DISCURSO PRONUNCIA IMI POR EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA D. DOMINGO F. SARMIENTO ES IfONOR J>K L.V BANDERA NACIONAL ■Mi INAUGURAR LA ESTATUA V, GENERAL BELGRANO^/ q{q El 24 de Setiembre de 1873 ¿ J BUENOS AIRES Jinprontn <1« T,A Xltim'JSTA, Victovia 91 I S 7 3DISCURSO PRONUNCIADO POR EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA D. DOMINGO F. SARMIENTO -fe EN IlOXOK VE LA BANDERA NACIONAL AL INAUGURAR LA ESTATUA DEL GENERAL BELGRANO El 24 de Setiembre de 1873 BUENOS AIRES l,»x,renta de TjA TRIBUNA, Viotori» 31 18 7 3DECRETO Buenos Aires, Setiembre 20 de 1873. Habiendo de inaugurarse el 24 del corriente, día de la batalla de Tucuman, la estatua ecuestre del General Don Manuel^ Belgrano, que lleva en alto la bandera Nacional, que él hizo flamear primero en los canijas de batalla, y debiendo recordarse con esta ocasión el oríjen, las glorias, y el carácter simbólico de nuestra Bandera, el Presidente de la República— Decreta: Art. Io El Presidente y sus Ministros, la Corte Suprema, el Cuerpo Diplomático, la Comisión de la Honorable Cámara de Diputados las Au- toridades Provinciales, las lUtas civil y militar, oportunamente invita- das, concurrirán el 24 del corriente al salón de Gobierno á las dos de la tarde, para dirijirse al lugar de la ceremonia á las tres en punto. Art. 2. ° Concurrirán igualmente el limo, Arzobispo electo, el Cabildo Eclesiástico, el clero regular y las órdenes religiotas, debiendo el Gefo de la Iglesia hacer las preces cor;esp udientes antes de la inauguración. Art. 3. ° Comisiones de los Colegios y Escuelas Públicas entonarán el Himno Nacional, terminadas que sean las preces. Art. 4. ° El Presidente de la República descorrerá el velo de la Esta- tua y pronunciará el discurso inaugural que será seguido por uno del Go- bernador de la Provincia y por otro del Brigadier General D. Bartolomé Mitre, como miembro de la Comisión encargada de la construcción de la estátua. Art. 5. ° El acto de descorrer el velo será saludado por las tropas, presentando las armas y por las bandas de música,— con el Himno Na- «•¡'•ii-il. saludándose con ciento un cañonazos la inauguración de la Bandera Nacional con la Estátua ecuestre. Art. 6. ° El acto de descorrerse el velo será anunciado á todas las Provincias por el Telégrafo, á fln de que se asocien á esta festividad Na- cional. Art. 7. ° El Presidente exhibirá la Bandera del Ejército de los Andes que se llalla depositada en poder del Gobierno Nacional. Art. 8.° Formarán una Guardia de honor dessde las seis de la tarde del dia anterior en torno de la Estátua, y custodia de la Bandera, los siguientes Señores Generales y Gefes de los Ejércitos de la Independencia que se encuentran en esta ciudad.— 4 — Brigadieres Generales. D. José M. Zapiola. " Juan E. Pedernera. Generales. D. Tomas Iriarte. " Eustaquio Frías. General Honorario. D. Nicolás Vega. Coronclss. D. Rufino Guido. " Gerónimo Espejo. " Juan Isidro Quesada. " Francisco Seguí. " Evaristo Uriburu. " Jorge Velar. Tenientes Coroneles. D. Jos<5 María Pineda. " Pedro Rodríguez. " Juan Medeiros. " José Obregoso. Sargento Mayor. D. Francisco Pelliza. Art. 9. ° Un cuerpo de inválidos y soldados pertenecientes á los mis- mos ejércitos de la Independencia formará con losgefes nombrados ocu- pando estos loscostados del cuadro de la Estátua, y el fondo los inválidos. Art. 10. Las escuelas militar y náutica formarán mas afuera en el mismo orden. Art. 11. Habrá parada délas fuerzas disponibles en esta ciudad á las órdenes del general D. Benito Nazar, que sirvió á las del general Belgrano» colocándose dichas fuerzas según se disponga por el Ministerio de la Guena. Art. 12. Nómbrase maestro de ceremonias para la lista civil al Direc- tor General de Correos don Gervasio Posadas. Art. 13. En las casas de la ciudad se izará la Bandera Nacional como muestra de regocijo público y en memoria de tan grande acontecimiento, quedándola autoridad local encargada do hacer efectiva esta disposición. Art. 14. Se publicará y so repartirá la relación hi-tórica con que <1 Brigadier General D. Enrique Martínez acompañó la bandera del Ejército de los Andes. Art. 15. Declárase feriado el día 24 del corriente. Art. 