LA CONTRA-PASTORAL POR FRANCISCO BILBAO, /f Hay entre la República y el Ca- tolicismo la misma afinidad que entre la razón v el absurdo. (El Autor). CO- BIJENOS AIRES, Imprenta y Litografía á yapor de Bernheim y Boneo, Perú 147, » 3tB«5*JE.INTRODUCCION. EL PROBLEMA. La pastoral del Sr. Obispo Escalada, ha servido para acentuar mas la proposición fundamental de mi libro la América en Peligro, y para demostrar mas á las cla- ras todavía, la incompatibilidad entre la libertad y el catolicismo. El católico europeo, en vez de alarmarse por esa pro- posición, veria como generalmente sucede, una conse- cuencia lógica del absolutismo de su dogma y de la Iglesia. Es consecuente y no se alarma. El católico americano sí, se alarma; porque no pu- diendo ó temiendo, ó no queriendo abdicar como ciu- dadano, no puede negar á la república sin suicidarse en América. Es inconsecuente y teme. Be aquí nace, que hará todos los esfuerzos imagi- nables para conciliar esa antítesis, y decir: el catolicismo es democrático. Es pues el desesperado esfuerzo de la muerte para aferrarse ó encarnarse, ó revestirse de la vitalidad de la República, olvidando aquellas palabras: no se pone vino nuevo en odres viejos. El catolicismo, obra de los hombres, debe pues des- aparecer ante la libertad, obra de Dios. La moral del evangelio, el cristianismo, fragmento sublime de la éter-na moral del género humano, debe pues separarse y se separa, y se ha separado ya del catolicismo, doctrina de revelaciones y encarnaciones del Oriente antiguo, que se quiere superponer á la revelación y encarnación uni- versal de la razón en todo hombre. Así, la razón, el progreso de la historia, los términos intermediarios entre la razón y Dios, como desarrollo de un inmenso silogismo, nos afirman estos hechos con- quistados : Io—Distinción entre el cristianismo y el catolicismo. 2o—El cristianismo identificado con la moral del evangelio con exclusión de los dogmas. 3o—La forma y vida política de los pueblos, separán- dose de Roma, de la iglesia, del catolicismo para cons- tituir su personalidad espiritual y temporal. 4o—La razón, como única autoridad para toda creen- cia ;—la razón como fundamento de la personalidad del hombre y de los pueblos ;—la razón libre asentando la libertad razonable ; la razón individual, único juez, cri- terio, autoridad de todo dogma, y la razón social ó ma- yoría, único poder legislador, y juez de todo lo tem- poral. Hé ahí las conquistas del espíritu. Estas son las bátses del templo supremo de !a humanidad, emancipada. Esas conquistas son innegables, indisputables. Llevan en sí una fuerza progresiva que vivifica todo lo que es bueno, y que en su marcha pulveriza los obstáculos con la tranquilidad inexorable del destino. La fuerza de mi libro consiste, en que se encuentra en la corriente de esa fatalidad de la razón, que quiere disipar todas las tinieblas y quebrantar todas las ca- denas, y sumergir á todas las mentiras y errores del odio, del privilegio, de las castas y del miedo, en la tumba del infierno católico de donde han salido, para reproducir el espectáculo de la alianza del Ser y de los seres, de las razis, del corazón y el pensamiento.I del instinto y de la reflexión, del individuo y la socie- dad, de la creación y el hombre, para repetir por los siglos de los siglos: paz, justicia, amor ! ¿Quién resiste?—La casta, el interés, el error. Es difícil « quemar lo que se ha adorado :» bien lo sé. Pero hay en ese terror que inspira el adiós á Jas pla- yas del viejo mundo, mas bien resistencia imaginaria de las inteligencias tímidas, amor propio empeñado, posi- ción social comprometida, esfuerzo voluntario para no encarar de frente la dificultad y cerrar los ojos á la luz. Se imaginan los que resisten á la iluminación de la razón, que reconocer la falsedad del catolicismo es des- encadenar el caos, destronar á Dios de la inmensidad, matar la inmortalidad, corromper las costumbres. To- do eso es resultado de la prédica católica, y nada mas que para defenderse, ha pretendido hacer la existencia del mundo, solidaria de las elucubraciones de algunos judíos. Todo eso es el último baluarte del error, tarazón afirma á Dios, á la libertad y á la justicia,—y el gran crimen imperdonable que comete esa razón, consiste en abolir entre Dios y el hombre, la intervención de la Igle- sia. La razón nos pone en comunicación directa con el Eterno y suprime el fraile. Hé ahí su crimen. Emancipando á la razón, nos acercamos á Dios ;—so- metiéndola como el católico, nos acercamos al hombre. Libres!—escuchamos la revelación directa de Dios en cada uno. Siendo católicos, escuchamos la revelación de Pedro y compañía que nos trasmite el padre Astete. Así, yo diré al católico sincero: Nada temas. Emanci- pando tu razón, Dios te sustenta. ¿Temes acaso el es- plendor de su faz ? La verdad no teme, ni puede temer á la razón. ¿ Po- drá Dios temer á la razón del hombre?—La razón ha si- do hecha para ver la verdad, y la verdad es para ser vista.— 6 — Rajo otro aspecto, la proposición fundamental del li- bro, la América en Peligro, es la única solución radical de nuestros males fundamentales y trascendentales. Es la única solución del problema del Estado y de la Iglesia. Muchos lo juzgan así, pero creen que es necesario ir despacio.—Entre tanto, se hace un gran servicio á la in- teligencia, presentándole de antemano el resultado fa- tal de la marcha de la razón en la humanidad, y predis- poniendo los espíritus á las conclusiones del gran silo- gismo del destino. Esta cuestión se agita hoy en todas las Repúblicas del Sur. La Iglesia se asocia á la invasión en Méjico, des- pués de haber trabajado por dislocar ese pais, y dar pretexto á la calumnia de los monarquistas. La Iglesia conmueve á la República Oriental, y quién sabe si la sangre viene á salpicar el manto negro de los vicarios que revuelven al pobre pueblo contra la auto- ridad, á nombre de la revelación infalible del Papado? La Iglesia pesa, con el peso de todos los errores y preocupaciones y supersticiones que ha enseñado, sobre el interior de la República Argentina, sobre Chile, Bo- livia, Perú, el Ecuador...... Es pues una cuestión permanente, á la orden del dia, y de cuya solución depende la radicación de la so- beranía del hombre, ó la perpetuidad del despotismo de la Iglesia. El catolicismo vencido en Europa por el cristianismo y por el racionalismo, procura refugiarse en América. En guardia, Americanos : Annibal ad portas ! IVo permi- tamos que el continente de la República se pierda ;— no permitamos que la democracia se decapite en su des- posorio con la Iglesia ; no permitamos que la libertad busque su fé de bautismo en los archivos de la Santa Sede, de la Santa Curia y de la Santa Inquisición ;—no permitamos que la razón soberana abdique de tal modo,que tenga necesidad del visto-bueno de una casta para afirmar la verdad y la justicia. Concebis una República, sin la soberanía del pueblo ? ¿ Concebis una soberanía sin la autocracia de la razón ? ¿ Concebis una razón que se empeña en probar que la razón no tiene razón ?—Tal es la pretensión de los que asocian el catolicismo y democracia. Es el absur- do !—pero el absurdo pertenece á la lógica católica ; y es por esto que es difícil convencerla. La obstinación en la sin-razon, es lo mas lógico, en los espíritus, que niegan la autoridad de la razón. Así, pues, las pretensiones del Sr. Obispo y de los demás apologistas del catolicismo, se estrellan fatalmen- te ante la consecuencia que el sentido común deduce de sus premisas : Condenando ó sacrificando la razón, se yen condenados d no tener razón. Es la victoria mas espléndida de la verdad y justicia de la causa que soste- nemos. Hay sí que lamentar un mal, y es la condena- ción á las tinieblas en que sumerge la Iglesia á sus sec- tarios. ¿ Pero por qué hemos de desesperar del adveni- miento de la luz, para los que yacen sentados d la som- bra de la Iglesia ?—¿ No está dicho, y no creemos, y es- peramos en la iluminación progresiva del astro que emerge de las entrañas de la conciencia humana, para proclamar la resurrección de la mas terrible de las escla- vitudes, la esclavitud consentida, la esclavitud católica? Tal es mi fé. * Francisco Bilbao.■Nos el Doctor Don Mariano José de Escalada y Bnstillos Zeballos, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de esta Diócesis de la Santísima Trinidad de Buenos Aires, etc. etc. .V todos los Fieles «le nuestru Diócesi». Acaba de publicarse en esta ciudad por D. Francisco Bilbao, un folleto con el título: La América en Peligro, cuyo autor parece imaginarse ser él, el único que co- noce la causa y e! remedio de este mal, atreviéndose á asegurar que la inteligencia de los Americanos se resiste á ello, y que hay una conjuración de los que se llaman pensadores, letrados, y políticos para no tocar estas materias. Este nuevo maestro de la América atribuyo todos los males de esta al Catolicismo, queriendo fundarse en que esta Religión es opuesta á la forma Repu- blicana, por negar, según él dice, el principio funda- mental de la República, que es la soberanía de la razón en todo hombre. Tan soberano, como se ha ima- ginado que es, ignora que en la forma de la Repú- blica, la ley es soberana, y su fundamento es la jus- ticia y la obediencia. Ignora que si todos fuesen soberanos, como él se imagina que lo son, la Repú- blica seria imposible, porque no puede haberla en el caos y en el desorden. Es estraño, que el que asegura— lo- que escucha los pasos de legiones cstrangeras, hollan- do el suelo de la patria, no haya escuchado la voz de la Constitución, los preceptos de la ley, y los man- datos de la Autoridad, que no faltan en República alguna, sin embargo de que ante ellas no se presenta como soberano el individuo. Debia haber escuchado el desgraciado autor de La América en Peligro la oposición que en todas partes han encontrado sus necias doctrinas; y en Chile, que es su patria, debia haber oido los bellos discursos, y sólidos escritos con que se rebatieron sus errores. Conviene que en Buenos Aires se sepa que allí se le sujetó á juicio, se reprobaron sus producciones, y se le impusieron graves penas, que nos abstenemos de espresar. Allí se le dijo entre otras cosas: Es sobremanera infundada la opinión de aquellos que, exaltados por el fuego republicano, juzgan que la Re- ligión Católica es enemiga de las instituciones demo- cráticas. La falta de nociones fijas acerca de sus doctrinas es lo que puede inducirlos á semejante engaño. Si se aplicasen á conocerla como es en sí, y no como la pintan sus detractores, si no se limitasen únicamente á la lectura de un Colin, un Tindal, y ahora diremos como sus queridos maestros, Quinet y Michelet, sino que leyesen las famosas apologías del Catolicismo, se convencerían hasta la evidencia de que nada tiene este que se oponga á los principios demo- cráticos. Ni en sus máximas hay condenación alguna á este respecto. La mejor base de la democracia es la Religión Católica, porque nos dá las mas sublimes nociones sobre la dignidad, la libertad, la igualdad del hombre, porque esta prescribe todas las virtudes, que religiosamente practicadas forman la felicidad, la gloria y el espíritu de una buena República. Bien lo acredita así la historia de la poco há floreciente República de j\orte América.