Manifiesto sobre las proposiciones que el gobierno ha presentado á la sanción de la H. J. sobre el congreso general, y objetos á que deben contraer- se los diputados para él, eayistentes en Górdova. Un magistrado que ocupa el primer puesto de una república, no debe contentarse con el testimonio de su propia conciencia, cuando tratu de dar ni público sus deliberaciones. Amante de su buena opinión, tanto como de la patria misma, vive persuadido, que su crédito es un bien, que solo á ésta le pertenece ; y que traicionaría sus derechos, despreciando la censura pú- blica, y derramando el contagio de una mala reputación. Siempre zeloso, ^¡'•mpre circunspecto tiene presente, que el primer objeto de sus cuidados es el bien público ; el segundo, el honor debido á la santidad de su ministe- rio. Penetrado de estos conceptos, y temiendo las vacilaciones de vuestro espíritu, es, cíTidadanos, que he ressotó comunicaros, no solo los artículos «leí proyecto presentado á la honorable junta provincial, sino también lo-» fundamentos en que se apoyan. No ignoráis, ciudaJanos, que pasado en apariencia aquel torbellino, ron que se ha hecho memorable en nuestros fastos el año veinte del siglo, fue el primer cuidado de esta provincia, invitar á las domas para la reunión do un nuevo congreso, que borrase la memoria de ese año de seducción, de ca- lamidades y de crímenes. Entre los medios de que debia valerse, entraba el de la formación de una constitución, que fuese el resultado «le la voluntad posjtiva de todas ellas. No sin agravio de los que concibieron este pensa- miento . podrá dudarse de sus sanas y rectas ¡atenciones. Contemplando Iti patria en anarquía, parecia un deber irresistible buscarle un centro co- mún , y reedificar el edificio que acababa de derrivar el crimen. Sinein- barwo, no es la primera vez que los mas laudables proyectos vienen á ser inútiles, y acaso peligrosos, por haberlos anticipado al momento favorable fie su ejecución. JEs preciso tener muy presente la máxima, que para to- das las enfermedades políticas de un estado , la primera ciencia es saber prevenir; la segunda saber esperar. Ved aquí, ciudadanos, lo que pare- ciéiidome que se escapa á la penetración de sus autores, y creyendo q»»"» ponor barn-ras insuficientes al desorden era en substancia prolongarlo, ino apresuré á corregir con las notas en que interesé toda la seria meditación de la honorable junta. Yo me lisongéo que encontrareis en sus artículos la suma de lo que ha podido dictar una prudencia consumada, y una sábia previsión de los sucesos por venir. Como los artículos del plan presentado tienen su tendencia á que la reunión de diputados en Córdova no revista por ahora otro carácter que el de una convención nacional , la cuestión mas espinosa que provoca nuestro examen es averiguar si en las circunstancias actuales es de presumir, sin equivocación , esa trabazón íntima , que debe haber entre la existencia de un congreso, y la aptitud del estado para recibir con docilidad su» deci- siones. Si asentamos el principio, que el deseo de hacer el bien, sin seguridad de que aproveche , nada influye en la felicidad de una república, su peso mismo debe inclinarla decisión al partido negativo. Es muy cierto que no hay recompensa mas digna de las fatigas de un congreso, como la dulce y sublime satisfacción de saber que el edificio que levanta se consolidará pa- ra siempre sobre los cimientos que le ha abierto; pero ¿donde está ese principio que debe garantir, al de que se trata, en esta idea consoladora? Si alguna vez la ilusión pudo lisongoarse de que habia ocupado cou fir- meza el trono do la verdad , fue sin duda en el momento en que coronó el n 4congreso pasado sus larcas con una constitución aplaudida de los sabios, y recibida, al parecer, con respetuoso agrado. Pero ¿ que de pruebas no nos ha dado una triste experiencia de que ose congreso corria tras de una som- bra fugitiva, tras de mi fantasma que su engaño le hacía adorar ; pero que una confianza mas detenida