10. Los respectivos Ministros quedan encargados de la ejecución de este decreto en la parte que Ies corresponde. Art. 17. Comuniqúese, publiques ey dóso al Registro Nacional. SARMIENTO. VLADISLAO Fui as. CONCIUDADANOS : Ii leñamos uno de los mas nobles deberes do la vida social, rindiendo homenaje á la memoria do los altos lieclios que inmortalizan el nombre de uno do nuestros antepasados. XJn montículo de tieira sobre los restos mortales de un héroe, fué el primer monumento humano. X/as Pirá- mides eternas del Ejipto conservan aun el plan de esta arquitectura primitiva, y es hoy idea aceptada que, al rededor de una tumba, se des- pertó en el hombre, aun salvaje, el sentimiento relijioso que nos l'ga al Ser Supremo, y empe- zaron á bosquejarse la familia, el orden social y las leyes. Cuando el sentimiento artístico, innato como el relijioso en nuestra alma, se hubo espresado en las formas plásticas do la belleza, la estátua suplantó al ^Mausoleo; y nosotros mismos, los últimos ve-nidos á participar de las bendiciones de la civili- zación, repetimos lo que la Grecia y Roma ha- cían para perpetuar la memoria de sus héroes, de sus padres y de sus grandes ciudadanos. Ante la imájen do uno de nuestros hombres públicos, re- petimos este acto instintivo do nuestra especie, volviendo á lo pasado, trayendo hacia nuestra época, y legando á la posteridad el recuerdo en hombres y hechos de nuestro oríjon, como pueblo que tiene hoy su puesto conquistado y aceptado entre las naciones del mundo. Aunque nuestra alma sea inmortal, la vida, en los estrechos límites que la naturaleza ha asigna- do al hombre, es pasagora Pero la especio hu- mana so perpetúa hace mil siglos, dejando tras si, entre el humo de las generaciones que se disi- pan en el espacio, una corriente de chispas que brillan un momento, y pueden, según su intensi- dad y duración, convertirse en liuninares, en lla- ma viva, en rayos perpétuos de luz, que pasen de una á otra generación, y se irradien de un pueblo á otro, de un siglo á otro siglo, hasta aso- ciarse á todos los progresos futuros de la sociedad y ser parte del alma humana. ¿Quién se profesa republicano, y no siente en su espíritu rebullh-se el alma de "Washington, la última y mas acabada personificación délas vir- tudes públicas; la mayor de .odas, hacer triunfar el derecho sin apropiarse los despojos de la victo- ria, trazando el camino por donde habrán do avanzar los demás pueblos hacia la conquista do la libertad? Hay, pues, una inmortalidad humana que se adquiere por el génio, la abnegación ó el sacrifi- cio; pudiendo estenderse, según la perfección é influencia de aquellas virtudes, á un pueblo, á toda la tierra, á un siglo, á todos los que le sucedan mientras exista la raza humana. Belgrano, cuya efijie contemplamos, participa para nosotros, y en la medida concedida á cada uno, de esas cualidades que hacen al hombro vivir mas allá de su época. Hace cincuenta años que desapareció de la escena, y no ha muerto sin embargo. Apenas se conser- va el recuerdo de la casa en que nació aquí, y todas las ciudades y pueblos argentinos lo recla- man como suyo. Su apellido puede estinguirse según la sucesión de las generaciones; pero dos mi- llones de habitantes desde ahora lo aclaman Pa- dre de la Patria. lío es la biografía del General Belgrano la que intentaría trazar, para dar mas vida al bronce, que la que le ha comunicado el artista. Belgranoora muy hombre de la época crespuscular en que apareció. General sin las dotes del génio militar, hombre de estado, sin fisonomía acentuada. Sus virtudes fueron la resignación y la esperanza, la honradez del propósito y el trabajo desinteresado. Su nombre, empero, sin descollar demasiado, se liga á las mas grandes faces de nuestra Inde- pendencia, y por mas de un camino, si queremos volver hacia el pasado, la candorosa figura de Belgrano ha de salimos al paso. Cuando el Gobierno agradecido, quiso premiai'- lo, por la memorable victoria ganada en Tucuman en esto dia, disminuyendo su pobreza fundó con el premio cuatro Escuelas Primarias, las primeras, que cuatro ciudades, que son hoy capitales de Pro- vincia, veian abrirse para la educación de sus hi- jos. Acaso