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En vano nuestros deseos, tan veloces acaso como la misma luz, apetecerían que las horas transcurriesen de un golpe y sin esa sucesiva continuación de instantes que les designó la Providencia, fijando al tiempo leyes inva- riables que si no podemos detener, nos es imposible tam- poco acelerar. Pero lo inalterable de esa marcha en el mundo físico no lo es tanto en el moral, y aun cuando la cultura de una sociedad no pueda ser la obra de un mo- mento, es susceptible sin embargo, de aproximarse mas pronta ó lentamente á impulso de los esfuerzos humanos ó de las circunstancias especiales en los diversos paises. La educación sobre todo, es el agente mas eficaz y pode- roso, y tal vez el único capaz de acelerar la ilustración de un pais. ¿A qué otra causa deben sin duda los Esta- dos-Unidos del Norte los rápidos progresos de su felici- dad y bien-estar? La educación popular los ha hecho avanzar en medio siglo hasta un término á que otros pue- blos apenas pudieron llegar en triplicado tiempo. El positivo abandono con que vió nuestra antigua me- trópoli la enseñanza de sus colonias en el largo periodo de trescientos años, arraigó entre nosotros ideas demasia- do desventajosas con respecto á la ilustración pública, yIII. cuando sacudimos el yugo del dominio estrangero, en nada menos pensamos, que en zanjar los cimientos déla prosperidad social, cu jo edificio bambolea y no puede elevarse si no se baila establecido sobre la firme base de las ciencias. El poco aprecio concedido á las personas ilustradas, el ningún apoyo franqueado á los esfuerzos aislados impen- didos con el noble fin de instruir á las masas, los ningu- nos premios acordados para estimular los talentos preco- ces de los mexicanos y ¡La facilidad de adquirir sin las la- reas del estudio y sin las penalidades del trabajo la ma- yor parle de los goces sociales lian contribuido á para- lizar de consuno el deseo innato del saber y el aprecio general con que se mira en todas partes al bombre dedi- cado á las ciencias, al profundo literato ó al artista ins- truido. Esta verdad, que no puede contradecirse baldando de la ilustración general en nuestro pais, es mas evidente to- davía, si^se contrabe á la del bello sexo. Pero ¡cuántos siglos pasaron en Europa para que se fijase la atención so-' bre esa mitad del género humano, á quien se consideraba como de distinta especie, se la creia incapaz de instruc- ción ó no se lenia por conveniente que la obtuviese! En efecto, m se consulta Ja historia de los tiempos an- tiguos ella nos muestra á la muger frecuentemente esclui- da de la senda de la verdad, constantemente deshereda- da de sus derechos naturales y casi siempre siguiendo muy ¡í lo léjos la marcha progresiva de la instrucción de un modo vago, incierto y peligroso que la conservó si- glos enteros en una humillante mediocridad, de la que apenas ha podido 'escapar una que otra, que supo lanzar- •se en la carrera de la intriga.IV. Solo el transcurso de los tiempos lia podido dar á co- nocer al mundo la sencillez de aquella máxima que dice: »Quien mas sabe puede obrar mejor." Verdad nunca mas perceptible que cuando se aplica al bello sexo, pues- to que la muger mas instruida y bien educada será no solo la mas amable, honrada y apreciable, sino la mas útil á la sociedad. Mientras mayor instrucción posea, menos espuesla se hallará á los riesgos y peligros, y mien- tras ame con mas empeño el estudio de las ciencias y el ejercicio de las bellas artes, tendrá menos necesidad del mundo y de aquellos placeres, cuyo uso frecuente dismi- nuye en su alma la energía necesaria para cumplir con mas puntualidad sus altos y sagrados deberes. La mu- ger cuya inteligencia se haya desarrollado por medio de los estudios y las artes adecuadas á su sexo, ni será fri- vola, ni disipada, y la que haya hecho un ejercicio cons- tante de su facultad de pensar, jamás será indiscreta, li- gera ni imprudente. Habituada á meditar y á reflexio- nar sobre sus acciones, desdeñará fácilmente las palabras vanas y las conversaciones inútiles, que son siempre la señal inequívoca de una alma vacía y cuyas ideas y pen- samientos están en perpetuo desorden. Estas no son puras teorías ó conjeturas: las naciones civilizadas han llegado ya á persuadirse por la esperien- cia de que uno de los medios mas seguros para adquirir la felicidad social es el de engrandecer, por decirlo así, la existencia moral de la muger y desarrollar su talento y su razón. El siglo de las luces ha hecho caer por tier- ra los viejos argumentos que se hacían á favor de la ne- cesidad de conservar en la ignorancia al bello sexo y se han embotado las armas con que se había combatido su instrucción. Se ha calilicado como un error la idea deque ilustrarlas seria lo mismo que conducirlas al pedan- tismo ó á la charlatanería. Eli el siglo de los progresos la instrucción del bello sexo lia dejado de considerarse como el privilegio de un corlo número de elegidas. «Ce- só ya la época en que una Señorita menos ignorante que el resto de sus compañeras podia pasar por una maravi- lla. Acaso es hoy menos difícil encontrar en las ciuda- des mas civilizadas de Europa una muger ilustrada que una que no lo sea, y no está distante la época en que una muger ignorante será un objeto cien veces mas ridículo, que lo fué jamás aquella, cuyos talentos cultivados la ha- cían distinguirse entre las otras." Tal es el concepto que hace ocho años formaba de la ilustración del bello sexo en París madama Aragón en su apreciable Diario de las mugeres, y de este juicio po- drá inferirse el triste atrazo en que nos encontramos to- davía en la carrera délas luces. Si nuestras escuelas de niños se ven en tan corlo número, sometidas en lo gene- ral á métodos ó rutinas tan llenas de imperfecciones, si nuestros establecimientos de educación secundaria ape- nas merecen el título de tales, permaneciendo con cor- tas diferencias en el estado deplorable de su infancia, ¿qué podrá decirse del abandono casi absoluto en que yace la educación mugeril? Nada pues, mas importante que dar el primer paso, poniendo al menos los andamios para construir el edificio de la ilustración del bello sexo tan adelantado y perfeccionado ya en los países civilizados, en donde aun la tierna joven que apenas sale de la ado- lecencia, reconoce ya el influjo del siglo de las luces y de la época de los progresos: en donde se vé á la muger ocuparse á veces con interés de los asuntos graves que □.abrían hecho vacilar ó retroceder aun á la mas ilustra-VI, (la del siglo 17: en donde el miserable lenguage de la vana galantería, perdido su antiguo imperio, choca á su oido v repugna á su espíritu delicado y severo, y en don- de por último la muger comprende ya toda la dignidad de su ser y distingue tan fácilmente las ideas falsas y las mentirosas máximas de sus necios aduladores que no po- drán inducirla al error ó engañar su candida, pero ins- truida sencillez. Nacida en el siglo de la verdad y acos- tumbrada á conocerla, todas sus acciones serán sinceras, y en vez de estudiar como antes en disimular sus pen- samientos y en ocultar sus ideas, las ampliará sin redu- cirlas á un estrecho y limitado círculo, y por último, ella será lo que la naturaleza y las luces de su época no pueden dejar que sea, candida ó inocente como la palo- ma, pero sagaz y prevenida como la serpiente. El talento de una muger se esclarece y se ilustra con respecto á sus deberes religiosos, merced á la educación, y su corazón se prepara al cumplimiento de sus obliga- ciones sociales de esposa y madre que comienza á apren- der igualmente, que á amar desde su cuna, preparándose en su niñez á ejercer por toda su vida aquella inocencia vir- tuosa y prudente que nada tiene de común con la igno- rancia ni con la estupidez. Si nada hay, pues, mas importante á la felicidad de una nación que la ilustración de esa bella mitad del género humano, destinada á sembrar en la tierna edad de uno y otro sexo las semillas de la providad, de la honradez y de todas las virtudes; á fomentarla y protegerla deben propender todos los hombres pensadores y todos los amigos de la felicidad verdadera de su pátria. Ilustrada la joven de nuestros dias por medio de una educación esmerada, ella será sin duda sábia, modesta,VII. recogida y amable como su edad, graciosa y verídica co- mo la naturaleza, grave y profunda como el siglo á que pertenece, y capaz de seguir bajo la egide del hombre el movimiento de las luces y de avanzar y elevarse con él en la rápida carrera de los progresos. Tan grandiosa y halagüeña perspectiva lia animado á los redactores de este periódico, no obstante la persua- cion en que se hallan de su insuficiencia, á contribuir con una piedra al menos para la construcción del edifi- cio de la ilustración del sexo débil, por medio del Sema- nario de las señoritas, bien convencidos del derecho que tiene á participar de la luz y de las mejoras de la época al par que el sexo fuerte. El establecimiento de un periódico con el fin de pro- mover tan importante objeto, es seguramente el primer ensayo que en su línea se haya hecho hasta ahora en Mé- xico, y por lo mismo presenta desde luego dificultades que aunque previstas con anticipación, nos atrevemos á arrostrar, fiados en la benevolencia de nuestras lectoras, en la pureza de nuestras intenciones y en la docilidad con que estamos resueltos á adoptar las variaciones ó re- formas que se nos propongan, siempre que por medio de ellas se logre mas pronta ó fácilmente el fin propuesto. Seanos permitido sin embargo suplicar á nuestros suscri- to res suspendan su juicio, tanto sobre el mérito del pe- riódico, como sobre el plan que hemos adoptado para desempeñarlo, hasta que pudiendo tener á la vista cuatro ó cinco números, lo vean desarrollado en su mayor par- te, y puedan decidir sobre el buen ó mal desempeño de los vastos ramos que debe comprender y que hemos in- dicado en nuestro prospecto. El estenso campo de los conocimientos humanos ape-BELLAS MUSICA. 4&0S antiguos daban á esta palabra un sentidomas amplio que el que le damos hoy generalmente. Entre los grie- Sos y los romanos la música comprendía el arte poético, el baile ó la danza y la declamación. Estos tres artes cuyo enlace es tan natural componían uno solo ejercido por los mismos artistas. La música tenia por objeto dar los conocimientos ne- cesarios para someter á reglas las inflecciones de la voz y los movimientos del cuerpo. La especulativa ó armó- nica enseñaba los principios de la armonía y las reglas de los acordes. Tomada la música en toda la estension de la palabra comprendía como hoy los tres géneros, diatónico, cro- mático y armónico. Las composiciones estaban dividi- das en muchos géneros con relación al modo y los modos tomaban el nombre de los diversos países en que se usaba. La música comprendía las artes que le estaban subor- dinadas, como el rhythmo, la melopea, el arte poético, el de tocar los instrumentos, el canto y el arte del gesto ó la mímica. Teniendo pues que dar lecciones melódi- cas sobre tantos objetos, nadie se admirará de que los griegos y los romanos hayan creído indispensable la mú- tom. i. 22 sica á todas las edades y secsos y que la hayan calificado necesaria para una buena educación. Desde la antigüedad mas remota la música se había em- pleado para cantar alabanzas á la divinidad; para celebrar las grandes acciones y los acontecimientos célebres que debían perpetuarse en la memoria. La civilización que ha modificado los usos y costumbres ha sometido la mú- sica á su influencia sola. Los babilonios y los fenicios amantes del canto inven- taron el salterio muy parecido á la viola ó al bajo que se usa en uuestros dias. El triángulo trae su origen de los syrios; el pentancordio instrumento de cinco cuerdas de los scytas. Habiendo sido los egipcios tan hábiles m las artes y en las ciencias, que los otros pueblos las lomaron de ellos, algunos autores les atribuyen el honor de haber inventado la música. Entre los chinos este arle ha sido considerado desde tiempo inmemorial como la ciencia de las ciencias: tie- nen dos instrumentos, el Ché y el Kin que reúnen todos los sistemas posibles de música: distinguen ocho especies de tonos, y pretenden que para producirlos la natura- leza ha formado ocho cuerpos sonoros: el metal, la pie- dra, la seda, el bambú, la calabaza, el barro, la piel de los animales y la madera: dividen por último la octava en doce semitonos, y sus caracteres músicos se distin- guen muy poco de los que usan en su escritura. Los árabes habían hecho ya grandes progresos cuando las naciones modernas estaban todavía en la infancia del arte, y tenían muchos instrumentos á los que atribuyan maravillosos efectos, pues que servían según ellos de an- tídoto contra todos los males: lenian una especie de cla- ve ó piano, otro con la forma de una tortuga y que se3 tocaba con un arco, el tambor, el salterio, uno pareci- do ¡í Ja flauta, y t;l ous que introdujeron en España y cuyas cuatro cuerdas corresponden á las de la guitarra. Los griegos sostenían que la música era tan antigua co- mo el mundo, y que la naturaleza nos había dado la voz, no solci para espresar nuestros pensamientos, sino para regocijarnos con el canto, por lo que se servían de ella á fin de excitar el corazón á las acciones loables ó de in- flamarlo hacia la virtud. El rliythmo ó la medida era el alma de la música y se dividia en simple y compuesto ó mixto. Las partes de la música se componían de sones, intervalos, géne- ros, sistemas, acordes, tonos ó modos, cambios, y por último, de la melopea ó el arte de componer un canto. So- lo tenian trece tonos en la estension de un son á otro, y los cambios indicaban las mudanzas que tenian lugar en un canto ó en una undulación. La melopea por últi- mo que tomaba su nombre de la melodía, estaba redu- cida á un corto número de preceptos que solo tenian por objeto encontrar cantos que pudiesen adaptarse á la can- tidad sylávica de las poesías. Los cantos reducidos á nueve, tenian por objeto inspirar la alegría, volver al alma su tranquilidad, excitar las pasiones tiernas, dirigirse á la deidad, emplearse en la tragedia y la comedia y por último, para las alabanzas ó el amor. Los griegos se servian para escribir la música de las le- tras de su alfabeto enteras ó mutiladas, simples ó dobles, rectas ó diagonales; puestas en dos líneas, de las que la inferior servia para el acompañamiento. Estos caracte- res cuyo número ascendía á nñlseiscientos veinte, hacían la música tan complicada que era mas difícil cantar so- bre el papel que acompañar una voz ó cualquier instru-4 mentó. Así permaneció hasta el siglo once, en que un beneditino de Arezzo llamado Güi sustituyó á las letras puntos colocados sobre líneas, á cada una de las cuales servia de llave una letra. Poco después se engrosaron estos puntos, se pusieron en los espacios de las líneas y se multiplicó el número de estas. En 1338 Juan de Muris, canónigo de París, dió figu- ras á las notas para marcar las relaciones de duración entre ellas, inventó los signos de medida é introdujo grandes modificaciones en el modo de escribirla música. Los romanos tomaron este arte primero de los Etrus- co y después de los griegos, siendo muy notable que en Roma su ejecución instrumental y vocal estaba aban- donada á los esclavos, mientras que en Grecia se reser- vaba de tal modo á las personas libres, que se habia prohi- bido su uso álas que no lo fuesen. Los antiguos mexicanos, tenían también su música y sus instrumentos especiales derivados sin duda de los egipcios y de los hebreos. Por desgracia solo se conser- van en el Museo nacional el teponaztli, la tambora de ma- dera, algunas flautas y pitos, cierta especie defrayolets, la sonaja ó ayacaxtle, algunos panderos de pieles y conchas de tortuga y algunos grandes fagots. Acaso no seria grato á nuestras lectoras si siguiésemos reseñando la historia de la música moderna aunque pudié- semos hacerlo con la rapidez que lo hemos verificado respecto de la antigua, y por lo mismo nos contentare- mos hoy con decir que no hay nación que no cultive Ja música y en que su enseñanza no forme una parte de la educación de su juventud. Su mayor ó menor conve- niencia en la educación del bello sexo ha sido el objeto de reflexiones muy importantes, de las que ofrecemos ocu-5 parnos otra vez, así como Je las mas sencillas teorías de la música, de cuyo arle sublime era preciso decir algo al presentar á nuestras subscritoras como un obsequio pre- liminar un Valse nuevo para piano, composición del pro- fesor mexicano D. Antonio Gómez que lia tenido la bon- dad de dedicar al Semanario y al que por lo mismo no liemos dudado titular el valse de las señoritas mexicanas. £1 temblor de tierra. oxsiDERAxDO á algunas de nuestras lectoras algo con- movidasy asustadas por el que se sintió en México el lu- nes de la semana pasada liemos creido leerán con gusto algunas de las reflexiones físicas y religiosas escritas por el célebre alemán Mr. Sturm sobre este imponente fenó- meno de la Naturaleza. Hay dos especies de temblores ó terremotos. Los unos que son causados por la esplosion de los volcanes, cuyas conmociones solo se sienten á cortas distancias, y únicamente cuando los volcanes obran, ó antes de sus erupciones. Conmoviendo la tierra basta cierto espacio; al modo que cuando se vuela un almacén de pólvora, cau- san un sacudimiento y conmoción sensible á mucbas le- guas. Los otros bien diferentes por sus efectos, son los que se perciben á muy grandes distancias, y que conmue- ven una estension considerable de terreno, sin que se noteG ningún nuevo volcan ni erupción alguna. Hay ejemplos de eslos terribles terremotos que se han sentido á un mis- ino tiempo en Inglaterra, en Francia, y Alemania y aun mucho mas lejos; y se lia observado que se eslienden mas á lo largo que á lo ancho; que conmueven una banda ó zona de terreno, con mayor ó menor violencia en diferen- tes parages, y que casi siempre los acompaña un ruido sordo, semejanse al de un carruaje que corre con rapidez. Alribúyense estos electos á que los terrenos están inte- riormente llenos de galerías, que se dividen y dirigen ha- cia diversos puntos. La mayor parte de estas cavida- des,que se comunican respectivamente, reuniéndose ó partiendo de un centro común, pueden resentirse en un instante á remotísimas distancias de la conmoción cen- tral. Para entender bien cuáles puedan ser las causas de los terremotos, haremos las observaciones siguientes. Siguiendo los principios de Laplace, fundados en la química pneumática, puede decirse que el granito se es- tiende en nuestro globo desde las montañas de los con- tinentes hasta el fondo de los mares, y está cubierto en todas partes de capas pizarrosas-arcillosas, cuyos inters- ticios llenan los fluidos parecidos al aire como el gas car- bónico; el hidrógeno, el oxígeno, el ácido muriálico, el huido eléctrico, &c. Estos agentes se inflaman ó por di- cho ácido, que introduciéndose en las capas arrebata el oxígeno á los óxidos metálicos, ó inflamando el hidróge- no con quien se halla en contacto, ó por las detonacio- nes eléctricas que se comunican de unas en otras con la rapidez del rayo, y producen, aun en parages muy dis- tantes, conmociones casi simultáneas. Dilatados por el fuego estos fluidos se esfuerzan á ocupar mayor espacio,y no pudiendo conseguirlo oslando encerrados, quieren abrirse paso por las rocas que los sujetan, de donde re- sultan las oscilaciones y vaivenes violentos, esto es los temblores; fenómeno triste para la especie bumana, con- tra el que las ciencias naturales no ban encontrado aun defensa alguna poderosa y cuyos efectos son tan terri- bles como instantáneos. No bay términos con qué esplicar cuán funestas son semejan''¿s esplosiones. Entre todas las catástrofes que desoían la tierra, no bay ninguna tan formidable, tan destructora, y que baga mas inútil cualquiera precaución ó esfuerzo bumano. Cuando los rios salen de madre inundan las casas y sumergen las provincias, todavía que- da algún recurso al desgraciado labrador, porque puede refugiarse á los montes, i'i oponer diques al furor de las aguas; pero en un temblor de tierra toda vigilancia es su- perílua y no basta precaución alguna. El rayo nunca ba consumido lugares ni provincias enteras; la peste pue- de es verdad despoblar las mayores ciudades, mas nun- ca las destruye enteramente; pero la calamidad de que baldamos se estiende con un poder irresistible por lodo un pais, nada la detiene y sepulta pueblos y reinos en- teros sin dejar casi rastro de sus ruinas. ¡Quién podrá subsistir delante del Todopoderoso cuan- do manifiesta todo su poder, y quién le bará resistencia cuando se levante para juzgar á las naciones! La tierra tiembla y se conmueve á su presencia: los cimientos de los montes se trastornan y estremecen cuando se encien- de su indignación. Su furor se esparce como un fuego, hace que se derritan los peñascos y reduce á la nada to- do cuanto es objeto de sus justas venganzas. Preciso es reconocer (pie sus altos juicios son tan rectos como in- comprensibles.8 Aun cuando los manifiesta sobre la (.ierra, aun cuando consume paises enteros con el ardor de su ira, sus cami- nos son, respecto á otras partes del mundo y á su gene- ralidad, caminos de bondad y de sabiduría. ¿Piensas acaso ¡oh mortal! que solo para destruirte dispone y or- dena estas pasmosas conmociones, cuando puede hacerte desaparecer con un soplo? ¿Pudieras creer que necesitase el Altísimo servirse de todas las fuerzas de la naturaleza para convertirte en polvo? ¡Ah! reconoce mas l\ien, que hay un lin nucho mas alto en esas catástrofes tan terri- bles, y que los terremotos mismos sirven en el plan del criador para la conservación del todo. Aun suponien- do que algunos pueblos, ciudades ó provincias fuesen se- pultadas bajo sus propias ruinas; aun suponiendo que se destruyesen millares de criaturas: ¿Qué es todo esto en comparación del mundo entero y de la innumerable multitud de criaturas que habitan el inmenso imperio de la creación? Todo cuanto hay de mas espantoso en la na- turaleza, todo el mal aparente, todas las pretendidas im- perfecciones del mundo son necesarias para su conserva- ción y por lo mismo para que se manifieste en ellas la gloria de su autor. ¡Ser inmenso y omnipotente! yo os adoraré y bende- ciré vuestro nombre cuando descargáis vuestro azote sobre la tierra y derramáis sobre ella el terror y la deso- lación y descansaré con entera coníianza en vuestros pa- ternales cuidados. Si se aplanasen los montes y cayesen al mar y si se destruyese el mundo vos seréis siempre mi apoyo, mi fortaleza y mi asilo. Si logro el testimonio de una buena conciencia, nada tendré que temer. —OO^—XlTfcva.dior. LITERATURA. POESIA. El Trovador. O joven por loa recuerdos Que matiza tu íneinoriu, Por tus delirio* de gloria, Por tUH ensueños de amor. Por el delicioso encanto Que tu juventud respira, t ambiara yo, y por tu lira Mi ventura, Troyador. Tendió la melancolía Sus alas sobre tu frente, Se nubló tu vista ardiento Con el llanto del dnloi. Sueña, jóven, no interrumpa El |M-'sar tus sueños de oro; Sueña, porque es tu tesoro La lira del Trovador. Tul vez el primer gemido De lina letal agonía, {•'ué la primer melodía De esc instrumento de amor. Que es patrimonio del genio La soledad y el quebranto, Siempre se regó con llanto Ija lira del Trovador. Errante como un celagc En el espacio perdido. Maltratado, perseguido Por el vicnUi destructor. Como el ave que en los mares Canta al bramar la tormenta, TOM. I. En el mundo se lamenta El infeliz Trovador. Pero su augusto alvedno No tiene traba ni ley, Y bu corazón de rey No reconoce señor. Es su patria lo futuro, Es su ídolo la belleza, Y su Dios y su riqueza La lira del Trovudor. ¿Vuela tu orgullosu mente En las alas de la historia Por esos siglos de gloria, De heroísmo y de valor? ¿Del conquistador altivo Huella tu planta suprema La ensangrentada diadema? Di, ¿«pié sueñas, Trovador? ¿Te sueñas en Palestina Entre bélicos trofeos, En los vistosos torneos Cantando himnos al valor? ¿Sueñas levantar el grito En las furibundas lides? ¿Sueñas mirar á. los cides? Di, ¿qué sueñas, Trovador? ¿Sueñas ensalzar con brío Al Señor Omnipotente, Que refleja en el torrente De tempestad el horror.-10 Que con el Foplo de ta ira Desquicia loa ancho» marca...... A él entonas tus cantare» Entusiasta Trovador? Que también sobre los muros De Jerusalen esbelta, Que de su costa fué envuelta En la cólera de Dios. Resonó un tiempo tremenda Cual moribundo lamento, Y con pavoroeo acento La lira del Trovador? ¿O sueñas del bosque umbrío En la intrincada espesura, Ver la gentil hermosura Que con sonrisa de amor Tu tiende la blanda mano Y se detiene y se inflama, Y arrebatada te llama Mi encanto, mi Trovador. Y que al margen del arroyo La sorprendes de repento, Y ves morir en su frente El postrer rayo del sol. Y un dosél forma el zafiro A la célica hermosura......? Sí, cambiara mi ventura Por tu lira, Trovador. ¿Te sueñas abandonado Frente á un gótico castillo Viéndolo al incierto brillo De un faro consolador? ¿Y á su indeciso reflejo Ves que una hermosa te mira Y que bendice tu lira, Venturoso Trovador ! ¿Di qué sueñas? En la vida. Si la ventura es un sueño, ¿Quién no quisiera ser dueño De dormir en la ilusión? Si la muerte nos despierta, Si de la muerte dudamos, Felices cuando soñamos Que vivimos, Trovador. La realidad es el crimen, Un esqueleto el vacio, El lecho seco de un rio Astro impuro y sin fulgor. La ilusión matiza el iris Viste al cielo de zafiro: Si por la ilusión deliro Duerma en ella. Trovador. ¿Sueñas elevar un himno A la infeliz patria mia Y consolar su agonía Con sus recuerdos de honor .' Y contemplarla triunfante. Libre, rica y floreciente Para luego........no, detente, No sueñas tal, Trovador!!! Guarda soberbio guerrero, Guarda infantil criatura: Guarda angélica hermosura El sueño de tu cantor. Si de amores, si de gloria Algún recuerdo te inspira........ Conságrasele á la lira Del humilde Trovador.—V. Prieto.II ■, '.upwvnr; n mi eófadJ*itM¡q tié* Mioenoqoiq tsÍHstrTOj Rasgo de amor filial de una joven mexicana. 11I v >Antre las escenas notables de la época primera de nues- tra revolución, han tenido lugar muchas acciones verda- deramente heroicas, que olvidadas entre el tumulto de las armas y las recriminaciones de los partidos, solo se conservan por la tradición en algunas familias. No te- niendo hasta ahora ni historias ni aun memorias que las conserven á la posteridad, procuraremos salvarlas del ol- vido, haciendo que á la vez sirvan de instrucción á nues- tro bello sexo. Por los años de 1817 debia ser Irasferido de la cárcel de México al castillo de San Juan de Ulúa, un anciano respetable, víctima de su patriotismo y de su decisión en favor de la libertad de su pais. Su hija única que lo ha- bía acompañado todos los dias en su prisión, pidió se le admitiese en el coche, que debia trasportarlo ¡í su desti- no; mas á pesar de sus ofertas é instancias, no le fué po- sible obtenerlo. Esta joven, criada con la mayor delicadeza, parecía im- posible pudiese resolverse á emprender á pie un camino tan largo como el que tenia que correr su padíe; ¡pero cuánto valor no es capaz de infundir la idea de salvar á aquel, á quien se debe la existencia! La joven no va- cila, cambia su trage por el mas común y ordinario, se mancha y desfigura el rostro y se cubre los pies, las ma- nos y la cara a fin de disfrazarse de un modo que no solo no fuese conocida, pero que ni llámasela atención, y em- prende decidida su camino á la vista del coche, queencer-12 raba al autor desús dias: logra llegar al fin de la primera jornada, proporciona á su padre todos los recursos que so- lo la delicadeza de una hija hubiera podido adquirirle en nuestras malas posadas, y se levanta antes de amanecer pa. ra poder llegar al término de la segunda á íin de pro- porcionarle las comodidades y alimentos adecuados á su edad ó la cama mas mullida que pudiese conciliar al an- ciano un sueño tranquilo. Su espíritu reanima lo débil de sus fuerzas: su desicion le dá ánimo cuando alguna vez suele desfallecer, y la Pravideucia Divina que mira desde lo alto tan loables esfuerzos, la protege y concede la satisfacción de llegar sana y salva hasta las playas de Veracruz. Allí procuró acomodarse de criada en el pabellón de uno de los oficiales que residian en el castillo: así consiguió disminuir en gran parte las penalidades de su padre has- ta el momento en que á virtud de un indulto logra verlo salir libre de su prisión, y conducirlo á la ciudad donde un comerciante rico, sabedor de una conducta tan plausi- ble, habla a su padre y lepidela mano de quien siendo el modelo de las buenas hijas no podia dejar de ser el tipo de las mejores esposas.—/. G. PUESTO A DISDUSION EN UNA TERTULIA. D. Rafael.—-Buenas noches, señoritas. ¿Qué ha suce - dido á vdes. que hasta la escalera se oyen sus voces? A los pies de V. mi Señor;» Doña Quiteña. A la orden Sr. D. Macario. ¿Qué cuestión tan importante es la que acalora á vdes.'ta D. Macario.—¡Oh! mi amigo, lodos deseahamos la lle- gada de V. con ansia, para oiu su modo di; pensar sobre ese Prospecto del Semanario de Jas Señoritas .Mexica- nas, que tanto ruido hace ahora y sohre cuyos porme- nores hemos discutido como no lo hahria hecho una academia literaria. Uno critica la liase que otro aplau- de como la mejor, aquella ataca el título, la otra la idea, quien las intenciones; en una palahra, necesitamos un presidente que arregle la discusión. Pero antes de to- do, ¿ha leido V. el prospecto? D. Rafael.—Si señor..... así, así..... estoy mediana- mente instruido de su contenido: y hien, ¿qué decian vdes. sohre él? Doña Guadalupe.—Que es muy bonito aunque no me gusta su nomhre. Doña Quiteña.—Que será muy útil y provechoso. Doña Angelita.—Que promete mucho. D. Pautaleon.—Que cumplirá poco. D. Martiniano.—Que al menos es barato, pues son tres pliegos y dos litogralias por una peseta. D. Rafael.—Todo puede ser; pero yo quisiera: que sin hablar en coro y á la vez, tuviesen vdes. la bondad de fundar su juicio sucesivamente, para pactes; así enten- dernos todos. Mi Señora Dona Quiteria, no quisiera dar- me el gusto de indicar qué utilidad cree podrá tener un periódico de mugeres, cuando estamos tan cansados de ver tantos y tantos de hombres que ni han servido, ni sir. ven para maldita la cosa. Doña Quiteria.—Con mucho gusto, Sr. D. Rafael. Yo veo que en el prospecto de ese periódico manifiestan des- de luego sus redactores el deseo de ser útiles ámi sexo, y un fin tan filantrópico está de acuerdo naturalmente14 con los intereses de una madre de familia como yo, que desea ver sacudidas las preocupaciones que generalmen- te pesan sobre él, sin reflexionar que nuestros defectos únicamente dependen de nuestra abandonada ó mal apli- cada educación, por cuya causa no se sabe todavía de lo que serán ó no, capaces las mexicanas. D. Manuel.—Yo lo qne digo es que las mugeres no deben tener otra instrucción que la necesaria para cui- dar de su casa y criar á sus bijos. Es increible la aver- sión que me causan esas mugeres que precian de litera- tas para atraerse la atención, y lo que aprecio en, la mejor es la timidez y la modestia antes que todo. Doña Quiteria.—Pues yo desearía que esa timidez fue- se ilustrada, y que esa mo"destia se fundase en el conven- cimiento y en la práctica de las virtudes, y no en una ignorancia, que solo puede producir estupidez é hipocre- sía. Mas claro, cuando todos claman por las reformas políticas, yo estoy pronunciada porque se- reforme la educación mugeril. D. Pantaleon.—(Con ironía). Sí, que se reforme, agregándole además el ridículo de la pedantería. D. Macario.—Tiene V. razón D. Pantaleon: instruir á las mugeres seria arrancar de sus sienes la corona pro- pia y colocarles la nuestra que no puede venirles bien. El tal proyecto del Semanario de Señoritas va á ha- cerlas concebir ideas tan exageradas, que muy pronto se creerán espeditas pava presentarse á oposición en las va- cantes de nuestras cátedras, aptas para ocupar un asien- to en nuestros congresos, y para tenérselas con el mas erudito de nuestros abogados ó nuestros literatos. D. Rafael.—Vamos por partes señores: se ha escrito mucho en pró y en contra de las mugeres; pero yo, creoi 5 que la pasión osla que ha dictado la mayor parle de esos escritos, mientras que los redactores del Semanario sin pretender hacer la apología del helio sexo, quieren revin- dicar el derecho que le dió naturaleza para instruirse en las ciencias y en las artes adecuadas á su condición. Que- riendo llevarlas cosas al estremo, en efecto, resultaría un ridículo insoportahle si se tratase de instruir á las mexica- nas en los sublimes conocimientos de la teología por ejem- plo, ó en las chicanas del foro ó en los elevados conoci- mientos del cálculo integral; pero la idea y el plan que sehan formado los del Semanario solo se reduce á que la muger, nacida para ser la compañera del hombre, pueda llevar con ella mitad de la pesada carga déla vida, sepa educar en sus primeros añosa sus hijos, que con el tiempo deben ser ciudadanos útiles á su patria, que haga escu- charles su tierna voz y los prepare á las nobles funciones á cpie está destinado su porvenir. Ellos sin duda solo aspiran á que la señorita mexicana tenga aquella instruc- ción que demanda el siglo en que vivimos, y que su edu- cación no solo sirva para la diversión del hombre, sino quesea útilá ella misma: desean que instruida en la moral cristiana, no se lance en medio de todas las seducciones del mundo, como sucede hoy, sin tener otra cosa en su cabe- za que el deseo de agradar. Quieren llamar á la muger al destino que le ha designado la Providencia, dirigir sus fa- cultades intelectuales de una manera mas seria y profun- da, hacerla comprender la grandeza de sus deberes, tanto religiosos como morales, y que reúna desde su niñez y en la época de suJjuvenUid aquellos conocimientos que pue- dan consolarla de la pérdida de esa misma edad tan llena de 'tilusiones/El [mundo literario, el moral y el físico pueden enriquecer con lodos sus tesoros á nuestras me-16 xieanas que hoy solo parecen destinadas á vegetar, y el Semanario que comprenderá las ciencias y las artes comu- nes ,í la primera edad de ambos sevos y las mas propor- cionadas á todas las edades déla muger, podrá contribuir demasiado á mejorar su ilustración y su condición so- cial. Atraídas por una colección de artículos puestos á su alcance, pasarán los límites que la rutina de los siglos pasados habia puesto á su inteligencia; y por consiguiente, los hombres verán sin inquietud esa ambición. > Angelito..—Mientras mas se empeña V. en probar la utilidad del Semanario, mas me confirmo en la idea de que prometiendo tanto sus redactores no es fácil que cumplan sus ofertas como dice D. Pantalcon. D. Rafael.—Si yo hubiese asegurado que todo el plan de la obra habia de verse desempeñado en sus dos ó tres primeros números, tendria V. suficiente razón para ase- gurar la imposibilidad de cumplir sus compromisos; pero un plan tan vasto como la educadion del bello sexo, no es obra de algunos meses ni de un corto número de plie- gos cuando este ramo adquiere lodos los dias mejoras: El tiempo acreditará quetan lejos de ofrecer demasiado han estado cortos, , atendiendo á los elementos con que cuentan. Doña Guadalupe.—V. defiende el periódido con lauto calor y tino, que á no ser uno de los redactores, yo creria al menos que es compadre de alguno de ellos; le concedo el triunfo con mi silencio; pero no crea V. que pueda con- formarme con que un periódico tan útil y se llame á se- cas el Semanario. Doña Quiteria.—Pero niña insensiblemenle se nos ha ido el tiempo, han dado las once, y si el Sr. D. Rafael nos favorece mañana, podremos continuar nuestra crítica del Semanario y acaso el primer número nos dará materia para ampliar ó rectificar nuestras reflexiones. Todos.—Aprobado. — Y. G.17 RELXCWOW. SU IMPORTANCIA. odo el mundo .sabe que el hombre es superior á los irracionales, y que esta superioridad consiste en la facul- tad que tiene de ser mucho mas feliz en sí mismo, y en el poder de contribuir en un grado mas eminente á la fe- licidad de otros; con cuyos medios se aproxima mas á su Hacedor, que es infinitamente benéíico y feliz. Es igualmente bien sabido que esta superioridad en el hombre, con respecto al poder que tiene de gozar y co- municar la felicidad, depende de sus facultades menta- les; por cuyo medio se hace capaz de mayor inteligen- cia, y de abrazar á un tiempo lo pasado, lo futuro y lo presente; de suerte, que sus ideas son mas complexas, y alcanzan mas allá de los objetos sensibles. A consecuen- cia de esto, la felicidad del hombre no depende de sus sensaciones presentes, pues es de naturaleza mas perma- nente, y sus determinaciones y acciones tampoco depen- den de circunstancias variables, pues que es capaz de se- guir un plan uniforme, sin estar distraído por los acon- tecimientos de la hora ó del dia. Esta superior inteligencia no puede con todo alcanzar- la el hombre, en la naturaleza de las cosas, sin un estado de mejora progresiva, empezando por la condición de un simple animal meramente-impresionado por objetos sen- sibles, é impelido á obrar por aquellas impresiones, como sucede á los niños: porque estas impresiones son los cle- tom. U—C. 2. 1 18 mentos de todos nuestros conocimentos, y de todas nues- tras facultades en lo sucesivo: y no es propio déla verda- dera sabiduría el intentar acelerar estos progresos mas allá de cierto término. ¿Porque qué utilidad podría resultar de una mayor inteligencia y de una mayor facultad de com- binar ideas, sin un acopio de estas, para comprender y combinar? Es bien notorio que si esperamos que los ni- ños lleguen á ser hombres de provecho, es preciso que subsistan algún tiempo en su estado de infancia; ó si no nunca llegarían á ser hombres capaces de ser formados. En medio del calor é ímpetu, y por consiguiente de las irregularidades propias de la juventud, percibimos con frecuencia el gérmen de las mas escelen tes disposiciones: pero entonces estas irregularidades, por las que los enten- dimientos de los jóvenes están provistos de una suficien- te variedad de impresiones fuertes, no deben estenderse mas allá de la época de la mocedad, ó de aquel estado de peculiar sensibilidad en que alguna cosa aun mas nueva es capaz en gran manera de minorar el efecto délas im- presiones anteriores; pues de lo contrario resultaría la formación de unos hábitos que cerrarían el paso á ulterio- res adelantamientos. Con el discurso del tiempo el en- tendimiento adquiere insensibilidad para nuevas impre- siones; y en este caso el hombre se halla en algún modo incapaz de estender sus miras, perdiendo así el privilegio de su naturaleza racional. Su espíritu por falta de un aumento de nuevas ideas, ó de posteriores conocimien- tos, puede aun apocarse y sumergirse en un estado que se aproxima al de un irracional viejo é intratable. Esto, sin embargo, lo observamos aquí de paso, á pe- sar dv que mas adelante deberemos hacer uso de estas ob- servaciones; pues que nuestro objeto consiste en maní-Í9 festar que por la misma razón que el hombre sobresale entre todos los animales, lodo el que cree en la revela- ción divina, y en particular un católico, es superior á los demás hombres, porque su inteligencia se ha dilatado con los conocimientos que le proporciona la revelación, de modo que es capaz de ser mucho mas feliz en sí mis- mo, y animado de un ardor mas generoso para promover la felicidad de otros. Sucede tambieu que siendo menos sensible á las impresiones presentes, estará mas desprendi- do de sí propio, y mas libre de aquella congoja y miseria, á las que están precisamente sujetas las personas que úni- camente atienden á sí mismas. No será tal vez impropio considerar que el primer ar- tículo grande de la religión revelada, (porque de esta ma. ñera se queda mas profundamente grabado en nuestro en- tendimiento, aunque lo dicta también la naturaleza) es la doctrina de la existencia de un Dios: y esta tan enlazado con la creencia de la revelación, que al presente los dos van generalmente unidos; y que los incrédulos en punto á religión revelada, como que pueden conservar la con- vicción de la existencia de un Dios, tienen pocos motivos para íijar su atención en este punto, porque son mas ge- neralmente ateístas prácticos que especulativos y absolu- tos. Luego la creencia habitual y práctica de la existencia de un Dios, que es un ser infinitamente sabio, poderoso y bueno, autor de la naturaleza, y la doctrina de la Provi- dencia que está unida á ella, contribuyen en gran manera á dilatar el entendimiento del hombre, haciendo que nues- tros pensamientos lleguen mas allá de lo que vemos y oí- mos en nuestro inmediato contorno. Sin ellas el hombre es comparativamente un ser de limitados alcances, que20 se aventaja muy poco á los irracionales, y con poquísimos motivos para ocuparse en cosa alguna fuera de sí mismo y de sus mas viles fruiciones. Sin esta creencia, está es- puesto á ser molestado y sacado de su equilibrio por cual- quiera acontecimiento contrario. Pero la f'é en un Dios, en una Providencia, en un Ser que crió todas las cosas, que tiene señalado á cada cria- tura el lugar que le corresponde, y que dirige toda la ca- dena de los acontecimientos, alivia y ensancha el espíritu infundiéndonos al misino tiempo un vivo interés para la utilidad de otras. La idea de un Dios es la del padre de todas las criaturas, particularmente de toda la especie hu- mana; idea que sugiere la de que todos los hombres son hermanos é hijos de un padre común, y tiene estrechas relaciones con otras mil ideas placenteras, especialmente con la convicción íntima de un cornun interés, y con la obligación de promoverlo por cuantos medios están en nuestro poder. Bajo este favorable concepto, estamos dispuestos á respetar y amar toda la especie humana con un conjunto de hermanos; y como tales á sobrellevarnos mutuamente unos á otros. De lo contrario, faltando es- tas ideas, les consideramos como otros tantos individuos aislados bogando á la ventura en Ja inmensidad del uni- verso, en donde es preciso que cada uno de nosotros pro- cure por sí mismo, agarrándose de lo que pueda sin ha- cer caso de lo demás, á no ser que en ello encuentre su propio interés. Así por medio de la fé en la existencia de Dios y en su Divina Providencia, nos hallamos noblemente arrebata- dos fuera y aun mas halla de nosotros mismos, y movi- dos por un generoso impulso á hacer aprecio de los de- mas; sin perder en ello mas queuu vil egoismo, y con él21 una penosa angustia, la que al mismo tiempo es la señal característica y el castigo de un entenclimienloliinilado v pusilánime. üSo hay verdadero ni bien cimentado patriotismo que no esté fundado en estas bases. Sin ellas siempre liahrá lugar á recelos y desconfianzas, á sospechas de miras ocul- tas é interesadas, propias de un entendimiento fallo de aquel grande y cstenso principio que constituye todo el género humano en una sola familia, gobernada por una sola cabeza, idea de un padre universal que nos mira á lo- dos como á hijos, y quiere que nos miremos unos á otros bajo este punto de vista lisongero. Sin la fé en Dios y sin la creencia de su universal y be- néfica providencia, los hombres están espuestos áser pe- culiarmente afligidos y perturbados por cnalquiera de aquellos acontecimientos calamitosos á que diariamente estamos sujetos. Estos son males en sí mismos, y no sa- bemos qué otros males pueden en lo sucesivo acarrear- nos. Hasta el bien que tenemos á la vista es incierto é instable; y por cierta interior desconfianza que tenemos de nosotros mismos, puede terminar en mal; lo que por consiguente solo puede contribuir á agravarle. En esta situación del entendimiento todo es oscuridad y confu- sión, angustia y terror. Pero en el momento en que empezamos á considerar que el mundo no tan solo no carece de padre, sino que también existe un principio de sabiduría y bondad que preside á todo; y á creer que nada puede acontecer sin el conocimiento y la intención de aquella infinita sabiduría y bondad, las tinieblas se disipan y la luz natural penetra hasta nosotros. Pues aunque nos hallamos aun incapa- ces de poder dar razón de ciertos acontecimientos parti-22 eulares, y no vemos distintamente su tendencia a] nial; con todo, la firme persuasión en que nos lindamos de que h] bien es el fin propuesto, y resultará de la totalidad del plan, no sufre alteración alguna; y entonces no nos que- dará mas que una agradable curiosidad con respecto al modo en que será producido el bien. Con esta persua- sión podemos, en medio de la celamidad vivir llenos de fé y gozo. Así la creencia en Dios y en la Providencia contribuye á hacer ei hombre mas grande y mas feliz de lo que de otro modo pudiera ser; estiende sus ideas acerca del sistema de la naturaleza, de la que él mismo es parte; le descubre sus conexiones y su interés con otros seres y en otros obje- tos, induciéndole á buscar en lo pasado el origen de las cosas; en lo futuro la conclusión de este gran drama; y á creer que será feliz y glorioso. Este fin tomará mayor incremento con aquella sublime doctrina de la revelación, que enseña que esta vida no forma la totalidad de nuestra existencia; que es un mero estado de prueba y de instrucción combinado para lle- varnos á un estado futuro mas glorioso después de la muerte. ¡Que ser tan diferente y tan superior debe hacer del hombre esta idea, si se inculca oportunamente en su entendimiento! No es fácil describir esta diferencia, pero no deja de percibirse. Un ser de un dia tendrá sus miras, sus pensamientos y proyectos adaptados para un dia: el de mañana no puede importarle, porque no le ofrece nin- gún interés. Si le agradan las escenas de un dia, á que está reducida su existencia, su corazón desmaya con la idea de una cosa mas allá de aquel término, porque está totalmente escluido de él. ¿Guales serán pues las sensaciones del hombre que real23 y habitualmente cree que ha nacido para la eternidad; que los años y los siglos no tienen proporción sensible con el término de su existencia; que la duración del sol, de la lu- na y de las estrellas no es mas que un simple periodo que divide esla misma existencia y le ayuda á medirla; que cuando estos ha van dejado de ser, él solo empieza á exis- tir? ¡Cuan sublime y estimulante es este pensamiento! ¿Como podría un objeto vil y ruin ocupar el corazón de un ser que está convencido del fin grande que le espera ' ¿No mirará con desprecio todas las cosas transitorias; y no dirigirá siempre esclusivamente sus pensamientos á las eternas, que le interesan mas que todas las de este mundo' Creemos no poder hacer una comparación mas exacta en el particular, que la de la ventaja que obtiene un hom- bre que posee á fondo la historia, sobre otro que no tie- ne noticia de mas acontecimientos que de los acaecidos en su tiempo. Nos es sumamente grato el srber el origen y la historia primitiva del pais en que hemos nacido y de la nación á que pertenecemos: no se nos oculta que el viajar y ver otras regiones y otras costumbres distintas de las nuestras, perfecciona y ensancha el entendimiento; aumenta el caudal de nuestras ideas; abre mayor campo á la contemplación; y es por consiguiente el mejor medio para desterrar preocupaciones locales, así como para mi- norar la influencia de todas las ideas que tienen conexión con estas. ¿Qué ventaja no será pues el hallarse capaz, con el auxilio de la revelación: de retroceder hasta dar con el origen del mundo; de coordinar todas las gracias que Dios dispensó sucesivamente al hombre; de contemplar mas particularmente la promulgación deL Evangelio; de vislumbrar aquel estado glorioso de cosas que debe ser elresultado de su propagación nniversal, y de penetrar en íin mas adelante hasta divisar la resurrección de los muer- tos, y el dia del juicio (mal al que seguirá una eternidad sin liu? ívkj *>iqmt;* itu oiip *«m r.) on ¡Qué abundante fondo de pensamientos grandes no su- ministran materias tan sublimes; y cuán escasas son las producciones de aquel ingenio del hombre, sea filósofo, historiador ó estadista, ó sea lo que quiera el mundo hacerle, comparadas con esta grande y dilatada perspec- tiva! Basta la contemplación de semejantes objetos para ha- cer al hombre superior al mundo y á todas sus pequeñas investigaciones y fruiciones que resultan de ellas. ¿Pen- sará mucho un hombre de esta clase en satisfacer sus apetitos y pasiones? ¿Envidiará á otro cualquiera de sus semejantes al goce de algún objeto qne el mundo puede proporcionarle, ó formará el deseo de que su persona ó su familia se engrandezca en él? Exortémos pues muy seriamente nuestros jóvenes lec- tores á que presten el mas atento oido á los sagrados man- damientos del Gran Fundador del Cristianismo. Sigan abrazando con la mayor firmeza, y sosteniendo con un zelo ilustrado é inalterable la religión que este Soberano Señor hizo bajar del cielo para establecerla en el mundo. Acuérdense que los dogmas característicos de esta creen- cia son la Fé, la Esperanza y la Caridad. La Fé no con- siste solamente en el ascwnso que dá nuestro entendi- miento á las evidencias del cristianismo, que son irresis- tibles, sino que también es una fuente pura y viva de obediencia á los divinos mandamientos. Es un principio que sojuzga el orgullo de la razón humana, dá á Dios la «loria de nuestra salvación v á Cristo el mérito de ella.Semejante á un árbol, se dá á conocer por sus abundan- tes y escelentes frutos; santifica todas las virtudes mora- les y las hace ser gratas á la vista de Dios.—La Caridad, este brillante y amable adorno del carácter del cristiano, estiende su benigno indujo á todos los hombres sin dis- , tinción de pais, condición ni estado; y en sus varias re- laciones y uso que hace de este mismo influjo para el bien de lodos, del que está en nuestra mano aprovechar- nos, nos realza hasta el punto de hacernos semejantes, en cuanto lo permite la naturaleza humana, á nuestro padre que está en el cielo. En medio del retiro del estudio ó de las ocupaciones de una vida activa, sea vuestro prin- cipal cuidado, como es obligación é interés vuestro, el acordaros que el Ser grande que fundó y perfeccionó vuestra Fé, ha colocado el premio de la virtud fuera del alcance del tiempo y de la muerte, y prometido aquella eterna felicidad á la Fé y obediencia del hombre; que sola puede llenarle de todo el gozo de que es capaz, y sola satisfacer los ardientes deseos de su alma. —©O©— 1™ O descorras tu velo tenebroso. Ni des paso a la luz del nuevo día, ;Oh noche! en que se goza ol alma inia. Mientras que yacen en feliz reposo Loe hombres, dando tregua d su agonía. Tu lobreguez ¡oh noche! llena el ulnm De pavor religioso.—Aquí la menta Se dilata, del Ser Omnipotente Las obras contemplando en dulce calma; ¡Calma dichosa al mísero doliente!. TOM. V 526 Yaced en santa paz, tristes mortales; Gozad durmiendo el celestial consuelo. Que no hallareis á vuestros fieros males Si despertáis & ver la luz del cielo. Venturosos dormid, todos iguales.... Mil y mil grandes que en la tierra han sido Cual Dioses por los pueblos atacados, ¿Qué son? ¿En donde están? ... Se han reducido A polvo infecto, que hoy desalentados Hollamos en el suelo endurecido. ¿Dónde están las magníficas ciudades Que admiración délos antiguos fueron? ¿Dónde los Alejandros? ¿Qué bo hicieron Las apuestas, las célicas deidades?... Todos ¡ay! en la nada ya se hundieron!...— Años de pura inocencia En que dichosa me vi, h Y ángel en la tierra fui, ¿Qué os hicisteis?... ¡Ay dolor; Pasasteis como la esencia Que exhala al viento la flor. ¿Dondo las tiernas caricia» De mi madre idolatrada? ¿Do los besos quo estasiada Sellaba en mi tierna faz? ¿Dónde las castas delicias Que á su lado gocé en paz? Volaron ya de mi infancia Los venturosos momentos: Volaron ya mis contentos Con mi loada beldad; Y el tiempo con su inconstancia Me hundió en la fatalidad. Mientras mis ojos no vieron Con la luz de la razón, Todo fué grata ilusión, Todo inocencia y placer, Pero ¡ay!... mis dichas murieron Al punto r¡ue supe ver.—27 En cate mundo mísero, afanoso, Preñado de fantasmas y de horrores, Donde al través de matizadas flores Crece y se nutro el áspid ponzoñoso, ¿qué esperamos?...—Miserias y dolores.— En donde el mal y el bien, en pugna eterr Arbitros son de nuestra frágil vida, Por los horribles vieios carcomida, Y condenada á lucha sempiterna, ¿Qué aguardamos?...—Desmanes sin medida. En donde por caprichos de fortuna El pechero se eleva á la opulencia, A la vez que desciende á la indigencia El rico, i quien meció brillante cuna, ¿Qué nos espera?...—Horror, maledicencia.— Descansad y dormid, flacos mortales, Y soñad en reposo mil venturas, Que sueños son las dichas terrenales: Tan solo realidad son nuestros males, Nuestras graves miserias y amarguras. F. Gavito. De la utilidad de su estudio. üchos se quejan de la ignorancia de las mugeres; pero muchos lambien han querido sostenerla como una garan- tía de felicidad para ellos y de seguridad para sus padres ó para sus esposos. Se las educa, no como si hubiesen de ser compañeras, sino criadas del hombre y después se de- plora esa ligereza que las condena á hacer un papel que 28 ó no tiene influencia en la sociedad política, ó tal vez contribuye á su desmoralización. Nos sorprendemos al ver al sexo amable sujeto á mil preocupaciones, someti- do á mil errores, y acostumbrado á perniciosas rutinas, sin reflexionar que este es el electo necesario y el fru- to indispensable de las falsas doctrinas que dominan to- davía demasiado con respecto ásu ilustración. Sin em- bargo, parece que ba llegado el tiempo de atacar esa pro- funda ignorancia en que la vanidad del liombre lo ba que- rido retener por tanto tiempo, no obstante que la esperien- cia ha dado á conocer que nosotros somos las primeras víctimas de tan perjudicial sistema. A un cuando no hubie- se, pues, una justicia tan manifiesta, nuestro mismo inte- rés debería comprometernos á contribuir á la mejor ins- trucion del bello sexo. Las ciencias por otra parte se limitan á un resumen de sencillos principios y de hechos constantes que ni exigen tan largos esludios ni grandes aparatos para ser compren- didos. Aun las esperiencias químicas reservadas hasta ahora, para la instrucción de los farmacéuticos ó de los mineralogistas, pueden presentar fácilmente á las mugeres asuntos muy variados de distracción, de diversión y de utilidad práctica. La química proporciona á la econo- mía doméstica multitud de recursos á fin de multiplicar las sustancias alimenticias, enseñando á la vez sencillos procedimientos para conservarlas. La tinta de que se sirve la muger para transmitir los secretos de su corazón, el papel que los conduce á grandes distancias, las plumas de acero y las agujas que están con frecuencia en sus ma- nos, y los colores que brillan en sustrages, se hallan bajo el resorte de la química; su composición se hace por ella y todos estos objetos deben su existencia á esa ciencia29 aplicada ¡í las artes.—Acacia instante una quemada puede desfigurar el rostro del tierno niño y comprometer su vi. da desgraciadamente, mientras que puede libertarlo fácil- mente la madre cuidadosa, lavando sus heridas con agua de cal ó con una disolución de estrado de saturno. Una mancha en un vestido podrá horrarse prontamente usando de las teorías mas simples, y de los procedimientos ad- quiridos en los elementos mas perceptibles de la ciencia. Los conocimientos elementales de la medicina domés- tica podrán revelará las mugeres multitud de misterios que hoy son para ellas incomprensibles. Esos nervios, cuya sensibilidad esquisita las incomoda con tanta tena- cidad; ese corazón que palpita con tanta violencia, podrán ser menos molestos á la mugerque con ozca mediana- mente la fuerza que anima á los primeros y la combina- ción de su sistema, así como la forma que distingue y las funciones que desempeña el último en la anatomía. ¡Cuántas recetas peligrosas perderían el crédito de quehoy disfrutan entre las mugeres en perjuicio de la salud públi- ca, si estuviesen instrnidas sobre los fenómenos fisiológi- cos de la respiración, de la digestión ó de la transpiración! A cada paso se ven perecer multitud de personas víctimas de la ignorancia ó de las preocupaciones en materia de medicina. Y tan cruel esperiencia mo es el mejor testi- go de la necesidad de mejorar la educación mugeríl? La botánica, tan agradable al bello sexo, ¿por qué no ha de ser estudiada por él, como, merece serlo? El gran nú- maro de palabras griegas y latinas que la inundan ha dis- gustado sin duda á las que temen pasar por sabias y espo- nerse á los sarcasmos que persiguen a las mugeres desde la época de Moliere. De aquí resulta el corto número de señoritas mexicanas que sepa hoy distinguir las dif eren*30 tes especies de árboles que sombrean nuestros paseos, ó que enriquecen nuestras huertas. ¡Cuan pocas poseen las mas ligeras nociones sobre esas plantas curiosas, esas legum- bres apreciables y esas hermosísimas flores que embelle- cen nuestros jardines, bordan nuestras hortalizas y ador- nan nuestros corredores! Pero veamos por el contrario: ¿en qué pasan hoy los dias de sus mas bellos años? La mejor educada, en tocar el piano, en copiar algunos dibujos y no del mejor gusto, en bordar un pañuelo ó una flor en canevá, y en leer sin distinción algunas buenas ó malas novelas y sublimes ó me- dianas ó poesías. Así es, que si la mano de la desgracia pesa alguna vez sobre su familia, y si alguna de ellas se vé reducida á vivir de su talento ó de su industria, solo le sirven sus estudios de ocho ó diez años, para hacerle mas insoportable una existencia preparada solo para gozar de la fortuna y no ¡)ara adquirirla. Aun cuando la suerte les proporcione por marido un ilustrado artesano, un pro- pietario industrioso, un militar honrado ó un empleado laborioso, ignorando aun el lenguage con que deben sostener sus conversaciones, mal pueden aliviar sus pena- lidades, distraer sus cuidados ó disminuir el tedio de la soledad doméstica. ¿Con las sonatas de su piano criará sanos á sus hijos? ¿Con la obra de su aguja consolará la infelicidad del desgraciado artista? ¿Con la vista de una cabeza escorzada conseguirá el descanso del militar fatigado? ¿La flor bordada disipará acaso el fastidio del comerciante, ó los cuentos del castillo negro distraerán tal vez la displicencia del empleado? Es evidente, pues, la necesidad que hay de reformar el sistema de educación délas mugeresen nuestra república. Mientras ellas permanezcan estrañasá las ocupaciones de31 sus padres, hermanos, maridos é hijos, es de temerse que vivirán en un aislamiento fastidioso y perjudicial á los progresos de las artes, de las ciencias y de la dulzura de lascostumhres. La sala del juego será su único asilo cuando se vean fastidiadas del haile, del teatro ó de la ta- rea de los quehaceres domésticos, como se nota en las grandes reuniones en que se las vé reducidas á pequeños grupos en presencia de los hombres que discuten sobre los acontecimientos políticos, sobre el comercio ó sobre la marcha de las ciencias, mientras que ellas solo se ocu- pan de necias murmuraciones, de quejas contra el calor ó el frió ó contra el mal servicio de los criados.—/. G. MORAL. Una muger a la moda. ''■mas mugeres muy hermosas rara vez son las mas ele- gantes; el mucho esmero en el adorno es casi siempre una reparación de las faltas personales. El arte del to- cador sabe encubrirlo todo; y halla mayor aplicación cuanto mayores son los obstáculos. No es estraño; una persona que carece de ideas, compone con mas facilidad versos que prosa y á veces la necesidad del consonante suele conducirla á un pensamiento. Lo propio sucede en los defectos del talle ó del semblante, que suelen ins- pirar una multitud de adornos que hacen su efecto, que seducen, porque se ignora el secreto de su origen, y que no tardan en ser objeto de la moda universal.32 Por el contrario, las mugeres cuya belleza es perfec- ta, no prestan atención á acpjellas invenciones; son her- mosas simplemente} y tle aquí nace que tienen menos atractivos. El talento de una muger á la moda, es el mirar como nula toda existencia que no se parezca á la suya; para ella, una muger que ha pasado su juventud fuera del gran mundo, es una persona a quien ha fallado la vida, es- prcsion que Madama Stael solia emplea,*" para compade- cerse de la que jamás habia amado. La elegante Amelia que hoy dá la ley en la capital, tiene una hermana retirada en el campo, la que ainada de su esposo es feliz al lado de sus hijos tan hermosos como bien educados y disfruta una vida agradable y esenta de zozobras. Pues Amelia no puede consolar- se de la triste situación de su hermanita; no alcanza á presumir, que sea soportable una vida tan mortalmente uniforme; no comprende que haya persona que pueda acomodarse á ella. Se lamenta de jj¡su pobre Carolina tan joven, tan hermosa y enterrada en vida!" Pero cuando llega á saber que la pobre Carolina lejos de con- sumirse en su retiro, de maldecir su suerte, vive conten- ta y se juzga feliz, entonces su compasión se cambia en cólera; abandona a su hermana; «es incorregible, escla- ma, quiere vivir aburrida." El contraste empero no es menos singular por la otra parte. Cuando por una casualidad la pobre Carolina viene de la hacienda y ve á su hermana rodeada de una multitud de placeres, teatros, comidas, conciertos, dias de campo, &c, &c , «¡pobre hermana, esclama, es preciso que trate de distraerse para olvidar que no tiene hijos!" Amelia siente en efecto no tenerlos; pero no por la33 idea que su hermana la supone: no consideraría en su familia el apoyo de su vejez ni el recreo de su corazón. «Yo quisiera tener dos niñas (dice), las hubiera puesto nombres romiínticos Niobe_, Cejerhutj Venturina^ Amal- thea. ¡Qué placer! las vestirla de blanco, las Uevaria á las dos igualitas, con sus gorros de terciopelo y sus to-- neletes griegos; nada hay mas bonito en la delantera de una carretela que dos niñas igualitas, rubias, que hablen el francés....." para esto quiere Amelia ser madre. Una muger á la moda, no ama nada verdaderamente, ni la música, ni el baile, ni la poesía, porque las bellas artes no forman un placer para ella sino con ciertas con- diciones: solo ama el baile en una gran tertulia: para que le agrade la música es indispensable que ocupe un palco de los primeros ó segundos, y que los concurren- tes la distraigan y no la dejen oir. La primera necesidad de una muger á la moda es lla- mar la atención; para conseguirlo debe á veces carecer de gusto en su peinado; pero es indispensable que se di- vise en él, algo de arte y de estudio. El secreto consis- te en elegir objetos estraordinarios, pero que parezcan bien. Un adorno hermoso á la vista, mas ridículo de contar, cuya relación escandalice, es preciso que haga esclamar: «¡Qué horror!"—«Asustarla el verla."—No por cierto; estaba chocante, pero muy hermosa. Cuando una muger de moda llega á enfermar su exis- tencia queda suspensa; mas alguna vez encuentra cier- ta indemnización llamando á un médico eslrangero, ó consultando á quien tenga algunos conocimientos sobre el magnetismo animal. Apenas recobra un poco la sa- Jud, se ocupa de los adornos de convalecencia. ¡Están grata una convalecencia con su palidez y su decaimiento tom. i. 634 afectado! Un luto no la aflige, sino porque el color ne- gro no sienta bien al de su cutis; cuenta con impacien- cia los dias que le faltan para mediarlo; para cuya épo- ca se prepara con multitud de adornos claro-obscuros, que si antes solo podían ser azules ó morados, hoy as- pira á que sean verdes, ó de color carmesí. Una muger á la moda subyugada por la idea única de agradar indistintamente, guardada por la elegante frial- dad de su corazón, podría permanecer intachable toda su vida, si el principal deber de la nuigsr á la moda no fuese sujetar á su carro al hombre á la moda; por desgra- cia el primer deber de este hombre es el de seducir á la moda; y de aquí resulta una serie de escándalos, que aun- que todos á la moda no por eso dejan de originar grandes desgracias que causan la desesperación de las personas del gran tono, y dan pávulo á la conversación de las tertulias álamoda.—[Tomado del Observatorio Pintoresco de Ma- drid.] LA ALAMEDA DE MEXICO. ÍKstrÉ la multitud de vistas pintorescas de México que ha multiplicado de pocos dias á esta parte la litografía, el grabado, la cámara oscura y el daguerrotipo, se había ol- vidado seguramente una de las mas agradables á las seño- ritas. Tenemos el placer de dedicarles la presente litogra- fía del centro de la Alameda, como está el dia 16 de se- tiembre, la que no dejarán de ver con gusto ni de recordar á la vista de un lugar concurrido con tanta generalidad y frecuencia, ya los juegos de la tierna niñez, ya los paseos2IÍAP6935 de la fogosa juventud y ya por último, las distracciones solitarias de la edad madura. (Pero qué os diré de la Alameda para hacer mas grata su vista en un paisage, cuando la realidad apenas evita ya ningún sentimiento estraíío, ninguna idea que os cause novedad? ¿Os referiré su origen y mejoras? Poco es; pero las cosas olvidadas llegan con el tiempo á ser nue- vas, y lo será sin duda para mas de cuatro de mis lecto- ras, el saber que su fundación dala desde el gobierno del virey D. Luis de Velazco que lo fué dos veces después de su padre del mismo nombre, si bien es cierto que en- tonces solo se formó un cuadrado, que ocupaba el lado mismo que boy tiene frente á la calle del Mirador, lle- gando los laterales hasta frente á Corpus Christi y San Juan de Dios, cerrando el paralelo al del Mirador, y de- jando entre él y San Diego una plazuela llamada el Que- madero, por el uso á que estaba destinada. El tiempo y el notable contraste que presentaba la inmediación de un lugar de recreo con otro de horror y de aflicción, con- tribuyeron á destruir el Quemadero y á prolongar la Alameda. El gusto y la policía han ido sucesivamente me- jorando este paseo, que por su inmediación al centro de la ciudad, ha merecido un poco de mas cuidado que los otros á las autoridades municipales; hasta que en 179f el inmortal conde de Revillagigedo logró no solo hacerlo el mas ameno y divertido, sino tan apreciable su concur- rencia, que quiso sirviese de estímulo para mejorar la de- cencia pública, prohibiendo la entrada á ella á toda cla- se de gente de manta ó frazada, mendigos, descalzos, des- nudos é indecentes. Después de la independencia ha tenido algunas mejoras notables: 1.a El foso y cerco que la rodean, pues antes estaba cerrada con un enverjado de ma-36 dera sostenido por 89 pilastras de 5 varas de alto y una en cuadro en el lado del Norte: 87 en el del Sur y 78 en los de Oriente y Poniente: 2." La colocación en sus cuatro ángulos de las hermosas puertas de hierro que cerraban la plaza de armas que ocupaba el frente del palacio del gobierno: los asientos de las lunetas y glorietas con el balaustrado de cantería que tienen encima, así como el enlozado de las plazoletas donde están las fuentes y los pasillos en sus calles interiores, tienen el mismo origen. Por último, se han hecho dos fuentes nuevas en las lune- tas que miran al Mirador y á San Diego. Pero estas noticias ya oigo que me decis, amables jó- venes, si pueden ser curiosas, al menos poco tienen de divertidas. En ese caso variaremos: os haré una breve descripción de la Alameda, para que podáis dar una idea de ella á vuestras amigas que no la hayan visto. La Alameda es uu cuadrilongo que tiene 540 varas de largo, y 260 de ancho con cuatro puertas que cierran sus cuatro ángulos y otras dos que miran á la Veracruz y á Corpus Christi en los lados mayores del paralelógramo. En su centro está la fuente principal, y otras cuatro á igual distancia del centro y de las puertas: frente á estas hay cuatro lunetas, y las calzadas van desde ellas hácia las fuentes: hay otras cuatro que dividen la Alameda toda en cuatro partes, cuyo centro es la fuente principal; y por último, otras dos horizontales á la que corta sus la- dos mayores, á igual distancia del centro y délos lados del Mirador y de San Diego, resultando dentro del cuadro destinado para. Jos coches una calle recta del Mirador á San Diego: tres de Corpus Christi á la Veracruz y San Juan de Dios: cuatro diagonales que salen del centro á los, ángulos, y cuatro de las puertas laterales á las fuentes nue-3 7 vas; todas las cuales componen 16 diagonales; cuatro rec- tasy diez horizontales, que forman veinticuatro triángu- los llenos tle árboles, estando cuatro de ellos destinados pa- ra almacigo ó plantío délos que destruye el tiempo ó la falta de riego. El número de ellos á pesar de esla precau- ción, no está completo y bastará notar que del lado de Corpus Chirsti en ]a calzada principal y cubriendo los asientos, hay 150 en dos andanas, mientras en el lado opuesto solo existen 136: del lado del Mirador hay 56, y 52 frente áSan Diego. Computando cada triángulo en 50 árboles, y agregándoles 394 de que he hecho mención, creo que la dotación de los árboles de la Alameda, no debia bajar de 1600. Casi todos ellos son fresnos, sauces y álamos; hay algunos patoles ó colorines, perú, &c. En los plantíos hay rosas, amapolas, alelías y otras flo- res. La fuente principal merece mas la atención por sus juegos hidráulicos que por su construcción, y mu- cho menos por la escultura de la estálua de la liber- tad, en cuyo pedestal hay cuatro leones. Las seis res- tantes tienen en su abono su misma sencillez: las cuatro antiguas se denominan todavía por los nombres de las es- tatuas mitológicas que las coronaban en otro tiempo: la- que mira el portillo de San Diego so llama de Hércules; la que vé á la Acordada, de Tritón; la cercana al puente de San Francisco, de Avión; y la que sale al puente de la Maríscala, de Ganimedes. Tampoco es esto ni nuevo ni divertido: lo confieso, pe. ro si mis amables lectoras quisieran adoptar una indica- ción y llevarla al cabo, no hay duda que podrían hacer de la Alameda el paseo mas nuevo y divertido de la repúbli- ca. Si en lugar de esas largas hileras de coches que á es- tilo de duelo, si pueden lucir en un paseo espacioso, como38 el de Bucareli se confunden y agolpan en el pequeño re- cinto (lela Alameda, estableciesen poco á poco la costum- bre de pasear ;í pie por las mañanas temprano ó por las tardes* ;í mas de lo útil que seria este ejercicio para su sa- lud, respirarían el aura balsámica y el ambiente puro de que tant o necesita su delicada complexión, y por último, sus gracias y sociabilidad tendrían una amplitud y esten- sion demasiado considerables; pero el asunto es muy grave para tratarse al final de un artículo, y mi objeto solo se reduce á indicar el pensamiento, que tal vez espía- yaré otra vez mas oportunamente.—/. G. FISICA.-E1 Frió. cubierto con mi capa y el emboze hasta la nariz me paseaba anoche de un estremo á otro del portal de Mer- caderes; y estrañando la concurrencia que suele haber en este paseo nocturno, ya me retiraba para encerrarme en mi casa, cuando me encontré á Eleonora y á Matilde que desaliando la intemperie venian de avanzada de Do- ña Francisca y del Sr. D. Celedonio: tuve por supues- to que ofrecer el brazo á aquellas señoritas y que aparen- tar era insensible al frió, sin embargo, la inquietud con- vulsiva de mis brazos escitó en Eleonora un acceso de risa, que muy pronto se comunicó á suhermana, se pasó á mí, y los tres reíamos como unos simples, yo por con- comitancia, y ellas de verme titiritar. Vamos, me dijo Matilde, no creia yo que un hombre como V. que apenas tendrá cuarenta años, fuese tan acce- sible á la impresión del frío á pesar de las precauciones39 que parece lia Lomado para evitarlo cuando nosotras tan ligeramente vestidas nos reimos de él. Con mas razón, le dije, podría V. liacerlo si supiese que el trio es nada y que la nada no puede mortificar. ¿Gomo es eso? me interrumpió Eleonora, pues aunque me rio del frió, no puedo convenir en que sea nada. V. se chancea, continuó Matilde. — De ningún modo se- ñorita; y puesto que vdes. tienen empeño en profundizar las materias y la bondad de o irme, voy á manifestarles que el frió es solo la negación ó la ausencia del calor, y como no podria tenerse ninguna idea de la negación ó de la ausencia de una cosa real y positiva, en buena lógi- ca, no se pueden atribuir ningunas propiedades al frió. Es verdad por otra parte que no hay cuerpo alguno que se halle enteramente privado del calórico, ó completa- mente frió, ó que sus partes mas pequeñas llamadas molé- culas estén tan unidas unas á otras que no dejen entre sí algún vacío ó algunos huecos capaces de contener el ca- lórico que como un fluido se introduce por ellos. —Comprendo bien, me interrumpió Matilde, que el frió es nada porque es solo la falta del calor, así como la os- curidad ó las tinieblas no son mas que la falta de la luz; pero eso de que el calor ó calórico, como V. le llama, sea un fluido que esté llenando los huecos que hay dentro de cualquier cuerpo, no se me hace muy creíble, porque la mesa de mármol que hay en casa siempre está muy fría, y no creo que tenga esos ahugeritos por donde entre ese calor, porque si hecha V. una gota de agua encima no se resumirá ni tendrá por donde introducirse. —Celebro mucho, le contesté, que no solo me haya V. comprendido tan fácilmente, sino que me haga re- flexiones y me ponga argumentos como que no está con- vencida. Es cierto que no todos los cuerpos físicos tienen una misma dureza, ni sus parles una unión tan íntima, y40 ile aquí resulta que al tocar el mármol en este tiempo se siente mas frió, que tocando una superficie de seda ó de pie- les; pero yo no lie sostenido que todos los cuerpos tengan á proporción igual cantidad de calórico, y por lo mismo debemos convenir en que los mas duros y mas tersos en efecto, son los que tienen este Huido en menor cantidad. Matilde.—Siendo así no tengo ya inconveniente. Eleonora.—Pues yo sí y muy grande, porque V. no ha contestado á la diíicultad que presenta casi como imposi- ble la introducción del calor por esa superlicie en que no puede penetrar una gota de agua— mas ya llegamos á casa. Aquí tiene V. la mesa de que hablamos: hecho so- bre ella una gota de agua: á ver si puede V. hacer que entre en el mármol.... cierra entre tanto Matilde esa vi- driera porque aunque esté convencida de que el frió es nada, la falta del calor me incomoda bastante. Ahora bien señorita, le dije, V. quiere que cierren los vidrios, porque no entre el viento que no puede atravesar por los poros de los cristales; ¿pero no observa V. que esa ráfaga de la luz de la luna no hace caso de los vidrios y se introduce á esta pieza al través de ellos? Eleonora.—¿Y qué tiene que ver eso con que V. no pueda introducir su gota de agua en el mármol? —Lo que quiere decir es que no todos los fluidos son de igual densidad, sino que hay unos mas finos ó gruesos que otros, y que por donde no puede pasar el agua podrá hacerlo el viento y por donde este no pueda transitar, si podrá la luz. Ahora bien, el calórico es mas sutil toda- vía que el agua y que el aire y por lo mismo podrá pasar por este mármol por donde yo no puedo introducir el agua. Mas para que acaben de convencerse vdes., sírvanse tocar el mármol por debajo de la mesa en el lugar de donde levantó este bracerillo de lumbre. Las dos.—Está caliente. Conque aun el calor ha podido atravesar de una parte á otra. ¡Y así ya no dudarán vds. que puede introducirse el calórico? Matilde.—Con unos esperimentos tan palpables, ¿quién puede dudar de esas teorías? En efecto, les dije al despe- dirme: sin querer he dado á vdes. una lección de física.22AP69 ] 41 NATIVIDAD DE JESUCRISTO. ^t«N el año 4004 de la creación, poco mas de mil años después de la fundación del templo, en el año de 754 de Roma, veintinueve años después de la batalla del Actiun^ Jesucristo, hijo de Dios en la eternidad^ hijo de Abra- hani j de David en el tiempo} nacido de una virgen. Disfrutando estaba el universo hacia doce años de una paz general: la monarquía romana, la última de las cuatro monarquías grandes que Daniel habia predicho debian anteceder al nacimiento del Mesías, acallaba de estable- cerse sobre las ruinas de la república. Octavio Augusto era señor de Roma y de toda la tierra, Heredes era Te- trarca de la Galiléa. En aquel tiempo publicó un edicto el emperador, en que ordenaba á todos los subditos de su imperio, se hiciesen empadronar en los parages que se les indicase, según sus provincias, sus ciudades y sus familias. Este empadronamiento general, segnn Bossuet, tenia por ob- jeto hacer conocer las fuerzas y la riqueza de cada pro- vincia. El procónsul Quirino fué encargado de hacerlo en la Siria y Palestina. Los descendientes de David tuvie- ron orden de empadronarse en Belén, ciudad peque- ña de la tribu de Judéa, á dos leguas de Jerusalén. La Providencia dirigía todas estas circunstancias, á fin de mostrar á todo el universo, que Jesucristo era de la ca- sa de David y de la tribu de Judéa, como lo habían escrito los profetas. José y María, obedientes como el resto de la tierra á las órdenes del emperador, salieron de Nazarel, á donde tom. i.—c. 3. 742 residían, y se pusieron en marcha para Belén. Ya Ma- ría estaba casi al fin de su preñez. Después de un viage penoso que duró varios dias y por un pais lleno de mon- tañas, llegaron á Belén; pero lan pequeña era la ciu- dad, y había concurrido á ella tanta gente, que la virgen y su esposo no pudieron hallar una habitación donde alojarse. Por otra parte eran pobres, y las personas que no pueden hacer sino corto gasto, no son bien recibidas en las hospederías. José y María soportaron pacientemente este contra- tiempo, y se retiraron con otros muchos caminantes á un parage público, aguardando llegase la vez de que apuntasen sus nombres en el registro. Era preciso que no quedase ninguna familia descendiente déla de David, ú que el patrimonio de esta familia se hubiese entera, mente perdido, puesto que José y María que descendian de ella, no encontraron pariente alguno que pudiese re- cibirlos. No es menos estraño que el estado de María no hubiese excitado la compasión de alguno; pero lodo es- taba en los designios de Dios. Quiso que su hijo, vi- niendo al mundo para enseñar la humildad á los hom- bres y para darles lecciones brillantes sobre la nada de todos los bienes de la tierra, encontrase desde sus prime- ros pasos en la vida, la pobreza, el aislamiento y el des- precio. María se vio obligada ;í retirarse con José, á un lugar á donde todo el mundo concurría. Entraron á una ca- verna escavada en la roca que servia de establo á la hos- pedería pública. En este triste lugar sorprendieron á la madre de Dios los momentos del parto: dio su hijo ai mundo sin sentir los dolores, que csperimcntan las otras madres; pero ni siquiera tenia una cuna miserable en que43 colocarlo. Lo envolvió como pudo, y lo acostó en un pesebre. Así se hallaban ya justificadas las palabras que ha dicho después Jesucristo: vEl hijo del hombre no tie- ne un lugar donde reclinarse, ni un asilo en que reposar su cabeza/' Se apareció un ángel ;í los pastores que custodiaban sus ganados y les dijo: «Hoy en la ciudad ha nacido un Salvador que es Cristo: he aquí la señal para conocer- le: hallaréis un niño envuelto en mantillas y recostado en un pesebre." De este modo Jos pastores fueron con- vocados en un establo para glorificar al hijo del Rey de los reyes. ¡Qué abatimiento y qué grandeza! ¡Qué ob- jeto de profundas reflexiones! Y si todos estos aconte- cimientos no fueran uno de esos objetos sagrados que no se escuchan sino inclinando la cabeza, ¿adonde se encon- trarían informes mas auténticos y mas sublimes? Según todos los padres de la iglesia, la Encarnación del hijo de Dios es sobre todo un misterio de amor. El amol- de Dios, el amor del prójimo, es el principal tributo que nos damancla el Señor en el aniversario de su encar- nación celestial. —QQ©— ARTES. De la utilidad que debe res ultar al bello sexo de su estudio. in conocer las artes, me postro humilde ante sus ma- ravillas: sin estar iniciado en sus misterios, abrazo con devoción su culto. Yo no podré esplicur el origen de los encantos que las rodean; pero cedo con gusto el pla- cer de sus seducciones. Ellas se presentan á mi imagi- nación como al sencillo y candido campesino una belle- za de alto rango á quien admira con entusiasmo, tanto nías franco y natural, cuanto está mas ugeno de pre-44 tender su afecto, y mas distante de sospechar los artificio- sos engaños de su compostura ó adorno. Jamás he podido oir una dulce y graciosa melodía sin quedar disgustado de no poderla imitar, ni me lia sido posible contemplar una pintura espresiva sin maldecir mi desgracia de no haber sido pintor: mil veces he soña- xlo que tendria doble placer y sensaciones mucho mas gratas, si como las siento en mí, al oir la música ó al ver un cuadro, pudiese exitarlas en otros. ¿Pero es acaso lo mismo el gusto que la práctica de las artes? ¿En esa misma práctica no hay algunas diferencias y algunos grados? Yo concibo que este gusto no solo es laudable sino apetecible; y en mi concepto, esencial á nuestra humana organización. La música, el baile, la imitación son una especie de instinto que Dios colocó en el número de los placeres concedidos al hombre para va- lancear los males de la vida. Siempre he tenido por imperfectos á aquellos indivi- duos á quienes la naturaleza ha rehusado la inteligencia ó el sentimiento. Es verdad que no carecen de ningún sentido, pero á cada uno de estos órganos les falla lo que constituye su perfecciony su mas delicada finura, de mo- do que podria decirse que están enfermos de una dolenci a menos aparente pero mas general. No son ciegos ni sor- dos; pero solo ven y oyen mas ó menos mal. El gusto de las artes, aquel instinto confuso, aquella indecisa y vaga disposición de la naturaleza se desarrolla progresivamente y adquiere por las pruebas que hace de sí mismo, masestension y elevación, mas esactitud y pu- reza. Cuando ha llegado á una esquisita delicadeza de discernimiento y de elección sin la cual no existiría, y cuando se ha elevado á la inteligencia de lo verdadero, y45 de lo sencillo, de lo natural y de lo profundo, se sale de sí misino, por decirlo así, y no contento con la felicidad que encuentra en la contemplación de las cosas que ha- cen efecto en el que la posee, desearia comunicarse á to- dos los demás. El gusto se encuentra en los estudios, se percibe en los negocios, se vislumbra en los pasatiempos y se nota en todas las acciones, desde las inflexiones de la voz hasta el modo de sentir y de ver. La moda le suele tomar consejo, él decide de la compostura del bello sexo, y dirige del arreglo ó la magnificencia de una habitación, de un trage ó de un peinado: constituye la habitud uni- versal de la decencia, de la gracia y déla sencillez: espar- ce en las jóvenes la elegancia sin afectación, ocupa su vida entera y no la abandona sino cuando no existe. El gusto es el juicio por último, que reclilica únicamente el espíri- tu ó el solo que se sobrepone á la razón. Nada pues mas útil que conocer, gustar y amar los en- cantos de las bellas artes. ¿Pero practicarlas? En cuanto á este punto debe atenderse á la aptitud, condición y cir- cunstancias de la persona, y á la parte que le haya tocado en la ciega distribución de rangos y de bienes del mundo. Si queréis ser artistas, sedlo enhorabuena, amables jóve- nes, y sedlo con toda vuestra voluntad, fiadas en vuestro valor, sostenidas por vuestra inteligencia, con toda vues- tra alma y por toda la vida; pero guardaos del mundo y guardaos de la peligrosa afectación, de parecer artistas, ó de enorgulleceros por vuestra habilidad. El mundo tiene deberes serios de que os distraerían las difíciles tareas de la música, el canto ó la pintura, pues que las artes son el deber y la existencia misma del artista cuando les dedica todo el tiempo que exige su perfección. Por el contrario, para las gentes del mundo, las artes no46 son mas de un adorno déla vida, ni se las puede conside- rar como un placer, sino únicamente como una parle de los placeres, y es preciso no usar de ellas como una ocu- pación, ni emplear en su aprendizage los mas bellos años de la juventud. Cuando la tempestad truena sobre nuestras cabezas, no es tiempo á la verdad de adquirir babitudes contrarias á la vida. Cuando se necesita de valor, de decisión y de pa- ciencia, no es prudente babituarse al orgullo ó alhagar la vanidad; porque ni esta, ni aquel podrán serviros de recur- so en el conflicto ó en las desgracias. ¿De qué servirá á una señorita cuando llegue el dia de las resoluciones ge- nerosas haber recibido los aplausos mascomplacienles, los palmoteos mas repetidos tal vez con detrimento de su can- dor por la ejecución de alguna pieza de música muy di- fícil y fugitiva, ó por una perfección en el baile acaso con riesgo de su modestia? ¡Cuanto empeño y dedicación por el baile y el canto cuando á los cuarenta años de edad apenas hay muger que ejercite estas bellas artes. Ni se entienda por lo dicho que nuestro modo de pensar en este punto sea tan severo como el de Montaigne que no permite al bello sexo sino algún pequeño trozo de fi- losofía, un poco de historia, 3' en fin, algo de poesía, «por ser este arte, dice una diversión propia de sus necesida- des, un arte de buen humor, dispuesto para hablar en el lenguaje del placer y de la fruslería mas adecuada á su ge- nio. Estoy demasiado distante de llevar la rigidez tan le- jos como aquellas matronas romanas que por tener sus maridos para divertirse algunas pobres esclavas griegas ejercitadas en el baile y la música como ya hemos dicho al hablar de este arte, se habrían ruborizado si se las hu- biese sorprendido á su vez ejerciendo artes tan serviles y47 envilecidos en su época y en su nación. Las mugeres de Claudio, de Fabio y de Valerio eran reinas ó compa- ñeras de un senado de reyes, y podría por lo mismo di- simularse ese exceso de menosprecio y de orgullo; pero aquella época pasó, y en nuestro siglo por fortuna las artes no son esclavas, sus maravillas y su perfección hacen la gloria de quien las posee, y los artistas instruidos cantan, pintan y poetizan al lado de los reyes. La reina de Ingla- terra, Victoria., hace cinco meses ha cantado en un con- cierto con los artistas y los maestros de música mas afa- mados. La reina de España, Cristina, ha presentado al Mu- seo de Madrid sus bellas pinturas y entre ellas algún cua- dró del que una parte ha sido retocado por la mano de uno de los célebres pintores españoles, y por último, el príncipe Alberto de Sajonia Coburgo, acaba de compo- ner una ópera y algunas poesías que se han recibido con entusiasmo en Londres. En nuestra república las artes y el mérito en cualquiera línea comienzan ya á ocupar un lugar mas distinguido que el que antes obtenía la nobleza cuando en lugar de virtud solia señalarse por sus vicios ó por su amor al ocio. Por consiguiente, jamás aprobaré la dedicación esclu- siva al baile, á la música ó ;í la pintura en lo general de las mugeres; pero al mismo tiempo aplaudiré la dedica- ción á estas artes con tal que sea limitada y modesta y que su objeto se dirija á la utilidad j^al íntimo placer que ellas producen sin buscar una celebridad ó un aparato que las haga degenerar del fin á que están destinadas. Las jóvenes que se dedican á cantar ó á tocar, sin hacer de estas artes su ocupación esclusiva, procuren hacerlo con perfección y parsimonia. Si se dedican á la pintura, que pinten correctamente; pero sin hacer un chocante alar- de de su habilidad y perfección.48 Ocupando el lugar en que sus circunstancias ó posibi- lidades las ha colocado en la sociedad;, aquellas jóvenes cuyo talento perfeccionado con la mas sublime educa- ción puedan emular ó rivalizar con las mugercs hábiles de la Europa, no desmayen en sus esfuerzos y procu- ren ser útiles á su pais y á su siglo, desvaneciendo las preocupaciones de imcapacidad pronunciadas contra ellas. La dedicación á lasarles con asiduidad y empeño, siem- pre senín dignas de elogio, de alabanza. ¿Ni quién po- dria poner límite á sus trabajos ni apagar aquel entusias- mo que es la marca infalible de la vocación de un artista? Se me dirá que esto no es poco. Sin duda: yo lo co- nozco así, y conozco también el aprecio y estimación que se debe aun á los esfuerzos ejercidos por la tierna niñez en los elementos de las arles, en que se percibe un verda- dero encanto al ver los rasgos de un pincel apenas ejer- citado, ó la melodía de la música causada por unas manos que con dificultad alcanzan la octava en el teclado de un piano. Mis reflexiones tienen una escepcion muy hono- rífica con respecto á aquellas jóvenes que se dedican á las arles con el noble fin de ejercer en lo futuro su enseñanza ó de proporcionarse en su ejercicio un recurso para la adversidad. En una palabra, y para dar á conocer mas claramente el objeto de mis ideas os diré amables, jóvenes, que lasarles deben ser el digno objeto de vuestro culto como lo son del mió, pero este culto tiene también su sacerdocio y su santuario. Yo admiro el brillo legítimo de las artes, pe- ro no su reílejo mentido y engañoso: aprecio la realidad, ero no el simulacro, amóla utilidad y la gloria, pero no la vanidad ni la jactancia.