— 20 — cunstanclas, en primer lugar, á los actuales habitantes de Patagones y Bahía Blanca, y «n segundo á los pobladores ca- sados nacionales ó estrangeros. Art. 5. • —Comuniqúese al Poder Egecutivo. Lo que el infrascripto tiene el honor de transcribir á V. E. para los efectos consiguientes. IHoe guarde á V. E. muchos alíos. FEUPK Lni UJ.nl. Alejandro M. Hcredia. Secretario. Noviembre 3 de 1855. Cúmplase, acúsese recibo, comuniqúese, publiqucse é in- sértese *n el Registro Oficial. - Rúbrica de S. E. RORU. LA f HUIRFAMDEPAGO LARGO. NOVELA 'tanateo JiJ'o/ieTO C¿7 tiembre 22 de 1856. >MfíOTñOlttSa GmmmmmmmmmmmaBmmm introducción. La obra que boy ofrezco al pñblico espero *que merecerá alguna indulgencia—Es mi primer ensa- Íro, tengo aun muy pocos años y nunca •he cursado as aulas. Cuento solo oon la justicia y verdad de mis opiniones. La novela que es en nuestros tiempos el libro mas leido de la juventud y nray particularmente de nuestro bello sexo, no debe ser frivola nisuperficial. La historia del género humano es preciso que se ligue íntimamente con ella. Si no es así, los padres harán un bien á la ciencia y al porvenir de sus hijos Ítrohibiéndoles estas lecturas. Que el joven desde a edad de doce años aborrezca los tiranos, adore la libertad, practique la virtud y .combata los abusos de la Iglesia. Que la muger no sea ya ignorante ni indolente "Que en el siglo XIX, siglo de la ci- vilización y de las luces, no den al fruto de sus en- trañas puramente el alimento material, sino tam- bién el intelectual. Este es mi objeto; por él ar- rostraré todas las burlas que tal vez reciban mis pri- meros trabajos; por él desprecio la rabia de los ti- ranos^LA HUERFANA DE PAGO-LARGO. 3B1 13 de____partí del puerto de Cor- rientes desprendiéndome con dolor de los brazos de mis amigos. Un viento fresco hinchó los velos de la nave, y ligero me ocultó los caros objetos de mi amor____ Cuando ya las mas altas torres de la ciudad hubieron desaparecido á mi vistavvol- ví los ojos suspirando hácia el pintoresco pa- norama que me presentaba la mano del su- premo artífice. El Chaco aparecía con toda la magestad de su belleza. Los árboles agitados por el sur de muchos siglos, inclinaban hoy sus ca- bezas rejuvenecidas con las galas de la pri- mavera. Una naturaleza viva, bulliciosa, en-— 8 — cantadora, reinaba en él. Aves de mil varia- dos plumajes cantaban alegres sus dulces conquistas, la ternura de sus amores y la muelle existencia que les fué dada desde el primer gorgeo en su cuna de flores. Piaban unos, brincaban y volaban otrosí, preludiaban éstos y bañábanse aquellos en las mansas on- das. El sol reanimaba esta escena preciosa de los bosques, y con luz de fuego doraba las aguas del magnifico Paraná. Eran las dos de la tarde y surcábamos gozosos un mar de oro. El país de los correntinos so veía tambi- én cual otro Paraíso; pero aquí los montes de cedros y de pinos se trocaban en deliciosos jardines; los naranjos y limoneros descolla- ban entre gran variedad de plastas con toda su agradable lozanía; los unos revestidos de nevados y aromáticos panales, enriquecidos los otros con millones de manzanas celestiales _ 9 — Estático de placer contemplaba estás maravillas del Creador, y horas enteras hu- bieran pasado, dejándome en aquella embria- guez de poesía, si no me hubiesen avisado que era tiempo de comer. Bajé silencioso al comedor y me senté á la mesa—Cuando me levanté de ella, era ya de noche. I Un espectáculo mil veces mas grandio- so que el primero, se presentó á mi vista, así que subí á cubierta. Hemos echado el áncora. Mas allá del palo mayor están los mari- neros formando una rueda. Oyen la relaci- ón de los hechos gloriosos que se sucedieron en la Italia el año 48, contados por un repu- blicano, escucho de léjos sus palabras inpreg- nadas de un santo patriotismo. De cuando en cuando oigo estremecido las maldiciones con que prorumpen contra los miserables tiranuelos de la Europa, y si-— ló- enlo una dulce melancolía cuando resuena en mi corazón el triste canto con que salu- dan á los mártires déla libertad. Solo uno está aparte de los demás; in- clinado sobre la borda y arrojando al aire el humo de su pipa, mira con indolencia las pla- teadas ondas que lamen suavemente los cos- tados del barco. Y mas allá un viejo mari- no, recostado sobre los cables enrollados en figura de caracol, busca en el estrellado cie- lo la sombra de su hijo, arrebatado á sus ca- ricias por las balas del Austríaco. El firmamento se muestra en todo su es- plendor. Cuajado de mundos de diamante, deja ver en medio de un mar de luz clara y apacible, á Ja encantadora sirena de las no- ches. De que torrentes de placeres no me inunda! En esa hora de calma penetré con ,, ella en los tesoros de lo bello y de lo infinito. El nombre de Dios está inscrito en la man- sión de los astros. La Bondad, la Miseri- — 11 — cordiay el Perdón son la corona de las letras divinas que lo espresan. Humilde y lleno de unción me incliné reverente ante la grandeza del Creador. Lar- go rato rebozó mi corazón de amor y de feli- cidad! Volando mi alma por los espacios del empíreo, no sintió el aliento abrazador de los hombres. Regiones de paz, esclamé,cuan des- graciados son aquellos que no os han admira- do!.................................... Eran las dos de la mañana y yo aun per- manecía en mi actitud contemplativa. Todos duermen y el mayor silencio me rodea. El viento renace y rizando suavemente las aguas, hace oir los blandos acentos de los misteriosos habitantes del abismo. El Chaco y la riberaderecha del Paraná proyec- tan su sombria mole sobre el rio que cual un lago de los genios, todo el es luz, brillo y fres- cora.— 12 — A lo lejos se ven hogueras prendidas por los salvajes. De rato en rato- llegan hasta mi sus alaridos ó gritos de danza. Los rugi- dos del tigre pasan de una á la otra costa lle- nando de terror á la natura. Algunas aves despertadas por estos ruidos y atemorizadas por el fuego vuelan despavoridas al rededbr de nuestro buque. Este cuadro viene á ser completado por los carpinchos, que en tropi- llas y silenciosos vaden el río. Ebrio de simpáticas emociones bajé á la cámara y me arrojé en brazos de Morfeo. fii'TtUÉriHr i fi o i «i-/ j.'ü ln ?»}}->•>. xx 1 nmqnio.i »f- SQ^os días hacía que gozábamos de un» brisa favorable. A nuestro paso encontrába- mos infinidad de buques anclados. De cada «no se desprendía un bote que se acercaba á saludarnos. Después de habernos pedido cuenta de nuestras mutuas necesidades y dar- nos respectivas noticias, nos tendíamos la mano y cambiábamos uno que otro regalo. Estas costumbres patriarcales me agra- daban sobré manera; por desgracia, un día se interrumpieron!: Era el 20 de_______ Concluía la «arde y la atmósfera se ha- llaba preñada de negras nubes. Las oías empiezan á moverse con ruido— 14 — gordo y espantoso, y una calma repentina su- cede al ligero viento que soplaba. 151 capitán que no había hecho caso de la tempestad preparada desde la mañana, se apresuraba á acercarse á la costa para amar- rar; pero no tiene tiempo! La borrasca' empieza. — Se ilumina la naturaleza como al res- plandor de un incendio! — .desencadéname los elementos!... - brama el viento, rugen las aguas, retumba el trueno, gime de espanto la tierra! Los árboles tan viejos como el mun- do, son movidos como tiernas yerbecillas y el tranquilo y magestuoso Paraná se agitaba por las furias del Averno! Sus olas son mon- tañas!. ., .Negro¿-indómito y terrible nos lle- va al abismo, cual el ángel de las tinieblas! Y nuestro buque es un cisne perdido en las comarcas de la Agonia. Desmantelado, ro- to el timón, silvando las vergas, vuela por los espacios llevando en su seno el terror, las lá- — 15 — grimas, el arrepentimiento, el último adiós?... Cual clama por su hijo!----cual llora por la esposa!----Madre mía, esclama el uno, os dejo----y en la ancianidad y miseria!___-Mi Rosa,, dice el otro, adiós, adiós- por siem- pre— -..Perdona, oh Señor al qae desco- noció tu gracia! se oye aquí á un hombre que olvidó la virtud.1----Dios mió dice un clamor general, recibidnos en vuestros brazos!___. La embarcación arrebatada en el torren- te de agua que la impelía se elevó horrible- mente pero... .salva por milagro los añosos árboles que arranca y arroja la tempestad!... mas un golpe furioso la hunde____y ay, no vi ya!___................................. Era el amanecer y la voz del chorlito anunciaba el fin de la tormenta cuando yo sa- lía de un profundo desmayo. Revestido se hallaba el cielo de un co-i t6-- lor de púrpura y las estrellas despedían los últimos reflejos de su luz diamantina. La naturaleza se mostraba. .hermosísi- ma,-. .. !¿iY> -.un r bel ral rs rí ira r. . . :<ñ?* Arboles cuyas copas se habian bañado en la lux de machos siglos, levantaban hacia la morada de los ángeles sus frondosos ra- mos empapados aun cotí la lluvia de la noche; tendidos otros por el suelo, complacíanse en bañar sus floridas cabelleras con el oro de las blandas olas. Cantaban con voz melo- diosa la venida del astro diurno, mil clases de desconocidas avecillas. Una m ultitud de animales selváticos salían disparando y con gran ruido, de sus cuevas; los unos «ubfan á los esbeltos . pinos; trepaban los otros por enramadas inaccesibles............-'...... Mas allá, veíase el Paraná apenas ondea- do por el aire de la mañana. Parecía que aplacado su enojoquisiese admirar las galas de la preciosa Aurora. Nuestra goleta se balanceaba muelle- mente sobre un límpido arroyuelo, y besaba con sus jarcias la melena sedosa de unos sauces que coronaban á una joven isleta. Así que abrí los ojos y me bailé ante éste espetáculo tan risueño, sentí una emo- ción tan tierna que jamás podré espresar. . Rodeado estaba de mis compañeros, sus rostros placenteros me decían la dicha de Sus almas. No podían hablar de contento; al fin, abrazándome conmovido uno de ellos, me dijo, que una ola estraordinaria nos había arrojado á la especie de seno que formaba la isla con la costa, dándome el tremendo golpe que me dejó sin sentidos. látenos de reconocimiento al favor de Dios, nos postramos de rodillas, y fija la vista en los campos rosados del Oriente ala- bamos al 'Señor. tú >¡> .1 v 10 '" ií] •■■ ■ '•!