— 11 — Ella demuestra hasta la evidencia que la Religión Católica no es incompatible con la democracia; que es, al contrario la mejor base de sus instituciones: y el testimonio de Tocqueville, testigo de vista, y á quien no podrá tacharse de fanático ó preocupado, es irre- cusable. Él dice, quemas de un millón de católicos que ya existia allí en su tiempo, al paso que mues- tran gran fidelidad en las prácticas de su culto y re- bozan en ardimiento y celo por sus creencias, con todo eso forman la parte mas republicana, y mas democrática que existe en los Estados Unidos; hecho que sorprende á primera vista; pero cuyas verdade- ras causas descubre con facilidad la reflexión. La doctrina que enseña el Catolicismo es la mas favorable para la igualdad de condiciones, pues ella pone en el mismo nivel á todas las inteligencias, su- jeta á los pormenores de las mismas creencias tanto al sabio como al ignorante; impone las mismas prác- ticas al rico y al pobre, las mismas austeridades al poderoso que al débil; no se compone con ningún mortal, y aplicando á cada uno de los humanos la misma medida, le gusta confundir todas las clases de la sociedad al pié del misino altar, así como están confundidas á los ojos de Dios. Si el Catolicismo dis- pone los fieles á la obediencia, no les prepara pues á la desigualdad. Ojalá que todos los hombres nive- lasen siempre su conducta por los principios de esa Religión Santa! Entonces dejarían de existir esos dos monstruos los mas temibles de toda sociedad humana: el despotismo y la anarquía, bajo cuyo imperio es im- posible que haya paz, ni goce alguno social. La Religión Católica obtiene el doble privilejio de ga- rantir álos pueblos contraías vejaciones de los mandata- rios, y poner á estos á cubierto de los terribles atentados de la insurrección. Al paso que dulcifica y modera el ejercicio penoso y grave de la Autoridad, alijera tam-— 12 — bien y ennoblece la humilde austeridad de la obedien- cia. Ella infunde en los Magistrados las ideas mas puras y sublimes sobre la naturaleza de las funcio- nes públicas, y los deberes que deben llenar para con el pueblo. Ella les hace entender, que no son mas que unos cooperadores de la Divina Providencia, y que á su imitación deben gobernar á los hombres de un modo desinteresado, generoso y benéfico. Desde su tribuna sagrada clama sin cesar á los depositarios de la Autoridad para hacerles entender, que no están constituidos sobre sus demás conciudadanos, sino para establecer la felicidad pública á espensas de su reposo, placeres, salud, y aun de su propia existencia. ¿Y qué otra Religión que no sea la Católica puede con- ducir así á las sociedades humanas a la felicidad ver- dadera, que no solo nos promete para la otra vida, sino que nos procura también en esta? Solo un espíritu de error y libertinage puede inven- tar calumnia tan injusta contra nuestra Santa Religión Católica, como la que pretende persuadir el desgra- ciado autor del folleto que reprobamos: sus tenden- cias no son otras que proteger la impiedad, y el des- enfreno de las costumbres, entronizar el vicio, y per- seguir la virtud, abriendo así un vasto campo á la licencia, á la blasfemia, y á la inmoralidad, como si solo tuviese por objeto la ruina y trastorno de la so- ciedad. IV o pudiendo, por tanto, mirar con indiferencia tan graves males, sin faltar á los deberes de nuestra con- ciencia, que nos impone nuestro Ministerio Pastoral, os hacemos conocer el mortífero veneno que contiene ese infame libelo, para que os precaváis de él; y en el ejercicio de nuestra Divina Autoridad, en el nombre de Dios Todo-Poderoso, por la civilización de la Amé- rica, que es eminentemente Católica, por la paz y prosperidad de la República, prohibimos la lectura del— 13 panfleto intitulado La América en Peligro, y os exhor- tamos á que por todos los medios que estén á vuestro alcance, impidáis la circulación de ese escrito, capaz de seducir á los ignorantes y á los espíritus noveleros. Confiamos en vuestra fidelidad á la Religión Santa que profesáis, que os mostrareis celosos por su honor, y por su gloria; mereciendo así las misericordias de Dios, en cuyo santo nombre os bendecimos con la ben- dición del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen. Dado en nuestro Palacio Episcopal, á 24 de Setiembre de 18G2. MARIANO JOSÉ, Obispo de Buenos Aires. Por mandato del Tilmo. Sr. Obispo, Feoerico Akeiros—Secretario.!CONTRA-PASTORAL Vosotros lo sabéis, hermanos rnios muy amados. Por esto todo hombre sea pronto para oir: como tardo para llamar, y tardo para airarse. (Yago—Apóstol). Pues es necesario, que <%l Obispo sea irreprensible, es- poso de una sola muger.. .. propio para enseñar. (Pablo—Apóstol!. Francisco Bilbao, racionalista republicano, ciu- dadano de la ciudad universal, apostólica y humana, etc. etc. A. todos los fieles ú la causa del libre pensainlento- Sahid y alegi-ía. El Sr. Escalada, Obispo por la gracia de Dios, y de la Santa Sede (es decir, subdito y agente del Papa Rey, en Buenos Aires, y rebelde ante la ley de la Nación), ha desenterrado de las cavernas sepulcrales de la his- toria, el rayo del ex-tonante-Yaticano. É intentando fulminar ese rayo, para pulverizar el libro titulado La América en Peligro, ha sido conju- rado por el para-rayo de la civilización moderna: la LIBERTAD DEL PEKSAM1EKTO.— 16 — 1. Objeto r. Obispo, en la citada Pastoral. Io Refutarme» 2o Injuriarme. 3o PROHIBIR LA LECTURA DE MI LIBRO. Estos tres objetos se reducen auno: la condenación de la libertad del pensamiento. TI. El Obispo DESOBEDECE AL OBISPO. El Sr. Obispo empieza discutiendo, continúa con la injuria y termina con la prohibición de la lectura de La América en Peligro. La autoridad del Sr. Obispo es legítima ó ilegítima? Si es legítima, para prohibir, por qué discute? Si es ilegítima, con qué derecho pro- hibe? Y siendo legítima ó ilegítima, en qué se funda ese derecho á la injuria, al ultrage, á la exitacion del odio, por un libro que califica de «infame libelos- prohibiendo que se lea, que se juzgue, y que por el conocimiento del hecho, sea sentenciado por la concien- cia y razón de cada uno? Se arroja la injuria á manos llenas, y se impide el conocimiento de la causa: ¿es esa vuestra justicia, üüstrísimo señor? Me presentáis como autor de un acto infame, y prohibís el conocimiento del acto. Me acusáis, y no queréis que se me defienda; me ul- trajáis y no queréis (pie se me escuche; ¿ es esa vuestra caridaoV41ustrísimo señor? Si vuestra auto- ridad es legítima, vuestras ovejas deben detestarme; si estáis en vuestro derecho, habéis abolido el derecho á la defensa: si vuestra palabra es verdadera, habéis— 17 — levantado de la infame tumba el espectro de la santa inquisición, para iluminar con su infernal reflejo, la sonrisa del desprecio con que la civilización del siglo considera tan odiosas como vetustas tentativas. Pero habéis querido discutir: discutamos.—Mas ¿có- mo es, que poseyendo el rayo, habéis intentado apelar á la razón ?—¿ Cómo es que delegado del papa-rey y de la infalibilidad de la impecable iglesia, habéis descen- dido de las alturas conminatorias, para hablar en discu- sión ? ¿ Será, por ventura, que allá en vuestros aden- tros, no tenéis vos mismo plena fé, en vuestro poder, y apeláis al lenguaje de la razón para proscribirla ? ¿ Será que ya no creéis en la posibilidad y plenitud del ejercicio absoluto de vuestro derecho autoritario ?—Así apare- céis, así se revela vuestra conciencia oscilante y temblo- rosa ante el poder del raciociuio. Para conjurar un mal, empleáis dos remedios que se repulsan ; la prohibición y la discusión. Prohibís hasta la posibilidad de refutar- me, y empezáis contradiciéndoos. Discutis y condenáis la discusión. Habéis pues empezado refutándoos. ¿ Pero cuan bello no hubiera sido, que hubieseis ilustrado la in- teligencia del rebano, rebatiendo, pulverizando, ani- quilando las doctrinas de mi libro ?—¿ Cuan edificante no hubiera sido el espectáculo del' anciano pastor, pro- curando convencer, sino con la razón y con la ciencia, al menos con el amor de un cristiano, al que podia con- siderar como oveja descarriada ? ¿ Qué diferencia de re- sultado no hubiera producido la vista del sacerdote, le- vantando al cielo sus ojos, para pedir la luz que debia iluminarme ?—Qué movimiento de simpatía os hubieseis atraído, ilustrísimo señor, si os hubieseis presentado en medio de vuestro templo que se desploma, alzando vuestros brazos para sostenerlo, á riesgo de quedar ba- jo sus ruinas ! Mas no lo habéis querido. Cúmplanse pues los su- premos destinos de las religiones caducas, que adornadas— 18 — eon una corona de tinieblas, la rabia en el corazón, y la maldición en los labios, se precipitan al abismo. Cúm- plase también la ley de las sociedades que amando la inmortalidad de su existencia se separan de sus iglesias, para no ser arrastradas en el derrumbe providencial que las confunde. III. El Obispo contra el Obispo. El teorama del libro es la demostración de la incom- patibilidad que existe entre la libertad y el catolicismo, entre la democracia y la teocracia, entre la República y ía Iglesia. El principio fundamental que establecemos es, el de la soberanía de la razón en todo hombre, sin el cual no puede haber soberanía del pueblo. Sin soberanía del pueblo, república y democracia son palabras sin sentido. ¿ Qué dice contra esto el señor Obispo ? «Ignora que si todos fuesen soberanos, como él se » imagina que lo son, la República seria imposible, por- » que no puede haberle en el caos y en el desorden. » Esto quiere decir que la libertad universal es el caos, Ja igualdad de los derechos es el desorden, la soberanía del pueblo un imposible. Apenas empezáis á hablar y arrojáis tres blasfemias: desconocéis la universalidad del derecho, la posibilidad del sélf-government, y la harmonía de la igualdad de la justicia. El señor Obispo afirma pues que no todos somos so- beranos. Si no lo somos todos, hay desigualdad, clases, privi- legiados por un lado y siervos por el otro. Esto es lo que se llama aristocracia, oligarquía ó monarquía. Pri- mera contradicción del Obispo y gran confirmación de nuestro libro.