DEFENSA DE LA PETICION HECHA AL SOBERANO CONGRESO POR VAHIOS INDIVIDUOS SOLICITANDO LA RESTITUCION DE LA EN LA REPUBLICA MEXICANA. Y SATISFACCION A LOS SEÑORES EDITORES DEL COSMOPOLITA QUE LA HAN IMPUGNADO. Formóla ei redactor de dicha petición, y la publica para desengaño de algu- nos incautos. MEXICO. Impreso por J. M. Lara, calle de la Palma nüm. 4. 1811.Si se me preguntase si me arrepentía de haber solicitado la reposición de los jesmlani, diria, que lejos de arrcpentinne no solo la volvería á pedir,sino que lirma- ria mi petición con la última pola de la sangre que circula por mi pecho, y lo cs- pondria á la muerte. JgSjoON la mns sincera intención del mundo y con eficaces de- seos de ver mejorada la suerte déla república mexicana tanto en lo moral como en lo político, ciento setenta y seis hombres de Diéri pidieron al congreso mexicano el restablecimiento de la Compa- ñía do Jesús, bien convencidos de que este es el remedio que de- Im; curar los males que hoy la aquejan é impiden el verdadero pro- ¡rreso 6. que todos aspiran. Con igual sinceridad confesamos que no fué nuestro ánimo res- tregar heridas antiguas que ha cicatrizado el tiempo, y que han sanado á merced de este que todo lo añasca, y del desengaño que descorre el velo de los que han sido fascinados: la vindicación de este órden religioso quedó reservada á aquel Dios que ha di- cho á los oprimidos y calumniados.... déjame el cuidado de vin- dicarte. ... mihi vindicta, et ego retribuam.... En las lides en que ha ido de por medio el honor de la religión y la defensa de la fifi (decía el panegirista del general Ricci llorando su pérdida a la vista de su féretro) nosotros hemos presentado campeones denoda-dos i|uo peleasen; pero cuando.se ha tratado de nuestra persecución Molo hemos opuesto la paciencia, el sufrimiento y el silencio. Ks- ta conducta loable, y la desaparición de la Compañía hizo enmu- decer á sus perseguidores: quedaron los reyes con aquella amplia libertad que tanto deseaban cuando solicitaron la ruinado losjesui- tas y recabaron del Sr. Clemente XIV la total estincion de ellos; pero en breve tuvieron muchos motivos de arrepentirse de lo he- cho; un vértigo revolucionario ocupó la cabeza de los que regían los destinos de la Francia, sobrevino una fatal revolución que la inundó de sangre, que diezmó su población, y que hizo morir en la guillotina, en los campos de batalla ó en los tumultos á los mis- mos que habían provocado esta lucha sangrienta; estendióse cual peste atmosférica por toda la Europa, que también se inundó de sangre. ¿Y qué sucedió entóneos? Que los mismos monarcas que clamaron por su ruina, y que estrecharon al Papa hasta conmi- narlo alguno de ellos con que se separaría de la comunión católi- ca, invocaron el restablecimiento de la Compañía de Jesús como único sosten y freno capaz de contener las demasías de los pue- blos insubordinados, porque estaban desmoralizados. Tiéndase la vista sobre las testas coronadas que no tomaron parte activa en la destrucción de la Compañía, y se las verá conservarse con honor en medio del vórtice revolucionario. Federico II de Prusia deeia á su amigo Voltaire en carta de 7 de julio de 1770 estas palabras. „Por lo que á mí toca, no tengo motivo de quejarme de Ganganelli (Clemente XIV); él me dejará mis queridos jesuítas perseguidos en todas partes. Yo los conservaré para dar semilla á los que quie- ren conservar en sus tierras esta planta tan rara." En otra de 8 de noviembre do 1777 decia al mismo* >,«, He conservado esta 6r. den buena ó mala, tan hereje como soy, y aun incrédulo, y estos son los motivos: en nuestros países no se halla algún literato sino entre los jesuitas: no tenemos persona capaz para enseñar los cur- sos, ni tenemos padres"del oratorio ni de las escuelas pías. Era, pues, necesario, ó conservar los jesuitas, 6 permitir que perecieran tod¡i8 las escuelas. Debía, pues, substituir la órden para proveer á los profesores á proporción que se disminuían los jesuitas. Ellos pueden subsistir con los productos de su fundación; pero estos mis- mos productos no bastarían para dotación de profesores laicos.'ParéceMíé qUe osle testimonio es irrecusable coírtti dado por un Vnonárca gefe de] filosofismo, y que preguntadodfirtde j eómwque- rta qué lo enterraran dijo, que con su.i perros (segUri ctorista de su historia). Examinándose la verdadera causa de la destrucción de la Cohl'- pañía en Francia en la época de Luis X V, se ha dicho.... Que no ignorando Madama Pompadíi que los jesuití.s la vejan con pena en la corte, y creyendo la harian salir de ella en la primera oca- sión favorable que hallasen, resolvió ponerse bajo su dirección, á fin de hacerlos entrar en sus propios intereses. El padre Sasi fué sobre quien puso los ojos á solicitación del mariscal príncipe