LA LIBERTAD Y EL.GOBIERNO ■ POK H. BOSSE LKT TRADUCIDA POR JUAN G. BELGRANO BUENOS AIRES Imi-renta del "Mercurio," calle Buen Orden 101 1866Í D? D. MIGUEL VILLEGAS Catedrático de Filosofía en la Universidad. C3omo ana /¿iae/a ate yiaütady amió/ad¿edcca ¿ ejta fieSe /ta eá/rrern Ja <á'écfía& p a??ityc citano, Buenos Aires, Julio 11 de 1865.:rm r ;i orfp ":rios'í9r{ La lectura de las primeras pajinas de la obra cuya traducción ofrecemos hoy al publico, nos decidió á verterla al español, pues, tanto por su espontánea apropiación á uuestros actuales des- tinos políticos, cuanto por la claridad y lógica con que desarrolla los principios liberales, la creimos digna do ser leida. El ilustrado Dr. D. Juan Cárlos Gómez nos ha ofrecido honrarnos con un juicio sobre ella que será insertado al fin del libro, si lo recibimos á tiempo, ó publicado en algún periódico. A continuación va la carta con que nos ha fa- vorecido nuestro distinguido amigo el Señor David Lewis. i :* > í'MíjV')! 03 "Up irsiioqfcíB j:io.rí'- f.iivoi,J ul dp- Querido Belgrajío : En primer lugar permítame que le agradezca su fineza, pidiéndome mi opinión respecto de ia obrita cuya traducción Vd. acaba de hacer. Hé terminado su lectura y le confieso que tan- to por la materia, cuanto por el esmero y cuida- do cou que ha sido hecha la versión española por Vd. la obra merece,no solamente de mi, sino— 6 — de toda persona que no mira con indiferencia la legítima ambición del estudiante, los mayores elogios. . En cuanto al original creo que Vd na sabido bien escoger su primer ensayo "BoMelet de la liberté et du gouvernement" es un libritó que to- dos los buenos republicanos sabrán apreciar; que tendrá aceptación donde quierajque broten ideas liberales, sobre todo en América, the home, por decirlo así, de la democracia y del republica- nismo. Seria largo hacer una crítica detallada del libro, tampoco es esté lugar oprtuno; pero como hay pocos escritos que definan con tanta claridad lo que es Ta libertad y lo que es el gobierno, los deberes de este y los atributos de aquella, no puedo recomendar lo bastante: el mejor consejo es leerlo. Como tantas otras que de algunos años á esta parte han visto la luz pública en Francia, tiende esta obra á despertar el partido liberal y educar- lo con el fin de que obre con mas energía el dia que la Providencia disponga que se levante otra vez. Desde el año 93 hasta el presente no ha habido en Francia gobierno que haya sabido captarse popularidad, ó satisfacer las exigencias públicas; por el contrario, bon gré mal gré, todos han tenido que ceder—Legitimismas, Napoleo nistas, Orleanistas, Republicanos y en fin políti- cos de todo matiz.—La caída sucesiva de tantos gobiernos parece un fenómeno; pero, como dice Bosselet, la maldición de uno y de todos, por — 7 — otra parte tal vez buenos, ha sido la escesiva pre- ponderancia de la centralización. La Libertad como tal, nuuca ha sido bien comprendida por los franceses; desde que todos los partidos invo- can la centralización, sobre todo el partido De- mocrático, cuya admiración de lo que unos se complacen en llamar gobierno fuerte, participa de la adoración, cosa que sin duda esplica el ira- caso de todos sus ensayos de libertad. Siempre le ha sucedido al francés tomar la igualdad por la libertad; pero entretanto son estos términos muy distintos entre sí. Tomemos como ejemplo de esto á Inglaterra y á la Francia. En Inglaterra se vé qnela liber- tad puede existir y existe sin la igualdad; y no se sigue que, porque haya igualdad en Francia, participen también de la libertad sus ciudadanos; pero se entiende que en un 6istema do gobierno verdaderamente democrático y á la vez liberal ambos ocupan, ó deben ocupar su respectivo lu- gar. El cuadro que nos da el autor de la historia de la libertad si bien breve, es lindo, exacto, saltante. Nacida en los bosques de Alemania, la libertad participa de lo salvaje, es decir, lo libre, le repugnan el fausto, la pompa del go- bierno restos indignos del imperio romano: per- dida de vista á veces, pero siempre viva, la Edad Mediano pudo sofocarla, ora enseñada porLute- ro, ora ilustrada en los cuadros de la escuela fla- menca depintura,ya en la célebre obra de Daniel Defoe, nada pudo detener su marcha, salió triun-— g — fantede la Edad Media y de todo lo que la igno- rancia' quiso oponerte. Asi es hue la libertád salida do Alemania es hoy la herencia de los grandes pueblos descen- dientes de aquellas tribus salvajes, errantes, pero libres, que tanto exitaron Ja admiración de la filosofía austera de Tácito. Otro ha Bido el legado, otro el tributo del im- perio romano: es él gobierno, es la centralización, es el régimen militar, es el fausto y la pompa que les acompañan; siendo otras tantas herencias, se puede decir, de Francia, Italia y España. En breve yo veo en este libro el precursor de algunas obras de Laboulaye, tan justamente apre- eiado en América, desde que muchas ideas que parecen andar sueltas en aquel han sido mas tarde muy comentadas por-este. En cuanto á Vd. repito, como su objeto no es equívoco, sino legítimamente acreditarse, robus- teciendo dentro de su esfera, é ilustrando las ins- tituciones que aquí rigen, por una esposicion de las dificultades que las mismas encuentran en otras partes y por los esfuerzos que hacen para vencerlas sus defensores en la tribuna y en la prensa, digo, bajo tales conceptos, salvo la cues- tión de gastos, no debe Vd tener ni tenga hesita- ción en imprimirlo. Para ser escritor no basta escribir, preciso es imprimir; de ahí solamente el hábito de circuns- pección y de cuidado indispensable para todos los que quieran lucir. Entretanto conociendo sus disposiciones, esperaba que no olvidase su — 9 — verdadera vocación; pienso como Horacio: " Muí tos castra juvant et lituo tuboe Permistus sonitus bellaque matribus Detestata. Me doctarum hederoe premia frontium Dis miscént süperis." Y esto enhorabuena, porque vale mas así que no que tengamos todos los mismos gustos. Su amigo— / 1 , David Leíais. ' Ü Su casa ) Junio 6 1865. J Réstanos ahora pedir al lector que, conside- rando que el estudiante que le ofrece esta incor- recta traducción, solo cuenta diez y siete años, perdone las faltas en que, á pesar nuestro, ne- cesariamente habremos incurrido.A MIS CONCIUDADANOS DEL . DEPARTAMENTO DE EURE ET LOIR Señores: Permitidme que al frente de este libro pon- ga vuestro nombre. Es una prueba de gratitud á los diez mil cuatro cientos diez y seis electo- res que en Junio de 1857 me honraron con sus sufragios; es también la espresion de una espe- ranza, cual es la de enrolar en el partido liberal á aquellos que se mantienen aun indiferentes, pues hoy vencer es nada, convencer es todo.— 12 — Este libro es el desarrollo de la circular que tuve entonces el honor de dirijiros y que se ha- llaba concebida en estos términos: "Los poderes que promulgaron la constitución "actual la han juzgado susceptible de modifica- "cionpsy esta constitución se basa en la sobera- "nia de la nación." "El voto que vais á emitir tendrá, pues, resul- tados de gran trascendencia: si enviáis al cuerpo "legislativo los mismos diputados dais á enten- der que el estado actual de cosas os satisface; "por el contrario, si votáis por candidatos inde- pendientes, declaráis llegada la hora en que, "según la promesa hecha á la nación, la libertad "debe coronar el edificio.'''' "Me presento, Señores, á vuestros sufragios "como uno de aquellos que creen llegada esa "hora y que la gestión de los asuntos públicos "debe ser confiada á hombres independientes." 15,428 bíía-iq¡; Olí «0f *t»l > •'' **** ü ,j on ohiaaaaooo aoni.no rp ¡3raos nuestros asuntos con los suyos; preocupe- monos solo de nosotros; pensemos solo en nues- tros intereses; defendamos solo nuestra causa.— Nunca nos preguntemos: "¿Qué hará el gobier- no?" Pregúntemenos siempre: "¿Qué haremos nosotros." Todo vuestro--- .... f^" w • l L H. Bos8elet. i ''q/i -,ou[> se oinsmodo^ h Bo'tom ¿A c&a&up li áoaio'iobrmqü on aop .aomf J.'In uri sean" . - ■. >mi • , oflisídog ú¡ oí#nc;af.lí •. viru¡r.iin¡'>.. tbaalao: oa oSíjiv/mhoo aom v,¡ . tS .r.Ln/i PRELIMINARES. LIBRO PRIMERO LA REVOLUCIO FRANCESA. PROLOGO Vamos á averiguar que es la libertad y que es el gobierno en Francia ; pero nos parece importante empezar por circunscribir el de- bate, es decir, definir claramente los términos que emplearemos é indicar los puntos que estu- diaremos: porque no se marcha resueltamente sin saber á donde se vá; no se sabe á donde se vá sin saber donde se está; no se sabe donde se está sin saber de donde se viene. Hé ahí el objeto de este libro.II ■■ ■ ■ ¿QUE ES LA REVOLUCION? Estudiemos primero la revolución francesa en su conjunto. ¿No puede decirse que esta revolución se compone de varias series confusas de hechos que se manifestaron todas sí la vez en 1789 y' que desdeentonces luchan por despojarse de la oscuridad que las circundan ? ¿No puede decirse también que estos hechos forman dos grupos principales, tendiendo unos á la democracia, á la libertad otros? Estos dos términos, democracia y libertad, son los caracteres típicos de dos grupos enteramen- te distintos que armonizan como en Suiza ó en los Estados-Unidos, ó se rechazan mutuamente como en Inglaterra. La democracia es el estado de toda sociedad donde no hay aristocracia, es decir, una clase á quien el suelo y el poder político pertenecen por derecho de nacimiento. La libertad es el estado de toda sociedad don- de no hay centralización. Sigúese de ahí que, íechazando la centraliza- ción, una sociedad aristocrática puede ser muy libre, y aceptándola una sociedad democrática, no serlo. Sigúese de ahi que ía libertad no es, como creen muchos, inherente á una forma de gobier- no ó estado de sociedad: donde hay decentrali- zacion hay libertad; do manera que, si on un pais la democracia es á la vez negación del espí- ritu aristocrático y afirmación del espíritu de centralización, entre esa democracia y la li- bertad no habrá punto de contacto. Es esto precisamente lo que ha sucedido en Francia des- pués de la revolución. A este respecto vamos á entrar en las- expli- caciones siguientes. ni s EL ANTIGUO REGIMEN, j La sociedad francesa del antiguo régimen es decir de los reinados de Luis XIII, Luis XIV, XV y Luis XVI, como toda sociedad sometida al régimen absoluto, se dividía en castas. La cas- ta noble desempeñaba las funciones administra- tivas, y la plebeya las industriales y agrícolas. Estas dos castas se subdívidian en otras varias. Aunque comprendidas bajo un mismo nombre, sus funciones eran completamente