sobre la favorable disposición de los pueblos, de- bió hacerle conocer su nada y su fatigosa vanidad? El hubiera pronosticado desde luego, que Provincias-Unidas por las circunstancias del momento, y acaso por ni tuerza ; pero desunidas por sus rivalidades , debian mirar al- gún dia con secreta satisfacción los sucesos prósperos -de los anarquistas, porque esos sucesos aumentaban los embarazos de una autoridad que abor- recían, y los acercaba á romper el freno que reprimía su aversión. ( «ando os traigo á la memoria , ciudadanos , este suceso aciago , solo es para convenceros , que aun está lejos de nosotros ese momento, en que podamos vanaglorianos de haber asociado á nuestros designios ese amor ¡d orden público , esa idea tutelar y conservatriz de un cuerpo nacional. JiOs golpea mortales que se dieron al congreso pasado y á su constitución son «l.gnos de observarse. Desde al momento que estos llegaron á revestir un género de carácter público , y formar una especie de sistema , huvo sin duda , en medio del estado , una causa destructora , tanto mas activa en sus efectos , cuanto ménos le afectaban los males de la patria, y loe- pe- ligros á que se exponía. I ,as épocas mas horrorosas son por lo común mas instructiva»», que las pacíficas, para un sábio observador. A esta en que habéis sido, ciudada- nos, testigos y víctimas á un mismo tiempo , es á la que llama toda vuestra at'-ncion , para que advirtáis como los hilos de esta espantosa trama esta- ban urdidos de antemano ; como el espíritu «le insubordinación se había nutrido entre los pueblos desde la misma cuna de su independencia y li- bertad ; en fin, como esparcido su veneno paralizó las fuerzas , que una tardía resolución quiso oponerle. Nada de todo esto era de extrañar. 1 ,a discordia habia dividido no solo los pueblos , sino también sus habitantes. La diversidad de opiniones atizaba por todas partes el incendio de la guerra civil. Los inferiores se amotinaron contra los superiores : cada miembro MÉn ser jefe : cada magistrado erigió su tribunal ; la voz de la patria no fué escuchada entre el tumulto de las pasiones. V «pie • podremos asegurar que se han refundido en el crisol de la aaap< rimaría esas antipatías desoladoras , esas amargas asedias de cora- zones ulcerados, la audacia de esas empresas atr evidas , y las pérfidas me- ditaciones de una venganza obscura 1 No nos alucinemos : un reposo apá- renle es un estado de contradicción y de guerra. Es niuy de temer que toilos esos elementos fermenten aun entre los pueblos. En el curso de los ■DCaaoa humanos, nr¿ * , ninguna habría mns inconsiderada que la que atribuyese «"xéquibilidad á ese pían no ménos justo que imaginario. Para su realización debía echarse el congreso < n brazos de los pueblos. ¿Y qué le produciría «;ste recurs > Nada otra cos í que recoger los lamentos «le su triste situación , las quejas de su probeza extrema , y los «damores por los auxilios de una mano bienhechora. El congreso jamás podría calificarlo de «-xágerado este cuadro de desdichas. Por el contrario conocería que era el resultado exacto del espíritu, que hacía tiempos los dominaba: «le esa especie «le conspiración gtint>ral , en que parece habían convenid«> buscar su felicidad en la «lesdicha agena ; «le esa agitación continua , que haciéndolos enejnifpea del trabajo, lt>s obligaba á llevar p«>r todas partes el peso de una inquieta ambición : en fin de ese amor propio mal entendido , que llcnandsos tod«>s por la odiosidad «le. los partúlos, en vano procuraría afianzar su cré- dito sobre |a base de la beneficencia. No faltarían muchos que la creye- s«ui una máscara prestada, que cayendo bien presto de su rostrt) dejaría ver bien pronto los vicios del «pie las llevaba. El di s gusto de este magistrado seria su suplicio, y acaso la última d«? sus tlesd'ichas. (Imitarnos otros oacollos, y convengamos de buena fe, que convencido el congreso de la fuerza d«> unas v< rdades, «jue se sujetan al tacto político, no le quedaría otro partitio, que «1 