—/. G.| 2'JAVGD49 Heroína de la tragedia de Sliakespeai e titulada: ROMEO Y JULIETA. '(*) -í emd, deliciosa creación del sol de la Italia y de la lan- tasía septent rional; Julieta, hija de la pasión y del ingenio; adorable y sencilla niña, tan grande por tu alecto since- ro como heroica por tu candor. Si te presentas á mi vista, bella Julieta, mi pensamiento se rejuvenece al observarte, (*) Anúlieií de Horneo y Julieta.—Había en Verona dos familias poderosas, ¡os Montaguios y Capuletos, divididas hacia inuolio tiempo por un ódio inveterado. Una diversión que dio en su casa el viejo Capulcto, proporcionó á Romeo, liijo único de Montagüio, la ocasión de introducirse enmascarado con algunos compañeros en ca- sa del encongo de hu familia, con el fin de ver allí á una dama; pero encantado por las primeras palabras ¡pie lo dirigió Julieta, completamente olvidó el objeto de sus primeros pensamientos. El amor de ambos jóvenes progresaba rápidamente, no obs- tante haber renacido las hostilidades entre sus familias. Para desposarse Romeo con Julieta, tuvo que dirigirse á un religioso llamado o] hermano tjorenzo, que consintió c i hacerlo. Desgraciadamente Mercutio, amigo de Romeo, ¡labia sido muerto por Ty- balt, pariente de Julieta; Romeo para vengarlo malo á Tybalt, y en consecuencia se Vela condenado á un destierro: su único pesaral alijarse de Verona, era dejar á la que amaba. El padre de Julieta quería casarla inmediatamente con el conde Taris, puro ella era esposa ya de Romeo: desconsolada, pide consejo al r 'ligioso, quien admi- nistró á la joven una bebida narcótica, á fin de que apareciese' como muerta. lTn ac- cidente estravid la carta que Lorenzo dirigía ¡i Romeo ¡i su dettierrj, advertido este ultimo demasiado pronto de la muerte de bu muger (muerte que creia verdadera), vuelve á Verona, entra á la sepultura de los Capulotos, y se suicida sobre el cadáver de Julieta á tiempo que esta abre los ojos, reconoce á Romeo y espira al momento. Atraído por el rumor, llega el príncipe de Verona y aprovecha esta ocasión para re- conciliar á los dos ancianos. Estos, bañados cu lágrimas, se abrazan y prometen ele- var á sus expensas un monumento que transmita á la posteridad la tierna historia de sus hijos, víctimas de la exaltación de las pasiones. ¡Funesto ejemplo de los terribles resultados á que puede, conducir á las jóvenes la indiscreción con que se atreven a alimentar en su pecho un amor oculto contra la voluntad de sus padres! TOM. I. í)5ó y la alma que te estudia vuelve á conquistar la frescura virginal de los primeros años y de los primeros deseos. Entre todas las mugeres de Shakespeare, ninguna ba reunido como Julieta las alabanzas de sus jueces. Es la mas sincera de sus heroinas. El fuego de la alma y sus sen- tidos, resumen en ella la luz y la vida de todo un mundo. Julieta ha nacido del genio del poeta inglés, como nació el amor en el corazón de Julieta. Un rayo de fuego y luz la penetra y la llena de fuerza y de dulzura. Julieta poco há era una joven, tal como Dios y el poeta la desean, sencilla, obediente, piadosa. Aun no tenia catorce años; nada la ¡Aquietaba; invitada por su madre á que mirase á su futuro, consentia en ello como hubiera consentido en engalanarse con un trage nuevo. «No dejaré tomar á mi inclinación, decia, sino el vuelo permitido pov vuestra voluntad." Roméo asiste al mismo baile que Paris. Para Julieta no está presente Paris, niCapuleto, ni su madre. Nada que no sea Roméo existe para ella. Este amor tan intempes- tivo es completo y tan fuerte como la muerte. Roméo to- ma la mano de Julieta y ella aun no le conoce, cuando se lo nombra su nodriza y esclama: «si no es mió, mi lecho nupcial será la tumba." ¡Qué rápida transformación! Aun no tiene catorce años y ya resuelve desposarse con un hombre que apenas ha visto, ó á morir. ¡Deseo espantoso, pasión insensata que le hace olvidar las leyes divinas y humanas! Roméo es para Julieta su familia, su patria, su religión. Shakespea- re ha descrito el amor primitivo para encontrar ese candor ardiente, esa improvisación terrible del amor, re- montándose á las concepciones bíblicas, á la Sulamitis y su hermana Julieta.51 Shakespeare ha visto á Julieta, la ha amador admirado y llorado: ha sido Borneo. Ñola ha contemplado coque- ta, tal como la huhiera podido introducir en la sociedad de la Italia tan brillante y afectada. En nada alteran la adorable simplicidad de Julieta, el lujo y el esplendor que la rodean. Permanece grande y entrega su corazón á las primeras impresiones, enteramente y para siempre. Al través del prisma de esa sociedad artificial, ha entrevisto el amor, esa pasión infinita, vivificante, verdadera, divina, que la solicita y la obtiene: loda entera va á donde la lla- man sus sentimientos y se precipita hacia su felicidad y su desesperación. Su inocencia é imprevisión se unen á esos transportes, cuya pureza iguala á su violencia. Venid, hermano Lo- renzo, llegad: Julieta jrá á buscaros. Ella os dirigirá mas bien que os consultará. Esa virgen llegará á instruiros en un nuevo culto, el del amor, que ella confunde con el de la misma religión. Julieta no tendrá que esforzar- se, su pensamiento, su corazón, su voz jamás habrán sido tan sencillos. Lorenzo sin estremecerse escuchará á Ju- lieta hablar de suicidio, y no verá en la pasión sino la hermosura de la alma dilatada en su fuerza y libertad. El carácter impetuoso del amor, es decir, el abandono de todo nuestro ser, jamás se ha espresado mejor que en Romeo y Julieta. Desdemona, tan pura y tan grande, aun no iguala á Julieta. El capricho parece tener parte en la elección de Desdemona^ y el capricho humilla siem- pre. La verdadera pureza tiene aquel maravilloso, que cuanto mas se acerca á la licencia, tanto mas difiere de ella. Julieta quisiera que Romeo no hubiese sorprendi- do su secreto; pero dice: que por cuanto hay en el mun- do, no se retractaría: que es demasiado feliz. Se confiaal caballero. A su turno la anima un sentimiento de pie- dad, y habla Julieta de ir á ver á fray Lorenzo para con- tarle su felicidad. Dios y el amor son para Julieta como dos aspectos de una misma especie. En el tumulto de los sentidos conserva el alma todos sus derechos. La nodriza de Julieta le refiere el homici- dio de Tybalt, y la joven con la mayor prontitud deduce inmediatamente las consecuencias de la imprudencia de Romeo; juzga á sangre fria su triste porvenir, y repite, la espresion solemne que habia dicho en el baile: uMile- cho nupcial será mi tumba." En medio de estos movi- mientos bruscos, opuestos, estraordinarios, reina una no- bleza apacible, una gracia profunda y misteriosa, que re- cuerda la luz, los perfumes, los ricos y agradables aspec- tos de la Italia; los colores se matizan y se mezclan, las sombras desaparecen, los contornos se ablandan, y el sen- timiento de la armonía domina todos los sentidos. De este modo Julieta se muestra respetable y mages- tuosa al través del delirio de la pasión; una inspiración fuerte preside ;i su nueva vida; una fuerza inaudita la pe- netra____y la escena de la despedida....y la del balcón, ¡qué frescura religiosa! ¡qué santuario tan lleno de fragancia! ¡qué himno de tristeza y de deleite! Cuan esforzada se pre- senta Julieta cuando sele notifica el casamiento conParis, no se niega elocuente, ni solemne, sino sencillamente. Dé- bil virgen, poco hásin voluntad, no se admira de resistir; después de haber amado algunos dias, se siente capaz de todo, y al verla tan impávida se equivocan sus padres y cuentan con su obediencia. Esta serenidad augusta precedía dignamente á la catás- trofe. El terrible desenlace podia solo corresponder á es- ta pacífica sencillez. Pero Shakespeare ha ahorrado aquí53 una transición imprevista. Julieta vá á beber el veneno, se turba su imaginación, teme la muerte: la júven tímida é ignorante, es un instan te superior á Ja muger audaz: ya no se atreve Julieta á quedarse sola, llama á su nodriza: presto se desvanece el miedo, triunfa la pasión, el drama continúa. Este último rasgo garantiza la realidad de es- ta figura poética: Julieta ba entrado á la condición uni- versal del corazón femenino; vive incontestablemente, y esta autenticidad esparce una nueva hermosura sobre la obra maestra del poeta inglés. La muerte de Julieta corona este conjunto heroico. No tiene su alma mas que tres ó cuatro ideas; se acuerda del lugar en que debería estar, del motivo de su residencia en la tumba, y después de Romeo. Besar su cadáver y ma- tarse, es para ella un solo acto. Todo pasa tan veloz, tan naturalmente, que no hay que admirarse de ello. En la muerte y la vida de una muger perfecta, lo verdadero, lo fácil, lo ordinario deben templar profundamente la pa- sión, el ardor y la violencia, así como en la reproducción de la hermosa naturaleza y como en el mismo universo, la luz, el aire, los perfumes deben encantar y penetrar el alma mas bien que ofuscarla. Tal es también la mágica ejercida por vos, Julieta, sobre los corazones hechos para comprenderos y amaros, á la vez que para compadeceros y tomar una lección saludable de los riesgos á que se espone quien se deja llevar de las primeras impresiones del amor. (Traducido de la Galería de Mugeres de Shakespeure). Una muger risueña. Supongan vdes., lectoras mias, unos ojos vivarachos, una dentadura blanca y tirada á cordel, una fisonomía es-54 presiva, nariceo de respingo, dos manzanitas sonrosadas pormegillas y un permanente hoyuelo formado por ellas á cada lado de la boca: un cuerpo naturalmente esbelto y bien cortado, aunque libre de corsé y ligaduras, una gar- ganta blanca y un si es no es enemiga de lazos y ahogado- res; un peinado en fin sencillo y recogido en sendos bu- cles ó en menudas y bien tegidas trenzas al través de las orejas. Tal es la muger que me he figurado; y si vdes. no lo han por enojo, podrán tener la bondad de figurársela con migo. La naturaleza desde su tierna edad la dijo con tono re- posado; «til reirás" y no bien lo habia pronunciado cuan- do ella le contestó con una carcajada. Ella á no poder- lo dudar es el bello ideal de la felicidad humana. Por- que vdes. convendrán con migo en que la mas hermosa se vuelve con los años acaso la mas fea; la sensible parece una codorniz y la elegante una larazca, solo la muger ri- sueña riéndose déla edad y de las arrugas parecerá siem- pre amable. Sin embargo, por la misma razón, tiene po- cas amigas: lo que nace no solo de envidia sino de temor que le tienen; porque saben que las observa, se rié de ellas y á veces las ridiculiza; lo que seguramente no es lauda- ble; pero ¿qué quieren vdes? Hay almas de este temple que no pueden mirar las cosas sino por su aspecto risible. La muger que os pinto tiene una alma privilegiada, si escucha, por ejemplo, la relación de un desafío por amo- res, se rié del muerto y del que le mató por tan poco motivo; una de las situaciones mas cómicas para ella, es la de un hombre, que se pasa una bala entre oreja y oreja. En el teatro no puede contener sus risotadas cuando vé el puñal de hoja de lata teñido de almagre: en los con- gresos rié que se las pela de los manotéos de los oradores55 y de los campanillazos del presidente cuando no hay nú- mero para votar; á sus solas se sonrió de la fama de muchos sabios, de la felicidad de ciertos matrimonios, de la ri- queza de algunos comerciantes, del valor de uno que otro militar, de la arrogancia de muchos héroes, y de le impar- cialidad de la mayor parte de los periodistas. Mientras mas el mundo se empeña en ponerlos en los cuernos de la luna, ella se rió con mayores ganas. Muchos creen que tiene talento, porque mete mucho ruido con su alegria; pero solo prueba su ingenio en evi- tar las disensiones serias: cuando las vé venir desde una legua, empieza á conjurarlas con su sonrisa, y cuando lle- gan á encresparse y le piden su parecer, suelta la carcaja- da y deja á sus contrincantes con tanta boca abierta*, cre- yendo que han dicho un disparate. Tiénenla las demás mugeres por coqueta; pero es no conocerla, es no saber que su corazón tan bailarin como sus ojos no podría fijarse un solo momento con seriedad. En vano su belleza y su gracia traen á su retortero cien galanes: no bien los mira arquear Jas cejas ó doblar la ro- dilla, cuando les interrumpe con una salida exótica como esta.—Dígame vd. D. Carlos ¿le gustan á vd. las calabazi- tas en adobo?—y deja al pobre galán en una situación equívoca mientras de dos saltos se pone en el balcón ta- lareando la galopa y entonando las posadas. Es verdad que este carácter mofador le impide acaso encontrar un marido. Y no puede ser menos; porque los halla á todos tan risibles que acaban por ponerse serios y tocar la retirada. Cual le parece demasiado formal para joven, cual demasiado calavera para mayor de edad, se rié de las barbas del romántico y del peinado estudiado del clásico; ridiculiza al uno, porque se pone mal la cor-56 bata; al olro porque se la pone demasiado bien y al terce- ro en fin, porque no se la pone de ninguna manera; desde- ña á un médico porque lleva sortijas, á un militar porque se pone arele y aun literato porque gasta auteojos; y basta desecbó á un hombre honrado porque se llamaba D. Tran- quilino, diciendo que era imposible que quien tenia tal nombre pudiese entender de amores. Los años pasan por ellaj ó por mejor decir, ella pasa por los años sin que ni unos ni otros se dén por entendi- dos, y con la misma gracia y buena l'é con que se rió de las funciones cívicas y de las maromas, se rie ahora de los Hércules del Norte y de los íinancieros de nuevo cuño. Ya oigo que me decis que es una cosa tan horrible, una muger que convierte una tertulia en galería de ca- ricaturas, como un padre rodeado de tres pequeños hijos en un artículo del Hazme reír. Me diréis que una joven de esta especie renuncia aquella reserva que le imponen el decoro y la buena educación, y que su indiscreción la espone á las hablillas y á las murmuraciones..... Alto hay, ya he dicho que nuestra heroina es buena, solo que le ha dado por reir: y díganme vdes. de buena fé, ¿merece otra cosa este siglo de fósforo, de caricatura y de gas? Ella en fin conjura con su sonrisa sempiterna, no so- lo los años, sino los trastornos y miserias que vienen con ellos: apaga con su fria carcajada los ardientes fue- gos del amor: contiene con su labio desdeñoso las pe- netrantes demasías del orgullo; embota en sus lindos hoyuelos las envenenadas armas déla envidia; y divierte con su amable locuacidad la compasada etiqueta de una tertulia. A todos contesta y con nadie sigue correspon- dencia: mira por último á la sociedad como un objeto de diversión, y al amor y á los hombres como los juguetes que divertían su niñez. [Semanario Pintoresco Español.}57 A CARMEN. H ierve en el corazón del alma humana el germen ele la vida, ni capullo de amor ¡roza temprana gloria desconocida. Porque el alma al nacer es la dulzura del alva que despierta, es del cielo sublime la hermosura en bello tronco ingerta. Y entonces ove el ;ay! de gozo y pena que el maternal quebranto en la garganta pálida cercena dando á los ojos llanto. Para avisar al querubín que adora que guardo su ventura, y en tanto un ruego la infeliz que llora al porvenir murmura. ¡Carmen! el ruego de tu madre liermOBU que ignora el vulgo impío, roñó en tu sien, como en naciente ro*a el matinal rocío. En el fondo del alma resguardado sus senos ilumina, íl anima tu aliento perfumado y contigo camina. Laca apellida el crimen insolente la flor de la inocencia; de Díob el Génio la crió en su mente, ten, Carmen su demencia. Guarda el de tu niñez rico tesoro en el centro del alma, que la virtud de la inocencia es oro, felicidad en calma. TOM. [. Es el fanal encantador que brilla con mas ardiente fuego, cuando del mal en la florida orilla se esconde el dolo ciego. Puro el vivido sol desprende el rayo que alumbra al orbe entero, puro también en el postrer desmayo de su inmenso hervidero. sparcirá la lumbre de la muerte al triste mundo helado, sin que jamás á recordar acierte que fué desventurado. Sigue ¡ó niña! del sol la eterna guia en tu breve carrera, y sea el de tu amor en la agonía como su luz primera. Ofrendas ponga el pecho agradecido á celestial memoria en el altar del sentimiento, ungido con esencias de gloria. .Alas cierre siempre el corazón avaro á su traidor la puerta: que el crimen vende su contento caro tí virtud.... iuenperta Ser hoy como mañana es carga leve al ánimo tranquilo, cuando al placer de la virtud se atreve sin profanar su asilo. Y hoy y mañana son toda la vida, y un siglo y otros ciento: tan fácil es al alma enaltecida su mejor alimento. Juan Bautista Alonso/58 Origen é historia fie los vestidos. <^> «4* s preciso, deciaVolney hablando del hombre, que su- alma y su cuerpo se ejerciten en vencer las dificultades que encuentran para vivir, la esperiencia de una multi- tud de sensaciones, haciéndole conocer los goces y las penas, y tiene necesidad de aumentar su actividad para multiplicar los primeros y disminuir los segundos; cono- ció que una piel le disminuia el frió y de aquí infirió la necesidad que tenia de un vestido." La necesidad en efecto fué el primer móvil déla indus- tria, Ja madre de las artes y la inventora de las manufac- turas, cuyos productos informes todavía y groseros, como los pueblos que las creaban, debian en lo succesivo adqui- rir un alto grado de perfección bajo la mano del hombre civilizado y empeñado en hacer mas cómodos y en her- mosear los objetos consagrados á su uso. Lasojas de los árboles y las pieles de los animales fue- ron los primeros vestidos de la raza humana. No nos queda ningún vestigio de la industria anterior al diluvio; pero sise sabe que los sarmatas y los germanos, pueblos nomados que solo vivian del producto de la caza, no te- nian otros trages que las pieles adobadas. Este modo de vestirse se observa todavía en ciertos pueblos tales como los lapones y como muchas de las tribus bárbaras de nuestra república. Noema, hija de Lamech y hermana de Tubalcain, que inventó el arte de forjar el fierro y de trabajar el cobre, . es á quien atribuyen los rabbinos la invención de hilar y de tejer el pelo que cubre la piel de los animales. Muy pronto la industria comenzó á hacer progresos reem-59 plazando loa cobertores groseros formados del cuero bruto de las bestias por el tegido mas sencillo y ligero de la lana. Las mugeres solas en la antigüedad separadas de la so- ciedad de los hombres y encerradas en sus departamentos particulares situados en la parle mas recóndita de la casa, hilaban y urdían la lana, fabricaban las lelas y hacian los vestidos y los muebles. Este tarbajo no exigiendo gran- des fuerzas del cuerpo, se veia por los antiguos como in- digno de ocupar á los hombres. La escritura nos pinta á la muger fuerte ocupada en dar vueltas al buzo y á la rue- ca, empleándose en la industria de la lana y del lino. Eu la Odysea, Penelope, Calypso y Circe fabricaban telas, y Suetonio asegura: que los vestidos que traiael emperador Augusto, eran hechos por su muger, su hermana y sus hi- jas. Pero muy lusgo esta sencillez de costumbres des- apareció delante del lujo y de la corrupción de la corte de Nerón. Entonces fué cuando, según Dubós, se for- maron las primeras manufacturas en los edificios públi- cos llamados guhiecoiútisj en los cuales trabajaban un gran número de brazos en provecho de los emperadores. La primera manufactura de paño célebre en los anales de la industria, se estableció en Arras, lugar de las Gaulas, de donde los romanos sacaban los paños para sus vesti- dos militares. El deseo de adornar las estofas de lana, cuyo tegido refiere Plinio era de un pelo muy grande, hizo nacer desde luego el arte del bordado y la tintorería. Los autores antiguos atribuyen la invención del pri- mero á los Phrygios: Homero nos representa á He- lena trabajando en una obra maravillosa de bordado; el arca de la alianza y el santuario del templo de los ju-60 dios, estaban decorados de cortinas ricamente bordadas. El arte del tintorero menos estimado por los roma- nos, data sin embargo de mas alta antigüedad. Los au- tores mas remolos hablan de la púrpura de TyrOj cuyo descubrimiento parece que se debió al acaso: habiendo un perro de pastor roto una concha á la orilla del mar, la materia que contenia le tifió la boca de un color, cuya riqueza y brillo admiraron á los que le vieron, y desde luego los fenicios tomaron para teñir sus telas este rico color de púrpura tan afamado. Es digno de notarse que la mayor parte de los escritores afirmen que los moder- nos han perdido el secreto de este tinte de púrpura; pero lo cierto es que-se sacaba de dos especies de conclias lla- madas púrpura y murex, que se pezcaban en las costas de Fenicia, en el Africa, la Grecia, algunas islas del Medi- terráneo y aun sobre las cosías de Inglaterra. En las del Pacífico pertenecientes á la república, se encuentran ambas conchas en abundancia, y en el Museo Nacional de México tenemos preciosos y repetidos ejemplares de ambas, traídos de Acapulco, Mazatlán y Cuaimas. Pli- nio nos dá una idea exacta de este precioso tinte, y refie- re los esfuerzos de.los fenicios y de los tyrios que exe- dian á todos en el arte de teñir. Todavía se usa hoy en Sicilia la púrpura del murex; pero es probable que su uso se hará cada dia mas raro, porque el color queso sa- ca de la cochinilla y el que dá el grano de escarlata, se- gún los últimos descubrimientos de Drebbel, son mas brillantes y mucho menos costosos que los que pueden estraerse de dichas conchas que no producen mas de una cantidad muy pequeña antes de que muera el animal. Los antiguos empleaban también el miniun (verme- llón) para dar á sus telas el color rojo ó escarlata, menoscaro que el cíe púrpura; pero sin embargo, lan precioso á sus ojos, que con él pintaban las imágenes desús dioses y las de sus capitanes en el dia de su triunfo, como refiere Plinio haberse verificado en el de Camilo. Sacaban tam- bién este color del coecus de los latinos ó el kermes de los árabes, especie de escrecencia que se encuentra en la en- cina verde. En las pinturas v geroglíficos de los antiguos mexicanos que se conservan en el Vaticano de Roma, en Dresde, Berlín y en el Museo de México, se encuentra es- te color vegetal, aunque se ignora, por el abandono con que hemos visto las cosas de nuestro pais, las plantas de donde lo sacaban los aztecas. El lino que desde la antigüedad era de un uso universal entre los egipcios, fué visto por mucho tiempo en Roma como una materia muy preciosa, pues según Polivio los romanos no llevaban sobre la piel ropa blanca ó de lien- zo y que aun las personas de distinción se servian de su capa para sonarse la nariz. Los hombres continuaron haciendo poco uso de los tegidos de lino durante la repú- blica y la época de los primeros emperadores; pero Ale- jandro Severo, prefiriendo su blancura al brillo déla púr- pura, hizo venir una gran cantidad de tegidos de lino del Egipto y la Fenicia, y su uso se eslendió bien pronto en toda la Italia. [Tomado del Diario de las Mugeres de París]. —qq©— economía de una casa es tal vez la ciencia mas nece- saria para las mugeres. Investidas del poder legislativo en esta materia, frecuentemente se ven condenadas por62 la fortuna á ejercer igualmente el poder ejecutivo. Su go- bierno se vé criticado con frecuencia, no solo de falla de luces, sino de actos arbitrarios, pues que la rutina ó la costumbre forman por lo regular todas sus leyes. Sin em- bargo, las aplicaciones prácticas de los descubrimientos científicos, han proporcionado y presentan cada dia una multitud de procedimientos, cuyo uso disminuye nota- blemente los gastos, y mejora los objetos que se emplean con frecuencia en lo interior de una casa, contribuyendo al bienestar y á las comodidades de la familia, y que por consiguiente ejercen una influencia muy directa sobre su felicidad social. No dudo por lo mismo, que mis ama- bles lectoras acogerán favorablemente, no obstante la sen- cillez prosaica de la materia, algunas reglas de economía ó, en estilo vulgar, algunas recetas, que disminuyendo el gasto, puedan proporcionarles mayores comodidades. He aquí una por ejemplo. Para impedir que los guantes de piel ó cabretiüa se rom- pan al ponérselos. La mayor parte de nuestras lectoras habrán esperimen- tado mas de una vez, la facilidad con que se rompen los guantes de esta especie, principalmente cuando son nue- vos y cuando la ocupación en el tocador, ha durado tan- to tiempo, que apenas queda otro que el necesario para ba- jarla escalera, ó subir al coche, á la vez que la familia ya está aguardando con objeto de ir á una visita, al teatro ó á un baile. De aquí resulta que cuando todo el tragese halla en elmejor estado de finura y de elegancia, la mano ó el brazo presentan roturas que hacen un contraste muy de- sagradable, ó que obligan tal vez á mudar traer con vio-63 lencia otro par de guantes, ó á quedarse sin ellos en el momento que son mas necesarios. Hay un arbitrio para evitar este inconveniente;, y es el de frotar las manos y los brazos con pasta de almendra becha con miel. Limpian- do la piel, esta pasta tiene la propiedad de hacer deslizar los guantes de esta clase sin esfuerzo y sin riesgo de rom- perlos. Para componer la pasta de almendra con miel, se toma una libra de almendras peladas y cuatro onzas de piño- nes quitada también la piel, se agregan dos onzas de azú- car, una de miel blanca, otra de harina de baba y dos onzas de aguardiente, y para aromatizarla, puede mezclársele también un poco de esencia de torongil, de jazmín ó bergamota. Si se compara el importe de esta pasta con el costo de dos ó tres pares de guantes echados á perder en la pri- mera postura, se verá fácilmente aunque muy en pequeño los resultados de la economía. Pero en obsequiode la mi- nuciosidad con que deben tratarse estos asuntos, agrega- ré además una advertencia, que aunque hará reir á mis lectoras, no dejarán de confesar su utilidad. Sucede á veces, que la seda con que están cosidos los guantes no tiene toda la fuerza neceseria para sostener la costura, si se recosen pues antes de usarlos, por molesta que sea la operación no tiene duda que el inconveniente estará evi- tado y complacidos mis deseos económicos en favor de los esposos ó de los padres de familia.—/. G. JUORAL.—L*a Prudencia. vede acaso llamarse mas bien una cualidad que una vir- tud; pero ella es tan necesaria para los usos de la vida, que64 una persona imprudente raras veces escapa de que se le impute algún vicio, ó al menos no se liberta del disgusto de haber incurrido en una falta que habría podido evitar. La generosidad y el ardor de la edad conducen frecuen- temente á las jóvenes á considerarlas lecciones de la pru- dencia como idénticas á las de la displicencia y desconfian- za; pero no es así, aun cuando por disposiciones particula- res pueda degenerar esta virtud hasta ese eslremo, la sin- ceridad es muy compatible con la verdadera política^ y la prudencia no está reñida con la generosidad ni con la confianza. Cualquiera joven que reflexione antes de obrar, verá fácilmente la conducta que le dicta la prudencia, y ra- ras veces encontrará que ella le exija otros sacrificios que los impuestos por un deber positivo, y conocerá finalmen- te que sin la reflexión, ni puede adquirir la virtud, ni ase- gurar un porvenir dichoso. [Traducido del inglés]. PROTESTA DE GRATITUD. "Muestras benévolas lectoras nos permitirán demos las mas espresivas gracias á los señores editores del Monitor y Censor de Veracruz, del Conciliador de Jalapa, de la Union, del Precursor, ja Hesperia y el Diario del Go- bierno de México, por las brillantes recomendaciones que se han dignado hacer en obsequio del Semanario de las Señoritas. El juicio favorable y los elogios que prodi- gan á nuestras taréas, serian un nuevo estímulo para con- tinuar en la empresa aun cuando la aceptación pública que se nos ha manifestado por el número de suscritorés que ocupan nuestros registros, no fuese bastante por sí sola para obligarnos á cumplir nuestros compromisos. Tenemos la satisfacción de anunciar que á la fecha el pe- riódico con corta diferencia, costea sus gastos, y que por nuestra parte estamos resueltos á dedicar todo el empeño y conato posible á fin de hacernos acreedores á la confian- za que hemos merecido de nuestros compatriotas.| ,'L.'Al'GÍ) jlililí Heroína de la célebre novela de Walter Scott, titulada: IVAJVIIOE. *^ed cuan herniosa es y cuan bien sienla á su destino su hermosura. Su frente elevada y su nariz aguileña, dicen que su pensamiento es noble y su voluntad podero. sa; sus grandes ojos negros tienen miradas de luego, como su alma ardientes sueños; pero sus largas pestañas cubren el esplendor de sus miradas corno su noble pudor oculta el ardor de sus sueños; su boca, cuyos labios frescos y nacarados como un botón de rosa eme no espera sino el caliente soplo del zéliro para exhalar su perfume, su boca tiene la gracia de un beso, y si viene el aliento del zéü- ro, se abrirá y dejará escapar los murmullos de amor, ese perfume del alma de las mugeres. Pero ¡ay! una son- risa triste se divisa sobre estos labios como un viento glacial, y sin haber marchitado el botón hasta destruir- lo, lo ha cerrado para siempre; él no florecerá, y su amo- roso perfume morirá sin exhalarse y sin ser respirado por ningún corazón. ¿Sabéis por qué? Mirad atentamente ese turbante amarillo, en que la seda y los diamantes reflectan el sol, esa túnica de brocado, que se abre para dejar ver el rico collar de perlas, ese vestido oriental en fin, no dicen que no es una hija de nuestros hermanos; veis bien que es una estrangera, una mugerde raza pros- crita, una judía. ¿Por qué se asoma á ese balcón.' ¿Por qué baja lo* ojos hacia el suelo? Es porque asiste ai encuentro de tom. i.—c. 4. lü66 armas de Ashbyy porque sigue con la vista al joven caballero cristiano que la víspera ha salvado á su pa- dre de la feroz rapacidad del templario. ¿Qué vienes á hacer aquí Rebeca? ¿Qué instinto fatal de tu fatal destino te trae á esta fiesta? Buscarás con mirada cu- riosa á aquel que no te verá, y serás presa de una mi- rada ardiente qué después querrías escusar á costa de tu vida. He aquí aquel á quien tú buscas, tu vista loba reco- nocido en la armadura que le ha prestado ebavaro reco- ¡ nocimienlo de tu padre; y aun cuando esta armadura no te 1 lo hiciera conocer, tú lo habrias ya reconocido; porque es el mas valiente de todos, ha combatido cinco veces á sus enemigos y otras tantas los ha vencido. Desco- nocido para todo el mundo, no lo es completamente para Rebeca, y cuando el corazón de tantas nobles damas pal- pita, no de otra cosa que de ver tanto valor, destreza y cortesía, el de Rebeca ¿no debe conmoverse también, cuando sabe que una! alma generosa y un corazón hu- mano acompañan á ese valor y-a esa fuerza? Pero vedlo pasear el circo con lentitud, dirigiendo1 la > vista á las altas galerías; en busca déla mas hermosa para i proclamarla la reina del torneo. ¡Dios de Abrahan! ¡Se detiene delante del ¡lugar en donde está Rebeca: sus ojos la buscan, y orgulloso con su victoria, ¿osará poner á sus pies esa corona de oro que lleva en la punta de su victo- riosa lanza? Vacila un momento; pero pronto levanta la lanza y la corona de oro, va á ponerse á los pies de una i noble dama colocada en la galería superior á la que ocupa i la hermosa judía. ¡Pobre hija de Sion! El mismo rey Ri- < cardo no se hubiera atrevido á proclamar reina de seme- j. jante fiesta á una mugerde tu raza, y el valiente caballero i .ha debido ofivcer el homenage .de su victoria á algunamuger de noble estirpe y de ilustre nombre. ¡Ay, tal es el destino de tu nacimiento! Pero esl»''peina de un dia no' tiene quizá sino el esplendor de su nombre. Escu- cha, Rebeca, escucha, pobre muger: mil gritos han dicho su nombre. Es la hermosa Rowena, la mas bella de las hermosas entre los cristianos. Así es como comienza este amor triste, profundo y mudo, que ocupará toda la vida déla hermosa judía. El la hará ingeniosa para seducir la avaricia de su padre, para que recoja al noble caballero de Ivanhoe, cuando haya sido herido en el torneo: él le hará' velar á su ca- becera mientras padece: él, cuando estén los dos prisio- neros, la sostendrá en la lucha desesperada en que triun- fará de los feroces deseos del templario. Tu virtud es .sata ta, Rebeca, y sin duda, ella hubiera bastado á defen- derte; pero, apoyada como lo está sobre el amor, no sola- mente no ha desfallecido, ni aun temblado, sino que se ha inclinado intrépidamente hácia el precipicio en quepueden perecer tu cuerpo y tu alma: ¿qué te importa la muerte á tí que no tienes mas que unu esperanza que sentir? La virgen que no ha amado puede llorar el amor desconoci- do'que sueña; pero tú sabes cuál es este amor, y tií sabes que no lo obtendrás nunca.—Y sin embargo, Rebeca, es esta pasión la que lia doblado tu fuerza contra tu ene- migo, y es ella la que te dá ese valor que te hace mirar sin ponerte pálida el sitio sangriento del castillo de Front- de-Baeuf, «¡Oh! cuan bien venida seria una flecha." Has respondido á "Wilfrido, mientras te recomendaba que no te espusieras tan imprudentemente al peligro: la herida que ella te baria sería menos dolorosa que la que desgar- ra ya tu corazón. Y sin embargo, en este momento, y noipara-morir, diriges lus miradas conociendo que jamás€8 en tu vida habrá nada común entre tí y él; y no pudien- do sentir por tu alma, él verá por tus ojos, y tú estarás siempre cerca de él mientras padezca, mientras esté en peligro, y no te apartarás de él sino el dia en que "\Vil- frido te haya salvado de la hoguera. Allí tu padre, á quien tanto has solicitado por él, te pide que vayas á dar gracias á tu lihertador; y tú, tú no querrás hacerlo: el amor hahlaria en lugar del reconocimiento: rebosa en aquel corazón que hasta entonces lo hahia contenido. Ivanhoe casi te ha dado su vida viniendo á combatir por tí, y he aquí tu mas horrible desesperación: te ha visto tan hermosa, te conocia tan noble, te ha salvado tan des- graciada y solo por valor y generosidad y sin ningún pensamiento de amor en esa valiente protección. Sí, he aquí, donde está la desgracia, se halla también la deses- peración. Abandonarás el cielo de tu pátria, Rebeca. La pátria del corazón es el amor, y su cielo está cerrado para tí. Pero antes de marchar á tu destierro, querrás que un último pensamiento tuyo llegue á Wilfrido, y este pensamiento le llegará por la rival que te ha prefe- rido á tí, si es que alguna vez ha dudado en su elección. Irás á verla por verla, y cuando estés cierta de que la fa- ma no ha exagerado su belleza, le ofrecerás un aderezo de diamantes y rubíes para que el brillo de sus rayos de fuego centellando sobre la frente y sobre el seno de la esposa de Ivanhoe, brille á la vista de su esposo como un reflejo de esa mirada ardiente que tú fijabas en él y para que recuer- de algunas veces esa mirada y murmure'un nombre en su eorazon. Pobre Rebeca, dirá entonces. Sí repetid con é!: ¡Pobre Rebeca!—FedericoSoulié.—[Traducidode ¡aGa- lería de las nuigeres de IValter Scntt. París,, año de 1840.]Una rápida ojeada sobre la muger. acida la muger para labrar la felicidad del hombre, es. te sin embargo lia solido ser su tirano; y en vez de mirarla como compañera, la ba tratado como esclava; pe- roen castigo lia destru'do también su propia felicidad, en- vileciendo al ser que debia procurársela; y solo cuando le lia dado en la sociedad el lugar que le corresponde, lia po- dido sentir aquellas dulces emociones que le bacen la exis- tencia amable en medio de los trabajos que le cercan. Quien no vé en la muger mas que su belleza, quien so- lo la considera como un instrumento de sensuales place- res, no conoce masque la mitad de un ser capaz de ins- pirar mas nobles sensaciones; y merece vivir entregado á ese desasosiego continuo que atormenta al que corre tras de una dicba que de él huye, porque la busca donde jamás existe. La ambición, la soberbia, la codicia, si se apoderan del corazón del hombre, le destrozan miserable- mente, y su alma no puede hallar descanso, sino cuando consigue refugiarse entre los brazos del amor. Mas por amor solo entendemos aquel aféelo puro que tiene origen en la idea sublime que hemos formado del objeto amado; aquel mirarle como el único ser sin el cual nuestra existencia no es posible; aquel estasis que á su la- do nos enagena y nos lleva á contemplarle como la dei- dad que protege nuestra vida, y es merecedora de nues- tras adoraciones. Entonces desaparece el mundo á nues- tros ojos, se suspenden las penas, y olvidándonos de la maldición celeste que pesó sobre la especie humana, nos creemos transportados al Edén donde á no ser por su cul- |¡a disfrutarían >de¿»iínuvventuranza «terninwcstros prime- ros padres. La naturaleza lumiana está dotada de varios alectos Bu- yo conjunto forma su perfección; pero Dios al formar- la rio quiso reunirlos todos en una misma criatura. Hu- bierála hecho demasiado perfecta y no existiera diferen- cia alguna entre los ángeles}' ella. Distribuyó las diver- sas calidades que quería conceder á los habitantes de la tierraen dos distintos seres; y haciendo por lo tanto de cada uno de ellos un ser imperfecto, los obligó áque fue- sen necesarios el uno para el otro. \o se envanezca, pues, tanto el hombre, cua»do en su orgullo se compara con la muger y le dice: «yo soy tu seTtofi." Este señor natía seria sin la compañera á quien desprecia. Al hombre concedió el ser supremo todas las calida- des que constituyen el poder; pero nególe las que engen- dran el amor sin el cual la sociedad no existiría. Con su poder, el hombre no seria mas que un instrumento de des- trucción, y acabaría por destruirse ásí propio: con su he- chizo,.la muger es el vehículo de la sociabilidad, es el la- zo que une á los humanos. Oponiéndola dulzura á la fuerza) la muger conserva esa feliz armonía que forma las sociedades, y es la condición primera de su existencia. Por'.desgracia la parte que le tocó al hombre en los do- nes del: Criador, la ha empleado contra sí y contra su compañera inseparable1.- El genio de la dominación se apoderó de él desde luego, y.el ansia de abusar de la fuer- za ha sido por mucho tiempo el túnico afecto que al pa- recer ha reinado en su corazón de bronce. La muger fué la primera víctima de su injusticia; y desde los tiempos an- tiguos la encontramos por donde quiera esclava. El Orien- te, c.ipja del género humanA y de la sociedad, dio el ejem71 pío déla opresión del sexo débil: v tules raices lia echado allí tan fatal sistema, que aun permanece inalterable al ca- bo de tantos siglos y al través de tantas revoluciones: escla- va es la muger todavía en el Oriente; v solo ew las regia- nes occidentales es donde emancipada lia logrado colo- carse ÍÜ fin en el lugar que le corresponde. «Has nacido para ser esclava del hombre v para servir- le (dice la ley de los orienlales): si riey tú hasde reir: si llo- ra, has de llorar: siesta ausente tu-esposo, debes ponerle los peores vestidos y vivir en continua tristeza: si está pre- sente: lias de mirarle como tu señor, tu Dios, y postrarte, á sus plantas: sus malos tratamientos los has de íeeibir como tu mayor felicidad; y si muere, solo serás honrada quemándote coiv'su cadáver en una misma pira." Y no bastando todavía tan grande humillación, llega el despre- cio hasta considerar comO' viles rebaños á las mugeres, que vendidas y compradas en horrible mercado, se amon- tonan luego en el harem; donde yacen á disposición de su dueño que bajaá escogerlas con la misma indiferencia con que suele elegir en su cuadra el caballo que ha de pasearle. Pero una eterna maldición ha caido sobre esos pueblos. .Vllí, donde la inugcr es esclava, también el hombre lo es: el despotismo y la degradaciones la suerte de esas regio- nes donde la parle mas hermosa de la especie humana se ha visto despojad;! de sus legítimos derechos. La inspi- ración del genio no los inflama tampoco, porque el "ge- nio está muerto donde la muger no le alienta con sus mi- radas; y muertos los orientales para el amor, lo estáwlam- bien para la civilización. Menos injustos fueron los pueblos de Grecia y Roma, y si entre ellos la muger no estuvo del todo emancipada, con todo, fué su suerte mucho mas llevadera. Todavía,72 continuó, iís cierto, la preocupación de que la muger es un ser de especie inferior al hombre: todavía se la tuvo reducida á una triste dependencia; y encerrada en lo in- terior déla casa, nosalia á alegrar la sociedad con su her- mosura y encanto. Mas eslimósela lo bastante para no venderla como vil mercancía, para unirse á ella con nudo estrecho y á veces indisoluble, para contentarse con una sola esposa y no amontonar en un serrallo infelices ins- trumentos de lascivia. Consideróse ya á la muger como á la compañera del hombre, si bien sujeta á él; y si no ins- piraba adoración y entusiasmo, se la concedia al menos respeto. Así es que la suertede estas naciones fué muy diferente de la que les cupo á los orientales. Brilló en ellas la an- torcha de la libertad, aunque fué una libertad imperfec- ta v nial entendida; y la civilización llegó á mucha mayor altura, sin embargo de que al fin se detuvo también el movimiento progresivo que debia llevarla á la perfección. Equivocada como lo era tan generalmente la idea que debia tenerse de esta hermosa mitad de la especie humana, cegada la fuente del verdadero conocimiento en este pun- to, era menester nada menos que la intervención divina para remediar el daño que habian hecho los siglos. Solo Dios que criara la muger dotándola con tan preciosas pren- das, podia restituirla á su verdadero ser, y tal fué el efec- to que produjo el cristianismo. El cristianismo vino á destruir toda especie de esclavitud: acabó con la domés- tica, oprobio de los antiguos tiempos, y dió principio á la emancipación de las mugeres. De entonces la que por tantos siglos habia permanecido abatida, quedó divinizada. Vino á ser el objeto de las adoraciones del hombre, y pasó desde el harem al altar.73 De esclava se convirtió en señora; y el dulce imperio que ejerció sobre los corazones, templó la ferocidad de una época bien triste por otro lado, para los pueblos. La mu- ger entonces se confundió con la religión; el culto simul- táneo de una y otra formó el principal carácter de la ca- ballería, de aquella institución tan llena de gloriosos re- cuerdos; y así como la religión era espiritual, pura y su- blime, así el amor vino á tener las mismas calidades, des- pojándose de los afectos sensuales que un tiempo le domi- naran esclusivamente. Acaso rayó en exageración aquel esplritualismo del amor; pero esta misma exageración produjo virtudes y heroismo y purificó una sociedad donde tantas y tan vivas pasiones se agitaban. Ha cedido á la verdad tan noble entusiasmo; y el amor no es ya en el dia una religión para el hombre; pero des- pués fie haber sido elevada la muger á tanta altura, no ha podido ya descender al envilecimiento, y ha quedado igual al hombre. Querida y respetada, se ostenta aliado de su compañero para dar vida á la sociedad que sin ella no po- dríamos concebir ahora. Ella anima nuestras reuniones, embellece nuestros paseos, encanta nuestros hogares, ali- via nuestras penas, participa de nuestras alegrías y tal vez sube al trono á labrar la prosperidad y la gloria de las naciones. Ni la lira de los poetas, ni el pincel de Apeles, ni aun el compás de los geómetras, son ágenos de su sexo: y con ellos la hemos visto disputar la palma al hombre que parecia haber vinculado en sí la gloria de la sabidu- ría. Emancipada la inuger, no falta quien pretenda ad- mitirla también á lodos los derechos políticos, y desea verla sentada en el estrado del jurisconsulto, ó en el sillón del ministro, ó tal vez mandando ejércitos y ganando ba- tallas. Con todo, no es eso para lo que ha sido formada: tom. i. y74 los ejemplos que se citan para apoyar semejantes preten- siones, son escepciones brillantes que nada prueban. Ha habido mugeres varoniles como han existido hombres afe- minados; pero cada sexo tiene marcadas sus ocupaciones por su misma naturaleza. Las de la muger son impor- tantes, útiles, dirigidas todas á nuestra felicidad: bastante tiene con ellas, sin necesidad de usurpar las que no le cor- responden. Si el hombre se degrada cuando toma la rue- ca, la muger no se degrada menos cuando pretende empuñar la espada. Porque ni la rueca ni la espada son vi- les de por sí, sino por caer en manos de quien no debe manejarlas. Conténtese, pues, la muger con haber reco- brado su dignidad perdida, y crea que no es inferior al hombre porque el cielo la haya destinado á fines, sino iguales, no menos importantes y honrosos. De lodos modos felicitémonos de este dichoso cambio que en las naciones modernas ha esperimentado la suerte de las mugeres. A él debemos este movimiento progre- sivo que nos encamina á la perfectibilidad en todo; ó por lo menos, es una de las señales mas positivas de nuestra superioridad sobre los antiguos y sobre las naciones don- de todavía la muger es esclava. El valor, el genio, el entusiasmo que producen los heroicos hechos que inspi- ran las obras grandes, no perecerá entre nosotros, porque la muger nos mira, nos acompaña y nos anima. [Semanario Pintoresco Español.] ORIGEN DE LOS AGUINALDOS. El Año nuevo. l mismo tiempo que han perecido instituciones muy necesarias é importantes, han llegado hasta nuestros dias otras costumbres frivolas, atravesando una larga serie de75 siglos. Así es que para dar con el origen primitivo de desearse felicidades y distribuir aguinaldos en las pascuas de Navidad, es preciso remontarse nada menos que á la ¿poca de los romanos. Aquel pueblo supersticioso, que creia que los presagios tenian íntima conexión con las primeras cosas que se ha- cían, con las palabras que se escucbaban ú objetos que se ofrecían á la vista, imaginaba también que el primer dia del año estaban los dioses mas propicios, y que no babia ruego que no otorgaran. El conde Gaylus nos ba conserva- do dos monumentos preciosos de los votos que formaban recíprocamente los romanos por su felicidad. Estos son dos vasos pequeños de barro cocido, en el primero de los cuales se lee: aununi novum faustwn felLcem tibi: (un año nuevo afortunado y feliz para tí, se sobreentiende op- to deseo). En el segundo vaso está escrita la misma fra- se; pero en lugar de tibi dice mihi etfilio3 (para mí y mi bi jo.) En lo que se vé que en sus deseos de un buen año no se olvidaba un romano ni de sus hijos, ni de sí mismo. A estos votos acompañaban las visitas y regalos que consistían en higos, dátiles y miel, envueltos frecuente- mente enojas de oro. Tales presentes eran, como entre nosotros un emblema de las dulces satisfacciones que se deseaban á sus parientes ó amigos en el año que empezaba. Los clientes ofrecían ademas ásus patronos una moneda en señal de sumisión y tributo, y mas adelante sustituyó el oro á la modesta moneda de bronce. Estos mutuos obsequios, cuya carga se ha transmitido de siglo en siglo, sin haberse jamás votado, se llamaron en los primeros tiempos Strenua por el caso siguiente, seguu lo refiere Nonio Marcelo. El dia primero de un año que debia ser entonces el primero de marzo, Tacio, rey delos sabinos y aliado de Rómulo en el gobierno de la nueva ciudad, recibió un presente que miró corno el agüero mas feliz, y era el de unas ramas cortadas en una selva consa- grada áStrenua, diosa déla fuerza. Lisonjeado Tacio con aquel regalo que honraba á su valor, quiso que se renova- se en cada año, y los llamó Strene del nombre de la dio- sa, bajo cuja advocación instituyó esta costumbre. Aquellos presentes, y aguinaldos en nuestro idioma, mudaron pronto de protector: cuando Numa introdujo dos meses mas en el calendario, se consagraron los agui- naldos á Jano. Se celebraba su fiesta en las calendas de enero, con bailes y regocijos, y se le ofrecia la torta lla- mada Janual rodeada de higos, miel y dátiles. Persuadidos los romanos de que el uso que se hacia del primer dia del año, decidía de todos los demás, no se en- tregaban enteramente al descanso: los artistas y obre- ros se ponian á trabajar, y empezaban cuando menos al- guna obra, solo por alejar el presagio de un año inactivo. En aquel mismo dia tomaban los nuevos cónsules po- sesión de esa dignidad, y subiendo al capitolio con ves- tidos nuevos, inmolaban á Júpiter capitolino dos toros quenohabian llevado yugo, durante cuyo sacrificio los flámenes óflaminos dirigían preces al cielo por la prospe- ridad del imperio y la salud del emperador. En el reinado de Augusto, el pueblo, los caballeros y senadores, ofrecían presentes al emperador, y en ausencia de él los dejaban en el capitolio. El dinero no se em- pleaba en gastos personales sino en pagar las estatuas de algunas divinidades. Viendo Tiberio que se ocupaba el pueblo demasiados dias en los aguinaldos, cuyas visitas y ceremonias se llevaban una semana entera, restringió su uso á solo el primer dia de enero. Calígula y su su-eesor Claudio no fueron del mismo dictamen en este puu- to, declarando el primero que no admitirla los aguinal- dos que se le ofreciesen, y proscribiéndolos el segundo como impertinentes. Sin embargo del anatema impe- rial, nu dejaron de perpetuarse entre los particulares. Se ve también esta costumbre entre lo» griegos que da- ban á aquella solemnidad el nombre de (iamelia, del mes Gamellón, que era el primero del añu. La renovación anual se celebraba en la antigua Per- sia con gran aparato. Desde el amanecer se presenta- ba un joven de rara bermosura á anunciárselo al rey y llevarle regalos simbólicos. Al acercarse al principe le decia: «Yo soy Almobarek (esto es, el bendito;, y le traigo de parte de Dios el nuevo año." Los grandes y el pueblo pasaban luego a palacio á presentar al monar- ca su homenage, y se le ofrecia un pan, que distribuía entre los cortesanos, después de haberlo probado. Aunque el cristianismo desterró todas las tradiciones profanas, nada alteró de las concernientes al primer dia de enero; pero la iglesia consagró aquel dia al retiro, el ayuno y la oración para espiar la licencia á que se en- tregaba el pueblo. En los primeros siglos prosiguióla costumbre de ofrecer presentes al emperador y á los ma- gistrados, hasta que los padres y los concilios declama- ron contra aquel abuso que al íin cesó; pero desde que los aguinaldos no fueron ya mas que recíprocos testi- monios de benevolencia y amistad, y se purgaron dé to- do cuanto se resentia de una ceremonia pagana, como el regalar verbena, ó determinadas ramas de árbol, y can- tar y bailar en las calles, la iglesia rebocó su sentencia. En Francia, Inglaterra y otros muchos paises, la indus- tria se ha apoderado de esto costumbre para desplegar una78 actividad verdaderamente sorprendente. Todas las ar- tes, todas las manufacturas se disputan á porfía la prefe- rencia del público en objetos delicados y primorosos; y todas las familias respondiendo gustosas á aquel llama- miento, se esmeran en ofrecerse mutuamunte bajo el nombre de Estreimes\, f estrenos, aguinaldos) regalos nu- merosos y delicadamente combinados, que constituyen el primer dia del año, el mas importante para el comer- cio y la industria fabril. Muebles de esquisito gusto y riqueza, alhajas de mucho valor, juguetes, adornos, dul- cest todo entra en al dominio de los aguinaldos. Solo en el ramo de librería asciende la venta á muchos millo- nes, siendo de admirar la esquisita perfección y raro gus- to de los Keepsakes ingleses, los Albums^ Almanaks y Souvenirs (memorias) franceses. Entre nosotros apenas han comenzado estos obse- quios intelectuales, y materializando mas la costumbre de los aguinaldos, nos hemos limitado á los obsequios man- ducablei de nadie buena: pero no por esto deja de ser re- lativamente asombroso el gasto que ocasionan, deque pue- da dar buen testimonio en tales dias la plaza mayor del mercado y los puestos de noche buena. En vano ha habido y hay personas que no ven en los aguinaldos sino una costumbre de hipocresía y adulación: apoyada por una parte en el orgullo, y por otra en el interés, no eremos sea fácil el destruirla sino que se per- petuará como todos los abusos. EnFranciaespecialmente, hay otra costumbre para so- lemnizar el año nuevo, y son los regalos que se hacen el 1.° de enero de flores y ramilletes. Un ramo de flores es el adorno y el compañero indispensable del bello sexo en este dia, y todos las mugeres sienten al recibirlo las emo-ciones mas vivas y encatandoras. La niña Sé divierte en tejer guirnaldas de coronillas y margaritas; la joven en quien se vislumbra ya el deseo de agradar, mezcla y co- loca entre sus cabellos la rosa y las dores nías apreeiables, recordando la corona que debió á su talento y dedicación en su examen de instrucción primaria; la madre de fami- lias recibe en el ramo de su esposo el recuerdo feliz desús primeros amores, y en los que le presentan sus tiernos bijos los gratos placeres de la maternidad. Un ramillete es el emblema de la felicidad, es el bomenage filial de un dia de fiesta deméstica y es el precursor de las dulces ca- ricias y del júbilo mas puro en una familia. En los bailes también la moda ba establecido el obse- quio de los ramos de flores para aromatizar el olfato de las señoritas. ¿Qué joven hay, ni qué muger elegante y bella que no palpite al disfrutar en un ramillete de baile, los suaves eflubios tan agradables cuando después del lar- go valse ó de la fatigante galopa, vé bajar ligeramente su cabeza á los botones mas erguidos de calor y cansancio. En la clase elevada, un ramillete diario precede siem- pre un mes antes de la fiesta de boda, y el ramo elegante de flores presenta de dia en dia, la diversidad de la com- posición y el gusto del florista. Semejante obsequio es un testimonio de atención y de amor, que encierra ideas demasiado halagüeñas de inocencia y de sinceridad, muy susceptible de adquirir la mayor perfección, cuando al co- nocimienio de la botánica se reúne el encantador cnllivo de las plantas y el conocimiento del lenguage florido. En efecto, un ramillete bien matizado y en que la co- locación de sus Hores dú á conocer desde luego la» ideas de simetría y buen gusto, que han dirigido su for- mación, denota un refinamiento que no puede menos de80 captarse Ja benevolencia y el aprecio. El ragalo de un ramo de llores cuando se sabe que su frondosidad V desar- rollo son el resultado de las mas minuciosas taréas en el arle de la jardinería, dá á conocer fácilmente los reitera- dos recuerdos que se lian tenido de la persona á quien se obsequia con él en las diversas épocas del nacimiento,de sarrollo, crecimiento y perfecta vegetación de cada una de las preciosas flores que lo componen. Cuando hemos impugnado como una preocupación, hasta cierto punto, la costumbre délos aguinaldos, esta- mos muy léjos de pretender sustituirla con el ramillete del año nuevo; pero aun cuando así fuese, nuestras amables lectoras convendrán con nosotros: en que semejante susti- tución no podría menos de tener á su favor la sencillez del siglo y las ventajas de la economía. Nuestra situa- ción presente dará una prueba inequívoca de la exactitud de estas reflexiones. Empeñados los redactores del Semanario en presentar sus respetos á sus amables suscritoras, y en felicitarlas por la entrada del año de 1841, ¿cómo podrian ofrecer ¡< todas un aguinaldo correspondiente á su respectiva edad, estado y condición? El ramillete que tenemos el honor de dedicarles en este número, nos proporciona salir airo- samente de un compromiso tan indispensable, y ya que no podemos por ahora convertir el aguinaldo en un keep- sake, en un álbum, en un almanaque, en una memoria ó en un libro de pascuas, pueda al menos ocupar su lugar un sencillo ramo de flores que pueda recordar á las seño- ritas mexicanas los testimonios mas sinceros de grati- tud y aprecio con que se reproducen sus atentos servido- res.—/. R. G.—V. G. T.[ 22>AP69 j81 llis el idioma español Do un énfasis tan mareada, Que hay veces que una voz «ola Encierra sentidos ranos. Del árabe y del latín Este primor ha heredado, Y el genio y clima después IíO han con el tiempo aumentado. Sirva de prueba el librito, Cuyo título, Aguinaldo, Es voz que espresa mil cosas, Que no trae el Diccionario. Dice este (y es lo menos) Un don de pascua ó regalo. Mas también quiero decir, AmÍRtad, recuerdo grato, Presente, memoria, afecto, Y al afecto, añade algo. Marca además un motivo Que se entiende sin nombrarlo, Y que. por las circunstancia» Es fácil adivinarlo. Esplica una quisicosa, Que no espresan los vocablos, l/n sentimiento sin nombre; Pero bien significado; Pues la mágiade la lengua Dá á ta palabra Aguinaldo, A mas del don, una prenda Que suele venir por alto. Muchas mas cosas denota, Y aunque lo hace callando. No por eso se le queda Una siquiera en el saco. Algunas dice á las niñas, A las jóvenes dice algo, Y no hay memoria hasta hoy Desde los tiempos mas altos, Que el aguinaldo, que & una TOM. I. Dice amor, haya dejada D2 se: tan bien recibido Como el que dice regalo. Cuando gratitud se quiera Mostrar con este vocablo, Unos guantes ó una cinta, .Suelen darse de aguinaldo. Si esperanza esplica, ya Viene algo mas concentrado, Y con un rico brillante Se indica el significado; Pues aunque se halle lejos El objeto suspirado, Aquel don denota, bien. El porvenir deseado. Todo lo bueno que ha habido. Precioso, rico, estimado, Todo, bajo aquesta voz En la pascua se ha esplicado; Menos las letras y libros Que por tal no habian pasado, Porque siempre se ha creido No eran de damas regalo. Mas las señoras del dia Enmiendan el Diccionario, Y las ciencias y las letras Las declaran aguinaldos. Apreciándolas aun mas Que las joyas y brocado», Pues saben bien que el saber Es su mas precioso omoto. Por eso en México ya Se regala un Calendario Muy lindo ne Señoritas; U otro libro do aguinaldo. Las señoras lo* reciben Como tal y aprecian tanto, Como ante» agradecían Eos abanicos y lazos.—plagio. 1282 verdad, como uno de los principales elementos de nuestra existencia y vital aliento de la sociedad humana, es la primera de las necesidades del hombre: establece la confianza, robustece la paz, dá ser á la razón, y es en fin para nosotros como la luz del dia. Por mas que se pre- sente desaliñada y adusta, ella es el lenguage de una se- ñorita bien educada: quien no la lleva en la boca como la concibe, no es digna de vivir entre los hombres: su vi- da es puramente facticia. Se llama verdad lo que es, y se adquiere recogiendo los hechos, deduciendo de ellos resultados naturales y aplicándolos á las circunstancias en que deban reprodu- cirse. Todo lo bueno, lo bello y lo exacto es una ver- dad, por cuanto eslas tres cosas suponen conocimientos proporcionados y la prudencia que es precisamente la verdad propia de la sencillez del bello sexo. Tan ver- dad será en ocasiones la elocuencia como el discreto si- lencio, en especial cuando aquella y este hayan de tener por hase y fin el patriotismo, virtud privativa de las al- mas grandes y verdad en que estriba la independencia de los estados. La mentira, pecado de la verdad, y que an- da solo con una pierna, es el patrimonio de los hombres sin honra, y la calumnia la divisa de los necios, de los infames, de los espera-tiempos y fieles servidores de la intriga. La mentira y la calumnia son las nubes de la verdad; pero nunca las nubes pueden ser eternas, y una vez disipadas, aparece el sol mas radiante y hermoso. Ca- lumniar á uno es cosa muy fácil; pero puede convertirse la calumnia en daño de su autor,, cual sucedió al desgra- ciado Antifilo, que acusó falsamente á Apeles ante el rey Tolomeo.a3 Esta historia la refiere un escritor antiguo de la manera siguiente: libre ya del peligro aquel no menos erudito que ingenioso artista, tomó el pincel y en la parte derecha de Ja tabla pintó á un hombre sentado con orejas tan largas como las de Midas, el cual cortesmente alar- gaba la mano ¡i la calumnia que venia de lejos; en Jo cual Apeles quiso dar á entender que solamente los ociosos y gentes no aplicadas a la averiguación de la verdad son las que dan oidos y aun la mano á los calumniadores, los cuales muy de lejos hacen venir las cosas á propósito de su malicioso intento. A los lados de aquel orejudo asistían dos mugercillas harto conocidas por su bachillería y malignidad: eran la ig- narancia y la sospecha. Todos saben que únicamente el que está rodeado de estas, permite llegar á si á la calumnia, la cual caminaba hácia el de Jas orejas largas encarada y descaradamente, siendo muy propio de calumniadores afectar la publicidad para que los crean mejor. Era una muger que parecía hermosa por sus adornos y ata- víos, pero manifestaba un desasosiego é inquietud interior sin poder disimular su rabia y su ira. Llevaba en la ma- no izquierda una hacha encendida; y con la dereclia arras- traba por los cabellos á cierto joven que estendia las ma- nos á los cielos como quien invoca el favor de Dios, que es el único remediador de la calumnia. Delante de este iba la envidia con el semblante pálido, desarropada, mirando aguda y atentamente, semejante á un convale- ciente de larga enfermedad. Seguían á ia calumnia dos mii- geres, las cuales la animaban, instruian y adornaban con esmero: la una era la asechanza, y la otra la falsedad, criadas mny propias de tal señora. A espaldas de toda esta comitiva, aunque algo distante, marchaba siguiendo84 los pasos una muger vestida de luto y este desgarrado. Llámase penitencia, la cual con vergüenza y volviéndole cara hacia atrás miraba y recibia á la verdad que venia de léjos, significando, el tiempo que es menester para que el arrepentimiento llegue á recibir y á abrazar á la verdad. Pero en fin, esta llega en beneficiodel género humano. La descripción de este cuadro equivale á un buen dis- curso. Ella nos enseña que los hombres de bien deben evitar cuidadosamente las traiciones y alevosías de la len- gua que los antiguos nos declaráron por medio de una ga- llarda pintura. Pusieron en geroglífico suyo un cuchi- llo cuvierto todo de hojas y verdores, y debajo estaban los tajantes filos del acero. Para prueba del subido precio de la verdad, concluiré afirmando con un célebre publicista: que toda la grandeza del hombre se funda en ella. La libertad es la verdad en las instituciones; la justicia, la verdad en las leyes y en sus órganos: la religión, la verdad en la creencia: la filo- sofía, la investigación de la verdad: las ciencias, son co- lecciones de verdades ó métodos para hallarlas: la elo- cuencia, la espresion naturalmemte enérgica de la ver- dad, y las bellas artes por último la imitación del verda- dero original.—Diego Cortesa. La calenda del día de Noche buena* El jueves de la semana pasada, en humilde recuerdo del Nacimiento del Salvador, elSr. D. Basilio Guerra ha85 solemnizado en el Sagrario de la Catedral, la función que anualmente celebra y se ha cantado la ('alenda y Misa á toda orquesta por una reunión de profesores y aficiona- dos de ambos sexos. En obsequio de nuestras suscrito ras que no hayan disfrutado de esta solemnidad filarmónica, haremos de ella una ligera y sencilla descripción. Reunida la concurrencia mas brillante numerosa y lu- cida, comenzó á las nueve y media la Calenda, (es decir, la parte del Martirologio romano que se lee á la hora de prima en las catedrales y coros anunciando el nacimiento del Salvador). La música de ella, fué del Maestro Rossi precedida déla obertura de Fausta, de Donizetti. La aria coreada la ejecutó el Sr. D. Basilio Guerra. Cantó la misa el Sr. Dr. D. Mariano Bizcarra: el Introi- to, composición de D. Benedelo Lombard lo formó un solo coreado del mismo S. Guerra. Los Kiries; música del célebre Rossini, se cantaron á dúo por las señoritas Doña Jesús Cepeda y Cosió, tiple, y Doña Guadalupe Tornel, contralto. La Gloria, música de Rossini, comenzó por hermosísi- mos coros: después la señorita Cepeda ejecutó una aria Laudamus te: la señorita Doña Octaviana Anievas; un solo coreado Gratias agimustibi: con un obligado de vio- la por el Sr. Chavez, á continuación un trio Domine Deas por las señoritas Anievas, Rosario Marzán, y el Sr. Bir- mingan, una aria coreada por la señorita Cepeda Quilu- UiSj solo un de bajo, Quonian por el Sr. Birmingan, y un obligado de clarinete por el Sr. Villcn'as, terminando con un coro (¡nal del Maestro Rossi. En el Gradual música de D. Manuel Espinosa de los Monteros; ejecutó un solo la señorita Anievas. El sermón fue predicado por el Sr. Dr. D. Miguel Va- lentín.86 Kl Credo, composición del Sr. Wallace, así como todo el resto de la Misa,, comenzó pornn brillante coro; el Iti- carnatiLS fué cantado á dúo por las señoritas Marzán y Anievas: la Sra. D.a Fanny Calderón de la Barca, tocó un obligado á harpa, acompañada del Sr. Wallace que ejecutó otro á violin, el Crucifixus,y el resto á coro, así como el Sa/wlus. En seguida á toda orquesta la obertura de Emma de Rizburgo, de Mercadante. En el Agnns Dei, ejeeutaron un trio las señoritas Cepe- da, Marzán y Anievas, concluyendo la misa con la ober- tura del Caballo de bronce de Auber. Los coros fueron desempeñados á mas de las citadas, por las señoritas Doña Jesús Anievas, Doña Enriqueta y Doña Dolores Letamendi, Doña Ana O'Gorman, Doña Cruz Drusina, Doña Josefa Leño, Doña Francisca y Doña Carmen Heras, Doña Mai'ia Vergara y Doña Rosario Go- rostiza. A mas de Jos Sres. Guerra y Birmingan, cantaron los Sres. D. Juan Escalante, D. Teodoro Bahre, D. Hipólito Thyvol, D. Héctor Toussis, D. José Tornel, D. Manuel Bazave, D. Camilo Bros, D. Vicente Tugle, D. Germán y D. Adolfo Sengstack, D. Agustín Letamendi, D. Benedeto Lombardy los Sres. Dueñas, Inda, Revollar y Vergara. El instrumental se compuso de los siguientes profesores y aficionados. Piolines.—Wallace, DeBary, Martinez del Rio, Castro, Moran, A rango, Barrueta, Gana, Lamberg, Murillo, Chavez, Garces, Garcia, Miranda, Aguiñaga, Soto, Ramí- rez, Buitrón. Clarinetes.—Trujeque, Gambino, Villerías, Castro. Flautas.—Salot Joaquín, Anievas, López. Fagot.—Buen ros! ro i87 Trompas.—Salot Manuel, Lozada, Salot Julio, Alpui Padre é hijo. Trombones.—Guazco y Benabides. Trompa baja.—Florencio. Clarines.—Leotron y Villegas. Violonchelos.—Espinosa de los Monteros, Fonteclia. Guzman y Zayas. Contrabajo.—Coronel Garmendia, Bustamante, Riosy Cortés. Timbales. —Ortega. Con el bombo, triángulo, platillos ¿redoblante &c. y algu- nos que acaso se nos han pasado, completaban el número de cincuenta y dos. Tal vez alguna de nuestras suscritoras aguardará en se- guida el juicio crítico de esta función filarmónica; pero dispénsenos por ahora, y bástele saber que todas y cada una de las señoritas, y todos y cada uno de los profeso- res y amadores del arte, se han exedido á sí mismos en su cuerda ó en su instrumento respectivo mereciendo jus- tamente la aprobación, el aplauso y aun el entusiasmo de la concurrencia mas brillante y selecta que pudiera reunir- en México. Nosotros aplaudimos los esfuerzos del ge- nio incansable del Sr. Guerra y el esmero del Sr. Retis, director de la orquesta, y de— todas, todas las personas que han contribuido á hermosear una función que por sí sola es la prueba mas auténtica de los adelantos del buen gusto, del aprecio á la música, y de los progresos de la civilización á que avanza rápidamente la sociedad mexicana.—G.88 Htm mwfm H BUJE n'iuí l)io< del tiempo so ¡-prendido) ¿Sera inmortal el mar que en tí bc encierra, Ante tu inmensidad, ¿donde rolaron Inmortales tus astros y tu sol? de un año que á tus pie» rodaron , Solo inmortal el hombre condenado Al abismo de la ancha eternidad? A sumergir su frente maldecida. ¿Do está la pompa de sus Rayas llores.' ¿Donde la nieve del helado invierno? Desparecieron ya, señor eterno, Cual mueren las burbujas en el mar. En el límite oscuro de la vida Entre el tiempo y la inmensa eternidad. No mi Dios, que los astros y los mares Me revelan mi origen y tu nombre, Tú miraste en la cuna, Dios sublime, Grande cual tu hijo, mísero cual hombre. G inir al año entre el adusto yelo. Luego en tapiz de flores, hasta el cielo Su juventud ardiente protegió. Después caduco, agonizante, helado De! no ser en la orilla entumecido, Lanzó un ay lastimero, y al olvido Su existencia tristísima lanzó. En tanto el sol su infatigable vuelo Volvió á emprender por el Zodiaco imnen. Y á las montañas que corona el yelo (so Vistió de nuevo su naciente luz. .Ni un;» luz, ni c! vestigio, ni el cadáver Del tiempo que espiró: y es menos brevej Li señal que dejó la nube leve. Volando sobre un lago de cristal. Edad pasada; adiós, mezquino tallo, Donde un tiempo brotó la flor temprana llocío que los eam]>os engalana Y que orea y consume el vcndabal. Menos frivolos sois que esas auroras Que en la noche del tiempo aparecieron, Que sus alas de fuego les tendieron A los campos vestidos de verdor. Siempre verás indiferente ;olt tierra! la eaída inevitable de las hojas. Así alzaré mi férvido cantar. Dios que en la roca del tiempo Miras estrellar un año, Como vivo desengaño De mi deíosnable ser. Ante tí ruedan los siglos Cual las arenas mezquinas; Ves al mundó, lo iluminas Y proclama tu poder. Y la frente de los marea Sí riesse desarruga Y tiene gozo la oruga En la hojilla de la flor. Tu cuidas al navegante, Eres en el mar su amparo, Para él enciende su faro La estrella del Septentrión. Dirija la frágil nave De nuestra triste existencia, Tu sublime Omnipotencia Del mundo en el ancho mar. Y si lleva nuestra vida. El curso raudo de este año, Sea nuestro desengaño Mirar tu frentemmorlal.—a. rnitxo.89 ADORACION DE LOS REYES. Tí r honrada; ya con sus discursos, ya citándole ejemplos que des- graciadamente ofrecen en bastante número algunas mugeres de la sociedad; y para asegurar el suceso, debe apresurarse a ofrecerá su hija que ñola liará casar con un hombre que la desagrade; solo así podrá sin temor conducir ásu hija al pie del altar. Si yo hablo desde luego de inspirar á una joven la aversión á la mala conducta, es porque considero este punto como la primera base de su felicidad, atendiendo á que un marido está siempre dispuesto á escusar en su muger algunos defectos 6 im- perfecciones cuando es honrada; pero de que la virtud mejore prodigiosamente la condición de una muger en su casa, así como en la sociedad, no se sigue que le dis- pense de los otros deberes, que ha sido llamada á desempeñar en la comunidad que establece el matrimonio. Desde la mas tierna edad es preciso que la niña se pene- tre de la idea deque el empleo de presidir una casa es uno de los negocios mas im- portantes de la vida de una muger. Madres, no llagáis sobre esto á vuestras hijas largos discursos: manifestadíes con claridad las ventajas que resultan para vosotras, para vuestros maridóse hijos, de la práctica constante del orden y de la economía. Encargadles desda muy temprano el cuidado de ayudaros en algunos quehaceres do- mésticos. Mil ocasiones se presentarán naturalmente para hacerles sentir, cuanto contribuís vosotras al bien estar y comodidad de la familia, lo que les inspirará el deseo de imitaros; porque muchas jóvenes no desprecian los deberes de esta clase, tmo porque no. han reconocido su importancia, y por no haber podido apreciar justa- mente lo mal que hacen las que so dispensan de ellos, así como el mérito do las que saben cumplirlos. Estas son principalmente las cualidades que engendran una razón ilustrada y un juicio sano; las que es preciso aplicarse á desenvolver en una niña. Todas las quo nacen del corazón son dadas ul sexo por la naturaleza. Una muger que no sea susceptible de piedad, de resignación, de devoción, es una especie de monstruo muy raro; pero por desgracia es muy común el encontrar quienes carezcan de prudencia, de paciencia, de discreceion y de valor contra la suerte. Es demasiado útil acostumbrar á las niñas á callar, confiando desde luego á su tierna razón, algunos secretos poco importantes sobre cuyo silencio se les elogiara altamente. Mas adelante será fácil hacerles reconocer, que por la discreción las mu- ' geres pueden mostrarse iguales, y acaso superiores á Jos hombres, porque la facultad que tienen de identificarse por decirlo así, á todos los sentimientos del corazón, el po- der de consuelo que poseen en un tan alto grado, les atraen cada dia la confianza de sus amigos, y con frecuencia aun la de aquellas personas, que apenas las conocen: ellas son pues, llamadas sin cesar, á hacer uso de una de las cualidades mas propias para engendrar la estimación. En cuanto á la bondad, no es menester mas que haber observado la educación de las niñas, para conocer que esta virtud se aprende, y que se aprende con tal felicidad, que hace nacer el dulce pensamiento de que los hombreB son naturalmente buenos. El ejemplo de padres benéficos y sensibles basta para imprimir estas virtudes en una alma tierna. Asi es de la mayor importancia, que una niña no frecuente la com-125 punía de los perversos. Una madre debe vigilar bajo este concepto, á todos los que se le aproximan, li los que la rodean y principalmente á los domésticos. Nada es mas fácil de conocer que la maldad; una palabra sola basta para traicionar un cora- zón perverso. Hay aun otra cualidad, cuyo atractivo en una muger nunca será bastante elogia- do, y es la dulzura. Esta lleva consigo tal encanto, que cria una segunda belleza bas- ta el punto que jamás es fea la figura cuya espresion es dulce en alto grado. Lo mas frecuente es que una joven sea naturalmente dulce; pero un carácter vivo, una ima- ginación fácil de exaltarse, llegan muchas veces á desfigurar aquel encanto original. En este caso, una madre no dobe evitar medio alguno pura reprimir en su bija todo lo quo tenga visos de urrebato ó de cólera. La disposición á la ira, cede con me- nos dificultad que muchas otras. El hombro mas violento jamás se deja poseer de esta pasión cuando se halla delante de la autoridad suprema. Madres de familia, emplead la ternura, el temor si es menester, emplead también la burla tan poderosa sobre el ingenio de la muger, para obligar á vuestras hijas á contenerse siemprn que se encuentren en vuestra presencia. La violencia que ellas se hacen durante muchas horas del dia, á la larga, debe bastar para modificar sus arrebatos, y para que á despecho de su carácter se hagan dulces por habitud. Al escribir esta palabra, no puedo menos de recordar los inmensos recursos que ofrece el hábito para la educación en general. Un adagio lleno de verdad como lo son casi todos los que se hacen populares, es, que la habitud forma una segunda naturale- za. Este es pues, uno de los resortes que se deben mover para educar á una niña. Antes de dejar el pecho, ya contrae hábitos y mas tarde casi nunca hace por una sola vez, una acción buena ó mala. Gracias á la sobrevigilancia activa, llega á ser muy posible dirigirla liácia unas, secundando esta inclinación á la perseverancia que nace con nosotros; teniéndose entre tanto cuidado de separarla de otras con la distracción, que parala niñez es casi siempre una receta infalible. La primera habitud que conviene hacer contraer á una niña, es la de vivirsiempre ocupada. Conmunmente de la ociosidad nacen los errores, los estravíos, y por con- secuencia la desgracia de las mugeres. Para poner al abrigo del fastidio á las ni- ñas, es preciso no contar antes de todo con los talentos agradables, porque es dudoso que una joven que los adquiere sea con tanta perfección, que no los abandone el dia que so case. Los talentos de una muger como su belleza, no tienen mas que cierto tiempo, pasado el cual, no lo sirven de ningún recurso, como por ejemplo ta música y el baile. Es menester educar á las mugeres para su edad madura y para la vejez, así como se hace para su juventud. Se necesita pues, principalmente ins- pirar á una niña el gusto por las ocupaciones convenientes á todas las épocas de la vida, y sobre todo aquellas que no exigen el Socorro del mundo. De este número son el trabajo de la aguja y la lectura. El gusto por el trabajo de la aguja, es por decirlo así innato en la muger: aun cuando es muy pequeña, su principal diversión es cocer los vestidos de sus muñecas. Madres, servios de esta inclinación para hacer a vuestras hijas sobresalir en todas las obras de agrado, como en las útiles sin cscep-126 tuar la hechura de sus rapas, vestidos, corsés Sea. Para mí nada hay mas agradable míe verá una joven bonita, t rebajando en los trages de sus hijos. En cuanto á la lee. tura, como ella es la fuente de todos nuestros conocimientos, y le debemos el desar- rollo del entendimiento y la estension de nuestro juicio, es inútil insistir sobre las ventajas que resultan á una jóven de su afición á leer: sin embargo, se pueden indi- car algunos medios que deben producir el que se contraiga este gusto. En general he notado siempre, que so cuentan muchas historias á las niñas. Cuando ellas han con- traído el hábito de este placer que nada les cuesta de trabajo, están infinitamente me- nos dispuestos á procurárselo en la lectura, aun prescindiendo de que entonces se ha- cen referir cuentos por todo el mundo, lo que ciertamente tiene sus inconvenientes; porque muy pocas personas respetan el deber sagrado de no poner en la cabeza de una niña ninguna idea falsa, ni alguna imagen propia para estraviar su juicio. Por el con- trario, la mayor parte piensa mas bien en divertirse á sí mismas, que enserútiles á la interesante criatura, que con la boca y los ojos abiertos, escucha sus mentiras para sacar de ellas frecuentemente las consecuencias mas erróneas. Así, desde que una niña sepa leer, es preciso habituarla á buscar en los libros, que se le pueden elegir con cuidado, un placer sin peligro, y una instrucción preferible á toda otra; en aten- ción á que nuestra memoria retiene mejor lo que hemos aprendido solos y sin dis- tracción. Debe conocerse de que importancia es la elección de los libros que se pongan en las manos de una niña. Desde luego es menester no permitirle la mayor parte de los romances ó novelas, no porque no haya algunas propias á desenvolver en el alma buenos sentimientos, sino porque además de ser estas muy pocas, su lectura les lia- ra fastidiarse de cualquiera otra, pues los hechos verdaderos parecen fríos á un es- píritu lleno de ficciones imaginarias. Así, acostumbradas las niñas desde su mas tierna edad á lo grave de la historia y al encanto de lo verdadero, no tendrán re. pugnaneia para las lecturas instructivas. Tiene tal atractivo el saber que es una verdad trivial, que cuanto mas se sabe, mas se quiere aprender. Una vez formado el espíritu, no es de temerse que las jóvenes prefieran jamás los romances á ¡os bue- nos libros. La prueba de esto es, que los hombres á los que su educación no ha de- jado contraer en su juventud el hábito de leer romances, por placer leen cualquiera otra obra, aun cuando han llegado á ser dueños de elegir. El estudio de una lengua estrangera siendo muy Util para aprender bien la suya, es de desearse que desde muy temprano se dé á las niñas un maestro de algún idioma. Lo que acaba de leerse, acaso hará nacer en mas de un espíritu el temor de que una jóven educada de esta manera se haga pedante; pero bien penetrada del carác- ter de su misión en el inundo, sabrá que sus conocimientos del todo inaplicables pa- ra ella al talento del foro ó de la tribuna, le han sido dados únicamente como el medio de cstender las facultades de su espíritu y de elevar su razón al punto en que puede llenar dignamente las verdaderas condiciones de su destino. Bien lejos en- tónces de enorgullecerse de lo que sabe, un juicio ¡lustrado alejará de ella el deseo tío intentar mas de lo que puede y debe. Se convendrá en que es mucho mas fue-127 ra del orden y chocante; el ver á una muger ra ;xcIarS3 en intrigas pellicas, o hacer de diplomática, que oiría citar por acaso un verso de Horacio. Por otra parte, es menester reflexionar que si algunas mugeres que han aprendido el latin, ú otro idio- ma, alguna vez so valen de él inoportunamente, es porque este conocimiento las distingue de la gran mayoría de su sexo; pero si este saber fuese común á todas las jóvenes bien educadas, ninguna pensaría en manifestarse mas orguliosa, como no lo hacen por saber bordar ó coser. El objeto do la educación que se acaba de indicar rápidamente, se reduce á que una muger, por la bondad de. su corazón, la elevación de su carácter, la dulzura y pure- za de sus costumbres, so asegure ta ternura y estimación de todos aquello'; que le son (pieridos: que viva ocupada sobre todo de los cuidados que reclaman su familia y su casa, y que posea suficiente instrucción para que la lectura, la conversación 0 la representación de una buena pieza de teatro, basten á llenar tus momentos de descanso. Es cierto que una niña educada así, tendrá la suerte, cuando entre en el mundo, de vivir mas satisfecha, mas considerada, en una palabra, mas feliz que la mayor pai- te de las mugeres. .Sin embargo, no se sigue que por esto deba abandonar coinph- tamente los talentos agradables. Las virtudes, las cualidades mas sólidas, no dispen- san jamás á una muger de la necesidad que tiene de agradar, no solamente en su juventud, sino también en cualquiera edad, lo que entonces no se consigue, sino por la amenidad y gracias de todos sus modales.—Madama BK U.vwh. Las miras que espresa el artículo anterior, y los observaciones que encierra son juiciosas y merecen justamente ser elogiadas. Acaso se le podrá objetar que no contiene sino consideraciones demasiado generales por una parte, y por otra esclu- sivas, en el sentido de que no son precisamente aplicables mas que & ciertas clases de la sociedad. A nuestro entender, la cuestión de la educación de las mugeres se reduce á te'rmi. nos muy sencillos, aunque según pensamos sea la primer cuestión moral y política del siglo y do la sociedad en que vivimos. En la educación de las mugeres, es menester considerar menos la felicidad de su existencia, que la utilidad de su misión. En todas las descripciones y disertaciones, la muger jamas aparece sino en segundo lugar, y de aquí viene lo imperfecto déla educación que recibe, (wr poético que sea el epíteto quesj le di de dulce compañera del komhre. Considerada bajo este punto de vista mas pastoril que social, se esplica la superfi- cial instrucción délas mugeres. En efecto, no es necesario que su instrucción sea mas profunda, si su destino debe limitarse á esta condición accesoria y pasiva. Pero si al Idilio del poeta se sustituye el pensamiento del legislador, si se abandona lo pa- sado por el porvenir, si en lugar de la esposa, no se vé mas que la madre, los papeles cambiarán luego. .V ta muger corresponderá el primero, al hombre el segundo. En este ultimo, losojos no encontraran mas que al hijo educado }K>r la madre.... Entonces es cuando la educación de la muger parece vá incompleta y superficial,128 y del todo contraria al objeto que ella deberia proj>onerse. Entonces es cuando el espíritu se sorprenderá involuntariamente, apreciando en su justo valor los lugares comunes que cubren las sociedades, tal como estas. Lamuger fué hecha para agra- dar y para amar... La muger duleo mitad del hombre... Compañera de su vida...