distintas, dis- tinguiéndose en la primera la dignidad real, la Iglesia y la nobleza. Complacíase el rey de Francia llamándose primer gentil-hombre del reino. Luis XIV nnn- ca pasaba por el lado de una carroza de seis ca- ballos sin bajar los vidrios de su carruaje y sa- ludar. No obstante entre el rey y la nobleza me- diaba un abismo; la nobleza habia dejado de ser un elemento necesario para la vida del Estada— 20 puesto que el rey había concentrado en si todo el poder político. La Iglesia resistió con mas energía á estas su- cesivas usurpaciones. Cansada al fin de luchar, se redujo á enseñar y gobernar las conciencias. Pero¿ donde podría refojiarse la nobleza? Hu- millada en Versailles por Colbert, en los ejérci- tos por Louvois, vengábase á su vez humillando y vejando á los plebeyos. , Sigúese dé ahí que, prohibiendo el rey de Francia la intervención de la nobleza y de la Igle- sia en su administración, creó el poder absoluto y una especie de igualdad política, que algunos historiadores han tenido la candidez de admirar bajo el nombre do unidad, como si esa igualdad no fuera sinónimo de nulidad. A escepcion del rey y sus ministros, todos estaban acostumbra- dos á vivir retirados de los asuntos del Estado, sin cuidarse en lo mas mínimo de los intereses públicos. La democracia, hija de la revolución y bajo tantos conceptos heredera de la política de los reyes de Francia, ha continuado rechazando el espíritu aristocrático y ha llegado á los límites de la igualdad; pero si bien ha rechazado todas las tendencias aristocráticas, nunca ha rechazado la centralización: hé ahí porque todavía no es una democrácia libre. —<- IV LA DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD. " Al lado de la democracia se ve apuntar la li- bertad en 1789. Viene de lejos. En esa época se presenta miserable, temblando, al lado de su rival^ poderosa y audaz: mientras vacila y no to- ma medidas decisivas, la democrácia del primer salto llega al fin, apoderase del suelo y lo divide entre sus partidarios. Por eso es que ha atra- vesado todas nuestras revoluciones irretrograda en su marcha, invencible, en sus luchas. Dueña entonces de la Francia ¿ tiende acaso la mano á la libertad? ¿líechaza la centralización ad- ministrativa del antiguo íégimen? No; como él antiguo régimen, el gobierno la absorbe. Go- bernar todo, gobernar siempre, hé ahí su idea fija. Desde 17S9 cada uno de los sesenta distri- tos de Paris quería gobernar la capital; el club de los Jacobinos gobernaba los duba de Fran- cia; la comuna de París gobernaba las comunas de los departamentos. Es que en la democrácia, como en el antiguo régimen, existe el mismo es- píritu de dominación. Esta tendencia se mani- fiesta en tedo, en 1789, en 1793, en 1799. Para ver las cosas de este modo no bastan las apariencias: preciso es penetrar mas adentro. En medio de las mil metamorfosis porque pasa la democrácia inmutable se destaca la idea cen- lizadora mai'chando vade frente, ya, como el to- po, trabajando por bajo de tierra. Eu 1789, porejemplo se escuda la centralización con aparien- cias de libertad; y si solo se estudian á la lijera los acontecimientos se corre riesgo de confundir la con la libertad. Entonces una nación procla- ma á un rey restaurador de la libertad. Solo son palabras. La asamblea constituyente con- centrando en si todos los poderes prepara el ca- mino para la convenciou y el imperio. : Recien en 1815 empieza la libertad á ganar fuerzas: es fácil ver la diferencia qüe existe en- tre ella y un gobierno centralizado por este he- cho: su primer paso fué dar uua carta constitu- cional, ó en otros términos, limitar el poder. Due- ña á su vez do la Francia ¿tiende acaso la mano á la democracia? No. Le tiene miedo. La situación creada por la revolución á la Francia tiene er>to de particular: la democracia sola no pudo desenvolverla y organizada al efecto fué á resolverse en el poder absoluto, y la libertad sola tampoco pudo conseguirlo pues llegó á escluirla democracia. Pero, si la libertad hubiera admitido que una alianza entre ella y una aristocracia cualquiera es imposible en Francia ¿qué habria resultado? La libertad, que en el antiguo régimen constitu- cional era negación, hubiera sido afirmación de la democracia. Si por su parte hubiera admitido la democra- cia que toda alianza entre ella y la centralización importaría una negación de la libertad qué ha- bria resultado?—La democracia seria afirmación — 23 — de la libertad, de enya alianza resultaría una li- bertad democrática. En efecto, la libertad debe tener por objeto fomar en cada ciudadado una personalidad ca- paz de gorbernarse, á menos de ser gobernada; y la libertad democrática no es mas que la multi- plicación de estas personalidades: lo que cero si la unidad. Vivimos en un tiempo favorable para empren- der la obra de unión y conciliación. ¿Porpuo los jóvenes escritores del antiguo partido constitu- cional no publican la obras fecundas de la de- mocracia francesa, la igualdad civil, el acceso in- sensible de todos á la propiedad? En cuanto á nosotros que pertenecemos al partido democrá- tico haremos lo posible por publicar la obras de la libertad, pues creemos que el espíritu de cen- tralización, de organización ó de gobierno (poco importa el nombre) es una délas enfermedades de nuestro partido y quizá de nuestra nación. Creemos que el medio do" substituir el gobierno de partidos por la libertad de partidos es hacer- se concesiones mutuas que son siempre pruebas de estimación recíproca. Nos parece conveniente y oportuno determi- nar ahora el sentido de la palabra gobierno. En Inglaterra, en Suiza, en los Estados Unidos se emplea la misma palabra, dándosele sinembargo un sentido completamente distinto que entre no- sotros. En esas naciones libres significa la ad- ministración superior. En Francia la palabra— 24 — gobierno implica ideas de omnipotencia que des- cubren el poder real. Entre nosotros el gobierno es un amo. El go- bierno debe ver por nosotros, caminar por noso- tros, trabajar por nosotros. Sabe todo, quiere todo, puede todo, hace todo,, es todo en fin en nuestro pais. Bossuet en su Historia dé las variaciones dice "La idea fija de Lutero fué contrariar en todo á la Iglesia." La idea fija de la libertad debe ser rechazar en todo un gobierno tal. ; Empezaremos por averiguar el origen dé la antigua libertad ftancesa, parque la libertad no data de 1789: como la democracia, tiene sus rai- ces en nuestro propio suelo; y como tal es ente- ramente nacional. Llamamos la atención del lector sobre el punto deque vamos á ocupar- nos. En los libros siguientes pasaremos á con- sideraciones de otro órden. T — W — 'fobaioqííio lo y Edbnoo M.iwtsb r.ífs nos ÍBrtSr (i'ÓiÓh iTinij/if • . ■>•>:;>"' ' ¡ y i i *; f: | .\fíh hi. '. l : ■ ■ . t '.,|V.: t ' i ,'•Y';.,.- LIBRO SEGUNDO ORIGEN DE LA LIBERTAD. I ROL DE LA IGLESIA. Busquemos el origen de la libertad en Europa primero, en seguidn la Francia. Los bárbaros recibieron de la Iglesia una do- ble herencia: la abolición de la esclavitud y la ciencia del gobierno—la primera herencia de la Judea, de Roma la segunda. Bajo el primer concepto potencia cristiana, potencia católica bajo el segundo, ella sola llenó la Edad Media: derecho, política, lengua, literatura, todo lo que está en el dominio de las ideas, llevaba el sello de la tradición romana que, como fuego sagrado, alimentaba en los repliegues de su cerebro. Fué ella quien enseñó á la Europa la gerarquia— — 26 — imperial con sus duques, condes y el emperador en la cima; gerarquia que enjendró la gerarquia feudal, la centralización de la admininistracion romana que fue el modelo que copiaron las ad ministraciones y la doctrina de la omnipotencia gubernamental. .,!,,< La Europa creció á la sombra de esta tutela (que en un principio fue la salvación de la civi- lización) y revivió al soplo de estas tradiciones. Cesar fué sinónimo de grande hombre; Roma, la ciudad eterna; el derecho romanó, la ciencia .por excelencia; la lengua romana, la madre de las lenguas; y como la Iglesia se había instituido en heredera de los emperadores, la Europa la reconoció por tal tributándole el mismo res- peto. La Iglesia que encontrara dios hombres de las clases superiores del imperio romano enerva- dos por los goces materiales y degradados á los de las clases inferiores por la esclavitud ó la mi- seria trató de reanimarlos haciéndoles vislumbrar un nuevo porvenir; enseñóles á despreciar la'tier- ra para solo pensar en el cielo; y calculó bien, pues cuando habla esta enmudecen aquellas. La piedra de toque de la Edad Media es la pasión. La catedral con sus sombrías ojivas, sus arcos lanzados como flechas en los aires, sus torres que parecen querer saltar el cielo, sus opacos vi- drios que solo dejan penetrar los respladores de la luz y sus ecos misteriosos que hacen oir la voz. monótona como los dias en la eternidad, simbo- liza la pasión humana; la lengua en que habla el sacerdote no son mas que sonidos para los creyentes; las Ceremonias cautivan la vista y la imajinacion; ti órgano y las campanas ador- mecen ai creyente melodiosamente lié ahí por que esta exaltación de las pasiones armoniza- ba perfectamente con el sistema gubernamen- tal de la edad media: los pueblos que se de- jan dominar por la pasión no raciocinan y na- turalmente se someten, ltoina habia conquis- tado, pues, por segunda vez á la Europa cuando la invención, insignificante d primera vista, délos caracteres de madera destinados á reproducir los antiguos manuscritos cambió la faz del mundo. No seria del todo exacto decir que esta in- vención fué la causa única de este cambio pues desde mucho tiempo atrás movimientos nuevos so operaban en Europa; ya voces» ilustres se habian hecho oir, aun en la misma Italia, anunciando el espíritu nuevo. Sinem- bargo la Iglesia piadosamente las ahogó eu las llamas: los Arnauld de Brescia, los Gior- dano Bruno, los Savonarola, solo hablaban al mundo por las cenizas de sus hogueras. Fué en el Norte, en Alemania, entre las razas germánicas menos empapadas en el dogma romano que las razas del mediodía, y por con- siguiente menos adictas á la Iglesia, que el espíritu de libertad habló á la Europa, no ya desde lo alto de una hoguera, sino desde el fondo de una imprenta.