dia reeslmar las venas ■ filas de la circulación, llenar los senos exáustos /leí tesoro publico , <-rear ejércitos y restablece* la confianza perdida por tantos infortuuios. Pero dejando á un lado la inutilidad «fe este rernctlio . exámincmoslo bajo otro aspecto. ¿ Este con- greso haría por ventura un personage moral capaz «le imprimir la idea do representación nacional ? Es «le eterna vertlad el principio , que no se adqui«:ro esta figura repnosOnlativa , sino en nnaatfl las pucialna «pi<^ « onsti- tuyea el todo nacional concurren á él p«>r medio do sus diputado* ó co- misarios. Poniendo por base este principio aparece de cerca la nulidad del congreso. ¿ l)ónd«' están los representantes «lelos puiddos peruanos? rl oda representación debe ser en razón ele masa rcjirescntada. Si , pues.< "A falta la conciirrencia de éstos la representación es incompleta, y no puede lisonjearse el congreso de tener una existencia legal. Nadie ignora el eco fuerte y penetrante de estos conceptos cuando resonó en los oidos de los que compusieron el congreso del Tncuman ; ni sus inquietas agitaciones á fin de llenar un vacío , que dejaba una breeha abierta á la censura do nulidad. Si , como lo creo, á pesar de las precau- ciones que tomó para poner su obra en salvaguardia, por fin-tuna encontró medios de calmar sus cuidados , y ponerse en consonancia con la razón pública , cual es el que se le presenta al congreso, que llene los números «le su propio sentir, y evite el fiero embate de las justas contradiciones a que se expone? Pero demos un paso mas y convengamos , que fuese feliz encontrarlo. Aun en este caso ideal, jo sostengo que todo está en abono de la propnesfá. suspensión. Advertid, ciudadanos, que entre el congreso del Tucuman y el que se trata de instalar en Cordova , ocurre en el dia un acontecimiento, que rompe toda medida de igualdad. Ocupado entonces todo el vasto Perú por los ejércitos enemigos, á nada ménos aspiraban que á colmar los planes homicidas de su orgullosa dominación. En un estado en que la libertad del Perú se presentaba mas como un objeto del deseo, que de la posesión, no babia que temer que sus habitantes calificasen de precipitado un acto que carecia de su completa representación. Todo lia cambiado de aspecto en el dia: una gran mudanza se espera por momentos. Las armas de la patria cuentan ventajas constantemente multiplicadas, y retiran á su ocaso la gloria de los tiranos. Si, como esperamos, cae el muro de división «pie nos separa del Perú , el primer sentimiento que afectaría á los pueblos sería sin duda verse como desenredados de sus derechos por un congreso que debiéndolos contemplar bajo una situación mas benigna , se arrojó al teatro sin su acuerdo ni su concurso, y quiso mas bien preferir las didees ilusiones de un puesto vano al lenguagc severo de una verdad que recla- maba su asistencia. Todo les sería odioso hasta el minino bien que practi- case. No, ciudadanos: un momento mal de espera , y pondremos las pro- vincias del Perú en armonía con las nuestras: cultivemos su amistad y esta- bleeicndo una fraternidad estrecha, acaso tendremos el placer de ver en breve una representación entera , capaz de consolidar para siempre el solio de la patria. En este estado de justa inoertidurabre sobre si el camino hasta aquí trillarlo nos lleva á nuevos precipicios, y en el de sabor que el mas corto por lo común no es mas seguro, dicta el amor al bien abrir una senda nueva por la que reconcentrándose cada ptovincia momentáneamente ensimisma, pueda reparar los cjuebrantos de tantos infortunios. Imitarán de este modo á una escuadra bajo la dirección de un diestro piloto, que á la señal de tomar puerto en medio de una mar embravecida, busca cada vagel el que mas puede . no para gozar de un ocio tranquilo , sino para rehacer sus averías. y volver á reunirse en prosecución de su destino. Para palpar las ventajas comunes de que por este medio disfrutaría el estado , examinemos primero las que adquiriría cada provincia en la