DEL GENERAL SANTA-ANNA. Há\ nación mejicana es hoy un simulacro del caos: sin constitución sin autoridadeslegílimas, y sin erario: las leyes todas igualmente conculcadas por los que mandan y por los que obedecen: los funcionarios pú- blicos sin aquel mutuo enlace que da por resultado el orden, y solo acordes en hacer el mal, en oprimir al pueblo, en enriquecerse con desvergüenza á costa de la hacienda pública, y en insultar con su lujo á la mul- titud que desfallece de hambre. Para oprobio de los mejicanos el robo se pro- paga de varias maneras, y con rubor decimos que de los que han adoptado esa profesión, los salteadores de camino público han venido á ser los menos temibles. Magnates hay que de improviso pasaron de la men- dicidad á la opulencia, que con desprecio de la mo- ral sostienen no una sino muchas casas soberbiamen- te muebladas: todos preguntan y todos saben el mo- do de tales adquisiciones: es notorio que entre esas gentes hay quien se atiene á su poder para no pagar la casa; quien estafa la carne que le sirven en la mesa, y que hay quien haya envegecido el colchón sobre que duerme sin haber satisfecho su hechura al menestero- so artesano que se lo hizo: un Sr. Teniente Coronel es- tá procesado por ladrony se sabe que en elsalon ama- rillo de palacio repartía sus robos. Todos hablan del mal manejo de los empleados en las aduanas maríti- mas, y sin embargo no son removidos, porque son he- churas del general Santa-Auna. Muchos son los congresos que hemos tenido y mu-2 chos los errores políticos en que han incurrido: el de la época del señor Farías padeció vértigos que lo con- dugeron á su ruina, y sus estrabios han sido de incal- culables consecuencias. Sin embargo, ninguno tiene comparación ni muy de lejos con el actual, que lia lo- grado merecer todos los epítetos que pueden hacer despreciable á una corporación. Nos atrevemos á de- cir que con pocas ecepciones, en las tabernas se en- cuentran personas de mas decoro que entre los que se llaman señores del congreso. Ellos han hecho públi- ca profesión de renunciar á su propia conciencia, y sus razones han sido, asi lo manda; asilo quiere el general San- ta-J¡nna. Desde las galenas hemos oido á uno que se jactaba de que para votar volvía sus ojos á ver lo que quería el de la levita verde; haciendo alucion á un cua- dro del congreso en que está retratado con ese trago el llamado presidente de la república. Otro, y rico pro- pietario, concluyó un discurso diciendo:asi lo quiere else- ñor Santa-Jlnna, que es á quien debemos dar gusto; á quien debemos estar en estos asientos; y el que á la hora que se le antoje puede lanzarnos de ellos con un puntapié.... Espre- siones por las que el presidente del congreso le llamó al orden y por las que merecía haber sido lanzado Con ignominia del cuerpo legislativo. Los hombres honrados obran según cí testimonio de su conciencia y los malvados siempre la traicionan. El actual congreso no ha obrado por otros motivos que por las conveniencias del momento: á los pies del tirano se han arrastrado como reptiles, diputados y y senadores, prostituyendo no solo la representación con que se han supuesto investidos; sino también íos generalatos, el sacerdocio, las togas y aun la dignidad del hombre. El senado de Tiberio en comparación del actual congreso fué compuesto de sugetos honra- dísimos, y la historia refiere que aquel se emvilecia y anonadaba á solo el nombre del tirano. I ulluido, dominado y compuesto el llamado cuerpo legislativo de padres y soldados, solo á esas clases3 privilegiadas ha tenido consideración, y 6obre la ma- yoría inmensa de los mejicanos ha hecho pesar su ma- léfico poder. Los paisanos han sido violentamente llevados por la autoridad militar á las cárceles, pues- tos en tortura y cargados de grillos en las bartolinas: los paisanos