— 28 — II EL DOCTOR MARTIN LUTERO. Desde el principio toma la lucha el carácter indeleble que ha conservado hasta nuestros dias. El papa está en Boma en el centro del gobier- no; el doctor Martin Lutero en una imprenta. El papa lo escoTiulga; el doctor responde inundan- do la AleniKiiia de folletos impresos contra la autoridad del papa; y el timbre mas glorioso que recomienda el nombre de. Lutero á la vene- ración déla posteridad es haber sido el que pri- mero comprendió todo el alcance de.la prensa. Este hombre, cuyo pensamiento debe estu diarse pues fué el hombre que tuvo mas poder con la palabra, dió un alma á los caracteres de madera inventados por Gutemberg; reveló^ á la Europa otro mundo tan vasto como la América, descubierta entonces por Colon, pues era ese el tiempo de las grandes cosas; y desde esa época aparece el espíritu de libertad. Si la cuna de Jesucristo fué un establo, la cuna de la libertad, no lo olvidemos, fué una imprenta. Lutero mismo se maravilló del éxito, y alen- tado dijo, que la Iglesia había usurpado la so- beranía de las conciencias; que ni los testimo- nios de los Padres, ni Escrituras, ni tradiciones, ni concilios, ni papas, que nada podia darle esa autoridad, que las conciencias solo pueden absol- verse á si mismas; que toda gerarquia eclescsiús- tica es una ofensa á la dignidad del hombre; to- dos los sacramentos una obra impía é ineficaz, sin inspiración verdadera, todo esto en un sin número de sermones y folletos escritos con ese fuego, con esa impetuosidad, con esa ciencia que admiramos en la lengua alemana. De un so-, lo golpe derribó todo él edificio de la Edad Me- dia. La prensa y el libre examen reemplazaron á la tradición y la autoridad; y como el viento de la tormenta soplara récio sobre la Alemania, dió al espíritu de libertad su palabra de orden y dijo: TODO HOMBRE ES SACERDOTE. Siendo todo hombre sacerdote, no represen- ta ya César al grande hombre; sil nombre solo recuérda la violencia. Roma no es ya la ciudad eterna; Roma es la ciudad do los muertos, sus doctrinas ya no tienen sentido. Siendo todo hombre libre ya no tienen razón de existir la onnipotencia gubernamental; la centralización es un fantasma, el papa y el emperador no son mas que palabras; y si todo heunbre siendo libre es sacerdote, la libertad es una religión que tiene sus preceptos, sus deberes no menos sagrados que sus derechos; y asi es como la Inglaterra y los Estados-Unidos comprenden la palabra li- bertad. En Francia solo se conoce á Lutero por pan- fletos como la Historia de las Variaciones de Bossuet. (1) Sentimos que el plan general de este (4) Esta obra encomiada por el espirita de partido, re- posa en este argumento: " La verdadera simplicidad de la doctrina cristiana, dice Bossuet, consiste en decidirse siem- pre, en materia de fé por este hecho cierto: Ayer se creia así; luegohoy se debe creer lo mismo.'1l\bro do nos permita bosquejar ti grandes ras- gos la fisonomía moral de este ilustre varón; retratarlo en su cosa de Wittemberg,en el interi- or del hogar con sn amada Catalina, su pequeño Hans y su hija Magdalena en las rodillas, ó en la taberna del Aguila Negra, el vaso en la mano discutiendo con Melanchton, Joñas, Amsdorf y sus discípulos queridos, ó en la dieta de Worms solo en presencia de Carlos V. ó en templo de "Wíttemberg con su traje negro de doctor pre- dicando en alemán á sus caros compatriotas contra la misa ó el celibato. Én efecto, alboraba ya el espíritu de libertad pues la Europa habia pasado de la infancia íí la virilidad y ante la potente voz de la razón cedia la pasión. La capacidad antes patrimonio exclu- sivo del clero pertenecía á los legos, y la Iglesia entraba en tutela después de haber mantenido por tanto tiempo bajo su dirección á la Europa. La tradición romana fuente de su poder y de sus doctrinas, palidecía ante I03 esplendorosos rayos del espíritu nuevo. La Iglesia siguió pro- fesando los mismos principios; y entonces, espec- táculo digno de admiración! las naciones que continúan siéndole fieles é imbuidas en sus dog- mas, en otros tiempos gloriosas y dueñas de la Europa, se apagan entre cadenas. Las que la rechazan y abrazan las nuevas doctrinas—salen del silencio, se animan y dominan el mundo que habitamos. La católica España, que poseyó la América y tuvo un Carlos V, se apaga en brazos de los jesuítas é inquisidores; la Holanda, antes nna de sus provincias, se despierta al soplo vivifi- cante del espíritu moderno, sus navios cubren los mares, estiende su comercio hasta las Indias y le- ga á la Inglaterra un Guillermo III. La Italia de- saparece, sus campiñan sin cultivo, Roma, desier- ta y la Inglaterra, de dos siglos á esta parte en- grandece de dia en día. I II ANTEPASADOS DE LA LIBERTAD FRANCESA Si queremos encontrar los antepasados de la antigua libertad francesa debemos remontarnos hasta el año 1530. Vienen á nuestro país desde Alemania con el doble sello moral y personal que los distingue en todo pueblo y todo tiempo. Estos hombre en Alemania eran conocidos bajo el nombro de Eid..>;.•. j:! í»Í> objj ohiul ' • f ;.;{i:íi -:>1 üUp OUJ ■ yw ■ ■ i ■ 9 ¿tt\ »: oh'lh'si i- 1 ».": rr I ■ 'jr.o'itéhoú léh ín] ■■■ i ■ bal loar! III LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE! EN 1789. Nuevo ensayo de régimen parlamentario en 1789. La bourgeoisie está al frente de la revo- lución. El objeto de este capitulo es hacer ver que la Asamblea constituyente excluyó de su centro el elemento aristocrático y no el centíiliZador; hé ahí porque creemos es un error suponer que ú ella debemos las tradiciones de libertad parla- mentaria. En efecto, en sesión de 1 * de Setiembre rechazó el sistema de dos cámaras: esplicase este rechazo por el odio que profesara á la aristo- cracia, pues es claro que la, no. aceptación de una alta;cámara importaba un golpe á la nobleza. Si bien en este concepto era excelente la medi- da adoptada, era sinembargo contraria á la liber- tad parlamentaria, puesto que nos demuestra lahistoriv .cpppio un hecho permanente que toda Cámara cuyo poder no es equilibrado y limitado por otransurpa, fácilmente una .autoridad abso- luta, lo que efectivamente sucedió. Se cómprenjderá ahora que gobernando y ad- ministrando conjuntamente la Asamblea consti tuyente arrebató la corona á Luis XVI, para ce iiirla sobre su fr.eutej. . .„ . Es pues evidente que cuando una nación se mueve por sí, su parlamento gobierna,; es. decir, dicta las leyes y sanciona el presupuesto y en casode conflicto decide él; pero solo el gobierno debe administrar, es decir, nacer prácticos los decre- tos del parlamento, dividiendo el presupuesto entre Iba ministros y hacer ejecutar las leyes. lié ahí el rol del gobierno en los países li- bres. El parlamento verifica la legitimidad de esta gestión; por tanto el día que administrara.se- ria juez en su propia causa: es esc el poder ab- soluto. • Esto es precisamente lo que ha hecho la Asam- blea Constituyente. No negamos que haya ¿ido necesaria, esta autoridad; queremos, darle su ver- dadero nombre para no confundir el poder del parlamento con la libertad del parlamento. iv 1815 y 1830. Sigúese de lo que precede que es incompati- ble la libertad parlamentaria y la centralización. En efecto, cuando en 1815, fué derrocada la centralización imperial aparece por primera vez en nuestra historia esa libertad. Entre la rev olucion de 1789, y lá de 1815, hay esta diferenciarla primera rechazó la aristo- cracia vigorosamente y la segunda la> centrali- zación pero con mucha menos energía, estando consiguientemente mas arraigada en nuestro país la igualdad civil que la libertad parlamen- taria. En efecto, si se estudian los hechos de cerca y sin paceialídad se vení que si • bien: limitado el poder del gobierno en 1815, y 1830; no fué é'in- embargó obligado á circunscribirse al rol de administración superior, y tí haberlo sido, Garlos X no hubiera desafiado á la mnyoria del Terminaremos este libro con las reflexiones siguientes sobre la ley. La ley en los pauses parlamentarios es el lí- mite de la libertad, pues nada puede ser ilimita- do aqui donde todo es finito; en los paises do go- bierno, como la Francia, este limite no es la ley; es la autoridad ¡ Cuantas y cuan tristes reflexio- nes sujiere este hecho! En efecto, una nación nunca tiene mas gobier- no que el que ella merece tener: si respeta sus leye¡?, el gobierno administra y el parlamento gobierna; pero si no las respeta, autoriza á que presida la fuerza sus destinos. Dedúcese de ahí, que en los paises én que el gobierno es todo una cámara de diputados es considerada como un teatro donde se representa una pieza: en los paises libres es el recinto de la ley.f'j En un parlamento libre quien domínala escona es la ley, no el orador: nada es mAa -feépHado que la manifestación de la opinión ; individual, {mes la mejor garantía de la mejor confección de as leyea os el exámen de los diversos procederes. Aluohas veces hemos oído en la cámara délos Comunes, largos y fastidiosos discursos, pero sin embargo nadie ha osado interrumpirlos. Siguen la ley desde su orijen, por decirlo así, qué es el informe, no hecho, como entre noso- tros, en los gabinetes ministeriales sino en la cámara, ante una comisión. Es puesta á discu- sión en las cámaras, y después de tre3lecturas sucesivas, si es aceptada y merece la aprobación de la otra cámara no la dejan al capricho de un ministro, verdadero niño perdido de nuestras ciudades y campaña, verdadero mártir de un prefecto, alcalde ó guarda bosque. Aquí es que brilla con todo su esplendor el espíritu práctico de los ingleses y americanos. Siguen la ley en todas las transacciones y apli- caciones de la vida, la defienden, no la pierden de vista: no administran, porque saben que la misión del parlamento no es administrar, pero vijilan la administración porque saben que es ese su deber; la cámara de los Comunes empieza sus sesiones inspeccionando la gestión de los asuntos públicos y para aclarar algún punto interpela á los ministros. , Cuando es la ley quien domina la escena par- lamentaria todo es simple y sencillo. La sala forma un cuadrilátero; cada uno habla desde su — 73 — asiento, sin reticencias, sin vaciedades; el partido de la oposición está sentado frente á frente del ministerial. Nada es ficticio, nada fingido, nada teatral. ■■: Tales son las causas que han impedido la con- solidación del régimen parlamentario entre nos- otros*' ' Otras causas secundarías han imposibilitado el establecimiento de la libertad parlamentaria. Elejimos la oposición para estudiarla en el si guíente libro. *i no ..•'iíruuolo ura ooa «oír uo *bi tr&o* *»•» '{ .o)a9atsíT^q h¡> ouíw ' la no bsíboo y, jooioan ao ormidog lo parioi > -->in> oíuatioq39í> »¿i # f/noi na tcquiga 'iobo'í oí'Mfil j¡iI oí fiioiici 1 ob nofawift A?»b tíflViv BBsnoul Pfil ¿>-.bot OVil- noo ob juno ia > í.m .;ou; tOt|tt »Ítetf8 1«J ; ob&yoli s,A ndidfaoqo ¡mduJteq ni »aoioasiíinJ , | -: . w i •[ >»t).