Sr. Coronel D. W. Paunero, Comandante General de la l ronlera del Sud. Mando á Vd. algunos apuntes sobre la cuestión de in- dios. Sé que las ideas emitidas merecerán su aprobación, pues en nuestras largas conversaciones sobre esta cues- tión, Yd. lia pensado del mismo modo. Ea manos de Yd., y aprobado por Vd., este pequeño trabajo, puede tener algún resultado. Si un sistema co- mo el que propongo se llevase á efecto, nadie mejor que Yd., que está hoy destinado por el Gobierno á man- dar la parte mas importante de la frontera Sur del Estado de Buenos Aires, podria atenderá los detalles, que en esta clase de empresas, son de mayor importancia que el plan general. Si cree Yd. convenieute que el pensamiento se genera- lice, haga publicar este trabajo, siempre que le ponga Yd. su visto bueno. Suvo afectísimo, Santiago Arcos. Buenos Ayres, Febrero 12 de J8C0,Sr. D. Santiago Arcos. Mi estimado amigo, Sin pretender dar la importancia que Vd. se digna acor- dar á mis opiniones, sobre materia tan grave como la cues- tión indios, no me escusaré de decir en contestación á su aprcciable, que juzgo de oportunidad la publicación de sus Apuntes por ser un asunto á que ha consagrado Yd. con mucho acierto, un estudio tan largo como laborioso y es- pecial, recorriendo en persona la mayor parte del vasto territorio de la República á que su escrito se refiere; pre- cisamente aquellos límites de la Pampa por el Norte y Oeste de que menos nociones se tienen en Buenos Aires. Juzgo mas, y es que ha rendido Yd. un servicio de suma importancia al pais, como tendrán ocasión de verlo y apreciarlo los que lo lean. Asi pues, quiero en cuanto de mí dependa, que el pen- samiento de Yd. se publique para que tenga el Y.° B.°, ó la reprobación de todos, con lo cual se habrán satisfecho sus deseos y los de su afectísimo amigo y S. S. W. Pauivero. Buenos Aires, Febrero 20 de 1860. CUESTION DE INDIOS. Si el Gobierno de Buenos Aires quisiese dar su aten- ción á la cuestión de Indios, tan importante para la ri- queza de la campaña, como importante para la estabilidad política del porvenir, deberia considerar esla cuestión, bajo un doble punto de vista. Io Como cuestión de límites; 2o Como modo de dominar todos los territorios que esos límites encierran. Nos proponemos examinar estas dos cuestiones que se resuelven la una por la otra, y que de ninguna manera pueden resolverse la una sin la otra. Sea por la ignorancia general de la geografía de la Re- pública, sea porque los que han formulado las constitucio- nes hayan querido dejarse el mas amplio territorio posible; nada puede haber mas vago, que los límites que se dan lía provincias de la Confederación, cuyas fronteras tocan por alguna parte las Pampas del Sur.Estas provincias son las de Mendoza, San Luis, Córdovn, y Santa Fé. En cualesquiera de estas provincias es opinión general, que sus territorios se estienden hasta el Cabo de Hornos. Los Mcudocinos conocen sus límites al Norte, en la línea que divide su provincia de la de San Juan. Las crestas de ia Cordillera, determinadas por el curso de las aguas, lijan su límite al Poniente. El curso del Desaguadero sirve de limite al Naciente atravesando terrenos que aunque despoblados, son conocidos; pero por el Sur nadie sabe como es la Provincia, ni que rios la riegan, ni que clase de pais es el que la forma. Si esceptuamos á los que acompañaron al General Aldao en 1832, ninguna autori- dad de Mendoza ha ido mas al Sur de Malargue, ninguna por el Oeste ha llegado á Butaló. Otro tanto sucede con la provincia de San Luis. Sus lí- mites al Norte, Naciente y Poniente son conocidos; del Sur nada se sabe. Los Cordoveses saben que rios, que cuchillas ó que ca- mino?, los separan de los Púntanos, Santiagucños y Sauta- feeinos, pero creen que todo el Sur hasta el Cabo de Hor- nos, es de ellos; sin'acordarse que en esc Sur existen Fuer- tes, como ~Junin, Cruz de guerra: Lagunas como la Mar chiquita, Monte, Paraguayos y Salinas: Sierras como las de la Ventana y Guaminí, cuya posesión nadie ha pensado disputar al Estado de líuenes Aires. Verdad es que esta cuestión de límites puede resolverse con facilidad, pues todas las provincias en sus constitucio- nes, se refieren á un congreso general para determinar de- finitivamente cuales deben ser sus límites, y no es proba- ble insistan las provincias de Mendoza, San Luis y Córdo- va en tener fronteras marítimas, si se les hace comprender que jamas pueden ser puertos naturales de las provin- cias del interior, los de la costa de Patagonia. Los puertos de la Patagonia están todos ellos mas lejos de los terrenos poblados de estos provincias, que los puertos sobre el Paraná, y siendo el trayecto terrestre mas largo á los puertos de Patagonia que á Santa Fé, Rosario ó San IS'ieolas, claro es que, en ningún caso, podrían los Cordo- veses, Púntanos ó Mendociuos servirse de esos puertos, aunque los caminos hacia ellos estuviesen habilitados. A ninguua de estas tres provincias, como á ninguna de la Confederación Argentina, le faltan terrenos; siglos pa- sarán antes que puedan poblar lo que ahora poseen, y si como es de suponer, el tiempo de las medidas políticas en odio á Buenos Aires ha