li US T 1 UANTE Y FEDERACION: ESTO PIDE 1.A NACION/ SaLVE, CARA PATRIA, que ya aroma la aurora de la felicidad. Yu desaparecen las sombras horrorosas que anun. ciaban perpetua tormenta. Ya los mexicanos comienzan á res- pirar un aire libre que les pronostica salud. Ya el genio de la discordia huye despavorido para ocultarse en sus antros lóbregos y pestilentes. Ya por úlumo, apareció el redentor p;.1 í ico por quien suspiraban los buenos ciudadanos. Sigámos. le pue.-*, como los magos á la estrella que los guiaba al di- choso pesebre: no interrumpamos su marcha mugestuosa y filosó- fica, y limitémonos solo á obedecer, á esperar, y cuando mas ¿ emit'r nuestras opiniones, sin que pasen de la esfera de la ideología. En ese sentido es como unos amantes de la Federa- ción toman la pluma para esponer sus temores fundados rn los términos dilatorios que se observan. Ellos son capaces de fortificar á los pocos y débiles enemigos que hayan que. dado: ellos podrán suscitar ideas nuevas, aunque impotentes, de subversión: ellos acaso darán lugar á intentonas malig- nas que entorpezcan el fin tan suspirado: ellos introducirán en unos la desconfianza, y en otros la inquietud y el despecho: ellos harán brotar movimientos inmaturos que confundon al patriota con el crmina': ellos obligarán desgraciadamente á levantar cadalzos en lugar de altares. Ellos por último, po. dián desvirtuarla causa sacrosanta de la libertad, que los me. xicanos piden, no á las puertas del templo de Juno; sino so- bre el propiciatorio. Ya no hay quien dude I09 vicios de una adminiitra.-cion en que se han confundido todos !os principios, y solo se lia cuidado de organizar una bábara teocracia, digna de los siglos que mancharon la tenebrosa historia de la edad me- dia. Un presidente maniatado y sujeto a un consejo en que se dividen el poder unos cuantos enemigos de la libertad, á semejanza de lo que sucedía en aquellas juntas en que los señares feudales se transigían en perjuicio de la libertad de sus vasallos, remachando las cadenas de estos; un senado en que lo< subditos del emperador Justiniano y Gregorio IX, á cambio de una jerga escolástica, piensa sofocar el clamor im- perioso de los pueblos; una cámara de diputados en que so. lo aparece un remeilo de los clubs formados en la Vendé, pa- ra patrocinar la causa de los reyes; unn corte de justicia y marcial, refractaria y monstruosamente organizada con fa- cultades administrativas y legislativas, compuesta de ineptos an- cianos y cabulistas; un poder conservador, estúpida produc- ción de un menguado é hipócrita charlatán; una organización en suma, antisocial y opresora, no pueden causar la lihertad de este desgraciado país: este es el convencimiento que tie- nen hoy los pueblos que tiempo hace gimen oprimidos por los altaneros y orgullosos cuerpos privilegiados: estos temen la igual- dad, y la combaten siempre, y enemigos irreconciliables de la libertad, la oprimen donde quiera que la ven aparecen V. E., stñor, que podéis inmortalizar vuestro nombre y domiciliar en la República la dustracion y la libertad, ne- cesitáis dar un impulso grandioso ul voto explícito de la Na- ción: no haya mas que un fueio; caigan por fin b»jo un co- mún fallo ti pedante ultiamontano, el clé.igo corrompido, el militar orgulloso y atrevido, y el humil le paisano: no ejer- zan influjo en los actos soberanos de un pueblo libre esas cor- poraciones privilegiadas, si se quiere acatar la voluntad na- cional, digna de mejor suerte y de mas ventura: respírese por fin la aura vivificadora y libre de la despreocupación, y ya que sobre V. K. libran hoy tanto* ciudadanos su confianza, vean caer por fin destrozadas las cadenas con que tanto tiem- po hace se les ha sujetado como ú esclavos: de otra suerte, temed el despecho de un pueblo que desea ser libre, y co-3. noce quo queriendo, puede serlo. A cubó ya el tiempo en que a pretesto de promover los intereses del cielo, se usurparon los del suelo, y en el que se depositaba el poder y la au- toridad consignados en antiguos y carcomidos pergaminos: el pueblo que paga esa fuerza armada, quiere quu ella sea la gurar.tía