— 19 — «'< Tan soberano como se ha imaginado que es, ignora » que en la forma de la República la ley es soberana, y » su fundamento es la justicia y la obediencia.» Creo ignorarlo tan poco, pues la ley soberana, es la que establece justamente el dogma de la soberanía del pueblo, el principio de la libertad en todos, y por con- siguiente es la ley que consagra la soberanía de la ra- zón en todo hombre. Esa ley es la justicia, y á ella le debemos obediencia. En esa virtud pues, inclinaos oh prelado ultramontano, ante la ley soberana de la sobe- ranía del pueblo, y prestadle obediencia, empezando por acatar la Constitución que infringís, al llamaros Obispo por la gracia de Dios y de la Santa Sede, cuando lo sois por la Constitución. Así pues, vuestra frase: «si todos son soberanos la República es imposible,» equivale á decir: si todos son Republicanos la República es imposible. Republicano quiere decir soberano, y República se llama self govern- ment: es decir, gobierno de si mismo. Y el que se go- bierna á sí mismo es soberano. No soy yo, ilustrísi- mo señor, quien ¿os intima rendición ante el absurdo, sois vos mismo, pretendiendo conciliar lo inconciliable. Negáis la soberanía de la razón, y ella os castiga con la sumisión al absurdo. Negáis la soberanía del pueblo y tenéis que declararos subdito del Papa.— Intentáis afirmar la compatibilidad de la Religión Cató- lica y déla democracia, y empezáis por decapitar la democracia, porque es decapitar la democracia negar el dogma de la soberanía de la razón en todo hombre. Y es que en el fondo, es asi como entendéis ra- zón, libertad, república y democracia. Igualdad en la obediencia, es lo que llamáis igualdad de condiciones; obediencia ciega es lo que llamáis á la libertad del pensamiento; supremacía de la fé, á la razón proster- nada; justicia, al sometimiento á vuestra autoridad; orden y harmonía, á la pasividad de los rebaños de ere-yentes. Y sobre esa razón abdicada, sobre esa igual- dad en la esclavitud, sobre ese pueblo soberano en- frenado por el error y el terror, proclamáis la Repú- blica del Papa, la democracia del cardenalato y obis- pado, la soberanía de la iglesia, y la humillación de la razón del hombre. Sobre la libertad, la igualdad y la fraternidad, que forma el triángulo sublime de la verdad y única corona de los pueblos, pretendéis colo- car la triple corona del papado; y para reemplazar la vara de la justicia, os armáis del cayado que golpea para someternos al cetro que quebranta. ¡ Qué es de la sinceridad, de los antiguos tiempos del catolicismo imperante, y aun la práctica de su doc- trina hoy, en todas partes : la iglesia dogmatizando la obediencia ciega, el Papa esclavizando, la iglesia aliada de los déspotas, enemiga de la soberanía de las nacio- nes, así como lo es de la soberanía del pueblo, y de la soberanía del hombre? ¿No debe ser ese papado, vuestro modelo político, ó católico? ¿No es y debe ser la teocracia, el ideal de vuestra forma de gobierno? ¿Y no es esa, teocracia la enemi- ga de la nacionalidad de Italia, la aliada de los empe- radores perjuros, la mordaza de vuestros labios, el freno de vuestras libertades, el buitre roedor de vues- tra vida? ¿No es ese el modelo del gobierno católico, sostenido por el extrangero sobre el cadáver de la República Komana? ¿No es ese gobierno, el que aten- ta á la independencia y al honor de la patria, el gran- de obstáculo hasta hoy dia que asesina la idea de la libertad y pisotea el honor de la independencia italia- na invocando á los verdugos de sus pueblos? Y si esto es innegable, ¿qué significa vuestro monstruoso lenguage, vuestra terminología jesuítica, asociando el catolicismo domador de pueblos, con el republicanismo decapitador de monarquías y teocracias ?— 21 — Es que os sentís perdidos en América, porque en Europa no empleáis el mismo lenguage. Habéis com- prendido que ninguna negación tácita ó patente de la República aquí en América, puede subsistir, y está condenada á muerte de antemano, y entonces habéis dicho: Ignacio de Loyola, ilumina á tus sectarios! Y es así como tenéis la audacia de llamar libertad á la obe- diencia ciega, y de asociar dos antinomíes, catolicis- mo y democracia; cuando si tuviéseis fé, conciencia y ciencia de las cosas, y respeto á la noble verdad, di- ríais con fuerza y promulgaríais esta fórmula que os representa hoy dia: Someter la libertad por medio de la libertad, y decir con la audacia de la caritativa inquisición: ó esclavitud consentida ó esclavitud libre ! Volvamos al texto de la Pastoral. IV. Los Apóstoles contra el Obispo. ¿ Cuáles son las otras razones que alega el Sr. Obis- po para sostener su monstruosa paradoja? « Si leyesen las famosas apologías del Catolicismo, se "convencerían bástala evidencia de que nada tiene «este que se oponga á los principios democráticos » (el Obispo.) Conocemos las mas célebres, y hemos encontrado en ellas la apología de la monarquía, de la inquisición, del jesuitismo, de la servidumbre, etc. Esas apologías,—la de Fr. Ventura,—dice, que el Catolicismo « exige el sacrificio de la razón » (Viva la libertad!) La de Mastre, que el verdugo es el mejor ministro de un buen príncipe, en su teocracia. (Viva la fra- ternidad !) La de Chateaubriand, que la monarquía es la iegiti-midad, y que hay demasiado con una República en el mundo. (Yiva la República.) Donoso Cortés, vuestro desgraciado apologista, define así el gobierno de la Iglesia: « es una inmensa aristo- » cracia, dirigida por un poder oligárquico, puesto en la » mano de un rey absoluto. » (Viva la democracia.) Vuestro Balines: « La Iglesia se oponía á la potestad ¿real, cuando esta trataba de extender la mano á las «cosas sagradas; pero su celo no la conducía nunca á ^rebajar á los ojos de los pueblos una autoridad que les »era tan necesaria. .Muy al contrario; pues ademas »dc que con sus doctrinas favorables átoda autoridad "legítima cimentaba mas y mas el poder de los reyes, «procuraba revestirlos de un carácter sagrado, em- «pleando en la coronación ceremonias augustas. » (Yi- va Ja soberanía del pueblo.) Vuestro canónigo Pinero, ha hecho la apología de la inquisición. (Yiva la caridad y tolerancia). La inqui- sición! Qué estraño que el canónigo Pinero la vindi- que, cuando Balines, que vale algo mas, con estúpida perfidia, y repugnante sofisma, se ha atrevido á estam- par estas palabras que avergüenzan á toda conciencia recta? Hablando de la inquisición, cuando las cortes de To- ledo en 1480, « cargaban reciamente la mano en el "negocio » (el negocio, dice) y probando que la « iñ- » tolerancia era popular » termina su infame periodo con estas palabras: « y que si queda justificada á los »ojos de los monárquicos, por haber sido conforme á la ^voluntad de los reyes, no debiera quedarlo menos delan- »íe de los amigos de la soberanía del pueblo. » Así pues, según esc fraile, los amigos de la sobera- nía del pueblo debemos justificar el asesinato de la li- bertad del pensamiento, y el tormento, y la pena de fuego v todas las monstruosidades del catolicismo, por- que los pueblos educados en el furor de la esclavitud— 23 — católica, aplaudían á los autos de fó de esa Iglesia tan llena de mansedumbre y caridad ! ¡ Qué prueba esa argumentación de Balmes, sino la vergüenza y la impotencia de su doctrina! Y si los sa- bios del catolicismo moderno dicen eso, qué no dirán sus desgraciados secuaces! Vuestro cardenal Wiseman nos dice : « El catolicismo "tiende sus brazos á todo el que renuncie á su juicio «particular, para adoptar su principio vital: es decir »que se somete implícitamente d la verdad de todo lo con- »cerniente á la enseñanza de la Iglesia. » Lo que quiere decir que para adoptar el principio vital del catolicismo, es necesario renunciar á la razón. Así lo creemos, ilustre Cardenal. Abogáis en nues- tra causa. Ya dijimos en la América en Peligro : SIIN ABSURDO ISO HAY CATOLICISMO. Yuestro Bossuet nos dice que « Dios hace los con- » quistadores, y hace marchar el espanto delante de ellos.» Los Buonaparte han leido este texto católico, y Méjico está destinado á ser la víctima de Dios, según Bossuet. « Reyes, ejerced vuestra autoridad, que es divina. » Así fué, que Luis XIV tenia escrúpulos si no despotizaba. Y terminaremos con el mas grande apologista, por- que no podéis ir contra su palabra, sin declararos here- jes, ó católicos,—con las palabras de vuestro Apóstol Pablo : « Toda alma esté sometida á las potestades su- » periores : porque no hay potestad sino de Dios (inclusi- « ve la de Francia, Rosas y López) y las que son (potes- » tades) de Dios son ordenadas. » (Inclusive la de Ma- » homa.) Para fundar la autoridad de la razón, dijo Pablo:— » No hizo Dios loco el saber de este mundo »—« Mas las » cosas locas del mundo escogió Dios, para confundir á » los sabios. » Para fundar la libertad y la igualdad, dijo Pablo :— » Siervos, obedeced á vuestros señores temporales— 24 — » CON TEMO» 5 CON RESPETO, ES SENCILLEZ DE VUESTRO » corazoin como Á Christo. »—Siervos de Rusia, es- clavos de las Antillas, del Brasil, y siervos del Para- guay, ya lo oís : Obedeced á vuestros amos, con respeto y como d Christo! ¿Queréis mas apología, señor Escalada? Para fundar el libre arbitrio, dijo Pablo : « Porque » Dios es el que obra entre vosotros asi el querer, como el » ejecutar, según su buena voluntad. » Para describir al buen Obispo, dice Pablo: «Pues » es necesario que el Obispo sea irreprehensible, esposo de » una sola muger.....propio para enseñar. » En fin, señor, terminemos las citas con esta última, que es magnífica para fundar la democracia : « Todos » los siervos que están bajo de yugo, estimen á sus se- » ñores por dignos de toda honra, para que el nombre » del Señor y su doctrina no sea blasfemada. » (Pablo id.) San Pedro, sobre cuya piedra, habéis levantado la iglesia, nos dice: «Someteos pues á toda humana » criatura, y esto por Dios: ya sea al Rey como * soberano que es : Siervos, sed obedientes d los st- » ñores con todo temor, no tan solamente d los buenos y » moderados, sino aun á los de recia condición. » ¿ Y queréis que sobre esa piedra, sobre ese Pedro, se levante el edificio que debe albergar á todos los hom- bres libertados ?