■ < ■ .U 3 >.-¡>j¡fjiW «i tr.b M )-t».-r [aho<ÁÓMt cf. c¡<]<0 oJ|'MáiuCi)nA j «¡í.iri. > sb ;«H.l »f> tllí-v > !> ' •-•b ogoiCT u tofesíiD t>f:io*uA a kí'.ütO eb i*ol >»b cí-.tlj •<■••/"• .>.-..'•• • : ;<'juO '....i.iA •>[> Blici m3 * ;> ideuS »fc teal r,;aohn\ J. ,:> . .;ff ¡>b M ita «4 «aba* D ¡aíguíuA , i I! I ■.diva ai COLOMBIA I EL BRASIL, COLOMBIA I EL PERÚ.COLOMBIA I EL BRASIL, COLOMBIA I EL PERÚ. CUESTION DE LIMITES "Que no deben caducar ni perecer loa titulo» de * anterior dominio 1 de posesión actual que tiene la " República del Ecuador como un don del cielo 1 como " una heredad trasmitida por su mayores.1* Acta d*i Concejo municipal de Quito de 12 de febrero de 1360. VALPARAISO í IMPRENTA 1 LIBRERIA DEL MERCURIO DK SANTOS TORNEKO. 1862.CONTENIDO DE ESTA PRIMERA PARTE. Advertencia, iutrodltcion. CAPITULO 1. — El Brasil i el uti possidetis de 1810. CAP. O. — Escandalosa usurpación de los papas: celos del Portugal: tratado de Tordesillas: error grave de los mapas antiguos del Brasil. CAP. III. — Reincorporación de Portugal a la corona de España. CAP. IV. — Descubrimiento del Amazonas: misiones en los territorios cortados i separados por los anuentes del gran rio. CAP. V. — Invasiones de los portugueses sobre el territorio amazónico: atentados i violencias de todo jénero. CAP. VI. — Tratado de 1750: sus vicios, su anulación i sus conse- cuencias. CAP. VII. — Tratado de 1777; concesiones jenerosas de la corona de España: conducta mañosa i artera de la comisión portuguesa en el Marañon: debilidad e ignorancia de la comisión española. CAP. VIII. — Actitud actunl de la corte del Brasil: sus pretensiones, sus cruzadas diplomáticas: conducta circunspecta de los estados colombianos. Notas i acl¿raciones.^.13 VEETENCIA. Para evitar notas i citaciones inútiles, diremos unas pocas pala- bras sobre las fuentes de donde hemos tornado todas las noticias históricas que vamos a referir en esta primera parte. Hemos procurado consultar lo3 historiadores de mas crédito i especialmente los que han escrito en estos últimos tiempos, tauto porque los creemos mejor informados como porque nos han conven- cido las observaciones que hacen i los documentos en que se apoyan. Hemos estudiado la materia en Prescott (Historia de los reyes católicos) i en Lafuente (Historia jeneral de España), sin dejar de re- jistrar a Williams Cox (La España bajo los Borbones) que se incli- na un poco al Portugal, por justificar la intervención de la Gran Bretaña en las cuestiones relativas a la América del Sur. Hemos leido i procurado comprender i coordinar la prolija rela- ción que hace el padre Juan de Velasco de las misiones de los jesuítas del colejio de Quito, i las obras i documentos a que se refiere- Hemos visto igualmente lo que han dicho sobre este asunto al- gunos escritores americanos i sobre todo aquellos escritos que tie- nen el carácter de documentos oficiales, tales como el informe pre- sentado al Senado de Nueva Granada por D. Pedro Fernandez Madrid en 2o de abril de 1855, i el de igual condición espedido ante el Senado de Venezuela por la comisión de relaciones esteno- res en 25 de majo de 1860. Lo que han sostenido en pro i en contra algunos diarios i folletos publicados en Caracas i especialmente El Diario de. Avisos, ilustrado con los brillantes artículos del Sr. Briceño; en una palabra, todo lo lie hemos podido ver i consultar a fin de no aventurar nuestra opinión en asunto tan delicado. Si algo falta que esplanar o aclarar en pro o en contra de los de- rechos de nuestra patria, lo harán aquellos que, estando en mejor— 8 — posición que nosotros, puedan rejistrar i consultar los archivos pú- blicos (interesante trabajo que no hemos podido emprender por hallarnos lejos de nuestra patria), donde los jesuitas, esos obreros activos de la civilización, han dejado el precioso tesoro de sus es critos, la mayor parte de ellos inéditos hasta el dia. Esos son los comprobantes que vamos a presentar ou apoyo de los derechos de Colombia, tomándolos de la fuente misma de Li conquista, navegación i descubrimiento, como la base establecida por las adjudicaciones de los papas i por los tratados que se deri van de las bulas pontificias. Las notas se publicarán al ñn de cada una de las partes en que se halla dividido este trabajo, para evitar la molestia de cortar a oada paso el discurso principal. INTRODUCCION. ——— En abril de 1860 decíamos: « mucho mas conveniente nos parece ■ la reunión de un Congreso Americano para tratar i resolver la • cuestión de límites. Este congreso podria juzgar i decidir sin pa- • sion, i sus decisiones serian respetadas [ior el interés que tienen • todos los Estados en la conservación de Ja paz. No hai una sola • sección americana donde no se halle pendiente esta cuestión, i • donile no haya mas o menos las mismas dificultades para termi- • narla: de aqui la necesidad de apelar al juicio imparcial de un • congreso, si se quiere evitar el estremo violento de la guerra. Un • congreso compuesto de hombres hábiles i versados en el derecho • público americano, seria el mas competente i al mismo tiempo el i mas respetable tribunal que haya existido jamas para dirimir cues- • tiones de esta especie.» Los acontecimientos posteriores, lejos de debilitar nuestra con- vicción a este respecto, han ido fortificándola mas i mas, porque cada dia se renuevan esas cuestiones i se multiplican las exijencias de los gobiernos fuertes ; i en el mismo grado crecen las dificulta- des i se aumentan los motivos de ódio i mala intelijencia entre pueblos llamados a vivir en paz i buena armonía. Este estado de alarma permanente interrumpe las relaciones comerciales, trastorna los hábitos i costumbres de los pueblos, distrae las rentas públicas de su verdadero objeto, aplicando a gastos militares i preparativos bélicos los pocos recursos que han podido salvarse del naufrajio jc- owal en que ha sumido a la América del Sur la guerra civil. La necesidad de un congreso americano se hace sentir ademas por ese tono de dogmatismo i de autoridad con que cada gobierno ^ta de fijar los límites de su estado, dando por probados todos los derechos que cree corresponderle, con los documentos que posee, i 'esaeltas todas las dudas i dificultades por el juicio apasionado de l'l'KST. T>E I.TM. 2— 10 — sus escritores. Para ellos se han convertido en dogmas sus propias opiniones, i quieren imponerla a sus contrarios por los mismos medios con que los agarenos difundían i propagaban el libro de su profeta: medios funestos i peligrosos en la actual situación de nuestros pueblos, porque de ese modo las guerras se harían inter- minables, i los Estados, vencidos una vez, aguardarían de día en día el momento devengarse i rehabilitarse en la plenitud de sus derechos. Ni están de acuerdo los gobiernos sud-amcricanos en el principio que debe servir de base a esta importante cuestión, ni lo compren- den del mismo modo los pocos que lo proclaman. Unos apelan al utipossidetis de 1810, otros lo rechazan como un obstáculo parala fijación de límites permanentes i duraderos: aquellos quieren hacer prevalecer los distritos territoriales determinados por las leyes de erección de las audiencias reales, vireinatos, presidencias i capita- nías jenerales con todos los territorios que les pertenecen por dere- cho de conquista : estos alegan derechos de propiedad sobre ciertas segregaciones parciales, eventuales i transitorias, siquiera no hayan dejado ninguna huella de su autoridad, ningún monumento de sus servicios i de sus labores en obsequio de la civilización i del pro- greso social. Hai todavía menos conformidad entre los que adoptan el princi- pio del uti possidetis, porque unos se atienen al uti possidetis de dere- cho, i otros reclaman el uti possidetis de hecho, la posesión real, efec- tiva i continuada por un cierto número do años. ¿Pero qué se en- tiende por posesión ? Aquí entran nuevamente el desacuerdo i la confusión, porque la posesión es para unos la jurisdicción, el ejer- cicio de la autoridad, aunque sea aislado i transitorio, mientras que para otros la posesión es la fundación de pueblos, la construcción de templos, el culto, la educación popular, el comercio, en una pa- labra, la conquista pacífica por el ministerio de la palabra, de lafé i de la civilización. I dando por admitido que algunos escritores estuviesen de acuerdo en el principio de jurisdicción, tendríamos todavia que averiguar cuál de ellas debe prevalecer sobre las demás. Cada na- ción, cada gobierno quiere hacer triunfar la jurisdicción que mas cuadra a sus intereses, i de este modo se perpetúa el estado de in- quietud, ajitacion i discordia en que se encuentran algunas repú- blicas sud-americanas desde el momento mismo de su indepen- dencia. No faltan espíritus de vasta penetración i alcance, que quisieran — 11 — desterrar toda esa jerga de doctrinas oscuras e incomprensibles que no han hecho otra cosa que prolongar la ansiedad i la discordia, adoptando en su lugar otro principio que pudiese conciliar los inte- reses comerciales i políticos de las diversas secciones en que se halla gubdividida la América; i presentan, como el medio mas justo i conveniente, el circunscribir los límites de cada república según el oríjen, tendencias i necesidades de los pueblos, sus fuerzas, sus re- cursos, i sobre todo, los medios de seguridad i garantia que nece- sitan para conservar su nacionalidad e independencia, conformán- dose en esto con las prescripciones de la naturaleza que ha colocado losrios i las montañas como los linderos propios de cada estado. Otros publicistas, celosos del derecho i de la independencia indi- vidual de cada ciudadano y de cada estado, querrían consultar la opinión pública por medio del sufrajío popular en los pueblos donde han penetrado la civilización y loa hábitos de orden social; y donde ni esa civilización ni esos hábitos existen, desearían ver aplicado el sistema de Guillermo Penn, como un homenaje debido a la justicia i a los derechos lejílimos de la raza primojénita que ha ocupado el territorio desde la mas remota antigüedad. I si algún principio debe prevalecer en este laberinto de opi- niones i de intereses encontrados, esclaman otros escritores auda- ces e innovadores, que sea el de la victoria y conquista del824, el derecho de la guerra, el derecho de aquellos pueblos que por su pujanza, su valor i su heroísmo dieron libertad e indepen- dencia a esos pueblos perezosos e indolentes que dormian tranquilos sobre el potro del coloniaje i de la servidumbre. ¿Cuál es, pues, la autoridad que puede establecer la armonía en- tre los estados sudamericanos, i fijar un principio claro, evidente i decisivo en esta materia ? Nosotros creemos que no hai mas que dos medios de arribar a un arreglo justo i racional, la transacción franca, leal i jenerosamente adoptada entre las naciones interesadas 0 un arbitraje bastante respetable i poderoso para dirimir definiti- vamente las cuestiones pendientes. El primero se ha ensayado inú- tilmente por diferentes gobiernos, desde los primeros tiempos de la independencia. IjM negociaciones se han eludido i cortado muchas veces por subterfujios indignos de la alta jerarquía de los gobiernos 1 de los pueblos a quienes representaban; otras veces se han apla- zado con perjuicio de los intereses públicos, quedando armados sus respectivos gobiernos para consolidar el despotismo interior. I si alguna vez se han celebrado tratados públicos, ha sido para violar- los en seguida i desde el momento mismo en que la nación vencida— 12 — si; ha encontrado con fuerza suficiente para infrinjirloB o interpre tarlos a su antojo: i cuantas veces se acuda a e.=te espediente otra,; tantas producirá los mismos resultados. El segundo medio está por ensayarse, i ya hemos espresado nuestra opinión a este respecto invocando i pidiendo la reunión de un congreso americano, como el último i al mismo tiempo el mas eficaz remedio a que pueden acudir los estados americanos para terminar las cuestiones qu(> L dividen i que enjendran tantos odios i tantas discordias. Pero dejando aparte estas consideraciones de un órdeD jeneral pasemos a dar razón del objeto de nuestro escrito, i de lo-t¡ asunte que vamos a desenvolver en él. Nos proponemos: 1.° aclararlos derechos de Colombia, como representante i sucesora de Espaiía en aquellas tierras i posesiones que fueron descubiertas i eonquis tadas por subditos espafioles en nombre i con anuencia de la corona de España ¡ 2." aclarar i defender los derechos de Colombia, en toda la estension de territorio comprendido dentro de los límites del antiguo vireinato de Santa Fé de Bogotá, i 8.° deslindar los dere- chos de la República del Ecuador, en todo lo que toca i pertenece a la antigua presidencia de Quito. Empezaremos por lijar los límites que en nuestro concepto co- rresponden a Colombia, como representante de España, porque es mas natural i mas obvio tratar de saber cuáles fueron los derechos de la madre patria sobre los territorios conquistados, durante su larga dominación, que distribuir esas vastas posesiones entre los diferentes estados que se han formado después de la independencia. Una vez hecho el deslinde entre Colombia i el Brasil, trataremos de reconocer los derechos i posesiones pertenecientes a los antiguos vireiuatos de Santa Fé de Bogotá i del Perú; i cuando este punto haya sido suficientemente esclarecido, nos ocuparemos de fijar los límites que existian entre la presidencia de Quito i el vireinato de Santa Fé. ...... \ •UíÚ OÍWÍV y .-• •, ^ y. al uh HiMtm:..¡ r". i •-. -.....------------- t •>dq« n/ul • • . * ¿un fcobjMiriu vím&L .-ir/ .<••{.. • ÍK I . 10¡f CJ lf i Ciíil , • COLOMBIA I EL BRASIL. PRIMERA PARTE. CAPITULO l ÜH Brasil i el uti ponsicietiis de 1SXO. El Brasil no puede alegar otros derechos que los que se hallan consignados i definidos estrictamente en los tratados públicos, por- que ellos son la base i el título primordial de la¿ conquistas que hicieron los portugueses en la América del Sur con pleno conoci- miento i autorización de la corona de España. Esos tratados fijaron el punto de partida i la dirección que el Portugal debia seguir en sus conquistas, la estension i término que debían tener. Todo lo que se haya hecho fuera de esos términos señalados por la España i aceptados por el Portugal, es una verdadera violación del derecho público, una usurpación de la propiedad ajena, un despojo de los derechos que habia ofrecido reconocer i respetar solemnemente. El principio del uti possidetis no puede rejir entre naciones que se hallan ligadas por tratados públicos, cuyos derechos están determinados i circunscritos por ellos, porque el uti possidetis se ha inventado para aclarar las dudas i superar ciertas dificultades entre pueblos que vivieron bajo de una misma asociación política. Fuera de"este caso escepcional, el uti possidetis no haria mas que justificar 'a usurpación i patrocinar la mala fé i la perfidia. I un principio que llevase en sí mismo el jérmen de la injusticia i de la inmorali- dad, no habría sido, no habria debido ser adoptado por naciones •lustradas i respetadoras del derecho i de la moral universal.— 14 — Es, pues, en los tratados i convenios internacionales i en la hig toria de los hechos que han dado lugar a semejantes arreglos, donde deben buscarse los derechos del Brasil i sus verdaderos límites- i allí es donde nosotros vamos a estudiarlos i a examinarlos para someterlos al juicio imparcial de la opinión pública. La historia de los sucesos que perturbaron por largo tiempo las relaciones interna- cionales de la España i Portugal, nos dará a conocer cuán limitadas fueron las posesiones de esta última monarquía sobre la América del Sur, al tiempo de la conquista, i cuán vastas han llegado a ser por la tenaz i pérfida política de su gobierno, quejamos omitió ningún medio de estender su dominación. Los aventureros que han salido de las costas de Estados Unidos para derramarse sobre las poblaciones pequeñas e indefensas de la América Central, llevan hoi el nombre de filibusteros. Los aventu- reros que salian del Oran Paró para saquear i destruir las débiles i mal resguardadas colonias del territorio amazónico, fueron \mfili- busteros de los siglos XVII y XVIII, como vamos aprobarlo en los capítulos siguientes. Pero antes de todo espondremos algunos antecedentes, porque de ellos se compone el espediente sobre el cual tiene que fallar la opinión civilizada de la América del Sur. CAPITULO E Escandalosa usurpación de los papas: celo.? del Portugal: tratado de Tordesillas: error grave de los mapas antiguos del Brasil. Desde el siglo XI los Papas se habian arrogado la supremacía universal sobre todas las naciones de la tierra i aspiraban a tener bajo su arbitraria i despótica autoridad a todos los gobiernos, desde los mas cercanos hasta aquellos que, habitando en rejiones descono- cidas, ignoraban aun la existencia de este supremo lejislador de la especie humana. En 1452 se espidió la primera bula atentatoria de los derechos ajenos, i en 1454, 455 i 481 siguieron repitiéndose iguales actos de usurpación i despojo. Todas estas bulas tenían per objeto constituir soberanos a los reyes de Portugal en todas las tierras que se hallaban dentro de ciertos límites señalados hacia el oriente, que ni los papas ni los reyes conocian, i sobre los cuales no ejercían ninguna jurisdicción. Siguiendo ese sistema de repartición establecido por sus predece- — 15 — sores, el Papa Alejandro VI se creyó autorizado para entregar los dominios de la América a la corona de España, i en 3 de mayo de 1493 espidió la lamosa bula de adjudicación, confiriendo a dicha corona el derecho de posesión i conquista sobre todas las tierras ya des- cubiertas i que en adelante se descubriesen en el océano occidental con tan amplias i jenerales concesiones como las quo habian otorgado sus predecesores en favor del Portugal. I como si eso no fuese bastante, al dia siguiente redactó una nueva bula esplicatoria de la anterior, en que se definían con mas precisión los límites del primer otorgamiento. Así quedó la España autorizada para plantar el pabellón sangriento de la conquista sobre el suelo vírjen de la América, despojando a sus primitivos pobla- dores de las tierras que les habia designado la Providencia i que sus antepasados habian poseido i cultivado pacíficamente desde la mas remota antigüedad. Esta bula fué ratificada por la de 28 de setiembre del mismo año, que aseguraba a la España todos los países descubiertos por sus subditos, ya sea al oriente o al occidente, dentro de los límites de la India, porque se creia que la América no era mas que una continuación de la India oriental. Estas concesiones despertaron los celos del Portugal i atizaron la llama que venia ardiendo desde años atrás. I cuando Colon, a su regreso de la isla de Santo Domingo, se vió forzado a arribar a Lis- boa, tuvo que dar escusas al rei Don Juan II, protestando que el rumbo seguido por él en sus descubrimientos i el plan e instrucciones de la corte española llevaban una dirección enteramente contraria a todos los establecimientos portugueses en la cosía de Africa. I aun esto no ha- bría bastado para contener las miras hostiles del monarca lusitano) si razones i motivos de otra especie no le hubiesen obligado a disi- mular por entonces su enojo i resentimiento. Por lo pronto trató de hacer valer las bulas pontificias antes citadas i el tratado de 1479, por el cual se habia estipulado que el derecho de opmercio i descubrimiento en la costa occidental de Africa quedase esclusivamenle a los portugueses, renunciando éstos en cambio 9 que pretendían tener sobre las Canarias. La España respondió por 8u parte en los mismos términos que su almirante, agregando solo la línea establecida por el Papa Alejandro VI no corría de oriente a occidente sino de polo a polo. Sea que la España contase con el buen suceso de su causa, sea que quisiese dar una nueva prueba de su sumisión al que le habia dispensado tantos bienes i tantas mercedes, propuso resolver la— 16 — ouestiou sometiéndola a la autoridad del Papa o a la decisión de cualquiera otra potencia. Esa proposición fué rechazada por el Por tugal, que no teniendo derecho alguno en qué apoyar su demanda temia que la resolución arbitral le fuese adversa, i se apresuró a' celebrar el tratado firmado en Tordesillas, a 7 de junio de 1494 En ese tratado el Portugal reconoció esplícitamente a la España el derecho esclusivo de navegación i descubrimiento en el océano occidental aceptando esta por su parte en favor de los portugueses la variación de la línea fijada por el Papa, de modo que on lugar de las cien le- guas de que hablaba la bula de Alejandro VI, se tomaría la dis- tancia a trescientas setenta de las islas de Cabo Verde. Esta demarcación debia practicarse por una comisión de hombreB científicos de uno i otro reino, que debia reunirse en la Gran Cana- ria i dirijirse desde allí al occidente para fijar el meridiano o línea divisoria conforme al testo de las bulas pontificias i del tratado que acababa de estipularse: pero esta comisión mista no llegó a reunirse jamas, por omisión del gobierno de Portugal que, burlando esas disposiciones, quería tener abierto el campo de sus correrías i de sus conquistas. Inmediatamente se hicieron sentir los malos efectos de la artera política de la corte do Lisboa, en la cuestión suscitada con motivo de las islas Molucas, que ambos gobiernos querían retenerlas bajo su dominio, alegando que dichas islas se hallaban dentro de sus respectivos límites. La corte de España, urjida casi siempre por sus inmensos gastos i sus atrevidas empresas, allanó esta cuestión re- nunciando al dominio i señorío de esas islas por una suma de tres cientos cincuenta mil ducados de oro, que pagó el Portugal por via de transacción. Según los jeógrafos mas acreditados, la corte de Portugal no tuvo al principio de la conquista una idea exacta de la situación jeográ- tíca del Brasil, que habia ocupado esos territorios por consecuencia del cambio hecho en el punto de partida por el tratado de Tordesi- llas. « Los mapas antiguos de aquel pais, dice Prescot*, lo ponen » veintidós grados mas al Este de su verdadera lonjitud, i de ese » modoquedaba comprendido bajo el nombre del Brasil todo el vasto » territorio que hoi posee, traspasando la línea divisoria aceptada por » los dos gobiernos.» a Midiendo exactamente, añade, la distancia por • leguas castellanas, no habrían quedado en la parte portuguesa mas » que los bordes del promontorio nordeste del Brasil: midiéndola por » leguas portuguesas de diez i siete al grado, llegaría a abrazar la » porción portuguesa todo el territorio que se estiende desde el Gran — 17 — ,Paré eh el Norte, hasta el gran rio de San Pedro en el Sur.» Véase cómo el Portugal empezó a labrar la cadena de sus usurpaciones, cadena que habia de estenderse mas tarde a las dos orillas del Ama- zonas, de que hoi se titula soberano el imperio del Brasil. Mas antes de averiguar cómo el Portugal pudo adueñarse de las bocas del gran rio i establecer algunas poblaciones en la parte sep- tentrional, citaremos en apoyo de los hechos que acabamos de es- poner, la opinión del historiador de España. « No pasaron muchos »anos, dice Lafuente copiando a Prescott, sin que las dos naciones, 1 rodeando el globo por distintos caminos, viniesen a encontrarse en »la parte opuesta, caso no previsto por el tratado dé) Tordesillas. 1 Este tratado no era mas que un suplemento a la bula de Alejan- idro VI. Así aquel arrogante ejercicio de autoridad pontificia, tantas > veces ridiculizado como quimérico i absurdo, llegó en cierto modo ■ a justificarse por el suceso.» Reyes católicos, cap. 18. Historia jeneral de España, parle 2.a, lib. 4.°, cap. 9 (1). CAHTUJL0 III. Reincorporación del Portugal a la corona de España. La malograda espedicion del rsi Don Sebastian i su desgraciada muerte en los campos de Alcazarquivir produjeron una trasforma- cion radical en los destinos de la monarquía lusitana. La sucesión de un rei sacerdote, anciano i achacoso, dejó el trono de Portugal espuesto a todos los peligros de una vacancia, pronta i tempestuosa, que arrastró la pérdida de su nacionalidad i su reincorporación a la monarquía española. Este grande acontecimiento refundió en la España sola todos los de- rechos de posesión i conquista que el tratado de Tordesillas habia dis- tribuido enlas dos cortes rivales: i desde entonces todas las conquis- tas que se hicieron sobre las tribus salvajes del Africa i de la América, llevaban el sello de la monarquía española, en cuyo nombre i bajo cuya bandera se efectuaban todos los actos de navegación, descu- brimiento i conquista. I al separarse nuevamente las dos monarquías n° debían tomarse en cuenta mas que las conquistas anteriores, hechas en virtud del tratado de 7 de junio de 1494, quedando cada monarquía dentro de los mismos límites que tuvieron en 1580 al tiempo de la reincorporación.— 18 — I tan claro nos parece este principio, que lo encontramos apoya, do por un acto público i solemne, que sirvió de regla en esta mate- ria. En 1648 los holandeses reconciliados con el Portugal, entonces en rebelión contra España, se comprometieron a devolver única- mente las posesiones de que se habian apoderado en el territorio del Brasil a título de guerra. Por este convenio, volvió a entrar toda la costa austral hasta el rio grande de San Pedro bajo la domi- nación portuguesa: no tratándose por entonces de la rejion seten- trional que pertenecía a la España, porque la Holanda no se habría prestado a restituirlas continuándose la guerra todavia con esta última potencia.