pasado, las provincias que miran á la Pampa, reconocerán gustosas los límites que Buenos Aires fijó en su constitución del affo 1854. Lejos de empeñarse en que sus diputados se opusieran á que en el Congreso se aprobasen los límites indicados en la constitución de Buenos Aires, deberían empeñarse en que los sostuviesen. Pues, si al Estado de Buenos Ai- res le toca gran parte del Sur, y los territorios donde vi- ven los Indios ladrones: con esos territorios le tocaría la obligación de botar fuera á esos Indios, que no ha muchos años despoblaron el Sur de Córdova y San Luis, que im- piden todo establecimiento formal en el Sur de Mendoza, y que tantos males ocasionan á Buenos Aires.Si estas provincias no han sufrido en los últimos años, (no por eso están libres de los malos resultados que siem- pre darán vecinos que no reconocen ley, ni respetan com- promiso alguno. Mucha mas riqueza, mucho mas terreno utilisablc tendrían estas provincias, dando á Buenos Aires la posesión del Sur, que guardando el derecho á dominio que creen tener: derecho que para nada les sirve, pues no diremos establecimientos, tan poca fé inspira la paz con los Indios, que ni un camino recto se atreven á esta- blecer, para conducir sus frutos de las Cordilleras al lito" ral, puerto natural de las provincias de Córdova y Cuyo. Si, sin peligro de indios, pudiesen traer los Santafccinos sus ganados hasta Melincué, los Cordoveses llegar al anti- guo fuerte de las Tunas, si los Púntanos pudiesen poblar ambas márgenes del Rio Quinto, y los Mendocinos po- blar el valle de Malargué, Ñancaneloy la falda oriental del Nevado hasta Agua Nueva, tendrían estas provincias cam- pos de pastoreo mayores que los que actualmerte posée líuenos Aires, El Estado de Buenos Aires al promulgar su Consti- tución de 185í, fijó de una manera definitiva sus limites cu todas direcciones; aunque seria" de desearlo hubiese hecho de utia manera mas comprensible. El articulo 2.° de la Constitución á que nos referimos es como sigue : « Sin perjuicio de las cesiones que puedan hacerse en » Congreso General : declara que su territorio se es- • tiende Norte-Sur, desde el Arrojo del Medio hasta la » entrada de la Cordillera y del mar, lindando por una lí- » nea Oeste Sud-Oeste, y por el Oeste con las faldas de » la Cordillera, y por el Nordeste y Este con los Ríos » Paraná y Plata y con el Atlántico, comprendiendo la Isla » de Martin García y las adyacentes á sus costas fluviales » y marítimas. » Traduciendo este flseurísimo artículo, creemos que lo que quiere decir es lo siguiente. Los límites del Estade de Buenos Aires son : Al IVorte Io El Rio Paraná desde su confluencia con el Rio de la Plata hasta el punto donde entra el Arroyo del Medio, sirviendo el canal principal de línea divisoria con la provincia de Entre-Rios. 2o El Arroyo del Medio en toda su estencion, sirviendo de línea divisoria con la provincia de Santa Fé, 3o Desde las puntas del Arroyo del Medio, que pueden considerarse en las lagunas de Cardoso, una línea Oeste Sud-Oste (es decir Oeste 22 '/» grados Sur) que serviría ile límite entre el Estado de Buenos Aires y la provincia de Córdova, San Luis y Mendoza. Partiendo de las lagunas de Cardoso, esta línea pasaría al Sur de Melincué, siguiendo este mismo rumbo hasta el fuerte de las Tunas, punto donde se pierde el Bio Quinto. Este primer trozo de la línea, serviria de límite entre Buenos Aires y Córdova.' Del fuerte de las Tunas siguiendo el mismo rumbo y pasando por las lagunas del Totoral y Corrales, la línea se prolongaría hasta el Chadileuvu, á unas 20 leguas al Sur, donde entra el Bio Diamante. Este segundo trozo de lá— 8 — línea servida de límite entre la provincia de San Luis y Buenos Aires. Siguiendo el mismo rumbo cortando el Rio Latuel en Untalo, pasando por Agua Nueva, cortando el Rio Colora- do y el Rio de las Barrancas de tres á cuatro leguas al Norte de las Juntas, iria á dar con la Cordillera central en los nacimientos del Neuquen y Malvarco, frente á los naci- mientos del Rio de Chillan. Este tercer trozo de la línea Oeste Sud-Oeste dividiría las provincias de Mendoza y Bue- nos Aires. Por el Oeste. Las crestas de la Cordillera indicadas por el curso de las aguas, (y no las faldas, pues las faldas no pueden servir de límite) servirían de línea divisora del Estado de Buenos Aires, y de la Confederación con la República Cliilcna. Por el Sur. El Océano Austral. Por el Este. El Océano Atlántico y el Rio de la Plata. Si es justo criticar la estrafia pretencion de los Mendoci- nos, Púntanos y Cordoveses, que quieren cstender in- determinadamente sus límites al Sur, justo es también criticar la pretensión del Estado de Buenos Aires que, sin mas razón que un fíat de su asamblea constituyente, se apropria toda la Patagonia. La posesión déla Patago- nia para Buenos Aires sería tan inútil como las faldas del Payen, y Aucamagmda para las Mendocinos. Un pais no debe buscar mas territorio que el que pueda poblar, ó el que necesite para asegurar la tranquilidad en la parte de su tenitorio ya poblado. Por esta razou, el Estado de Bue- nos Aires debe insistir en conservar los límites que se lia * dado al Norte y al Oeste, pero