algún Senador boy, asistió á alguna de ellas en su niñez. Estos desvelos por levantar al pueblo de su pos- tración intelectual, sin lo cual no hay libertad du- radera; su empeño de establecer la moral relajada en escuelas y ejércitos; su profundo sentimiento religioso que difundía sobre el soldado, para santi- ficar la causa de la Independencia, poniéndola bajo la protección de la "Virgen do Mercedes que conserva aun el bastón del mando, depositado por — o — él al pié de su imagen en Tucuman; su eclipse de la escena, cuando en los tiempos do discordia y de guerra civil, como dice Tácito, "el poder pei-te- nece á los mas perversos;" su muerte oscura; su car- rera tan gloriosa, tan olvidada, todo esto lo ca- racteriza como á Kivadavia, como al General Paz y á otros; y es esa la base firme en que se asienta la estatua que boy levantamos en su honor. líos primeros movimientos del patriotismo ame- ricano, se sienten en el alma de Belgrano. Fun- da la primara Escuela de Educación Científica que existió en Buenos Aires, pues Charcas y Cór- doba eran hasta entonces el centro de la civiliza- ción colonial. Como el malogrado Montgomery que llevó en vano al fríjido Canadá la noticia do que sus her- manos estaban en armas para conquistar la liber- tad, Belgi-ano llovó al tórrido Paraguay la en- seña do la nueva Patria. La historia castiga á los retardatarios de la primera hora. El Cana- dá es todavía dominio de la corona, como el Pa- raguay menos feliz, por haberse tapado los oidos al llamado do sus hermanos, entonces, cayó en las redes sombrías del tirano Francia, en las gar- ras del tigre Iiopez, y todavía no ha visto el iilti- mo dia de sus tribulaciones.— 10 — Como Pranklin, Belgrano fué á buscar acomo- do con la dinastía real, para poner término al conflicto, y como Pranklin volvió desesperando de la prudencia y de la previsión humana á activar el Acta de nuestra Independencia. En nombre del pueblo argentino abandono tí la contemplación de los presentes, la Estatua Ecuestre del General I). Manuel liclgrano, g lego á las generaciones futuras en el duro bronce de que está formada, el recuerdo de su imájen g de sus virtudes. Que la bandera que sostiene su brazo flamee por siempre sobre nuestras murallas g fortalezas, á lo alto de los mástiles tic nuestras naves, y á la cabeza tic nuestras lejiones; que ellionor sea su aliento, la gloria su aureola, la justicia su empresa ! Todos los Capitanes pueden ser representados como en esta estátua, tremolando la enseña que arrastra las huestes á la victoria. En el caso presente, el artista ha conmemorado un hecho casi único en la historia, y es la inven- ción de la Bandera con que una nueva íiacion surjió de la nada colonial, conduciéndola el mis- mo inventor, como Porta Estandarte. Nuestro signo, como nación reconocida por todos los pueblos de la tierra ahora y por siempre, es esa Bandera, ya sea que nuestras huestes tre- pasen los Andes con San Martin, ya sea que sm*cáran ambos Océanos con Brown, ya sea en fin que en los tiempos tranquilos que ella presa- jió, se cobije á su sombra la inmigración do nuevos arribantes, trayendo las Bellas Artes, la Industria y el Comercio. Tal dia como hoy, el General Belgrano en los campos de Tucuman, con esa Bandera en la ma- no, opuso un muro de pechos jenerosos alas tro- pas españolas; que desde entonces retrocedieron y no volvieron á pisar el suelo de nuestra Patria, siendo nuestra gloriosa tarea, de allí en adelante, buscarlas donde quiera conservasen un palmo de tierra en la América del Sur, hasta que por el glorioso camino de que Chacabuco y JUaipi'i fue- ron solo escalones, nos dimos la mano en Junin y Ayacucho con el resto de la América, indepen- diente 3ra de todo poder estraño. Y sea dicho en honor y gloria de esta Bandera. .Muchas reimblieas la reconocen como salvadora, como ausiliar, como guía en la difícil tarea do emanciparse. Algunas, se fecundaron á su som.