—Lafuente, etc. Desde aquí empieza la parte crítica de la cuestión, i por lo mismo antes de examinarla i discutirla, espondremos algunos antecedentes para facilitar la intelijencia de este antiquísimo i complicado asunto. CAPITULO IV. Descubrimiento del Amazonas: misiones en los territorios cortados i separados |*>r los afluentes del gran rio. No venimos a recordar la espedicion de Gonzalo Pizarra a las tierras de la Canela, ni el descubrimiento casual del Marañon hecho por Francisco de Orellana, ni la comisión csploradora conñada por el virei de Lima al malogrado capitán Pedro de Urzua, porque todo eso pertenece a la historia jeneral de la América del Sur, i porque nadie puede negar en el dia, ni el mismo Brasil, que el desciéri' miento i navegación del Amazonas se hizo por súbditos do la corona española, i que hasta 1640, en que se rebeló el Portugal contraía España, la orilla izquierda del gran rio estaba fuera de las pose- siones del Brasil, no solo por el testo literal del tratado de Tordesi- lias, sino por el derecho de navegación i descubrimiento, único aceptado i reconocido en aquellos tiempos. Pero no podemos ni debemos omitir la relación de dos espedicionex importantes que es- tán íntimamente ligadas a esta cuestión, porque despertaron nueva- mente la atención de^ la corona de España sobre esas rejiones casi olvidadas por sus primitivos descubridores i conquistadores. En 1582 se sublevaron los indios cofanes, sucumbios i mocóos, i destruyeron las poblaciones fundadas por el capitán Francisco Pé- rez de Quezada, entre el Caquetá, el Putumayo i el Agua"00, — 19 — Redujeron a cenizas la ciudad de Ecija i los pueblos de Mocoa i San Miguel de Sucumbios, degollaron a sus habitantes, i amenazaron las poblaciones que estaban situadas al otro lado del rio Cofanes entre el Coca i el Curarai, afluentes del Ñapo. El padre Onofre Estevan de la Compañia de Jesús, fué encarga- do de restablecerlas, i salió de Quito acompañado de un caballero de Ja ciudad, benemérito i apto para el intento, dice el padre Juan de Velasco, i de cien individuos de tropa que levantaron los antiguos pre- sidios destruidos por los indios. Como el padre Onofre Estevan no alcanzase a administrar esas vastas misiones, pidió algunos ausilia- res; i el colejio de jesuitas de Quito mandó al padre Rafael Ferrer, varón apostólico, afamado ya en el piadoso ministerio de la conver- sión i colonización de las tribus infieles. El padre Ferrer penetró en la rejion de los cofanes en 1602, siguiendo el derrotero trazado por su predecesor i colega en esas misiones. « Dirijióse por la provincia de Ibarra, dice el historiador i del reino de Quito, i atravesando por el pueblo de Pimampiro la i rama oriental de la cordillera de los Andes, llegó a la provincia • de los Yumbos, que es como la puerta del pais de los cofanes.» En ese pais hizo varios establecimientos; i pasando de allí a las montañas bañadas por los rios de San Miguel i Azuela descendió el Aguarico hasta su confluencia con el Ñapo, donde fundó los pue- blos de San Pedro, Santa-Cruz i Santa Maria. En uno de estos pueblos tuvo noticias del Amazonas, i sin arre- drarse con los tristes recuerdos de la espedicion de Gonzalo Pizarra, resolvió ir a buscarlo i reconocerlo. Tomó guias en el Aguarico, i en 1605 se embarcó en el Ñapo, cuya larga travesía hizo sin el menor accidente hasta su entrada en el Amazonas. Siguió las aguas de este último hastí el mar, i volviendo sobre sus pasos, recorrió por segun- da vez los países habitados por un número infinito de tribus salvajes. «Volvió sano i salvo, dice el padre Juan de Velasco, al seno de sus • amados cofanes a fines de 1608, después de gastados dos años • siete meses en esta primera correría.» El padre Ferrer mandó al colejio de jesuitas de Quito la relación Je este interesante viaje, i elevó al mismo tiempo un informe deta- llado (1609) a la audiencia real de Quito pidiendo el establecimiento de misiones en todo el vasto territorio que acababa de estudiar i reconocer. La compañia de Jesús mandó en calidad de ausiliares a l°s padres Estevan Paez i Fernando Arnolfini, que sirvieron esas fisiones aun después del sacrificio del padre Ferrer, que recibió la Palma del martirio en 1611 (2). El padre Arnolfini dió cuenta de— 20 — este desgraciado acontecimiento i pidió nuevos sacerdotes i mayor número de Boldados para contener la sublevación de los bárbaros que iba en aumento de dia en dia. El presidente de Quito D. Juan Fernandez Recaldo trató de pro- veer de remedio a tan grande mal, i mandó toda clase de ausiliosa los presidios establecidos en las riberas del Aguarico i del Putuma- yo, dando órden de estender su vijilancia sobre los pueblos funda- dos por el padre Ferrer en la rejion central del Ñapo. Asi continuaron las cosas hasta 1631 en que el capitán Juan de Palacios, gobernador de las misiones de Sucumblos, pidió a la au- diencia real de Quito mayor número de misioneros para recojer las tribus salvajes que después de bautizadas i convertidas a la fó se habian dispersado en Jos fragosos bosques del Ñapo. La audiencia real accedió a su petición i mandó alistar misioneros en el convento máximo de San Francisco, por hallarse los padres jesuítas ocupados a ese mismo tiempo en las importantes misiones del Mainas, que acababan de establecerse a una i otra orilla del Amazonas (8). Los misioneros franciscanos se presentaron al capitán Juan de Palacios en la misión de San Miguel de Sucumbios, i pidieron la distribución de pueblos que debían rejir i apacentar según las ór- denes i mandatos de sus superiores. El Capitán dejó parte de su jente con algunos misioneros cu las altas montañas del Putumayo i de los cofanes, i se trasladó con el resto a la parte central del Ñapo, descrita por el padre Ferrer como la mas rica i la mas pin toresca de esas rejiones. Se situó a orillas de dicho rio, restableció loa pueblos de San Pedro, Santa Cruz i Corazón de María, i fun- dó la preciosa población de Ante como el centro de todos los pue- blos i misiones que estaban bajo su autoridad. Fué fácil atraer i reunir las tribus convertidas por I03 misioneros jesuitas i reducirlas nuevamente a la vida activa i laboriosa del órden social. Pero en medio de esta risueña perspectiva, un levan tamiento jeneral de los bárbaros (1637) arrasó i redujo a cenizas todos los pueblos que se habian fundado entre el Aguarico i el Caquetá, i los que empezaban a formarse entre el Ñapo i el Amazonas por medio de la mas paciente i perseverante constancia de los jesuitas. Los cofanes, los sucumbios, los mocoas, los enea- bellados, los mainas, los huallagas, los ucayalis, en fin todos par- ticiparon de la sublevación i desplegaron la mismo, zafia i feroci- dad contra los blancos, i especialmente contra los sacerdotes que trataban de obligarlos a cambiar sus hábitos rudos, bárbaros i desordenados (4). — 21 — Solo escaparon del degüello jeneral dos soldados i dos relijiosos legos, cuyos nombres ha conservado la historia. Las padres Diego de Brieda i Andrés Toledo, que asi se llamaban, se embarcaron en una canoa con sus fieles compañeros, i tomando el curso del Ñapo salieron al Marañon, cuyas aguas atravesaron hasta el Oran Paró, dependiente por entonces de la corona de España. ■La novedad de este viaje romanesco sorprendió al gobernador D. Juan Raimundo de Noroña, i le hizo concebir el interesante plan de enviar una comisión esploradora hasta el sitio mismo en que habia pasado la catástrofe sangrienta. La dirección de la em- presa fue" confiada al coronel Benito Rodríguez de Oliveira, i a los capitanes Pedro Tejeira, Pedro de Acosta Tubela i Pedro Bayon, que se pusieron en marcha el 28 de octubre de 1637 i no arribaron a Quito sino después de una larga i penosa travesía de mas de diez meses (5). El capitán Tejeira pasó en nombre de la comisión un de- tenido informe a la audiencia real, i este tribunal, no queriendo pro- ceder por sí solo en tan grave negocio, consultó al virei de Lima i le pidió su dictamen como • vice-jerente del reino en todas las pro" vincias dependientes mediata o inmediatamente del gobierno del Perú. El virei fué de parecer, i asi lo previno al gobierno de Quito, que la audiencia real de ese distrito nombrase una comisión científica, provista de todos los medios e instrumentos adecuados para la es- ploracion i reconocimiento de esos dilatados países, con órden de pasar a España, dar cuenta al reí de las observaciones i esploracio- ues que se hubiesen hecho i pedir los*ausilios necesarios para el Ibraento de esas nuevas misiones. Varios vecinos de Quito, entre ellos el correjidor de la ciudad, D. Juan Vasquez de Acuña, se ofrecieron a servir esta comisión, pero la audiencia real, convencida de lás aptitudes i escelentes do- tes de los misioneros jesuitas, dió la preferencia a la compañía de Jesús de Quito, que. tenia en su seno sacerdotes de vasta instrucción e intelijencia, capaces de llevar adelante una empresa de tanta im- portancia para la monarquia en jeneral i para el engrandecimiento de las provincias de Quito en particular. Ademas el eolejio de jesuitas se ofreció a costear i sostener la espedicion, i escojió para ella dos hábiles matemáticos, dos versa- dos escritores que habian dado lustre a la compañia por su talento 1 vasta erudición. Los padres Cristóval de Acuña i Andrés de Ar- dida, competentemente autorizados por la audiencia real de Quito, salieron de esa ciudad en 1639, penetraron al oriente por la rejion— 22 — de Quijos, a la sazón pacíñca i bastante civilizada, i tomando el Ñapo desde el puerto de Senentagua, fueron a buscar el Amazonas esa preciosa rejion que iba a ser objeto de sus investigaciones y sus estudios. El padre Acuña enriqueció la ciencia con la relación de su inte- resante viaje, revelando al mundo observador i estudioso esas ricas i bellas rejiones, donde la luz del evanjelio no habia pedido pene- trar ni sostenerse sino en medio de lagos de sangre i de horribles i frecuentes devastaciones causadas por los bárbaros. Describe el carácter de las diferentes tribus que habitan esos inmensos y soli- tarios bosques, estudia su relijion, sus costumbres i sus leyes, habla de sus producciones, de su comercio i de su riqueza, en una pala- bra, dice el historiador del reino de Quito, su relación es completa en lo histórico, i en lojeográfico cuanto pudo serlo en aquellos tiempos. Los jesuítas comisionados llegaron al Oran Para i de allí fueron despachados para España adonde arribaron en 16-10. Dieron cuenta de su comisión al Consejo de Indias presentándole la real provisión de la audiencia de Quito, la certificación del capitán Tejeira i todos los demás documentos relativos al asunto. El padre Acuña mandó imprimir la relación de su viaje el año siguiente (1641), i obtuvo h gracia de poder presentarla personalmente a Felipe IV". Esta sucinta relación de los hechos acaecidos en una época tan oscura i casi olvidada en nuestros dias, basta para manifestar la causa i ocasión de que los portugueses subiesen por primera vez al alto Amazonas, a esa rica i copiosa fuente, que no ha podido saciar la ardiente e inestinguible sed de conquistas de que se hallan devo- rados hasta el dia (6). CAPITULO V. Invasiones de los portugueses sobre el territorio amazónico: atentados i violencias de todo jénero. Al principio se limitaron a espediciones vandálicas de aventure- ros que se contentaban con entrar i salir robando i talando el país i llevándose prisioneros a sus habitantes para convertirlos en escla- vos suyos; del mismo modo que se hacen hoi esas grandes caserías de hombres libres en las costas de Africa para venderlos como bes- tias de carga en los mercados públicos. Después se dedicaron a for- mar poco a poco establecimientos, a levantar fortalezas i a tornar — 23 — posesión del territorio como si fuesen señores lejítimos de las tierras descubiertas por los españoles. Hasta 1640 (fecha de la rebelión del Portugal) sus posesiones en la América del Sur se limitaban de norte a sur desde el Oran Para ¿» j,ns/a el Rio Orande de San Pedjo, i de oriente a occidente desde las riberas del Atlántico hasta el rio Madera en la banda austral del Amazonas. No tenían ningún establecimiento en la banda opuesta, porque las márjenes del Rio Negro i sus afluentes estaban bajóla dependencias de las misiones fomentadas por la capitanía "L'Jft- jeneral de Venezuela, i los vastos territorios comprendidos entre el . Chinchipe, Santiago, Morona, Pastaza, Ñapo, Putumayo i Yapurá ' . «t> de un lado, i el Huallaga, Ucayali, Javarí i Tefe del otro, estaban a >'~A < *¿ cargo de los misioneros jesuítas de Quito, apoyados y sostenidos "/-'. »v..A por la real audiencia de esas provincias. Cuando en 1645 asaltaron los portugueses del Brasil las islas de los Omaguas, esas misiones estaban dirijidas por los padres G-aspar de Cujia i Lucas de la Cueva, que habían convertido mas de quince mil infieles al gremio de la fe: i en la relación que hicieron de este escandaloso atropellamiento al sujDerior del colejio de jesuítas de Quito están detallados todos los escesos que cometieron los invaso- res devastando el pais i llevándose a sus habitantes para reducirlos a la esclavitud. Pero estos mismos escándalos aumentaron el ascen- diente de los jesuítas, porque los salvajes empezaron a comprender que no ténian mas amparo ni mas apoyo para salvarse de tan con- tinuos i repetidos asaltos que la solicitud i vijilancia de sus misio- neros. Asi es que en 1682 fueron rechazados i escarmentados los por- tugueses por esos mismos indios Omaguas, dirijídos entonces por el padre Juan Lorenzo Lucero, entendido i valeroso jesuíta, que supo defender con denuedo estraordinarío los derechos de la corona espa- ñola i la libertad i propiedad de ese débil rebaño que la providen- cia le habia confiado (7). Al padre Lucero sucedió el ilustrado jesuíta Samuel Fritz que entró en las misiones de los Omaguas en 1687, i según la relación que ha dejado escrita, fundó mas de cuarenta pueblos de infieles convertidos a la relijion cristiana. Su larga residencia en esas mi- siones le presentó la ocasión de conocer i estudiar los territorios amazónicos, i en 1691 publicó una obra interesantísima con el títu- lo de Descripción abreviada del Amazonas, etc., que ilustró mas tarde (1707) con la carta topográfica de los lugares que habia visitado i reconocido (8).— 24 — En 1710 hicieron los portugueses del Brasil una espedioioa ¡¡^ bien organizada que las anteriores sobre el territorio de los Omaguas compuesta de algunos soldados i de algunos centenares de indios- pertenecientes al territorio brasilero. Se apoderaron de algunos pueblos, i eu señal de dominio levantaron algunas fortalezas ea l03 sitios mas ventajosos para conservar i estender sus conquistas. El padre Juan de Velasco describe ese cuadro de devastación vandáli- ca con estos vivos colores. «Desde las bocas del Yapurá, donde se » hallaban los mejores establecimientos de los jesuitas de Quito » distribuyeron los tercios de sus tropas i se apoderaron de cuarenta » pueblos, robando cuanto habia en ellos, sin respetar ni las cosa, » mas sagradas de las iglesias. Se llevaron prisioneros muchos in » dios i entre ellos al padre Juan Bautista Saña i otros jesuitas que » no pudieron librarse de la ferocidad de los invasores.» Entonces se fijaron i establecieron en los pueblos de Sau Juan Bautista en la boca del rio Idume i en el de Santa Rosa a orillas del Uraricapará afluentes del Branco en el Rio Negro, i en los pue- blos de Ega, San Antonio i Fonteboa en el alto Amazouas. En 1732 intentaron llevar sus conquistas hasta el Ñapo, i con ese objeto equiparon una fuerte armada, compuesta, dice el historiador del reino de Quito, no tanto de combatientes cuanto de ¡ente buena paru poblar i hacer fortalezas. Pero esta vez el gobierno de Quito acudió en tiempo i pudo salvar las misiones de los Mainas rechazando a Ion invasores. No era bastante para los celosos jesuitas haber conjurado la tor- menta, porque podia renovarse a cada paso con la peligrosa veciu dad de los filibusteros: asi se propusieron desde entonces empeñar fuertemente al rei de España en la protección i defensa de las mi- siones del alto Marañon que tenian a su cargo. Con este objeto los padres Juan Bautista Julián i Nicolás Singler, misioneros del bajo Putumayo i del Yapurá, elevaron en 1787 un doctísimo i largo mu- nifiesto de los derechos i posesiones de la corona de Jispaña al padre Andrés de Zárate, visitador jeneral del colejio de jesuitas en esas provincias, i éste lo mandó al rei, ilustrándolo i documentándolo con pruebas tomadas de los archivos del cabildo i real audiencia de Quito- Como complemento de este cuadro de estorsiones i de violeucias, copiaremos el párrafo con que termina esta odiosa descripción el historiador del reino de Quito. «Apenas se supo en la corte de Lis- » boa el decreto de estrañamiento de los jesuitas, cuando el mims- » tro de Portugal (marqués de Pombal) dio disposiciones para q«c » se apoderasen de las misiones del Marañon, libres ya los brasil?- — 25 — , ros de ia resistencia que les oponian los jesuitas de Quito. Los , reüjiosos espulsados que salieron por el Gran Pará fueron trata- ,dos feroz e inhumanamente hasta Lisboa, i vieron con sus propios ,ojos los preparativos que se hacían para espedicionar sobre esos .territorios que ellos habían poblado i cultivado con las semillas , del Evanjelio.» Lib. 5.", § 3.° i 12 de la historia moderna (9). No necesitarnos demostrar que todas esas conquistas estaban Ale- údelos límites fijados por el tratado de Tordesillas, cuya base es el principio permanente e inalterable de todos los derechos de am- bas monarquías, si se puede dar el nombre de derechos a esas usur- paciones consagradas por la ambición de los papas i la codicia de los reyes, tanto españoles como portugueses. Pero ya que habia trata- dos i que estos habían determinado los territorios que podían ser conquistados por cada gobierno, era necesario respetar i cumplir esas estipulaciones: i cuando en Montes-Claros (1665) triunfó el pendón lusitano i quedó afianzada la independencia del Portugal, todas las cosas debieron volver al mismo estado que tenian antes de ll rebelión. Asi se deduce por lo menos del tratado de Lisboa de 13 Je febrero de 1668, del de 7 de mayo de 1687, del de alianza i ga- rantía de 18 de junio de 1701 i del de Utrecht de 6 de febrero de 1715. CAPITULO VI. Tratado de 1760 l »ua vicios, su anulación i sos consecuencia». Veamos entre tanto lo quo pasaba en el mundo antiguo i las in- trigas que preparaba el Portugal, ayudado de la Gran Bretaña, para 'Iterar i modificar los tratados de 1494 i los demás que se habían estipulado bajo la misma base hasta 1715. «Los ingleses, dice el historiador de España, siempre atentos a • sacar ventajas del comercio de América, habían persuadido al rei •de Portugal a que, so pretesto de quitar motivos de discordia i •perpetuarla unión i amistad de ambas coronas, propusiera al mo- • narca español cederle la colonia del Sacramento, a la embocadura ' del Río de la Plata a trueque de otras siete colonias españolas si- tuadas a la orilla seteptrional del mismo rio i de la provincia de 'Tuien Galicia, confinante con el Portugal, exajerando las venta •jas que de este cambio resultarían a la España. Fernando VI con-* Ot'KST. DX LIM. 3— 2(5 — » sultó la propuesta con el gobernador de Montevideo, el cual infb » mó a gusto del rei do Portugal i de la reina de Espafia su herrnan » según instrucciones que el ministro Carbajal habia cuidado de » enviarle al efecto. Pero el gobernador de Buenos Aires hizo ver » que el cambio propuesto era un trato engañoso i contrario a los » intereses i al decoro de la monarquía española. Por otra parte los * jesuitas del Paraguai se congregaron i convinieron en representar i al rei de España la desigualdad i la inconveniencia de semejante i cambio, que sobre privar a su majestad de treinta mil subditos » equivalía a introducir los portugueses en la América meridional » ademas do los perjuicios de la desmembración de una provincia > considerable de Galicia (10). » En tanto que los comisionados e injenieros españoles, portuaue- ■ ses e ingleses se reunían en los coníines del Brasil para hacerla » demarcación de los lindes i términos de las posesiones que iban a » cambiarse, alborotáronse los habitantes de las siete colonias espa- » ñolas negándose a et-tar bajo la dependencia i el dominio portu- • gues i juníándose armados en número de quince mil en la colonia » central de San Nicolás, i resueltos a resistir la nueva dominación » obligáronla los comisarios ingleses i portugueses a retirarse. En » Madrid, aunque el procurador jencral de los jesuitas entregó al rei > la representación de los consultores de la provincia, el Ministro * Carbajal i el consejo, iníluido por él, desvanecieron toda la impre » sion que pudo hacer en el ánimo del rei el papel de los padres de > la compañía i concluyóse el ajuste proyectado. » Ilabíase tratado este asunto sin intervención ni consentimiento » del ministro íhisenada. Aunque le sorprendió la noticia del acuer- » do, ocultó su resentimiento, disimuló i otorgó su adhesión al con- » venio; pero dió conocimiento de todo al rei de Nápoles ^después ■ Carlos III de España) como presunto heredero de Ja corona de • Castilla, por medio de su secretario de embajada, mostrando el » detrimento i perjuicio que del concertado cambio de colonias se » seguiría al reino de España. A consecuencia de este aviso, el rei » Carlos de Nápoles dirijió a su hermano Fernando una protesta ■ formal y solemne contra el tratado de las colonias como dañoso > i perjudicial a la monarquía. Gran sensación causó esta novedad » al rei, a la reina i a los del consejo. El tratado entre Espafia i > Portugal se suspendió.» Lafue/de, parte 3.a, W>. 7.°, cap. 4." (11)- El tratado de 1750 se suspendió, en efecto, por las novedades ocurridas en el seno del gabinete español, en ios años de 1754 i 5o; 'pero los portugueses del Brasil continuaron sus invasiones wbreel — 27 — Vapurá, el Putumayo i el Ñapo, avanzando siempre sus conquistas t0S fortificaciones acia el Norte i al Occidente. A consecuencia de ese tratado, se reunieron en el bajo Amazo- nas los comisionados españoles i portugueses, para deslindar las noeesiones determinadas por los arts. 8 i 9. Esta comisión subió dos veces el Rio Negro hasta Mariuá, i cuando los Sres. Solano e Itu- rriaga, comisionados por España, se preparaban a practicar la de- marcación, el ministro portugués, Mendoza de Hurtado, abandonó el campo alegando que sus poderes habian caducado por haberle usmbrado sustituto la corte de Portugal, i ocultó de este modo el verdadero motivo de su retiro, que era la anulación del convenio. Por esta razón el Sr. Iturriaga, que ignoraba semejante circuns- tancia, esperó al comisionado sustituto de Portugal, desde 1759 hasta 17(32, en queí se retiró a su gobierno de la Guayaua. Los portugueses del Brasil tratan de sacar ventajas notables del preámbulo de este tratado; pero toda su fuerza desaparece a la smple esposicion de los indignos manejos que intervinieron en esta negociación. Se ve de un lado a un ministro, burlando la confian- za de su soberano, sacrificando los derechos que estaba encargado de defender, seduciendo i corrompiendo a sus subalternos, i atrepellando toda clase de miramientos por acrecentar el influjo, crédito i poder de 1osenemigos de su patria. De otro lado otro ministro, que creyén- dose ofendido i menospreciado por sus colegas, viola los secretos del gabinete, denuncia las transacciones oprobiosas que se han efec- tuado i arranca una enérjica protesta al que mas tarde será soberano de esas colonias codiciadas por el Portugal. Tal es la historia del tratado de 1750, con el cual se procuró alterar notablemente el testo de los tratados i estipulaciones anteriores. Por el tratado de París, de 10 de febrero de 1768, se comprome- tió la España a entregar la colonia del Sacramento, n pesar de sus lejítimos i antiguos derechos i de la posesión en que se hallaba conforme a los tratados precedentes ; pero don Pedro Cevallos, go- bernador de Buenos Aires, rehusó la entrega porque el Brasil, al tiempo de verificarlo, trató de alterar i estender los límites de esa posesión (Lafuente, &c). En 1771 hizo el Portugal una nueva ten- siva sobre este mismo asunto, que fué infructuosa como todas las wmas. Hollándose las cosas en este estado, nuevos disgustos vinieron a "■fianur la antigua i mal disimulada enemistad de las dos cortes Avales. «De estas circunstancias, dice el autor de la Historia jeneral Je España, se aprovechó el Portugal para suscitar cuestiones a— 28 — » España, oyendo las instigaciones de Inglaterra, i a que daban fi¡ i> cilmente ocasión las eternas disputas sobre límites de sus respeoti » vas colonias do la América del Sur.» Parte S.B, lib. 8.°, cap. 40 El historiador de España cree, i lo dice espresamente, que la caida del ministro de Portugal, marques de Pombal, sirvió de mu cho para el arreglo do las cuestiones pendientes entre las dos too- narquias (12). «Empeñado, dice, aquel ministro en estenderlos » límites portugueses en las colonias del nuevo mundo, asunto de » inveterada disputa entre las dos naciones, habia, sin declaración » de guerra, enviado una escuadra con nueve rejimientosi gran tren » de artillería a Rio Grande, la cual derrotó una división espaüola » de Buenos Aires, i se apoderó de varios fuertes. España por su » parte acercó tropas a la frontera do Portuga), envió refuerzos a » América i notificó a Francia haber llegado el caso de prestarle el «apoyo estipulado en el pacto de familia. Portugal acudió a la » Inglaterra; mas, en tanto que se discutia este negocio éntrelas » potencias que habían de ser como mediadoras, del puerto de Cá- » diz se'daba a la vela (noviembre de 1776), con dirección a loses- » tablecimientoá portugueses del nuevo mundo, una escuadra esp.v » ñola de doce buques de guerra, a cargo del marques de casa Tilly, » con nueve mil hombres de desembarco al mando de don Pedro » Cevallos, antiguo gobernador i capitán jeneral de Buenos Aires. » El principal punto de ataque era la isla de Santa Catalina, en las » costas del Brasil, importante por su proximidad a Rio Janeiro. » Los portugueses abandonaron cobardemente la fortaleza de Santa » Cruz, i se retiraron al interior del pais perseguidos por los espa- » ñoles, porque su escuadra también huyó precipitadamente. El » resultado de esta estraña conducta fué quedar todas sus tropas » prisioneras de los españoles, apoderarse de la isla i ocupar la c ¡ » lonia del Sacramento, objeto de interminables discordias. » « La corte de Lisboa, desesperanzada de recibir auxilios de In- » glaterra, conoció su debilidad : i Carlos III, contento eon la recu- » peraciou del territorio que habia sido siempre la manzana de la » discordia, accedió a celebrar un tratado de límites que sobre » aquella base arreglase definitivamente los puntos que motivaban » las antiguas desavenencias. » Este es el tratado de San Ildefonso, de 1.° de octubre de 1777, que fué confirmado por el de 24 de marzo de 1778. Como se ve, el autor de la Historia jeneral de España no ha co- nocido en toda su ostensión los agravios de la corte de Portugal, ' las violencias i despojos que cometía en el territorio del Amazonas; — 20 — ¡si fuésemos a juzgar i examinar el testo del tratado de 1777, que- daría demostrado, que el gabinete español no fué por entonces bien informado a cerca de los sucesos que pasaban en esa vasta rejion, i ¿g los atentados i perjuicios que estaba sufriendo. CAPITULO VIL fritado do 1Í77: concesiones jenerosas de la corona de España : conducta mañosa i »rtor.i de la comisión portuguesa en el Marañon: debilidad e ignorancia de la comi- sión española. Desde la caida de los jesuítas en 1767, los portugueses del Brasil comenzaron a organ^ar una fuerte espedicion contra las misiones del alto Marañon, acopiando todos los elementos necesarios al in- tento en la fortaleza de San Antonio, recientemente usurpada a la corona de España. Desde allí se arrojaron sobre el Putumayo, se apoderaron de las márjenes inferiores de ese rio i levantaron la for- tificación de Tabatinga frente a la confluencia del Yavarí, límite del territorio que habían usurpado en la frontera opuesta. Asi el esta- blecimiento de Tabatinga fué posterior al tratado de 1750, i quedó comprendido entre el territorio que el Portugal está obligado a res- tituir por el tratado de 1777, que alteró en provecho de esta nación i perjuicio de la España las bases del tratado de Tordesillas. Pero sea lo que fuere de esto i dejando a un lado toda reflexión sobre los antecedentes del tratado de Sau Ildefonso, procuremos estudiar un poco el tratado en sí mismo, por ser este el último arre- glo, la última sanción escrita, en cuyo testo Colombia i el Brasil tienen que buscar las bases i los títulos de sus derechos. Según los artículos 11 i 12 de dicho tratado, «la línea divisoria ' debe partir desde la confluencia del Ya varí en el Amazonas, se- •guirel curso de este rio aguas abajo hasta encontrar la boca mas •occidental del Yapurá. Desde alli continua la frontera subiendo •aguas arriba de dicha boca mas occidental del Yapurá i por en •medio de este rio hasta el punto en que puedau quedar cubiertos 'los establecimientos hechos por los portugueses en las orillas do los •nos Yapurá i Negro, afluentes del Amazonas (13): asi como tam- • bien la comunicación o canal de que estos se servian en 1750: 'bien entendido que no debe perjudicarse en nada a las posesio- nes españolas ni a sus respectivas pertenencias i comunicaciones.»