v. y* PENSAMIENTO SOBRE EL PRONUNCIADO EN LA CATEDRA DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS A Ya ES PARA OBTENER EL ORADO DE DOCTOR, POR SANTIAGO VIOLA EL DIA 14 DE MARZO DE 1838. BUENOS AYRES. IMPRENTA DE LA LIBERTAD, CALLE DE LA PAZ, N.° 55. 1838.AL Sr. Dr. D. EDUARDO IiATTTTTB..a .i< " Cbez un peuple qui a des codea, les loie sont mieux connues, plus clairea, mieux obéies; la vio sociale plus facile, les opinions genérales mieux exprimées." Leiuíiniejl. -- -9üj eboxíq oa fao.ioBnñiijOj ab stnSáBia la aid EOTJÜJBCI ••>! á j¿j ••(. .Oniü'I «i H.Ui'Ji ••• y.';/Ort" SEÑORES. UNA de las ecsigencias mas grandes y vivas de nuestra Patria, que ha tocado y re- tocado mil veces el corazón de sus hijos, ha impulsado mi espíritu con una violencia tal, que al subir por primera vez á la Cátedra de A4 Jurisprudencia, no puedo menos de emitir los débiles pensamientos que sobre esta ecsigen- cia he concebido. Mi proposición principal es esta—"Ningún Pueblo es social, libre y feliz, sin una legislación política, civil y criminal, que formen su código. Un código nacional es la pri- mera ecsigencia de nuestra Patria, y la adquisi- ción de este código la misión grandiosa que nos pertenece" Me prometeré probar en primer lugar estas dos partes de mi proposición, y dividiré luego en tres trozos el gran sistema de codi- ficación, según mi débil inteligencia. Prime- ro—Teoría de la legislación política.—Segun- do—Teoría de la legislación civil. Tercero— Teoría de la legislación criminal. Al pronunciar las primeras palabras so- bre el sistéma de codificación, no puedo me- nos de tributar la primera mirada a los padres de la revolución Sud-Americana: éllos nos legaron la capacidad de conseguir este gran bien, éllos nos dieron la libertad, y la gratitud es una de las virtudes mas venerables de la humanidad. 5 Hacen veinti-nueve anos, Señores, que los hijos dormidos de esta tierra querida, des- pertaron de su sueño fatal, alzaron sus ojos, y como por una inspiración suprema, cono- cieron que respiraban bajo un Cielo libre y animador, y que era preciso no mirar con indi- ferencia este don precioso de la Providencia. Como del seno de las tinieblas y de las cade- nas, sonó y resonó mil veces, un éco de LI- BERTAD, y este éco sublime cundió rápido é hirió los oídos y los corazones de todos los habitantes del continente Americano. LI- BERTAD esclamaron todos sus hijos, y sus pechos generosos se agitaron y sus manos vi- braron la espada de la justicia contra los opre- sores. Una lucha tremenda ensangrentó nues- tros campos y nuestras ciudades, y después de catorce años de combates, anunció el es- truendo del cañón de Ayacucho, que la causa de la Justicia y de la Libertad, enseñoreaba su pabellón celestial sobre las ruinas, las ca- denas, y el oprobio del edificio viejo elabora- do en tres siglos por los reyes déspotas de la orgullosa España. Alzóse entonces en cada Pueblo un mo-6 fiumento á la Libertad, y el mundo civilizado batiónos sus manos y saludónos, Nación glo- riosa, libre, independiente. •OnO.i ^MV'tlVX'.?. UOÍOJ51ÍQ8ÍIÍ S)ilU TQ(J O0IOO V Nuestros padres volvieron del combate cubiertos de polvo y salpicados de la sangre opresora; y con amor abrazaron á sus hijos y les digeron—ííLas cadenas están trozada», 6 vo- sotros os toca ser librcs.,> Mil héroes de la revolución han des- cendido ya al sepulcro bajo la influencia del tiempo, dejando un renombre grandio- so, y nosotros para venerar sus obras y sus palabras, fomentemos el monumento de la Libertad, que ellos elevaron, marchando por su senda feliz á cumplir la segunda parte de nuestro destino. Alzar la columna de la Li- bertad inteligente al lado de la columna de la Li- bertad-material que nos legaron nuestros pa- dres, hé ahí nuestro deber, nuestra misión, he ahí el gran complemento de la Libertad Ameri- cana : la discucion y promulgación de las doc- trinas