lirnifa- cion de este teatro social. Aplicados los gobiernos a la reforma de los abusos que introdujo el desorden , se llevaría la preferencia el cuidado de establecer su sistema de rentas. Si hay amor á la patria nadie dejará d« conocer, que cada individuo debe contribuir «ti una proporción justa de sus fuerzas á dar vida y vigor al cuerpo político de quien es miembro. Este con- curso de interés y ele esfuerzo es el que formará la base de cada provincia, asegurará la propiedad do cada ciudadano y facilitará el cumplimiento de sus respectivas obligaciones. Prevenido cada cual por una especie de ins- tinto , que nadie puede disponer de su propiedad , sino él mismo ó el que lo representa , se verá tanto mas facilitada esta operación , cuanto élla se 5 ejecuta en el seno mismo de la provincia. Acaso entonces , sabiendo qu.? para ésta es necesario un esfuerzo señalado , se verá también reinar en cada pueblo una virtuosa frugalidad , una moderación fecunda , que se en- riquece con lo que no desea , y que encuentra en la huida de lo superfluo el origen de la abundancia La série de sucesos lúgubres , de que nos ha dado tantos ejemplos la funesta guerra civil , es un convencimiento que habla á los ojos , de cpie el reposo publico debe su existencia á las armas. Ouiada cada provincia de esta experiencia propia, organizará sin sacudimientos la fuerza militar, que ha de estar pronta al primer llamamiento de la patria para consumar la grande obra que inspiró el genio de la libertad. Habiendo ya descubierto las provincias el origen de los males , les será fácil extender el conocimiento de las verdades útiles por las mejoras de sus instituciones. Si no pudo ocultárseles , que la deprabacion y la ignorancia han sido las dos fuentes fecundas de los desastres , tranca, po- drán despreciar el socorro «le las luces. Encorvadas en mucha parte de su población bajo el ptjso de las absurdas preocupaciones, conocerán por lin, que jamás podrán erguirse sin que la civilización les tlé la mano. Ea verdad entonces tanto tiempo comba!id.i por el error , inflamar;» cada vez mas e| «leseo de posearla , y arrastrara á su partido por gusto y por inclinación. Esta mudanza política producirá también otros efectos. I no «le estos será, «pie apagados los (tu ir o sí de una imagúnwion exaltarla , y viéndose las provincias en medio «le esta marcha refregarla, reconocerán mejor el pre- cio (Le la unión, y se lamentarán «le que el imperioso genio del mal hubiese inducido vina necesidad de diseminar la autoridad y la gloria de la nación. i Q,ué espectáculo mas digno de los ojos «le la patria, como el «jue fi- nalizado el intt'ivalo. señala uno «le los artículos, vuelvan las provincias á r«;unirse en un congreso general! Yo me imagino «pie una emoción tierna ocupará sus almas. Todo será nuevo. Eos gritos que se escuchen, no serán otros que los del arrepentimiento y la lidt l dad. JJe.-pucs de espantosas calamidades ten«lrán la gloria de ver extinguida la guerra civil, las faccio- n«*s, loa «ulios mutuos. Ea provincia d«í Buenos-Ayres será la primera, que se precipite entre los brazos de sus hermanea ; y cuando los diputados hubic sen concluido en este acto el ejemplo , «pie deberá servir d<; con- solación á la «idad presente y «le instrucción á las venirlcras, ocuparán unas plaz.is «pie con esta ilisposicion , no será una sola la «pie hasta aquí estuvo vacante. Un congreso «pie deberá tener siompre presentes las líneas inmutables escritas por el dictado de la «l«sn para ofrecerle al que los basca sin fausto por la senda estrecha del deber, .y al que aspira mas á ser útil ciudadano, que á la vanidad de pareeerlo. ¿ Q,ue echará menos el congreso futuro para ejercer sus altas funciones con dignidad 9 Los diputados acabarían de dejar Ja» provincias como sa- Kdas del caos por una nueva creación , bien organizadas , contentas con su •ueTt*, persuadidas que no dobian saltar el círculo en que las ha colocado su destino, sin otras aspiraciones que las de dar á la propia, mas de lo que