MEMORIA DEL íMicmh-sw© -y SB®MT ^iaa© ibis ksvjusxd EN EL DEPARTAMENTO ti HENOS AIRES. IMPHJENTA V>i:i. ESTADO.SeíÍohes Representantes— La razón había desde largo tiempo fulminado Su fallo contra el poder que esclavizaba la República; pe- ro una Alianza Americana preparó la regeneración ; y la tiranía, á manera de un fruto árido y seco de la Pampa, fué consumida por el fuego de una batalla. El Gobierno Provisorio levantado sobre ruinas, tocó la imperiosa necesidad de reorganizar la fuerza de la Provincia, como base del nuevo órden político; y llamado por el venerable Gefe de la Administración á participar de sus labores, vengo A cumplir con el deber de someter á los Legisladores un rápido bosquejo de mi proceder Ministerial. Uno de los actos inaugurales de mi Departamen- to, fué en vindicación de la justicia pública, y queda- ron fuera de la ley, tanto los que, violando la Conven- ción de 7 de Octubre en la Banda Oriental, se incor- poraron después á las filas del Dictador, como los que sacrificaron al Coronel Aquino con cobarde traición. Pero el perdón proclamado por S. E. el General Ur- quiza, se estendió posteriormente á estos delitos, y el Gobierno aceptó la amnistía, para declararla por su parte.Casi al mismo tiempo el Gobierno exoneraba a los Españoles» del servicio militar de la Provincia. La inferioridad de la condición de aquellos extran- jeros respecto á los de otros Estados, pareció al Go- bierno un contrasentido á sus principios liberales. Ten- go á fortuna haber refrendado esa medida, que resti- tuye todas sus garantías á los ciudadanos de una na- ción, á que nos unen esas antiguas simpatías, que en vano la guerra se empeñó en desvirtuar, porque se confunden con el origen, con el génio y con la tradi- ción indeleble de las razas humanas. El fruto de esa concesión á los subditos de la Rei- na Católica ha sido la adhesión firme de aquella nume- rosa población, íntimamente unida al país é interesada en su felicidad, y acelerará, asi lo espero, el reconoci- miento por la Corte Española de la independencia Ar- gentina, y el desenvolvimiento progresivo del comercio marítimo de la República con aquella potencia. El Gobierno autorizó al Exmo. Sr. General en Cíe- fe para distribuir grados en el ejército de esta Provin- cia, y está ya satisfecha hácia sus camaradas esa deu- da privilegiada. Al mismo tiempo que se egercia ese derecho ge- neroso, el Gobierno, atento á una austera economía, ordenó dar de baja á todos los individuos que servían en la escuadra, reservándose ocupar activamente á los que hubiesen adquirido mérito especial. También nombró una Comisión, que inspeccio- nando nuestros buques, propusiera con datos correc- tos, las reducciones practicables rn los gastos de su conservación. No fueron comprendidos en la baja los piquetes de infantería abordo de Ja escuadra, y los embarcados en ella por pena correccional. La Comisión de Marina fué autorizada ú elegir los Oficiales que necesitase la Capitanía del Puerto, la y dotación de los buques de guerra. El General D. Guillermo Brown no podia ser so- metido á la providencia general, respecto al personal de la escuadra, y se le ha conservado en su alto rango. Cábeme aquí asegurar á la Sala la ingenua satisfacción del Gobierno, al dedicar un recuerdo singular al vete- rano del Rio de Ja Plata. Los buques nacionales han continuado en ince- sante actividad. El "Santa Clara y el Maypú," se destinaron á transportar de la Banda Oriental los emigrados Ar- gentinos, y para restituir á su patria la división de aquel Estado, y su valiente Genera) Cesar Diaz. Tam- bién condujeron á Entre Rios y Corrientes sus res- pectivas tropas, equipadas completamente por cuenta del tesoro. El "Mercedes"' lia desempeñado comisiones ur- gentes; y el vapor "Correo," respecto al cual penden propuestas, conducirá al Enviado de Ja República cerca de S. M. Imperial. Después que el Contra Almirante Leprédour, Ple- nipotenciario de la República Francesa, anunció al Gobierno Provisorio, que retiraba de Martin García el buque francés, estacionado en aquella isla, zarpó efectivamente un destacamento para recobrar y cus- todiar aquella posición, restituida hoy al exclusivo dominio del Gobierno Argentino. La seguridad de la navegación del Rio de la Pla- ta Jia ocupado la meditación del Gobierno, y como se inclina á un acuerdo oportuno con el Gobierno Orien- tal, tan interesado corno el de Rueños Aires en la em- presa, no