de un código, son los materiales del mo- numento que debemos empezar á elaborar desde ahora para edificarlo después. Volveré á mi propósito. t Una Nación encadenada y jóven que rompe sus hierros, tiene la capacidad de ser libre, empero no es libre todavía; tiene sus miembros libres, mas la oscuridad de sus ojos no le permiten marchar sin una luz en la ma- no, so-pena de aniquilarse. Un pueblo no es libre porque diga " soy libre, " un pueblo será libre cuando trabaje por su libertad, cuando bu inteligencia sea libre. La Mennais ha di- cho : " La Libertad es el pan que ganan los Pueblos con el sudor de su rostro" Nuestros padres desataron nuestros miem- bros; bastante hicieron, no tuvieron tiempo para mas; la luz que debemos buscar está cer- ca de nosotros, la luz es la inteligencia : la libertad de un pueblo reside en la inteligencia del pueblo. Emancipar nuestra inteligencia, iluminar nuestra patria, combinar, discutir y consagrar un código nacido de nuestra na- turaleza, y de nuestro tiempo, es la série de deberes gloriosos que nos corresponde. Ver- güenza seria vegetar en la oscuridad por mie- do del trabajo; ingratitud olvidar la palabra de nuestros píÜres, y abandonar cobardes la sombra del monumento que éllos nos al- zaron.8 La inmensidad de sucesos que se han agolpado desde nuestra revolución, nos han tBnicto ligados desgraciadamente á un código tlejtf* OBCuro , semi-bárbaro y abrumador. I íftíeStrOS Jueces y nuestros Jurisconsultos hali tenido que acallar mil veces los gritos de ftttM conciencias, sentenciando y fundando itoS defensas en leyes incompatibles con nues- tra naturaleza, con nuestra civilización y con nuestro sistema. De ahí la monstruosidad que se advierte en los juicios de nuestros tribuna- les, de ahí las inmensas contradicciones en las sentencias de graduación, de ahí la difi- cultad de escudar la inocencia con una ley po- sitiva y justa, de ahí las armas mortíferas que desenvainan la malicia y la perversidad para evadirse de la ley. La España misma ha clamado con voz doliente por la abolición de su código, por la promulgación de uno nueVo adaptable á nuestro siglo. La legislación ha sufrido una révólu— cion tan grande en nuestros tiempos, Como grandes han sido los acontecimientos del Mundo desde la promulgación de nuestro bodigo informe. Los hombres, las cosas, las costumbres, el espíritu, todo ha cambiado 9 visiblemente; las teorías de la legislación han remontado su vuelo á la par de las oleadas de la humanidad, pero estas teorías necesitan en- tre nosotros analizarse, discutirse, organizar- se, consagrarse. En los tiempos del naci- miento de nuestro código, la conciencia ego- ísta, la justicia ó injusticia, la palabra sober- via de un amo, eran el testo infringible de la ley, y su definición se señalaba con la pala- bra precepto. En nuestros tiempos, la legis- lación emana del pueblo inteligente, del ma- nantial de la soberanía....... La palabra y el trage del amo eran antiguamente el emblema del pueblo; la palabra y el trage del pueblo debe ser hoy el emblema de la Autoridad. El estudio de nuestra legislación tal, cual se encuentra en el dia, es uno de los estudios mas complicados y difíciles, ya por el inmen- so volumen de que se compone, ya por la confusión, contradicción y vieja redacción de sus leyes. Y será posible, Señores, que perma- nezcamos eternamente envueltos en el dédalo tenebroso de una legislación desabrida, y sin basa ? Será posible que dejemos volar el tiem- po viendo sacrificar víctimas si no de la injus- ticia, al menos de la contradicción, incompa-10 tibilidad y oscuridad de un mal código ?—Me parece que no, Señores—Advierto con placer el nuevo espíritu de justicia, de amor y de cien- cia que anima á la juventud, y este mismo espíritu me impele á manifestar estas cortas líneas sobre una ecsigencia indispensable de la Patria en el primer momento de mi vida que se me ha ofrecido una escena. 