de Soubisc para elegirlo por confesor. Este padre á quien ella re- veló su pensamiento, le aseguró que no la oíria jamás en confesión mientras no tomase él partido de dejar la corte, pues estaba sien- do en ella materia de escándalo á todo el reino. Protestóle esta Señora que no habla entre olla y el rey el menor desorden. No obstante esta respuesta quería el P. Sasi que se retirase de la cor- te, puesto que no tenia título alguno para seguirla. Creyó la Pom- padfl que la única ruzon que impedia al padre en condescender con su pretensión era la falta de título para habitar en la cor- te. Ilízose por tanto dama do honor de la reina, y obtenido el nombramiento se dirigió al padre, instándole que la béfese de con- fesión, pues tenia al presento razones que le impedían i 1 pederá separar. Todas las damas de palacio afectas á los jesuítas se asus- taron mucho temiendo diese el P. Sasi algún mal paso que cubrie- se de oprobio á la compañía de Jesús. Se habló altamente sobre esto, y por lo mismo se mantuvo firme el padre, pidiendo siempre queseretirase de la corte antes de llegar al confesonario. Gruyó !a Pompadú que los demás jesuítas eran los que habían determinado al P. Sasi á pedir esta condición; esto la hizo que comenzase á mirar con indignación á toda la Compañía de Jesús. Por el mismo tiempo el Itey también quiso confesarse; ¡tero án- tes de ejecutarlo resolvió tratar por escrito con el P. Destilaré» los preliminaresde.su confesión. Hubo muchas cartas del Rey á dicho padre, y muchas de este al Rey. En ellas pedía á S. M. por con- dición principal cine madama Pompadú fuese separada de la corte; comunicóla á dicha Señora las cartas quede su confesor había v<-— G — cibido; el efecto que produjeron fué irritarla mas y mas contra In Compañía do Jesús. Predicando delante del monarca los PP. Grifvr y NevxiiUé ha- blaron fuertemente contra el cacándolo de los grandes, y le hicie- ron conocer bastantemente al Roy la obligación que tenia de lan- zar de su corte á la Pompadú. Acabó ya de resolverse con esto de perder los jesuítas temerosa de que la hiciesen salir del palacio. Descubrió su pensamiento al cardenal de Veroai para concertar con él les medios mas eficaces de perder á dichos padres. Rehusó este eminentísimo de entrar en tan detestsble proyecto; mas á poco tiempo fué desterrado, substituyéndole en su empleo el duque de Choiseul que entró fácilmente en las ideas de la cortesana, v el proyecto de la ruina de los jesuítas en Francia fué concertado de todo punto. Muy luego tuvieron estos noticia de lo que se trama- ba, y sin perder momento hicieron un memorial que pusieron en manos del Delfín. El P. Alaine que acababa de ser nombrado provincial de Francia le hacia saber á este príncipe el proyectil que se tramaba contra los jesuítas, y le daba á conocer claramen- te los autores de esta intriga. S. M. quedó muy sorprendido al oirlo; pero se le hizo creer al rey que todo era imaginación de los jesuítas desnuda de fundamento alguno. Mr. Choiseul, á cuyas manos llegó el memorial, conoció que es- taba bastantemente indicado en él que era uno de los principales motores de la cúbala; por tanto hizo de su parte un memorial en que pretendia justificarse, que puso en manos del Rey, y habiéndo- lo leído creyó que los jesuitas habian temido sin causa; persuaden que comunicó al Delfín, y mandó que no se hablase mas en el asunto. Se sospechó que Monsieur Choiseul Beattprd, sobrino de los dos ministros, había dado noticia á los jesuitas de los designios que se formaban contra ellos, y como en efecto fué así, se le hizo llevar á la Bastilla só pretesto de haber sido autor de varias poesías que habian corrido en Paris contra aquel gobierno. Quisieron tam- bién encerrar en aquella cárcel al P. Alante, pero se hallaba dis- tante de Paris y ocupado por entonces en la visita de sus colegios. No se quiso dar á conocer al público esta resolución, y así se to- mó el partido de esperar su vuelta á la corte; mas sabiendo;;: queno Be restituía á aquella capital hasta pasados muchos meses no se juzgo conveniente tener encerrado mucho tiempo á Mr. Choiseul Boaupré,}'por desterrarlo, se le nombró gobernador de la Martinica, y al tiempo que caminaba para embarcarse en Brest, cayó enfer- mo en Rens, capital de la Bretaña, donde murió. El P. Alanie murió también en la misma ciudad algunos meses después. Viendo Mr. Choiseul y Madama Fompadú desconcertados sus proyectos contra los jesuítas, levantaron contra ellos nuevas bate- rías: tomaron el partido de entregar el asunto á los parlamentos, los cuales habían sido por la mayor parte sus enemigos declarados en todos tiempos: elijieron en el parlamento de Paris á los que se sabia ser lo3 mas opuestos, y se les encargó la ejecución del pro- yecto. Los parlamentarios se dirijieron á varios