C 7 DISCURSO Wt' NOTlfilADO POR Kl. DOCTO* D. LUIS JOSÉ Dfr LA PEÑA K.N EL ACTO DF I.A CI.ArSIBA OKI. i CURSO DE FILOSOFÍA KM LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES : rmprentr, AMERICANA o«j¡lÍe c>V I 866 DISCURSO PRONUNCIADO POB EL DOCTOR D. LUIS JOSÉ DE LA PEÑA • EN EL ACTO DE LA CLAUSURA DEL CURSO DE FILOSOFÍA EN LA {TV UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES imprenta AMERICANA, calle de San Martin N» 1*0' 1866DISCURSO PRONUNCIADO 4 EN LA CLAUSURA DEL CURSO DE FILOSOFIA Homo, natura? minister et luterpres, de uatune. ordine tantura scit, et potesl quantum (.hservavent; nec amplius srtt atil potest. Bacon. iNov. Org. I.) Señores y amigos: Hemos recorrido una larga y difícil carrera, para darnos cuenta, en cuanto es posible, del problema fundamental que comprende en si, lodos los problemas que encierra el Uni- verso—El hombre— ¿Qué es el hombre? ¿De donde viene? ¿Adonde se dirije? ¿Cual es su destino? ¿Guales los medios de llegar á él ?— ¿Que es el bien, que es la felicidad ? Hemos recorrido los siglos: hemos evocado los jemos de todas las edades: y á cada uno hemos dirijido las mismas cuestiones . A todos hemos pedido sus luces, con todos he- mos tomado parte en sus investigaciones, y á ellas hemos añadido las nuestras propias, quizá menos felices, menos fecundas, pero no menos necesarias, por que solo a condi1 cion de conocernos y de observarnos puede esperarse la solución, del doble problema que encierra nuestra inteligen- cia ; á saber, los principios que la constituyen y la aplicación de los principios á la formación de ella misma. Al poner termino á estas tareas, que nos han sido comunes, y antes de desligar nuestra inteligencia del hábito de solidari- dad contraída, para dejarla entregada á su individualidad, osinvito á pasar en revista el camino que hemos recorrido y dejar trazado el Cuadro Sinóptico de nuestra marcha, que en toda situación pueda conducirnos al conocimiento, á la ver- dad, al bien. Guando emprendimos juntos esta árdua tarea, debimos par- tir de la signili ración que podia darse á la palabra Filosofía. Es el nombre consagrado para designar el estudio á que nos dedicamos. Pero la conformidad puede encontrarse, y se encuentra muchas veces, en la palabra, sin que la haya completa en las ideas. Y esto es tanto mas factible cuanto el nombre viene trasmitiéndose de un idioma á otro, sin fijar bien, y sin deter- minar su significado primitivo. Si escuchamos á Platón « los hombres no serán felices sino cuando sean gobernados por Filósofos». Tenemos pues á la Filosofía constituida sobre un trono. Pero adelantemos hasta encontrar á Rousseau, y oiremos con sorpresa:—«¿Cual es el Filósofo que no sea capaz de sacri- ficar la Humanidad entera al interés de su propia gloria?»____ La Filosofía ha descendido de la elevación del trono hasta la ignominia del cadalso. Entre tales estremos no hay conciliación posible. Si recorriésemos toda la serie de definiciones de la Filo- sofía, llegaríamos á la conclusión del célebre filósofo de nues- tro siglo, que supo reunir á la exactitud matemática de Con- dillac, toda la poesia del lenguaje de Mallebranche (1). La definición de la Filosofía se ha hecho imposible .... Preciso es renunciar á pretenderla. Pero si no es razonable pres- cribir lo que se debe entender por la palabra Filosofía, se nos permitirá al menos manifestar el significado que nos- otros le damos. Una definición es una Síntesis que solo puede hacerse exacta y completa después de la observación en detalle de todas las ideas que debe comprender. La definición de la Filosofía será hecha hoy por vosotros mismos. Nos limita- remos entonces á dar al nombre la significación que le asig- nó el génio de Pitágoras, y que le conservaron Platón y Aris- tóteles—amor á la ciencia: investigación sobre la ciencia— la curiosidad aplicada á resolver esta cuestión : «¿Existe la ciencia? ¿cual es su objeto? ¿cuales son sus condiciones y sus medios? ft) Mr. Larouii^niere—Véase el juicio sobre sus toeciaac■ de Mr. Kontanes. Pero la ciencia solo puede hallarse en la facultad de cono- cer; por consiguiente, la apreciación de esta, el alcance de sus leyes, debió ser el objeto de la Filosofía. Debe ser el exámen, y la crítica de todo principio, de todos los (ono- cimientos. Súbase, la razón humana: su objeto, todo lo que es dado conocer; el Universo entero, y la causa productora del universo mismo. Bajo este punto de vista el estado de la inteligencia se nos presenta, como estudio de una fuerza que es preciso obser- var en sus tendencias, en su desarrollo, en los resultados que produce y en los medios