han recibido de ella , y las de distinguirse por sus últimos sacrificios sobre sus aras. Triste y funesto juicio seria el de aquel, que no las hallase ca- paces de esta virtud; v con el que, confesando su propia flaqueza, no baña mas que condenarse él mismo á una perpetua debilidad. Ño, ciudadanos, tenemos pruebas de que la grandeza de alma no es entre nosotros una vir- tud de romance; y para acabarlo de convercer no exigimos mas, sino que los sacrificio* que se hagan en adelante á la patria, sean iguales á los qu»; se han hecho á las locas pasiones. La justa recomendación de este plan adquiera nuevos grados, si se advierte, que la seguridad de la patria queda como encadenada á Ja existencia de nosotros mismos Los demás art.culos propuestos disipan los nublados, con que un zelo poco reflexivo se esfuerza á obscurecer esta verdad. Por un pacto pele Mane itciLe cai!a provincia c on.o en depósito á la nación entera; y para su custodia lo rodea de toda la fuerza de la opi- nior, de esc honor," de esa gloria sólida, que abro á los hombres fieles la puerta de la inmortalidad. Jamás el honor de las provincias se vió en compromiso mas estrecho, que cuando á virtud de este pacto salen por ga- rantes de la patria. Esa estimación que cada una de ellas haga de si mis- ma, v la que crea tener derecho de exigir de las otras, nunca puede obrar con toda la fuerza del entusiasmo, que cuando al primer grito de alarma, ■ale al teatro en competencia délas demás. Podrá suceder, que sienta el peso de sus debilidades; pero es prec iso que conozca, que solo redoblando sus es fuerzos ganara la estimación de todas , y se reconciliará con ella misma. Tanto como está asegurada la patria por tiste metíio, lo están también sus derec hos por los demás que abraza el artículo. Ese depósito de la pa- tria terá mirado en adelante como un santuario , que debe venerarse desde lejos. Nadie tendrá derecho, sin el consentimiento de la comunidad, para move r las piedras sagradas de sus límites ; y si una sugestión importuna vinie se á tentar la fidelidad de alguna de las provincias, ó sería al punto rechazada por la altiva delicadeza de su amor propio, ó habría derecho de imputarle la nulidad de l acto y el crimen de traición. No es dudable , que para la mejor ejecución de este proyecto es de •nma importancia el establecimiento de un comercio franco y liberal de todos los objetos del tráfico, que abraza el que practican las provincias. Proveer á sil conservación JF á su bien estar lo me jor posible, y no labrarse esta fe lic ¡dad con perjuicio de otro , son las lejWfl comunes de la naturaleza y de la justicia ; pero hay otra , que á título de beneliecnoia mutua debe tener una estrecha observancia entre las provincias confederadas. Esta clama porque ninguna de ellas entre en el goee de algún bien, sin hacer participes á sus hermanas. Véanse aquí las leyes, que deben formar la ba- >< de iiuest ro comercio. Cada cual de las provincias tieue sus intereses, sus obligaciones , sus derechos, sus propiedades. Todo debo ser inviola- ble. Los cambios libres serán los que alimenten nuestra armonía , sin 7 usurpación , sin dolo y sin tiranía. Por la correspondencia de sus funcio- nes, por su encadenamiento, por los continuos socorros, que ellas se presten, se mantendrán nuestras ciudades , se perfeccionarán, y adquirirán ese prado de importancia, que les robaron tantas causas acumuladas de decadencia y destrucción. El reconocimiento de nuestra independencia es el interés capital de Tj-iestra gran causa. No creáis , ciudadanos , que se halle abandonada al olvido , ó cpie esté expuesta á sufrir las lentitudes de una pereza inactiva. 1.lia deberá ser encomendada á tíos sugetos cpie por la fuerza y elevación de su genio, por su candad de lnces , por su patriotismo y por sus servicios .