sugetos, encar- gándoles les subministrasen cuanto pudieran reunir para infamar á los jesuítas, y lograron hacer una recolección de lo que los cal- vinistas, luteranos y otros hereges habían inventado contra la Compañía, y do todo se formó una dilatada obra repartida en cua- tro volúmenes, que fué la basa fundamental de cuantos decretos dieron los parlamentos contra los jesuítas. El abad de Chauvelin, consejero clérigo del parlamento de Paris, hacia relación á todas las cámaras juntas de cuantos escritos llegaban á sus manos de los que so habían encargado. En este tiempo convenidos los parlamentarios con el ministro, intrigab in para ganar un número suficiente de votos á su partido, y luego que los aseguraron formaron la minuta del decreto para la destrucción de los jesuítas que remitieron á todos los parlamentos del reino, exhortándolos con el mayor empeño á que se conforma- sen con el de Paris. No poco número de ignorantes ó perversos (que no faltaban en aquellas corporaciones) adoptaron fácilmente cuanto les habia sugerido el de Paris, á lo ménos en Rúan, Rens, Burdeos, y el consejo soberano de lhásdlon. Los parlamen- tos de Aix y Tolosa hicieron la mayor resistencia; pero cedieron por fin á las solicitaciones del de Paris, y de los ministros. Todo se hizo tumultuariamente sin dar lugar á que hablasen los que ama. han la Compañía, y por fin se decretó su destrucción por un cor- to número de votos comparado con el de los favorables. El rey hizo escribir 4loa parlamentos por medio de su chanciller para que— 8 — .suspendiesen sus procedimientos contra la Compañía de Je- sús; pero el ministro les escribia al mismo tiempo, encargán- doles no atendiesen á lo que se les decia por medio del chan- ciller, pues S. M. lo mandaba ejecutar poruña especie de condes- cendencia con la corte de Roma, con quien no quería romper en tiempo de guerra; pero que deseaba en su corazón la destrucción de los jesuítas. Por otra parte se le hacia entender al Rey el peligro que habia de anular los decretos de los parlamentos por la sublevación que podian excitar y qje se necesitaba de ellos á causa de los impues- tos. Luego que por esto llegaron a entender que se les temia, no guardaron medida alguna, aun en presencia del rey y de su real fa- milia que vieron la pérdida de los jesuítas, como la ruina en Fran- cia de la religión y del estado. Tal es la verdadera causa de la destrucción de los jesuítas en aquel reino. Esta medida estrepitosa excitó el ánimo del Papa Clemente XIII, para que diese una bula dirigida á los obispos de Francia en 9 de julio de 1762 en que se queja de los ultrajes que sufría la Iglesia, y por la que el obispo de Pamiers escribió al obispo de Urgél en 8 de mayo de 1764, recomendándole á los jesuítas que salían de Francia destorrados injustamente para que los atendiese y ampara- se.... Pasen, pues, (le dice) desde nuestro corazón ú vuestros brazos los religiosos de ta Compañía de Jesús, y logren en ellos benigna acogida, poderoso patrocinio, y todo el amor de un verdadero padre. Finalmente, esta providencia tan ruinosa para la Iglesia católica, obligó 4 dicho Papa á confirmar á la Compañía en sus privilegios, é irritó de todo punto á los ministros de los gabinetes que conspi- raban á su ruina;. Tomóles la vanguardia el ministro de Portu- gal CarbaHo, imputando á los jesuítas parte en la conspiración contra el rey, á quien tiraron unos malvados un carabinazo cuan- do caminaba en su carroza. Hiciéronse horribles ejecuciones en Lisboa; pero al fin se descubrió la inocencia de los calumniados é inculpabilidad de los jesuítas, como podrá verse en el Breviario Histórico de Berti. Los enciclopedistas de Francia, es decir, una reunión de hom- bres que só color de facilitar el estudio de las ciencias se propusie- ron atacar los mas sanos principios de la moral en diferentes artí-culo», distribttyéndoRe los trabajos, obra mandada recoger por el gobierno francés; para superar todo obstáculo á sus miras, multi- plicaron sus ataques a la Compañía. Uno do sus principales ene- migos, Voltaire, engolfado en la vil pasión de la venganza, com- puso é hizo circular varias memorias Jumas, de calumnias contra los jesuítas. No contento con esto, si acaso entre los grandes cpnocia algunos protectores de estos religiosos, se eslbrzaba en tornarlos contrarios suyos, como señaladáihante lo hiao con.el duque de R¡- chelieu en 1761, escribiéndole eu estos términos:.,. .Señor, ia< han dicho que habois favorecido á .los jesuítas en Bordeaux... Procurad quitar todo el crédito á los jesuítas. D'Abinibert, tan incrédulo como Voltaire, y confederado- suyA era muy sagaz, y minaba sin dar la cara, atrayendo a su partido á los del parlamento do Francia; en la carta 9&•'•! 'lí'M't'.h OHJi nstwl í»T»rtl1 vi: ■ , - ., (D P- pSRÜ!WUÍ&tA (