—Proh pudor l ¿ Son esas las doctrinas que nos dan las mas sublimes nociones sobre la dignidad, la libertad y la igualdad del hombre ! Siervos de Pedro y Pablo, callad, y sed mas celosos de la dignidad de la verdad ! V. TocqnevlUe contra el Obispo. Como he determinado seguir la Pastoral, suspendo la argumentación irrecusable que demostrara mas tarde,á mas de ios textos y razones enunciados, la incompati- bilidad de la democracia con el Catolicismo, para diluci- dar las palabras de Tocqueville, que el señor Obispo, como autoridad irrecusable me presenta, para probar Ja posibilidad de esa monstruosa asociación de palabras : Libertad y Catolicismo. En primer lugar, no hay humana autoridad irrecusa- ble. Tocqueville y el señor Obispo pueden decir absur- dos ;—pero quiero hipotéticamente conceder la autori- dad irrecusable que se me quiere imponer, con tal que el Sr. Obispo la acepte también por su parte. Empe- cemos por descubrir el pequeño artificio de la cita. Texto incompleto de Toc- queville, citado por el Obispo. «Él dice, que mas de un millón de católicos que ya existían allí en su tiempo, al paso que muestran gran fidelidad en las prácticas de su culto y rebozan en ardimiento y celo por sus creencias, con todo eso, forman la parte mas republi- cana y mas democrática que exis- te en los Estados Unidos; hecho que sorprende á primera vista; pero cuyas verdaderas causas des- cubre con facilidad la reilexion. La doctrina que enseña el Cato- licismo es la mas favorable para la igualdad de condiciones, pues ella pone en el mismo nivel a to- das las inteligencias, sujeta álos pormenores de las mismas creen- cias tanto al sábio como al igno- rante; impone las mismas prácti- cas al rico y al pobre, las mismas austeridades al poderoso que al dé - bit; no se compone con ningún mortal, y aplicando a cada uno de los humanos la misma medida, le gusta confundir todas las clases de la sociedad al pié del mismo altar, asi como están confundidas á los ojos <ée Dios.» Texto de Tocqueville. « La mayor parte de la América Inglesa ha sido poblada por hom- bres, que después de haberse sus- traído á la autoridad del Papa, no se habían sometido á ninguna supremacía religiosa; traían pues al Nuevo Mundo un cristianismo que no podría caracterizarlo me- jor, que llamándolo democrático y republicano: esto favoreció sin- gularmente el establecimiento de la Repíiblica y de la democrácia en los negocios. Desde el princi- pio, la política y la religión se en- contraron de acuerdo, y después no han cesado de estarlo. »— 26 — Lo cual quiere decir, que los que protestaron contra la Iglesia Católica, los que negaron la obediencia á la Iglesia, al Papa, etc., que los cristianos protestantes, los que acababan de fundar el lihre-exámen, en la re- ligión, fueron los que fundaron la República en la po- lítica. Tué, pues, el protestantismo, según Tocquevi- lle, el cristianismo que fundó la Eepública de los Es- tados Unidos. No el catolicismo. Es de evidencia. Así, desde las primeras palabras, vuestra autoridad es destruida. Tocqueville habla de cristianismo y nos- otros de catolicismo. ¿O queréis llamar á los protestan- tes sectarios de yuestra pretendida supremacía reli- giosa? Pero hay algo de mas grave. En el mismo capítulo que cita el Obispo, hay no solo citación incompleta, si- no citación falseada, y esto ya importa una responsabili- dad moral. Voy á citar el trozo completo que el Obispo falsea. « Pienso que no hay razón en considerar á la religión » católica como un enemigo natural de la democracia. » Entre las diferentes doctrinas cristianas, el catolicismo » me parece al contrario, una de las mas favorables á la » igualdad de condiciones. Entre los católicos la sociedad » religiosa no se compone sino de dos elementos : el sacer- » dote y el pueblo. El sacerdote se eleva solo sobre los fieles: « lodo es igual bajo él.» He subrayado la parte suprimida por el Obispo. ¿ Y por qué la suprimió?—porque justamente me da- ba razón, porque esas palabras vienen á probar que el catolicismo se compone de aristocracia y servidumbre— Dos elementos dice, componen la sociedad católica : el sacerdote y el pueblo. La democracia no se compone sino de ios eleméhto ilnstrísimo,—y se llama pueblo, ese mismo elemento. Y qué elementos pretendía amal- gamar su señoría !—La aristocracia mas despótica, por- que es dueña del pensamiento y la conciencia, y la ser-— 27 — vidumbre de la plebe-humanidad.—La cita de Tocque- ville restaurada, os confunde. Tocqueville habla primero de catolicismo;—después dice, igualdad de condiciones ;—después, dos elemen- tos.—Yed la duda, en ese espíritu que me dais como autoridad irrecusable. INo puede sostener la proposición que el catolicismo es democrático, y se refugia en que es favorable á la igualdad de condiciones. Ser favorable á la igualdad, no es ser siempre favorable á la libertad. Los mas grandes déspotas han establecido una magní- fica igualdad de condiciones, en la servidumbre.—Y no pudiendo aun sostener que sea favorable á la igualdad, dice que el catolicismo es una aristocracia. Yed cuanta contradicción !—y no pudiendo detenerse en las con- tradicciones, al dar vuelta la página en el mismo ca- pítulo, Tocqueville dice : «El catolicismo es como una monarquía aijsoliíta. » (Al fin triunfó la lógica.) ¿Me citareis otra vez, como autoridad irrecusable á Toequeville, señor Obispo Escalada? YJ. Ijí» Bil>lin contra el Obispo. He compulsado las originales razones y la única cita- ción que dá el Sr. Obispo para refutar mi libro. Las razo- nes que ha alegado, y la cita explicada é integrada de Tocqueville, han venido á confirmar la doctrina de mi libro y á mostrar la contradicción en el ataque. Des- pués de esto, nada queda ya que refutar. El Obispo continúa con una especie de psalmoteo de alabanzas al catolicismo, y en una serie de injurias contra mí. Respecto al psalmoteo encomiástico, bien puede con- tinuar, como continúan todos los panegiristas del error. Acumulan afirmaciones de alabanzas, y no rebaten, nada refutan, se hacen sordos á los argumentos, y pasan en medio de los resplandores de la razón que la— 28 — üiosofia^ales arroja, tapándose los ojos, como el aves- truz perseguido, que esconde la cabeza para no ver el peligro, creyendo de este modo conjurarlo. Empieza la letanía de este modo: « La Religión Católica obtiene el doble privilegio de » garantir á los pueblos contra los vejámenes de los » mandatarios, y poner á estos á cubierto de los ter- » ribles atentados de la insurrección. » (La pastoral.) La religión católica ha obtenido el privilegio de ga- rantir á los déspotas contra el derecho. En todo tiempo ha sido despótica, porque es despotismo en el dogma, y en la organización de la Iglesia. Los Borbones han sido y son católicos. Roma, eternamente despotizada por la teocracia católica. Ñapóles despotizado por la monarquía católica, y el monstruoso Borbon, después del bombardeo de Mesina, fué públicamente abrazado por PIO IX. El Austria, el imperio mas infame, tirano de nacio- nes, de Hungría, de Bohemia, de Italia y de su propio pueblo, es el mejor aliado del Papa, y el sostenedor de la Teocracia. La España, el pais que gracias á su fideli- dad católica, se ha quedado atrás, ha sido la patria de FelipeII, el brazo de la inquisición, y el verdugo de los Países Bajos. La Francia ha recibido la bendición de la Iglesia, la de los Papas, por sus cruzadas, por las ma- tanzas de losYadences, Hugonotes, por la San Bartolo- mé, por las dragonadas, etc. En Suiza, los cantones católicos han sido los rebeldes á la ley de la República. En América, el catolicismo quemó hombres y libros, cimentó elcoloniage, introdu- jo la esclavitud de los negros, nos separó del mundo y erigió el tribunal de la Santa Inquisición. En Amé- rica fuimos declarados insurgentes y hereges;—en América el catolicismo fundó el Paraguay y vivió aliado reprueba, las doctrinas relativas á la libertad civil » y política, las que, contra vuestras intenciones sin » duda, tienden por su naturaleza á excitar y propa- » gar en todas partes el espíritu de sedición y de re- » vuelta de la parte de los subditos contra sus sobe- >» ranos. Es así, pues, este espíritu está en abierta » oposición con los principios del Evangelio y de nues- »tra santa Iglesia, la cual, como bien lo sabéis, pre- » dica igualmente á los pueblos la obediencia, y á los » soberanos la justicia.— 35 — « Las doctrinas del Porvenir (el diario de Lamennais) » sobre la libertad de los cultos y la libertad de la prensa, » que han sido tratadas con tanta exageración y lie- » vadas tan lejos por los señores redactores, son igual- » mente muy reprensibles y en oposición con la ense- » fianza, las máximas y la práctica de la Iglesia. Han » afligido y asombrado mucho al Santo Padre; porque » si, en ciertas circunstancias, la prudencia exige tole- » rarlas como mal menor, tales doctrinas no pueden ja- » más ser presentadas por un católico como un bien ó co- » mo un estado de cosas deseable. » En fin, lo que ha colmado la amargura del Santo » Padre, es el Acta de unión propuesta á lodos aquellos » que, á pesar del asesinato de la Polonia, la desmem- » bracion de la Bélgica y la conducta de los gobiernos » que se denominan liberales, esperan aun en la liber- » tad del mundo y quieren trabajar por ella.... Su San- » tidad reprueba tal acto en cuanto al fondo y d la » forma. « Hé ahí, señor, la comunicación que Su Santidad » me encarga haceros » etc. Y es después de esto que Lamennais escribió las so- lemnes palabras que pesan como una sentencia del Eterno: « Libertad y catolicismo son, pues, dos palabras que 3> radicalmente se excluyen. La Iglesia, por el princi- » pío de su institución, exige y debe exigir del honi- » bre una obediencia ciega, absoluta en todos los ór- » denes: obediencia en el orden espiritual puesto que » de él depende la salvación; obediencia en el orden « temporal, en cuanto á que está ligado al órden espi- » ritual, pues que, si permitiese que le atacase, en » cualquier grado y manera, sea la fé necesaria para » salvarse, sea la autoridad que la enseñe, se haría cóm- » plice del mayor crimen que puede concebirse, la » muerte de las almas. De esto á las medidas repre-— 36 » shas, á la Inquisición, á su código sangriento, la con- » secuencia es rigorosa. » ¿ Qué podréis contestar, Sr. Obispo, á vuestro San- to Padre, que considera los derechos fundamentales de la República, en oposición con la enseñanza, las máxi- mas y la práctica de la Iglesia ? i¿ | El Santo Padre nos dice, pues, que liay incompati- bilidad entre la libertad y el catolicismo,—y esa es mi afirmación, Sr. Obispo, que os habéis atrevido á negar. Hay entre la República y el Catolicismo, la misma afi- nidad que entre la razón y el absurdo. VIH. Pío IX contra el Obispo. Ha habido sacerdotes italianos, Gioberti, Rosmini, Tentura, que han intentado la alianza de la filosofía con la Iglesia. ¿ Qué resultó ? « El Papa ha afrentado sus obras como otras tantas blasfemias; ellos han ar- rojado la maldición á su filosofía. »—(Quinet.) Pero si no se quiere atender á la razón, á la prác- tica, á la doctrina constante de la Iglesia, que señalan y demuestran la incompatibilidad de la libertad con el catolicismo,—si para asentar esa conciliación chocante y paradógica, pasáis por alto y os desentendéis de todo lo alegado y demostrado, oid pues á vuestro Pió IX, vuestro Pontífice vivo y presente. Dice, al abrir la consulta de Estado y solemnemente declara en 1847 : « Que sus reformas no contienen el germen de nin- » gima institución parlamentaria; que el papado pue-. >. de bien condescender hasta escuchar votos, no á di- » vidir el poder con el pueblo; que el régimen cons- » titucional en los dominios del Papa es una utopia. » ¿ Es esto claro y terminante ? Se necesita ya faltar á la sinceridad, para sostener bajo el punto de vista que se quiera, la posible con-— 37 — ciliacion de la antinomia palpitante que se llama liber- tad y catolicismo. Y necesitáis para sostener esa contradicción, decla- raros en rebelión contra vuestros dogmas, contra vuestras doctrinas, contra la enseñanza y práctica de vuestros concilios, de vuestra Iglesia, de vuestros Pon- tífices hasta hoy dia. No podéis aceptar la soberanía de la razón,—¿có- mo os atraveis á hablar de libertad? No podéis aceptar la soberanía del pueblo, porque seria reconocer una autoridad humana sobre vuestra mentida autoridad divina, y osáis hablar de República- No podéis aceptar el gobierno de todos y de cada uno porque seria declarar que la teocracia es una mentira, y osáis hablar de democracia. No podéis reconocer el derecho ai libre examen, la libertad de conciencia, de culto, etc., porque os ha- céis cómplices del derecho del hombre á refutaros y á negaros, y á lo que llamáis la perdición de su alma, y os atrevéis á hablar de garantías! La inquisición Os marca con fuego, el jesuitismo os acusa con su putrefacción de cadáver,—y osáis hablar de tolerancia y de verdad, sin lo cual no hay paz ni libertad posible. IX. Lias Injurias del Sr. Obispo, caen sobre él. El dogma católico, la decisión de sus concilios; la doctrina de sus grandes apologistas, desde san Agustín hasta Bossuet, desde De-Maistre hasta Donoso-Cortés; la palabra de sus Papas desde san Pedro hasta Pió IX; la práctica de todos sus tiempos desde Constantino has- ta Felipe II, desde Torqucmada hasta el Paraguay-Mo- delo, han afirmado, decidido, demostrado, declarado y decretado que libertad y catolicismo son enemigos;— 38 — no invocando el catolicismo otra libertad que la infa- lible é impecable de acabar, destruir y prohibir la liber- tad en el que no piense, ni crea como él. La razón de ese dogma, la lógica, la autoridad, la enseñanza y la práctica declaran, pues, y lo mismo la Iglesia, que la razón y la libertad se humillen, se sa- crifiquen ante lo que ella llama revelación y continua- ción de la revelación por la Iglesia; y que así, es una proposición eminentemente católica, como también lo es racionalista: Libertad y Catolicismo se excluyen. Y el Sr. Obispo dice contra esa proposición: «SoZo un » espíritu de error y libertinage puede inventar calumnia » tan injusta contra nuestra santa religión católica, co~ y>~mo la que pretende persuadir el desgraciado autor del » fotleto que reprobamos. » Ese espíritu de error y libertinage es, pues, según vos mismo, y aunque no lo habéis soñado, aplicable á san Pedro y á san Pablo, á san Agustín, á Bossuet, á los dogmas exclusivos y á la doctrina de vuestros pa- pas y concilios hasta el Tridcntino y Pió IX. "Ved que armas habéis manejado, ilustrísimo señor j ved lo que es, no aceptar franca y sinceramente la ló- gica de vuestra religión. Yuestra misma religión os condena, porque condena á la razón independiente, con el sometimiento que exigís de la razón á la fé que llamáis revelada. Y es por esa distinción, que me ultrajáis en vuestra pastoral, en el pulpito de vuestras iglesias, y prohibís ademas el conocimiento de mi libro, dejando de ese mo- do á la calumnia ancho el campo para presentarme «cow » tendencias á desenfrenar las costumbres y perseguir la » virtud, y entronizar el vicio/ » ¿Es eso sincero, ilustrísimo señor? ¿Podríais demostrar con una sola frase de mi libro ( que calificáis de libelo infame) que abre vasto campo á a licencia, á la blasfemia y á la inmoralidad ? ¿ Po-— 39 — driais hacerlo? No, y mil veces no,—y os emplazo ante la justicia de Dios y la razón de los hombres, á que lo demostréis, porque si no lo hacéis, si no justi- ficáis esos ultrages, si no probáis esas imputaciones es- pantosas, tendria derecho para llamaros.....al orden, ilustrísimo señor. X. Conclusión. He demostrado, Sr. Obispo : Io Que vuestra crítica corrobora la thesis de mi libro. 2o Que vuestra citación de Tocqueville os contra- dice. 3o Que vuestras afirmaciones, sin pruebas, á favor del catolicismo, son refutadas y desmentidas por vuestros libros que llamáis revelados, por la palabra de vuestros apóstoles, doctores, santos padres, apologistas, concilios y papas. 4o Que vuestras injurias caen sobre vos mismo. 5o Que vuestra prohibición de leer mi libro es una injusticia y una señal de miedo. ¿Y es para conseguir ese resultado que habéis trona- do en las iglesias? ¿Es para mostrar esa impotencia, que no pudiendo refutarme, prohibís la lectura y me injuriáis? ¿ Es para dar una manifestación de vuestra caridad, que habéis excitado el odio contra mí? ¿Es esa la ciencia y la conciencia de vuestra religión, ilustrísimo señor? ¿Es ese el verbo de luz, y la lengua de fuego de vuestro espíritu santo en forma de paloma, que ha brillado en la oscuridad y en medio de la tempestad de nuestros dias? Erais la palabra mas autorizada de este oriente de— 40 — Buenos Aires, para decidir á nombre del catolicismo lo que debia negarse ó afirmarse; y habéis negado la so- beranía de la razón, y habéis afirmado catolicismo y democracia. ¿Qué debo esperar, pues, de vuestra ciencia; qué debo deducir de vuestra conducta, cómo debo califi- car vuestra situación en el siglo y en el pais en que vivimos ? ¿De vuestra ciencia?—contradicción, desistimiento de los argumentos, oido sordo á la razón, sofisma, con- fusión: la inanidad. ¿De vuestra conducta?—el espanto que os causa la razón y libertad. ¿De vuestra situación?—la muerte. Inanidad de ciencia. Odio en el corazón. Miedo á la razón. Luego estáis sentenciados á la muerte.—Es asi como concluyen las religiones, los dogmas, las iglesias, que violan la razón, y que solo se defienden por la inercia, por la costumbre, por el hábito, por el fanatismo que explotan. Pero vivimos á despecho de esa guerra, nos decís. También vive el mosaismo, que es mas viejo, y el mahometismo, que es mas nuevo; también viven el brahmanismo, el budhismo, el fetiquismo, y todas esas religiones mas antiguas que la vuestra, que tienen ma- yor número de sectarios y de mártires que la vuestra, ¿y quién es aquel que, apoyado en la razón, no dice á todas esas formas de revelación mas ó menos falaces: sois mentira, y como mentira estáis condenadas á la muerte? Solo la razón sobre el pedestal de la justicia sostie- ne á la religión eLerna, que no viene del hombre, por- que era, porque es, porque será.—Oidme con vuestro apóstol Juan:— 41 — La razón, es el verbo. Todas las cosas fueron hechas por ella, y nada de lo bueno fué hecho sin ella. En ella está la vida, y la vida era la luz de los hom- bres. Y la luz en las tinieblas resplandece, mas las ti- nieblas no la comprendieron. Pero ya disipa á esas tinieblas. Esa razón, era la luz verdadera, que alumbra á todo hombre que viene á este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por ella fué hecho, y no la conoció el mundo. A lo suyo vino, y los suyos no la recibieron. Mas á cuantos la recibieron, les dio poder de ser hechos hijos de Dios, á aquellos que creen en su nombre (á los racionalistas). Los cuales son nacidos no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios. Y la razón fué hecha carne, y habitó y habita y habi- tará entre nosotros: y vemos la gloria suya, gloria co- mo unigénita del padre, llena de gracia y de verdad.. Nosotros los racionalistas damos testimonio de ella, y clamamos diciendo ; Esta era la que dijimos i La razón que viene, ha sido engendrada antes de nosotros, por- que era primero que nosotros. Y de su plenitud recibimos nosotros todos, y justicia por justicia. A Dios nadie lo vió jamás. La razón unigénita, por- que no hay mas que una, que está en el seno del Pa- dre, ella misma lo ha declarado. Si, pues, ilustrísimo señor, la razón que habéis so- juzgado, así lo ha declarado: Quien no está conmigo es mi enemigo. Esa es la verdadera Iglesia, fuera de la cual no hay salvación. Apresuraos, pues, á entrar en el gremio de la ver- dadera iglesia si queréis salvaros. Y si lo desearais, pronto estoy á bautizaros en las aguas de la regeneración, cu nombre del Padre, que— 42 — es la fuerza, de la razón que es el verbo, y de la ca- ridad, que es el espíritu. XI. Lia consecuencia. Y como representáis á la muerte empecinada y afer- rada á la joven América que vive y se levanta, y sacu- de el polvo vetusto de los siglos,—la joven América, la sociedad, el Estado, fuertes con la conciencia de sus gloriosos destinos inmortales—se separa de voso- tros, se separa de la Iglesia, protesta contra la theo- cracia, y afirma con el acento de la revelación eter- na : la soberanía de la razón como poder espiritual, la soberanía del pueblo como poder temporal, la ciencia como concilio permanente, la realización del derecho como culto, la rebgion de la ley, la nomocracia, como principio y fin, razón y medio, causa y efecto del impe- rativo de verdad, que es la justicia. Y desaparecerá délas constituciones el artículo des- pótico y privilegiado, con el cual vivís y nos hacéis la