-'>,;:i no -i.'.-.»•Siir^f--.í ►!JTfí.— fo 8$knf>9ÍCMtV ■ ib ©ííl'fil 1' O):! ►*íl ODJ iifítrry/iijíiJBif LIBRO SEXTO LA OPOSICION. I ¿QUE ES LA OPOSICION? Averigüemos primero que es la oposición y en seguida cuales son sus elementos en la nación, y cuales en el seno del parlamento. El despotismo que ejerce el gobierno en Francia le ha hecho poder agrupar en torno suyo todas las fuerzas vivas de la nación, de tal suerte que, merced á este sistema de cen- tralización, la palabra oposición ha llegado á significar en nuestro pais, revolución, es decir derrocacion del gobierno. — 15. — — (JT --- En los países libres, es el parlamento quien ejerce esta atracción concentrando en torno suyo todas las fuerzas de la nacicn, de manera que la palabra oposición solo quiere decir que una mi- noria tiende á vencer á' una mayoría. Hay igualdad de derechos entre esa minoría y la mayoría: luego, desde el momento que esta tuviera el poder de quitarlos á aquella desapare- ce esa igualdal; y las instituciones liberales pre- viendo la posibilidad del abuso, el; din que qui- siera salir el parlamento de las vías legales-^-no tiene mas apoyo que una administración, mientras que entre nosotros, aun bajo la restauración y el gobierno de Julio, se apoyaba en una fuerte cen- tralización. Sigúese de ahi que en los mas belk s días de nuestras libertades la mayoría ha tenido subyu- gada ála minoría; por manera que cuando esta ha apelado legalmente á la nación para sacudir el yugo ha sucedido que esta, acostumbrada á considerar al gobierno como causa única del bien y del mal, le derrocó. Solo hay un remedio contra esle mal: la edu- cacion política. II -II U til» •: ' l'« V : t ■ »l • : Tí : . 'ti i.l OJ.I.U OÍHJM ELEMENTOS DE UNA OPOSICION. En los países centralizados Ta oposición ha si- do pues considerada,' con razón ó sin ella,-como una revolución futura* en los países libres repre- senta a. aquellos servidores de que habla Swíft, que armados de una vejiga daban con ella en laboca o en las pregas de los interlocutores, para.te- íierlos en guár^ia^ fI, . >, ¡r 2 -vioyí a l Hé ahí1 porque íá revolución representa en los primeros paiáes elementos revolucionarios, ele- mentos de reforma érí tos segundos. Si algún dia consiguiésemos (¡Dios lo quiera!) descentralizar completamente nuestras instituciones, es decir, dar a cada uuo la libre iniciativa de su voluntad» , veríamos intervertirse el rol del gobierno y eí del parlamento formándose naturalmente una oposición en torno de este último que se^ia el es- tímulo de la mayoría. En efecto, existe entre nosotros un gran nú- mero de ciudadanos pobres, pero instruidos, mé- dicos, abogados, profesores, artistas, ingenieros, literatos, con intereses y opiniones distintos de los de los comerciantes, industriales, cultivadores, rentistas, propietarios: en esta verdadera demo- cracia de capacidades su puesto no es inferior si- no igual al de las clases conservadoras: hé allí la verdadera oposición, que forma la base de la co- lumna de las clases populares bajo un gobierno parlamentario. Los censos electorales han excluido esta opo- sición bajóla Restauración y el gobierno de Ju- lio de los asuntos públicos. Rechazada en la mu- chedumbre, enseñóle á despreciar las institucio- nes parlamentarias; si por el contrario hubiera formado parte del cuerpo electoral habriale en- señado á respetarlas, y entonces no seria, como lo es, un aborto el sufrajio universal. Se vé |)ues que ha sido absurdo imitar á la In- — 77 — f;laterra en este punto. Se comprende^ que en nglaterra, pais de aristocracia y de cómércib, todos los derechos políticos estén sujetos á censos pues no eliminan los elementos conservadores y progresistas, necesarios ambos á la marcha de un gobierno libre, mientras que en Francia ¿ais de democracia de letras y bellas artes, á la yez que de comercio é industria, eliminan los elemen tosprogresistas.. .'.::'jty^ LA OPOSICION PARLAMENTARIA. ¿ Que ha resultado de ahí ? que no habien- do ocupado nunca la oposición su puesto le- gal en la nación, la oposición parlamentaria jámas ha representado la oposición nacional. t? . y ¿ que puede ser una oposición parlamen- taria que no representa la oposición nacional ? Nada. Si ella es nada ¿ que puede ser el par- lamento ? muy humilde servidor del gobierno, resultando de ahí que toda vez que la política del gobierno no esté en armonía con la opinión, la revolución se hace necesaria. Dedúcese de ahí que la oposición parlamenta- ria, bajo la Restauración y el gobierno de Julio no ha ejercido la menor influencia sobre las clases populares qne son el núcleo de la nación en un estado democrático. La educación de los paisanos ha sido aban- donada á manos de pobres curas ó alcaldes que no donoeén ni las primeras nociones del réjimentoárlatnen tarjo : y. lá, tle los obreros a las socie- dades secretas. Sinembargo solo una oposición legal podría destruir la aecioa de la rutina y sociedades secretas, ..ilustrando ¡í la nación, cóipbfttrendo, Hablando, trabajando á la luz del d/a; y aun cuando tuviera en vista alguu objeto oculto bajo las cuestiones que ventila, este, ob- jetó no es punible: es vencer a la mayoría y ol Ministerio que se oponen á la manifestación de lo que ella cree verdad. Algunos dirán talvez que ha faltado tiempo y habilidad"para llevar :í cabo esta obra. En trein- ta y, tres años, no puede tenerse un réjimen parlamentario perfecto. Él. edificio acabara al- gún, día; en el pórtico se elevan ya estatuas á los grandes hombres y periodistas celebres: Lafayet- te, ,^arnave, Siéycs, Benjamín Constaut, Royer- Coílard, Mine, de Stael, Casimiro Perier y arriba de ellos, dominando elfrente elJúpiter Olímpico de nuestros parlamentos: Mirabeau.No podríamos concluir mejor estos dos libros que dedicando el capítulo, siguiente á este ilustre ciudadano, pues creemos que la nación que tiene antepasa- dos tales, debe esperar todo del porvenir, oiílí í. db (Mi-foido,: 19 •{__.•(-'' til < >>• \,-■ iagbíuí,:! ob ' •. Jioa otsp' w'¡ I qoq «» l . MIRABBAU. f. í" •' rr t-r ?r»í [ í'OIOí'J'jbü Cil r%l Sábado 2 de Abril do 1791, á las oeho y mediarle la mañana, espiraba Mirabeau,. contan- do solo cuarenta y dos años de edad. Rodea- Ijan sti lecho Cabanis, su médico, y sus nmigb* íntimos, el Conde de la Mnrck,, Frochot, Talley- rand. Al rededor de la casa una muchedumbre inmensa obstruía las calles adyacentes, silenciosa, muda, como si contara los últimos momento? de la vida de este hombre. Sus facciones contraida?, el rostro inmutado por el dolor, las lágrimas en los ojos, aprethbá convulsivamente la mauo de Cabanis, y le decia en m poético lenguaje si era posible dejar mo* rir á un amigo con tantos sufrimientos ; y como calmaran los dolores: " Sosten esta eabeza, " decía á su sirviente, " que es la mas fuerte de la Francia." Cuando volvía en sí preguntaba por la Asamblea, la Coi to, los proyectos de Pitt, de Barnave, de Lameth. Lleno do tristez» decía: " Ha caído la monarquía ; los faccioso» se reparti- rán los despojos." Su última palabra escrita fué dormir, última palabra del libro de la t*ida y espiró. liara Vez, ha muerto un hombre con tanta oportunidad, en todo el esplendor de la gloria ; también pocas veces han aparecido hombrea tan estraordinarios como él : dotado de una su- perabundancia de vida de talento, de facultades las ostentaba en olas de elocuencia; su dominio era tal que nos atreveríamos á decir que todo se reasumía en él; su alma era superior á los su- cesos de la vida»; acompañaba á esto un deseo inmoderado che los goces que dá la fortuna, mu- jeres, números 1 servidumbre, palacio suntuosa- raente alfoagado - pero- su amor á la celebridad»— 80 — á la popularidad, á que se ocuparán de él le ha- cia ocultar estas pasiones en los repliegues de su orgullo inmenso. Su persona, como todos saben, era fea: una espesa cabellera, mejillas caidas. ( señaladas por la viruela), cuello de toro constitución artética; pero á esta fealdad embellecía una frente llena de intelijencia, párpado elevado, mirada de fue- go, ademan altanero, un no sé qué que cautiva y llama la atención, infunde respeto á la multi- tud y parece decir: el es l El hombre en su vida privada era una mezcla de contrastes: orgulloso por demás, y pedia cincuenta luises al Conde de la Marck, á quien apenas conocía cuando se abrieron los estados generales; mas aun, algunos meses después le aceptaba cien luises mensuales ; ponía en la mis- ma línea los asuntos públicos y los placeres cu- ya satisfacción su ardiente naturaleza hiciera ne- cesaria ; tribuno popular, y engreído con su nacimiento repetía que CoJigny era su primo; su pobreza, su fámulo único y su reducida alcoba le avergonzaban; saltaba de gozo delante del Conde de la Marck, cuando supo que Luis XVI pagaba sus 208,000 francos de deudas, y le asigna- ba una pensión de 6,000 francos mensuales. Mirabeau, unia á su brillante elocuencia un excelente buen sentido práctico auxiliado por uu conocimiento profundo de, lqs hombres y las co- sas. Barnave, define perfectamente su talento oratorio ; " Mirabeau;", dice en , una,upártele sus interesantes mejnorjae^! fuéoel Stóijfcsp«we i — 81 - de la elocuencia" En efecto su estilo tenia al^ dé brusco, salvaje, sumamente espresivo. Repo tía, suspendía sus frases dándoles giros inespe rados, salidas imprevistas , Mme-Staél, que le oyó hablar, dice en sus con sideraciones sobre la revolución "Nada ina; , impresivo que su voz. " La emisión de las pala bras sumamente acentuada, muy llena, muy in- tensa, enfática á no haber estado en él el genio; su principio era lento, majestuoso, pero muy rá- pido, muy animado, sobre todo muy desigual, "lleno de contrastes desdo el momento en que le dominaba la pasión ; su gesto atrevido, fre- cuente : orquestando la palabra. Trazaba el plan de sus discursos, como los oradores antiguos fiando á la improvisación dar- les colorido. Sus réplicas eran breves siempre adaptadas al carácter vivo de un auditorio fran- cés. Este mismo hombre, que se espresaba con tan gran elocuencia escribía con suma dificul- tad ; nada digno de mención ha dejado, des- pués de citados sus inmortales discursos. Mirabeau, representó lo que faltó á la revolu- ción, la libertad ! he ahí su gloria»SEGUNDA PARTE LIBRO SEPTIMO INEXPERIENCIA DE LA LIBERTAD EN 1789. PROLOGO. Cuando un viajero ha atravesado una llanura, llegado á la cima de la montaña se detiene para abrazai de una mirada los accidentes del paisa- je. Detengámonos un momento aqui y dirijamos nuestra vista hacia el camino recorrido ya.. . Acabamos de demostrar que siendo la libertad la