11 I. TEORIA DE LA LEGISLACION PO- LITICA. Los pueblos nacen con un instinto hácia su libertad, pero este instinto necesita ser de- tenido 6 iluminado por el espíritu filosófico que los distingue de las demás creaciones. Este instinto opera muchas veces por sí solo una revolución, pero después que han salido triun- fantes de élla, se detienen como asombrados á la vista de los escombros y de las ruinas de sus propios esfuerzos. Cuando un pueblo no en-12 cuentra mas guía que la de su instinto, des- pués de un sacudimiento político, está es- puesto á ser tanto 6 mas infeliz de lo que era antes. £1 se devorará á sí mismo, cuando ya no tenga por delante niDgun enemigo que ven- cer, ó vendrá á doblegar su cabeza bajo la mano astuta y pesada de un engañador po- deroso. Así pues, el deber santo de todo poder legítimo, y el de todo patriota sincero es mostrar á las masas los límites del dere- cho y del deber, en palabras cortas, claras y vivas que se impriman indeleblemente en el corazón y en el alma. Un pueblo que esclama " soy libre," no es libre todavia, como ya lo he dicho. La libertad de un pueblo se de- senvuelve en una série creciente y paralela con su civilización, y mientras que estos dos elementos de felicidad no se alcanzan, se es- trechan y se animan recíprocamente, no pue- den gozar los hombres sin inminente peligro, de todos los derechos que la razón señala á fa. humanidad. La historia de todos los pueblos pre- senta esta série periódica, invencible de ci- 13 vilizacion, y por consiguiente de libertad. Se elevan progresivamente desde la condición de siervos, hasta la condición de soberanos; pero »in poder evadirse de las condiciones in- termedias, de pupilos y menores. Cuando un pueblo ha llegado á una cier- ta altura de civilización, él se ha hecho capaz de ser libre, él se ha hecho capaz de produ- cir el bosquejo de un código, porque el códi- go debe ser la espresion misma del pueblo. El primer paso para conseguir este fin, será un nuevo reconocimiento de la forma gu- bernativa, y el deber de la autoridad en este* caso, será redactar y promulgar una legisla- ción política nacida de la naturaleza y edad del pueblo, en palabras claras, precisas y vi- vas, que puedan ser comprendidas por la ge- neralidad de loa hombres, de modo que se haga trascendental hasta el último seno de la so* ciedad. Un código caracterizado por el gémo del pueblo que lo ha de obedecer, será respetable y duradero. Como el legislador no cuenta ai puede contar con mas fuerza que la de su ley,14 esta ley, no obligará ni tendrá fuerza, sino en cuanto se conforme con el espíritu y la vo- luntad del pueblo. Solo el orgulloso y ciego déspota, 6 el vil esclavo, pueden negar la po- sibilidad de constituir un código bajo estas basas : para confundirlos basta interrogar á las revoluciones del mundo, que han precedi- do al reconocimiento de la soberanía en el pueblo inteligente. El legislador para ser legislador es preci- so que se penetre que su soberanía es dele- gada, que la soberanía de sus leyes emana de la soberanía de la nación, y que la legisla- ción es grande, inviolable y sagrada, en cuan- to se identifica con los derechos y deberes im- prescriptibles del hombre. Un pueblo no es feliz sino en cuanto concibe lo que es la libertad, lo que vale la libertad; en cuanto respeta la seguridad individual, la propiedad, y cuenta con la ra- zón y la fuerza para distinguir y resistir á sus opresores. Un pueblo debe filosofar y mostrar un respeto libre y moral para con cada ciudadano, y de este respeto libre y moral, nace su libertad, su seguridad, su 15 propiedad común, y su poder para resistir á la opresión de sus enemigos. Un pue- blo que olvida estos preceptos de la natu- raleza y de toda razón, no es pueblo : e3 un montón informe de hombres, dispuestos siem- pre á devorarse, á sacrificarse