. De nada nos serviría haber mencionado y elogiado el patrio- tismo y espirita religioso que ha distinguido siempre a vuestros padres, si no tratamos de emular sus virtudes, si no hacemos re- llexiones útiles para nosotros. Nosotros somos sus hijos, ellos son nuestros padres que nos han legado un nombre lleno de gloria, un nombre que debemos conservar para trasmitirlo con el mismo lustre a nuestros descen- dientes. Ellos, invocando en su auxilio al Dios de los ejércitos, se ar- maban y combatían contra sus enemigos, contra los tínicos ene- migos que reconocían, contra los enemigos de la patria : contra los estranjeros, que sin ser provocados trataban de ofenderlos. Entre si no eran sino hermanos, hermanos que tiernamente se ama- ban, hermanos perfectamente unidos, que no aspiraban sino a la felicidad por medio de la paz y de la cordialidad. Ellos tenían su bandera y sus armas, armas y bandera que mas tarde nos las sos- tituyeron en Mayo, armas y bandera que sostuvieron hasta con el sacrificio de su vida, armas y bandera que nos legaron para que las conservásemos intactas y gloriosas como ellos las habían con- servado, armas y bandera símbolos espresívos de las ¡deas subli- mes que ellos sostenían , y con que nos conquistaron un nombre, un nombre conocido ya en todo el mundo. Habéis considerado, permitidme daros desde este lugar santo en que se predica la fraternidad y la unión, permitidme daros un titulo simpático, tierno y lleno de religiosa espresion, compatrio- tas, amados hermanos, como hijos que somos de una misma fa- milia, de la gran familia argentina, habéis considerado lo que esta simbolizado en nuestra bandera y en nuestras armas? Qué signi- lica esa faja blanca de nuestro estandarte, candida como la ino- cencia? no leéis en ella : Paz. Qué significa esa otra, color de cíe- lo como nuestras esperanzas? no leéis en ella : Felicidad. Qué significa ese sol radiante que brilla en medio de esos dos espresí- vos signos ? no leéis en él : 1'lustración. Paz, felicidad é ilustra- ción ; hé aqui el emblema de nuestra célebre bandera ; paz, feli- cidad é ilustración, hé aqui la primera parte del gran programa de Mayo ; paz, felicidad é ilustración, hé aqui los principios que todo argentino debe sostener hasta con su sangre, si no quiere renunciar á la bandera de sus padres. Y en nuestras armas qué esta simbolizado? No veis en ese — 19 — gorro la Libertad? y en eso bastón que lo sostiene, no veis el Po- der ? y en esas dos manos estrechamente asidas . no veis la Unionl Libertad, poder y unión, hé aqui el emblema de nuestras armas; libertad, poder y unión, hé aqui la segunda parte del gran pro- grama de Mayo ; libertad , poder y uniou, hé aqui los principios que todo argentino debe sostener hasta con su sangre, si no quie- re renunciar á las armas de sus padres. Dividimos estas manos tan fuertemente estrechadas desde el 25 de Mayo, las desunimos? Aba- jo poder, abajo libertad, abajo la herencia que tanto costó a nues- tros padres, y cuya ultima voluntad, consignada en documentos históricos, nos ordena conservarla intacta hasta la muerte. Y como no podría destruirse la libertad, el poder y la unión sin sucumbir también la paz, y por consiguiente la felicidad y la ilustración ; hé aqui que en un momento nos veríamos sin armas y sin bandera, y por tanto, fuera del catalogo de las naciones, pues que no hay ninguna que no tenga su bandera propia y sus armas. Dios de los ejércitos y Dios de paz, coucedednos la gracia de cumplir perfectamente la ultima voluntad de nuestros padres, que es también la misma vuestra. Vlrjen del Rosario, madre y protectora de la familia argen- tina, alcánzanos esta bendición para tus hijos.