&c, iSi.c. Entonces es cuando el espíritu se apresura á reconocer, que de las doscondi. ciónos de la mujer, la de madre es la primita, y que la de esposa no es mas que la se. gunda. La maternid ul es su vocaci (u, y lo hace superior al hombre; el matrimonio por el contrario, es una función que la pona en su dependencia. Para determinar juiciosamente cual es la educación é instrucción que deban reci- bir ¡as mugares, importa sobretodo hacer una cuenta rigurosamente exacta, déla misión que las tendencias de la sociedad preparan al sexo. Las mugeres llevan en su seno el porvenir de las sociedades yjamás habrá progre- sos rápidos y reales, sino á las que á ellas sean debidos. La mejora de la suerte de las clases populares y su moralización, se ligan íntima- mente á la mejora de la instrucción de las mugeres. No se conseguirá aquella, sino después que esta se haya realizado. .Sin renovar la discusión de la acción recíproca de las costumbres y de las leyes, decimos por cortar la cuestión, que á las madres de familia mas que á las leyes, per- tenece ejercer una saludable influencia sobre las costumbres del pueblo y los progre- sos de la razón humana. Formar madres dignas de este nombre, capaces de ejercer con discernimiento la primera de las funciones sociales; tal debo ser el objeto de la instrucción de las niñas. Formar esposas que sean compañeras dulces, agradables y fieles, será el resulta- do de la buena educación tomada en el seno de la familia. Y esta educación será tanto mejor, cuanto mas común, y que tendrá por rudimentos el ejemplo con mas frecuencia que los preceptos. Sin haber sido ella sistemáticamente preparada, es seguro que una jó ven será siempre buena esposa, si la educación de una buena madre la ha formado á su imágen. Considerada bajo esto punto de vista del todo natural, ¿cuales son las reformas (pío se deben hacer en la instrucción de las niñas! ¿Qué conocimientos nuevos íes es preciso adquirir' A todas las preguntas que puedan hacerse, nosotros responderemos con una sola línea que encierra todo nuestro programa sobre la educación délas niñas. Es preciso enseñar á las mugeres lo que deben mas tarde, cnscilar á los hijos que nazcan de ellas. En otros términos: es menester dar á los niños de ambos sexos uncidos en la misma condición, la misma instrucción á fin do que en lo sucecsivo las jóvenes que. lleguen á ser madres, cumplan con lo que las escuelas y colegios no hacen sino tí medias y dispendiosamente, y que, así se aseguren la educación é instrucción de la niñez, sin daño del bienestar de la familia y sin turbar la gerarquía social tul como la tienen establecida la igualdad civil y la libertad política.—Emilio be Ci- r.uums.129 LA MIRADA*—Canción á María. Precursora de consuelo Que me inspira confianza, Destello de la eíperanza, Mirada de la beldad. Déjame entregar absorto A lu augusto poderío: Pirígime, dueño mió, Tu mirada angelical. Mirada en que se refleja Un ideal pensamiento. Que no le es dado al talento .Sus encantos esplicar. Que es del corazón lenguag» Que mas que nada conmueve... Mi alma en contemplar se embebe Tu mirada angelical. Bello es el sol, si en oriento Ostenta pomposa gala Y si su luz se resvala En el dilatado mar Pero dice mas á mi alma, Conmueve mas fuertemente, Es mas pura mas ardiente Tu mirada angelical. ¡O mirada que no encierra Nada de vil ni terreno! Bella cual cielo sereno, Pura como es tu beldad. Mirada que me enagena. Que solo el amor comprobando. Que mis afectos encienda ¡O mirada angelical! ¿Qué me dices vida mia Cuando en silencio me miras, Y con ternura suspiras Y me vuelves á mirar? Yo siento que se transmite Mi ser á tus ojos bellos, Cuando me refleja en ello» Tu mirada angrliral. ! TOM. I. Cuanto tiene de mas puro El alma de los mortales, En tus ojos celestiales Sabes un bien revelar. Y reconcilia á los hombres Con este mundo mezquino Ese tu mirar divino, Tu mirada angelical. Si me miras cariñosa Con apacible blandura, Circuida de luz pura. Da aureola celestial. Si dulcemente riendo Me miras voluptuosa, Me encanta joven hermosa Tu mirada angelical. Esa mirada dudosa Que diriges, bien querido, ¿Es el amor reprimido? ¿Es compasión de mi mal? Si fijas en mí los ojos Radiantes de hermosura, ¿Qué le dice á mi ternura Tu mirada angelical? Helio es ver pintado al iris En la gota de rocío. Bello es ver en manso rio A la luna rielar. I En la tarde solitaria Grata es del amor la estrella; Pero nras que todo es bella Tu mirada angelical. Cuando me llame la muerU Quiero ver sn mar inmensa, No entre el humo del incienso De mi renombre inmortal. Quiero a) tocar vacilante En sus playas apartadas Que hallen mis tristes miiadiM Til mirada angelical.—u. rium». 18130 Retrato de ana Señora Inglesa. ^^ngelo Bronzino, autor de este cuadro que se conserva en la galería del Museo de Londres, nació en Florencia el año de 151 1; estudió con Pantormo, cuyo estilo y pre- ceptos siguió tan rigurosamente, que muchas veces se equivocan las obras de uno y otro: cultivó también la li- teratura, y fué estimado como poeta: tomó por último, parte en una discusión, que se sostuvo en Italia durante la décimasesta centuria, sobre si debia estimarse como superior el arte de la pintura al de la escultura. El genio de su dibujo era grandioso, sU pincel limpio y libre, sus coloridos semejantes á los de Pantormo y en sus ropajes imitaba los de Miguel Angelo Bounaroti, mu- rió el año de 1580. Estos encomios son los que atribuye el abate Lauzy á Bronzino, autor del retrato que publicamos; pero no sa- bemos si esta obra es de las mejores que produjo su piucél, aunque si, ha adquirido una aceptación general, no obs- tante que aun se ignora la persona á quien representa. ( Tomado de la Galería inglesa). Eli PISAVERDE. Era un mancebo galán, de blandas ma- nos y rizadoB cabellos, de voz meliflua y de amorosas palabras; y finalmente, todo he- cho de alfeñique, guarnecido de telas y adornado de alhajas.—Cervantes. IEÍay en México como en todas las ciudades grandes, cierta especie particular de entes que se mantienen impá- vidos aunque contra ellos se halla ejercido siempre la sá- tira y la mofa, y aunque no hallen defensa alguna contra los epigramas que se les dirigen. Se llamaban antes en ca»-131 tellanopisaverdes,, nombre gracioso y significativo; des- pués se les dió el nombre de petimetres ó de elegantes á la francesa, y de Dandjs ala inglesa; en algunas capitales de nuestros departamentos, se les llama currutacos, y nuestras recamareras y lacayos, mortales enemigos de los tales, suelen apellidarlos con mil epítetos que inventan, adoptan, desechan y sustituyen, siendo de los mas nota- bles el de catrines, y el de rotos. La definición mas propia de semejantes seres, es segu- ramente la que dá el graciosísimo Cervantes y que he co- locado por epígrafe de este sublime opúsculo encomiásti- co; pero ni en la época del autor del Quijote, ni en otra alguna de los tiempos antiguos y modernos, se lia podido notar en esta clase degenerada déla especie humana, la sin- gular anomalía de reunir como se hace hoy con su afemi- nada tendencia el prurito de ostentar el signo con que la naturaleza distinguió al hombre de la muger, que es la barba. A risa mueve el ver que no habiendo en nuestros pisaverdes nada suyo, pues que el sastre les dalos hombros, pecho y caderas; el zapatero las pantorrillas y la estatu- ra, empinándoles sobre dos ó mas pulgadas de tacones; el peluquero los rizos y la brillantez en los cabellos; y el maestro de baile la gracia en el andar y la soltura en los movimientos: causa risa, repito, que lo único que de su caudal pone el pisaverdeque es la prolongada patilla, la enorme polaca y el ensortijado vigote, sea lo mas im- portuno, incongruente, exótico y contradictorio del resto de Ja figura y del todo de su atavío. Enhora- buena que el guerrero dé mas ferocidad á su rostro em- boscándole entre la espesura de su barba y cabellera, que sus ojos centelleen entre sombras en el combate, y que las crespas cerdas que rodean su,boca, erizándose al dar132 el grito de guerra, aumenten el terror del enemigo. ¡Pe- ro patilla, barba, vigotey pera destinados solo para conte- ner como otros tantos algodones, olorosos perfumes! ¡Ri- zos artificiales y femenil compostura en el áspero distin- tivo varonil! Esto no es sufrible. ¿A qué conduce la bar- ba para valsar ó el vigote para producir una voz meliflua ó atiplada que sale como de una cueva cubierta de bre- ñales? Ciertamente que es el mas ridículo contraste. ¿Pero cómo se ha de esperar consecuencia ni aun para tan pequeñas cosas de cabezas tan casquivanas? Ya que no hay ley alguna que los proscriba, yo exitaré el único poder tremendo que bastará á estinguir esas caras ocul- tas en tan emboscadas malezas, el poder irresistible del bello sexo. Pues el hombre que cae en el vicio de la afe- minación, no parece que pueda tener otro objeto que el de agradar á la muger, á esta es á quien toca castigar su ridicula manía, pagando sus afectados obsequios con su aterrador desprecio ó su temible burla. Es verdad que por lo general las señoritas mexicanas prefieren el aspecto varonil de un hombre, á la misera- ble traza de un mequetrefe, con pelo y barba de oso y lleno de sortijas, cadenas y pendientes; pero todavía sien- to que se les atienda y considere mas de lo que era necesa- rio. Hombres que gastan media hora en rizarse pelo y bar- ba, otra media en ponerse el corsé y ajustarse el talle y el pantalón colánt, y aun mas tiempo en ponerse lacorvata, ni aun son buenos para admirar la hermosura; corazones que palpitan por la venida del sastre, y por la feliz termi. nación de un levita ó de un chaleco, no son susceptible» de un verdadero amor; pechos sobrecargados de boto- nes, alfileres, cadenas y cordones, mal podrán ofrecerse en defensa de una dama, y cabezas cubiertas de esmera-133 dos rizos y embadurnadas de aceites olorosos, no pueden desarrollar el juicio necesario para los serios objetos á que el hombre es llamado, y de los cuales depende la muger que unió á él su suerte. Estas brebes reflexiones sean dichas como de paso; porque el objeto es indigno aun de tratarse con seriedad. Caiga confundido y despreciado el pisaverde, pero no abrumado por reflexiones morales, sino aburrido por la sátira, y abochornado por la risa y la mola del bello sexo. Bretón de los Herreros en su Marcela, trata como debe á los pisaverdes, retratándolos al vivo en el personage de D. Agapito, bien que no hay mejor medicina de las plagas sociales, que la pluma de un autor dramático. ¡A cuantos no habrá libertado la Marcela, de la tentación de conver- tirse en Agapitos, (Imitación del Estudiante). Historia y condición de la muger —QO©— [Continúa.] i cuadros interesantes y sublimes nos presenta la his- toria de las antiguas griegas, no nos los ofrece menos ani- mados y sorprendentes la délas antiguas romanas. Gra- ve y austero aquel pueblo, por espacio de 500 años, no conoció mas pasatiempo en el hombre que el arado y la lanza, ni mas diversión en la muger que el huso y Ja aguja. Jamás pueblo alguno ha sido tan fuerte y poderoso como el pueblo romano lo era entonces, ni podia menos de ser así. Los hijos aprendian con el ejemplo de sus padres á ser laboriosos, sobrios y valientes; y las hijas aprendian134 con el de sus madres á ser útiles, apacibles y buenas es- posas. Ningún romano usaba entonces otro vestido que el que hilaba y hacia su muger ó sus hijas. Tal era la aus- teridad y ia fuer/a délas costumbres que ni aun las leyes podian menoscabarlas. Los romanos, guerreros y labra- dores á la vez, encontraban siempre en sus mugeres el des- canso v el verdadero y sólido premio de sus tareas, traba- jos y peligros, ya cuando volvian á su casa fatigados de las tranquilas labores del campo, y ya cuando entraban en ella con la lanza en la mano, y cubiertos del polvo y lasan- grede las tumultuosas batallas y la victoria. Los que ata- ban al carro triunfal, los príncipes y los reyes, los con- quistadores del mundo, eran esclavos de sus mugeres den- 1ro desús casas. La naturaleza entre ellos estaba bien con-- cerlada; la muger ejercia el dominio que la corresponde sin traspasarlo, y el hombre lo ejercia de la misma mane- ra. Por eso aquel pueblo era fuerte, por eso era pode- roso, por eso dictaba leyes al mundo. Ridículo y hasta risible es oir lo que dicen de las mugeres ciertos hom- bres antiguos y modernos que aspiraron al glorioso re- nombre de filósofos, sin merecer otro en realidad que el de cstravagantes y visionarios. Algunos las pintan co- mo seres imperfectos, débiles y miserables, y otros co- mo un mueble estéril y puramente de adorno. La mu- ger es en nuestra opinión la rueda mas esencial de la má- quina del mundo; lo aseguramos, sí, y estamos prontos á sostenerlo con la historia en la mano y las armas de la razón y de la filosofía. Intolerantes y viciosos los hom- bres, en general, por temperamento, por hábito y por el abuso constante de su poder, censuramos los defectos de las mugeres, sin advertir es nuestra la culpa. La muger es por naturaleza el centro de atracción deÍ35 todas las acciones del hombre, y las recibe como se las dan. Cuando el hombre es bueno, la muger Jo es igual- mente; cuando es criminal y vicioso, la muger es su com- pañera; y no se crea que nos referimos á este ó el otro caso individual, hablamos en globo del uno y del otro sexo y de la sociedad en general. Cuando los hombres han sido sobrios, laboriosos y virtuosos, lo han sido ¡i la vez las mugeres. Por eso en los tiempos heroicos del pueblo ro- mano eran las mugeres un dechado de virtud y deausteri dad, y por eso cuando los hombres degeneraron, dege- neraron ellas á la vez. En esos gloriosos tiempos, sin embargo, las leyes de aquella nación eran bárbaras respec- to de las mugeres; autorizaban el divorcio arbitario y ti- ránico, y daban al hombre el derecho sobre la vida de las mugeres: pero el uno y el otro estaban proscriptos por las virtudes y la honestidad de las costumbres. Luchaban las leyes con la verdad y la naturaleza, y su fuerza por con- siguente era nula. Apreciadas entonces las mugeres en lo que valian, se las honraba por todas partes. Se levan- taron templos al pudor y á la honestidad; se reverenciaba en ellos á la diosa que presidia á los matrimonios y á la reconciliación de los esposos, y se premiaban con decre- tos justos y honoríficos los servicios hechos por las muge geres. Todas ellas se vistieron de luto en la muerte de Bruto; y cuando en tiempo de Coriolano salvaron á Ro- ma, las dio las gracias el senado, y mandó que los hom- bres las cediesen el paso por todas partes. Segunda vez sal- varon á Roma en tiempo deBrenno , y el senado las hon ró de nuevo. Después de la batalla de Cannas, sacrificaron por su patria todas sus alhajas y riquezas, y el senado las recompensó. Cuando los tiranos las multaron é impusie- ron contribuciones, buscaron un orador que las defen-136 diese, y no le halla roa. Preséntase entonces la célebre Hortensia, tan elocuente como su padre, y defiende la cau- sa de su sexo y la suya propia. Al escucharla se aver- gonzaron los tiranos, revocaron sus decretos, y Horten- sia llevada en triunfo, di ó ejemplo de valor á los hombres de elocuencia á las mugeres, y de humanidad á sus opreso- res. Pero ya entonces caminaba el imperio romano á su disolución. Los hombres no eran fuertes y virtuososco- mo antes, y dejaron de serlo las mugeres. Una esfera mas halagüeña y dilatada se ofrecia á su imaginación; sus nece- sidades iban siendo mayores al par que sus deseos. La for- ma de gobierno habia cambiado, y ios res iduos de la aus- teridad vacilaban/entre el he^oismo y la disolución. Du- rante muchos siglos estuvo cifrado todo el atractivo de los romanos en sus virtudes; pero ya entonces empezó á hacerse consistir en las apariencias y en la ficción. El vi- cio rompió sus antiguas cadenas, el ansia por los espectá- culos llegó al estremo; no pensaban ya mas que en los tea- tros, en el desorden y en la vergonzosa disol ucion. En me- dio de este caos hubo sin embargo mngeres de una virtud tanto mas sublime cuanto menos común. Porcia, hija de Catón y muger de Bruto, no pudo sobrevir á este, ni á la libertad y murió con la feroz impavidez de su padre. Arria siguió su ejempio, y después de traspasarse el pe- cho le alargó el puñal á su esposo; á esta imitaron su hija, esposa de Tráseas, la hija de este y Paulina, muger de Sé- neca. Otras varias podrían citarse, pero basta lo dicho para probar que las mugeres de la antigua Roma furron por es- pacio de muchos siglos un modelo de virtud y de austeri- dad, y que aun después de corrompido aquel gran pueblo, hubo sin embargo algunas romanas qup se hicieron mere- cedoras déla inmortalidad. [Continuará]tlf. cali*, tic la Palman0 k.137 L?ocas de nuestras lectoras no habrán leido á Pablo y Virginia; este romance tan apreciado por toda clase de personas y en todas las naciones. Son tan raras las obras que hayan merecido una aprobación tan universal, que no hemos dudado complacer á nuestras amables suscritoras, publicando las litografías deesa tan sencilla como desgra- ciada Virginia, y de ese tan fiel como sensible Pablo, á quienes seguramente ya conocen aunque nunca hayan visto sus retratos. Aun sin haber leido esta obra maestra del célebreBernardino de San Pedro, creemos se leerán con gusto las siguientes reflexiones sobre su mérito litera- rio y moral. La historia de Pablo y Virginia apareció por primera vez, ahora 53 años, es decir, en el de 1788; pero á la fe- cha se han hecho tantas ediciones de ella, y se han multi- plicado de una manera tan asombrosa, que casi no tienen número. Una obra como esta causa tal gloria á la vida de un au- tor, que por grande que sea su mérito, cualquiera sedaría por feliz de haberla escrito. El maestro de Bernardino, de- cía, que jamás había encontrado un libro en que el talento del escritor estuviese tande acuerdo con su voluntad como en este, que su genio fácil aunque se vislumbra en todas sus partes, solamente se hace sentir como Dios en la natu- raleza por sus continuas y sorprendentes imágenes. Le- montey en su disertación sobre el naufragio de San-Ge- rando.se espresa en estos términos: «Mr. de Saint Pierre tuvo la fortuna mayor, que un autor puede envidiar, en- contró un asunto tan adecuado á él mismo, que ni podía infundirle sus defectos, ni abusar de su talento. La parte tom. i.—c '7. . 19138 débil de Bernardino, como la política, las ciencias exaclas y la lógica, las escluyó sabiamente en Pablo y Virginia, mientras que la moral, la sensibilidad y la magnificencia de las descripciones las reprodujo de continuo, fortificán- dolas una con otra en las dimensiones de un estrecho cua- dro, de donde nace naturalmente la instrucción sin ilu- siones, lo patético sin puerilidad y los coloridos sin con- fusión. El éxito debia coronar necesariamente un libro que es el resultado mas perfecto de la conveniencia entre el autor y su obra." Mr. Villemain poniendo en paralelo á Pablo y Virginia con Daphne y Chloe., y el célebre Cha- teaubriand comparando la pastoral moderna con la Ca- latea de Theocrito, han insistido justamente en demostrar la superioridad debida á los sentimientos de pudor y de moral cristiana. Pero lo que mas llama la atención y pone en su verdadero punto de vista el arte, con que es- tá escrito Pablo y Virginia, se nota claramente, cuando se reflexiona que en el mas corto y sencillo periodo no se encuentra una palabra, que no dé vida al cuadro encan- tador. Es inimitable aquella sucesión continua da ama- bles y dulces pensamientos, vestidos cada uno de ellos de una sola imágen, como si estuviesen cubiertos con un lienzo de lino sin ninguna costura. Rareza feliz que tan bien sienta á la belleza. Cada periodo está tan bien cor- tado y tan á tiempo, como una respiración ligeramente desigual, que acaba por un sonido tierno ó por un tibio aliento. Cada pequeño conjunto viene á terminar no en un rasgo sutil, sino en alguna imágen tomada tan pronto déla vegetación natural, tan pronto de los recuerdos griegos (la concha de los hilos de Leda, ó una exalacion de las vio- letas), ya figura una serie de hermosas colinas, ó ya hace ver en el término de cada una un árbol gracioso, ó bien139 una tumba. Esa especie de piálanos, de naranjos y de rosa jazmin, eslá descrita con todos sus pormenores y su magnífico esplendor; pero con sobriedad sin embargo, con distintos matices y siempre con la composición mas exacta; recuérdese si no, esa caida del sol, que penetran- do por entre las ramas del bosque, va á despertar á los pá- jaros ya silenciosos, haciéndoles figurarse una nueva au- rora. En las descripciones los perfumes se mezclan al par, que los coloridos, señal de delicadeza y de sensibilidad, que apenas se encuentran sino en uno que otro poeta de los mas brillantes. Grupos dignos de Virgilio al pintar su Andromaca en el destierro deThracia, fondos claros como los de Rafael, en esos horizontes de Idumea, la reininicencia clásica en lo que tiene de inmortal, enlazada adorablemente á la na- turaleza mas virgen; desde el preludio, un enlace de con- diciones nobles y plebeyas sin afectación al guna y tenien- do su cuna en el umbral del cuadro; en el estilo, cuantos nombres nuevos y aun estraños que igualan á los antiguos, ó como el mismo dice, mil encantadores atractivos; sobre cada punto una medida, una discreccion, una distribu- ción acabada, concillando todos los retoques convenien- !es y todos los acordes. En harmonías, en ecos lejanos que se responden, Pablo y Virginia es como la naturaleza. ¡Qué bien espresa por ejemplo, al mostrarnos á Virginia al íin de una escena placentera entre los juegos de Pa- blo (como cuando se arrojaba á las aguas sobre los arre- cifes, saliendo á la orilla de en medio de las espumosas y embrabecidas olas), aquellos gritos de temor! ¡Presagio apenas tocado, cuando ya presentido! Desde este momen- to, desde este grito penetrante de Virginia causado por un juego sencillo, se turba la calma; la languidez amoro-140 sa, de quese siente conmovida la primera y déla que Pa- blo todavía nada comprende, va á aumentarse de dia en dia y á inclinarnos al duelo, al que entraremos para no salir sin llegar hasta lo patético inundados en lágrimas. El modo con que Bernardino de San Pedro mira á la muger, está en maravilloso acuerdo con su habitud ordi- naria de ver á la naturaleza. Saint-Martin, queriendo en- grandecer de todos modos á la muger decia: que la mate- ria estaba menos degenerada y era mas formidable en ella que en el hombre. Bernardino se contenta con decir de- liciosamente: «Hay en la muger una ligera gracia, que disipa la tristeza del hombre." El autor parece haber querido representarse á sí mismo en el colono de Pablo y Virginia, especialmente en aquel discurso en que este personage asegura que pasa sus dias lejos de los hombres &c: en él ha trazado su retrato ideal y la revista de los últimos dias de su vida feliz. Pero á mas de este retrato en que se complace un po- co á sí mismo, Saint-Beuve dice: que no cree haya tenido á la vista otros en los actores de esta novela; esos seres tan vivos han salido completamente de la creación subli- me del pintor. Se notan algunas relaciones lejanas con personages, que habia encontrado durante su vida ante- rior; pero el recuerdo, ó por decirlo así, el eco solo se ha hecho sentir en los nombres. Bernardino habia podido casarse en Rusia con la señorita de La Tour nieta del ge- neral Bosquet y en Berlín con la señorita Virginia Tau- benkein; una memoria amable le hacia confundir y enla- zar estos dos nombres en la cabeza de su criatura mas querida. Siendo él muy pobre, creyó que no debia acep- tar su mano. ¡Amable munificencia! Quiso pagar áam- bas en esta única ofrenda, el dote del ingenio. El nom-141 bre se encuentra también no sin designio, en el de un buen religioso, cuya vida babia querido imitar en su pri- mera edad, y á quien babia acompañado en sus deman- das. El capuchino es un joven acabado con la talla de un hombre y la sencillez de un niño: así se nota esta íé interior en todas sus metamorfosis. Es increible cuanto le sirve aúnenlas creaciones mas ideales el apoyo, que toma en algunas ocasiones de sus gratos recuerdos, como el pájaro que descansa sobre las ligeras ramas. La paloma sallando de aquí para allí, toma fuerza y su vuelo adquie- re vigor y consistencia. Así es como teniendo delante de sí, al escribir su Pablo y Virginia, alguna imagen risueña y entreabierta alguna hermosa página de su vida, vuelve la vista á ella de tiempo en tiempo y como que su imagi- nación toma aliento en su memoria, pero sin copiar sus recuerdos. Tuvo Bernardino la satisfacción de notar muy pronto el general aprecio estendido con tanta justicia como ge- neralidad en favor de sus obras y de esta en particular. Veía pon satisfacción que multitud délos niños, quenacian á fines del siglo pasado, se bautizaban en Francia con los nombres de Pablo y Virginia, como antes lo hacian con los de Emilio y Sofía. De esta manera tuvo el dulce pla- cer de ser como el padrino de una nueva generación. Sus estudiosj su cabana indiana y sus harmonías son las brillantes obras, que hermanas de Pablo y Virginia, han dado á Bernardino de San Pedro el lugar elevado, que disfruta entre los literatos mas apreciables y mas úti- les á la especie humana. Su genio siempre vigoroso pa- rece que se rejuvenece en cada uno de sus escritos; si los años le hacen ganar en calma y esperiencia, no le ha- cen desmerecer en dulzura, en fuego, ni en belleza y su142 lama y su imitación le han succedido mas allá de la tumba. La Martine, haciendo leer por una, dos y tres veces á su .Tocelín el libro de Pablo y Virginia, ha proclamado aque- lla primera influencia que ejerce sobre los corazones de las jóvenes, y que desde la aparición de sus estudios seha prolongado hasta nosotros, y no ha rendido un homena- ge menos tierno á Bernardino, tanto en el título como en los retoques de sus harmonios; pero en ninguna parte manifiesta La Martine un instinto mas filial^ en mi concep- to, que en aquella pieza de la Tarde de las primeras medi- taciones, que es como la poesía misma de Bernardino re- cogida y vaporizada en su íntima esencia. Mr. Fernando Dénis, autor de las Escenas de la natura- leza bajo los trópicos y de Andrés el viagero es también el representante mas puro y mas sensible de las inspira- ciones propias y peculiares de Bernardino. Las dos obras citadas pertenecen enteramente á su escuela ypudiera de- cirse, que son de su familia. Estos autores podrian escla- mar con razón: «Nosotros todos hemos sido alguna vez sus discípulos y sus hijos, noshemos bañado algunas oca- siones en sus claras aguas y hemosenconlrado el fondo de esos cuadros tan embellecidos en los recuerdos leja- nos y misteriosos de nuestra adolecencia. ¡Ojalá que sus rayos de melancolía y casta dulzura, si llegan á debilitarse, alejándose de su origen, no se pierdan en lo absoluto y que el autor de Pablo y Virginia continúe iluminando por largo tiempo á los que nos succedan, como la primera es- trella que brilla al acabar la tarde en el ardiente cielo! Pero variemos de estilo, y después de haber manifesta- do el mérito de esta obra en el concepto que ha formado de ella SaintBcuve editor de la última impresión francesa que ha llegado á México, oigamos al mejor traductor que te-143 nemosde ella en castellano, D. José Miguel de Alea anti- guo director del colegio de sordo-mudos de Madrid, y profesor de la lengua española en Marsella, al dedicarla como libro elemental para el uso de sus discípulos, cu- ya traducción recomendamos de preferencia á las se- ñoritas mexicanas; porque en ella no se encuentra el in- conveniente que podrian presentar algunos pasages, en ipie el brillante pincel de Bernardino de San Pedro re. trata con mas viveza y menos rapidez de la que con ve- nia, las emociones repentinas, tumultuosas y vagas de aquella sensibilidad, que naciendo y desarrollándose á los primeros alvores de la aurora déla pubertad, causa tantos males ó tanlosbienes según ladireccion que se le imprime. La bistoria de Pablo y Virginia, dice el Sr. Alea, ha con- tribuido prodigiosamente desde el año de 798 á genarali- zary gravaren los corazones de los españoles de ambos hemiferios, verdades tanto mas evidentes y provechosas cuanto que dictadas por la ley natural, se hallan solemne- mente sancionadas en la ley escrita. ¿En qué casa de-educa- cion ó en qué familia decente de las Américas ó la Penín- sula no son leídas y respetadas las máximas que contiene? ¡Cómo sobresale en cada una desús páginas esa máxi- ma, cuya base tiene su apoyo en la constitución misma de nuestra naturaleza. ((Compadecerse de la virtud desgra- ciada y socorrerla, es uno de los sentimientos primor- diales que debemos exitar en nuestra alma; porque en es- to consiste muy principalmente lo que se llama felicidad sobre la tierra!" Efectivamente, es poco menos que impo- sible que inspirando con nuestra compasión, benevolencia y amor en los corazones ágenos, deje de estar el nuestro gozoso y satisfecho. Con razón esta obra de Bernardino ha hecho su reputación europea á la vez que americana.144 Como el Caso de Pablo y Virginia no es imagina- do, sino real y verdadero, seria superfluo manifestar sus ventajas sobre esa multitud de novelas hijas solo de la imaginación. Bernardino de San Pedro en su discurso preliminar á la última impresión que hizo de su obra en 178Í), con motivo de haberle preguntado si el asunto de su libro era fingido ó verdadero, dice así: «Estoy cierta- mente persuadido de que esta pregunta me la han hecho algunos, mas bien por un movimiento de compasión, que de curiosidad, sintiendo que dos almas tan unidas y feli- ces no hubiesen tenido mejor suerte. ¡Plugiera al cielo hubiese estado en mi mano, trazar á la virtud de Pablo y Virginia una carrera mas completa de felicidad sobre la tierra! Pero lo repito, yo he descrito situaciones reales, cos- tumbres de las queque se encontrarán modelosen la Isla de Francia ó en la de Borbón. Hallándome el verano pasado en el jardín del Rey, se acercó á mí una dama acompañada de su marido, un ayuda de cámara del conde de Artois, la que sabiendo que yo era el autor de Pablo y Virginia, me dijo: ¡ah señor, que noche tan cruel me habéis hecho pa- sar! porque la persona cuyo desastrado fin habéis pinta- do con tanta verdad en el naufragio de San Gerando, era parienta mia, pues yo soy criolla de la Isla de Borbón. Podéis publicar mi testimonio sobre esta verdad." En conclusión, después de haber manifestado en otro número delSemanario nuestras ideas contralalectura délas novelas en general, no parecerá estraña la recomendación que hoy hacemos á las señoritas mexicanas de la lectura de la historia de Pablo y Virginia, si reflexionan que para co- nocer el mérito de esta obra, basta observar la energía con que el autor exita por medio de sus reflexiones filosóficas á la práctica de todas las virtudes morales y cristianas, al paso que pinta con los coloridos mas vivos de una noble y sencilla elocuencia, las acciones de la vida de Pablo y de Virginia, es decir, su obediencia á sus madres, su confian- za en la Providencia Divina, su caridad para con los po- bres; eri una palabra, Jas calidades propias de unos bue- nos hijos, mejores ciudadanos, y sobre todo, de jóvenes cristianos bien educados.—/. G.1ÁI calle 3 e UBilntauP^r.I,4|S CSBHOSáfii ¿_L¿x mi siglo como el actual, en que lodo se agita con inesplicable coní'usiou, brotan á veces de esa mole de descubrimientos invenciones y doctrinas nuevas, ideas fecundas, cuyo desarrollo es provechoso al destino moral V social de los pueblos. Desgraciadamente para todos, por falla de examen, por no haber sido desenvueltas, han quedado perdidas muchas ideas favorables á las ciencias, á las arfes, á la industria y á la humanidad entera. El pensamiento que ha inspirado el establecimiento del Semanario de las Señoritas ¿quedará igualmente perdido? No lo presumimos, porque firmemente creemos que este pensamiento contiene en sí los gérmenes de un porvenir brillante ¿inmenso para nuestras mexicanas. Mr. Cousin, lia dicho. «En todos los ramos, las miras bien determina- das son el móvil de los buenos resultados duraderos." Nuestra mira pues, y el objeto que deseamos llenar, es el siguen te: Hacer penetrar por todas las clases del be- llo sexo conocimientos generales y positivos acerca de to- das las ciencias: al efecto liemos tomado del Museo de Fa- milias el siguiente artículo. FÍSICA. La física estriba en el conocimiento de un corlo nú- mero de leyes, que si se han comprendido bien, facilitan esta ciencia, cuyo estudio se ha generalizado tanto por sus muchas relaciones con las artes, la industria, la eco- nomía doméstica y la agricultura. Vamos á esponer estas leyes en forma de proposición; ú demostrar su exactitud y n deducir ilaciones que seguire- mos hasta las últimas consecuencias. Muchas personas se -rotf. r. 20han alejado del estudio de esta ciencia, pensando que pa- ra estudiarla con fruto es preciso tener una gran colección de instrumentos; pero es un error. Con un cortísimo número de instrumentos de muy moderado costo, se pue- den adquirir en física conocimientos, seguros y positivos y aun dedicarse;! útiles aplicaciones. Dlí LA MATERIA Í DE SUS PROPIEDADES. Llámase materia A todo loque afecta nuestros sentidos. Mas de esta proposición no se concluye que toda mate- ria es perceptible á nuestros órganos; porque en rigor si tuviésemos un sexlo sentido, seria posible que alcanzá- semos nociones de ciertas sustancias materiales que siem- pre nos serán desconocidas. El sonido y la luz resultan de la impresión de la materia en nuestros órganos, y sin embargo el sordo y el ciego carecen completamente de una de estas dos sensaciones. Se denomina cuerpo á un pedazo de materia; dos palabras que se suelen tomar una por otra. Las propiedades de la materia son numerosas y no po- demos lisonjearnos de conocerlas todas, pues los adelantos de la ciencia bacen que todos los dias se vayan descu- briendo otras nuevas. Una bay no obstante, sin la cual no podemos concebir la materia, y esta propiedad es La impenetrabilidad. Mal definida esta palabra, no ha sidoá veces bien com- prendida, originándose una multitud de preocupaciones, que vamos á procurar destruir, esforzándonos en hacer comprender bienio queentendemospor impenetrabilidad. El espacio que un cuerpo ocupa se dismuye, si se so- mete el cuerpo á una compresión; pero hay un límite, que mas adelante tendremos ocasión de demostrar, pasa- do el cual, la mengua de volúmén deja de ser posible, sea147 cual fuere la compresión á que se somela este cuerpo. El volumen por consiguiente puede disminuirse basta cierto límite variable según mil circunstancias diversas; pero nunca puede ser aniquilado. En lo que vamos a decir sobre la impenetrabilidad supondremos los cuerpos traídos áesle mínimo de volumen. Dos cuerpos no pueden jamás ocupar á la vez el mis- mo espacio; porque si tal sucediese, nada impedirla que otro tercer cuerpo viniera á llenar el espacio ocupado por los dos primeros, ni que hicieran lo propio oti'o, otro y otros de modo que pudiera el universo reducirse á un solo punto, lo cual es absurdo. Por tanto., cuantas ve' ees miule un cuerpo de lugar, cuantas veces sea su volu- men aumentado ó disminuido, debemos inferir que hay en esto acción de sustancia material sobre sustancia mate- rialj aunque á primera vista no se perciba la acción de los dos agentes. Si un pedazo de hierro llega á chocar con otro pedazo de hierro., es desalojado uno de ellos, porque ambos son impenetrables, y como si uno de los dos fuese penetra- ble, el otro le habría atravesado sin despojarle, no hay á esto plausible objeción que hacer. Pero se dirá que no sucede así cuando se sumerge un cuerpo en el agua, por ejemplo. La inmersión cierta- mente no prueba la penetrabilidad del agua. El cuerpo sumergido desaloja el líquido á la manera que el pedazo de hierro, desalojó al pedazo de hierro, mas no se pene- tra, de cuya verdad podemos cerciorarnos por muchos medios: 1.° observando que el agua sube en los vasos cuando se mete en ellos algún cuerpo: 2.° que el agua desalojada es igual en volumen al cuerpo metido: 3.° que tanta mayor dificultad se halla en sumergir un cuerpo,148 cuanto menor es su peso compararlo á su volumen. Lo mismo pasa con los cuerpos que se desalojan en el aire. Hay algunas objeciones mas: Primera. Cuando un cuerno es acercado á una lio- güera ó espuesto á los rayos del sol, se pone caliente y su volumen aumenta. Preciso es, ó que tal cuerpo sea penetrado por el calor, y entonces no toda materia es im- penetrable, ó la sustancia que produce el calor no es ma- teria, y la definición de que cuanto afecta nuestros senti- dos es materia, es inexacta; porque á nuestros sentidos¿fec- ta el calor. Respuesta. La sustancia que produce el calor, y que llamamos calórico^ es materia, y cuando es recibida por el hierro ó cualquiera otro cuerpo, se insinúa entre las mo- léculas, apartándolas para alojarse como el pedazo de hie- rro que empujó al que debia quitarle el sitio. Habiendo aumentado el espacio ocupado por el cuerpo, no resulta penetración, no hay dos pedazos de materia ocupando el misino espacio. La prueba de que el calórico es una ma- teria impenetrable se funda en la separación de las molé- culas entre las cuales viene á colocarse con una fuerza su- perior á cuanto conocemos. Vamos á procurar ser mas claros citando por via de ejemplo una aplicación harto co- nocida en la industria. Las grandes ruedas de molino, tan duras y de una sola pieza, han sido desprendidas de la manera siguiente de la cantera de que formaban parte. Se hace un agujero redondo de algunas pulgadas de hondo, y á martillazos se ataca con cuñas de madera, ver- tiendo agua en seguida sobre ellas. El líquido se insinúa por lo interior de la madera; pero como ella y aquel son impe- netrables, el volumen de la madera que recibe el líquido149 ilebe aumentar; como efectivamente se verifica, pero con energía tal, que la muela se desgaja en una sola pieza. £1 modo de acción del calórico en el cuerno es absoluta- mente idéntico. Otra objeción. Siéndola luz una sustancia material, afecta nuestros sentidos, y con todo traspasa el vidrio sin hacerle esperiinenlar ninguna modificación. ¿Es el vi- drio el penetrable ó la hiSS? Respuesta. La luz atraviesa el vidrio sin modificarle sensiblemente, pero es modificada por él. Cuando el vi- drio está pulido y la luz llega perpendicularmente .í la superficie de este, le atraviesa lo mismo que las agujas pa- san por muchas cribas, cuyos agujeros se correspondan exactamente; pero si la superficie del vidrio está privada de su pulimento, sabe todo el mundo, que Jas imágenes no son vistas al través, y ya tenemos un principio de mo- dificación que la luz esperimenta. Cuando llega en di- rección inclinada á la superficie del vidrio, una parte de luz es reflejada como una bala, que pega oblicuamente en la pared. Luego este rechazo de la luz es una prue- ba de la resistencia que le ofrece el vidrio, y por consi- guiente de que ella misma es materia y materia impene- trable. La otra porción de luz es desviada de su rum- bo, y al atravesar el vidrio, hace una inflexión sujeta á leyes conocidas, ó como dicen, queda refringida. (Es- ta acción del vidrio en la luz ha permitido construir an- teojos). Luego si la luz fuese penetrable, no esperinien- taria desvío ni reflexión. Mas se replicará que todo esto prueba la impenetrabi- lidad del vidrio, y no la de la luz. Esta objeción es imposible de sostener, porque si la luz pudiera ser penetrada,, no hallada resistencia por par-150 te del vidrio que la penetraría; mas al contrario, Ja des- via y desaloja, habiendo choque entre Jas dos sustancias, resistencia y desalojamiento coma entre ios dos pedazos de hierro citados, impenetrabilidad en una palabra. Fi- nalmente, los hermosos esperiment.os de Mr. Daguerrc ponen esta veroad en su mayor evidencia: la iuz obra materialmente en sustancias malerialeSj las modiíica, las altera, y deja en las mismas su sello. Cnanto hemos dicho de la luz se aplica al sonido, el cual veremos que también puede ser reflejado y re- fringido. Los poderosos efectos del rayo prueban también la im- penetrabilidad del íiuido eléctrico, así como las atraccio- nes y'repulsiones de ios imanes prueban la del fluido magnético. La ausencia de materia es el vacío; luego el vacío es ciencialmente penetrable. La materia posee otra propiedad que, sin ser absoluta- mente necesaria á su existencia, parece sin embargo per- tenecer á lodos los cuerpos que conocemos. La ATRACCION. Newton, meditando sobre la forma de las elipses plane- tarias y sobre las causas que hacian variables sus celerida- des de traslación, encontró que sucedían aquellos fenóme- nos, como si entre estos cuerpos y el sol bubiese una fuerza de atracción. Emitida por Newton esta idea nue- va, halló numerosos adversarios, entre los cuales causa estrañeza encontrar al autor del Espectáculo de la Natu- raleza, el abate Plucbe, quien oponia la siguiente obje- ción: «Si los cuerpos seatraen^ ¿por qué un hombre pa- sando cerca de la Catedralj no es atraído por gl edificio y no queda pegado á las paredes?'.Con, todo, la teoría deNewton, que duba esplicacion de fenómenos de fínica ge- neral, sometida ¡í un examen serio y profundo, prevale- ció contra lodos los ataques de sus adversarios, y la fortuna de este brillante des cubrimiento, dice La Place, ha sido tal, que cada dificultad suscitada le ha dado motivo de un nuevo triunfo. La teoría entera de la atracción está formulada en las dos \e.yes siguientes: 1. a La atracción entre los cuerpos crece a propor- ción de su masa. 2. a Decrece proporcionalmente al cuadrado de la dis- tancia. (1) La acción del cuerpo que atrae será dos, tres tantos, &c, mas considerable, si su masa se duplica, triplica, &c, y será dos, tres veces, &c, menor, si la masa se ha- ce dos, tres veces, &c. mas pequeña. Si el cuerpo atraído está colocado á una distancia de mil varas, la fuerza á que obedezca será diez veces mas intensa, que si estuviese colocado á cien mil varas, lo cual equivaled decir: que cuando la distancia es doble, la atracción se hace cuatro veces menos considerable. Cuando la distancia es triple, cuadrupla, quintupla, &c, la atracción se hace nueve, diez y seis ó veinticinco veces menos considerable (siendo los números 9, 16 y 25 los cuadrados de tres, cuatro y cinco). Fácilmente se concibe que si, por el contrario, la distancia viniera á ser tres, cua- tro ó cinco veces menor, la atracción seria por la inversa nueve, diez y seis ó veinticinco veces mas considerable. (]) Cuadrado de un numeróos el p-odnetode él, muhipücariopor sí mismo; por ejemplo cuadrado del mira. 2 ra i, porque 2 multiplicado por dos en cuatro, cu»- drado do 3 cu í>, porqué 3 multiplicado pur 3 W nueve— BE.152 Por último, si dos cuerpos so atraen, estando uno y otro libres para moverse, marcharán al aproximarse con celeridades inversas proporcionales á su masa. Aquel cuya masa fuere diez, veinte, cien veces menor, recor- rerá en el mismo tiempo un espacio diez, veinte ó cien veces mayor. La pesantez ó gravedades una consecuencia (lela atrac- ción. La tierra atrae ios cuernos que están en su super- ficie, y les imprime un movimiento que los dirige hácia 5ii centro; v por eso ¡a plomada, si se prolongara, pasa- ría por el centro de la tierra. El sistema universal de la aíraccion se considera en el dia como una verdad fuera de duda, y que lia resistido todas las pruebas de cálculo á que se le lia sometido. Sin embarco, esta propiedad déla materia no podia ser demostrada por esperimentos directos que pudieran repe- tirse en un gabinete de física. Habiase tratado de indagar si la cercanía de las grandes moles de montañas seria ca- paz de desviar el hilo de la plomada; pero la tierradirigia esta en el sentido de la línea vertical, la mole de la mon- taña se dirigia en sentido horizontal, y como las fuerzas atractivas son proporcionales á las masas, ¿qué viene á ser la de una montaña comparada á la masa de la tierra? Por tanto el desvío que se observa es levísimo en sí. Bouguer lo apreció en 7 ú 8 segundos de grado en las laderas del Chimborazo, y Maskelineen una suma igual con corta di- ferencia cerca de los montes Schalienos en Escocia. To- dos estos esperimentos eran raros, inciertos, difíciles de practicar, y contaban solo un corto número de testigos, cuando un sábio inglés llamado Cavendish inventó un aparato por cuyo medio esta propiedad atractiva de la ma- teria ha quedado demostrada esperimentalmente. (Sé continuará.153 POESIA. La Mariposa» £1 Chupamirto. J_Ja inquieta mariposa Mlis el aire suspenso Ostentando sus alas El veloz chupamirto, Oe colon™ vistosos Y batiendo las alas Y de oro matizadas, Con plácido zumbido. Ya se para en las llores, Introduce en las flore» Ya juega entre las plantas, El delicado pico; Y ya en quebrados giros Y sin tocar las hojas, Del suelo se levanta. Sin empañar su brillo, Ai lucir su hermosura, ¡Sin manchar para nada No observa la cuitada, Su bello colorido. Que los traviesos niños Estrae con destreza La persiguen con ansia, Su néctar esquisito, Que el pajarillo hambriento Pasando de la yedra Se apresta á devorarla, Al tierno y blanco lirio, Y que á envolverla espera Del jazmín á la rosa, En sus telas la araña. Del clavel al jacinto. Note empeñes, Dorila, Cuando el placer, Dorila, En ostentar tus gracias; No degenera en vicio, Mira que pueden ellas No mancha, ni aun empaña Hacerte desgraciada. De la virtud el brillo. N, G. he S. Vicente. ITII SUSPIRO. Suspiro involuntario Que exnhalara mi pecho con ternura A qué objeto voltario Te encamina la horrible desventura? ¿No conoces incauto, inoportuno, Que asilo no tendrlis en pecho alguno? Suspende desde luego Esa veloz carrera y afanosa, Hasta que el niño ciego, En el pecho inocente de una hermosa Un asilo te dé, y allí te veas Inspirando suspiro, cual deseas. Ponte pues en asecho Sin emprender en vano raudo vuelo, Y al exhalarte el pecho, Dirígete primero al justo cielo. Suplicándote enseñe aquel camino Que su inmenso poder ya te. previno. TOM. I. 21 Pero no de ottra suerte Salgas de aquel espacio donde inoras. Que si desea obtenerte Algún objeto tierno á quien adoras, Un semejante tuyo di, me envió, Para que fausto el pecho ¡í él te confie, EnWnccs lisongeado, De zéfiro en las alas conducido; Vé, y al objeto amado Entrégate, serás bien recibido. Porque eres de pasión el mensaguro, Y de amor el imán mas verdadero. ,,Y tú, amoroso pecho," No exhales un suspiro hasta que esté Tu amor bien satisfecho, Que solo así dichoso te veré: Guarda ese aliento que le forma vida, Para la bella que le dé acogida.—o. e.i 54 MORAL. Gratitud de una huérfana mexicana. A gratitud es el agradecimiento, la estimación y el re- conocimiento de un favor; pero no basta saber en que consiste esta vittud, es preciso además saber ejercitarla. Doña Luciana de..... babia quedado viuda por la re- pentina muerte de su esposo, que aunque le babia dejado considerables bienes, la conservación de ellos dependía de la sentencia de un pleito que desgraciadamente perdió en última instancia: así es que muy pronto se vió obliga- da á vender los pocos muebles y alhajas que le quedaban libres, y su importe lo puso á réditos para asegurarse una moderada renta con que poder subsistir, retirándose á una pequeña y deteriorada casa de Tacubaya, único resto de la herencia que le babia legado su marido. Apenas habia pasado algunos meses en su obscuro re- tiro, cuando supo la quiebra del comerciante, en cuyo poder tenia depositados los últimos restos de su fortuna. ¿Quién podrá concebir el horror todo de su situación? Las pesadumbres y las enfermedades la imposibilitaban para cualquier trabajo; y después de haber pasado sus mas bellos años en el seno de la abundancia, no le que- daba otro recurso en su avanzada edad, que ir á termi- narla en un hospital ó acelerar sus dias mendigando una limosna. No veia en su derredor persona alguna que se interesase en su suerte. Conducida á México por su es- poso desde Sonora^ donde nació, no podia solicitar so- corro alguno sino de un pariente acaudalado, único res-155 to de su familia; pero este hombre tan rico como avaro, se mostró insensible á sus quejas, sin que esta conducta se hiciese nada estraña cuando su codicia era tal, que por ella se pribaba él mismo aun de los gastos mas indispen- sables á las primeras necesidades de la vida. En tancruelsituacion Genoveva, huérfana á quien habia adoptado D.a Luciana cuando se hallaba todavía en medio de la prosperidad y que jamás habia querido abandonarla en su desgracia, llegó á ser su único apoyo y consuelo. Esta joven de diez y ocho años, un dia que su protectora le indicó la necesidad en que se veia de separarse de su compañía colocándola en una casa decente de aquel pueblo por no poder ya proveer á su mezquina sub- sistencia, se arroja á sus rodillas y le suplica, llenos de lá- grimas sus ojos, no la separe jamás de su persona. V. ha sido, le dijo, mi madre y me ha tratado como si fuese su hija, permítame ahora llenar los deberes de tal, y con- descienda en que emplee en su obsequio los recursos que me puede proporcionar ja cultivada educación que me ha hecho adquirir: cuanto sé, á V. lo debo, y toda yole pertenezco: por otra parte, tengo salud y bastante dispo- sición para trabajar en su casa y conseguir con el fruto de mis tareas, lo suficiente para mantenernos ambas. Conmovida hasta el estremo Doña Luciana, abraza con- tra su seno á Genoveva y le responde entre sollozos: ((siempre serás mi hija amada y el consuelo mas puro en la afíixiondetumadre." Desde aquel dia, Genoveva se con- virtió en la bienhechora de aquella á quien todo lo debia, no se limitaba á mantener con los productos de sus costu- ras y bordados á su madre adoptiva, sino que procuraba endulzar su suerte con las palabras mas dulces, y con las mas tiernas caricias, la curaba con el mayor afecto, y156 se esforzaba en hacerla olvidar las injusticias de la suerte: la eriaza huerta., fué muy pronto convertida en un jardin ameno, y en una pequeña hortaliza cuyas flores, frutas y verduras así adornaban la recámara, y la mesa de Doña Luciana, como servían y llevarlas Genoveva al mer- cado para ofrecerlas en venta á las familias que iban á pa, seará aquel pueblo, ó que se hallaban en él de temporada. El ardor de sus empeñosos cuidados no se resfriaba un solo momento, en todas las épocas del año, sus dibujos estudiados le proporcionaban ocupación y recursos en las largas noches del invierno, y cada semana traia á Mé- xico los productos de su pincél, y llevaba algunas estam- pas para iluminar cuando no se le proporcionaba otra co- sa. Así permaneció mas, de dos años, basta que Doña Luciana dio en sus brazos el último suspiro. Genoveva la lloró amargamente. Pocos dias antes de esta desgracia murió también el pa- riente avaro de Doña Luciana, que se habia manifestado tan insensible, pero que no pudiendo llevar consigo sus tesoros, creyó reparar su ingratitud dejáudola de herede- ra de todos sus bienes, consistentes en mas de cuarenta mil pesos. Inútil recurso, ya venia tarde, Doña Luciana no podia aprovecharse de él y ni aun habia tenido el con- suelo al morir de haber sabido esta variación de su fortu- na, para poder recompesar las acciones laudables de Ge- veva: pero la providencia que sabe premiar la virtud va- liéndose de los medios mas inescrutables, dispuso que la herencia recayese en un comerciante rico, residente en Mé- xico, quien á merced de sus investigaciones llegó á averi- guar la noble conducta de Genoveva y le cedió la mitad de la herencia, con que aseguró la suerte de la huérfana, quien al recibir esta recompensa quiso hacer de ella el uso157 digno de un corazón tan generoso y desde entonces esla- bleció en su casa una escuela de niñas huérfanas como ella, con el grandioso objeto de inspirarles los sentimientos mas virtuosos de gratitud y reconocimiento.—/. G. Historia y condición de la mugrer. [Continúa.] ¿J^StGEBAMKNTE bosquejado en los números anteriores de nuestro Semanario de las Señoritas el cuadro que ofrece la bistoria de las antiguas griegas y romanas, descubrimos en gl. sin embargo, los mas brillantes rasgos de beróismo y de sublimidad en las virtudes, y basta en los vicios de las mugeres. Dotadas por la naturaleza de una fibra mas fina y delicada que nosotros, reciben con mas facilidad todo género de impresiones, y se bailan naturalmente mas dispuestas que el hombre á todo lo sorprendente y maravilloso, mezclándolo á la vez con la ternura y flexi- bilidad propias de su sexo. Vemos que en las distintas épocas del paganismo, las mugeres, no solo imitaron á los bombres en sus virtudes y en sus vicios, sino que cons- tantemente Jes escedieron. Es pues indudable que la mu- ger no es inferior al hombre mas que en la fuerza, y en lo que de esta se deriva, como el sufrimiento de las pri- vaciones físicas y de las fatigas. La revolución que el cristianismo introdujo en las ideas y en las costumbres, se comunicó rápidamente al bello sexo y con una violen- cia tal, que espiritualizadas las mugeres, si nos es lícito de- cirlo así, se lanzaron á todo género de sacrificios, á Jas mas austeras privaciones, y basta á las llamas, para adqui- rir de este modo la costosa corona del martirio. El es-f 58 morado cuidado y asistencia de los enfermos, la austeri- dad de las costumbres, la caridad mas hermosa y conso- ladora, v la continencia tranquila y respetuosa, fueron el patrimonio apetecido de las mugeres en los primeros tiem- pos del cristianismo. Muchos hombres hicieron otro tan- to; pero con menos entusiasmo, con menos fuerza natural para dominarse, y el celibato sufrió borrascas y naufra- gios desde su nacimiento. El cristianismo exaltó indu- dablemente mas la imaginación de las mugeres que la de los hombres, y ni podia menos de ser asi: la exaltación femenina no reconoce límites, se pierde en el inmenso espacio de lo sublime y maravilloso. Invadida la Euro- pa por los bárbaros, y vencida por ellos, no solo conser- varon las mugeres la pureza del cristianismo en aquella catástrofe, sino que la comunicaron á los mismos vence- dores. Colocadas algunas en el trono, dieron nuevo en- sanche al cristianismo: las mugeres le llevaron á Francia, á Inglaterra, á Alemania, á Polonia, á Rusia y hasta la Persia; ellas le purificaron en España y en la Lombardía, y quizas á este celo, á esta vehemencia se deba el espíritu de galantería que, nacido entre los barbaros, ha llega- do hasta nuestros dias, aunque andrajoso y desaliñado. Anterior era sin duda su origen; pero su perfección data desde esta fecha. Sabido es que los hombres del septen- trión trataban con respeto á sus mugeres: ocupados en la guerra y en la caza eran una especie de leones, cuya fe- rocidad cedia solo á la vista de sus leonas. Allí nació la caballería andante; buscaban fuera de su pátria la gloria de la victoria en los combates, para hacerse merecedores del aprecio de sus damas; los pleitos, el honor, la mano de una muger y la justicia, se conquistaban con la lanza; este era el código universal, así como el de los leones loi 59 son sus uñas y sus colmillos; allí nacieron los desafíos, que para mengua y vergüenza de la civilización de este si- glo se conservan y ponen en práctica oscuramente entre nosotios por los cultos descendientes de tan ilustres pro- genitores. Llevados estos por una fuerza irresistible, pol- la fuerza de la naturaleza á adorar al bello sexo, cuyos en- cantos eran para ellos un arcano incomprensible, creian que las mugeres adivinaban lo venidero, y veian en ellas unos seres mágicos, á quienes temianal mismo tiempo que que idolatraban; y este fué el ilustrado origen de las bru- jas, hermanas gemelas de los desafíos. Antiquísima, sin embargo, era ya en el mundo semejante creencia, aunque las brujas no lo fueran tanto. Las mugeres eran los orá- culos entre los griegos y romanos: y desde muy antiguo estaba reservada á las mugeres la medicina y la magia, ciencias que basta cierto punto estamos nosotros muy le- jos de disputarles. Como todo lo malo se pega, no pasó mucho tiempo sin que á nuestras apacibles y honestas da- mas se les pegasen los modales y las costumbres de los señores bárbaros: se abrieron las puertas al recogimiento, y el trato fué ganando en altivez y galantería, lo que per- día en virtud y en honestidad, siendo de notar que mien- tras los bárbaros conquistadores del norte se declaraban esclavos de las mugeres del mediodía, otros bárbaros conquistadores levantaban las mazmorras de la esclavitud de las mugeres en el oriente. La complicación de los su- cesos políticos, la mezcla de costumbres y genios diferen- tes, la relajación del cristianismo en la esencia, aunque conservado en las apariencias, introdujeron la confusión, el desorden y el menosprecio de los derechos sociales. Fué pues preciso que los galantes caballeros tomasen á su cargo el deshacer agravios, amparar doncellas, proteger160 viudas, y hasta cuidar de la segundad de los caminos, convirtiéndose en otros tantos Hércules y Téseos. Cada caballero elegia un numen tutelar que le ayudase y favo- reciese en los duros trances á que se esponia, y este mi- nien era su dama. Como el cristianismo y la galantería andaban el mismo camino, lodo caballero antes de salir á sus aventuras se ponia de hinojos ante su idolatrada fer- mosura, y después de recibir su bendición, á guisa depe- ndente, salia ufano y erguido por donde á su r.ocin pla- cía, y acometia al mundo entero, si el mundo entero ven- cido por él era bastante á lograr que su dama premiase el valor de su fuerte brazo adornándolo con una cinta. La Europa entera era entonces un campo de batalla en donde los caballeros peleaban con ufanía por merecer el mas pequeño favor de sus envanecidas beldades. La fide- lidad acompañaba constantemente al valor, y el amor era inseparable compañero de la honra; las costnmbres anda- ban envueltas por todas partes con la ternura, la arrogan- cia y el heroísmo; el imperio de los mugeres era inmenso y encantador, y de aquí nacieron aquellos amores poéti- cos y sublimes, y aquellas pasiones tan vehementes como constantes; aquellas pasiones que las almas débiles y mez- quinas son no solo incapaces de alimentar, sino de con- cebir aquellas pasiones nobles que se hallaban en lucha con el respeto y las esperanzas, y en las que aquel era constantemente acatado 3' obedecido; aquellas pasiones, en fin, que alimentadas de goces ideales y de una elevada esfera, tenian por principal cimiento el honor, por soste- nedores las hazañas, los obsequios y un valor no desmen- tido, y por término el heroísmo. ¡Venturosos tiempos aquellos en que el uno y el otro sexo, mejorando su con- dición, se elevaron sobre sí mismos! (Concluirá).«61 Perfección de las facultades intelectuales. —QQS— ingun ser racional puede adquirir el conocimiento completo de todos y cada uno de los ramos que forman la amplia y estensa llanura de los conocimientos huma- nos; tan inútil seria intentarlo como exigirlo; pero tanto el hombre como la muger están obligados en cierto mo- do á perfeccionar su entendimiento, si no quieren que cual un estéril desierto y como una selva abandonada, so- lo produzca espinos y malezas. La ignorancia completa ó un sin número de errores son el patrimonio de todo talento inculto ó descuidado. Solo"una corta parte del género humano posee como por vocación las ciencias; pero en el bello sexo hay mu- chas personas cuya posición en la sociedad y cuyas cir- cunstancias les ofrecen medios, ocasiones y tiempo sufi- cientes para cultivar su razón y para embellecer V enri- quecer sus talentos con variados estudios. Aun la mu- ger de mas humilde condición puede llegar á estar en cir- cunstancias que exigen tal grado de destreza é inteligen- cia que no podrá permanecer en él, sino por medio de la meditación y del discurso. Los deberes comunes y los derechos de la sociedad que pertenecen á todas las personas que en ella viven; las na- turales y precisas relaciones con una familia ó con una nación, nos obligan a hacer continuamente uso de la facul- tad que hemos recibido de discurrir: cada hora de nues- tra vida reclama el ejercicio de nuestro juicio sobre el tiempo, las acciones y las personas: sin una'prudente y discreta calificación de los objetos que nos rodean, nues- tra conducta será una larga serie de aberraciones. Es pues tom. t.—c. 8. 22 indispensable que tarde ó temprano aprendamos lo que hemos de estar practicando siempre, y para ello es nece- sario ilustrar el entendimiento, reunir conocimientos y acostumbrarse á discurrir ú medida que nuestra posición nos ofrezca los medios convenientes. Nuestros errores al formar juicio de los objetos que nos rodean, pueden conducirnos basta el crimen acaso. Obrando sin reflexión, deshonramos por decirlo así, el don de la racionalidad que Dios concedió tanto al hombre como á la muger; nos esponemos á dañar al prógimo., á nuestros parientes y amigos, y nos acarreamos mayores pesares y miserias de las indispensables en la carrera de la vida, haciéndonos sobre todo responsables ante Dios de los vicios de nues- tra conducta, pues nos ha dado mas que suficientes me- dios para preservarnos del error. Convencidos de estas palpables verdades, nada hemos creido mas útil á nuestras amables suscritoras, que el pre- sentar á su vista algunos principios con el objeto impor- tante de perfeccionar sus facultades intelectuales, los que iremos desenvolviendo en los siguientes números, con- trayéndonos hoy á las reglas para perfeccionar el juicio. Penetrada toda señorita de la inmensa importancia que dá á una muger el juzgar bien de todos los objetos y de la preciosa é inestimable cualidad de discurrir con acier- to, se convencerá mas fácilmente de la importancia de es- tas reglas. Si cada una de nuestras lectoras repasa las diversas épocas de su vida y examina seriamente cuantos errores y pesares se habría ahorrado, y cuantas desgra- cias habría podido impedir, si desde sus primeros años hu- biese puesto cuidado en juzgar con acierto de las perso- nas, del tiempo y deloshechos, conocerá fácilmente que habituándose á reflexionar en sus acciones, puede perfec-1G3 cionar su discurso con la mayor facilidad y aprovechar- se de todas las ocasiones para lograrlo. Si cualquiera de nuestras lectoras considera la suma fragilidad de la naturaleza humana, efecto de la constitu- ción de una alma unida á un cuerpo material y sujeta por lo mismo á multitud de inconvenientes; y si considera la obscuridad en que está nuestro entendimiento estraviado á la vez por los sentidos, las ilusiones y 1 is pasiones, cal- culará lo diíicil que es profundizar muchas verdades, mien- tras que la alhagiieña lisonja de la mentira ofrece una multiplicada variación de peligros á que se halla espuesta constantemente al formar juicio de las cosas. Pero no basta un examen superlicial: es preciso en- sayar algunos métodos que sirvan para hacernos palpable nuestra propia ignorancia; pues que el alma pundonoro- sa y deseosa de remontarse, se fortifica á la vista de la in- suficiencia é imperfección de los conocimientos adquiri- dos hasta el dia: tal idea dará por resultado la actividad y el estímulo al trabajo, para disponerse á emprender el camino del saber. Entre otros métodos creemos podrán tener buen éxito los siguientes: í.° Si dirigís ¡amables jóvenes! una mirada que abra- ze las inmensas regiones de la sabiduría y lijáis la aten- ción en los nombres de todas las ciencias, sus ramifica- ciones y los infinitos objetos á que se dirigen, juzgareis cuan poco conocéis de ellas, aun cuando os creias regu- larmente instruidas en sus elementos. Los mas sabios de los mortales no estarán jamás en el caso de aplicarse lo que la historia atribuye á Alejandro el grande, quien des- pués de haber subyugado lo que él llamó mundo de Orien- te, se quejaba de que no hubiese otros mundos que con- quistar. Los mundos de la ciencia son infinitos.i 64 2. ° Una muger estudiosa debe calcular que mientras mas haya adelantado en una ciencia, mas dudas y dificul- tades le quedan por resolver y que no es muy probable llegue á obtener una solución completa y segura á no ser en una cuestión de matemáticas puras, en que las demos- traciones son positivas sin dejarla menor duda; y sin em- bargo, hasta en estas se ha estraviado muchas veces y equi- vocado casi todo el género humano. De aquí puede in- ferirse cuan llenas de vanidad se encuentran las personas que creen saberlo todo. , Arithmo dedicado toda su vi- da al cálculo, se creia consumado en la ciencia de los números; pero cuando se le pidió la raiz cuadrada del nú- mero 2, hizo el ensayo, dejó correr largo tiempo la plu- ma por las fracciones decimales, hasta que confesó que no la encontraba; pero fué tanta la modestia que adqui- rió con esta prueba, que decia después, no confiaba bas- tante en sí mismo, para atreverse á asegurar que fuese imposible completar aquella operación. Es ya un pro- greso el no creerse infalible. 3. ° Si una joven empeñada en perfeccionar su educa- ción se dedica con empeño á examinar el inmenso caudal de conocimientos que poseyeron varios de nuestros an- tepasados y que cultivan hoy algunos de nuestros con- temporáneos, y si procura averiguar los adelantos y des- cubrimientos casi increíbles, que han hecho hasta hoy y que hacen diariamente las ciencias, el trato con las per- sonas instruidas y la lectura de las obras de mérito le da- rán á conocer muy pronto el atraso de sus conocimientos. Estimulada entonces á perfeccionarlos, su genial actividad tomará un raudo vuelo impulsada por la mas noble y laudable emulación, y se persuadirá al mismo tiempo, de que si pagada de alguna superficial ventaja se exalta y en-165 vanece creyéndose sabia ó demasiado instruida, esa mis- ma vanagloria será un obstáculo á sus progresos succe- sivos; porque si considera que sabe lo ba.stante, mal se aplicará á estudiar y aprender alimentando únicamente en su seno la petulancia y la ignorancia. ¿Cuántas jóvenes habréis conocido, lectoras mias, que satisfechas con el brillo y viveza de su talento descolla- ban entre las demás en alguna reunión, y que rebosaban los recursos de su presencia de ánimo, discurriendo fácil- mente sobre materias comunes; pero que satisfechas con estos dotes naturalesabandonaron la lectura, la dedicación al estudio y al trabajo y embejecieron en la ignorancia? ¿Y cuántas habréis visto que no solo perdieron aquella vi- vacidad, aquel vigor activo que les concedía la fuerza y el calor de la juventud sino que degeneraron en el estremo de estupidez que llega á hacer hasta ridicula á una per- sona? La meditación, las ideas combatidas y defendidas por ejiraciocinio, el uso de la razón y del recto juicio sobre lo que selee, es lo que forma el buen sentido, lo que desar- rolla y rectifica el talento y lo que proporciona los me- dios mas seguros para perfeccionar el entendimiento. Una joven de buena memoria puede aprender y repetir un libro entero; pero no será capaz de analizarlo. No hay duda en que una buena Biblioteca y una memo- ria feliz son muy útil socorro para perfeccionar las facul- tades intelectuales; pero si todo el saber de una muger no consiste sino en mal recopilar lo que otros han escrito sin ocuparse de formar un juicio acertado de lo que lee 3' sin hacer útiles clasificaciones entre lo bueno y lo malo, yo no veo que su cabeza tenga mejor título para creerse ins- truida que los estantes en que guarda sus libros. La niña166 que trata de perfeccionar su educación hace muy bien en leer tratados de filosofía cristiana, de moral ó de física, en dedicarse á la lectura de buenos autores de ciencias y de artes; pero si en esta tarea no se vale de otro agente que déla memoria y no toma parte en ella el discurso y el jui- cio, podrá cuando mas aspirará saber la historia de las ciencias y de las artes, sin ser sábia jamás y nunca artista. Debo advertir sin embargo que estos últimos avisos solo se dirigen á las que presumiendo demasiado de su talento, tienen formada de sí mismas la mas alta opinión, pues que la joven modesta y humilde de despejado entendimiento no debe acobardarse por mis observaciones. Al hacerlas no he llevado otro objeto que el de estimular el gusto al trabajo preservando á mis jóvenes paisanas de la vanidad y el orgullo que no dejan de acompañar especialmente en otros paisesá las mugeres ilustradas. La esperanza de nuevos descubrimientos, la satisfac- ción y el inefable gozo que trae consigo el conocimiento sublime de la verdad, debe animar vuestros diarios esfuer- zos ¡oh jóvenes que aspiráis á una educación mas esmera- da y mas conforme al siglo en que vivís! No penséis que las ciencias en general hayan llegado ya á su perfección. La bondad con que la providencia ha favorecido al genio y á la actividad de un siglo á esta parte, han hecho apare- cer verdades en la física, y descubrimientos en el cielo y en la tierra, que parecen superiores á la capacidad huma- na; mas para caminar de cerca al lado de los autores de tan importantes progresos, es necesario no acostumbrarse á dar importancia á la superficialidad de los objetos, ni dejarse alucinar por meras apariencias, sino penetrar en el fondo de las materias cuando el tiempo y vuestras cir- cunstancias lo permitan. Guardaos ó jóvenes, guardaos.167 bien de juzgar de las cosas y de las personas á la prime- ra ojeada, ó por un examen superficial. Tal conducta sería el medio mas seguro de llenaros de errores y preo- cupaciones antecedente necesario, de futuros arrepenti- mientos. Una vez al dia, sobre todo en los primeros años de la juventud cuando estáis dedicadas al estudio, seria muy conveniente pasar una revista de las nuevas ideas, nuevos juicios y verdades nuevas que hayáis adquirido, de los nuevos argumentos que os hayan afirmado en ellas, y de los adelantos que hayáis adquirido en cualquier arte ó ciencia, procurando, si posible es, no dejar pasar dia sin contar alguna adquisición útil. Con tal sistema sin sentir- lo, ni advertirlo,vuestros adelantos serán estraordinarios. La joven cauta y prudente, jamás se encapricha en sus primeras concepciones, ni cierra los oidos á todo nuevo raciocinio sobre cualquiera cuestión, pues esto equival- dría á reusar ulteriores ilustraciones. Un genio -tenaz y caprichudo, se hace como el censor de sus semejantes, quiere que la opinión que profesa sea irrecusable para los demás, y se incomoda de que no la vean lodos tan termi- nantemente apoyada como él. Llega hasta desdeñar las polémicas y á reputar á las personas que no piensan de acuerdo con sus ideas como de muy limitados alcances. Aunque la circunspección y una adhesión lenta y pre- meditada sean un preservativo del engaño y de frecuen- tes retractaciones, conviene cultivar la nobleza del alma y Ja docilidad para abdicar cualquier error ó equivoca- ción. Repetidos cambios de opinión indican ligereza en la primera determinación; con todo, cuando la razón do- mina no debe creerse humillada una muger por un cam- bio de opinión, ni arredrarse por la nota de versátil. Es necesario aprender á despreciar esa mal entendida ver-168 güenza vulgar que encadena y obseca á una persona in- sensata en sus embejecidos errores por temor de que la llamen inconslante. Y o confieso desde luego que es me- jor no juzgar, que juzgarmal, es prudente no prestar nues- tro consentimiento hasta haber completado todas las pruebas necesarias; pero si alguna vez nos adherimos de- masiado pronto como suele suceder al mas discreto, si ad- mitimos como verdadero un principio que al cabo de po- co tiempo encontramos ser falso, no debemos en manera alguna avergonzarnos de abjurar nuestro hierro. El carácter de una muger antojadiza es el de tener es- treñía afición ó aversión suma á las cosas mas insignifi- cantes; el de tomar con grande empeño asuntos de nin- guna importancia y el de perder el tiempo divagada en frioleras; rara vez sus acciones tienen por guia la razón y la naturaleza de las cosas y con frecuencia los objetos mas simples exaltan sus pasiones. No corrigiendo á tiem- po esta viciosa tendencia, torcerá poco á poco el sano juicio, hará colosales los objetos mas pigmeos, presentán- dolos con todo el aspecto de gravedad que no tienen y sin darles jamás su intrínseco y verdadero valor. El carácter por último demasiado burlezco y chocar- rero, es el menos propio para perfeccionar nuestro buen juicio, presentándonos los objetos solo por su aspecto ri- sible, aunque nada haya en ellos de ridiculo ó burlezco, hasta el grado de chancearse de los mas graves é impor- tantes asuntos, de burlarse de objetos respetables y adop- tar el sistema de ridiculizarlo todo. Esta es una de las mas dañosas habitudes que avasalla insensiblemente el en- tendimiento, impeliéndonos á ciegas á mil errores. Usan- do de la misma arma del ridículo, nuestras lectoras, re- cordarán la pintura de la Muger risueña publicada en otro número del Semanario; pero ¡ojalá no fuese este defecto tan perjudicial y por lo mismo tan acreedor á mas serias impugnaciones! Un carácter que se burla de todo for- ma los juicios mas erróneos y defectuosos sobre asuntos de importancia aun cuando se empeña en ser grave y se- rio, su jocosidad y su humor chistoso pasan á ser ya en las personas que lo tienen una segunda naturaleza y es- travian vergonzosamente su razón. Tales son en com- pendio algunas de las reglas que pueden tenerse presentes para perfeccionar nuestro juicio.—($. C.)~—í. G.169 IIkROINA DE W AVEMjEY. NOVELA DE WaLTER ScOTT, (*) (*) Muchas de nuestras amables suscritoras habrán leido el „VVaverlcy 6 Aho- ra sesenta años" del célebre VValter Scott; pero en obsequio de lasque no lo hübis. ren Hecho, trazarfimos un ligero cuadro de una obra tan interesante, á la que me- reció su autor toda su fama primitiva; pues sin querer dar su nombre en muchas otras, bastaba que se dijese: «por el autor del VVaverley" para que iuesen"solicita- das con entusiasmo. En VVaverley se vé un júvcn lleno do candor y do inocencia, sin el menor co- nocimiento del mundo, que sale por la vez primsra del lado de los sencillos parien- tes que habían ocupado el lugar de sus padres, arrastrado sin su voluntad á multi- tud de aventuras que no pudo proveer, y obligado á correr hazares que no pudo evitar. Y ya sea que haga una visita al hospitalario Barón Bradwardine, ya quo por pueril curiosidad emprenda un viage novelesco í las montañas de Escocia, acom- pañado de un hijo de la raza de Ivor, ya que cruze su lago y sea conducido á una caverna de bandidos; ya que se presente como un huésped de las tierras bajas en- tre los montañeses, ó bien que arrebatado por manos estrañas sea conducido ála rebelión y á la guerra civil, y se muestre en ella como el partidario de un principa que no conoce, y como defensor de unos derechos que nunca ha discutido; se la encuentra siempre honrado, leal y caballero, siempre sentimental y siempre amable. Pero entre las personas del bello sexo que trata en sus correrías VVaverley, deg- ■pues de haber conocido a Rosa Bradwardine, se entusiasma por flora Mac Ivor. Ino- cente y pura como la primera sonrisa de un niño en los brazos de su madre; pero •tiene un tinto de la córte de Francia, y eri medio de sus virtudes se la vé seduc tora sin intención, por costumbre, como criada en lajeorto mas galante de la moder- na Europa. Flora, sentada en la cascada con ol harpa en la mano, tieue i VV«. TOM. T. 23170 un acento de infinita dulzura, y cuando habla, la llama que arde en el fondo de su corazón, sube á su rostro y lo dora como el sol que se eleva sobre las nevadas alturas- Cada sonido de su voz y cada mirada de sus ojos in- dican una alma ardiente. Se encuentra en la edad de la vida en que toda la naturaleza toma cierto lenguage pa- ra hablar á nuestro corazón, en el que ios diversos rui- dos de la creación, el arroyo que murmura, el viento que gime y el pájaro que canta, parece que dicen: ¡A.mad! Y sin embargo, sea quien fuere, que no se atreva á hablar- le de amor; porque es tan salvage como una montañesa, y tan orgullosa como una reina. Su imperio se estiende desde el rio Earu hasta los montes Grampian; y cuando verley á sus pies, extasiado, embebecido, y ¿para qué? Para ser el juguete de For. gus Mac Ivor. El alma de Flora es cstraordinaria; pero como la de VVaverley no lo es me- nos, se vé impulsada por esta, y cuando se ha lanzado al espacio, queda sola con sus generosos y nobles sentimientos. ¿Después? Después vivirá en retirado y silen- cioso claustro, y VVaverley pasará a la vida doméstica, donde la pobre Kosa gozará de alegres dias. VVaverley no se uno A los soldados del pretendiente por su vo- luntad. Si después do interrogado por el mayor Mclville no hubiera sido robado y conducido á Edimburgo, habria estado muy léjos de abrazar el partido del prínci- pe; pero rodeado de personas que habian tomado ascendiente sobre él, toma las ar. mas, hace la guerra á sus propios soldados, vé morir á su virtuoso coronel, hace prisionero á otro gefe amigo y de su familia, y entonces conoce que se ha estravia* do, que es víctima do una baja intriga, y cuando en seguida esperimenta cuan ta* meraria es la empresa del pretendiente y cuan arriesgado es vivir entre gente semi- «alvage, nada le queda que esperar sino abandonarse á la suerte. Una escaramu- za lo separa de los hijos de Ivor, y ya no es testigo de las desgracias del príncipe. Debe en seguida su libertad á un amigo; y cuando vuelve & ver á. Fergus Mae Ivor, es en Carasio para ser decapitado, y á la seductora, i la brillante Flora la encuentra......eociendo te mortaja de su hermano. Sigue después á. Tuly Voleau, y tiene el placer de ver restablecida al reposo la familia desgraciada de Bradwardine. Y la resurrección de la dicha lo vuelve al hogar doméstico; y la unión de VVaverley con la virtuosa 6 inocente Rosa, ali- vian el corazón de los lectores y los llevan mas allá de este mundo, á la región de le* goces que jamás tienen quo temer la mas leve desgracia.—EB,171 se sienta con el harpa en la mano cerca de la cascada, cu- yas aguas formando una faja blanca, se arrojan sobre los ílancos de la colina próxima, tiene en sí misma tan- ta grandeza y poesía, que cualquiera la lendria por Mal- vina sentada en la tumba de Ossian y cantando las haza- ñas de Fingal. Porque solo ama ásu hermano. Huér- fanos desde la infancia, despertaron una mañana en una cuna ensangrentada: desde entonces se lanzaron apoya- dos uno sobre otro, como dos arbustos de la montaña saliendo del mismo tronco y sosteniéndose por una raiz. Y el hermano ha llegado á ser una robusta encina, que cada vez que sopla el viento, se blandea entre su herma- na y el huracán, abrigando bajo sus ramas á todos los hi- jos de la raza de Ivor. Porque toda su religión está en Dios, y después de Dios en su elegido, doblemente sa- grado para ella, así por su nacimiento como por la des- gracia acaecida al hijo de Jacobo 2.° Así su voz solo canta, con el afecto délos mártires: así sus ojos solo bus- can algún buque que venga de Francia, ese eterno y san- to asilo de todos los grandes proscriptos, que le traiga alguna grata noticia de la corte de San Germán, en don- de está su rey. jCuán hermosa está y cuanto brilla en ella la esperan- za! ¡cuán animada se muestra á la vez, así por los colores de la juventud, como por el aire puro de la montaña, y cuán lejos está de pensar en este momento en Rodach- Glas, ese huésped nocturno de la colina Ben-Moreódel lago coreano y que se aparece hace 300 años á lo» hi- jos de Ivor, cuando su hora mortal está próxima á sonar en el relox de la eternidad! Dejad pasar un año. ¿Qué es un año en la vida hu- mana? Hay años que corren tan tranquilos y puros, que parecen un instante. Volviendo la vista atrás, solo ve-m raos en ellos una sériti de noches y dias dorados por la aurora que se levanta, ó nacarados por el sol que se ocul- ta. Dejad pasar un año. Pero también hay años que parecen un siglo, años pa- ra los cuales no hay ni blanquecinas albas ni alegres cre- púsculos, años sobre los cuales se estiende un cielo tem- pestuoso y surcado de relámpagos, y en los cuales, si uno vuélvela vista, se vé á sí mismo luchando como en uno de aquellos sueños, en que así falta la voz para pedir auxilio como la fuerza para huir. Dejad pasar un año y después, en lugar de estraviaros por las laderas de esas blancas montañas ó sobre las rive- ras de ese espacioso lago azul, en que visteis al hijo de Ivor el grande ejercer su antigua y suntuosa hospitalidad, di- rigid vuestras miradas hacia esta casa aislada que se eleva cerca de la ciudad de Carlisle, abrid la puerta, deteneos en el umbral y mirad. En el fondo de esa sala grande y sombría, cuyas pare- des están cubiertas de tapices, frente á esta larga ventana con celosías, cerca de una anciana que lee las oraciones de los difuntos, veréis á esa misma joven silenciosa y pá- lida cociendo una mortaja. ¡Y bien! ¿Es esta la misma que veis en el retrato tan orgullosa y tan bella? Para que la reconozcáis, es preciso que os diga: esla es la que se llamaba Flora Mac Ivor. ¿Qué ha pasado pues en este año? Ha desembarcado en el puerto el caballero de San Jorge, Flora ha puesto una rosa blanca en sus cabellos y el Rodach Glas se apareció á Fergus. ¡Flora Mac Ivor coce la mortaja de su hermano......! Awsjanduo Dumas. [ Traducido de la Galería de Mugeres de Waker Scoit. Impresión de París, año de 1840].Historia y condición de la inuger. [Concluye.] OS» los artículos anteriores hemos dado una ligera idea de lo que fueron las mugeres en la antigüedad y en los siglos subsiguientes. En el diez y siete y en el pasado florecieron algunas mugeres; pero en general sufrió el sexo femenino las mismas vicisitudes que el otro, y ambos se lanzaron en un abismo de hipocresía y de estúpida y fasti- diosa cortesanía. Con los amores cultos y metafísicos, aquella mezcla!de piedad y de galantería romántica, aque- llas serenatasy tapadillos, aquel enamorado acento de los poetas perdió su principal elemento de vida, la verdad, el entusiasmo. Los hombres y las mugeres mintieron á porfía, hasta que, cansados de engañarse mutuamente se dejaron de cuentos., se rieron de sí mismos, y arrojando la máscara que les cubria, retrocedieron á los tiempos de nuestros primeros padres. Hubo sin embargo muchas escepciones, porque estas lashay siempre y en todo lo hu- mano, y quedó un esterior modesto que cubria á un inte- rior lleno de caprichos y pequeñeses, El género huma- no habia degenerado en Europa, y nosotros somos los nietos de ese género humano degenerado. No es, pues, estraño que nos parezcamos á nuestros abuelos, y que les escedamos en estupidez, con perdón sea dicho, de tan- tos sabios de ogaño en que abunda el ilustrado siglo délas luces, y que nos van dejando á oscuras á marchas dobles. Hemos visto que en todos tiempos y bajo diferentes gobiernos ha habido mugeres que en letras y en armas se han colocado á la altura de los hombres; y de aquí se de-174 duce que tan á propósito, lo menos, es la muger para las ciencias y las acciones grandes como el hombre. Hay sin embargo cualidades inherentes á cada sexo que determi- nanirrevocabiementelalíneaáqueel uno y el otro pueden y deben respectivamente llegar, y que forman el distinti- vo, el sello que los califica. La parte física de la muger es mas débil, mas delicada por naturaleza que la del hombre, y bajo este punto de vista es indudable que el hombre es superior á la muger; pero también lo es que esta misma delicadeza de fibra de la muger la hace superior al hombre en muchas cosas. Mas fino, mas flexible, mas irritable el físico de la muger, percibe con mas facilidad y fuerza las sensaciones, que nosotros, y de aquí nace esa disposi- ción constante á alterarse hasta por las cosas mas peque- ñas, que malamente calificamos de rarezas¿ y ese horror y compasión que á un tiempo les inspira la simple vista de una desgracia, y que también calificamos malamente de debilidad. La fortaleza que es una virtud en el uno y en el otro sexo, es el resultado necesario de la mayor ó menor disposición de sentir. El que mucho siente, re- siste poco; el que poco siente, resiste mucho. Un hom- bre de temperamento frió y ordinario, es fuerte porque es impasible. Un hombre de temperamento frió y sensi- ble, es un volcán que se devora y consume por su propio fuego. La sensibilidad de una muger no es pues otra co- sa que una disposición constante de sentir mucho. Pero esta misma sensibilidad hace por sí sola inferior á la mu- ger respecto del hombre, en muchas necesidades sociales: tal es, por ejemplo, en la de administrar justicia. Temis las repele de su seno. Ese grave ministerio se aviene mal con la fibra irritable y la sensibilidad femeninas. Si las mugeres administrasen la justicia, se vengarían con enojo175 en algunos casos, y en otros cubrirían con el velo de la compasión los mas atroces delitos. Las leyes no serian para ellas otra cosa que un adorno mas. Pero si bien es esto cierto, no lo es menos que nos llevan grandes ventajasen otras cosas. Las consideramos, no solo á propósito para gobernar, sino á propósito para gobernar mucho mejor que los hombres. Inmenso es en el mundo el catálogo de reyes; reducido es el de reinas; sin embargo, podríamos citar mayor número de reinas buenas que de reyes. Cristina de Suecia, Isabál de Ingla- terra, y la célebre Isabel de Castilla valían las tres solas por trescientos reyes. Nadie puede poner en duda los gran- des talentos, la suma prudencia, la suspicacia, la constan- cia, el valor, las cualidades mas relevantes que adornaban áFernando de Aragón. El y Napoleón quizá hayan sido los únicos hombres que hayan concebido bien la idea, y tratado de aspirar á una monarquía universal; sin embar- go de esto, y á pesar de ser un grande hombre, ¿euán su- perior á él no era su esposa? Fernando trataba y mira- ba como loco al inmortal Colon, mientras Isabel vendía sus joyas para comprar con ellas la civilización de un nuevo mundo. Isabel legaba de este modo á las genera- ciones futuras una mina de riqueza y prosperidad, mien- tras Fernando nos legaba la inquisición. Hasta el despo- tismo pierde su ferocidad en manos de lasmugeres. El despotismo de una muger puede ser caprichoso, pe- ro jamás brutal. La brutalidad es patriotismo de los hom- bres déspotas. Las mugeres son naturalmente mas finas y flexibles que nosotros, y por eso son también mejores amigas, á pesar de que algunos filósofos digan lo contra- rio, y también aman mas y mejor que nosotros., sin em- bargo de su ponderada coquetería y de las antiguas y176 constantes quejas y acusaciones de los poetas, con lasque han venido ;i probar lo contrario de lo que que intenta- ban, pues si no los querian á ellos, era porque querían á otros. ¿Cuál será la muger, por poco que tenga que agra- decer á la naturaleza, que no haya sido solicitada por mas de un hombre? Y sin embargo, estos mismos dañi- nos solicitadores podrán decirnos si todos salieron airo- sos de sus empresas. Por otra parte, ¿encontraremos en- tre los hombres muchos modelos de constancia v fideli- dad? Nuestros lectores contestarán por nosotros. Se achaca generalmente á las mugeres'el deseo de dirigirnos y dominarnos. Cierto es que le tienen; y si no le tuvie- ran y aun le lograran ¡bueno andaria el mundo! Rarísi- mos son los casos en que un marido y un amante se ha- yan perdido por seguir los consejos de su esposa ó de su querida, y muchos han sido víctimas por no seguirlos. Las mugeres tienen un tacto mucho mas fino que noso- tros para conocer á los hombres y las cosas, y esta dispo- sición, unida á una prudente desconfianza y á una timi- dez reflexiva, que pocos hombres conocen, las pone na- turalmente en el camino del acierto. Nosotros estamos por ellas; tenemos una orgullosa complacencia en decir- lo, y les rogamos que no nos dejen de la mano, princi- palmente en un tiempo lleno de atolladeros y precipicios. Ahora ma3 que nunca se necesita que ejerzan sobre no- sotros todo ese influjo de dulzura y moderación. Aho- ra mas que nunca necesitamos de sus consuelos; aho- ra mas que nunca es menester que desgarren con sus de- licados dedos esa capa de ferocidad y barbarie, de pasio- nes ruines y de enconos, que nos está cubriendo á los hombres de crímenes y de horrores. (El Español de Madrid. Juüo de 1836.)177 t¿Ji, bordado es el dibujo trazado con la aguja y con el hilo, seda ó lana sobre toda clase de géneros. El algo- don blanco se usa en los bordados mas sencillos de muso- lina, linón, carnbray, olán ú otro género blanco. La se- da y la lana se usan en los bordados que se llaman de co- lor cuyo fondo está en oposición con el matiz de las flo- res ó dibujos que en él se bordan. Hay también otro bordado que se llama de metales, en que se mezcla el hi- lo de oro ó de plata, el canutillo ó la hojuela. En fin, se hacen bordados en seda tupida, en cañamazo ó canevá y en otras telas, en los que se busca darles los colores na- turales de los objetos que se quieren representar. Todos estos bordados tienen nombres particulares lomados de la especie de punto ó de la materia en que se hacen y de los elementos que se emplean en ellos. Así se dice bor- dar en blanco, cuando la tela y el hilo con que se borda tienen solo este color. Bordar al pasado, cuando el di- bujo ó la flor bordada queda igualmente dibujada por uno y otro lado, y cuando esta operación se hace con las agujas comunes, á diferencia del bordado al tambor que se hace con agujas particulares cuya punta es un gancho en donde se enlaza el hilo por la parte de abajo del bas- tidor, quedando el bordado Con una sola vista. Se llama también bordado de cadeneta, aquel en que se usa este punto de Ja costura; bordado de matiz ó de degradación, el que se forma de la variedad de colores ó de los gra- dos mas subidos ó mas bajos de un mismo color; borda- do trapeado, en el que se introduce otra tela; realzado, 'd que se eleva, poniéndole alma de algodón ú olro genero. tom. i. 24178 Sobre las musolinas ú otras telas blancas trasparen- tes se borda generalmente á la mano, teniendo sola- mente cuidado de que el dibujo esté firme bajo del géne- ro; pero en las telas tupidas tiene que pasarse primero el dibujo al género, ó bien por medio del lápiz ó carbonci- llo, ó bien picando los dibujos con alfiler y puesto sobre la tela, restregando una muñequilla llena de polvo sutil de carboncillo, añil ó nuez moscada. Para los bordados en oro y plata, y sobre todo para los que se hacen con seda floja, es indispensable hacer uso de este segundo método. La poca dedicación al dibujo que se notaha hasta hace poco en las señoritas mexicanas, hacia que regularmente solo bordasen las flores y objetos dibujados antes por los hombres; pero de algunos años á esta parte copian los bordados mas difíciles, ó colocándolos sobre un papel transparente, fijando antes con goma las estremidades del modelo sobre un vidrio á quien hiera la luz por detrás, ó tomando la copia del mismo bordado que quieren imi- tar, asegurándolo antes de manera que no se mueva á uno ú otro lado, colocando encima un papel fijo también con alfileres en sus estremidades, y restregando en su superfi- cie una nuez moscada raspada un poco por un lado. Pero por mucha perfección que se dé á estas copias, no tiene duda, que sin buen dibujo ningún bordado tendrá la de- bida perfección por mucha habilidad con que se ejecute. La materia es muy basta, una de las mas propias del Semanario, y la que por lo mismo debe ocupar muchos artículos de él; pero como no todas las personas pueden tener un mismo gusto, ni igual aficiou á los diversos ra- mos que comprende el plan que nos hemos propuesto en este periódico, nos vemos en la necesidad muchas veces179 (le hacer solo ligeras indicaciones, y siempre de acortar los artículos que tenemos dispuestos, temiendo no fasti- diar á nuestras lectoras con la dedicación de lodo un nú- mero á solo tres ó cuatro objetos. Para hablar del bordado queríamos antes dar una idea de la costura y del dibujo, trazar la historia del borda- do y recapitular las noticias mas curiosas que tenemos sobre este arte, que deseariamos fuese esclusivo de las se- ñoritas; pero las repetidas indicaciones de algunas de nuestras suscriloras, nos han hecho anticipar estas ideas generales á fin de hablar algo del bordado. Ya en el ca- lendario de las señoritas publicado por Galván en el año de ¡839, el que esto escribe compendió los elementos de esta recreación y de esta tarea doméstica del bello sexo. Finalmente, para presentar alguna cosa útil sobre el bordado, damos por ahora un dibujo de la mitad del al- fabeto que puede servir á nuestras amables suscritoras para bordar las letras de un pañuelo, 3^ en otro délos si- guientes números publicaremos el resto. ¡HA SIDO UIVA CHANZA.! ues como iba diciendo, el mío se llama Torbellino; y digo el mió, porque no hay en el mundo quien no se vea ó no se haya visto perseguido por algún ente incómo- do que bajo el título de amigo, de pariente, prolector ó conocido no se constituya en su sombra, en su mortifi- cación ó su cruz. Mi Torbellino es de aquellos hombre- citos rosillos y de cabello erizado, de frente diminuta, ojos pardos, nariz chata, con el pezcuezoembutido en los hom- bros, los hombros en el estómago, y el estómago en el vientre, que eternamente se ríen, cantan y gritan, uno de180 aquellos que cogen de repente á otro por detrás, le tapan los ojos con las manos y le preguntan «(quien soy?" que quitan la silla de improviso á quien va á sentarse en ella, que se enlretieneo en arrancar á otro el pañuelo en el momento en que vá á sonarse y que lo detienen en las calles por mas de prisa que vaya, le desbaratan el lazo de la corbata y le desavotonan el chaleco: de aquellos hom- bres en fin que piden una paloma en la contradanza ó salu- dan de paso á una señorita sin conocerla con el aire de fa- miliaridad que indican los diminutivos diciéndole: ¡A Dios Mariquita! á Dios Pepita «corno están los chicos? Y cuan- do la señorita se pone seria y los mira con ojos encoleri- zados le responden con la mayor frescura del mundo: «¡Ha sido una chanza!" Sin duda mis carísimas lectoras que muy pocas de vds. habrán tenido la suerte de no haber visto ó no haber co- nocido algunos de estos Pedros de urdimalas. Mi Torbe llino á quien tuve la dicha de conocer desde el colegio era ya diestrísimo en acomodar un pedazo de carne en el estremo del cordel déla campanilla de una casa en donde se proponia que no durmiesen en toda la noche: pues cada perro que pasaba queriendo aprovechar la presa tocaba su estupendo campanillazo. Otras ocasiones arrancaba con cuidado los carteles de las esquinas logrando alguna vez que después del aviso de toros que estaba encima, si- guiese el del novenario que se celebraba con sermones en una iglesia, para que los que {lasasen pudieran leer. «En el segundo toro, Pepeillo pondrá unas banderillas engrilla- do. En el tercero, bailará en la cuerda floja.... aquí en- traba el segundo papel... El M. R. padre definidor Fraj' fulano de tal." Y cuando alguno le reprendía estas perjudi- ciales travesuras el contestaba impávido, encogiéndose de hombros: «¡Ha sido una chanza!"181 L _____________ ____________—____________......