á sí mismos para ser engañados, encadenados, sacrifi- cados después, por el primer astuto que revestido con el manto de la libertad, aca- lle sus voces, ligue sus brazos y les ponga el pié sobre las espaldas sino quieren su- cumbir. Acabo de esponer las basas de toda li- bertad, de toda servidumbre: pasaré á mani- festar el modo como un pueblo puede conse- guir su libertad. Cuando un pueblo ha llegado á un gra- do de civilización tal que pueda llamarse so- berano, él debe y puede concurrir personal- mente á formar su jurisprudencia política de un modo preciso; debe delegar en parte su soberanía, para que pueda ejercerse la acción de esta soberanía sobre cada individuo de la asociación, y nombradas las personas que ha- yan de representarlo, debe respetar la ley que16 se le imponga, en cuanto se conforme con stí bien-eetar y felicidad; pero no debe echarse á dormir para siempre. Su interés y su Jjt- bertad, ecsigen que se ilustre y viva continua- mente á la mira de sus representantes. Las leyes y autoridades, son leyes y autorida- des en cuanto obligan legítima y justamente» y en cuanto propenden al cumplimiento de es- tas determinaciones. Toda ley que ¡ao e$ justa y aplicable, no es ley sino un precepto mas ó menos reprochable. Toda autoridad que de su voluntad absorve mas poder del que le señala su ministerio, no es autoridad sino usurpación. Ved ahí, Señores, el conjunto de doet*i-r ñas que me he formado sobre el fundamento de la legislación política de un pueblo; ya. de las investigaciones de los primeros políticos y filósofos modernos ya de las ténues obser- vaciones de que he sido capaz, en el corto pe- riodo de mi vida contemplativa. Pasaré á la segunda parte de mi propó- jaito. --- 17 ii. TEÓIÚADELA LEGISLACION CIVIL. La justicia y compatibilidad de la legis- lación, civil dependen irremediablemente de la justicia y compatibilidad de la legislación po- lítica. Una sociedad descuidada, ignorante y servil, mal puede contar con ninguna legis- lación, con ninguna libertad, con ningún evi- dente bien social. Una sociedad que en nada participe ó participe muy poco de la facción de sus leyes políticas, mal puede contar con una legislación civil, ó al menos con una ra-cional y positiva. . Del pensamiento filosófico y de la esperiencia es de donde dimana todo bien social, el conocimiento de lo justo y de lo injusto, de lo útil y de lo perjudicial. Una sociedad después de combinar y arre- glar su legislación política 6 fundamental, aun no ha cumplico mas' que una parte de sus ecsigencias; necesita de una legislación civil. Esta legislación debe provenir de lapropiedad personal, moviliaria y predial, que adquiere el hombre por la naturaleza, por su industria y por títulos hábiles y justos, pues la tierra no bastaría á satisfacer las inmensas necesidades humanas, sino se le beneficiara por medio del arte, y este beneficio no se podría obtener, sino por medio de la propiedad predial; ni esta propiedad predial se verificaría sin las otras propiedades antecedentes, la personal y la moviliaria. Las relaciones de estas tres pro- piedades inherentes al hombre social, éesi- ' gen una jurisprudencia que se llama civil. -argel sair^axa aoo -íjjííioo &koaq Lem «ímaa Los pactos y contratos provenientes de !as necesidades humanas y establecidos por las leyes civiles, deben ser justos á mas de ser lícitos; porque una permisión de la ley puede -sst büb '!«"''> «oíisoi la t> TiivÍD aoioíslaissi Jsnu 19 ser lícita, y sin embargo ser injusta: el hurto . hecho con sagacidad entre lós Lacedemonios, . era lícito á pesar de ser una permisión injustí- sima.—La poligámia era mandada entre los Médos.