que puedan estender y perfec - ^ cionar esos mismos resultados. La Metafísica, ó si queréis mejor la Sicolojia la Ideolojia, la Lójica y la Moral, son los nombres consagrados para de- signar esas diversas clasificaciones del estudio. Pero no olvidéis el lenguaje. Inseparable del pensamiento, se presenta siempre como su forma externa, hace su análisis y espresa su síntesis—es su espresion completa y constituye la ciencia. El cultivo del lenguaje entra como una parte esencial en el de nuestra razón, porque es el medio de su perfección. La Gramática general, la Retórica, la Poesía, son inseparables del estudio del pensamiento—y debemos felicitarnos de que en el nuevo programa universitario, hábilmente concebido por su ilustrado Rector, entren ellas á formar parte de los conocimientos que constituyen la ciencia. Mas el conocimiento nos ha mostrado el bien, y todas nues- tras tendencias son hácia él. Aquí ha comenzado un nuevo estudio, ó una nueva faz del estudio de la inteligencia—el Bien. — Pero ¿qué es el bien? ¿Cuál es su esencia, cual su naturaleza ? Podría decirse que es lo único, lo absoluto; gero se comprenderá mejor si decimos que es el Orden. 1 Orden no solo como objeto de conocimiento sinó el Or- den en acción y dirigiendo la acción misma. El bien es eterno, es universal y por consiguiente es nece- sario, ó para hablar como Aristóteles: «el bien es lo inteligi- ble, es la verdad, objeto del entendimiento por escelencia. » Como es inteligible es «también deseable» no lo concebimos sin amarlo; y nada amamos sinó por él. Presentándose lleno de dulzura y de consuelo cuando sus principios son obedecidos, es terrible y amenazador cuando aquellos se olvidan ó se desprecian. Es respetable y sagrado; atrayendo obliga : tiene en sí mis-ido la sanción, reviste un carácter de soberanía completa y absoluta. Tal es la esencia del bien. Busi[uémos'.o en sus manifesta- ciones, ves fácil observarlo en el universo «en el hombre» y sobre todo en Dios. Si estudiamos la fórmula desús preceptos la encontraremos en el cultivo de nuestra inteligencia, de nuestra sensibilidad y de nuestra libertad. En el cuidado de nuestro cuerpo y de la naturaleza. En el respeto de la libertad de nuestros semejan- tes «en el auxilio que les prestemos para cumplir su destino» que reasume todos sus derechos. Y finalmente en la adoración y aspiración á Dios, que es el principio y el término de toda perfecion. ¿ No es este, señores, el bosquejo de todos nuestros trabajos, de nuestras largas tareas? Pero ellas no han debido cerrarse sin recurrir á la historia, para comparar nuestros juicios, con el juicio de los que nos han precedido en este mismo camino, para confirmarnos ó modifi- carnos por ese medio ; para comprender en fin por el estudio de los sistemas, las leyes jenerales que sigue la inteligencia en su desarollo y su perfeccionamiento. La consecuencia que hemos deducido, y en que podemos confiar con seguridad, es que la ciencia aun nona llegado á su término, no está acabada. Pero que ella marcha, y cada jeneracion que viene, añade algo á lo que le fué legado por la que le precedió. En resumen, que la ley de la Humanicfad es el piogreso y á él debemos propender individual y colectiva- mente; esees nuestro fin, ese nuestro destino. Esta convicción merece bien los esfuerzos que hemos hecho para llegar á ella. Nada mas debo agregar en este momento respecto de la ciencia. Permitidme que cuando por última vez os hablo desde este lugar, pensamiento queme conmueve y aflije, os felicite por- 3ue entráis á la vida, en una época en que la civilización se ifunde prodijiosamente, la inteligencia domina todo, y la razón impera triunfante sobre la humanidad. Pensad en el rol que os corresponde —ir siempre adelan- te : — detenerse es retrogradar ; — El porvenir es vuestro ; no desfallescais...... En situación idéntica á la presente, decia á mis discípulos, hace 40 años : « Os dejo como vuestro catedrático, pero os « acompañaré siempre, bajo otro titulo, mucho mas intere- « sante, y que será mi gloria: — el de vuestro amigo. » — 7 — Lo que aun me resta de una pobre inteligencia, que cada día decae, será siempre vuestro, por una afección que nada hará variar. Os agradezco vivamente la cooperación que me habéis pres- tado en el desempeño de la honrosa misión que se me confió; y os pido como una compensación á mis fatigas, escuseis los defectos en que haya incurrido. Mi corazón no ha tenido parte en ellos. Reservadme un lugar en el vuestro: mantened en él un sentimiento de amis- tad, y que al dejar de ser lo que hov, cuente siempre un recuerdo póstumo. Noviembre 99 de 1866.