}"!ifsfi;j'! •• I mitin 2XX 2$1 mismo diabajamos á tierra, en busca de leña y caza. Tomamos un hacha y dos escopetas, y pasamos por un puente impro- visado de un tablón que venia á bordo. Pronto se apartaron los cazadores de los montaraces, tomando yo, que era de los primeros, la dirección que me pareció mejor. Vagando por los deliciosos sitios de la selva y cargado ya con una buena presa, ller gué á recostarme sobre el agradable tapiz de una pradera. El sueño embargaba dulce- mente mis sentidos y la, imaginación se re- presento por unos instantes, mil id^as poéti- cas; tan pronto me consideraba el rey del desierto y el ruiseñor de las aves, como el animal mas humilde de los que Componían la — 19 — salvaje asamblea; ya era mn amante desgra- ciado cuyos gemidos\ corría á > oculta* J en el tronco de una encina, ya el sublime anacore- ta, parado sobre una roca, sin mas horizonte que la inmensidad délos espacios, contem- plando admirado la grandeza del Crefldor — ___:.' ' — V-.onr.iiío? Muchas mas flores libara mi pobre abe- ja, si un leve ruido] ^producido á mis espaldas no me hubiese hecho volver la cabeza. . ¡ Cuál no seria mi sórpresoa y admira- ción, encontrándome frente á una joven, bellí- sima que me miraba con todo el ardor de sus negros ojos! -wt-s »na j , Una túnica, de algodón apenas le resgu- ardaba los tesoros mas codiciados qbé apiló natura;—una blonda cabellera, mas suave y reluciente que el ébaao, besaba i atrevida las formas/ .mas seductoras' que. injéaiiaron los amores. Tenia cl.^tjsjde;^ii».yita>sas; la boca mas voluptuosa que uu.bmv y era lo— 80 — mas encantador su actitud noble y sencilla. • De pronto su mirada penetrante se trocó en dulce y melancólica, y sin dar tiempo para que me levantase, me preguntó can tierno acento» —Viagero, que bateas por estos parajes solitarios? —La paz y el silencio, Señora. '' " —Como, no se goza de tranquilidad en- tre los hombres? f? i í V; —Es grande felicidad saber llorar sus crímenes. —Pero Dios mío, que todos ello» son tan perversos! ' (o k&ráfrn —El vicio, oh hija de los bosques, do- mina á la mayor parte. B ' Después de > u» breve intervalo de tiem- po, durante el cual yo pensaba tristemente en la verdad de mis palabras y en la jó ven que me Jas hacia pronunciar, la voz de mí ad- mirable Lnterlocatora volvió á interrumpirme, — 21 — vibrando esta vez lúgubremente en mis oidos.. ;■..•> • infria-) $jH¿)bai¡ti'j Dime, hermano, murió Rosas? No, con- testé mirando á la joven, que levantó los ojos al cielo como reconviniéndole su pureza. Comprendí su corazón y añadí presuroso: pero Dios quiso que arrastrára antes-por la tierra, la pesada cadena de los remordimien- tos. ••»• .«> í iijWJIi'I^IMMBÍ " ¡Bendita sea tu bondad, oh Redentor mió! esclamó la misteriosa mujer cayendo de hinojos al suelo. Perdona, hermano mi pregunta, prosi- guió; tú fuiste una de sus inmortales vícti- mas/ —No, mi hermana, respondí usando también de tan tierna palabra; por desgracia, era muy niño, cuando el bárbaro con sus cien puñales degollaba á la patria. Sin embargo, fui uno de los muchos que sangraron sus uñas de buitre.— 22 — >Mu -^Raaon tenia,' esclamó la joven estre- chándome contra su pecho, en apellidarte oh viajero con el dulce hombre de hetmán o. Si, lo < somos, &n > religión, oponion y dolor! QuiereB ahora saber quien soy, cuales son mis aventuras] Ay, mi bella hermana, dije virtiendo lágrimas de contento, desearía escucharlas cuanto antes. —Apesar de los amargos recuerdos que yan & despertarse en > mi alma, voi 4 referirte hermano mió, mis desgracias. La historia de una salvaje saldrá sin esplendor de sus lábios, pero estoy segura, que por lo que es en sí, ella sabrá agradarte. *bjf!?*u ' i¡ .'«{*'»*i (Ufiunriful na. ;u/l— .ohnTB*'»» nriúatnn iwriyit iw;J \»i> :« jhI'm¡ -li* 'ib nbnm\-nnK'.f9Í-Kfí(i¿>.-..---ifí\-i 2.a S?utrfana »e $afloc&atflo. Capítulo X. 2fea joven habló así: —Me llamo Trinidad Larra. Mis padres fueron D. Lisandro Larra y Doña Julia Cortés. Porteño el uno y tucu- mana la otra. Su vida se hace interesante desde un viaje que hizo aquel al interior de las Provincias. D. Jorge Urbal que acompañaba á mi padre en ese paseo, y á quien le ligaban los la- zos de la amistad mas estrecha, llegó por des- gracia á ser su rival en Tucuman. Ambos amaron á mi madre. Urbal, bello, simpático, amable y seduc- tor ocultaba un corazón falso y un alma baja. Nunca revistió el demonio del disimulo y del— 24 — vicio formas mas engañosas. Sus ojos de un azul profundo, dejaban leer un mundo de vir- tudes ntíbfésy déjennosos sentimientos. Este hombre perverso arrojó un dia la máscara de la hipocresía^ mostró con sarcas- mo la pasión infernal que encendía su pecho. Una vez que mi buen padre compadeci- do de su antiguo amigo había jurado sacrifi- car la vida & la4felioldad de Urbal, se dirijió con élfcorazott traspasado de dolor á casa del ángel de hermosura que iba á olvidar, según él me decía después, en el silencio de un sue- ño eterno. • Sorprendido sé hallaba en aquella cu- ando, después de un rato de espera, nadie había salido á recibirle. Impulsado por un efecto de curiosidad, entró á la sala y antesala, pero no encontró á persona vivien- te J'*'Estába por salir, cuando oye Heno de zozobra unos gritos* sofocados en una pieza inmediata. Por un instinto involuntario vue- — 25 — la hácia ella y voltea de un empujón la puer- taw'j&M nfíim kchííújhj ms<í», »Mw*ex»**>«neftfaw ¡Oh, cuan grande no seria su indignación descubriendo al vil y traidor amigo por quien él despreciaba la dicha, jadeando por come- ter el crimen mas despreciable de todos los crímenes. Mi madre desmayada en brazos de Urbal no tenia ya fuerzas para defenderse de sus bestiales caricias, de tal modo que,'. oh protector de la inocencia! aquel hombre es- tuvo á pudto de arrebatarle la joya mas pre- ciosa de la muger. Mi padre enfurecido tomó al infame del pescuezo y no dignándose arrancarle tan abominable existencia, lo arrojó por un bal- cón al medio del patio. • » Es inútil contarte, hermano mió, la esce- na que se siguió. Basta decirte que Urbal había hecho salir á mis abuelos y á los- cria- dos por inconcebibles embastes. Luego que volvieron á casa y supieron por boca de- suhija, la desgracia á que habinn estado espu- estos, no encontraban palabras como espre- sar á mi padre su agradecimiento. Este y mi madre llegaron á ser demasiado felices, el dia que ia iglesia bendijo sus amores. A los ocho meses de casados pasaron á Buenos—Aires, y-al poco tiempo nací yo en aquella ciudad. Allí les dijeron que Ur- bal estaba en Entre—Rios, su país, y que había seguido la carrera militar. Olvidán- dole para siempre no tuvieron otro pensa- miento que el mió, otra dicha que satisfacer mis mas mínimos deseos. También mis pri- meras sonrisas se dirijieron á ellos, y en ellas les espresaba el intenso amor que les tenia mi corazón. A la edad de siete años mi madre se dedicó particularmente á instruirme y educarme el alma. Yo causándole el mayor gusto, hacia progresos por ambas partes. No se habían concluido aun seis meses cuando leía y escri- — 27 — bia regularmeute, y bondad del Señor! du- rante tan corto tiempo aproveché cual ningu- na las sabias lecciones de moral que me da- ban. El cielo se compadeció de mi ignoran- cia y debilidad, viendo en sus altos destinos que pronto caminaría sin mas báculo que el' dolor por el dorado palacio délas miseri- afcu*.* J.'íÍí. uwryfi I fcjüq* . ..i Ia ••¡•.>xií;ri¡r/lú Si, hermano, prosiguió la joven enjugán- dose con el manto dos perlas preciosas que ornaron sus rasgados ojos, una terrible persecución fué el premio de las virtudes de mis queridos padres. Rosas odiaba al autor de mis días. Él carnicero juró beber su sangre en la misma copa teñida yá con las de muchos gloriosos Arjentinos. Y el cielo para hacer mas formidable el pesó de su justicia, permi- tió que el tirano saciase su sed infernal. La hora fatal se adelanta á grandes pa- sos! IUOUJi< '••'!' '■' '5 ~ Sfc mm 3&ra «na noche tenebrosa, i A favor de su denso velo pudimos burlar lavijilancia de los espías del Nerón del Plata y embarcarnos en una chalupa que nos agu- ardaba en la rivera.. El viejo marino que la conducía era el patrón de un patacho que partía, para Corri- entes. Los favores que.debía á mi padre lo decidieron en ¡ el momento á li bramos de las garras del monstruo, y al mes nos, dejó feli- ces en aquellas playas hospitalarias. Gobernaba entonce las .provincia Ve- ron de Astrada, ciudadano virtuoso y enemi- go desgraciado de los caudillos. Animado de estos nobles sentimientos, se aprestaba en aquel tiempoá combatir con — 99 — el execrable Calígula. Sin medios algunos esperó que á la mágica palabra de los hom- bres, se ofrecerían mil pechos para romper las langas de la torpe tiranía. £1 buen pa- triota no se engañaba. Corrientes toda, se levantó en masa pa- ra defender la «ansa- sublimé de los pueblos, A tan espontaneo Movimiento lució la aurora de su nombre inmortal; y en los campos en- sangrentados de Pago- Largo se juró vengan- za á los verdugos dé la humanidad. Los heroicos marcharon á la pelea! Mi padre quiso participar de sus laureles de victoria ó de martirio, y acompañado de nosotras, alcanzó al ejército y entró en sus filas. Este, sabrás mi amigo, se componía de bisónos, y «1 Jeneral días antes de la mal- hadada sorpresa de Pago-Largo, se lé prodigó un veneno quéle robaba lentamente í« razón. Asi es que, envalentonados los enemigos con los pocos obstáculos que tenian que vencer— 30 — para asesinar las i falanjds de La libertad, se acercaban hambriento»á encaiitrarnps. Acampado nuestro ejército en ana féftil llanura observaba con temor la especie dé somnolencia en que habla caído Vero» de Astrada, pero soldados inespertos, no se imaginaban la gran ruina á que «Ha nos eSpo- nia,. i Ay, cuan pronto y terrible apareció* la plaga asoladora de los rendidos! Levantada recien de la cama caminaba á recibir la bendición: paternal, cuando sentí por el lado del campamento un tumulto y estrépito sorprendente. .Entró en ese mis- mo instante papá, me toma en sus brazos, corre do estaba mi madre y nos cubre el ros- tro de besos. [. j,f Salvémonos! j*c¡encia de lo» culpables. . -, ■ La joven prosiguió seatándoser ¡ ;i »•»}>. La pasión funesta cftité hizo* uW din á Ur- bal traidor ála amistad, le hizo 'después 1111 hombre él Wtos^atfominá.