salvadora de sus derechos, y que abatida ante la ma- gestad de la Nación, sirva de pedestal á su soberanía. Li conservación de un gabinete heterogéneo, el mando en manos de los que fueron causa del sacrificio del ilustre general Guerrero; de los que fueron á combatir y asesinaron federalistas en Zacatecas y Üajaca; de los que hoy ejecutan y fusilan en Puebla á los patronos del federalismo; de los qu« infamo y cobardemente asesinaron al general Moctezuma; de los que antes condujeron al patíbulo á los Codallos, Victorias, Márquez. Gárates, y mil otros, cuya sangre clama por ven-' ganza, y cuyos manes atizan el sacrosanto fuego de la li- bertad; el po ier en fin, puesto á disposición de los enemi- gos de un sistema que la Nación escoge espontáneamente, lia. rá que esta, desconfiando de su salvación, la busque en un sa. cudimiento que estremezca hasta los cimientos del edificio so. cial. Evite, pues, V. E. tantas desgracias que amenazan á la patria.- emplee á los verdaderos gefes federalistas de con- fianza, que yacen en la miseria, víctimas de la mas atroz per- secusion de los Tórneles y Valencias; y complete por por fin la obra que ha comenzado con tanta gloria suya, y en ho- nor y roevindicacion de una Nación que desea dar al mun- do civilizado una prueba de su ilustración, y do que es dig- na de alcanzar el bien á que aspira. Si V. E. hoy se resuelve á restituir á la República su esplendor y su gloria, es precisa y necesaria la remoción do esos hombres sobre quienes pesa la eesecracion y el odio do los libres; vuelva, señor, la Federación, y con ella volverán al erario general y las tesorerías particulares, cuarenta y tan. tos millones de pesos con que contribuían anualmente los me- xicanos para mantener su administración: doscientos mil fede- ralistas voluntarios marcharán á Tejas, y aun á reconquistar cuantos terrenos pertenecen á la República; adiestrados se ba^ *•*' .... 4 lian en el manejo de las armas, y después do tantas revolu. ciónos, acostutribra loa á despreciar los peligros; dirigidos de un noble ardimiento, volarán osados é inspirados da la gloria á vindicar el territorio patrio. Si de pronto necesitáis dinero y recursos, ahí tenéis esos bienes, que destinndos por la Nación para conservar su cubo, hoy enagenan y dilapidan los eclesiásticos: tomadlos, exmo. sr , dad por nulas esas ventas fraudulentas en que se fiiijen deudas, eñ que se trazan necesidades y escaseces que no tuvieron para tales enagenariones: Cerrad la puerta á los agio- tistas, que medran á la sombra de las necesidades públicas, que se nutren con la sangré de los infelices, y que tenien- do asalariado á algún ministro, lograron ser pagados con pun- tualidad, cuando la viuda, él hué.faho, el empleado civil y mi- litar perecían de miseria; y que boy quizá recibe de aquidlf>s usureros el premio de sus pasados servicios, después de ha- ber quitado sus recursos al honrado Bocanegra, y sumido en la miseria á tantos infelices. Vengan al erario los bienes e. clesiásticos y los del duque du Monteleon-, vendidos é inven- didos, y quede á los compradores so derecho espedito para de- ducirlo en los tribunales contra las personas que les vendieron, sean las que fueren sus escrituras, y tengan estas las cláusulas que tuvieren. No se oiga la voz de opresión en algún ángulo de la República: resuenen himnos y cánticos á la libectad en los claus tros: salgan á respirar el aire libre e«as víctimas de la su- perstición que hoy gimen bajo el férreo cetro del fanatis- mo: quíttnse las trabas que ha sufrido la agricultura con el' peso de diezmos, primicias, obv> ncioties, derechos de estola, &c, y la religión patita de Jesucristo manifestando su leni- dad y mansedumbre, y el ningún temor que tiene, á las lu- ces y á la razón, ostento á la sombra de una suave y t)uT- ce tolerancia, cuantas virtudes la adornan y sirven no me- nos á 'la moral mas pura que al fomento de las virtudes so- ciales y del comercio: sea México el pais privilegiado, el pa- trimonio de las luces, la patria de la libertad: hallo ' aquí un asilo el hombre perseguido, y una ocupación el industrioso, sea*teto», '» M