debe fijar su límite por el Sur en el Neuquen y Rio Negro en todo su curso desde la Cordillera al mar. Los inmensos territorios al Sur del Negro, deberían ser poseídos por la nación, si es que una nación tiene dere- cho de declarar suyos, terrenos sobre los cuales no ejer- ce dominio. No es para adquirir mas tierra que Buenos Aires debe insistir en los límites que por su constitución se ha dado al Norte y al Oeste. Demasiada tierra tendría, si libre de Indios, su campana pudiese, poblarse desde la Mar chiquita hasta Choelechel. Pero para dominar de tal manera las pampas que un jinete no pudiese recorrerlas sin estar autorizado por el pase de una autoridad de Buenos Aires, necesita los límites que la constitución fija. De otro modo, mientras existan indiadas al Norte del Rio Negro entre la Cordillera y nuestra actual frontera, el Estado tendrá que malgastar la mitad de sus entradas para defender la propiedad de los hombres que viven en los confines del desierto. Los ludios existirán allí, mientras Buenos Aires no pueda aislarlos de todo comercio, de toda relación con los cris- tianos. Como podría hacerlo, si sin pasar por su territorio los Indios de la Jarilla pueden ir á San Luis? Los de Poita. guá á Córdova, y los de Salinas estar en constante rela- ción con las indiadas de los Andes que á su vez están en relación con los cristianos del Sur de Chile?— 10 — Mientras las fuerzas de Buenos Aires no puedan recor- rer en todos sentidos las Pampas, los medios que emplee contra los ludios, serán ineficaces. Mientras sea nesesario violar el territorio de Santa Fé» Córdova y San Luis para ir á Poitágua ó al Tuay, los In- dios podrán permanecer tranquilos cerca de sus aguadas. Muy lejos estamos de creer que estas provincias se ne- garían á dar paso á tropas que marchasen contra un ene- migo común. Pero, si para emprender espediciones hay que dar avisos ó recabar permisos, bastaría esto para dal- la alarma cu tierra adentro, y aunque no por esto se liaría mas peligrosa, podria hacerse infructuosa una in- vasión. Mientras Buenos Aires no pueda impedir toda comuni- cación entre Indios y Cristianos, sus fronteras sean cuales fueren los esfuerzos que haga, estarán siempre amagadas por malones que hacen mas dafio por lo alarma que pro- ducen, que por los ganados que los Indios arrean par- sus tolderías. CAMPOS DE L\DIO». Teniendo el Estado de Buenos Aires las fronteras que quedan indicadas, el Gobierno del Estado con gran vena taja para sí y para las provincias que miran á la Pampa podria ocuparse de la Cuestión de Indios. En mi concepto, el error principal de los que piensan en la frontera, consiste en prepararse para rechazar Jas in- vasiones. Gastando inmensas sumas, mayores de lo que importa la PiioPRiEDAD amenazada, podria rechazar los Indios en mu- chas de sus intentonas, pero no por esto se daria perfecta seguridad al poblador sohre la frontera. El ludio caminaría de táctica; si las invasiones en grandes masas no daban bue- nos resultados, los Indios fracciomdos en grupos de 3 á 10 hombres, podrían burlar la vigilancia de una guardia, podrían amagando un punto, dejar otro desguarnecido, y la necesidad, haciéndolos cada vez mas hábiles, siempre podrían robar algo y siempre habría peligro para el pues" tero fronterizo. No será castigando al Indio ladrón que se conseguirá dar completa seguridad al propietario, que es lo que debe buscarse, no csrá castigando al Indio ladrón que podremos ir disminuyendo paulatinamente las guarnicio- nes de frontera hasta dejarlas reducidas á un corto nú- mero, para que no sean una pesada carga para el era- rio, reduciéndolas de modo que los gastos que ocasionen sean proporcionados á la propiedad que están destinadas á guardar. Para conseguir estos dos objetos, es necesario mudar de método, abandonar la guerra defensiva para hacer la guer- ra OFESSIVA. Si el Estado estuviese mas densamente poblado, si se pudiera contar con la posibilidad de seguir un sistema da- do, la ocupación de ciertos puntos como es el Tuay, la Laguna del Becado , la Laguna del Monte y el fuerte .Argentino, le harían ganar mucho terreno. Seria el primer paso que mas tarde le permitiría ocupar su frontera— 12 — natural que es el Rio Negro y el Neuquen, pero el Estado de Buenos Aires no tiene población suficiente para esto. Sus rentas no le permiten formar establecimientos tan le- janos, en donde habría que gastar inmensas sumas, para mantener guarniciones que seria indispensable renovar á menudo. Asi es que cuando se examina con detension las venta- jas y costos de la ocupación permanente de. un punto da- do de las Pampas, por muchas ventajas que presente, hay que abandonar esta idea por ser superior á las fuerzas del listado. Felizmente la ocupación permanente de uno ó maspuu tos, no es el único modo de librarnos de los robos de los Indios. Hay otro medio, tan eficaz y mucho mas barate. Método que á pesar de la poca estabilidad de los gobier- nos, puede llevarse á cabo sin que su abandono en épocas apuradas, cause mayores males. Para que los Indios no invadan, es preciso que invada- mos nosotros. Es preciso ir á buscar al ludio en su¿ tolde- rías. Batirlo cuando el Indio no esté