— 80 — El mismo artículo 12 añade: «que los comisarios nombrados na • la demarcación señalen por frontera las lagunas i los rios que ^ • junten al Yapurá i al Negro i se aproximen mas al rumbo d I » norte: i que luego apartándola de los rios, la hagan seguir por ]a » cumbre de las montañas que median entre el Orinoco i Amazon » dirijiéndola cuanto mas fuera posible ácia el norte, hasta dondese » estendia el dominio de una i otra monarquía, sin atender al poco » mas o menos del terreno que quedase a una i otra corona, contal » de que se fijasen los límites de una manera indelebles En el artículo 20 se estipula entre otras cosas: «que su majestad » fidelísima por sí i a nombre de sus herederos i sucesores cedia i » traspasaba a su majestad católica todo el derecho i posesión que » la corona de Portugal (14) pudiera tener o alegar sobre cualesquie- ra terrenos o navegaciones de rios que, por la línea divisoria se » Halada en el mismo tratado, quedase a favo^ de la corona de Es- • pana, como, por ejemplo, lo que esta corona se reservaba en h » banda del rio MaraHon comprendida desde el punto en que el » Yavarí desemboca en 61 i en que el dicho Marañon divide laspo- » sesiones de las dos coronas hasta la boca mas occidental del Ya- » purá.» Por último concluye recomendando a los comisarios: «que sigan » en toda la línea divisoria las direcciones de los montes o de los » rios, donde los hubiese a propósito; i que las vertientes de dichos » rios i sus nacimientos sirvan de marco a uno i otro dominio, don- » de se pudiese efectuar asi para que los rios que nacieren en nn » dominio i corrieren ácia él, queden desde su nacimiento a favor » de aquel dominio » Las comisiones encargadas de hacer la demarcación conforme a este tratado se reunieron en Kga (mayo de 1781) a orillas del Tefe. El gobierno español nombró primeramente a D. Ramón García de León Pizarro, que fuá reemplazado en 1782 por 1). Francisco Ke quena, hombre lijero i poco versado en el asunto de que se hallaba encargado. B] informe que pasó al virei de Santa Vé dando cuenta de su comisión trae las cláusulas siguientes: que en 5 de julio deli^ se fijó un marco de común acuerdo a ¡a-i 4740 varas de la boca del F* varí. En seguida la comisión se trasladó a la orilla opuesta para buscar la boca mas occidental del Yapurá; i el comisario español pw* ante todo la entrega de la fortaleza de Tabatinga por hallarse com- prendida dentro «le los límites fijados a Jas posesiones españolasp* el tratado de San Ildefonso. Esta sola indicación bastó para descu- brir la mala í'é i perfidia con que procedía en esta ocasión como es — 31 — todas laa demás la corte del Portugal, fecunda en astucias para elu- dir siernpredos tratados públicos. El ájente del Portugal, sin desconocer la justicia de la reclama- ción hecha por el comisionado español, dió por escusa para retener la fortaleza de Tabatinga, que no podia entregarla sin recibir al mis- mo tiempo las fortalezas que pertenecían al Portugal i que poseia la España en las márjenes del Rio Negro. En vano el Sr. Requena trató de manifestar, que estando el fuerte de San Cárlos i otros re- clamados por el Portugal, a una considerable distancia de Tabatin- ga, no podia verificarse el cambio i restitución de las fortalezas simultáneamente; pero que empezada la demarcación por el Occi- dente, era preciso devolver las posesiones de la España para que ésta restituya los territorios portugueses, como está pronta a hacerlo, al trazar i fijar la línea divisoria en la parte oriental. El Sr. Chcr- mont se obstinó en su negativa, i quedó sin efecto una de las prin- cipales estipulaciones del tratado de 1777. Es bastante conocida la historia de la comisión hispano-portu- guesa para detenernos a referir los pormenores ocurridos en aquella espedicíon infructuosa. Los escritores de aquel tiempo i los que han tratado de esta cuestión en estos últimos años, hablan de ella según la nacionalidad a que pertenecen, dejando a un lado los tratados i documentos que existen para comprobarla; pero basta conocer la historia de las usurpaciones, atentados i violencias cometidas por los portugueses del Brasil, con o sin sujestion de la corte de Lisboa, para convencernos de que en las negociaciones emplearon siempre la astucia i la mala fé para cohonestar sus atentados alevo- sos e inicuos. I aunque no tuviésemos otra prueba que alegar como comprobante de este cargo, que lo sucedido en esta negociación, bastaría eso solo para justificar nuestros asertos. El Sr. Chermont, con una astucia toda portuguesa, trató de sacar toda clase de ven- tajas de la falta de perspicacia i sagacidad del comisario español, i lo habría conseguido, si una escesiva i petulante ambición no hu- biese exasperado al fin la paciencia i mansedumbre del Sr. Reque- na (15). Los Sres. Brisefio i Madrid se han esforzado en sus escritos por descubrir i fijar la boca mas occidental del Yapurá i demás puntos que deben servir de límites entre Colombia i el Brasil, conforme al tratado de 1777. Dejando ese trabajo a la comisión especial que debe nombrarse con tal objeto por los gobiernos interesados, nos contentaremos con haber demostrado, que el referido convenio, fuente de los derechos colombianos i brasileros, es el único acto oficial, j>ú-— 32 — blico i solemne que ha llegado hasta nosotros, como base i punto A partida para las transacciones ulteriores. Si el Brasil dice que estos tratados han caducado por la guerra de 1801 i el tratado de Badajoz del mismo aüo, que no hace mención de ellos, las cuestiones pen- dientes tendrían que arreglarse conforme al testo literal del tratado de Tordesillas, que es el principio permanente e inalterable de los derechos de España i de sus representantes i sucesores los Estados Colombianos. I con esto ganarían inmensamente aquellas repúblicas, porque así les serian reintegradas i devueltas todas las posesiones situadas a la orilla setentrional del Amazonas, con todos los ríos i territo- rios que les son anexos. Esas posesiones las cedió España jonerosa- mente, sin traer a cuenta ni el oríjen vicioso de ias conquistas, ni la violación de los tratados públicos, ni los agravios inferidos a sus subditos, ni los escesos cometidos en sus criminales i frecuentes es cursiones, ni, en fin, esa falta de fó i de respeto a la humanidad con que estaban marcados todos los actos de violencia i espoliacion que ejecutaron los portugueses del Brasil desde mediados del siglo XVII hasta el momento mismo de la independencia americana. I en efecto, a principios del siglo presente (1807), repitieron sus escursiones vandálicas sobre los ricos territorios del Ñapo, cuando la España, dividida i gangrenada interiormente, no podía atender i protejer sus posesiones en la América del Sur. Pero esta vez, como en todo tiempo, el gobierno i las tropas de Quito acudieron oportunamente para salvar a esos pueblos del pillaje intentado por esos filibusteros (lo"). Desde entonces no han vuelto ■ emprender ninguna espedicion seria, i se han limitado a escursiones pasajeras en un terreno inculto i devastado por las revoluciones i persecucio- nes de 1810 a 1814, de que hablaremos mas adelante. capitulo viii. Actitud actual de la corte del Brasil ¡ su» pretensiones, cus cruzadas diplomática?: conducta circunspecta do los estados colombianos. A juzgar por la política tortuosa i artera de la corte de Bio Ja- neiro, debemos creer que los portugueses de América no han deje- nerado en nada de la raza de sus padres i fundadores. Esa corte se presenta como soberana absoluta del Amazonas, lejishindo despóti- — g3 —, (¡amento en ese mar espléndido que llama i convida con sus riquezas 'todos las naciones civilizadas del mundo. Quiere cerrar las bo- cas del gran rio, i confiscarlas i monopolizarlas para su servicio nterno, porque teme la concurrencia cstranjera i el establecimiento de colonias industriosas que puedan arrebatarle el imperio del -omercio i de la navegación. Pretende borrar de los anales diplo- máticos los tratados de 1777, i condenar al silencio el tratado de Tordesillas, que abrió al Portugal las puertas de la América del Sur. Crea e inventa nuevos sistemas para asegurar las usurpaciones de sus antepasados, halaga i lisonjea todas las pasiones, esplota hábil i mañosamente todos los intereses, i queriendo en cierto modo asimilarse i confundirse con la población hispano-americana, viene ¿proclamar, como ella, el principio del utipossidetis de 1810 ; como si alguna vez hubiese habido entre el Brasil i la América del Sur comunidad de ideas i de intereses. Por fortuna ningún gobierno, verdaderamente interesado en la cuestión de límites i cou títulos i derechos lejítimos a la navegación del Amazonas i a la posesión de !os territorios que encierra i alimenta el gran rio, so ha dejado se- ducir por los halagos hipócritas del Brasil. Todos han reclamado el cumplimiento de las estipulaciones acordadas en San Ildefonso, ¡esa es la única solución justa i razonable que pueden tenerlas cuestiones de navegación i límites entre Colombia i el Brasil. Solo el Perú ha entrado en negociaciones con el imperio brasilero aceptando i reconociendo las usurpaciones hechas por el Portugal: M sabemos si esto ha sucedido por la mucha perspicacia i sagacidad ne su comisario o por un convenio recíproco de do ut des, acordado Je antemano (17). Poro la conducta del gobierno del Perú no hace regla en esta materia, porque no teniendo nada qué perder en la negociación, i al contrario, algo que ganar con la alianza i apoyo del Brasil, no tuvo embarazo para aceptar i reconocer esa base quo ¡os Estados Colombianos rechazaron abiertamente. No ignoramos que esos estados, divididos i separados, no tienen la fuerza necesa- ria para hacer valer i respetar eus derechos; pero tienen de su parte ¡ajusticia, i eso basta para quedar justificados ante la opinión del mundo civilizado.(1) En todo esto capítulo hemoa seguido casi literalmente las opiniones de Prese* que ha tratado la cuestión con mas claridad, estension i fundamento. (2) Fué precipitado a su regreso de Quito en el torrente del rio Cofanea, por el Ca- raca de una tribu rebelada desde 1609. (3) El descubrimiento de la rojion del Mninas se hizo, según unos en 1616, segM otros en 161» por dos soldados de la guarnición de Santiago de las Montañas, pueblo perteneciente al territorio de Jaén. Lo* soldados atravesaron el Marañon. i en la oriüi opuesta fueron recibidos por unos indíjenas, al parecer, de índole suave 1 j>acífif« Dieron cuenta de este descubrimiento al Intendente de Jaén, i el capitán Pedro da Vaca, vecino de lx>ja, pidió a la audiencia real de Quito i obtuvo por dos vidas el gobier no de esas misiones. Dos años después del descubrimiento penetró en el territorio ¡ halló ciertamente docilidad i mansedumbre en bus habitantes. Se fundaron varios puebla hasta 1681 en que entraron dos jesuítas, Humados por los nuevos pobladores, como loa sacerdotes mas versados en el piadoso ministerio de las misiones. Véase el espitólo Mainas en la segunda parte. (4) En esta revolución perecieron los padres Richlor i Vidal que hahian fundado nueve pueblos de cristianos a orillas dePUcayali, i todos los demás sacerdotes que » taban dedicudos a la instrucción i conversión de los infieles. (5) Esta comisión subió el Ñapo hasta la confluencia del Aguarieo on el pueblo'd? San Pedro, que acababa de ser entregado i» las 1 lamus por los bárbaros: desde allí, dejando ul norte este último rio, fué a buscar el puerto de Payamino en su reunión con el Ñapo. Desde ese punto se encaminó por tierra al pueblo de Quijos i llegó a él «I 24 de junio do 1638: atravesó la rama oriental délos Andes i descendió o Quito, seguida siempre de los.soldados y relijiosos que escaparon del degüello, quieues fueron recibidos con muestras de estraordinaria sorpresa. (6) Todas las noticias referidas en este capítulo las hemos tomado de la Historia <¡tl reino de Quito i de otros escritores antiguos en quienes se apoya el historiador. (7) Este relijioso fundó el pueblo de Santiago de la Laguna, i en el informe quepa» al colejio de jesuítas de Quito en 16"M se encuentra la relación siguiente: "Subiendo " solo cinco días desde mi pueblo de Santiago por el Jluallaga, está la nación de lo»' " pelados, la cual habla la misma lengua que los titipos de este pais: consta de «** " mil poco mas o menos. Desde el rio hasta la ranchería, tienen ubierto e» l»9 bo*f>* " no camino largo de algunas leguas, ancho i mui hermoso, adornado todo d« aro* " bien hechos i de muchas flores." Este mismo relijioso mejoró i completó el e»mm° — 35 — abierto por el padre Raimundo de Santacruz, natural de Ibarra, que con una previ- aion propia de su ánimo ilustrado i perseverante se consagró (1660) a la apertura de n ,.aniino rect<- desde las boens del Ñapo hasta Quito a fin de ponerse en contacto con 1» capital i recibir todos los auxilios necesarios pronta y oportunamente. (8) Poco tiempo después los padres Magnin i Rodríguez recorrieron el Amazonas de órden del colejio de los jesuítas de Quito i dieron a luz una interesante descripción de dicho rio bajo el título de Maraño» o Amazonas, etc. (9) Esto lo veremos confirmado por los sucesos posteriores que refiere el ilustrado historiador de España i de quo duremos cuenta mas adelante, (10) Pudo agregar que los portugueses se habian establecido furtivamente i contra derecho en el territorio del Sucramento, que se llalla fuera de los límite» estipa lados en el tratado de 1494. (11) Para comprender bien este asunto es preciso saber que desde tiempo atrás rei- naba una rivalidad encarnizada entre el ministro Carbnjal, partidario de la alianza Inglesa i el ministro Ensenada, adicto al partido frunces, que sostenía abiertamente el pacto de familia. Estos celos rompieron por cotonees el inicuo tratado de 1750: pero «1 defensor de los derechos de España fué sacrificado por la corte, cuyo decoro e intere- ies había procurado salvar. (.12) Esas cuestiones se hallun en el mismo pié en que las dejó Carlos III. (18) Recuérdese lo que tenemos dicho acerca de las espediciones vandálicas en el capítulo 5.*, i se verá que la Ejpnfia por un acto de munificeucia sin igual, cedió a la corte de Lisboa todo el terreno que había usurpado i asolado por medio de sus conti- nuos asalto» (14) No tenia ningún derecho que ceder porque todo era usurpado. (15) "Asi fué que el comisario español s:n datos precisos i fehacientes, ni de loe ríos "que entraban ni Yupurá por ln banda del norte, ni d < los establecimientos portugae- "ses en Rio Negro, posteriores a 1750, premisas absolutamente necesarias para deter- " minar los pendientes puntos de lucho del tratado, rlejó unte la premeditada obstina- " c:on del perito, su adversario, que había tomado resueltamente su partido: o dar "todo el Rio Negro a Portugal o no hacer demarcación, para t/ue los colonos brasilero* "pudieran ser/uir esplorando, descubriendo i ocupando con establecimientos sus riberas." (Del diario de Avisos de Caracas del S de junio de 1¡?6Í>). (16) En 1805 el préndente de Quito mandó retirar todas las tropas que guarnecían las fortalezas situadas a orillas del Amazonas desde el pueblo de Putumayo hasta el de la Barranca o Nuevo Borja. Esta órden di jaba indefenso todo el territorio de Mainas i a merced de los codiciosos portugueses que lo amenazaban en esos mismos momentos. El virei de Lima, marques de Aviles, ofició en 1806 al barón de Carondelct. presidente de Quito, para que recluíase nuevas tropas i las mandase a guarnecer los pueblos que corrían mayores peligros. El presidente se apresuró a reunir la fuerza necesaria i a ponería a disposición de las autoridades de Mullí— Esta fuerza llegó justamente a tiempo de rechazara los filibusteros que Iban a robar i talar los pueblos del Ñapo (1807). (17) Adelantamos la publicación del siguiente documento como un eomprohunte del fraude cometido por los dos gobiernos (Perú i el Brasil) en su tratado de 29 de octu- bre de 1861, aunque ln parte principal de este documento tenga mas directa relación •on la cuestión de límites entre Colombia i el Perú: " Informe del Ilustrísimo Obispo de fuenca frai Manuel Plaza. - República del Ecuador— 86 — " gobierno eclesiástico.— Cuenca, 0 do abril de 1853.— Al H. & ministro de Estad " «1 despacho del Interior. Mucho me he complacido al imponerme por la aprecian" " nota de V. S. LL de 19 del mes pasado, del decidido interés que toma ,.] gu ' ' gobierno por el fomento de las misiones orientales, que ofrecen mui r»*hlntW prenw , , . . >Twta> jas a la provincia de Loja i a esta, cuya situación rentística es lamentable L>es,] " que ingresé a esta diócesis, me propuse el objeto de colonizar Gualaquiza, convencido " no solo do que esto seria útil, por los ricos i abundantes frutos que podrían estraerie " de esas montañas vírjenes; sino principalmente porque me prometía con esfuerzo» " estraordinnrios i personales abrir comunicación para el comercio con el Brasil por " Tabatinga, navegando el rio de Santiago, uno de los mas grandes tributarios del ^D1. " tonas. Causas que creo inútiles espresar, retardaron la realización de mis votos liasta " el 25 de noviembre próximo pasado. En esta fecha comprendí que la divina provi- " den cía mo encargaba la grande empresa de la civilización relijiosa i social Je las " tribus nómades del oriente; i en el momento cu que oí la voz de Dios que me Humaba " desde las selvas, empuñé el báculo del peregrino, i sin que me sirviera da obstáculo " mi edad octojenaria, caminé con paso firme por sendas difícilmente transitables, Last» " que vi con placer coronados mis deseos. líe dormido i comido con el infiel, tipo Je " su wza primitiva, fiero de su independencia, i que se presenta como el soberano del " desierto. He examinado su carácter, su vida, sus costumbres, i su relijion: he obser- " vado sus ríos, sus montañas y sus playas. Convencido de que con el transcurso del " tiempo pudiera mejorarse con el roce i las necesidades la índole de estas tribus salva " jes, he procurado abrir vias de comunicación i comercio; i con este objeto hodirijido "desde el centro de las jivarins, cuatro comisiones, la una a Loja l las otras tres» " Mainas, Macas i a la Barranca junto al Bongo. El señor gobernador de Loja corre»- " pondió a mis deseos con un celo digno de uu mujistrado que tiene interés en Ja ven- '* tura de su pais. Ignoro hasta hoi el resultado de las otras tres misiones." "Habría hecho alguna cosa de mui señalada utilidad, si oprimido por el invierno, " no me hubiese visto cu la necesidad de abandonar esos deliciosos lugares para mi; " pero resuelto a regresar en el verano próximo, he distribuido bastante herramienta ' de labranza entre los jívaros, quienes se me prestaron gustosos a cultivar los campoa . V. S. H no ignora que las misionen son una carga que pesa no solamente sobre l« " conciencia de los obispos, sino también sobre la de los gobiernos. Bor mi' parte ha " principiado ya mi Urea, según lo verá V. S. IL por la relación que sigue: " " Desde el pueblo de Sigsig que sirve de escala, emprendí mi marcha siguiendo " la ruta, cuyo mapa tengo el honor de acompañar ■ V. S. II., en el cual van delinea " das las vistas que sucesivamente se presentaban hasta el punto del embarcadero " Tarqui, habrían sido mui útiles los diversos datos que suministré a) Libertador''i aquella época." " He tocado esta cuestión mui de paso, para que ¡á. E. el presidente de la república, " loa hombres de estado que le rodean, i jeneralmente todo ciudadano, en cuyo cora:OK. " no haya muerto el sentimiento nacional, la estudien i la ilustren, a fin de que se reco- " nozcuu cuanto antes los límites territoriales de nuestra república, tomando por h»" — 39 — - elirf» possidetie del año 10. Si esto so consigue, verá V. SJ. H. asegurado el poryenir •de una gran parte del Ecuador; porque yo no veo la salvación de esos pueblos del ■Bteríor del terrible pauperismo que les amenaza, sino en nuestra parte oriental, i , ^incipalmente en la navegación del Amazonas. Preciso es que el gobierno, deposita- «¡ario de los futuros destinos del pueblo, consagre su patriotismo ilustrado a esta •gmnde obra, que entraña la rejeneracion del pais. Dios i Libertad. — Frai José lía- •ñutí, obispo de Cuenca." CONTENIDO DE ESTA SEGUNDA PARTE. advertencia. Introducción. CAPITULO I. — Descripción del Maranon colombiano. üP. II. — Derecho de navegación, descubrimiento i conquista. CAP. III.— Historia antigua. CAP. IV.— Erección de la audiencia real de Quito. UP. V. — Descubrimiento i conquista de las tribus que habitaban alrededor del Huallaga, bcayali, Yavarí, Tefe i toda la rejion de los Omaguas. "A?. VI.— Estado de la España do 1800 a 1808. CAP. VII. — Provincia de Jaén de bracamoros i Yaguarzongo. CAP. VIII. — Provincia de Macas. CAP. IX. — Territorio do Canelos. CAP. X. — Provincia de Quijos. CAP. XI. — Provincia de Mainas. CAP. XII. — Aplicación del un possidetis. CAP. XIII. - Tratad.» de 1829. Conclusión. Notas i aclaraciones. Cl'KST. DK UM, » 4( I COLOMBIA I EL PERU. SEGUNDA PAUTE. Advertencia. Vamos a demostrar i comprobar en esta segunda parte las cues- tiones que apuntamos rápidamente en el opúsculo que dimos a luz en abril de 18G0. Escribimos entonces fiados únicamente en nuestra fhíjil memoria, sin tener a la vista mas que unos pocos libros que encontramos en la biblioteca de esta ciudad i otros que debimos a iajenerosa atención de algunos amigos. Posteriormente liemos rejistrado con grande esmero la historia ú;! antiguo reino de Quito, por el padre Juan de Velasco, que da ■ na cuenta prolija i exacta de la conquista, fundación i progresos ■ las misiones del territorio oriental de Colombia, en esa vasta «tensión que fuó conquistada i gobernada por la audiencia real de Quito. Bl paciente i laborioso jesuíta lia tomado todos los datos i MtKMfl que refiere en los archivos del Colejio de Jesuítas, que hoi Mu depositados en la biblioteca pública de esa ciudad. Allí existen las órdenes i cédulas reales, los privilejios i premi- neneias concedidas por el rei a la Compañía de Jesús en premio de 5üa servicios i de las conquistas adquiridas en honor de la corona, los alegatos escritos en defensa de los derechos de EspaBa contra las "justas pretensiones del Portugal, las relaciones históricas de los ?iajes i descubrimientos hechos por los jesuítas, la descripción denlas ^'vas i montanas que se levantan majestuosas a uno i otro lado del Amazonas, la trájica pintura de las sublevaciones de los indios, los U|,guellos, incendios i demás atrocidades que cometían en odio al— 44 — nuevo réjimeu a que se trataba de sujetarlos, la biografía de eaos varones ilustres que cultivaron i propagaron las simientes de la f.- i de la civilización, los progresos que hicieron en las ciencias i ea las artes, los sacrificios de esos mártires que espiraron proclamando la osoelencia de] Evanjclio i las ventajas del órden social: allí en fin, so encuentran hacinados i e'mpol vados todos los escritos histó- ricos i científicos do los padres do la Compañía de Jesús de Quito como otros tantos monumentos de su alta intelijencia i de su vasto saber. Hemos seguido las huellas del historiador, i entre las señales que nos ha dejado esparcidas acá i allá, hemos encontrado la esplicacioa de las causas i motivos que han producido los cambios clandestinos i misteriosos do la cédula de 1802, quo lia llegado hasta nuestros tiempos manchada con sangre, i como un semillero do discordias! manantial fecundo de ambiciones i de injusticias sin término. liemos comparado la historia del reino de Quito con los trabajos de otros escritores que han esplanado i comprobado sus opiniones con hechos históricos, ^puntados lijeramente por el escritor jesuíta; i cuando a la luz de la investigación i del estudio hemos crcido en- contrar i reconocer una verdad histórica, la hemos consiguado eou toda la fuerza i franqueza de convicción de que estamos poseidos. Los escritos publicados por los Sres. Villavicencio i Herrera han venido a corroborar nuestro juicio i a aclarar las dudas que podia producir el testo oscuro del historiador quiteño. Los datos lumino- sos en que abundan i las noticias importantes que nos comunican revelan el trabajo paciente i concienzudo con que han hecho sus investigaciones históricas. Herrera especialmente fija fechas i datos que hasta ahora habían quedado oscuros o contradictorios. Loa escritores del Perú con sus estensos i esmerados escritos han acabado do confirmar nuestras opiniones i de suministrarnos nue vos argumentos i nuevos datos en que fundarlos. El espediente or- ganizado por su gobierno es un arsenal carcomido, donde no se eucuentra una sola pieza que pueda servir de cimiento al costo- so edificio que trata de levantar. Sus actos de jurisdicción no se señalan por los beneficios de la relijion, los triunfos de la moral i los progresos de la civilización, sino por su hostilidad a la causa americana, de cuya victoria definitiva quiere sacar hoi inmensas e inmerecidas ventajas. No habíamos hablado antes de estos documentos, poro que sirva de escusa a nuestro silencio, el saber que el Perú mismo desconocía su existencia i el lugar donde estaban sepultados. El réjirnen corto — 45 — ¡pasajero de la cédula do 1802 i las contradicciones que sufrió en el breve tiempo de su efímera dominación, habían borrado todas \¡g huellas de su existencia pasada, no quedando de ella otros re- cuerdos que los ecos lejanos de una vaga i oscura tradición (1). Hemos leído también los documentos oficíales que so han cruza- do en esta materia desde 1829 hasta nuestros días, para buscar en ellos el espíritu de los diferentes gobiernos quo se han sucedido en una i otra república, i no hemos eucontrado magnanimidad de sen- timientos i respeto a la justicia mas que en los negociadores de Guayaquil i en los estadistas de 1830. Desde entonces se han levan- tado en uno i otro estado soldados mas o menos díscolos, mas o menos fanfarrones, mas o menos corrompidos que han desnaturali- zado la cuestioTi, embrollado el juicio público i turbado la paz i el bienestar de los pueblos. Finalmente hemos prestado atención a todas las publicaciones que stí han hecho en una i otra república, i solo después de haber pesado las opiniones de uno i otro pueblo, nos hemos aventurado a publicar este escrito, como el fruto sencillo de nuestras conviccio- nes personales, como el último tributo que vamos a consagrar a 1-a memoria de nuestra antigua patria la gloriosa república de Co- lombia.INTRODUCCION. El arreglo de límites entre pueblos quo permanecieron bajo de una misma dominación durante el curso de algunos siglos, presen ta indisputablemente mayores dificultades que el arreglo entre pue- blos que han tenido existencia propia i cuyos derechos internado nales se bailan escritos i determinados en actos públicos i docu- mentos oficiales. Al contrario los derechos de las colonias qUe han pasado a ser estados independientes están sujetos a muchas dudas: contradicciones, nacidas unas del sistema interior establecido perla metrópoli i otras de la oscuridad de los tiempos i de la contusión i desórden de Jos archivos públicos. La España no siguió jamas un sistema uniforme en el gobierno interior de sus colonias, i esta falta do uniformidad lia producido gravísimas dificultades en los arreglos quo han querido hacer pos teriormente para establecerse i consolidarse definitivamente. Laju risdiccion creada sobre ciertos distritos territoriales no estaba siem pre de acuerdo con las necesidades e intereses verdaderos de los pueblos que los habitaban. No so consultaban las distancias ni los embarazos i dificultades que oponían los rios caudalosos, las mon- tañas i desiertos para la comunicación i comercio do los patita entre sí. No se atendía al oríjen de una población, que aunque de una misma raza, estaba ligada por afeccione--, de familia i por re- cuerdos locales no fáciles de borrarse i estinguirse. No se adoptaba en fin ninguna de aquellas medidas que sirven de fundamento a ll nacionalidad de un pueblo i do lazo a las diversas secciones do que se compone. Se creaban grandes poderes para satisfacer grande ambiciones i so dejaban fluctuando los intereses públicos a merced do la ignorancia i del despotismo. Sobro este edificio mal construido pretenden algunos gobiernos asentar la nacionalidad de las nuevas repúblicas tomando por base — 47 — elprincipio de la jurisdicción territorial, sin tener en cuenta que gs tan variable o incierta como el sistema despótico de donde ema- na. La jurisdicción no guardaba mayor uniformidad que el sistema gubernativo. En unos distritos estaban separados el poder civil i administrativo del poder eclesiástico, judicial i militar: en otros es- taba repartida la jurisdicción política entre otros poderes que eran participantes de la misma autoridad, aunque no en el mismo grado de fuerza i estension: en algunos el territorio estaba unido en cuan- to a lo político i judicial i dividido en cuanto a lo eclesiástico o militar (2). En una palabra había en todos cambios tan repetidos i frecuentes que es imposible conocer i determinar el principio que dominaba ni el interés que prevalecía en ese desordenado sistema- Sucedía algunas veces que una provincia estaba sujeta a una au- toridad estraña al territorio de que hacia parte (como Chiloé); i otras veces se ordenaban segregaciones parciales, eventuales i tran- sitorias que no llevaban en sí el sello de una separación radical (como Mair.as). De cuando en cuando so daba a las autoridades li- mítrofes la facultad de intervenir en los negocios del territorio veci- no, defenderlo, protejerlo i ausiliarlo sin menoscabar la jurisdicción de los gobiernos creados i establecidos en ó!: i no faltaban ocasiones en que el tesoro de una sección servia para el sostenimiento de otra, como <»1 de todas concurría para aliviar las necesidades i angustias de la madre patria. Habia también poderes consultivos que eran al mismo tiempo ejecutivos en casos estraordinarios. Estos poderes resolvían las con- sultas, daban consejos e instrucciones, espedían órdenes i mandatos, llenaban las vacantes i ejercían la jurisdicción ra// en muchos otros casos (3), i sin embargo no eran los gobernadores inmediatos de esos territorios, nocían losjerentes instituidos por el gobierno de EspaHa para la administración de los negocios públicos; pero po • dian intervenir todas las veces que asi lo exijían los intereses de la nación i de la corona. Los descubrimientos i conquistan que se hacían seguían regular- mente la suerte del pueblo conquistador, aunque hubiese recibido poderes e instrucciones de otra autoridad: eran la recompensa i al mismo tiempo el incentivo de que se servia el poder real para pro- curarse nuevas posesiones. Muchas veces los conquistadores mar- chaban en la misma dirección, i se encontraban i deteuiau en el camino de sus adquisiciones hasta que la corte fallaba, con conoci- miento de causa, en favor de alguna de las partes contendientes. Todo esto ha debido naturalmente producir graves dificultades— 48 — entre los estados sud-amerícanos, ¿iempre que se ha tratado d arreglo de sus respectivos límites. Por fortuna, Colombia i el pern- se hallan en el mismo caso que Colombia i el Brasil, poique están ligadas por un tratado público i solemne que determina los der chos de cada una, i señala de un modo justo i conveniente sus res pectivas fronteras. Ese tratado es el fruto de una paz honrosa después de una guerra fratricida, una transacción noble ijenerosa entre pueblos de un mismo oríjen, i cuya sangre se habia confiné do tantas veces en I03 gloriosos combates de la independencia un pacto de recíproca utilidad i conveniencia política, en que las dos partes, pesando sus derechos i equilibrando su poder i su iuer;.i m dieron la ostensión de territorio necesario para resguardar su nacio- nalidad. Ifabria bastado la solución hecha por ese tratado para afianzarla paz i la seguridad común de ambas naciones, si algunos gobiernos del Perú no hubiesen tratado de alucinar a esos pueblos con pre- tensiones exajeradas, sin mas objeto (pie el do mantenerse armados para hacerse omnipotentes en el interior i mantener la alarma i la inquietud en el esterior. Ese tratado pone ya fuera de cuestión toda pretensión, todo proyecto que no esto definido en términos claros i precisos por alguno de sus artículos. Lo que no está espresado i determinado por ellos, debe ser resuelto i allanado j>or ana comism mista, encargada de hacer todas las concesiones que exijieren la natura- leza del terreno i las necesidades locales de los 'pueblos fronterizos. Ya Jo hemos dicho i lo repetimos nuevamente que el espediente formado por el Perú después de resuelta i terminada la cuestión de límites por un tratado público, no puede en manera alguna trastor- nar las bases admitidas por ese tratado, i mucho menos alterarlos puntos de partida fijados por él. Pero como a ese espediente se le ha dado una grande i ruidosa publicidad, preciso es. que examine- mos detenidamente por nuestra parte los documentos de que se compone, i especialmente el oríjen i circunstancias de la cédula de 1802. Este examen nos conducirá a los siguientes resultados: I.