guerra. no mas religion de estado. no mas subsidios al error. Libertad é igualdad para los cultos. Organización de la enseñanza de la justicia. El libro (Biblos) de la religión de la ley. La escuela racionalista. Hé ahí los elementos prácticos del programa de la Joven América, ilustrísimo señor. Necesita una exco- munión como ¡bautismo del fuego enemigo en la bata- lla. Os la pedimos! á no ser que como Saulo en el camino de Damasco, deis oido á la voz de los cielos, que proclama la hora de la regeneración, y vengáis— 43 — á nuestras filas, para ser saludado no con el «mori- turi te sálutant» sino con el nuevo grito: los que TATÍ Á VENCER, TE SALUDA*.APÉNDICE. Hé aquí el modo de proceder y véase el espíritu que dominaba eu nuestros principales caudillos de la Inde- pendencia, cuando los representantes del catolicismo querían penetrar en las regiones del Estado. Si comparamos la conducta de San Martin y O'Hig- gins, en las mismas cuestiones, con la de nuestros actua- les gobernantes en la mayoría de las Repúblicas del Sud, se vé la indisputable supremacía de verdad, de sinceri- dad y de inteligencia en aquellos hombres, como lahabia en la masa total, en la atmósfera social de la revolución Americana. Así como la talla, y la fuerza de loshombres ha disminuido en general, así también la fuerza moral, separándose de la lógica de la revolución. La transac- ción disminuye. La diplomacia trasportada á las cosas eternas, embrutece. El sofisma aceptado como ley del raciocinio, enerva. La familiaridad con el error, pre- dispone al crimen. Hé aquí como se esplicaban en esta materia nuestros padres: San Martin á O'Higgiks. «Cuando San Martin ocupó á Lima y espulsó al Ar- zobispo Las Hcras porque no se adhería lisa y llanamente— 46 — á la independencia, hizo saber á O'Higgins este paso con estas palabras peculiarísimas. «Levanté en peso para Europa al Arzobispo. El caballero quería ser pastor de la Iglesia sin reconocer la independencia! Yaya con quince mil diablos á echar bendiciones en España!» Y O'Higgins le contestó (carta de 12 de Diciembre de 1821) con este otro recado que tiene todo el olor de los campa- mentos. «Que rica cosa la levantada del Arzobispo! Duro, mi amigo, contales hipócritas y sus secuaces!» (Ostracismo de O'Higgins por B. Vicuña.) O'Higgins al gobernador de San Luis. «La espatriacion del clérigo Eizaguirre es tan justa como pública su enemistad al sistema patrio. El ha sos- tenido y defiende que no hay autoridad en los gobiernos de América para ejercer el patronato. «Por consiguiente, declamaba contra la validez de la provisión de canongías y toda clase de providencias con- cernientes á la materia; pero no fué esta sola la causa de su confinación, sino es que llamado por mí para recon- venirle por haber insultado públicamente en el templo á una señora, después de haber supuesto una orden del gobernador del obispado para cubrir sus insultos, de cuya falsedad fué convencido, tuvo la desfachatez de de- cirme que yo no tenia jurisdicción alguna sobre él y que no obedecía ninguna orden mia. Entonces fué que or- dené su arresto en un cuartel; pero no paró en esto su insolencia, sino que trató de alzaprimar la tropa, dicién- doles que estaban descomulgados por obedecer mis man- datos y que el gobierno también lo estaba por darlas con- tra sus facultades. El resultado fué que, á no ser por los oficiales, hubiera sido víctima de los soldados que insultaba, que casi lo pasan por las bayonetas; y yo por la vindicta pública tuve á bien separarlo de aquí á la provincia de Cuyo, después de haberse comprobado su criminalidad en un proceso legal. El descontento tras-— 47 — cicnde á algunos pocos godos y, como es natural, á su familia.» Bernardo 0,Higgins. (Ostracismo de O'Higgins por B. Vicuña). Tan pronto como llegó á mis manos la pastoral, dirigí la siguiente presentación, que fué publicada en los dia- rios y que no lia sido contestada; Buenos Aires, 28 de Setiembre de Í8G2. AISr. Fiscal del Estado. Se ha leido en las iglesias de esta ciudad ó impreso en hoja suelta, sin nombre de imprenta, una pastoral del Sr. Obispo Escalada que lleva por encabezamiento las si- guientes líneas: «Nos el Dr. D. Mariano José de Escalada y Bustillo Zeballos, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostó- Tica, Obispo de esta Diócesis de la Santísima Trinidad de Buenos Aires, etc. etc.» Y como por ellas, el Sr. Obispo, se presenta descono- ciendo y negando su oríjen constitucional, violando el artículo 86, inciso 8o de la Constitución Nacional que dice—«Ejerce (el Presidente) los derechos del patronato «nacional en la presentación de obispos paralas iglesias «Catedrales á propuesta en terna del Senado.» Y faltando ademas al artículo 101 de la Constitución de Buenos Aires, que establece y preceptúa la doctrina, vengo á denunciar ante Y. S. este atentado al derecho constitucional del Patronato. Dios guarde al Sr. Fiscal. Francisco Bilbao. Los siguientes artículos, publicados con motivo de la publicación de mi libro, La América en Peligro, y de la pastoral, darán á conocer al lector, el progreso de la opinión de Buenos Aires en la cuestión religiosa.— 48 — La esperanza, de la libertad Al ciudadano Francisco Lopez-Torres. El absurdo de la República católica F. Lopez-Torres, El problema está planteado. En medio déla selva oscura y encantada, el geómetra supremo, derribando los añosos troncos y los sortilegios de los vetustos drui- das, ha delineado los caminos. Y, á la luz del nuevo dia que desprende el firmamento eterno de la razón emancipada, la locomotora de la libertad se precipita, pulverizando los ídolos, disipando los fantasmas y reco- giendo los aplausos de los pueblos. Salve! razón libre, libertadora y pacificadora! Nos destrozábamos buscando la libertad, porque no la llevábamos en nosotros. Nos odiábamos buscando el mismo fin, porque no acep- tábamos el mismo medio. Hablábamos de democracia, desde el pedestal de la teocracia. Invocábamos la libertad de rodillas ante el sacerdote de la servidumbre. Invocábamos la igualdad, acatando la aristocracia de la Iglesia. Apelábamos á la fraternidad en el altar del odio á los herejes. Buscábamos la verdad, que es universal y omnipre- sente en toda razón, en las aras del culto de la fó y de la obediencia ciegas. Los siglos devorarían á los siglos, las generaciones caerían sobre las generaciones fatigadas hasta levantar una Babel con las osamentas de la humanidad burlada. El adulterio de la libertad con la teocracia, produciría la confusión de lenguas; y el hombre escarnecido é impo- tente, desearia el sepulcro de Loyola como último des- canso.— 49 — Pero el problema está planteado, la distinción está hecha,—y tú, amigo y hermano en tan grande causa, has puesto tu mano en la palanca de Arquímedes, para ayudar al espíritu de verdad, á colocar el mundo moral sobre sus ejes. Saludo al republicano racionalista! Francisco Bilbao. (En la Tribuna.) Al Sr. D. Mariano Várela, redactor de la Tribuna. He leidoy apreciado como debo, el notable artículo de vd, titulado, el libro del Sr. Bilbao y el Obispo. Yer á la prensa de Buenos Aires, pronunciarse de una manera tan decidida por la causa de las causas, la liber- tad del pensamiento, la libertad de conciencia, a despe- cho de la ignorancia y de la autoridad de un poder que ya caduca hasta en la intelijencia de las masas, y defen- der esa causa olvidando la enemistad política, para solo atender al principio negado y ofendido, ha sido para mí, Sr. Yarcla, un momento de esperanza grandioso para los destinos de la libertad en la República Ar- gentina. La conducta de la Tribuna y de la Nación Argentina empeñan mi gratitud. Sean cuales fueren las peripecias políticas que aconte- cer pudieran, el filósofo, el político, el patriota, el filán- tropo, el racionalista, pueden proclamar á los pueblos de América y decirles: Hay una tierra en donde puede acampar el espíritu de la regeneración del siglo;—hay una ciudad que alberga y custodia la soberanía del pen- samiento:—hay una patria donde puede erigirse el pe- destal á la libertad del Nuevo Mundo. Y cuando la sociedad y prensa .Bonaerense, afirman el derecho de la razón independiente, toda duda res- pecto al porvenir se disipa, toda esperanza de prosperi- dad y dignidad se encarna.— 50 — No creo engañarme: grandes dias se desprenden de las entrañas atónitas del tiempo. La joven Europa se levanta pisoteando las thiaras y coronas,—y la joven América responde: he preparado al continente para recibir la nueva era de la religión de la ley y del gobierno de la libertad. Trabajando y defendiendo la causa, somos el espíritu precursor, que prepara las veredas y abre los caminos que conducen á la fraternidad de los pueblos, y á la in- tegridad déla soberanía del hombre. Saludo á vd. señor Redactor. Francisco Bilbao. (En la Tribuna.) Buenos Aires, l.° de Octubre de 1862. La coexistencia del Sr. Obispo. La palabra veraz de un hombre libre, trasmitiendo el soplo precursor que hará desaparecer las coronas, ha exitado la cólera del pastor en medio de sus ovejas. Para conjurar esa tormenta, el buen pastor, ha levan- tado ese cayado tantas veces quebrado en la frente de la libertad, para descargarme un garrotazo. Y para hacerlo con gracia, el señor Obispo ha salta- do por encima de la Constitución, proclamándose Obispo por la gracia de Dios y de la Santa Sede. ¿Qué significa semejante proceder? ¿Pretende, por ventura revestirse de mas autoridad, apelando á la de la Santa Sede, y negando el origen le- gal y positivo de su nombramiento? ¿O pretende, ó cree, ó supone, movido por la íntima y profunda lógica de servidumbre que entraña el ultra- montanismo, que para lanzar una palabra contra la li- bertad, es necesario afirmarse como autoridad papista, y ocultar su origen y nombramiento constitucional? Oh triunfo de la verdad á despecho de su enemigo!No es pues una autoridad del Estado, la que prohibe la lectura calumniando el libro; es una autoridad ultra- montana que por la gracia de la Santa Sede pretende coexistir al lado de la autoridad legítima. Hay pues dos Obispos en el Obispo. El que debe haber jurado la Constitución, y el que la olvida; el Obispo del extran- gero que está en Roma, y el Obispo de Buenos Aires que ha sido nombrado por el Ejecutivo. ¿Con cuál de los dos debe entenderse?