espresion de la personalidad, el hombre, la familia y la nación deberán gobernarse á si mis- mos; hemos visto que en nuestro democrático, pais el gobierno, por el contrario, gobierna a\— 84 — hombre, á la familia y á la nación, lo qué prue- ba que no hemos sabido ser persona. En efecto, el gobierno solo gobierna á aquellos que no sa- ben gobernarse. Esta proposición vamos á estudiarla en esta, parte. -f: 't:-:ki¥-™:-% *MS0M PS'SS|I#' CAUSAS DE ESTA INEXPERIENCIA. . La causa que nos ha hecho tan poco prácticos para el ejercicio de la libertad es que en todo caso queremos ser gobernados. En Francia casi todos los partidos políticos, sobre todo el democrático, invocan la centrali- zación. Como la Revolución, ha adorado al go- bierno; esta frase consagrada, organización de la democracia icvcla que el gobierno está en todos sus pensamientos y actos, esterilizando por tanto, sin saberlo quizá, todos los ensayos de libertad. En efecto, si queréis organizar la de- mocracia necesitáis emplear el me'todo guberna- mental, luego organizáis una democracia, sin li- bertad. Si queréis una democracia libre, dejad al democráta dueño de sí; dejadlo gobernarse, no lo gobernéis. La revolución francesa repi'esenta el triuní de la democracia al mismo tiempo que el de la centralización. Mientras que respecto á aquella las tendencias del 89 son claras, precisas defini- das, son vagas, oscuras, indefinidas, al tratarse de la libertad; entonces es una mezcla de impre — 85 — siones y no de opiniones, de aspiraciones y no de hechos, de ideal y no de ideas. Arturo Young, como Bu vice, buscó" en la revo- lución lo que no habia; por eso escribía en 1789 con mucha razón : "En las nías interesantes dis- " cusiónos noto una ignorancia general acerca " de los principios de gobierno; por una parte invocan los quiméricos derechos de la natura - " lezay por otra muestran una irresolución eoin- , " pleta para tomar las medidas necesarias para " asegurar al pueblo un porvenir menos som- '•• brío. Los nobles con que converso mani- ' • fiestan una terquedad desagradable por con- " servar sus antiguos derechos; se niegan áoir to- do aquello que pued i importar una concesión al espíritu de libertad; la única que están dispues- " tos á hacer es pagar igualmente el impuesto." E«' otra parte agrega: Son tan pocas las perso- " ñas que tengan ideas exactas respecto á la liber- " tad que no sé que clase de libertad podra resul- " tar de la convocación de I03 estados generales." Ll resultado inmediato de la convocación de los estados generales debia ser la democracia ; no la libertad. Si se trata de derrocar las ins- tituciones aristocráticas, recorred todo, el Pa- lais Roya], los distritos, los folletos de aque- lla época, las bancas de la Asamblea, las ideas son determinadas, los golpes seguros; si se trata del ejercicio de la personalidad ó la libertad, la idea es vaga tiembla la mano; el último de e&tos dos puntos ha sido muy poco estudiado. Procuremos ilustrada.III EL PALAIS-R0Y1L. Estamos en Abril de 1789. La órden del Rey convocando á los electores de París para el 21, hizo cambiar el aspecto do esta gran ciudad; despertaba de un latargo de dos siglos y sufríala inquietud que csperimentan los pueblos recien nacidos á la vida pública. Se paraban en las calles, formaban grupos, discu- tían, pedían noticias, anclaban saber todo y ave- riguar todo. ; Él centro de esta agitación era entonces el jardín y los cafées del Palais-Royal, y en parti- cular el café Foy, que aun existe en la galería Montpensier. Por la tarde se reunían alK un gran número de personas, abogados, notarios, hombres de letras, artistas, negociantes Unos se paseaban por las galerías ó las alamedas; otros entraban á los cafées ya muy frecuentados en aquella época. En cuanto se sabia alguna noti- cia importante rodeaban á algún orador para oirle. El carácter general de las discusiones era muy animado: este discutia en alta voz las ba- ses de la constitución futura que iban á ocupar la atención de los estados generales; aquel se declaraba contra los ministros, la nobleza y el clero; un tercero presentaba planes de adminis- tración pública. La cuestión á la órden del día en eso3 grupos era la deliberacaín- por cabeza y doblar el estado — 87 — llano, es decir igualar el número de los diputa- dos del pueblo al de los diputados reunidos del clero y la nobleza. Se ocupaban de los candida- tos para las elecciones del 21 y de un folleto anónimo aparecido eMO de Enero del cual se ha- bían vendido treinta mil ejemplares en muy poco tiempo, su título era " ¿ Que es el estado llano?" Lo atribuían aun abate Sieyés no conocido en- tonces. Se hallaba en venta en las librerías del Palais-Royal; era muy buscado, muy leido, y muy comentado-y- tanto por la profundidad de sus miras democráticas, cuanto por la viveza de la frase, era digno de esta atención. Si todas estas individualidades hubieran sabi- do gobernarse seguramente no habrían malgas- tado su tiempo como aquellos Atenienses. " Y ? É Ha muerto Filipo?" ¿Qué novedades hay? ¿ Conocéis la constitución inglesa? ¿Habéis leí- do el folleto de Mr. Siéyes? ¿Cuando se abren los estados generales el 5 ó el 6 ? No; habrían impreso una dirección á los sucesos en vez de esperarlos tranquilamente; no habrían abandonado á su propio inpulso una agitación (pie dejada á sí misma no traería mas que ele- mentos negativos. Efectivamente sucedió este; vamos á citar solo dos hechos que podran dar una idea do la impotencia de la personalidad, lié aquí una escena en el Palais-Royal. Discutíase en Versailles el veto. Profunda emoción se nota en París. Penetran precipitada- mente en el Palai:-Royal; lleuimse los cafées; en grosan los grupos; los ánimos se entusiasman y— 88 — gritan: / bajo el veto! ? Se irá á Versailles? ¿ S« tomarán hu armas ? ¿ Qué se hará ? Entonces un ciudadano ¿levando su voz pronunció estas pa- labras: <;Toios los arbitrios propuestos, Señores, " me parécaa irrazonables ó violentos. Quieren " ir á Versailles—¿con que objeto ? Para ame- " drentar ó perturbar las deliberaciones déla " Asamblea nacional? ¿Pero no comprendáis " que si las opiniones uo fueran libros lo de- " cretado no seria ley ? No és en el Palais Ro- " val donde legalmente podréis emitir vuestra' " opinión respecto al veto y averiguar si vuestros " diputados han sido fieles á sus mandatos: es en " los distritos." /..._. . En efecto si el sélf govcniment les hubiera si- do familiar no habrían acudido al Palais-Rpyal sino á los distritos, única salida legal de esta agitación, pues asi como la discusión ilustra lo* liechos, la muchedumbre y las reuniones im- posibilitan toda discusión. IV LOS DISTRITOS DE PARI3 lió aquí otra prueba que nos dan los distri- tos de Paris. La-real orden de 28 de Marzo de 1789, como lodos saben, dividia á Paris en sesenta sec- ciones para proceder el 21 de Abril á la elección de trescientos electores y estos á su vez á la de veinte diputados por el estado llano para los es- tados generales. — Esta clasificación por disfritos era, por mía feliz casualidad, la clasificación de lo mas selecto de la nación, eceptuada la nobleza y el clero, tanto en capacidad como en fortuna. ; ; Las condiciones requeridas para formar parte de los distritos lo hucian así; era necesario pre- sentar un título de oficio, grados en alguna fa- cultad ó abonar un finiquito de capitación pol- lo menos de seis libras. El mérito tenia, pues, un lugar al lado de la fortuna; en eí arrabal de San Antonio, el pobre abogado codeaba al rico negociante, el artesano que pagara sus seis li- bras de capitación codeaba al rico fabricante. Se sigue deahi que iada uno de los sesenta distri- tos contó de cuatrocientos á cuatrocientos y •cincuenta miembros, ó sea cerca de veinte y cinco mil electores en Paris. ¿ Qúien no se detendrá un momento ante el sublime espectáculo de sesenta legiones cívicas cuyos destinos se preparaban á ser tan gloriosos ? Pero esta unión solo era aparente. La verdade- ra unión es la de los espíritus lentamente elabo- rada por el ejercicio de la libertad. Esta educa- ción práctica nula en u:: pais en que la persona- lidad nunca ha sido emancipada, era tan desco- nocida para los miembros de los distritos que no tardó c i entronizarse la anarquía mas com- pleta entre ellos. Se lee en el número 5 del diario Las Revolu- ciónesele Paris fecha Jueves 13 de Agosto: '"La " desinteligeucia que reina en los distritos, la " contradicción de sus principos, de sus decretos(I ^.?r | ::^;¿. — 90 — ■ y medirlas, su desunión con el cuerpo munici- pal ofrece el cuadro de la mas espantosa anar- -* quia. Imagínese un hombre que cada uno de '' sus pies, de sus miembros, cada mano tuviera ; "'una iutelisrencia y una voluntad, de manera que " cuando una pierna quisiera caminar la otra qui- " siera descansar, la garganta se cerrara cuando " el cstúmaL'O pidiera alimento; cuando la boca can tara lo.a ojos se cerraran de sueño—y so ha- " brá formaüo una idea del estado de la capí-, " tai,'":;: ¿Que inferir de ahí"? Que la libertad exijo una educación previa,; no podamos practicarla sin haberla estudiado, y: la nación se disponía n desempeñar un rol que no sabia puesto que no lo había ii^^KiM^'^^?' V La pua.n'Ci\ y los estados-unidos en 1780. En la misma época, al otro lado del Océano, terminaba la guerra de la independencia ame- ricana, y la libertad democrática, cual otra Mi- nerva, salía armada de pies ¡t cabeza. Es (pie en los Estados -Unidos, desde largos años atrás, la reforma liabia preparado los es- píritus para la práctica del velf ¡¡overncment; ha- bía enseñad»» á la nación que debía caminar con mis piernas, ver con sus ojos y arrojar lejos de si las muletas de los pueblos esclavizados—el gobierno. Estas simples nociones han elevado este pueblo á un grado notable de libertad. El 30 de Abril de 1789, Washington, nuevo tipo del grande hombre en los países libres, inauguraba la piimera presidencia de los Esta- dos Unidos. , ; Cuarenta y tres años mas tarde. 1824, ibi La- fayette á dar el último adiós a este noble país, cuyas libertades nacientes defendiera él en s1-; juventud. Jefferson, Madison, Adaras, ilus- tres senadores del primor congreso, vivían aun; y Lafrayette, al ver ese pais tan feliz tan pros- pero, tan libre, les decia; " lié ahí lo que bus- camos para Francia en 1789." , , , ; ¿Porque pues no ha tenido nuestra patria los '-misinos, dcstiíict-?.. ., 'm'£:t t-;,- -Z'Z .,.y¿ .-'u-.... - - '.'