.J—j Jl. y TESTAMENTO POLÍTICO ÜEL PRESIDENTE BEPCBMCA ARGENTINA por s JOSÉ FRANCISCO LOl'EZ ———-"...... rf / y^g ■ BUENOS AIRES"* tipografía A vapor de "la tribuna"* CA)-UE X>S JÚA VICTO UTA. 3STÜ3C $1 1S6&Go,^ d^Of. C?3. EL TESTAMENTO POLÍTICO CEL PRE£ICENTE DE LA REPÜBLICA ARGENTINA POR JOSÉ FRANCISCO LOPEZ — BÜENCS AIRES TlFCCRAFlA A VAPOR CE "LA TRIBUNA'* CALLE DE LA VICTORIA WUM. 81 1868EL TESTAMENTO POLITICO OKI. PRESIDENTE DE LA REPUBLICA ARGENTINA POR JOSÉ FRANCISCO LOPEZ AV. Brigadier Genera' JO. Bartolomé Mitre Estimado compatriota y señor: I Jj& publicidad quu vd. acaba do dar á aquel documento elisio > para trasmitir á los argenti- nos la conciencia política do su primor magis- trado sobre una crisis capital, es á su voz un ac- to clásico de vida y educación democrática, en que vd. inicia á su pais. descendiendo como los presidentes americanos, á hablar con sus compa- triotas s .l)re lo quo inten sa á la suerte común n que la educación colonial acostumbró al pueblo á mi- rar á sus gobernantes desde la tierra basta el empíreo, bajando siempre la vista deslumbrada por los rayos del sol gubernativo, apenas visible al través de un telescopio de empleados, como otros tantos vidries de aumento en el tubo de un ministerio, cuyo último cristal es el ministro para reflejar la imagen del (íobierno y sus man- chas, pues el mismo sol también las tiene. La publicidad de un testamento político, antes que haya espirado la vida pública del testador, importa provocar la discusión de sus clausulas respecto de aquellos cuya suerte pue- den afectar, revelando hasta cierto punto la disposición benévola de oir sus opiniones, pues del cambio de ellas entre el gobierno y cu ueblo, resulta la armonía de ambos. Aun ajo el réjimen imperial de Napoleón Di, lo hemos visto estudiar las altas cuestiones de Kstado, tomando el pulso de la nación por medio de folletos y artículos semioíiciales, cuya contestación le daban los ecos de la prensa. Si el Presidente de la Kcpüblica Argentina en un momento dado dirije la palabra á sus com- patriotas, ellos deben acogerla y contestarla con 1.1 e jrdial benevolencia que ese acto ins- pira, y con la franqueza digna de un asunto de familia. Ks desde ese punto de vista, y dominados por eso sentimiento, que vamos á estudiar ese Testamento sobre nuestros desti- nos, en la esperanza de que los vacíos de aquel, serán llenados en un codicilo, como cumple á todo testador que quiere retirarse con la conciencia descargada de un deber. Kl es mas oneroso y complicado en un pais como la Kcpúbüca Argentina, donde la vida poli- tica limitada a. los politieos de profesión, como á un cuerpo de ingenieros ó bomberos apren- dices que en sus ensayos dejan incendiar pueblos enteros con guerras y coleras sin lin, aquellos no tienen otro rol que resignarse á su mala suerte, esperando que el remedio les venga de Dios y de su l'residente, encargado de pensar por ellos. Kl testamento de usted, destinado á llenar esa ne- cesidad, como un remedio ó legado de salud pa- ra el alivio de un enfermo agotado cada dia por nuevas sangrías y mutilaciones, será discutido por los médicos políticos bajo el prisma de sus di- ferentes vistas é intereses, de quedar en pose- sión exclusiva de la persona de aquel, y de la po- ca vida que le resta. Si la República Argentina después de haber esclavizado generaciones enteras para el pago de los gastos de curación, se retuerze envuelta en un lecho de sangre y de cólera desgarrándose las entrañas de dolor, la elección de un médico de cabezera, es sin duda una cuestión capital, que no puede resolverse en el terreno abstracto es- colástico de la escuela mas ó menos liberal á que pertenezcan los médicos en cuestión, puesto que no se trata de esperienciaa en el cadáver de ana sala de Anatomía, riño en el terreno patológico del tratamiento mas práctico para devolver al4 «o raiTkMíxrs rocina» esqueleto