pronto para la guerra. Incomodarlo incesantemente, destruyendo sus caballadas, y haciénole sufrir los mismos males que ellos hacen sufrir , á nuestras poblaciones fronterizas. Haciendo al desierto mas peligroso para el Indio que para el Cristiano, podremos conseguir que el Indio aban- done los campos desde donde nos acecha, y se retire tanto que ya no le haga cuenta venir á robar nuestros ga- nados. Cortada teda relación con ellos, no podráu mandar sus bomberos, ni recibir los frecuentes avisos que ahora reciben para venir á robarlos puntos, donde hay nías ganado y me- nor fuerza. Pero es posible esto? Es posible hacer á los Indios la guerra ofensiva que pedímos? Es posible alcanzar, destruir, dispersar tribus, que no tienen paradero fijo? Sabemos que el mayor número lo cree imposible. Con muy cortas esperanzas de , alterar una creencia tan generalizada, examinemos las Pampas según los datos mas fidedignos y veremos que no solo es posible, sino fácil, el realizar este pensamiento. Aunque los Indios cultivan poco, nunca edifican ranchos, y rara vez, á no ser para emprender malones, se reuuen en número considerable, tienen lujares fijos de residencia. La Jarilla, 70 leguas al sur de San Luis y como á 15 le- guas al Este del Chadileuvu, Poitnguacomo 25 leguas al Sur de la Jarilla, el Tuay 30 leguas al Sud-estc de Poitagua son lugares habitados por Indios desde tiempo inmemorial. En ninguna parte se encuentra una toldería compacta, pero al llegar á estos puntos, desparramados de media en media legua, mas lejos á veces, mas cerca otras, solevantan los tol- dos donde viven algunas familias, generalcmentc con muy pocas relacionas cutre sí. La Indiada solo se junta en cuer- po para dar aigun malón después de muchos trabajos, en los cuales los Indios mas interesados en la envasiou, tienen que monstrarse elocuentes y habilísimos diplomáticos. Si los pocos viageros que han atravesado las Pampas del Sur han encontrado Indios en algunos otros parajes es por- que el indio viaja mucho, las mas veces con sus toldos, su fa-— 14 — milia y sus pocos ganados. Solo para el que ha vivido afios en tierra adentro es fácil descubrir si el indio vive allí acam- pado ó si vive en el lugar de su residencia habitual. Pero según numerosos informes todas las tribus tienen lugares donde residen habitualmcnte. Los hombres que comercian con las Judiadas, muchos que tienen amigos y compadres en las tolderías, aun que, por cualesquier circunstancia hayan estado años sin comunicar- se con la Indiada, si necesitan hablar con tal ó cual Indio, no tardaran muchos dias en encontrarlo. No es debido á la casualidad el que las diferentes tribus vivan siempre en las mismas parajes; hombres como los in- dios que tienen ideas mui vagas sobre la propiedad terri- torial, podrían sin mayor inconveniente vivir en cual- quier punto de las pampas. Pero no todos los puntos de la Pampa son habitables pa- ra los Indios. Los ludios de Calfucurá y de otros caciques que se le han juntado tienen que vivir en las inmediaciones de Salinas. De Salinas al Tuay no hay parajes donde vivir, falta el agua, otro tanto sucede entre Guaminiy el Colorado, y á las mar- jenes de este rio los. pastos son amargos y escasos. Los Indios del sur, que no están de amigos, apesar de su superioridad aparente no se atreven á venir á poblar los campos entre las sierras de Guamini y la Ventana, ó las sier- ras de Tapalque y Tandil: se considerarían demasiado cer- ca de los cristianos espuestos á sus malones cuando descui- dados. Los Indios aliados, únicos que han tenido el talento de establecerse del modo mas conveniente para ellos, ro- / ban como los que mas, reciben regalos y viven tranquilos en los mejores campos. Si estuviesen de enemigos tendrían que irse a establecerse por la laguna del Monte, ó mas afue- ra , pues necesitarían alejarse de los cristianos , emi- grando á los terenos dolos antiguos Ranqueles; en la pam- pa central no hallarían medios de existir. Los Ranqueles, mas que los Pampas están obligador á vivir en puntos determinados, no pueden apartarse de la Jarilla, y Poitagua el Tuay. Porque fuera de esos parajes no seen- cuenlran aguadas permanentes de las que puedan aprovechar. Las aguas del Chadileuvu tan inútiles como las del mar, los alejan de sus orillas. La cadena de lagunas que paralela al Chadileuvu 70 leguas al oeste corre de norte al sur prin- cipiando en la laguna del Aparejo y acabando en Salinas no ofrece aguadas permanentes. Al naciente de esta cadena de lagunas, los Indios no se considerarían seguros por es- tar demasiado cerca de los cristianos. Así es que los Ran- queles tienen por necesidad que vivir sobre la cadena de lagunas que corre Norte Sur, de la Rosada al Tuay. Conociendo pues su paradero, conociendo también los campos que ellos prefieren porque allí se creen seguros, vemos que se Ies puede atacar, que desaparece esa estre- mada mobilidad de las Indiadas, que á la mayor parte, sin razón asusta, para emprender contra ellas la guerra ofen- siva. Los Indios, mas que los cristianos, huyen de los lugares donde, con éxito, han sido atacados: hay un ejemplo en su historia que no debemos olvidar. Antes del año 32, Malargue