„.Z ^pi^qim la libertad, repitámoslo siempre es asun- to rio educación personal y no de revoluciones; la Francia; no teniendo esta educación, no sa • bia gobernarse y fué irobernadaLIBRO OCTAVO EL GOBIERNO IMPERIAL I T,AS INSTITUCIONES IMPERIALES. \ Comparemos estos cuadros de nuestra inexpe- riencia para el ejercicio del self-government, con las grandezas dol gobierno imperial. hs aquí que debemos admirar, como dice Montesquieu, la pequenez de nuestra personali- dad ante esa persoualidad excesivamente absor- bente—Napoleón—que dominaba todo, y consi- deraba á los demás solo como instrumentos de su gloria; es aquí que debemos admirar nuestra impotencia comparándola con la omnipotencia do de ese hombre pálido, de mirada fija y ademan— 94 — impasible, dp cabeza cuadrada fuertemente li- gada á sus espaldas, cabeza de romano olvidada por la muerte. ' ú Napoleón, hé ahí el tipo del hombre de go- bierno, es decir, del organizador. Organizó la nue- va sociedad de la revolución, coordinó las piezas diversas, ajustó los resortes de nuestras máqui- nas ministeriales, envolvió la Francia en un vasto tejido de centralización administrativa, de manera que en toda la escala social la iniciativa del gobierno destruyó la iniciativa personal. Resultó de ahí, pues, que el Fstado tuvo sn clero, su educación, sus periódicos y el Estado, reglamentó todo, coordinó todo, organizó todpV auu los cambios, aun el derecho del ir y venir, ao* el inenajenable derecho de su persona! AV*; La sociedad asimilada á un ejército, la vida civil á la militar, el ciudadano al soldado; en todas partes el número y el soldado, hombre nú- mero, y en nenguna parte el alma humana; cua- lesquiera acto de la voluntad es reputado como una falta de disciplina ! Se vé pues que nunca ha habido una socie- dad mas reglamentada, mas disciplinada, mas cordinada, mas organizada, ó en otros términos, menos libre; y si ella hubiera sabido reglamen- tarse, disciplinarse, coordinarse, organizarse, habría sido libre. — 95 — (, .'Wi ;.7 \u< ■.. ..... EL SISTEMA EN EUROPA. Sigamos por un momento á Napoleón en Eu- ropa. En Europa, como en Francia, quiso establecer la unidad política, militar, administrativa, c» decir, someter todas las naciones a* la mas abso- luta dependencia de su gobierno. Hé ahí lo que él llamaba la regeneración uni- versal ! ■"Quiso que la Europa solo tuviera un ejército, una armada, una lengua, un código, una capital porque solo quería una voluntad. No mas Ale- mania: la patria de Schiller y de Goethe, de hcih- nitz y de Kant borrada del mapa. No mas Ho- landa: la patria de Guillermo y de Barncvald, borrada. No mas Italia, no mas España. Solo Europa, capital—París. Los pueblos libres consideran esta unidad co- mo una señal inequívoca de decadencia, pues si esta utopia de dominación casi universal se hu- biera realizado, el resultado final de estas con- quistas habría sido la esclavitud de todas las vo- luntades. Eu efecto, Napoleón estaba imbuido en las ideas romanas; un cráneo romano sostenian sus espaldas; Roma siempre en sus labios ; las le- jiones romanas eran el modelo que daba á las suyas; en política su ideal fué el imperio délos césares, obra maestra de la omnipotencia gu-bcrna'^cntal. So ve pues que este batallador este nuevo César, quiso también sacar una nue- va copia de la monarquía universal. Pero ni Roma ni César pertenecen felizmente :í este mundo. Un diario va hoy mas lejos que una bala. Las verdaderas conquistas son las del co- mercio é instrucción que desarrollando en noso- tros (1 sentimiento de nuestra personalidad, nos enseñan que las naciones dueñas de sí mismas jamás han tenido amos. WASHINGTON' Y NAPOLEON. Que inferir de ahi ? Que cuanto menos cen- tralizado sea el gobierno de una nación, mayor sení la acción individual; que todos esos cons- tructores propios á quienes llaman héroes no se levantan sino pisando sobre la personalidad del ciudadano. Comparemos los grandes hombres de la li- bertad con ios grandes hombres de gobierno; formemos un paralelo entre Washington y Na- poleón. Napoleón subo á la escena ante la Euro- pa, su rol lo desempeña con las armas en la mano ; fué un personaje estraordinario, y al fin de su carrera se contempla en su pasado y parece que repite las últimas palabras de Au- gusto : "¿ Hé jugado bien mi rol ? Ea pues aplaudid ! " Washington, no sube á la escena; no juega ón roV cumple un deber; y concluida la obra no se contempla, la contempla, no dice: '¿He desempeñado bien mi rol?" pregunta: ¿He cum- plido mi deber? Que sublime espectáculo seria si una noche en Santa Elena, la frente inclinada y sosteni- da la cabeza entre las manos, conversando Na- poleón con su conciencia se presentara ante él la sombra de Washington analizando sus bri- llos pasados, le pidiera cuenta de su poder en nombre de la dignidad humana y con la intui- ción del porvenir le hiciera ver que mientras las generaciones futuras conquistan las glorias de la libertad, la gloria militar desaparece cual las nieblas que envuelven la mañana se disipan al aparecer el sol! q asi MI >p| iaoBivTERCERA PARTE LIBRO NOVENO LA LIBERTAD DE IMPRENTA I PROLOGO Hemos estudiado el juego de órganos de la personalidad, estudiemos ahora las palancas mo- trices de esta personalidad : los periódicos la industria y la conciencia individual. La tercera parte de esta obra la dedicamos al estudio de estas cuestiones. Es necesario tener presente que los periódi- cos, llamados con razón los ojos de la libertad, publicando los avances cometidos contra el indi- viduo y haciendo oonocer la gestión de los asun- 99 — tos públicos, libran la personalidad de cualquier abuso de autoridad que contra ella pudiera co- meter el gobierno. La industria á su vez, redime la personalidad de la servidumbre de la vida material enseñán- dole los medios de adquirir un honorable bie- nestar, lo que crea la verdadera independencia, pues aquel que nada tiene depende de todos, y como dice Montesquieu, "al hombre que nada tiene muy poco le importa vivir bajo cualquier gobierno. " Estos dos órganos son los que mueven la per- sonalidad, y la conciencia la dirijo conteniéndo- la en los límites del respeto á los derechos de los demás, es decir del deber. Con el concurso de estas dos fuerzas se forma pues en cada individuo una personalidad que delibera consigo misma, determina y ejecuta sus determinaciones; en una palabra se gobierna. Vamos :í estudiar sucesivamente estos tres ór- ganos. II EL DIARIO. Averigüemos primero lo que es un diario, en seguida buscaremos la diferencia que hay entre el diario que crece á la sombr i dé la libertad y el que crece fí la sombra de! gobierno. Un diario, couio todos Babeen, es ma simple hoja de papel que merced a > I rada diaria adquiere rápidamente una influencia notable so-- 100 — ure los espíritus. Nada mas asombroso que cT poder de una hoja de papel, guia 6 dco de la opinión, consejera cíe la administración, vulgari- zado™, de los asuntos generales voz dol parla- mento, en una palabra, la mejor custodia de las libertades; pero ana vez esclavizada la prensa, todo lo demás lo será también, pues ella penetra todo, se anida en todos los cerebros; gota de agua que cae siempre en el mismo lugar. Esta hoja de papel es pues, una de ios roas poderosos auxiliares, por no decir el mayor, de los que puede valerse la personalidad para sa- cudirlas cadenas del gobierno ; el uso de esta fuerza se llama libertad de imprenta- se deduce de ahí, que leyes reglamentaciones, decretos, sellos, fianzas, no tienen en este caso influencia alguna, pues la libertad de imprenta, como el vapor, es necesario saberla dirijir: agen- te de destrucción en manos inexpertas, agente de creación en manes experimentadas. ni LA PRENSA EN FRANCIA Y EN INGLATERRA* Pasemos á la segunda cuestión. Una nación que sepj gobernar este poderosa agente la creemos innatacable en todas sus li- bertades ; y sí las hemos perdido nosotros ha si- do por haber confundido el gobierno de la pren- sa con la libertad de la misma. Sinetnbargo, son cosas muy distintas: pues si la prensa quiere gobernar ó es todo ó es na- da : o cae el gobierno en sus manos o sucumbe ella ; pero si la prensa es libre es siempre lo que debe ser, el secretario del público. lí-lii Inglaterra por ejemplo, es el público quien hace el periódico. Como dueño ocupa su lu- gar en las primeras pajinas, este lugar se llama anuncios. Quiere que se le tenga al corriente de sus asuntos y exije la anotación exacta de los debates del paríame ato, de las cortes de justi- cia, de los raeetings y asambleas do toda clase. Quiere mas aun ; exije que se inserten fielmente todas las cartas de particulares revelando abu- sos de la autoridad, reclamos, descubrimientos, ^perfeccionamientos, simples respuestas; y si se adulteran los hechos ¿no están abiertas las co- lumnas al debate contradictorio ? Hecho esto, garantida la personalidad del ciudadano, puede el periodista emitir su opinión. lié ahí la prensa libre. lié* aquí ahora el gobierno de la prensa. Cuan- do la prensa gobernaba en Francia el periodista en dueño ; ocupaba las primeras pajinas espo- niendo sus ideas y sistemas ; daba tono á la opi- nión, en vez de la anotación exacta de todos los debates confeccionaba una traducción libre de algunos de ellos y la transcripción fielcedia ante la crítica apasionada. Como artista componía, descomponía, adulterba los sucesos; y en lugar do propender al progreso por medio de la dis-= 1Ó2 — eusion ilustrada, malgastaba su tiempo enza- rzándose contra personas. La caida de los perió- dicos solo ha importado pues para el público la caida de los periodistas. LIBRO DECIMO LA LIBERTAD EN LA HISTORIA I HAY DOS MODOS DE ESCRIBIR LA HISTORIA; De la prensa á la historia no hay mas que Un paso ; y como aquella no es mas que el detalle diario de esta, este libro se relaciona a una y otra. Hay dos modos muy distintos de escribir la historia : uno hijo do la omnipotencia guberna- mental pues tiende á substituir la fatalidad cie- ga al ejercicio de la voluntad, artístico, ideali- xa lo;¿ hechos y los actores, adultera la realidad ornándola con los mas bellos colores de su pale- ta ; el otro, por el contrario, hijo de la libertad, pues tiende siempre á poner en juego los re— 104 — portes de la actividad personal; su estilo es sim* pie; reproduce fielmente personajes y sucesos ; en una palabra, es una verdadera escuela de télf-govemment, 1 x - / Desgraciadamente nuestra educación tiene por base el primer sistema y la mayor parte de nuestras historias pertenecen á esa escuela. En la antigüedad la poesía de la historia no ofrecía los mismos peligros que pre¡-enta hoy, pues sien- do todas las obras manuscritas no pasaban sino á manos de muy pocas personas, y eran consi- deradas, como