— 12 — bra; otras, brotaron do los jirones en que la lid la desgarró. Ningún territorio fué, sin embargo, añadido á su dominio; ningún pueblo absorvido en sus anchos pliegues; ninguna retribución exi- jida por los grandes sacrificios que nos impuso. En lo, vasta ostensión de un continente entero, no siempre son claros y lojibles los términos que Dios y la naturaleza imponen á la actividad do las grandes familias humanas que pueblan la tierra. ¿ Cuál es la ostensión de la que cubre hoy y protejo nuestra Bandera ? Tja Repiiblica Argentina ha sido trazada por la regla y el compás del Creador del Universo. Esc anchuroso Rio que nos dá nombre, es el alma y el cerebro de todas las rejiones que sus aguas bañan. Puerta de esta América que abre Inicia el ancho mar que toca al umbral de todas las naciones, por ahí subirán rios arriba con la alta marea del desarrollo, las oleadas de hombres, do ideas, de civilización que acabarán por transfor- mar el desierto en Nación, en pueblo. Aquí, en estas playas, han do cambiarse los productos de tan vasta oya, de tantos climas, por los que hayan en todo el globo preparado siglos de cul- tura, y la lenta acumulación de la riqueza. Aquí ha do hacerse la trasmutación do las ideas; aquí — 18 — so amalgamarán las de todos los pueblos; aquí so hará su adaptación definitiva, para aplicarse á las nuevas condiciones do la existencia do pueblos nuevos, sobro tierra nueva. No hablo del porvenir. Es ya, este sueño do nuestros padres, un hecho presente. He ahí, en esos, millares de naves, nuestros mi- sioneros hasta el seno de la América. Ved ahi en la masa de este pueblo el ejecutor do la gran- de obra, acudiendo de todas partea á alistarse en nuestras filas, y por el trabajo, la industria, el ca- pital, las virtudes cívicas, hacerse miembro de la congregación humana que lleva por enseña en la procesión do los siglos hácia el engrandecimiento pacífico, la Bandera bi-celeste y blanca. Esta Bandera cumplió ya la promesa que el signo ideográfico de nuestras armas espresa. lias Naciones, hijas de la guerra, levantaron por insig- nias, pata anunciarse á los otros pueblos, lobos y águilas carniceras, leones, grifos, y leopai'dos. Pe- ro en las do nuestro escudo, ni hipogrifos fabulosos, ni unicornios, ni aves do dos cabezas, ni leones ala- dos, pretenden amedrentar al estrangero. El Sol de la civilización que alboreaba para fecundar la vida nueva; la libertad con el gorro frijio sosteni- do por manos fraternales, como objeto y fin do— 14 — nuestra vida; una oliva para los hombres de bue- na voluntad; un laurel paita las nobles virtudes; he aquí cuanto ofrecieron nuestros padres, y lo que liemos venido cumpliendo nosotros, como repíi- blica, y harán estensivo á todas estas regiones como iíacion, nuestros hijos. Hasta la esclusion del sangriento rojo, del bla- zon de todos los pueblos, hasta el color celeste que no tiene escritura propia en la heráldica, se avie- nen con la idea dominante en este emblema. lias fajas celestes y blancas son el símbolo de la soberanía de los reyes españoles sobre los dominios, no de España, sinó de la corona, que se estendian á Elandes, á Capoles, á las Indias; y de esa banda real hicieron nuestros padres divisa y es- carapela, el 25 de Mayo, para mostrar que del pecho de un Rey cautivo, tomábamos nuestra propia Soberanía como pueblo, que no dependió del Consejo de Castilla, ni de ahí en adelante, del disuelto Consejo de Indias. El General Relgrano fué el primero en hacer flotar á los vientos la Banda Real, para coronar- nos con nuestras propias manos, Soberanos de esta tierra, é inscribirnos en el gran libro de las nacio- nes que llenan un destino en la historia de nuestra raza. Por este acto elevamos una estatua en el — 15 — centro de la plaza de la Revolución de Mayo al General Porta-Estandarte de la República Ar- gentina. Y si la barbarie indíjena, ó las pasiones per- versas intentaron alguna vez desviarnos de aquel blanco que los colores y el escudo de nues- tra Bandera señalaban á todas las jeneraciones que vinieran en pos, reconociéndose arjentinas á su sombra, los bárbaros, los tiranos y los trai- dores inventaron pabellones nuevos, oscureciendo lo celeste para que las sombras infernales reinasen y enrojeciendo sus cuarteles para que la violencia y la sangre fuesen la ley de la tierra. En Caseros esta era la Randera que enarbolaba el Tirano contra el proscrito pabellón que volvía para aplastar la sierpe, con sus hijos dispersos por