° el oríjen de la cédula es vicioso: 2.° su aplicación fué limitada i tran- sitoria : 3.° sus efectos fueron perniciosos i contrarios al fin que se propuso la engañada corte de Madrid; i 4.° fué revocada i anulada por actos i documentos posteriores. CAPITULO I. Desori-poioii pueblos: son corteses, jenerosos, agradables en su trato i aplicados ' al trabajo, principalmente al de la cacería i pesca. ¡> Descripción id Mainas, 1784. Tal era el estado de las misiones del Marañon en 1785, en que el comisario español Requena, burlado amargamente por la astucia de los comisarios portugueses Chermont i Wilkens, salió del Amazo- nas a ocultar su rabia i su despecho en la capital del gobierno de Quito (13). La marcha fácil i cómoda que habia hecho, tanto a la entrada como a la salida de las montañas orientales, siguiendo el ^no abierto por los jesuítas i conservado i mejorado por los go- jjwnadores de Quijos, habría bastado para contenerlo en sus planes 6 hostilidad i usurpación contra el gobierno quitense, si no hubiese est&do ganado ya por el virei del Perú i los franciscanos del Colejio— 62 — de Ocopa. Si el Sr. Requena hubiera sido obligado a salir del Ma rañon a la capital del vireinato del Perú, ¿cuál habría sido el de- rrotero que habría seguido, i cuánto el tiempo que habría empleado para llegar a Lima? Durante su comisión en el Amazonas, todos los recursos i comu- nicaciones que habia recibido habían salido de la capital actual del Ecuador. Los funcionarios de ese distrito le habian servido i auxi- liado; sus archivos le habian sido abiertos; sus hombres instruidos le habian guiado i aconsejado en su laborioso e intrincado ministe- rio. Habia visto el estado floreciente de las misiones ; sus vias de comunicación prontas i rápidas; el progreso de la relijion ¡ el fo- mento del comercio i de la industria; la educación popular; el au- mento de la población, &c, i todo eso no habia sido suficiente pan apartarlo de sus miras insidiosas contra el gobierno de Quito. En efecto, ligado desde años atrás con el virei de Lima i los frai- les franciscanos del Colejio do Ocopa,. i resuelto a consumar el des- pojo, empezó a formar su espediente sin anuencia ni conocimiento de sus superiores, eslampando en el todas las falsedades i contradic- ciones de que están plagados sus informes de 29 de marzo de 1793 i 1.° de abril de 1799 : i al espedir la cédula de 1802, que no hace otra cosa que copiar esas falsedades i contradicciones, cuidó de que no se pidiese informe a los gobernadores de Quito i Bogotá, que ha- brían combatido con hechos históricos i demostraciones matemáticas todas las fabulosas invenciones del Sr. Roqueña. Pero esta misma omisión vició la cédula, como lo probaremos mas adelante, i salvó los derechos adquiridos por la Audiencia Real desde 1563. Ni el virci de Lima ni los franciscanos do Ocopa tuvieron al principio el plan de apoderarse del territorio situado en la banda setentrional del Marañon, sino únicamente de la rejion meridional, cuyos espesos bosques habian sido descubiertos i conquistados por los jesuitas de Quito. Así resulta del mapa jeográfico trabajado al intento por el padre Sobrevida, guardián de dicho colejio, i dedica- do en 1791 al rei Cárlos IV, de infeliz recordación. En ese mapa no figura ninguna de las provincias situadas a la orilla izquierda del Amazonas, i mucho menos los países montañosos que se hallan a las cabeceras de los ríos que los riegan i fertilizan: fué Reqaena quien, llevando la falsedad i la impostura hasta el último grado, pidió la incorporación de los territorios de Quijos i Canelos al nuevo gobierno i obispado de Mainas, territorios que se hallan a corta distancia de Quito, i que tenían entonces, como tienen hoi, un co- mercio activo con las poblaciones industriosas de Riobambn, Am- — 83 — bato i Latacunga. Véase ademas la carta jeográfica publicada en 3792 por D. Andrés Baleato, que se halla al frente de la Guia po- lítica, eclesiástica i militar del vireinato dtl Perú, en que están clara- mente deslindados los territorios de ambos gobiernos, aun después de la tentativa hecha por los virejes del Perú i los padres francis- canos del Colejio de Ocopa. CAPITULO VI. ¡Estado de la Espaíla do 1800 a 1SOS. Antes do empezar el siglo XIX, ya habia dado Cárlos IV prue- bas de esa fatal ceguedad que habia de causar su caida i la mengua i despojo de su corona. Habia escrito ya esas cartas degradantes a Napoleón, llamado el grande, deque se lamenta con tanta jus- ticia el ilustrado autor de la Historia jeneral de España; habian sido ya alejados de! gabinete español los estadistas pundonorosos o ilustrados, como Saavcdra i Jovcllanos, que quisieron salvar del oprobio a la corona i de la humillación a la monarquía; habian vuelto ya al poder i al favor ios hombres intrigantes i ambiciosos que habian conculcado osadamente la majestad de las leyes, ajado la dignidad del consejo i pervertido las mas santas i antiguas ins- tituciones. Oigamos al Supremo Consejo de Castilla, en su contestación al rei (1801): «El Consejo pleno acordó, dubia contestara vuestra • majestad en términos sucintos i análogos, manteniendo el Consejo > aquella dignidad i soberanía que no ignora vuestra majestad tiene • por su primera constitución. ¿Desde cuándo, señor, nuestra amada • patria se halla en un estado tan deplorable? Desdo que vuestra » majestad ha coartado las facultades soberanas que deben residir i en el Consejo: sí, gran señor; desde que el Consejo se halla des- » poseído de aquel poder lejislativo que tiene por su primera crea- ción; desde aquella época ha ido deca3'endo mas i mas nuestra • sabia monarquía, &c.» Lofuente, parle 3.a, ICb. 4.°, cap. 19. En efecto, Cárlos IV, rodeado de ministros traidores, ignoraba i desconocía los mas triviales negocios de la monarquía, i la dejaba flotar al antojo de las pasiones que se ajitaban al rededor de su trono débil i vacilante. Godoi quería labrarse un principado men- guando el poder del soberano que le habia entregado los preciosos destinos de la monarquía (14). Esas aspiraciones i esas intrigas— 84 — hicieron brotar i crecer las raices de ese ódio impio entre padre e hyo: odia que había de causar mas tarde la cuida e imperdurable descrédito de los Borbones. ¿Era este acaso el momento mas opor. tuno para emprender cambios repentinos en el gobierno de las co- lonias, de esos países lejanos i desconocidos para una corte que no sospechaba ni comprendía lo que pasaba al rededor de ella ? Por eso se ha dicho, i es bien claro, que el oríjen de esa cédula es vicioso, como alcanzada con obrepción i subrepción, sin suficiente conocimiento de causa, ni esph'cacion de los hechos i motivos que pudieran permitir i autorizar un cambio tan precipitado i violento como el intentado por la cédula referida. Para despojar a la Au- diencia Real de Quito del derecho de descubrimiento i conquista trans- ferido por la corona desde 1563, habría sido preciso oiría ante todo en controversia legal, como estaba ordenado por las leyes i era de rigoroso derecho, práctica i costumbre constantemente observada en la monarquía española desde el descubrimiento i conquista de la América (15). Si estás fórmulas son necesarias e indispensables en toda sociedad bien administrada, lo eran mucho mas en las colonias, espuestas por la distancia i la falta de comunicación activa i frecuente con la ma" dre patria, a los ataques i violencias de sus propios gobernantes i a los manejos insidiosos de la avaricia i de la ambición : i de ello es una prueba palpable i elocuente la cédula misma de 1802. Un es- pediente oculto i misterioso, fraguado entre las sombras del fraude, engaño e impostura, bastó para trastornar el edificio construido después de dos siglos i que tantos reyes i tantos ministros habían respetado. Luego la cédula es inaplicable a las cuestiones de lími- tes, porque a los vicios de su oríjen i procedencia une los defectos e inconvenientes de la precipitación i desacuerdo con que fué dictada. Que el proceder de Requena fué insidioso i desleal, lo prueba de una manera evidente la solapada conducta que observó en este negocio respecto de sus inmediatos superiores el virei de Bogotá i el presidente de Quito, de quienes dependía en su calidad de inten- dente i comandante militar del Mainas, ocultándoles cuidadosamente todos los cambios i reformas que iba a solicitar de la corona espa- Sola. Que sus informes fueron falsos i contradictorios, lo prueba el espediente histórico que vamos formando i esponiendo ante los ilustrados pueblos de la América española. Ademas, el examen de la cédula i su aplicación parcial a las provincias que trata de reglar i organizar, acabarán de convencernos de la falsedad i engaño con que procedió el comisario español. / i — 65 — CAPITULO VIL Provincia último, relativo a que, afianzando, prueben los autores do la ca- » pitulacion lo concerniente a la venta clandestina de tabacos que » se le atribuye a V., he resuelto en providencia asesorada de 4 del d corriente, se le prevenga a V., como lo verifico, para que en el p indicado asunto use de su derecho en forma i por medio de apo- » derado, en cuyo caso se dará providencia. Lo aviso a V. para su » observancia i en contestación a su citado oficio. — Dios &o. — i Quito, 7 de Diciembre de 1819. — Aymerich.—Sr. gobernador de * Jaén.» « Sin embargo de la orden que {jase a V. en 11 de Octubre últi- » mo, previniéndole que verificara su salida de esta provincia, para » que su sucesor D. Juan Miguel Meló pudiese ejercer libremente s los deberes de su empleo, con lo demás que se tuvo presente, se > ha notado la inobservancia de V. a este mandato; i como el citado » Meló ha repetido nuevo reclamo sobre esta parte, reitero a V. » esta para que sin escusa ni pretesto alguno trate de verificar su » salida de esa a fin de evitar iguales quejas, según así lo he acor- » dado en providencia asesorada de 23 del que acaba, de cuyo re- » cibo i dé quedar enterado me dará aviso.—Dios guarda a V. &c.— » Quito, 7 de Enero de 1820.— Melchor Aymerich.—Sr. D. José Ig- » nació Checa. » Bastan estos documentos para demostrar que la provincia de Jaén de Bracamqros i Yaguarzongo ha estado siempre sujeta a la autori- dad inmediata de la presidencia de Quito, i que el Perú no puede alegar para retenerla bajo su dominio ni aun el efímero pretesto de la cédula de 1802. — 69 — CAPITULO VIII. Provincia de Macas. A fines del siglo XVI esta provincia se hallaba en un estado flo- reciente por la abundancia de sus lavaderos de oro i el cultivo del tabaco que había adquirido una grande reputación. Su población era intelijente e industriosa, compuesta en su mayor parte de agri- cultores i de mineros capitalistas. Las ciudades de Mendoza, Sevilla del oro, las Palmas, el Rosario, Logroño i Zamora mantenían un comercio activo con los correjimientos de Loja, Cuenca i Riobamba, i muchas familias acomodadas se trasladaban de continuo a esa pro- vincia por el atractivo de una prosperidad rápida i segura. La Audiencia Real cuidaba siempre de confiar el gobierno a personaa competentes i capaces de afianzar por su tino la tranquilidad pública i la reducción de las tribus salvajes. Por desgracia en 1599 se hallaba a la cabeza de aquel gobierno un hombre arbitrario i codicioso, que se habia concitado por sus escesos el odio jeneral de sus habitantes. En aquel año, a pretesto de celebrar la coronación de Felipe III, impuso nuevas contribucio- nes i acabó de exasperar la impaciencia mal disimulada de los jí- varos del Paute i del Zamora. Una sublevación jeneral redujo a cenizas la mayor parte de esas poblaciones, quedando degollados, sin distinción de edad, todos los hombres i las mujeres ancianas*. Las jóvenes, inclusas las monjas de la Concepción de Logroño, fue- ron llevadas cautivas por los vencedores al fondo de las montañas. Logroño, Zamora i Mendoza desaparecieron para siempre, i Sevilla del Oro, capital de la provincia, reedificada en 1605, volvió a tomar su humilde nombre de Macas que conserva hasta el día (28). El primer funcionario, que se empeñó en restaurar esa rica e inte- resante provincia, fué D. Juan Fernandez Recalde, quo en el año de 1604 reunió todas las familias, que huyendo del saqueo i del degüello de los bárbaros se habían refujiado en el correjimiento de Riobam- ba. Les prestó todo jénero de ausilios i mandó con ellas doscientos hombres bien armados, ciento de infantería i otros tantos de caba- llería para resguardo de la nueva colonia. I como esta pequeña foerza no podia abrir ni emprender operaciones sobre los jívaros— 70 — insolentados con este nuevo triunfo, el presidente pidió permiso al virei del Perú para equipar acosta del tesoro real, la fuerza necesa ria para combatir i castigar a los bárbaros rebeldes. El virei accedió a la solicitud del presidente de Quito i este armó una espedicion de mas de mil hombres, que pereció toda, aniquilada por la guerra, el el hambre i la epidemia. Desde entonces se entregaron las misiones del Macas a la sagaci- dad de I03 Jesuítas, muchos de los cuales perecieron en esta piadosa pero difícil tarea, hasta que algunos especuladores intelijentes i afor- tunados entraron a explotar las riquezas de ese pais maravilloso, i fueron poco a poco estendiendo su dominación i sus conquistas. Eq 1797 fué incorporada parte de este distrito al correj i miento de Rio- bamba, habiendo sido desde antes reunida la otra (1770) al correji- miento de Cuenca (21). La lei colombiana de 25 de junio de 1824, declaró el cantón de Macas parte integrante de la provincia del Chimborazo. En 1853 el padre Plaza, Obispo de Cuenca, misionero conocido i altamente apreciado en el Perú, penetró en las montarías del Santia- go, visitó las ruinas del Rosario, Logroño i Zamora i dio una noticia estensa i detallada de las riquezas en que abunda el pais, de las costumbres de los bárbaros, i de la necesidad de protejer i estender las misiones (véase su nota a las pajinas 81, 35, 36, 37, 88 i 39.) Este distrito no fué comprendido en la cédula de 1802, apesar de estar íntimamente conexionado con todos los territorios del Mará- fion colombiano, i vamos a citar algunos documentos en comproba- ción de este hecho esencial. « Don Luis Francisco Héctor, barón de Carondelet, caballero de la » relijion de San Juan de Jerr.salen, mariscal de campo de los ejér- » citos reales, gobernador político i militar de esta ciudad de Quito, » presidente de su real audiencia, comandante jeneral de las armas » del reino, superintendente subdelegado de la real hacienda i cor- » reos, vice patrono real en las provincias de su distrito por el reí, > nuestro sefior etc.» « Por cuanto habiendo sido propuesto por esta contaduría jeneral » de rentas reales Fernando Vallejo para que pase a servir tapian ■ de guarda del resguardo de nueva creación de Macas; ha venido » en su virtud a nombrarlo de tal guarda, con el sueldo de doscien- » to3 pesos annuales; según se espresa en dicha propuesta i decreto > que a su tenor sigue: sefíor presidente, superintendente, subdele- • gado i capitán jeneral, el contador jeneral de rentas reales consc » cuente al superior decreto de Vd. por el que se ha servido dispoW — 71 — i proponga las plazas de los trea guardas que han de componer el i resguardo de nueva creación de Macas, i que después pertenezcan , ]as propuestas al factor; procede con miramiento al sueldo de dos- i cientos pesos de dotación do cada plaza en la forma siguiente. iPara la una de ellas propone a Vd. en primero, segundo i tercer i lugar a Fernando Vallejo de estado soltero, según tiene entendido, • mozo robusto, honrado i acostumbrado a montaña; dándole el lu- igar entero por falta de otros idóneos i a propósito, como lo es este t sujeto. Contaduría jeneral de rentas reales, en Quito a 29 de abril i de 1805.—José Saenz i Torres. En Quito i Abril 30 de 1805. Yo iel escribano hice saber el decreto marjinal a D. Fernando Vallejo i en su persona. *Do¡ íé: Vallejo —Loza.* « En cuya conformidad en nombre del rei, nuestro señor, i en uso i de las facultades que me están conferidas en calidad de superin- tendente subdelegado jeneral de la real hacienda en estas provin- i cias de Quito, elijo i nombro al citado Fernando Vallejo con el • sueldo de doscientos pesos para que sirva la plaza de guarda de • tabacos de Macas de nueva creación. Por tanto ordeno i mando a i los moradores estantes i habitantes de la referida provincia de • Macas, lo hayan i tengan por tal guarda, guardándole i haciéndole • guardar todas las prerogativas, honras, gracias, privilejio3, mer- • cedes, inmunidades i esccpc¡one3 concernientes a dicha plaza, i • con respecto a su buen desempeño. Todo lo cual se guarde, cumpla • i ejecute puntual e inviolablemente sin ir ni contravenir contra su • tenor i forma ordinaria. I para ello se tome razón en las oficinas • que corresponda que es dado en este gobierno, i superintendencia • subdelegada de Quito, firmado de mi mano, sellado con el sello de • mis armas i refrendado por el infrascrito escribano de esta dicha • presidencia a loa treinta dias de Abril de mil ochocientos cinco.— • El barón de Carondekt. Por mandado de su señoría el señor presi- »dente, Ignacio de Loza, escribano de su majestad de esta real ha- » cienda i superintendencia» (25). CAPITULO IX. Territorio ele Canelos. Al hablar de esie distrito, no nos remontaremos a la historia an- tigua, porque su descubrimiento i conquista se hallan íntimamente enlazados con los hechos que hemos referido en los capítulos ante-— 72 — riores. Pero importa mucho fijar nuestra atención sobre los trabajos emprendidos por la presidencia de Quito, durante la mansión del comisario Requena en las provincias dependientes de esa autoridad Los documentos que vamos a publicar no han sido conocidos hasta el dia, a pesar de su importancia ; i tenemos justa confianza de que serán debidamente apreciados por los hombres imparciales « Señor presidente i gobernador D. José Diguja.—Señor: Entre las * tribulaciones i amarguras, que no pequeñas en tanto tiempo que » llevo de misionero de Canelos, porción de terreno que de tiempo » inmemorial a esta parte ha procurado cultivar i doctrinar esta mi » provincia de predicadores, por disposición, se supone, del superior » gobierno i el ordinario, han sido las mayores el no haber conse- » guido progreso alguno, porque la jente que teníamos agregada se » ha ido dispersando con los continuos asaltos de los jívaros, que » se han robado las mujeres, herramientas i otras menudencias de » que carecen totalmente. Así es que la misión se halla en bastante » decadencia, i ocurro al paternal amparo de US. para que nos » preste auxilio i protección, como que está en lugar de nuestro » rei i señor, i vea esta materia con la compasión que pide i se dig- * ne proveer con lo que le permitiesen las facultades de US., i a » mí me mande cuanto fuero de su agrado, mientras quedo rogando » a Dios prospere i dilate la nobilísima persona de US. muchos » años. —Patate i Agosto 17 de 1775. — Besa Ja mano de US. su » sumiso siervo i capellán Fr. Mariano de los Reyes. » « Hecho V. cargo de la instrucción que acompaña a esta orden, t procederá sin la menor demora al cumplimiento de cuanto en ella » se previene, quedando yo en la cierta seguridad de que su buena » conducta la desempeñará en el todo al mejor servicio de ambas » majestades; i de su buen éxito me pasará los mas individuales » avisos, para en su virtud continuar las providencias mas oportu- s ñas. — Dios guarde a V. muelos años. —Quito, 25 de Setiembre » de 1775.—José Diguja.—Al Sr. teniente D. Pedro Cevallos.» t Sr.- D. José Diguja. — Mui señor mió: Acabo de llegar a este » pueblo de Canelos, que se halla a distancia de diez cuadras del í rio Bobonaza. Aquí se me presentaron ocho infieles, seis hombres * i dos mujeres, con las mayores muestras de regocijo, echándome » los brazos al hombro; i habiéndoles correspondido con igual aga- sajo, me acompañaron a la iglesia i hospicio, donde continuaron las mismas demostraciones, i en el modo que les fué posible me dieron a entender que su curaca los habia dejado en este pueblo para darle aviso de nuestra llegada, donde vendrá a visitarnos i — 78 — i oouduoirnos a su habitación, bastante retirada de este lugar. Lo» , dos chasquis qué van a buscarlo, hau salido ya, i quedo esperando i en regreso para comunicar a US. todo lo que oourriere.—Nuestro , Señor guarde a US. muchos años. — Canelos i Noviembre -28 de • 1775. — Besa la mano de US. su mas reverente servidor Petlro . Fernandez Orvallos. » « Sr. D. José Diguja.—Mui señor mió : Al cabo de seis diaa vol- , vieron los dos chasquis acompañados de ouatro infieles i el intér- • prete, i por ello3 aupo que el curaca se acercaba a este lugar, • acompañado de una tropa numerosa de su tribu. Apareció, en I efecto, con tales jestos i ademanes, que se hubiera dicho que es- • taba representando a la misma furia. Venia por delante de todos • i dentrando a la plazoleta puso su tropa detrás de algunos estaco- i nes de madera, que habia clavados en forma de media lunn, que- i dando él al frente, pintado todo su cuerpo de listas i varins flgu- . ras de negro, a escepcion de las mejillas, pestañas i cejas, que »traia de colorado, tapada sola la cintura con una pequeña pam- • panilla de macana do algodón, teñida en obscuro, bien recojida i • plegada, una media guirnalda de vistosas plumas a la cabeza, que i enlazaba sobre su pelo largo una trenza de varios ramales vesti- • dos de pepitas blancas mui menudas, con sus pasadillos de hueso, » rematando con bastante simetría en pendientes 6 botones de dien- »te3 do monos, i todo afianzado con un oollar grueso como la mu- • fieca de un hombre. Tenia en la mano izquierda una rodela de • poco mas de cuatro palmos de oircunféronciu, i en la derecha unu • lanza de chonta negra, tina, de pouo mas de diez i seis palmos; • i aunque el traje era tan estrafio, su propia desnudez i fierean le » presentaban hermoso. Presentémele con serenidad i manifestán- » dolo el agrado, que me faltaba, lo ofrecí un bastón i un sombrero • en señal de amistad ; correspondió a esta demostración echándo- » me los brazos al hombro, i haoiendo señan a su jente para que • hiciese lo mismo, &c. » « Sr. D. José Diguja. — Mui señor raio : Después de muchos tra- » bajos he llegado a ente pueblo de San Carlos de Pastaza, donde » me esperaba el caraca como amigo, por los agasajos que lo hice • en San José de Canelos. Pareció sola con el bastón i sombrero • que se lo habia dado, i tomándome de la mano me condujo a su ' habitación, donde me esperaban sus cuatro mujeres. Después de • tomar algún descanso, me ocupó de los asuntos de la rolijion, i »logré que al dia siguiente se bautizasen los cinco hijos del curaca M ocho niños mas de los indios principales, porque sus mismos— 74 — » padres lo solicitaron. He pedido al curaca ^unos veinte jóvenes » para mandarlos a US. a que se eduquen en Quito, i no está <]¡a. » tante de otorgármelo. Lo demás que ha ocurrido referiré a US. » en un informe mas detallado. — Nuestro Señor guarde a US. mu- > chos años. — San Cárlos del Bastaza, i Diciembre 80 de 1775.