—Por el contrario, un contrato ilícito ó prohibido por la ley, puede ser conforme . á la justicia, que es el centro de gravitación hácia donde deben tender todo legislador y toda ley. Ni la voluntad de todo un pueblo, ni su conveniencia, ni sus leyes, ni sus cos- tumbres, podrán convertir en justo, lo que es injusto por naturaleza; solo es verdaderamente justo lo que emana de los derechos indes- tructibles de la humanidad, concedidos por Dios. La conquista puede ser proclamada por un pueblo como justa, y aun puede serle de inmensa ütilidad, y no por eso deja de ser un sacrilegio contra toda razón, y contra toda soberanía. X íaansid ~oms¡in; sosa ¿ tiBi*ñUÍ sb -oíDíriitaflO J ogrbAs lab omcntbi omitid f» n» TEORIA DE LA LEGISLACION CRI- MINAL. Si profundo y justo debe ser el pensa- miento filosófico del legislador político y ci- vil, profundo y justo debe ser el del legisla- dor criminal, apoyado ademas sobre un fuerte corazón. La legislación política y civil se refieren á las relaciones del imperante al ciu- dadano, del ciudadano al imperante y de los miembros civiles entre sí; la legislación cri- minal se refiere inmediatamente á la infamia, al dolor, á la vida del hombre, clasificado co- mo delincuente. La legislación criminal no debe emanar, ni de la práctica adoptada por los antiguos, ni de la opinión dominante de los criminalis- tas. Estas no son sino fuentes mas ó menos puras de la penalidad. La legislación crimi- nal debe nacer. del pensamiento filosófico y justo del legislador sobre el corazón y el es- píritu de la sociedad á quien la aplica. El. legislador criminal debe considerar que si su ley no es equitativa y prudente,, su ley no es mas que un decreto tremendo con- tra el honor y la vida del hombre; que el ob- jeto de lá penalidad no consiste en la cruel- dad de las penas, pues estas no son sino me- dios de represión, sino en la habilidad de con- tener los delitos; que toda penalidad que no es preventiva y proporcional en sus penas á la naturaleza y circunstancias de los delitos, es tan impotente en su concepción, como bár- bara en sus sentencias. La legislación cri- minal no debe castigar por solo castigar, la legislación criminal debe castigar para mejo-Hr rar. Otra nueva consideración debe tener siempre á sus ojos el legislador, y es que las penas no sean perpétuas, pues en la vida nada tiene esta calidad; y seria una atrocidad im- perdonable sentenciar al hombre que por tor- peza 6 por pasión cometió un delito, á morir eñ una masmorra, sin esperanza de volver á ver la luz del día ni abrazar á sus hijos. HO f.X«» ñu: o. i • ••; » :.. • í 1/ O»! m. Al ocuparme de la teoría de la penalidad, una idea terrible acaba de herir mi corazón, y ella ha sido igualmente rechazada por mi alma.—La pena de muerte—La privación de la vida.—A pesar que mi propósito se refiere únicamente á las doctrinas de la legislación criminal, séame permitido arrojar una ojeada sobre esta pena tremenda que ha merecido la, lucha de los filósofos y criminalistas. Prescindiendo de si la sociedad tiene el derecho de mutilarse á sí misma, emitiré dos palabras sobre los efectos de esta pena. He dicho anteriormente que las penas de- ben ser proporcionales á los delitos, pero esta proporción no csplica una proporción matemática, porque entonces sería necesario • Mí inventar tantos instrumentos de pena como delitos se perpetrasen; sino que deben ser proporcionales en cuanto sirvan para hacer arrepentir al culpable y dar ejemplo inspirando horror al crimen en los otros hombres; pues la venganza que debe acompañar á la pena, es la parte mas débil de la penalidad. Todo el mundo tiembla al oír pronun- ciar una sentencia de muerte; sin embargo, hasta ahora se han convencido los hombres de su ineficacia, ni admitido medio alguno para conmutarla. Esta pena se anuncia á cada momento en el mundo, y á pesar de lo terri- ble y etérno de su peso, ella mancha continua- mente la tierra con torrentes de sangre. Se dice, Señores, como principal argu- mento en favor de la pena de muerte, que asi como el hombre se corta un miembro del cuerpo cuando se halla