___ZZZZZZL^----------"--- — algunas veces le quitaba á uno tle sus concolegas mien- tras dormía el pantalón ó la chaqueta, lomándose ei U"a!>;;- jo de encogerlos cosiéndolos él mismo; ála hora de levan- tarse y cuando el infeliz iba á ponerse la ropa y no podia ajusfársela, ¿en qué sedeliene V. amigo? le decia, se me figura queestá V. incluido.--¡Yo!— V.: no hay mas. Puede ser que me engañe; pero vístase V. que todos le aguardan. —Hombre si no puedo metérmelos pantalones.—No hay duda, ese es un ataque de hidropesía fulminante. Y esta tragi-comedia duraba, hasta que mi Torbellino la con- cluía con suespresion favorita. «¡Ha sido una chanza!"' Una vez en cierta ciudad vivia una familia enfrente de su casa la que soba ir todos los domingos por la noche á una tertulia, retirándose de ella á cosa de las once; mas cierta noche fatal para ellos, llegaron á la puerta del veci- no, y siguiendo unos diez pasos masqueeraladislancia que mediaba hasta la de su casa, el hombre saca la llave, busca la cerradura y no dá con ella. «¿Donde está la chapa?"— ¡Qué! ¿no la encuentras? Pero aguarda ¿no ves que esta- mos todavía delante de la casa del vecino?—Es verdad, vamos mas adelante. Así lo hicieron pero inútilmente, porque después de haber reconocido la puerta del vecino de su derecha dieron con la del de su izquierda, infiriendo y con razón que la suya quedaba enmedio. Vuelven to- cando á tientas y no encuentran mas que la de los vecinos; entonces empiezan á dudar del buen estado de su razón, te- miendo que el licor de la cena no los haya trastornado pues solo pueden reconocer las puertas de sus vecinos cuando la suya ha desaparecido. Después de emplear mu- cho tiempo tentando, calculando y midiendo sin encon- trar otra cosa que una lisa y áspera pared, llegan á sobre- cogerse, gritan, piden socorro, y llegando algunas gentes182 con luces, ven que la puerta estaba tapiada. Cuando todos se preguntan quién podia haber hecho aquella jugada, mi Torbellino asomándose á su venlana, grita muy placen- tero, señores: «¡todo esto ha sido una chanza!" Se pidió á la justicia que moderase las ganas de chan- cearse de Torbellino, y lo pusieron en un arresto por unos cuantos uias; pero aquel vecino honrado sufrió un derrame de vilis á consecuencia de la chanza que no tar- dó un mes sin que dejara de poderla contar. Pero á pe- sar de todo se ha enmendado mi Torbellino. Reflexionando yo que de semejantes chanzas solo resul- tan disgustos y contiendas, le pregunté dias pasados ¿qué satisfacción podia tener en incomodar tan gravemente aun á las personas á quien decia que profesaba amistad, haciéndose con semejante conducta molesto y verdade- ramente despreciable en toda sociedad? Te engañas, me dijo, no hay por el contrario tertulia alguna especialmente de señoras, donde no sea recibido con aplauso, donde no se crea mi compañía de primera necesidad, para no aburrirse de fastidio, y donde mis chanzas no sean aplau- didas por el bello sexo á ecepcion de aquella ó aquellas contra quienes he ejercitado mi ingenio. En efecto, la ri- sa maligna que producen estos disgustos causados por se- mejantes truanes, se confunde y está muy cerca del aplau- so; pero si mis amables paisanas reflexionan la injusticia que en vuelve en sí el reirse ó aplaudir esas chanzas pesadas, y si ven con el alto desprecio que se merece esa clase de hombres, que pueden á su vez hacer á cada una de ellas víc- tima de sus burlas, semejantes hombres caerán en el des- precio y se disminuirá en México el número de los Torbe- llinos que intentan encubrir su genio maligno y sufalta de educación con la repetida frace. »¡Ha sido una chanza!183 POESIA. Iía niña descolorida Merced al humo de paj.i, Aspirante i la mortaja En mi edad tierna y florida; Pero que Baca ventaja Aun á la mus presumida En su gala y su prendido, No rae tendrá por marido. Vi mas de una generosa Llorando con Victor Hugo, Y que no da ni un mendrugo A la humanidad quejosa; Aunque agota maliciosa líe diez amantes el jugo Con su acento dolorido....... Pues no seré su marido. A mas de un sensato vi Suplantarlo un mequetrefe, Qua si no conoce la f Sabe el do, so, la, re, mi. Y la dama halad! Que llamare .i tal su gofo, Su Abelardo, su quorido, No mo tendrá por marido. Niña con ortografía Por los puntos de la media, Que á su vil zapato asedia Con saliva ó agua fría. Niña blanca en la comedia, Castaño oscura de dia; Aunque me llame atrevido Vo me tendrá por marido. Niña que á fu misma humana A saludarla resiste, Porque ella de seda viste Y la otra de triste indiana. Que aunque parece lozana En el adjunte consiste, Ruyarengue fementido, No me tendrá por marido. Niña que me hable del Diario, Del Consejo, de Canales, Juntas departamentales, Revista de comisario; Y mo brinde por mis mala» Un puchero estrafalario, Sin azafrán, desabrido, No me tendrá i*>r marido. Niña que porque hablen recio Esté pálida y convulsa, Que pide agua, que se pulsa Para exitar el aprecio. Y si no lo atiende un necio De su cariño le espulsa Dizque por descomedido. No me tendrá por marido. En fin, las damas primeras De las comedias privadas, Las amantes á jornadas. Las jóvenes comadreras, Y las tan despreocupadas Que por puro bachillera» Solo es su Dios......el querido. Zape......no coy su marido.—P.18'! mi m ,Á^ué es la voz.' El .sonido formado en la garganta y proferido en la boca; pero también es el sonido partida* lar ó tono con que se emite el aliento. La naturaleza lia dado á la infancia una voz mas penetrante y mas aguda para que pueda llegar mas pronto ;í los oidos de la piedad y para poder interesar en favor de su exis- tencia á un número tan grande de personas cuanto las es el de sus necesidades. La adolescencia se vé adornada de un temple de voz mas propia para exitar el amor que la piedad. Los acentos de una joven producen las emo- ciones mas dulces y la rodean de sentimiento, de respe- to y de amor: nacen huir los enfados y desazones y atraen á aquellos que las escuchan como el melifluo censontli lle- na la hermosa campiña de alegría. La edad del vigor se anuncia por la voz; entonces los sonidos que salen déla boca del hombre como que le procuran la autoridad so- bre lodo lo que le rodea. Esta Voz esliende su dominio has- ta sobre los animales y llega á hacer uno de los caracteres mas marcados de aquel solsticio de la vida durante el cual este ser afortunado ha podido Considerarse como el rey de la naturaleza. La vejez por su acento grave y lento como ella misma, parece que se atrae la obediencia. Cuando los años se succeden al par que las virtudes del an- ciano, ¡cuánta es la elocuencia de sus palabras que revelan al alma los principios eternos de la sabiduría! Sus mesu- rados sonidos, ¡cuan de acuerdo están con las meditaciones de su espíritu, y cuánta magestad confieren esos tonos graves á aquellas nobles sentencias, que encuentran en los corazones el respeto debido a la ancianidad, al méri- to y ála esperiencia!—[Traducido del Italiano.]185 —QO©— - Introducción a la Historia natural* ortÍsimo fué el número de necesidades que al salir de manos de la naturaleza en el principio esperimentó el hombre. Su débil pensamiento no se estendia mas allá de la satisfacción de groseras necesidades materiales; pe- ro ilustrándose mas cada dia, se avergonzó de su desnu- dez, quiso descansar al abrigo de las tormentas y á cu- bierto del frió, intentó sujetar á su imperio los animales que pueblan el globo; y al punto naciéronlas artes y mas tarde las ciencias. Entre estas últimas era muy digna de llamar su aten- ción la historia natural; y así es que en las antiguas so- ciedades griegas y romanas cuando el prodigioso desar- rollo de los conocimientos artísticos dejaba poquísimo lugar á los demás, vemos hombres ian célebres como Aristóteles y Plinio dedicarse con fruto á esta ciencia y transmitirnos sus nombres al travez de tantos siglos de tinieblas. Las ciencias naturales ó físicas tienen por objeto, como ya saben nuestras lectoras, el estudio de los cuerpos, cu- yo conjunto constituye al universo; mas para llegar á determinar estos cuerpos, para conocer las causas de los diferentes fenómenos que presentan y los varios puntos de vista en que pueden considerarse, ha tenido el hom- bre que subdividir este estudio en muchas clases ó ra- mas, distintas en verdad, pero enlazadas entre sí para prestarse mutuo apoyo. tom. i.—c. 9. 25186 Estas ramas pueden mirarse como ciencias necesarias para el conocimiento de la historia natural y como cien- cias constituyentes de esta misma historia: entre las pri- meras se considera la física, de que ya dimos una idea en nuestro núm. 7: viene después la química cuyo objeto es conocer la composición íntima de los cuerpos, los medios que se emplean para descomponerlos, las sustancias nue- vas ó los productos formados por los elementos al com- binarse entre sí: últimamente enseñarnos los principios ó elementos que forman los diversos cuerpos, su produc- ción, combinación y destrucción. La historia natural, propiamente hablando, es una de las ciencias físicas, pues su objeto consiste en darnos á conocer la forma, estructura, modo de existir de los cuerpos y las relaciones que pueden establecerse entre ellos. Tomada en su acepción mas lata, deberia tratar de los astros y meteoros, del aire, del globo terrestre, animales y vegetales que viven en su superficie; pero los naturalistas han limitado el dominio de esta ciencia es- cluyendo de ella la astronomía y la meteorología. La astronomía auxiliada de la observación y del cál- culo, aplica las leyes de la física al conocimiento de los cuerpos celestes, siendo su objeto determinar la forma de estos cuerpos, la distancia que los separa y los movi- mientos que trazan en el espacio. La meteorología indaga y esplica el origen del rayo, de la lluvia, de la nieve, del granizo, de los vientos y del rocío, ocupándose igualmente en los aerolitos y en los diversos meteoros que se muestran en el cielo. La historia natural, rigorosamente hablando, estiende su dominio por el globo terrestre, estudia su estructura, su formación y los materiales que lo componen, lo que fué,187 lo que será, los seres que presenta, su organización, ca- racteres y cualidades. Los cuerpos de que trata la historia natural se dividen en orgánicos é inorgánicos. Desemejanzas notables caracterizan cada una de estas divisiones. El cuerpo inorgánico es una masa inerte ó que no tiene movimiento por sí, que aumenta de volumen y es capaz de adquirir un desarrollo ilimitado hasta que una causa accidental viene á poner término á su incremen- to, modificando el cuerpo ó efectuando su destrucción, pa- ra formar de él uno ó mas cuerpos nuevos. Se compo- ne de partecillas semejantes, esto es, de partes que ofre- cen absolutamente los mismos caractéres que la masa de que han sido desprendidas: en un pedazo de cobre, por ejemplo, cada partícula tendrá las mismas propiedades y caractéres que el trozo entero. El cuerpo inorgánico en su estado de pureza y completo desarrollo, presenta for- mas regulares, simétricas, con sus caras planas, separadas por aristas ó ángulos^ en una palabra, cristaliza; pero este mismo estado perfecto ofrece diversas modificaciones. En cuanto al origen el cuerpo inorgánico queda formado en todas sus piezas siempre que los elementos simples, que entran en su composición, se hallen en circunstancias fa- vorables para verificar su reunión. Se ve por lo mismo: que esta formación, este origen primario del cuerpo inorgánico,, está enteramente bajo la dependencia de las causas físicas y químicas, pudiendo la persona observa- dora y atenta que las examina, sorprender en cierto mo- do á la naturaleza en el instante de formar nuevos cuer- pos inorgánicos. Este mismo poderserá mayor para quien, conociendo la composición de los cuerpos y las propor- ciones de los elementos que empleó la naturaleza parai i 88 producirlos, sepa combinar esos mismos elementos y for- mar á su voluntad esos mismos cuerpos. El cuerpo inor- gánico por último se desarrolla y aumenta su volumen por la sencilla unión de sus moléculas semejantes. El cuerpo orgánico tiene al contrario formas irregula- res, redondeadas siempre y constantes; es capaz de mo- verse bajo la dependencia de ciertos influjos; ba sido pro- ducido por otros cuerpos semejantes á él, y en época de- terminada de su existencia; se ha desprendido de aquellos bajóla forma de feto ó bien en la de embrión, huevo, ger- men ó semilla. Nace, desarróllase hasta una época en que goza de todas sus facultades especialmente del poder de reproducción; y entonces permanece estacionario duran- te cierto tiempo; en seguida decrecen progresivamente las fuerzas que constituyen el mecanismo de su organiza- ción, llegando por fin un momento, en que se aniquilan y acaece la muerte. Así pues la individualidad es un carác- ter constante y distintivo que presentan los cuerpo^ or- gánicos. Su modo de crecer no es menos característico, Ímes^toman de cuanto les rodea materiales para elavorar-. os y asemejarlos á su ser; al mismo tiempo espelen una parte de su propia sustancia. Las dimenciones de estos cuerpos que son varias en los diversos géneros,- las con- servan constantes sus diversas especies. Con respecto á la estructura difieren igualmente de Jos cuerpos inorgá- niqos, presentando elementos muy variados, tales como tegidos, líquidos que circulan &c, los cuales combinados de muy distintos modos forman las partes; del cuerpo, que con el nombre de órganos se consideran como otros tan- tos instrumentos, cuya presencia ejerce una importancia relativa en la existencia de esta clase de séres. Ultima- mente son irritables j sensibles, facultades de que carecer\ los cuepas inorgánicos.189 Las propiedades y caracteres generales que diferencian estas dos"*grandes clases de cuerpos, están resumidas en la tabla siguiente. CUERPOS INORGANICOS. CUERPOS ORGANICOS. Duración. Ilimitada. Limitada y presentando va. ríos periodos de nacimiento, perfecto desarrollo, decrepi- tud y muerte. Incremento. Ilimitado por yustaposicion. Limitado por intus.suscep. cion. Forma». Simples re/rulares simétri- Compuestas irregulares re. cas, en estado perfecto y dondeadasfsiempre constan- t con muchas modiricacio- tes. ncs. Dimensiones. Variables. Invariables. Estructura. Simple.. Compuesta. Origen. De causas físicas ó quimi. De las mismas, pero confun. cas. didas en una acción fisioló. ¡rica. Movimiento. Por causas esteriores. Por causas interiores. Irritabilidad y sensibilidad. Ninguna. En todos los grados hasta la sensibilidad mas esquisita. Los cuerpos inorgánicos se llaman minerales, así como la ciencia que los estudia mineralogía. Los cuerpos orgánicos se dividen en vegetales y anima- les. Veremos rápidamente los puntos de contacto que presentan estas dos clases de séres y consideraremos en general su estructura, organismo y composición. A primera vista nada parece mas fácil que distinguir el vegetal del ser animado. Ninguna de nuestras amables lectoras confundirá un perro con un manzano, ni tomará una mariposa por una rosa de castilla; pero si de estos contrastes característicos nos engolfamos en un estudio profundo de estas dos clases, hallarémosentqnces no muy ligeros embarazos y nos convencerémos de que los mé- todos empleados para distinguir á los séres, todos son mas ó menos incompletos. Efectivamente, por lo común se define al animal un ser dotado de las facultades de sentimiento y movimiento490 voluntario; pero se presentan casos, en que es difícil apli- car esta definición. Si se compara un pólipo con la plan- ta llamada sensitiva, se vé al vejelal moverse esteriormen- te de una manera idéntica á la del animal y tocando las hojas de esta planta se encogen tan rápidamente como los tentáculos del pólipo. Es verdad que las plantas no tie- nen un verdadero movimiento progresivo; pero ¿cuán- tos animales no se hallan en este caso y pasan su vida constantemente fijos al suelo ó piedra donde nacieron, por ejemplo, los corales? Además, has;a cierto pun- to la marcha progresiva de las plantas rastreras y de las enredaderas ¿no es muy semejante á la facultad locomo- triz de los animales? Observamos en fin con frecuencia á algunos animales privados por cierto tiempo de movi- miento y sensibilidad., sin que por eso hayan dejado de vivir: tales el sueño y el estado de letargo de los insectos en el periodo de sus transformaciones. Por lo que toca a su composición, los animales y los vejetales tienen muchísimos caractéres absolutamente co- munes. Tal es la teslura aereolar de sus órganos com- puestos de un número considerable de celdillas bañadas por líquidos; y si bien esta estructura se complica mas en algunos animales, en otros es idéntica enteramente á la de los vejetales. El mismo hecho presenta la composición química de los animales y vejetales. Es en general mas simple en los últimos, pues casi siempre sus materiales componentes se reducen al hidrógeno, oxígeno y carbono, lo cual es fá- cil comprobar por el análisis. Los animales además contienen siempre ázoe y como también lo dan algunos vegetales basta este corto número para que no podamos mirar la composición química, como un carácter que los191 Los animales y vegetales toman origen en seres de su especie, ó lo que es lo mismo son semejantes é idénticos, si se consideran su estractura configuración y organi- zación. Estas dos clases de seres sacan del mundo esterior ma- teriales que emplean para su incremento y desarrollo. Al efecto, el animal está provisto de una cavidad intesti- nal, cuyas paredes chupan los jugos délos elementos nu- tritivos á la manera que las raises de las plantas atrahen el jugo de la tierra. Esta organización en el animal se halla justificada por la necesidad de tomar de una vez y llevará todas partes consigo cierta cantidad de materia nutritiva, cuyo jugo pueda lentamente absorver. Las plantas ca- recen de cavidad interior y absorven su alimento por me- dio de las raises y las hojas. Esta diferencia de organiza- ción quesería característica á no faltar en algunos anima- les la cavidad intestinal ha hecho decir á varios natura- listas: que el animal es una planta vuelta al revés. La exalacion es la función esencial de los vegetales pre- sentándoles tanto la atmósfera como el suelo., hidrógeno y oxígeno combinados en estado de agua, oxígeno y ázoe en el de aire, y oxígeno y carbono en el de ácido carbónico. Por último, si el vegetal carece de sensibilidad, está do- tado de irritabilidad. Pero mucho tiempo tardará en de- cidir la ciencia cual es el límite déla irritabilidad y el déla sensibilidad. La ciencia que trata de los vegetales se llama Botánica, y laque tiene por objeto el estudio de los animales, Zoolo- gía. Pero esta dilatada ciencia comprende otras muchas establecidas por los naturalistas para su conocimiento mas perfecto, tales como la anatomía y la fisiología. La anatomía aisla las diferentes partes del animal paraestudiarlas por separado, y compara estas mismas partes en los diversos animales, manifestándonos su hermosa organización. Las maravillasde la arquitectura son tos- quísimas Copias de la fábrica animal y están construidas por reglas no tan corréelas como las que han presidido á las articulaciones y disposición del cuerpo animal. La fisiología espone las diferentes funciones animales y las modificaciones que ésperimentan, é investiga todos los fenómenos que pueden dar razón de los efectos de la vida. La zoología descriptiva tiene por objeto clasificar los séres vivientes conforme á caracteres constantes y fun- dando la nomenclatura. También estudia las costumbres de estos séres, á veces tan curiosas, que ofrecen á quien los observa una mina de embelezo. Los naturalistas del siglo pasado dividian la historia na- tural en tres partes que denominaban reinos animal, vege- tal y mineral. Terminaremos esta introducción recorriendo rápida- mente las aplicaciones de la historia natural. Son dia- rias, y en cierto modo para cada instante. Del reino mi- neral toma el hombre materiales para construir los tem- plos que levanta á la Divinidad, los anfiteatros destina- dos á la ciencia, los hospitales consagrados al dolor, el hierro que cultiva sus campos, y los metales que, dóciles en mano del artista, se labran de mil maneras diversas pa- ra embellecer y adornar nuestras moradas. Del reino ve- getal y animal obtiene el hombre su alimento, los vestidos con que se cubre, las simples y varias preparaciones que le prescribe el arte médico para restaurar su salud me- noscabada por los años, ó para proteger su existencia amenazada por las enfermedades. [Museo de Familias de Barcelona. Enero de i 840. J4f i 3-iAPGf)) 1 | f 193 §A1 Wt>%) WMXtúStúü ó el decoro y el pudor. amas el hymenéo disfruta de una felicidad mas verda- dera y durable que cuando la muger conserva el pudor y la decencia de su juventud. Los encantos del amor que podian debilitarse por la posesión, se perpetúan y aumen- tan á influencias del decoro; pero esta decencia que con- serva todo el imperio de la muger, no es ciertamente aquella austeridad que rechaza las espresiones del amor conyugal, ni aquel desdén que diseca el corazón del esposo: es mas bien cierta modesta retentiva que ha- ce decentes las acciones, el gesto y las palabras, aquel espíritu de conveniencia que impone sin disgustar y que siembra en lodos tiempos nuevas flores en el ameno sen- dero por donde han de transitar ambos esposos. El exe- so d? familiaridad afloja casi siempre los nudos mas es- trechos: es una profanación gradual que conduce á la in- diferencia, de esta aldesdénydel desdén al olvido. Laura y Antonia privadas de sus padres desde su tier- na infancia, habían recibido la educación mas brillante en casa de un tio suyo anciano, que viudo y sin hijos habia prodigado sus esmeros y ternura á las dos huérfa- nas, cuyo diverso genio presentaba el contraste mas sin- gular. Al par que sencilla, tímida y reservada Laura, era viva, locuaz y familiar Antonia. Aquella interesaba el corazón y se hacia amar de cuantos la conocían, mien- tras esta arrebataba el espíritu de los que la trataban con su gracia y viveza. Una y otra jamás se presentaban en la sociedad sin atraerse el afecto y el aprecio; sin embar- go, Laura era buscada por aquel pequeño número de per- TOiw. r. 26194 sonas que no se fian demasiado en las apariencias brillan- tes, mientras que Antonia atraia á su derredor esa tropa innumerable de gentes á la moda, esos corredores de aventuras y de intrigas que procuran figurar en todo y ser siempre el platillo de las conversaciones del dia, di- virtiéndose á espenzas de las jóvenes que tienen la lige- reza de creerlos. Las dos hermanas se casaron á la edad de 20 y de 21 años con corta diferencia de dias, la primera con D. Julián, abogado de crédito, y Ja segunda con D. Luciano, em- pleado en una oficina del gobierno. Cada cual encontra- ba en su unión cuanto podia complacer sus gustos y sa- ciar sus esperanzas. Entregado el licenciado enteramen- te á su noble carrera, frecuentaba muy poco la bulliciosa sociedad; prudente sin ser celoso evitaba á su joven es- posa aquellas reuniones en que la manía de brillar y el deseo de agradar no tienen atractivo alguno para un ma- trimonio que se basta á sí mismo. Laura secundaba las in- tenciones de su marido, tanto por su timidez natural co- mo por aquel pudor y decoro quecreia el mejor adorno de una señorita bien educada, y su esposo tan amante co- mo observador la apreciaba demasiado para esponerla á la crítica de la envidia y á los embates de la seducción, teniendo el grato placer de notar que cuando se veia obli- gada á contemporizar con los usos de la sociedad, se mos- traba siempre con la mas fina y notable decencia. Su tra- ge sin contrariar la moda jamás ofrecia al ojo mas pers- picaz nada que pudiese ofender á la modestia: sus ojoslé- jos de exigir homenages y de introducir con sus miradas el fuego en los corazones, se dirigían inciertos y sin fi- jarse demasiado en un objeto. Su voz cuya dulzura pa-195 recia aumentarse por aquella turbación encantadora déla timidez, gravaba en el fondo del alma cada palabra que profería su boca espresiva. Todo en fin recordaba en Lau- ra aquella humilde violeta de que habla Madama de Sebi- gné que no se abre sino ú la sombra, como si se manifesta- se vergonzosa dealraer los rayos del sol. Entre tanto Antonia mas hermosa que su hermana, adornada de un talle mas esbelto, parece que fijaba toda su felicidad y su esmero en distinguirse, en formarse un am- plio círculo de admiradores y de atar á su carro diaria- mente nuevos esclavos. Conducida por su marido á las primeras reuniones de la capital, muy pronto adquirió los usos y costumbres del gran tono. Erguida la cabeza y colocada con una seguridad imperturbable, sus ojos centellantes parecia desafiaban á quien fuese capaz de re- sistir su poder: elevando su voz sobre las otras, decidia sin reserva todas las cuestiones, erigiéndose en una espe- cie de ora'culo. Se notaba en sus modales una mezcla es- traña de orgullosa nobleza y de estrema familiaridad. A veces se le veia saludar con reserva á una persona que ha- bia sido antes objeto de su crítica ó de la que acaso ha- bía observado su indiferencia, y á veces entablar una con- versación ó reir desconcertadamente con otra á quien pa- rece que nombraba desde aquel momento por su caballe- ro ó paladín. Su peinado por último descubría el refina- miento del lujo, y en su trage no dejaba de preferir la elegancia aun á espensas tal vez de la modestia. D. Luciano menos ecónomo de su felicidad que D. Ju- lián, no sufría ninguna turbación ni temor al ver á su ca- ra mitad abusar de este modo de los dones que habia re- cibido de la naturaleza. Sobre el corazón de Antonia, em- briagado de amor encontraba á la vez el goce mas puro y196 una especie de triunfo en los sucesos que obtenía; muy le- jos por lo mismo de contener su ligereza y sus inconse- cuencias era el primero eme las celebraba, el primero que excitaba su aturdimiento, cuando se permitia ciertos equí- vocos ó algunas anécdotas ó espresiones que quieren lla- marse de gran tono, imaginándose que su muger se cap- taria el aprecio universal, tanto por su brillante talento, como por los encantos de su hermosura y gracias. En el primer año de casadas las dos hermanas, fueron disminuyendo sus mutuas y fraternales relaciones. Nada hay mas contrario á la familiaridad del trato que la dife- rencia de gustos y de posición social. Antonia creyendo á Laura víctima de los celos ó de la ridicula austeridad de su marido, lacompadecia íntimamente. Laura por su la- do no viendo en su hermana sino una joven ofuscada por la vanidad de D. Luciano, y desvanecida por las adula- ciones de los que la rodeaban, no se acercaba á ella sino con temor, sintiendo en su presencia cierta especie de em- barazo y confusión; sin embargo, ni una, ni otra podían renunciar á los derechos de la sangre, aquel primer lazo de la vida, cuya memoria no es fácil olvidar. Se amaban siempre, encontraban placer en decírselo; pero insensi- blemente sus visitas eran menos frecuentes. Absorta Antonia en el turbillon de los placeres, casi no hacia alto en la ausencia de su hermana la que mas ais- lada y reflexiva gemia en silencio. Un dia en que la pri- mera encontró un momento libre que poder consagrar á su hermana, entrando á su gabinete la encontró sola y oeupada en arreglar la ropa de mesa. «¿Cómo, querida Laura, fué su salutación, puedes mal gastar hasta este pun- to un tiempo que reclaman tus talentos?"—Jamás me197 avergonzaré, le respondió, de llenar los deberes de una ama de casa.—¡Pero siempre solitaria! ¿Te has decidido á renunciar al mundo?—No lo solicito con empeño; pe- ro estoy muy lejos de huir de él, y es cjue no necesitán- dolo, esa felicidad tras la que todo el mundo corre, la en- cuentro dentro de mí, en mi casa.—Esa es una de las sentencias de tu marido.—Julián, ya te lo he dicho, no es como tú piensas: léjos de aborrecer los placeres, siem- pre está alegre; pero procura economizarlos para evitar el fastidio de su frecuencia.—Sí, en efecto, es un avaro que atesora para sí solo sin ceder nada á los demás; así es, que la menor chanza lo espanta y el mas pequeño equí- voco lo escandaliza.—En efecto, Julián cuida mucho de la decencia en las mugeres, de su decoro y su pudor, y es- tá persuadido de que lo que el mundo dispensa en ciertas palabras y modales que llama galantería, no debe permi- tirse en la vida privada y tú no me negarás que tiene ra- zón.—Pero en fin buena Laura tú no eres dichosa.—¡Yo! cuanto te equivocas. Te aseguro que á ninguna muger envidio, ni aun á tí mi querida hermana.—¿Y qué teatre- verias á querer persuadirme deque tu suerte es compara- ble con la mia?—La suerte, querida Antonia, depende del sistema que cada uno se forma y de los medios que posee, para lograr la dicha que se imagina. Bella y amable tú, puedes entregarte al placer de brillar, siempre te quedará bastante para agradar á tu marido y hacerle amable su ca- dena; pero yo que apenas tengo lo suficiente para con- quistar un corazón, me ocupo toda en conservarlo." Después de estas ó semejantes conversaciones, A ntonia, apesar del fuego de su imaginación y de su irresistible ma- nía de brillar, no podia menos de confesar á su hermana que los bulliciosos placeres del gran mundo no cquivalian198 á la calma que producen el decoro y el pudor, guardias tutelares de una rauger en lo presente y garantes seguros de su porvenir. Pero tan luego como se encontraba en los bailes y en las grandes tertulias, olvidaba sus convic- ciones y vol via á ejercer su imperio, y el cálculo de aque- lla felicidad y el secreto de economizar los medios de agradar, ó huian de su memoria ó se presentaban como una triste ilusión. La ambición que dominaba á D. Lu- ciano, le hacia creerse el hombre mas dichoso cuando veia ásu muger distinguirse en las tertulias de uno de los mi- nistros y cuando su genio y vivacidad le facilitaban todos los dias nuevas reuniones en casa de sus gefes ó de otros personages, á las que se les convidaba con empeño. La malicia llegó á decir: que queriendo procurar á su muger los medios mas adecuados para hacer que causase todavía una impresión mayor en las concurrencias á que asistía, adornaba la memoria de Antonia con ciertas espresiones que pudiesen herir mas al vivo á la imaginación y con al- gunas anécdotas que en su concepto daban mayor sal á la conversación, especialmente saliendo de la boca de una jo- ven hermosa. Antonia naturalmente ligera y entusiasta, se prestaba ansiosa al peligroso sistema de D. Julián y cuando se reunían los amigos de este y contaban galantes anécdotas, Antonia olvidando el pudor de su sexo, partici- paba del abandono de sus espresiones, repetia sus equívo- cos y refranes y se iniciaba en sus misterios. Lo que sobre todo divertía á su marido era el encontraren sus comidas ó reuniones una persona timorata ybien'educada que no po- día menos de estrañar semejante conducta. Viéndose obligado D. Julián á solicitar del ministro, protector de D. Luciano, un acto de justicia, fué invitad©199 á su mesa en compañía de sus cuñados. Antonia muy luego se entregó sin reserva á todo el fuego de su imagina- ción mostrándose tan loca y familiar que no pudo menos I). Julián de indicar á su hermano político la pena que le causaba ver á su hermana olvidarse hasta aquel punto de su clase y de su sexo, confundiéndose con aquellas personas á quienes se invita á una mesa con el objeto de divertir á los convidados; pero él no hizo caso de sus observacio- nes mientras D. Julián pronosticaba las consecuencias. Antonia en efecto dando rienda suelta á lo que ella lla- maba su génio jovial é imaginándose que provocando siempre la risa se adquiría una dist inción apreciable entré las mugeres y un imperio sólido entre los hombres, no podia menos de causar admiración á aquellas personas que solo por condescendencia se sonreían pero que uo podían aprobar que una boca tan hermosa se viese profanada con tanta frecuencia. Las mugeres sobre todo que sufrian en se- creto las ventajas que la naturaleza había prodigado á An- tonia á quien veian siempre rodeada de los hombres atraí- dos por su estravagancia y singularidad, se ligaron en su contra y no tardaron en hacerle pagar bien caro su indis- creción. Comenzaron á no sentarse junto á ella, y cuando cambiaba de lugar para evitar este aislamiento, ninguna le dirigía una sola palabra ni respondía á sus pre- guntas sino con un laconismo desdeñoso. Muy pronto ño le quedó otro círculo que el de unos cuantos jóvenes á la moda y á pesar de su belleza, su estrella comenzó áeclip- sarse y su séquito á disminuirse. Hasta entonces comen- zaron á conocer que sus espresiones eran estudiadas y re- petidas sus anécdotas, y no tardó Antonia en encontrarse tan despreciada como se veia busca».a antes. Ya no reci- bía sino uno que otro convite indispensable. El ministro que antes se divirtiera con sus locuras, creyó propio de su dignidad suspender sus tertulias, y D. Julián al fm, vino á persuadirse de los funestos efectos de su sistema; no vien-200 tío éntrelos que visitaban su casa sino locos ó corrupto- res, que poco á poco se fueron retirando, dejando á Anto- nia tan aislada que no pudo menos deadvertir la triste caí- da de su imperio.,y como esta situación fuese tan contra- ria á las miras ambiciosas desu marido, la cadena quepesa- ba sobre ambos se bacia cada dia mas insoportable. Muy al contrario Laura, babituada á encontrar en el se- no de su casa todo lo que bastaba á su peclio y ;í su ima- ginación., á nadie visitaba con demasiada írecuencia nisa- ná de casa sino raras veces. Miraba la felicidad de su ma- trimonio como un tesoro que seria imprudente esponer á las miradas de los curiosos y de los indiscretos, como una de aquellas llores delicadas que solo esparcen ala sombra sus deliciosos perfumes y que cierran su corola á los pri- meros rayos del dia. Economizaba con previsión todos los derechos que su marido tenia á su amor: conservaba encendida la llama sobre el altar del bymenéo por medio de aquella decencia encantadora que garantiza la fidelidad conyugal. Su casa por decirlo asi era el templo cíela de- licadeza en donde no se entraba sino con respeto y de donde no se salia sino con miramiento; y sus visitas y rela- ciones se aumentaban aunque siempre se limitasen á un corto número de amigos. Luciano y Antonia después de su funesto desengaño, no podian menos de hacer amargas comparaciones con la suerte de sus hermanos. Este cono- ció que había sacrificado á funestas ilusiones la reputación de su muger y la felicidad desu vida, y Antonia envidiaba en Laura la hermosa seguridad de su alma, sintiendo ha- ber sacrificado los goces reales al falso brillo de lucir un instante á costa de mil criticas, desaires y enemistades. Jo- ven todavía y hermosa, se decidió á reconquistarel interés y la estimación que exitabasu hermana, procurando imi- tarla; pero ¡vanos esfuerzos! Su reserva parecía gasmo- ñería, sus ojos bajos solo exitaban Ja risa y en su Jenguage se notaba solo el de una belleza despreciada... No hallan- do en todas partes sino una penosa indiferencia y humi- llantes desdenes, probó muy á su pesar que jamás vuelve á lograr una joven lo que ha perdido en reputación y que la fuente mas segura de su felicidad, solo se encuentra en el decoro y el pudor.201 CONTINUACION DE LA HISTORIA DE LA MUSICA. {Víate el número 1. 0 página íXías artes presentan en todas las naciones civilizadas una marcha uniforme, un desarrollo regular. Con débiles ele- mentos en su nacimiento se Combinanenmedio de la obs- curidad, y regularmente precede á su infancia un traba- jo sordo y penoso. A proporción que despiden sus pri- meras luces, brillan con uu resplandor mas vivo; en se- guida suelen palidecer, y por último desaparecen casi en lo absoluto para volver á nacer después de algunos si- glos bajo una era nueva ó en una sociedad cansada por largas revoluciones. Lo que es muy notable en la histo- ria de las artes,, es que la mayor parte de ellas casi han llegado á su perfección en los tiempos antiguos: que las siguientes edades han heredado y se lian aprovechado de sus obras; pero que su originalidad se ha reducido á al- gunas modificaciones en la forma. El mismo poder que puso limites al mar, los ha impuesto al ingenio, y hay cierto término donde el orgullo humano encuentra unan columnas donde lee: Nada hay mas allá. Pero hay un arte que se ha sobrepuesto á esas vicisitu- des, presentándose con caracteres muy particulares. La música,, cuyos primeros ensayos han sido coetáneos á la civilización de las naciones, ha tardado mucho tiempo en formarse. La Grecia conoció este arte como todos los otros; y si ha de creerse á sus escritos, obtuvo los mas prodigiosos resultados; pero puede asegurarse que no lle- gó á su perfección y que sus triunfos deben mas bien atribuirse á la sensibilidad de los oyentes: y no hahien- TOM. i. 27202 do llegado liasla nosotros monumento alguno de la mú- sica griega, es preciso confesar que ninguna influencia ha ejercido sobre el desarrollo de la moderna. Nuestro sistema de notas musicales descubierto en el siglo XI, comenzó á facilitar y á hacer posibles, por de- cirlo así, las combinaciones armónicas. La armonía na- ció en medio de las tinieblas de la edad inedia, y por con- siguiente sus progresos fueron muy lentos, en términos de que es preciso bajar hasta el siglo XVI para hallar algo notable en la historia de la música, en la que hace época la introducción del uso de las disonancias naturales. Así es que la música que al tiempo de sus primeros esfuerzos habia adelantado á las demás artes, se quedó muy atrás. Dante, Rafael, Miguel Angel, habían admi- rado ya á ios siglos modernos con sus obras maestras, cuando la música estaba todavía en su infancia. Es ver- dad que á fines del siglo X VI Palestrina, Clari y Monte- verde habian elevado la ciencia de los acordes y la com- binación de las voces á una perfección que toca á lo ma- ravilloso; pero una barrera casi inexpugnable se oponiaal desarrollo de la música. Reducida al interior del santua- rio, tenia el recurso del órgano para sostener el canto y nopudiendo lanzarse al basto campo del instrumental, puede decirse que se hizo una revolución capital el dia en que la música se apoderó del teatro. Este importante acon- tecimiento verificado á mediados del siglo XVII, forma la época mas notable déla música y de sus progresos. Desde Lulli en Gluck, pasó un siglo de fecundos tra- bajos, merced á los cuales la música dió un paso inmen- so. A principios del siglo XVIU, un gran genio, el águi- la de la música sagrada Handel, estendió en la orquesta riquezas desconocidas. El ilustre Bachi y mas tarde Jo-203 melli y Hasse, le siguieron en su camino; en fin, noven- ta años lia, que el arle parecía definitivamente constituido y que tenia á su disposición los recursos necesarios para producir obras maestras. Entonces aparecieron un Picci- ni, un Galuppi, un Cimarosa, un Guglielnñ y un Paesie- 11o. Ya el instrumental que se habia engrandecido sobre la escena, quiso emanciparse y se sintió bastante fuerte para marchar solo. Haydeny Mosart revelaron todo el po- der de la sintonía, y ;i grandes pasos lian seguido tras ellos Beethoveiij AVber, Rossini, Bellini, Donieeli, Mercadan- te, &c, que han producido en la orquesta los efectos mas nuevos y maravillosos. Así escomo las otras arles han tomado desde muy atrás su brillante carrera mientras la música es tan jóvenque una generación ha podido ver toda su vida, pues que lo repeti- mos: no hace noventa años que entró en la senda que hoy ilumina con tanto brillo. Siendo así en vez de preguntar: ¿Hasta qué punto se ha desarrollado hoy la música? deberia preguntarse mejor, si ha tocado á su apogeo, si espera nuevos triunfos ó si ha llegado á su decadeucia. Estas cuestiones se resolverán de distinto modo según el sentimiento y el gusto de cada uno; sin embargo, si se discurre por analogías y se aplican á la música los cálculos de probabilidades, puede decirse jue se encuentra en su mas brillante siglo. El periodo comprendido entre 1 boO y 17(30, nos parece que ha si- do el tiempo de sus investigaciones laboriosas de lentas y sucesivas creaciones: pasado el cual aunque en progre- ío, sin embargo las reputaciones comtemporáncas no lian sido tan sólidas ni conservadas con igual constancia. :Sues- ros compositores modernos por otra parte han agotado los medios df> herir el oido con fuertes impresiones: el204 uso inmoderado de I09 instrumentos de cobre y de percu- sión ha cambiado en fatiga mas de una vez los vivos pla- ceres de la música. Los sentidos se habitúan fácilmente, y en nuestros dias el público apenas aprecia ya el méri- to de ciertosacompañamientos llenos de delicadeza; pero que no producen las fuertes sensaciones de la música de Rossini ó de Bellini. Si la plenitud del instrumental es ya una necesidad para agradar en nuestros teatros ó en nuestros templos, si por otra parte poco puede aumen- tarse, sin herir la constitución física de nuestro sentido. ¿Qué recursos pueden quedar al compositor? Dos úni- camente. El descubrimiento de nuevos instrumentos y la combinación de las orquestas. La armonía misma pue- de sufrir algunas transformaciones: Beethoven y Rossi- ni han avanzado mas allá de lo que Mosart y Haydenno se habrían permitido jamás. He aquí un campo en que el genio puede adquirir nuevas é inmensas conquistas. Para concluir dirémos que se ha encontrado la belleza en la música, y que el gusto no puede cambiar con res- pecto á las obras maestras del arte musical., así como no puede variar con respecto á las de la pintura, la poesía y la elocuencia. Después de estas consideraciones tan grandiosas y ele- vadas, la composición que publicamos hoy á La Mira- da, poesía de D. Guillermo Prieto inserta en nuestro número 6, manifestará á nuestras suscritoras los adelan- tos que comienza á hacer entre nosotros el arte musical que indispensablemente debemos acomodar al gusto y á los conocimientos mas sencillos del común de nues- tras suscritoras, muy distantes de intentar dar lecciones k los profesores del arte.205 PO ESI a .-Mañana. ;%ongaños esparciendo Van las edades volando, La muger vive gimiendo Placeres que van huyendo, Desdichas que van quedando. Mirarála el porvenir Perdidos bienes llorar, Que solo es el existir. Pasadas horas gemir, Y entre recuerdos finar. Brinda en vano al pensamiento Sus galas la juventud: Flores son que abate el viento, Hollando el rico ornamento Contra el fúnebre ataúd. ¿Por qué pues el alba hermosa Alumbra el campo en Abril, Si la noche silenciosa No ha de encontrar ni una rosa, Ni un capullo en el pensil? ¿Por qué la margen amena Exhala aroma y frescura. Si en cada, grano de arena Arrastra c\ onda serena Despojos de la hermosura. ¿Por qué la mansa vertienta Se desliza alborozada De perlas lluvia luciente, Si deslumhra solamente Para fenecer menguada? Huid cuadros alhagneños Que vais mintiendo ventura.... Sin cadenas y sin dueños So mira el cautivo en sueños Y dispierta en la amargura. Huid que mostráis la vida Cual dulce apacible *. nda, Y ya la quietud perdida, El alma dejais herida, Y arrancáis la falsa venda. Ayer en sueños dorados Esplendente lozanía. Vergeles embalsamados..... Hoy recuerdos y cuidados..., Mañana la tumba fria. Ayer vírgenes donosas En fantásticos jardines, Esperanzas deleitosas, Tiernas pláticas sabrosa* En espléndidos festines. Hoy lo pasado irrisión, Deshecho el falaz encanto, En la frente la aflixion. Seco y yerto el corazón, La tierra regada en llanto. - Mañana, triste verdad, La ilusión desvanecida, Sin brillo la mugestad..... Mañana la eternidad, Y en la eternidad la vida. .'Mañana! sí, bajo la triste loza, Que el seno cubre de la nada inerte, La religión alumbrará gloriosa Dando vida á la muerte. ¡Mañana! sí, de la mansión helada El umbral al pisar desierto y frió, Dejarémos la túnica manchada Por el pecado impío. La carne dormirá.... pasión liviana, En el sepulcro se hundirá con ella, Y el alma al cielo Bubirá mañana Inmaculada y bolla. Federico A. Mirandu.206 DE LAS MUGERES.—remitido. Fragmentos sacados de las obras de Labrujere, para el Semanario de las Señoritas, os dos sexos rara vez están de acuerdo sobre el méri- to de una inuger; sus intereses son demasiado distintos. Las mugercs no se agradan unas á otras por los mismos atractivos que agradan á los hombres: mil maneras que encienden en estos las grandes pasiones forman entre aque- llas la aversión y la antipatía. Hay en algunas mugares una grandeza artificial que no pasa del movimiento délos ojos, del aire de la cabeza, del modo de andar, y de un espíritu alucinador que engaña y no se estima en lo que vale sino porque no se profundiza lo bastante. Hay en algunas otras una grandeza sencilla, natural, independiente del ademán y del paso, que dimana del corazón y que es como una consecuencia de su elevado espíritu: un mérito apacible, pero sólido, acompañado de mil virtudes que no puede ocultar toda su modestia, que se les escapan sin querer y que se manifiestan sin embargo á los que tienen ojos. Mugereshay que desean ser jóvenes., y jóvenes hermo- sas desde los trece hasta los veinte y dos años, pero que desde esta edad se convierte su carácter en el de una mu- ger de juicio. Dignos modelos son estos en verdad que merecen ser imitados. Algunas jóvenes no conocen bastante las ventajas de una hermosura natural ni lo útil que les seria el abandonarse á sola ella si pretenden agradar por sí mismas: muy al contrario, las vemos debilitar esos dones del cielo tan raros y tan frágiles, adoptando modales afectadas y una ridicula imitación: desfiguran su paso y el tono de la voz.se componen, se acicalan, se miran al espejo si lian alcan- zado por ventura el desviarse bástanle de lo natural, y en lográndolo se llenan de gozo, aunque las pobrecillas so- lo hayan conseguido por tales medios hacerse menos agra- dables. Lise oye decir de otra coqueta que se burlan todos al verla preciarse de joven y usar adornos que ya no con- vienen á una muger de cincuenta años. Lise los ha cum- plido, pero cree que para ella (iene cada uno menos de doce meses, sin facultad de envejecerla. Entretanto que se mira al espejo y se pone su colorete y sus lunares, con- viene en que no es permitido en cierta edad hacer la jo- vencita, y confieza que Clarisa es ridicula con todos sus postizos adornos. Un rostro bello es el mas hermoso de todos los espectá- culos; y la armonía masdulce, el sonido de la voz amada. La gracia no es una misma para todos: la belleza es una cosa real é independiente del gusto y de la opinión. Ciertas bellezas perfectas y de un mérito sobresaliente pueden conmover de manera que solo exiten el deseo de verlas y de hablarlas. El trato de una muger hermosa que posee lascualidades de un hombre de bien, es el mas delicioso del mundo: en él se encuentra reunido el mérito de los dos sexos. El capricho en las mugeres está muy cerca de la hermo- sura para ser su contra-veneno y disminuir su temible in- flujo. Si asi no fuera, todos los hombresserían sus esclavos. Una muger virtuosa, y cuyo talento se halle bien culti- vado, hará la felicidad de su marido; pero no será me- nos grata si se halla adornada por el mérito físico. Mugeres hay que confunden la virtud con la gasmo- ñería; pero no advierten el grave error en que incurren:208 la que de suyo es gasmoña, mas fácilmente se hará hipó- crita, que virtuosa; y la hipocresía es maldecida de Dios v odiada de los hombres.—L. J. A. Juicio de Jouy sobre la mnger* JLá.k naturaleza ha dotado mas particularmente á los hombres de aquellas cualida. des físicas y morales que contribuyen el poder; pero ha concedido á las mujeres una organización mas delicada, sensibilidad mas esquisita, pasiones mas enérgicas, ima¿ ¡{¡nación mas orclie-iltc y una influencia que crece con la civilización y ternura por asegurarles la soberanía. Esta verdad te hace mas sensible en unos que en otros países, según que la naturaleza caprichosa dota á las mugeres de mayor número de esas cualidades. Tres cosas decia un ingenio profundo, he amado con pasión aunque sin poderla» comprender, la música, la pintura y las mugeres. Es positivo, es mas fácil elogiar ó deprimir el mérito do ¡as mugcrea¡ que presentarlas á la sociedad bajo un punto de visía impareial. Aristóteles las llama un error; pero hermoso de ¡a naturaleza. Pope cree que la muger es un objeto demasiado tierno para Conservar una impresión duradera. Los panegiristas- de las mugeres á la cábela de Ioj cuales es preciso colocar al elocuente Tlioniás, parece que han agotado el diccionario de los elogios, concedién- doles una alma superior á la nuestra y encareciendo tanto su perfección que casi en ellas desparecen todos los defectos. Entre nosotros es necesario convenir que gozan el privilegio de los héroes los cuales al abrigo de su nombre, pueden no selo cometer faltas, sino hasia crímenes. En todos tiempos se ha dicho que ellas no deben presenterse á la escena sino pa. ra despavilar y correr los telones, entre nosotros distribuyen y representan á su an- tojo los primeros papeles. Lo cierto de todo es, quo entre las mugeres produce efectos funestísimos la igno- rancia. Los hombres consumen su juventud en educar un talento que las mugeres dirigen desde que nacen. Jamás diré con el malicioso Beaumarchais que las mugeres tienen una grande ventaja para ser mejores políticas que. ¡os hombres: ¡a falsedad, no yo, entre sus dotes la llamaría......viveza, cuando mas astusia. Finalmente, en obsequio de la verdad, y mas bien como escritor imparcial que co- mo hijo de Eva, confieso que siempre prontas á sacrificar su vanidad á su poder, per- miten á los hombres que las juzguen según les parezca, reservándose hacer de ellos lo que les agrade: lo primero que aprenden y que jamás olvidan, es sacar partido de todo hasta de sus perfecciones mismas rt de sus defectos. í Traducido.]209 —&ü©— 'Jtlos hechos que voy á referir carecen de ese barniz poé- tico, de ese atractivo fantástico que constituye hasta cier- to punto el brillante prestigio de la novela, es la publi- cación de una página de esa poesía ignorada, que forma la felicidad de la vida doméstica, de esa virtud escondida, pura, que exhala su perfume delicado en el recinto re- ducido de una familia: quiero revelar un rasgo déla ju- ventud de Angelita, con toda su viveza juvenil, su gene- rosidad y sus gracias. Angelita, lectoras mias, era hermosa como elcolibri, juguetona y ligera como la cierva, pura como la gota de rocío que duerme entre las o jas de un botón do rosa y Cándida como la mirada, que fija complacida la infancia en la frente; de la autora de sus dias. Desde la tierna edad perdió á su adorada madre, y en- lazada al cuello de su padre decrépito, parecía á la ye- dra lozana, cuando circuye una columna medio arruinada. Ei autor de sus dias, después de haber combatido con decisión en favor de la independencia de su pátria, po- dia considerarse como la personificación viva de los sen- timientos de los mexicanos. Generoso, valiente, apasio- nado, y con todas las virtudes y defectos del carácter nacional, abandouó sus bienes y obligó á su esposa áque participase de la gloria y peligros de su arriesgada em- presa: en este periodo de luz y oscuridad y de desarro- llo de cuanto mas grande y sublime tiene la historia me- xicana, D. Pedro, sin aspirar á la celebridad, siguió lasa- graída causa que habia abrazado, y el 27 de .setiembre de tom. I.—c. 10. 28I 210 1821, entre los vivas de júbilo, con que México todo ben- decía al caudillo del ejército trigarante, se distinguía en las primeras filas su voz sonora y entusiasta. D. Pedro por recompensa de sus servicios solo pidió el permiso de volar al hogar doméstico donde á pocos dias las caricias de su hija Angelita apenas pudieron consolar su senti- miento profundo en la muerte de su esposa. Abrumado de las vicisitudes de la suerte y de los con- tratiempos del comercio, lleno de angustia, abandonó la capital cuando su hija tenia doce años, después de ha- berle proporcionado una educación esmerada. ¿Cómo pintar la gala, el donaire y las gracias de An- gelita? No solo era el encanto de su anciano padre, sino también su mas generosa bienhechora: Angelita bordaba con tan esquisita gracia y finura, que este era su trabajo favorito, y varias familias de México comenzaron á ocu- parla, proporcionándole ausilios para minorar la penu- ria y atender al estado enfermizo de su anciano pa- dre: dejaba el bastidor y entonces se apoderaba de sus pinceles y se convertía en la artista, la hija de la inspira- ción, la sacerdotiza, á quien se revelaba la naturaleza con todos sus hechiceros encantos: soñaba, viviaenla vida del genio, y era cada pulsación un pensamiento con colori- do, con forma y con indefinibles encantos. Recuerdo to- davía el último cuadro de sus manos delicadas. Era la hora en que el padre de la luz, circuyendo de una aureola de fuego la inmóvil frente de los elevados mon- tes del ocaso, como que se detiene para dirigir una últi- ma y melancólica mirada á la tierra, que parece corres- ponder con su abatimiento y languidez á la ausencia del que la vivifica y embellece: mil nuves color de escarlata y oro al través de otras alvas como la nieve, sobrenadan211 en la atmósfera: en el centro estaba la Presa, un sitio de paseo en Tacubaya, que lia lomado este nombre de la que en aquel parage tiene el rio que atraviesa el pueblo. Son esas lomas estériles y salvages el remedo des- colorido de la poesía de Osian, lomas que van como as- cendiendo, se agrupan, y como que saltan seconfunden y estrellan en la cadena de las montañas del Sur de México: este punto domina una parle del valle y sus cercanías: al frente se distingue una llanura inmensa velada en los va- pores de la tarde y como durmiendo en su seno la tran- quila y estensa laguna de Texcoco: al sur como heraldos unidos con su turbante de ligeras nubes, burlando en sus mansos acentos una tempestad lejana, se ostentaba la cor- dillera, interrumpiendo la áspera monotonía de la loma, hácia aquí algunas chozas, y allá ganados esparcidos, cuya tranquilidad parece que mofaba esta inquietud que ha le- gado al hombre el pensamiento y la sociedad. Por fin al Norte se distinguía en primer término el poético, el ro- mántico castillo de Chapultepec con su frente sombría y llena de dignidad, con su severidad magnífica, su vegeta- ción austera y esa especie de religiosidad indefinible que respira, con esos ahuehuetes, ancianos testigos de mil re- voluciones, sublimes atalayas del bosque y observadores silenciosos del bullicio, la disipación y el lujo de la opu- lenta capital, de cuya catedral apenas se veian las torres en el segundo término, como los palos de un navio encalla- do y cuya cubierta ha desaparecido debajo de las olas. Tal era el cuadro pintado por Angelita. ¿Qué tal papá? dijo enseñándoselo llena de júbilo y con natural satisfacción: y corría con su cuadro, y se para- ba y lo contemplaba, pero con tal gracia, que D. Pedro reia y lloraba y no sabia que hacer. Pues ahora papá212 lo vendo y compro..... un sombrero, un chaleco y unas botas y un relox y un caballo y todo para V.....—Hi- ja mía, no te vuelvas loca, estás sin zapatos, sin medias, sin camisas,—No señor, déjeme V. Ya vienen por el cuadro y los encargos ya están hechos también. D. Pe- dro tuvo que callar porque Angelita habia desaparecido como una exhalación, Una noche D. Pedro se hallaba ya en su cama, cuando repentinamente notó Angelita que estaba inquieto, y una voz ahogada que pronunció su nombre, no la dejó du- da alguna de su fatal sospecha, llevó la luz al lecho y encontró á D. Pedro con todos los síntomas de una mor- tal apoplegía, el color denegrido, los ojos encarnados y saliéndose de sus órbitas: sus alaridos penetrantes en me- dio de los cuales se oian voces articulando imperfecta- mente un acto de contrición: todo desconcertó la alma virginal y tímida de Angelita. No se aterrorizó, corria en todas direcciones, ya ágil é incansable frotaba con un cepillo el cuerpo de su padre, ya le disponía un baño de pies y ya besando sus manos respetables, como que queria trasmitirle su existencia. Quien la hubiera visto así sobre el lecho mortuorio, con el cabello esparcido, los vestidos en desorden y su ac- ción sublime, hubiera dicho: que era el ángel de la bene- ficencia socorriendo á Ja ancianidad desvalida. Cuando vio mas recuperado á su padre, sin reflexio- nar en nada, sin preveer obstáculos, sin considerar peli- gros, sola, y á pie en medio de una noche oscurísi- ma, lloviendo á torrentes, corrió á la capital en busca de un médico amigo de su padre, penetrando la agua sus pobres vestidos, y pegando en grupos sus delicados cabe- Jlps en su frente parecia un ángel atravesando el caos ó aquellas sombras confusas, que se deslizan en nuestros.213 sueñas: litiga á la casa del médico, se arrodilla implo- rando su socorro en favor de su padre, y vivamente con- movido el facultativo, apresta un cocliey vuela con An- gelita áTacubaya. Los eficaces ausiíios prodigados ¡í D. Pedro le volvie- ron la vida, entreabrió sus cansados ojos, y al ver al médico á su lado, preguntó por su bienhechora Ange- lila; pero esta á nada atendía,, ya estaba libre su padre y su regocijo brillaba en sus ojos, palpitaba en su cora- zón y la poseía toda completamente. Al informarse D. Pedro de lo acaecido, llorando de gratitud, bendijo á su hija, el médico también lloraba, y distraído escribía en un papel con precipitación. Angelita le preguntó: ¿qué escribe V?—Una historia. —¿Será bonita?—Muy bonita dijo el médico: mire V. agregó Angelita es su título, ¿le parece á V. bien?—Sí se- ñor dijo ella sin sospechar que fuese la heroína. ¿Y vá V. á publicarla en el Semanario de señoritas, ese perió- dico que me acaban de prestar para copiar uñan letra;; bordadas?—Sí señorita, cabalmente esa era mi intención. Pocos dias después en una mesa revuelta y desorde- nada que contenía periódicos, litografías, libros, unas muestras de bordados, eslampas de modas, mapas, un braserito con lumbre, algunos objetos de antigüedades! y de historia natural &c. &c, se hallaba una cubierta conteniendo este manuscrito, y escrito en el sobro coa letra como de médico. Por encargo, A los SS. EE. del Semanario de señoritas.—G. P. INFLUENCIA DEL BELLO SEXO. n célebre filósofo ha dicho: «los hombres serán siem- pre lo que quieran lns mugeres que sean: si queréis que 214 se vuelvan grandes y virtuosos, enseñad á las mugeres qué cosa es virtud y grandeza." El benéfico indujo que han ejercido constantemente las mugeres en la existencia política de los pueblos, es una confirmación evidente de esta verdad. Aquellas na- ciones, cuyas sagradas tradiciones forman el principio de los anales del mundo cristiano, lo atestiguan también. Entre los judíos, hombres sensuales y groseros, las mu- geres solo con el encanto inefable de su inocencia dul- cificaron sus costumbres crueles, suavizando notable- mente su carácter por lo común fanático é indomable. Las mugeres de Sion se mostraron, siguiendo la com- paración bíblica como fuentes de agua viva en las áspe- ras rocas de Ghizer. Sin Sara, sin Raquel, sin Rut, aque- llos monstruos sangrientos, temblando enfurecidos; pero arrodillados delante de su Dios, no hubieran sido sino furias abominables por su crueldad. Todo lo que se encuentra de mas puro, sublime y es- presivo en la historia del pueblo de Dios, se debe á las mugeres. Una madre era, la que noqueria se le conso- lase en la muerte de sus hijos, vivia solitaria, y su dolor como que huia, como que reusaba todo alivio. Las hijas de Israel fueron, las que con estos consolado- res acentos hacían resonar su cautividad. Sentadas á los bordes de las aguas, hemos llorado re- cordando el funesto dia, en que el enemigo teñido en san- gre, amontonó los cadáveres de nuestros hermanos en las altas murallas de Jerusalén, en que las hijas de Sion fue- ron dispersadas y huyeron gimiendo." «Cuando veíamos esas olas que rodaban libres bajo nues- tros pies, el estrangero nos exigió que cantásemos. No, uunca gustará él, tan espantoso placer, primero se estin-215 ga por siempre nuestra voz y se sequen nuestras manos, antes que hagan oir á nuestros tiranos un solo sonido, una sola armonía de la harpa de Israel. Harpa sagrada : te suspendemos de la rama de un sauz: nunca, antes de ser libres te descolgaremos, no, la voz de los tiranos no se mezclará jamás á tus dulces vibraciones." Se duda si un hombre hubiera encontrado acentos de tan encantadora simplicidad. Una sola señal puede hacer sentir la influencia de las mugeres entre las naciones antiguas; los pueblos fue- ron virtuosos en donde estas fueron consideradas, en- vilecidos donde vivieron ellas en la esclavitud. Las mugeres de los persas eran esclavas de sus maridos, y estos de todo el mundo. Las espartanas eran libres y veneradas: tenian por esposos y por hijos héroes: todas podian responder como la rauger de Leónidas á un sá- trapa que le hizo ver su sorpresa por la igualdad que rei- naba en aquella república. «No os olvidéis, que nosotros hemos abastecido de héroes á la tierra". El génio espar- tano creó una Venus desnuda; pero sin gracias, bella por su misma austeridad, su fuerza y su candor. La Venus de Atenas mas seductora no tenia menos poder: bajo el nombre y con los atractivos de Aspasia, se le vió gober- nar la ciudad de Minerva. Lucrecia, Cornelia, la hija de Virginia, influyeron en los destinos del pueblo romano, cuandono reformando, indi- cando al menos la corrupción de las costumbres de su siglo. fJouy. Traducido para el Semanario de Señoritas. ) —eO©—y¡MSl n.-Iacioncs de Jos viageros son tan útiles para la geo- grafía como para la historia 3' todas las demás ciencias. Un periódico dedicado á la instrucción del bello sexo no podia carecer por lo mismo de este ramo de educación, tanto mas importante para las señoritas, cuanto que no es fácil puedan viajando ellas mismas como los hombres, ad- quirir los conocimientos que puede proporcionarles el es- tudio de los viages. Por fortuna el Mundo Pintoresco que hace algún tiempo se está publicando en México y se es- pende en la oficina de este mismo periódico, reúne cuan- to puede apetecerse en esta línea, y nosotros no dudamos recomendar su lectura á nuestras amables suscritoras; mas para que no se crea por esto que intentamos escusar- nos de cumplir por miestra parte con este ramo de ame- na diversión y de instrucción grata, publicamos en se- guida algunos trozos de un viage á Jaffa con un análisis histórico sobre esta antiquísima ciudad de la Syria. Jaífa situada en el litoral del Mediterráneo á 12 leguas de Jerusalén, á 16 de Gaza y á 22 de Acre, se dice ha- ber sido fundada por Japho y que en ella está sepullado el patriarca Noe. Un pasage del libro de Josué, prueba que al menos existia mil quinientos años antes de Jesu- cristo. Los judíos la llamaban Joppe que siguifica bella f agradable. El profeta Jonás se embarcó en esta ciu- dad, y San Pedro resucitó en ella á Tabrlha. La larga existencia de Jaffa ha sido marcada por mul- titud de sitios y por la dominación succesiva de diver- sas naciones. Losasirios y otros pueblos se hicieron due- ños de ella cinco ocasiones. Judas Macaveo la libró de217 las llamas: Cestio l;i desoló y el emperador Vespasiano la reedificó. Cuando los sarracenos invadieron la Syria, Jaffa fué conquistada por ellos. Al principio del siglo 12 los cruzados se apoderaron de su territorio, con el que erigieron un condado; apoco tiempo fué tomada porSa- ludino y recuperada por Ricardo Corazón de León. Gau- thier de Brienne era conde de Jaffa cuando San Luis lle- gó por primera vez á la tierra santa; pero esta ciudad y el resto de la Palestina no tardó en ser arrebatada á los francos por loa Sultanes de Egipto, de donde pasó al poder de los turcos. A fines del siglo 18, Jaffa sufrió dos sitios desastrosos durante las guerras de Daher y de Aly- Bey, y el tercero en í 799 en que los franceses á las ór- denes del general Bonapartc después de una larga resis- tencia, pasaron á cuchillo á su guarnición. Jaffa es el puerto de los peregrinos que van á visitar á Jerusalén: su tránsito cada año forma una de las mejo- res rentas de la ciudad, porque es mas bien un lugar de comercio que una plaza fuerte: sus giros se reducen á tri- go y otros cereales y telas de lino que traen los egipcios y cambian por jabón y aceite que es la industria del pais. Su población apenas llega á seis mil almas entre las que se cuentan 500 católicos, 700 griegos y 100 armenios. Jaffa está construida en anfiteatro, sus calles son es- trechas é incómodas, hay muchas mezquitas y tres con- ventos de cristianos. Está rodeada de una basta mura- lla, y su tristeza hace mi bello" contraste con la alegría de sus estramuros agradablemente sombreados por el pal- mero, el naranjo, el ciprés, el granado, el olivo y la par- ra que forman los mas bellos jardines, ostentando lodo el lujo de su vejelacion y proveyendo en abundancia de de- liciosos frutos á los habitantes de este hermoso pais.218 El cementerio situado sobre la colina al esterior délas murallas no tiene árboles, los que con su sombra estien- den tan apacible calma en la mayor parte de los cemen- terios orientales; los vientos del mar soplan con violen- cia sobre las tumbas sin abrigo y el sol las quema con sus rayos. El bazar, parian ó plaza de comercio que representa la litografía, que acompañamos, es una construcción de un género menos oriental y mas gótico que los demás bazares en general. Los comerciantes mas ricos venden en él tapetes y vestidos, mientras los de la clase inferior negocian en efectos mas humildes. Dos genízaros están de frente con sus largos bastones; un vendedor de sandías contrasta admirablemente en su aire y sus vestidos con la seriedad de los genízaros; dos mugeres con sus largos mantos blancos en los que se envuelven de manera que apenas dejan ver mas de sus ojos, su boca y su nariz, parecen mas bien espectros, fantasmas ó visiones noc- turnas. Una de estas mugeres trae un cántaro de agua sobre su cabeza al estilo oriental, la otra que tiene to- do el tono de una señora de Jaffa, viene á ver las mer- cancías y tal vez á comprar algunas. Semejante trage no proporciona ninguna gracia al andar ni atractivo alguno á la fisonomía de las mugeres orientales, envueltas y ar- ropadas, por decirlo así, de un modo que parece se bur- la déla elegancia femenil. Su pelo, sus manos, el coloi- de sus megillas, todo está cubierto, todo tapado y con dificultad pueden divisarse sus zapatos ó pantuflas que podían servir de navecillas á una hermosura china. ¿Aca- so las mugeres siempre han estado tan cubiertas en el oriente ya en la época de los hebreos, ya en el tiempo de los patriarcas ó en los siglos siguientes? Seguramen-219 te no. Este trage es esencialmente mahometano. El falso profeta lo encontró en medio de las tribus árabes y lo volvió ladavía mas exagerado. Aun entre los be- duinos en lo interior de los desiertos las mugeres obser- van estrema precaución en cubrirse y aun para pasar de unn tienda á otra, van completamente cubiertas. Los viageros que se lian detenido algunos dias en sus cam- pos, aseguran que á pesar del empeño con que observa- ban á las jóvenes que pasaban, pudieron notar su talle esbelto y sus pequeños pies; pero sus facciones siempre permanecieron impenetrables á su vista. Estos bazares ó mercados son el paseo favorito de los ociosos, porque su sombra produce una frescura que for- ma un delicioso contraste con las ardientes calles de Jai- ta. Los turcos soberbiamente vestidos, los armenios cu- yo porte es mas grave y los beduinos árabes envueltos en sus grandes cobertores de lana hacen una mezcla muy vistosa y singular. Algunos de ellos de la clase mas ele- vada se sientan bajo los árboles en toda la plenitud de su pereza. El largo silencio de un turco nada tiene de impo- nente en sí mismo: al verlo, su fisonomía no indica nada de reflexivo, su imaginación no está ocupada ni distraída, ni se nota aquel pensamiento sublime y profundo, que ab- sorvey espiritualiza al hombre todo: la vista se fatiga muy pronto al examinar el aspecto de un turco: hermosas fac- ciones, pero sin nada de alma. Nuestras amables suscri- toras pueden ver á uno de ellos en la lámina, el que con su barba patriarcal está sentado en un banco de piedra á la izquierda, cruzadas las piernas fuma su pipa por un ins- tante y toda su atención se dirige á un grupo de perso- nas poco distante de él, como si quisiera leer hasta en el fondo de su alma. Este hombre probablemente ha ocu-á 220 pado el mismo banco á las mismas lloras y todos los (lias hace muchos años. Desde ese asiento ha observado los hombres, las costumbres, el tiempo, lo presente y la eternidad; esta última ocupa una parte inmensa en la me- ditación de los turcos. Ya sea que pasen muchos dias ó muchos años antes que se vea arrancado de su banco de piedra, ó ya sea que la muerte le prive de su pipa favori- ta, á él poco le importa, está sumiso y resignado, y pro- nunciará las palabras consoladoras. ¡Dios es grande y misericordioso! El vivo amor déla vida, que se nota frecuentemente en nuestros viejos, es mucho menos ac- tivo entre los orientales. Sin embargo, ni es la fuerza del alma, ni la fé la que los preserva de esa inquietud, ni la que disminuye ese deseo de detenerse sobre el bor- de del sepulcro, es mas bien el fatalismo en los unos, la reflexión en los otros y en los demás los disgustos, las privaciones y una resignación apática á la voluntad di- vina. Es admirable el cuadro de un viejo turco, que aguar- da sobre su lecho la llegada de Azzael (el ángel de la muerte) con la misma calma é igual indiferencia, que si esperase la venida de un amigo á quien hubiese mandado llamar. Si una falsa fé dá esta sumisión y esta tranqui- lidad, la señorita cristiana que con nosotros se ha dete- nido, admirando el aspecto y el carácter sumiso y silen- cioso del turco, ¿con cuánta mayor razón podrá confor- marse en sus penalidades y aflicciónes, y tomando en la mano la lámpara de la esperanza disponerse á emprender el tránsito á otra vida cuando la voz del eterno resuene en su oido desde la inmensidad de su trono?—/. G. •o-i'Kj «>¡> nqm;i nú ,. . .../■ , »!<>¿;>i¡:>!« i;, r;! .,. y ••finí —«M»- •UOUliH tlll)tlllt'.>l«h>doi<| O'ldliti .;.,:!, |J« •>!> i.',221 n lugar de detenernos en demostrar lo importante de esta economía, creemos que bastarán algunos ejemplos para manifestar hasta qué punto es posible llevarla. El uso de la pólvora en las minas es el primero que nos ocurre por ahora. Algunos diasde trabajo pueden pro- porcionar lo necesario, y en pocas horas su uso dar re- sultados que no se conseguirían ciertamente con las me- jores herramientas y con el continuado trabajo de mu- chos meses. Otro ejemplo puede tomarse de la fábrica de agujas. El arreglo de 20 mil de ellas echadas confusamente en una caja y enredadas unas en otras con todas direcciones, pare- ce á primera vista una cosa tan difícil como cansada; pues serian precisas muchas horas para colocarlas paralelamen- te unas junto á otras, si hubiesen de irse poniendo una por una; sin embargo, se consigue esto en pocos minutos echándolas todas en un cubo de hierro colado algo cón- cavo en su fondo. Se sacuden los bordes del cubo de un modo particular, dándole al mismo tiempo un movimien- to á lo largo y las agujas se colocan por sí mismas en di- recciones paralelas, lo que se debe á la misma forma que tienen. Después se agita el cubo en dirección perpendicu- lar á la primera y en breve se reúnen las agujas unas so- bre otras en los bordes del cubo, conservando siempre su paralelismo. Pero en esta disposición las agujas quedan cabeza con punta, y es preciso para venderlas que tengan todas la punta y la cabeza en una misma dirección. Para conse- guirlo una muger ó un niño, pone algunas agujas sobre una mesa é irapelicado con el dedo índice de la mano 222 izquierda, las separa un poco unas de otras y con la ma- no derecha empuja sucesivamente liácia adelante ó atrás cada aguja, conforme se vá presentando y según tiene la cabeza en una ú otra dil ección. Esta operación que se practica en algunas fábricas es todavía demasiado lenta y se le ha sustituido otra mas rápida. El niño se pone en el índice de la mano derecha un dedal de paño, con igual dedo de la mano izquierda impele fuera del montón en que están colocadas paralelamente las agujas algunas de ellas, lo que las hace perder su situación horizontal por otra mas ó menos oblicua; apoya entonces suavemente su dedal sobre la estremidad mas elevada, y las agujas, cuya punta está hácia arriba, penetran en el dedal de mo- do que pueden salir del montón y separarse de las otras con mucha prontitud. -n'iim;l'ih¡'n i acJ > n. Los cabellos lacios y esparcidos eran un anunciodel dolor: así es que cuando lasmugeres traían en las tra- gedias la noticia de alguna desgracia, tenian frecuente- mente aseguradas las máscaras con grandes cabelleras es- parcidas y que flotaban sobre sus espaldas. 'Los cómicos que Inician papel de jóvenes, agregaban á la careta una peluca blonda, y como Pollux, daban á la máscara alguna semejanza con el rostro de Apolo el mas lindo de sus Dio- ses. Diomedes asegura que Rossio, gaulo de origen, ami- go de Cicerón y uno de sus admirables actores fué el que introdujo en lloina el uso de las máscaras en el teatro pa- ra ocultar la deformidad que tenia en un ojo. Poppea, muger de Nerón se servia de una máscara para resguardar su bermosa lez de las impresiones del aire, y según algu- nos autores del nombre de esta emperatriz, tiene origen el de Pouppe que llaman los franceses á las muñecas de madera, cartón ó género con que se divierten las niñas. Luciano liace decir al Scylba A nacharsis, hablando á Solón sobre las comedias y tragedias, estas palabras: «He visto representar á los bacanales en las tragedias: traen sobre el rostro máscaras cuya boca es de una abertura enorme: tienen también un estómago y un vientre posti- zo de que cuidan muebo adornarse á fin de parecer con un grueso proporcionado á la altura de su talla." En efecto, se ven todavía en los Museos de Europa, muchos vasos griegos con pinturas que representan esta especie de cómicos con un vientre tan elevado como el del po- lichinela de los franceses y el títere ó payaso de los es- pañoles. Las máscaras no son estrañas en los teatros modernos: se usan en'la comedia italiana y francesa, y aun las bai- larinas se presentaban en el teatro de la ópera de París en el año da 1837, cubiertas con una careta análoga al papelt 237 que figuraban. Podria dec irse.que el polichinela, nom- bre compuesto de dos palabras griegas que significan n^- verse mucho, y aun el mismo arlequin son imitaciones de los actores burlescos de la antigüedad. El polichinela, cuya figura se ha descubierto en las rui- nas tle Pompeya (ciudad que estuvo cubierta por las la- bas del Vesubio mas de dos mil años) podría ser muy bien una imitación de los actores griegos que se engrosa- ban el vientie y el estómago para hacerse mas risibles. El arlequín de nuestros dias es igualmente una repetición de aquellos cómicos á quienes los romanos llamaban Mi- mos. Los bufones jamás se presentaban sobre la escena sin desfigurar su rostro, y algunos de ellos tenian un ves- tido compuesto de retazos de diversos géneros y diferen- tes colores unidos sin orden y sin armonía. Valerio Máxi- mo habla de una compañía de flautistas ó tocadores de gaita, los que nunca se presentaban en ciertas fiestas sino enmascarados y con vestidos de diferentes colores. Los caracteres del arlequín y del polichinela se renovaron en los teatros de Italia en el siglo XIV: se asegura que Mi- guel Angel compuso 3' modeló las máscaras; pero hasta el reinado de Luis XII en Francia propiamente hablan- do, fué cuando comenzó á progresar el arte dramático. Los primeros espectáculos nacidos en el seno de. la igno- rancia, empezaron á perfeccionarse. Algunos jóvenes de París formaron una compañía de autores y de actores que llevados por el amor del arte; pero sin dirigirse por el buen gusto y la razón, se entregaron á exesos que so- brepujaron á los de Aristophaues, permitiéndose críticas virulentas contra los primeros personages del estado y aun contra el mismo Luis XII. Guando el poema dramático se hubo perfeccionado en238 lodas sus parles, dicen los autores de la Enciclopedia: que la necesidad en que se encontraron de representar personajes de diferente género, de varias edades y de dis- tinto sexo, les obligó á buscar algún medio de cambiar de un golpe de forma y de íigura. Entonces idearon bas- ta cuatro especies de máscaras y de trages de teatro, pro- pios y particulares á los géneros, cómico^ trágico, satíri- co y orquéstricOj y tan diferentes por su forma y su ca- rácter como los mismos actores, que se presentan sobre el teatro con la máscara y el trage análogo á las piezas que representan, y que parecen no solo otros hombre*, sino bombres de otra especie. El uso de las máscaras ba dado el nombre á lamascara- dn ó mogiganga, por la quese entiende una reunión de mu- chas personas que vestidas con disfraz y cubiertas con una careta, forman bailes ó corren por las calles para diver- tirse en el Carnaval. En Egipto comenzó seguramente esta costumbre con motivo de la gran procesión, en que la Diosa lsis aparecia bajo la forma de una osa, en me- moria de la gran constelación llamada osa mayor: sus sa- cerdotes formaban el acompañamiento, llevando sobre el rostro la figura de las constelaciones que indican los cuatro puntos cardinales del cielo. La máscara no solo cubría su cara, sino basta por detrás de la cabeza, cayen- do sobre las espaldas, de manera que parecía tener la ca- beza del animal que representaba. El primero semeja- ba á un loro por la indicación de la primavera: el segun- do para designar el solsticio del eslío, figuraba un león; el otoño era representado por la cabeza de un hombre, y el invierno por la de un gavilán, reemplazado á veces por un águila. La canícula se espresaba por un perro, las vendimias por un lobo, y la retirada del Nilo por un239 Ibis. Las mugeres del pueblo en la gran procesión de Ca- nope insultaban á los que pasaban con toda especie de cs- travagancias: en otras fiestas egipcias se ataban á las espal- das unas grandes alas y gesticulaban y bailaban del modo mas ridiculo y grotezco. F.l Carnaval en los siglos modernos se ba destinado pa- ra esta clase de diversiones y bailes de máscaras con mas ó menos entusiasmo, con mayor ó menor orden según las costumbres y el carácter de las diversas naciones y aun de distintas ciudades en un mismo pais. La mismn dife- rencia se observa también en cuanto á la duración de es- ta especie de delirio. En Francia comienza desde el tí de enero y acaba el miércoles de ceniza: en otras parles du- ra ocbo dias y en otras solo tres. En Roma y en toda la Ita- lia sefesteja elCarnavál con lumayor solemnidad, y en Ve- necia especialmente con un lujo tan exesivo que se consi- dera, por decirlo así, la fiesta nacional. Hay además en Francia la procesión del buey gordo que aparece como una repetición del buey Apis que se practicaba en Egipto cada año en la primavera y que puede considerarse en con- cepto de Mr. Lenoir como una verdadera mascarada. En México aunque las fiestas de máscaras se habiau verificado hacia muchos años, sin embargo, nunca con la generalidad ni publicidad que hasta hace pocos, si se esceptiían los bailes de máscara de los pueblos y sobreto- do las dos ciudades principales de Yucatán. En Campe- che y Mérida es verdaderamente un furor el que hay por estas diversiones, tanto en su duración como en su publi- cidad. De dia, de noche y á toda hora nadie está libre, por condecorado que sea, de recibir multitud de casca- rones y de huevos, ó de recibir una rociada de agua de co- lor cuando menos, si no lleva la salvaguardia del trage de máscara; para lo que están dispuestas en las azoteas y en las ventanas, grandes tinas y barriles con el agua pi e-240 parada. Un pásagc que podiahtos acreditar, dará Una idtia de lo que es el Caniavál en Campeche. Habiendo i legado a su rada no hace mucliosaños uua goleta inglesa que jamás había fondeado en aquel puerto, hizo señal pi- diendo práctico; mas como el capitán de puerto, los guar- das y hasta los marineros se divertían en el Carnaval en el centro de la plaza, esperó en vano la contestación y después de mucho tiempo se resolvió á acercarse y á an- clar. La estrañeza del capitán sé aumentaba, observando que ni en la playa ni en di muelle, ni en la muralla, veía alma viviente; por lo que se resolvió á mandará su segun- do con diez ó doce marineros. Las puertas estaban abier- tas, pero ni un centinela, ni persona alguna les impidió el paso, así es que entraron ála ciudad y se dirigieron por la primera otile hácia el lugar donde oian música y gran ru- mor de gente. Los vecinos de Campeche, que creyeron era alguna reunión de máscara ó alguna Trullada, en es- presion del pais, salieron á recibirlos con los trages más ridículos y graciosos que se encontraban en la plaza. Los vestidos uniformes y listados de los marineros contribu- yeron por un momento al engaño; pero la circunstancia de no haber allí ála sazón quien entendiese el inglés y de ignorar todos ellos el español, hizo que no pudieran ex- plicarse y que observando algunos que no traian máscara^ se descolgase sobre los buenos ingleses tal rechifla y tal aguacero de pintura, que el teniente no tuvo otro ar- bitrio, que hacer á sus comilitones la seña de escape y em- barcarse en su bote con toda su tripulación mas mojada, 3ue si hubiese sufrido un naufragio. El capitán que esde abordo observó el reembarque y la ridicula pintu- ra desús marineros, no tuvo otra contestación de su te- niente cuando pudo oir su voz, que la siguiente: «Mi ca- pitán, mande vd. que levemos anclas, porque hemos llega- do á un puerto cuyos habitantes todos están locos.'' Por fortuna la operación no pudo hacerse tan pronto que no diese tiempo para que el gobernador de la plaza mandase un oficial con un intérprete que tuvo mucho trabajo no obstante que sabia perfectamente el inglés pa- ra poder dar á entender al capitán y á su tripulación lo que era el Carnavál en Campeche.