-- » Besa la mano de US. su mas reverente servidor Pedro Fernandez » Cevalhs. » < Sr. Presidente: Habiendo llegado al pueblo de Baños en 13 de » Noviembre pasado, para dar cumplimiento a la comisión que por » efecto de dignación se-sirvió US. nombrarme, salí de dicho para • el de Canelos, como avisé a US. en aquella fecha, con los revé- » rendos Fr. José Noroña, nombrado superior do aquella misión, » Fr. Mariano de los Beyes i Fr. Manuel Gutiérrez, misionaros » destinados a la misma, con quienes, D. Juan de Castro, D. Juan » Piíluela, D. Bedro Lezcano i D. Malias Zoria, vecinos de Bátate > que me acompañaban, verifiqué mi ingreso en 28 del misino, ha- » biendo caminado trece dias i descansado dos por las continuas » aguas que esperimentamos en la montaña. El camino es esca- » broso, lleno de precipicios i rodaderos peligrosos al rio Pastaza, » que 89 va costeando hr-sta el de Alpuyam : les bosques tan altos i » espesos que embarazan la comunicación de la luz que se apercibía > mui remisa i desmayada: el clima es desigual, según note en los » alojamientos que se encuentran en las alturas o bajadas de las » serranías, bien que desde ei sitio de Ventanas hasta las tierras de » los infieles, la temperatura empieza a sentirle mas i mas ardiente, » aunque el termómetro no pasó de veintiún grados basta el pueblo » de Canelos. » « Entro Baños i Canelos hai tfes rios, todos vadeablcs por su » anchura i estension, i otros por su división i derrame ou varios i brazos que facilitan su tránsito. Esto no obelarte, son necesarios » dos puentes, el uno en Alta Verde i el otro en el Topo, porque son » caudalosos i arrastran piedras enormes. » « Canelos está situado a orillas del Bobonaza ; tiene al Sur el no » Bastaza, el Andoas al Este, el Tunguragua al Oeste i el Ñapo al » Norte ; todo lo que reconocí según la ahnja. Creí que la abundan- » cia de árboles de canela hubiese dado la denominación a! pueblo, » en donde apenas se halia uno tierno, de semilla de los ds Copataaa, » que es la mejor, i pude reconocer con bastante trabajo por hallarse » metido en la espesura del monte, bien que inmediato a la* casas » de los indios. « El pueblo se-compone de treinta cws,-no despreciables, l <-l0a' — 76 — , cientos cincuenta i nueve naturales que viven en la.mayor infe- » licidad i miseria por falta de herramientas i de instrumentos de , labranza, que ya se les ha repartido conforme a las órdenes e ina- • tracciones de US. Entre los habitantes he encontrado tres indios t viejos, mui juiciosos, i según parece, instruidos en las cosas anti- , guas. Ellos me han dicho que Canelos trae su oríjen de cinco fa" • milias de infieles que se llamaron Gaes, i estaban situados en , Sacha Estancia, al frente de Barrancas, del otro lado del Bastaza, • a quienes vino a reducir, i lo consiguió, el padre Fr. N. Anaya, • del órden de predicadores, con cuya noticia mandó el convento » máximo al padre Fr. Baltazar Quintana, que redujo al gremio de • la fé a los habitantes de Barrancas, i al padre N. Ochoa, que en- > trando por Benday, conquistó los Guallingas i fundó el pueblo » de Caninche a orillas del Pastaza.» (26) •El Bobonaza es escaso de aguas i de precipitada corriente, i con sus i muchos saltos i raudales pone en riesgo las embarcaciones pequeñas » o canoas, i por consiguiente la jente i carga que en ella se traspor- »ta. Descendiendo el Bobonaza se encuentran lavaderos de oro, i llamados Chontayacu, Sarayacu, Villano i Liquino, que son cono- i cidos de los indios; i no hai duda, que si se hiciesen rejistros por » sujetos de habilidad i práctica, se hallarían mas abundantes. » « Los árboles de canela se hallan regados por la montaña i entre- i tejidos con otros de varias especies. Los lugares en que mas abun- i dan son el Villano, el Güito, el Bobonaza i Cotapaza donde se • encuentra la que estiman de mejor calidad. I si estos árboles se > redujesen a parajes limpios, libres de breñas i de sombríos, i se » plantase todos los años cierto número de árboles, sangrándoles a »su tiempo para que se purguen de aquel humor que reciben de »las muchas lluvias i no despiden por falta del calor del sol, se » lograría tan dulce, tan aromática i buen? como la que nos traen » de Ceilan.» « De estos parajes sacó en los años de 1759 a 1760 D. José Basa- » be, hiendo gobernador de aquella provincia, de seis a siete mil »libras de canela, que por manos del Sr. marques de Selva-Alegre, » presidente que fué de esta Beal Audiencia, se dirijieron a D. Juau » de Arrechedcrreta, vecino comerciante de Cartajena, que la diri- • jió a la corte de Madrid. » « Tengo por conveniente remitir a US. un cajoncito do la canela •raspada del Cotapaza i algunas hojas de otros árboles, para que • teniendo presentes las observaciones del Sr. Garcin, médico fran- • ees que sirvió a la compañía holandesa en la India oriental, se— 76 — > trate de indagar a cuál de las diez especies calificadas por él per. » tenece la de Cotapaza. » « En el sitio de Mapoto formaron un hermoso establecimiento » los regulares de la compañía espatriados, i eu los últimos diez » anos fué administrado por los padres José Maria Maugueri i Pablo » Torrejon, cultivando i logrando los mejores frutos, como cacao, a caña, tabaco, algodón, plátano, yuea, arroz i otros que se produ- » cen en grande abundancia.» « Según lo que advertí, hallé en todos los infieles, a escepeion » del intérprete, la mejor fé i mas sencilla condición, afición i amor » al buen trato de los españoles, a quienes miran con respeto, hu- » manidad i agasajo, no obstante el espíritu de independencia que » manifiestan, i aunque su codicia es mui grande, se contentan con » lo que se les da. » « He traido conmigo i los mando a esa, seis jóvenes indianos que > pedí a sus padres para instruirlos i educarlos eu aigaua de las » escuelas de esa ciudad, i enseñarles algún oficio, pues estos pue- » den ser mas tarde los mejores operarios para la conversión i re- » duccion de los infieles. » a A mi salida de Canelos, el Tunguragua arrojaba un gran pena- » cho de humo, por la boca principal que tiene en la copa, aunque » no se distinguía ningún fuego. Tomé el camino de San Antonio, » i este me ha parecido mas cómodo i mas corto que el que llevé a > mi entrada a la montaña. Según el mapa que acompaño, verá » US. que se puede mejorar i componer con un gasto de veinte mil » pesos. — Ambato i Febrero 7 de 1776. — Pedro Fernandez Oe- t vallas.» « En consecuencia del proyecto que V. formó, ofreciéndose a > la apertura de un camino que por la vía de Baños i Canelos diri- » jiese al Marañon, por haberlo conceptuado V. mas pronto i fácil » por este paraje, he dispuesto'que el subteniente D. Antonio Jua- » rer, secretario de la espedicion de límites, pase a hacer una espío- » ración por dicha via do Canelos, a cuyo fin me ha hecho una » representación, i le he puesto el decreto que incluye el adjunto » documento, que también inserto, para que instruido V. de los » puntos que comprende, lo dé al dicho Juárez todos los auxilios » que pueda a fin de que se verifique dicho proyecto, i coudigaieu- » teniente resulte este tan conocido beneficio a estas provincias.» « Espero de la actividad de V. i acreditado celo que siempre ha » manifestado por el real servicio, disponga se ejecuten las cosas » de una manera tal que se llene cumplidamente el objeto a f»i — 77 — t aspira.--Dios guarde a V. muchos años.—Quito, 18 de Enero de t 1780. — José Garda de Iaoti i Bizarro. — Sr. D. Pedro Fernandez • Cevallos. » « Señor presidente, rejente, visitador i comandante jeneral Don * José García de León i Pizarro. — Mui señor mió ¡ Los alborotos f de los pueblos de esta jurisdicción, que con las útilísimas prontas • providencias i auxilios que se sirvió US. librar, logró cortar tan » en su oríjen, han motivado la retardación de mi contesto a la que i recibí de US. de 18 del pasado enero, con el testimonio que le t acompaño del espediente formado a instanoias dol subteniente ♦ D. Antonio Juárez, comisionado para csplorar el camino de Ba- * fios i navegación del Pastaza. Según mi plano, verá US. que en- » contrado un puerto en este rio, es fácil arribar a él en tres días i desde el pueblo de Baños i descender al Marañon por las suaves » corrientes del Pastaza. Con este objeto he dado al subteniente > Juárez todos los auxilios que me ha pedido para el desempeño t de su comisión, i adjunto a esta el recibo de la cantidad que he » entregado en efectivo. — Dios guarde a US. muchos años. — Arn- » bato i marzo 18 de 1780. — Besa la mano de US. su mas reve- • rente servidor Pedro Fernandez Cevallos. » Una sociedad formada por D. Juan José Boniche, D. Francisco Sánchez de la Flor i D. Mariano Villalobos, pidió al presidente de Quito privilejio esclusivo para la esplotacion de la canela, ofreciendo aumentar i mejorar la producción de este artículo. El presidente elevó la representación al Consejo supremo de Indias, i la corte de Madrid, por real órden de 12 de noviembre de 1788, pidió informe a la Real Audiencia sobre esta materia. El Sr. Villalonga espidió su informe en 18 de enero de 1790, i no hallándolo en los términos debidos, la corte pidió nuevo informe a Don Juan Antonio Mon, sucesor de aquel en el gobierno de Quito. El Sr. Mon formó un largo espediente sobre la materia, i de él vamos a tomar los siguientes estractos. D. Pedro Fernandez Ceva- llos, en un informe detallado en que reproduce todas las observa- ciones e incidentes de su interesante viaje, añade : « Que la canela • que trajo de su espedicion en 1776, la hizo examinar por el doc- »tor Don Francisco Javier Eujenio de Santa Cruz i Espejo, i que ♦ este médico instruido escribió i publicó una elocuente disertación » sobre la escelencia i diferentes calidades de dicha canela (27); » que la remitió a España por conducto del Sr. García de León i 1 Pizarro, i que la corte la hizo examinar por D. Casimiro Gómez » Ortega, que la halló escelente i de preferente calidad ; que el re-— 78 — » lijioso misionero Fr. Sebastian Riofrio le habia remitido algunas » libras de las diferentes especies de canela, que sometió de nuevo » al examen i reconocimiento del doctor Espejo ; que las misiones » hailian progresado poco en los quince años corridos, pero que » estaban en mucho mejor pió que en 1775; que en los tres pueblos » de las misiones (San José" de Canelos, San Carlos del Pastaza i la » Palma) se habia reducido un gran número de familias, gracias a » la actividad i celo de los padres Fr. Santiago Godoi i Sebastian » Riofrio, sujetos de virtud, prudencia i juicio; que para mejorarla » condición de esos pueblos seria conveniente crear el correjimiento » de Ambato e incorporar a ól los territorios de Canelos i Partaza, » por los auxilios prontos i eficaces que pudieran recibir de dicha » villa, i que en su concepto, los Sres. Sánchez de la Flor i Villa- » lobos merecían la protección del gobierno de S. M. por los gastos » que habían hecho i el empeño que habian tomado en el cultivo » de la canela, &c.—Ambato i noviembre 16 de 1790.—Pedro Fer- » nandez Cevalios. » El Sr. Mon remitió el espediente a la corte con un informe bien concebido i mejor espresado, en 18 de enero do 1791. En vista de ese espediente, la corte d- Madrid espidió la real orden que inser- tamos: « Enterado el rei de cuanto espuso el antecesor de V. en su i carta de 19 do abril último, número 2-1, sobre el estado en que » se halla el cultivo do la canela que producen los montes llamados » de Canelos i Cotapaza de ese distrito, i deseando S. M. promover » esto ramo importante a beneficio de esas provincias i del comercio » nacional, ha resuelto S. M. se eximan desde luego de derechos las » partidas de este fruto que se estraigan Ínterin se formalice el plan » indicado en dicha carta por el presidente Mon, sobre cuyo parti- » cular se comunicaron a esa presidencia las órdenes competentes • por el ministerio de hacienda; i para que todo se verifique sin » inconveniente ni embarazo, prevengo a US. de orden del rei, » informe quó medios considera mas axequibles entre los que pro- » puso su antecesor para formalizar esta empresa, o cuáles podrán » subrogarlos en caso de no ser aquellos de la aprobación de US.: » lo que se le ofrezca sobre la creación del correjimiento de Amba- » to, proponiendo un sujeto capaz de cooperar al intento en los térmi- » nos que se deseen, teniendo presente lo que en la misma caí ta » se espresa a cerca de las buenas cualidades que asisten a D. Pedro » Fernandez Cevalios, a quien talvez acomodará este destino en » premio de su mérito i servicios, i para atender mejor a los encar- » gos que se trata de confiarle.—Dios guarde a US. muchos años.— — 79 — i Madrid, 23 de enero de 1792.—El Marques de Rija-Mar.—Señor , presidente de Quito. » (28) a Recibida en este correo la real orden que antecede con la copia »quo la acompaña, por la cual exime S. M. de derechos la canela • que ee estraiga de Canelos i Cotapaza de esto distrito, a beneficio i de esta provincia i del comercio nacional, Ínterin se formalice el , plan hecho por el Sr. 1). Juan Antonio Mon, a fin de que esta sobe- i rana declaración llegue"a noticia do todos, publíquese por bando • en esta ciudad i comuniqúese copia do ól por la secretaria de go- i bierno a todos los gobernadores i correjidores de la jurisdicción de > esta presidencia. I para evacuar con toda exactitud loa informes i que en dicha orden se piden, tanto acerca de quó medios se con- i sideran mas axequibles entre los que propuso el referido señor > Mon para formalizar el cullivo de este específico, cuanto sobre la i creación de correjimiento en Ambato, tráiganse a la vista los an- > tecedentes de la materia.—Quito i junio 19 de 1792.—Luis Mu~ i ñoz de ffuzman.—Ante mí, Juan Ascaray, escribano de S. M., te- i niente del de cámara i gobierno. » En 1797 encontramos erijido el correjimiento de Ambato, i ser- vido por Don Bernardo Darquea, teniendo bajo su dependencia el distrito de Canelos. Así consta del informe que pasó en aquel año a D. Melchor Gaspar de Jovellanos, ministro de gracia i justicia, sobre el espantoso terremoto de 4 de febrero de 1797, que arruinó los pueblos de Riobamba, Ambato i Latacunga. Queda demostrado que desde Gonzalo Diaz de Pineda hasta Pe- dro del Villar, i desde este último hasta Petlroele Benavente (1549), la conquista i los descubrimientos se hicieron per autoridades de Quito, con las armas i caudales de esa provincia, con familias tras- ladadas de las colonias ya establecidas, con misioneros encargados de dirijir desde tiempo inmemorial este precioso rebaño. I cuando en 1599 fueron destruidos i arrasados por la sublevación de los jíva- ros, la Audiencia Real do Quito volvió a establecer i fomentar las misiones. Así, de siglo en siglo i de período en período, vamos encontrando i recojiendo los testimonios esplendidos de la consagra- ción constante i eficaz con que nuestros mayores cultivaron i civili- zaron esas rejiones, reparando las ruinas ensangrentadas i levan- tando sobre ellas nuevos altares a la relijion, nuevos depósitos al comercio i a la industria. Tales son los territorios sobre los cuales el Perú alega derechos de propiedad, en virtud de la cédula de 1802 i de una jurisdicción incierta, interrumpida i contradictoria, porque están incluidos i— ao — abluidos al mismo tiempo de los límites proscriptos al gobierno temporal de Mainas (29). No hai un solo documento que acredito la ooupacioii real i corporal de las montanas de la canela, sin cuyo requisito esencial no puede tener lugar el nli possidetis de 1810. Eg la posesión la que constituye el dominio, el réjimen material com- probado por el dasoubrirniento, Ja conquista, la fundación, el culto la educación popular, los caminos, la industria, el comercio, &¡c. ¿Cuáles son las familias que vinieron dol Perú a poblar esos terri- torios? Cuáles los misioneros que mandó a predioar el Evanjelio i propagar la rolijion del Crucificado? Cuáles los pueblos que fundó, los caminos que abrió para facilitar el tráfico i la comunicación? Cuáles, en fin, las mercedes que otorgó a estas poblaciones cuyo dominio i señorío pretende con tanta arrogancia? Ai contrario ¡loábamos de ver los beneficios que el Ecuador ha dispensado a esos pueblos, atrayéndolos a la civilización i procurán- doles todas las ventajas del orden social. Ahora bien, uno de los objetos principales do la conquista era el culto (lei L», tít. l.«, libro 4.° de la Recopilación de Indias), la instrucción, la civilización de la» tribus salvajes, era el apostolado instituido por la lei para la propagación del Evanjelio, era la misión santa del predioador, unas veces mártir, otras apóstol coronado con el triunfo de la fe", i riempsa piadoso i venerable patriaroa de esos bosques solitarios, apoyo del débil, guia del ignorante i protector de todos los fieles que profe- saban la relijion de amor i de caridad; pero ese ministerio sacerdO' tal estuvo i está desempeñado únicamente i desde tiempo inmemorial por los rolijiosos de la Orden de Predicadores del convento máximo de Quito, i así continúa hasta nuestros dias (30). CAPITULO X. t. Provinoi» de Quijos. La rejion del Ñapo se divide en dos secciones mui importantes. El Alto Ñapo o provincia de Quijos se compone de los antiguos pueblos de Baeza, Arohidona, Avila, Macpa, Jena, Napotoa, Senentagua o puerto de Ñapo, Santa Rosa de Oas, Juno, Catapino, Concepción, Loreto, Mote i otros que están todos situados en el espacioso áDgul° formado por la intercepción del Ñapo i el Aguarioo, uno de sus afluen^ tea El Ñapo inferior, que hacia parte del Mainas Betentrional, com- — 81 — prende loa pueblos de Capucui (31), Nombre de Jesús, Nombre de Maria, S. Miguel, S. Javier, S. Pedro, Oran, Poccálpa, Churuoocha, Pebas, Caballoeocha, Loreto, a orillas del Amazonas, Putumayo, San Joaquín, San Javier i San Pablo de Omaguas, &c. Hai ademas los pueblos pertenecientes a las misiones del Morona, Pastaza, Tigre i Nanai, afluentes también del Amazonas, como dejamos apuntado en otra parta, pajina 51. La cédula de 1802 introdujo en la provincia de Quijos una com- pleta anarquía, un trastorno de aquellos que hacen perder a los pueblos todas las tradiciones de la autoridad. Desde 1806 la halla- mos obedeciendo a diferentes majistrados. que se subrogaban unos a otros tomando por asalto el poder i ejerciéndolo discrecionalmente. En 1810 hai tres autoridades: la de Diego Meló de Portugal, que habia pedido su traslación a otro gobierno al presidente de Quito, desde 1808 (32); la de Juan Naves, juez do Santa Rosa, que se apoderó del mando aprovechándose do los disturbios políticos de Quito (83), i la de Juan Miguel Meló, que proclamó la independen- cia i se adhirió al movimiento revolucionario de la capital contra el gobierno do España. Meló abandonó Santa Rosa de Oas, pueblo indefenso, i se situó en Archidona para recibir socorros de la capital. Allí se fortificó i batió a los españoles en diferentes encuentros, hasta que batido a su turno por fuerzas superiores, salió de Archidona abandonando el campo al enemigo en 20 de setiembre de 1812. D. Manuel Fer- nandez Alvarez comunicó su triunfo al gobernador de Mainas i al virei de Lima, i el gobierno del Perú publica esos documentos para comprobar con ellos sus derechos al dominio de eso territorio (34). Fernandez Alvarez entró a administrar la provincia interina- mente, desde 1812 bosta 1815 en que fué reemplazado por D. Ru- decindo del Castillo Renjifo. Este se entiende al mismo tiempo con el presidente de Quito i el virei de Lima; oficia a uno i otro; obe- dece indiferentemente las órdenes de ambos majistrados, hasta 1816 en que la provincia entró a formar nuevamente parte de la presi- dencia de Quito, i así permaueco hasta el día sin ninguna interrup- ción (35). En medio do esa anarquía, la única consecuencia lójica que po- demos deduoir es que: la cédula, viciosa en su oríjen, fué perniciosa 1 deplorable en sus efectos; que pueblos que se hallaban a una in- mensa distancia del centro principal do la acción gubernativa, no Podian ser bien rejidoa ni administrados por autoridades subalternas, bocadas en el fondo de unas montañas inaccesibles i sin comuni-— 82 — eacon alguna con los domas pueblos; i que los trastornos, desórde- nes i dificultades que surjieron en 1810 i en los años posteriores vinieron a dar un completo desmentido a los informes del Sr. Re- quena, i por consiguiente a la cédula fundada en dichos infor- mes (36). Todos los actos do jurisdicción que alega el Perú para adueñarse de esta provincia son actos hostiles a la independencia americana persecuciones crudas i feroces contra las ilustres víctimas, que ven- cidas en los campos de batalla, iban a buscar algún refujio en esas breñas solitarias contra la saña implacable do los vencedores. De manera que los atentados contra la causa de la libertad americana se hacen valer hoi cora.') otros tantos títulos para recojer los precio- sos frutos de esa misma causa, ajada e insultada por los yodos del Peni en 1810. Estos son los beneficios prodigados a esos pueblos; los cimientos colocados para elevar el edificio de su prosperidad i en- grandecimiento; las misiones establecidas en nombre de la relijion i de la moral; en fin, los caminos abiertos a la civilización i progre- so de las nuevas repúblicas. Con semejante espediente puede el Perú evocar los manes de Fernando VII i pedirle la recompensa de sus servicios; pero dudamos mucho que un tribunal republicano acepte como títulos de dominio los ataques hechos a la causa de la independencia, esos documentos manchados con sangre i degradados por la usurpación i el despotismo (37). Pues que la provincia de Quijos se adhirió a la causa de la inde- pendencia en 1810, i que corrió allí como en todas partes la sangre amoncann, esa sangre redentora que anegó i fertilizó loí campos de batalla, ¿a quién pertenece el nti possidetis de 1810.? Al pueblo que lo conquistó para la España o al pueblo que le inspiró con su ejemplo i lo guió i le sostuvo en los momentos de amargura i de conflicto? En 1810 el uti possidetis del gobierno i pueblo quiteño sobre el terri- torio de Quijos era un acto consumado por la libre i espontánea vo- luntad desús habitantes. Adhiriéndose al pronunciamiento de Quito, manifestaron su deseo de continuar siempre unidos al pueblo de «u oríjen, al pueblo que los habia rejido i administrado por espacio de mas de dos siglos sin interrupción ninguna. Sus tendencia?, sus in- clinaciones, sus necesidades, sus hábitos, en una palabra todos los lazos del órden social, los ligan indisolublemente al pueblo de Quito. Nada unifica tanto a I03 pueblos i fortifica i estrecha mas l03 vínculos de la nacionalidad, como la relijion, el culto, las tiestas, todas esas ceremonias que la Iglesia ha establecido para gobernar — 83 — i moralizar la sociedad: pues bien, ese fundamento de unidad, ese principio de asimilación, esa cadena moral que enlaza desde el pri- mero hasta el último de los ciudadanos, ha sido sostenida impertur- bablemente por el pueblo ecuatoriano. Todos los misioneras, todos los párrocos, todos esos sacerdotes encargados de guiar e ilustrar la conciencia del hombre, han salido constantemente de la sociedad ecuatoriana, que ha perpetuado así su poder, sus beneficios, i las apostólicas tradiciones de sus antepasados (38). Luego fueron falsos los informes presentados por Pequeña a la corte decrépita de Ma- drid, luego la cédula fundada en ellos no es mas que un título nu- gatorio que no tiene fuerza ni autoridad ; un pedazo de papel vicioso en su oríjen i anárquico en sus efectos. No hablaremos separadamente de las misiones del Putumayo i Caquetá porque hemos dado ya cuenta do su descubrimiento i con- quista en las pájinas 19, 20, 21 i 22 de la primera parte. Estos pue- blos situados a una inmensa distancia de Jeveros (39) i separados por montañas casi impenetrables i rios caudalosos, nunca obedecieron ni quisieron reconocer las autoridades establecidas en dicha capital, ¡siguieron entendiéndose con los misioneros que iban desde Quito iPopayan; i es claro que sin el auxilio de esos sacerdotes se habrían cstinguido el culto i los hábitos sociales que habían conservado merced al celo i heroica constancia de los misioneros ecuatorianos. Ademas el Perú por su tratado de 1851 ha cedido al Brasil la parte inferior i superior de los rios Putumayo i Yapurá, i no tiene derecho para reclamar territorios que jamas han estado bajo su jurisdicción. CAPITULO XI. ■Provincia de TNlaina». El Mainas, como hemos dicho ya, está dividido por el Amazonas ensetentrional i meridional: el primero corre desde el Morona aguas abajo hasta la boca mas occidental del Yapará, i el segundo com- prende todo el territorio encerrado entre el rio Cahuapanas al oeste i las aguas del Yavarí al este. Solo hablaremos del setentrional por- que Colombia ha cedido al Perú por el tratado de 1829 todos sus derechos a los territorios bañados por el Iluallaga, Ucayali i Yavarí, aunque fueron conquistados por los Jesuítas de Quito, i gobernados por la autoridad de ese distrito.— 84 — Ya hornos hablado del descubrimiento casual del país de Im Mainas, de las conquistas i fundaciones del capitán Diego de Vaca de los auxilios prestados por Ja Audiencia Real de Quito en esos pri- meros tiempos, de la índole suave de sus habitantes, de su coopera- ción para la conquista o pacificación de las tribus aguerridas del Huallaga, Ucayali i demás rios que componen la rcjion del Mainas i vamos solo a añadir unas pocas palabras sobre otros sucesos que tocan inmediatamente a esta provincia. En 1631 (40) el Colejio de Jesuítas destiuó dos sacerdotes (los padres Richler i Vidal) a las misiones del Ucayali, que fueron sacri- ficados, juntamente con el cura, en la sublevación de 1637. Kn 1638 el Sr. conde de León, presidente de Quito, de acuerdo con el Obispo de esa diócesis, nombró misioneros directores a los jesuítas i estos penetraren en esas montañas con ese piadoso celo que los caracteri- zaba i de que han dejado tantos vestijios por todas las rejiones del mundo a donde llegaron con la cruz i la sandalia del misionero. Un siglo después de su establecimiento en el Amazonas, «La Re- lación Histórica » de D. Jorje Juan i D. Antonio de Ulloa daba al rei de España fe" i testimonio de sus progresos en estos términos: * Los límites de la provincia de Mainas son tan poco conocidos por » las partes de norte i sur, que perdiéndose entre los paises de infie- » les no dejan mas señales de sus linderos, que lasque pueden cono- » ceree por las misiones de los padres de la compañía que hicieron la » conquista de este pais. » Menciona en seguida todos los pueblos fundados por ellos i determina mas o menos su posición jeográfica por la denominación de los bárbaros que antes ocupaban o domina- ban el territorio. Ya hemos referido como a la estincion de los jesuitas el presiden- te Diguja arregló las misiones del Marañon nombrando sacerdotes para rejir los pueblos establecidos i fuerza armada para defenderlos de las escursiones portuguesas, todavía mas terribles que las suble- vaciones de las tribus salvajes. Hemos detallado los servicios pres- tados por el doctor Echeverría, vicario i visitador jeneral de las mi- siones del Mainas, i del órden i regularidad con que eran servidas i protejidas hasta 1804 en que la cédula introdujo el desorden i 1* anarquía en estos pueblos. En 1810 muchos pueblos de Mainas abrazaron i secundaron la causa de la independencia proclamada en Quito, i el capitán Manuel Fernandez Alvarez fuó nombrado en 1812 desde Jeveros por el gobernador interino Tomas de Costa i Romeo, comandante en jefe de la espedicion destinada a sofocar los movimientos revola- — 86 — cionarios que estallaron en la mayor parte de los pueblos situados en la banda setentrional del Amazonas. El Ñapo inferior siguió el ejemplo del Ñapo superior, i esos pueblos que forman, por decirlo agí, el núcleo prinoipal do la cuestión, no obedecían entonces ni al rei de España, ni al virei de Lima, ni a las autoridades nombradas por él, sino al sentimiento irresistible de la independencia (41). Si los servicios que alega el Perú para posesionarse del Marañon seten- trional son la guerra hostil i encarnizada a ia causa americana, nos- otros le cederemos gustosos el campo, porque no tenemos la preten- sión de luchar con nadie en ese terreno. Después de los triunfos obtenidos sobre los independientes, el go- bernador i el obispo de Mainas abandonaron a Jeveros, capital de la provincia, i fueron a situarse en Moyobamba, de 1813 a 1814, de- jando desamparadas las misiones del Mainas propiamente dicho. Los territorios del Huallaga, Ucayali i Yavarí quedaron a discre- ción de los infieles por la fuga del pastor, llamado a apacentar ese rebaño; i la misma suerte habrían corrido las misiones del Morona, Pastaza, Ñapo i Putumayo, sin los socorros i auxilios que reoibieron del pueblo quiteño, desde el tiempo en que fuó informado del lasti- moso estado en que se encontraban. •Informe del gobernador interino de Quijos, D. Manuel Fernandez • Alvarez, sobre el estado de abandono en que se hallan en lo es- i piritual las misiones de Mainas.» « Relación de los pueblos que se hallan sin sacerdote : « Santiago de las Montañas dista de la ciudad de Borja un dia » de navegación, aguas abajo, hace cinco años que no tiene saoer- • dote. » « Ciudad de Borja, de doscientas cincuenta almas poco mas o » menos, dista del pueblo de la Barranca dos dias do bajada i seis » de subida, hace cinco años so halla sin sacerdote. » « Pueblo de la Laguna, en la orilla derecha del Amazonas, se » halla el reverendo padre Fr. Pedro Ampudia, de la provincia de • Quito; es de unas mil almas, poco mas o menos; dista del pueblo • de Jeveros cuarenta leguas por el rio Aipena. » « Pueblo de Jeveros, en la banda derecha, consta de mil almas • poco mas o menos; se halla el reverendo padre Fr. Juan Pabon, • oriundo de la provincia de Quito; dista del río Chayabitaa por • tierra tres dias.» « Pueblo de Chayabitas, en la misma banda, se halla en él el • reverendo padre Fr. N. Moreno, de la provincia de Quito; es de » unas ochocientas almas, i dista un dia del pueblo de Cahuapanas.