««inalados hayan dado á conocer, que aman su patria, menos por elección que por una feliz necesidad. ( 'orno extranjeros en el pais del ocio y aun tic la fortuna misma cuando se trata del oh jeto que los ocupa, nunca se cree- rfin-láaa felices que en el momento en que venciendo las astucia* de la polí- tica, ó la torpeza de los ánimos, liavan logrado introduc ir el coucivenaiicnto en los senos misteriosos de los gabinetes y en las tenebrosas cavernas de los alucinados por el error. El fondo de sinceridad que me ha dictado este plan debia poner á cubierto mis intenciones; pero hay venios tan suspicaces que se compla- cen en extender su vuelo entre tinieblas, y cuando menos, establecer la duda en el lugar de la verdad. Con razón, decia un sabio escritor, que |aa sospechas son entre los pensamientos , como los murciélagos entre las aves. No faltará acaso quien haga sospechar, que en este aislamiento de las provincias hay el misterio, de que la de liuenos-Ayres haga sentir á las demás todo el peso de su miseria , para ponerlas en estado de cautivarlas bajo el yugo de su ley. La memoria de; «us grandes sacrificios desde que hizo resonar el primer grito de la libertad , la imagen reciente de sus -ervíeios á favor de las mas necesitadas ; en fin la idea de su decoro siem- pre sostenido con una constancia invaiiable , deben conciliarle otros res- petos, y hacer que se miren esas sospechas como un fruto insípido de quien no intenta sino cargarla con la odiosidad , y promover la irresolu- ción. Confesaremos de buena le, que en esos actos de largueza iba enla- zado sus propio interés ; pero como no puede imaginarse un solo caso, en que este ae e ncuentre desatado , tampoco es imaginable uno solo, en que la calamidad de las provincias no la mij e como una de las suyas , y crea, que socorriéndolas no se socorre á sí misma. Por fortuna uno tic los artículos del plan propuesto la pone en la feliz impotencia de dar al olvido esta obligación. A pesar de sus vastas aten- ciones de cargar sobre sus hombros el enorme peso de la deuda nacional, y de tener un erario, que en sus ultimas agonías es preciso sostenerlo á fuerza de cordiales, estad seguros, ciudadanos, que la provincia de JJuenos- Ayrea llenará los empeños que la honorable junta resuelva sellar; que por sus desvelos á fin de dar alivio á sus comprovinciales y consortes procurará adquirirse sobre ellas ese imperio de beneficencia , que es la mejor con- quista del mérito: y como el último favor debido á la virtud. Buenos-Ayres 1. de Setiembre de 1021.PROPOSICIONES. í. Eos diputados de la provincia de Buenos-Avres para el congreso general de las del Rio de la Plata se contraherán á invitar á los que se han reunido en Córdova á formar los pactos que se expresan en los siguientes artículos; y celebrados que sean se restituirán á esta capital. 2. Un pacto de alianza ofensiva y defensiva con todas y cada una de las provincias contra todo enemigo común—Un pacto de alianza para pre- servar la integridad del territorio de las provincias contra teda potencia cxtrangera—Un compromiso de no resolver negocio que interese á la co- munidad de las provincias, sin el acuerdo y consentimiento de ellas—Un tratado de comercio libre, y franco entre todas las provincias. 3. El nombrar de común acuerdo dos agentes, destinado el uno á promover en Europa , y el otro en América el reconocimiento solemne de la independencia de las provincias, señalando las cantidades que deben de- signarse á este objeto , y dando las instrucciones con que hayan de pro- ceder. 4. Comprometerse las provincias á formar el censo de sus respectivas poblaciones, y declarar la proporción que deba reglar el nombramiento de cada representante en el congreso general. 5. Comprometerse á prepararse para ello: estableciendo desde luego su gobierno representativo , y arreglando su sistema de rentas; de manera que organizada cada una de las provincias pueda di-ntro de un año de |a feeha procederse á la apertura del congreso general , para cuyo caso se fije desde ahora por los diputados juntos en la ciudad de Córdova el lugar donde haya de reunirse. IMPRENTA DE LA INDEPENDENCIA. ME I \ GOBIERNO v>r> k. A JL Jímpimt» D* la InDrprnQ«ncia. 18 2 4. /