—/. G.te Iti^aímn n?4. DISFRAZ DE DA EDAD MEDIA.241 31L ^MllSifálL ISt EDSÜJL» na de las épocas mas importantes en Roma es el Car- naval; y seguramente no producía en otro tiempo un mo- vimiento igual la elección de nuevos cónsules. Este es el tiempo de los bailes y festines, todas las clases, edades y condiciones loman parte; pero estas bacanales no duran mas que una semana. La campana del Capitolio y el ca- ñón del castillo de Sant Angelo dan la señal, á la que infa- liblemente corresponde toda la población. La policía no permite se deje ver máscara alguna antes de esta señal. No se precipita con tal violencia el mar cuando se levantan los diques de un puerto recien construido, como la multitud de Roma en la calle del Corso. Repentinamente se vé inundada esta hermosísimacalle, que va desde la puerta del popólo hasta la plaza Colomna, de carruages y comparsas brillantes, y de curiosos qutí se dan encontrones en medio délos caballos; las aceras, convertidas en anfiteatros ofre- cen á los espectadores mas tranquilos un refugio contra la barabúnda; pero no por eso quedan menos espuestos á las invectivas délas máscaras y á las lluvias de confetti (gragea) que se dispara por todas partes. Se ven carruages llenos de mugeres y niños, así como otros en que se repre- sentan diferentes escenas cómicas. En unos se ve el remedo de lo interior de una familia, cuyos actores son un gato y uu perro; en otros un usurero que presta, y mas allá aquellos que han tomado de él á interés, caminando al hospital. Lo que mas llama la atenciones la propiedad y perfección de las máscaras. Y no se crea que los romanos se limitan á alusiones vagas, sino que estas travesuras encierran toda la sátira personal de las antiguas Altelanes y la Mandra- gora de Maquiavelo. Los que se disfrazan de locos van tom. i. 32 242 vestidos con una camisa blanca y gorro del mismo color, y se les conoce á distancia por sus contorciones extáticas y sus gritos desaforados, sitiando á todos con gragea de yeso que tiran con toda su fuerza. Los mezquinos disfraces de oirás capitales de Europa no pueden hacer formarla mas leve idea de los de Roma, porque allí se vé á la locura en todo su esplendor y bri- llantez, pues las personas mas opulentas y distinguidas suel- tan la rienda por Carnaval á todo su lujo y magnificencia. Caballos engalanados con preciosos jaeces tiran de ele- gantes calesas, conduciendo en ellas diferentes cuadrillas que figuran ingeniosas escenas de la mitología ó la histo- ria. Mas allá se representan pantomimas en lo que sobre- salen los romanos, y tras de Cesar subiendo al Capitolio, se vé al héroe Manchego en compañía de su fiel Sancho, y de Sileno rodeado de un coro de beodos. Aquí un mági- co disputa con una decidora de buena ventura sobre quien de los dos sabe leer mejor en el libro de lo futuro y anun- ciar su suerte á los papanatas. Allí se observa á una con- desa vieja dando oidos á las rancias insulseces del marqués de Tulipano, al paso que unos enfermos atraviesan en nombras de sus criadas. Pero lo mas encantador en estas diversiones es la música deliciosa que se interpola con la trizca de las máscaras, interrumpida por las carcajadas que escita la multitud de disfraces grotescos. Enanos con cabezas de gigante, hombres engalanados con enormes pe- lucas, cada uno de cuyos jirones son otros tantos reserva- torios de agua que dejan calados á los que se les acercan, y en medio de aquella trápala mugeres hermosísimas con los disfraces mas pintorescos. ¡Cuán bien cae el vestido de paisana de Frascati á aquellas romanas tan bellas, y tan naturalmente graciosas!243 La temperatura es ya muy benigna por lo común en Roma en tiempo de Carnaval, lo que contribuye infinito á embellecer el sitio en que principalmente se reúnen las máscaras. La calle del Corso tiene nada menos que una milla de longitud. Guarnecida por ambos lados de una fda de palacios, parece mas bien que calle una magnífica galería á cielo abierto, cuyo pavimento estuviese enare- nado. Llegada la noche, se retira cada uno hecha la se- ñal, y prosigue entregado á la diversión en los palacios y casas particulares y aun basta en los domicilios de la mi- seria, y los teatros resuenan con las aclamaciones de aquel pueblo dichoso por su imprevisión, y bastante infeliz por- que no tiene memoria. Tenian en otro tiempo los papas una costumbre muy singular: el martes de Carnaval se ejecutaba todos los años la sentencia de muerte de un criminal, espectáculo í que concurria el pueblo en medio de todo el entusias- mo de su regocijo, sin interrumpir el curso de este. ¿Se- ria esta costumbre un refinamiento de barbarie, ó sola- mente una lección que se daba á la plebe tan propensa á entregarse á los exesos? Como quiera que fuese, ofrecía un terrible contraste la vista de un hombre ahorcado en medio de la algazara de una fiesta. Concluida la ejecu- ción volvia el Papa al Corso, que atravesaha de un estre- mo á otro pausadamente, bendiciendo á todos los que se hallaban á derecha, é izquierda y que cou sus trages de arlequín, Marte, Julio Cesar y Polichinela, pedian á gri- tos la bendición apostólica. [Semanario Pintoresco Español. Año de 837.]244 LAS MUGERES.—Remitido. Y lo que m,as me ofendo y mas me irrita, Es que si en la anécdota que cuenta, Hay nombre de rauger, en nada cxila; A la infeliz mugcr cubre de afrenta. El ser que mas amparo necesita, El que nos da la vida y alimenta, El ser que nos consuela y nos balaga, Ese en toda ocasión es quien lo paga. J. J. ue Mora.—Leyendas españolas. D. Opas. (Pitando me encuentro al lado de una muger hermosa, ¡con qué placer siento latir mi corazón; con qué suavi-- dad siento que se deslizan sobre mi cabeza las horas de mi existencia, y con qué delicioso entusiasmo me entre- go á un océano sin límites de ilusiones! Todos los ma- les que me agobian desaparecen en aquellos momentos delicoisos; entonces todo rie á mi derredor; pero ¡ay! cuando en medio de esta escena de amor y de contento contemplo la suerte de este ser privilegiado en las diver- sas naciones que pueblan la tierra, el sentimiento mas do- loroso y profundo traspasa mi corazón: las veo ser en todas partes el juguete y el ludibrio de los hombres, y sujetas á sus mas caprichosas ideas: obligadas á ser vo- luptuosas en los harenes de la Asia: viles esclavas entre los pueblos salvages: guerreras entre los Scitas, y séres casi indiferentes en la Europa civilizada. Solo en Mé- xico son amables compañeras del hombre, tiernas madres é hijas respetuosas: solo en nuestro suelo privilegiado des- empeñan la sagrada misión, que el Ser Supremo les ha confiado; es decir, endulzar el amargo cáliz de nuestra existencia, y regar de odoríferas flores la escabrosa sen- da de la vida. ¡Con qué placer escuchamos, después de245 un penoso trabajo, ó de odiosas y desagradables contien- das, la dulce voz de una muger, que con faz halagüeña y encantadora nos dirige rspresiones llenas de amor y de ternura! sus melodiosas articulaciones suenan á nues- tros oidos como los conciertos armoniosos que forman los ángeles que cercan el trono del Eterno. Su esquisi- ta sensibilidad les hace recibir las mismas impresiones que nosotros recibimos. Lloran, cuando nosotros llo- ramos; rien, cuando nosotros reimos; se divierten, cuando nos divertimos: nuestros goces y nuestros pesares les son comunes; y este ser dotado de tan nobles y preciosas cua- lidades; este ser destinado para hacernos felices y embe- llecer nuestros dias lo envilecemos y lo degradamos has- ta el mas alto punto. ¡Insensatos! ¿No es la muger la que nos dió la vida? ¿No es ella la que nos recibió en sus brazos al nacer; la que acudió á nuestras primeras necesidades; la que velaba las noches enteras para guar- darnos el sueño; la que al menor de nuestros gemidos corria desolada á indagar la causa de nuestro dolor? ¿No es la muger la que imprimió en nuestras megillas el primer ósculo de amor? Pues bien: esta muger que ha sacrificado los mas preciosos dias de su vida por cuidar de la nuestra, en recompensa no recibe de nosotros sino ultrages, y cuando menos una fria indiferencia. Sea- mos justos; reconozcamos el benéfico influjo que ejerce sobre nuestra suerte: sin ella el género humano habria desaparecido de la faz del mundo, y un desierto espanto- so se ofrecería por todos sus ámbitos. ¡Qué seria del hombre abrumado de fatiga sin tener un regazo en donde reclinar su cabeza desfallecida! ¡Qué baria si le faltasen sus tiernas y amorosas caricias! El fastidio y el disgusto lo cercarían por todas partes; la existencia ven-246 dría á ser para él una carga insoportable; se entregaría al ocio y al abandono, ¿y ú qué fatigarse en vano, no teniendo á quien ofrecerle el fruto de sus trabaj£s y afanes? Pero el hombre, siempre obstinado en sus ciegas preocupacio- nes, es insensible á los inestimables beneficios que recibe de su tierna compañera. Jo mismo que los campos á las benéficas lluvias que los fertilizan. Los bárbaros que invadieron la Europa en los siglos VI y VII, trataban al bello sexo de una manera mas hon- rosa. Estos hombres feroces, sin religión y sin ley, guar- daban á sus mugeres como el mas precioso tesoro, sien- do el objeto de sumas alta veneración: á su nombre aco- metían las empresas mas peligrosas, y era el ídolo en cu- yas aras ofrecían todo lo que adquirían con su deno- dado valor y con la fuerza de su invencible brazo. En lo mas recio y encarnizado de un combate, siempre se presentaba á su imaginación la gentil doncella á quien ha- bian consagrado su corazón y su lanza. En los torneos únicamente t or su dama se presentaban á lucir su,des- treza en el manejo de las armas y á disputar el premio concedido al valor; y las mugeres en fin, fueron lasque supieron suavizar las costumbres groseras de aquellos in- domables bárbaros, en tanto que los hombres de la mo- derna Europa las tienen en sus casas como un mueble de puro lujo y que se conserva por conveniencia. En nuestros tiempos, en.el siglo XIX, en el siglo de la civilización y de las luces, la muger se halla encerra- da en un círculo demasiado estrecho, y del que no pue- de salir una línea sin que deje de ser un objeto.de escán- dalo y de murmuración. Muchas veces la muger mas recatada y recogida no se liberta de la maledicencia de ciertos hombres.—¿Ves aquella joven? dice uno; pues es247 Una verdadera joya: ¡qué honestidad, qué dulzura en su conversación, qué amabilidad en sus modales!—Eres un íiécio, le interrumpe otro; esa joven que aparenta tanto recogimiento y modestia, ha tenido algún desliz.—Hi- pócrita, añade un tercer interlocutor. ¡Pobre del men- tecato que se case con ella! Y con la mas alta indiferencia le quitan el honor á una muger, su único patrimonio tal vez, como si se tomasen un vaso de Champaña.—Alguno que al pasar lia escuchado semejantes pláticas, no echa en saco roto lo que acaba de oir, y se precave de aquella jo- ven como de un áspid: otro, tal vez mas prudente, no dá acceso á tales palabras: no obstante, desconfia; y entre tan- to el hombre, que con una sola plumada hadestruido para siempre la reputación de aquella virtuosa doncella, y arrui- nado quizá de todo punto las lisongeras esperanzas de to- da una familia, se pasea tranquilamente sin pensar en las desgracias que su lengua viperina ha ocasionado. Cuando en un baile veo reunida la flor y nata de nues- tras lindas mexicanas, y que se entregan alegremente á una diversión lícita y agradable, y las miro cercadas de jóvenes elegantes que las tributan mil obsequios y ado- raciones, me dan ímpetus de acercarme á ellas y decirles este verso de Heredia: Bajo las flores halagüeñas Se abriga sierpe venenosa. No es un amor puro y noble el que abriga esa juven- tud desacordada; es el engaño, la falsía, la perversidad y una inclinación malévola á hacer daño á unos séres que son la delicia de la sociedad, y que sin ellos esta dejaría de existir.--^. Rodríguez. <3§>-248 POESIA. ÍRISTES RECUERDOS. Ra i'dos volaron los fugaces años, Acabóse con ellos la alegría Y el funesto delirio, que me hacia Correr tras el error. De la soñada vida que no existe Queda un solo recuerdo en la memoria, Lo falso del placer y de la gloria, Lo cierto del dolor. Remoto instante de inocencia y risa Fué mi breve niñez, sin dejar huella; Pasiones exaltadas después de ella Mi incauta juventud. Cuidados afanosos y crueles Me persiguieron en la edad madura, Hoy es abatimiento y amargura Mi triste senectud. De la razón el alma gozó apenas, Cuando gimió cautiva, aprisionada Por una fuerza cstraña arrebatada A obrar contra el deber. Pasaron muchos lustros de combates, Cedí en ellos mil veces la victoria, ¡Ay! ¡y cuán poca la mezquina gloria Obtuve de vencer! Fatigadas y trémulas mis plantas Me acercan con espanto á la rivera, Donde por siempre sepultarme espera La oscura eternidad. ¿Cuál entóneos será la suerte mía? ¡Olí Dios de amor! ¿El hombre miserable Hallará tu justicia inexorable Cansada tu bondad? No, señor, no desprecies mis gemidos, Atiende á la amargura do mi llanto, Acepta mi pesar y mi quebranto, Acepta mi dolor. Una mirada al Gólgota dirige, Mira á tu hijo agonizar cruento. Oye su triste y moribundo acento, Que ruega en mi favor. EL CANARIO. I Por qué tienes, Dorila Ese lindo canario En duro cautiverio De libertad privado? ¿Qué puede haberte hecho Un pajarillo manso Tan dócil é inocente Tun incapaz d^ agravio? Parece que conocí' Su miserable estado, Cuando pasan alegres Otras ííves volando; Pues inquieto y ansioso Se agita sin descanso. Déjale ir, Dorila, Déjale ir al campo. —Mas ¿cómo he de dejarle, Si es lindo y agraciado? —¿Con que de esto depende Su cautiverio amargo? Pues mira, ten presente, Cuando llegare el caso, Que por lindo y gracioso Vive preso el canario. EL TROPIEZO. Dorila, ese ladrillo Que un poco sobresale De tropiezo le sirve A salientes y entrantes Y todos le maldicen Le tratan con ultraje Y se holgaran de verle Arrojado á la calle. Pero no estrañes esto, Dorila no lo estrañes Porque tal es la suerte De aquel que sobresale. N. G. i>k San Vicente.249 íü^sí se llama la ciencia metódica que se ocupa del reino vegetal, desde la planta que solo el microscopio puede ofrecer á la vista, hasta la magestuosa encina y el ahue- liuete colosal: esta ciencia abraza no solo el conocimien" to de las plantas, sino.los medios de adquirir este conocí" miento, ya por medio de un sistema que las sujeta á una clasificación artificial, ó ya de un método que las cordi- lla en sus relaciones naturales. La botánica es de todos los ramos de la historia natu- ral el que presenta al mismo tiempo objetos mas nume- rosos de utilidad y diversiones mas variadas de placer. Si se considera en sus aplicaciones, ocupa uno de los prime- ros lugares entre las ciencias necesarias á la existencia del hombre: ligada con las otras nociones físicas recibe y dá á su vez brillantes luces para perfeccionar el estudio de la agricultura, de la medicina, de la economía rural y do- méstica y aun de aquellas artes que á primera vista pa- rece que no tienen con ella la menor relación. Por desgracia la botánica, dice Rousseau, semiróensu nacimiento solo como una parte de la medicina, lo que produjo que sus amantes se dedicasen á encontrar ó supo- ner virtudes en las plantas, descuidando el conocimiento délas plantas mismas. ¿Porque quién en efecto, podría dedicarse al continuo é inmenso cuidado que exigen es- tom. i. 33250 tas investigaciones, empleándose al mismo tiempo en los trabajos sedentarios del laboratorio aplicables al trata- miento de las enfermedades? Este falso modo de ver á la botánica retrazó largo tiempo su estudio hasta limi- tarla casi á solo las plantas usuales y á reducir la cade- na vegetal á un pequeño número de eslabones interrum- pidos. El autor epue hemos citado contribuyó mucho para hacer salir á esla ciencia de una senda tan árida, procurando por medio de sus escritos popularizarla. Jloy ya no es una ciencia cultivada únicam ente por los sabios, hace parte de la educación general y todos encuentran en ella aquel placer que acom paña al que se entrega a sus distracciones; y que distante del fastidio nunca se amar- ga por los remordimientos. En efecto, no hay estudio mas satisfactorio, mas interesante ni mas digno de la ra- za humana. Ver, estudiar, seguir á la naturaleza paso á paso, admirar su sagacidad, fecundidad y sencillez, aprender y saber ú al menos contar sobre algo cierto porque en su estudio todos son hechos y realidades, tal es la ciencia de la botánica y su definición mas exacta. La división mas sencilla v racional de esta ciencia es, en botánica propiamente dicha, física vegetal y botáni- ca aplicada. La primera considera á los vegetales como séres distintos unos de otros, con el objeto de reconocer- los^ describirlos y clasificarlos. La segunda estudia los vegetales como séres organizados y vivientes, hace cono- cer su estructura interior, el modo de acción propia á cada uno de sus órganos y las alteraciones que pueden sufrir. La botánica aplicada^ por último se ocupa délos vegetales bajo el aspecto de su cultivo, su ulilidady usos en la medicina, las artes, la economía doméstica ¿ce. Por consiguiente no puede haber para el bello sexo un251 estudio mas lleno de interés, ni acaso mas conveniente que el de las flores. ¡Cuánto seria fie desear que los sa- bios botánicos se dedicasen á compendiar y á simplificar los preliminares de esta ciencia! Entonces nos sería fá- cil presentarla bajo formas tan amables y convenientes como su objeto. La época no puede ser mas adecuada; porque nunca el sexo que mezcla con tanto gusto flores artificiales á su elegante locado ó flores naturales á su peinado sencillo, ha conocido mejor que boy las venta- jas que le resullarian de adornar también su alma con los variados conocimientos que bace adquirir el estudio de las flores vivas bien dirigido. Porque, es preciso con- fesarlo, una instrucción larga, árida y seca, erizada de dudas y de obstáculos, no puede menos de destruir siem- pre en las primeras lecciones la idea risueña que cual- quiera se ba formado de la ciencia de las flores. ¿V mas de Jas impresiones agradables que las flores cau- san á nuestros sentidos, ofrecen á nuestra alma oirá cla- se de atractivo aun mas importante. Tal es el conoci- miento del orden inmutable que las liga á loda-s entre sí con relaciones mas ó menos íntimas, formando un conjunto ó un sistema aparte; mientras que las plantas que no se adornan con flores visibles forman otro deque se compone á su vez todo el reino vegetal, dividido así en dos mitades casi iguales. En el sistema de las flores, esle orden no puede ser fundado, pues podria cualquiera engañarse con respecto á las formas, los colores ó cualquier otro de sus atribu- tos, que por variar incesantemente, se modifican basta lo infinito; mas por el contrario, sobre el encadenamien- to inmudable de relaciones que pertenecen únicamente á estas flores, que es lo que constituye el sistema floral,252 puede estudiarse aparte en el reino vegetal, á la manera que el estudio de los vegetales se considera como un ra- mo del general de los tres reinos do la naturaleza. Una vez que estas grandes demarcaciones se hayan fi- jado en la historia natural, con razón se habrá creido verla salir del caos, porque será mas fácil acirse de cada una de sus ramas. Es verdad que semejantes relaciones son tan numero- sas y combinadas con tal habilidad en las flores; que ja- más se han encontrado dos completamente iguales. Así es que toda la aplicación del genio humano apenas ha si- do suficiente en el espacio de veinte siglos para clasificar- las por decirlo así, por tribus y familias, divisiones dedu- cidas de los inmortales métodos de Tourneforty de Lin- neo. Al menos á la investigación de estos arreglos par- ciales, debemos el gran número de métodos mas ó me- nos completos por otra parte, pero que se perfeccionan mas y mas cada dia, demostrando en fin, que en las flo- res existe un orden real que racionalmente no puede ne- garse; por desgracia algunos profesores modernos no que- riendo creerlo así, se obstinan en rehacer sistemas cada vez mas incompletos. Dejémoslos ocuparse en buscar con el lente en la ma- no, hasta el interior de las plantas y los menores pli »' gues de sus mas pequeños órganos algún otro medio de ponerlos en orden; porque después de haberse dedicado á este fatigoso trabajo no han logrado otra cosa que au- mentar la confusión. Véamoslos mas ocupados en cam- biar incesantemente de lugar y de nombre á las plan- tas; por ejemplo, la que en tiempo deLinneo se llamaba Ínula, se ha bautizado en nuestros dias con el nom- bre de corvisartía; la pompadour, y según algunos, elca-253 lycantho, se ha separado del género á que no pertenecía, para pasarlo al de las rosas, al que tampoco pertenece. En medio de este desorden, la enseñanza comienza por aprender millares de palabras de que es preciso llenar la memoria antes de hacer aplicaciones á un solo individuo vegetal: en seguida se procede a la anatomía comparada de cada flor y aquella especie de autopsia vegetal muy poco graciosa se estiende hasta la planta mas vulgar, áfin de asegurarse ¿qué semejanzas ó diferencias presentan las otras cuando se pone a comparar sus innumerables restos? No ha dejado de haber algunos maestros que han tra- tado de disminuir el disgusto que acompaña á este traba- jo fastidioso, reuniendo en parle y mezclando algunos detalles singulares relativos á ciertas plantas. Causará placer en efecto, pasar una revista de flores singulares, por ejemplo á la pasiflora en donde el vulgo encuentra formas que le recuerdan la corona, los tres clavos y otros atributos de la pasión; la Vallisneria spirails acuática que flotando sobre las aguas, aguarda que las flores que han na- cido'de su tallo bajo de ellas, suban á la superficie para su fecundación; el palmero cuyo polvo fecundante atravie- sa un espacio de muchas leguas para cumplir su destino; la sensitiva á quien al menor tacto hace plegar sus hoji- llas, uniéndose unas á otras como si no quisiesen separarse de su tronco: la raphlesiadel Japón color de ocre y de olor fétido, que adquiere hasta trespiés de diámetro, mien- tras una segunda especie del mismo género solo se redu- ce á tres pulgadas; y por último la mpentes destilatoria, cuyas hojillas se terminan por un nervio que sostiene un vaso membranoso bajo la forma de una jarrita que llena por la mañana de agua muy pura, se evapora durante las horas calurosas del dia.Ciertamente estos fenómenos son curiosos y el reino vegetal présenla un gran número de otros que no lo son menos; pero todo el mundo convendrá en que esla espe- cie de conocimientos, no son los que pueden enseñar á dis- tinguir una flor de las otras, ni á formarse la menor idea de su orden universal; pues que es preciso siempre volver de nuevo según el uso actual, al trabajo penoso, quequi- siéramos evitar á nuestras suscritoras. Sin embargo, muy lejos de despreciar el mérito de los sabios ocupados úni- camente de esta clase de investigaciones, decimos que ellas son estériles en cuanto á que se ignoran, ó en cuanto á que es incierto el uso, que de ellas deba hacerse. Es preciso agregar, que para las personas que quieren com- prender el plan, que la naturaleza ha podido seguir al dar vida á las flores, es indispensable conducirlas por un ca- mino mas corto á la solución de este magnífico problema. Mr. Lefebure supone que si la naturaleza se hubiese de- jado preguntar por dos hombres de una esperiencia tan consumada como la de Tournefort, y de una inteligencia tan eslensa como la de Linneo, pidiéndole les esplicase lo que falta á sus métodos para ser perfectos, les habría res- pondido de este modo: «Uno y otro de vosotros habéis penetrado con estreñía sagacidad gran parle del misterio que voy á acabar de re- velaros" «Jamás se encontrará en las flores sino la combinación progresiva y perpetua de un corto número de órganos que les son propios; y esto basta en aquellas flores que se reproducen á sí mismas. Pero no os canséis en descen- der á la investigación de las combinaciones igualmente graduadas délas partes elementales de que me he servido para constituir estos órganos, porque vuestra razón no,haria mas que confundirse. Tú, Tournefórt atendiendo • especialmente á la estructura de la flor, has reconocido en su corola el tipo ó signo normal que distribuye natu- ralmente esas flores por grupos. Tú, Limieo adoptando esta marcha, lias descubierto en el número y la posición diversa de los estambres las señales que un orden inme- diatamente superior divide á las flores por clases. Guan- do he constituido al hombre no he tenido necesidad de emplear otro procedimienlo; y él mismo tanto en sus ac- tos privados como en sus instituciones sociales no lia hecho mas que imitarme. Ambos habéis á la verdad coordinado mejor las plantas; que los hombres han sabi- do coordinarse entre si; pero no os sorprendáis de que vuestros dos métodos apesar de su coincidencia última- mente demostrada, solo se hayan aproximado á la per- fección sin tocarla. Vosotros no los habéis aplicado se- paradamente, sino solo á dos grados de la escala ó al or- den completo de las flores, y no á las clases, primer grado de esta escala que comprende á las tribus, ni á los géne- ros que sobre el escalón inferior vienen á colocarseá su vez en el seno de las familias. Aquel de vuestros succe- sores que sin tener, la pretensión ridicula de igualaros, sepa comprender mejor la secreta simpatía, que existe en- tre vuestras dos sabias distribuciones, será el que mas se aproxime al orden verdaderamente natural y que hará la botánica mas usual y agradable restituyéndole su claridad primaria." Lo dicho nos parece suficiente para que Jas señoritas mexicanas puedan comprender, que las dificultades que tan justamente se impugnan á la práctica rutinera de las eti- quetas, clasificación y nomenclatura botánica, de las que hoy no puede prescindirse, pertenece menos á la ciencia256 Considerada en sí misma, que á Ja enseñanza de que hoy sé usa para esplicarla. Si el imperio del bello sexo, tan pode- roso siempre sobre los espíritus mas rebeldes, llega á ven- cer al fin la obstinación que á veces se apodera de los hombres mas sabios, seguramente se encontrará en el nue- vo método fundado sobre un verdadero sistema floral, ese encanto nativo de instrucción sólida, que la naturale- za jamás ha olvidado en todas sus obras. Nada igualarla entonces al brillante espectáculo de las flores; porque él no se limita á excitaren el alma sentimientos deliciosos, sino que se estiende mas que cualquiera otro á las facul- tades del alma por la variedad de relaciones que mantie- nen los tres reinos de la naturaleza en eterna alianza: y puesto que el vegetal es, por decirlo así, su centro común, nada seria mas justo que escogerlo para servir de intro- ducción al estudio de la naturaleza.—/. G. inguna señorita por muy cuidadosa y aseada que sea, puede libertarse de recibir por cualquier cohtigencia una mancha en su vestido. Pocas habrá que no sepan el modo de quitarlas; pero por una consecuencia natural los ácidos ó los ingredientes, que sirven para desmanchar, suelen quitar también el color á las telas en el sitio don- de estaba la mancha. Para evitar este inconveniente, se ha encontrado un arbitrio muy sencillo, y es que cuan- do ha desaparecido ya la mancha, se frota ligeramente la parte que ha perdido el color con un algodón mojado en álcali, procurando no restregar sino dos ó tres veces con un mismo pedazo de algodón. Con esto solo volverá el color á su primitiva viveza. Es inútil hacer el elogio de este modo de restituir los colores decaídos, pues la espe- riencia convencerá mejor á nuestras amables suscritoras de su eficacia y sencillez. (Semanario Pintoresco Español.)Beppo, © el Carnaval de Ye necia. odos saben que ea los países católicos, algunas sema- nas antes del miércoles de ceniza, las gentes por elevado que sea su rango ó por humilde que sea su condición, se entregan á toda clase de diversiones, tocando, comiendo, bailando y vistiéndose de máscara. Desde el momento en que la noche cubre á los cielos con su negro manto, comienza un tiempo en que pare- ce que el juicio rompe sus cadenas y la locura se valan- céa sobré la punta de los pies, siempre en acción, en ri- sa y broma entre canciones y refranes, entre gritos y alharacas y oyendo toda clase de músicas. Hay trages espléndidos, máscaras de todos tiempos y de todas naciones. Turcos, judíos, arlequines y bufo- nes, griegos, romanos é hindous, y cada uno según su fantasía, puede escoger cualquiera especie de disfraces para la fiesta llamada el Carnaval, palabra que significa la despedida de la carne, en razón de que durante la cua- resma, solo se come pescado fresco ó salado. ¿Mas por qué preceden á la cuaresma tantos regocijos? Eso es lo que yo no sé, aunque presumo que debe ser como cuan- do bebemos un vaso de vino al despedirnos de nuestros amigos poco antes de montar á la diligencia ó de embar- carnos en un bote ó en una canoa. De todas las ciudades en que el Garnavál es más ale- gre, mas rico en danzas, cantos, serenatas, bailes, mas- caradas, pantomimas y misterios y en otras diversiones que no tengo tiempo de citar, Venecia es la que aventaja á las otras, y en la época en que fijo mi historia, esta ciudad hija de los mares se hallaba en el apogeo de todá tom. i.—c. 12. 34 258 su gloria.—Las venecianas, cuyos hermosos rostros están adornados de ojos negros y cejas bien arqueadas; y cuya fisonomía es tan dulce como la que copiaban los griegos en las artes antiguas y que tan mal imitan los moder- nos, cuando se asoman á sus balcones se parecen á las Venus del Ticiano, siendo de ellas la mejor la que puede verse en Florencia. En sus colores se nota la mas admira- ble espresion de belleza y de verdad. En una palabra, las venecianas eran como un retrato de Georgina asomada á su balcón; porque la belleza algunas veces tiene sumejor punto de vista á cierta distancia. Hace algunos años, treinta ó cuarenta á lo menos, que el Carnaval de Venecia estaba en todo su esplendor, así como toda clase de bufonerías y de disfraces. Una da- ma iba á ver las mascaradas, y aunque no puedo adivi- nar su verdadero nombre, la llamarémos Laura, ya que este nombre se encuentra con tanta frecuencia en mis versos. Ni era vieja ni joven, ni habia llegado á aquel número de años, que algunas gentes llaman de cierta edad, aunque á mí me parezca la mas incierta, porque jamás he oido decir; que se haya decidido, ni nadie puede deci- dir verbalmente ó por escrito la época precisa que quie- re designarse por estas palabras. Laura estaba fresca todavía y habia sacado el,mejor partido de su tiempo, de suerte que adornada parecia muy bien, y rara vez habia fruncido la vista; por el contrario, siempre presentaba en su semblante la amable sonrisa y la coquetería en sus bellos ojos negros. Su marido navegaba en el mar Adriático con frecuen- cia y hacia también sus viages en los otros mares, de los que al volver tenia que sufrir su cuarentena algunas veces en el puerto; pero avisada su muger subia á la azotea mas259 elevada de su casa, desde donde podia fácilmente distin- guir el buque en que se encontraba el mercader su ma- rido que se llamaba Guiceppe y en diminutivo Beppo. Era robusto, y aunque quemado por el sol en sus viages, sin embargo era bastante bien parecido; á su ingenio na- tural acompañaba bastante energía: eu su profesión se aseguraba que ningún marino de mejores circunstancias habia pisado jamás la cubierta de un buque. Habiendo emprendido uno de sus frecuentes viages, pa- saron muchos meses sin que Laura tupiese de su paradero, algunas personas creían que el buque se babia perdido, otras mas maliciosas aseguraban que Beppo cargado de deudas no podria presentarse otra vez en Venecia, y al ca- bo de tres ó cuatro años no dejó de haber quien saludase á Laura con la afligida espresion de quien dá el pésame á una viuda, indicando en medias palabras el horror de un naufragio y el choque de un buque contra los erizados es- collos. Sus amigas recordaban lo patético de la última se- paración de los dos esposos. Guando Beppo habia dejado á su Ariadna arrodillado tristemente sobre las costas deL Adriático, sus presentimientos habían sido tan funestos como proféticos. Laura aguardó por mucho tiempo aunque en vano, bien la venida de Beppo ó bieu la ratificación de su muerte, llo- ró como pudo y pasó su duelo lo menos mal que le fué po- sible, perdió la gana de comer, no podia dormir tranqui- lamente, su soledad comenzó á fastidiarle, y al fin un dia le ocurrió reflexionar que su situación aislada, á la vez que agotaba los recursos para su subsistencia, le hacia inso- porloble la vida, no dejaba de haber algunos que se ofre- ciesen á mejorar su situación. Mas entre ellos solo pudp conceder alguna pequeña distinción á un conde de quien.26a se decía que á su juventud y buen personal reunia la ri- queza y la liberalidad; sin embargo, al ofrecerle esle su mano no pudo menos de insinuarle que no la lograria si antes no procuraba asegurar de un modo auténtico la muerte de Beppo. El conde aguardaba de un momento á otro noticias fi- dedignas sobre la catástrofe del difunto cuando llegó el Carnavál. Laura se resolvió á concurrir á la diversión con el objeto de distraerse un poco, pues estando muy abatida, acaso podría reanimarse adivinando quienes eran las personas que se ocultaban bajo esta ó aquella máscara. En efecto, le dijo el conde, vuestra melancolía que se aumenta diariamente, tal vez encontrará en el baile algo que pueda distraeros durante una media hora. Laura atraviesa por en medio de la multitud bullicio- sa, hablando ya con este, ya con aq - 1, á quien hace una pequeña reverencia, á quien un saludo ligero; se queja del calor y el conde se apresura á proporcionarle un va- so de limonada la que bebe á tragos muy cortos. Esr. tiende su vista á toda la concurrencia y se lamenta de ver á la mayor parte de ella con trages tan mal puestos y cuya invención tiene tan poca gracia. Aquella, cuan- do podia venir con una peluca de máscara, se empeña en hacer creer que su pelo no solo es suyo porque le ha cos- tado su dinero, sino porque ha nacido en el casco de su cabeza. ¿Dónde habrá comprado aquella otra ese horri- ble turbante? ¡Qué pálida se muestra esa que pasa, y la que la acompaña qué aire tiene tan común y tan plebeyo! Mientras que Laura ocupada de este modo en mirar y ser vista, creia á sus amigas llenas de envidia, y mientras desfilaban á su frente las diversas parejas que se paseaban y con quienes cambiaba una que otra palahra, un másca,-261 ra parecía mirarla con una perseverancia que se hacia no- table. Estaba vestido de turco, y Laura que al advertir- lo concibió la triste idea del modo con que esla nación trata á las mugeres, no pudo menos de indicarle su pen- samiento al bailar con él una contradanza á que la invitó, habiéndole él manifestado que su disfraz solo consistía en la careta, pues en realidad era un verdadero musulmán. Pobres mugeres, le contestó Laura, ellas son tratadas en vuestro pais como un perro ó un caballo que se compran por un vil precio y se mantienen en un establo. Divaga- da la conversación el turco, con sagacidad logró infor- marse de su estado y situación y bien pronto supo que permanecia viuda y quo aun recordaba alguna memoria deBeppo: como una exhalación, abandonó entonces lasala del baile, dejando á Laura llena de confusión. Seishoras de cualquiera diversión y un bailede dos ó tres mil concurrentes, no puede menos de fastidiar á la perso- na mas decidida y de mas tono. La aurora estaba ya próxi- ma á anunciarse, y el conde con el chai en la mano le in- dicó que era tiempo de dejar el salón. La Góndola los aguardaba, y bogando sobre las olas silenciosas, pronto llegaron á la habitación de Laura. Mas cuál fué su sor- presa al par que la del conde, al ver delante de ellos en la puerta al mismo musulmán aunque sin máscara. Señor, le dijo el conde con aire amostazado, vuestra inesperada presencia en este sitio y en esta hora me da derecho á preguntaros ¿qué es lo que la motiva? si es algún equívoco como lo creo, yo espero que evitando todo cum- plimiento, os marcharéis muy presto. «¿Habéis compren- dido lo que os acabo de decir?" «Señor, contestó el tur- co en buen italiano, nada hay de equívoco ni de sorpresa, esta dama es mi muger y yo soy Beppo. Supe quo solici-262 tabais saber la certeza de mi muerte, y lie venido á acredi-. taros del modo mas inequívoco que estoy vivo." Una sorpresa semejante hizo cambiar mil veces de co- lor el semblante de Laura. En semejantes lances las in- glesas se desvanecen, las francesas se privan, las españo- las tiemblan; pero las italianas se conservan impávidas por mas tiempo, se dan lugar para invocar á todos los santos del cielo y se les vuelve la alma al cuerpo, ya con unas go- tas de espirítu de cuerno de ciervo, ya con algunas sales ó con agua simple, cuando no bay otra cosa que les rocié la cara. Laura dijo.... ¿pero qué podia decir? Píi una palabra; mas el conde invitó políticamente al estrangero que entra- se á la casa donde poclrian discutirse mejor semejantes ma- terias sin hacerse ridículos en el público por una escena verdaderamente cómica y en una noche de Carnaval. Entraron al efecto, pidieron café y se lessirvióesta be- bida que es tan exelente para los turcos como para los cristianos, aunque unos y otros lo hagan de muy distinto modo. Entonces Laura que habia estado pensando como romperia su silencio, comenzó, en estilo cortado, á hacer mil preguntas, sin dar tiempo á que le contestasen. «.¿Beppo, cuál es lu nombre pagano? Dios me bendiga. Tienes una barba de un tamaño tan espantoso, que creia era una parte de tu disfraz en la máscara..,. ¿Cómo has es. lado ausente tanto tiempo? ¿No ves que tal conducta es demasiado irregular? ¿Pero real y verdaderamente eres turco? ¿Y habrás tenido valor de casarte con otras mu-, geres? ¿Y es cierto que vosotros los turcos no coméis car- ne de puerco? ¡Cuántos años han pasado sin vernos! Pe- ro Beppo, esa barba no te viene bien: te la rasurarás den- tro de veinte y cuatro horas; porque aquí no hace frió, y263 por consiguiente no saldrás con ese trage ridículo que solo ha podido pasar en una noche de máscara. Después de mil preguntas y reflexiones tan inconexas como estas, dejó Laura de hablar. Mas ¿cómo respondió Beppo á to- das ellas? Yo no lo sé, y solo puedo decir: que habiendo sido arrojado por un naufragio á las costas de Argel, ha- bía sido cautivo, y en su esclavitud, por premio de su trabajo, habia recibido un pan negro y el castigo de la bastonada, hasta que unos piratas que abordaron á una ba- hía vecina lo libertaron, y unido con ellos, lo hicieron salir de su miserable estado con virtiéndolo en uno de los renegados mas ricos. Entonces el deseo de volver á la tierra natal se éxito de tal modo en su alma, que resolvió realizar sus bienes y volverá Italia en un navio que hacia vela para Corfú. Se embarcó con sus riquezas, el buque era velero y llegó al tiempo prometido por el capitán, salvo tres dias de calma que sufrieron y que no entraban en su cálculo. Beppo transportó sus mercaderías, y pasando por un verdadero mercader turco, se dirigió á Venecia aprove- chando los dias del Carnaval para poder presentarse á Laura en su trage de adopción. Su mugerlo recibió co- mo hemos visto: el condeno tuvo que decir una palabra sobre el éxito desús investigaciones funerarias, y Laura orgullosa con su constancia en no haber dado crédito á la muerte de Beppo, celebraba anualmente en el Carnavál con un suntuoso baile de máscara la vuelta de su querido musulmán. [Imitación de una novela veneciana de Lord Byron.~\ —QUIMICA. sta ciencia tiene mucha analogía con la física, pero vamos á mostrar en qué sé diferencia. La física trata de la acción de los cuerpos entre sí y sin atender precisa- mente á los cambios que esperimentan en la naturaleza íntima de su composición. La química, por el contrario, estudia especialmente la acción que las diversas sustancias ejercen una sobre otra, y las modificaciones que de ello resultan en su naturaleza y propiedades. Estas dos cien- cias se aj'udan mutuamente, y no podrían adelantar la una sin la otra. Esta primera lección abrazará parte de las considera- ciones generales; y aunque ofrezca menos atractivos que las lecciones siguientes, invitamos á nuestras lectoras para que presten atención á estos preliminares, pues cuanto siga será una amplificación de las proposiciones que á continuación emitimos. Suele decirse que la materia es divisible al infinito; pe- ro no es así, como tendrémos ocasión de hacerlo patente. Esta opinión de la divisibilidad de la materia hasta lo in- finito no es tan antigua como generalmente se piensa. Lucrecio no la tuvo, y dijo muy terminantemente que no se podria reproducir ningún cuerpo, si la naturaleza no hubiese puesto límite alguno á la división de los cuerpos. En el dia, es ya una verdad indisputable. La materia ciertamente es susceptible de grandísima divisibilidad; mas existe un límite á que nuestros medios de investiga-265 teion no nos permiten llegar, y pasado el cual, loda divi- sión de la materia es físicamente imposible; esta última parte de la materia dividida ha recibido el nombre de áto- mo. El átomo, no siendo frangible, tampoco es poroso, ni comprensible, porque la comprensibilidad habiendo de producir una disminución de volumen, hó puede tener lugar sino en cuerpos dotados de intersticios. Por la misma razón, el átomo no puede ser dilatado ni atrave- sado por el calor ó la luz. Nada sabemos acerca de la forma y dimensiones de los átomos, pero es sumamente probable que sus formas va- rien respecto á cada especie de sustancia, puesto que le- ñemos una certeza de la diferencia de sus pesos. Guando quedan dos cuerpos reducidos á su división atómica, obran reciprocamente sobre sí y dan origen á un cuerpo nuevo cuyas propiedades y aspecto son algu- nas veces esencialmente diversos de los que sirvieron pa- ra formarlo: esta recíproca acción de los átomos forma el objeto de la química. La reunión de dos sustancias da lugar á una mezcla ó á una combinación. Véase un ejem- plo de mezcla. Si s¿ muele azufre con mercurio, se lo- grará mezclar estos dos cuerpos mas ó menos íntimamen- te; pero el resultado de la operación siempre dejará per- ceptibles el-azufre y el mercurio. Si por un proceder cualquiera llegásemos á combinar lo que estaba solamen- te mezclado, se obtendria por resultado cinabrio ó ber- mellón, producto diferentísimo del azufre y del mercurio: Preséntase ahora otra cuestión: ¿Están formados todos los cuerpos de una sustancia única propia dé cada cual? Evidentemente que no; pues, sin salir del ejemplo del ci- nabrio, ya le vemos compuesto de dos sustancias. Pero éstos mismos cuerpos azufre y mercurio ¿son compues- TOM. I. 35J 266 tos? Podría ser que lo fuesen, en cuyo caso aun se pre* guntaria si las mismas sustancias que lian formado el azu* fre y el mercurio son compuestas^ y así sucesivamente de un modo indefinido. Mas no es de esta suerte, y hoy 6e enumeran cincuenta y cuatro cuerpos que están for- mados de una materia homogénea, diferente para cada uno de ellos. A estos cuerpos se les llama elementos ó cuerpos simples y sirven para formar todos los restan- tes, pero aquellos cuya naturaleza es mas complexa ape- nas contienen cuatro. El número de los cuerpos simples debe ser variable, y haciendo la ciencia progresos tan rápidos, puede descubrir otros nuevos, así como también es posible que se llegue á descomponer algunos de los re- putados simples. No hace mas de un siglo que aun se admitian cuatro elementos, el aguctj el aire_, la tierra y el Juego, pero nin- guno de estos es cuerpo simple. Los físicos del siglo XVII se afanaron mucho por saber cuál era la naturaleza del Juego; pero como forjaban sistemas en vez de hacer es- perimentos, no es de maravillar que nada hubiesen en- contrado. Pudiéramos decir á Rohaut y aun á Descartes: ¿Qué idea tienes tú de lo que llamas fuego? Esta teoría de los cuatro elementos que entraban á formar todos los cuerpos, contaba numerosos partidarios. LuisRacineno se desdeña de combatirla en su poema, pero va errado en atribuirla á Lucrecio, que dijo positivamente lo contrario. Mucho distan de la verdad los que piensan que la mez- cla de los elementos, la combinación del aire con el agua, la tierra y el fuego han podido producir todos los séres. La química, como ciencia, no empezó hasta fines del siglo último, porque no se pueden considerar como cuer- po de doctrina las recelas y espirementos misteriosos y estravagantes de los alquimistas de la edad media.261 DE LAS LEYES QUE PRESIDEN A LA COMBINACION DE LOS CUERPOS. Los cuerpos se combinan según leyes muy simples, al contrario de las mezclas que se hacen bajo todas las pro- porciones; por ejemplo, el azufre y el mercurio pueden mezclarse en un número infinito de proprciones; mas no sucede lo mismo respecto á la combinación de estas, dos sustancias. La combinación se hace átomos por átomoSj ó de un átomo de un cuerpo con dos, tres, ó bien con cuatro áto- mos de otro cuerpo, y jamás de otra suerte. Un átomo de azufre y un átomo de mercurio darán un producto; dos de azufre y uno de mercurio darán otro. El pri- mero será negro, y el segundo será rojo: pero si se inten- ta combinar dos átomos de azufre con tres de mercurio, según las circunstancias que acompañen á la operación se obtendrá: Sulfuro negro ó, dos de azufre y des de mercurio no combinado y que permanecerá en estado de tal, ó bien un átomo de mercurio y dosde azufre, que darán cinabrio. El número de los cuerpos compuestos, enteramente for- mados en la naturaleza, juntamente con los que son pro- ducto de las artes, debe ser muy grande, y si á cada uno se hubiera impuesto un nombre arbitrario, no habría me- moria humana capaz de retenerlos. Cuy ton de Morveau propuso una nomenclatura que recibió de Lavoisier no- tables modificaciones. Esta nomenclatura es tal, que da á conocer la naturaleza de las sustancias y sus propor- ciones. Así que, con un corto número de palabras se pueden nombrar todas las sustancias que los cincuenta y cuatro cuerpos simples pueden formar, á la manera que con diez cifras se escriben todos los números posibles.268 En la lección siguiente manifestaremos la nomenclatura química. nomenclatura. Los cuerpos coQipuestos pueden divi- dirse en cinco clases principales: 1 .n los formados por la reunión de dos, tres ó cuatro cuerpos simples, y á los cuales se denomina compuestos binarios, ternarios, cua- ternarios; 2.a los que con el oxígeno y un cuerpo simple forman óxidos; 3.a aquellos en que el oxígeno y un cuer- po simple forman un ácido. El hidrógeno puede formar también ácidos, que se designan con el nombre genérico Aehidr ácidos; 4.a las combinaciones de un ácido y de un óxido que se llaman sales; 5.a las combinaciones de los metales entre sí ó ligas. El oxígeno, cuya historia daremos, es un gas que en- tra en un quinto ó mas bien en 21 centésimas para la com- posición del aire. Se combina con todos los cuerpos simples conocidos, y cuando los compuestos que forma no tienen un sabor análogo al del vinagre, se les llama óxidos. Si la combinación se verifica átomo por átomo, el cuer- po se llama protóxido. Si hay dos átomos de oxígeno, se llama deutóxido,, y si hay tres, peróxido. Estas tres especies de óxidos son muy desemejantes en- tre sí. Tomemos el plomo por ejemplo: uno de sus óxi- dos será amarillo (el litarjirio)j el otro rojo (el minio), y el tercero moreno oscuro. Los óxidos, cuando son so- lubles, ó capaces de disolverse tienen la propiedad de po- ner verde el jarabe de violeta, ó de restituir el azul á la tintura de tornasol enrojecida por un ácido. El oxígeno puede también formar ácidos: sírvannos de, ejemplo el azufre y el oxígeno que forman muchos áci- dos. El primero, ó el menos oxigenado, se espresa dan-269 $o al cuerpo simple la terminación en oso: por ejemplo^ ácido sulfuroso es el que se forma quemando azufre al aire libre. El otro ácido mas oxigenado toma la termina- ción en ¡cOj como el sulfúrico, llamado en otro tiempo aceite de vitriolo. Hay otro ácido menos oxigenado que el sulfuroso, á que se da el nombre de hipo-sulfuroso, y otro intermedio del sulfuroso al sulfúrico, cual es el ácido hipo-sulfúrico. Si hubiésemos tomado por ejemplo el fósforo, habría- mos tenido los ácidos liipo-jbsforosOj fosforoso } hipo fos- fórico y fosfórico. El azoé nos hubiera dado los ácidos hipo-azooso, azo- oso, hipo-azoólico y azoótico (agua fuerte); y lo mismo seria en todos los demás, pues las terminaciones oso éico modifican el nombre de la sustancia combinada con el oxígeno. Cuando el ácido está formado por el hidrógeno en re- emplazo del. oxígeno, la terminación ico va precedida de la palabra hidro: por ejemplo, ácido hidro sulfúrico. Co- nociéndose una combinación no mas del hidrógeno con los cuerpos simples, todos estos ácidos tienen la termina- ción ico. La combinación de un ácido y de un óxido forma una sal. El nombre dado á este género de compuestos es tal que indica la naturaleza del ácido y del óxido. Si el ácido tiene la terminación ico, dase á la sal la termina- ción en ato: por ejemplo, ácido sulfúrico y óxido de plo- mo forman sulfato de plomo; y se indica la naturaleza del óxido, diciendo sulfato de protbxido ó de deutóxido de plomo, y aun mas abreviado, pr oto-sulfato_, deuto sul- fato, &c. Cuando la terminación del ácido es en oso_, la de la sal es en ito, como el sulfito de plomo, indicáudose de la misma'suerte la naturaleza del óxido.270 Las sales formadas por los hidrácidos tienen también su terminación en ato: por ejemplo, hidi o-sulfato de potasa. La combinación de los ácidos y de los óxidos puede hacerse de tres maneras: 1.a un átomo de ácido y unáto- mo de óxido, en cuyo caso la sal se llama neutra; 2.a dos átomos de ácido y uno de óxido, y esta se llama sobresal ó sal acida: por ejemplo^ fosfato Acido de cal, ó sobre- fosfato de cal; 3.a un átomo de ácido y dos átomos de óxido: enlónces se la denomina sal básica ó subsal; por ejemplo, subazoato de plomo. El ácido azoótico se llamaba antiguamente ácido ní- trico, y sus sales nitratos. Suele decirse subnitrato de plomo; pero otro dia veremos que las denominaciosne ácido azoótico y azoato son las mejor adecuadas. Los compuestos binarios se enuncian dando á uno dé- los cuerpos simples la terminación uro: por ejemplo, car- buro de azufre (licor humeante de Libavius); y también pudiera citarse el sulfuro de carbono. Los metales nunca toman la terminación urOj diciéndose cloruro de plnta_, sulfuro de hierrOj y jamás arjenturo de cloro,, &c. Los compuestos ternarios y cuaternarios entran casi todos en una categoría análoga á las sales, ácidos ú óxidos, que ya se ha visto como hemos de nombrar. Las combinaciones de los metales se llaman ligas, di- ciéndose liga de oro y cobrej triple liga de plomo j estañb bismuto: si en algunas de estas ligas entra mercurio_, se le da el nombre de amalgama; por ejemplo, amalgama de- estaño_, que indica una liga de mercurio y estaño. Guando el agua se combina con ciertos cuerpos, hace las veces de ácido, y entonces decimos: que han pasado estos cuerpos al estado de hidratos: por ejemplo, lúdrato de cal_, que es como se denomina la cal muerta. Es me-271 hester no confundir la palabra hidrato con hidrurOj cuya última voz designa composición binaria en que entra el hidrógeno. Valiéndonos de algunos ejemplos, vamos á patentizar cuán fácil es con esta nomenclatura reconocer la natura- leza y los compuestos de un cuerpo, al oir pronunciar su hombre. Deutóxido de plomo: tiene dos átomos de oxí- geno y uno de plomo. Azoato de plomo: tiene ácido azoólico, óxido de plomo con un átomo de óxido y un átomo de base. Siibazoato de plomo: lo mismo con dos átomos de base. Deutosulfato de hierro: indica ácido sulfúrico y deutóxido de hierroó dos átomos de oxígeno y uno de hierro. Proiosulfito de hierro: ácido sulfuroso, ó un átomo de oxígeno y uno de azufre para el ácido, y Un átomo de oxígeno y uno de hierro para el óxido. Obvia es la superioridad inmensa de esta nomenclatu- ra respecto déla antigua, que á cada compuesto daba un nombre arbitrario, incapaz de recordar ninguna de sus propiedades. Tales eran las palabras sal de áuoo'Us, sal de glumberj &c. Ün mismo cuerpo solia tener varias denominaciones, como el protóxido de zinc, que se lla- maba latía philosophicctj pomphalix, nihil álbum. Si pres- to no se hubiera modificado esta rancia nomenclatura, el estudio de la química se habría hecho imposible; pues no hay memoria que pueda retener los nombres de mu- chos millares de sustancias, si tales nombres, impuestos por personas diferentes, en nada ayudan á conocer la na- turaleza de los cuerpos que designan, y sí muchas veces la misma sustancia se designa con varios nombres. (Se continuará.) CMuséo de Familias ó Revista universal de Barcelona. Año de 1840.J272 POESIA. REMITIDO DE UNA SEÑORITA MEXICANA SUSCRITORA AI, SEMANARIO. iiíi apuros® %wmxm* ¿ eis aquella joven Atractiva y bella, Que el pecho por ella Se inquieta amoroso? Ese es ¡ay de mi! El bien adorable Qué al mirarme afable Turbo mi reposo. En sús ojos lindos El amor anida, Y mortal herida Ácesta alevoso. Ün dia sus luces Fijáronse en mí Y el fuego en que ardí Turbo mi reposo. Su labio de rosa La grata sonrisa Entreabre, y hechiza Cual la miel sabrosa Y grata dulzura Que á mí no me es dado Libar, desdichado Turbó mi reposo. De su alma las gracias Que al hablar ostenta El encanto aumenta Su acento armonioso, Aun creo escuchar Su voz hechicera Que la vez primera Turbó mi reposo. Yo vi en su regazo El Fruto querido De su amor, dormido, Inquieto y celoso: Mostrómelo amable, Y al ver su hermosura De otro la ventura Turbó mi reposo. ¡Oh, quien á tu lado Felice estuviera, 0 amado se viera Un dia, dichoso! Bendijera entonces La hora afortunada En que su mirada Turbó mi reposo.—R.273 O el baile de masearas dé Madrid. —¿TPeiwites que me siente junto á tí, scrranita? —Con mucho gusto. ¿Me conoces por ventura? —No, hasta ahora no, y es muy posihle que me suce- da lo mismo aunque te quites la careta. Pero ¿qué im- porta? Esta noche podemos empezar á conocernos y á tratarnos, si quieres. Los conocimientos que se hacen en un haile de máscaras no suelen ser los peores. —También suelen dar terribles petardos. —No seré yo quien te lo niegue, que algunos he lleva- do; pero____ —Y algunos habrás dado también. —No. Poco puede engañar quien acostumbra á pre- sentarse en todas parles sin esceptuar los saraos de carna- vál, con su cara descubierta. —En efecto: tú no tienes porque ocultarla, y no de to- dos los hombres se puede decir lo mismo. —Gracias, amable serrana. ¿Me conoces según eso? Sí, de vista. Me han dicho que eres poeta. ¿Quieres hacerme versos? —Te los haré, si lo deseas, porque siempre me he pre- ciado de complaciente con las damas; pero sepa yo pri- mero tu nombre. A.tribúyeme cualquiera: Filis, Laura Filena; uno que te paresca poético. Yo no te he de decir el mió verdadero sino el primero que me ocurra; con quemas vale que tú propio lo finjas á tu gusto. —Pero sin ver, al menos, el rostro cuyas perfecciones tom. i. 36274 he de ensalzar, sin conocer al dulce objeto de mis inspira- ciones...... —¿Eso dice un poeta? A vosotros que vivis siempre en las ilimitadas regiones de lo ideal, ¿qué falta os hace la pre- sencia de los objetos de vuestro culto? Yo, por mi parte no fio tanto de mi cara, ni me parece tan estéril tu imagi- nación, que me aventure á descubrirme. —Verdad es que los poetas, ya que en su número me quieres contar, solemos pasear nuestro espíritu por las es- pacios imaginarios: pero no nos alimentamos solo de ilu- siones. —¿Y cuál puedes tú prometerte de ver mi cara? —El de admirarla si es bonita como presumo: el de ado- rarte____ —¡Siempre tenéis la adoración en la boca! Mereceríais los poetas que os desterrasen de toda república cristiana y bien constituida. —¿Por qué, bien mió? —Sidecislo que siente vuestro corazón, por idólatras impíos; y si lo contrario, por embusteros. Haces bien en venir sin careta. Los poetas no la necesitáis para men- tir. Siempre estáis de máscara. —Si eso es cierto, con mucho gusto acepto por mi par- te una cualidad que tanto me asemeja al bello sexo. —¿Tan fingidas somos las mugeres? Sí, mascarita. En cuanto á eso, no podéis decir que os acusan los hombres sin fundamento; pero es preciso con- fesar ai mismo tiempo que la desconfianzay la tiranía de los hombres ocasiona vuestra falta de sinceridad, y que vues- tras ficciones son por lo general muy dignas de indulgen- cia porque os obliga á ellas el mismo deseo de agradarnos- —¿Pero es posible que no he de verte la cara?275 —No puede ser. El deseo de agradarte me aconseja que conserve careta. ¿Has necesitado verme la cara para suponerla llena de perfecciones? ¿No me llamaste de buenas á primeras dul- ce objeto de tus inspiraciones} Créeme; tu interés y el mió se oponen al acto de condescendencia que solicitas. Mien- tras permanezca tapada, estoy segura de oir en tu boca frases lisonjeras, á que tal vez no estoy acostumbrada. Si desaparece de mi rostro ¡á Dios ilusión! La yerta cor- tesanía, la adusta seriedad sucederán á los elogios., á la tier- na adhesión con que, si no engreída, me tienes á lo menos divertida. —Esa modestia es para mí la prueba mas evidente de tu mucho mérito,. —Sí; ya que carezca de otro, tengo el mérito de ser mo- desta. ... Digo mal: de ser sincera. —A poder yo confundirte con el vulgo de las mugeres no me costaría ahora mucho trabajo el creerle. El car- naval no es otra cosa que el reverso de la medalla del mun- do, y sin duda las damas á la sombra del tafetán, que pare- ce convidarlas á mentir, Ungen menos que con su propia cara. Pero tú ... Tú no eres fea: lo puedo jurar. A fuer- za de errores y desengaños he llegado á adquirir cierto tacto, en punto á calificar máscaras. No me equivoco así comoquiera. ¡Oh! ¡tengoyo buena nariz! (Aldeciresto advertí en mi iuterlocura un movimiento como de sor- presa ó dti disgusto. Me figuré que había sonado mal á sus oidos una frase tan vulgar, y me apresuré á disculpar- me pomo haberme espresado con la cultura que ella me- recía; pero riéndose mi serrana me manifestó con suma fi- nura queme perdonaba y yo continué);—Solo por una cosa sentiría que te desuiascarases.—¿Por qué? —Porque ya no me sería lícito hablarte como á una serrana, como á una máscara. ¿No es un dolor el haber de renunciar á esta cariñosa familiaridad, á este delicioso lateo que permiten los bailes de Carnaval? Ahora te ha- blo como se hablan los amigos íntimos, los hermanos, los esposos. —Pues, y si cometo la indiscreción de quitarme la ca- reta, te faltará tiempo para levantarte y apenas podrás articular un tibio y desapacible: á ios pies (le V. —¿Me juzgas capaz de semejante desatención? Quiero suponer por un momento que eres fea, horrible: ¿Te des- pojarías con la careta, que me está desesperando, de los atractivos de tu conversación, de esa voz que me hechi- za, de esa afabilidad que me cautiva, de esa gracia que me embelesa? ¿Cómo puede parecer una muger mal con tales dotes? Si tu cara es fea, yo te lo perdono. — Mira lo que dices. ¿Serás tú mas indulgente que los demás hombres? ¿Estarás menos dominado que ellos por el amor propio? La fealdad es para vosotros el mayor crimen de una muger. —O yo soy de otra especie, ó tú calumnias á los hom- bres, ser ranita. Desata si no, esa carátula envidiosa de mi dicha, y verás como, lejos de entibiarse, se aumenta mi cariño. Y no creas que es tan aventurada mi propo- sición. ¿Dónde puede residir esa fealdad con que preten- des asustarme? ¿No veo yo la mórvida elegancia de tu talle y tu hermosa mano? ¿No me hieren los rayos de esos morenos ojos? ¿Esas trenzas de ébano que forman tan bello contraste con la animada blancura de tu garganta? —Pues con todos esos primores que tanto encareces, te aseguro que soy una visión y que has de horripilarte si me descubro.27? —¡Oh, que no! ¡Si es imposible.... Tu cuerpo, tus fac- ciones!____ —¿Las has vislo todas? —Puedo decir que sí. La nariz es lo único____ [Áíjuí me interrumpió con una carcajada). ¿Te ríes? ¿Eres aca- so.... roma? O Cartazo. ¿Qué sé yo?.... No le empeñes en ave- riguarlo. —No; no es posible que una ftaríz anómala y heterogé- nea desluzca el grato conjunto de tantos atractivos. Y sobre lodo yo acepto todas las consecuencias del favor que te pido. Con esa boca, con esos ojos, con esas formas in- comparables____yo te permito que sea chata ó narigona. ¡Ea, descúbrete! ¿Me obligarás á que te lo niegue de rodillas? ¿Mees- por.drás á ser la irrisión del baile? —Basta: bien. ¿Tú lo quieres? Me vas á ver sin más- cara. ¡Que hayamos de ser tan débiles las mugeres!..... —¡Oh gloria! ¡Oh ventura! ¡Envidiadme, mortales! ¡Dadme la lira., ó musas! En este momento soy Pindaro, soy Tirteo..... —En este momento eres un insensato. —¡Ab! Ya está, Hermo.... No pude concluir el vocablo; tal fué mi sorpresa^ tal mi asombro, tal mi terror. ¡Qué nariz!! ¡Que nariz!! No hubiera creído que la naturaleza fuese capaz de llevar á tal estremo el pleonasmo, la hipérbole, la amplificación. El soneto de Que vedo: Erase un hombre á una nariz pegado____seria pohre y descolorido para piularla. Aquella no era nariz huma- na. Aquello era una remolacha, un alfange, un guarda canto, una pirámide de Egipto. ¡Gran Dios! ¡Y dicen que278 nuestra patria se está regenerando! ¿Pues cómo se con- sienten todavía tamaños almsos? Si se condena todo lo intempestivo, lodo lo exagerado^, ¿cómo no se dá una ley contra exageración de las narices? En medio del horror que me causaba aquella funesta mutación de escena,, hubiera yo querido separarme de la nariguda serrana sin incurrir en la nota de grosero. Hice increibles esfuerzos para proferir algunas frases de galante- ría.... ¡Imposible! Si hubiera yo tenido delante de mí un espejo, estoy seguro de haber visto entonces la cara de un tonto. Por dicha mia, la serrana, que sin duda habia aprendi- do á resignarse con su deformidad y con todos los efectos de ella, se reia muy de buena fé, no sé si de mi conflicto ó de sí propia. Esto me dió ánimo para levantarme con pre- testo de ir á saludar á un amigo, y sin osar mirarla otra vez, me despedí con un seco y displicente: ú los pies de V. El rubor daba alas á mis pies; me faltaba tierra para huir; tropezaba en muebles y en personas, y me hubiera mar- chado á mi casa, sin rescatar la capa, á no haberme escita- do la misma pesadumbre que tenia, una hambre tan desa- forada____como la nariz á cuya sombra anocheció mi ale- ga.rí Volé pues á la fonda, me apoderé de una mesa, ar- rebaté la lista, pedí lo que mas pronto me pudieran traer; comí, no ya con apetito, coniza, de cuatro platos diferen-. tes, y ya me iban á traer el quinto, cuando he aquí, que se sienta en frente de mí— ¡justicia divina!____la misma ser- rana, ó por mejor decir, la misma nariz que poco antes me habia horrorizado. Mi primer impulso fué levantarme y correr, pero la chusca serrana me dejó petrificado dicién- domecon una dulzura infernal .— —¡Qué! ¿Se va V. por no convidarme á cenar?279 Yo me turbé como un necio____y la nariz se reia, y por mi desgracia no se reia el máscara que la acompañaba, que lo hubiera celebrado por poder desahogar contra él mi furor. —Señora____ —No le liaré á V. mucho gasto. Un vaso de ponché y nada mas. Semejante descaro me picó vivamente y resolví ven- garme mofándome de ella. --Tendré muchísimo gusto en obsequiará V. señorita; pero temo que esa nariz usurpe las funciones de la boca. Si no se quita V. la careta j no sé comO.... —Claro éstá. No había de beber con ella. Me la quitaré. — ¡Cómo!____¿Qué dice V?____Pues____ En esto, echó mano á su nariz y____¡se Ja arrancó!!! ¡Pecador de mí! Era postiza, era de cartón,y quedó descubierta la suya verdadera, no menos agraciada y per- fecta que las demás facciones de su cara. ¿Cómo pintar mi vergüenza, mi desesperación al ver tan preciosa criatura y al recordar la ligereza, la descortesía, la iniquidad de mi conducta? Iba á pedirla mil perdones, á besar postrado el polvo de sus pies; pero la cruel dió el brazo á su pareja, me desconcertó con una mirada se- vera, y desapereció diciéndome fríamente: Beso á V. la viano.—Manuel bretón de los herreros. [El Tiempo.] k responsabilidad que lleva consigo el carácter de ma- dre reclama imperiosamente délas que lo son, que procu- ren por cuantos medios están al alcance de su posibilidad el hacer de sus hijos seres buenos y racionales. No se con- sigue esto con solo enviarlos á la escuela á cierta edad.280 La educación mas esencial, aquella que en lo sucesivo lie; ne mas influencia en nuestro carácter, inclinaciones, ideas y consiguiente bienestar futuro, es la que recibimos bajó el techo paterno, la educación doméstica: sin ella los es- fuerzos del instructor mas celoso é inteligente son infruc- tuosos;, y viene á ser puramente accidental el que el niño sea en lo sucesivo malo ó virtuoso. Aun los mejores maestros carecen de ocasiones en que poder observar los diversos matices del carácter de un niño, pues no hay en la regularidad de la enseñanza, oportunidad de que pue- dan manifestarse. En casa, en sus juegos, en las opera- ciones de la vida doméstica, libre de la sujeción que le impone el temor de la férula pedagógica, es donde se des- plegan las inclinaciones y la Índole del niño. Ni están todos los maestros dotados de la suficiente constancia y asiduidad para manejar y dirigir bien las propensiones de la niñez, y aun suponiendo que lo estén ¿quién mejor que una madre puede inculcar en la mente de su hijo las má- ximas de sana moral? Enunciadas por el labio de una ma- dre amorosa hacia quien desde la cuna esperimentó el ni- ño las mas dulces sensaciones de amor y confianza, no podrán ser consideradas por él como preceptos áridos y cansados. Es pues mucho mas fácil para una madre for- mar el carácter de su hijo, si bien aun con los mejores deseos deja tal vez de conseguirlo por equivocar los me- dios que debe emplear; pero lo repetimos, toda madre bien sea instruida ó ignorante, rica ó pobre ejerce una decidida influencia sobre el carácter moral de sus hijos, y tiene en su mano el hacerlos ó no miembros útiles y dignos de la sociedad. A este fin deben enseñar á los ni- ños tanto con el ejemplo como con el precepto. No crean haber llenado su deber con amonestarles para que obren rectamente, si al mismo tiempo está en oposición su pro- pia conducta con las máximas que desean inculcar. Los niños están dotados de una penetración estráordinaria pa- ra descubrir la menor contradicción entre las obras v los preceptos. Debemos pues procurar, ser en lo posible, lo que queremos que sean nuestros hijos. Esta máxima es sin duda alguna de las mas importantes para dirigir con acierto la educación déla niñez. (Semanario Pintoresco Español.)281 ('(^uiKíf sino el Semanario de las Señoritas tendría mayor derecho para hablar de las modas? Pero léjosde imitar este periódico a los esclavos de esa reina de la civilización, le- jos de reconocer su poder despótico y de humillarse bajo su cetro de gaza y de flores se presentará con libertad á discutir sus decretos, á rectificarlos y aun ;í veces á com- batirlos siempre que las modas no estén en armonía con la salubridad, la razón, ó el buen gusto. El locador es una de las necesidades del bello se\o en nuestros dias. Sea cual fuere su edad ó su fortuna, las mu- geres se ven obligadas á mirar con cuidado su trage y com- postura; unas para embellcer las gracias de la naturaleza, las otras para ocultar acaso sus defectos, porque el deseo de agradarse ha hecho como indispensable en nuestro si- glo para vivir en sociedad. La moda, conquistadora por naturaleza, estiende su im- perio así en el reino de las arles como en la república de las letras y de la industria; ejerce su influencia en las cos- tumbres y los placeres, en las esperanzas y los deseos, y aun en los dolores, las enfermedades y las aflixiones. Entre bullas y desconcertados alaridos ha muerto en México el Carnaval, cuya moda comenzó á estenderse en el año pasado y ha continuado con furor en el presente; y aunque se anuncian todavía algunos bailes particulares de máscaras, puede decirse que el Carnaval murió qui- tándose para espirar la Careta descascarada ya con el su- dor y el calor de tantos bailes. Las señoritas mexicanas que asisteiron á ellos amarill asymacilenlas, cansadas~de cuerpo y confusas de ánimo fuéronse á dormir con mas tom. i. —c, 13. 3?282 lentitud y parsimonia quA \-á que* tuvieron para concur- rir á ellos, quedándoles únicamente la triste distracción de contar lo que en ellos observaron y suponiendo algu- nas, solo con el objeto de hacer reir, lances que acaso no existieron, mientras otras no dejan de afectar una impor- tancia muy grande por no haberse vestido de máscara, aunque á decir verdad semejante resolución acaso fué mas bien hija de la necesidad que de la virtud. Aunque por nuestros deberes filiales no pudimos con- currir á los bailes de máscara, algunos amigos nos han in- formado de su brillantez y concurrencia; así como de la diversidad, gracia, perfección y exactitud de algunos trajes á la vez quede la incorrección y ridiculez de otros. Por este motivo sustituimos á la descripción de los bailes que deber/a ocupar este lugar, el presente artículo de modas, no obstante que la influencia déla careta dura todavía en la mayor parle de nuestras tertulias y en la concurrencia á nuestro hermosísimo paseo llamado de la viga que ha co- menzado ya, de modo que nadie piensa en trages ni pei- nados de una manera, capaz de añadir algo á los cjue se lle- vaban antes del carnaval; si no es una que otra modista que demasiado previsora comienza á disponer algún tra- ge de iglesia para la próxima semana santa. Oportuna- mente impondremos á nuestras lectoras si en esta materia tan importante hay alguna revolución de tocador, que me- rezca la pena de que la pongamos en su conocimiento; pues nos seria demasiado sensible que por falta de aviso ig- norasen la última moda para la semana santa. Dentro de algunos meses deben llegarnos las estampas de modas que hemos encargado á Europa; pero entretan- to creemos recibirán con agrado nuestras amables suscri- toras algunas indicaciones283 Sobre elorigen de las modas. Después de haber dudo eu el número tercero de este periódico la historia de los vestidos, trazaremos hoy las diversas modificaciones que el bello sexo ha dado á sus trages en la antigüedad; no obstante que sus anales no los ha escrito historiador alguno, 3' que entre los muchos manuscritos, que se han salvado del olvido ó que se han encontrado en las escavaciones del Herculano, de Pom- peya ó de la resucitada itálica, no hemos sabido se haya encontrado un solo número del periódico de las señori- tas ó de algún diario de modas de Roma, de Cartago ó de Atenas. Así es que para trazar la historia de los antiguos Iragcs, seria necesario que nos remontásemos hasta la mis- ma fuente de los monumentos auténticos, y que consul- tásemos las medallas, las estatuas, los bajos relieves, las piedras grabadas, los mosaicos y las obras de los pintores mas antiguos; sin embargo que entre estos el primero que fundó una escuela propia y distinguida por la observación fiel .de los trages y adornos mugeriles, ha sido el célebre Vien en el siglo pasado. Taima, el cómico moderno mas afamado espiólo en su favor esta mina apreciable descubierta por Vieiij y desde una época tan reciente data una de las mejoras mas considerables del teatro moderno, pues fué el primero que hizo aparecer sobre la escena á los actores con el verdadero trage de los perso- najes á quienes representan, vistiéndolos á la última mo- da del siglo ó de la época en que vivían. Por consiguiente solo podemos ofrecer hoy á las se- ñoritas nuestras lectoras, una sucinta descripción de los vestidos adoptados por las mugeres de la antigüedad, tan- to m,euos exacta cuanto quesiu estampas de color ni se- ria fjícjil espigarnos con propiedad, ni podría .compren-284 dársenos con exactitud. Sin embargo, publicaremos al- gunas del siglo pasado usadas en diversas naciones de Eu- ropa, y al hablar de la geografía de los diversos países no . olvidaremos por decontado, los Irages nacionales y los adornos peculiares del bello sexo. Las mugeres de los primeros romanos no se cubrían sino únicamente con la toga tjue era entonces común á los dos sexos; pero que muy pronto filé reemplazada pol- la tánica. En casi lodos los pueblos antiguos las mugeres hicieron uso de la túnica que ocupaba el lugar de la ca- misa, primero de lana y después de lino. La túnica tu- vo como la toga diversos nombres según las diversas formas que se le daban ó los adornos que se le iban agre- gando. La túnica de los griegos y los romanos consistía en un largo cuadrado cosido desde el borde inferior hasta las ca- deras, las mugeres sostenían su túnica sobre las espaldas por medio de un bolón, de un grueso mas ó menos con- siderable, que representaba un animal, una lira ó cual- quier otro objeto, y casi siempre era de oro, plata ú otro metal. Las formas de la túnica variaron hasta lo infinito, y cuando se hicieron de lino ú otra materia blanca y ligera, bajaba hasta los talones y subia tan alio, que les cubría hasta el pescuezo, sin dejar percibir sino solo el rostro: la coquetería comenzó á descubrir el cuello; la vanidad la recargó de bordados y de flores, y el capricho por úl- timo, adoptó una ligera manteleta para adornar sus estre- midades ó remates con franjas, de donde vino la idea de los collares, de las vueltas, las camisolas y los vuelos. Las franjas que en su origen no eran sino el pelo lar- go de las pieles que quedaban en la estremidad de los gé-ñeros de que se usaba, parece que tuvieron origen en el oriente, según las pinturas mas antiguas, v que or allá, calie- ron A lucir sendas capa», y estas eran de lo que llaman Paüo de Damas. Del mis- mo pañoso veían también muchos veslidoB, con jxico vuelo, y una nueva forma de mangas llamadas á la Amanda, adornadas con botones y divididas en dos hojas. Dichos vestidos han de ir muy ceñidos ¡i la cintura, y llevan triple íila de botones (Ktr dolante, que alcanza de arriba abajo. También se usa el casimir en esta clase de trage; ¡¡ero con la condición que lus botone» hun de ser de terciopelo, del miMiio color se entiende. ta gasa llamada de Chamberí/ es elegantísima en los tragcB de las jovencilas, y van lwrdados de seda, plata ü oro. Los encajes anchos que habian estado bastan, te de moda, se dcstierran visiblemente, y siguen gozando de inclusivo fiver el de lirusclas y la blonda. Estílansc asimismo runcho las toquillas de encaje, va blanco, ya negro, y también las de musolina bordada, guarnecidas de gasa 6 de encaje. Las mantillas de Orzandy liordadas á la chinesca, van muy bien con los vestidos de seda. Los cuellos de oían liso fileteados do Valcncienucx; los cuellos á la Unta, á lo Amazona y á la Francesa, gozan de la mejor aceptación, y se disputan entre sí la preferencia sobre los blancos hombros de las señoras de buen gusto. Son objetos indispensables do abrigo las manteletas, chales, mantas &c. &c.( con guarniciones de terciopelo, y ciertos pequeños mantos de (láñela. Pero des. euellau entre todos los mantos, unos de terciopelo forrados de seda blanca y guar- necidos de hermosas pieles. Su forma es como la de las pelerina», largos y termi- nando en puntas, con liorlas. Y ya que hablábamos de píele.;, liase de saber que; en estivmo tiaii nUBCada», y fi- guraban con esplendor en Ouas, guarniciones de vestidos y grandes esclavinas. Con las pieles competía para artículos de abrigo el terciopelo, que lucia particularmentesn unas pauob'tas de dicho pinero labrado; y í-in otro adorno que una rica franja rn lns orillas, ó alguna ve* or su hermosura las blancas (aunque son ]K>cas), y se llevan con sombrerillos de raso del mismo color cubiertos con una rcdesilla de seda. La felpilla se consume mucho en los adornos de aquellos. Kn cuanto á peinados, los de tertulia son de estilo orientul. El cabello irlas alio que lo que se ha usado últimamente, y los bucles mas cortos. Las guirnaldas han de ser á la Yatlirrt, á lo /Jornia y á la l'ompadour. Los adornos de encagey flores para la cabeza, sostienen su larga reputación, pero se ponen muy hacia atrás eri el peinado. El coral sigue constantemente siendo de preferencia para pendientes, collares j aderezos, sea el que se quiera el color del vestido." ASTRONÓMÍA.-Remitido. ^omó las bellas lectoras del Semanario de las Señoritas tengan simpatías tan pronunciadas con ese astro encanta- dor que plugo al Ser Supremo, colocar de satélite ;í Já tier- ra para alegrar nuestra vista, y hermosear todos los obje- tos, que de otro modo, por la ausencia del sol cubririan el caos y las oscuras sombras, creo rio les será desagrada- ble en este articulo la esplicacion del último eclips, par- ticular por la total osculación y desaparecimienlo de Ja casta Diosa, fenómeno que sucede raras veces; flotable por haber acaecido la noche del dia prefijado á la festivi- dad del santo mexicano Felipe, y digno de ocupar unas páginas del impreso dedicado á un sexo tan sentimental como hermoso; tan romántico como tierno, y en cuyos castos é inocentes corazones la luna excita aquella muelle y languidez que solo puede percibirse, sentirse y paladear- se al contemplarla lletui en el limwio cielo de la popu- losa México. Los eclipses no son otra cosa, señoritas, que la oculta- ción del sol ó de la luna, lo que sucede por la inlerpo-289 sicion de la primera ó tle Ja tierra, á semejanza de lo que vosotras hacéis con vuestros amantes, la vez que el celo interpone el fantasma de una rival. Los de sol no pue- den acaecer mas que en la conjunción, que es cuando la luna se halla cortando una línea tirada de el sol á la tierra y los de lana precisamente en la llena; porque entonces el e¡lobo que habitamos intercepta la luz con que el astro regenerador alumbraría ú la luna, si la sombra que pro- yecta la tierra no la privara de aquella luz fecunda. Es tan imposible que puedan suceder los eclipses, si no es en conjunción los de sol y en llena los de luna, que cuan- do la crucifixión del Salvador del mundo, al ver oscure- cer el sol á la hora en que espiró, estando la luna en lle- na, el sabio astrónomo San Dionisio Areopagila conoció el milagro y esclamó: uO la máquina del universo se destru- ye, ó el autor de la naturaleza padece." Así es que como no se repetirá el milagro, no debéis temer, lectoras be- llas, ver nunca ocultarse á el padre del día sino es en la conjunción, ni ála diosa nocturna sino cuando esté llena y aun todavía no en todas, sino en solas lasque la tierra interpuesta, le robe la prolifica luz. Sin embargo, aun estos mismos serán parciales siempre que la luna no esté en la eclíptica (*) sinoá las inmediacio- nes; y aun en el primer caso, esta presentará en el color diferencias considerables; porque cuando la luna está en C*J Circulo máximo de la esfera celeste, el cual cor- ta oblicuamente el ecuador f[J haciendo con él un ángu- lo de 23.° grados y medio, y señala el curso del sol du- rante el año. (!) Círculo máximo que Kr' considera en la calera y di-'.a igua'iiiuntr de lo» po- lo» dol mundo. Polos con rl Norte y el Sur, y quedan a la i/.quierda el primero, y * la d.recluí ti legando, dr una ncnotia que ínir-' al or—««c. TOM. I. 38290 el apogeo (**) atraviesa el cono (véase la láminaj de la sombra de la tierra cerca de su cima apareciendo roja en- tonces y mas luminosa que cuando el eclipse sucede en el perigeo, (***) en razón á que los rayos de la luz quebra- dos por la atmósfera, se dispersan en el cono de la sombra y disminuyen la obscuridad basta eJ centro de ella, ó sea el eje del cono, que por ser muy ancho en aquel punto y estar la luna mas cerca de la tiorra proyéctala mas comj pleta oscuridad que ella recibe. Ved aquí la razón porque escasean los eclipses semejan- tes á el de la noche del 5, tan total que no podia decirse el lugar en que estaba poco antes la luna, y en el que reapa- reció, cual un globo de fuego, pocos minutos después. Keplero describió uno sucedido el 15 de junio de 1620; y Hevelio hablando del de 25 de abril de 1642, asegura uque no se distinguió ni aun con los mejores anteojos el lugar de la lunaj sin embargo de ser tan despejado el tiem- po que se veían perfectamente liasta las estrellas de quin- ta magnitud" Esto sucedió literalmente en el eclipse de que hablamos, y que con vuestros penetrantes ojos, que envi- dian los luceros, visteis vosotras, lectoras preciosas. ¿Cuántos jóvenes.....y hombres, hubieran deseado ha- llarse en el espacio, ó ser habitantes de la luna por tener la dulce complacencia de fijar vuestras miradas......? y á fé que tienen razón, porque____una mirada----de aquellas que sabéis economizar. ... equivale á un rasgo de bien- aventuranza, jy un desprecio......? ¡oh un desprecio.. . C**J Punto en que un planeta se halla con su órbita mas' distante de la tierra. f***J Punto en que un planeta se hay a mas próximo á la tierra.291 al dolor mas agudo!!! ¡¡¡a la desesperación____!!! ala muer- te mas cruel.....!!! No asesinéis, pues, á los que no tie- nen mas delito que adoraros, ni os eclipséis á los ojos que os ven con aridez se alimentan de veros y solo viven cuan- do os ven en particular ;i los del que estaciado, al besaros los /¡ieSj. disfruta la honra de repetirse sin cesar, vuestro eternamente apasionado.