se ha decidido todavía una solicitud delAgente de la Sociedad de Prácticos Lemanes, para co- locar una barca de luz frente á la punta riel Indio, y para boyar el Banco Chico. La idea del Gobierno es mas estensa, sin ser mu- cho mas dispendiosa, para balizar otros escollos, y aplicar las embarcaciones flotantes, ó los faroles en otros puntos de nuestro afamado y peligroso estuario. He hablado de oportunidad en la realización de esta idea, y confío que llegará pronto, por la franca in- teligencia con el Gabinete ilustrado y amigo que hoy preside la República del Uruguay. La reorganización de la Guardia cívica, extingui- da por la sombría suspicacia del Gobierno pasado, fué decretada según la ley vigente, y el arreglo de sus ba- tallones confiado á un veterano de la revolución de América. No ha sido exenta de dificultades esta crea- ción ; pero ya están formados dos batallones, y se au- menta rápidamente el de los ciudadanos de color. La compañía de artillería cuenta con experimentados in- genieros. La Guardia Nacional, institución predilecta del Gobierno Provisorio, mantendrá una existencia vi- gorosa y tutelar, porque se nutre con el brio de la ju- ventud, y con el calor del patriotismo. Ya ha tenido ocasiones de mostrarse con gallar- día, y de prestar una severa vigilancia á la tranquilidad pública. Se ha acordado la formación de un Regimiento de caballería, con el nombre de Húsares del Plata. Los Regimientos de milicias en la Ciudad y Cam- paña fueron disueltos, incorporando sus plazas en la Guardia Nacional, y manteniéndose los veteranos. Varias causas aconsejaron la dispersión de las mi- licias. Arrebatados los hombres al trabajo rural ó ásus familias, eran sometidos á una disciplina, sin mas tác- tica que el capricho, ni mas esperanza que la veleidad de tiranos subalternos. Este sistema trastornaba la disciplina del soldado, desatando Jos vínculos que le adhieren á sus banderas, y dejando en su ánimo un tédio y un vicio profundo. No obstante ia diminución del cuadro efectivo de nuestra fuerza, no trepidó el Gobierno en licenciar á todos los Orientales alistados en ella, y para completar Ja reciprocidad hácia la República vecina, sus buques de cabotage fueron igualados en franquicias á los na- cionales en los puertos de la Provincia. Comprendereis, Señores Representantes, el influjo de esta armonía fraternal entre las Repúblicas del Pla- ta, cuyos intereses presentan una afinidad que nace de su historia, y do su situación geográfica. Las primeras miradas del Gobierno so fijaron en la Campana. No era dable el restablecimiento en ella de Ja Comandancia General, que por una siniestra es- periencia no lia servido sino de escuela de caudillos anárquicos, 6 funestos á la civilización y á la fortuna de su Patria. Se mantuvo la subdivisión natural en De- partamentos Norte y Sud, colocándose á su cabeza Gefes probos, encargados de Ja reconstrucción de los elementos dispersos en una superficie inmensa. Sus instrucciones llevaban una latitud indispensable, de que no han abusado para levantar Regimientos de línea, y reunir Ja Guardia Nacional. Siento anunciaros que esta operación es lenta á pesar del engancho suministrado, á pesar de la concur- rencia de los Jueces de Paz, y de la resolución de en- rolar todos los desertores, los hombres dañosos ó sin liogar conocido, y los sentenciados á trabajos públicos. No ha repudiado el Gobierno esta última clase, convencido que el carácter social de algunos hombres— 8 -— se purifica bajo la nuova perspec tiva prometida á su actividad y á los instintos pundonorosos, congeniales a los Agentinos. No ha olvidado el Gobierno fijar la órbita de la autoridad conferida á los Gefes Departamentales, para que la jurisdicción militar no trabe la civil. El fin ha sido regularizar la economía administrativa, restauran- do su harmonía, turbada por inveterados hábitos de arbitrariedad y desquicio. El Departamento del Sud sufre en este momento las consecuencias del impulso excéntrico, á que ha es- tado sujeto. Sin embargo, en algunos casos, no creyó el Gobierno conveniente alterarlo ; por ejemplo, res- pecto á las acostumbradas provisiones para ios Indios, cuya inmovilidad se habia conseguido á costa de una imposición onerosa, legado de un Gobierno que se ató á esa bárbara alianza. Participareis, Señores Representantes, de la pena y de la indignación del Gobierno por el ataque de los liorogas y de los Ranqueles sobre nuestra