ensangrentado del enferma, 1» tazmía y vida venturosa, que tenia en «as bellas días. ¿Cu'into no darla el país, cuántas caronas no serian tejidas, cuántas bendiciones de la humanidad no se agruparían sobre 1.a mano banefactora que restañase las venas de esta infortuna Ja República Argentina, que se desan- gra despnes de tres anos en ana guerra de cster- minio ó suiciJio, puasto qua ningún enemigo pisa nuestro territoria? U. Es esta cuestión de vi.Ia ó muerte, la que e- ciira js de monos en el Testamento poli tic >, qua si bien nos dijo la manera cam> se debe Hogar el triunfo leí partid o liberal M la crisis presiden- cial, dejándonos en la antesala de ua partida, XoUa nos dico sabrá la manera de salvar a la Pa- tria del catálago de flagelos qu3 han hecha de ella el Ece.no no de este siglo. ¿El Pueblo Ar- gentino debe continuar clávalo y desaagránd osa cama ua Cristo en el Golgota del Paraguay, des- pués que reJimin su hanory su territorio de la planta ominosa del enemiga? ¿Estarnas coulenalos á sor indifinidamente propiedad de la guerra y del cólera,, que exter- mina simultáneamente las restos de nuestra ejército y de nuastra pablauion, qún huye des- pavorida á las campas ante los cargamentos de calíveresque pueblan las calles, para encon- trarla alli antes las epidemias virulentas qua hvi invalilo eon toia el ortega de sas estragas en- géndralo en el teatro d3 matanzas en que han citloyamasde 103.0:»:» h jmbras 1 Kste fermento do c i.l i veres y de restos de animales agloméralos y ech tías agua al agua bajo ele alar y ñSaiítfapi- clias de los esteros del Paraguay, han silo y es hasta hoy una fibrica o usina da colora á vapor, ctpaz da envenenar nuostr as riasy nu ostras airas aclimatando ea ellas el Aajelo, y traasf ira inda el jarlin delicias > ds las c omarcas del Plata ea la rejioa u ¡crapálica da 1 G ingas. Si nuastro nombra de Bjí.ui Aires, tierra proirervtal do la silul, era el talismán de crálito qua nos en- viaba gante para reparar laspórdilas do naestra Íirapia dastru;;ion; caanlo so sopa qua nuastrts ocuras han Híñalo la maílla dal infortunio qua desala estos paisas baja el doble flagelo del cólera y la guerra, catana as vealrán tierna >s amargos, en que la misaría que estamos ya pre- Íaranlo á muchas ganeraciones comanzaado par a presante, será una causa mas de otras tantas epidemias, guerras, hambres y miserias, queco-no la langosta, dejan caliente el huevo de su repro- ducción sucesiva. ¿No hay un media de conju- rar este barajan de «angra y de muerte, que como el ángel estertninador paaaasu gualaña de dable fila par talas las ooauqj(gSO¡PB*>£fitaria argentino, sin que a este pueblo le haya quedado otra alternativa que inclinar el cuello á la des- gracia, hasta que haya pasado al vártigode naes- tra propio exterminio? ¿Ño hay ana oabaza buena que en medio dol vendaba! distinga el abismo, en cuya barde flota-nos1 Nosotros he.nos observada ea las borrascas de alta mar, que el capitán sola comunica las maaiobras de saguola arden, re- servando á su mano maestra la ejeoocian de la me lila sil valora del naufragio; y si el testa- mento político se li mita a dar reglas de malera- cion y moral política ea el combate noble de las ideas y opiniones, que buscan el triunfa da sa candi lato, nos consolamos del silencio do la cuestión capital, mirando en ¿1 tal vez la reser- va necesaria á lasolucioa del problema, que ha vestilo de luto y miseria á toda la Rapública, que zozobra coa sus destinos aprisiónalos ea ana nave apéstala y azotada por olas de sangra y borrascas de cólera, que han hecho un segun- do Brasil del pais mas silabre del mundo, en- volví m 1 ola en el su 1 trio mortífero de sus pestes. R moer esa sulario infernal que nos devora coma á Hír.iules el presente de la túnica envenenada de Dej mira, y abandonar la nave infestada del Imperio, que nos conduce cama la barca de Cha- ranta á 1» laguna Estigia de la muerte; es