íííe,. »* xtl'ñn't \7Í i'' ''Escarnecidas' y máitráfadHsV! nos1 "ll.eVa- ron al campo de los veiitetfb't'ésl drstánte üriás^ diez cuadras de nuestra {fonda de cam- paña. La trérW estaba cúíñdñáñé^HMvere^. Teníamos qüé salfár á^cafla pá^'^or no lic- itarlos. MI madre'péírfecfa que "rba á exhalar el último suspiro, y el raudal de mis lágrima» estába agotad** "] °'.,b '' ^ oh 1 Llegadas al campamento nos acomoíla- — 35 — ron bajo, una tienda algo apartada de los de- mas.prisioneros. ¡ - ■ ., . Seria, preciso horas enteras, hijo del hombre* p»ra; pintarte acpiella noche mata- dora! pero no tengo tiempo ni podría recor- dar tanto < Juirror! Sabed únicamente, que Urbft},.«l antiguo rival d» »ni P^dre t»os te- nia en sii; pftd|er, .y. que atosigad o por un vil apetito y sediento de venganza, me colmó de tormentospa^a.flue suplicase á mi madre ,se entregara en los brazos del asesino de su es- poso; porque él mismo señor, añadió la huér- fana desgraciada, el mismo Urbal envaneci- éndose de su espantoso crimen, dijo haberle arrancado pedazo á pedazo el corazón!...... Mas aun, juró á nüímadre sacarme el cutis, como Echagüe y Uraftea & acababan de hacer con Veron de AstraHa, para enviar un dig- no presente al tigre argentino; sino accedía en el instante á sus deseos. Como defender- se una débil paloma entre las uñas del águi-J — 36 — ía!..... .mi madre entregó el cuerpo a fas impurezas del miserable.—............... A los quince días de embriagado Urbal con la satisfacción de sus pasiones, roló I» que me dio el ser al reino de los justos. Juzga cuan lacerada quedaría mi ánima en el ca- mino solitario de la vida. Unicamente el firmamento tachonado de estrellas1 y la luna recorriendo sus eternas inmensidades* Me ali- viaba el ser endulzando mi Moro ce* un pen- samiento de justicia. Capitulo XXX. ¿ge iban degollando los prisioneros de Pago-Largo; y para hacer mas amargo el acíbar de sus últimos momentos, la sangre de un infeliz salpicaba el rostro del amigo, y el hijo moría descuartizado en presencia del padre, de la madre y del hermano. Solo se salvaron los niños de diez años para aba- jo; yo fui uno de ellos y me dieron de esclava á un soldado. Tres años hacia, oh hermano, que so- portaba este pesado yugo. Jamas podré de- cir las penas porque entonces pasé. Era aquel hombre tan bruto como inmoral. Le enojaba mi virtud, y los medios con que tra- taba de aniquilarla eran los azotes. Tenia dos hijas á quienes habia transmitido sus. — 38 — sentimientos depravados. Ambas me insul- taban y castigaba^jpgr^^wior inadverten- cia. Se levantaba nuestra choza, tan mise- rable como sus moradores, en urta de las al- tas y doradas barrancas def Entreoíos. Asi que pbdiá apartarme dé mi rítmn Awnilia corría á escuchar, ya ías maraVill&saS'músicas de los alados artistas1 saludándoa^rey i • ' Un rayo de luz resplandecía hiego. en mi Frente, y el corazón gozaba de una dulzu- ra inesplicable. Ah, cuantas veces creyéndo- me la más feliz de las muger.es, canté alahan- s: 39 _ xas al Sernbr! ;€üantas tardes después de ha- ber sldb machucados todos" mis miembros por la barbarie dé rttís' bpresorés, rógué al cieló que si debiá gustar dé aquéllas horas de amor y rélíg'ion^ coricluyéBé^ási mis'dias!... BibVftiéáún mas'rttfhdáddsb/ "'' ''!m?s amos* dejáronme un día sola. Asis- tieron áflas fiestas que se' daban en la Paz, aldea dércaha, no recuerdo' con que ntoti- jlU úttWtB'Jltt Otmivil •' «JflOO 89 91111 jjlih oa ftn Considera cual seria mi Contento', vién- dome'mffc por algún'tiempo dé reprertsiones y azotes1? 'Corrfalegre por los prados. No tomababtro alimento que frutos silvéstres. Tan pronto mé dormía sobré ei tierno mus- go' que ééíiiá & una plácida y escondida fuen- té,' conio'imitando'el arrullo dé la toréttz míe quejaba-tristemente de mi infortunada hor- fandad. Entusiasmada otras veces ante las maravillas de los bosques prorrumpía en himnos al Eterno y esclamaba' asi en medio— 40 — de mi reconocimiento: "¿Cuan hermoso será el apartado imperio de mis amados padres! Es allí donde se baila el oryen de todas las luces, el manantial de todas las virtudes, la belleza mas magnifica de todas las bellezas! Es allí donde el aire es aroma y seráfica mú- sica los sonidos! Es allá en fin, d& todo es canto, todo poesía, todo felicidad! ¿Y, quién es aquel que conociendo esta armónica divi- na no dirá que es corto y liviano el camino de la vida/ Aun si el fuese de tinieblas, yo ala- baria á mi Dios, pues que mas espléndido se- ria entonces el banquete de los espíritus." Yiagero amigo prosiguió la santa poe- tiza apoyando su tersa mano sobre mis hom- bros, la verdad cayó de tus labios cuando di- jiste que era la mas dichosa la vida del er- mitaño. Sin la nube impura con que venda la sociedad los ojos del hombre, él particu- larmente puede saber el precio de las cosas que nos rodean, y descorrer un tanto el velo — 41 — qne oculta la frontera de la inmortalidad, él únicamente habla siempre con Dios, porque siempre su alma está exenta de mancha!.... Sentada me hallaba una tarde en la rivera. El rio parecía un espejo. El sol se ocultaba, y los altos cedros be- saban por vez postrera sus lanzas de oro. Una brisa apenas perceptible arrojaba v de cuando en cuando leves ondas de celestial perfume. Cinco días que no veia á mis opresores, y pensaba con desasosiego que no tardarían en volver. Mis ojos se nublaron, rebosó mi pecho de amargura..habían pasado mo- mentos tales......! Largo rato quedé con la cabeza apoya- da entre las manos......Unos golpes lejanos producidos en las aguas me hicieron levantar la vista. Acababan de resonar en mi corazón como una ansiada voz de amparo! Pocos instantes después vi salir por de— 42 — tras de unos'peñascos, una canon manejad* por un apuesto mancebo. Ambós me'cteU- saron admiración. Este de' «olor afórcho,' Ic poblaba la cabeza una íneléna silfiVe y negra como la seda; tertia ojos del mismo co- lor^ con un tintede melancolía 'y llenos de dulz-ura; pestañas larguísimas, láhios de co- ral y una nariz tan belfa como la del divino varón que mi madre suspendía á la cabecera de su lecho. Era mas altoque tú, oh^viajé- ro¿ y -vestía nii> trajei de e.Uero dé'tigi'e1.5 • La canoa también era Wioy singular. Construida de-cañas reatadas con látigOs de mimbre, Se balanceaba lrjera y hendía**! IÍ- quidocon la rapidezdel aire.- - ' ';iIJ* >" •<• .♦'•Yóquey sorprendida contemplaba á su conductor, no me fijé que cual una flecha líé- góá clavarse á mis pies. Cuando á 'pesar del primer ímpetu, quise disparar, él desconoci- do poniendo Ja planta et»' tierra 1 y deteriíén- dome con «1 brazo; me d ijoi ''': 1 ' ■'* * * * — 43 — -<>> i Porqué huís, oh reina de las soledades! Acercaos á mi flor i ib mas gallarda de ¡ la» selvas; venid con vuestra fragancia á salr v.ar'ámi:madre!___ . .Os he visto desde la opuesta costa y he corrido á pediros auxilio . ui'.bi.Me habré engañado?*.. . dukjAwío sois una leona que quisieras fuese huérfa- no?1'''!", feÚTVobndíM*»»!» *\>. jjBe sido desgraciada ¡.'i-... nwjjr- desgraciada!.1. w-.-i-yi sin; embargo ja- mas acusé aheipto de injustoib. hiUbiu -cÉM lloraba, taje mk), era por la perversidad del género humano.iJ/l Jfú.aéiifeueno Augusto, practica la virtud, aunque vivas solo ¡nunca debes olvidarla. . .. JLa muerte será enton- ces el fin de las desdichas y el principio de la gloria1.... L i Voy. á legarte el , sdóreto de. mi vida y dó¡ tÚ !«xistencia*4Ui(. íú\.estas- páginas te revelarán todo; añadió sacando un ílfbrito de memorias: de bajo la almohada. bfl • ■i;; NO mttldigas al hombre que causó, un i ruina. . j ... bastante punzantes deben ser los — 47 — remordimientos que.. -roen c**ncjencia> [j En seguida me habló, y asi que le hube dicho quien yo era, so-compadeció de mi su- erte; rae dio por esposa á su hijo, beudicien - do nuestra unión,-y añadió]., que agradarían á Dios nuestros amores, si sepultados cuesta alegre soledad conserváramos, puros nuestros deseos y dignos nuestros pensamientos. Entonces arrodillados junto á mi nueva y buena madre, la ayudamos á orar por el bfci4* alnwk | .ortnix >b h!» Una bora después .vi perderse aquellas gracias marchitas. y;brota- ron los jazmines de la tierra que regó su llanto. Abrazado.de aquellos restos queri- dos se olvidaba de la amiga que ténia á su ladp y no escuchába la voz de-larraeo». De balde le recordaba las palabras de su madre al morir; sus facultades estaban embargadas,— 48 — el corasson era un mar de amargura........ Treí dias se pasaron así. Durante ellos el cuerpo de aquella muger tan llorada vol- vió á unirse con la tierra de que fué formado, Augusto quiso acompañarlo con Su último ósculo á la urna funeraria que le habíamos preparado; pero ture fuerzas para apartarle del intento criminal á que lo esponia Su amor sublime!....................Li......... Treinta dias iluminó el sol nuestros pa- sos á través del desierto, prosiguió Trinidad> Nos apartábamos de los lugares que vie- ron las primeras sonrisas de mi esposo; Quejambroso como el canto de la ca* landria, fué el adiós de Augusto á los sitios en qüe Se crió; Mas melodiosas que las arpas Celestiales resonando etl medio dél silencio de las som- bras, fué su oración al pié de la cruz que de- fiende del olvido é indiferencia las cenizas preciosas de nuestra cara madre-» — 49 — Al cabo de aquel tiempo llegamos á es- ta selva, la qüe escojimos para el Edern de nuestras caricias. Estas comenzaron, y la voz de «ni ama- do recobró la dulzura de las auras matinales. Ay, cuantas veces me dijo: Trinidad, son tus palabras para mi corazón, lo que el roció de las estrellas para la rosa marchita por el ca- lor de la gran lumbrera. Tus ojos despiden una luz mil veces mas suave que la de la an- torcha de las meditaciones surcando en una noche bonancible los mares encantados del pais de los astros. Tus labios de granada son mi querer, porque veo en ellos los intér- pretes de tu amor......oh, y tus cabellos mas sedosos que el capullo del algodón!...... y tu seno mas perfumado que la corola del azahar!......y los globos que de él se des- prenden mas blancos que el ampo de la nieve y mas dulces que el panal de la abeja.....> y toda tú, mas bella que el mundo y tan tier*— SO mm na como mi madre!......Cuanto te amo! que felie soy en hacerlo!......Padre celes- tial, yo te adoro! Me quitasteis una madre para colocarla en el reino de las santas, y lleno de misericordia me disteis un ángel pa- ra compañera y guia en mi sombría borfau- dad! . - - " ' y'Augusto balaba y yo me perdm en arrobamientos de felicidad! *«M* ^ olvidable»,euan pronto pasastevs! i Capitulo V. Iffn dia que Augusto recordaba enter- necido mi lúgubre pasado, me dijo. Hasta ahora Trinidad, no hemos tenido valor para leer la historia de la vida de mi madre, quieres leérmela? con cuanto gusto te escucharía! Ah,mi Augusto, contesté, hace ocho años que no veo un libro; me parece que leeré su- mamente mal. ¿Porqué no lo haces tú? Todo lo haré por complacerte esposa mía. Mi santa madre gracias á su prodigio- so injenio, me enseñó á leer. > Y corrió á la gruta para traer las pági- nas de que antes os hablé. Augusto después de haberlas besado una y mil veces, leyó lo siguiente./ — 52 — —Mis Memorias— "Voy á escribirlas en cuatro letras partí dejarlas á mi muerte, al hijo querido de mis entrañas. "No se las refiero ahora, porque no quie- ro verle afligido, y mUcho menos que maldiga en mi presencia al qué le dió el ser. "Aunque Dios no manda que sé honre á los padres, cuando son ellos los autores de nuestra desgracia, creo que debemos perdo- narlos. Misericordia, pues, mi Agusto, para los que la necesitan ¡Que cuando tu padre se presente ante el tribunal universal, llevé ese perdón mas de sus culpas. "Nací en 1810 en la ciudad de Montevi- deo, y hasta la edad de veinte años fui muy feliz. Hija única, era la idolatría de mis pa- dres, á quienes yo correspondía con el mas acendrado cariño. Heredera de una gran fortuna y dueña de hermosas dotes natura- lew, se presentaron varios jóvenes preten- — 53 — diendo mi mano. Mas mis padres me encontra- ban sin edad suficiente para tomar estado, y yo repulsé á todos porqué mi corazón era ya esclavo. "Habían llegado de Buenos-Aires, reco- mendados á Papá, D. Domingo de Escosuras y su hijo D. Eduardo. Apenas contaba es- te veinte cinco años; y su carrera literaria y militar estaba cubierta de flores. Tenia el honor de haber combatido al lado del inmor- tal San Martin,cuya buena voluntad le gran- jearon sus talentos y valor. Reunía á este una gallarda presencia y una honradez sin tachar. "Los dos nos admirábamos respectivamen- te, y otros lazos que los de la amistad anejá- bamos nos uniesen; pero la muerte prematu- ra de D. Domingo, cubrió de luto y llanto á las do a fam'l jas. Eduardo tuyo que pasar á Buenos Aires, y desde allí me dulcificaba el. alma con sus cartas de amor inestinguibje. A los seis meses de separación recibí a siguiente;—— 54 — "Elvira mía: "Os escribo esta desde una negra inaz- "morra en queme han enterrado___.Nollo- aréis mi tierna paloma, estoy inocente!.....es- "pero triunfar délas maquinaciones de mis v- "nemigos. Soy soldado de la Libertad, no de "caudillos miserables! Sed feliz amada Elvi- "ra, estad contenta; pronto me hallaré á vues- "trOs piés para siempre idolatraros — Edu- ardo"; \ "Una gráve enfermedad me costó esta lectura inesperada. En el delirio de la fiebre consideraba á Eduardo presa de los mas hor- ribles padecimientos; le veia tendido sobre un montón de paja, consumido de sed, e hambre y frió; escuchaba sus quebrantados quejidos y oia espirantes mil palabras de dul- ce fuego, en sus trémulos labios. Tan pron- to me parecía verle caminando hácia el patí- bulo, como presenciaba la terrible ejecución ----rodaba por el suelo su cabeza ensangren- — 55 — tada en medio de'las aclamaciones salvajes de un populacho furioso y eraél. i - (i <- .ya en- fin, me encontraba sobre la fria losa del se- pulcro de mi amado, y en noche sombría y helada exhalaba por él mi último suspiro? "Sin embargo, üftlvé? A los ocho dias con los consuelos de mis padres y la voz de l&*azon, pude levan- tarme de la cama. "Leí de nuevo la carta, y tuve la esperan za de abrazar á mi Eduardo. El era inocen- te, no teroia á sus enemigos, como pues, no salvarse/____pero el tiempo pasaba; un mes que no tenia ninguna noticia suya!...... El temor, las dudas, la desesperación, penas á millares, comenzaron entonces á desgarrar, mi coraeon! "Un día me hallaba sentada en un banco del jai-din; leia y besaba por la milésima vez aquella carta; apretaba contra el pecho el pe- queño crucifijo, ante el cual has rezado des-_ 56 — pues tanto, mi Augusto; y el librito en que boy escribo estas memorias. "Un leve cefirillo me hacia respirar dulce- mente la fragancia de las flores. "La lana aparecía con luz pábda en un cielo claro y sin estrellas. "Llena mi alma de amargura levanté los ojos del suelo y esclamé soltando el llanto: Eduardo, amigo mió,donde estáis?. -—.je- mis «un en cruel prisión?.. n.. job mi ama- do, ya na puedo vivir sin vos! "En esto veo descolgarse un hombre por la tápia del jardin; quise echar á correr; pero una fuerza irresistible nae detuvo.. Será él?. . .quién es! rae pregunté á mi mienta,El hom- bre ae acercó: yo no lo conocía, mas alargué el brazo para recibir una carta que traía en lo roano» "•Rompí e\ sello, vi que la firmaba Edu- ardo y leíanciosa. . .f. "Adorada Elvira: venid por lq que ten- — 57 — "gais de mas caro á Buenos Ayres!.—te»- "neis aun tres di as......deseo admiraros "hasta mi último instante!----El trece de "Febrero, á las once de la mañana habré de- "jado de existir"..... No pude proseguir. Exánime caí en brazos del desconocido. "Uno de los que habían solicitado mi mano era Octavio Reinel. "Recien llegado de España gastaba un lujo asiático y se llevaba asi las miradas de las señoritas de aquel tiempo. Triunfaba de todos los amantes, y servia de terror á los padres y maridos. Fué tanta entonces su petulancia, que un din se atrevió á decir en un círculo de señoras, que la mujer era el animal mas miserable, por su corazón escla- vo del dinero, y por su inteligencia teñe- I— 58 — brosa como la misma ignorancia. Yo nina aun, lo abrrocí, nó, desprecié tan bárbara in- solencia. Por desgracia, el león nie Cono- ció y cayó á mis plantas rendido de amor; pero yo deseosa de borrar la mancha con que había cubierto á mi sexo, burlé cuanto quise su loco desvarío. "Reinel se retiró de casa jurandomé ven- ganza; y llegó la horaden que el infame debia satisfacerla!............................ * -. „v; X- - .s\3hk..'. tetfi i pJ --¡ jwi -..... ...................i,.... ....;..^....... "Como iba escribiendo, seguía el manus- crito, dijo Trinidad, no pudo concluir la carta terrible» de Eduardo y caí sin sentidos en brazos del desconocido. "Al otro día al despertar de mi desmayo, cual no seria mi asombro, viéndome acosta- da en el camarote de un bajel, frente á fren- te á un marinero que movía lentamente el ti- món! Vergüenza!......estaba sin vestidos, — 59 — con el cabello despeinado!.----.En medio de mi estupor y sobresalto siento que baja- ban á la cámara, miro y, oh sorpresa doble y dolorosa!..... -el hombre libertino, el abor- recido y desdeñado Reinel estaba conmigo. "Señora, dijo saludándome y deslizando por sus labios una sonrisa de hiena, no podé- is figuraros el placer que siento al veros bue- na.... ¿ .Anoche he tenido que desnudaros sin vuestro permiso......perdón, Señora! ......siquiera por mi buen deseo! pues hu- biese hecho todo por vuestra salud. "Como pintar mi rubor virginal, la de- sesperación de mi corazón herido con estas palabras mortales? '^Caballero, apenas pude balbucear, me diréis porqué estoy aquí! Yo no veo á mis padres!.....y vuestra presencia, i......... "Así que estéis completamente mejora- da, bella señorita, tendré el gusto mas gran- de en contestaros.t y C — 60 — "Ah, Señor, añadí recordando la noche pasada, ya sé cual es el motivo de este viaje: sois sin duda amigo de mi desgraciado Edu- ardo, y me lleváis para que asista á su supli- cio. Gracias, mil veces gracias, podré si quiera morir á su lado! "No os aflijáis, Señora; \ o debo haceros feliz. Estad segura que dentro de doce ho- ras cumjiliré mi promesa. Tomad de este cordial y descansad. . "Bebí distraída el vaso que me presentó, porqué yo no sé que secreto terror encontra- ba en los cumplimientos de Reinel. "Ea bevida me sümerjió en sueño deli- cioso é inesperado. "Mi dispertar fué y aun es indecible: "Cerré los ojos al dulce arrullo de la ino- cencia, y al abrirlos me encontré en brazos de un nombre!......de Reinel! Dejaba de ser virgen..... "Augusto, hijo mió, fuiste enjendrndo m¡- — 61 — seráble y criminalmente ¡Dios quiera qile no heredes los vicios de tu padre? Para preser- varte de ellos y de la cadena ominosa que ha- cen cargar al hombre, te he traído en mi seno hasta el medio de los bosques. Perfumen sus auras tu tierno