toda la América. En Caseros por la unión de los partidos, reaparecieron esas dos manos entrelazadas, como siempre lo estarán en defensa de la Patria Al día siguiente de Caseros vues- tras madres y hermanas; ¡ oh pueblo de Rueños Aires! tiñeron de celeste telas, para victoriar á los libertadores; porque, sea dicho para recuerdo del ódio de los tiranos á nuestra Randera, en 1852, no habia en una gran ciudad civilizada, emporio de un gran comercio, una vara de tela— 16 — celeste para improvisar un pabellón; y una generación entera existia, que no conoció los colores de la Bandera de su Patria. Eso pendón negro con tus gorros sangrientos ef, por fortuna nuestra, el que en los Inválidos de Paris, recuerda la ruptura de la cadena con que llosas intentó amarrar la libre navegación de los rios. lia Bandera blanca y celeste, ¡ Dios sea loado! no ba sido atada jamás al carro triunfal de nin- gún vencedor de la tierra! lia petipieza de la borribla trajedia que con- cluyó en Caseros se está representando ahora en la otra márjen del paterno Bio; y no seria estraíio que oyéramos desde aquí los cañonazos con que acaso en estos momentos,nuestro pabellón somete los últimos restos de la barbar.'e, y de los cau- dillos. He aquí el Pendón de la rebelión, que solo pido al parecer empapar en sangre el de la Repú- blica. Habíalo dejado olvidado el General Urqui- za al tomar la Bandera Nacional por suya, si fin do hacer servir la victoria para fundar la Magna Carta de nuestras libertades. Un asesino lo reco- jió del suelo y para simbolizar la barbarie y el crimen lo opone rebelado, á la Bandera Nacional, lia traición á la Patria está detras de ese sangrien- to trapo. Al abandonarlo á la execración de los presentes y de los venideros, no teníais que hiera sentimien- tos, ni aún preocupaciones nobles dol jmeblo, ni de las masas entrerianas Allí, en aquella esco- jida fracción de nuestro territorio, el sentimiento nacional se agita mas vivo, si cabe, que en parte alguna de él. lia vil trama del rebelde vencido, sorprendió á las poblaciones, merced do las tinieblas de la noche, y amanecieron bajo el imperio de la rebe- lión, que muchos aceptaron por las funestas di- visiones de partido, que á tantos estravian. Cerremos los ojos sobre ese cuadro y contem- plemos el presente, que él vindica el nombre entre-riano del baldón que han querido arrojarle los traidores. Batallones de infantería entre-riana guarne- neciendo las ciudades; los ejércitos nacionales considerablemente aumentados por regimientos numerosos de caballería de la misma Provincia; el guardia nacional Miguel Ocampo, arrancando de la mano de un traidor la enseña de la rebelión y empapándola en su propia sangre, realizando con es© hecho acción igualmente heroica que el lejen- dario Palucho, muriendo al pié de esta misma Bandera en las fortalezas del Callao, libradas— 18 — por traición al enemigo; la Banda Oriental llena do emigi'ados, los bosques pululando de prófugos, las islas pobladas de escapados, ¿ dónde está el pueblo rebelde entre-riano, en que quiere apoyar- se la traición 1 Sí: bay traidores es cierto; bay algunos miles de oprimidos, bay niños y ancianos arrastrados por la leva, retenidos por el terror del degüello, jenerales y aventureros estranjeros: bó abí el ejército y el poder de la robelion. Quiero que el último paisano que en esto mo- mento sufre los rigores déla estación y las fatigas de la guerra por vivir siempre á la sombra de esta Bandei a, sepa que el Gobierno de su Patria tiene en cuenta su bumilde, pero valioso sacrificio, porque dá lo único que posee, que es la vida, pues ni un nombre tiene el pueblo anónimo que en la guerra se llama soldado. Sepan los valientes y fie- les entre-ríanos que están combatiendo,que con ello ponen el capitel al edificio de nuestra nacionali- dad, y cierran para siempre el abismo de las se- gregaciones del territorio que recibimos en he- rencia de los fundadores de la Bandera Na- cional. Al terminar la bistoria, la misión y los obstá- culos con que ba luchado esta Bandera, necesito añadir que aun le falta recibir como liijos suyos, — la- millarcs de los que aquí están presentes y que la acatan y saludan como huéspedes. En los