han sido apaleados en las calles por ofi- ciales prostituidos: los nombres de los agresores se sa- ben, y maldicen por el común, y sin embargo, se pasean y nos insultan con su impunidad: el gobierno ha des- terrado á los ciudadanos sin formación de causa; las casas de los paisanos han sido bajo de pretestos po- líticos, coleadas, saqueadas, y ultrajadas sus familias por una soldadezca crapulosa, y sin embargo de tantos y tantos atentados, ese congreso, que será en lo suce- sivo símbolo de la maldad, muy distante de reclamar, los ha autorizado absolviendo al ministro que fué acu- sado por una de tantas arbitrariedades. Los esclavos infatigablemente se afanan para la es- clusiva utilidad de su señor, y tal es el papel que los paisanos representamos. Condenados á trabajar para la sola utilidad del ejército, son arruinados todos los giros con muy onerosas contribuciones, no para ali- mentar al miserable soldado; sino para fomentar la embriaguez, la molicie, el lujo y la escandalosa laci- via de algunos gefes que por oprobio de la república no están al remo en galeras. Ese congreso infame, sin cuidar de que el gobierno ponga un dique á los escandalosos despilfarros de Jos comandantes de los cuerpos, ha estado pronto & multi- plicar las gabelas al capricho del gobierno, y si mas dura, impondrá contribuciones hasta sobre las mira- das y suspiros. El general Santa-Anna al proporcionarse un con- greso con que escudar su nunca interrumpida serie de maldades, no pudo tener elección mas acertada. No solo escogió hombres que le tuviesen miedo; sino ser- viles por inclinación y temperamento: asi es que aun- que conociau que el célebre zempoalteca solo era un4 afortunado malhechor,\e fiaban les pomposos renombres de héróe y defensor de la religión. Era imposible que hiciera otra cosa que maldades un hombre avezado en el crimen, y adulado en todas sus acciones por per- sonas de todas gerarquias. Los generales lo lian igua- lado con Napoleón, los sacerdotes y cabildos eclesiás- ticos que antes lo escarnecian, lo llamaban después la estrella del oriente, y otros que la echan de entendidos le han preconizado que su política es admirable, y aun le aconsejaban que se coronase, para que sin embargo desu actual casamiento contragésf» otro con lu reina de España. Un hombre de alma mezquina necesariamen- te había de deslumhrarse: quiso Don Antonio levan- tar su vuelo como lcaro, y como este se ha precipita- do en un abismo. ¿Qué es el protector de la religión? Un hombre en quien los vicios se han presentado en todas sus formas. La religión tiene por distintivo caraterístico la caridad que no sabe hacer mal á nadie, y D. Antonio ha sido revoltoso por complacencia: él se sublevó sucesiva- mente contra I). Agustin Iturbide, D.Guadalupe Vic- toria^. Anastacio Bustamantc y D. Valentín Gómez Farías. No ha ecsistido asonada en la que no se haya encontrado: no ha tenido otro partido que el del desor- den por el placer de alterar la paz publicará la vez se ha unido con yorkinos y escoceses. El protector de una religión que prescribe el amor aun con los enemi- gos, á torrentes ha derramado la sangre humana, por el bárbaro placer de adquirirse reputación militar: en Ve- racruz, Tolome, Oajaca, el Palmar, Puebla, Posadas, Casa-Blanca, Otumba, Queretaro,Guanajuato,S. Luis Jos Carmelos, Zacatecas. &c. &c, por pretensiones de ese monstruo, á centenares han muerto los hombres. En la ponderada campaña de Tampico hizo morirá Ids mejicanos sin «ecesidad, y hoy en Tejas ha prepa- rado horrorosas represalias por su conducta inhuma- na. Si dado fuera reunir los cadáveres de cuantos han muerto por causa del general Santa-Anua, resulta-na una montaña de la altura del Popocatenetl y á su vista diriamos á los aduladores: he agid el monumento erigido ú la humanidad por el protector de la