y las faldas orientales del— 16 Nevado eran parajes de Indios, como lo es ahora Salinas Grandes, y las tribus que allí vivian eran tan numerosas co- mo las que hoy inutilizan las faldas de las dos serranías que hermosean el Sur de las Pampas. Ranquilcó, Ütucapel y Pichicopel eran campos de ludios, como lo son ahora la Jarilla, Poitagua y el Tuay. En la espedicion emprendida en 1832 por el general Aldao, estas tolderias fueron sorprendidas por los (luyanos, quienes hicieron una fuerte matanza de Indios en esos lu- gares. Los que escaparon, se fuerou á reunir con los Ranqucles, ó emigraron á los Pinares, al Sur del Rio Negro, y desde esa fecha hasta ahora, aunque esos campos hayan permane- cido abandonados, aunque los Indios que vivieron en ellos, los hayan atravezado, no han vuelto á habitarlos pues saben qne alli pueden ser sorprendidos y el recuerdo de la ma- tanza de Aldao, basta paraque no vuelvaná levantar allí sus toldos. El Sur del Diamante ha quedado por una sola espedicion, libre de Indios, aunque espuesto á malones, porque los go- bernadores de Mendoza no han vuelto á emprender espedi- ciones como la de 32 , porque el desierto no se ha hecho peligroso para el Indio. En apoyo de nuestra opinión, citaremos otros ejemplos que harán ver que el modo mas eficaz de disminuir la im- portancia y la frecuencia de las invasiones, es llevando la guerra á Jas Tolderias. Nunca ha gozado el pais demayor seguridad que cuando el coronel Rauch estaba con sus Húsares en la frontera. Cuál era el systema de Raucli? Sin esperar amagos de invasión iba á buscar las Indiadas, las batia y regresaba á su frontera: Rauch hacia la guerra ofensiva, no la guerra defensiva que cuesta mas y es menos eficaz. Pancho el Ñato, el vaqueauo de Rauch, haciendo la mis- ma guerra obtuvo los mismos resultados. IíA (¡IERRA OFENSIVA. No solo su eficacia recomienda la guerra ofensiva. La guerra ofensiva es mucho mas barata desde su princi- pio y dariapor resultado final, hacer insignificante el costo de la defensa de la frontera. Para hacer la guerra defensiva necesitamos en la actua- lidad cubrir con tropas, siempre proutas para un servicio activo, una línea de docientas leguas. Decimos 200 leguas pues es indispensable cubrirtoda la frontera desde las La- gunas de Cardoso hasta Bahía Blanca, pasando la línea de fronteras por el Pelado, Lagunas de Gómez, Encadenadas, Cruz deGuerra, las puntas del arroyo de las Flores, Sierra de Ventana y Fuerte Argentino. G divisions de 500 hombres cada una, quedarían A 30 le- guas, una de otra y con estos 3,000 hombres apenas se po. dria asegurar que la frontera estaba bien guardada. Para este servicio que exije, volvemos á repetirlo, la pre- sencia constante de 3,000 hombres, el Gobierno uecesitaria tener sobre las armas por lo menos 5,000 hombres, pues es imposible exijir un servicio constante de esta clase, á un mismo cuerpo. 2— 18 — Si Bueno» Aires quiere tener soldados, los cuerpos de ser- vicio en la frontera tienen que relevarse. El Desierto des- pués de un tiempo dado, barbariza á los que viven en él. Las costumbres de hombre civilizado, que por desgracia son mui superficiales entre nosotros, se pierden y la disci- plina se afloja, apesar délos mcjcres deseos del jefe si por único espectador, tiene la tropa la poca población semi sal- vage que la rodea. Si para dar descanso á los cuerpos de linea que tenga el Estado para guarnecer la frontera, adopta el Gobierno el systema de cubrirla con milicias, caerá en el peor de los er- rores. Las milicias buenas para defender los pueblos donde residen, mui buenas sin duda para pelear en favor de una causa que les interese directamente son, fuera de este ca- so, la plaga mayor que puede caer sobre las instituciones militares de un pays. Los milicianos cuando marchan á la frontera van generalementc con el entusiasmo que tiene un reo cuando se le destina á 3 meses de cárcel. Las milicias, en su mayor parte, miran con desden el servivio de fron- teras, marchan de mala gaua, su presencia es mui rara vez eficaz y su costo es mucho mayor que el que ocasionan las tropas de linea. Los milicianos residen rara vez mas de Ü meses en la fron- tera, cuestan pues dos equipos completos por año, no hay tropa que gaste mas caballada, ni l.opa cue inutilice mas armamento: puede decirse sin exageración que el Estado de Buenos Airess, gracias a su inauia de servirse de milicias para economizar enganches; gracias al afán de no iorrcar en el pavs, sea par la conscripción, la leva ó el enganche vo- — 19 — luntarío soldados que sirvan por 10 ó 12 años, es el pays que mas gasta en el mundo en materias militares, porqne es el pays donde mas equipo y armamento se destroza, gra- cias al servicio hecho por milicianos ó por soldados que sal- drán lejítimemente del ejército á las 2 años de haber en- trado, esto cuando no han desertado antes de cumplir el tiempo por que fueron destinados. El Gobierno sabe cuanto cuestan 5,000 hombres en un nño. " Por mucho que se economice, los gastos que 5,000 hom- ocasionan no están en relación con el Sírvicio que están llamados á prestar. Si á este costo directo se añade lo que pierde el pays, perdiendo el trabajo de 