LA SALUD DEL PUEBLO ES LA SUPREMA LEY. (Cuando á los doce afios de independientes estamos divididos, y crece mas y nías el funesto espíritu de couvertir la libertad en licencia y desórdenes, «s preciso levantar la voz con energía, y repetir ó revelar verdades á los pueblos, para que volviendo estos en sí mismos, y conociendo sus verdade- ros intereses, desconfíen «Je los que tomando su augusto nombre y apelli- dándose sus defensores, se lian apoderado del poder público, y nos van lle- vando gradualmente al mismo precipicio en cuyos bordes nos habían puesto á fines de 1828. La verdad mas importante que puede presentársenos es la de que ni la España ni otra potencia alguna se atrevería á invadirnos, sin esparramar primero entre nosotros agentes ocultos y diestros, que sin saltar á la arena ellos mismos, mantengan encendida la tea de las discordias y la guerra ci« v¡l. La máxima es muy antigua y practicada en diferentes siglos y nacio- nes, es la de dividir para imperar. Sentado esto, y conviniendo en que ba- jo de nuestros pies debe haber una mina de pólvora, nos resta sacar á pla- za pública los Mexicanos que con malicia ó sin ella están de hecho en con- tacto con esas manos cstranas y temibles que encenderían la mina: sí, es llegada la hora de correr velos: nada menos se trata que de sostener la in- dependencia, y por un bien tan noble, tan caro y tan costoso, no deben arreclrarnos ni el martillo ni el verdugo. Esos Mexicanos, indignos de tal Hombre, lo son fin duda aquellos que diariamente piden venganza y pros- cr¡pcion, queriéndose cebar en la ruina y las lágrimas de sus conciudadanos; l°s que imprimen, por ejemplo, en sus columnas, que „Los llamados aristó- cratas de México deben correr la suerte que bajo el poder de Morazán cor- rieron los llamados aristócratas de Centro-América, cual fué la de mendigar el pan de la miseria en un país estrangero." Asi se esplican hombres á quie- nes nada debió la patria en los tiempos de su esclavitud, y se esplican asi precisamente contra los mismos á quienes esta debió su independencia y glo- rias. Esto no seria creíble si no estuviera con asombro á la vista de todos. ¿Como no ha de querer un gabinete enemigo que nos persigamos ^nos á otros, y que los primeros perseguidos sean los hombrea mas ilustres •V distinguidos en las épocas pasadas, como Bravo, Muzquiz, Michilena, An- onade, &c? ¿Como no se ha de valer de perseguidores sin patria y sin con- ciencia, bajos y corrompidos como los redactores del Fénix, de la Columna, ^c? Si Fernando VII puede dar órdenes ocultas á estos que todavía se atre- Ve á llamar sus dominios, las habrá dado para que sin perdonar medio se Proscriban esas mismas personas, ya bautizadas de borbonistas, ya de centra- Jlstas ya de aristócratas, ya de cuanto sugiere el Diccionario nuevo de ea- 'uinnias.... ¡Mexicanos, aleria! Tenéis la vívora en el seno. Nuestros enemigos están encubiertos con la túnica blanca de la liber- tad; pero en sus depravados corazones tienen la astucia y la perfidia. Su bascara es la del bien público, y desde el palacio y las tribunas están des- concertando toda la sociedad. Establecen do quiera máximas y principios de espantosa anarquía: ellos despiertan los odios y pasiones. Sobrepuestos á la constitución en juntas consultivas, y despedazando el cstraiío plan de que rueron hechura: absorviéndose, en fin, todo el tesoro público, y llamando aris- tocracia al orden, y crimen á la virtud, levantan su mano para destruir cuan- to alcanzan.... La Nación está espuesta á convertirse en un yermo ensan- grentado, en un profundo caos.... Parece que una maldición está sobre nos- °*r°s, y si degradados ó cobardes nos dejamos llevar del orden de cosas en °»ue estamos, á dios libertad, á dios independencia.