corazón! Mi esposo, añadió Trinidad, llevó las ma- nos á éste y esclamó: Madre idolatrada, al fin conozco los autores de mis días! _.. .La ino- cencia y el crimen. Preservadme, Dios eter- no, del segundo! Después de un rato de lágrimas y suspi- ros siguió leyendo. "Para qué, ni como escribir, los hechos de infamia y de llanto que se sucedieron? Reinel confesó su perversa traición haciendo alarde de ella. "Yo querida mia, decía, calum- nié á Ednai doy lehice meterá lacárcel. El po- bre diablo te escribió mil veces, mas todas las cartas iban á mi poder. Imité perfetamente su letra y te escribí aquella última que tanta— 62 — felicidad nos ha proporcionado. Es verdad que siempre corrimos algún riesgo para sa- carte desmayada de tu casa; pero, no ha hecho estomas que avivar nuestro amor. Dáme un abraso mi Elvira. "Y el bárbaro estrechaba á su victima como á una estatua!.....: "Veinte días? veinte siglos pasaron así. "Seguíamos nuestro viaje; " Una noche tempestuosa llegamos á es- tas costas. "Favorecido del sueño que pesaba sobre Reinel y la tripulación no me fué difícil li- brarme de sus garras. "Bajé á tierra. "¡Que importa, esclamé al pisar las pri meras escabrosidades; del monte, que impor- ta me devoren las fieras! Antes mil veces la muerte, que un beso del que robó mi honor! Carniceros de la selva, sombras de la noclas yo os saludo! Hé aquí vuestro infernal ban- - 63 - quete! Prefiero ser pasto del hambre antes que de la lujuria! "Y así hablando atravesé montes y ar- royos, hasta que llegué á una llanura esten- sa. Miré desde allí el cielo, encontré la luz y derramé lágrimas de consuelo. "Desde entonces los meses rodaron so- bre mí dejándome cada uno de ellos, un tan- to mas de resignación. Al cabo naciste tú, oh, caro hijo mió! Te di el nombre de mi pa- dre y llamándote y prodigándote el sustento recordaba con melancólica dulzura los pri- meros dias de mi infancia. Oh, decia be- sándote este no es el hijo del hombre que me arrebató la paz, el amor y la esperanza; es un compañero que me ha cedido el cielo! Es el querubín de los cabellos de ébano! "Mis precaucionas para esconderte de las fieras eran infinitas. Sin embargo no hubieran sido bastantes si la mano de Dios no nos hubiese protejido. El tigre, el oso,- 64- el león jamas se acercaron á nuestra indefen- sa cueva. Tú creciste pues, como el precro- so y solitario palmero. A tu sombra olvi- daba mis penas. Nuestras conversaciones fueron siempre una continua alabanzadel Al- tísimo. *« "Solo habéis conocido una madre. Di- choso tú! Cuando muera esplora los bosques circunvecinos. Mi alma buscará contigo la tierna companera del resto de tu vida. Co- nozeo que mi fih está muy próximo; apesar de los nuevos y verdaderos encantos qué he gustado á tu lado, nunca pudo desaparecer de mi corazón el recuerdo de mis padres, de mi Eduardo cuyo fin no sé cual fué, de mis amigas, de Montevideo también, primero y único pueblo que mis ojos vieron! Adiós placeres, adiós por siempre edad inocen- te! "Hijo mió, en el cielo volveremos á go- aan" (5* — 69 —~ "Dios sea con vos, madre desgraciada! esc lamamos con Augusto. En seguida tomando Trinidad el hilo de su discurso hablóde este modo. iCapítulo VI. La luna aparecía de nuevo plateando las hojas del verde follaje que servia de pa- bellón á la gruta en que vivíamos. La calma me rodeaba. El silencio de la noche apenas era in- terrumpido por los dulces murmullos de los genios, y la vibración de unas cuerdas invisi- bles. Recostada en un banco de verdura pedia á m i corazón Iaespresion de los sentimientos que le animaban, y él contestó. "Hace un año oh Trinidad, que vieron tus ojos por primera vez á Augusto. Desde en- tonces, no encontraste un manantial inagota- ble de ambrosia? Ambos amáis á un Dios lle- no de bondades, y cuando le dirigís la oración~ 72 — 80n vuestras palabras como el soplo del silen- cio embalsamado con el aroma de la pureza; vuestra conciencia lo que tina tarde apacible á orillas de un lagoy á la sombra de un ombü. Vu- estros corazones componen uno solo, vuestras almas están en *l cielo: y teneos fija Ja; vista en la virtud esclarecida de vuestros padres. Cada vez que pone la paloma vais á visitar el sepulcro de la madre de Augusto. De allá venís con santos recuendos ¡y animnd«w; de u- na ternura cada dia mas floreciente. Tu es- poso busca .sabrosos fr ut os, ¿& le- preparas el bienestar en la cabana. Dentro de unos ins- tantes sea cercará con el rostro risueño, te trae mía pesca, haces la cena, y en seguida cami- náis al lecho mas delicioso de los mortales:— religión» castidad y amor!"...... Oia sonriendo estas últimas pala bras, cuando un clamor penetrante y dolorido hizo callar la lira armoniosa de mis pensamien- tos. — 73 «• Al punto un sudor frío se apoderó de mi cuerpo, y presté anhelante la oreja esperando escuchar ima voz amiga en éf grito de do- Iot'.). A''.'.'J' 'J"n»(Íld <»/. ... .lílirsf /:!vÍTJWf) Sjlíj Ay, no me engañé!____Trinidad____.. Trinidad! dijo Augusto, ven, que ranero!' " 'Uh rayo caido-á mis pié*, me hubiera aterrorizado rtientts <¡oe esta última frase de |a vida. - • '";..... Estaba inmóvil. -...<.. Sin embargo nüevós gemidos me hicie- ron volar con el alma transida de amargura al lugar donde mi esposo luchaba con la mu- erte. Oh, que triste escena presencié en- tonces!______Augusto tendido en tierra te- nia con su sangre preciosa los tallos de las flores que la esmaltaban! - T - - - -Coíi kw» ojos entreabiertos apenas tuvo aliento para de- cirme: Trinidad, mi blanca paloma, . a.u» un hijo de las fieras ha arrebatado raí existen- cia______me encontró á las márgenes del— 74 — rio......pescaba para tí..... .y dijo...... muera este salvaje!......perdónale Trini- dad. .... .no supo lo que hizo......vive en paz querida mía!......yo bajaré de los cie- los á velar por tu felicidad----..Trinidad.. — .mi anuida esposa......adiós!......tus padres......mi madre......cubiertos de li- na aureola de gloria......me llevan al cie- lo en sus brazos......adiós!......Tri-ni- dad......yo......te______am...... Sin poder resistir á una emoción tan fuerte é inesperada, prosiguió la huérfana llo- rando, caí sin sentido sobre los restos ina- nimados de mí esposo. La infeliz rouger llevó las manos al co- razón como si temiera se le partiese atan do- loroso recuerdo. Y tairfbien lloraba: Pobre joven, decía entre mi, sin padree, sin su cariñoso amante, sin nadie que la con- suele en tan aflictiva viudez. Y anda toda- vía per la larga carrera de la vida! — 75 — Levantando Trinidad la cabeza me di- jo: Gracias, gracias oh hermano mío! De que saludable cordial me es el lloro que cae de tus ojqs!m ..,,,.ut> .,.,. ( . —Trinidad, si los robles que te oyen comprendieran tus padecimientos, los mis- mos robles vertí rían lagrimas! Mas prosigue, tengo ansias, perdona hija de Larra, de lle- gar al iufiemo de tus pesares! —Un sol apagado se mostraba por sobre un mar de nubes nqgro y agitado, siguió ella. Concluía recién mí desmayo, y creyen- do salir de. un sueño, busqué amorosa á Au- ' gusto para saludarle con el primer beso ma- tinal; pero ay, en lugar de mi esposo llegué á tocar con un cuerpo sin movimiento! Y mi tálamo era un lago de sangre!-----. . Oh, que agudo puñal traspasó mi alma! Indecible momento, añadió Trinidad, si en solo conce- biros se horroriza la esposa, porque bárba- ro, formasteis hora en mi existencia!U despavorida irié levantaba1 pat a alejarme aquel sitió de¡ Meitalclóii; cÍda>do kéMf ; ¿o* terror que uria manó m¿ deténia. Tenififantfo di vuelta la cara*y con,gran sorpresa rile "en- contré antean feórWbrfe d'ésCori(itífd'bly alar- _-iíií -oí .ííoin'»u(íc)'ib»>( -cirt (fintibii'muño3 mante. Bañado ' de mgriftias, desencajarás4 las facciones y cuiÁér&WctinYÁ fikUdez cadavé- rica de l°s dolores,' ésc^ámo1' (?áy¿ríd6 ¿fe ro= diítas á m/s píésrperyon/^'er^tíri! °' " Quién soist le pre^d^é qVeHérréomri- Un maldito! j»*'^°íai|M»!^ ?S«^ " EqsaQgreQládÓr' dije títemWfiátidipÓrW idea terrible que me sujírierón estas^álkbras. Desgwiado!: * ilWftimft'ltv> ü,,"JÍr¡ firíjíp mató W-Wty ^He s¿*'yt> soy! también vendí la amistad y fui asesino! perdóni cornpaaScín p^rá un mi^eVjiWe!'" '® " Solo los cielos pueden juzgarte 4c>- — 77 — venturado! • Mas, decidme r «estro nombre/ >"< »Mi nombrel ya está ntácri pU> en el ¡ h bro de Id* condenados! contestó arrastrándose á mis pies. Soy el padre de vuestro esporo, lo enjendré en el crimen y ayer le hice cadáver! Tengo......tengo muchos nombres!.., .%at me llamé Zorrilla y fui desdichado! Reinel, UVbal y ftií crimmá*. ««ib übb ¡mp HiTwúv.) n\ Urbal! esclamé apartándome de aqtíel monstruo, Jorge!......tú el degollador de mí padi*e, el míe mancilló á mi madre! nó, no! :«bfl? tno hay perdón para tí/- ■. .noxalbij ohi -'>■'■ Cielos, boy comienzan tus castigos/..... CMan terríWeg se despeñan los torrentes de tu enojw/ Ta> vez 'ya no haya misericordia pa*a :itf#.'. A'kCMttger, ángel vengador de los manes de vuestros padres, quién sois? ,.»«b ''' La hija de Larra. f* t>nn títtf& '. Señor de los mártires basta!! gritó aquel h omb'ré1 huyen do de m i presencia, ü^- «I**ii2« / AquéHlitt, 'olí hermano mió; añadió la— 78 — compañera de Augusto, fué el mas cruel de im existencia. Sombrío, lluvioso y de un firio penetrante infundiera tristeza á un co- razón menos enlutado que el mío. La lobreguez de la noche vino á aumen- tar aquella soledad espantosa. ÍSetitada á la entrada de mi cabana, de la cabana que dos dias antes me habia oído hablar tan alegre y contenta*, estaba ahora desgreñado el cabello, enjuto» los ojosde tan- to llorar; inerte, muda y helada como mi mis- mo corazón......Y los silvidos del venda- bal por entre la selva, los rugidos ■ de las fíe- ras, los bramidos del mar e^fiiTOtiMtQt • y un muerto á mi lado, eran otras tantas ti- nieblas donde se ajitabami alma envenena- da/ a'iófe ií>>ii»j>.-. nfíH.f >.'