— 86 — * que consta de unas quinientas; lo asiste el mencionado padre Mo- » reno, de Chayabitas. » « Pueblo do Urabinas, en la ribera izquierda, consta de unas » cincuenta almas; dista del de San Rejis seis dias de navegación' » se halla sin padre cinco años. » « Pueblo de San Rejis, en la misma ribera, consta de unas tres- » cientas almas; lo asiste el reverendo padre Fr. N. Marino, de la » provincia de Quito; dista del de Omaguas cuatro dias de navega- » cion; éste consta de otras trescientas almas, poco mas o menos » éste lo asiste algunas veces el padre Mari lio que reside en S. Rejis» « Pueblo de Iquitus, (en id.), dista del de Omaguas tres dias de » navegación ; hace seis años que murió un lego que enseñaba la » doctrina a éste i al de Nanai. » « Pueblo de Oran, (en id.), compuesto do desertores portugne- » ses e indios, como de unas cincuenta almas ; dista de Iquitus dos » dias de navegación ; este nunca ha tenido sacerdote. » « Pueblo de Suchiquinas, (en id.), dista de Pebas un d¡a de ba- » jada i trea de subida; es de unas sesenta almas ; tiene a sus inme- » diaciones una porción de infieles que se comunican con los cris- » tianos; hace los mismos seis años que el pueblo de Pebas que se » halla sin sacerdote por los mismos motivos. » « Pueblo de Yaguas, (en id.), no existen mas que campanas i • ornamentos viejos, por hacer mas de quince años que no tienen » sacerdote: sus indios están de apóstatas entre los infieles que.se • juntan cuando quieren; dista del pueblo de Pebas seis dias por » tierra.» t Pueblo i destacamento del rio Putumayo (en id.), hace quince » años que no ven un sacerdote, por este motivo está deshecho el • pueblo; dista seis dias del de Yaguas. El destacamento lo quitó » el finado señor gobernador D. Tomas de Costa Romeo i quedó » todo el rio a la disposición de los portugueses, los que pueden » poner su frontera a las inmediaciones de Pasto, i a las de la ciudad » de Popayan por ser todo el rio navegable.» (42) « Pueblo de Santander (en id.), dista de la Barranca dos dias, es » de indios infieles reducidos a nuestra católica lei, es como de unos » cuarenta: hace cuatro años se fué de alli un lego que les enseñaba t la doctrina cristiana.» « Pueblo de Pinches (en id.), dista del pueblo de Santander cator- » dias aguas arriba; es como de cien almas: há mas de quince » años que no tiene sacerdote. « Pueblo de Andoas, dista del pueblo de la Barranca diez i *■ i dias aguas arriba; consta de mas de mil docientas almas, hace mas , de quince años no tiene sacerdote; en este pueblo han dejado los , padres jesuitas la devota costumbre a las doncellas, que a la auro- , ra canfen el credo i la salve, cuya costumbre existe i hai un vene- , rabie indio viejo que enseña la doctrina a los que voluntariamen- i te quieren ir los miércoles i sábados a la iglesia, por lo que dije a i mis soldados que mas segura tenia la salvación ese viejo que yo i tenia la mia, i el Sr. obispo de Mainas la suya.* < En el rio Ñapo se halla el pueblo de Capucui sin sacerdote i quince años; es de cincuenta almas, i a sus alrededores hai mu- ; chos cristianos apóstatas, e infieles que vienen con sus hijos a la i provincia de Qui jos a que les echen el agua, lo que he verificado i con algunos, viendo que las madres sabíanla doctrina cristiana, i como son los mandamientos, artículos, sacramentos, credo i salve, «pronr.etiéndome enseñarían lo mismo a sus hijos, i la creencia en i el verdadero Dios, la redención nuestra, la pasión de Nuestro i Señor Jesucristo i pureza de su santísima madre.» i A distancia de seis dias de navegación se halla el pueblo del • Dulce nombre de Jesús i el de Santa María (en el territorio del • Aguarico) que hace mas de veinte i cinco años que no tiene i sacerdote, sus naturales mantienen los sitios en corto número, pero i a a rta distancia tienen sus tambos i se comunican con los pasaje- i ros que suben i bajan por el rio.» « En el rio Hoallaga junto al de Parinapura está el pueblo de • Turímaguas (en la banda meridional) que la asiste el reverendo »padre frai Eusebio Arias (oriundo de la provincia de Quito) dista » del de la Laguna cinco dias de navegación aguas arriba, i de • Tarapotó ocho: es de unas doscientas i cincuenta almas.—Quijos, • SO de setiembre de 1814.—Manuel Fernandez Alvarez.» (43) Este es el juicio formado por el conquistador del Ñapo, por el que sometió de nuevo esa provincia al yugo de la España, por el instrumento, en fin, de los vireyes de Lima, con quienes se enten- día mientras se trataba de perseguir i combatir a los patriotas ame- ricanos que habiaa abrazado la causa de la independencia. Pero en el loto en que el conquistador vuelve sus ojos al estado miserable ■ las misiones i se ocupa de reparar i remediar sus desastres, no piensa ya en los vireyes de Lima, impotentes para curar los graves males que estaba presenciando, i se dirije al presidente de Quito, lie por su ce'o, actividad, influencia antigua i mayor proximidad »los lugares de la* misiones, era la única autoridad que se halla- lía en aptitud de proveer de misioneros a los pueblos i de prestar— 88 — loe auxilios necesarios para mantener el oulto, fomentar el oooiercio i salvar el territorio amenazado de continuo por las eaoursiones de los portugueses. Por este documento se ve que los sacerdotes que seguían admi- nistrando las misiones eran de la provincia do Quito i donde uta cabían perecido no habían sido reemplazados por los frailes fran- ciscanos de ücopa encargados de sevírlas i gobernarlas. Mases»; lastimoso estado movió al presidente de Quito, D. Toribio Montes a dirijir al rei de Espafía el siguiente informe: « Exmo. señor. He manifestado a V. E. en informes anteriores » que las misiones del Maraílon se hallan en un sensible atraso, tal- » tándoles el número competente de celosos ministros evanjélicos » que conserven i procuren reducir a esos habitantes al gremio de » la iglesia católica, haciéndoles sentir las ventajas do la vida civil. » En prueba de ello acompaño nota de un informe del gobernador » del Ñapo, donde se ve, que a falta del necesario cultivo, hau » vuelto varias poblaciones a la barbarie i jentilidad de que fueron » sacadas a gran costa; i que aun ha sucedido que los portugueses » subiendo el Marañon cargasen sus buques do indios pertenecien- » tes a los dominios del rei nuestro señor i los trasportasen a sus » colonias. No sucedía asi cuando estas misiones corrían a cargo de » los padres de la compañía do Jesús de esta provincia, pues serví. > das las doctrinas de relijiosos los mas distinguidos por su virtudj » letras, como que antes se hacia prueba de su vocación para este • difícil ministerio, no solo se conservaba en ellos la verdadera reli > jion, i una ejemplar regularidad de costumbres, sino que se au- » mentaba el rebaño del Señor con las continuas conquistas que » hacían, poniendo en práctica el buen celo, el ejemplo, el desinte- i res i todos los medios capaces de ganar el afecto i estimación de » aquellos naturales. Muchas pruebas se han hecho desde la N) » triacion de los jesuítas para remediar esta decadencia; pero nada » ha bastado, pues corriendo a pasos largos, se ve hoi en el peor » estado aquel fértil país, cuya ostensiou i preciosidad le haceo » digno de consideración. Los jesuítas tenían sus casas parroquiales » proveídas de las necesarias librerías, i todas las iglesias decente- i mente adornadas de que apenas ha quedado rastro: ellos propor- » cionaban a las poblaciones las comodidades de la vie- * cies que iban multiplicando, i cuya raza se halla ya estinguida: » ellos, en fin, aplicando sus desvelos al oonociroiento de la lengua » jeneral quichua, i a las particulares de cada nación, se ponían eu — 80 — .estado de catetizar perfectamente a los indios, sin esponorlos al , retraente de decir sus pecados por medio de intérpretes: habiendo , por tanto formado yo el juicio de que no era accequible llenar el , hueco de los padres de la compañía de Jesús, etc. Dios guarde a , V. K. muchos años. Quito, 7 de febrero de 181G.—Toribio Monte?. f Exorno, señor secretario de estado i del despacho universal de , Indias. » (44) Asi las autoridades de Quito, aun después de la cédula, seguiau prestando su atención i sus cuidados a los pueblos del Marañon, atendiendo su vijilancia e interponiendo su influjo tradicional e histórico ante la corte de España (45). La corte misma, movida por sus representaciones desinteresadas, por el estado de ruina i decadencia en que se encontraban las misiones, por el olvido com- pleto que hicieron de ellas los vireyes del Perú, por la deserción del obispo, del gobernador i comandante militar de la provincia, i masque todo por las frecuentes excursiones de los portugueses, se decidió a revocar la cédula do 1802 i a restituir a la presidencia de Quito la jurisdicción de que habia sido injustamente despojada. En 1816 una real órden manda al virei de Lima devolver todo el dis- trito de esa provincia al gobierno de que habia dependido siempre con los mismos límites i territorios que poseía al tiempo de la se- gregación. El virei, D. Joaquín de la Peznela, comunicó esta órden al presidente de Quito, añadiéndole que le enviaba diversos expedienta relativos a esa provincia. Hé aquí la nota cuya copia nos ha sido remitida por el oficial mayor del ministerio del interior i relaciones es tenores: • Eimo. señor. Luego que se recibió en este vireinato la real ór- »den en que su majestad dispuso volviese a depender de Santa Fé >d distrito de esa provincia, remitió mi anterior al de V. E. diversos »espedientes relativos a ella, que se hallaban en la secretaria de esa ' superioridad, i cuyo recibo acusó esa presidencia en 22 de setiem- » ore de 1816. Si aun quedaron algunos espedientes por devolverse, • provendría dicha falta de que estarían sustanciándose en alguna » de las oficinas o ministerios de esta capital: i a fin de recojerlos » he dispuesto que con toda dilijencia se soliciten, para dirijirlos a »V. E. como es regular, i pide en su carta de 22 de julio último. •Dios guarde a V. E. muchos años. Lima, agosto 23 de 1818.— 1 Joaquín de la Pezuela, Exmo. señor Presidente de Quito.» Es cp- P¡«, Pablo Berrera (46). Tal es la historia de la cédula de 1802, viciosa en su oríjen, de- ■^trosa en sus efectos, i revocada al fin por la misma autoridad que Cl'WT. DS I I w 7— 90 — la habia dictado en un momento de abandono i de anarquía. Entre tanto, las autoridades nombradas por el virei scguia.i titulándose gobernadores de Mainas desde Moyobamba, sin tener el menor conocimiento de lo que pasaba en los pueblos de esa provincia, sin tomar medidas para restablecer el cidto perdido, el comercio arrui- nado, las vias de comunicación casi destruidas, i el órden social enteramente pervertido. El capitán Fernandez Alvares qne presen- ciaba todos esos desastres, i que abandonó, como todos los demás funcionarios, los pueblos del Mainas propiamente dicho, para ref'a- jiarse en las poblaciones vecinas al correjimiento de Chachapoyas, dijo con mucha razón, que el curaca de Andoas tenia mas asegttrock su salvación que el obispo Jíenjel la suya. CAPITULO xn. Aplicación tis. Aun prescindiendo del oríjen vicioso de la cédula, i de su revo- catoria, sus disposiciones eventuales i transitoria* nunca jninss podrían servir de baso para la fijación de límites entre las repúbli- cas de Colombia i del Perú, porque los grandes i BStensos territorios de que se componen, estaban organizados por las cédulas fie erec- ción de las audiencias reales i las,segregaciones qne se hacia» eran puramente accidentales i en nada alteraban los derechos adquiridos por la posesión i la conquista, puesto qne mas temprano o IBM tarde volvían a refundirse en los mismos distritos a que debían« oríjen i procedencia. Asi lo ha entendido y practicado la república de Chile recojiendo los territorios i posesiones que se hallaban com- prendidos en la antigua audiencia real i capitaníajeneral. Asilo ha entendido i practicado la República Arjentina maatenión loaedeB' tro de los límites fijados al vireinato do Rueños Aires. Asi lo b hecho Bolivia, apesar del estrecho círculo en que la España encern- a la Audiencia Real de Charcas; i esta lia sido la conducta jeneral- mente observada por todas las repúblicas sudamericanas que M» querido respetar el uiipossidelis de 1310, establecido como un prin- cipio reparador por los fundadores de la independencia. Aclaremos esta cuestión con algunos ejemplos. La isla de Cni-• loé estuvo desde ÍTOfl bajo la inmediata dependencia del vire»* de] Perú sin dejar He hítéter parte integrante dd territorio de — 91 — En 1780 la corte espidió u;ia real órden devolviendo la jurisdicción de la isla a la audiencia real i capitanía jeneral de este distrito; pero los vireyes del Perú se desentendieron del mandato real i siguieron gobernándola i administrándola como en tiempos anteriores. En 30 de junio de 1801 se dictó nueva órden para que el virei de Lima diese los auxilios necesarios pala sostener esc nuevo establecí,mentó, i la isla continuó obedeciendo a la misma autoridad. En 23 de octu- bre de 1802 se revocó la órden anterior, pero el virei se desentendió de la revocatoria, i mantuvo su jurisdicción sin inquietarse de las órdenes espedidas por la corte. En 1804 entró de nuevo la isla bajo la autoridad de los vireyes, dependiendo inmediatamente del de- partamento de artillería de Lima. I asi habría continuado sin el triunfo i establecimiento de la república de Chile, cuyas armas la arrancaron del yugo espaíiol. . La provincia de Guayaquil estuvo sujeta a cambios de jurisdic- ción frecueutes i repetidos sin dejar jamas de pertenecer al territo- rio de la Audiencia Real de Quito. En LS de agosto de 1804 pasó a hacer parte, junto con la isla de Chiloé, del departamento de arti- llería establecido en la capital del Perú, i toda la costa, desde la bahia de Caracas hasta la boca del Tumbez, quedó inmediatamente bajo la inspección i autoridad militar del virei de Lima. En 8 de enero de 1808 la misma provincia fué segregada del consulado de Cartajena i sometida al consulado de Lima en los juicios comer- ciales. I como la revolución i la guerra aumentasen los cuidados i ajita- ciónos de la corte de Madrid, ordenó en marzo de 1815 que el terri- torio de la Audiencia Real o presidencia de Quito dependiese inmediata- mente de la autoridad del virei de Lima. Pero ni esta ni las anteriores disposiciones se tomaron en cuenta por los negociadores de la paz de Jirón i Guayaquil al fijar las bases del tratado de lími- tes de 1829. Por el contrario, desentendiéndose de esos cambios accidentales i pasajeros, i abandonando todo sentimiento de ambi- ción i do egoísmo, adoptaron abiertamente la demarcación señalada por la corona de España a los antigaos vireinatos de Lima i Santa F6 de Bogotá (47). b'n ejemplo mas en apoyo de nuestros principios. Por cédula de b de febrero de 1807 el rci mandó que la provincia de Tarija se agregase al nuevo obispado erijido en la de Salta. Esta cédula am- ™goa, inconsulta i contradictoria cuno todas las cédulas i reales wdenes de aquella época infausta i vergonzosa para la corte de Es- Pafla, no ha producido ninguna variación en el sistema de límites— n — fundado por los Jcjisladores de 1810. ¿Por qué ]a cédula viciosa i fraudulenta de 15 di julio de 1802 seria maB atendida i respetada que las antoriore*? Por qué el Perú, que no ha puesto un:i solanic- tira paja labrar el edificio de la civilización en el Amazonas, vendría a despojar a Colombia, i especialmente al Ecuador, de la herenoia histórica que le han legado sus antepasados? Luego está demostrado por las doctrinas i por los ejemplos que el utipossidetis no es el resultado de una jurisdicción transitoria arrancada por sorpresa i con cngaflo, sino el premio de la conquisa, perpetuada de jeneracion en jeneracion, el derecho trasmitido por la corona de España i adquirido por el establecimiento del culto i demás beneficios del orden social. CAPITULO XII r. Tratado de leeo. La política que prevaleció en ese tratado fué la de la concordia, justicia i magnanimidad de principios. Los negociadores de ese tra- tado, colocándose a la altura de su situación i la de los estados que representaban, dejaron a un lado todo sentimiento de ambición i de egoísmo i fijaron como base permanente para el arreglo de límites, una línea clara, invariable, justa i equitativa. Los dos estados que- daban resguardados con fronteras respetables, equilibrados en sus poderes por una estension casi igual de territorio, con rios navega- bles en el oriente i con derechos comunes a la navegacion/lel Ama- zonas. Colombia guardaba para sí lo que habia conquistado con su sangre i sus tesoros; i el Perú tomaba pacíficamente aquello que ne- cesitaba para fomentar su comercio i su comunicación con el Atlán- tico. ¿Por qué esta política magnánima i jenerosa no ha de intervenir en las negociaciones que deben abrirse para terminar definitivamen. te esta odiosa i turbulenta cuestión? La línea propuesta por el plenipotenciario del Perú en la confe- rencia del 17 de setiembre de 1829 fué la siguiente: Tomar desde el Tumbez una diagonal hasta el Chinchipe i continuar sus aguas hasta el Marañon que es el límite mas natural i marcado entre los territorios dt ambos estados i el mismo que señalan todas las cartas jeográjicas oftáfWM i modernas. — 98 — / Esta línea fué Aceptada por el plenipotenciario de Colombia, i las instrucciones dadas por el presidente de aquella república a la comi- sión de límites contienen las cláusulas importantes que vamos á copiar. « Téngase presente que el Perú conviene en (pao el Marañon i sea el limito natural que ha de lijarse. En esto no hai cuestión I » en lo que no hai acuerdo todavía, es únicamente, eú que Colombia ■ quiere que el rio Huancabamba sea el limite occidental, i el Perú i pretende que sea el Chinchipe. No es posible convenir en esto, i porque de ese modo perdería una gran parte del territorio de » Jaén, que sin disputa alguna es colombiano i así lo confiesa el > mismo Perú. Se piiede ceder n esta repúbüea la gran porción dé »territorio de Jaén, sitilatíá eh la bKllft derecha ó meridional del i Marañon, siempre que É8 convenga en rJédérridá loá terrenos si- i tuados a la orilla izquierda del Huancabamba, i én tomar el rio » Qtiiros en lugar del Macará, como límite de las dos repúblicas, • entre Loja i Piura. En ese caso la línea divisoria feo fijará por él % curso del Quiros hasta su orljen, i desde éste se marcará una línea > -hasta el orí/en del Huancabamba. » (48) Esta línea fué modificada por el Sr. Pando en 1830, trazando la diagonal desde él Chinchipe hasta m conjtuencia con el Canche. Las aguas de éste h.usta su origen : desde allí una línea que atraviese la cor- dillera de Ayabaca por las cimas que dividen las vertientes, i siga hasta d oríjen del rio Macará, en la quebrada de Espíndula: torne luego el curso del Macará hasta su conjtuencia con el Catumayo, de cuya unión se forma d Chira i baje con el curso de éste hasta el riachuelo de Lamor qtle e umitas ÉSTOS Colombia i el Perú. « Empezando en Ja confluencia de los rios Marañan i OAmehwt » debe seguir la línea divisoria el curso de este último, i después su » rama llamada Cherapa, hasta su oríjen; desde alli una línea que » atraviese la cordillera de Ayabaca por las cimas que dividen las » vertientes, i que siga hasta el oríjen del rio Macará, en la quebra- » da de Kspíndula; luego debe seguir la línea divisoria el curso del » mismo Macará hasta su confluencia con el Calamayo, de cuya unión • se forma el Chira i bajar con el curso de ¿¿le hasta el riachuelo de » Lamor que serviria de límite por algunas leguas; desde allí debe » seguir una quebrada llamada Pilares continuando por el despo- » blado de Tumbez hasta encontrar con el rio de este nombre que » cerrará los límites por el lado del Pacífico.» (!ON< JLUSION. Las consecuencias que resultan del rápido bosquejo que hemos hecho de la historia de hs misiones establecidas en la rejion oriental de la República de Colombia se reasumen en los términos siguien- tes: que las autoridades i habitantes de Quito dieron aliento desde su oríjen a todas las empresas que se acometieron para fundarlas: que las sostuvieron i alimentaron en medio de las sangrientas vicisitu- des ocasionadas | or la sublevación de los bárbaros: que en recom- pensa de estos servicios, la España trasfirió el derecho de navegación, descubrimiento i conquista al pueblo que habitaba el territorio de (■antigua audiencia real do Quito: que sus misioneros recorrieron, estudiaron i dieron a conocer las riquezas del Amazonas: que las defendieron constantemente de las incursiones repetidas de los Jili- ¡materos del Pará: que mantuvieron ese derecho contra las tentativas de usurpación de los relijiosos franciscanos del convento de Ocopa, .sostenidos e impulsados por los vireyes de Lima: que los informes del Sr. Requena fueron falsos i contradictorio--: que la cédula de Car- los IV fué consecuencia de ese sistema de usurpación preparado de antemano por los referidos vireyes del Perú: que fué alcanzada con obrepción i subrepción: que violó en sus formas i en su contenido el derecho público indiano: que causó la ruina i la decadencia de esos pueblos: que fué revocada i devuelta la jurisdicción al distrito que los babia gobernado desde su oríjen: que en 1810 Quijos i Mainas obedecían al sentimiento innato da la independencia arrastrados por el ejemplo de la patria primitiva, cuna de sus antepasados: (49) que en las demarcaciones de límites jamas se tuvieron en cuenta las segregaciones parciales, eventuales i transitorias sino los términos Ajados a las audiencias reales, vireinatos, presidencias i capitanías jenerales al tiempo de su erección: que así lo comprendieron los hábiles i entendidos negociadores de 1829 i los estadistas de 1830: que por tanto la justicia, la conveniencia pública, el honor mismo de Colombia i el Poní exijen el cumplimiento de ese pacto, que es el fruto magnánimo de una transacción noble i jenerosa, sellada i grabada en el campo mismo'do batalla.NOTAS I ACLARACIONES. .».—— (1) Esto* documento» linu sido conducido.-* desdo Moyoluinki hasta Lima conestraor ■ liruiriíi pompa i solemnidad. El oficial conductor ha recibido homcnnjes de todo jenero en todos los pueblos del tránsito. Los subprefeefos i los curas arengaban :il oficial i este eoutc6tab.t con toda la Seriedad de mi comisario político. Los inventóle.- i imm lu-idores de diehos documentos lian peSido públicamente el privilejio i la patento de invención i es natural que el /mano haya recompensado ampliamente a los AtttoHIis|»ado de Muinas en virtud de la cédula «le 18(12 que. dando siempre dependiente del gobierno de Jaeii en lo político. (3) Véase a Guy, historia de Chile, donde se encuentra una copiosa elección de do- cumento* que prueban la frecuento intervención del virei do l/unu en los asuntos de la capitanía jenernl de Chite, gobierno independiente de ese vireinato. Los mismus ejem- plo» pueden presentarse de lu intervención de los vireyesác LÍÍM i Santa IV de Bdgoti, feti los asunto» interiores del territorio quiteílo. (4) El que quiera formarse una idea mas o.vacta del Muinas peruano pu,.le ver el mapa del padre Sobrevida publicado en Lima en 1791 por 1» Sociedad dfe Amigo» del puis. (6) Tomamos esta parta do un artículo que publicamos en la Heaisía del Pacifico d* 15 dejulio de I8H1, tomo 5.°, entrega 1.* (6) Cuando decimos la antigua Colombia, eluro M que nos referimos a lodo el terri- torio de que so eoiupouia le eilpreaÁda república, sin atender a lus segregaciones par- ciales que se hirieron , sin tomar en cuenta las segregaciones aeeidentales que tuvieron lu>,-ar en 1 MHfc I asi lo decidieron los negociadores del tratado de 1829 como lo probaremos mas adelante (7) Ln tradición cuenta que los españoles se internaron en esas montanas atraídos por la fama ele las riquezas trasladadas por el feroz Rundnahui que abandonó la ciu- dad de Quito en 1584, dejándola eumerjida en ln sangre de los hijos da Atahnnlpa i Je sus numerosos partidarios. Gonzalo Dinz de. Piueda fué llamado desde i'opnyan para la ejecución de esta empresa, i se estableció (IfioG) entre los indioj Macas i IJuanboy»» que solicitaron la alianza de loi españoles en ódio a los jívaros, raza indómita i feroz, desparramada hastu el día en lus montunas del Suntiago, Morona i !*>■!■■ A ln Híga- da de Pizarro a Quito (1540), los establecimientos hechos por Pineda habían desapare- — 97 — tldo, i el nuevo gobernador se propuso levnnlarlo» i restablecerlos, i dió con Sstj óbjfetb |t comisión enunciada al capitán Pedro del Villar. (8) Véase lo qne dejamos dicho en las pajinas l!), 20, SI 1 22 de nuestra primera partK (9) El capitán Podro de Vaca fundó Borja i otros pueblos en las niúrjenes del Mara- ñen. El padre Cueva levantó en 1640 líl ciudad de Jeveros que llegó a ser utas tardo el asiento del obispado i gobierno de Mainas, El padre Lucero, Santiago de lá Laguna, 1 asi las demás ciudades i pueblos de esa provincia, creados, auxiliados i protejidos por los jesuítas. (10) El padre Figueroa, fundador del pueblo de Agúanos, murió mártir en untl su- blevación de les cocamas en 166*5. (11) Existe el espediente seguido en aquella fecha. Véase el padre Vettíco; historia flel reino de Quito, libro 5.°, g. 9, pájina 211. (12) Diíbió ser bien ignorante el virei que escribió semejantes disparates. Pero este año fué aciago para las misionen del Maiuas, porque los portugueses invadieron ltt pro- vincia i se apoderaron de varios pueblo? situados a la orilla del alto Amazona», como San Pablo i Sau Javier de Omaguas, i fundaron la fortaleza de Tabatingn. (13) En la marcha dejó abandonados en el seno de las montañas del Ñapo n los ferri oleados subalternos de la comisión de limites, entre ellos, a D. Apolihario Dinz de lá Fuente, hábil jeógrafo c injenieto, que trabajó el mrtpa presentado ¡11 rei en 1797 por el cómisnrio Reqilonn bajo de su propio nombre, defraudando de ce hchór ft sú Infor limado compañero. El mapa conserva hista el din el nombre de Reqnehá i ti»! es cono- cido de los jeógrafos. El 1 mi ron de líumboldt encontró en 1a provincia de Quijos eh 1802 A D. Apoliuario Diaz de. la Fuente, hizo conocimiento con él i recojió el piarlo jcogra fico de esa provincia que había luvuatado -on grande • •xucitud. Murió en 1810 des- loes de ln proclamación de ln independencia. (14) Véanse en ln Histeria jeneral de h'spaila los preciosos documentos qué. ha reco- jido Ltifüénte para combatir las Memorias del Principe de la Paz. " (15) Véase en las pajinos 25 1 20 lo que liemos dicho hnblnndo de la colonia del ¡Sa- cramento. El ministro Onbajal ciegamente adieto a la corona de Portugal, ordenó ¡isus (nbuíternos que informasen en pro de los intereses do esa monarquía, pero no se atrevió I omitir esta fórmala indispensable, sin la cual era nulo todo acto emanado del consejó, siquiera llevase la tirina del reí Véase también lo que ocurrió cutre el virei de Lima 1 la Audiencia Real de Quito pájina 5'.) con motivo de estn misma cuestión; i téngase pre- sente que entonces la Audiencia de Quito dependía del vireiuato del Perú, i que no obs- tante eso, el consejo supremo de Indias respetó los derechos lijírimaniente adquiridos por ella. (16) Algunos escritores confunden los territorios de Vngttarzongo con las ricas I es paeiosns montañas de. (¡uulaquiza. Este es un error desmentido por documentos públi- cos 1 por las noticias Jeográfleas trasmitidas á la corte do España. Los territorios de. Yagiiarzongo estuvieron siempre sujetos a ln provincia dé .faen desde la creación de la Audiencia Real de Quito en 1563 i las montañas de < riiulaquizn hicieron parte de la pro- vincia de Macas basta la sublevación de los jívaros M 155)9. Después fueron eritregadas » las misiones de los jesuítas uuibrinc del padre Francisco Fuentes, procurndor jefieral del colejio ,¡e jesuítas de Qnito, a ln corte de España 1632) i cuando éstos las abando- tiAron para atender de mas eeren a lu civilización del Amuzonns, los vecinos de Cuenca Íl encargaron le poblarlas i conquistarla», i 'le este modo quedaron incotporadas al— 98 — correjimiento de esa ciudad. Copiamos la vista fiscal espedida por I>. Casimiro SaaM Ortega en el espediente fonmido para examinar i MMNW lu calidad de las cascari Has de Gunlaquiza en 1785 estando aun Roqueña en •] distrito de Quito. " Gimo. señor: Desde que recibí la real orden de 15 del eorrientc; para el reconoci- miento do la cascarilla o quina beneficiada en los montes de Cuenca i remitida por el " presidente, de Quito, me lie dedicado a este encargo con lu actividad i esmero que " exije la importúnela de los varios puntos representados por el presidente, sobre loque ,' espondré a V. E con el orden i brevedad posible. Ksta quina está dotada en grado ' eminente de todas las señales aparentes a la vista, i aun sujetas al tacto ijue pueden hacerla considerar de superior calidad o igual a la mejor de Loja, etc.; i eoneluve con " estas palabras: finalmente en cuanto a lu propuesta del presidente de Quito de que " se reconozca toda la quina que llegue a Cádiz de cuenta del comercio i surtido de la " real botica, me parece un.