—¿Cuál délos dos ha sido el autor del golpe de cayado*? Si el primero, es decir, elSr. Escalada Bustillos y Ze- ballos Obispo por la gracia de Dios y de la Santa Sede, le progunto: ¿sois el agente de un príncipe, en un pais que no reconoce príncipes ni lacayos, sois el representante de un rey en una República, el agente de extrangera prepotencia en un pais independiente? Id entonces á otra parte á pastorear esclavos. Si es por un milagro transubslancial, el mismo Sr. Escalada, el Obispo cons- titucional de Buenos Aires, entonces la autoridad, la ley, el derecho de patronato se levanta para, llamaros á jui- cio y preguntaros: ¿es ese el ejemplo de un pastor, que empieza por desobedecer á su patrón'! porque el Estado es vuestro patrón, ilustrísimo señor. ¿Es ese el modo de usar autoridad, empezando por negar el origen de la vuestra? porque sois nombrado por el Poder Ejecutivo d propuesta en terna del Senado, ilus- trísimo señor. Habéis pues faltado á la ley como Obispo de Buenos Aires, y entonces tenéis que retractaros, porque si no lo hacéis, vuestra autoridad ha caducado. Y si no creéis haber faltado á la ley, entonces os reco- nocéis agente directo é inmediato, del Rey-Pontífice extrangero,—y como tal, vuestra autoridad no existe. No ha sido mi objeto, en estas líneas, contestar á la pastoral del Sr. Obispo, sino aclarar un poco el campo, para extender mi línea. Tan pronto como hayan ter-minado los Srcs. que pretenden refutar á la América en Peligro, empezaré á contestar. Francisco Bilbao. (En la Nación Argentina., 2 de Octubre.) Al Sr. Ifc. E- El Sr. R. E. hademostrado perfectamente que el Sr. Obispo lia descendido al ultraje y á la exitacion de la odiosidad pública, contra un hombre, por sus opiniones vertidas en un libro.—Hé ahí el hecho. Y el Sr. R. E. se pregunta con razón, si puede ese hecho ser derecho. Y con la misma exactitud que prueba el hecho, de- muestra la negación de ese derecho al ultraje de la per- sonalidad del escritor. En una cuestión tan delicada, no puedo menos que apreciar y agradecer, el esclarecimiento luminoso de ese punto. Los personages en cuestión son el Obispo por un lado y el derecho á la inviolabilidad de la per- sona por el otro. Pero ha sido muy bueno recordar que «los eclesiás- ticos en su calidad de ciudadanos y en el ejercicio de »su ministerio son responsables desús palabras y de sus «escritos, y que el hecho de una pastoral leida en el «público y publicada en la prensa, como la que nos ocu- »pa, puede dar lugar á una acción criminal....» Es pues un espectáculo bello, ver esa conquista pro- gresiva del derecho, que corta las garras á los leones, y suprime el ultraje en los Obispos. La opinión pública se ilustra, se fundan antecedentes, se sientan premisas que pronto realizarán^u-s consecuencias en la sociedad dignificada y elevada por la consagración del libre pen- samiento, y el respeto á la personalidad del hombre. Es así también como se cicatrizan las heridas y se hace difícil el dominio de los odios. El libre pensamiento y el respeto del hombre, contienen la pacificación social yel desarrollo de todos los bienes. El Sr. R. E. ha pres- tado á esta causa el contingente de un fuerte raciocinio. Francisco Bilbao. (Nación Argentina, Octubre 5.) Sr. Redactor de la Nación Arjcntina. Antes de hacer algunas observaciones al artículo titu- lado el Obispo y elSr. Bilbao, séamc permitido manifes- tar á vd., al señor R. E., á la Tribuna, á la JSacion con sus colaboradores, al Sr. López Torres y al público de la ciudad de Buenos Aires, mi gratitud profunda, por la actitud que han asumido en la mas grave y trascendental de las cuestiones. I. Cuando en la América latina se trata nada menos que de la vida ó muerte de una religión y de una nueva manifestación ó desarrollo del axioma eterno de la li- bertad en la región del dogma;—cuando la conciencia, el pensamiento y la evidencia racionalista, solo piden el campo libre para la libre discusión;—cuando la deduc- ción inexorable del silogismo histórico señala los tiempos de la renovación religiosa, para presentar un mundo re- generado en las aguas sagradas del bautismo filosófico del siglo;—cuando creemos ver y sentir á ios pueblos de América alzarse sobre el pedestal de su sangriento pasado para decir: ha sonado la hora de ios grandes dias y pre- paramos nuestro corazón é intelijencia á la revelación del sentido común que dice: si queréis libertad en la po- lítica, empezad por cimentar la libertad en el dogma; si queréis justicia en la sociedad, empezad por negar los dogmas que arrebátala justicia;—si queréis igualdad en la ciudad terrestre, empezad por abolir la desigualdad y privilegio sacerdotales;—si queréis democracia negad la teocracia;—si queréis el imperio de las mayorías, la le- gitimidad y origen de la autoridad por la elección del pueblo, negad entonces el origen de las autoridades nombradas por un hombre como sucede en la constitu- ción del catolicismo en la política;—entonces Sr. Redac- tor, al frente de una situación moral tan grave, en nom- bre de Dios y de la humanidad, á todos conjuro para sostener la columna fundamental del nuevo mundo: la libertad del pensamiento, la libertad de la conciencia, la autoridad de la razón. No es mi causa, es nuestra causa;—No es mi razón, es la razón;—No es mi persona; es la impersonalidad de un principio;—No es mi destino el que se juega, es el des- pejo de la incógnita sublime que la ciencia, el corazón y el presentimiento desprenden del arcano del futuro. II. Voy ahora á presentar al Sr. Redactor una observa- ción que no dudo admitirá, porque su artículo revela una gran imparcialidad y al mismo tiempo una penetra- ción inteligente que le honra. A nombre de la libertad dice el el Sr. Redactor, que el Sr. Obispo y el autor déla América en Peligro, tienen igual derecho para condenarse virtualmente, y que «de- »fiende la libertad para el racionalista como para el cató- dico, para él Obispo como para Bilbao.» Perfectamente dicho. Pero es justamente en este punto que existe la radical diferencia que caracteriza á los antagonistas. El racionalista tiene el derecho de li- bertad para discutir y pide se respete el mismo derecho en su contrario; pero el Señor Obispo á nombre del de- recho pide la abolición del derecho, á nombre de su li- hertad católica, pide la negación de la libertad raciona- lista; á nombre de su religión prohibe hasta la posibili- dad de la discusión, pues prohibe el conocimiento de los autos del proceso;—Y así, el que intentare refutarme tiene que desobedecer á su Obispo, tiene que refutar an-— 55 — tes el derecho de prohibición de que la autoridad ultra- montana del Sr. Obispóse reviste. Loque viene á ser una prueba mas para mi libro: República y catolicismo se destruyen). ¿Pues qué significa ese derecho de prohibición de la lectura, que el Sr. Obispo se atribuye? Significa que tiene derecho para imponer lo que debe creerse, lo que debe juzgarse. ¿Y cómo se llama esa pretensión de dominar la inteligencia y la conciencia? —Se llama imposición de la fé ciega, y negación del derecho á la libertad de pensar y discutir.—Que esto sea muy lógicamente católico, lo confesamos, porque el catolicismo es anti-liberal. Luego si el Obispo como representante de la fé y de la autoridad católica, tiene derecho para prohibir entre sus sectarios, la lectura, sus sectarios tienen que conve- nir conmigo, en que respetan y reconocen sobre su ra- zón y libre pensamiento, la autoridad de la palabra del Obispo;—y en tal caso se reconocen siervos de la auto- ridad ultramontana que niega la discusión y su garan- tía constitucional,—y como tales, no son ni pueden ser republicanos. Yo no me reconozco con el derecho de prohibir un libro y en nombre de la Igualdad de condiciones que in- voca esa misma pastoral que me injuria, no puedo reco- nocer en el Obispo el derecho de prohibir mi libró. Reconocer ese derecho seria para mi lo mismo que reco- nocer el derecho absoluto de cualquiera autoridad sobre la conciencia,—y si los católicos abdican su derecho di- ciendo que sobre sus creyentes puede hacerlo, seria lo mismo que si se me obligase á reconocer el derecho de azotar en un amo, porque los siervos besasen esa mano y reconociesen la autoridad que los degrada. «NO HAY DERECHO CONTRA EL DERECHO.» La libertad no puede ser el derecho de prohibir la li- bertad.— 56 — Si hay alguna religión que se crea con el derecho al ab- solutismo, esa religión ha violado la igualdad. Condene, excomulgue, anatematize, en hora buena! Yo puedo condenar la injuria, yo puedo excomulgar al lobo, yo puedo anatematizar al jesuita;—pero prohibir la lectura del libre raciocinio, y reconocer ese derecho, JAMÁS. Podría objetárseme: El Estado reconoce esa autori- dad que se cree con el derecho de prohibir. Contestación : esa autoridad ha negado al Estado, y el Estado no puede dar fuerza á la autoridad que lo niega ; seria admitir una autoridad suprema, recono- cer en la autoridad derivada de la Constitución, el dere- cho de abolir la Constitución. Vea pues, señor Redactor, la radical diferencia que existe en el derecho á libertad que invoca para raciona- listas y católicos: Si el racionalista se apoya en el dere- cho para condenar una creencia; no puede condenar el estudio de esa creencia. ¥ si el católico exige el derecho de libertad de discusión, no puede prohibir el conoci- miento de lo que se discute : Luego el Obispo no puede prohibir la lectura de mi libro, sin renunciar al uso de las palabras derecho é igualdad. Pero si se reconoce en el Obispo el derecho de prohi- bir la lectura, entonces es reconocer el derecho de dis- cusión invocado para prohibir, la discusión.—Contra- dicción insoluble. Si hay derecho para prohibir mi libro, hay derecho para prohibir la discusión: Y prohibir la discusión es prohibir el derecho. Prohibir el derecho es atentar á la razón, á la ley, al sentido común y á la conciencia. Tal es la situación en que se ha colocado el Sr. Obispo. Francisco Bilbao. Octubre 7.— 57 — JLa América en peligro. Al autor del artículo publicado ayer en la «Na- ción Argentina» y firmado E. B. He leído vuestro artículo; y si reconozco en él, un sentimiento de amor y de ternura, respecto á lo que se llama la religión de nuestros padres, y un buen de- seo con recta intención, de que sea mi libro refutado, no puedo menos de reconocer también la grande ino- cencia con que intentáis entrar en discusión. Habéis adoptado la táctica de los modernos apologis- tas del catolicismo. Para vuestro gobierno, y el de los que siguen esas aguas, inclusive el Sr. Frias, si asomare en el palen- que, voy á deciros en que consiste esa táctica, último recurso de una religión convencida de error, y que procura sostenerse por el peso de la inercia. Esa táctica consiste en cuatro recursos principales : Io—Desentenderse de las razones, argumentos y pruebas que aniquilan vuestra doctrina. 