■ ■~">v, i 'jb »ontun •» Solo uno que otro suspiro mensajero de mis tormontos, partía desgarrador el aire y á Augusto anunciaba que yo acabaría abrazada de sus despojos/ pero, Dios no quiso que asi — 79 — fuera.'.................................. A los cuatro dias llevaba á cuestas al sepulcro de ini madre las cenizas de su hi- jo- Allí levanté una nueva cruz!......y yo tuve aun que gemir!...........«......... Despedazado de dolor abracé á Trini- dad. La pobre joven ocultó en mi seno sus sollozos, y al cabode unos instantes continuó de esta manera. Volvía raí hogar. De aquí iba á visi- tar á aquella triste mansión cada cierto tiem- po. Una vez encontré'en ella un viejo llo- rando y golpeándose el pecho con profundo dolor. Llena de interés me acerqué á él; pero sin atreverme á distraerle de sus pensamientos quedé largo rato oculta tras los sauces de Ba • bilouia que rodean la tumba. Sí, dijo el anciano con voz de desconsue- lo, este es el sepulcro de Elvira y de Augusto/— 80- Dios riíe ha traídó dtíá pata qué nfiuera sóbre él:. . . .Afábrido sea tu bondad infinita, oh padréde fos afligido^/ á mí la mas miserable de tus cinturas has dejado lavar sus culpas, y que eran'tantas y tan grandes/.... Sofc me falíába bésar él" polvo que pisa uná tiiñtt; faj6- véH'á'quien tanto1 hice padecer1/.... .Larra, .Trilla, presentadme vuestra hljá y anridrte con su perdón laá'püértas déla eternidad.. —Héla aqui/ esclamé yo safrendb-demiés- escóridité y reconoéftíndo en éi áhéiátió Arre- pentido al asesino dé mi familia. Mis padres os han ©í'dfo ttrb'af.' "' ' " "(> m > *°''™1 ' —Mariirés' cfílínos gfacias.... gracia*!!! dijo aquel hombre con trémula voz yelevdtídó las manos al cielo. En seguida caminando de rodillas se acercó deciéndome: Angel de ter- nura, me habéis sálvadoíí! Ahora voy á mo- rir contento. Levantaos, contesté, la sangre de nues- tro Redentor ha borrado vuestros manchas'*' — 81 — —Ya no veo en vos el que despedazó las entrañas de mi padre... .sino el que contrito y humillado le pide hoi misericordia —Pronunciáis las palabras de una verda- dera hija de Cristo, dulce niña, dichosa vos y yo que he alcanzado el amor de los cielos! dejaré al ñn tranquilo esta vida; pero antes quisiera que heredase la posteridad un ejem- plo de las deplorables consecuencias del vicio ......En este instante una voz secreta me dice que debo manifestaros mi vida. Dia llegará en que un viagero la enseñe al orbe* Oidme hija de Larra.)Uimo] Capítulo VX1. Yo éscuché atenta ésta nueva historia, prosiguió la huérfana de Pago-Largo, refú i- éndomela. Mis padres, dijo el anciano, hie dedica- ron á la carrera eclesiástica contra todo mi gusto. Con un corazón ardiente y una inte- ligencia bastante cultivada, rio podía apar» taririe del mundo, y mucho menos vender al hombre la libertad que me concediera el cied- lo como uno de los dones mas preciosos. Con la historia en la mano y pesando" las opinio- nes y juicios de los génios mas esclarecidos, veia con certidumbre, que si un joven ecle- siástico observa estrictamente las órdenes de la Iglesia, no puede menos de ser un des- dichado; y que si al contrario, se burla de_ 84 — ellas, su vida es escandalosa y digna de des- precio. Y á la verdad, como vencer las pasio- nes de la naturafezaf comb cumplir con la ley impía del celibato eclesiástico? /Y cuan merecida es la mofa que hacen los pueblos álos-qüe desde 1» cátedra ¡ponía les .fulminan rayo», sin pensar que son ello& los primero* perversos por su mal ejemplb, y por haber renegado de los juramentos quef hicieron an- te Din/ mJíióo tn'xitíÁf'.sYyh ñióHTño el / nrói • uu El aneia»©, siguió JJrbal, m, ül estado actual dé nuestros sacerdotes, es el única» q«K puede presentarse digttajnente como miuistro de Cristo; pero debe ser un anciano tan vir- tuoso oano inteligente. Es preciso que el predicador revestido de lo aureola sublime de los santos, no grite y ameaoze desde ei pulpito. Así jamas instruirá ni educará el alma, que es su deber. Sinenabargo, peí rece que lá Iglesia no quisiera ni moral ni luces en sus servidores. — 85 — 151 muchachon que apenas sabe chapurrear el latín, aunque no se halla olvidado aun de escalar los muros del convento» lo haya apto para desempeñar las altas y peligrosas fun- ciones del religioso. Y qué digo! También encuentra al que no pudiendo medrar en nin gun negocio, vá á esconderse en una celda maldecido de todos sus semejantes. Donde están aquellos sabios doctores/ Porqué ya no se oyen los cánticos tiernos de aquellos mártires gloriosos!.... Yo conocía que me faltaba el alma de los Gerónimos y por tanto que no podría 'sobrellevar las car- gas que solo un privilegiado de Dios es ca- paz de soportar* Conocía que podría ser un Bossuet, ambicionaba su nombre imperece- dero; pero odiaba al mismo tiempo al escan- daloso Alejandro VI, y el odio vencía á la ambición. A pesar de todas mis súplicas, de todas las razones que espuse á mis padres, ellos— 86 — persistieron en su idea y me enviaron á Es- paña, ála ciudad de V...., donde faí ordenado. Al principio mi vida fué ejemplar. E»- tregad© al estudio y á la adoración del numil- de hijo de María, gozé sin sentir los dia* mas tranquilo*de mi existencia. Ayudado por varias personas de mérito traté de cumplir mi misión sobre la tierra. Abrí ti» colejio donde reinaba la sana filoso- fía, en lugar del fanatismo 6 de la Impiedad. Recorrí láscwropafia* y los desiertos, difundí la verdad y el contento por las chotas, dí lec- ciones de agricultura á los labradores, dul- cifiqué el carácter de los hombres, conquisté muchas almas idólatras y volví á casa colma- do de bendiciones. Sinembargo, cuando pisé los umbrales de la puerta, no sé que vacío sintió mi pecho. ¡Porqué no me recibe el amor con sus dul- ces sonrisas? me pregunté á mi mismo ¡Ay mis padres están muy lejos! mi hermana es — 87 — monja; hay un abismo entre los dos/ Y porqué no veo la esposa y Jos hijos que el ciélo con- cedió al hombre.... ?;oh egoísmo del cora- zón humano, al sacerdote romano le habéis prohibido ese amor sublime, que no desdeñó ningún padre de la Iglesia! . 3. .Estos fueron mis pensamientos, y fatigado y dolorido caí llorando sobre el lecho. Toda V... ¿corrió á, saludarme. Por la vea primera veía un verdadero ministro de Jesús. Recien llegaba á sus oídos, que el re- presentante del Crucificado debe regar la tierra eternamente con su sangre, y fecundar con suave e'ocuencia el árbol del corazón. Los padres de familia me enviaban sus hijos para que les infundiera las máximas de la moral. Todos querían confesarse conmigo y me Suplicaban dijese misas por el alma ó salud de sus parientes. Ésto último fué una de las causas de mi desgracia. Los demás re- ligiosos comenzaron á aborrecerme y á pro-— SS- palar dicterios contra mí; pero esto no raf importaba, el fruto de mis trabajos era apli- cado al alivio de los pobres. Yo hubiera sido pues feliz si la Iglesia ro- mana no hubiese tenido leyesen contradic- ción de lo que ordena Dios. Me faltaba una esposa. Deseaba un hijo á quien dejarle el nombre glorioso que había adquirido, ¡Oh, y que buen, ciudadano habría legado á mi pa- tria! que madre virtuosa hubiese sido- mi hija. Entre los infelices que habia socorrido era uno el viejo González. El cielo le habia dado por hija un ángel tan bello como ama- ble. Arminda tenia un pelo castaño, suave como la seda y ondeado como la mar. Páli- do cutis, ojos grande», negros, apenas ani- mados por e! apacible fuego de la inocencia. Labios granadinos. El brazo, las manos, así como la figura eran hechas á torno. Reunía a todas estas dotes el amor filial mas tierno, una inteligencia despejada y un cariño hácia »ussemejantes digno de alabanza. — 89 — Esta fué la muger que yo amé; pero la amaba desde lo mas recóndito de mi solitario retiro. Jamas me habia atrevido á revelar- le el secreto de mi corazón. Antes morir, decía entre mí, que robarle un instante de fe- licidad/ Arminda era una de mis hijas de confe- sión. Un día la vi entrará casa muda y de- solada: —Qué hay, luja nüat le pregunté salien- do á recibirla... . Qué tenéis, por Dios! Se- ñor, mi padre ha muerto!----Yaledme cie- los!! esclamó la infeliz, prorumpiendp en opios» llanto. : —Cómo?____cuaudo, mí pobre Arminda/ —Le he encontrado hoy en la cama yerto y helado- —El Señor le tenga en la gloria!____Hija mía, vuestro padre goza ahora de la vida eterna. Los días que podía haber tenido aun en este mundo hubieran sido tristes y acha-— 90 — cosos. Tened algún consuelo mi Arrainda. En mí encontrareis desde hoy un hermano, un padre. —Dios os premie/ mas, Señor!____y la jo- ven derramó lágrimas de nuevo; y ocultó el rostro bajo el manto llena de rubor. —Qué tenéis Arminda/____Abridme vu- estro corazón, yo haré lo que pueda por ali- viarle. —-Oh,- Señor, causa vergüenza y dolor el decirlo; pero es preciso!