-i precaución mili cuerda, i aun necesaria en cuso de que en " aquella oficina no se tenga la provisión que se acostumbra tener retenida para ulgu- " nos años. Madrid, abril ¿o de 1785i Exmo. señor 1>. José de Calvez. " (17) Los limites políticos de lu cédula de 1H112 no son tan latos como los límites eclesiásticos de, la cédula de la misma fecha dirijida al arzobispo de Lima. Eu la cédula política se determinan, señalan i especifican los rios i territorios que debian formar el gobierno temporal de Mainas con estas palabras: como son Morona, Pastaza, etc, i cuando se señalan i especifican de este modo los objetos a que se refiere una lei, no pue- de decirse que están comprendidos en ella los rios i territorios que se bullan fuera i detras de los rios determinados, señalados i especificados. Li cédula eclesiástica ni con- trario reincorpora en el obispado de Mninas los pueblos de la pro\ incia de .luen, que por una anomalía propia de la corona de España, estaban separados del obispado de Quito i agregados al obispado de Trujillo Véase la nota número 2 de esta segunda par- te. El correjimiento de Finta (peruano) estaba sujeto al obispado de Quito, i la previa cia de Cuyo (arjentina) al de Santiago, nsi otros muchos distritos, cuya citación se omi te por ser bien conocida de todo lector medianamente instruido. (18) Esta palabra (inmediaciones) con que se ha querido subsanar un error jeográ- fico, no salva las observaciones que pueden hacerse a la luz de la ciencia i de la histo- ria. Entre el Curarai, el Coca i el Aguarieo, todos afluentes del Ñapo, median enorme» distancias que pueden servir de asiento a poblaciones millares da veces mus numerosas que las que existian al tiempo de la publicación de la cédula. (19) Aqui están probadas la mala fé, ignorancia i lijereza de Kequena, autor esehisi- vo de la cédula, ¿dónde es que estos rios dejan de ser navegables por sus safio) i ran- cíate* inaccesibles''. Quién habla hecho esta navegación científicamente para reconocer i fijar los puntos inaccesibles del Morona, I'ustuza, etc.? El único rio bien conocido hasta entonces, era el Ñapo i no comienza a ser navegable puní embarcaciones mayores sino después de tu unión con el Aguarieo, quedando asi fuera de la jurisdicción del gobicr- no i comandancia militar de Mainas, todas las poblaciones civilizadas de la provincia de Quijos i Macas, situadas mucho mus arriba de la cascada del Coca, es decir, desde el punto en que el Ñapo comienza a ser, por sus saltos i raudales, inaccesible para la na- veyacion. Da modo que esos pueblos quedaban iucluidos por una parte, i escluidos por otra, del referido gobierno de Mainas: contradicciones que se habrian evitado, si se hu- biese hecho un estudio del terreno, calculado las distancias i averiguado exactamente todas las circunstancias r) El gobierno del Perú hablando de Maca* da una Lastimosa prueba de ignorancia respecto a la posición topográfica de los paisas que disputa. Dice, en la pajina 183 del Opúsculo titulado, (lueslion de límites entre el Perú i el Ecuador, que Macas esté titundo a las urdías del Moruna. \& provincia de Macas ai'razaba toda esa grande extensión de territorio que corre desde la orilla i/.quierda del Zamora, hasta la ribera derecha del Palora, habitado por los antiguos lluamboyas, donde fué fundada la sMad 'le Mendoza. La antigua ciudad de Sevilla del oro, (bol Macas,) capital de la provincia, fué fundad.i a orillas del Ppmo, que guarda este nombre hasta el estrecho || Barons, donde toma el nombre de Morona, i datde donde el rio empieza a ser sjseslble n la navegación. (24) Aquí el gobierno del l'crú, pajina L58 del uilsmo Opúsculo, nos da una muestra de su estraordinari i sagacidad. Dice ana Macas i Quijos formaban un solo distrito antes de la cédula de 1802, i trata de probarlo con la uutoridad de Alcedo, que pr.bli- aj ta Diccionario en 1789 i no podia ocuparse de reformas acaecidas en los tiempos posteriores. Ademas Alcedo ha ineuirido en tantos errores i contradicciones que sus doctrinas no tienen autoridad sino en tanto que rafia do acuerdo con la ciencia, la historia i sobre todo los documentos oficiales: donde nada de esto existe, su autoridad dependerá de los hechos en que la apoye i de las razones que dé para fostenerla. Por ejemplo hablando de Quito, dice, que vovjina por el norte con, el vireinato de Santa Fé oí el Rio Xegro, confundiendo este lio con el Cnquetá o Vapurá que está mucho mas «1 occidente. La parte de provincia de Macas que se halla entre el Paute i el Palora fué Incorporada en 1797, al correjimiento de Rlobamba, conservando siempre una au- toridad inmediata con el título de gobernador. En 1800, lo era don Antonio Meriznlde por nombramiento del presidente de Quito. Veáse a Herrera, pajina 61 del Opúsculo Otwrvaciones, etc. I.a otra parte de la provincia fué agregada en 1770 ni correjimiento nc Cuenca, como lo dijimos antes. ' (2á) Veánse los demás documentos en Herrera pajinas 18, 19, 20, 21 i 22. (-'•) El padre Quintana fundó el pueblo de la barranca a ori las del Amazonas, que "egó a ser mas tarde el asiento principal de las misiones del Mainas con el nombre de Suevo Borla.— 100 — (27) Del Discurso dirijido al cabildo de Quito i a la sociedad do la Kscuela * la Concordia por el Doctor Espojo en 171)1, tomamos ol parágrafo siguiente: " Hoi rnisnió " él [Intrépido don Mariano Villalobos descubro 14 canela, la beneficia, la acópi.i ]a " hace conocer i estimar. Penetra las Montañas de Canelos i Bin los «plausos di Konte- " nelle logra Ber en su linca ¿superior a Tóurnefort; porque su invención mas ventajosa " al estado liará su memoria sempiterna. " (28) Véanse las precauciones que tomaba la corte de Madrid cuando no estaba en- gañada por algún impostor. (29) Los pueblos do Canelos i Macas están situados en la parte alta de la cordillera oriental de los'Andes, donde los ríos son inaccesibles a la navegación por sus saltos I raudales. (80) Véase a Herrera pájlnns 27, 28, 29, S<\ ti, 82, 33, 84, 85, 85, 87, M I 8» del Opúsculo Observaciones, etc. (81) El gobierno del Perú, completamente oslruvindo en materia de jcngralía, se em- peña en colocar este pueblo en el distrito do Canelos, i aunque este etKfr nada influ\ en la cuestión, importa siempre rectificarlo. Capueui es pueblo 30] bajo Ñapo en h provincia de Mainas. (32) " Orden superior avisando que se dará curso al memorial de don Diego Molo " de Portugal sobre que se le promueva del gobierno de Quijos. Daré el curso corres- " pondiente al memorial que per triplicado me dirijo i*:?., con su carta do W del último "junio, de don Diego Meló de Portugal, en que solicita de la piedad de su majestad sti " promoción del gobierno de Quijos, con las circunstancin* i a uno ) Se emplean por lo UCM setenta dias. (40) Tenemos necesidad «lo recordarlos hechos históricos de que liemos hablado un Iprioraicntc para dar claridad i fuerza a nuestros argumentos. Si escribiésemos Ir M» toriu habríamos cuidado de seguir el encadenamiento jeneral de los acontecían, 1,1,,., pero teniendo que apMear la-«té*h) ef» Jtefiina a cada provincia, i demostrar sus úi- convenientes i sus contradicciones, nos vemos forzados con harto WUlUmllWln. a repetir dos i tres veces las mismas noticias que liemos dado ya en otra parte. (41) Véase el Opúsculo peruano, pajinas 189, lío i 171. (42) Estos son los servieios que hicieron a las misiones las autoridades dependientes del virei de Lima. Kse desltuament» fui: empleado en suln/upar a los pueblos . Itufino LVdierüquo, siendo ministro de aquel ramo el Dr. Dt J. M.tnnel Tirado, i oficial mayor, el honrado i digno ciudadano Dr. don Felipe Barrisía. Podemos probar este hecho con el testimonio de loaflMM, ( lai, OairUM i Arocemena. miembros del cuerpo dijdomátieo orí Lima en la época n que linéeme referencia, a quienes escribimos ojsirtunamente para certificarlo, i conservamos M nuestro poder la contestación de esos señores. (40) JjOS vireyes de Lima insistieron sin embargo, i en 1819 espidió Fernáado VII una nueva cédula, ratificando la de 1502. ¿Peni qoé valor pueden tener en la cuestión de límites semejantes variaciones i contradi.-ciones'.' (47) El gobierno del Perú en el Opúsculo tantas veces citado afirma - -presamente jm« no sitmpre kc ha teguido en la cuestión de limites el principio de jttrixdiccUm por las repúblicas sud-amerieañas, i parece interesado en variar de sistema en algunos ca- so»; por ejemplo en lo relativo a la provincia de .lacii. Véase [ ajina..... (<8) Esta r-s la mi mu línea que propuso el Sr. Valdivieso, ministro del Ecuador en las conferencias tenidas en Quilo en 6 de diciembre de 1811. (49) Nadie puede disputar al pueblo quiteño la gloria de haber sido uno de los pri meros en iniciar i promover 1* revolución americana, aunque actualmente esté abri- gando en su seno a los traidores que han querido veader la naeioituliieid i sacrificar la independencia de la República, a cuya Bable i g'oriosn cau-a deben . . lu i \ uniente tu nombi'.- i su fortuna. CONTENIDO DE ESTA TERCERA VARTE. Introducción. CAP. I. — Líinites entre el Ecuador i Nueva Granada en la parte oriental. CAP. El. — Límites al norte. CAP. III. — Límites en el litoral. Conclusión. Notas i aclamaciones.ECUADOR I MEYA-GRANADA. TERCERA PARTE. INTRODUCCION. En esta parte se aumenta la dificultad de nuestro trabajo por- que los vínculos de estos dos pueblos son tan estrechos, sus intere- ses tan íntimos, i sus tendencias políticas i sociales tan uniformes, que es casi imposible establecer una verdadera línea de separaoion entre los dos estados. La jurisdicción viene confundiéndose desde 1739 basta 1830, la posesión es común, la educación i las costum- bres son iguales, el comercio i la industria siguen el mismo sendero, la guerra los atrae i los reúne i la victoria los encuentra casi siem pre sobre un mismo campo de batalla. Si el gobierno de la metrópoli los identifica, la independencia acaba de asimilarlos. En medio del silencio universal, impuesto por mas de tres siglos de tiránica opresión, sus hombres de estado se comunicaron mutuamente sus aspiraciones a la independencia i 6e repartieron, como verdaderos misioneros, el terreno que iban a pre- parar para la transformación social que debia realizarse temprano o tarde. Ambos pueblos sirvieron de teatro a las mismas escenas, a los mismos escándalos i a los mismos atentados, i la sangre de las víctimas corrió mezclada sobre el altar de la espiaciou i del sacri. ficio. Colombia, compuesta de esos grandes focos de la insurrección americana, se hizo célebre por la propagación de sus doctrinas democráticas, por su lejislacion liberal i progresista, por una guer ra CCBt. DE VIH. 8— \0H — larga i heroica, i por sus victorias que afianzaron para siempre la libertad del continente americano. Pero desgraciadamente Colombia fué dividida ¡ destrozada por las pasiones i los crímenes de los héroes que había ensalzado i glo- rificado en los dias de embriaguez i de locura: i lo que las pasiones i los crímenes dividieron, no han podido volver u construir ni 1* esperiencia de los males pasados, ni las exijencias del malestar pre- sente, ni esos recuerdos de gloria i nombradia que hablan tan de cerca al corazón de los buenos ciudadanos. (1). I lo que fué aun mas doloroso todavía, las mismas pasiones i los mismos crímenes que la dividieron, siguieron influyendo en los arreglos i convenciones de los dos estados. Los asesinos del inmor- tal y-ucre han dejado impresas las huellas de su odio execrable en todos los actos oficiales que tienen relación con los intereses de ambos pueblos. En lugar «le consultar la justicia i la conveniencia pública, escucharon solo la voz del egoísmo, los celos, las vengan^ zas i todas las pasiones que empaparon en sangre el suelo colora, binno. Si los dos estados se hubiesen dividido i separado pacíficamente es indudable que cada uno de ellos habria conservado el patrimo- nio de sus antepasados i se habria constituido dentro de sus verda deros límites: mientras que la guerra atacó i violó los derechos del mas débil i le despojó de esas fronteras naturales qre eran el térmi- no lejítimo de sus antiguas posesiones i el baluarte de su futura seguridad. Verdad es que en este trastorno de principios i de derechos no todo fué obra de las pasiones i estravios de los gobiernos, sino tam- bién de la oscuridad i confusión del sistema establecido por la España en sua tristes i miserables colonias. La jurisdicción, ese fantasma de tantas i tan variadas formas, debia producir los misinos errores i las mismas dificultarles que había producido en todos los arreglos de este jénero. El sello de la acción gubernativa de los vireyes se halla grabado en la mayor parte de los R*unto8 interiores de las provincias mas remotas de la audiencia real de Quito, en virtud de ese poder consultivo i directivo que les había confiado la corte de España. I si fuésemos a buscar los límites de loa nuevos estados por las marcas de la jurisdicción civil i militar, tendría»* que fijarlos en las bocas del Tumbez i en las már jones setentiiona- les del Macará, i quedaría reconstituido de hecho el antiguo vírei- nato de Nueva-< ¡ ranada, sin mas diferencia que la forma de gobierno. — 107 — >To es pues la jurisdicción la mejor guia en está materia; ni lo serian los vestijios que han dejado de su autoridad los vireyes i gobernadores desde 1789, porque el sistema da gobierno es tan con- fuso, tan complicado, los documentos oficiales que lo establecen tan llenos de errores i contradicciones, que es bien difícil, por no decir imposible, definir el punto donde comienzan i donde terminan los límites de cada provincia. Los correjimientos i los cabildos están envueltos en la misma confusión i oscuridad: la fuerza pública no- tiene linderos, obedeco i marcha adonde la llevan las necesidades e intereses de la corona. Los límites de la jurisdicción contenciosa no están siempre de acuerdo con' los del poder civil i militar; i la ju- risdicción eclesiástica, intrusa i arbitraria, vaga al antojo de los dio- cesanos. Las audiencias reales eran en cierto modo cuerpos políticos, i los territorios que estaban sujetos a su jurisdicción, llevaban indis- tintamente las denominaciones de gobiernos o provincias, como dis- tritos enteramente independientes. Sobro este cuadro sombrío i confuso, bastante complicado por sí mismo, los hermanos de Nueva Granada quisieron introducir e in- trodujeron algunas novedades que acabaron de confundirlo i oscu- recerlo mucho mas. Desde los primeros pasos de la erección i cons- titución de los dos estados intentaron sustituir el iiíi possidetis de 1830 al titi j)ossidetüs de 1610, como si la era de la independencia empezase para la República del Ecuador, desde el dia en que la espada sangrienta i traidora rompió los sagrados vínculos que unian a los pueblos de la gloriosa Colombia. Este nuevo sistema debia causar grandes injusticias al estado que habia sido sacrificado en los actos lejislativos dn los Congresos colombianos, al estado que, por su menor población, tenia menor número de representantes i menor número de votos en el seno de esas asambleas parlamentarias. Por lo tanto, los principios que sirvieron de base al réjimen interior de nn solo estado, no podían aplicarse (después de su separación) a dos estados independientes en sus arreglos internacionales. Cuando se habla de límites es necesario atender a los derechos antiguos i a las necesidades i conveniencias recíprocas de ambas naciones: i esta consideración tiene tanto mayor peso cuanto que se trata de dos pueblos hermanos, que deben estar perpetuamente unidos por los lazos de una alianza estrecha i fraternal, puesto que asi se mantu- vieron desde ios tiempos remotos de la conquista hasta los gloriosos dias de la independencia. Es probable que alguna vez hagan los gobiernos, lo que tanto quieren i desean lo.s pueblos de uno i otro estado: tramar cues-— 108 — tiones amigablemente sobre las lases de la conveniencia mutua i lejítivia compensación de sus respectivos intereses. Entre tanto procuremos aclarar los títulos i derechos de estas dos naciones buscando i seña- lando el medio de terminar la cuestión amigable i pacíficamente en honor i gloria del nombre colombiano. CAPITULO i Limite* entre el Ecuador i Nueva-Granada en la parte oriental. El Ecuador linda con la Nueva Granada en dos puntos principa- les: al Este i al Norte; pero es preciso ademas aclarar sus linderos en el litoral, porque en esa parte han estado sujetos a muchas variacio- nes i alteraciones desde los tiempos de la conquista. Vamos a tratar separadamente de cada una de estas partes procurando descubrir i demostrar los límites verdaderos de ambos estados, i el territorio que les corresponde según los documentos oficiales de que tenemos conocimiento, documentos en todo conformes con las noticias histó- ricas i jeográficas publicadas por algunos historiadores i viajeros instruidos. Al este, el límite antiguo i moderno de la república del Ecuador es el Caquetá i sus aguas hasta su entrada en el Amazonas. Las conquistas de Jiménez de Quezada i los posteriores establecimien- tos hechos por orden de la audiencia real de Quito hasta la sangrien- ta sublevación de los bárbaros en 1637, prueban de una manera evidente: que el derecho de descubrimiento, conquista i posesión toca i pertenece a la república del Ecuador, por haber sido la primera en establecer i propagar las misiones sobre esas montanas pobladas de salvajes indómitos i feroces. (2). Después del degüello de los misioneros franciscanos i de la muer- te del capitán Juan de Palacios, las misiones del Oaquetá i Putu- mayo, que formaban antes un solo gobierno, se dividieron i sometie- ron a diferentes autoridades. El alto Putumayo, o lo que es lo mis- mo, las misiones de Sucumbios, quedaron refundidas en el gobierno de Quijos, i las misiones del bajo Putumayo i del Caquetá o i'apura fueron incorporadas al gobierno de Mainas. Alcedo dice, no sabemos con qué fundamento, que los estableci- mientos que se hallan entre el Putumayo i el Caquetá en la rejion — 109 — superior de los dos rios, formaban antes un gobierno separado con el nombre de Moeoa i Sucumbios, cuyos límites eran los siguientes: él norte la provincia de Popayan en ol Caquetá, al oeste la de Pas- to en las cimas de la cordillera de los Andes, al sur las misiones del Aguarico i al este las montanas de los indios infieles. No hemos encontrado otra noticia oficial de este gobierno que la referida pol- los Sres. D. Jorje Juan i U. Antonio de Olida en su Relación Histo- ria, en la que hablando de la provincia de Quijos dice lo sitíuientc: comprende también las misiones de Sucumbios, cuya capital es San Mi- guel. El historiador del reino de Quito da una idea mui triste de estas misiones i de las vicisitudes que sufrieron después de la sublevación de las tribus salvajes que habitaban esas montanas. Por el sabemos que las reliquias de la nueva cristiandad que quedaron abandonadas desde aquel terrible acontecimiento, clamaban por misioneros i que no pu- dieron conseguirlo hasta d año de 1650, en que el cabildo de Past/j solicité del gobierno de Qt/i(o misioneros jesuítas para recojer la greique andaf/a dispersa por las montañas. Fué a consecuencia de esta petición que la compañía de Jesús de Quito se encargó de las misiones que sus predecesores habían fomentado a costa do los mas caros i cruentos sacrificios. En 1661, gracias a la actividad i perseverancia de los jesuítas, se hallaban restablecidos los pueblos de Mocoa, Sebondoi, Santiago i Potumayo en la hermosa meseta que se interpone i levanta en medio de los dos rios, el Caquetá al norte i el Putumayo al medio día. Estos pueblos fueron rejimentados mas tarde por los misioneros franciscanos del convento máximo de San Francisco de Quito, i esos reí ij i osos mantuvieron el crédito i nombradia que habían ganado sus predecesores, los venerables mártires de 1637. Los padres Ba- mitieta, Alácano i otros misioneros, han dejado en esos lugares una memoria esclarecida por laescelencia de sus talentos i de sus virtudes. De las misiones de esta rejion (la de Sucumbios entre el Caquetá i el Putumayo superior) se hicieron cargo a mediados del siglo pasado los relijiosos franciscanos de Popayan, que independizándo- se del convenio máximo de Quito, habían fundado una corporación «parada bajo el título i denominación de colejio apostólico de misio- neros. I dieron ocasión a graves i frecuentes escándalos por el comer- cio clandestino que hacian con las partidas de filibusteros portugue- sa que subian i bajaban el Putumayo: especialmente en 1759 en que hubo un conflicto serio entre los contrabandistas i los destaca- mentos destinados a defender las posesiones españolas.— 110 — Para contener estas incursiones, que podían producir consecuen- cias aun mas graves i trascendeutales, los padres do la Compañía de Jesús encargados de las misiones del Mainas pusieron una fuerte guarnición en el pueblo de Putumayo (3) i armaron la fortaleza que se habia levantado anteriormente, i cuyos vestijios existían to- davía hasta 1814. Importa mucho no confundir las misiones de los Cofanes i los Aguaricos con las misiones de los Mocoas i Sucumbios, porque las primeras fueron siempre dírijidas i administradas por los misioneros franciscanos del convento máximo de San Francisco de Quito, bajo la inmediata inspección de los gobernadores de Quijos. Así los pueblos de San Pedro, de San Miguel, San Estanislao, Corazón de Jesús, Ante, San José de Abucaes (junto a las ruinas de Exija), San Die- go de los Palmares, San Francisco de Curienajes, San Cristóbal de Yaguas i otros mas que no queremos nombrar, son otros tantos mo- numentos que representan el poder i señorío que ejerció en era re- jion la audiencia real de Quito por medio de sus misioneros. Busquemos en los documentos públicos la verdadera posición de estos lugares, i encontraremos coniirmada por ellos la relación his- tórica que acabamos de hacer. Límites del gobierno de Quijos, según la «Kelacion Histórica» de D. Jorje Juan i D. Antonio de Ulloa: al Norte con el territorio correspondiente a la jurisdicción de Popayan, esdecir, con el rio Caquetá; al Oriente haaia el rio de Agua-rico, es decir, hasta la confluencia de este rio con el Ñapo, desde donde comenza- ban las misiones de los Mainas. Límites del gobierno de Popayan : al Orienta llega hasta la» catitee, ras del Caquetá, es decir, hasta el límite del gobierno de Quijos en la parte superior del Caquetá, i hasta las misiones de los Mainas en la parte inferior del mismo rio, que toma ya en esa rejion el nombre de Yapurá. Límites del gobierno de Mainas. « Este gobierno sigue inmedia- » tamente al de Quijos i Jaén de Bracamoros, cun quienes confina » por la parte del Oriente: por el Sur i Norte fus términos están tan » poco conocidos, que perdiéndose entre los paises de infició, no » dejan mas señales de sus linderos que las que pueden conocerse » por las misiones de los padres de la Compañia, que hicieron u » conquista de este pais: por el Oriente llega hasta, los paises de m » portugueses, siendo sus lejítimos términosVa memorable linea o nt* » ridiano de demarcación que separa la América española de la portu- » guesa. » Los informes del Sr. Requena, falsos i contradictorios en cuanto — 111 — al punto principal de la cuestión, son exactos en materia de límites, porque están conformes con todos los documentos históricos que acabamos de citar. Requena enumera entre las posesiones de la provincia de Mainas todos los pueblos fundados por ios jesuítas eutre los rios Morona, Pastaza, Ñapo, Putumayo i Yapurá, en la banda izquierda del Amazonas; Caliuapanas, fíuallaga, Ucayali i Tavarí, en la banda derecha. La cédula de Cárlos IV, que uo es mas que el eco del ministro Hequena, íija los mismos límites a la provincia de Mainas; de modo que todos los documentos oficiales están acordes cu señalar el Ca- quetá por frontera a la provincia de Popayan, dejando a las pro- vincias de Quijos i Mainas todos los territorios que se encuentran desde la orilla meridional de aquel rio, inclusive el antiguo gobierno de Mocoa o Sucumbios, que fué incorporado al de Quijos después de los fatales acontecimientos que dejamos referidos. 'Este es el uti possidetis de 1810, que viene tradicíonalmente desde la fundación de esos pueblos, por una cadena no interrumpida de conquistas i sacrificios heroicos. Los jesuítas Estovan, Ferrer, Ar- nolfini, los mártires franciscanos de 1637, i los misioneros que fue- ron mas tarde a sustituirlos i reemplazarlos en ese piadoso ministe- rio, han dejado, unos tras de otros, las señales de su apostolado, que son, como las piedras miliares destinadas a servir de guia a to- dos los espíritus, que quieran consagrarse al estudio de la ciencia i de la historia i a la investigación de los títulos i derechos que dis- putan entre sí las sociedades modernas. El uti possidetis de 1830 o lo que es lo mismo la leí de 2o de junio de 1824 no ha alterado en esta parte el uti possidetis de 1810. « Artículo once, parágrafo primero: Los cantones de que se com- • pone la provincia de Pichincha son: 1.° Quito, 2.° Machachi, » 3.° Latacunga, 4." Quijos i 5.° Esmeraldas. Parágrafo tercero: > Los cantones deque se compone la provincia del Chimborazo son: » 1.° Riobamba. 2." Ambato. 3.° Guano, 4.° Guaranda, ó.° Alausi » i 6.° Macas.* « Artículo doce, parágrafo tercero: Los cantones de la provincia » de Jaén i Mainas son: 1." Jaén, 2.° Borja i 3.° Jcverrw.» Es de- cir, que el Caquetá es el límite antiguo i moderno de la república del Ecuador segun ios documentos que acabamos de esponer. La lei de 26 de junio de 1824. al detallar los cantones de que se componen las provincias de Pasto ¡ Popayan. no hace mención de ninguna de las posesiones u provincias situadas detras del Caquetá i de la rama oriental de la cordillera de los Andes colombianos.