frontera. Estas tribus, hostigadas tal vez por sugestiones pérfi- das, se han lanzado del fondo del desierto sobre nues- tro territorio esparciendo, el terror, y asolando una propiedad, cuyo valor no puedo calcular. Por lo pronto, el peligro de Bahia Blanca fué aten- dido remitiendo allí artillería, municiones y armas para quinientos 'hombres, determinados á una resistencia tenaz. No vaciló el Gobierno en invocar el poder del Ge- neral Urquiza para contener el vandalage, y aprovecho esta ocasión de tributar á S. E. el agradecimiento del Gobierno, por su pronta y eficaz protección. En efecto, ya ha partido directamente al Sud una columna de ochocientos hombres, y otra por agua de trescientos cincuenta, para refrenar la audacia de los invasores. Estas divisiones, perfectamente equipadas y pagadas, marchan con intrepidez y alegría. El Gcfe del Norte, á pesar de su distancia del teatro de la expedición, está alerta para cooperar en lo posible á una combinación, apoyado por el movi- miento convergente de un Regimiento de aquel De- partamento. El Gobierno, Señores Representantes, ha com- prendido la importancia de nuestro establecimiento en Bahia Blanca. Sabéis que su cómodo y anchuroso Puerto, ofrece abrigo á las naves que cruzan por los mares del Sud; su contacto con Patagones abre un mercado para aquella región, y una fácil exportación de preciosos productos para las naciones extrangeras. Es la atalaya en el Atlántico de nuestras islas inva- luables, y vendrá con el tiempo á ser el emporio de la navegación de ambos océanos, por el Estrecho ó por el Cabo. El reconocimiento de la costa Patagónica y del ar- chipiélago adyacente, convendría que fuese ejecutado, luego que el Gobierno Propietario pueda disponer de un buque á este intento, de que espero ventaja paYa la geografía, para nuestros derechos y para'la explo- tación de una riqueza y de una industria codiciada. El despacho de asuntos particulares ha sido sin descanso. Numerosos expedientes, que habían dor- mido largos años, se han aglomerado á los que siem- pre acrecen en un Departamento renaciente, que se ha encontrado frente al vivac del grande ejército de Sud América, y en medio de los despojos de una dic- tadura derrotada. No cerraré esta breve memoria, sin saludar, en nombre de! Ejército de la Provincia, al hábil General 2— 10 — que ha redimido !¡i República de un régimen maa odioso. que el yugo colonial. Poca sangre cuesta este inmenso resultado, en una época en que los mas efímeros triunfos de la libertad, lian reclamado crueles holocaustos. La posteridad ¡iplaudirá la victoria, y mas todavía la clemencia en una guerra, que ha ofrecido Jas hazañas caballerescas, y la fisonomía histórica de una cruzada. Debo también agradecer la cooperación de mis colegas, y la bondad inteligente del Gefe del Gobierno. Las oficinas dependientes de este Ministerio, han adoptado el Orden regular que les está proscripto; siéndome grato recomendar á vuestra estimación á los Comandantes de Marina, del Parque y al Inspector General de armas. No seria equitativo si no recordase á los Gefes y Oficiales al servicio de la Secretaria de Estado de mi cargo. Estoy contento de su perseverancia y lealtad. Parece impropio entreteneros con el pomposo anuncio de las mejoras de que son susceptibles los ra- mos de la administración que me han tocado. No pienso que el espíritu de innovación sea el mas adecuado para que fructifiquen; pero mucho falta para que la organización militar de esta Provincia esté al nivel de su elevada cultura, y de sus necesida- des esenciales. En estas últimas, señalo la primera categoría á la defensa de nuestra campaña. Pero es un problema, que no será tardío resolver, si ha de preferirse un sistema de fortificación permanente, ó el de las colonias militares, 6 si serian practicables los medios coercitivos, combinados con otros estímu- los, para amalgamar las tribus nómades con la pobla- ción agrícola y pastoril de nuestros campos. Diferentes planteles para realizar la importancia — 11 — y la dignidad de la milicia, de que nos ofrecen modelo otras Repúblicas del continente, no pueden fundarse sin asignaciones cuantiosas, y por eso no me detengo en su esclarecimiento. ¡ Ojalá os esté reservada, Señores Representan- tes, una luminosa iniciativa en esas conquistas de la inteligencia; únicas envidiables, porque asocian la ventura á la gloria. Buenos Aires, Mayo 6 de 1852. Majít/ei. DE EscAIíADA.