_____Lerte, ei padre guardián del convento de mi parroquia, no la querido darme la licencia para enterrar á mi desgraciado padre mientras no accediese al abrazo que me pedia. * Yo no quise hacerlo a pesar de sus ame- nazas. ... me ha parecido un hombre infame, indigno dé usar el hábito que lleva! ¡Qué responder yo en medio de mi in- dignación y sorpresa. Vamos allá; fué lo úni- co que pude decir á Arminda. — 91 — ■ Asi que llegamos al convento pasé á ver al guardián. Conocí en su semblante y mo- dales que era un malvado hipócrita. —¡Vaya una ocurrencia de niña! dijo rién- dose; la vi tan desconsolada que le ofrecí un abrazo paternal. Pío hubo mas. Salí coa estaesplicacion; pero pude ob- servar que Lerte lanzándome á Ja salida una mirada asesina me juraba eterna venganza. . González fué coaducido á su última mo- rada, y Arminda pasó á casa de una respeta- lúe anciana. Allí iba á visitarla con frecu- encia, apocar de sentir mi corazón cada vez mas apasionado en las redes de *u inocencia, ülia también me amaba. Sus sonrisas, sus ocultas miradas, sus labios trémulos, su seno palpitante, todo me descubría que era yo cor- respondido. Oh! vuelvo á repetirlo, si á no- sotros senos hubiese permitido casarnos, cu- an dichosos no hubiéramos sido! cuantas lá- grimas, cuantas deshonras, cuantas muertes— 92 — no se hubieran ahorrado! Y esto solo en mí. Cuantos hombres no habrán llorado la mis- ma desgracia! Qué de familias buenas, qué de grandes injéntos no habrá perdido el mun- do! (¿ué precioso cúmulo de verdades y atrac- tivos le habrá arrebatado á fo religión esa ley tenebrosa del ceiiberta eclesiástico. Suponed que yo hubiese nacido con sentimientos comunes. Esa joven huérfana y abandonada hubiera sido mía. Kf escán- dalo estaba ciado, la ley pisoteada! y hubiese cometido una insolencia risible el cha que me presentase en el pulpito declamando contra las malas costumbres, Yentretanto, que se- ria de nuestros bastardos! La desgracia, ei desprecio caerían terribles sobre su cabezal Un manantial impuro sus corazones, la negra hipocresía su corona! Si mugeres, mojiga- tas; sí hombres, recordarían mi buena vida frailuna y... .horror! ¡que sérre de maldades y de lágrimas bo se seguiría! — 93 — Yo pues vivia mártir! Ydolatraba á la misma que me amaba, y mis deséos, la natu- raleza, mi felicidad estaban aherrojados! Mientras tanto el Guardian tramaba cer- ca del cardenal de B___.maquinaciones ter- ribles contra mí; y por otra parte la calumnia y la intriga formaban á mi alrededor una tormenta horrorosa. Los truenos comenza- ban á sentirse con ruido sordo y aterrador. Pronto iba á partir ta centella. Yo ya no veía á mi lado rostros amigos y respetuosos. Un ceño adusto marcaba to- das las frentes. Los saludos y besamanos ha- bían concluido como por encanto. En fin» saliendo un dia de mis preocupaciones y ador- meciendo por un instante el pensamiento de mí angélica Arminda, me encontré con que era un hombre perdido. Al principio no podía conocer la causa, mas después de una conversación que tuve con Arminda pude ver la mano que atizaba— 94 — el fuego de la» pasiones. A Arminda tam- bién se la despreciaba. Nuestro amor babia llegado á vibrar por primera vez en sus cas- tos oídos, mas no celestial sino odioso. £1 Guardian la babia insultado cobardemente ante un público y, desde la cátedra de paz y de perdón! Ufe dirijídenuevo á él para pedirle cuenta desús palabras; pero me negaron la entrada al convento. Corrí desesperado al castillo del Gobernador, y me pasó otro tanto. Entonces me encaminé triste y pensativo hacia La casa de Arminda. Oh sorpresa, ella no estaba» la habían sacado arrastrando de su habitación, según se colegia del desorden en que encou_ tré todos los muebles. ¡JM ^. j. 0¡,tl ,, ¡ No había atinado aun á salir de aquella casa en busca de mi amada y de sus insolen- tes raptores, cuando un ruido de armas en el patio inmediato, me, sacó de mi estupor. En el mismo instante se me presenta un — 95 — comisario y en hombre de la ley me arroja como á un bandido en mediode sus alguaciles. Estos me condujeron á un coche y en él me encerraron: Temían que el pueblo com- pasivo y siempre grato despreciára las ca- lumnias > me librase de la venganza. Tres días que corríamos por la posta, y todavia no sabia donde me llevaban. Nin- guno de los guardias que escoltaban el car- ruage se atrevía á contestar mis preguntas. Y yo que me veía completamente inocente, no encontraba el motivo de la prisión sin ruborizarme de la justicia humana. ¡ Y llega á tanto la perfidia de un hombre! esclama- ba pensando en el Guardian; porque desde el momento que volví en mi no pude dudar qué era éste la causa de mi desgracia. ¡Dios de los débiles, añadía llorando, prevaleced siquiera al ángel mas hermoso de tu reino de la esclavitud que le prepara el fuerte!— 96 — Infeliz Arminda, proseguía, tú eres uno de esos seres desdichados para quienes la vida solo está en el cielo. Tendrás que pi- sar espinas huyendo de la maldad: y cuando ensangrentada y sin aliento creas llegado el fin de tu carrera, una saeta traidora y vene- nosa prolongará las horas de tus dolores; pe- ro estos acabarán, y la bienaventuranza te espera en un valle de flores regado de rios de esmeralda y de armonía, y asentado á un extrema de los mundos! Las doce de la noche daba lúgubremen- te el reloj.de la fortaleza de Ham cuando me cargaban de cadenas en uno de sus calabo- zos. Tribunales de la tierra, donde estabais entonces? ¿Porque remachasteis los grillos de la virtud? No temisteis que al fin, cansa- dode vuestras injusticias, trocara ésta diosa por las divinidades del infierno! Capitulo VIXX. Oid, hija de Larra, la narración de los tormentos y miserias que desde aquella noche me sobrevinieron, y decidme si ella no obra- ría un cambio horrendo en todas mis ide- as. Hambriento, muerto de sed, negro mi espíritu, penetre por erttre la pesada atmosfera de la prisión, y caí al suelo postrado por el terror y abatimiento. Veinticuatro horas que no comía ni bebia. Ni preguntar había podido á mis conductores la causa de esta nue- va pena. Después llegué á saberla. Pasa-' bamos por un territorio en que había derra- mado mil beneficios, y temían me salvase de la agonía que se prometían darme. Llego pues el instante fatal en que debía aspirar el— 98 — aire de las amargui as para castigo de los hom- bres— La luz del día penatraba recien por un ahugero del calabozo. Permanecía yo en la misma posición. Ti- rado en el suelo y devorado por la fiebre. Sentí un ruido de llaves y el carcelero apare- ció en la puerta de la prisión— Buen día, dijo entrando y con voz caver- nosa. No es el primero, añadió mirándome de reojo y colocando el ayuno sobre una de- sastillada mesilla, no es el primero que ama- nece en el lugar donde le colocan. Todos son cobardes!.... f. .Padeced miserables! y cerróla puerta. Yo. me abalancé hácia ésta y le di unos golpes con el puño. Abrid! Abrid/ esclamé. El carcelero oyó mi súplica y en el len- guage compasivo délos de su oficio contestó por el ojo de la liare: Padre, no sea V. loco; — 99 — coma y déjese de palabras que jamas escuchai 0 ■ Yo sí escuché y comprendí dijo el an- ciano, todo el horror que encerraban las su- yas. Ya no me era permitido hablar, y solo me harían ver en adelante una cretaura que tenia mas de fiera que de hombre. Era mi carcelero de estatura regular, gordo y patizambo. El pescuezo tan corto y redondo que parecía tener l*i cabeza pega- da h! pecho. Repugnante boca, desgarradas mandíbulas y dientes de javalí. Los ojos pe- queños y sumidos bajo unas espesas y cerdu- nas cejas se asemejaban á dos siniestras lu- cecillas perdidas en medio de las tinieblas. Un monte de vello amarillento le cubría de tal modo el rostro, las manos y el cuerpo que podia tomarse por un orangután. Así que acabó de pronunciar aquellas últimas palabras que tanta desesperación me produjeron, me arrojé de nuevo sobre el sucio pavimento. Hácia una hora que me hallaba— loo — anegado en llanto, cuando el hambre y el instinto de conservación me hizo devorar la sopa de barro que me dieran. Muchos dias pasaron así; cada una de sus horas acibaraba mas mi alma. Sin embar- go, yo estaba algo mas tranquilo, porque go- zaba el sosiego del que encuentra razones en favor de la venganza que prepara, Sin duda, pensaba entre mí, aguarda á Leí te en el cielo la justicia de Dios; mas co* mo correjir en este mündo á los criminales? aterrándoles por cierto en el mismo teatro de sus iniquidades. Para ello es la justicia del hombre; pero, acaso alcanza esta á los mag- nates! ... .por el contrario, no los proteje!.... nó, lanzemos el rayo esterminador con nues- tro propio brazo! Este es nuestro único me- dio de defensa. Y cien ideas de sangre que hoy deploro, se agolpadan á mi frente; porque era espan- tosa la soledad del sepulcro en que vivia, y — 101 — sufría mil suplicios cuando traia á la memo- ria el reetierdo triste de mi adorada Ar- minda! Y diez año» transcurrieron, oh bija He Larra, descargando sobre tní ánima cada uno de pus minutos, el peso formidable de todas las pasiones/ Di«« años que olvidán- dome el mundo, no veía slnd ejt rosÉro anti- pático de mi carcelero! Y la tristeza ¡v la rabia, y los celos, y el coaOcimiento de la perfidia humana, de su despreciable justicia, y;/el silencio de muerte que me Cercaba, to- do, todo transformó completamente mi modo de ser,' Ya íio era amoroso padre ¿Barri- lla,sino el enemigo acérrimo dé la descen- dencia de Ada»; porque en mi locó desvario culpaba al universo entero de mi desgracia, sin saber que la guerra de los frailes es secre- ta como el puñal de| mas-hor quero. ,,¡,. Siempre habla tratado de evadirme. Es largo contaros como pude conseguirlo.— 102 — A los diez años justos (daba también las docede la noch* el reloj del castillo) me de- sembarazaba de los grillos y salía de la cár- cel, si» mas mancha que el deseo de vengan- za. Pisando la rivera opuesta dcí• lago que circunda é la fortaleza;'jfciré> hatíer purgar á Leí te su atroz crimen—ia9ttoi*>RC[ =*nl Meáirfyí á V. .w¡ .