— 112 — porque todos esos pueblos quedaban comprendidos entre los canto- nes de Quijos, Macas, Jaén, Borja i Jeveros. Esta leí fué autorizada por el Sr. José Manuel Restrepo, historia- dor de Colombia, i los planos departamentales con que el autor ilustra esta obra interesante, están enteramente de acuerdo con los límites oficiales que acabamos de trazar. Las invasiones posteriores que han hecho algunos ajentes de Nueva-Granada sobre el territorio meridional del Cagueta j sus anexos hasta el Aguarico, son atentados i violencias contra el dere- cho aceptado i reconocido, son despojos que condena la lei univer- sal de las naciones, i que comprometen hasta cierto punto el honor del pueblo i del gobierno que los tolera. Esos actos no pueden jus- tificarse con informaciones arrancadas bajo la presión de la autori- dad, poique los puntos relativos a los límites de dos estados no pueden fiarse a la memoria fugaz de los hombres sino a los docu- mentos históricos, a la tradición perpetuada de edad en edad i a las disposiciones lejislativas que estén de acuerdo con los títulos anti- guos, las noticias jeográficas, i el testimonio de historiadores i viaje ros respetables e instruidos. Dejando en esta parte designado el Caqueíá, como la frontera lejítima i natural de las dos repúblicas, pasemos a examinar los lí- mites que les corresponden acia el norte. CAPITULO II. JLámites al norte. En 1717 se constituyó el vireinato de Santa fé de Bogotá o nue- vo reino de Granada suprimiendo las audiencias reales do Quito i Panamá. La primera fué restablecida a solicitud del cabildo de Quito en 1720 i la segunda en 1721, con todas las atribuciones i la misma estension de territorio que habían rejido anteriormente. En 20 de agosto de 1739 se organizó de nuevo el vireinato de Santa Fé i el terrritorio de la audiencia real de Quito sufrió las modificacio- nes siguientes: Por la lei 10 título 15 libro 2.° de la Recopilación de Indias, la audiencia real de Quito abrazaba, por el norte, los territorios de Pas- to, Popayan, Cali i Buga, i por el occidente, toda la costa del Pací- fico que ©orre desde las bocas del rio de la Chira o Coian hasta la — US — Buenaventura inclusive. La cédula de 17S9 limitó, al norte, la juris- dicción de la audiencia real de Quito a los correjimientos de Pasto i Popayan, escluyendo los de Cali i Buga, que se pusieron bajo la acción directa del nuevo vireinato: i al occidente, quedó circuns- crita al cabildo de Barbacoas, dejando fuera de dicha jurisdicción toda la fiarte de la costa que va desdo los límites del cabildo de Barbacoas hasta la Buenaventura (4). En el largo espacio de 90 anos el réjimeii i administración de los territorios intermedios sufrió eh la práctica algunas alteraciones, i esto hadado lugar a las disputas i contradicciones que existen todavía entre la república del Ecuador i la de Nueva-Granada. Pero antes de espresar nuestro juicio sobre esta cuestión tan deba- tida entre los dos estados, tratemos do esponer los antecedentes históricos que han impedido hasta ahora un arreglo necesario, nrjente, i clamorosamente exijido por los pueblos de una i otra república. Al disolverse Colombia quedó aun ardiendo la guerra civil en Nueva Granada, que fué el asiento de esa resistencia heróica que opusieron los pueblos colombianos a la dictadura militar del jene- ral Bolívar i de sus cómplices sanguinarios i turbulentos. Para salvarse de los estragos do la guerra, todo el departamento del Cauca se incorporó libre i espontáneamente al estado del Ecuador, i el gobierno de esa república aceptó i protejió la anexión. El de- partamento mandó sus representantes al Congreso ecuatoriano, i estos se distinguieron por el hábito i la fecundidad de la palabra, la intelijencia de los negocios i la independencia de sus opiniones. El Ecuador había gauado no solo en fuerza i población, sino en ilustración i moralidad política, porque el departamento del Cauca abundaba en talentos cultivados i en caracteres enérjicos i audaces, sinceramente adictos a las doctrinas republicanas. Pero una vez derrocada la tiranía de los Urdanetas, sucesores de Bolívar, los mismos militares que habian promovido i alentado la incorporación del Cauca en los tiempos de conflicto, vinieron arma- dos hasta el Juanambú (5) a reclamar la restitución de ese territorio, apoyándose en la lei colombiana de 25 de junio de 1824 que había designado los límites de cada departamento. Mas antes de llegar al empleo de la fuerza, se apeló a los medios i arbitrios diplomáticos, i con ese objeto se reunieron en Ibarra, en mayo de 1882, los comisionados ecuatorianos i granadinos que de- bían arreglar esta enojosa cuestión. Las conferencias de Ibarra tienen, en nuestro concepto, una doble— 114 — celebridad por el nombre de los comisionados de uno i otro pais, i por la esceleneia de las doctrinas i la. fuerza de los argumentos que emplearou para defenderlas. Vamos a estraef arlas brevemente, do- jando a un lado ¡os cargos i recriminaciones que se lucieron recí- procamente. Los comisionados granadinos trataron de probar, que los límites establecidos por la leí de 25 de junio de 1824 entre los departamen- tos del Cauca i Ecuador no habían alterado en nada los quo tenían en 1810 la presidencia de Quito i el vireinato de la Nueva-Granada, porque esos límites eran por la cordillera de Pasto el rio Carchi i la parroquia de Funes, i por la costa del Pacífico, los confines meri- dionales del territorio del cabildo de Barbacoas (6). Los ecuatorianos contestaron, que la lei d« 1324 solo había aten- dido al rejimeu interior incorporando indistintamente en el depar- tamento dei Cauca, pueblos i territorios que pertenecían a la antigua presidencia de Quito, que por tanto esa lei no podía servir de punto de partida para el arreglo de límites entre los dos estados; que aun dado caso de que esa lei estuviese de acuerdo (lo que no es exacto) con la cédula de 1739 que creó el vireinato de Nueva (iranada, los límites de los dos estados no podrían definirse claramente por esa lei, porque la presidencia de Quito i el vireinato de Santa Fe de • Bogotá habían formado por decirlo así un solo estado, confundién" dése i mezclándose de tal mo<_.o, la jurisdicción de Quito i Bogotá en los negocios internos de uno i otro territorio, que era difícil, por no decir imposible, distinguir el punto donde empezaba o terminaba la espresada jurisdicción; que tanto el cabildo de Quito como el cabildo de Pasto habían protestado contra la división territorial he- cha por la Lei de 1824 porque rompia los vínculos de las dos pro- vincias que se habían mantenido unidas d¿sde el momento mismo de su fundación en los tiempos remotos de la conquista; i que di- suelta Colombia, nada mas natural, justo i conveniente que volver al seno de esa asociación de que fueron separadas sin su libre i es pontáneo consentimiento. , La comisión granadina contestó, que el vireinato de Santa Fe fíe Bogotá había cstendido siempre la jurisdicción civil i militar hasta el Carchi i hasta el territorio de! cabildo de Barbacoas; que ejercia esa jurisdicción en 20 de julio de 1810 en que la capital del virei- nato proclamó la independencia de Nueva Granada; que así la IflH colombiana estaba de acuerdo con el uii poanvlelis de 18-0, adoptado por todos los gobiernos sud-americanos como na principio ton$St*&' dor, que nunca habia habido confusión ni oscuridad eo el ejercicio — 115 — de la jurisdicción, porque aunque la audiencia real de Quito enten- día en lo contencioso en los territorios de Popayan, Pasto i Barbo- coas, en materia de límites no rejian ni la autoridad contenciosa ni la esclesiástica que correspondían a Quito, sino la civil i militar que pertenecían a Nueva Granada. La comisión ecuatoriana hizo ver, que era arbitrario establecer esta mas bien que aquella jurisdicción, porque todas tenian el mis- mo oríjen i el mismo principio; que todos los geógrafos, viajeros, historiadores, jurisconsultos i aun los mismos documentos oficiales empleaban indiferentemente para designar el territorio de la au- diencia real de Quito las siguieutas denominaciones, presidencia de Quito, gobierno de Quito, provincia o reino de Quito, lo que probaba claramente que los limites de la audiencia real, eran también los limites d«l gobierno o presidencia de Quilo; que en 20 de julio de 1810 el virei- nato no ejercia ninguna jurisdicción sobre loj territorios de Pasto i Barbacoas, porque habían sido incorporados a Quito desde 1800 en que esta última ciudad proclamó su independencia, i que siendo esa incorporación un hecho consumado al alumbrar la aurora do 1S10, nada tenia que ver con ella el principio adoptado por las re- públicas sud americanas para el arreglo de sus respectivos límites, porque ese principio era puramente suplementario para casos oscu- ros i dudosos, i no tan cloros i terminantes como el presente; que las repetidas protestas i pronunciamientos de Pasto i Barbacoas habían demostrado de un modo claro i evidente, la voluntad firme i decidida de pertenecer rnas bien a la comunidad ecuatoriana que a la granadina; que por tanto la justicia, la conveniencia pública i otras consideraciones, hablaban altamente en favor del Ecuador, que no quería otra cosa, que hacer respetar sus límites antiguos i la voluntad soberana de los pueblos que habían solicitado espontánea- mente su apoyo i protección (7). En agosto de 1882 quedaron rotas las negociaciones, i sentimos decirlo, que tanta habilidad, tanta ilustración í suficiencia de una i otra parte, no sirvieron mas que para embrollar la cuestión i au- mentar las pasiones bastantes inflamadas ya, por los actos de trai- ción i corrupción con que se habian manchado los dos gobiernos. Nosotros creemos, i nos atrevemos a espresarlo, que ni los comi- sarios granadinos ni los ecuatorianos obraron por su propia inspi- ración, porque es imposible suponer que hombres de un talento tan claro, de conocimientos tan profundos, i de tan alta nombradia como los Sres. Olmedo i Valdivieso por parte del Ecuador, i los Sres. Best rapo i Esté ves por la de Nueva Granada, no hubiesen— 116 — comprendido, que su propia gloria i la tranquilidad i conveniencia de ambos pueblos estaban pendientes del pronto i definitivo térmi- no de esta cuestión. Si hubo habilidad de una i otra parte, es preciso confesar tam- bién que hubo falta de buena fé, de franqueza i lealtad, últimamen- te falta de patriotismo i de previsión, pues que el statu quo de la cuestión de límites, era entonces i será siempre la aspiración perpé- tua de todos los tiranos que dominan en la América del Sur, por- que asi quedan armados para llevar adelante sus planes de arbitra- riedad i de despotismo interno. En aquellas circunstancias la nobleza i jenerosidad de sentimien- tos, la franqueza i lealtad de principios, la autoridad i el prestijio de un gran nombre, habrían bastado, para que el Ecuador obtuviese sus fronteras naturales, cediendo al oriente los territorios interme- dios del Oaquetái Putumayo i pidiendo por compensación al norte, la línea del Huaitara i del Patia que redondeaba las posesiones de uno i otro estado (8). Entre tanto un jefe ecuatoriano, que habia llevado desde su in- fancia el nombre de Judas, abrió las puertas de Pasto a las lp •;>;.?. granadinas i entregó esa interesante provincia al jeneral Obando, que logró tomarla i ocuparla sin un tiro de fusil. Esta traición inespera- da, obligó al gobierno ecuatoriano a aceptar- el ignominioso tratado de 8 de diciembre de 1832, que redujo a la república a los estre chos límites del Carchi i la parroquia de Funes, despojándola de sus justos e incontestables derechos al territorio perteneciente al an- tiguo correjimieuto de Pasto (9). En circunstancias normales ningún congreso ecuatoriano habria prestado su aprobación a un tratado que atacaba los intereses lejíti- mos de la república i los claros i manifiestos propósitos de los pue- blos fronterizos: pero el gobierno, levantado sobre la sangre i los cadáveres insepultos de Mifiarica, tenia que someterse a la lei de la necesidad, mas imperiosa i terrible todavia que las armas i amena- zas del ejército vecino, para no esponerse a nuevos trastornos i a nuevas calamidades. Los proscriptos i emigrados del Ecuador en Pasto esplotaban esta cuestión, i con mengua del honor, querían abrirse las puertas de la patria, bajo las sombras del pabellón es- tranjero. En 1839 una revolución sangrienta volvió a dar a esta cuestión una faz enteramente distinta. El jeneral Obando habia sido llamado ajuicio ante los tribunales de justicia, para responder de los cargos que resultaban contra él por el asesinato del jeneral Sucre. Obando — 117 - aoldado rudo i feroz, como un hombre de la edad media, apeló del tribunal de las leyes, al tribunal de las armas, i arrastró en pos de sí unos cuantos pueblos inocentes e ilusos que iban a sacrificarse por defender la causa personal de un asesino... Pero a este duelo sangriento debia concurrir otro de los acusados, que lleno de furor i de venganza, queria buscar en la victoria como en los juicios de Dios, la absolución de su crimen, i el castigo implacable de sus cómplices: i fué en efecto de la manera siguiente. Los jenerales Fierran i Mosquera no pudiendo por sí solos com- primir la revolución de Pasto, pidieron ausilios al Ecuador i ofre- cieron el mando del ejército al jeneral Flores. El gobierno ecuato- riano puso, como precio de los ausilios que iba a prestar, la rectifi- cación de las fronteras fijadas por el tratado de 1882; i los jenerales granadinos, aceptando esa condición, firmaron una esponsión públi- ca i solemne en que prometían a nombre de su gobierno, tomar el Huaitara i el Patia como la frontera natural de ambos estados. El jeneral Flores atravesó el Carchi a la cabeza de las tropas ecuatorianas, se hizo cargo del mando del ejército unido, buscó al enemigo en sus atrincheramientos, lo batió en las breñas de Huil- quipamba i lo persiguió con tal actividad i encarnizamiento, que al vencido no le quedó mas recurso que precipitarse ea las selvas del Marañon i venir a buscar un triste i vergonzoso refujio entre las repúblicas del Pacífico. Después de esta victoria, los jenerales granadinos marcharon al interior de Nueva Granada, dejando la provincia de los Pastos bajo la custodia del honor i lealtad del jeneral en jefe del ejército ecua- toriano. Así permaneció durante algún tiempo hasta el funesto dia en que se repitieron los pronunciamientos de 183U, que dieron lugar a tantos desórdenes i a tantos trastornos. El sefior Rufino Cuervo, encargado de negocios de Nueva Gra nada en Quito, diri jió sobre estos sucesos una enórjica protesta que pasará a la historia como un modelo de elocuencia diplomática; i para impedir su retiro i salida de la república se firmó un convenio en23 de junio de 1841, en que el Ecuador se comprometió a respetar el statu qvo de 1835 hasta que los jenerales granadinos pudieran cumplir buenamente su palabra. En setiembre del mismo aflo se abrieron negociaciones en Tuque - rres i de ellas tomamos los parágrafos siguientes. cEl jeneral Ber- » nardo Daste, comisionado por el Ecuador espuso: que su gobierno » lo tiene autorizado para celebrar definitivamente el tratado de » límites territoriales entre las repúblicas del Ecuador i Nueva— 118 — » Granada bajo las bases ofrecidas por los señores jenerales Berrán » i Mosquera, que son it— en ol litoral. La lei 10, anteriormente citada, estendia la jurisdicción de la au- diencia real de C¿uito, como lo hemos dicho ya, a toda la costa del Pacífico desde las bocas del Chira hasta la Buenaventura inclusive. fCsta lei fué modificada por la cédula de 1739 que erijió el vireinato de Santa Fé de Bogotá; i ésta última lo fué ocho años después por la real orden de 1747 que oreó el gobierno de Atácame-" o Esmeral- das con los límites siguientes: «Al este con la cordillera de los Andes que abrázalos corriji- » mientos de Quito e Ibarra, al norte con el partido de Barbacoas, al • Occidente con la mar del Sur i al Mediodía con el territorio de i Guayaquil: de modo que se estiende por la costa desde la Isla de • Tumaco i Playas de JIusmúl, que están en grado i medio de latitud » boreal hasta la bahia de Caracas i sierras de Bálsamo, cuya latitud » se regula ser de treinta i cuatro minutos austral. » Esta provincia está bañada por varios rios, qu»; todos nacen en la cordillera de los Andes ecuatorianos i algunos de ellos atraviesan grandes distancias dentro del territorio de esta República. Los principales son el Es. rneraldas, el Santiago, el San Lorenzo i el Mira: este último se divi- de en varios brazos i forma algunas islas junto a su desembocadero en el Pacífico. En 1621 el capitán Pablo üu rango i Delgadillo se propuso, con aprobación de la audiencia real, abrir un camino desde la costa has- ta Ibarra subiendo las aguas del Santiago i cortando la montaña de Malbucho. Francisco Pérez Menaeho acometió el mismo trabajo en 1626 i tampoco obtuvo suceso. Juan Vicencio Justiniani, separándose de la via seguida por sus antecesores, emprendió la navegación del Mira i se encontró embarazado por los saltos i cataratas del rio. Hernando de Soto Calderón escolló igualmente en 1713. De manera que todas las tentativas que se hicieron en aquellos tiempos, tan atrasados en materia de industria, se malograron por falta de capita- les, i de conocimientos especiales para ejecutar obras de tanta difi- cultad en el corazón de los Andes. En 1735 se hizo cargo de la empresa don Pedro Vicente Maído- nado, matemático i jeogfáfb distinguido, que guiado por las luces— 120 — déla ciencia, i dotado de una voluntad firme i decidida, tuvo la glo- ría de ver coronado con el mejor suceso el fruto de sus largos i penosos trabajos. En 1741 presentó a la audiencia real el plano de la costa de Esmeraldas i dio cuenta de hallarse espedito un camino recto desde el pueblo de San Mateo basta la capital del gobierno quitense. En premio do tan señalado servicio la corte de Espafia le confirió el gobierno de Atacames por dos vidas i espidió la real orden de que ya hemos hablado. En 1785 emprendió don Manuel de Zaldumbide, de orden de don Juan José Villalengua i Marfil, presidente i rejente de la audiencia real de Quito, el reconocimiento de las montañas de Malbucho, i de la costa de Esmeraldas desde la boca del rio de este nombre hasta la Isla de Tumaco. El diario de la espedicion da cuenta minuciosamente de todas las operaciones que practicó el señor Zaldumbide en desempeño de su comisión i ha servido de guia para las espediciones que se han hecho posteriormente. A principios de este siglo (21 de diciembre de 1800) el señol- earon de Carondelet pidió permiso a la corte de España para abrir el camino de Malbucho i emplear cincuenta mil pesos del tesoro real en la ejecución de esta obra interesante. La corte ac- cedió i autorizó el gasto de cuarenta mil pesos por una orden real de 20 de diciembre de 1801. Por real órden de 27 de febrero de 1803 se concedió al puerto de la Tola, a solicitud del presidente de Quito, libertad de derechos de entrada i salida a los frutos i mercancías de la Península. En 1804 se establecieron dos casas fuertes, una en San Fernan- do de la Tola i otra en Carondelet, pueblo de nueva creación, que llevaba el memorable nombre de su fundador. En el mismo año se estableció la aduana con el número suficiente de empleados i la dotación propuesta por el presidente de Quito i aprobada por Ja corte de Madrid. El presidente de Quito, infatigable en sus esfuerzos para pro tejer i adelantar los establecimientos hechos alrededor del camino de Malbucho, solicitó del rei (21 de junio de 1804) escepcion de tributos por diez años en favor de los indíjenas que se habían avecindado en las nuevas poblaciones de la costa de Atacames. La corte de Madrid pidió informe al virei de Santa Fé de Bogotá, como vice-jerente del nuevo reino de Nueva Granada: i este, no es- timando fundadas las razones del presidente de Quito, guardó el es- pediente i perjudicó grandemente a los pueblos de la nueva funda- ción (11.) i — 121 — En 1806 pidió a la corte nuevos ausilios para la conclusión del camino i en 24 de marzo de 1807 autorizó la corte el gasto de diez mil pesos. En ese año quedó espedito el camino i abierto al tráfico interior i esterior. El reconocimiento de la costa de Atacames i el examen de la anchura i profundidad de los ríos Esmeraldas, Caboverde, San- tingo, San Lorenzo i Mira, se practicó por el señor Zaldumbide en 1785, por don José de Espinosa en 1804 i por el comandante de la goleta Alabeza, don Antonio Cuartara, en 1805. El plano levantado por este último debe existir en el archivo de Ja presi- dencia de Quito, según parte oficial elevado por él en 2^ de di- ciembre de 1805. Todos estos datos manifiestan, que desde 1747 hasta julio de 1810, en que la Nueva Granada proclamó su independencia, la jurisdicción del gobierno de Quito se estendia sobre toda la costa de Atacames comprendiendo la Isla de Tumaco i las playas de Husmál, límite fijado al gobierno de Atacames por la real órden antes referida. Veamos ahora si estos datos están conlbrmes con la lei de 25 de junio de 1824. Los limites del antiguo departamento del Ecuador en el litoral según el artículo 20 de esta lei eran desde, el puerto de Atacames hasta ¡aboca ríe Ancón, escluyendo la Isla de Tumaco i todo el territorio que se dilata desde dicha boca hasta las playas de Husmál, es decir, hasta la entrada del Patia en el mar Pacífico. Esta esposicion basta por si sola para demostrar que una lei, talvez adecuada al réjimen interior de un solo estado, es inaplicable en materia de límites a dos estados independientes, porque viola derechos antiguos i despoja a una de Jas partes de las posesiones adquiridas i couservadas lejiti mamen te por la acción constante i bienhechora de la industria, comoi-cio i civilización de los pueblos. CONCLUSION. Reasumiendo esta esposicion, según los datos históricos en que la hemos apoyado, resulta: que al esta, todos los documentos oficia- les anteriores a 1810 designan el Caquetá como el límite del gobier- no de Popayan. La lei colombiana, de acuerdo con esos documentos, dió el mismo lindero al departamento del Cauca, i el señor José Manuel Restrcpo, intérprete oficial de dicha lei, respetó como his- toriador i como negociador, lo que ella sancionó en 1824. TTBST. DI LUÍ. '— 122 — Al norte, los derechos de; Nueva Granada son tan vagos, oscuros i dudosos como los del Ecuador. Ambos estados alegan jurisdicción ambos lo prueban con documentos oficiales, anteriores i posteriores a la cédula de 20 de agosto de 1789 que creó el vireinato de Nueva Granada. El Ecuador tiene ademas en su apoyo el utipossidetis ríe 1810 por el libre i espontáneo quarer de los cabildos de Pasto i Barbacoas, el uti possidetis de 1830 por iguales manifestaciones de la voluntad popular de amba3 provincias, i la promesa solemne de los jeuerales granadinos que firmaron la esponsión de Tuquerres en 1840. En el litoral, el derecho del Ecuador es incontestable porque se apoya en documentos antiguos desde el tiempo de la conquista, i se justifica por la acción costante i bienhechora de un poder iutelijen- te, laborioso e infatigable en la promoción del bien i adelantamiento de los pueblos; al paso que la autoridad de los vireyes aparece como el escollo donde vienen u estrellarse todos los proyecto filantrópicos de la presidencia de Quito. Pero abiertas las rias de la negociación por la anulación del tra- tado de 1832 i la convención adoptada en 1856 no hai dificultad ninguna para que los dos estados arreglen esta cuestión de una ma- nera fraternal, franca i amistosa adoptando a uno i otro lado fronte- ras naturales, permanentes c inalterables, i que estén conformes con las necesidades e intereses comerciales de los pueblos í ron tensos. Esta línea debe ser, en nuestro concepto, al este, el Thatweg del Putumavo desde su entrada en el Amazonas hasta su nacimiento en las cimas de la rama oriental de los Andes colombianos: al norte, el Huaitara i el Patia; cuyas aguas servirán de frontera en el lito- ral hasta su desembocadero en el mar del sur (12). Este acto de franqueza i lealtad entre las dos repúblicas, podría servir de ejemplo a otros estados que se hallan en el mismo caso, i que por un punto de honor i de orgullo nacional, mal entendido, se obstinan en dar a las cuestiones de límites un carácter trájico i sangriento con mengua del nombre americano i del sistema demo- crático que hemos adoptado. La unión i fraternidad del Ecuador i Nueva Granada, tendrían un indujo poderoso i decisivo en las ne- gociaciones que se hallan pendientes con el imperio del Brasil i I' república del Perú. Los estado* colombianos tomarían crédito ante las naciones civilizadas por sus amor a «la paz, por su respeto a la justicia, i por ese espíritu de conciliación i transacción, que debis ser en adelante, la base del derecho público americano. Si atendemos al estado miserable de nuestra industria, a la esea- — 123 — sez de nuestros capitales, i a la falta de una población trabajadora e intelijente, quedaremos persuadidos, de que ninguna república americana por brillante que sea su posición, tiene bastante fuerza para arrastrar i subyugar a las demás: i que las guerras sangrientas que se promueven i se atizan entre los pueblos vecinos, no pueden tener otro término que una paz transitoria i humillante para ambos estados. Si la paz es el objeto de la guerra, busquómosla por medio de las negociaciones i de una transacción noble i jenerosa, i guarde- mos la fuerza i el valor para hacernos respetar de esas naciones poderosas, que pagan las riquezas que vienen a esplotar en nuestro suelo con el oro del insulto, humillación i desprecio. Este fué el pensamiento de Bolívar i el de todos los hombres de estado ilustra- dos i previsores que ha producido la América: i este es actualmente el deseo i la esperanza de los hombres pensadores que aman la in- dependencia, la prosperidad, el crédito i la gloria americaná. Antes de terminar este trabajo, diremos unas ¡^ocas palabras so- bre la responsabilidad que nos hemos impuesto al emprender esta difícil i delicada tarea. Es enteramente voluntaria, independiente e individual, por lo tanto no puedo dañar ni perjudicar los derechos de nuestra patria, que deben ser esplicados, defendidos i apoyados por los hombres públicos, investidos de la confianza nacional. Si la defensa es mala, es solo culpa nuestra, i los representantes de la au- toridad pública podrán enmendarla i correjirla. Si tiene algún mé- rito, nos consolaremos con haber dado este espléndido testimonio, de que el infortunio no nos ha hecho olvidar nuestros deberes, ni ahogar los sentimientos que nos arrastran ácia la aflijida i bien desgraciada patria (13).NOTAS 1 ACLARACIONES. (1) No tenemos ninguna fü on la bna que está haciendo representar el jcncral Mos quera al pueblo granadino bajoYl glorioso nombre Je Colombia ¿Que confianza pueden inspirar los insignes traidores que desmembraron la república, i que han empopado en «angre, por pura ambición personal, los miserables estados en que se talla dividida'.' De hombres como Paez i Monagas, López i Mosquera, Flores i Drbina, los pacidos uo pueden esperar otra cosa que robos, matanzas i traiciones. (2) Véanse las pajinas 18, 10 i 20 de la primera parte. (8) Babia dos pueblos de este nombre, uno en la parte superior y otro en Ja inferior del rio I'utuniayo. Véase pájinn 8G de la segunda parte, lo que dice >d ■•apiian i'er naudez Alvarez de este último pueblo. (4) La jurisdicción civil i militar sufrió algunas alteraciones aun en esta parte: pero la contenciosa, la eclesiástica i la de corroo» siguieron intactas < 1 mipmo curso que habían Herado desde el siglo XVI. (5) Torrente e-t ra ordinariamente rápido, que sirvió de tumba a los ejército.- colonv • líanos en 1821 i 22. Las breñas que lo cubren, fueron el baluarte de los pastusos ea su obstinada resistencia contra las tropiis libertadoras que \eni.m a protejer la «Han cipacion política del Sur de Colombia. (6) No dijeron una sola palabra de los límites al oriente, porque el historiador de Colombia, que era también el negociador granadino, los habia fijado en el Caí piel a, N loa planos jeográfieos de los antiguos departamentos del Asuni, Ecuador i Cauca. (7) Nueva Granada ha sostenido siempre el uti possidelis de derecho en todos los documentos oficiales relativos a la cuestión de límites. Citaremos como ejemplo los informes presentados por el Sr. Fernandez Madrid ni senado granadino i aprobado! por esta corporación. Pero quiero al mismo tiempo esa Kepública lijar como punto de parridn paraba era de la independencia el 20 de julio de 1810, solo porquitaríií autoridad a los hecho» consumados. Quito, por ejemplo, que tuvo el honor y la gloria de anticiparía; al movimiento insurreccional de Nueva (¿ranada i do derramar su sangre por la causa san ta de la América del Sur antes que corriese la de ningún otro pueblo americano 1 1 Charape Cherapa.