la úni- ca salvación que nos queda, sin que pueda; opo- nerse al derecho de salvarnos, la alianza par- que ella no ñas ha hecho propiedad del Brasil, y porque todas las alianzas tienen un termino natural, cuando el sometimiento do un pais es- tranjero, y el derroca miento lo su gobierno, que 33 estipularon como obra fiel, se torna ea una obra da c «aquista, qus no pueda alcanzarso si- no con el exterminio da dos pueblos, púas nin- guno tiene la obligación de suicidarse par otro. ¡Sj hamos visto al Emperador Napoleón III ratir.irsa de Méjico coa sus la'iones quo son loo primara gloria militar dal mundo, abandoaaada á su aliado Maximiliano, una vez convencido de que el completo sometimiento de los majica- ii os era necesario oomprarlo al precio de su es- tar ninio y de igual número de frauaases? ¿La Inglaterra y la Esroaaa. no sa retiraron también de la alianza de Napoleón en la misma campa- ña da M íjico? ¿No nos ha ofrecido el Paraguay lo mismo que nos doria la victoria, satisfacciones condig- nas, la devolución de nuestros baques y la mi- tad de los gastos de la guerra para retirarnos da ella con honor, ante do caer vencidos ó ven- cal oras como ua esouo luto á los pies del Brasil, cuya entrada a sangra y f ísgo en el Plata nos trajo el incanlio de guerras, matanzas, revolu- ciones, pilligas y epidemias, qie han hecho de nuastro pais la región da la maorta y del cías? ¿Hasta cuando durará esa infanata alianza qua DEL FBKSIDlnm DX L* KKPtTftLICA AR buscar la riqueza y la industria, no haciendo del gobierno factorías políticas de una com- Íiañia, sino en el cultivo de la tierra, en las abricas y en el vapor;—son los dos polos que marcan el punto de partida tan diametral- mente opuesto en ambos países, como el destino que les ha cabido:—á los de origen español, propriedad de sus caudillos que los arruinan arrastrándolos á sus guerras personales como Jos «eñores y Barones feudales de la Kdad Media;—y & los de raza ingleza—ser una Re - puunc t tan colosal como su Continente, armado de dos grandes Océanos, que son los brazos con que ese gigante abraza el mundo, llevando hasta sus connnes el imperio de sus ideas y de su civilización. Nosotros, enanos infitiga- bles en la tarea de destruirnos, como si no cupiéramos en la tierra, los hemos imitado cofácindonos su armadura coutitiicional; pero hemos dejado de imitarlos en sus -virtudes, que son el secreto de su poder, sin tener la fuerza de romper con la corteza colonial del monopolio de la vida politice, que es el secreto de nuestra debilidad; pues amortizada la savia del pais sin balbula de espansian al desarrollo de su vitalidad y autonomía, limitada en su ejercicio á un solo miembro ú órgano del cuer- po. h¿ice paralitico el resto, á su vez indife- rente á la vida ó muerte del todo. De este modo, la falta de cohesión, de equili- brio, de armonía y de solidaridad, entro los intereses de los partidos y de la sociedad, sacriii- cada por aquellos á causa de no tener el suficiente peso y representación en la balinza política de sus destinos, en que si alguna parte tomase, el simple instinto del pueblo, se inclinaría, al bie- nestar como todo cuerpo tiende á su centro;— es la razón oraánioa del esquilmamiento de re- públicas arruinadas y condensad™ como un glo- bo de nieve en la mano de caudillos microscó- picos, que son el resorte de su decadencia, en vez de serlo de su grandeza, sin que teng in ellos la culpa, sino la misma sociedad que vive sobre una mina, dej uniólos incendiar la casa como á niños que juegan can pólvora Asi fueron preparadas las cosas por la educa- ción colonial y por el cáncer de fimilia, que mataba ; 1 nacer toda autonomía individual y social, haciendo de la sociedad un reí j de mesa, que no defoia andar sino cuando le diera cuerda su dueño. Esta tendencia aniquiladora, adquirió toda su plenitud una vez encarnada en el ele- mento bárbaro de nuestros desiertos, cuya