Jas estatuas y pinturas, obras de arte- No siendo conocido entonces el arte sublime de la imprenta, la elocuencia dirijia la opinión ; su palabra era apasionada. Su lengua armoniosa sin letras mudas el hermoso paisaje que se desplegaba ante la vista de sus oradores, el bello azul de su cielo, los árboles, la campiña influía mucho; y en el foro el pueblo entusias- mado, atronando el aire con sus gritos, iba y ve- nia, y cual la ola, se estrellaba contra el pedestal de la tribuna. La mayor parte de los historiadores, al narrar la revolución han seguido el sistema fatalista, contra el cual la libertad jamas protestará de- masiado. Si hemos de oírlos, el terror es fatal; el 18 de brumario fatal. Napoleón es el hombre del destino; la revolución una especie de es- finje y el pueblo, el Edipo del drama. La historia que enseña tales errores venda los ojos de las generaciones para justificar el éxito en vez de glorificar el bien, Abdica ante la fuerza; adormece las voluntades. La historia por el contrario, que enseña la li- bertad á las naciones les dice que todo hecho ha tenido su razón de ser, pero no por eso era ine- vitable ; que ana voluntad puede evitar siempre lo que ha hecho otra voluntad. Es asi como se debió hablar á nuestra nación después del 18 brumario y no decir, como Mr, Thiers, que el 18 brumario er* necesario. Admiremos á los publicistas" ó historiadores de Inglaterra y Estndos-Ünidos; cuan penetra- dos están del sentimiento del libre albedrio. Fi- jaos bajo que principios juaga MaCaulay á Cabr- ios II, y Jaime II; como analiza Burke, nuestra revolución; como Washington y Jefferson, en sus admirables cartas al General Lafayel te sobre la revolución francesa buscan las corrientes sal- vando los escollos! , Las consideraciones» sobre la revolución do Mme. de Staél, los tratados sobre la Ursurpa- ción y el espíritu de conquista de Benjamín Cons- tant, son modelos de esta clase ; pero preferimos las maravillosas leyendas de la revolución y el imperio l II i UNA EQLMCIOX Un especta'culo sorprendente llnmcS la aten- ción de nuestros contemporáneos. El 24 de Febrero de 1848, reaparece una se- gunda república; el club se abre de nuevo; lahoja se vende por las calles á un sueldo; la Moti* taña sube las gradas por segunda vez. LaS jornadas del 15 de Marzo y 16 de Abril re- cuerdan las del 31 de Mayo y 9 Termidor; el 15 de Mayo, 1 Prarial y el Terror reviven en la sangrienta hecatombe de Junio. Entretanto llega el 10 de Diciembre, el ob- servador fácilmente reconoce el periódo del Directorio. Los años de 1796, 1797, 1798 y 1799 se reproducen en los «años 1849, 1850 y 1851, El directorio está en los campos Elíseos, los consejos en el Palaia-Bourbon ; las mismas pasiones los animan y los mismos partidos los cie- gan ; el club de Clichy tiene sus sesiones en las calle de Poitiers ; el General Changarnier es el segundo Pichegru. El 13 de Junio es el 18 Fruetidor délos Montañeses; y después que de una y otra parte jugaron á cual mas vivo la comedia concluye con la cuida de realis- tas y republicanos, triunfando un Bonaparte : — 18 Brumario y 2 de Diciembre. Un año mas tarde, 1804 da á luz al 2 de Di- ciembre de 1852 ; la reforma del imperio es el segundo término de esta asombrosa equacion. Pocas veces so ha presentado ¿ñas bella opor- tunidad para aclamar el destino y poner la volun- tad á las plantas de esa misteriosa é irresistible fatalidad que tan orgullasameute parece domi- nar todo y dirijir con mano soberana el hilo de los sucesos; pocas veces oportunidad mas bella para construir con estos antecedentes todo un sistema científico llamado filosofía de lu historia, con un prefacio concebido en estos términos .* *'■ Qué! el'hombre que ha pedido á los astros •* el itinerario de sus marchas; que ha calculado " las órbitas respectivas de los planetas ; que ha " osado interrogar á Dios, con la mirada fija en ¡j* el cielo en el silencio de la noche, no ha arran- " cado á la historia bus leyes ! No ha averigua- .*' do las causas dé los sucesos ! No ha conquista- "do la ciencia de sus propios destihos! Ha "creído que los mundos, que recorren los cielos •' siguiendo lineas trazadas y leyes fatales, no eran " mas que mensajeros del Eterno; ha creído " que las revoluciones, la aparición ó ruina de " los imperios, la decadencia ó progreso de las " sociedades eran resultados del acaso!.... En efecto, en este sistema histórico la libertad se llama acaso y el sistema urden; cada personaje hube á la escena dependiendo de una cansa ge- neral como el títere que atado a* un hilo sube á la escena y desempeñado su rol lo esconden en- tre bastidores para que salgan otros. La revolución devora á los girondinos, he bertistas, dantonistas, rebespieristas en virtud de un mensaje del destino, y cuando estalla la tor- menta Bonaparte sano y salvo cruza por entre las velas inglesas y llega á Frejus : parece que to- dos estos personajes fueran autómatas. Luis XVI no es ya ese rey timido y pusiláni- me, fiado eu los consejos de todos, sin circulo decidido, sin pkn fijo, siu penetración, sin carác- ter, vagando al acaso, por impulso ■Heno*, de Trianon á las Tullerías, de las Tulleriu» al Tein-\\e, del Temple al cadalzo; es ana víctima pro-destinada. "v El viaje a* Várennos "es resultado de la '' fatalidad que persigue á los débiles en las cri- sis revolucionarias, '* en vez de ser una conse- cuencia natural de la falta de precauc:ones; la muerte del rey., esa gran lección de historia pa- ra los coronados indecisos, no es masque el cum- plimiento de su destino. No ; la reproducción de los acontecimientos de la revolución, verdadera equacion histórica no es fatal ; es el legitimo resultado de la igno- rancia de la libertad . Apelad ¡í la personalidad, haced conocer sus ajentesy á la luz de esta cien- cia se desvanecerán las tinieblas de la fatalidad histórica. III ja LIUUE ALBEDRIO EN LOS SUCESOS . Todo está organizado en este mundo, desde los tejidos de una yerba hasta los astro?, desde la hormiga que trabaja hasta el hombro que piensa. Las leyes que rigen esa organización constitu- yen la naturaleza do cada ser; dedúcese de ahí que todo lo que exista ha sido creado en armonía con las leyes de su organización. En efecto, si el hombre no dependiera de las leyes de su organización no seria criatura; si su- piera hasta que punto depende de ellas no seria criatura libre, es decir, animada y activa. El fenómeno de l.i muerte es una prueba par- pitante de esta verdad : el hombre si bien suje- to á la muerte es libre; es decir, ignora el mo- ínente y la causa obrando pues como si no debie- ra morir. Lo mismo sucede respecto a los sucesos. No hay uno, aun el mas insignificante movimiento- del hombre, que no tenga una causa; parte del todo concurrente-a'l misino fin; pero como á na- die le es dado penetrar el plan del Creador, to- dos deben obrar con pleno goce de su volun- tad. \ El espíritu de-gobierno que tiende ¡í transfor- mar el amo en hombre del destino es lógico admitiendo ta necesidad (W sus actos ; él espíritu de libertad niega esa necesidad . Confiesa que todo suceso tiene en si su razón de ser;' pero también (.firma que jamás habría habido un ] 8 brumaric si la nación hubiera recibido mejores lecciones de la revolución . Todos esas revoluciones aclamadas y rechaza- das sucesivamente, pero sufridas siempre porto- dos, apelan en vano á la fatalidad; un circulo de fuego nos rodea, la equacion es perfecta, la repro- ducción de los errores y eastigos es completa. Pe- ro esto no es un juicio es una advertencia. En estos naufragios sucesivos busquemos los escollos y bancos de arena; si los hallamos salvémoslos en lo futuro; no nos estrellemos siempre contra ellos.- Nada puede moverse en este mundo sino en la esfera de su organización, y cada ser tiene sos lí'— 110 — mitcs; pero quien conoce esa esfera y estos lí- mites? ' Ün profundo pensador, Lavater dice: "El hombre es libre como el pájaro en la jaula. " ¿Pero quien conoce esa jaula ? En él plan general los sucesos se producen por el mecanismo mas el iro y seucillo, por el en- cadenamiento do causas y efectos, es decir, que todo efecto de una causa es á su vez causa de un efecto, por manera que todo lo que sucede no es mas que la Continuación no interrumpida de una misma serie; .resulta de ahí, pues¿ que los sucesos presentes serán mas tarde causa de los futuros y si el hombre conociera bien aquellos fácil le se- ria preveer estos . Esta facultad no la posee y de esta falta resulta la libertad humana. Se sigue de ahi, pues , que el hombre debe siempre, en toda circunstancia, marchar con su frente erguida; y el historiador mostrarle el desti- no á las plantas de la voluntad como el ángel del mal á las plantas del ángel del bien. y.i íl* H BU LIBRO UNDECIMO EL ROMANTICISMO I. LA LIBERTAD LITERARIA. Como las letras juegan un rol grande en los asuntos públicos,sobre todo en Francia, nos apar- taremos un momento do nuestro camino para ocuparnos del romanticismo. El romanticismo se relaciona con este libro en este punto, que tiene por objeto reemplazar la regla y personalidad del autor por la libertad en las letras, libre del yugo de la tradición. Una misma lucha se enciende en los bancos de la barra y en las bancas de la Cámara de di- putados ; en los talleres de los artistas y en las viejas catedrales; y. los que marchan hácia el— 112 — porvenir, con la frente vuelta hácia el pasado, como las sombras del Infierno del Dante, excla- man: ¿ Donde está la poesía hoy ? " Donde el ar-, té? donde está Dios? " Es que poesía, arte, política, religión, todo se transforma, todo se personaliza j y de esa crisáli- da—la personalidad—cual de un centro lumino- so, brota la libertad. Ea efecto las obras de los grandes artistas contemporáneos ya esculpidas, en mármol ó pin- tadas ó en armonioso ritmo ostentan todas en un grado eminente' el sello de su indivi- dualidad ; es decir, orijinal; arranques de amor, gritos de esperanza ó desesperación. Hoy, hacia cualesquiera parte que miremos, el artista, el esi critor, consultan su Yo no la tradición. La inspi- ración no existe en la tradición, sino en el alma del poeta. I 1 ÚXÁ ENFERMEDAD INTELECTUAL Estudiemos ahora otro aspecto de la cuestión en el cual por el contrario se trata de una en- fermedad intelectual que se desarrolló extraordi- nariamente bajo el reinado de Luis Felipe y por nna sensible confusión de términos es conocido- bajo la denominación de romanticismo. Esta enfermedad, caracterizada por la exhube - rancia de las facultades de la imaginación, ha llevado las mejores cabezas á la locura. Fué in- vadida la