—Manuel Micheltorena. Ideas generales sobre la Astronomía. I astronomía es la ciencia de los movimientos celes- tes, de los fenómenos que se observan en el cielo y de todo lo que dice relación á los astros. Su origen se re- monta hasta los primeros tiempos del mundo, porque nada debia admirar mas á nuestros progenitores ni fijar las primeras miradas del hombre, que el espectáculo del cielo; su magnificencia sorprende á primera vista y nos conduce á la adoración del Ser Supremo, su variedad exi- ta el interés, y su armonía habla á la razón y hace medi- tar á nuestra alma. En una noche oscura y sombría ¡cuántas de nuestras lectoras figurándose existir solas sobre la tierra se habrán visto oprimidas de aquel sentimiento doloroso y profun- do que nos hace reflexionar sobre nuest ra misma existen- cia! Unicamente la luz ha podido tal vez volverla al mundo, aquella luz radiante que nos viene de los astros. Así es que estos cuerpos celestes no solo han sido en algu- nos paises objetos de observación y de estudio, sino tam- bién de veneración y de culto. En Persia, en Grecia y en el Perú, tuvieron por una de sus mentidas deidades al sol; pero ambas consideraciones contribuyeron á los pro- gresos de la astronomía, no obstante, sus adelantos no han podido hasta ahora destruir las preocupaciones de que se292 encuentran restos todavía en las creencias del pueblo. Los eclipses y los cometas, objetos de terror para los antiguos y para los pueblos ignorantes, son en nuestro siglo fenó- menos tan naturales, que su aparición se anuncia antici- padamente con tanta certeza como exactitud, y en razón de la regularidad de los movimientos de los astros, se lia encontrado un medio cómodo para valuar y dividir el tiempo estableciendo sobre las observaciones astronómi- cas nuestro calendario. No es pues la astronomía como la creen algunos igno- rantes una ciencia de pura curiosidad; por el contrario, ella disipa las preocupaciones que embrutecen á los pue- blos, facilita nuestras relaciones con los países lejanos^ y dividiendo el tiempo, nos bace distinguir las épocas, facili- tando las investigaciones bistóricasy siguiendo mas fácil- mente el desarrollo de la bumanidad. Para poder dar una idea á nuestras suscritoras del esta- do actual de esta ciencia, seria necesario recorrer la lista de los objetos que abrazan en su basta carrera. La bó- veda celeste está como sembrada de puntos luminosos que se designan generalmente con el nombre de astros ó de estrellas. Con el auxilio de algunos instrumentos se lian llegado á fijar las posiciones ó Ja colocación que tie- nen respectivamente los astros, y transportarlos sobre un globo que se llama esfera celeste, ó sobre una carta ó ma- pa, consiguiéndose de este modo saber el estado del cielo en cierta época, estando demostrado que los astros en ge- neral no cambian sus distancias respectivas, que sus con- figuraciones son siempre las mismas, y que si acaso tie- nen algunos movimientos particulares, serian necesarios miles de años para que fuesen sensibles á nuestros ojos. Continuando 1* comparación del estado del cielo en293 diferentes épocas, se reconoce desde luego que algunas estrellas cambian de lugar con respecto á las que las ro- dean, y que se distinguen además por la especie de luz que nos transmiten. Estos cuerpos forman una clase aparte, que.se llama planetas ó estrellas errantes, á diferen- cia de las que son invariables entre sí, que se llaman es- trellas fijas. El número de estas últimas es casi infinito, tienen una luz centellante y viva que cambia de colora cada instan- te, y están tan lejanas de nosotros que no se puede medir su distancia. A causa de ella, de la vivacidad de su luz y de lo invariable de su volumen aparente, se juzga que son cuerpos luminosos por sí mismos, semejantes al sol ó por mejor decir, otros tantos soles. Los planetas despiden una luz dulce, tranquila y uni- forme y no presentan ningún cambio en su color. Son cuerpos opacos y el brillo que nos reflectan no es sino la luz que toman del sol, al rededor del cual bacen su re- volución. Se cuentan boy once planetas que son: Mer- curio que es el mas cercano al sol, Venus ó la estrella de la mañana, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano ó Herschel, Geres, Palas, Juno y Vesta, llamado también Hércules. Los seis primeros se perciben con la simple rista, y el descubrimiento de los otros cinco se ha debi- do á la invención de los telescopios. Algunos de los planetas principales tienen también en sus cercanías otros mas pequeños que dan vueltas alrede- dor de ellos y los acompañan en su movimiento al t ra vez de las estrellas. Son opacos, se les llama planetas secun- darios ó también satélites. Se han descubierto cuatro al- rededor de Júpiter, siete acompañan á Saturno, y seis hay en torno de Urano.294 Saturno tiene además un anillo que es uno de los fenó- menos mas interesantes del cielo. La tierra en el orden que le asignan hoy nuestros co- nocimientos de los cuerpos celestes, está colocada en el rango de los planetas. La luna es un satélite de la tierra. Suelen descubrirse en el cielo de tiempo en tiempo, as- tros que parecen muy pequeños, poco brillantes y que se mueven con lentitud; pero que poco á poco aumentan su brillantez creciendo su viveza también y llegando á mostrarse á la vista con caractéres de luz tan estraordina- ria, que por mucho tiempo se consideraron como signos de la cólera celeste. Estos cuerpos á causa de la cauda ó cola que les acompaña, ordinariamente, se han llamado cometas ó astros de cabellera. Su aparición dura muy pocos meses, y ya hoy no excitan mas que el interés de los astrónomos y la curiosidad délos pueblos civilizados. Son cuerpos permanentes sujetos á las leyes inmutables de la naturakza, que cumplen su revolución alrededor del sol como los otros planetas. Si en una de las hermosas noches que se disfrutan en. México, dirigís vuestra vista, amables suscritoras, hacia, esa luz blanca que rodea al cielo como un ceñidor ó faja, llamada la via láctea (camino de leche), observaréis un número prodigioso de estrellas, y juzgaréis que ese fenó- meno resulta de la reunión de aquellos astros que nos parecen tan próximos, que su luz se confunde. Si conti- nuáis vuestros paseos nocturnos por el cielo, percibiréis otras estrellas de una forma muy vaga que se llaman ne- bulosas. Las unas os ofrecerán como la via láctea, la reu- nión de un gran número de estrellas, y las otras solo se os presentarán como una luz blanca y continua. Halla- réis también estrellas que se llaman cambiantes, porquesufren variaciones periódicas en la cantidad de luz que nos envian; pero advertid: que un gran número de lasque os parecen á la simple vista una sola, son dos, miradas con el telescopio, y aun á veces son tres y cuatro: si seguis vuestras observaciones, ellas os con vencerán de que las es- trellas que componen esos grupos, circulan de dos en dos ó de tres en tres al rededor de su centro común de gra- vedad. Tal es el cuadro general de los cuerpos que constituyen el universo. El conocer sus pormenores debe ser el ob- jeto de nuestras lecciones siguientes, y para concluir esta solo diremos: que la astronomía es hoy la mas perfeccio- nada de todas las ciencias de observación. En su estado actual se pueden considerar los cuerpos celestes como que forman dos grandes clases^ En la primera se comprende el sol, en el centro dando vueltas sobre sí mismo en veinticinco diasy medio; los otros diez planetas con sus diez y ocho satélites, recorrien- do órbitas casi circulares y poco inclinadas al ecuador so- lar, é'innumerables cometas cumpliendo en sentidos di- versos sus revoluciones. Este orden de fenómenos cons- tituye lo que se llama el sistema solar ó sistema planetario. En esta parte la ciencia toca ya el término de perfección: se conocen las distancias, los volúmenes, las masas y revo- luciones de Jos cuerpos de este sistema, en el que todo pa- rece ordenado con la estabilidad mas grande. En la segunda clase se comprenden las estrellas fijas, las nevulosaSj las cambiantes, las dobles &c. En esta par- te la ciencia está menos adelantada. El Universo es casi infinito y la tierra es un punto casi imperceptible aun en el sistema planetario, cuya prodigiosa estension misma no seria sino un punto insensible si se viese desde el centro de* las estrellas tijas.296 Con razón pues dice la escritura que los cielos anuncian la gloria de Dios; porque no hay acaso en la naturaleza co- sa mas propia para inspirarnos ideas sublimes de la divini- dad que la vista del cielo estrellado; así como las mas hu- millantes de nosotros mismos.—/. G. UN JUEGO DE DIVERSION. na condesa escribia á una amiga suya éntrelos entre- tenimientos de sus tertulias el siguiente: Tenemos doscien- tos ó trescientos cartones ó naipes chicos, con diferentes palabras escritas por separado en cada uno de ellos; bara- jamos, alzamos y damos de seis á nueve á cada persona, y aquel que tenga la palabra que designe el que es mano, está obligado á decir inmediatamente un cuento ó cual- quiera otra cosa que tenga algún sentido, en que puedan colocarse las seis ú ocho palabras de sus cartones. Ano- che por ejemplo, me tocaron las siguientes palabras: mo- destia, crémor de Tártaro, maña, encelar, marido, bailei, sentido, petimetre y barba. Y yo dije: Un petimetre en un baile¿ usó de ésquisita maña para eticelar á cierto ma- rido mas como este era hombre de sentido común, y su muger estabd dolada de modestia, todo lo que logró fué una barba bien javonada con crémor de Tártaro. Experimentando este juego para poderlo esplicará nues- tras suscritoras, me tocaron las siguientes palabras: as- tros, ayuno, eclipse, modas, periódico, gato, México, juego, afición. He aquí mi cuento. El Periódico de las Señoritas de México en este número reúne eosas tan disím- bolas como las Modas y el Ayuno, los Astros y el Gato; pero en medio de este ¡liego de diversión ellas sabrán sacar utilidad sin qué se eclipse su afición a la lectura. Otro modo de jugar estos cartones es comenzar el pri- mero con la palabra que quiere y seguir los demás uno después de otro, acomodando alguna de las qüé tiene en sus naipes de modo que haya sentido. Esto vivifica la con- versación en una tertulia con los chistes mas cómicos, y da á conocer el talento, la gracia y el genio de los que juegan, sin la monotonía de los juegos de cartas, sin el cansancio del dedamas, sinla severa reflexión del Aljedrez y sin los inconvenientes de los jaegos de prendas.—/. G: '191 CONSIDERACIONES SOBRE EL AYUNO, Y PARTICIJLARMENTE SOBRE LA CUARESMA con respecto a la salud. l hombre come mucho mas de lo que habilualmente debería comer, y sobre todo en el estado de civilización y de descanso, en el cual se disipa poco: por esto cae en- fermo con mas frecuencia que los animales, y el primer socorro que sus dolencias exigen es la dieta y el ayuno, que amenudo bastan para que restablezca su salud. La plétora mas sana, resultado de la gula y del arte de cocina, se fomenta principalmente con el alimento de carnes y los licores excitantes y espirituosos, como el vi- no: razón por la cual los legisladores sagrados prohibie- ron sabiamente el uso de él en ciertas épocas del año, que anteceden á las grandes solemnidades, ya para constituir á los cuerpos en un estado mas sano y alegre, ya para templar el hervor de las pasiones fogosas. Con el objeto de restituir al hombre al régimen de vi- da simple y primitivo, instituyeron los sabios estos ayu- nos universales. La frugalidad y templanza presidian á sus parcas comidas, redundando además en beneficio del pobre la abstinencia del ayunador; comidas en que la ora- ción, el regreso del alma hacia el autor de su existencia disponia álos hombres á amarse como hermanos y á per- donarse sus faltas recíprocas como hijos de un mismo pa- dre. El espíritu tomaba mas alimento que el cuerpo; las pasiones eran mas moderadas y tiernas; las funciones de la vida se ejercían con mas regularidad y lentitud; ningu- na indigestión alteraba el sueño, ni fiebre alguna consumía 298 la vida; el entendimiento, en fin, despejado, podia uedi- carse desembarazadamente á la* mas sublimes contem- placiones. Ningún pueblo ha habido jamás, sea civilizado, sea bajo la barbarie, que no haya necesitado de estos impor- tantes preceptos de higiana pública: así es que se encuen- tran prescritos los ayunos en todas las religiones del mun- do. Los filósofos que no han visto en tales actos sino unas meras prácticas de devoción, no han observado debida- mente los efectos fisiológicos que tienen estas abstinen- cias en la economía animal. El ayuno y la sobriedad han sido en todos tiempos medios saludables, como que el hombre, dejándose llevar frecuentemente de sus apetitos, ó estimulándolos con los artificios del arte, se escede casi siempre de los límites de la naturaleza. Todos los médicos han alabado á la templanza como madre de la salud. «Para mantenerse bueno¿ dicen Hipócrates y Aristóte- les, es necesario comer poco y trabajar mucho:" »£7 estudio de la saludj dice Galeno, consiste en no llenarse de alimentos; el ayuno evita las enfermedades previnien- do las crudezas del estómago; las personas débiles ó deli- cadas por nacimiento llegan á una gran vejez, conservan todas sus facultades y evitan los dolores por medio de una exacta dieta. Es sabido que el tener aligerado el estó- mago, aviva nuestros sentidos y facultades intelectuales, así como el llenarle los entorpece y aletarga. Disminuyéndose con la sobriedad la masa de los líqui- dos, domina el juego de los sólidos y sus oscilaciones son mas desembarazadas: de lo que proviene haberse visto ce- der á ella sin trabajo alguno las afecciones catarrales, las toces húmedas y tenaces, la gota y reumatismos, las ja-299 quecas, vértigos y hasta el letargo y apoplegía. Un no- table ejemplo de lo dicho presenta el famoso Luis Corna- ro, noble veneciano, que habiéndose reducido á doce on- zas de alimentos sólidos y catorce de líquidos al dia, res- tableció su salud quebrantada y llegó á mas de noventa y cinco años. Al considerar la larga vida de los padres del desierto y de todos los anacoretas tan sobrios, el padre Lesio mira el ayuno como el don mas precioso que el hom- bre ha recibido de la religión para conservar su vida. La longevidad, consecuencia de la templanza, es un hecho notable y acreditado por la esperiencia de los anti- guos tiempos. En una apología del ayuno se ha calcula- do la vida de ciento y cincuenta anacoretas de todos los climas y de diferentes siglos, y resulta once mil quinien- tos noventa y nueve años, ó la duración media para cada uno de setenta y seis años y tres meses. Ciento y cincuen- ta académicos, tomados de entre los sabios y literatos, no han dado sino diez mil quinientos y once año<.J, ó sesenta y nueve años y dos meses de una vida media. La sobrie- dad habitual es aun mas propia para la longevidad, que la vida regular y laboriosa de las personas que cultivan sus facultades intelectuales. Los viejos sostienen mas fácilmente el ayuno que los jóvenes; las mugeres mas que los hombres; los ociosos mas que los trabajadores; y los gruesos mas que los flacos ó los que tienen pérdidas por sangrías, sudores, vigilias &c. Si en verano se come menos, debe ser mas amenu- do pero menos en cada vez, que en invierno, que es cuan- do pueden hacerse comidas mas abundantes. Los que be- ben mucho comen menos; los caldos minoran el ham- bre, así como las bebidas calientes y sustancias vomitivas en corta dosis, los narcóticos &c. Los alimentos crasos,300 oleosos, insípidos y dulzorosos sacian pronto; y los sala- dos, las sustancias acres, amargas, y principalmente las acidas escitan el hambre. El ayuno hace al cuerpo mas permeable, abre los con- ductos obstruidos, facilita la marcha de las secreciones y escreciones, disipa ó cuece por decirlo así las materias viscosas ó saburrosas que atascan las vias. Disminuida la plétora con la substracción de alimentos, deja un libre curso ala sangre asíoomo la sangría, y sin tantos incon- venientes, y renace el movimiento vital, entorpecido por el recargo de alimentos ó la turgescencia de los humores. Véase si no qué embarazos viscerales no se sienten junta- mente con el disgusto y la pastosidad de la boca cuando el estómago está lleno dé materias flemosas ó de humores que no puede digerir, el individuo permanece abatido y pesado, y todo esto se disipa con la dieta. Así los que tie- nen obstrucciones abdominales, ó esquirros en el bazo pueden restablecerse con los aj unos según Hipócrates, Avicena, Mercuriali y los modernos. Los catarros, y la epilepsia, pueden ceder, dice Celso, á la dieta unida con mucho ejercicio. Valesco de Tárenlo quitábala cena á los gotosos, y Sydenham asegura que se hallan muy bien con la abstinencia, la que produce igualmente efectos admi - rables contra las afecciones espasmódicas. Las úlceras y las herpes necesitan de ayuno para cu- rarse; los hidrópicos, nada deben prometerse si no le ob- servan. Sea la enfermedad quequiera, un método de vida arreglado ó una dieta apropiada ofrecerán siempre los mas poderosos socorrosqueningun remedio reemplazaría, por eficaz que se le suponga. Los grandes hombres que hicieron bajar del cielo las leyes de las cuaresmas y ayunos entre las naciones que301 se propusieron civilizar, entendían de higiana algo mas de lo que creen algunos modernos filósofos que no las lian mirado sino como prácticas ridiculas de austeridad. La ley de Moisés pudo vedar la carne de puerco, así como la iglesia establecer su principal ayuno al principio de la primavera, época en que los humores entran en turges- cencia. Por otra parte era muy útil dejará los animales un descanso provechoso durante la estación de sus amo- res, y cumplir los votos mas sagrados de la naturaleza, suspendiendo su caza y destrucción. Convenia enflaque- cer y refrescar los cuerpos antes de las solemnidades, ó purificarlos con las abstinencias, para que los hombres se acercasen á los altares con mas modestia y tranquilidad de espíritu, y se entregasen con mayor alegría á los fes- tines y diversiones de las fiestas. El hombre se hace mas dueño de sí mismo ó mas moderado con los ayunos que reprimen el hervor de sus pasiones y los ímpetus de un temperamento violento, y de este modo arreglará sábia- mente sus inclinaciones. Pitágoras sabia que la abstinen- cia de la carne facilita las operaciones intelectuales, pues es cierto que el alma, como sofocada con la grasa y la sangre no puede elevarse á objetos sublimes. Veáse cuan brutales son tantos Vitelios como se hinchen de comida y de vinos tantas veces al dia, hasta llegar á vomitar pa- ra volver á comer. Su cerebro embargado con una pesa- da estupidez; apenas puede combinar dos solas ideas, y se asemejan á los idiotas voraces que no hacen mas que hartarse y dormir después, á la manera de los brutos; porque la gula ha muerto mas hombres que la espada. Es pues cosa averiguada que el movimiento vital mo- derado y arreglado por la abstinencia, debe detener mu- cho el curso de Iqs años, y suscitar menos enfermedades302 agudas que un copioso alimento. No debe pues admirar- nos la larga vida de los anacoretas; núes la abstinencia no solo disminuye las emmociones ardientes que disipan las fuerzas en lo eslerior.y mantiene tranquila la vida interior, sino que hace una necesidad de la continencia ó de la castidad, virtudes que como es sabido conservan y forti- fican mucho la urganizacion. Concluyamos que el ayuno y la cuaresma observados con moderación y con arreglo al clima, edad, y otras circunstancias, son instituciones de higiana saludables á las naciones y á los individuos: que los hombres recobran por ellas la salud: que estas prácticas endulzan ademas la parte moral, y encaminan el espíritu á los sentimien- tos de humanidad y modestia, contribuyendo á la civi- lización y pureza de costumbres. La medicina toda está acorde en estos principios, que á veces una mal entendi- da devoción suele llevar hasta el estremo de austeridades dañosas, en vez de defenderlas contra los sofismas que impugnan neciamente tan útiles abstinencias. [Semanario Pintoresca Español. Febrero de 837.] LA AFICION A LA LECTURA. ÍPara las mugeres desaplicadas á quienes su desgracia y educación han hecho adquirir ideas equivocadas de las cosas, un libro es el objeto que mas tedio les infunde, y Ja lectura una ocupación enfadosa, cansada, é irresistible. Las infelices bostezan, oyendo leer á cualquiera se en- tristecen á la vista de un impreso ó de una biblioteca. Cuando una de estas personas me pregunta en qué con- siste mi buen humor, y como es que sin ser aficionado á las diversiones bulliciosas me glorío de pasar el tiempo agradablemente entretenido, me guardo muy bien d,^3U3 contestarle que todos los dias por espacio de muchas ho- ras se me encuentra en mi cuarto ó en una biblioteca con los ojos fijos en un libro abierto: ella me contestaría que á semejante diversión, que á mí me enagena del mun- do entero, preferiría la existencia de una encina, ó la vida de un camaleón. Por eso para pintarle la cosa de otro modo, echo mano del lenguage alegórico, y le res- pondo de esta manera: «Yo, amiga y Sra. mia, asisto diaria- mente á una tertulia de personas instruidísimas y de muy buena conversación: los unos me cuentan sus viages, los otros me describen paises de la tierra que yo por supues- to nunca he visto; cual me refiere pasados y estraordi- narios sucesos esplicándome alguna vez sus causas; cual me esplica el movimiento y naturaleza de los astros, su relación é influjo sobre el planeta que habitamos. Si pi- do versos hay quien me los recita en cualquiera idioma en que se hayan escrito. Si me hallo de humor de pene- trar en los secretos de las ciencias ó las maravillas de las artes, luego hay quien se preste á darme sobre este punto noticias curiosísimas...." Mi pobre preguntona oyendo esto se queda asombrada y me envidia tan gustosa reunión, porque según ella dice, no hay cosa que mas le encante que la conversación de personas instruidas. Yo sigo ponderándole los placeres de mi tertulia diaria; y me suplica que la conduzca á ella. Yo le contesto que una persona de sus prendas no necesita ni aun de que yo la lleve____ Ella, fuera de sí pregunta ¿dónde es? y al enseñarle la librería de su pa- dre.—«¡La biblioteca!" esclama.—Sí, respondo, y los tertulianos son los libros.—Un gesto de mi interlocuto- ra me indica que aun no me ha comprendido, y que to- da la afición á la conversación de las personas instruidas no ha vencido su aversión á la lfictnra.304 POESIA. Gatito de ojos verdes Y piel lisa y graciosa: Catite afortunado, Por Cintia desdeñosa Continuo acariciado: ¿Qué importa que envidiosa I................ 2. * El diluvio universal...................................................... 3. " La vocación de Abraham...........,............................... 4. * Jja salida de Egipto ó emigración de los hebréos........ 5. - La fundación del templo de Jerusalen por Salomón... 6. " El primer año del reinado de Ciro en la mayor parte de la Asia............................................................................. {Etta última época se cuenta hasta la eracristana). EPOCAS CIVILES. Historia nntisrun I* creación del mundo.......................... El diluvio de Ogiges............................. lia espedicion de los argonautas........... La toma de Troya................................. f . í era de las olimpiadas........................ El primer año del reinado de Ciro........ La era de los Soleucida»....................... La era cristiana..................................... Años Duración antes de cada dt J.C. época. 4004 1656 2348 427 1921 430 1491 479 1012 476 536 536 4004 2240 1764 501 1263 79 1184 408 776 240 536 224 312 312 0000 -- 1841 328 Ilivtoria. moderna. Año* Dura- tic J C. ción. El reinado ele; Constantino (inirotivecion ¡le la indicción)... 312 94 406 76 482 318 800 162 982 111 1073 197 1270 108 137K 75 1453 66 1519 44 1563 125 1688 60 1748 41 La revolución de Francia (hasta la paz de Amiens en 1802). 1789 15 El advenimiento de Napoleón Bonaparte al imperio francés. 1804 10 1814 Además de la división por épocas so han inventado otras con el mismo objeto de determinar el orden de los hechos. Los poetas hacen su división en siglos o edades llamadas de oro, do plata y de hierro, para denotar la corrupción progresiva de las costumbres sociales. Los literatos y los artistas en siglo de Alejandro, de Augusto, de los Médicis, de Luis XIV, y de la Filosofía. El tercer punto (pie abraza esta cronología, cb el orden succesivo de los diferen. tes gefes de las naciones, que comprende las genealogías, las dinastías y las casas. La genealogía es la enumeración ordenada de uscendientes y parentezcoe de una persona 6 de una familia. La dinastía es la série de los reyes ó príncipes de mía mis- ma línea y que han reinado en un mismo pais; así es que no so usa do la palabra di- nastía mas que para designar la sucecsion de las monarquías antiguas principalmen- te las orientales, pues hablando de las modernas se emplean indistintamente las pa- labras casa ó familia. Las dinastías mas antiguas y conocidas son las de los egip- cios, las de los chinos y las de los califas. El último punto que comprende la cronología histórica son los documentos que sirven de apoyo á los hechos, y los hay de tres clases astronómicos, transportables é intransportables. Los primeros son las relaciones y cálculos de los eclipses y de los comotas y la precesión de los equinoccios. Los documentos transportables son: 1. Los manuscritos ó impresos. 2. Las cartas geográficas, estampas y pinturas. 3. Las armas, tragos, instrumentos, utensilios y muebles. 4. Las monedas y medallas. 5. Las figuras de deidades, talismanes y amuletos. Los documentos históricos instrans- portables son: 1. Las ruinas de ciudades, pueblos y edificios. 2. Las pirámides, obe. liscos cuadrantes solares, columnas, sepulcros y aras. 3. Los mármoles de diferentes especies como los de Arundél descubiertos en Ja Isla de Paros, de órden de Lord Arundél y conservados en Oxford y los capitalinos que se guardan en el Capitolio de Roma. En los primeros se han conservado las épocas mas célebres de la historiado Grecia desde 1586 hasta 263 años antes de Cristo, de modo que comprenden una séric de 1319 años.—/. G. —©O©— AVISO. 8e suplica á las personas que se han suscrito al Semanario, por trimestres, se sir- van renovar su su- cri :iotl, pues con el número anterior queda satisfecha la cantidad que anticiparon.329 MEXICO MARZO 16 de 1841. viernes 19 de este mes celebra la iglesia Ja festividad del Castísimo Patriarca Señor San José, y aunque bastan- te instruidas nuestras lectoras en su historia, pues la de- voción del esposo de María Santísima y padre putativo de Jesús, es una de las mas generalizadas en la repúbli- ca, creemos leerán con gusto el siguiente recuerdo. Aunque se ignora cual fué la patria de San José, se sa- be era judío de nación, y consta en el Evangelio de San Mateo, que era descendiente de David. La escritura sa- grada únicamente dice que era artesano, sin designar el oficio que ejercía, pero Santo Tomás y otros autores mo- dernos aseguran que fué el de carpintero. Esperaba ansioso el nacimiento del Redentor del mun- do; cuyo suceso milagroso le habia anunciado un ángel, cuando se publicó un decreto del emperador César Augusto, en que mandaba se registrasen los nom- bres de todos sus vasallos en el lugar de su origen. San José pasó con este motivo desde Nazafét á Belén, donde se verificó el nacimiento de Cristo. A poco tiempo tu- vo que marchar á Egipto, evitando la persecución de He- rodes, y cinco ó seis años después volvió á Nazarét. Cada año en observancia de la ley, iba á Jerusalén en compa- ñía de Jesús y de María para celebrar la fiesta de la pas- cua. En una de estas ocasiones, teniendo ya doce años Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advir- tiesen, mas habiendo vuelto en solicitud suya, lo encon- traron en el templo disputando con los Doctores. La escritura nada nos dice con respecto á la época eri que se verificó el glorioso tránsito de este Santo Patriar- ca, á quien los escritores sagrados dan el nombre de Jus- tom. i.—c. 15. 43 .330 to: alabanza que según Calmed forma su completo elo- gio: porque la virtud de la justicia las comprende á todas. Entre las diversas pinturas de este gran santo, pocas hay de un mérito mas sobresaliente que la del hermoso cuadro de la sacra familia de la Galería de Londres cuja copia publicamos hoy. LA SACRA FAMILIA POR JOSUE REI NOLOS. Ubv esta composición aparece el caballero Reynolds, es- tremamente pintoresco, mucho mas que los antiguos maestros que han tratado este objeto popular y profun- damente interesante; es poderoso en el claro obscuro y rico en el colorido, (con escepcion de ciertos tintes mar- chitos que advertiremos luego') y además de su mérito ar- tístico, la importancia moral y religiosa de su sagrado grupo, está sostenida por una mezcla inimitable de gran- deza y hermosura, que pocos, aun de los antiguos artistas han podido igualar. La importancia relativa de los niños está divinamente señalada. El Niño Jesús es sorprendente, el Bautista fu- turodel mismo Salvador lleva su cruz simbólica, rotula- da en latín y aquella esclamacion, con que después hizo resonar los desiertos. «He aquí al Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo," está introducida en este cuadro con suma oportunidad, desde que en el Salva- dor vemos al Cordero de Dios. San Juan está característicamente vestido con su man- to de piel de camello. Su acción es al mismo tiempo per- fectamente infantil, y el conocimiento de una presencia superior parece se vé indicado con éxito en el aire tími-331 do con que se acerca; y aun algo de aquella comparativa Jaita de mérito, que el Bautista, en una edad mas madu- ra denotó, manifestando que no era digno de desalar la agujeta de los zapatos de Jesucristo. El aire superior de la circunspección del divino Salvador, es digna del en- tendimiento filosófico, y del atrevido pincel de su autor. Reynolds ha buscado y ha encontrado un principio para elevar la simple inocencia de la infancia, es decir, de in- culcar que los niños que ha pintado, no son comunes, si- no de un origen y destino divino; y al verificarlo, ha conferido una espresion mental en Jesucristo, que está mucho mas allá de su edad. En el carácter del rostro de la Virgen, probablemente no ha sido tan feliz. Dirigiendo el ojo á la inocencia y sencillez de la Virgen, se ha bajado mucho hácia la sim- plicidad; no podemos menos de creerlo así, cuando la comparamos con los recuerdos de las mejores Vírgenes de Rafael; pero su acción es perfectamente uatural, mien- tras está animada de una debida solicitud por el inestima- ble objeto de sus cuidados. Colocado San José, mas alia del resto del grupo, su sem- blante, parcialmente oscurecido desempeña la parle su- bordinada con severa dignidad; y la benevolente y pláci- da elevación de carácter que denota su apacible y vene- rable rostro, es tan fina, que bien se puede suponer al verlo, que tenia una fé completa en la divina y real ge- nealogía, descrita por los Evangelistas San Maleo y San Lúeas. En fin, el presente cuadro se eslima con razón como uno de las mejores composiciones históricas del caballero Josué, artista inglés de los mas distinguidos, y que murió de pintor del Rey en 1792, digno del alto rango que ocu- pa en el arte moderno. [Galería Inglesa].332 FELICITACION .1 JLOS QUE .VO SE tWJf.l.r JOSES. ^^ukrido suscritor, (porque no solo lepemos suscriloras sino también suscritores, y es necesario dirigirnos á ellos alguna vez). Suscritor mió, si no te llamas José, sea en buena hora. Tendrás la fortuna de no llamarte como la mitad del género humano; te ahorrarás de que cuando tus sobrinos te llamen tio Pepe en la calle, respondan por tí todoslos aguadores; evitarás el pagar el porte de una por- ción de cartasqueno venían dirigidas á tí; ganarás el tiem- po que pierden lodos los Josés en buscar su nombre en el correo ó en cualquiera lista alfabética; porque es el ar- tículo mas largo de todas ellas. Ya se vé como que cuan- do no se sabe el nombre de una persono, es casi ya cos- tumbre el ponerle José cuando es preciso rotularle una qarta. Además de esto, llámesle como te llamares, con tal que no sea José, te librarás de que medio mundo te apellide su tocayo, incluyendo en este medio mundo á Pepe el mozo de la esquina, al tio Ghepe el carbonero, á Pepeillo el torero, á Joseito el de Campeche, al Señor Jo- sé el carnicero, á D. José el mayordomo, á Pepa la coci- nera, á Josefila la pilmama, á Señora Pepita la labandera, á Doña Chepa Ja del estanquillo, (y no nombro á la fVute- ra y otras, porque son personalidades). Además lector carísimo, (aunque tu nombre sea dema- siado barato en razón de su abundancia) no llámándote José saldrás sano y salvo de este fatal 19 de marzo queá tantos Pepes y no Pepes ha quitado la vida, con solo el gasto de las papeletas que esclusivamente para este dia ne- cesitas una nueva reimpresión y puede que no te alcance. 3?ero si tal fuere tu nombre, ¡ah! Si te llamas José, te fe-$33 licitarán lodos los porteros, lodos los repartidores de pe- riódicos incluso el del Semanario y lodos los carleros po- sibles; te darán música lodos los músicos de los regimien- tos después de haber locarlo en todas las casas de todo Mé- xico, le pedirán limosn^con este motivo multitud de ce- santes, viudas, retirados y pensionistas: te visitarán todo el dia todos los que te visitan en otros y los que nunca te visitan también; darás tu medio ó tu peso por un regalo de cuelga que luego vendrá á reclamarte el José del cuar- to de arriba ó J). Pepe el barbero de allí enírente, sin que en recompensa puedas disfrutar de los regalos que efecti- vamente se dirijan á ti; porque el tonto del criado (y cui- dado que esta es enfermedad epidémica entre los criados de México), se los embocará tal vez á otro José y este, José se los embocará asi mismo, ó lo que es igual para tí, á sus convidados. ¡AJi lector mió! Créeme y has lo que te digo; ó no te llames José ó muérete el 18 de marzo si ya no lo haces mañana por ahorrar la moda que se va introduciendo de darnosolo dias, sino vísperas, y entre amigoshasta oc- tavas. CImitación del Estudiante .J DE LA LECTURA EX VOZ ALTA. W na bella pronunciación y una lectura enérgica son co- mo la orla necesaria de un bello cuadro. El arte de leer en alta voz y la pronunciación oratoria tan estimada entre los griegos y romanos, casi se ignora, absolutamente entre nosotros. En la tribuna, en el foro, en las academias y en las sesiones de nuestras sociedades,X 334 fin las salas finalmente y en los cafes, el gusto y el oido ¡í cada instante se ven lastimados por los continuos contra- sentidos y por los errores gramaticales de los oradores y de los lectores. Por una que otra persona, que leo con arley método y que posee el feliz talento de cautivar un auditorio cuya indiferencia en materia de literatura está tan pronunciada en nuestros dias, hay mil que merecen el nombre fie destructores délos oidos bien organizados ¡Cuantos lectores y lectoras sobradamente hábiles para componer suaves periodos y para reproducir en un estilo lleno de poesía los dulces rasgos de su imaginación porfal- ta de estudio ó por la preocupación de no parecercharlata- nes, destrozan enteramente sus escrilosy los ágenos usan- do de una lectura monotonía, débil y que fastidia á los que los oyen! ¡Y cuántos por el contrario caen en el estre- mo de la ridiculez por un tono pedantesco y lleno de én- fasis ridículo! Rara vez las señoritas mexicanas habrán incurrido en es- te último defecto, pero ¡cuántas en el primero! Si bien son disculpables, no solo por su timidez natural en produ- cirse, sino por la ninguna costumbre que han podido ad- quirir de hacerlo en público, y por el ningún premio ó es- tímulo qii» pudiera impulsar sus esfuerzos. Silos padres y madres de familia y si las profesoras hiciesen qu* sus niñas se acostumbrasen á leerles en voz alta-,, esa timidez natural sin degenerar en pedantismo, les baria dar el tono conveniente tanto á sus producciones como á las agenas, sin producir el disgusto que causa el oir desnaturalizar y empobrecer las producciones del ingenio á un lector infiel sin habilidad en el arte de modular las frases y que no teniendo otro recurso que el de las entonaciones, hace sufrir un suplicio desconocido y nuevo á quien lo escu-335 cha en lugar del placer ú de la distracción que buscaba, Guán ridículo es oír la lectura de los versos gra- ciosos y melifluos de una musa joven con una voz que baria retemblar los vidrios de la Catedral, ó por el con- trario los sentimientos enérgicos de un poela entusiasma- do con la voz de Un niño que recita la fábula del perro y la zorra y que destruyendo toda la fuerza del poema, en- cuentra el medio deponer al público de buen humor, cuan- do debiera acaso estremecerlo ú horrorizarlo. ¿Pues cómo se ha de leer, preguntará con timidez, al- guna de nuestras jóvenes lectoras? He aquí Ja respuesta.... La lectura precipitada fatiga demasiado é impide compren- der con facilidad tanto al que lee como al que oye: la len- titud en la lectura cansa y adormece: la monotonía dis- gusta y un tono declamatorio desagrada. Es preciso leer con tanta exactitud como presicion, sin darles á los que escuchan el trabajo de reflexionar y de estudiar. El alma aparece hasta en la lectura. Es indispensable que se entien- da por el que oye la puntuación: es preciso saber hacer las debidas inflexiones en la voz v terminar dando un sentido completoy en manera alguna dudoso. Es necesario posesio- narse de lo que seleey leerse asimismo, por decirlo así, le- yendo á otros. En una palabra, es preciso hablar leyendo. «¡Qué beneficio no sería para la sociedad entera y para las letras, dice un autor esperimentado en esta materia, si los hombres instruidos é inspirados por el buen gusto se dedicasen á la penosa, pero honrosa tarea de formar en los jóvenes de ambos sexos una lectura racionada sin ser cómica, enérgica sin degenerar en declamatoria! ¡Qué satisfacción seria la de fijar por una dicción noble, una pronunciación exacta y atractiva la atención pública, de dominar los corazones y de introducir mal de su33(i gVado en íós oyentes frios é hnpacibles lodos los goces qüé pueden dar las nías bellas producciones del genio! Si nuesLras amables lectoras dejando esa nimia timidez se acostumbrasen al menos á leer en voz alta en el seno 'de sús l'amilias, consultando sus dudas con sus padres ó her- manos, algún dia aplaudirían haber consagrado sil tiempü á este arte tan despreciado como importante. POESIA. IMITACIÓN DE LAMARTINE. Remitido de «na Señorita Mexicana. Biíii.i.» pur ilu un el inmenso cirio ¡Oh antorcha de las noches silenciosa! Disipa, bella luna, la tristeza En (|iie se abisma la naturaleza Al ocultar el sol su faz radiosa: Tu lumbre melancólica derrama Sobre la mustia yerba: Sé á mis votos propicia, Y en ajiacible y deliciosa calma Torna la pena que destroza el alma. ¡Olí cuan grata es tu luz al desgraciado! El brillante esplendor del dia sereno Lastima mas el corazón llagado. Cuando la aurora por oriente asoma Bajo mis tristes ojos En lágrimas bañados, Y hasta que hermosa y pura Te muestras en el cielo, A tí los alzo de llorar cansados. A iluminar la senda ven ahora. Y dirige mis pasos vacilantes A do descansa la que el pecho adora Tus tibios rayos bajen A su rústica loza Donde la blanca rosa Crece á su derredor. .Sobre su humilde tumbá Se doblan mis rodillas, E inundan mis megilla» El llanfodel dolor. La fúnebre retama Y el mirto delicioso En su eterno reposo \ Le consagra mi amor. Mi frente abrasadora Calienta el polvo helado Que en su nombre borrado El viento dispersó...... ¡Oh Dios!.... ¿qué? ¿un suspiro? La piedra, sí, la piedra se estremece.... Oigo ruido......no es nada. Serán bisojas que favonio meco: | .Mas ¡ay! ya se levanta......yo la veo! ¡Mis miembros desfallecen......o 337 Me estremezco, ge eriza mi cabello.... No, no, no eres tú.....yo no lo creo.... Si, de ella es la mirada Y la suave espresion del rostro bello.... ¿Sobre el que fué tu amante así te inclinas? Ansiosos ya mis brazos te reciben: Enjuga el llanto de mi faz llorosa: Unámonos los dos eternamente ;Oh tú de mi alma la mitad preciosa!...: Quiero escuchar mi bieii tu dulce acento Una palabra dime, Una tan solo, la que murmuraba» Cuando en el lecho de la muerte estabas La que tu boca pronunciar no pudo, Porque la parca fiera De tu preciosa vida cortó el nudo.... ¡.Qué? ¿Ya se muere tu divino labio? Habíame ]>or piedad.....¿por qué suspiras? Otro tiempo tú hicisle mis delicias; Ahora empero no exijo tus caricias: Dime, tan solo dime Si todavía te inflama un amor ciego, Si arde tu corazón, cual arde el mío. O la muerte estiriguió tan grato fuego.:. ¿Y eres tú?....no, no hay duda, tú misma (eres Esto no es Ilusión, no es falaz sueño.:.... A tí era á quien buscaba en todas partes, A tí, mi dulce bien, mi amado dueño ¡Angeles de los cielos.' El encanto inefable De la visión amablo En mi alma prolongad. He hallado de mi vid» El tesoro precioso, Y en deliquio amoroso Siento (pie espiro ya. El Señor compasivo, el Dios inmenso Ha escuchado por fin mi humilde ruego: Con mano poderosa y brazo fuerte, De la eterna mansión rompe las puertas Del seno del sepulcro sale luego Y huye temblando la medrosa muerta TOM. I. Y se reaniman tus cenizas yertas: De en medio de las sombras él te llama Y al eco augusto de la voz sagrada Invisible traspasas la barrera Que sopara los seres de la nada. ¡Así al influjo del auxilio santo Con misterioso vuelo tu alma pur» Torna áesto valle de dolor y llanto. A consolar mi amor y mi ternura! Sí, ya esta» aquí. Aquí con migo ¡Qué quieres? dime, te daré mi vida. Y moriré mi dulce amor, contigo. Mas ¡qué! ¿ya tú me dejas?....... Espera sombra amada ;ay de mi triste! Escucha mi dolor y amargas queja». ¿A dónde vas á dónde? ¿Hacia los cielos subes De rayos coronada? ¿Para siempre te vas, de mí te aleja»? ¡Oh Dios! nada responde: nuscoen vano su huella..... Yu las nubes cubrieron su faz bella...... ¡Olí fugaz ilusión! ¡oh cruel delirio! ¿Portan largo penar, portantoe año» De amarga soledad y de martirio, Un solo instante ver su sombra helada, Y escuchar un momento Su voz antes divina y deliciosa En eco triste y sepulcral tornada?.-.. Losé, lo vi, no hay duda: La palabra de amor decir quería, Y mal articulada Sordo murmullo fué en su boca fría. ¿Y 6olo este consuelo Concede a mi dolor el crudo cielo? ¿ Pero por qué me entrego á la amargura? ¿Verla una sola vez, un solo instante No es la mas grata, y celestial ventura? ¡Bella luna, ya sea en nuestros clima» Donde el bóreas y el rayo resuenan Y al viagero en la noche le llenan De un sublime y profundo terror: Ya en el cielo aereno parezca» 44338 A un bagél que camina bogando, Unas voces tu faz ccultaudo, Ostentando otras mil tu esplendor: Bien tu lumbre suavísima riegue Las floridas montañas, los prados Que de fúlgida plata bañados Vuelvan aun del ocaso el matiz; O en las olas de mares tranquilo» De tu disco los rayos reflejes Y en sus aguas purísimas deje» D» la aurora apacible el zafir. Tú serás, tu sera» donde quiera ¡Reina augusta y sublime del cielo! En mi pena el mas grato consuelo, Para mi alma el mas puro placer. Y en la noche, en su vasto silencio De tu hechizo inspirado y tu encanto Alzarásc á tí sola mi canto Al son triste de un dulce rabel. Morelia, enoro 3 de 1841. L¿In nuestro número 1, página 145, comenzamos las lecciones elementales de esta tan amena como interesante ciencia, las que no habíamos continuado hasta ahora para dar lugar á otras materiasno menos útiles á fin de que la va- riedad contribuya ala diversión. Este, como habrán nota- do nuestras amables suscritoras es el plan que nos hemos propuesto en obsequio de la generalidad, aunque algunas personas desearían no hablásemos de otra ciencia hasta que hubiésemos terminado la primera. Esplicamos en el número citado las propiedades esenciales á la materia: nos ocuparemos hoy de otra que no siendo absolutamente necesaria á su existencia como la estension y la impenetrabilidad, se halla sin embargo en todos los cuerpos, bajo cualquier estado en que se pre- senten y es la que se conoce con el nombre dedivisibilidad. Todo cuerpo ocupa necesariamente un cierto espacio, y por restringidas que sean sus dimensiones, puede consi- derársele como formado de partes que ocupan cada un»339 de ellas su respectivo espacio. Tal es la idea que se han formado los filósofos al reflexionar sóbrelas propiedades de la esleasion. Fijada de este modo la cuestión no hay duda que en la masa de un cuerpo puede concebirse un número inünito de partes; pero que no es divisible en ellas aunque es capaz de una división que apenas puede concebirse y que nuestros sentidos ayudados de los mas dedicados instrumentos no siempre pueden descubrir. Se han hecho muchísimos esperimentos y observaciones para patentizar esta verdad; pero no permitiéndonos los estrechos límites del Semanario reproducirlos todos, nos limitaremos á algunos únicamente. Para convencerse nuestras amables suscrito ras de la es- tremada divisibilidad de los cuerpos, les bastará pasearse en un jardín y respirar en él los diversos olores que exha- lan las flores y las plantas. ¡Cuan incomprensible debe ser la pequenez de las parlecillas odoríferas de un clavel,, de una azucena ó de un jazmin que se dividen y esparcen á tanta distancia, que vuelan por todas partes y que llegan á herir nuestro olfato tan agradablemente y sin inter- rupción! 1 Las flores despiden de sí un olor, que se percibe á dis- tancia de mas de tres varas, y algunas como el Huele de no- che ó el Jazmín á mucho mayor: llenan por consiguiente de perfumes una esfera de aire de mas de seis varas de diá- metro, cuya solidez comprende mas de mil varas cúbicas, y como cada vara cúbica contiene mas de siete millones de líneas, aun suponiendo que en cada una de ellas solo ha3'a cuatro moléculas odoríferas, ¡cuán pasmosa can- tidad será la que exhala una planta y cuán maravillosa su pequenez cuando ocupan un espacio tan corto on la flor que las produce! ¡Y cuál será también la finura de las fibra*340 denuestro olfato para percibir Ja diversa impresión de las moléculas que exhala el clavel, distintas de las que despide el lirio, siendo así que la pequenez de unas y otras asom- bra tanto nuestra imaginación! Pero como el perfume de las flores que trasciende por la atmósfera ó un grano de abniscle que durante años entero» exhala su olor por un aire incesantemente renovado y al parecer sin disminuir su peso son ejemplos de una gran di- visibilidad, que solo percibimos por el olfato, cuyo senti- do nada nos enseña con respecto á la forma de los cuer- pos, cuya presencia nos descubre, podrian parecer estas observaciones poco concluyentes, si no estuviesen confir- madas por otras perceptibles al tacto y á la vista. Si miramos una hebra de seda, obra de un miserable gusano, observaremos esta asombrosa divisibilidad. Aun- que esta hebra tenga ciento veinte varas de largo, su peso con todo no pasará de un grano. Representé- monos ahora en cuantas partes se puede dividir una hebra de seda del largo de ciento veinte varas sin que no obstante ninguna de estas partes sea imperceptible. Una pulgada sola puede dividirse en seiscientas parles igua- les de las que cada una tenga el grueso del cabello de un niño y por consiguiente que pueda mirarse con la simple vista. Por consecuencia un solo grano de seda contiene á lo menos dos millones, quinientas y dos mil partes, ca- da una de las cuales puede distinguirse sin. necesidad de microscopio. . Hasta en los menores objetos se encuentra esta divisi- bilidad. En medio de un grano de arena que apenas puede divisarse con la vista, hay insectos que fijan sumo- rada. El moho de un pedazo de pan observado con un microcospio, presenta un espeso bosque de arboles fruta-341 les, cujas ramas, hojas y frutos se distinguen muy bien. Nuestras operaciones mecánicas tan toscas en compa- ración de las de la naturaleza, llegan no obstante ¡í redu- cir la materia á dimensiones lan tenues, que se ocultan á veces de nuestra investigación. El vidrio cuya composición es tan complicada, ha lle- gado á obtenerse en hilos tan finos y tan manejables ca- si como la seda. En los faroles de nuestras procesiones pueden ver nuestras suscritoras un ensayo de este bello, artefacto de vidrio, á que llaman garzotas. Ciertos hilos metálicos empleados en las artes gozan de una finura comparable á la de los cabellos y limitada á la resistencia que estos hilos deben oponer para sacarlos por la hilera; pero por un artificio ingenioso, el Dr. Vol- laston ha logrado vencer esta dificultad, habiendo redu- cido hilos de platinad una parte tan pequeña, que corres- ponde ala división que se hiciese de una linea, en dos mil cuatro cíenlas partes. Una vara de semejante hilo no pesa mas que un grano, apcsar de que la densidad de la platina, es superior á la de todos los metales conocidos. Este es el último término á que probablemente puede llegar el arte. La materia puede adquirir también una división eslre- mada eslendiéndose en superficie. Un grano de oro, di- ce Pelletan, batido en hojas por el martillo, puede cu- brir una superficie de treinta pulgadas cuadradas: cada pulgada tiene doce líneas y cada línea puede dividirse có- modamente en ocho parles, lo cual da mas de dos millo- nes de partes perceptibles á la vista. Los globilos ó gorgoritas de jabón con que se divier- ten los niños, y en que se pintan tan brillantes colores al sol, están formados por una lámina delgadísima de342 agua, cuyo grueso según cálculo de Newton, es Ja vein- te milésima parle de una línea, es decir, dividiendo en veinte mil par-tés una línea, esta casi inconcebible divi- sión seria el grueso que tiene el agua que forma la gor- gorita. En íin, el pulimento que toman algunos metales y cier- tas piedras preciosas prueba también la divisibilidad de la materia, pero llevada á tal estremo, que haciéndose im- perceptible á nuestros sentidos, solo el raciocinio puede darnos idea de ella. Al tocar alguna de nuestras suscrito- ras un diamante, un mármol ó un acero muy bruñido, la única sensación que habrá esperimentado, habrá sido Ja de una superficie regular, plana y resvaladiza; mas con todo, es preciso, que reflexione que por tinos quesean Jos polvos del esmeril y del diamante, que han servido para pulirlos, necesariamente han dejado en esas superficies sur- cos proporcionados á su tamaño, produciendo hoyos y prominencias que se nos esconden al tacto y á la simple* vista, pero que descubre un buen microscopio. Nuestras lectoras habrán creido que nada podemos agregar ya á las pruebas que hemos asentado y á los ob- jetos pequeñísimos que hemos escogido: pues no es así: en el mundo orgánico especialmente es donde se liallan los ejemplos mas asombrosos de la divisibilidad material. La sangre que nos parece un fluido de igual naturaleza en sus parles, está compuesta de una infinidad de globilos de estremada pequeñez y que flotan en un líquido que no tiene color llamado suero. Estos glóbulos que nos ma- nifiesta el microscopio, y cuya existencia descubrió Mal- pigbihace ciento ochenta años, varían de formas y dimen- siones según las diversas especies de animales: son esfé- ricos en la sangre del hombre y de todos los mamíferos.343 elípticos en las aves, reptilesy peces. Su dimensión en el hombre es una parte de una linea dividida en trescientas. Según Pouillet, se puede calcular conforme á este dato que hay cerca de un millón en una gola de sangre de media línea cúbica que pudiera estar colgada de la punta de una aguja. Y no obstante estos glóbulos tan diminu- ios, no son simples, tienen una estructura complexa v es- tán formados de diversos elementos, que la química sepa* ra y liace patentes. Nuestro cuerpo está cubierto de una multitud innumerable de poros de la que solo podemos distinguir la menor partp con la simple vista, pero que la señorita de cutis mas delicado, se horrorizaría al ver con microscopio la epidermis ó cutícula, pues casi es seme- jante á la de un gran cetáceo ó un pez lleno de escamas. Se ha calculado que un grano de arena puede cubrir dos- cientas cincuenta de estas escamas, y que una sola cubre quinientos de estos intersticios ó poros por donde sale el sudor y se hace la transpiración insensible. ¿Qué diremos por último de esos seres dotados de vida y movimiento que nadan á miles en una gota de agua. Merced á los nuevos instrumentos tan perfeccionados en eldia, podemos verlos, estudiar sus costumbres y recorrer todas las diversas fases de su existencia. Pero aquí aca- ba el termino de nuestras percepciones orgánicas, y sin embargo, nuestra imaginación que se recrea en espaciarse por esos campos sin límites, prosigue, la división de la ma- teria todavía mucho mas léjos sin poderse detener jamás; porque si estos animales ejecutan movimientos rápidos, si persiguen su presa y la atrapan, si por un instinto particular evitan los obstáculos y se sobreponen á ellos, necesitan por fuerza órganos y órganos esencialmente complexos, fibras musculares y articulaciones para moverse, un canal diges-344 tivo, vazospara la circulación y en los fluidos que circulan por su venas glóbulos quizá suspensos en un suero. Con todo, es preciso convenir en que la materia no puede dividirse hasta lo infinitó. Las últimas partículas materiales por su naturaleza son inalterables é indestruc- tibles. Esta verdad que ya habia presentido el inmortal •Newton, se mira confirmada por la química moderna. Los átomos ya sean de la misma ó ya de diversa naturaleza, pueden muy bien perder, ó mas bien dicho, cambiar sus propiedades, combinándose unos con otros para formar nuevos cuerpos; pero nada puede reducirlos ¡í lanada; y según el sublime pensamiento del citado filósofo inglés, pa- rece que el Autor de lodo lo criado ha querido componer el universo material de moléculas indestructibles y dota- das de propiedades inmudables. La idea que resalta de toda esta lección es, la de que el poder y la sabiduría del Criador no se muestran menos grandiosamente en la inmensa estension del universo, que en la mas pequeña de sus producciones. Verdad es que la grandeza de los astros^ lo inmenso de los cielos, la profun- didad del espacio y su estension indefinida y la diversidad de las criaturas que pisan nuestro globo, que vuelan bajo nuestra atmósfera, que nadan en nuestras aguas, verdad es repetimos que todos estos objetos publican la gloria de Dios y anuncian la magnificencia de su poder; pero no se ostenta menos admirable en los objetos mas pequeños y menos perceptibles, dándose á reconocer por último tanto en la indefinible divisibilidad déla materia cuanto en esa multitud de inmensos globos de que ha poblado el univer- so y de que hablamos en nuestro número 13 al ocuparnos de la astronomía.—I. G.345 LA LECTURADE LAS BOTELAS. era una joven ile una imaginación ardiente, de una alma viva y fácil de percibir loda clase de impresio- nes: desde la edad de quince anOs sé habia dedicado con tenacidad á la lectura de esos libros tan fatales á la ino- cencia, y á los que consagraba todo el tiempo que le de- jaban libre Jas tareas á que se veia obligada á dedicarse por su poca fortuna. Aun en medio de ellas mismas se ocupaba sin cesar, repasando en su alma, mientras que sus dedos se empleaban en la costura ó el bordado, to- das las locuras que habia Jeido la víspera en aquellos li- bros que tanto apreciaba, y sus conversaciones con sus amigas ó conocidas siempre venian A terminar por reci- tarles los pasages mas notables y novelezcos que absorvian su imaginación, ponderándoles el placer de su lectura. Una de ellas tan sencilla como inocente, y cuya dedi- cación hasta entonces solo se habia reducido á los ejer- cicios religiosos, cansada de oir ponderar á Cecilia el gus- to que producía la lectura de los romances, quiso pro- bar por sí misma Ja verdad de Jo que se Je aseguraba, y procuró con ansia hacerse de algunas novelas francesas; Entre tanto, la lectura de los romances exaltaba dia- riamente la imaginación de la pobre Cecilia, que deseahá vivamente llegar á ser una heroína semejante á aquellas, cuyo retrato leía con tanta frecuencia, y á realizar en su persona aquel fantasma de felicidad que tantas ocasiones veia pintado en los lances imaginarios desús cuadros. Su juicio comenzó á perturbarse; su razón ofuscada por tan- Tom. í. 45346 tas quimeras, se exaltaba mas cada dia; sus ocupaciones domésticas le parecian ya insoportables; un disgusto ge- neral se manifestaba en ella al dedicarse á cualquiera es- pecie de trabajo; su espíritu se abatia á medida que se au- mentaban sus ilusiones, y sin preveer las desgracias que debia atraerle semejante conducta, se abria á sus pies un abismo cuya profundidad no era capaz de sondear. Ni las impugnaciones de su familia que no sabia comoesplicar uua situación tan estraña, ni los consejos de sus amigas, que se afligían sinceramente al ver perecer de este modo á una joven dotada del carácter mas dulce y mas amable; nada en una palabra podía distraerla de aquella especie de languidez á que la habia conducido el furor de sus lecturas novelezcas. Creciendo en fin, su delirio de dia en dia, llegó al estremo de disgustarse aun de la vida. Un dia que la amiga, de quien antes lie hablado, fué á hacerle una visita, la encontró pálida y tendida en su ca- ma completamente inmóvil. Al principio creyó que dor- mía; pero acercándose mas observó sobre la almohada la novela titulada la Nueva Heloisa: era en efecto la última lectura de Cecilia. Su amiga leyó algunas páginas aguar- dando que despertase; pero á pocos instantes Cecilia co- menzó á moverse y como á despejarse de un aturdimiento que abrumaba su cabeza, era el vapor del gas carbónico que habia encendido, para poner fin á sus dias y el sueño aparente de que estaba oprimida, era el sueño de la muer- te. Al momento que lo advirtió su amiga abre la venta- na y llama á los vecinos en su socorro. Aun era tiempo, un hábil facultativo logra destruir la asfixia y volverla á la vida. Esta fué una terrible pero provechosa lección; des- de aquel momento renunció para siempre átales lecturas. Es cierto que los romances no producen los mismos347 electos de una manera tan terrible en todas las jóvenes; pe- ro por ser menos prontos ó menos sensibles, no dejan de ejercer siempre una funesta influencia. Esa clase de no- velas cautivando el corazón eslinguen en sus lectores el fuego de la piedad, y una vez que el corazón comienza á pervertirse, se necesitan gracias especiales para detenerlo en el camino de la perdición; porque como las pasiones no dejan raciocinar, es indispensable dominarlas enteramen- te, para no vernos subyugados por ellas. El remedio úni- co es abstenerse déla lectura de malos libros.—/. w»av ^W' CCondujeJ. DE LAS NODRIZAS. 21. Sarna muger débil ó de mala salud no debe criar, y para elegir una nodriza debe buscarla de 24 á 30 años que goce de completa salud, que tenga la tez fresca y buena dentadura, los pechos voluminosos y el pezón bien for- mado. Las nodrizas morenas son mas convenientes que las rubias para los niños de las ciudades. 22. La leche de una buena nodriza debe ser inodora, de un color azulado, y algo dulce. Derramada sobre una superficie lisa se conservará en golitas cuando se la incli- ne; y cuanto mas tiempo tenga, mas ganará en espesor y blancura. Seria de desear al recibir una- nodriza que hi- ciese pocos dias que hubiese parido; pero cuando tiene las cualidades convenientes.no debe vacilarse en admitir- la, aunque su leche tenga ya algún tiempo. 23. La templanza y la sobriedad son cualidades muy esenciales en las. nodrizas, sus costumbres no deben al-.348 terarse, las habituadas al aire libre y al trabajo suelen, enfermar porque se les dan alimentos demasiado nutriti- vos, porque no hacen bastante ejercicio y por las ridi- culas exigencias que á veces se tienen con ellas. 24. A falta de nodriza la lactancia por medio de una cabra ó de una burra debe preferirse á la del biberón ó cualquier otro instrumento para beber la leche. La, leche de burra es mas conveniente, pero la cabra se pres- ta mejor, y se acostumbra á colocarse por sí misma sobre la cuna de su cria. La cabra en eslecaso merece parti- cular cuidado, no permitirla córner yerbas maléficas, pa- searla al aire libre, limpiarla á menudo }' no castigarla. DEL DESTETE. 25. El niño que tiene casi completa su dentadura, Carnes macizas, buen color, vi veza y claridad en la vis- ta, en una palabra, el aspecto de la salud y de la fuerza, puede ser destelado sin peligro. El término ordinario déla lactancia es de Í2 á 15 meses: si la nodriza es de constitu- ción linfática debe anticiparse el deslele, así como el del niño robusto, y cuya dentición se anticipe con facilidad. 26. La costumbre de criar hasta los dos ó tres años es perjudicial á la nodriza y á la cria. Cuando se destela no se ejecutará de repente, sino por grados á medida que se acostumbre el niño á los alimentos sólidos. Desde que se presentan los dientes puede dejárseles mascar alguna corteza de pan, ó un poquito de torta esponjosa, luego se les dá leche, caldo, empanada, después carne cocida ó asada, aunque en corta porción, legumbres cocidas, frutas maduras y de buena calidad; y por bebidas leche aguada, agua de cebada ó de abena, y agua pura ó con azúcar, evi- tando siempre el uso de las especias, y las confituras. 27. Se acostumbrará ¿ los niños que adviertan sus.ne-cesidades, pero nunca se les obligará á retenerlas. Se les, presentará en la recámara á horas determinadas á fin de que sus operaciones se regularicen. Evítese todo lo que pueda suprimir su transpiración. Los niños acostumbran llevarlo lodo á la boca, asi, q,ue no debe dárseles sino chu- padores redondos, V ningún juguete cubierto de sustancia ó decolor que su saliva pueda desbarnizar, siendo á todo preferible un largo tapón de corcho fino. No debe consen- tirse que las nodrizas los laven con su saliva, como tam- poco que nadie le bese la boca. 28. Nada hay mas nocivo á la salud de los niños que la inmundicia de la cabeza; es preciso limpiarlos valién- dose á/a un cepillo suave ó de un peine; si los insectos abundan puede usarse sin reparo del cocimiento deagen- j¡os, la centaura menor, ó. la simiente de pcregíl en pol- vo. El resudor que sobreviene al rededor de las orejas, y las costras que suelen aparecer en la cabeza ceden co- munmente á la limpieza. No suministréis, amables suscri- toras, medicamentos á los niños; sj están enfermos llamad Un facultativo, porque la medicina,de la infancia que tan fá_ cil os parece, es la que requiere mas estudio y esperiencia. 29. No enseñéis á andar á vuestros hijos á la ayuda de andadores, de carritos, de canastos, y menos aun de una máquina sujeta á un eje que dá vueltas; porque es- te es el medio de hacerlos adquirir deformidades, ó tor- cer las piernas; puestos en el suelo sobre una alfombra ó sobre una estera, cuando sus miembros hayan adqui- rido la fuerza necesaria, ellos se levantarán }r marcharán por sí solos; si caen no manifestéis asustaros, porque en- tonces se llenarán miedo y no harán otra tentativa para levantarse. 30. Los ejercicios activos son muy necesarios á la.350 infancia, los sedentarios son nocivos, si queréis que las niñas lleguen á adquirir robuslez y buena constitución de- jadlas jugar como á los muchachos á los aros á la pelo- ta, columpiarse, correr, saltar &c, hasta que llegue la edad en que la educación debe cambiar sus habitudes. An- ticipando los trabajos de la imaginación solo se consigue destruir la salud de los niños: presentadles el trabajo bajo la forma del recreo, y que los juegos del espíritu se inter- polen con los del cuerpo. 31. Los niños deben dormir cuanto quieran: el me-r cerlos es una práctica viciosa. Si el niño llora, se obser- vará si tiene hambre, si sus mantillas están sucias, ó si espe- rimenta algún dolor: nada hay mas pernicioso para ellos que la falta de sueño; no lo molestéis nunca cuando duermen, y cuidad mucho de no hacerles despertar so- bresaltados. Cuando despierten, sacadlos al momento de la cama; ocho ó diez horas de sueño son indispensables en los primeros años; pasados estos deben acostarse y le- vantarse temprano. 32. La cunase almohadillará de cerda ó paja de avena ó trigo que conserva menos el calor y las emanaciones, que la pluma y la lana. Cuidad de que esté retirada de la pared, que sus cortinas sean delgadas; los niños se acos- tarán con la cabeza elevada sobre el lado derecho, y mo- deradamente cubiertos. Se colocará la cuna en términos que reciba la claridad de plano; y cuando se presente álos niños algún objeto de diversión, siempre se ejecutará de frente; para evitar que contraigan el estrabismo ó el vicio de torcer la vista. 33. La cólera, la envidia y el temor son pasiones muy frecuentes en la infancia; á falta de palabras seda á cono- cer por su llanto; es preciso distinguir cuando este proce-351 de de necesidad ó de dolor, y cuando dimana de impa- ciencia ó de cólera. En el primer caso es mas agudo, me- nos seguido y acompañado de lágrimas durante el dolor; en el segundo es mas fuerte y continuo, cesa si se cede á su exigencia, prosigue si se le contraría. 34. Se evitará que el niño adquiera un genio dominan- te y caprichoso, que algún dia pueda serle funesto. Ni le contrariéis á vuestro antojo ni le estimuléis; sed justas para con él; inspiradle amistad y no temor, y tened pre- sente que de las impresiones que ahora reciba, depende su hueri o mal carácter. No le acostumbréis á hacer mal á los animales, ni á ver derramar sangre. No contrariéis sus buenas disposiciones, pero tampoco deis lugar á que juz- gue su posición superior á la de su familia. No hay mejor preservativo contra la envidia entre los niños, que no dar á ninguno de ellos una marcada preferencia. El niño en- vidioso enferma, y tal vez muere de una calentura lenta. 35. Acostumbrad á los niños á no tener miedo; un sus- to repentino puede ocasionarles un accidente y aun la muerte. Evitad los castigos corporales, que lejos de cor- regirlos, los hacen disimulados y perversos; emplead las razones para convencerlos, y escitad su amor propio. Desde la cuna debe procurarse desenrollar en ellos las im- presiones de honor y emulación. Inspiradles sentimien- tos religiosos y verdaderos, enseñándoles la inmortalidad del alma, y haciéndoles conocer los deberes y Jas leyes dé la sociedad. (Senmnario Pintoresco Español.) CONFUSION DE LOS SENTIDOS. os periódicos de París nos cuentan prodigios de una1 ihuger de las cercanías de León. Las circunstancias del caso han confundido á los fdósofos, y le han hecho increí- ble para los hombres que no están acostumbrados á los razonamientos científicos. La ciencia duda cuando care- ce de principios para esplicar; la ignorancia decide de una vez, porque no conoce la variedad de principios ocultos que existen en la naturaleza. 351 Él cuso de esta muger es la confusión de todos los sen1 tidos, de la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto; La calidad de un sentido parece transferida á otro; hay Una especie de confusión orgánica y de substitución; los ojos ejercen las funciones de la oreja, el paladar la de los ojos, y las manos las del gusto. «El creer, dice un célebre médico, en imposibilida- des, es de necesidad en los hombres que se dedican alas ciencias; pero es al mismo tiémpó una fortuna para ellos, el descubrir que el mundo contiene muclios mas mila- gros que lo que se imaginan; que nada es imposible, refi- riéndose á la omnipotencia de Ja Divinidad; y que las im- posibilidades son mas raras en la combinación de la vida humana que lo que reconoce lá vana ciencia. La muger á quien asistí, y áquien presenté varios me- dicamentos, polvos, simples, compuestoSj y otras mu- chas substancias, qué sé de positivo, no podia haber visto antes en su vida, me dijo sus varios gustos, tan exactamen- te como podia decidirlo el paladar, é hizo de ellos una des- cripción que me llenó de asombro. Luego se la vendaron los ojos con una venda espesa, v yo saqué de mi faltriquera diversas suertes de cintas efe seda. En el momento me dijo todas las que eran dife- rentes en sus colores originales. En vano traté de po- nerla dificultades; no se equivocó en nada: no hacia sino pasar meramente la cinta pdr sus manos, y al momento decia su color. En íin, esta muger descubría la calidad de una cosa por el tacto ó el gusto, tan exactamente co- mo yo mismo con mis ojos. Los órganos del oído se la cerraron con algodones y con todas las demás cosas que podian servir para que no oyese; después empezé una con- versación con un amigo que se hallaba allí, hablándole en voz tan baja que apenas me oía él mismo. No obstante la muger, con una memoria prodigiosa, repitió palabra por palabra, cuanto habiamos dicho. Para acabar pron- to, diré que salí convertido, ó en otros términos, queme quedé creyendo lo que habia visto. Es verdad que el fi- lósofo conoce la falibilidad de los sentidos; mas también ha de saber que la ciencia no debe desechar una cosa, por carecer dé mediospárademostrarla." [Curiosidades.]353 MEXICO, 23 DE MARZO DE 1841. Obligaciones de una aína de casa, y conducta que debé observar pará cumplirlas dignamente. r. fin de los deberes de una ama de casa y los objetos que debe proponerse en todas sus operaciones, no son otros que la paz y la economia doméstica. Si consigue establecerlos eficazmente, liará reinar en ella el orden in- terior y el bienestar de toda la familia. Este orden con- siste en poder llevar cuenta y razón de todo lo que se gasta en la casa; de que no haya en ella nuda, sin quesea útil á su objeto; que cada cosa tenga su lugar y esté co- locada en él: mas para ejercer con exactitud cada una d<í sus atribuciones, es preciso que sepa distribuir su tiempo de manera cpic no le falte para ejercerlas todas oportuna^ mente. El bienestur de la familia no consiste únicamente en que las cosas no estén desaseadas, ni en que los alimentos estén bien preparados con cuidado; sino que exige toda- vía un cierto arreglo al que preside el gusto y la modera- ción del gasto. Nos seria muy difícil prescribir detalla- damente las reglas á que se sujeta este gusto y al que de- be nivelarse el gasto; pero bastará decir que el primero debe ser tal, que los muebles y objetos todos de una ca- sa no puedan imaginarse mas bien colocados ni mejor apro- piados á su deslino, ni en una simetría mas halagüeña á la vista. Por pobre y miserable que sea unu habitación, y por modesto que sea su ajuar y su menage, la misma rus- ticidad de los objetos puede dar la norma para la aplica- ción de esta regla general. Los adornos mas agradables de la arquitectura no son sino la simetría entre las hojas, toih. i.—c. 16. 46 354 las flores, los frutos y otros objetos, cuyo tipo se lia sacado de la naturaleza y frecuentemente de los objetos mas sim- ples y groseros. Para poder llevar cuenta de todo, es necesario estable- cer un modo relativo ácada cosa; así por ejemplo cuando se han fijado los gastos según las facultades de la casa y su respectivo estado ó situación en la sociedad, conviene lle- var cierto orden de contabilidad, y nuestras amables suscri- toras que se bailen en este caso, observarán la facilidad de su ejecución si destinan un libro en blanco á este objeto y apuntan en él la suma, que han recibido ó que han puesto aparte para el gasto de cada mes. Hecho esto, se escriben en seguida las cantidades que se van tomando de este fon- do particular con distinción de los objetos á que se desig- nan, por ejemplo sueldos de criados, labado de ropa, compra de semillas y demás efectos que forman la des- pensa, comestibles que se compran diariamente; y por separado los gastos estraordinarios, sin que sea necesario el minucioso apunte de las cantidades pequeñas mucho menos si son de frecuente consumo. Al cabo del mes se suman las partidas gastadas y se rectifica la existencia en caja. Este sobrante se coloca aparte en una bolsa que yo llamaria caja de ahorros, ya sea para acumularla y servir de reserva en los casos imprevistos, ya sea para formar un fondoy hacer frente á las erogaciones de los meses siguien- tes que sobrepujen á la cantidad designada. La ama de casa cuyos ingresos solo sean semanarios, puede hacer propor- cionalmente lo que hemos dicho de los mensuales. Una despensa habilitada y manejada con economía, proporcio- na la mejor calidad 3' comodidad en el precio de los efec- tos, y evita multitud de fraudes en los criados, impidien- do su desmoralización; pero los apuntes diarios y la vigi-355 lancia frecuente es lo que mejor previene las infidelidades domésticas ó al menos evita las sospechas muchas veces injustas y las inquietudes acaso mal fundadas. Debe tener también la ama de casa una lista de los mue- ble-, que haya en ella por cuartos ó departamentos, y lis- tas separadas de los utensilios de cada clase, por ejemplo, plata labrada, loza, cristal, batería de cocina, en una pala- bra, lo que contienen los diversos roperos, estantes, apa- radores, clavijeros &c, como ropa blanca y de color, ba- jdla, mantelería, catálogo de libros, vestidos, alhajas, úti- les de tocador &c. Esto es mas importante á proporción de que los objetos son mas pequeños; porque pueden es- traviarse ó perderse con mayor facilidad, sin echarse de menos su falta oportunamente. Pero de nada servirían estas listas si no se rectificasen al menos cada dos meses. En cuanto á la ropa quese dá á labar, debe llevarse cuen- ta exacta al entregarla y recibirla, teniendo cuidado de marcarla para evitar equívocos cuando no se hace dentro de casa esta operación. Se necesita mas industria de la que se cree en las consi- deraciones de la economía doméstica, que es en último aná- lisis una administración ilustrada é inteligente, que supo- ne una grande capacidad cuando se apljca en una estensa esfera. Por lo demás lo que se llama economía política, no es sino precisamente la misma industria ejercida con respecto á los intereses de los pueblos en lugar de estar limitada álos intereses de la casa, y de que se ha hecho Una ciencia, á causa de la multiplicidad de sus relaciones y de la importancia de sus resultados. De aquí es: que tan lejos de ser degradante ó de menos valer la dedicación de una señora al cuidado y la economía de su casa, que por el contrario acaso es la ocupación mas'imporlante de una350 buena esposa y de una buena madre de familia, en que puede desarrollar mas útilmente sus talentos y los cono- cimientos de su educación. Madama Staél no fué menos célebre por su ilustración literaria y las obras maravillo- sas de su ingenio, que por la administración de su casa, en que dio á conocer era digna hija del célebre econo- mista Necker. Los preceptos de economía se aplican ú todas las cien- cias, desde la mecánica hasta el arte de cocina. El tiem- po, el espacio, los objetos, la vida misma, todo se arre- gla y economiza. En efecto, un mecánico economiza las fuerzas de que puede disponer, y las pone en relación con el efecto que deben producir; un constructor economiza los materiales á proporción de sus dimensiones y del uso a que está destinado el edificio que construye; un cocine- ro evila tanto la profusión como la parsimonia, cuando quiere satisfacer los paladares delicados; y finalmente, una ama de casa así se opone á la prodigalidad como á la mezquindad. Pero la elección de las buenas cualidades, el conocimiento de los medios de producción mas espe- ditos y baratos, y el arte de aprovechar las cosas que el vulgo mira como inútiles, son otros tantos conocimien- tos, de que se vale la economía doméstica para llenar su objeto. Por consiguiente, esta ciencia estriva en consumir todo lo que conviene, colocándose á igual distancia de la su- perfluidad y de la tacañería, y sin inclinarse ni al estre- mo del desorden ni al de la avaricia. Fijado una vez el gasto proporcional de una casa, nada debe consumirse en ella inútilmente ó fuera de propósito, y todo lo que se gaste debe contribuir á su bienestar, y ser proporciona- do á la situación de su fortuna. Nada debe perderse un357 una casa, y para lograrlo debe haber un lugar, en que se guarden lodos los objetos y muebles, que siendo de una utilidad pasagera y temporal, pero de una utilidad futura, encontrándose en su lugar, esto evita nuevos gastoscuando Mega la época de su uso ó cuando de improviso se nece- sitan. Una caja, una botella, algunos instrumentos de me- dicina por ejemplo, no se necesitan todos los dias; pero S1 concluido su uso no tienen un lugar determinado don- de conservarse, regularmente se estravian é inutilizan, haciendo precisa una nueva erogación cada vez que vuelven á necesitarse. Pero por el contrario se debe evi- tar el prurito de acumular multitud de objetos, que larde 0 nunca pueden servir en una casa, y cuja inutilidad "MSnjy contribuye á su descuido, y á llenar en vano un hueco, que podrían ocupar otros mas importantes. En cuanto á las atribuciones de los domésticos, la ama de casa debe evitar cuidadosamente la confusión en el ser- vicio diario, así como las disenciones entre sí de los que están encargados de los diversos quehaceres, cuidando P°r lo mismo, de que cada uno tenga los suyos detallados c°n la mayor claridad. Una vez establecida esta distri- bución,, debe ser muy severa en hacer; que cada uno cum- pla sus debares con la mayor puntualidad y exactitud. Pe- ro conviene igualmente que observe la debida indulgencia según las circunstancias, que use siempre de dulzura en las reconvenciones; pero sin manifestar nunca debilidad. Es muy esencial no emplear en las advertencias dirigidas «' los domésticos ninguna de aquellas espresiones chocan- tes ó humillantes que faltándose al respeto que se debe á Sl misma una señora bien educada, no producen otro efecto, que el de fijar la atención de los criados sobre ellas, en lu-. gar de atraerla sobre el motivo que las ha diotado.Por lo demás es indispensable que una ama de cas>a ja- más se encargue de pormenores confiados á las personas que la rodean. Semejante conduela seria quitar á sus de- pendientes el mérito que deben tener á sus propios ojos y , destruir su emulación dando motivo á que se le acusase de una predilección ó distinción injusta. Debe contentar- se con ejercer sobre ellos la mas frecuente vigilancia, sin que por esta se entienda una ocupación que absorvatodo su tiempo, pues debe distribuir Jas boras de manera que pueda cumplir con los deberes del mundo, sus ocupacio- nes particulares y su distracción y recreo. A proporción de su fortuna y de su situación en la sociedad deberá ob- servar esta última regla con mas ó menos puntualidad. Para estar bien servida una casa es un arbitrio muy útil ensayar á los criados á solas de lo que deben ejecutar, cuando baja concurrencia. Empleado este método con calma, da resultados ventajosos, y agrada á los criados atentos; porque les evita reconvenciones y les facilita por otra parle bacer bien aquello á que están acostumbrados, proporcionando á los amos el gusto de estar bien servi- dos, ó al menos no servidos tan mal. En cuanto á las reprensiones, una ama prudente jamás las liará en el momento de la falla, especialmente cuando sea provenida de irreverencia ó falta de respeto, porque atraerían nuevas ofensas; por el contrario, aguardará á que la persona culpable esté tan fria como ella misma, y entonces una reconvención tan grave y solemne como lo exija la falta cometida, producirá el respeto y las es- cusas racionales á que dé lugar el caso. Toda falla cometida con intención., todo defecto de conducta, no debe ser perdonado mas de una vez, y el doméstico que no se muestre sensible á esta indulgencia,, 359 debe mirarse como un individuo que no puede continuar en la casa. Algunos délos efectos ó comestibles para el consumo de la casa como el pan, la carne, los géneros ó los vinos suelen tomarse por medio devales diarios y pagarse á fin de mes. Este arbitrio si bien disminuye el trabajo del ama de casa é impide algunos hurtos pequeños, présenla clertosinconvenientesquees preciso evitar. El primero es que no teniéndose cuidado al tiempo de recibir los efec- tos, de examinar su buena calidad, la economía es ninguna y »o equivaled las faltas que en ellos se notan; siendo así ^e al fin de mes se pagan todos como si fuesen de supe- rior calidad. Por otra parte la diferencia de precio en el mercado durante dicho tiempo no se reclama cuando es en favor del vendedor; pero si se exige ó se falta á lo estipulado, cuando es en su contra; por consiguiente esta especie de contratas, para poder ser útiles es necesario que se examinen minuciosamente los efectos al tiempo de recibirlos, formando un apunte de lo estraordinario que naya en las entregas, y de los defectos que eu ellas se no- ten, pues la memoria jamás puede ser tan exacta que de- ba fiarse en su fidelidad. Nos resta únicamente indicar la conveniencia de una revista general de la casa en épocas mas ó menos aproxi- madas, para preveer é impedir el deterioro causado por los insectos, por la humedad, la fuerza del sol y las aguas detenidas. Hay mil otros puntos que abraza la economía doméstica; pero que no pudiendo comprenderse en un artículo, por lo mismo serán objeto de otros posterio- res.—i. G.360 POESIA. Z/.Í PLEGARIA. "Grata benevolencia • con blando «opio el corazón le anima." J. J. Mora. k la Berma noche en las tinieblas Vo te invoo o, Señor, dentro del pecho. Cuando reclino en mi tranquilo lecho Cansada de velar la casta sien; Por bendecirte entonces sin que nadie A contener se atreva el raudo vuelo, G m que se eleva al encumbrado cielo Esta infeliz y lánguida muger. No envidio, no, la robustez altiva Del hombre asolador dueño del mundo, ■Solo quiero del alma en lo profundo Tu grandeza admirar, exelso Dios, Y me basta, Señor, para sentirla La inefable ternura que le diste,— Bálsamo puro de la vida triste, De la muger al blando corazón. Cuya ley es amor, cuyo destino Mitigarlos dolores y las penas De los que arrastran bárbaras cadenas, Arrebatados al paterno hogar; Y abrir con llave de oro el Paraíso Donde lozanas las virtudes crecen, Y esmaltadas de flores resplandecen Al riego de la hermosa caridad. No te busco, mi Dios, en las estrellas, En los rayos del sol, ni en el rocío; Buscarle quiero dentro el pecho mío, Y amar sin fin á quien me dio el amor. Buscarte quiero en la memoria bella Que la virtud al ánimo regala, Y es como el tónuc ventilar del aln Do ün serafín que cerca revoló. Yo que á mi madre, de mis años ángel Con puro fuego sin medida adoro, Bañada á tí me elevo en noble lloro, Porque rao diste para amarla amor. Cuando recuerdo al hombre que en mi seno Siento vivir cual de mi propia vida, Yo ine postro, señor; agradecida Ante la causa eterna del amor. Porque tú eres amor, divina esencia, Tú que enseñaste al desleal humano En el amor de Dios y el de ta hermano A ver el norte de su vivo afán. Tierno padre de todos te aclamaste, Del universo Salvador glorioso, Pastor ¿on los perdidos cariñoso. Que del ingrato olvida la maldád. Por eso yo te pido, Dios del hombre, Del religióso altar junto á las gradas Que desates las fuentes abastadas De tu divino 6 inexhausto amor. Y que su puro manantial inunde Los pechos que endurece la codicia, Alentando los pocos que acaricia El soplo de tu santa inspiración. i Alumbra pues, Señor, la inteligencia De tantos que se alampan tras el oro, Aunque lo moje sangre 6 triste lloro. Con tal que sacie su voraz pasión. El corazón ablándales de mármol, Porque no violen con afán sangriento Aquel tu sacrosanto mandamiento „No aparte el hombre lo f|ue Díob unió." ¡Tan alto monumento las mugeres Con lágrimas de gozo preparemos; Los destinos del hombre mejoramos Por el influjo del BuMime amor.— Y el mundo sea cual vergel florido De perennes y castas afecciones, Y naden en un mar los corazones De Cándida piedad y do fervor. Z. G. dtl V,361 VICTORIA, REINA DE INGLATERRA. t£*UA de los duques de Kent, nació Victoria el 24 de "layo de 1819, criada á los pechos de su madre, no fué educada en medio de las fórmulas frias de la etiqueta', si- No bajo la libre influencia de los afectos del corazón: bautizada á Jos seis meses en la gran sala del palacio de Kunsington en donde recibió los nombres de Alejandri- Ma Victoria, tuvo por padrinos al príncipe regente Inglaterra y á Alejandro emperador de Rusia, y por Madrinas á las reinas viudas de Wurttemberg y de Sajo- iia-Couburgo. Habiendo muerto su padre en su casa decampo de Wool- brook cerca de Sintmouth, fué adoptada como hija por su too el príncipe regente. Desde sus primeros años se nota- ba ya con satisfacción que entre los diarios recreos que disfrutaba la princesa, ninguno la alhagaba tanto como la facilidad de satisfacer sus benéficos deseos. Un desgra- nado seguía á veces su carruage hasta el patio de palacio P'diendo una limosna, y la niña aun antes de poder es- pHcarse, tartamudeaba al lacayo la orden de darle un ^helling ó medio real. Esta espontanea inclinación de contribuir al bienestar de sus semejantes cuando los veia ^felices, ha ido en aumento á proporción de su edad, y su augusta madre se dedicó á estimular tanto con sus pre- ceptos como con su ejemplo tan preciosas inspiraciones. Es bien sabido que no solo los establecimientos públicos de todas clases en Inglaterra han participado de su ge- «erosidad y bondades, sino que sus dádivas privadas hau «ido de la mayor éslension tanto en Londres, Ken* Tom. !. 