LA LIBERTAD ESTÁ EN LA CARTA, Y EL ARBITRIO EN LOS MINISTROS. Cuando un* ley se establece, los legisladores no se pro-' ponen otro objeto que el bien de la sociedad y la pros~ peridad de los subditos, y de su puntual observancia di- mana el crédito de la nación y el del ¿efe que la go- bierna; pero si por el contrario, la libertad solo ha de estar en la carta, y al arbitrio de los ministros ha de quedar la suerte y los destinos de todos los ciudadanos, nuestros sacrificios y nuestra sangre derramada por la in- dependencia, habrán sido infructuosos, si solo hemos con tribuido con ello á elevar sobre nosotros á hombres que puedan tiranizarnos» Son pues, los ministros, responsables de cuanto autot icen contra la constitución y las leyes. En tal virtud, no se sorprenda el de la guerra al ver publi- cada la queja que contra su proceder he elevado á la cámara de diputados, y que presento al juicio impar - (ial de mi nación en la forma siguiente. SEÑOR. (jTaspar Venero, originario de Guanajuato, ante la notoria justificación de V. Sob. y con el res- peto que le es debido, digo: que en virtud del soberano decreto de 19 de junio de 1823 en que se convida á los patriotas que desde un principio se desidieron por la causa justa de la libertad pa- ta remunerarles sus servicios, abandoné en el lu-2 gar de mi residencia los cortos bienes de que subsistía, p ra venir á esta capital á reclamar mis derechos. En efecto, señor, yo me presenté al gobier- no en tiempo útil, cual fue el mes de junio del año pasado, justificando basta el grado de la evidencia mis Berridos prestados á la patria desde el año de 10 en cuyo concepto pasó mi solicitud á la junta de premios, y ésta, en su vista, me consideró acreedor M¡ retiro de capitán con el sueldo que me corres- pondiera, y que esta pensión debia disfrutarla mien- tras que el Estado de Valladolid, á quien se me de- bía recomendar, me colocaba en sus Rentas. Y aun- que no se b¡20 mérito de la sargentía mayor que me concedió la junta de Jaujilb, y con cuyo ca* fácter serví en la revolución, me conformé al me- nos con el retiro para que se me propuso, puesto que se me conservaba un distintivo mi itnr, y se proporcionaba un premio á mis sacrificios. Mi so- licitud pasó con dicho dictamen al ministerio de la guerra, en donde ha quedado sepultada a causa de una larga enfernudad qne pidecí, la; cual pa- ralizó todos mis recur-os y agencias; quedando itn» posibilitado por muchos meses de poder venir á saber su resultado. Estando ya recuperado, ocurrí en principios de marzo del presente año al Excmo S.ñor Presiden- te de los Estados unidos mexicanos, manifestándole en lo verbal, que me había pr s nudo al gobierno én tiempo úti : qué la junta habia graduado de bue- nos y meritorios mis servicios en cuya virtud me calificó acredor al premio ya iusiniudo, dándole el curso correspondiente á mi instancia, la que se ha- llaba pendiente eii el ministerio de U guerra; á que nte contestó S. E. que pidiera en forma ti decreto que habia recaído en ella, para en su vista estén-3 dérme el despacho del empleo á que se me conside» ró acredor. Asi lo hice ante el Excmo señor minis- tro de la guerra, quien en consecuencia, estendió el sorprendente decreto que copio. »>Ocurra el inte- resado al gobernador del Estado de Valladolid, á «quien con fecha 3 de febrero próximo pasado se »le recomendó para que según su aptitud lo coloque.'* Aqui es donde suplico la atención de V. Sob. y reclamo su justificada imparcialidad; y si yo no estuviera tan intimamente convencido de la filantro- pía y bondad de nuestro gjbierno, al recibir de- creto tan arbitrario, como injusto, me habria persua- dido q-ie se trataba de despreciar mi persona, ó bur- larse dí mis sacrificios patrios. No quiero compa- rar mis padecimientos á los de muchos varones ilus- tres que por su mayor prestigio, ó por las vi- cisitudes de la guerra, eternizaron su ncmbre, ó pere- cieron en los campos del honor; pero seame permi- tid) nivelarme con los que mas padecisron en el Bajío de Guanajuato, y que al presente existen mas ó menos premiados. Mi existencia, cien veces ame- nazad! por los Califas españoles, abandonados mis bienes y las prendas mas caras de la naturaleza, sacrificados mis hermanos, por la inexorable cu- chilla de estos tiranos de la humanidad, y finalmen- te, tantos años de asedio, persecuciones y fatigas, empleados en los objetos mas recomendables, y siem- pre dirigidos al bien general de mis conciudadanos ¿se permitirán qued.ir burlados ante un gobierno jus- to y libera!