prensa por el folletín—AoVelaj úlcera» 1J.3 — que roela base de nuestros periódicos. La histo- ria y la economía política se prostituyeron á punto de disfrazarse de novelas, y cual dos ra- meras, cubrieron de afeites su rostro severo.. Tomaron la vida por una leyenda, la calle por teatro y el público por platea, y para no ser silbados por ella debían entretener. Uno soñaba con la organización completa de una sociedad, este con un papa, aquel con un Omniarca eu Constantinopla, aquel otro transportaba su pa- raíso u Icaria, este otro con una gerarquía de frai- les, industriales y artistas; uno con series y una mecánica de las pasiones, dando todos por gefe do sus sombras á una especie de Estado, amo y regulador, llave del sistema, distribuidor de sa- larios y riquezas, ¿ cifro lado se..ruborizaría Cé- sar con todo su despotismo imperial. Si estas diversas utopias se hubieran realiza- do, su consecuencia inmediata hubiera sido la mas monstruosa tiranía en Francia; cuando se hojean sin pasión esos romances; cuando uno do esos locos exclama: "La naturaleza me ha " entregado todos sus tesoros. Poseedor del •' libro del destino vengo á disipar las tiníe- " blas," y que otro quiere pasar por un segundo Mesías^ no puede uno menos que creer estar le- yendo libros de alquimia ó hallarse en el centro de la compañía de los buscadores de tesoros. Cuando uno oye á esos visionarios, no puede menos que creer estar leyendo el episodio do los sastres en el Gulliver de Swift. Esos señores no tomaban las medidas á sus clientes sino quePfir — 114 — .g cortaban los trajes basándose en cálculos mate- máticos sobre la anchura y altura del hombre. Otro tanto hacen los que transportan la imagina- ción de las obras de arte á las obras de razón. Ademas, es una enfermedad crónica en nues- tra raza la exhuberancia de facultades imajina- ti vas. Jamás se ha oido hablar con mas horror del despotismo que en el 93 ni se ha visto gobier no mas parecido al délos déspotas, ni cuando el patíbulo cortaba diariamente multitud de cabezas se ha oido decantar mas el amor á la humani- dad ; y en nombre de la virtud se proclamó el Terror! ' ■ En 1830, en nombre de la libertad todos se dedicaron á estudiar las corporaciones de la Edad Media. En todas nuestras revoluciones se ha hablado y^se ha escrito sobre Leyes orgánicas, Constitu- ciones orgánicas. Es un panorama de ilusiones. III PARIS. El carácter idealista de nuestra raza lo ostenta Paris en pleno dia; ciudad valerosa y entusias- ta en los primeros dias de una revolución; bus- ca las novedades, á los pocos meses de poseer una cosa la abandona. Como los centauros de la antigüedad, semi-hombres y semi-caballos, sobre viriles hombros sostiene una cabeza femenina. Ama con locura los placeres ; y seria una re- presentación inexacta de las escenas de nuestras revoluciones si pintáramos caras tristes, preocu- pados los espíritus e interrumpidos los placeres. Su interés por la cosa publica es muy poco ; de todo rie,*aun mismo de su libertad perdida y cuando se la quitan con astucia dice: Bien! y aplaude. Entre todos sus placeres distingue al teatro con predilección. Llora en una platea y vé pa- sar el Terror sin pestañear. Todo para ella es espectáculo, bien sea una revolución ó una pieza nueva. Todos son actores, un Diputado Ó un Potier. Todo se'presta á bravos, tanto la caída de un rey de teatro como la de un rey de las Tulle- rías. Impacientado Mirabeau, por una de estas es- cenas decía un día: "¿Qué queréis hacer con un pueblo que no sabe masque gritar, viva el Rey?' Del teatro transportó á la política las Accione los asientos y las tablas; y el largo programa d personajes y revoluciones que forman el reper- torio de este siglo parecen indicar que allí tam- bién se representan comedias. Cada comedia tiene un prólogo que puede in titularse: El juramento. Después de este prólogo viene el acto de ado ración. En el 89 Paris adoraba al General Laffa yette. Cuando la fiesta de la Federación algu- nos Guardias Nacionales abrazaron sus botas j estribos. En 1804 Paris aclamaba al hombre dt las batallas. En 1848, durante algunas semanas, llevó en triunfo al Sor. de Lamartine. Parece que este Bentimientimiento está inveterado ensu corazón desde mucho tiempo atrás, pues las crónicas nos dicen que esta santa ciudad estaba enamorada (por no decir loca) de Monseñor el duque de Guisa, rey de Paris. Tras la adoración viene el olvido. Laffayete, en las prisiones de Olmutz, Napoleón en Santa Elena, han podido avalorar lo que cuesta la popularidad en nuestra capital. Todo es moda allí: hé ahf su retrato. Sed el bien ó el mal, la libertad ó la esclavitud, con tal que seáis novedad seréis igualmente aclamados pero........ huid mañana! l|l LIBRO DUODECIMO LIBERTAD EN LA INDUSTRIA PRIMEK PUNTO DE.VISTA. Volvamos á nuestro camino para estudiar el segundo agente de la personalidad, fa industria, bajo dos puntos de vista, el uno espe cial que se prestad las observaciones siguientes. La transformación industrial que sufre hoy toda nuestra sociedad es un hecho cuyas verda- deras causas importa averiguar. Un mismo ana- tema lanzaron contra la industria el fraile, el soldado y el revolucionario ; desde el fondo del convento, desde el fondo del gabinete de Na- poleón, desde el fondo de la convención, salió un grito unísono de: "Abajo la materia.'Aba- jo los tenderos !que el fraile, el soldado y el revoluciona- rio son. seres impersonales que obedecen á un gobierno anónimo, llamado iglesia, ejército ó re- volución, mientras que el .industrial, el arrenda- tario, el comerciante, non seres esencialmente personales, es decir libres. Bien, teniendo por objeto la industria liber- tar al hombre de la esclavitud de la vida mate- rial, estimula á empresas; 7 como en las empre- sas solo puede uno contar consigo mismo, ponen ¡n juego todos los resortes del interés y racio- cinio individuales; resulta de ahí que siendo •lia Una; preparación para el self-govemment, es ambien un encaminamiento para el goce de la ibertad política. En efecto, nada prepara mejor al ejercicio de ita que la administración de una quinta, de una ibrica ó una casa de comercio pues requieren un conocimiento de una contabilidad exacta y una vijilancia continua. Averiguar la inversión 1e los dineros públicos constituye una parte de jíi libertad política. Todas esas individualidades colectivas llamadas ociedades industriales, que se reúnen para dis- ntir sus propios intereses, votar fondos y dar jipulso á las empresas; todas esas compa- ías de bancos, de caminos de hierro, de segu- os, de crédito, son otros tantos gérmenes pre- osos de la libertad política. Se aprende así á hacer uso de la palabra y á ionocer y dirijir los resortes del gobierno ro- Dresentativo: el consejo de vijilancia desem- - 119 — peña las funciones del poder lejislativo, la ge- rencia el poder ejecutivo y los accionistas el cuerpo electoral. II W^W-i CONTINUACIOy. • Enseña también la industria ú los obreros de las ciudades y campaña que el hombre libre de- be ante todo procurarse los medios de asegurar su existencia material. Ella les dice: " El amigo del pueblo no son '* las revoluciones; es el arado que le dá el pan ; 44 es la granja y el taller que le da salarios , •* son las máquinas de vapor que traen la baja 44 deprecies. El trabajo es quien conquista la 44 libertad del pueblo, mientras que en las revo- 44 luciónos el pueblo solo sirve para satisfacer 14 ambiciones departido. 44 Si sois hábiles, prácticos en el ejercicio de 44 vuestra profesión, capaces de afrontar los ries- 44 gos de una empresa mercantil, imitad las aso- 44 daciones de los capitalistas, formad compa- 44 ñias, emprended trabajos por vuestra cuenta; 44 pero no esperéis éxito feliz si la personalidad 44 de cada uno de vosotros no se desplega en 44 estas nuevas combinaciones. 44 Veréis entonces que la libertad de empresas 4* tiene peligros, que no tiene el salariado, pues 44 ellos son inherentes átoda libertad, la libertad 41 de imprenta, la libertad electoral, la libertad 41 parlamentaria, la libertad mercantil; pouen d— \m — * prueba el valor y la capacidad, y el hombre il aun cuando carga en ésta lucha si es verdade " ramente libre, so levanta con mas virilidad. -.-'.'■'" Cerrad pues vuestros oidos á toda prédica " de revolución que, so protesto de organizar el " trabajo y mejorar vuestra suerte, as-piro for- -; mar una especio de sociedad en la cual el -'-' hombre será alimentado alojado y vestido por " el gobierno, njn'co ser viviente en medio de " ese cementerio de seres humanos. " La Francia desde 17&9 viene buscando en medio de las revoluciones lo que no hay, la li- bertad, mientras que la industria trabaja inc'e santeraente sin hacer ruido y tejo hilo á hilo esa libertad, que algún tendremos que agradecer! '. Beaumarchais dice : "El acaso, hija mia, na " hecho mas que todos nosotros. Asi es el muir " do : por una parte se trabaja, se proy.ee*.?». se 1 prepara; la fortuna por otra decido. " i» ,-¡ \JV){ ♦ h U9 fcO'>ÍJ0Í,-iq ,f.:¡'ún]itvj r.nn oh BOg " SEGUNDO PUNTÓ' DE VISTA. «Jiiitiio í:¡í¿oíIV ioq f<[wJjju hobnoiquio ,r. ■ Se puede considerar la industria bajo un pun- to de vista general, quenos demostrará que pa- ra que en una sociedad democrática-pueda ser in- tolijible el pensamiento debe revestir una Jornia palpable, corpórea, si se nos permi te espresarno ; •asi, en una palabra, industrial. Los que no com- prenden esta metamorfosis dicen que vivimos cu un siglo material. \. W#>y?or ejemplo, agrada, el pensamiento en ja eKck>r»'a'¿ncarnado en un actor; agrada en las pájmH-i de Un peritídico incorporado á; los nhké- WS sna:al pobre tenia que intervenir la pa- labra.-d?él fraile. Hoy él .rico' plantea' ú:nn fábri- ea ; V?l os dueño y el pobre es obrero. Antes le decía al hombro : "Tuestas c'oade- nado-al trabajo de tus bra'/íos. " Hoy las ma- quinas hacen esé! trabajo y el hombre- gana el pftrf, no con el sudor-do las manos,-1 sino' con <■! ^Vlor de sn -frente. Ya no lo dice: " iíeza j Cristo te ha redimido?' Le dice : " P;ensa! la razón te ha libertado. " Rutoncos, cual el minero quo con su lám- para en ia mano so on tierra vh'oon las entrañas de la tierra, el hombre guiado por laluz desu razón penetra en las magnificas regiones del pensamiento y sigue las transformaciones sucesi- vas que sufren las ideas de siglo en siglo. Recono- ce; quo hoy 'las verdaderas conquistas son las áél comercio y la industria v que las conquistas mili- tares son las empresas do héroes que solo aspiran ágobernar a la'humanidad, que consideran como la bestia que les destina la Providencia para su