gangrenado para conservar los demás, la sociedad no hace otra cosa cuando aplica la última pena á un hombre que la perjudica; pero este argumen- to es de aire en contraposición del pensa- miento menos sagáz. El hombre se corta un dedo ó una mano, cuando irremediablemente26 vá á morir sino los corta; pero^bien distante estaría de consentir en su pérdida, si imaginá- ra siquiera un medio de conservarse, y aun conservar útil aquella parte dañada. . Ahora pues, debemos considerar si la so- ciedad tiene algún remedio para salvar la par- te enferma que la amenaza en su todo, sin desprenderla eternamente de su cuerpo. . i Para probar que la sociedad puede cum- plir con todos los objetos de la penalidad sin f convertir en un tronco insensible y lastimero un ser sensible y racional, basta fijarse en la naturaleza del hombre. Un hombre por mas estúpida que sea su razón, no puede decirse que obre absolutamente por mero instinto, ó que no se le pueda obligar á pensar y aun á ser útil á la sociedad. Yo preguntaría al ma- yor defensor de la pena de muerte, si se halla- rá en nuestros tiempos un homtr3 tan duro por uatúraleza, tan malvado sin li nitacion, y tan destituido de razón, que después de habér- sele encerrado en un calabozo por un eepacio de años y obligádosele á trabajar en cualquier arte ú oficio, no haya pensado alguna vez en su miseria é impotencia, no haya sido devo- 27 rado por los remordimientos de su crimen en medio de su atroz silencio, sin que sus fibras hayan descendido desde la temperatura de la ebullición hasta la temperatura del hielo ? Y si el hombre tiene sobre el hombre medios como destruir nn temperamento maléfico, co- mo obligarle al trabajo, como hacerle purgar su delito; es racionalidad, es justicia, es hu- manidad, es conveniencia social cortarle la vida sepultándole bajo la tierra por una eter- nidad ?—Me parece cscusada respuesta. -j>b bstotammad al r«sioÜd8 :< : jü^oÍ Mayores males, mayores crímenes in- festan el mundo poniendo en manos del hombre la vida del hombre, . que de la abo- lición de la pena de muerte, conmutándola en un encierro profundo aunque temporal en que ejercite una industria y se le convierta algún dia en miembro purgado y sano de la » sociedad. Que los legisladores criminalistas piensen en la constitución humana, en la in- fluencia de las desgracias sobre el espíritu, en el bien de la sociedad, y la pena de muer- te quedará borrada del código de las penas ! ^noñsm; hscii oínriy .'ro 'v'i'i* o;víoo tonoioolor La historia anonada completamente la > opinión de los que solo encuentran la justicia29 y la garantía en Jos cadalsos. Alfredo el Gran- de borró la pena capital del código de Ingla- terra, y se refiere que en aquel tiempo podía recorrerse todo el reyno, coa un talego en la roano sin peligro de un asesinato. Leopoldo en Toscana, y Catalina II en Rusia, rasgaron también de sus códigos las letras odiosas so- bre la pena de muerte; y la historia comprue- ba que jamás se gozó como entonces en aque- llos países de mas seguridad y de mas órden. Por último, Señores, la humanidad cla- ma, por la humanidad, y ella debe ser tan cle- mente como su criador. No hay culpa por grande que sea, que no se perdone ante Dios con el arrepentimiento. La sociedad ya no vocifera venganzas, la sociedad se asombra á la vista de los cadalsos .y no quiere bañarse en la sangre del infortunio. La justicia debida á la humanidad, no quiere por su ministro la la cuchilla de la muerte. Si consideramos un instante la cruel trascendencia de la pena de muerte por re- voluciones políticas, ella es tanto mas ineficaz cuanto destructora. Huyeron los tiempos en que las revoluciones se efectuaban siempre 39 =entre dos herederos 6 entre dos aristócratas; las revoluciones de esta especie no tienen ni un germen siquiera en los tiempos modernos, y sus cunas perdiéronse en el confuso abismo de lo