auto- cracia llegó al grado, de que hasta para tener el derecho de pens.tr y de ser hombre, era necesa- rio pertenecer al menos cou su profesión de fé, al partido ortodoxo de la Santa Federación, quo reducía á los incrédulos al nivel de una bestia, llamándolos salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres. Este hecho que podemos clasificar—el ingerto monstruoso de la educación colonial, del fana- tismo de la Inquisición traducido al orden poli- tico, y del régimen do Tribu, quo hacían del gobierno y de la conciencia política, el monopolio do un partido privilegiado y dueño de la cosa pública, sin excluir la privada del honor que fué adjudicado al Restaurador como en Oriente al Sultán; no teniendo el pueblo otra voz ni vo- to, quo contribuir con su sangre y sus tesoros donde la llamasen sus señores; lo citamos co- mo un fenómeno patológico y psicológico de nuestra sociedad, muy digno de estudio para la filosofía do la historia, que buscara en los com- ponentes de esa raíz etnográfica y social, la es- plicacion do ese maído fani.Ka, quo es la muerto d«l selfgm-ernenient ó autonomía de los pue- blos, reemplazada en Sud-América por la auto- nomía do compañías políticas organizadas en máquinas de guerra, para batirse como dos beli- gerantes sobre el cuerpo de la Sociedad, conde- nada A las perturbaciones y estragos de una po- U c on situada on una plaza de armas Los colonos do Kspaña tampoco recibieron otra edu- cación política, que ser gobernados como una pieza do art.ileria; ni otra educación industrial que la do enrriquecerse con el trabajo de sus semejantes y el producto del gobierno, como el de una Fibr.oa ó hacienda de mayorazgo. Ks- t u liar y soaalar las causas phlsiolóirioas y psv- coló/Icas do las epidemias politic is que llajeláu á medio continente para que se corrijan, provo- cando al mismo tiempo estudios de este gj.'ero; nos parece un acto humanitario, á que liemos «Ido inducidos por la acción edificante del pri- mor presidente, á quien hemos visto escribir sobre moral política. IV. Establecida la causadlsolvcntecn el seno ursmo de los pueblos, no sa puede menos que admirar su vitalidad can que han sobrevivido como el Phonix de entre las cenizas do la, destrucción, de- jando cada generación A la manera de un guer- rero, clavada la bandera de una idea, y de un pr ii« pío. antes de caer envuelta en el torbelli- no del cámbate, legando á la posteridad la ense- ña de mstituc ones que no han podido fruc'if.car h ista hoy por falta de paz; si bien adquiere n al- gunas fuerzas, cuando son acatadas por la palabra DKL PRBS1PENTK DE I.A BRPtjBIVICA ARGENTINA. 7 del primer magistrado de la República, profe- sando en un documento clásico, el dogma de la Opinión ante sus compatriotas, libres de discur- rir y pensar sobre lo cosa pública, y levantando la moral política, como la única bandera digna de un partido honesto. Este hecho que nos apresuramos á consignar como una grande adquisición, para que sirva de ejemplo y punto de partida & los futuros presi- dentes de nuestro pais, vale para nosotros un progreso de 15 siglos, comparado con el estado de las ideas y de la moral de ahora 15 años, en qne la conciencia política era propiedad del go- bernante por el derecho consuetudinario de un 4. ° de siglo. Llegar al polo opuesto de esa degradación de la humanidad, levantando sobre las ruinas de ese sistema, el dogma reparador de la liber- tad política, es un acontecimiento fecundo y cuya trascendental magnitud solo ha podido pa- sar inapercibida, por que en medio de una vida torrentosa en el conbate de intereses per sonales, los hombres se han acostumbrado á mi- rar la patria por el lado material, como los idólatras toman el ídolo por la divinidad, y otros el producto por la religión. Si como ha dicho muy bien, Montesquieu, las instituciones son primero la obra de los grandes hombres, y estos á su vez ta obra de