5,000 hombres, se verá que hace mas cuenta dejar á los Indios robar las va- cas que no protejcrlas, á costa de tanto sacrificio. Costeria menos mantener toda la Indiada, reuniéndola en un lugar para exijir de ella alguna pequeña oceupacion que la dis- traje se de la inania de corretear por nuestra frontera. Mas en uno ú otro caso, ya sea guardando la frontera con 3,000soldados, ya sea manteniendo álas Indiadas, que apesar de esto siempre robarian algo y siempre tendrían alarmada á la población fronteriza, el pays tendría que sufrir por tiempo indeterminado esta carga. La presencia de 3,000 hombres acordonados sobre nuestra frontera, da- do caso que bastasen á alejar toda invasión, no echaría á los Indios del Tuay ni de Poitagua : la amenaza de invasión existiría siempre, y siempre habría que mantener este cos- tosísimo ejército, costoso volvemos á insistir por el dinero que desembolsa el erario y por los brazos de que se priva— 20 — el pajs. Si, se adoptaré el systcma de mantener á los In- dios, caíamos en el mismo error, ásaber imponer por tiem- po indeterminado una fuerte contribución que todos pa- gan y de la que aprovechan los pobladores de la frontera. No sucede esto con la guerra ofensiva. El enemigo que se combate iria disminuyendo de di.i en dia. Si para el primer nño el Estado necesitaba 3,000 soldados, 2,000 serian sufi- cientes el segundo, 1,500 el tercero, y libre de Indios el Nor- te del Rio Negro; 1,000 hombres que recoriesen constan- terr.entc la Pampa, serian suficientes para que los ganados en Salinas ó en Peí Lanquen estuviesen tan seguros como ahora lo están en la Magdalena ó Cañuelas. El Estado de Buenos Aires puede sin inconveniente man- tener 2,000 soldados, i,000 hombres destinados á assegu- rar la tranquilidad de las Pampas, ocasionarían un gasto en proporción con los intereses que tienen que defender. La guerra ofensiva no obliga al soldado á permanecer constantemente en el desierto. Los diferentes cuerpos po- drían residir parte del año en los pueblos. Esta vida al- ternada, en vez de enervar la disciplina, como la enerva la vidi ociosa de los fortines, la vigorizaría , y una guerra ofensiva constante, acabaría por darnos buenas tropas, insti- tuciones militares, espíritu militar enel pays, y lejos de ser un elemento de desorden, las tropas bien disciplinadas se- rian la mejor garantía de estabilidad. DERROTEROS. Si hemos logrado hacernos entender, creemos haber dc- — 21 — mostrado que pudiendo recorrer en todo tiempo las Pampas, cruzándolas en todas direcciones, no seria imposible en- contrar lus Indios, aumentarlos como los auyentó Aldao de Malargue y Ranquilco, dando á nuestra frontera la mas cora • pleta seguridad. Fáltanos esponer de que modo creemos que debieran hacerse estas espediciones, tomando en cuenta cual es la retirada natural de los Indios, en caso de ser atacados tn sus tolderías, para poder determinar hacia que punto deben dirijirse las espediciones. Fijándonos en el mapa vemos que al Norte de la línea que debe dividir el Estado de Buenos Aires de la Confe- deración, es decir al Norte de .una linea que partiendo de las lagunas de Cardoso vaya a dar á los nacimientos del Neuquen, no hay Indios: si los bay son insignificantes gru- pos que momentáneamente están cerca del Rio Cuarto, con permiso de las autoridades de la Confederación, Indios qui- en cuanto so retire de ese punto el coronel Baigorria, volverán á sus antiguas tolderías: pues para permanecer tan cerca de la frontera necesitan los Indios tener una guardia avanzada entre los cristianos, que pueda avisarles con tiempo de cualquier golpe que M intente contra ellos, y el coronel Baigorria es uua guardia avanzada en estremo vijilante. sobre la cual los Indios pueden contar. Si desde el punto donde la linea de límites atra>iisa el Chadilcuvu tiramos una linea á Chojlecbel, vemos que il Oeste de esta linea no hay ludios. Si algunas pequeñas tribus vagan por los campos que— 22 — antes occuparon los Ranqueles, estos no vieuen directamen- te á robar los ganados de nuestra frontera. Para organizar un malón estos Indios tienen que venir á Poitagua, El Tuay ó Salinas, para reponer sus caballos, to- mar informes, mandar, sus bomberos y ponerse en marcha. IN'o necesitamos decir que si tiramos una linea de Ja Mar Chiquita al pueblo de Tapalqué, y de Tapalqué á Bahia Blan- ca, en los territorios al Oeste de esta línea, no hay indios. IVo tenemos que ocuparnos de las Indiadas al Sur del Rio Negro, que no tienen comunicación, sino mui rara \ez con los Indios que roban en nuestra frontera. Si estos datos son exactos, las Indiadas ladronas están pues encerradas entre el Chadilcuvu y la Frontera, entre el Camino Viejo de las Tunas y el Rio Negro; es decir en una área de terreno de 150 leguas de Norte al Sur, y 100 le- guas de Naciente á Poniente. Pero no olvidemos que en la mayor parte de este tereno, los Indios no pueden vivir, porque en el Chadilcuvu no hay agua potable, porque las lagunas del centro de la Pampa se evaporan en cuanto hay algunas semanas de seca; entre L'rrelauquen y el Colorado los campos son salitrosos, y en toda la Pampa entre el Chadilcuvu y nuestra frontera el jinete