pasado. Entonces todos los hombres obedecían á sus caudillos como gremios de siervos á la voz de sus amos, y no se imagi- naban aun, que la filosofía y la razón, prepa- rasen una legislación política que nivelára los derechos y deberes del hombre ante la diosa de la libertad. Otra monstruosidad resalta en la aplica- ción de la pena de muerte por delitos políti- cos, y esta emana de la imposibilidad de aca- llar las pasiones y conveniencias individuales en un instante de confusión y bullicio, de la dificultad de clasificar los delitos de esta es- pecie, y de la probabilidad de que el inocente con el faccioso sean arrastrados entre la al- gazara de sus ciegos enemigos, á sucumbir en el banco del vilipendio como el criminal mas irreconciliable con la sociedad. Por fin, Señores, la pena de muerte por delitos políticos me parece, un foco ardiente de odios y de venganzas, adonde encienden la30 mecha de la destrucción, hasta el último de los partidarios de la cabeza cortada de un cau- dillo revolucionario. s .r >! &b :.. ikú - I. lo r \ ÍJ i í » : i i i i V i i '; i ', í. 1 * 1101 í fí ot) oío¡lí/fff v no (o OI.'p oh b¡ -í ! íif OTtíT9 £of)í5TÍSí- na lidoiDoiw b «sosar .j nor¡ fmkyrq ¿;! ¿í> y, «oiogq . .•- oeotób ..• fa iio.*> r-.ov.: ¿0 ?IJ3 í>b hnafldiv iab 03íicd b» ioc o*t9Uíí! 3b Bííoq rí . • -nñ to I 31 /iiou /jA •» ■ • uóÉ ooih omoo ,=oik¡ iaA .*■:a ad íorníiJon^q y BÍaoartiaqBS totnylBí ,eiaiJ »I ne iBlíruí ¡Wdob ¡»pp¡^üétloioQuxQ» tsl ubi .iobr:iai^f oboá oobtMB b! u^ ^'hiú¿Ar<\ -*t> obawónb x bícfenq luí» bfr^bwfil un un tidrtoadTU odsb ^Msi/q la mcq «dito . CONCLUSION. b! Y BÍuní»^ilí>ini b l .fiobüi -toq Bbfitqiae Y. Señores. Voy á cerrar mi rápido bos- quejo codificativo, agregando algunas ideas que pienso no debieran olvidarse en el tiem- po feliz en que el espíritu de nuestra Patria se encuentre á una eminencia tal de inteli- gencia, que pueda emitir un sistema legislati- vo, emanado de su naturaleza y de su edad. El legislador que reconoce su carácter transitorio, debe mirar que su ley aplicable hoy á un ciudadano, puede ser mañana apli- cable á él mismo; que en la democracia no -ai ,o!dsuq «;« si) ogrbco l^b ioh&9T> sb oíi/íu3£ hay mas nobleza que la de talento y mayor bien, que su ley vá á decidir de la suerte de su hermano, de la suya propia y de su nom- bre. Así pues, como dice Rousseau " La grande alma del legislador es el verdadero milagro que debe probar su misión. " Jus- ticia, talento, esperiencia y patriotismo; he ahí las condiciones que deben brillar en la palabra y en la acción de todo legislador. Elevado del seno del pueblo y debiendo es- cribir para el pueblo, debe prescribir en un lenguage franco, sábio y poderos©; de modo que su prescripción sea entendida de todos y aceptada por todos. La inteligencia y la aceptación mas general de la ley; le darán su consistencia. Otro de los puntos de la codificación es convenir en el número de personas que le han de crear, y mi opinión es que se confia- se á un solo ciudadano. Seguramente que no debiera encargarse al primer hombre que se presentara á la vista, sino que los legislado- res eligieran á aquel que en tranquilo juicio, tenga mas grande corazón y mas grande al- ma. Ün hombre que se vé decorado con el título de creador del código de un pueblo, re- 33 conoce su alta misión, la alta confianza que que de él se hace, y sin duda empeñará to- das sus fuerzas en iluminar su razón con las doctrinas mas sábias, estudiará la maduréz del pueblo, comprenderá las ecsigencias de su tiempo, y podrá sin duda ofrecer á su pa- tria una obra mas perfecta que la de un cuer- po integrado por diferentes miembros. Una comisión legisladora compuesta de varios miembros, se resiente siempre del es- píritu de oposición, y el noble orgullo por ganar un renombre, no puede herir tan fuerte- mente sus corazones como al de un* solo individuo que debe verificar sus