aquellas; en el primer caso, los fundadores no solo son los creadores de una idea, sino que necesitan encar- narla en el terreno de los hechos, dándole vida y sangre con su palabra y su egemplo; en el se- gundo caso, el hombre es el fruto espontáneo de la institución, como Washington lo era de la sociedad americana de su tiempo; mientras que el mismo hombre nacido en Sud America, ha- bría sucumbido ante la acción deletérea de un clima colonial, que no produce sino caudillos fabricantes de revoluciones, y propietarios de pueblos con soberanía nominal. En este terreno de feudalismo democrático, quo permite á cualquier empresario de política trepar sobre el pueblo indefenso, como sobre un camello, es un esfuerzo supremo de la naturale- za colonial española, producir un hombre con él alma repúblicana de un yankee, pues la tradi- ción de raza y de educación prevalecen sobre el uniforme constitucional americano, que jamas baria de España una república, aunque fuera vestida de piés á cabeza. Cuando por primera vez vemos una página de vida democrática ha- blando al pueblo el lenguage de la moral políti- ca, sin los atavíos del aparato oficial, nos apresu- ramos á recogerla y comentar su importancia, con la libertad que cumple al ciudadano de un pais libre, discurriendo sobre los aaunstos de su patria con el primer magistrado de la Repúbli- ca; á quien ha ocurrido la feliz idea de dar ese ejemplo salubable, y á nosotros la de hacerlo fructífero, probando prácticamente que la liber- tad que so mantiene en su verdadera región da las ideas y del criterio, no es una ilusión en na pueblo que trata de llegar k la educación polí- tica, comenzando por sancionar en ella y hacer efectivas las altas prerrogativas de la conciencia humana. V. El ejercicio de ese derecho nos obliga á ser severos en nuestra tarea, respecto del uso de al- gunas palabras, que siendo mas bien un defecto en las tradiciones de nuestra lengua, pudieran hacerse valer en e* sentido de bu malas tradicio- nes de nuestra educación colonial. Ella nos trajo ya la división, que de entre los miembros de la misma fami lia, solo permitía ser empleados en el gobierno, á los nacidos en España, escluyendo de ese honor á los nacidos en América , aunque todos fuesen parte del mismo techo, de la misma sangre y del mismo nombre. Había también otro vicio de raza, que dividía el hombre en dos porciones ó lotes:—su cuerpo ó ser político—propiedad del Rey, y su concien- cia—propiedad da la Inquisición , que la fundía como un estatuario funde el busto y los epitafios de un mausoleo, quo era la patria y la libertad de esos tiempos. Pensar ú obrar de otro modo, era esponerse á ser echado al fuego, como herege ó traidor al Rey. Las ideas y el lenguaje recibieron también esa, estampa de fuego, que no teniendo después á quien quemar, una vez ni velada la concienciado todos como los muros de un cementerio, encon- tró nuevo combustible en el fanatismo político, que sustituyó al fanatismo religioso, dejando ea el idioma y en sus estragos las señales de sn filiación. Usted no se ha apercibo de esto, como nadie se apercibe de los idiotismos de la localidad don- de nace, al hablar en su testamento político de la comunidad política d que pertenecen; lo cual podría inducirla creencia funesta de que el pue- blo argentino está dividido en sectas, comuni- dades, y relijiones políticas, siendo su presiden- te el gefe de una de ellas, y enemigo del resto. Usted como primer magistrado de este pais no pertenece á ningún partido, ni comunidad poli- tica ni religiosa, sino á la nación que lo nombró para que haga su felicidad; y cuyo juramento lo liga á ella, como el de un esposo á su esposa. Antes de eso, puede un gefe de partido nacer vida con ellos, festejándolos ó dejándose festejar como un dandy á su querida; pero esas veleida- dades amorosas cesan desde que solicita la ms.no de la patria y es ele vedo al rango