¿Con qué serenidad puede recibir un ciu- dadano que padeció en toda la época de k re- volución sus fatales consecuencias, que sufrió ocho meS2s de horrendos calabozos y prisiones, cercado de desprecios y ultrages inauditos, y que fué por último sentenciado á mueite por„ el tirano Cía»,4 la nueva funesta del olvido total de sus servi- cios? ¡Ah! Señor, solo á la Grecia fueron reser- vadas las ingratitudes de pagar á sus hijos benemé- ritos con las deportaciones y los despeños, mas no á los hijos del Anáhuac, que han tenido la dicha de que les amaneciera el siglo de tas luces. Decretar que el gobernador de Vaüadolid gra- dúe mis servicios pátrios, es trastornar todo el or- den de la justicia y de la equidad. O la jnn- ta de premios está autorizada por la ley, para la calificación, ó no; si lo primero, ¿por qué siendo mis servicios puramente militares, se remite su califica- ción á una autoridad civil para que los premie? y si lo segundo, ¿no ha sido escusada la creación de este cuerpo consultivo, que con mas meditación exa- mina los servicios que justifican los interesados? Tal vez se dirá, que la junta esta autorizada para pro- poner, y el gobierno para aprobar ó desaprobar; pero jamás lo está para cambiar un fuero militar en el civil, sin la conformidad del interesado; por- que habiendo servido con el carácter de gefe en la revolución, es un despojo el que ss me hace, sin mérito y sin causa, y cuyo procedimiento no está al nivel de las demás concesiones, ni con el espí- ritu de la ley. ¡Que ridículo serta, señor, que al soldado que sirvió bien en campaña, se le condecorara con un beneficio eclesiástico, lo mismo que á un cura de almas con el grado de coronel, en que no tenían conocimientos. Pues de la propia suerte: yo serví en las armas, la junta me calificó como militar, y creyendo que se me despacharía en consecuencia de su dictamen, se me quiere contentar con esperanzas civiles, que aun cuando llegaran a tener efecto, ven- drían á ser las de alcayde de una cárcel, portero5 de un congreso, ú otras semejantes colocaciones in- compatibles con mi honrosa carrera, y su' ras á la disposición de una autoridad política, que uo puede graduar justamente mis méritos militares* Yo me he quejado nuevamente de esta pro- videncia al gobierno, haciéndole presente que mis ser- vúbs habían sido por la causa común de la patria: que á ésta serví en general, y no en particular á ningún Estado; que si la junta los tomó en consi- deración graduándolos de buenos y meritorios, y de- clarándome por tanto, digno del empleo miiitar con el retiro correspondiente, ignoraba ¿por que princi- pios de equidad, se ma recomendaba al gobernador de un Estado? pero era fuerza que el señor minis- tro sostuviera sus providencias, por lo que luego que tocó en su ministerio, mi nueva instancia, decretó que me estuviese á lo mandado, y de este modo, se lo- gró acallar mis quejas, eludir mi justicia, y soste- ner su autoridad. Yo me lleno de admiración, se- ñor, al ver la facilidad con que, acaso sin informe, se estiende una providencia que sepulta por siem- pre los servicios de muchos años: y no menos me maravillo del contraste que forman estas, con otras dadas en favor de hombres que solo supieron der- ramar nuestra sangre, y que por sus azañas mere- cían un patíbulo, entre los que conozco á muchí- simos, llenos de condecoraciones y empleos de pri- mer rango, no por que en ello haya tenido parte el mismo gobierno, sino por los medios de que se han valido para sorprender su justificación. Podría ci- tar para ejemplo, algunos de estos, y de los que sin haber nunca tomado un fusil, ni saber que quiere decir tropa, son capitanes y aun tenientes coroneles retirados con toda su paga, aun que no sirvieron ni un solo dia: pero no es mi aDimo hacer comparaciones que siempre son odiosas; y si he hecho esta ligera insinuación, es únicamente impe- lido del dolor que me causa ver echados por tier* ra todos mis sacrificios y padecimientos, por la H* beitad de mi pais. Ciertamente no fué el premio de ellos, quien me compelió á tomar las armas, (sin embargo de ser este él móvil del corazón humano) sino el de- seo innato á que todo homb'e propende, de ser U* bre, de que lo sean sus semejantes, y sus deseen dientes. Felizmente lo somos, señor; pero al paso ij'je