47362 sington y su comarca, como hasla en los mas apartados lu- gares de su residencia, gravándose tales actos en los cora zones de los beneficiados menos tal vez por el valor in- trínseco de la dádiva, que por el agrado, la gracia y la dulzura de que iba acompañada. Sus primeros esludios religiosos, los de escritura y arit- mética, el baile y la música formaron su educación basta la edad de seis años, y la pronunciación correcta que ba usado en todos sus discursos públicos desde su elevación al trono, así como el desembarazo brillante desús alocu- ciones en el parlamento, manifiestan la claridad y el rigor de la pronunciación en su idioma en que se ba distinguido desde su mas tierna infancia. Desde que cumplió siete años se dedicó al francés y después al alemán. A principios de 1827, la princesa adelantó un paso mas bácia el trono aunque á costa de una amarga aflixion de familia. La muerte del duque de York, sobre cuya tum- ba derramó su sobrina las primeras lágrimas de sentimien- to, llamó mas la atención pública sobre la joven prin- cesa, laque babia cumplido ya ocbo años y se considera- ba generalmente como la reina futura de Inglaterra; sin embargo, merced á los cuidados de su madre no sospe- chó su real destino basta poco antes de la muerte del rey Jorge IV, acaecida en 830 después de la cual pasó inme- diatamente á ser heredera presuntiva del rey Guillermo. Su residencia por algunos meses en el hermoso retiro de Claremont le proporcionó aunque tan joven, el gusto por la botánica que cultivaba con esmero el príncipe Leo- poldo su tio materno, quien la complacia con sencillas lecturas sobre la naturaleza y propiedades de diversas flores que sometía á su examen; con sumo placer vigila- ba los progresos de los diversos estudios de su sobrina, y563 cuando residia en Londres, visitaba con frecuencia el pa- lacio de Kensington, y Jos pequeños conciertos noctur- nos en que desde muy niña estaba Victoria acostumbrada a tomar parle, adquirían mas importancia á proporción que eran mas frecuentes las visitas del príncipe Leopoldo. En honor de la sencillez con que fué educada en su niñez Victoria, bastará decir: que un vestido de linón blanco guarnecido de un pequeño bordado, y un sombre- ro de paja forrado de raso color de rosa ó azul eran su ordinario irage en verano, trocándolo solamente en cuan- l°álacalidad del género en invierno, y como un ejemplo digno de ser imitado, diré: que su hermoso pelo no cono- ció el hierro ni los papeles de rizar, hasta que cumplió diez años, llevándolo siempre partido sencillamente por en medio de su despejada frente sin recurrir á los adornos del arte. A los once años hablaba ya con facilidad y elegancia casi todos los idiomas europeos modernos, estaba muy Plantada en el latín y leia sin tropiezo á los poetas Vir- gilio y Horacio: en las matemáticas habia hecho conside- rables adelantos: tenia una profunda instrucción en la his- toria antigua y moderna en general y en la particular de s,i pais. El sabio profesor M. Amos le daba lecciones so- bre la constitución inglesa: en la música sobre todo el genio hereditario en su familia se desplegó de un modo increíble, tocaba el piano con habilidad y tenia escelente voz: habia manifestado ya decididamente su predilección por las obras de Hayden, Handel, Beethoven y Pergole- si. Sobresalía también en el ligero canto alemán é ita- liano, que se adecuaba muy particularmente ásu voz. Ha- bía hecho ya admirables progresos en el dibujo, de modo que antes de cumplir doce años se halló en estado de co-364 piar con tanta corrección como gusto los ensayos del pin- cel de Sir TomásLawrence, que no estuvieron en su pode'' sino algunas horas. El público ha tenido frecuentes oca- siones para juzgar de los succesivos progresos de la prin- cesa en el dibujo, porque de tiempo en tiempo ha presen- tado á las sociedades de caridad los fac simile de sus di- bujos, que eran un i nteresante y 1 ucrati vo a rticul o de venta. El primer viage que hizo en compañía de la duquesa su madre fué a Malvern. A su tránsito en Birminghan las operaciones practicadas para soplar el cristal y para acu- ñar la moneda fijaron muy particularmente la atención de la princesa, haciendo sobre ellas discretas preguntas y deduciendo de las respuestas aeerladas consecuencias. Pa- reció estraordinario para su edad el vigor de su atención y su feliz memoria, lo que atribujen los phrenologis- tas al realce de sus ojos. En su residencia en Malvern vi- sitó las célebres fábricas de porcelana de Worcetten, y asistió á la asamblea trienal de música en la catedral, pri- mera vez que se halló en una reunión pública. De vuelta á su domicilio vió las ciudadesy pueblos del tránsito y el puerto de Portsmouth, pasando á bordo del real Jorge y del navio de guerra San Vicente y recorriendo con toda detención el arsenal de marina. En un examen de la educación de la princesa hecho por los obispos de Londres y de Lincoln, como uno de ellos le preguntase al hablar déla historia de Inglaterra ¿qué opi- nión se habia formado de la reina Isabel? Victoria con la modesta y juiciosa timidez que siempre Ja lian caracteri- zado, contestó: «Creo que Isabel ha sido una gran reina; pero no estoy segura, de que haya sido igualmente muger de bien. Una larga permanencia en la isla de Anglesey al norte3C5 oel principado de Gales en el verano de 832, y la gran vuel- ta que después dió, ofrecieron ocasión á la princesa para ver una dilatada estension de su pais natal de adquirir sobre él "Aportan tes conocimientos. En el verano siguiente aprove- chó la duquesa de Kent su mansión de cuatro meses en 'a isla de Wight para ensenar á su hija una parte del pais del Sud-Oeste en un paseo que dieron por la cosía. Al "egar al puerto de Norris estuvo á riesgo de perecer á cau- sa de haber chocado el yacht, la esmeralda y hecho pedá- is su palo mayor cerca del que se hallaba Victoria la que dió pruebas de su valor en este accidente, dejándose notar que su corazón penetrado de gratitud se elevaba á Ja Pro- videncia como principio de que dimanaba el cuidado que ta habia conservado la vida. A pocos dias visitó el Vic- toria, y después de haberlo examinado detenidamente, pi- dió que ]a comida destinada á los marineros fuese servi- da en su presencia. Complacido su deseo, Victoria su •ttadre, toda la comitiva bebieron grog (rom y agua) y comieron vaca con papas servida en platos de madera, Asando de los tenedores y cuchillos de la tripulación. La princesa aseguró: que la comida le habia sabido muy bien, y es imponderable el entusiasmo que causó en los mari- neros este acto de familiaridad. Protegió decididamente las diversas escuelas gratuitas de Tumbridge-Wells y de Ramsgate cuando volvió á esos sitios en el otoño de 835, no solamente aumentando las dotaciones de sus fondos, sino también empleando en fa- vor de ellos su tiempo y sus mas esmerados cuidados: en &u presenciase verificó la apertura de las clases, observan- do todos los pasos de los estudios y las piezas y patios des - tinados á ellosé informándose desús reglamentos. La es-. cUela nacional de Ramsgate recibió una donación de dos-.366 cíenlas libras esterlinas (mil pesos). A su salida de aquella ciudad se vio agradablemente sorprendida al ver en la calle por donde debía pasar, formados á dos filas los niños de la escuela, muy aseados, que con tiernos saludos y aclamaciones se despedían de su querida bienhechora. Apenas terminaban las felicitaciones que celebraron el dia en que cumplió Victoria diez y ocho años, mayor edad fijada por la ley, cuando se verificó su adveni- miento al trono el 2) de junio de 837 en que el arzo- bispo de Cantoberg llegó al palacio de Kensington para anunciar á la nueva reina la muerte de su real tío. El primer acto de la nueva soberana fué escribir una afec- tuosa carta de pésame á su lia que acababa de quedar viu- da. El mismo dia prestó el acostumbrado juramento é hizo una solemne declaración que llamó la atención de la Europa. Al dia siguiente fué públicamente proclama- da en la Metrópoli reina de los reinos unidos de Gran Bretaña é Irlanda. A las diez se verificó la ceremonia en el palacio de San James, xibrumada por una situa- ción tan propia para conmoverla, se asomó á una ventana que daba sobre el gran patio, del palacio, al instante que oyó las primeras aclamaciones del entu- siasmo popular, prorrumpió en llanto, y á pesar de sus esfuerzos por contenerse, no cesaron de correr abundan- tes lágrimas por sus pálidas mejillas hasta que se retiró, no dejando por esto de hacer repetidos saludos en señal de reconocimiento al afecto de su pueblo. A la primera persona i quien dió audiencia particular, fué á su querida aya la duquesa de Northumberland, dis- tinguiéndola estraordinariamente, y en medio de su ele- vación se acordó para asignarles pensiones dedos infelices un barrendero y un portero á quienes daba antes limosna.367 Poco después de su elevación al tronp, dió orden á sus azafatas de presentarse á cierta hora en el palacio para acompañarla á la esposicion de la real academia. Ella según su costumbre estuvo puntualmente lista á la liora señalada; pero una de las damas no llegó sino nueve mi- nutos después: sacando el relox la reina le dijo con cal- ma: «Os he esperado querida nueve minutos, espero que este retardo no se repetirá; poique la exactitud es para ™í de mucha importancia y debe ser un principio domi- nante en mi palacio." El 9 de noviembre concurrió al solemne convite que le dió la municipalidad de Londres. Nombrado su pri- mer gabinete sometiendo á su aprobación un ministro cierta medida de gobierno le demostraba la necesidad de ella; pero la reina le interrumpió diciéndole: «He apren- dido, milord, á pasar en cuenta los bienes y los males; pe- ro necesidad es una palabra, cuya significación no deseo °ir, ni aprender." La magníflca y suntuosa ceremonia de la coronación 2 HXD&D&S^ Petrita.—]UXi querida Lola: acabo de recibir tu re- cado y al momento me tienes á tus órdenes. Dolohitas.—No te hubiera causado esta molestia á no ser poi que la enfermedad de papá impidiéndome hacer los preparativos necesarios para el altar de Dolores que ponemos cada año, me habia resuelto á interrumpir esta costumbre; pero mejorado notablemente, ha tomado a>'er tanto empeño en que se ponga, que creo será la me- jor medicina para su pronta convalecencia. Por otra par- le quiero dar una agradable sorpresa á mis hermanas cuan °"o vengan á darme los dias, y sin decirles nada condu- cirlas á ver el altar; pero necesito de tu auxilio porque sa- bes que aunque siempre he ayudado á ponerlo, mis her- manas eran las que casi lo hacían todo. Petrita.—Enhorabuena, yo tengo alguna práctica en la materia, y para no perder timpo es necesario proporcio- nónos ahora mismo todas las cosas que deben comprarse anticipadamente y no á la hora, de la hora en que cuestan nías, nada se hace con perfección y tiene que trabajarse doble tiempo, cuando solo nos faltan ya once dias. Doloritas. —Pues manos ála obra: papá me ha auto- rizado para que gaste cuanto quiera. Llamaremos al por- tero, que eshombre de bien y tú Je encargarás lo que te pa- rezca. ¿Necesitará una canasta ó dos? Petrita.—Mala saldría la prevención, si todo lo que tuviésemos que disponer previamente fuese el número de las canastas para las conducciones. Sabes que yo soy al- go metódica, y antes de llamar al portero ha de pasar al- gún rato. Acércame el tintero y un papel, para formar la lista de lo que necesitamos. Supongo que todo el cristal, Íom. i. 48370 la loza, porcelana y demás muebles que han servido en los otros años estarán espeditos, quo tus niacetitas estarán pre- paradas, así como las gradas, la mesa, el pabellón, cande- leros, lampa ritas ó vasos para la iluminación con maripo- sas y las velas que se lian deponer. Doloritas.—Todo está dispuesto, limpio y colocado en simetría y por clases, para que veas fácilmente el nú- mero de objetos iguales, que hay de cada cosa. Petiuta.—Pues bien, creo que podemos reducir nues- tro apunte á tres objetos: Aguas de colores, macetitas y jarros, y alfombras de altar de Dolores. Doloiutas.—Me parece muy bien, cuentas con tantas botellas como vasos, á mas de los jarrones y las jarras de cristal. ¿Cuántos colores pondremos? Petrita.—Cuantos quieras, yo podré hacerte mas de doscientos distintos. üoloritas.—Sí, pero seria necesario traer toda una tla- palería. Petrita.—No hay nada de eso, los colores con que pueden hacerse todos los demás se reducen al rojo, al azul, morado, verde y amarillo; apuntaremos pues, lo que se necesita para ellos. Para el rojo: el palo de Campeche hervido ligeramente, nos dará el carmesí, y si se le echan unas gotas de vitriolo (llamado ácido sulfúrico, como di- ce el Semanario de las Señoritas en su primera lección da Química núm. 12) ó de zumo de limón, tendremos el en- carnado. La grana machacada y disuelta en agua fría con un poco de alumbre (sulfato doble de alumina y potaza) nos dará un encarnado mas suave ó un color de rosa. Apun- to pues, palo de Campeche, vitriolo, limones, grana y alumbre. Para el azul tenemos en México el aceite, de añil que di- 4371 suelto eu agua nos dará este color desde el que llaman de piedra lipis ó nevado hasta el turquí, conforme vayamos aumentándolo en igual cantidad de agua. Para ponerlo oscuro no hay mas que agregarle un poco de caparrosa, (proto sulfato (le hierro) disuella previamente también en agua. Doloritas.—¿Pero si no hay ese aceite de añil? Petmta.—Entonces seria necesario disolver el añil en un poco de vitriolo echado en un vaso de cristal hasta lo- grar la disolución al sol ó bien en una cazuela con agua y arena puesta á fuego manso, teniendo mucho cuidado de mover el añil con frecuencia, que el vaso sea bastante grueso y que el agua no hierva para evitar, que aquel re- viente. La piedra lipis ó Deuto-sulfato de cobre, que llaman l°s químicos, muy bien remolida en almirez y disuelta en agua fria, agregándole paulatinamente un poco de álcali volátil (amoniaco) nos dará un azul mas ó menos subido. Por último, la rosilla en infusión de agua tibia, presenta también un azul muy hermoso. En las tlapalerías ven- den la rosilla del modo que se necesita, es decir, solos los pétalos de la flor bien limpios y despojados de sus cálices. Para el morado necesitamos palo de Campeche y de Brasil en iguales cantidades, con un poco de carbonato de sosa, en su defecto tequesquite muy bien asentado que sube ó baja el color según se quiere. Si aun se desea mas oscuro, le agregaremos un poco de caparrosa. Se puede bacer también el morado con un cocimiento de palo de Campeche en agua, mezclándole un poco de alumbre, que se haya disuelto por separado en mayor ó menor cantidad para subir ó bajar el color. Para el verde, apunto aquí: cardenillo. (Sulmcetata de cobreJ molido, alqueagregarémosloque baste de zumo de372 limón hasla formar una masa blanda que se disuelve lue- go en agua, la que quedará mas ó menos subida según se quiera. Mezclando la infusión de rosilla, de que le ha- blé antes, y otra infusión de zacallascale ó gualda, se ob- tienen multitud de verdes á cual mas preciosos. Por úl- timo, para el amarillo podemos usar del azafrán, el aza- fransillo ó el zacatlascale en infusión de ajrua caliente, mezclado este último con un poco de alumbre. Para el naranjado se usará de esta misma composición, agregán- dole un poco de grana, y finalmente para el amarillo co- lor de oro es necesario disolver el achotillo en legía he- cha de dos partes de ceniza bien asentada y una de cal, conservándolo en infusión doce horas y templándolo con agua hasta lograr el color que mas agrade. Doloritas.—Gomo el aceite de que se usa en las lam- paritas que se colocan tras de los vasos ó botellas suele tener un color feo ó cuando menos uniforme, ¿qué encar- garémos? Pktrita.—Vermellón ó cinabrio bien remolido en al- mirez para darle un color rojo; azúl de Prusia para dár- selo azúl. Con la mezcla de ambos daremos el morado: con cardenillo el verde, y pedirémos un poco de jaldre ó cromo para el amarillo. Inútil seria designar las cantidades de los diversos in- gredientes que solo pueden computarse en razón de las diversas cantidades de agua que haya de teñirse y de los diversos colores que se escogen, esto solo puede ser obra de la práctica, así como lo será solo del gusto lo mas subi- do ó bajo del color. Con todo no será inútil una precau- ción que me ha servido á veces, yes tener preparados al- gunos colores para avivar los correspondientes cuando por contingencia se bajen, puesto ya el altar. En estos vasos grandes podríamos hacer una división373 artificial en gajos, dividiendo el vaso de alto á bajo en cuatro parles iguales por medio de un papel barnizado y legado á los bordes y al fondo del vaso con cola de pes- cado disuelta en alcól ó espíritu de vino, después de bien seco, se llenar, de agua con cuidado y á un mismo tiempo lascualro divisiones con a«ua clara: á continuación se echa o en cada una de ellas un color distinto y resulta dividido en Kajos diversos. Es inútil advertir que esta operación se lia de hacer colocado ya el vaso en el lugar donde baya de- quedarse, para evitar que con el movimiento se mezclen y confundan los colores. •Doloritas.—Ya he visto esos vasos y botellas de tres colores, pero las divisiones eran horizontales. Petrita.—Para eso se necesita echar primero un co- lor de los que se dan con minerales, en seguida uno lige- ro dado con color vegetal, y por último un poco de acei- te teñido muy ligeramente. Si es en vaso, después de echado el primer color, puede ponerse encima una rue- da bien ajustada de papel y echarle la segunda agua de «lanera que no caiga de golpe sino con un tubo ó cerva- latla, haciendo que se deslize por las paredes interiores del vaso. De otro modo. Agua teñida de rosilla, ácido sulfúrico diluido y agua en que se haya disuelto un poco de tequesquile, y. queda rojo, verde y azúl. Los jarros se siembran con chia ó con alegría, cuidando de echarles agua diariamente y libertándolos del aire, si se quiere que se conserven blancos. Lasmacetitas de len- teja, garvanzo, trigo, cebada, chile ó maiz, observando k misma precaución si no se quieren verdes. Doloritas.—Pero las macetas cuyas plantas no han po- dido nacer á la fecha, me temo no podrán servir. Petrita.—Tú no te apurarías si supieras que hay un ar"374 bitrio para acelerar la vegetación, tan fácil como sencillo. Antes de sembrarse la semilla ó el grano pueden echarse en infusión en agua clara por dos ó tres dias, variando el agua en cada uno de ellos. Se siembran después en are- na sola hasta que nace el tallo y se eleva fuera de la tier- ra un dedo ó poco mas: entonces se trasplanta con cuidado, estando bien mojada la mácela, rompiendo el tiesto y evi- tando que dé el airea las raicesillas. Doloritas.—En cuanto á la colocación de las flores ya otra vez me has dicho lo bastante para estar persuadida de que el matizar un ramillete y el dar una colocación bien apropiada á los diversos colores y figuras de las flores, es un arte encantador muy susceptible de perfecion. Petíuta.—Por consiguiente solo nos resta preparar los materiales para las alfombras propias de este dia. Creo que podremos poner tres ó cuatro y quedarás bastante lu- cida; la de (lores deshojadas, ó mas bien dicho, de péta- los de diversas flores no puede prepararse sino en el mis- mo dia, y su hermosura únicamente consiste en la buena elección del dibujo y el buen matiz de los colores. La segunda alfombra labarémos de salvado ó alfrecho teñi- do de diversos colores después de haber dibujado el cua- dro, grecas ó labores mas bonitas. La tercera la liare- mos de polvo de café el fondo, y de puntilla de plata ú ojuela las labores, y en la última aprovecharemos los polvos délos diversos colores de que hemos usado para las aguas y que nos hayan sobrado. Doloritas.—Creo que con esos apuntes que has toma- do, y las indicaciones que me has hecho, tengo ya lo bas- tante para salir airosamente de mi empeño, y no dudo que cualquiera señorita que haya de poner altar de Dolo- las leerá con agrado.—/. G.375 DIAMANTES. íWiamantes! ¡Qué pasión tan eslraña! ¡Qué manía tan singular! ¡Qué asunto tan propio para escitar curiosas re- flexiones es el afán que algunas señoras tienen por la ad- quisición de este costoso artículo! Y no basta el gastar sumas inmensas en objetos que con una simple pasta y u» poco de vidrio se lian logrado imitar, sino que es pre- nso sobrepujar á las demás mugeres, y á este vano deseo lucir se sacrifica todo! Mucbas bermosas entran en un salón mas envanecidas con las piedras que adornan su ca- beza y pecho, que con las gracias personales que les ba c°ncedido la naturaleza, y mas de una fea ha arruinado a su marido para poder llevar un brillante en su collar de mayor tamaño que el de la marquesa de N... ¿Por qué? ¿Es acaso la muger hermosa mas feliz ó mas admirada, ni la fea, menos fea con sus diamantes que sin ellos? Entre las diversas locuras y falsos gustos creados por el lujo y la ociosidad, este es ciertamente el mas trascedental. Cierta Señora del gran tono tenia por costumbre el adquirir dia- mantes, esmeraldas, perlas y otras piedras preciosas una P°r una cuando la ocasión se presentaba; y cuando ha- bía reunido un número suficiente para un collar, solicita- ba de su marido el que le mandase armar. Esta y otras estravagancias del mismo género consumieron gradual- mente una fortuna que habia sido considerable. Suspiraba la señora al observar el aumento delos«apuros de su casa, pero continuaba sin embargo su colección de joyas. Por fin llegó el dia en que se hizo pública una ruina que ya privadamente habia ella esperimentado. En esta ocasión 8e condujo sin embargo con prudencia y resignación; se sometió á toda clase de privaciones, mas no consintió en deshacerse de su pedrería, cuya venta hubiera bastado por316 lo menos á satisfacer la mitad de las deuda?. Pasado algún tiempo, y tentada poi' el anuncio de un diamantista, sa- lió de su casa y logró adquirir un magnifico brillante; .1 su regreso halló que su esposo en un momento de de- sesperación se liabia suicidado!... Los magistrados que en- tendieron en este desgraciado acontecimiento calificaron a aquel infeliz de demente, y sus amigos se lamentaban de no haber previsto su desventura: sin embargo, ninguno de ellos fijó la atención en que la verdadera locura, cau- sa de la catástrofe, era la que su muger tenia por las joyas. (Semanario Pintoresco Español.) Pasta para hacer Camafeos para sortijas, collares y otros objetos. $¡¡)e toman conchas íinísimamente molidas, y se deslien en zumo de limón filtrado cinco ó seis veces; luego se pone todo en una basija, se lapa, y se deja asi doce ó quince dias. Después se quita el zumo, y se guarda la pasta, que será como puches; se lava con agua clara, se muele sobre loza ó mármol con claras de huevo batidas y con agua de goma arábiga bien espesa, hasta que esté en estado ue po- derse vaciar, para lo que se tendrán moldes prevenidos y untados ligeramente con aceite de almendras; puesta en ellos la esnresada pasta se comprimirá por encima para ue salga bien grabada, sacándola después con la punta e un cucbillo, esponiéndola al sol sobre un papel para que se seque. Si se quiere que la pasta sea de color, al tiempo de mo- lerla con la clara de buevo ó con la goma, se le incorporan los colores, advirtiendo que estos deben ser de aquellos que se usan en miniatura. Cuando la figura quiere ponerse sobre metal, cristal ú otra cosa semejante, se calientan las dos piezas y fundiendo un granito de almáciga, se aplica á ellas con la punta de un cuchillo ó palito, para que se peguen. f Abeja Poblana.J377 POESIA. n i «-'ó correa de esa suerte, La ropu desceñida; En tristeza de muerto La risa convertida; Y en aparato lúgubre El antiguo esplendor? Las gala» rutilante» Que un din te adornaban, Y los liemos amantes Que en pos de tí Volaban, Y el tren y las magnífica» Carrozas ¿dónde están? Dinas el caso grave Del dolor inhumano Que te oprime: ¿quién suba Si ese fatal arcano Hará que seas, víctima De tu acerbo penar? Fcro del Fariséo Al palacio camina», ¿Quieres del Galiléo Escuchar las doctrina», O en el banquete espléndida Su inocencia tentar? ¡Ay! no, que ya obligada De un impulso divino- Entras apresurada, Y en santo desatino Los pies á un Dios benéfica Besas llena de fé. Del bálsamo precioso Ya el aroma se esliendo Que derramas copioso: Nadie el misterio enticndoi Lloras, ¿y qué, tus lágrimas Podrán bailar piedad? Sí, que tu penitencia Excita la ternura Del Dios de la inocencia: TOM. I.—C. i7. A la Magdalenaé El te habla con dulzura, Pero el concurso hipócrita Murmura do los dos. No teínas; le perdona. Ellos son reprobados, Tu fé y tu amor pregona, Y al borrar tus pecado» Infunde en tí benévolo Su gracia celestial. De entónces le seguiste Constante hasta el Calvario Donde modelo fuiste De amor estraordinario, Y el cáliz amarguísimo Apuraste con él. Mas allá de la muerte Te forzó que le amara» Tu amor como ella fuerte: Que su tumba buscara», Y qúe la enorme lápida Osaras levantar. Allí tierna lloraste Y fuiste consolada Cuando alegre escuchaste Aquella voz amada, Y el cólegio apostólico De tí bu dicha oyó. En solitaria vida A tu Dios consagrada Fuiste acá detenida Cual ave aprisionada, Hasta que vuelo rápido Te alzó al seno de amor: Seate allí presente La raza pecadora Y el grave muí que siente; Tú subes cuanto ignora Cuanto gime y cuan lánguida Vive en el santo amor.—J. O.dtlat 49378 RECUERDOS DE GRANADA. lévame allí, alma mia, allí donde volaron los dias fe- lices de una edad perdida, allí donde Ja vida fué senda de flores para mí. Tus templos, Granada, tus palacios, tus cármenes, tus rios, tu sol radiante, tu cielo nacarado, tu argentada luna en mi momoria están. Acuerdóme que niño inocente y venturoso me sentaba á la margen de tus rios y á la sombra de los árboles que bordan tus orillas para seguir con la inquieta vista la dorada corriente del Darro, cuando bajando del cerro del Sol deslizase entre los montes que le guardan de los rayos del astro brillan te, ó mirando reflejarse la luna en las plateadas ondas del Genil que desprendiéndose de la nevada sierra y rey de esos siete rios que mezclan sus aguas con las suyas crista- linas, va á regar la estendida vega, do crecen los naran- jos y las cañas, los olmos y las flores. ¡Guán bella está la vega cuando el florido mayo la cu- bre con su manto de verdura! Deslízanse los rios regan- do sus campiñas, pasan murmurando entre juncos y es- padañas los cristalinos arroyos, cubren el estendido llano cien pueblos y alquerías, y s« eleva en su centro cual Sul- tán entre odaliscas el soto de Roma plantado de olmos y de fresnos, cuyas elevadas copas mece el céfiro de la mañana. Acuerdóme que otras veces á la bora en que nace el sol y saludan las aves al luminar del dia, ó allá cuando la luna y lucientes estrellas se bañan misteriosamente en los límpidos lagos, me lie perdido, Granada, en los deliciosos jardines que forman tu guirnalda, ó dormido en tus zos- ques encantados, mientras los ruiseñores trinaban en los árboles y susurraban las aguas al desprenderse de las peñas.379 Y cuantos otros dias huyendo el ruido de Vivarambldj ansiosa el alma de volar á un mundo mejor, á la incierta luz del crepúsculo lie entrado en ese templo que guarda los sepulcros de tus queridos reyes, para inclinar mi fren- te de niño ante la augusta tumba do se encierran los res- tos de Isabel. Oíanse en la contigua catedral los cánti- cos de los sacerdotes, los ecos de los órganos perdidos en la inmensidad de tus tres templos, en tanto que solo en la real capilla veia la luz blanquecina déla larde, ó el pa- ulo lucir de las tristes lámparas reflejarse en las tumbas. Lejos de allí y del confuso clamor de todo un pueblo, rodeado de altos álamos que elevan al cielo sus altivas co- pas, álzase un templo también. La inmensa bóveda de tan magnífico edificio cubre el lecho donde descansa Gon- zalo de Córdoba. ¿Y por qué no pusieron la tumba del guerrero al lado del sepulcro de su» reyes? ¿Temieron que su augusta sombra fuese á ultrajar la sombra de Fer- nando, que su gloria eclipsára la gloria de Isabel? No lo receléis, no, que ese valiente combatió por su pátria y por sus reyes; no receléis que el vencedor de Italia fuera á llevar al pie de su trono mas que la ofrenda de sus vic- torias, su espada vencedora, su conquistado laurel. Pero la augusta frente que ciñó esa aureola de gloria, y que va- le tanto como la corona de un rey, necesitaba una tum- ba sola donde reclinar. Son muy grandes Isabel y Gon- zalo para que sus restos los guarde un solo templo. =¡Cuán bella vista ofrece Granada cuando se mira des- de una de sus altas torres! Refleja el sol en el oriente sus ravos brilladores en las montañas que la coronan, riela la nevada sierra cuando en la hermosa primavera el lumi- nar del dia tiende sus luces centellantes. Vénse desco- llando allí el Albaycin y el Sacro monte> Geheralife y el380 Suspiro del Moro: allí las torres Bermejas y la torre de la Vela, el campo de los Mártires y la ¿tlhambra. Allá en los Mártires crecen los árboles y flores en el campo que bañó la sangre de los primeros cristianos. ¡La Alhambra, la Alhambra! Venid conmigo para pisar sus salas encantadas, para admirar susartesonados techos, sus estucos afiligranados, sus bellísimos mosáicos, sus gru- tas de mármoles; volad allí, donde todo refleja una vida oriental, una existencia perdida en el paraíso del profe- ta. Cantan los pájaros en los jardines, convidan al pla- cer las ocultas y frescas habitaciones apenas bañadas de una luz que se quiebra al través de cien cristales de colo- res, y en las que el agua cristalina cae sobre las fuentes de blanco mármol, los deliciosos patios, sus miradores desde donde ven los ojos la inmensa ciudad tendida á los pies cual rica alfombra, y las ondas del Darro que baña cj¡ monte sobre el que está asentado el palacio de los califas. Venid, recuerdos de otros dias á halagar mi fantasía, llevadme á ese tiempo en que la Sultana de Andalucía, la perla querida de los árabes, eclipsaba en belleza á Bag- dad y Damasco. Pero ¡ah! que ya pasaron los bellos ins- tantes de tu esplendor y gloria, que ya no eres la rica corte adorada de los Almorávides, que ya cesaron las zambras y festines, tus. dichas y placeres. ¿Dónde están tus valientes abencerrajes, tus celosos Zegries, tus Góme- les y Aliatares? ¿Dónde fueron tus odaliscas voluptuosas? ¿Qué se hizo la corte fúlgida y esplendente que llenaba, Granada, tus palacios? ¡Silencio, triste silencio solo hay ya en tu Alhambra y tu Generalife! Ya no hay moras que canten al son del arpa ó de la lira, ni músicas al pie de tus balcones! ¿Qué se hicieron, dime, tus glorias y alegrías, las dichas y placeres? ¡Trocaste, Granada veleidosa, ta381 manto de reina del oriente por la pompa vana de una corte de occidente, tu veste de sultana por el velo de la cristiana virgen! ¿Qué te dieron en pago á tu riqueza y hermosura?... ¡Un palacio, águila á quien corlaran las alas al nacer, inmenso botón hoy de piedras hacinadas, rey sin cetro y sin corona, imagen viviente del que le funda- ra, grande, dominando un dia con su gigante vista el an- cho mundo, y muriendo después en la oscura celda de un monasterio! Pero, no, Granada, yo veo sobre los capiteles de tus altas torres en vez del estandarte de la me- dia luna girar al impulso del viento el pendón glorioso de tus conquistadores, en vez de la enseña del profeta la cruz del Redentor, y el recuerdo de ese tiempo que fué de orgullo y gloria, abre mi corazón ¡í la esperanza. Vuela alma mia, traspasa ya los siglos y llévame á ese tiempo en que grande y gloriosa la España, defensora de una gran creencia luchó valerosa con la Europa, y no ca- biendo en un mundo llevó su nombre y su poder á otro desconocido. ¡Momento de gloria, instante de esplendor, que en vano anhela comprender la débil fantasía! Sí, yo miro á los guerreros españoles llenar la eslendida vega alfombrada de tiendas de campaña, blandir sus lucientes aceros, y entonar al cielo el hjmno de victoria.... Isabel, Gonzalo, Colon, nombres ilustres, recuerdo de orgullo para la patria mia, ¿dónde, dónde estáis?... Sobre Jas altas torres de la Alhambra, sobre las ondas del inmenso océano, sobre los Andes, el Vesubio y Et- na escritos sus nombres hallaréis! Illiberia, ciudad romana un dia, árabe ayer y hoy cris- tiana, ceñida de la augusta corona de cien siglos, eleva al cielo la altanera frente! Granada, tú tienes un pasado de, orgullo y gloria, ¡oh! que.no pudiera^el alma mia adivinar tu porvenir!—Diego Coeixo y^Quesada.382 oi> el cual el Verbo Eterno se hizo liombre. El lrer~ ¿o se hizo carne y habitó entre nosotros, dice San J uan queriendo personificar la voz verbo ó palabra en la per- sona de Cristo encargado de enseñar la palabra de Dios que lomó carne en el seno de una Virgen. La gran fes- tividad que lia celebrado la iglesia el jueves, he (ornado su nombre dé la nueva de Ja Encarnación del hijodeDios que el Arcángel San Gabriel vino á traer á María Santí- sima, saludándola llena de gracia, acompañada del Señor y bendita entre las mugeres, por eso Pouget hablando de esta solemnidad dice: que en ella se celebra la fiesta del Verbo y la de la madre de Dios, «uya castidad, humildad y obediencia brillan tanto én este misterio y se ven es- presadas tan admirablemente en aquella contestación de María. He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Este misterio de la religión cristiana, ó por mejor de- cir, este anuncio del Arcángel hecho á lá madre de Dios, ha sido el digno objeto délos nías valientes pinceles desde Jos primeros siglos de Ja iglesia. La copia que publicamos es del célebre cuadro llatriádo la Anunciación, que se con- serva en la Galería reül de Londres como uno de los mo- delos de paiságes mas bien acabadds y de mayor mérito, Noticia del cuadro de la Anunciación de Claudio Lor- raine ó de Lorena. Claudio buscaba los verdaderos principios por medio de Un exámen incesante de la naturaleza, estudiando comun- mente en los campos abiertos, adonde con frecuencia386 permanecía desde la salida del sol, hasta la caida de la no- che, bosquejando cuanto Je parecia hermoso ó sorpren- dente. Con cualquiera tinte de luz, curioso en toda cla- se de objetos, marcaba sus bosquejos con un color serne- t jante, por cuyo medio daha á sus paisages un parecer tan idéntico al natural, que raras veces se puede igualar por cualquier artista. Sandrart refiere: que Claudio solia esplicarle cuando se paseaba al travez d¿ los campos, las causas de las diversas apariencias de la misma perspecti- va en diferentes horas del dia, délas reflexiones ó refrac- ciones de la luz, de los rocíos ó vapores en la tarde ó la mañana, con lodu la precisión de un filósofo. Trabajaba en sus pinturas con gran cuidado, empeñándose en que lle- gasen á la perfección, por medio de retocarlas repetidas veces, y si la ejecución no correspondía á su idea, las al- teraba, borraba y las volvia á pintar muchas veces, hasta que correspondían con la imagen que tenia grabada en su entendimiento. Pero cuanto heria su imaginación mien- tras observaba la naturaleza en el campo, se le imprimía en la memoria con tal viveza, que al volver á casa, rara vez dejaba de hacer de ella el uso mas feliz. Sus cielos son ardientes y Henos de brillantez, y todos los objetos están propiamente iluminados. Sus distancias son admirables, y jamás deja de excitar en sus pormenores la admira- ción y la armonía mas deliciosa. Su invención es agra- dable, su colorido delicado, y sus tintes tienen una dul- zura y variedad tan agradables, que si ha sido imperfec- tamente imitado por los primeros y subsecuentes artistas, jamás ninguno le ha exedido. Estepaisage, conocido con el nombre de «Anunciación," es en estremo hermoso, y el mas perfecto que ha producido la mano del artista. Un rio ancho con algún ganado que bebe, un botecito,387 «n puente con un solo arco, una aldea situada en la emi- nencia de una roca, algunas lomas distantes, y un gru- po de tres árboles en el claro, constituyen el cuadro. La Virgen está sentada sobre un banco, con sus manos jun- tas, viendo al ángel, quien indicando la misión del Altí- simo, le dice: Ave María he. Seria inútil querer detallar la hermosura del rostro de ambos personages y el efecto maravilloso que produce el pensamiento de haber dado 'anta magestad al paisage, guardando la debida propor- ción con las figuras animadas, que forman el punto de vista principal. —o®©— PERFECCION I>E I,AS FACULTADES INTELECTUALES. N el número 8 de este periódico comenzamos las lec- ciones de esta importante ciencia, dando algunas reglas á nuestras amables suscritoras contraidas á perfeccionar el juicio. Para continuar hoy en esa perfección del enten- dimiento tan necesaria para conocer los objetos, reduci- rémos á cinco los medios principales ó los métodos que hay á, fia de obtener un fin tan útil como necesario. Ellos se reducen á la observación, la lectura, la instruc- ción verbal, la conversación y la meditación, que se lla- ma también estudio. Hablaremos primero de los cinco en general, reservando para otros números, estendernos con mas detención sobre cada uno de ellos en particular. Por observación se entiende el exámen, los reparos y objeciones que hacemos con frecuencia acerca de todas 'as circunstancias de la vida humana, ya afecten nuestros sentidos ó ya impresionen nuestro corazón, bien se re- fieran á las personas ó bien á las cosas, y ya interesen á no- sotros mismos ó ya afecten á los demás. La observación es 388: la que desde la infancia nos proporción" una copiosa varie- dad de ideas, de conceptos, de proposiciones y de frases. Por ella sabéis desde niñas, amables suscritoras, que el fue- go quema, que el sol alumbra, que de una semilla nace una planta; y mas adelante advertís: que el liombre racio- cina y discurre, que nuestro juicio es débil, numerosos nuestros errores, grandes nuestros pesares, que nuestro cuerpo muere y va al sepulcro y queá una generación suc- Cedeotra. Todo loque vemos y oimos, lodo lo que com- prendemos, bien sea por medio de los sentidos, ó por un sentimiento interior, si lo conocemos de una manera di- recta, sin necesitar de la facultad de reflexionar, puede y debe comprenderse bajo el nombre general de observación. Cuando esta recae, en una cosa que directamente nos pertenece ó nos toca y de que tenemos la prueba en noso- tros mismos se llama esperiencia. Así sabemos y pode- mos probar que tenemos la facultad de pensar, de temer, de amar &c; que los deseos y las pasiones obran sobre no- sotros; y por último, que ciertas circunstancias particu- lares han señalado las diversas épocas de nuestra vida. La observación encierra por lo mismo, aquello que de- nomina Locke, sensación y reflexión. Cuando por di- versos medios y por distintos ensayos averiguamos la na- turaleza y las propiedades de un objeto cualquiera, cuando le aplicamos activos agentes para medir su fuerza, ó final- mente cuando hacemos obrar diversas causas para cercio- rarnos de sus efectos, esta especie de observación se llama también esperiencia. Así veréis que un pedazo de plomo arrojado al agua se hunde; pero que si se aplana y hace., mas delgado dándole la figura de una taza, se sostiene y nada sobre su superficie. Veréis igualmente: que sembrando en( yuestras macetas semilla de amapola ó la cebolla de un li-¿89 r>o naco después una planln que dú sus correspondientes, flores. Todos estos ejemplos pertenecen pues al primer niélodo de instrucción queso llama observación. Tenéis r* positiva esperiencia de que lodo eslo sucede; pero no sa- béis por qué sucede así: ese por qué lo hallaréis, amables jóvenes, estudiando las ciencias; sin embargo, el simple conocimiento del hecho va lo habéis adquirido con la ob- servación. La lectura es el segundo medio de insiruccion por el cual sacamos nuevos conocimientos de los escritos pu- blicados por otros. Ella nos facilita las observacio- nes, los raciocinios, las esperiencias y adelantos que se hacen, hasta en los pueblos mas remotos, así como los que se han hecho desde los primeros siglos. Las lecciones públicas ó privadas que dá de viva voz el profesor ó la maestra a sus discípulos, son la inslruccion verbal, tercer método con el cual se perfecciona nuestro entendimiento. A.sí aprendemos, la Religión de boca de un predicador, la filosofía de la de un maestro y las mate- máticas de la de un catedrático, que nps las enseña valién- dose de demos! raciones y operaciones ejuculadas, con los instrumentos, que al efecto ha inyectado el arle. La conversación es el cuartométojlo para cultivar el ta- lento: por medio de ella nos ponemos en recíproco cani-, bio de dificultades y desoluciones, y conocemos las ideas y sentimientos de nuestros semejantes á la vez que les comu- nicamos las nuestras. Es verdad que á veces uno solo de los interlocutores es el que aprovecha, como sucede cuan- do entran en conversación un maestro y un discípulo; pero muy á menudp la utilidad es mutua. JJajo el título de conversaciones deben considerarse las conferencias ó discuciones de toda especie,390 Por último en la meditación ó el estudio se compren- den todos aquellos ejercicios de talento, por medio de los cuales nos valemos de los cuatro métodos anteriores pa- ra progresar en las ciencias y en los conocimientos huma- nos. Con la meditación gravamos en nuestra memoria sucesos importantes, pensamientos útiles que nos ocur- ren, y las observaciones provechosas que hacemos sobre unos y otros. Con ella comparamos las diversas ideas que nacen de los sentidos y de las impresiones del alma y ias ordenamos en proposiciones. Con la meditación retiene la memoria lo que leemos, vemos, oimos y dis- tinguimos éntrela verdad y la falsedad, la fuerza ó nuli- dad de lo que otros dicen ó escriben. El estudio y la meditación producen razonamientos bien ligados y lle- gan á escudriñar y á probar verdades tan profundas como difíciles, que se ocultaban en la oscuridad. Seria inútil advertiros, apreciables lectoras, que las me- ditaciones solitarias hechas sobre las pocas observaciones que el común de las gentes es capaz de hacer, no basta- rían por sí solas para procuraros el considerable número de conocimientos de que necesita una joven bien educa- da en un siglo tan adelantado como el nuestro sin el auxilio de la conversación, de la lectura y de los demás re- cursos de que hoy no es dable prescindir. Sin embargo, cada uno de dichos cinco métodos tiene sus peculiares ventajas con que se enlazan y sostienen mutuamente; pe- ro cada unolambien adolece de sus defectos, que deben superarse por sus ventajas particulares. Indicaremos algu- nas de ellas contrayéndonos á cada método en particular. La observación tiene las siguientes ventajas: á ella de- be la imaginación todas sus primeras ideas y nociones. La observación es la base y fundamento de todos los cono-391 cimientos, y la que nos pone en estado de liacer Uso de todos los demás med.os para cultivar el talento: porque si no adquiriésemos una multitud de ideas sensibles é intelec- tuales por el electo que causan en nosotros los objetos, y por el testimonio que tenemos en nosotros mismos de nuestros deseos, pasiones, placeres y pesares, seria impo- sible que los libros ó los maestros nosenseñasen cosa alguna. Los conocimientos que adquirimos por la observación son como si dijéramos de primera mano, porque vemos y conocemos las cosas tales como son ó al menos como parecen; porque la impresión proviene del objeto mismo original, que dá siempre una idea clara y viva de las co- sas, mientras que los conocimientos que sacamos de la lectura, que adquirimos por lo conversación ó que nos comunica otra persona son propiamente hablando copia de las ideas agenas, como si dijéramos, retrato sacado de otro retrato, lo que forma un escalón mas de distancia del original. Finalmente, la observación tiene la ventaja de instruirnos continuamente; y á cada instante puede au- mentar nuestra ilustración. Ventajas de la lectura. Por ella nos enteramos cir- cunstanciadamente de los asuntos, acciones, empresas y pensamientos de los vivos y de los muertos, y así de los pueblos como de los siglos mas remotos. Por la lectura, nos aprovechamos de las luces de todas las naciones del globo, cuando por la observación no podemos aprender sino por nosotros mismos y solo los objetos que se nos presentan directamente. El auxilio que nos proporciona la conversación de un corto número de personas es muy escaso, especialmente para las señoritas, pues no pueden participar sino de la instrucción de aquellas pocas conquienes tienen relaciones, que viven en nuestro siglo v en nuestra residencia. Todavía nos aislamos mas si apelamos .i nuestros solitarios discursos, dedicándonos poco ¡i la ob- servación y á la lectura, porqué entonces todos nuestros progresos lian de salir de nuestras meditaciones. Mas por medio de la lectura nos apropiamos la ciencia y adelantos de los sabios, que mas lian ilustrado el género bumano, sea cual fuere la época y el lugar en que vivieron; porque si es cierto que personas no muy instruidas y poco reflexivas batí escrito mucho, con todo, la mayor parte rie Jos libros que lian adquirido gran fama en el mundo son el trabajo de talentos de primer orden y fruto de profundos y pro- longados estudios. Cuando leemos buenos autores, aprendemos sus mas fe- lices ideas, sus mas sublimes conceptos; porque maduraron sus pensamientos y publicaron los resultados de sus re- petidas esperiencias, no así en las conversaciones donde las ideas de nuestros aniigos, por mas brilanles y útiles que sean, acaso no pasaii de ensayos informes ó simples cálcu- los ligeramente espresados sin la conveniente madurez. Otra ventaja de la lectura es poder volver á leer una misma cosa muchas veces, consultar en diversas épocas un mismo suceso. Lo que aprendemos en la conversa- ción ó en la lección como desaparéele el original, se borra fácilmente de la memoria, ámenos de qüe no escribamos inmediatamente después de terminada una ú otra todo lo útil que hayamos aprendido en ellas. Por el descuido en llevar estas notas, ¡cuántas ideas muy felices habrán per- dido nuestras lectoras, que después les habrá sido imposi- ble reproducir! La instrucción verbal por lecciones, trae la ventaja dé que en los discursos de un maestro ó una profesora inS-393 truida, hay algo de mas grato y atractivo que en la si- lenciosa práctica de los libros. El sonido de una buena vt>z, el buen acento y pronunciación correcta, y el airo decoroso y afable de que están dotados algunos maestros, atraen la. atención y graban las cosas que esplican en la memoria de un modo mas vivo y eficaz que la simple lectura en el aislado y silencioso retiro del gabinete. m esplicar un preceptor cualquiera materia, puede fijar el verdadero punto de la dificultad y desarrollarla esten- «atnente: clasificar lo mas ó menos importante, ahorrando a9i al discípulo la mayor parte del trabajo: al esponerlos descubrimientos modernos puede reasumir lacónicanienT •e las doctrinas que sobre aquel punto siguieron ios anti- guos, lo que no liaría el discípulo sin muchos libros y empleando mucho tiempo. Uu maestro en las lecciones de física ó de matemáticas; puede colocar en nuestra cabeza, como quien dice con la mano, las instrucciones mas adecuadas y hacer los espe- rimentos y demostraciones á nuestra vista de una mane- ra perceptible, con ejemplos materiales, que la lectura ja- más podrá suplir, especialmente en esta clase de estudios, en que. mas se necesita de la voz viva. Los ejemplos y comparaciones familiares que rara vez se encuentran en los libros, y con los que un buen maestro esplica sus ideas, amenizan y facilitan el estudio dé la moral, dé la lógica, y de otras ciencias que por su aridez cansan muchas ve- ce». Por último, si en las lecciones de viva voz, el pro- cesar-no se. esplica con bastante claridad, concluida la lección puede consultársele la inteligencia de esta ó de acpiella frase, y pedirle la solución de esta ó la otra difícul- tad¡, lo que no puede hacerse con la lectura de los libros. I**c.ixnvcKSticior*tiene sobre los otros método» de in#- Tom. i. 5i394 truccion, la ventaja notable de que en ella tenemos siem- pre á mano quien desarrolle y ponga en claro lo que nos parezca complicado ó confuso, quien rectifique los erra- dosconceptos que hayamos tal vez formado, mientras que no estando á nuestro lado el autor, no hay quien desva- nezca las dudas que nos ocurren al leer un libro. Cuando equivocamos en la conversación una idea que oimosáun amigo, este nos corrige; mas en los libros insistimos en los errores de nuestra comprensión y de aquí proceden las inveteradas discordias sobre la inteligencia de los mas célebres autores antiguos. En una conversación pueden allanarse aun las dificultades que nos ocurran en los li- bros. Una materia árida y difícil nos fastidia en la medi- tación solitaria y no nos sentimos con ánimo para supe- rar los obstáculos quejnos ofrece; porque acaso hemos da- do un falso giro á la cuestión, y con media hora de con- versación provechosa veemos tal vez desaparecer dificul- tades que creiamos insuperables. La conversación da luz á los secretos resortes del al- ma, despierta la memoria de antiguas ideas, descubre y clasifica los ocultos tesoros de la creencia, que la lectura, la observación y el estudio habían esparcido en nuestras facultades. El ingenio en ella se aviva y estimula, com- plácese el que sabe mas, en ser útil á su amigo, pues el que ha leído mucho, si no tiene conversación es cual un avaro cuyos tesoros solo existen para él. Nuestras facultades en una conversación amistosa adquieren mas soltura, j nues- tro talento obra con mas vigor en busca de verdades im- portantes. Hay en la raza humana cierta finura y saga- cidad que solo la conversación provoca y que no tiene acción, cuando no hay mas testigos que los libros. En la soledad, nuestra alma esta serena y despejada,, pero no395 adquiere aquel fuego eléctrico que le comunica á veces un discurso familiar del que recoge las chispas lumino- sas de verdad que se le habrían escapado lal vez en la lectura. Una conversación con personas ilustradas nos propor- ciona emitir como por ensayo nuestras opiniones é ideas para ver que efecto producen en la discusión y deducir como serian recibidas en el público, sin cuyo arbitrio de- beríamos temer, que la predilección que cada uno tiene á sus obras, la vanidadyel amor propio eos; ocultarían ob- servaciones que podrá hacernos la franqueza de la amis- tad instruida. A. la conversación por último, debemos el poder formar juicio de las personas que están en rela- ciones con nosotros. Una señorita leyendo todo el dia, acopiará un gran caudal da ideas, pero esto no es bastan- te. Ciertos sabios encerrados en sus gabinetes, contraen una especie de moho en sus modales que no invitan mu- cho á la sociedad ni al trato, pero si entran en conversa- ción, poco á poco pierden aquel aire agreste y selvático, desplegando la amenidad de la instrucción y la afabilidad social, transformándose de misántropos en amigos obse- quiosos: la conversación lesenseñaá espresar sus senlimien" tos con decoro y á revestirlos de bellas formas, perfeccio- nando así la teoría de sus secretos conocimientos v sus re- cónditas lecturas, por medio de la práctica en el gran tea- tro de la conversación. Pero simples lecciones, lectura y conversación sin ejer- citar el pensamiento, son insuficientes para llegar al ver- dadero saber. La meditación y el estudio han de acom- pañar lodos los demás métodos para perfeccionarlos con conocidas ventajas. Aunque la observación, las lecciones, 1»-lectura y la conversación nos procuran una-multitud39ti de ideas sobre las cosas y las personas, nuestras medita- ciones, sin embargo, y nuestro discurso son los que ban deformar el juicio sobre aquellas ideas. La lectura y conversación nos instruirán de muchas verdades, y no* ofrecerán los argumentos convenientes para sostenerlas, pero falla que nuestros estudios y reflexión decidan, si las proposiciones son verdaderas y sólidos los argumen- tos. Mil cosas hay que no hemos visto y que impidiéndo- nos la distancia del tiempo ó del lugar, someterlasá nues- tra observaciou, tenemos que contentarnos con lo que otros nos refieren de palabra ó por escrito, y solo la re- flexión y el discurso pueden decidir hasta qué punto de- bemos admitir lo que nos dicen los libros y los hombres. La meditación y el discurso convierten en una pro- piedad nuestra las ideas de otras personas, sirviendo á nutrir nuestras facultades, como los alimentos nutren el cuerpo. Las ideas que adquirimos por la observación, la conversación y la lectura, se perfeccionan con el es- tudio y la meditación, porque empleamos mas tiempo en pensar que en mirar, oiry leer: así el talento penetra mas en ciertos objetos descubriendo en ellos el pensamiento, relaciones y utilidades, que no nos han indicado los libros de los muertos, ni los discursos de los vivos. Reasumiendo cuanto hemos indicado en esta lección, podrémos afirmar á nuestras amables suscriloras: que la que de ellas quiera limitarse á oir lecciones verbales ó a consumirse leyendo sin observar, conversar, ni meditar, jamás podrá aspirar á otra cosa, queá repetir lo que otros han dicho ya: que la señorita que gasta el tiempo conver- sando sin observar, leer y estudiar, adquirirá solamente conocimientos tan ligeros como superficiales, y que la joven encerrada en su tocador que quiera únicamente ins.397 truirse en la soledad desús propios pensamientos sin bus car el provecho de las lecciones orales, de la lectura y de la conversación, corre gran riesgo de hacerse indócil, Je Henarsede amor propio y de adquirir la fatal predisposi- ción de despreciar á todos, sin adquirir jamás sinoel co- nocimiento mas imperfecto de las cosas. Los cinco métodos de perfección de que hemos dado Una ligera idea en general, deben usarse de manera que podamos aprovecharnos de cada uno de ellos cuando cir- cunstancias felices nos lo proporcionen: advirlicndo por último que la lectura y Ja meditación requieren mucho mas tiempo que las lecciones, la conversación y las ob- servaciones, y que la perfección que deseamos adquieran nuestras amables paisanas, será mas rápida y completa si emplean todos los cinco para instruirse de un modo exac- to sobre una escala mas estensa en los diversos ramos del saber.—/. G. —ao©— LA MIRADA DE UI¥A JIUGER. ada hay mas difícil de espresar que la dicha, y los mas célebres oradores casi en ninguna materia han sido menos felices que al pintar los placeres del paraíso. Acaso por esta razón al querer yo describir la mirada de una muger, me siento tan embarazado como si tuviese que hablar del cielo empíreo. Hay sentimientos que solo el corazón pue- de espresar, y que csplicados con palabras quedan tan in- completos como inesactos. Podria decirse que la lengua solo se dió al hombre para servir de intérprete á su espíri- tu; pero que de nada le sirve cuando quiere hablar del mismo, y que al tratarse de sentimientos nada hay mas elocuente que el silencio. Mas como la mirada de una mu- ger toda ella es un puro sentimiento, no es estraño que no 398 encuentre yo palabras ni acentos de que poder servirme para espresar mis ideas. ¡Que no tuviese la voz de un ángel! ¡Que no fuese yo uno de aquellos seresá quienes Dios ha concedido cono- cer las cosas desde lo alio y comprender las maravillas de la creación! Entonces acaso podria decir lodo lo que en- cierra de admirable, de misterioso y de divino la mirada de una muger; entonces si Dios hubiese locado mis labios encontraría palabras llenas de suavidad y de armonía para traspasar las impresiones de mi alma á las lineas que se des- lizan debajo de mi pluma. Pero reducido á la impotente debilidad de los habitantes de la tierra, pobre é inhábil mas que nadie, solo podré tartamudear algunas palabras rudas y groseras como el niño que impulsado por sus primeras sensaciones se esfuerza á articular una que otra sílaba. ¡La mirada de una muger!____es decirsu alma, su exis- tencia, todo lo que vive y respira en ella es el foco, solar de donde emana toda luz, y es el espejo mágico que re- decía todos sus sentimientos. El corazón de una muger es un libro cerrado; pero su mirada lo abre, y como la luz de un rayo en medio déla noche ilumina lo mas ocul- to y nos deja leer aunque instantáneamente los caracte- res sagrados que un dedo invisible ha trazado en sus pá- ginas. Cuantas veces me ha sucedido al finalizar el dia en un paseo solitario suspender de improviso mis pasos á la vis- ta de la estrella mas reluciente y hermosa que dominan- do la débil luz del crepúsculo centellea en el firmamen- to con pacifico brillo y con melancólica frente: sorpren- dido por su belleza y por sus tiernos y luminosos rayos, se me ha figurado á un ángel perdido en el espacio ó á un- niño encontrado en la tierra. Pero esa estrella tan suave,599 y tan llena de encantos es nada al lado de la mirada divi- na de una muger, que absorve todas sus sensaciones y que produce en nosotros la inesplicable dulzura de la tristeza y la indefinible inquietud de mil secretos júbilos. Cuando sus bellos ojos dirigen su lánguida mirada, su contem- plación no puede compararse seguramente con la de la estrella mas hermosa, mas dulce y mas brillante. Podria decirse que la mirada de la muger es el cetro con que domina al hombre: la naturaleza le dio el poder de la mirada no de otro modo que ha dado á todos los seres una arma ó una defensa propia y peculiar; con los ojos la muger premia y castiga; su vista es á la vez su es- pada y su tesoro; su mirar es el secreto de su fuerza y rei- na y domina con solo abrir ó cerrar sus pupilas. Joven lleno de amor que aguardas de un ángel una so- la palabra. ¿No observas en sus miradas una confesión que mil veces espira antes de salir de sus honestos labios? Tierno esposo á quien un ímpetu de cólera ha dictado injustas reconvenciones á tu tierna compañera, deja ese ai- re triste y sombrío. ¿No has leido ya tu perdón en una de esas miradas? Enjuga tus lágrimas ¡oh tierno niño! y vuelve hácia tu madre á quien una falta ligera habia irritado contra tí. ¿No has reconocido en sus ojos alguna cosa que te auuncia. que siempre le ama y que espera ansiosa el momento de vol- verte abrazar? Y vosotros que gemís sobre el lecho del dolor, desgra- ciados, á quienes el infortunio ha designado por víctimas, cuando veis acercarse á la caritativa muger y observáis sus miradas en que no brilla sincel amor, llenas de una piedad tan tierna y tan sincera. ¿No os sentís consolados1 ¿Y vuestros dolores no os parecen un poco menos crueles?400 Pues no es otra la causa, sino que de la poderosa vista nV ln muger desciende la felicidad y Ja vida y los torrrentes del consuelo. ¿Hay encanto mayor que el que presentan sus ojos hu- medecidos en lágrimas? Las que brillan en sus párpados" como una gota de rocío sobre una flor ¡cuánto dicen al olma, cuánto dejan concebir á la imaginación! Pan el que «nía en la muger un poco de Irisleza y de melancolía, no puede haber cosa mas grata que esas lágrimas que se des- lizan sobre sus megillas, como aquellas lluvias ligeras y casi imperceptibles que caen en golas transparentes al tra- vez de los rayos del sol. Su atracción es tan poderosa, que es indispensable se asomen á vuestros ojos otras seme- jantes por mas duro é insensible que sea vuestro corazón. Si yo quisiera recorrerla historia os recordaría inmen- sos acontecimientos que ha producido en diferentes épo- cas la mirada de una muger; yo os roostrarío cambiad* completamente toda la faz del globo á una mirada de amor, y yo encontraría en el bello sexo el poder maravilloso que atribuye Homero á Júpiter de trastornar el univer- so todo al simple movimiento de sus ojos. Pero tale» triunfos no afectan á mi espíritu, yo prefiero aquellas vic- torias dulces y pacíficas, y aquellas dulces conquistas, que solo tienen por teatro el hogar doméstico y por resultado supremo la ventura y la unión de las tiernas almas. Tiernas lectoras que habéis recorrido estas líneas, no roe acuséis por haber dicho tan poco sobre un asunto lau di- vino; habría escrito mas y con mayor eslension si hubie- se podido trasladar á mis palabras todo lo que una alma ardiente es capaz de sentir, os lo repito, hay sentimientos que solo e! corazón puede expresar, y que.esplicado.scon palabras, quedan siempre incompletos,é mesado».—1\ (2\40 J EL SOL.=Fantasía. ImÍi.kgaron' por fin los plácidos y risueños dias en que el radioso luminar del mundo, el simulacro del poder de Dios, el bálsamo de la creación, torna á brillar con su esplendente luz. Recíbenle los hombres y la nat uraleza con gratitud y con entusiasmo; cántanle todos, y con- templando si no su faz deslumbradora, al menos su do- rado reflejo, que así tíñelas erizadas cumbres de las mon- tañas, como el modesto techo de la pajiza choza, se sien- ten rejuvenecidos, porque su sangre helada durante el aterido invierno, circula libremente como las ondas del hullente y sonoroso rio. Todos, todos celebran su vuelta; todos la cantan y la festejan. Para ello estiende la naturaleza su verde y fres- ca alfombra sobre la húmeda tierra, y la esmalta de ma- tizadas flores, que ora ostentan su encendida corola, ora la recogen castamente. El manso arroyuelo que se paró helado y triste en los dias, en que el sol no brillaba, se desala en trenzas crista- linas y corre susurrando por la llanura, y besa levemen- te el pie del corpulento roble; las suaves brisas déla tar- de reemplazan al fiero ábrego ó al áspero aquilón, y me- cen la verdeciente rama donde el alado habitante de los bosques bebe su inspirado canto en el pico de su amada, ó donde la amorosa madre da calor á sus tiernos hijuelos. La esmaltada crisálida vuela y revuela gozosa al ver de nuevo el astro que la hace revivir, y ora se po- sa en la blanca azucena que exhala su perfumado aroma en honor del sol, ora en la fresca marimoña que encanta por sus colores y enamora por sus variadas formas. Por tom. i.—c. 18. 52402 todas partes resuenan himnos en loor de Febo; por todas partes repite el viento sonidos semejantes á los que solem- nizaban la entrada de Jesús en la ciudad sania de Jerusa- ]én. Hossanna gritaban allí los hombres; hossanna di- cen también en su mudo lenguage, cuando aparece el sol en primavera, los pájaros y las flores; los prados y las au- ras; el manso arroyuelo y el caudaloso rio: el arbusto enano y el ciprés elevado. Cantadle, sí, que ese es el astro puro y benéfico que contiene la maldad y el delito; cantadle, que ese es el as- tro que se esconde cuando la mano del hombre es sacri- lega y criminal; cantadle, que ese es el astro que el dia de la muerte de Jesús, sumió al mundo en tinieblas para que no alumbrase su pureza la muerte del Redentor.....; cantadle, que él solo alumbra el valor y la hermosura, que él solo protege la virtud y el genio. El tierno niño sonrie en su infancia cuando para acallar su llanto le señala su madre el disco que fulgente resplan- dece en los cielos; el artista y el poeta le contemplan y le admiran para hallar la inspiración divina; la joven senci- lla y amorosa se consuela mirándole, porque es el mismo que su amante ausente mirará; el anciano decrépito v mo- ribundo siente reanimarse su corazón y revivir su alma, cuando sentado junto á su pobre cabaña contempla al sol recorriendo pausada y magestuosamente el azul espacio donde hemos aprendido á creer que mora Dios. Enton- ces piensa verla mano del Juez supremo girando aquel disco esplendente, y cuando el astro se relira, cuando muere tras las montañas ó cuando se sumerge en la mar, entona cánticos de alabanza al Todopoderoso, y cree si antes dudaba. Nunca, sin embargo, ni cuando se ostenta enmediodel403 cielo, ni cuando enrojecido se oculta, nunca es tan bello el sol como al nacer; á aquella hora solo alumbra ino- cencia y pureza, y por eso entonces se le puede mirar sin que su luz ofenda; entonces reflejándose en las corolas de las llores, que brillan como un espejo con el rocío de la noche, aspirad fresco aroma que cual leve incienso se exhala en honor suyo; entonces habla á la naturaleza ese lenguage que ella sola entiende; entonces con sus ardien- tes ósculos suele abrasar la flor que aprestó su mas rica gala para ostentarla á los ojos de su Señor. Cuando al amanecer se ve una rosa mustia y decaida, empero joven y tierna, es que murió porque no pudo soportar el beso abrasador de su celeste amante. Cuando las nubes se interponen entre el astro y la tier- ra, cuando no alumbra á los que le esperan, entonces se repliega el modesto capullo, y desprecia á la brisa que le quiere besar; guarda su perfume y su color para el otro dia, y mas bien lo mata en su cáliz que ofrecerlo á otro dueño que al sol; y en vano agita su tallo el aura fresca y suave; en vano revuela sobre ella la leve mariposa..... La flor recatada y amorosa solo tributará su holocausto al sol, y quiere que él solo goce su pureza. ¡Todos, todos aman y bendicen al sol!.... Todos ento- nan himnos en honor suyo; al cántico de las flores, de los arroyos y de las auras, se unen los del hombre que le mira como su único consuelo, como su sola esperanza. El madura la verde espiga, y sazona los frutos de los cam- pos; él despierta al sencillo labrador, y le avisa que ha lle- gado la hora del trabajo; él da calor á la tierra, y desha- ce la nieve que corona las crestas de las montañas en el crudo invierno; él por último, queriendo manifestar aun mas su poder, se ha hecho artista, y con uahombre á404 quien entre todos ha elegido, es hoy el pintor verdadero é inmutable de la naturaleza. El y Daguerre han sido la maravilla de este pobre siglo, á quien muchos adulan lla- mándole grande, cuando es solo ingenioso y material. •Y sabéis por qué murió tan pronto Napoleón en Santa Elena? No me digáis que porque perdió sus cien coronas, que bastábale la de su inmarcesible gloria; no porque los regios mantos no abrigaban sus hombros: no porque no tenia sus soldados; no porque se hallaba separado de sus generales; no en fin porque las frias brumas, ni los áspe- ros vientos le fuesen contrarios.....No: murió porque en Santa Elena no alumbra casi nunca el sol. Y viéndole sin el que le animó cuando era niño; sin el que le inflamó cuando era hombre; sin el que le hizo conquistar el tro- no de Francia y el de Alemania; sin el que le guió hasta Egipto: sin el que él le alumbró en Rusia, se dejó morir de dolor y deabatimienlo; cerró su corazón á todo consue- lo, y no lloró su poder ni su ambición, ni sus tronos, ni sus ejércitos—____lloró el sol que le habia abandonado, ¡ingrato!.... en los dias amargos de su infortunio. Pero si el sol ha querido ahora ser pintor, antes va ha- bia sido poeta, porque plácese sin duda en mostrar su om- nipotencia como en ostentar su fulgor. Y si alguien du- da de lo arriba asentado, lea la siguiente historia de un jo- ven inglés que me contara no sé quién, ni menos dónde ni cuándo. Habíale abandonado su amada por un noble lord rico y ostentoso: desde entonces perdió la razón y el conoci- miento. Triste, solitario y desesperado, vagaba por los montes ó por los bosques llorando su desgracia y pidiendo venganza al cielo; en vano su pobre madre le rogaba que no amargase los últimos dias de su vejez; en vano le estre-405 chabaen su seno, y le besaba y le bendecía.... Rechazába- la él con horror, creyéndola la ingrata que lodos sus do- lores causara. Y entre tanto, y en los rigores del invier- no, la miseria con la desgracia se habian entrado juntas en casa del infeliz, y ambas minaban la salud de la pobre an- ciana, que solo veia ante sí un ancho porvenir de infelici- dad y de lágrimas. Pero tras del invierno vino la primavera, y un dia el sol puro y benéfico brilló en la Inglaterra como suele en la hermosa Italia ó en nuestra amada patria. Aquel dia se abrieron los ojos de la razón del pobre loco; aquel dia vio á su madre miserable y abandonada, y aquel dia lloró por ella.... Acordóse de que habia sido poeta, y buscó en lo mas hondo de su alma el fuego de la divina inspiración____ —Miró al sol, y entonces brotaron de su numen, como las flores de la tierra, versos dulces, fáciles, sonoros; amargos empero y doloridos—.... Cantó la desgracia, y cantó el amor infiel: asuntos ambos que no con la pluma, con el corazón debió describir.... Yacía su madre famé- lica y enferma; viola así, y corrió aquel mismo dia á Lon- dres á llevar sus versos á un editor cualquiera; volvió al anochecer con el oro que le habian dado, entregóselo á su madre, y con las sombras de la noche tornó de nuevo la de su razón—.... Volvieron otros dias nublados, y volvió á vagar por los bosques el pobre loco; volvió otra vez á salir el sol, y prendió su celeste chispa en la ardien- te imaginación del poeta____Mientras lucia el astro diur- no en el zenit, brillaban con el sagrado fuego de la ins- piración los ojos del infeliz joven, y cantaba en su dora- da lira las alabanzas de Dios ó la maldad del género humano. Unas veces religioso, otras amoroso y acerbo, era siem- pre sublime, y siempre se disputaban sus composiciones406 los principales editores de Londres. Pero en los dias nu- blados ó corria frenético por los montes, ó dormia impa- sible como un niño: su razón necesitaba del sol para le- vantarse momentáneamente. ¡Ay del dia en que no bri- llase el sol! ¡Y aquel dia llegó!,... ¡Vino el invierno, y el invier- no de Inglaterra!— Volvieron las brumas y las nieves, y los vientos y las lluvias, y con ellas volvió el pobre in- sensato á su frenesí y la pobre madre á su miseria y á sus lágrimas; los dias pasaban en los accesos del uno y en el desconsuelo de la otra; las nocbes en el embrutecimiento del hijo y en el dolor y la angustia de la madre. Tres meses transcurrieron así, y en ellos se agotaron to- dos los recursos; la infeliz anciana estenuada de pena y de hambre sintió separarse su alma de su corpórea mansión, y asoender al cielo como un vapor que se exhala del fon- do de la tierra: su hijo no tardó en seguirla, y en el mo- mento en que despedía el último aliento, vino á posarse sobre su frente un libio rayo del sol, inútil ya como el laurel de oro que sobre la del Tasso colocaron. Y el as- tro del dia, como si sintiera haber sido la causa de su muerte, nublóse de repente, y no volvió á aparecer en mucho tiempo.... Apenas habia espirado el poeta, llegaron los admira- dores de su talento— aquellos á quienes habia sorpren- dido su genio—... En vez del palacio que le destinaban, diéronle una tumba sencilla y modesta: pusieron sobre su loza una inscripción patética.,., y cuando el sol pue- de atravesar las densas nubes de la Inglaterra, nunca de- ja de besar la cúpula del triste mausoleo.=HoíFman tal vez hubiera dicho: que entonces se oian tristísimos acen- tos del fondo del sepulcro____ los doloridos cantos del poeta!!—a. de navarkete.407 EL, CEJWICUEO MÍE WEST. H^famamin West nació en Springfield á distancia de diez millas de Filadelfia, el 10 de octubre de 1738. De ocho años,dió Benjamín la primera muestra de su talento para dibujar con el bosquejo de un retrato que hizo con pluma y Unta de un niño durmiendo en su cuna. Esto lo con- dujo á ejercitarse en el mismo género, cuando algunos judíos que llegaron á la casa de su padre, se complacie- ron al ver estos dibujos, y le dieron instrucciones sobre el modo de preparar el color rojo y amarillo, su madre le dio un pedazo de añil, de suerte que así estuvo pro- visto con tres de los colores primitivos. El uso que hizo de estos materiales llamó generalmente la atención, y Una persona dijo: que era lástima que no tuviera pinceles. Indagó Benjamín lo que eran estos, y habiéndole infor- mado que los pinceles estaban compuestos de pelo de ca- mello atados á una pluma, comenzó á discurrir lo que podía substituirse en lugar de estos instrumentos. Los ca- mellos no se conocían sino por el nombre en América, pero habiéndose presentado á su vista el gato doméstico, creyó que no le haria daño quitarle algunos desús pelos. Hizo esto con tanta frecuencia, que temió su padre que el animal estuviese padeciendo alguna enfermedad, has- ta que su hijo lo impuso de la causa de su parecer alterado. A. esta sazón, visitando al viejo West, un mercader llamado Pennington, se sorprendió al ver tan- tas pinturas en su casa, y mucho mas al oir por quién habían sido hechas. Se complació con la obra del mu- chacho, y muy poco después le proporcionó una caja Ron colores, pinceles, algún lienzo preparado y algu- nas láminas. Comenzó entonces á trabajar con mayor408 alegría, y pintó un cuadro que después de sesenta años le fué enviado de América por su hermano, y lo colocó en el mismo cuarlo con su Cristo Injuriado; y AVest ha con- fesado frecuentemente que habia en esta tentativa juvenil, ciertas pinceladas, que con toda su subsecuente esperien- cia., jamás habia podido exceder. Cuando casi llegaba á sus veinte y dos años, se le hizo la protesta de que fuese á Italia, la cual fué aceptada, y habiendo hecho los pre- parativos convenientes, se embarcó prontamente para Ro- ma. Después de haber observado las obras de los artistas mas eminentes, se quebrantó su salud, y se transportó á Liorna. Luego que se alivió visitó á Florencia, Boloña, Parma y Venecia. A los quince meses volvió á Roma, y allí pintó un retrato, cuya fama se estendió á la América. En 1763 llegó á Inglaterra por primera vez, y entre otros amigos que le visitaron, Mr. Reynolds, quien á pri- mera vista conoció su mérito, le ofreció su amistad, en prueba de su sinceridad, le urgió que espusiese sus dos cuadros de Simón y Efigenia y de Angélica y Medoro, en la sala de la sociedad en Spring Gardens. Aparecieron por fin, y las alabanzas que se le prodigaron excedieron con mucho la espectativa de los artistas. Desde esta épo- ca hasta su muerte, fué un contribuyente en las esposi- ciones anuales, y cuando murió el caballero Josué Rey- nolds, fué electo Mr. West pára ocupar su lugar en la Academia Real, donde permaneció hasta que murió en II de marzo de 1820. El Cenáculo fué uno de los muchos cuadros que se es- pusieron por el presidente déla Academia Real: el Salva- dor está representado en el acto de partir el pan, y diri- giendo estas palabras á sus discípulos: «Tomad y comed, este es mi cuerpo". (Galería Inglesa).409 ada hemos creitlo leerán Con mas gusto nuestras sus- critoras ea Ja presente semana santa, que algunos fragmen- tos de la Messiada, el mas hermoso Poema del célebre ale- mán Klopstock muerto en edad bastante avanzada á prin- cipios de este siglo. El asunto de esta inimitable compo- sición es la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. La reputación de Klopstock es inmensa, pero la Mesiada era muy poco conocida aun en Francia hace cuatro años, y no se habían publicado mas de imitaciones bastante in- completas, hasta que el Almacén religioso, periódico de París publicó en 1837 algunos fragmentos que dan una idea de la poética de oste célebre autor. Sus redactores dicen: que en Ja traducción al francés cooperó demasia- do una señora alemana, la que comprendía tan perfecta- mente el génio de la lengua francesa como el de su idio- ma materno, haciendo pasar ásu traducción por lo mis- mo, casi todas las bellezas del original. Ignorando nosotros el idioma alemán, nos ha bastado la recomendación anterior para preferir en nuestra tra- ducción el testo francés del referido periódico á otro qud ha venido posteriormente. FRAGMENTOS DE LOS CANTOS 1.° Y 5.° La Oración del Huerto. No lejos de Jerüsalén se eleva una montaña que ya mas de una vez habia sostenido en su elevada cima al Salvador del mundo. A ella venia á pasar las noches enteras en piadosas meditaciones y á reposar, por decirlo así, de las '^numerables angustias, que la frágil lela mortal hacia su- frir al alma que cautivaba mucho mas, cuando era el al- ma de un Dios. El crepúsculo cubría ya las colinas de los contornos^ Tom. i. 53410 cuando Jesús se dirige al monte de los Olivos: el Evan- gelista San Juan le sigue; pero se detiene cerca de los sepulcros. Allí vá el Santo Apóstol á consagrar la noche á la oración porque su divino maestro no le permite acompañarlo mas lejos. Solo, y recorriendo el abismo de la eternidad con toda la fuerza de su pensamiento divino, el Mesías sube hasta la estremidtid del monte. Rodea su cabeza una aureola ce- lestial, reflejo del sacrificio que debe cumplirse muy pron- to. Altas palmeras lo cubren con sus sombras, y un so- plo misterioso precursor de la llegada del Eterno, mueve ligeramente su cabellera. Gabriel, el ángel enviado sóbrela tierra para servir al hijo de Dios durante su destierro se encuentra entre aquellos magestuosos cedros. El ya preveia la inefable fe- licidad que al fin debia ser la herencia de los hombres, cuando vió al Salvador que se acercaba lentamente hacia él. El Arcángel sabia no estaba distante el dia terrible y solemne que habia de rescatarlos pecados del mundo, y este pensamiento llenaba su alma de una satisfacción mezclada de tristeza. Maestro divino, le dijo en voz baja. ¿Tiene necesidad tu cuerpo de algún reposo? ¡Mira! Para hacer sombra á tu cabeza inmortal el cedro estiende sus verdosas ramas: para recibir tus mullidos miembros la yerba dobla sus débiles tallos. Al pie del monte, en la hendedura de las rocas donde reposan los difuntos, crece un musgo fino y perfumado. ¿Quieres que tu siervo te prepare en él una cama? ¡Hijo del Eterno, la fatiga y el dolor están pinta- dos en tus facciones divinas! ¡Ah! ¡Cuánto sufres en la tierra por amor de los hijos de Adán! El Mesías solo le responde con una mirada que encier-411 ra todas las bendiciones del cielo, y pisa fatigado la últi- ma estremidad de la roca mas cercana á las nubes y mas próxima á Dios. Se arrodilla, suplica, habla á su padre. ¡Al sonido de la voz de Jesús, la tierra se estremece de esperanza! No es ya la voz poderosa y terrible del anate- ma que baja de las regiones celestiales: es el dulce acento del Salvador prometido, que pide gracia por ella, y que H vuelve ya una parte de aquel brillo, con que resplande- cía antes que Ja hubiese empañado el pecado del primer hombre. El pensamiento del Mesías y de su padre sondean las profundidades del infinito, y de los labios mortales de un Dios, salen al 'fin estas palabras: «Se acercan, ¡oh padre mió! los dias de una eterna y santa alianza, los dias del cumplimiento de la grande obra dispuesta desde el instante mismo en que de acuerdo con tu hijo, concebiste la creación: desde que en el silencio de la eternidad percibiendo nuestras miradas el tiempo y el porvenir, descubrían á los hombres reducidos á pol- vo por el pecado, á los hombres que no existian todavía y que habiamos creado para la inmortalidad. Yo veia sus desgracias y sus sufrimientos, y tú Padre mió veias mis lágrimas y prometiste encarnar la imagen de tu divinidad en el hombre caido. Tú lo sabes Padre mió y los cielos lo saben también como suspiraba yo desde entonces. Hoy me considero dichoso después de treinta y tres años que soy bombre. Muchos justos tengo ya reunidos en pos de mi, pero es preciso salvar al género humano, y espero tus mandatos. Aunque me arrojen entre los muertos, aun- que me reduzcan á cenizas, yo Jo soportaré todo con res- pecto y sumisión. Ninguna criatura llegará á compren- der ni tu clemencia, ni tu cólera. Solo Dios puede recon-412 ciliar á Dios. ¡Juez del Universo! todavía soy libre, au» puedo volver á los cielos, el coro de los ángeles me con- duciría en triunfo. Me ofrezco por segunda vez, mi frente humillada se eleva Inicia la luya, mi mano loca á las nu- bes, pero siendo Dios como tú, voy á redimir los peca- dos del mundo." La voz del Eterno responde, aquella voz que solo es. inteligible para el Mesías: «Estiendo mi cabeza sobre el Universo y mi. brazo sobre lo infinito. Yo el Eterno lo he jurado Hijo mió, los pecados del mundo serán rescata- dos."—Dijo y calló. Un dulce temor agita la naturaleza, un éxtasis santo se apodera de todos los habitantes del cielo, y la tempestad truena en el fondo dé los infiernos. El Eterno fija todavía sus miradas sobre el Mesías, en, las que brillan ya los. terrible» decretos de un Juez inexo- rable, pero una sonrisa de inefable bondad y de tristeza divina endulza esa severidad, una sonrisa y una diáfana lágrima____una lágrima del Eterno....la segunda que ios cielos han visto brillar en la pupila de su Criador. ¡La pri- mera la virtió cuando el pecado de Adán perdió al gé- nero humano!... Dios se acerca á la tierra: el serafín Eloha le sigue so- bre una nube obscura, desde ese pedestal celeste se escapa sordamente la voz amenazante del trueno y ve al Eterno bajar al monte Tabor, y al Mesías detenerse en un huerto. «¡Hijo del hombre, dijo entre sí el serafín, tu bondad iguala á tu poder! Cargado de Jos pecados del mundo vie- nes á pedir para tí solo el castigo, que todos ellos han me- recido. Ningún ser creado puede sondear Ja profundidad de este sublime misterio. Angel, serafín, adora á tu Cria- dor y calla. ¡Hombres, yo os saludo! Hombres, herma-, jjios mios, vais á ser inmortales como yo."413 Así habla Eloha, y estendiendo sus brazos sobre la tierra la bendice con el pensamiento. El Eterno llega al Tabor en aquella hora solemne de la noche que se anuncia á la naturaleza por doce gemi- dos misteriosos. Al través de ese velo transparente para todo aquel que no es mortal, ve la tierra cubierta de pe- cados y llena de altares elevados n las falsas deidades. Los crímenes pasados y los venideros salen de los abismos, en que los precipitan las generaciones que los cometieron y la voz poderosa de la conciencia los trae á los pies del tribunal supremo. Un murmullo de queja desciende des- de el cielo; sobre el ala temblorosa de los vientos suben los suspiros de la virtud que sufre en la tierra, y los ge- midos délas víctimas espiran sóbrelos campos de batalla. El trueno presenta su voz á la sangre inocente, á la san- gre de los mártires, y esta sangre clama venganza al tra- vés de la inmensidad de los cielos. La mano de Dios sostiene al Universo que va á reducir- se á polvo y á perderse en el infinito. Se vuelve hacia Eloha. El serafín comprende al Eterno.... Sube á los cielos, pero fija su vista sobre el monte Tabor, levanta con su mano la terrible trompeta, que un dia debe levan- tar á los muertos de todos los siglos, y la dirige hacia la tierra. Y á este espantoso llamamiento el serafín añade: «A nombre de aquel que tiene las llaves de la inmensi- dad, que inflama las llamas del infierno y da omnipoten- cia á la muerte, ¿hay bajo loa cielos un Ser que quiera comparecer ante él en lugar del género humano? ,'Si lo hay? Que venga, Dios lo llama." El Mesías al pié del Tabor oye el sonido de la trom- peta, á la voz del ángel, se conmueve, se adelanta y entra, ft\ santuario del Eterno.414 Si yo tuviese la visión de los profetas y la voz de Jos se- rafines, si la trompeta del último juicio estuviese á mis órdenes para manifestar los divinos pensamientos, todavía me faltarian fuerzas para cantarle. ¡Salvador del mundo! cuando tú luchas contra la muerte y contra la cólera de tu padre inexorable hácia tí por el amorá nosotros. ¡Es- píritu del Padre y del Hijo, 3'ono soy sino un débil mor- tal; dirige mi pensamiento y entonces podré ver y com- prender á pesar de mi nulidad los sufrimientos y la ago- nía del hijo de Dios! El Mesías se postra sobre el polvo formado de los hue- sos de los hijos de Adán muertos en el pecado, gime, cru- za sus brazos y vé eJ infierno entre su padre y él. Com- bale, lucha con la muerte y cou lanada. La inmensidad délos pecados de todos los siglos le agovia. Su sangre agitada por los terrores de la agonía circula con mayor viveza. Su frente, su rostro divino se inundan de gotas sanguíneas y brillantes. No un sudor ordinario: el frió sudor que cubria su tela mortal era de sangre. Jesús revistiéndose de repente del sentimiento de su divinidad se levanta de la tierra, las lágrimas se mezclan á la sangre que corre por susmegillas, y fijando susmiradas al cielo, ruega así en alta voz: «Apenasexistia ol mundo ¡oh Padre mió! cuando vimos morir al primer hombre, y cada segundo se señalaba con la muerte de un pecador. Así se deslizaron siglos enteros cargados con el peso de la maldición. Pero ha sonado en fin la hora sagrada de los sufrimientos misteriosos aguar- dada desde antes, que el Universo se bambolease en su marcha y antes que la muerte inmolase sus víctimas. Yo os saludo víctimas ilustres que dormís en Dios, os saludo en el fondo de vuestros sepulcros silenciosos de donde oa415 levantareis muy pronto! ¡Ah! Cuanto sufro en este mo < mentó cargado con el peso de vuestra fragilidad; porque yo también he nacido, debo también morir.... Oh tú que suspendes tu brazo de Juez sobre mi cabeza, tú que ha- ces temblar mis huesos petrificados defango, acelera el pa- so de esta terrible hora; hazla mas rápida.... Todo lo pue- des: todo es posible al Eterno.... Este cáliz terrible que has llenado de tu cólera y de tus terrores no lo viertas sobre mí! Que no lo beba yo basta la última gota. Apár- talo de mí. Yo estoy solo, aislado de los ángeles y de los hombres, mas queridos todavía; porque son mis herma- nos. Acuérdate padre celestial al juzgarnos: que somos hijos de Adán y que yo soy tu hijo.... Pero no. Hágase tu voluntad y no la mia. Así habla el Mesías y su derecha brillante se apoya so- bre la noche, el dia huye á su izquierda, las imágenes terribles de una muerte eterna se presentan á su vista, las almas malditas maldicen Ja omnipotencia, las entra- ñas de la tierra se elevan, y atruenan los mugidos de las cataratas de donde se precipitan los terrores infernales y el murmullo de los arroyos, cuyo pérfido sonido invita al sueño precursor del aniquilamiento. El suspiro infinito de la desesperación acusa la creación ante el Criador y así maldice lo pasado, como lo presente, sin olvidar el porvenir. El hombre Dios ha comprendido este suspiro. Jesús deja ya la humilde postura de pecador y se acer- ca á sus apóstoles que están dormidos. La vista délos hombres sus hermanos basta para pagarle todo lo que ha sufrido y los cielos cantan. «Ha pasado la primera hora de la prueba, la primera hora de Jos sufrimientos sublimes, quedan Ja paz al Uni- verso. Así cantan los cielos." El Mesías contempla á sus discípulos dormidos, y di- rigiéndose á Pedro^ le dice: Tú duermes amigo mió mién- tras mi alma está agoviada de crueles angustias. ¿No pue* des velar conmigo una hora? Tú, bien sé, que quemas, pe*416 fo eres hijo de la tierra. Aun domina tu alma su grosero fango. Al momento se representa al Mesías el dichoso porvenir que su muerte debe preparar al mundo, á quien ha venido a rescatar, se aleja, se arrodilla, suplica y sufre de nuevo. Desde la cima de una roca estéril Adramelech el ángel del mal hacia tiempo observaba al Mesías. Desde allí vió á un suicida que se ahorcaba y aproximándose á Jesús fija en él la vista, y de su elevada frente en la que el or- gullo se mira retratado, se deslizan pensamientos desas- trosos como las olas del torrente formadas por la espesa nube que acaba de romper el rayo. El Mesías vuelve ha- cia él sus ojos, en que brilla todo el poder divino, y el segundo príncipe de los infiernos cae aniquilado. Se le- vanta de nuevo., pero ha dejado ya de ver la tierra, el cielos al hijo de Dios y ha entrado en el abismo, que lo recibe con mil gritos de rabia y los cielos] cantan..... «Ha pasado la segunda hora de la prueba, la segunda hora de los sufrimientos sublimes, que dan la paz al Uni- verso. Así cantan los cielos." El Eterno todavía no ha inclinado la balanza, el eco del cielo repite palabras de muerte y de anatema y ni una voz de misericordia, de gracia ni esperanza. En medio desús congojas mortales, el Mesías inclina su cabeza bajo la mano poderosa que castiga en él los pe- cados del mundo, á la manera que el cordero se inclina al pie del altar donde vaá inmolarlo el cuchillo del sacri- ficador, y como en otro tiempo se inclinó Abel bajo una mano querida, llamando en vano á su padre, para que lo socorriera. El Coro de serafines que hasta entonces contemplaba al Mesías, adora ya al Mediador y se postra. Las fuerzas de los inmortales tienen también limites. Eioha, Gabriel so- los quedan delante de él; pero cubren su cabeza de una nube sombría. El juez Eterno habla tres veces, otras tan- tas se estremece la tierra y tres veces Jehová la contiene. El hijo del hombre se levanta por terceray última vez, ha vencido por fin'y los cielos cantan. «Ha pasado la tercera hora de la prueba, la tercera ho- ra de los sufrimientos sublimes, que dan la paz al Univer- so. Así cantan los cielos./' (Traducido por I. G.).103417 POESIA. • ¡. * eres tú el que velando j* excelsa magestad en nubo ardiente,, r uliniiiaslo en Sinaí y él impío bando, Que eleva contra tí la osada frente, ¿Es el qno ovo medroso *Je tu rayo el estruendo fragoroso* Mas ora abandonado Un mar de sangre criminal • riera, ;Ante Dios irritado No espiació'n, f;iera pena ..... pecado. Que no, cuando del cielo ¡Su colera en diluvios descendía, Y á la maldad, que dominaba el suelo, Y á las malvadas gentes envolvía. >Ay! pendes ."obre el CSolgotha, y al ciclo.De la diestra potente Alzas gimiendo el rostro lastimado: Cubre tus bellos ojos mortal velo, * «U luz estinguida, "?n amargo suspiro dus la vida. Así el amor lo ordena, Amor, ma< ¡wderoso que la muerte: Por él de la maldad sufre la pena El Dios de las virtudes; y león fuerte, 50 ofrece al golpe tiero Bajo el vellón de Cándido cordero. ¡O víctima preciosa, Ante siglos de siglos degollada! Aun no ahuyento la noche pavorosa Por vez primera el alba nacarada, Y hostia del amor tierno Moriste en los decretos del Eterno'. . ¡Ay! ¡quién podra mirarte, O paz, ó gloria del culpado mundo! ¿Qué pecho empedernido no se parte Al golpe, acerbo del dolor profundo, Viendo que en la delicia Del grande Jehová descarga su justicia? ¿Quién abrirt ¡os raudales De esas sangrientas llagas, amor mió? ¿Quién cubrió tus mejilas celestiales De horror y palidez ! ¿cuál brazo impío A tu frente divina Ciñó corona de punzante espina? Cesad, cesad, crueles! Al santo perdonad, muera el malvado: 8i sois de un justo Dios ministros fieles, Caiga la dura pena en el culpado: 51 la impiedad os guia or los cuatro maceros, siguen los familiares de su santi- dad, sus prelados domésticos, los generales de las religiones, el coro de la capiila pa- pal, los obispos prelados, el patriarca griego y el armenio con sus muy ricos y ele- gantes trages, los cardenales, el príncipe asistente al solio, cuyo cargo es heredita- rio en la familia Orsini de Ñapóles, y al fin el Santo Padre vestido de pontifical con la teara en la cabeza y llevado en alto sobre un sillón de terciopelo bordado do oro, bajo de palio, y á los lados dos grandes abanicos de plumas grandes de avestruz, rodeado de la servidumbre de palacio, como mayordomo y caballerizo mayor, la plana mayor de la guardia noble, compuesta, toda de príncipes ó grandes personages, cerrando la retaguardia una escolta del mismo cuerpo militar. La misa se celo-, bra por un cardenal presbítero, concluyendo el todo de las ceremonias como á las doce del dia. El miércoles santo comienzan la misa á las diez de la mañana, y el concur- so asiste de preferencia á la capilla Sixtina por su mayor magnificencia, por la asistencia del .Santo Padre y la escelente música del coro, superior en voces á cual- quiera otra de Roma. A las cinco de la tarde, tanto en esta capiila como ab;:jo. en San Pedro, se cantan los maitines o tinieblas, terminando con el miserere, com- posición de Paisello, tan elogiada merecidamente. Ya' desde este dia comienzan á dejarse ver en San Pedro los jieregrinos de diversas partes, tanto para ganar las indulgencias que les están concedidas, como para ser tocados por la vara del car- denal penitenciario, Esta ceremonia tiene lugar 'judas las tardcs.de la semana smtaá laborado vísperas, colocándose dicho cardenal en un confesonario descu- bierto y colocado en alto sobre varias gradas, dispuesto á oir la confesión de aque- llas culpas reservadas á él para su absolución. En otro ángulo de la ciudad, cerca de S. Juan de Lctrán se manifiestan varias reliquias depositadas en hna capilla aislada colocada en alto, á la que se sube por la escalera que fué del palacio do Pilatos, la misma que subid el Kedcntor cuan- do se le colocó para irrisión del pueblo judaico, dictándolo Ecc.e //orno. Esla esca- lora se sube de rodillas, y hay otras dos de derecha á izquierda para bajar. Es de mármol blanco cubiertos por encima los escalones de madera para evitar se gasten por el roce de la inmensa concurrencia. El juéves santo, los oficios de la capilla Si.vtina se hacen con igual magnificen- cia que el domingo de ramos, y concluyen con una procesión en que se conduce al Sacramento á la capilla Paulina, donde se halla preparado el monumento, cuya be. lleza y adorno mas aptable consiste especialmente en un» multitud de velas de cera colocadas con aquella simetría y gusto artístico que tanto distingue las ilu- minaciones romanas, produciendo un admirable efecto.El Sanio Padre onei) en pie tan luego como entra el Santo Padre, quien con toda su comitiva se dirige a la cabecera de la mesa, la bendi- ce, y poniéndose un rico delantal y una toalla sobre el brazo comienza sus funcione». Las viandas son conducidas al salón pasando de mano en mano de sus criados has- ta llegar á las de su santidad, á quien le son presentadas de rodillas por uno de los prelados de mas dignidad. El Papa, después de hacer á cada uno dos 6 tres pía. tos, les pono vino y agua en sus respectivos vasos, y se retira para dejar á los convi- dados en mas libertad. De la porción que les toca, pueden remitir una parte a sus parientes ó amigos, teniendo derecho al cubierto de plata que les ha servido y á veinte y cinco pesos de limosna, que se dan á cada uno. A las tres de la tardo concluye esta ceremonia. A las cinco de la misma, en la capilla Sixtina se canta el segundo miserere com- puesto por -Marcclli, terminado el cual los peregrinos van en cuerpo á visitar el Sa- cramento á la capila Paulina. Su numero en el año de 1838 fué el de quinientos. Estos se dirigen á ta Trinidad, donde la cofradía compuesta de los principales prín- cipes y ]>orsonages del pais, les lavan los pies y les sirven la cena. Las mugen» tie- nen un departamento separado y son igualmente servidas por las señoras romana» de mas distinción, entre ellas se hallaba el año mencionado la princesa madre del actual rey de Dinamarca. El viérnes, las ceremonias de la capilla papal 0 Sixtina dan principio a las diez y concluyen A las doce con la mayor solemnidad. Las tinie- blas comienzan a las cinco de la tarde y terminan con el inimitable miserere com- posición de Allegri tan celebrado, y quo Mozart escribió de memoria con solo ha-424 berlo oido dos veces, estando prohibido pona de escomunion el copiarlo. Tanto este miterere como los de Ioh dias anteriores, son ejecutados por solo dos coros de vocea fin instrumento alguno, siendo treinta y dos los cantores de dotación. El coro do la Basílica de San Pedro, únicamente es inferior al de la capilla papal; pero com- puesto también de los mas cocientes artistas. Al caer de la tarde de este dia se hace en San Pedro la exhibición de las reli- quias y entre ellas de las cabezas de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, ácuyo acto religioso asiste el Santo Padre acompañado únicamente de sus familiares y en el trftge ordinario que lleva comunmente. Da un realce notable á esta ceremonia la liora en que se verifica, pues la melancólica luz del crepúsculo mezclada á la do mas de trescientas lámparas, refleja un claro obscuro alternado maravillosamente en aquellos majestuosos pilares, arcos y cstátuas de ihármol á la vez que en los bri- llantes altares y adornos de metal. Las procesiones que con sus pendones y cru. elfijos entran succesivanlente en silencio por aquellas largas naves, los grupos de fieles hincados al derredor de algunos altares, los penitentes y peregrinos de diver- sas naciones y diferentes trages; ya un cardenal que atravesando acaso por medió de la multitud se postra delante de alguna reliquia con la cabeza humildemente in- clinada, ó ya en fin el mismo Gefe Supremo de la Iglesia que sin aparató ni pompa se mira en un simple reclinatorio ofreciendo en silencio sus fervientes oraciones, forman el esjjectáculo mas bello é imponente Combinando de un modo maravillocd la tranquilidad y la animación, la obscuridad y la luz, la sencillez y la magostad. El sábado de Gloria la inmensa miütitud de concurrentes se estiende en varia» iglesias ocupando no obstante el mayor número la Basílica Latcrancnse, donde á mas de los oficios del dia concurre el Cardenal Vicario á echar las aguas del bauti». mo en la misma fuente en que lo recibió Constantino á uno ó mas gentiles que las misiones entre los infieles tienen cuidado de hacer venir á Roma con tal objeto. A continuación celebra allí mismo órdenes con mucha solemnidad, concluyendo con esto las ceremonias religiosas de la semana santa. Nos reservamos hablar del Domingo de Pascua en el número próximo:i .3 2 Al'00 \425 Absil 13 DK 1841. CIENCIAS. JmIa cronología y la geografía, dijimos en nuestro núme-' ro 6 que eran las hermanas de la historia. En concepto' de algunos, su estudio es un preliminar indispensable pa- ra poder aprender la historia con utilidad, pues si bien es cierto que para aprovecharse de la esperiencia que nos proporcionan los hechos históricos^ no sea absolutamen- te necesario el conocimiento geográfico del lugar en que se verificaron, nadie puede dudar qüe las localidades y la posición de los personages históricos no podrá compren- derse con exactitud por las personas que al menos no posean de antemano las nociones elementales de la geo- grafía Esta es la razón porque en obsequio de nuestras lectoras que'carezcan de ellas, nos hemos resuelto á com- pendiar lo mas importante que debe saberse por una se- ñorita bien educada, sobre la geografía en general, y á la vez que tratemos en la historia de los diversos países, no olvidaremos la geografía particular de cada uno de ellos. La geografía es la descripción de la tierra. Para des- cribirla se usa del discurso y del auxilio del dibujo; en el primer caso se emplean los tratados, los métodos ó los compendios; en el segundo se hace uso de las tablas lla- madas cartas geográficas. Los tratadosj'métodos ó compendios conducen en sus festudios á la persona que quiere aprender geografía; pe- ro esta ciencia no puede comprenderse bien sin carta» tom. i.