2o—Confundir inocentemente al cristianismo, con el catolicismo. 3o—Acumular letanías de elogios, amontonar afirma- ciones sobre afirmaciones sin pruebas, y dar por cierto lo mismo que se niega. 4o—Y una audacia (sublime de inocencia) para negar ó disfrazar los hechos, y como Pilatos lavarse las manos ante la responsabilidad de las doctrinas, de los hechos y de las hazañas del catolicismo, padre de la teocracia católica, padre déla santa inquisición y padre del jesui- tismo,—trinidad preciosa, sobre la cual pretende fundar la libertad, la rectitud y democracia. Hé ahí las cuatro maniobras principales de la tácti- ca empleada por los apologistas modernos del catoli- cismo .Y como nada habéis refutado, sino acumulado afirma- ciones sin pruebas y sin demostraciones, Y como venis confundiendo al cristianismo con el ca- tolicismo, Y como no hacéis sino acumular apologías, que se apli- can al catolicismo como á casi toda religión, por sus sec- tarios, y que se aplican al racionalismo, Y como á pesar de vuestro buen deseo, con sublime inocencia, pasáis sobre los hechos con una audacia ver- daderamente asombrosa, llegando hasta invocar el nom- bre de Galileo á favor del catolicismo, de Galileo que convenció de mentira á los que llamáis vuestros libros revelados, y que por eso fué atormentado, quemados sus libros, condenada su doctrina por esa infalible iglesia católica á quien llamáis protectora de la ciencia y de la libertad, etc. etc. En virtud de lo espuesto, y atendida la recta inten- ción del apologista, esperaremos á Yd. y á los señores Frias y Pinero, ú otro para que presenten algo, que pueda discutirse. Francisco Bilbao. {Nación Argentina, 17 de Octubre.) La impresión producida por la noticia de la catástrofe de Aspromonte, nos arrancó ese grito que insertamos. Fundando ademas en la causa que representa Garibaldi, las mas legítimas esperanzas para la redcmpcion del mun- do católico, pues en Boma iba no solo á conquistar la capital de Italia, sino á decapitar la teocracia, su prisión, su herida, ese desastre, nos heria en lo mas íntimo.— Felizmente se vé claro que- el acto de Garibaldi, cual- quiera que haya sido su éxito, ha contribuido á preci- pitar la solución del problema católico que es el proble- ma de la inercia. El movimiento es su muerte.— 59 — Ecce-Homo. A Garibaldi. Natnre might stand up, and say to all thc -worid, This was a man. SlIAkSPEARE. La naturaleza puede levantarse y decir al mundo : este fué un hombre. I. ¿Garibaldi preso, Garibaldi herido, Garibaldi venci- do y acusado de rebelde? ¿ El genio del buen sentido, el corazón de todos los dolores, el espíritu encarnado de la democracia univer- sal, herido en su cuerpo, atacado en su carácter? ¿El libertador aherrojado, el victorioso vencido, la justicia de su causa pisoteada? ¿Las esperanzas de Italia y del mundo prostergadas? y el satánico concierto de todos los despotismos, domi- nando con su salvage coro, la harmonía de todas las li- bertades enlutadas ? ¿ Es esto cierto ? Sí, lo dice el presentimiento fúnebre de nuestro co- razón apuñaleado. ¿ Es esto posible ? Sí, nos dice la historia, mostrándonos el continuado é interminable martirologio de los hombres libres. ¿ Está todo consumado ? No!—nos dice el indómito derecho ;—no, nos dice la afirmación déla eternidad de la justicia. II. ¿ Cómo saber si ha sido engañado ?—¿ Cómo saber si ha caido en la celada de un moderno Maquiavelo ?— ¿ Cómo saber, si su determinación heroica, ha sido por— GO — sí, ante Dios y el pueblo, y á despecho de todas las combinaciones políticas ? Juzgadlo, juzgadlo I Su palabra es testimonio de ver- dad. Si ha sido engañado por la monarquía, ay de la monarquía!—Si ha caido en la celada de Maquiavelo, ay para siempre del maquiavelismo !—Si su determina- ción es personal y aislada, ahí tenéis el ecce-homo de la humanidad moderna. III. ¿Pero si la muerte se anticipa al juicio?—¡Si en su edad, el contraste moral, la pérdida de su sangre y la de su hijo, y el misterio, nos arrebatan á Garibaldi: en- tonces, malditos sean los que han hecho caer á Gari- baldi ! Si puede hablar y defenderse, y si tenemos la felici- dad de volver á escuchar su palabra, sabremos que ha sido traicionado ó vencido. Si traicionado, la monarquía se perdió; y es una victoria ? Si no ha sido traicionado, entonces es ó no rebelde? Si es rebelde, él aceptará la verdad de su situación, y podrá ser castigado con la pena de los rebeldes. ¿Se le aplicará la pena?—Si os creéis con la justicia, aplicadla, magistrados. En estos juicios, en que la lega- lidad de la tierra, combate contra la legalidad del ciclo, la víctima es necesaria.—Dadnos pues esa víctima, dad- nos la crucificcion de Garibaldi; y el «soZ velará su luz, y temblará la tierra,» y los muertos alzarán sus piedras sepulcrales, para preguntar si la victima ha redimido al mundo de los vivos y los muertos.IV. Si Garibaldi ha muerto, (fúnebre presentimiento) la democracia universal celebrará tus funerales. Roma ó muerte han sido las palabras de tu testamen- to humanitario. El pasado, la monarquía, la aristocracia, la teocracia, la institución de la explotación de las masas, todas las doctrinas de esclavitud, todos los hechos de tiranía, en Roma, han anudado el nudo gordiano de su imperio. Y es por eso que tú, genio del buen sentido, perso- nificación del pueblo, la espada del pueblo levantaste, para cortar el nudo de la historia moderna. Roma ó muerte, quería decir, integridad é inde- pendencia de Italia, contra el Austríaco ladrón, contra el Francés perjuro, contra el rapa-Rey, que daba la mano á esos imperios para mutilar la Italia y contener el desborde de la democracia universal y de la sobe- ranía de la razón. Roma ó muerte, quería decir, Americanos del Sud : La Roma del porvenir se llama la alianza de todo pue- blo soberano. V. Si Garibaldi ha muerto ó va á morir, republicanos de todo pueblo, racionalistas del mundo, sobre sus manes venerandos, demos la palabra de contribuir á celebrar sus funerales en la misma Roma, sobre la pira de los tronos. Democracia universal, prepárate para celebrar los funerales de Aquiles sobre la ruina de Troya. Espíritu del mundo, recibe al mejor de tus hijos. Padre de justicia, recibe al varón justo, y suspende á esa víctima en el firmamento humano, como la estre- lla rutilante que señale el camino de la redempeion, á— 62 — todos los que sufren por el amor á la dignidad del hombre, por la inviolabilidad de la patria, por el de- recho burlado ó pisoteado, por la verdad escarnecida y por la esperanza de paz y de justicia, en la ciudad universal de la fraternidad y la justicia. Francisco Bilbao. Buenos Aires, 14 de Octubre de 1862. Decreto del Presidente «Jnures. ¿Por qué estraño fenómeno, la causa de la monar- quía y de la conquista, es apoyada por el clero? Lapa- tria está amenazada, y el clero católico es rebelde. La patria es invadida, y el jesuita Miranda con el clero apo- yan la invasión. La ley, la legalidad, la República, la independencia son atrozmente atropelladas por el impe- rio francés, y esc clero hace causa común con el con- quistador, con el déspota, con el monarca. Y este fe- nómeno, con honorables cscepciones, se repite desde el principio hasta el fin, y en todo pueblo!—Jamás ha corrido mayor peligro la independencia de Méjico, y vemos á su ilustre presidente, obligado á combatir al enemigo eterno en su misma patria, cuando el extran- gero la asalta. Ü Presidente Juares ha dado un decreto contra el clero, concebido en los términos siguientes : « Árt. 1"—Los eclesiásticos de toda especie de cul- tos, 'que abusando de su ministerio escitasen el odio ó al desprecio de las leyes ó del Gobierno y de sus órde- nes, serán castigados con prisión ó deportación de uno á tres años. Art. 2o—Suprímense, en la crisis actual, todos los cabildos eclesiásticos en toda la República, con escep- cion del de Guadalajara, en atención á su patriótica con- ducta. Todo acuerdo de los miembros de esas corpora- ciones para el ejercicio de sus funciones, será castigado como delito de conspiraciones. Art. 3o—Prohíbese á los clérigos de todos los cultos hacer uso, fuera de sus iglesias, de sus hábitos sacerdo- tales y de todo emblema distintivo de su ministerio. Esta disposición tendrá sus efectos á los diez dias de su publicación. Los contraventores á ella pagarán multas desde 10 hasta 100 pesos, ó sufrirán de quince á sesenta dias de prisión. Mandamos y ordenamos que el presente decreto se imprima, publique y ejecute. Dado en el palacio del Gobierno federal, en Méjico, á 30 de Agosto de 1862. Benito Juares.» El obispo de Yannes, monseñor Dubreuil, ha pronun- ciado el siguiente discurso en la inauguración del ca- mino de hierro de Lorient: « Cuando un conquistador ha conseguido uno de esos » triunfos (pie deciden la suerte y cambian la faz de los .» imperios, su primera necesidad, si se halla á la altura » de sus destinos, es venir enteramente cubierto de » polvo y sangre, á doblar la rodilla en el campo de » batalla para dar gloria á aquel á quien es debida y » agradecer la victoria á la mano que solo ha podido » concederla. » Y en Francia, al mismo tiempo que Napoleón con- quista, un Obispo, viene á legitimar la teoría de la con- quista, según la bárbara y estúpida doctrina de Bos- suet, que es el apotheosis catóíico de la fuerza y del des- potismo.—« Ciego el que no vé. » De lo que se deduce: Toda victoria es divina. El catolicismo viene pues á presentarnos la divinidad de la victoria, y adorarla. Si esto no es el apotheosis de la fuerza,—¿qué es? (Del Correo de Ultramar, Noviembre 1862.)REFUTACIONES. Los Sres. Estrada y Gelpi han escrito contra mi libro. El Sr. Estrada, un folleto titulado: El Catolicismo y la Democracia, refutación (sic) de la América en Peligro. El objeto de este folleto es decir que todo lo bueno,' lo verdadero y lo libre es católico, y que todo lo malo, lo falso y despótico es racionalista. El Sr. Estrada, lia usado, pues, ámpliamente del derecho garantido por la Constitución, á la libertad de la palabra. Y como su tkesis es la misma que la del Sr. Obispo, creemos que la Contra-Pastoral podrá satisfacerlo. El Sr. Gelpi, no ha terminado su crítica, ni expues- to todavia la refutación de mi libro. Deseamos que el matemático termine, para ver si podemos contestarle. 22 JY 69