tantos hombres de los que tomaron parte, labraron fortunas brillantes, yo con el abandono de mi car- rera literaria, y de mis cortos bienes, quedé en el roas deplorable estado de miseria. Retirado en mi hogar humilde, solo trataba de proporciona;me una escasa subsistencia por medio de la labranza» Para ella, ya habia adquirido algunos recursos, cuando oigo promulgar la ley de premios, en que se invita á todos los patriotas, para darles una justa recompensa. Mas ¿quien diria, que esta ley tan benéfica, solo á mí me habia de ser adversa? Yo Bialvaraté mn pocos bienes para emprender un ca- mino de ochenta leguas, yo me he arrumado cotí cuatro meses de gastos en esta capital, y por ú'ti- no, solo he sacado el triste fruto de un olvido ó mas bien de un desprecio; sin que me hayan valido ni la exactitud demis pasos, ni la justificación ds mis sacrificios, ni la declaración de la junta de pre- rnios a mi favor. El señor ministro de la guerra, arbitro de nuestros destinos, ó poco instruido en los fnéri'os de los llamados insurgentes, porque no los conoció, ha decidido mi suerte, hollando la ley de premios, y la desicion de aquella corporación en- íonviíidíida de graduarlos (tey, que como todas es ia*útil, cuando se aleja de su ejecución); y pagándome con una recomendación pueril, muy propia para con- solar á niños. Si señor, siento decirlo, pero permí- taseme este justo desahogo. El hombre que después de servir á un amo, y de haberse sactificado en su bienestar, recibe de aquel una simple esperanza^ es necesario graduarlo de ingrato; no quiero decir que lo sea el gobierno, ni mucho menos la nación, de quien emanan nuestros premios, porque ambos obrando en consonancia con la equidad, han abierto la puerta á la recompensa; pero acaso proceden estos trastornos del poco conocimiento de algunos funcionarios públicos, ó sea, del desprecio con que por nuestra desgracia se han visto los padecimen' tos de los primeros libertadores, graduándolos á to- dos de imbéciles, inmorales, y aun faltos de sen- tido común. Las faltas cometidas por los magistrados en el cumplimiento de las leyes, y principalmente de las qje tratan del común beneficio, no las consi- deran los pueblos como consecuencias precisas de una nación recientemente constituida, y en la infancia de las luces y de su libertad, sino como obras de la m?licia, y resultados indispensables de la enemistad de opuestos partidos; y de aquí es, que cuando llega el caso de la defensa general, entran á ejercer sus funciones, la apatía, el egoísmo, y lo que es mas sen- sible, la traición; porque donde se paga mal, nun- ca se halla buena correspondencia. De este modo piensa el pueblo estúpido: asi se producen aquellos que solo atentos á su bien- estar, no tienen mas Dio?, que sus intereses; y a la fina penetración de V. Sob. no se ocultan estos principios, como el de que la ruina de los Estados, está mas . próxima, cuanto mas se separaren sus fun- i$ cionarios efe fos pactos sociales," creando descomen* tos. Mís el c¡ ie representa sujeto á las decisiones de esta asamblea soberana, protesta, que íi su despa* cho no fuere conforme á sus deseos, sabrá retirar- se desairado, y lletar con paciencia la suerte que le cupo, por su escasa fortuna; sin que obste este des- agradable resultado para que al grito de la afligida patria, vuelva á empuñar la espada, para defender sus derechos sacrosantos, como si hubiese sido el hora* bre mas bien remunerado; [y que si V. Sob. en consideración a sus desgracias, privaciones, y sacri- ficios, tuviere á bien premiárselos, bendecirá su gra- ta memoria y remitirá sus remarcables beneficencias hasta la mas remota posteridad. Por tanto, y están* do persuadido de que en casos como el presente, no* debo conformarme con las resoluciones del gobier-" no, cuando estas se hallan en diametral oposición coa eí espíritu y letra de la ley. A V. Sob. suplico, que tomando en su alta consideración las fundadas razones que llevo ale» g-adas se digne exigirle ai ministerio de la guerra la consulta que hizo á mi favor la junta de premios, previniendo al gobierno que en su consecuencia en- miende el decreto que origina mi queja, haciéndo- me la justicia á que me consideró acreedor dicha junta, después de un examen detenido de los ser- vicios que he prestado en favor de la causa nacional desde el año de 10. México y mayo ajr de i8af. Señor. Gaspar Venero, Oficina de D. Mariano Ontiveros.