religión. Blasfemia horrenda ha sido llamar defensor de la re- ligión á un gallero y tahúr de profesión: á un Asmodeo que á todos los pueblos por donde ha transitado los tiene escandalizados con sus disoluciones: á un avaro incapaz de socorrer al menesteroso: á un tirano que desgarra todas las leyes que son el fundamento de la justicia: á un perjuro que siempre ha faltado á sus pro- mesas: á un ingrato que por rastrerisimas pasiones se sublevó contra un benemérito protector: á un pórfido nlove que puso en manos de sus enemigos á los mis- mos que por ecsaltarlo habían espuesto su vida. Sin embargo, á ese hombre de anatema se Je ha llamado en los pulpitos: el enviado del Señor, el nuevo Gedcon y el deseado fie las ¡(entes. Los que ponen la santidad de la religión en las ri- quezas eclesiásticas,deben tener presente que el gene- ral Santa-Anna aprobó la ley sobre diezmos, y que im- puso gruesas y caprichosas contribuciones & las cor- poraciones eclesiásticas, anunciando alguna vez con malignidad que era un donativo que espontamente se le daba. Figése la atención un (anto sobre el héroe militar, y avergoncémonos de haber visto ensalsado al general que mas deshonraba la banda que cenia. ¿Cuál es la acción dada por Santa-Anna en la que no haya sacrificado mas gente que la que el caso ecsigia? La ponderada acción de Tarapico, era digna no de pre- mio, sino de castigo; pues que cuando el enemigo es- taba ya rendido, lo puso en la necesidad de sacrificar sin objeto á mejicanos que vahan mas que el caudillo. Un hábil general debe ser un conjunto de cualida- des admirables: su amor á la patria ha de ner muy cin- tero, su honor inmaculado, y sus constumbres severas: la constancia, la firmeza, el sufrimiento j la desicion han de ser otros tantos hábitos que lo distingan entreo sus conciudadanos, y si es importante que sea mode- rado en la victoria, es de muy mayor interés que sea prudente y magnánimo en la desgracia. ¿Quién po- drá decir que el general Santa-Anna e6 el militar en quien se verifica la feliz reunión de prendas tan reco- mendables? El renombre de héroe con que constan- temente se le ha llamado, parece le ha sido aplicado por sus enemigos para ponerlo en ridiculo. Su prisión le ha dado en espectáculo colocándolo en el lugar que le conviene: ha desaparecido el hombre estraordina- íio, y se ha presentado un miserable traidor, que ha sa- crificado los intereses de la patria á su seguridad per- sonal. Nuestros enemigos han quedado atónitos de que soldado tan pusilánime haya sido reputado por el hombre necesario en la república mejicana. La san- gre vertida sin economía, las inmensas sumas eroga- das, las penalidades y fatigas todas de una penosa cam- paña, se han hecho infructuosas por el benemérito de la pátria que mandó retirar al grueso del ejército cuando ya era ganado todo el territorio de Tejas y no había enemigos que combatir. Tejas esta á pique de perderse, y no por la ingrati- tud de los colonos, sino por la inepcia y estremada impolítica del general Santa-Anna. Amagando á la patria la desmembración de su territorio, en la mis- ma tribuna nacional gritaba uno de lo8 ministros á nombre de su amo que el pacto se habia disuelto, que la nac ión habia vuelto al estado natural, y todo para estrechar á los ombilecidos legisladores á que decla- rasen el centralismo. Pues en esos dias, en los que cada uno délos estados pudo tornar la forma de go- bierno que le adaptase, los colonos gritan á la faz de las naciones: si hemos vuelto al estado natural, si el pacto está disuelto, aprovechamos el momento para legitimar nuestra separación de Méjico. El traidor perjuro que destruyó la federación, es el que ne solo á los colono6i sino aun á naciones poderosas brindó con un pretesto para desmembrar el territorio: el general Santa-An-? na es el responsable