combinacio- nes en el silencio inspirador de su bufete, y á quien se debe tejer la primera corona cí- vica. Un hombre que ha logrado componer un código, después de tomarse el tiempo necesa- rio y de estudiar las necesidades de su pue- blo, ofrecerá al cuerpo legislativo su honroso proyecto: él se presentará con su carta en una mano y la espada de la filosofía y del pa- triotismo en la otra; resistirá los golpes de inteligencia del cuerpo deliberante, y podrá34 obtenerse después de un combate legislativo, un código purificado en el crisol de las opi- niones, un código nacional y democrático. No penséis, Señores, que yo creo qu# todas las proposiciones que abraza mi pen- samiento codificativo puedan merecer una in- mediata aplicación; estoi mui distante de sos- tenerlo; pero á la filosofía corresponde inves- tigar el bien, mostrarlo á los hombres con anticipación, y empeñar su influencia progre- siva y elocuente para que se reconozca y ad- mita. He-repetido mil veces qué el tiempo de- be llamar el ojo penetrante del legislador, porque el tiempo del mismo modo que la historia y la naturaleza de un pueblo, no pue- de modificarse ni combinarse al capricho. .El tiempo debe esperarse con calma, pero no debemos olvidar que es indispensable es- tar preparados para la hora en que llegue. Nuestra patria parece que siente y respira el aire bien-hechor de la filosofía; pero es nece- sario que todo Argentino que reconozca todo el valor de esta influencia, trabaje coh MÉ¡ 3f> tad por inspirar á sus hermanos ese es- píritu de coiACiliacion, de amor y de inteli- gencia único progresivo y humano. Es pre- ciso no dejar morir-la esperanza de un bien que al cabo lia de llegar.—Dios no ha sen- tenciado á los hombres á la desdicha por una eternidad.—La Mennais ha esclamado poco há con voz sublime y fatídica tk Preparaos porque los tiempos se acercan, " Es indispen- sable pues, abjurar con coruge todas esas ideas escépticas que reniegan de: la perfecti- bilidad humana. La humanidad os calmosa pero siempre progresiva.—Goethe lia pronun- ciado una palabra profunda y llena de vida.— " El espíritu humano avanza siempre, pero en línea espiral. "—Nosotros no seremos exclui- dos del cumplimiento de esta palabra que tiene la fuerza de una ley sobre—humana, y puede que no muramos antes de abrazarnos todos los Argentinos en unión fraternal, para poder ocuparnos en la concepción y sanción de un código cacencialmente Argen- tino. 11c concluido, Señores?, mi pensamiento eogun el poder de mi espíritu. Siento que un pluma y el curto tiempo <|ur tengo presen-3t> to, no me permitan trazar mas que un bos- quejo ligero de las grandes ecsigencias de nuestra Patria. Los ecos de mi disertación no son sino un rápido relámpago de las in- liuencias del porvenir. Por fortuna no he si- do yo solo el que ha recibido estas influencias, y cuanto mas avance el tiempo de la eman- cipación espiritual, irán brotando de esta tier- ra fecunda e:-os genios altivos que sirven de emblema á laa grandes épocas. Los héroes de la revolución del año 10. trozüion los grillos que nos esclavizaban; nosotros debemos trozar también los grillos que nos ligan á un código viejo nacido en- tre el humo de una edad tenebrosa, impor- tado para someternos de una tierra de escla- vos y refrendado con el sello de dos leones vencidos. Que los hijos de-Ja revolución comple- menten la grande estatua de la libertad! que los hijos de este suelo glorioso ostenten al mundo una legislación libre del polvo de la antigua España !! ¡ Ojalá amanezca en breve el día , en que marchemos á jurar obediencia al código lujo legitimo de nues- 37 tra Patria, bajo la sombra de la bandera Ar- gentina ! !! La Patria reclama de sus hijos esto fa- vor, la gloria prepara laureles á sus emanci- padores. Desoiremos la voz de la Patria ? Dejarémos marchitar los laureles ? Respon- dan vuestros corazones........