—c. 19. 55426 geográficas indispensables para el estudio de la tierra. Las cartas geográficas ó representan la totalidad de la tierra y se llaman mapa mundi (carta del mundo), ó no comprenden sino una parte de la superficie de nuestro globo, y se denominan entonces cartas generales cuando abrazan una gran parte del mundo, una grande ostensión de pais ó una nación entera, agregando el nombre del pais que comprende y se dice por ejemplo, carta general de Africa, de la república mexicana ó de Prusia. La car- ta de un Estado, (4) se denomina chorográphica, la de una ciudad ó un pueblo, topográpbica. Algunas cartas de una naturaleza especial, reciben nombres particulares, así se nombran cartas hidrográpbicas las que están desti- nadas para el uso de la marina, mineralógicas ó zoológi- cas las consagradss al estudio de los minerales ó de los animales. Muchas cartas reunidas forman un atlas. Las cartas ofrecen á la vista á mas de la tierra ó de las porciones de tierra que representan, líneas que se cru- zan y salen de dos senos opuestos, desde una estremi- dad hasta la otra del cuadro, cuyo conocimiento es de la mayor importancia, y para obtenerlo es necesario hablar De las relaciones que tiene la tierra con el sistema planetario. La tierra tiene una figura que se aproxima á la de una (i) Estado es el Jiombre que se da á una porción de territorio mas ó menos estenso ¿pero sujeta aunas mismas instituciones ó á un mismo gobierno. Por provincia se de- signa la división de un Estado que toma diversos nombres á proporción de los diversos países, como Gobiernos, De- partamentos ¿ Circulas, Distritos, Cantones, Prefecturas, Condados &c.427 naranja, y se representa bajo la forma de un globo que se llama igualmente esfera (2). El globo terrestre, como los otros cuerpos colocados l>ien lejos de él en el espacio, está sometido á las mismas leyes y á las mismas condiciones de existencia que ellos. Este número inmenso de cuerpos con otros, que acaso no percibimos, forman un conjunto que se llama Universo, y algunas veces mundo. El Universo comprende dos clases de cuerpos celestes, los que se llaman estrellas y los que se denominan pla- netas. Ya en nuestra primera lección de astronomía núm. 13 página 291 hemos dicho por qué se llaman así unos y otros; así como lo incalculable de las estrellas fi- jas; pero agregarémos: que aunque no puedan percibirse sino cerca de dos mil á la simple vista, hay astrónomos que suponen pueden existir hasta setenta y cinco millones en toda la estension del cielo. El sol que envia á la tier- ra su luz y calor, es la estrella mas vecina á nosotros aunque distante treinta y cuatro millones de leguas, por lo que nos parece mas grande que las otras; sin embargo, su volumen comparado con el de la tierra es un millón y cuatrocientas mil veces mayor: sise pudiese tirar un cañonazo desde aquel astro hasta la tierra, no llegaría la bala sino después de haber corrido seis años sin parar. La tierra como los demás planetas, tienen dos especies (2) Decimos que se aproxima á la de una naranja por que hay dos puntos de su superficie, los polos en que la tierra está ligeramente aplanada¿y por consiguiente un poco elevada en su centro; pero esta alteración en la for* ma de la tierra es tan poco considerable que no impide emplear para representarla un globo perfecto;, se Uama también esferoide (forma que se aproxima A la esfera).428 de movimientos, dando vueltas sobre sí mismos como una rueda, y volviendo al mismo tiempo alrededor de un punto, que es su centro común, describiendo un cír- culo ú órbita mas ó menos estensa, según la distancia á que se bailan del sol, que es el centro de nuestro sistema. Estos dos movimientos se ejecutan en el mismo sentido, de occidente á oriente. El primero, se llama movimien- to de rotación ó diurno, porque se verifica en el espacio de veinte y cuatro horas ó de un dia, y el segundo de re- volución anual ó periódica, porque se bace en el espacio de365diasy seis boras ó de un año: así es que uno de estos movimientos produce el dia y el otro el año. Siendo el sol el punto céntrico, alrededor del cual tie- nen los planetas su movimiento, se ha dado el nombre de sistema solar ó planetario á aquel en que ejerce su ac- ción este astro. Según las ideas de los antiguos, la tierra era inmóvil y el sol daba vueltas alrededor de ella, lo que constituía el sistema de Ptolomeo; pero en el siglo XVI, Copernico dió ¿conocer lo contrario y demostró: que la tierra y los demás planetas giran ó se mueven al- rededor del sol. En este movimiento presentan sucesi- vamente las diversas fases ó caras de su superficie, el as- tro entonces proyecta su luz y su calor, lo que forma la variedad de las estaciones, que son la primavera, el estío, el otoño y el invierno, cada una de las cuales dura tres meses. La luna bace su revolución en 29 dias y doce ho- ras, lo que se llama el mes lunar y como la tierra rodea, al sol al mismo tiempo que ella, la luna le muestra su parte iluminada bajo diversos aspectos, que se llaman fases ó. apariencias de la luna. Hay circunstancias en que el sol y la luna, no se ven mutuamente y entonces es cuando se. verifica lo que se llama eclipse de uno ú otro de estos aa*. \roa. Véase la página 288 del núm. 13. 429 Grandes círculos.—Oriente.—Grados. Para fijarla situación relativa de las diversas parles de la tierra, se lian imaginado en el cielo cuatro puntos lla- mados cardinales: l.°el norteó selenlrion, punto dirigi- do hacia la estrella llamada polar ó del norte que hace parle del grupo ó de la constelación de Ja osa menor: 2.° el sud ó medio dia, que es el punto opuesto: 3." el le- vante ú oriente, que es el punto en que el sol aparece al rayar la aurora: y 4.° el occidente ú oueste, que es en el que desaparece por la larde, así es que teniendo delante de nosotros al norte, tendremos á la espalda el medio dia, á la derecha el oriente y á la izquierda el occidente. De este modo están dispuestas, la mayor parte de las car- tas geográficas, es decir, que tienen el norte en la parto mas alia. Entre estos cuatro puntos se suponen, colocados otros cuatro á igual distancia de los primeros, los que toman su nombre de su respectiva colocación, que son el sud- oueste, el nord-oueste, el nord-este y el sud-este. Ocho puntos intermediarios ocupan el espacio que separa á ca- da uno de estos cuatro últimos de los cuatro, primeros ó cardinales, y se llaman: Nord —nord-este, Est.—nord- este, Est.—sud-este, Sud. —sud-este, Sud.—sud-oueste, Ouest.—sud-ouesle, Ouest.—nord-oueste, Nord.—nord- oueste, los cuales se suelen abreviar poniendo las inicia- les. En fin, en medio de las diez y seis direcciones, que acabamos de indicar se colocan otras diez y seis de cuar- ta clase, que hacen por todas treinta y dos y que forman los treinta y dos vientos que llaman los marinos. Reco- nocer así la posición de los lugares se llama orientar. Durante su rotación., la tierra da vueltas al rededor dje una línea imaginaria como una rueda sobre su eje. Ea-,430 ta línea ó eje tle la tierra tiene dos eslremidades que se llaman polos. El uno se dirige hacia la estrella polar, de quien ha recibido su nombre, y es el polo ártico ó se- tcntrional, y el opuesto es el antartico ó meridional, lla- mado también boreal ó austral. Las líneas ó círculos trazados sobre el globo ó mapa mundij son de dos especies: los unos llamados grandes círculos abrazan toda la tierra, los otros llamados peque- ños círculos tienen menos estension. Así es, que el ecua- dor, los meridianos y el horizonte son grandes círculos, y los paralelos al ecuador ó que distan igualmente de él son pequeños círculos. El ecuador es el gran círculo, que pasando por el centro del globo, lo corta en dos par- les iguales, de manera que formen dos hemisferios abso- lutamente iguales, el uno al norte y el otro al sud. Se llama también este círculo, línea equinoccial, y en len- guage de marina, simplemente línea. El meridiano divide igualmente en dos partes iguales el globo; pero la una hacia un polo y la otra hácia el otro. Su nombre signi- fica mitad del dia ó medio dia, porque en efecto es el me- dio dia para lodos los pueblos colocados bajo este círcu- lo cuando el sol está encima de él. Cortando el meridia- no al globo en dos partes iguales, así como el ecuador, lo divide en dos hemisferios ó medias esferas, pero en di- versos sentidos, una se llama occidental y laotra oriental. Solo hay un círculo que se llama ecuador, pero hay muchos que toman el nombre de meridianos; porque no hay en efecto ningún lugar que no tenga el suyo. En medio de esta multitud de círculos de una misma natu- raleza, es preciso escoger un primer meridiano de don- de partir para valuar todos los otros. Durante mucho tiempo, este meridiano se fijó en la isla del Hierro la mas431 occidental de las Canarias; pero cada nación, reclaman- do su observatorio propio, tomó un primer meridiano particular. Sin embargo, el observatorio de París y el de Grenvich son los mas adoptados generalmente. Los meridianos tienen la misma longitud, es decir, que abra- zan la totalidad del globo, contando todos trescientas se- senta divisiones ó grados. Cada grado se divide en se- senta minutos, y cada minuto en sesenta segundos. Pa- ra abreviar en lugar de la palabra grado, se pone un ce- ro después del número que lo indica, pero no en la mis- nía linea sino mas arriba: una coma colocada del mismo modo indica los minutos, y dos comas los segundos, por ejemplo, 27° 32' 18", quiere decir: 27 grados 32 mi- nutos y 18 segundos. Describiendo el ecuador toda la circunferencia del globo, se divide también en 360 gra- dos subdivididos en minutos y segundos. Ha3" también otro gran círculo, el horizonte cuya po- sición es seguramente relativa á los individuos, y por consiguiente no tiene lugar fijo aunque abraze siempre la mitad del globo y del cielo. Del mismo modo hay dos polos, el zenit y el nadir, cuya posición por la mis- ma causa no puede ser una misma, pues el zenit es el punto que cae perpendicularmente sobre la cabeza del in- dividuo, y el nadir el opuesto, que está bajos us pies. Aun- que el horizonte cambia de lugar con los individuos que siempre ocupan el centro de él, nada pierde de su esten- sion; forma el límite de los fenómenos celestes de que estos individuos pueden ser testigos desde el lugar en qne están; pero como no se llega á conocerlo sino con el au- xilio de la razón, se llama horizonte racional, á diferen- cia del horizonte visual ó sensible, que tiene por límites los de la vista de la persona que lo observa. [S. C]4i2 POESIA. finia muerte de la virtuosa y apreciabitísima Sra. Concepción Morali de Franco, á su hijo, mi amigo Carlos Franco. ¡Que deja en pos de sí la edad primera, ¡Intérprete de la alta omnipotencia ¡Se recuerda á la madre! Brama fiera ÍLa tempestad soberbia, y arrogante 'Enhiesto el cuello impávido el semblante ;En frágil barca canta sus amores Confiada en la inconstancia de un torrente fi-ii.oRA, sí, llora desdichado amigo Pe tu madre en la tumba reclinado, Fué tu sueño infantil, fué ilusión pura Angel de luz para tu edad ardiente. Horfandad y dolor cubren tu frente En ronco acento y en agudo grito; Carlos saludarás con faz doliente De hoy mas ¡oh Dios! al porvenir maldito. La juventud ardiente ¿Y esto es vivir? ¿el aura fementida Coronada de espinas y de flores. De hipócrita placer mecer la cuna jMas cual revelación en febril sueño Para entregar la descarnada vida ¡Cuando agitado el ánimo delira Al turbulento mar de la fortuna? |Cual promesa de paz, con dulce ceño ¿Qué vale razón? fugaz centella Nuestra madre nos mira Que alumbra, pero alumbra al fieroabismo. ¥ ternura su amparo nos inspira. ¿Qué vale la razón, tenaz verdugo, Si á nuestro auxilio mentirosa acude, Si siempre pugna, si jamás sacude De nuestra suerte el inflexible yugo? ¡Oh suerte, oh maldición, oh madre mia! Flor de esperanza, madre idolatrada, Antorcha de virtud, mi solo abrigo, Mi Universo, mi Dios, madre adorada Duerme por siempre en paz. Adiós te digo, Tal clama, y en la lóbrega tiniebla Del profundo dolor, solloza, amigo, ¿Cómo, cómo ofrecer frió consuelo Al huérfano infeliz? ¿cómo atrevida? Interrumpir á tu pesar solemne La voz de la procaz filosofía. Es santo tu dolur, noble tu llanto; Llora, sí. llora desdichado amigó Y juega con despecho en tus entrañas El cuchillo afilado del quebranto. ¿Y cómo no sentir, cómo con calma Soportar el horrísono tormento Sí, amparo del mortal, don el mas santo IDe la divinidad ¡oh madre nita! ¡Es muy noble mi Carlos, tu agonía, Un crimen es, el enjugar tu llanto. Dulce es el viento, que en las hojassuena. Voz de la triste selva si saluda A la luna magnifica y serena. Dulce es del ave alborozado trino Cuando entona á la par de bus hijuelos El placentero canto matutino, Dulse es el susurrar del manso rio; Pero es mas dulce de la madre amanta Un Buspíro, una voz, un ¡hijo mió! Alma feliz del alma de mi amigo Alma que reflejó su lumbre pura En una encantadora criatura, Madre adorada de la esposa mia, Grande y noble muger, alzaste el vuelo Como águila veloz, el alma pronti Abandona gloriosa el fango inmundo, ¡Y cual celage bello al almo cielo Que agoviaelpechoy que revienta elalma? Al soplo del Eterno se remonta.. ¿Quién no recuerda en los tempranos'Tú, muger celestial, tú, dá consuelo De la dócil niñez, blandas caricias (juegon¡Do mi queridu amigo al mal profundo, De mano de la madre idolatrada Miéntras mi voz doliente en este mundo' Fuente de las purísimas delicias? [Se une al gemir de su funesto duelo. Y al refleje apacible de inocencia G. Prieto:3t EL DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION fat ROMA. fe todas Jas ceremonias religiosas de aquella capital del orbe cristiano, una misa pontifical, la bendición y lá procesión de Corpus son lasnlasimponentes y magestuo- Sas. Las dos primeras se reúnen en estedia, no celebran- do el Santo Padre de pontifical sino en tres funciones del año; este dia, el de la Natividad y el consagrado á los apóstoles S. Pedro y S. Pablo. El altar reservado únicamente para tan augusta cere- monia, es el principal en la Basílica de S. Pedro, situado aisladamente debajo de un pabellón sostenido por cuatro gigantezcas columnas, todo de bronce, adornado de ánge- les y querubines sosteniendo la teara y llaves, insignias de la iglesia, y el todo colocado graciosamente bajo k grandiosa cúpula levantada por el genio de Miguel An- gelo, que lia sido la admiración de cuantos lian tenido la dicha de verla. Los adornos del altar consisten en re- lieves sobre plata y oro, trabajados por los mas célebres artistas italianos, como Benvenuto, Celliniy Otros de sds discípulos. En él no se vé mas que un crucifijo en me- dio de siete hermosos candelabros y los demás utensilios necesarios para la celebración de la misa. Como en esta iglesia no liay Un presbiterio permanente, en tales oca- siones como la presente, sé forma uno provisional en la parte que aquí llamamos altar de reyes, de una forma se- micircular, cubierto de terciopelo carmesí y franjas dé oro. En el medio de él se eleva sobre varias gradas el trono pontifical con tres asientos perci sin respaldos, pa- ra dos cardenales diáconos que de sobrepelliz asisteri constantemente al Santo Padre, y otro de la gerarquíá de obispo que de capa se encuentra allí como' maestre» Tom. i. 56 434 de ceremonias. Abajo están colocadas bancas vestidas ricamente para el sacro colegio, y detrás de ellas olías para los obispos, prelados y generales de las órdenes re- ligiosas, formando ambas una curba doble de cada lado. Este es uno de los dias en que se abre la puerta prin- cipal de este basto templo, es decir, la de en medio, y co- sa de las diez, entra una procesión precedida del Bedel que lleva la cruz pontifical, en medio de dos ciriales, el coro de la capilla Sixtina ó papal, los prelados adictos á la corte, los capellanes y alta servidumbre de su santidad, el sacro colegio, y al fin el Santo Padre vestido de ponti- fical con la teara en la cabeza, traído en andas y con el mismo aparato, esplendor y lucido acompañamiento de que ya liemos dado una idea al bablar del domingo de Ramos en nuestro número anterior. Esta procesión camina lentamente á lo largo de aquella hermosísima nave por en medio de dos hileras de tropa, que hace los honores debidos al gefe supremo del Estado y la cabeza de la iglesia, quien al pasar lés dá su bendi- ción á derecha é izquierda hasta el pie del altar, donde desciende, deja la teara, asumiendo una simple mitra epis- copal, se arrodilla, y después de una corta oración, diri- ge sus pasos al sitial que le está preparado á la derecha. A continuación, y después que lodos han tomado sus asientos respectivos, comienza el acto de obediencia por los cardenales revestidos en sus respectivos trages de obis- pos, presbíteros y diáconos, lodos uniformes y cubiertos de oro se aproximan de uno en uno, y poniendo una ro* dilla en tierra besan el anillo pastoral, les siguen los pre- lados y doce obispos adictos á la corle revestidos de ca- pas blancas, quienes en la misma postura besan la ,punta de la estola, y después los siguen loa penitenciarios de la Basílica revestidos de casulla, que le besan el pie.435 Concluida esta ceremonia se forma un círculo alrede- dor del Santo Padre, compuesto de su inmediata servi- dumbre, trayendo cada uno una de las piezas del para- mento con que se va á revestir para celebrar la misa, las cuales de una en una les entregan de rodillas á uno de los dos cardenales asistentes, que son los que visten á su santidad, siendo la última el palio, insignia que está sola mente reservada á él en Roma. Entonces, con una simple mitra episcopal en la cabe- za, acompañado de dos diáconos y dos subdiáconos, uno latino y otro griego, y del cardenal celebrante, precedi- do de siete ciriales se dirige con gran pompa al altar dan- do vuelta alrededor del presbiterio, y la misa comienza: concluida la confesión, se dirige con la misma pompa por lo largo del presbiterio y asciende á su trono mien- tras se C3nta el Introito y los Kyries; sigue la Gloria y él mismo lee después la Colecta y Epístola del dia, la cual es cantada á continuación en latín y griego, lo mismo que el Evangelio, para cuyo acto permanece en pie y lo da la concurrencia con vela encendida en mano. El car- denal celebrante continúa en el altar oficiando basta el Ofertorio, que viene el Santo Padre con el mismo apara- to y acompañamiento que antes, regresando luego que ofrece á su trono, para el lavatorio que le es servido por el príncipe asistente al solio, quien se baya siempre en pie junto al trono. Desde allí entona el Prefacio, cuya solemne conclusión de SanchiSj Sanctus^ es cantada con la mayor solemnidad por el divino coro de voces reuni- das solo en Roma en la Capilla papal. Concluida la música, el Santo Padre se dirige al altar con todo su acompañamiento, seguido además, de lodo el sacro eolegio, que con vela en mano y arrodillados tras él436' forman un grupo admirable. Sigue Ja consagración y á ella precede el silencio mas profundo en aquel basto tem- plo; de manera que por unos instantes parece al oido es- tar desierto, y solo es interrumpido, al momento de al- zar, por un coro invisible de música compuesto pura- mente de trompetas, que colocado en alto y distante so- bre la entrada del templo, causa el contraste mas bello, anima el acto sublime que se celebra y enternece e\ corazón mas insensible. Las sensaciones que causa el todo de este momento delicioso, son indescribibles, co-. mo la dicha que goza el que lo ka presenciado. Inme- diatamente regresa á su trono y allí le es llevada la co- munión por el diácono, poniéndose todos de rodillas, y la guardia noble, que bace los honores, rinde las armas al pasar frente de ella. Su santidad se arrodilla también para adorar al Sacramento, y poniéndose luego en pie, se comulga él mismo, otro tanto hace con el sangitis el que toma por medio de un riquísimo pistón ó bombilla guarnecida de brillantes. Da la comunión al príncipe asistente al solio, á los tres cardenales aj'udanles y á los. cuatro conservadores del pueblo que asisten á esta fun- ción en sus elegantes trages de gala en forma de una tú- nica de tisú de oro. El resto de la misa lo actúa el car-, denal celebrante, eceplo la bendición para la que su san-, tidad vuelve al altar á darla al pueblo. Después de una corta oración de ofrecimiento, asume su leara y es lleva- do en andas con el mismo aparato y pompa que entró, dirigiéndose por la escala régia ai balcón, que sobre Ja en-, trada esterior de San Pedro le está preparado para la so- lemne bendición tan justamente celebrada. En un instante la iglesia se encuentra vacía y la, multitud derramada ya arriba ó abajo de la hermosa. c9 y media mi- llas inglesas. La milla inglesa tiene 5280 pies, mientras que la mexicana consta de 5000 varas; por consiguiente Id legua mexicana iene cerca de tres millas y media inglesas. 15 millas de Alemania y 17 y media de México equivalen a 25 de Franciay por consiguiente á un grado. Estas nociones generales pondrán al alcance de nues- tras amables suscriloras los principios elementales de la geografía: no siéndonos posible estendernos mas, reco- mendamos á lasque gusten perfeccionarse en esta ciencia^ la lectura del Catecismo de Geografía de nuestro paisano el Sr. Almonte: sin embargo, antes de terminar esta pri- mera lección, conociendo la necesidad que tiene toda se- ñorita bien educada tanto para la conversación entre per- sonas instruidas, como para la inteligencia en la lectura del conocimiento de ciertos nombres que aunque, muy usados algunos, no se les dá generalmente su exacta acep- ción, ignorándose acaso la de otros, hemos creido será leí- da con gusto la siguiente Definición de los principales términos geográficos. Constando nuestro globo de tierra y agua, aquella ocu- pa como una tercera parte de su superficie y se divide en continentes, islas, penínsulas, istmos y cabos. Continen- te es una basta porción de tierra no interrumpida por mar alguno: isla es un espacio de tierra menos considera- ble y rodeado de agua por todas partes: península es una porción de tierra también rodeada de agua y que solo por un lado está unida á un continente: istmo es la parte angosta de tierra, que une á un continente con otro ó á una península con un continente; y cabo por último, una454 parte de tierra de las costas que entra en el mar: si es ba- ja y aguda se llama punta^ y si es elevada promontorio. Se llama archipiélago una reunión de islas. Las porcio- nes de tierra que salen á flor de agua ó que forman lugares poco profundos compuestas de rocas, se llaman escollos ó arrecifes. Los espacios arenosos y cubiertos algún tan- to por las aguas, se denominan bancos de arena ó bajíos. En su superficie la tierra presenta desigualdades ofre- ciendo eminencias, llanuras ó cavidades. Las alturas mas elevadas se llaman montañas: las pequeñas que no llegan á quinientos pies de elevación se denominan colinas ó cerros: las montañas ó colinas ó están aisladas ó reunidas; en este último caso forman grupos, cadenas ó cordille- ras, las dos grandes fases de una cordillera son llamadas laderas. El punto mas alto de las montañas es la copa ó remate. Las mas elevadas están cubiertas de nieves y hie- los perpetuos. Los grupos ó cadenas de montañas están separadas aveces por hondonadas, cuestas ó cañadas: los pasos por en medio de las montañas se llaman desfilade- ros, gargantas ó puertos. Entre las montañas hay algu- nas llamadas volcanes que vomitan fuego y humo poruña ó mas averturas ó bocas, que se denominan cráter. Los campos ó llanuras son el espacio que en una con- siderable estension está desprovisto de montañas, pero que sin embargo pueden encerrar algunas colinas, es decir, on- dulaciones ó estar cercados de terrenos inclinados llama- dos cuestas: cuando los'prados son muy elevados, como en Rusia se llaman estepas: eu el Norte de América se dicen sábanas y en nuestra América del Sur pampas ó llanos á las llanuras comunmente bajas y húmedas: cuando son inmensas soledades, que no ofrecen á la vista mas de Un espacio sin límites en donde se percibe uno que otro ar-455 royuelo, que viene á refrescar la tierra ó una naturale- za inerte bajo un ardiente sol, se denominan desiertos. Las costas son la parle déla tierra que baña el mar. Las aguas del globo pueden dividirse en mares y en aguas continentales. Se llama mar ú occeano á toda la porción del globo cubierta por las aguas saladas: la ma- yor parle de él se halla en el hemisferio austral. Los ma- res ó son esteriores cuando rodean las tierras por fuera ó interiores ó mediterráneos cuando penetran en ellas de modo que los rodean, ó cerrados cuando no tienen co- municación con otros mares. Se subdivide el occeano eu atlántico, pacífico, índico y del Norte. Cuando la mar penetra profundamente en las tierras, estando comprendida entre cierta estension de costa, for- ma un golfo: cuando el hundimiento es menor forma una bahía, si es mas corto una rada, todavía mas pequeño una ensenada, ó en fin una barra; el puerto no es otra cosa que una barra, en que se han ejecutado algunos trabajos del arte para hacerlo mas cómodo y que pueda servir de asilo á los buques. Estrecho ó canal es una parte angos- ta demarque forma un tránsito de uno á otro, ó un bra- zo de mar entre dos continentes. Las aguas continentales son aquellas que producen las lluvias, los manantiales ó fuentes. Se llama fuente el pun- to en que el agua comienza á brotar de la tierra, lo que sucede frecuentemente al pie ó al lado de las montañas. Una fuente forma una corriente de agua, estas producen los arroyos: los arroyos dan nacimiento á los riachuelos, y estos al reunirse en un lecho forman una gran corriente, que con el nombre de rio lleva al mar todas las aguas reunidas de las fuentes, arroyos y riachuelos con tanta mayor ó menor prontitud y rapidez cuanta es la inclina-456 cion del suelo, por donde caminan sus corrientes. Se lia. ma lecho ó cama del rio la parte del suelo que cubre. Confluencia es el lugar ó punto en que se reúnen dos cor- rientes de agua que vienen á mezclarse y cada una de ellas se llama afluente. Desembocadero, boca ó barra se llama el punto en que las aguas del rio ó del arrobo se confunden con las del mar. La diferencia entre el arroyo y el torrente consis- te en la permanencia, que tiene el primero de una peque- ña corriente de agua mientras que el segundo solo la tiene en los momentos, en que se la proporcionan las lluvias ó las nieves derretidas. El lugar en donde la agua del rio, del arroyo ó del torrente se precipita con violencia cam- biando repentinamente de nivel á mayor ó menor altu- ra, se llama catarata, cascada ó salto. Los lagos son una porción de agua sin corriente, ro- deada de tierra por todas partes, bien estén en comunica- ción con el mar ó bien no la tengan. Se llaman estanques ó balsas de agua los lagos de pequeña estension. Los pan- tanos ó ciénegas son masas de agua poco profundas y cu- biertas siempre de algunas plantas acuáticas. Las lagunas son depósitos de aguas poco profundas, es- tancadas y que los ardores del sol disipan á veces. Entre las fuentes hay algunas minerales y otras terma- les, las primeras son las que atraviesan las tierras ya por su interior, ya en su superficie llevando parte de las sus- tancias minerales que encuentran: las segundas son lasque alteradas en lo interior de la tierra por causas desconoci- das todavía salen á la superficie calientes y aun hirviendo. Los rios se representan en los mapas por medio de lí- neas negras encorvadas: las montañas con unas rayitas apiñadas: los lagos por medio de unos óbalos irregulares: las cosías, los bancos y los bajos por grupos de pequeños puntos: las poblaciones grandes con un circulito y un punto en su centro: ias chicas con el círculo solo: los ca- minos por líneas paralelas: los límites de los estados por medio de líneas de coloró con una cadena de puntos: las islas según su tamaño con puntos ó con círculos.—/. G.457 Rasgos característicos de las damas de la comedia de Shakspeare titulada: Como V. quiera (*). En tu piel trasparente, Jó ven» en tu tez clara ve deja ver la vida, que por tus venan vaga. Antonio Dcachamps. fana y dulce, arriesgada y sagaz, traviesa y tierna, ri- sueña y apasionada, débil y valerosa: una gracia, una musa, un ángel, un diablillo. Tal es la dama de esta co- media, tal es la Rosalinda de Shakspeare. Ella es una joven complela con defectos hechizeros, al paso que también con encantadoras virtudes, reunión tan bella co- mo rara. ¡Oh si la virtud supiese siempre ser amable, (*) Análisis de esta comedia.—Federico habia usurpado el Ducado de su her- mano mavor. El viejo Duque se habla desterrado al bosque de las Ardenas con algunos señores fieles entre los quo bc distinguía Santiago, el melancólico Santiago uno de los caractéres mas interesantes y originales, que ha podido crear el genio do Shakspeare. Rosalinda hija del viejo Duque quedó en la corte del usurpador que la retuvo desde sus primeros años al ludo de su propia hija Celia. Sin embargo, ce- loso Federico del mérito do su sobrina y del afecto que le prodigaba todo el mundo, la arrojó bien pronto de sus estados. Celia la siguió por un afecto apasionado de amistad hasta el bosque de las Ardenas. Para evitar los peligros de una marcha de cata clase, Rosalinda se disfrazó vestida de criado y Celia de pastora. Aquí c! poe- ta introduce al caballero Orlando, que después de haber combatido y triunfado en una acción de guerra en la córte de Federico, habia venido á reunirse al viejo Duque de cuya adversa fortuna quería participar, porque había visto á Rosalinda en el pala, ció de Federico, la amaba con el mas tierno amor y era correspondido. Engañado como los demás con su disfraz no la reconoce, lo queda ocasión al poeta para una intriga remanezca y divertida en donde brilla el mérito de encientes gracias cómi- ca» y la mas deliciosa poeBÍa. Al fin Federico que venia con un ejército para apoderarse de su hermano ó hacerlo perecor, bc detiene en una ermita, el siervo de Dios lo convierte, vuelve á su hermano bus estados y se retira á un monasterio. Ro- salinda se descubre y se casa con Orlando, Celia da la mano á su amante el noble Olivier y marchan todos con jubilo a la corte, á ceepcion del melancólico Santiago que contento con esta folicidad universal, sin embargo quiere quedarse en el bosque de las Ardenas. Tom. i. 59458 qué peí juicio haria al vicio! En cuanto á Rosalinda no tenia mas de un defecto: una facilidad muy grande para el amor, es decir, que ella amó muy pronto al que habia de amar para siempre, y que confesó fácilmente lo que otras mugeres parece que callan ó que ocultan realmente; por qué no aman bastante. Poco amor es sin duda Muy fácil de ocultar, decia Julieta en la tragedia de Roméo. Rosalinda es la morena mas bermosa del mundo con su móvil fisonomía: sus miradas centellantes, su locución viva y siempre animada barian creer á algunos que care- cía de una profunda sensibilidad: pero no, la alegría de su alma nada tiene de incompatible aun con la melanco- lía misma, y si no se bumedecen con lágrimas los ojos de Rosalinda es porque una llama arde en su corazón. Po- dría decir con mas razón que la joven Emma: Porque soy joven y viva Se me cree ligera. No, Yo canto; pero oidmebien, Que una nota de dolor Acompaña á mi sonrisa Y bace bajo á mi canción. En cuanto á esas mugeres que desde la mañana se entre- gan á la melancolía y que la tarde las encuentra todavía en su tristeza, me parecen máscaras sin careta, almace- nes vacíos con solo bermosas muestras. Cuanto mejor me pareces tú, encantadora Rosalinda, pasando de la risa á las lágrimas, de la ligereza á la digni- dad, del epigrama á la elegia. Tú tan varía sin ser varia- ble, porque en medio de un genio dócil y condescendien- te tus sentimientos son siempre fieles, no te baces la459 sensible; porque lo eres en realidad. Guando tu prima Ce- lia se desterró con tigo, casi nada le digiste de tu reconoci- miento; pero para manifestárselo, hiciste todo loposibleá fin de lograr su enlace con la persona á quien amaba. ¿Qué mejor agradecimiento? Cuando vuelves al seno de tu pa- dre no te desmayas, ni extasías, y para no conmoverlo ni exaltarlo imprudentemente, sabes medir las emociones y atemperas tu júbilo á su debilidad y á su edad cansada. ¡Pero con qué nobles y enérgicas espresiones lo habías vengadoen su ausencia delosultragesdel usurpador! ¡Cuan bien habías mostrado ser hija digna de tal padre! ¡Cuan- to agrada también lu atrevida ficción y tu graciosa terque- dad cuando bajo el trage de hombre, que te disfrazaba á los ojos de tu querido Orlando podias decirle y repetirle co- sas, que una joven apenas se atrevería á pensar en otras cir- cunstancias y aprovechándote del incógnito oir 3us res- puestas amorosas y sus continuos recuerdos de Rosalinda ausente para él! Y tus doctos consejos y tus divertidas lec- ciones á Jos amantes pastores, que venianá consultarte..... ¡Y toda esta corte de amor en el bosque de las Ardenas! Shakspeare no olvida jamás apelar á las armonías ó á los contrastes de la naturaleza en socorro de sus situaciones dramáticas, y es un encanto y un poder propiamente su- yo. El lenguage puro del viejo Duque y de sus nobles, las conversaciones delicadas, festivas ó apasionadas de Ro- salinda, de Celia y de Orlando forman un antílhesismara- villoso é imprevisto con las grandes encinas y los sombríos barrancos de los bosques que las escuchaban, formando un contrapeso agradablemente filosófico con los discursos violentos y brutales de Federico y desús gentes en medio de las flores de su jardín y délos ricos y elegantes tapices V colgaduras de su palacio.460 En fin, el alma del espectador ó del lector participa de las felicidades que el poeta ha reunido en el desenlace de su drama, pero sobre todo de la de Rosalinda: si bien es cierto que es mayor la de Orlando; porque un poco de franque- za y de inocente ligereza es todo lo que puede reprocharse á Rosalinda. Y estos pequeños defectos en una joven uni- dos á un grande acopio de sólidas virtudes ¿no son acaso las cualidades mas apreciables deunamuger? (Deschamps). l bosque de las Ardenas nos recuerda una parte de las hazañas de los paladines de Cario Magno, de sus doce pares y de los valerosos hijos de Aymon príncipe de aquel pais. Shakspeare ha hecho de este bosque como otra Arcadia, en donde á la manera que en la edad de oro, la vida se desliza en la contemplación de una felicidad per- fecta. En este drama puramente pastoral nace el interés mas bien de los sentimientos y de los caracteres que de las acciones ó de la situación de los personages. Alimentada por la soledad y por decirlo así á la sombra de aquellas en- cinas antiguas, que disponen el alma á la dulce melancolía, como que se amolda la imaginación y se complace el es- píritu en una ociosidad deliciosa. Esta es en cierto mo- do la mansión del capricho y de la fantasía: aquí las belle- zas de la naturaleza y los recuerdos que se reúnen en un punto, hacen nacer en nosotros un éxtasis tan dulce, que no puede ser turbado ni por las zozobras de la vida, ni por el bullicio del mundo; solo se escuchan los suspiros de la fresca brisa, y el aire mismo parece impregnado de un sentimiento poético, que exita en nosotros las nobles ele- vaciones de la piedad. Todo respira en este drama una moral tan esenta de pedantismo como de licencia. Las CELIA.461 emociones mas puras de la amistad y del amor, del recono- cimiento y de la fidelidad, la melancolía del genio y la jovialidad de una alegría inocente forman un contraste fe- liz con los efectos perniciosos de la maldad, la envidia y la ambición. El Duque, Orlando y Santiago en su destier- ro al contemplar los objetos, que los rodean olvidan todo sentimiento desagradable de las injusticias pasadas. El amor es la única pasión que ha podido penetrar á estos re- tretes románticos. ¿Quién seria tan feliz que pudiera sus- traerse por un instante á las penalidades de la vida y en- contrarse en medio de esos grupos deliciosos, de que el poeta ha poblado esos claros aislados del magestuoso bos- que de las Ardennas en donde obtendría toda la oportu- nidad de encontrar la bondad en el seno de una amable locura y de dejarse llevar del amor, sin faltar á Ja virtud? Nada puede concebirse mas grato, nada mejor descrito que el mutuo afecto de las dos encantadoras primas. El carácter silencioso y taciturno de Celia ofrece una con- traposición agraciada con la locuacidad de Rosalinda. Aquella cede mas tranquila y con mas frecuencia á esta, que no se vé eclipsada sino por ella misma, teniendo tan- ta dulzura, ternura é inteligencia como su prima. La ten- tativa verificada con el objeto de mover los celos en su al- ma contra su mas querida amiga, no puede exitar en su co- razón generoso otros sentimientos que la adhesión y la simpatía mas vivas hacia Rosalinda. Carácter jovial, na- tural terneza, afecto ardiente, todo anuncia en ella la vio- lencia del amor. La coquetería que emplea con su aman- te en el doble papel, que ha tenido que sostener, ha sido conducida por ella con admirable destreza. ¡Cuán gra- ciosa es su sonrisa en toda su conversación con Orlando. Los sentimientos de interés y de admiración evitados des-462 de un principio á favor de Celia, se sostienen en toda la , pieza. Nosotros la admiramos como una persona quese lia hecho digna de nuestro amor; su silencio mismo dice mas á veces, que lodos los prestigios de la elocuencia. En cuanto á Santiago, las injusticias del mundo habian ulcerado demasiado su naturaleza melancólica, también la pasión de Orlando.por Rosalinda envilecería á sus ojos la decisión que tenia por la verdad. Por ella deja al Du- que para unirse á su hermano. El es el príncipe de los filósofos y el único carácter de este drama, que pueda lla- marse propiamente contemplativo. Estrangero á las ne- cesidades de la vida ó á los cuidados de la fortuna, su úni- ca rasión es la de meditar, nada tiene mérito para él sino lo que puede entretener sus reflexiones ó alimentar su melancolía. ¡Qué contraste entre su entusiasmo y la resignación tan noble y filosófica del Duque y de sus com- pañeros de destierro cuando forman el cuadro de la calma y soledad campestre! Enternecer el corazón presentándole las imágenes y los ejemplos de afecciones generosas, demostrarle cuanto sirve el sufrimiento para elevar al alma, cuántos motivos puede haber para exitar la esperanza de aquellos que la han perdido, cuántos consuelos pueden hallar las perso- nas á quienes un mundo duro y cruel les ha inspirado el triste menosprecio de sí mismas y del resto de las demás, oponer en fin una barrera al egoísmo árido, frió y burlón, así como á ese espíritu mezquino, que quiere reducir los objetos mas sagrados al nivel de las exigencias mas peque- ñas: tal es el punto de vista filosófico deesas maravillosas creaciones de Shakspeare. Los caractéres mas apropiados para tal objeto no son por lo común los quese toman de la historia, que el escritor preocupado ó adulador delínea463 conforme á sus pasiones ó á sus opiniones; jamás nos ha- bla la historia de esos caracteres, escritos'de un modo tan sublime por el trágico inglés. El enlaza admirablemente la historia á la vida real y positiva, á la vez que descubre hasta los resortes mas ín- timos del corazón humano. Shakspeare ha puesto en la boca de Celia la parte mas notable y mas animada del diálogo; sobre todo, aquella descripción tan acabada de la amistad de las dos primas, que han conservado toda la ele- gancia de los finos modales de las ciudades bajo el trage prestado de pastores. Cuando el padre de Celia acusa á Rosalinda de traición, e'la grita al momento: «Si Rosa- linda es culpable, y o lo soy tambieu: porque ambas hemos vivido en una misma habitación, hemos participado del mismo alimento; nuestra educación, nuestros placeres, nuestros juegos, todo ha sido común y como los cisnes de Juno un mismo lazo nos une y nos hace inseparables.'"' ¿Quién no desea ver á la hechizera Celia con su cayado de pastor cubierto de guirnaldas? Pero ellas no son los úni- cos habitantes de aquella soledad. Al lado de nuestras pas- toras elegantes Shakspeare ha colocado una pastora ver- dadera tan coqueta en su posición, como Rosalinda en la suya. Febea que chancea con su amante Silvio y serie de la torpeza de Rosalinda bajo su trage de criado. El con- traste entre los modales francos y festivos de las dos prin- cesas disfrazadas y el aire desdeñoso de las verdaderas pas- toras produce un efecto muy divertido. La descripción que Febéa da del verdadero criado, nos parece todavía mas hermosa que el retrato de Bathilde en Anacreon, así como en sus discursos y en el diálogo entre ella y Silvio Shakspeare ha puesto en contribución á todas las bellezas de la poesía pastoral y sobrepujado al Tasso y á Guarini. El bosque de las Ardenas fué también testigo de otras464 escenas heroicas, inmortalizadas por el buril y conserva- das por la historia: diez siglos mas atrás el coro de Rolan- do y el canto de guerra de Fingal y de Wallace han reso- nado bajo su verde folla ge y dado la señarde los combates. «La víspera vi tantos bravos llenos de juventud y de salud; á la tarde los vi figurar todavía en los círculos alegres, hermoseados por las gracias y la belleza; á media noche el cañón dió la señal del combate; la aurora los vió colo- cados en batalla y el dia entero fué testigo de la ostenta- ción magnífica y terrible que decidió de la caida del mas grande entre los grandes de la tierra." El huracán ha pa- sado, el tiempo ha concluido con aquellos, á quienes la suerte de las armas habia dispersado; la mayor parte de aquellos gloriosos restos ha desaparecido; pero sus ve- cuerdos llegarán hasta nuestros últimos nietos inscritos en las páginas sublimes de Lord Byron, Beranger y De- lavigne____ Algunos de esos valientes han brillado con otra especie de gloria tanto mas dulce cuanto que no de- ja tras sí ningún remordimiento. Así va el mundo. Tro- ya, Babilonia, Ninive, Tebas ya no existen, el tiempo ha devorado sus templos y arrasado sus palacios, sin dejar en pos de sí mas de ruinas; las producciones del génio son únicamente las que no perecen. Pero si la destrucción es la herencia de la humanidad, las bellezas de la natura- leza permanecen á los ojos del viagero; y el bosque de las Ardenas brilla aun con el mismo esplendor á la som- bra de su espeso follage. Su imaginación se transpor- ta con delicia á las hechizeras creaciones de que Sbaks- peare lo ha poblado, porque miéntras la fidelidad y el amor exiten simpatías en los corazones humanos, Rosa- linda y Celia vivirán en los versos encantadores de este poderoso mágico. (D'Osullivan.) [ Trad. de la Galería de mugeres de Shakspeare por I. G.]465 Remitido por una Señorita de San Luis Potosí. Al leer ¡olí jalincienite! tu poeaia Kl dolor inspiró la musa mia. fi>.\ nú impreso de la herniosa México (») V después de dejarlo destrozado Retratado miré tu triste amor Voló al Olimpo, riéndose el rapaz Y propuso curarte sui ser médico Me parece que miro tu semblante .Militando lo cruel de tu dolor. Pálido y triste, tus miradas friaa Yo también desgraciada infelizmente Y que bajo de un peso exborvitante También lacrimas vierto en este suelo Vas arrastrando tus penosos dias. Y te aseguro que ellas solamente Si antes que yo á la célica morada Nos pueden ofrecer algún consuelo. Elevarte consigues, mi querida Se conoce que incauta, irreflexiva Lánzame al irte sola una mirada Entregaste tu pecho á una pasión Bálsamo suave á mí sangrienta herida. Creyendo que fortuna compasiva Adiós amiga y cuando seas felice Alhagaria tu amante corazón. Que lo serás.... Te lo aseguro....sí Hubo un dia que en mi pecho desolado No olvides á la víctima infelico Se alojará el amor cruel y sagaz Que te saluda desdeel Potosí._R. R. G HL, PESAR.—Remitido de una suscritora. i á i primavera Vertiendo flores, Risas y amores Vese llegar. El pajarillo Enamorado Allá en el prado Se oyó arrullar. Se regocija Naturaleza, Y ¡a belleza Canta al amor.... Pero mi pecho Gime y suspira: Mi tosca lira Rompe el dolor. Que enamorado, Mi suerte fiera Quiero que muera ¡O cruéll por tí. Amor es vida Hoy canta el ave, Hoy que no cabe Placer en mí. Fué mi alegría Muy débil flor, Que tu rigor ¡Áy! marchitó. Helia cstu flor Filis viviera Si mereciera Todo tu amor. Y primavera ;Grata estación! Mi corazón Contristará. Que amor que A tanto» üa dulce vida, En homicida Se tornará. Yo sus ficciones. Encantos, penas, Damas, cadenas Maldeciré; Pero á tí Filis Gala del prado, Por tí engañado, No te odiaré.—Jf. J. B. (*) EL AMOR V LA AWISTAD poesía de una Señorita rf> Jolt#. ro inserta en el núm. 9 del Mosaico de 27 del pasado. TOM. I. 60466 CORRESFO.WE.YCM EXTERIOR. n la Gaceta del Ecuador de 25 de octubre del año pa- sado, después de referir un examen de una escuela de ni- ñas, se lee lo siguiente: Si hay innumerables razones para dar la preferencia al sistema lepublicano respecto del que hemos renunciado, una de las principales consiste en la prolija educación que recibe ya el bello sexo, esta parle de la humanidad con tantos títulos para ser protegida, y que por desgracia ha- bía vivido cuasi olvidada de las autoridades públicas en la sociedad. La naturaleza ha coníiado á la muger un po- der efectivo sobre el hombre, concediéndole gracias se- ductoras, una espresion insinuante y significativa, una sen- sibilidad delicada, una índole dulce y apacible, inclina- ciones tiernas y afectuosas; y si tales propiedades no reco- nociesen sobre sí un entendimiento recto y cultivado, un corazón sano y virtuoso, serian armas funestas que atacaran a la regularidad de las costumbres, é hicieran desaparecer la bella armonía délo útil y decente con lo agradable. Tan grande es la influencia de la muger en la prosperidad social, que su educación jamás ha sido desa- tendida en ningún pais que ha seguido la carrera de las lu- ces y de los progresos. Llamada á ser la guardia del hombre en su primera edad, á conducir su razón ofusca- da é informe, á afirmar sus pasos vacilantes, y á sembrar en su corazón las máximas que deban servirle de funda- mento para sus goces, sus adquisiciones y su dicha futu- ras; la muger ha de poseer instrucción, esperiencia, mo- ral y un maduro juicio para cumplir exactamente con tan sagradas obligaciones. El círculo en que ella obra y al que comunica el movimiento, importa mas de lo que co- munmente se cree. En él se olvida el hombre de lasin- 467 tercadenoias de la condición humana, fija su suerte y se forma para la patria: en él se adhiere fuertemente á las instituciones, coadyuba al orden establecido, y trabaja por los adelantos de La administración pública: en él tie- nen su principio esos grandes hechos, esas virtudes heroi- cas que promoviendo la felicidad común, han formado épocas en los pueblos; y así es como la obra de la perfec- ción social llega á ser deudora de su existencia é incre- mento al régimen doméstico sostenido por la muger. Al regalar á estala naturaleza una penetración fina, una ima- ginación ardiente y fecunda, un genio observador y un corazón abierto á las intensas y nobles afecciones, la ha destinado, no á llevar una vida monótona y circunscrip- ta a los goces sensitivos; pero sí á que entre en la región del entendimiento, á que conozca la elevación de su orí- gen, y se proporcione un sistema de principios que, po- niendo su espíritu en correspondencia con su corazón, le dé la aptitud necesaria para desempeñar puntualmente los deberes que reconozca á su vez como hija, como es- posa y como madre. Vemos con placer que tendiendo á este fin, las escuelas de niñas en esta capital, reciben su fo- mento de parte del gobierno, que tanto anhela por la ilus- tración; y no se puede ya dudar que bajo tan favorables auspicios, ellas serán de la mas alta importancia; pues tie- nen también por superiores á personas calculadas para la educación, y quecon asiduo esmero trabajan porque sus alumnas aprovechen sus leccioues y queden satisfechos los laudables deseos de los padres de familias y del go- bierno. Ya el bello sexo que empieza á vivir, pertenece- rá mas de cerca á la sociedad; y con pasos firmes, seguros y luminosos, mejorará las costumbres, y á él serán debi- dos en gran parte, el triunfo de la civilización y el esta- blecimiento de un bien positivo en el Ecuador.468 FIN DEL PRIMER TOMO Y ANUNCIO »EL SEGUNDO. eseando dar á este periódico la mayor comodidad pa- ra su encuademación, hemos creido se lograi-ia este ob- jeto formando tres tomos por año y concluyendo el pri- mero en el número actual á fin de incluir en él los cua- tro números publicados en diciembre del anterior. Desde que nos propusimos por único objeto de nues- tras tareas en el Semanario de las Señoritas la ilustración del bello sexo mexicano, no hemos omitido diligencia ni sacrificio alguno á fin de que esta obra verdaderamente popular, reuniendo á la importancia de las materias la grata amenidad de su colocación y un estilo adaptable aun á las mas comunes inteligencias pudiese aspirar algún dia á verse colocado con aprecio en el elegante tocador de una joven, en la mesa de un padre de familias ó en la selecta librería de algún literato. El rápido y progresivo aumento que hemos notado en el registro de las suscriciones al Semanario, que tenemos el honor de agregar á este número, nos ha parecido una suficiente prueba deque nuestras amables lectoras y nues- tros suscritores de todas clases asi como han apreciado la pureza de nuestras intenciones y el manifiesto deseo de procurar á toda costa la utilidad de nuestras paisanas, ha- brán conocido que no omitiendo gasto alguno, jamas he- mos visto esta empresa como un objeto de especulación lucrativa: que hemos procurado cumplirlos compromi- sos de nuestro prospecto, tanto como lo ha permitido la pequenez de nuestras columnas y la escasez de nuestras luces. Nuestra satisfacción se ha aumentado también y se han visto exedidas nuestras esperanzas al ver los elo-469 gios que se nos han prodigado en algunos periódicos de la república, á cuyos editores, aprovechando esla oca- sión, damos sinceras gracias por su buen concepto, espe- rando nos disculparán no haber insertado sus respectivos editoriales, por no distraer la atención de nuestras lectoras á objetos solo personales nuestros. ¿Qué podremos decir con respecto al segundo tomo? ¿Qué será mas digno de atención, ya por el orden de las materias, ya por el modo de esponerlas, bien por el ca- rácter de sencillez de su redacción, ó por la variedad fi- nalmente con que procuraremos hacerlo interesante? Creemos sin duda, que semejantes indicaciones serian ab- solutamente inútiles, pues el público único calificador im- parcial de las obras literarias, sabe muy á tiempo no con- tinuar su confianza cuando la decadencia de su redacción ó la mala elección de los artículos acredita la variación ó el poco empeño de sus redactores. Lo único que dirémos sobre el segundo tomo, es que aspirando no solo á deleitar sino á instruir á nuestros lectores, nos hemos visto precisados en los primeros me- ses á dar los elementos siempre ingratos y las primeras nociones de las ciencias que nunca pueden ser muy agra- dables; pero sin las cuales no es fácil adquirir sino cono- cimientos demasiado superficiales en cualquiera materia científica. De aquí se deduce casi sin necesidad de ad- vertirlo que siendo nuestro periódico á la vez una obra de educación, será muy útil acudir á las primeras leccio- nes de una ciencia contenidas en el primer lomo cuando tratemos de la misma en los siguientes. El Semanario pues seguirá su marcha tranquila y pro- gresiva, evitando cuidadosamente toda idea que pudiese corromper la moral, desechando fastidiosas polémicas, ad-470 mi tiendo únicamente las comunicaciones análogas á su plan, cubriendo las mas veces sus páginas con artículos originales, con traducciones de autores clásicos ó con co- pias ó estrados de los mejores escritores en nuestro idio- ma; pero sujetándonos siempre al pian ó sistema que nos hemos trazado, para poner al alcance de las señoritas me- xicanas los conocimientos útiles y amenos de las cien- cias, las letras y las artes, á fin de procurarles dentro de algunos años en los tomos del Semanario, una modesta biblioteca donde puedan adquirir á poca costa la suma de conocimientos mas necesarios á su diverso estado y si- tuación en la sociedad. A los artículos de religión, de sana moral, de ciencias, literatura y artes, educación y economía doméstica, pro- curaremos á veces sacar del olvido algunas tradiciones históricas de nuestro pais y presentar algunos hechos de los mas célebres mexicanos tanto antiguos como moder- nos, y los usos, costumbres y trages característicos de algunos de nuestros departamentos. Por lo demás, aun- que orgullosos con la buena acogida que ha obtenido del público nuestro periódico, solo confiamos para continuar- lo en la benevolencia de nuestros lectores. INDICE PEI, PRIMER TOMO DEl SEMANARIO I»E EAS SEÑORITAS. RELIGION. Pensamientos de Chateau- briand sobre la semana 410. Su importancia 17 Natividad de Nuestro Se- fjU saa^af., ñor Jesucristo. 4¿p M. MORAL La adoración de los Reyes. 89. La Encarnación del Divino Verbo. 385. La festividad de Sr. S.José. 329. La prudencia. 63. La verdad. 82. La inmortalidad. 97. La lectura de las novelas. 315.471 NOVELAS Y AWB&QOTAS MORALES. Rasgo de amor filial. Una inuger á tó ííMMlfc-. Diié inuiior risueña. El 'pisaverde. Gratitud de una huérfana; Sobre las chanzas. Las dos hermanas. Angelita Los diamantes. Sociedad contrae! lujo, lia lugareña. CIENCIAS. Utilidad de su estudio para el bello sexo. LOGICA. Perfección de las facultados intelectua- les, lül y HISTORIA. Introducción, de la mager. 69, 90, ~i:i3, 157 y de los vestidos, de las modas, de los aguinaldos, de las máscaras. Biografía de la reina Vicio- ría de Inglaterra. Cronología- Geografía. 425 y FISICA. Ideas genera- les. 145 y Temblor de tierra. El frió. Confusión de los sentidos. Aerostación. ASTRONOMIA* Ideas tzene ales. Eclipse de luna- HISTORIA NATURAL. Introducción. Zoología. Botánica. QUIMICA. H1GIAXA de la infan- i cía. 314 y sobre el ayuno. n LITERATURA. BijPOESlA. El trovador. 347. 897. 53. 130. 154. 179 193. 209. 375. 104. 411. !7. 387. 113. 173. 58. 281; 74. 283. 301. 321. 447. 338 5 38 351. 438. 291. 288. <). 'J5. 57. 81. 88. La meditación. Doce años y medio. El aguinaldo. lj| aña nuevo. La esposa de Lord Byrori á su luja. La adoración de los Reyes. La mirada. La mariposa y el chupamirto. No me tendrá por marido Mañana. A mi madre. Tristes recuerdos, el canario y el tro- piezo. El reposo perdido. Al gatito de Cintia. La muger cual la deseo. La aparición. Imita- cionde Lamartine. La plegaria. La Magdalena. Fragmentos de la Mesiada, poema de Klopstoc. A la muerte de Je- sús. En la muerte de una madre á su hijo. Consuelos á mi árni- ca y el pesar. RA SaOS CARA C TE RIS- TICOS. 185.¡Julieta, heroína de la tia- 22SJ gediade Romeo de Sha- 249.1 aspeare. 49. 2(¡4.(Miranda, id. del drama la Tempestad de id. 305. 1U5. 112. j29. 153. 183. 205. 232. 248. 272. 304. 320. 336. 360. 377. 409. 419. 432. 465. *472 Rosalinda y Celia, damas de la comedia titulada: Como V. quiera, de id. Rebeca, id. de la novela de Walter Scott titulada el Ivanhoe. Flora Mac Ivor, id. de id. el Waverley. PENSAMIENTOS sobre las mugeres. de Labruyere- de A. Rodríguez, de Jouy. sobre su influencia por el mismo. La hermosura del bello sexo. Análisis de la obra de Pa- blo y Virginia. La voz. Sinónimos.—Modestia, de- cencia, recato, compos- tura, pudor. Felicitación á los que no se llaman Josés, El sol. fantasía. DESCRIPCIONES. de la Alameda de México, de la Calenda en e Sagrario, de la ciudad de Jaría, el carnaval en Ro- ma. deldeVenecia. del de Madrid. de los preparativos de un altar de Do- lores. de Granada. de la mirada de una muger. de la semana .-.anta en Roma. del domingo de re- surrección en la misma. 433' ARTES. 157. Utilidad de su estudio pa- ra las señoritas. . .Música. Su historia. 1 y 65 Bordado. 177 y Dibujo. 169. PINTURA. Esplicacion del cuadro del sacrificio 1 de Abraham,de Pousino. de una señora in- glesa por Bron- cino. de la sacra familia por Reynolds, de la Encarnación de Claudio de Lorena. del Cenáculo por West, de Cristo con los án. geles por Guer- »ino, Correspondencia es- trangera. EDUCACION. De las niñas, maternal. 34. Afición á la lectura. ¡De los niños. 314 y 84.|Lectura en voz alta. 216.jDe la cortesía. ¡Correspondencia estran- 241. gera. 257.1 ECONOMIA DOMESTICA 273. Obligaciones de una ama de casa. Ahorro del tiempo. 369.; de guantes. 378. Modo de formar relieves I en un huevo. »i9Üvt> en ^e vo'ver e' c°l°r a 2 J\i fad las telas desman- 421.! chadas. Un juego de diversión 206., 244.| 208.! 213.! 107. 137 i 184.; 231.1 332.¡ 401 43. 201. 223. 308. 121. 130. 329. 385. 407. 418. 104. 122. 279. 302. 347. 333. 382. 466. 353. 221. 61. 222. 256. 296. ¡Pasta para hacer camafeos. 376.DE SUSCRITORES Y SUSCRITORAS MEXICO. SEÑORITAS. Acevedo do la Torre D. 3 Dolores. Agreda D. 3 Concepción. Agüero D. 3 Dolores. Andrade D. 2 Manuela. Andrado D. 3 Pilar. Anievas D. * Guadalupe. Aranda D. 3 Genoveva. Arroyo D. 3 Luz. Avila de Caso D. 0 Josefa. Badillo de Castro D. a Gregoria. Barrera D. 3 Luz. Barreiro D. ° Josefa. Batrez de Mozo D. 3 Josefa. Batrcz D. 3 Concepción. Beltran de Vitea D. 3 Dolores. Besares D. 3 Joaquina. Bolero D. 3 Joaquina. Borbolla de Estanillo D. 3 Luz. Cabello D. ° Maria. Cadena D. 3 Guadalupe. Canchóla D. 3 Juana. Cardona Castro D. 3 Dominga. Casasola D. 3 Mónica. Caso de Prieto D. 3 M. de los Angeles. Castora D. 3 María. Castillo D. 3 Guadalupe. Castro D.3 Guadalupe. Centino de Chousá.1 D. 3 Antonia. Cerpa D. 3 Juana. Cervantes D. 3 Guadalupe. Cordero D. 3 Soledíd. Cuesta D. 3 Evarista. De la Fuente D. 3 María. Delgado D. 3 María de Jesús. Díaz D. 3 Dolores. Domínguez D. 3 María del Cármen. Elefabám D. 0 Luz. Enciso D. 3 Dolores. Escobar D. 3 Guadalupe. Fagoaga D. 3 Luz. Fagoaga D. 3 Magdalena. Febles D. 3 Concepción. Fernandez D. 3 Silvcria. Figucroa D. 3 Guadalupe. Filisola D. 3 Guadalupe. Flores D. 3 Dolores. Flores D. 3 Manuela. Fuente de Moreno D. 3 Manuela. Fuentes D. 3 María. García Conde de Terreros D. 3 María. Garay D. 3 Javicra. García D. 3 Carmen. Gochicoa D. 3 Loreto. Gómez de Navarrete D. 3 Luz. Gómez Eguiartc D. 3 Rafaela. Govais D. 3 Guadalupe. Guerrero de Riva Palacios D. 3 Dolores. GuizaBola D. 3 Carmen. Heredia Ü. 3 Josefa. Herrera D. 3 Casimira. Herrera D. 3 Rafaela. Illueca D. 3 María Josefa. éIniestra D. ° Prisciliana. Iniestra de Barbachano D. 3 Guadalupe. Irazaval D. 3 Pilar. Jéuregui D. 3 Ana. Landa D. 3 Josefa. Lavin de Peña U. 3 Susana. Lavín de Vieyra D. 3 María. Leiso D. 3 María. León de Vázquez D. 3 Fermina. Lira D. 3 Guadalupe. Lizarsa I).3 Guadalupe. lombardo D. 3 María de Jesús. Lozano D. " Trinidad. Marín I). 3 Manuela María. Mannolejo ü. a Zenona. Mateos ü. 3 Rosa. Mondes üacomba D. 3 María Luisa. Mendivil Moneada D. 3 Guadalupe. Miñón de Ocampo ü. 3 Guadalupe. Miñón D. 3 María. Montañez D. 3 Carlota. Montero D. 3 Encamación. Moran de Cuevas D. 3 Teodosia. Moreno Deper I). 3 Antonia. Moreno D. a Merced. Moya de Quintero L). 3 Soledad. Muñoz D. ° Carlota. .Moriega de Altainirano D. 3 llamona. Noriega D. 3 Luisa. Olaguibel D. 3 Ramona. Olivos D. 3 Narcisa. Osta de Mora D. 3 Josefa. Otal D. a Cecilia. Otal de Iniestra D. a Juana. Palacios de Lazcano D. a Manuela. Palacios D. a Leónides. Paz D. a Dolores. Peña D." Angela. Peña D.a Susana- Pérez Galvez D. a Francisca. Pozo de Macuá ü. a Luz. Reyes de Govautes I). 3 Josefa. Rico D. s Antonia. Rodríguez D. "Josefa. RodriguezD. a Vicenta. Rosas D. a Guadalupe. Rubio D. 3 Dolores. Saenz D. 3 Jesús. Sánchez D. 3 Josefa. Sara D. 3 María. Tamarís D. 3 Guadalupe, i Tejada D. 3 Dolores. | Tejada D. ' Guadalupe. ; Terán D. 3 Aurora. | Terreros D. 3 Trebucsto de Muñoz D. 3 Manuela. Troncoso D. 3 Manuela. Valdiviclso D. 3 Dolores. Vega D. 3 Josefa. Vclazco D. 3 Josefa. Vicario de Moreno D. 3 Luisa. Villamil D. 3 Amparo. Vfllamfj D. 3 Guadalupe. Villar de Eseontria D. 3 Ana. Vivaneo de Morán D. 3 Loreto. Vocero D. 3 Manuela. Uribe D. 3 Gerónima. Zamora D. 3 Ventura. SEÑORES. Abarca D. José María. Abona D. León. Adonie D. Pablo. Aguilar y Rústante D. José María. Alas D. Ignacio. Aldana ü. Vicente. Alcoite D. Juan Nepomuccno. Alva D. José. Alva D. Juan. Alvarcz D. Manuel. Ambila D. Cristóval. Andradc D. Francisco. Andrado D. José María. Andrade D. Juan. Anza D. Agustín.Aoynuete D. Miguel. Aranda D. José María. Aramburo D. Felipe. .Ara naide D. Manuel. Antojo D. Lorenzo Juatiniano. Aréchcga D.José María. Arellano L). Ignacio. Arenas D. Manuel. Aristi D. Juan. Almería D. Pablo. Arrambcrri D. José. Atristain 1). Manuel. Badillo D. Miguel. Bacía D. Juan. Baiges D. José Antonio. Barbcdillo D. Juan. Barrera ü. Manuel. Bello D. José. Berasaluce D. Nicolás. Beristain D. José María. Berna! D. José María. Beijiel D. Luis. Bivar D. Luis. Bocanegra D. José María. Bonilla D. José. Broi D. José María. Buenrostro D. Agustín. Buitrón D. Cayetano. Bustamante D. Mariano. Bustillos I). José Victor. Cadena D. Agustín. Cadena D. Joaquín. Calderón 1). Manuel. Calderón I). Rafael. Camacho D. José. Campos I). Mauricio. Cañizo D. Juan. Carvajál ü. Vicente. Casares I). Joaquín. Casas D. Miguel. Carrera D. Martin. Carrillo D. Antonio. Carrillo D. Francisco. Carrion D. Luis. Castillo D. Antonio. Castillo D. Mariano. Castrejón D. José. Castro I). Antonio. Castro 1). José Dolores. Castro I). José María. Castro D. Manuel. Castro D. José. Castro D. Pedro. Cha-vez D. José. Cerecero D. José María. Cervantes D. Juan. Cisnero» D. Pedro. Clavcría D. Ignacio Maria. Conejo D. Florentino. Contreras D. José. Corral D. Mariano. Cosío D. José María. Cosío D. Mariano. Couto I). Paulino. Covarrubias D. Guadalupe. Cruz D. Antonio. Cuellar D. Simón. Cumplido D. Ignacio. De la Fuente D. José. Del Barrio D. Felipe Neri. Delgado D. Francisco. Díaz de Noriega D. José. Díaz D. Agustín. Díaz D. José. Díaz D. Ignacio. Diez de Bonilla D. Miguel. Diez de Bonilla D. Pedro. Domínguez D. Juan. Dosamantes D. Juan. Duarte D. Ramón. Duran D. Manuel. Duran D. Mariano. Eehave D. Ignacio. Eguia D. Manuel. Embila D. Ignacio-Escalante D. Francisco. Escovár D. José. Escovedo D. Pedro. Escudero D. Agustín. Espino D. Luis. Espino D. llamón. Espinosa de los Monteros D. Juan Espinosa D. Francisco. Espinosa D. Miguel. Falcón D. Ignacio. Fernandez D. Vicente. Figueroa D. José María. Figueroa D. Luis. Flores D. Estanislao. Flores D. Francisco. Flores D. Nicolás. Fonseca D. Ignacio. Foses D. Vicente. Franco D. Pablo. Fuente Pérez D. Francisco. Fuentes D. Vicente. Gallo D. Manuel. Garay D. Antonio. Garcia D. Francisco. García D. Lucas. Garcia Rebollo D. Manuel. Garmendia D. José. Garza Flores D. Rafael. Gómez D. Pablo. Gómez Iriartc D. José. González Augulo D. Bernardo. González D. Agustín. González D. Angel. González D. Epigmenio. González D. Francisco. González D. Luis. González D. Miguel. González D. Vicente. Guerra D. Mariano. Guerra D. Pedro Marcial. Guerrero D. Teodoro. Guimbarda D. José María. Gual D. Rafael. Gutiérrez D. Bernardino. Gutiérrez D. Blas. Gutiérrez D. Juan. Guzinan D. Joaquín. Henriquez D. Juan. Herrera D. Cristóva!. Hidalgo D.José Manuel. Hidalgo D. José María. Ibarra D. José. Ibañez D. José. Iniestra D. José María. Isaz D. Luis. Iturbe ü. Gabriel. Jarero D. José María. Jaregui D. Hermenegildo. Jiménez D. Florencio. Jiménez D. José María. Ladrón de Guevara D. Fermín. Landa D- Germán. Lara D. Mariano. Lazo D. Mariano. Lcbríja I). Agustín. Legorreta D. José. Lctamendi H. José. Letona D. Juan. León D. Agustín. León D. Juan de Dios. López D. Antonio. López D. Crístíno. López D. José María. López D. Pedro. Madariaga l). Luís. Madrid D. Antonio. Malagón D. José. Marín D. Francisco. Marzén D. José. Martínez D. Felipe. Martínez D. José Luis. Martínez D. Tomás. Martínez Moctezuma D. Juan.Mateos D. Victoriano. Medina ü. Antonio. Medina D. Gavino. Mejía D. José María. Mendivil 0. Francisco. Mercado D. José. Merclo D. José Ignacio. Mczquía D. Prudencio. Míchellorona D. Manuel. Miñón D. José. Miramon D. Ricardo. Miranda D. Pascual. Moclii D. Guillermo. Moctezuma D. Simón. Moneada D. José. Montero D. Carlos. Montero D. Luis. Montes de Oca D. José María. Morgado D. Mariano. Mora de Méndez D. Manuel. Morales D. Joaquín. Morales D. Ignacio. Morejón D. Anastacio. Moreno D. Crecencio. Morlet D. Joaquín. Mozo D. José Antonio. Munguia I). Ignacio. Navarrete 1). Martin. Navarro D. Juan. Olaguibel D. Francisco Modesto. Olvera I). Antonio. Ordaz U. Mariano. Ordoñez D. Príscíliano. Orduño ü. Estevan. Ormaechca D. Ignacio. Orla D. Luis. Ortega D. Francisco. Ortíz de Zárate D. Ignacio. Ortiz Monasterio D. José María. Osorio D. José. Padilla D. Antonio. Paalcios D. Antonio. Parada D. José María. Pardo D. Vicente. Pasalagua D. Pedro. Pastrana D. Joaquín. Patino D. Joaquín. Peña I). José María. Peón D. Sebastian. Peralta I). Manuel. Pereda D. Juan Nepomuceno. Pereda 1). José. Pcza D. Luis. Pichardo 1>. Mariano. Piedras I). José. Piñal 1). Leandro. Píña I). José. Pliego I). José. Ponee do León I). José. Pontones D. Fernando. Quijano I). Juan. Quintana I). Antonio. Raígadas D. Francisco. Ramírez 1). Pedro. Rangel I). Joaquín. Reyes Veramcndí D. Manuel. Rcyna D. Marcos. Robles D. Francisco. Robredo 1). Florentino. Rocha D. Pedro. Rojas 1). José María. Rosales D. José Maria. Rosas D. Julio. Romero D. Aga]>ito. Romero D. Isidro. Royuela D. Matías. Ruiz D. Manuel. Salgado D. Juan. Sardo D. José. Sarmiento D. José. Sarmiento I). Mariano. Sartorio D. Santiago. Sauza D. José María. Segovía D. Francisco.Segura D. Francisco. Segura D. Vicente. Senizo D. José. Serrano D. Francisco. Sierra y Rosso D. Ignacio Suarez D. Antonio. Suarez I). Ignacio. Taglo D. Ignacio. Tagle D. Mariano. Tapia D. Antonio. Tinoco D. Gabriel. Tome] y Bonilla D. Juné. Tornel y Mendivü D. José María. Torrcscano D. Rafael. Torres D. José. Tosta D. Bonifacio. Trueba D. Rafael. Vaez D. Agustín. Valentín D. Manuel. Valdés D. José María. Valdés D. Rodrigo. Valle D. Luis. Valle D. Pedro. Vallejo D. Antonio. Várela 1). Luis. Várela D. Rafael. Vázquez D. Luis. Vázquez D. Pedro. Vega D. Joaquín. Vega y Zavala D. Juan Nepomuceno. Velarde D. Francisco. Velarde D. José María. Velez D. Joaquín. Vergara D. Pablo. Vieario D. Angel. Vidaurreta D. Valentín. Viñegas D. Fermín. Víllavicencio D. Francisco. Yañez D. José Ignacio. Yepis D. Felipe. Zamorano D. Nicolás, gavala D. José María, jjorrilla D. Manuel. CONTINUA EL DEPARTAMENTO DE MEXICO. ACTOPAM. Fernandez D. a Mariana. Gres Di = Jacinta. Martínez D. " Dolores. Ramírez D." Dolores. Mejía D. Hermenegildo. Ramírez I). Luis. ATOTOA1LCO. Duran D. Felipe. Fernandez D. Sebastian. Suarez de Visegra D. José. MEXTITLAN. D. Amado Urbin. Echeverría D. Remigio. Guzmán D. José Mariano. Iniesta D. Trinidad. Mota D. Pedro. YAHUALICA. Rivera D. José. MINERAL DEL MONTE. Castelazo D. Ignacio. Gómez D. Francisco. Medina D. JoBé María. PACHUCA. Císneros D. José. García D. Marcos. Pérez Fernandez D. José. TOLUCA. Vargas de Ariscorreta D. 0 Matilde. González D. Pascual. Manon D. Antonio. Rayón ü. Miguel. Reina D. Francisco María. TULANCINGO. Marroquin de Banedo D. s Clara. Martínez del Hoyo D. a Jesús (por do* ejemplares.) Ponce D. a Paula. Ricaño D. a Rita.Sancha D. d Margarita. Boleaga D. Paulino (por dos ejemplares.) Carranza D. José María. Linartc D. Joaquín. Llamas ü. Agustín (por dos ejemplares.) Pérez D. Felipe. Vigueras D. Joaquín. Vázquez D. Eulogio. ZACUALTIPAN. Espinosa de Lezama D. * Guadalupe. Lozanía D. -Francisco. Lorenzana D. í'clipe. . Maldonado I). Inocencio. Mendoza I). .Mariano. Ramírez D. Angel. •Salas D. José María. Torres D. Carlos. AGUASCALIENTES. Arenas D. Mariano (con 24 suscritores.) CHIHUAHUA. Loza de Suloaga D. " Mariana. Riva de Artalejo D. * Luz. Terrazas de Irigoyen D. B María Antonia. Escudero D. Juan Bautista. Frías D. Angel. García Rodríguez D. J. Jaurrieta D. Miguel Agustín. Lujam y Cordero D. Jesús. Minutante D- Jesus. Revilla D. Buenaventura. Riego D. José Antonio. Sequoiros D. Leonardo. DURANGO. Acosta D. d Guadalupe. Alcalde D. a Manuela. Arrióla D. a Manuela. Baca Ortiz D. a Guadalupe. Barcena D. * Guadalupe. Gameoclüpe D." Isabel Hernández D. * babel. Hernández D. - Ramona. Hierro D. * Josefa. Machinóla D. d Guadalupe. Mañero D. a Delfina. Mena D. 3 Rosa. Mijares D. " Dolores. Mijares D. 0 Luz. Ramos de Flores D. " Refugio. Seiqui D. " Francisca. Esparza D. José María. Parral 0. Felipe Pedraza. Tovar D. Catarino. GUANAJUATO. Acevedo D. Cristino. Anda D. Francisco. Arcllano D. Lorenzo. Baranda D. Manuel. Camina D. Juan Antonio. Campos D. Luí». Campuzano D. Ruperto. Carrillo I). José María. Castañon D. Eligió. Castellanos D. Antonio. Chavoz D. Domingo. ChavezD. Pablo. Espinosa D. José María. Franco D. Rafael. Flores D. Vicente. García D. Hilarión Garcia Tato D. Francisco. González D. Hermenegildo. Irazaval D. Francisco. Jiménez D. Justo. Jiménez Mendoza D. Gregorio. Jinori D. José María. Matute D. Luis. Méndez D. Ricardo. Mendoza D. Bartolo. Montenegro D. Francisco. Moretes D. Zenon. Otero D. Félix. Palacios D. Manuel. Peralta D. Encarnación. Pérez D. José.Posadas D. Antonio. Ríos D. Femando. SaavcdraD. Luis. Saldivar D. Antonio. Sardancta D. José María. Vázquez D. Rodrigo. Velez D. Rafael. Zímavilla D. Guadalupe. SAN MIGUEL DE ALLENDE. Bustamante D. 3 Antonia. Bustamante D. 3 Dolores. Bustamante D. 3 Guadalupe. Uustamantc D. Casimiro. Bustamante D. Jesús. Caballero D. Francisco. Caballero D. Joaquin. Caballero D. Manuel Ignacio. Garcia de León D. Pablo. González I). Mariano. Morelos D. Jesús. Mota D. Juan. Redondo D. José María. JALISCO. I lijar I>. 3 Antonia de Grijalva de Trellcz I). 3 Petra. Asencio D. Jesús. Avances I). Manuel. Arce D. Pedro. Berrueco D. Francisco. Banda D. Nicolás. Cruz D. José de la Cisncros D. Juan de Cruz. Cueva D. Manuel. Flores D. Engenio. Gutiérrez Mallen D. Juan. Garcia-Diego D. Plutarco. Gutiérrez D. Manuel Ruiz. Gallegos D. Simón. Medina D. Francisco. Martínez Ncgrete D. Francisco. Riostra ü. Felipe. Romo D. Jesús. <¡ÜV& D. Joaquín. Treycs D. Ignacio. Tagle D. Marcial. Zuvieta D. Pedro. MICHO AC AS. Abarca de Anzorena D. 3 Jesús. Alzua de Montenegro D. - Macaría. Arango D. 3 Ignacia. Antia de Sámano D. 3 Antonia. Burgos de Benitos D. 3 Dolores. Caballero de Puga D. 3 Sabina. Canto de Martínez D. 3 Rita. Galindo D. 3 Isabél. Garfias de Magaña D. 3 Guadalupe. Garrido D. 3 Ana María. González de Domínguez D. 3 Ignacia. Larreateguí de Loza D. 3 Teodora. Martínez de Gómez D. 3 Soledad. Mejía de Cortés D. 3 Carmen. Navarretc de Huerta D. 3 Francisca. Paniagua de Córdova D. 3 Ursula. Sonorse de Maconset D. 3 Ignacia. Sosa de Sosa D. 3 Ijorelo. Villamil de Gil D. 3 Dolores. Yzazaga D. 3 Leonarda. Zcvallos de Ugarte D. 3 Guadalupe. Garcia D. Luis. Gómez D. Fernando. Loreto D. Bemardino. Orosco D. José María. Ruiz D. Luis. Vallesteros D. José María. O A JACA. Bolaños D. 3 Eusebia. Diaz de Nuñez D. 3 Máxima. Echeverría de Bolaños D. 3 Ana. Enciso de Orosco D. 3 Luz. Fernandez de Fernandez D. 3 Josefa. Gamboa Yaldeco D.3 Guadalupe. Grijalva de Pando D. a Ignacia. Gris de Castañeda D. 3 Dominga. Gutiérrez de Beltrán D. 3 Josef». Hernández D. 3 Manuela. Luna D. 3 María.IJaguno de Fagoaga D. * Ignacia. Moreda D. 3 Luisa. Ramírez de Encifo D. 3 Salomé. Vuda I). 3 Ana Josefa. Cabera I). Pedro. Chasare D. Domingo. Díaz I). José. Hernández D. José Santiago. Ordoño D. Ignacio. Rincón D. Francisco. Rojas D. Nicolás. Salunueva I). José. PUEBLA. Aguila I). 3 Concepción. Almondaro D. 3 Manuela. Alvarez Alonzo D. 3 Mariana. Antuñano D. 3 Encarnación. Hastia D. 3 Antonia. Benitcs D. 3 Manuela. Bcrmudez D. 3 Josefa. Bonilla I). 3 María Francisca. Brito de Arrioja D. 3 Manuela. Cayo \avarro I). 3 María. Chavea D.3 Josefa. Codallos D. 3 Rosa. Corichc I). 3 Tereza. Delgado D. 3 María Ignacia. Domínguez D. 3 Luz. Duartc D. 3 María de la Luz. Fernandez de Lara D. 3 María de la Luz. Fernandez D. 3 María Josefa. Fernandez Leal D. 3 Dolores. Galicia D. 3 Angela. (Jarcia ü. 3 Juana. García D. 3 Margarita. Garduño D. 3 Mariana. Garzón D. 3 Francisca. Gómez D. 3 Dolores. Gómez D. 3 Joaquina. Guerra ü. 3 Mariana. Illescas D. 3 Josefa. Mellado D. 3 Francisca. Miquiorena dcTalavera D. 3 Dolores. Molina D. 3 María de la Luz. Montellano D. 3 María. Montiel D. 3 María de la Luz. Mora D. 3 Concepción. Nieto D. 3 Francisca. Ocampo D. 3 María de Jesús. Osio I). 3 Guadalupe. Pérez D. 3 Josefa. Pérez D. 3 María del Carmen. Quijano D. 3 María Josefa. Ramírez D. 3 Antonia. Rangel D. 3 Francisca. Ravelo D. 3 Josefa. Rondón D. 3 María del Rosario. Rivera D. 3 María de Jesús. Robles D. 3 Maria del Cármen. Rosales D. 3 Antonia. Sánchez D. 3 Antonia. Sánchez Oropesa D. 3 Bárbara. Serrano D. 3 Rosa Sierra Vigas D. 3 María de la Luz. Torre D. 3 Mariana. Tríllales D. 3 Amada. Vargas D. 3 Ignacia. Villegas de Olaguibel D. 3 Dolores. Zamcra D. 3 Dolores. Zapata I). 3 Guadalupe, Zerón D. 3 Josefa. Alvarrán D. Ruberto. Alvizuri D. Juan. Angón ü. José María- Angulo D. Agustín. Arrioja D. Diego. Arrioja D. Maccdonio. Cora D. José María. Fieytal D. José María. Haro D. Luis. Hernández D. Apolonio. Herrera D. Pedro. Inzunza ü. Rafael. Yunquero D. José María. Lara D. Miguel. León D. Guadalupe.Martiarena D. Francisco. Martínez D. Rafael. Mateos D. Joaquín. Monroy D. Manuel. Pizarra D. José Trinidad. Priego D. Juan María. Rivas D. Ignacio. Rodríguez Bueno D. Estevan. Sandoval D. Félix. Sandoval D. Gregorio. QUERETARO. Acevedo de Vara-Sorda D. 3 Ana. Acevedo de Covarruvias D. 3 Guadi Acevedo de Pradel D. 3 Refugio. Acevedo D. 3 Jesús. Carrillo D. 3 Ignacia. Concha de Pérez D. 8 Ignacia. Corsal de Rojas D. B Guadalupe. Fernandez de Lastra D. 3 Mariana. Fuentes de Guevara D. 3 Bruna. García de Medina D. 3 María de Jesús. Jáuregui de Sámano D. 3 Dolores. Llaca D. 3 Guadalupe. López de Morroquín D. 3 Ana. Marroquín de Viilasana D. 3 Dolores. Maciel de Urrutia D. 3 Margarita. Mutio de Garduño D. 3 María Vicenta. Pardo de Canalizo D. 3 Dolores. Pérez de Novoa D. 3 Teodora. Primo D. 3 María. Razo de Herrera D. 3 Antonia. Razo D. 3 Jesús. Rodríguez de Villaseñor D. 3 Antonia. Rubio de Rubio ü.3 María Dolores. Septíen de Jáuregui D. 3 Dolores. Soberfjn ü. 3 Ignacia. Soto de Frías D. 3 Antonia. Vázquez D. 3 Mariana. Villaseñor de Jáuregui D. 3 María. Carrillo D. Mariano. , Montañez D. Remigio. Vázquez D. Manuel. Villa D. Pedro. Villaseñor D. Pedro. SAN LUIS POTOSI. Avascál D. José María. Arriaga D. Ponciano. Avila D. Florencio. Carrera D. Casiano. Canillo D. Ventura. Castañeda D. Manuel. Castro D. Lorenza. Castro D. Marcelino. Chavez D. Juan José. Chico Sein D. Vicente. De los Reyes D. Juan Francisco. España D. José María. Estrada D. Francisco. Gómez D. José de la Luz. Guzmán D. José. G. de la Casa D. Ignacio. Mallén D. José María. Melendez D. Bernardo. Monssivars D. Guadalupe. Montante D. Rafael. Morillo D. José. Navarro D. Antonio. Noyola D. Francisco. Othon D. Manuel. Pacz D. Luis. Pedrajo D. Mariano. Pulgar D. José. Sámano D. Pedro. Sánchez Lara D. Francisco. Veles D. Rafael. Villalobos D. Mariano. MATAMOROS. Alvarez de Montano D. 3 Francisca. Castillo D. 3 Guadalupe. García de Tárnava D. 3 Angela. García de Manauton D. 3 Felipa. Pardo D. 3 Gcrarda. Prieto de Ortega D. 3 Juana. Reed D. 3 Gertrudis. Saviñon de Piña D. 3 Lconarda. Solís de Chowell D. 3 Gertrudis. me.Solís D. ■ Francisca. Arzamendi D. Francisco. Ampudia D. Pedro. Cruzado D. .Manuel. Herrera D. José María. Payno Bustamantc ]). Manuel. Tola D. Luis. Treviño Canales I). Victorino. TAMPICO. Castillo D. a María Antonia. Becerra D. Francisco. Bcrca D. Manuel. Bonca D. Ignacio. Cainacho D. Dionisio. Castcllo D. José. Castilla D.Juan. Chavcz D. José María. Cordero D. Francisco. Gómez D. Joaquín. Guerra Manzanares D. Antonio. Enriquez D. Francisco. Fernandez D. Francisco. I«ibruere D. Julio. Lagos D. Felipe (por do» suacriciones.) Lazo D. Miguel. I^opez D. Francisco. Menchaca D. Agustin. Martínez D. Gabriel. Prieto D. Pedro. Rivas D. Joaquín. Rodríguez D. Zeferino. Savine D. José. Solano D. Euscbio. Torres D. Pedro. VERACRVZ. Acedo D. B Manuela. Anglova D. 3 Pilar. Arzamendi D. ° María Josefa. Batrez de Muñoz D. ° Dolores. Bravo de Gallo D. * G> rirudis. Carrillo de Serrcno D. a Dolores. Cornejo de Romero D. " Ramona. Domínguez D." Martina. Eizaguirre de Riva D. a Carmen. Esteva de Sánchez D. * Josefa Ignacia. Estava D. * Dolores. García D. s Encarnación. Gómez de Ulloa D. s Ignacia. Herrera D." Isabél. Landero de Esteva D. " Luz. Lascurain D. a María. Molina D. a Merced. Mosquera D. a Dolores. Mosquera D.° Isabél. Pasquel y Sentiés D. a Amada. Pérez D. s Angela. Rocha D. a María Belén. Romero D. " Soledad. Ruiz de Gutiérrez D. * Carmen. Troncoso D." Rosa. Vidal D. s Candelaria. Yzabal de Ferrin D. 3 Juana. Ascorbe D. Manuel. Batres D. Eugenio. Becerra D. Cayetano. Berca D. Francisco. Escandon D. Domingo. Estoves D. José María. Fernandez D. José María. Garay D. Ramón. Garcia de Tejada D. Manuel. Herrera D. Gavino. Horrcro D. José. Junguito D. Rafael. M. Maguin Bojorquez. Migoni D. Fernando. Parte Arroyo D. José Gil. Ríos D. Pedro. Rosas D. Francisco. Sánchez D. Juan. Sevilla D. Juan. Solís Rosales de Buenaventura. Valdés D. Antonio- Zamora D.Juan. JALAPA. Campillo D. * Rosario.Lliera de Zuleta D. * Dolores. Valle de Villamil D. " Josefa. Zuleta de Varzeló D. s Ignacia. Zuleta de Camacho D. " Manuela. Aragón D. José María. Barcena D. Juan. Camacho D. Vicente. Gamargo D. Manuel. Córdova D. Francisco. Cura de Isguacán. Díaz D. Marcos. Gobernador. Garcia D. Joaquín. Gorospe D. Javier. Kemendcs D. Diego. Larcdo D. Manuel. Mora D. Mariano. Pérez D. José María. Perdomo D. Miguel. Ramos D. Francisco. Rebolledo D. Mateo. Rivera D. Francisco. Rodríguez D. Luis. Serrano D. Martin. ORIZAVA. Fernandez D. * Trinidad. López D. a Ignacia. Alvarez D. Juan. Cervantes D. Francisco. Mosquera D. Manad María. Marin D. Juan. Nieto D. Apolínario. Paz y Puente D. Manuel. FRESNILLO. Acevedo de Anza D.33 María. Cantabrana de Aguilar D. * Manuela (por dos ejemplares.) Garcia de Nogaro D. e Francisca. Garcia D. " Petra. ZACATECAS. Ablay de Solano D. a Joaquina. Ablay D. ° Luisa. Beltrán D. * Juana. Cosío de Piedras D. rt Manuela. Esparza de Larrañaga D. s Estéfana. González de Esparza D. a Brígida. Hoyo D. a Josefa. Guerra D. a Francisca. Jiménez D. B Macedonia. Lares ü. s Guadalupe. Letechipia de Beltrán D. ° Guadalupe. Leterhipia de Calderón D. * Manuela. Moza de Solana D. - Jesús. Noriega D. * Loreto. Santana D. " Lronarda. Aranda D. Manuel J. Arrieta D. Francisco. Arrtstigui D. Nicanor. Canales D. Eustaquio. Castrillon Ü. Antonio. Cerda D. Estevan L. Editores de la Gaceta. Llamas D. Gregorio. Llaguno D. Francisco. Macías D. Rilo J. Marin D. José María. Marin D. Mariano. Piedras y Piedras D. Rafael de laB (con 36 suscritores.) Ramírez D. Juan. Ramírez D. José Fernando. Rodríguez D. Francisco de P. Rivera D. Jacinto. Ruelas D. Jesús. Suevano D. Antonio. Zaldcsa D. Ignacio. Zamora D. Victoriano. SOMBRERETE. Mercado D. Rodrigo V. CITACVARO. Ríos D. Fernando. IRAPVATO. Chavez D. Pablo. SILAO. Campos D. Luis. Saldivar D. Antonio. 22 AP 69 Los señores suscritores cuyos nombres no se hayan insertado, habrán de disimular, porque la distancia de algunos departamentos ha hecho que no llegue á tiempo la lista, y la de algunos de los de la capital se ha perdido en manos de los repartidores, y ya no es posible remediar esta falta; pero se procura agenciarla y luego so dará al publico. Los señores suscritores que gusten cambiar los cuadernos de esta obra, por tomo ya encuadernado y de pasta Gna, pagarán un peso dos reales y pueden ocurrir á esta im- prenta.