que sale de los caminos trillados, está espucsto á mo- rir de sed, teniendo que marchar por campos guadalosos ( arena movedisa) donde el caballo se entierra en la arena hasta el nudillo, los animales se cansan mui luego, y á no estar mui bien montado el Indio queda á pié, Así es que cualquier espediciou que vaya á buscar los — 23 — Indios á sus tolderías esta segura de encontrarlos para ba- tirlos, ó hacerlos huir en una dirección dada. Si la espedicion parte del Sur y marcha hacia Salinas, pa- ra evitarla, los ludios tienen que dispersarse entre nuestra frontera actual y Salinas, ó huir hacia al Tuay. Si la espedi- cion los sigue al Tuay, tienen que huir hacia Poitagua, no puediendo apartarse echándose al Oeste ó al Este. Al Oeste el Chadileuvu les mata sus caballadas con su agua salada y amarga, y ellos van espuestos á morir de sed, no pueden echarse al Este porque los Guadales les destruyen sus caballos, y quedando á pió están tan espuestos á morir de sed como á orillas del Chadileuvu. Tienen precisamente que huir al Norte y Solo al llegar á los medauos de Tilatilu, pueden evitar la persecución dis- persándose á derecha, ó izquierda buscando aguas y pasto en el Rio Quinto ó en el Rio Diamante, operación peligrosísi- ma, pues legarian dispersos y acobardados cerca de la fron- tera de los cristianos. Mas están tan despobladas esas fronteras, que no les seria imposible permanecer allí, sin que los sintiesen, y volver ¿ sus tolderías, de las cuales siempre podrían tener noticias. Pero no les quedaría esta probabilidad de salvarse, si se hiciera la espediciomde Nortea Sur, que es como desearía- mos se iniciase, la guerra ofensiva contraías Indiadas. Para que una primera espedicion sea eficaz, para que el buen éxito anime á los Cristianos, y quite desde luego á los Indios todo pensamiento de resistencia, la pri- mera espedicion debe ser numerosa y sobre todo llevar— 24 — consigo, cuanto pueda necesitar para una campaña larga en la cual solo debe contar encontrar agua y leña. 1000 infantes. 1000 lanceros. 200 tiradores. 100 artilleros con G piezas lijeras. 200 hombres para el servicio de la tropa. 2500 hombres seria el personal suficiente. Mas seria indispensable equipar estos hombres mejor que lo que sue- len salir nuestras tropas á campaña, dándoles de 2500 á 3000 muías, y 2000 caballlos. 2500 hombrls bien equipados y bien montados podrían considerar una espedicion al N'aguel Mapú como un paseo militar. Cualquier hombre que haya -vivido entre los Indios, sa- be que por mucho empeño que hiciesen los mas inteligen- tes de entre ellos, no conseguirían reunir los hombres de pelea de las diferentes tribus, para oponerse a una invasión de su territorio, y si bien hay que temer el arrojo del Indio cuando viene á invadir, no hay que esperar sériu resistencia en el caso contrario. * Esta fuerza podría dirijirse desde cualquier punto de la frontera del Norte al paso de Lechuzo. Desde allí podría adelantarse hasta la ensenada de las Pulgas, y solo desde este punto principiaría á luchar con su mayor enemigo, que es el desierto. Por esta marcha larga sin duda, pero durante la cual nin- gún enemigo la incomodaría, durante la cual estaría en constante comunicación con las poblaciones Cristianas, que le suministrarían los recursos necesarios, se pondría á 70 leguas de la Jarilla. De la encenada de las Pulgas á la Jarilla debería hacer una rápida marcha hacia al Sur, pues si es posible espe- rar engañar á los Indios sobre la dirección que lleva una columna desde su salida de Buenos Aires hasta la ense- nada de las Pulgas, en cuanto saliese de ese punto, los Indios sabrían que la columna se dirigía precisamente á la Jarilla. Si la marcha no se hacía con rapidez, (es decir llegar el sexto día ála Jarilla), por un movimiento atrevido, los Indios de esas tolderías, marchando hacia el punto de donde los Cristianos vienen a atacarlos, podrían escapar á la per- secución, corriéndose á los campos donde se pierde el Rio Quinto. Una vez en la Jarilla, la espedicion estaría segura de arrear cuanta indiada exista dirigiéndose por Poitagua al Tuay en donde las tropas deberían permanecer dos ó tres semanas, persiguiendo las partidas de ludios cuyos rastros se hubiesen coi'tado en el camino del Tuay. De este último punto la espedicion se dirijiria á Salinas Grandes, en donde podría reponer sus caballadas. El primer resultado de esta espediciou, dado caso que no pudiese sorprenderse ninguna toldería, seria ahuyen- tar los Indios mas importantes que viven en estos puntos, y cuyos caballos son|tau indispensables para las invasiones como las lanzas de los mocetones.Invadidos por el Norte los Indios de la Jarilla, Poitagua y el Tuay, no tendrían mas retirada que Salinas donde serian atacados por nuestras tropas, que los hallarian tan desmoralizados, como lo están ahora los gauchos delasfron- leras. Si querían evitar Salinas, tendrían que retirarse hacia las faldas del Payen y Aucaraavida en donde muy pronto perderían sus caballadas, pereciendo gran número de ellos aun sin ser perseguidos. Después de haber descansado en Salinas ó en cualesquier otro punto donde se encontrasen buenos campos, la co- lumna