Estados Unidos, nuestros pi-edcccsoros y compañeros de peregrinación en este Nuevo Mun- do, no bayestrangeros, sinólos viage ros que vi sitan sus playas. Hay dos millones de alemanes ciu- dadanos, y otros tantos irlandeses, ingleses y de todo oríjen, basta venidos del Celeste Imperio. Aquí la amalgamación marcha con mas lentitud. Acaso el fuego sagrado de la Libertad no es tan vivo todavía, para fundir las nacionalidades y ha- cer correr el duro bronce del pueblo regenerado, en que la humanidad va á presentar un nuevo ti- po americano. No importa. La Providencia sigue aquí otro sendero, tal vez. Debemos á la España la sangre que corre en nuestras venas, y cuando la desgra- cia aflijo á 6US hijos,podemos pagarla de sus héroes, los Solis, los Ayalas, los Irala, los Garay, que se sa- crificaron por fundar estos pueblos. Habrá patria y tierra, libertad y trabajo para los españoles, cuan- do en masa vengan á pedírnosla como una deuda. Y para los Italianos, cuya historia es la de los pue- blos de nuestra lengua, cuya arquitectura es el orna- mento de nuestros edificios, cuyas bellas artes con intérpretes como Ristori, Tamberlick, Man-— 20 — soni y tantos otros, que nos han visitado embe- lleciendo la existencia, habrá siempre una carta de ciudadanía para ellos y sus descendientes; y nuestros rios y nuestras ciudades y nuestros cam- pos, para teatro de sus variadas industrias. Y los hijos de la Francia, que tanto ha sufrido por la redención de la inteligencia, que tantos errores ha cometido, rescatándolos y rescatándose por la gloria ó el patriotismo, tendrán bajo esta bandera, ancho lugar en nuestros gustos, en nuestra cultura y en nuestras ideas. Y la poderosa Albion, la enérjíca raza inglesa, cuya misión parece ser someter el mundo bárba- ro de Asia, Africa y de los nuevos continentes ó islas al influjo del comercio, 6 improvisar nacio- nes que trasplantan el Habeas Corpus, la libertad sin tumulto, la máquina y la industria, bienveni- da fué siempre, y bien empleados serán sus ca- pitales en las grandes empresas que completan nuestra existencia como nación civilizada. Y á todas las nacionalidades de la tierra, cuyos hijos tocan estas playas en busca de un lugar para hacerse un domicilio y una patria, ofrézcoles en nombre del pueblo que esta Bandera representa, la protección que ella dá gratuitamente, recordán- doles solo, que el hombre es familia, tribu, nación, — 21 — con deberes para con los demás, y que los senti- mientos mas generosos, el heroísmo, la gloria, el amor de la patria, se amortiguan no ejercitándo- los; y que la elevación del alma humana descien- de y desaparece con la satisfacción esclusiva de las necesidades materiales. Conciudadanos : Una nación está destinada á prevalecer, cuando obedece en su propio seno á las inmutables leyes del desenvolvimiento humano. Sin el espíritu de conquista, Roma vive en nosotros con sus códigos, como G-recia con sus artes plásticas, su lengua y sus instituciones republicanas, completadas por el sistema representativo. Acaso es Prov:dencial que debamos existencia y nombre á Colon y á Ainérico Vespucio; y si Caribaldi ha de tener su parte en la í'econstruccion de la Italia romani- zada, su lugar en la historia lo conquistára, mez- clando aquí su sangre á la nuestra, para endurecer los cimientos de nuestra constitución, libre, re- publicana, representativa. Hagamos fervientes votos, poique, si á la con- sumación de los siglos, el Supremo Hacedor lia-mase á las naciones de la tierra para pedirla* cuenta del uso que hicieron de los dones que les deparó, y del libre albedrío y la inte igencia con que dotó á sus criaturas, nuestra Bandera, blanca y celeste, pueda ser todavia discernida entre el polvo de los pueblos en marcha, acaudi- llando cien millones de argentinos, hijos de nues- tros hijos hasta la última generación, y depo- niéndola sin mancha ante el sólio del Altísimo, puedan mostrar todos los que la siguiei-en que en civilización, moral y cultura intelectual, aspi- raron sus padres á evidenciar, que en efecto fué creado el hombre á imágen y semejanza de Dios. D. F. SARMIENTO. UK MI HIJO FELIPE CUCALON. fAfPBENTÁ 1)15 "LA~l7ATJ¿IA->ZAlfcATB 175. POR DUNINGKO AKTEKAKA