de! gran mal que ocasiona la pérdida de esa margarita. Las intenciones de los colonos eran conocidas de muy atrás, y él los impul- só en unión de sus imprudentes aduladores. En vez de enviar oportunamente las tropas que debian guar- necer nuestras fronteras, las concentró en las gran- des poblaciones para encadenará los ciudadanos y entregarlos á la ferocidad de unos comandantes mi- litares que nos han tratado como á bestias. Entonces la conservación de Tejas era lo mismo que hoy, de in~ teres nacional, y por el proyecto de aumentar los ma- les públicos destruyendo la constitución, se dejaron pasar oportunidades en las que se habría conservado aquel territorio economizando dinero y sangre. Sin embargo, el deseo de imponer espanto con grandes columnas militares, y la fatuidad de representar el pa- pel de un general de farza, decidieron al beneméiito de la patria á tener en abandono nuestras fronteras, jactándose de que cuando le conviniese haría una espedicion en la que se ciñera nuevos laureles. Las cosas hau sucedido de otro modo, nuestro territorio se desmembra, y el autor de todos los males públicos anteriores lo es también de este nuevoque lamentamos. En medio de las calamidades que oprimen á la pa- tria elcielo se apiada de nosotros: la hidra se encuen- tra encadenada: unos cuantos colonos son los instru- mentos de la venganza Divina, y la sangre del mons- truo no se mezclará con la de sus víctimas. Ese inhumano Proteo igualmente empuñó el acero homicida en pró y en contra de una misma presiden- cia: en las ricas montañas de Guanajuato y Zacatecas personalmente dirigió las matanzas de los mejicanos, y los unos murieron por enemigos de la federación, y los otros por defensores de ella. El primero en trastornar la constitución desde 828,fuéel llamado Libertador:des- de entonces dátala ilegitimidad de nuestros gobiernos; las ilegalidades han ido tomando mas y mas ensanche; y hoy no reconocen nuestras autoridades todas otra mi- sioií ni origen, que el de una fuerza brutal acaudillado por un bandolero de feliz estrella. Pónganos reme- dio á nuestras desdichas: nombremos un nuevo con- greso que reforme la constitución de 24, que t.íi -nze las instituciones federales, que restablezca el rigor de la** leyes, qne dé garantías á los mejicanos. Hoy no somos otra cosa que el oprobio del univer- so: hubo un tiempo en que ecsitamos esperanzas, es- tas se trocaron en compasión y ahora, merced al héroe, ; somos despreciados de todas las naciones. Se nos go- bierna al capricho, vivimos con mas sumisión que lo9 j que han hecho voto de obediencia. Ninguno está se- 'I guro en su c isa, todos temen ser conducidos á una cárcel, y encerrados indefinidamente en ella sin llegar á saber ni el acusador ni el delito. Se ha establecido \ un sistema de dilapidación y pillagc, que amaga todas las fortunas: en la época del ponderado terrorismo del señor Farías los enemigos del gobierno vivían es ver- dad en inquietud; pero boy [todos zozobran, y la conduc- ' ta mas severa es la mas espuésta al capricho de un ¡ mandarín que obra según el impulso de los licores, ] Nuestros actuales funcionarios hablan de leyes; pero al mismo tiempo que son rígidos para hacer observar las que imponen obligaciones, desgarran todas las que conceden derechos. El que peor se conduce es el que tiene mejor y mas segura recomponza: el hacer bien es un delito para las autoridades, y hemos visto in- poner gruesas multas á los panaderos que en obse- quio del público daban mas onzas de las que habían ofrecido. Consultémos á nuestra conciencia: llegada es la oportunidad, dejarla pasar es un crimen: la du- ración de los tiranos depende de la voluntad de los pueblos: un solo querer, y una sola hora basta para lavar nuestra afrenta. MÉXICO: 1836. IMPRESO POR FRANCISCO TORRES, EN LAS ESCALERILLAS NUM. 13.