espedicionaria debeia volver al Tuay y Poitagua, y de allí cortando el campo, regresar por la laguna del Recado, que á la ida dejaría á la derecha, á cualesquier punto de la frontera del Norte. Llevando este derrotero, una columna de 2500 hombres, daria probablemente los mismos resultados que dió la cs- pedicion del General Aldao en 1832. La Jarilla, Poitagua y el Tuay, tendrían la misma suerte que Ranquilcó, Utucapel y Pichicopel. Los Indios abando- narían Salinas y las sierras, como abandonaron en otra épo- ca Malargue y Ñancanelo. Si tan buenos resultados no podrían obtenerse, es mas que probable que los Indios quedarían desmoralizados é incapaces por mucho tiempo de intentar invasiones. Es indudable que los indios mas ricos abandonarían campos donde pueden ser sorprendios, para ir á buscar mas lejos lugares donde se crevesen tan á cubierto de uu golpe de — 27 — los Cristianos, como ahora se creen estarlo en el Naguel Mápu. Una espedicion llevando este derrotero, rompería el miedo que impone el desierto. En las actuales circunstan- cias seria muy difícil hacer emprender esta marcha ¿ un pequeño cuerpo de ejército, después de una primera in- vasión, 500 hombres recorrerían el NoguelMápu sin temor. Para hacer una primera correría, se necesitaría G meses, para las siguientes, tres meses bastarían ; y para que los ganados de los hacendados de Buenos Aires, estuvie- sen á cubierto de toda intentona, para que el Estado pu- diese vender á muy altos precios los inmensos terrenos que posee la provincia, bastaría que durante tres años, el Estado dedicase 2500 hombres al servicio de la frontera, que hiciesen constantemente la guerra ofensiva hasta ha- ber limpiado de Indios todo el Norte del Rio Negro. 3Ias tarde, 1000 hombres, que fraccionándose en í cuerpos, recorriesen constantemente el desierto; lo podrían hacer tan peligroso para los Indios, que ninguno se atrevería á pasar al Norte del Negro, como ahora no se atreve ningún Cristiano á transitar por el camino de las Tunas, por donde antes se transitaba sin recelo. Al Sur del Rio Negro losTndios quedarían tan lejos que no les haria cuenta venir á robar; tan aislados que no podrían, ni mandar bombe- ros á reconoer los campos como pueden hacerlo mientras viven donde hoy se encuentran.— 28 — ESTUDIOS QUE DEBO PRACTICARSE. Las ideas que hemos emitido pueden parecer exactas á muchos; pero quieu garantiza que los hechos sobre los que las fundamos sean ciertos? Quién garantiza que las aguas del Chadileuvu son tan sa- ladas que no puedan servir para caballadas que saben beber aguas muy salobres? Cómo sabemos si es positivo que las Pampas del Oeste son tan guadalosas que solo pueden transitarse por los caminos trillados? Quién garantiza que al Oeste del Chadileuvu no hay in- diadas, que los Kanqueles hayan abandonado las faldas del >'evado y del Payen? Quién puede asegurar que en la Jarilla, Poitagua y Tuay se encuentran las únicas aguadas permanentes de la Pampa del Oeste. Cómo confiar 2,500 hombres, con tantos pertrechos de guerra, al desierto sin saber á punto fijo donde están las aguadas, sin resolver de antemauo la importantísima cues- tión de la mantención de esta tropa? Sin conocer los ob s- táculos que pueden encontrarse? Sin saberla fuerza de las indiadas? Sus alianzas ó sus guerras? Quién garantiza que "2,500 hombres, con 4 ó GOOOanimales pueden atravesar del Tuay á Salinas? A estas observaciones justísimas sin duda contestamos. — 29 — Inmensas sumas se han gastado en la defensa de la fron- tera sin resultado alguno— La guerra defensiva nonos pondrá nunca á cubierto de las invasiones, y requiere desembolsos que no están en pro- porción, con la propiedad que se quiere guardar. Los indios, que en otro tiempo, tenían una importancia puramente mercantil, tienen hoy importancia política, pues cualquier enemigo del Gobierno de Buenos Aires, encontrará en ellos un poderoso aliado para hacerle la guerra. Presentamos una manera diferente, mas económica y mas eficaz, si estuviese basada en datos fidedignos; es del de- ber del Gobierno examinarla. Para ello puede hacer estudiar el terreno, mandar per- sonas en cuya veracidad confie, para aclarar los puntos que le parezcan dudosos, levantando un sumario que le per- mita formar conciencia de lo que debe hacer. Las personas encargadas de este exámen, podrían sim- plificar lo que proponemos; indicar un mejor derrotero, (*) y dar al Gobierno informes exactos sobre el número de tropas que deberían marchar, su equipo, detalles sobre el modo de suministrar los víveres y fijar la estación en que debe emprenderse la marcha, fijar el tiempo necesario para llevar á cabo la espedicion, indicando dia por día las marchas que deben hacerse. De este modo el Gobierno, formaría su conciencia, sa- (*) El que esto escribe conoce otro derrotero; pero aunque los Indios no Icen, y aunque está muy ilislautc de alucinarse con la esperanza de que tu pensamientos se aprovo; harán, no cree del caso publicarlo.— 30 — bria si las ventajas probables, compensan los desembolsos, que tendrá que hacer, y si estos desembolsos están en re- lación con la importancia de esta cuestión. Imprenta deJ. A. Bernheim. calle del Perú, H7.