©h, ewa««as, infami- as iba á llorar de nuevo.' y el corazón nó se me habia de vótoer piedra» • ' * ■■ ' ' ' €uahdo entféÁ aquélla ciudad,1 disfraza- do con las haellas que el do-1or dejára !gravá- ' das enmi rostro, la primera diligencia qae hi- ce fué averigar el fin de mi idolatrada Ar- - minda. Todas mis pesquizas salieron inúti- les; muchos la habían conocido; pero hacia diez años que no sabían nada de ella. De- sesperado de encontrarla, traté de dar con el paradero de Lerte; este acababa de morir. Impenetrables misterios del Altísimo! siguió Zorrilla, no se permitió apagáse la — 103 — sed que tenia, tiñiendo las manos una sola vez, con la sangre de un solo hombre. Cruelísima mi alma con tantos padeci- mientos, ansiaba acusar á mi enemigo ante la misma tierra que guardaba sus restos— Coniste objeto me encaminé al cemente- <■> Era la una de la mañana— Con apagada linterna penetré por la lú- gubre mansión del eterno reposo. Sobre una lápida modesta leí esta ins- cripción. ^ "Aquí yacen las cenizas del muy vir- tuosa Frai Vicente de Lerte. Fué Guar- dian del convento de San Francisco jen la ciudad de U... .Nació..... i Me detuve ante aquella impudente men- tira y esclamé indignado: Si yo tuviera que recordaros al mundo, reverendísimo padre escribiría en esa losa: aquí se hallan, oh mor- tales, los despojos del mas malvado de los hombres. Bajo un exterior modesto come-— 104 — tiólas acciones mas destestnbled; e&'hábfaó'ée San Francisco nohiaOotra cosa q#c ocul- társelas é inducirle á morir sin arrepentirse de eirá». En el lechó de riiuértéf u>íf Olvidó que hacianJJiez años secoilisunlmtnitifVkia sin culpa'alguna, bajo un subterráneo fétíAy f tenebroso. Y asi dejó acabar á su victima en mas largo y détóroso stfplieie'. ;UecSbió el Sacramento Eucarístico encenagado en el vi- cio y espiró cual1 Un toWSéiktéo¿' i- ít,''líl Desgraciado, prosiguió con tdamwfera, y qué hicisteis de Arminda? La dejaste» tam- bién abandonada en prisión ktfertifllí-.. .ó duernie ya el sueño-de las V4rgeaest. .tTngrtto desgarrador respondió ámi pregunta. Ule*© de espanto crei partía del sepulcro líCrte . . .mas debrepehtte vi salir una muger de entre varios toroulbs y dirijirse héc^éttñíí. —Zorrilla, dijo con eHonó deiqúetfisa las gradas de su tumba al fin os encuentro.'- - pero, que distiato estado del que yo>pedia á mi Oíos! — 105 — Armiño"a, esclamé cayendo de rodil-las al reconocer á mi amiga en la recien apareci- da, vos aquí!. .ó sois eljénio de la que adoro/ Mirad, y lo sabréis; contestó tomando la linterna y llevándosela á la cara. i : ¡Ay» que triste cambio v£ operado en todat sus facciones! Arminda era, sí; mas aquella cara divina en otros tiempos, hoy es- taba ajada... .envejecida/ la vista antes tan pura como las brisas de la Pampa, se hallaba ahora amortiguada----Tal cual feroz cuan- do la fijaba en mí. Elja me hizo temblar, sinembargo de no ver otra causa en aquel mudo dolor quo un santo martirio, , (Jl , —Estoy postrado ante la sacerdotrza de Jes6«r4*}fi 4efpuesde.examinajfo—, :. ( Aromada se sonrió amargamepte: ¡, -r—Zorrilla^ dijo, el amor os ciega; obser- vadme bien. Pero viendo que np era capaz de comprendería, esclamó desesperada; '. -^-Zorrilla/, levantaos. Estaíshincado de- lante de una prostituta.= ioé = Infeliz muger, qué decís! La verdad, contestó oprimiéndome fuer- temente una mano. Y qué, os parece que la muger es de hierro, que ha nacido con cora- zón de bronce?......Escuchad: prosiguió apretándome mas la mano, hubo un hombre á quien yo amé con todo el purísimo ñiego de los quince abriles/____ese hombre me fué robado___.y yo gemí en la mas dura cárcel! uno, dos, muchos dia* consecutivos entró á .visitarme un otro hombre, aborto de los de- monios! .___Me amenazó con la muerte de mi amado sino hartaba sus pasiones...... Qué iba yo á hacer?____libertar del banqui- llo á Zorrilla, á mi buen protector, á mi dulce y querido amigo, cuan agradable me hubiese sido!___. Vendí mi honor----pero Lerfe, aña- dió despidiendo llamas por los1 ojos, había nacido con los vicios del infierno!.___me en- gañó de un modo infame/... .y la necesidad y ta venganza me hicieron correr en busca — 107 — de los hombres!... .y ellos también abusa- ron, de ral'v____Ah, áh, ah! — .y aun me pre- guntan quien soy?_____una ramera, pardiez! Ah,ah,»hK---- ; Horrorizáro nle aparté de aquélla infe- liz mugar»: Se había enloquecido. Su estra- viada raz- iLa hubierais visto disparar por el ce- menterio, oh bija de L»ar ra, siguió él anciano llorando, tan pronto se arrodillaba sobre una solitaria sepultura pronunciando en vez baja palabras inconexas, como se levantaba dan- da alaridos salvages, y e* medio de su delirio nombraba á Inerte ó á mí, oon los bramidos de los mares ó con el murmurio de las fuen- tes. '» i. ( ta 1 La noche lóbrega, la mansión de los que fueron triste é imponente con el silencio de mus cruces hacían mas horrorosa la locura de Amiinda. /— 10a — Despertado «I sepulturero á los gritos, salió asustado llamando á los vecinos, lo» q«o un rato después llegaron armados hasta la cabeza é invocando el nombre de lodos los santos: Cuando vieron á mi pobre amante la tomaros én sus bracos y se la llevaron!. .. iu¡ Entrañareis quizá la conducta que ob- servé aquí, prosiguió Zorrilla! pero yo había quedado impasible, y asi me acerqué al se- pulcro de Lerte. "Zorrilla, dije^ buscará tam- bién un hombre á quien traicionar, unajóveh - que deshon rar! i ¡Los años que él y A rmlnda han! padecido en oá recles y i upa nares, sWáft pagados con el tormento de los demás hom- bros. Esta es mi venganza. A ella me habéis conducido justicia de la tierra, y tú bar barí» ley del celibato eclesiástico." Y salí de a» llí—- ' i » ii .. A los pocos días me embarqué para la América del Smd. Cuando pisé esta ¡ tierra tan removida por la planta de losAtilas, laen- contri ya empapada con él llanto y sangre de los puebfete>»'»!.'> -íf> >cS ! <«íi"juí;> Hñw» >; i «i > Cumplí kliP primer j u raméate que desgra - ei*daroént«>vos lo sabéis, é hicé el rapto de la mfelii, Elvira causando muerte á Eseó- «utas y á suápadre* cayo último suspiro fué p««arttotrna'bij«t*;bill<'fí'> -u/i» ¿ol »n « -.ni¡iBn;aqualla>época apareció Rosas, la vi- vo ra mas frenenosa q*e se há arrojado al HMmdo dtft taller de i Vateano. ' Tave eon él una entrevistaJ > Ive espuse claramente k> qtié hoseabaip El meiestrepitó en su* brazos, es- elMMmdbtiiliitrif'j »Up : »of ti 11 » . flU y, fcom hq -Oh, mi bueiyhijo, ya veo q«e nuestra se- milla será, «tertnai.. Mi sed de sangre jamas saciad» me hará morar el reino de Lucifer, es cierto» poro allá mismo me reiré de los ator- mentados y si reemplazo á alguno de aquellos terribles veigudos, que placer no tendré en afligir á los Bndií» y Troncoso! Bien venido seas, hijo mió. ¡\ la matanza de hombres!— 110 — y me envió en, seguida al lado de,, los tejien- tes mas sanguinarios de sus ejércitos. ' Yo rae estasiaba con los Oribes y ,Urqui- zas en el degüello y penalidades de los pri- sioneros. , ¡"¡Ea^ ¡cobardes como /«roces, nues- tro verdadero festín era beber el vino en los cráneos de los que apellidábamos unitarios; arrasar sus propiedades y vjolarjsus familias. Jamas nos veríais mas contentos que cuando abofeteábamos el pudor i dé las xnu- geresj descuartizábamos coh dos potros á> un viejo achacoso, descarnábamos ó quemába- mos á un joven héroe; que cuando hacíamos morir de sed á nuestros pies á cientos de pri- sioneros, ó entrabamos á un templo come- tiendo mil sacrilegios!... .jamas encontrareis una turba de monstruos mas asquerosos y encarnizado» que los que bebieron sangre en los Santos Lugares de Rosasyien Pagó-Lar- go, en India Muerta, en el Quebracho, en los muros de la Nueva Troya¿**f encantos — ni — otros combates de que se horrorizan los cie- los, gime la humanidad y espantan á las mis- más fieras! Es el suplicio mas grande que puedo te- ner, olí hija de mis sacrificados, trayendo á la memoria tantas iniquidades; pero es ésta mi penitencia. /Perdóname una otra vez, es- trella dé los bosques! siquiera por mis padres que murieron de pena al tener por hijo un tigre/ por mi Emilia que también descen- dió al sepulcro maldiciendo á su hermano desde el claustro en que.se habia soterrado! -o) —Yo por mi parte dijo la huérfana de Pa- go Largo, perdoné al asesino de mi familia. Era mil ver es mas desgraciado que yo; y no todo pot culpa suya sino por los hombres !y sus leyes. . ■ - - • i:■>).< -<¡ i ¿ v ii<<: Siguiendo la relación de sus maldades, añadió Zorrilla, que paseando en uná embar- cación habia visto á Augusto, y que por go- zar de nuevo en la agonía de sus semejantes— me — te había disparado un tiro. Que con este motivo se. acercó á escuchar su despedida de la tierra, y que entrando después á nuestra g#uta leyó las memorias de madre. Aquí le éspeiMba/ta cólera durina. El misetiaWe co- noció la persona en quien cometiera su bár- baro deliro- Un intimo arrepent¡miento le litio llorar toda aquella noche. Cuando ai otro di a no pudo encontrar lar miíjei ireordia qrae me pedo* se internó en tas trina vastas soledades para ser el verdugo desapiadado 'AbsWiOMOe;;- Uul (te. <>np rto oñ'jg'üafo ('• •;|>i«»J» * r¡'J >jDes4igruiTa!dd> cfeclftinó el anciano, este- líitódoÉt *ms rtiiembfou. p*s$< «emanas entecas sin comer; busque! los valles hk*s profundos* las peías mas a Mas para entregarme á (a.ara- cion y á las penitencias.. ..hasta que, al fi-u, llegando á éMe sepulcro he creído que ha sonado la última1 ¿kh* de mi >ívirf Yo he oído mw canto ea la* abosas; es de Elvira y de mi l*»jo avisándome que Dios me h*oerr — 118 — donado! ¡Berulito seáis por todos 1 és*iglos, oh Selior de los criíitiwnos! ■ : id Y el desdichado Zorrilla, aíiadib Trini}» dad, dejó" el mundo concluyendo estas pala* bras. En el mismo dia lo sepulté en el lu- g>ar donde descansaban dos de sus víctimas. Ayer saqué las cenizas de todos. Para qué, hermana mia? pregunté entris- tecido por tan lúgubre historia. —Hoy camino, mi amigo,con doscientas familias convertidasá la fé de mis padres, h&cia una comarca muy-apartada de éstas. Quiero que me acompañen los huesos de se- res que tanto he amado; pero ay, en vez de llevar los de mispahib "ómeim íd n3 •iRíniloiy pim "oU eifb á'úüaentntéb sbrrój) ií¡-jj .eooót úb ?n\ií¡'*o -enl bupti--. i'iyl ->nin9:>ímj¡»-'i<| íijfui H(i!.iin-jil ¿%up i--f .uríoí-íif oidu^nl IIKt TOfJ 6bÍ J')t i nwopoh nttojrgittoaiin .cníujtto yolf - — ■ >íb/jq íim ->h Vi ».I «tafibii v»viio'> •= n i!? ní»;'> '/:>'V ab ftOBtiaqa ymoi /."J7*jn!oo son &¡yét\ *9» rb BrtMTfirH iion/ujíiio'jB om vi»p Mi')iup sav fís y/i ci'Xj ;obi;nm orí otíiisJ üífp ^>'i •^¡£085**. 5 RioiIh (»!)nná rprrsl i|lilff^68 • • • • &b „i¡i\i ov sigamos íbabiriiiT \aóib^ ..;.........i..... 'éiúihbimi\wÍB y -lolob