w» „ : X la que fuere su creencia y su religión, y rómpase el tene- broso manto del hipócrita y fanático jesuitismo: acábense los fueros, huya de nuestra presencia el aparato aterrador de las bayonetas, y no aparezca en nuestras asambleas el militar, ni el eclesiástico: hállese este en el templo entre el vestíbulo y el altar, consagrado á ofrecer ante el trono de un Dios de paz los votos de un pueblo católico y creyente; y corra el soldado á las costas á contener á los enemigos esteriorc»; pe- •ot a ¿ feiiuitici r. * ' 1 i- ■ *'n ro ul ciudadano conságrese á formar la prosperidad interior. Dos cosas dicen los políticos que se necesitan para le- galizar los cambios de gobierno, á saber: opinión conocida, Y aquiescencia de autoridad. Estos ton los eges sobre que de- be girar un sistema bien combinado y que tenga por objeto la salud pública. Esta es la mira que deba tener un buen patriota para patrocinar á los oprimidos. Esta por último, es la paula que únicamente ha de proponerse un agente activo para tranquilizar su conciencia política, y obrar con ejecución en consonancia con los deseos nacionales. Así se comportó el sr. íturbide al consumar la grandiosa ob a de la Indepen- dencia, y así es corno so camina por un sendero recto. Lo demás es una inversión de los principios conocidos, y acaso un medio para provocar lo que desea éVitarse en tales casos, que es la guerra civil. ¿Y habrá un solo mexicano que ponga en duda que la patria desea retrogradar á la época de la Federación? /Ha- brá uno solo que no se lastime del estado infeliz 4 que ha llegado la que con pasos de gigante tocaba ya en el culmen de su gloria y su prosperidad? ¿Habrá uno solo que en su interior no repase la historia de los hecho» para fijar su cri. teiio favorable, después del juicio comparativo con él malha- dado cent u.ismo ? ¿ Habiá uno solo que no Rayá filosofado piác icamento sobio los perjuicios que h«n refluido en su per- sona dtsde que cesó el imperio déla Libertad'/ ¿Habí á uno solo que no haya maldecido el momento en que se concibió la muerte del gobierno que daba alma y vida a toda la Na- cion? ¡Ahí No: ningún pueblo ha sido mas constante en sus(i propósitos: ninguno mas fi me en sus resoluciones; mas en- tendido para conocer sus verdaderos intereses: ninguno mas leal á sus principios, aunque ninguno mas bejado y contra- riado en sus deseos. Si posible fuera que todo él hablára por una sola boca, no hay que poner en duda pronunciaría el dulce nombre de Federación. Es necesario persuadirse a que no es la retórica la q<¡e nos dicta estas frases; sino solamen- te el conocimiento de nuestros compatriotas y de sus opinio- nes vertidas tan general como públicamente. Ibamos á ade- lantarnos á decir que basta la independencia ha perdido el pres- tigio de que disfrutabn, desde que no se goza del bien mas querido de los mexicanos. Pues entónces ya tenemos el principio político y legal de la opinión conocida. ¿Para qué pues dilatar la posesión de la prenda mas preciosa? ¿Para qué esperar nuevas represen- taciones, como si no bastaran otros signos mas seguros, y co- mo si no sobraran ya las primeras para instruir el espedien- te mas lucido? ¿Qué, por salvar unas fórmulas insignifican- tes, será cordura espouer la sustancia de las cosas ? No hay pues, que hacer paradas en el camino, porque esa es una táctica reprobada. Tunio, que en política, es proverbio: que el que se lanza en una revolución y luego se detiene, en a- quel mismo lugar cava su sepulcro. Para nada pueden ser ya buenas mas rrpressntaclone?, y sí para enervar el espíritu público, ó para exaltarlo á un punto inconveniente. Aun cuando no hubiera mas pruebas de la voluntad nacional que la resistencia que se opuso al cam- bio de la forma de gobierno. Aun cuando no hubiera otros que la sangro vertida posteriormente en Oajaca, en Zacate- cas, S. Luis y en otros puntos: ellas serian bastantes para jus- tificar la conducta del gefe de la Nación que la dejara en voluntad de obrar según sus principios; ó mejor dicho.