de presidente, es decir esposo de ella, que no le permite otras8 TESTAMENTO POLÍTICO DEL PBKSIDENTB DS LA KKPÜBL1CA ARGENTINA. conexiones, sin incurrir en adulterio, prohibido por Jesu-Cristo,dic¡endo al adúttero, que mejor le estaría ser echado al mar con una piedra de molino al cuello. tin embargo, en el fondo esta es mas bien una cuestión literaria ó filológica, que política, pues dejando á un lado 11 forma, eremos que su mente ha vi Jo dejar señalado á su sucesor el itinerario de Ion prina píos regeneradores del partido I.beral, porque a alguno ha de caber la tarea de dirigir el timón del Estado; si bien el naufragio porque pasamos pudiéndonos retirar de él, es una averia gruesa ó un accidente de mar que de- bemos a la mala dirección del Piloto, á la perfidia del Brasil y á al alevosía del Dicta- dor dfl Paraguay, que nos envolvieron en su contienda, haciéndonos esclavos de la guerra y del Cólera, importado por aquel huésped, que Dios sabe cuando salJri C36 su ejército de pes- tes y plagas que ya han tomado posesión de Córdoba, y amenazan envolver á toda la_ repú- blica en su manto de muerte. La terminación de este cataclismo, es una deuda de patriotismo. Nosotros debemos acabar con la guerra, ó ella acibari con nosotros, haciéndonos impoten- tes hasta para protejer el hogar y la vida de los mismos argentinos, librados en el campo al pi- Uage de los indios salvajes, en las ciudades al saqueo de lo* indios cristianos que matan y de- güellan llevándose en botín á los rebaños, á los dueños, sus fortunas y sus mugeres, para servir de pasto á su barbarie como acaba de suceder en Salta y Jujuy, y acabando con el resto el cólera, hijo pr.mogénito de la guerra estrangera en que somos aliados, cuando debiéramos serlo primero de nuestro país Aunque él fuese el Cristo destinado a la redención del Paraguay, después del sacrific o de cerca de tres años, en 2ne todas sus venas se desangran & torrentes, líos mismo no le erigiría una gota mas de san- gre argentina, porque ella vale mas que los dos i Imperios de esclavos del Brasil y el Paraguay. Ya es también tiempo de acabar con las tra- diciones de barbarie, que han impuesto á loa presidentes de Sud América, la triste tarea de subir y bajar en una ola de sangre, y de aer los sepultureros de su generación, ejerciendo la mayor parte de su ministerio, en decretar la muerte por mayor y por menor. La humanidad alarmada ha confiado á la ciencia, levantar la estadística de los miles de vidas que cuesta cada presidente en ¡Sud Amé- ai ca. En Alemania son representados como la muerte, vestida de mariscal con falucho y gua- daña, siendo allí que hemos visto la estadística de Méjico con sus 300 revoluciones y 39 pre- sidentes, sin que hasta ahora los historiadores alemanes hayan puesto término á esa pajina del suicidio y esterminio de pueblos enteros, como sucede entre nosotros, bajo el acero de la guer- ra, y la puadaña del Ce'lera, mandado por D.os en castigo para acabar con nuestras matanzas sin fin. Dejemos á los demás en sus bárbaras carnice- rías, y seamos los primeros en escribir vi epita- fio de esa época, como lo fuimos escribiéndolo sobre la servidumbre colonial. ¡A vos General Mitre os cumple cerrar ese templo infernal en que se sacrifican millares de victimas al Dios de la guerra, como se sacrificaban á loe Ídolos de M éjico abolidos por el misionero erial ¡ano! La Humanidad, el Cristianismo, la Civilización y vuestra Patria, salvada de este naufragio de sangre, guerras y cólera, colocarían sobre vues- tras cienes una corona de bendiciones que viviría con vuestro nombre, y que os desea para el nue- vo año vuestro compatriota. José F. Lope:2 Enero 1. • de 1868. CAMARA DE REPRESENTANTES DICTAMEN 1>£ COMISIONES DE HACIENDA Y LEJISLACION ( HOBUK VARIAS SOLICITUDES ELEVADAS I-Oií ALGUNOS ANTIGUOS ENFITEUTAS. r I 1 BUENOS AIRES uxrjtEJíTA írtit, SIGLO, lat.t.k vkjtokia ni'm 133. 1883 1