- que poniéndose á la cabeza de ,111 santa revolución, la organizá. ra sin infundiré elementos bastardos. La aquiescencia de autoridad, que es el segundo pun- to que indicamos, tiene sus términos restrictivos. Si se en- tendiera la espresion en su sentido literal, seria un ente de ra7 zon que jamas «e pudiera ver realizado. Basta pues, conque el quo ejerza el poder ejecutivo, no oponga mas fuerza que la úo inercia. Esto es en los primeros pasos, y mas adelan- te, que obro en pió, con cordura, y según lus ocurrencias. El igemplo nos lo dejó consignado en la historia de lo etnan- cipaci' n el sr. O-Donojú. Querer que cada individuo de los que fungen rn la administración dé su voto afirmativo, es un delirio, y mas si como es de piesumirse, pertenece al partido que cae. En resúmin, nada falta para que se consume la gran- de obra de la regeneración; sino que el sr. presidente dé im- pulso á los esfuerzos patrióticos que se presentan por todas las clases de la sociedad. Estas están ofreciendo á la visto del filósofo observador el cuadro mas interesante de una Na- ción magnánima, que pide su libertad, cuando bien pudiera conquistarla. No ae puede dar moderación igual, ni esperar mí jor sentido en un pueblo que aun no ha llegado á la vi- rilidad. Por lo mismo, e» muy acreedor á que no sean de- bidus sus súplicas, ni á que se le comprometa á salir de los límites de la moderación, llevando sus males hasta el extre- mo de olvidarse de sus mas gratos deberes. Para la realización de tan patriótico proypeto, será bue. no que se persuada S. E. de que no hay parte opositora capaz de deseombinar los planes que tiendan á un objeto tan sagra- do. Dtjémos ya los temores pánicos para las almas débiles: démosle al mundo un testimonio de fortaleza, y á los ene- migos un egi mplo de heréisma que los anonade y les haga sen. tir ni peso de una resolución imponente. De otro modo, se da lugar á la intriga, á la maldad y á la seducción, quo aun- que al fin tendrían que sucumbir al poder y fuerza de la o. pinion, siempre es mejor evitar, á la vez que ya el dado es. lá arrojado, y que señala inequívocamente la suerte que cu- piera á la patria. Abrid, pues, los ojos, ilustre presidente, y sobreponién- doos á los temores de vuestros núlicos, y á las sujestiones y arterías de loa malvados, dad un dia de gloria perdurable á la Nación. Recordad que en otro tiempo empuñasteis la es.8 pacta para alcaniar la independencia, y que la volvisteis á des. envainar para cortarle la cabeza á la hydra que se apare- ciera en Juchi. 11 cordad que los mexicanos os han puesto i la cabeza de, su sociedad para que los hagáis felices, y re. cordad también que de vos esperan hoy la ventura que les lia sido robada' por una mano atrevida y sanguinaria. Vues- tra fama será eterno, vuestra gloria inmarcesible, y el nombre de BUSTAMANTE pa ará de generación en geneiacion, con el respeto que merece el padre de la libertad, y el hombre ilustrado y verdadero amigo de sus conciudadanos. Apresurad piu.s, exino. sr., el día en que os vea la Nación estrechado entre los brazos de los verdaderos federalistas: ya p->deis con. tarcon el auxilio y las luces del hombre á quien nadie niega hoy, ni aun sus mismos enemigos, los vastos conocimientos que tie- ne en el mam jo de ta hacien la pública, él ilustre patriota D. Valentín Gómez Farias. También volverán los desventurados muxicanos que hoy se h iyan mendingando en pais estrange- ro el pan de enda dia, á consecuencia de la malhadada y de- testable administración de los Corros, Santa-A nnas y Tórne- les, lobos de una misma carnada, que se han complacido en perseguir al inocente, al patriota, al desvalido mexicano, por nvra venganza. Que no os intimide el Memorial de justas ó mas bien de injustas é infundadas qwjas: ese es parto de u. nos cuantos hombres que quieren hacer de la nación su patri- monio, sin embargo de que se encubre con el desinterés y el pa- tríótisiWo. Ei fi i, exmo, sr., ocurrid ¿ las necesidades de la Na- cion: no desoigáis sus quejas, ni deis lugar á males que vos mismo después no podréis evitar. Así os lo ruegan, os lo piden en nombre de la Patria, LOS FEDERALISTAS. MEXICO: 1837. Impreso por Manuel R. Galio, calle de la Escondida número 2.