ú'm. de las verdades mas importantes as, que pueblo alguno pnerie sub- fi'ilir srn moral, al paso que en el nuestro sus Mandatarios la destruyen y bur- lan las creencias mus piadosas: al tocar punto tan delicado, llamam is la aten- ción á Hugo Blair, cuyos discurso* *e están traduciendo del inglés á nuestro idioma por un sabio Mexicano. ,,Por sus licenciosos escarnios, dice, de los de- beres de la piedad, y de las instituciones del culto divino, está el mofador de- bilitando el poder de la conciencia de los hombres; minando las grandes co- lumnas :de la. sociedad, dando un golpe mortal al órden y felicidad pública. Todo cslo en nada descansa tanto, como en la general creencia de un testigo ú quien lo mas escondido está manifiesto, y .en la universal veneración á un (gobernador omnipotente. Sobre esta creencia y esta veneración, se funda to- da \u obligación del juramento con (pie son administrados los gobierno»; aplicadas las leves en los tribunales de justicia; dirimidas las controversias, y preservada la propiedad privada. Nuestra única seguridad contra innumerables crímenes á que no pueden alcanzar ni la previsión del hombre, ni las restric- ciones de ¡a legislación, es el temor de un vengador invisible, y de los fu- turos castigos (jue lia preparado para los delincuentes en este mundo. Remo- ved este temor de los corazones, y no liareis mas que dar vigor á la mano del malvado, y atacar la seguridad de Ja sociedad humana. ,.¿Y como será posible que impresiones tan necesarias al órden y bien público sa conservasen sin asambleas religiosas, sin instituciones sagradas, sin (lias consagrados á la adoración de la Divinidad, que sean á los hombres so- lemnes recuerdos de la existencia y dominio de Dios, y de la cuenta veni- dera, que á su tiempo deben rendirle de sus acciones? Benéficos y saluda- bles son para todas las clases de la sociedad, los sentimientos que la religión pública tiene tendencia á escitar; pero con respecto á los inferiores, bien sabido es, que las principales restricciones que las refrenan y separan del nial, son las adquiridas en las reuniones religiosas. Restituidas de las venta- jas de una regular educación, ignorantes con esceso de las leyes pública?, faltos de aquellas ideas delicadas de honor y probidad en que otros de mas conocimiento son educados; si desertaran de los sagrados templos á que acos- tumbran concurrir, luego correrían peligro de degenerar en una raza feroz» cuya desenfrenada violencia infundiría perpetuos tenores. ,,Aquel, por consiguiente, que trata de las cosas sagradas con lio-ere- y.a y mofa, está haciendo, tal vez sin percibirlo, el oficio de un enemigo pú- blico de la sociedad: ese hombre es precisamente como el loco descripto en el libro de los Proverbios, que arroja carbones encendidos, y saetas y lan- zas para matar. Ya le oiremos quejarse algunas veces de la desobediencia de Jos hijos, de los fraudes é insubordinación de los sirvientes, de los tumultos é insolencias de las clases bajas; cuando el mismo es en gran parte, el res- ponsable de los desórdenes que lamenta. Por el ejemplo que da con el me- nosprecio de la religión, se hace accesorio á los multiplicados crímenes que este ocasiona entre los otros. Haciendo á las sagradas instituciones objeto de; ludibrio, está estimulando á la plebe á conmociones y violencias, animando al falso testigo al perjurio; está en efecto, poniendo el puñal en las manos del salteador en despoblado, y soltando al ladrón en la noche por las calles de la ciudad." Lo repetimos, semejante obra en la República Mexicana, solo puede tener por autores á agentes ocultos del esterior, que emplean en contra nuestra cuanto nos pueda convertir en pavezas. ¿Queréis saber como trazan sus pla- nes los políticos estrangeros cuando se empeñan en destruir la libertad de* una Nación? Ecsaminad cual fué la conducta de Pitt, ministro inglés, res- pecto de la Francia: Dulaure, en su obra de la revolución dice: ,,Hay, em- pero, una verdad que he asentado en otros lugares, y de la que debe pro- clin ir en este nuevas pruebas, porque es ya mas necesaria para la inteligencia de los sucesos de la época á que me ha conducido el hilo de la narración», y debe.servir de.base á muchas inducciones. Esta verdad, de que se con- vencerá el mas ostinado en. negarla, es que las potencias enemigas han Mtífluido en la* grandes catástrofes de la revolución francesa. Es indudable, comoi luego verá, que los gabinetes estrangeros tenian en Parí* y en muchas ciudades de los departamentos, agentes secretos, encargados de poner en mo- vimiento las paciones, y de producir á vuelta de grandes desórdenes la ruina fiel Gobierno Republicano. Esta maniobra inmoral, de que la historia presenta numerosos ejemplares, se ha practicado en Francia, y sobre todo en París, desde las primeras épocas de la revolución, en los últimos tiempos de la mo- níirquía constitucional, y con una actividad mucho mas enérgica en tiempo del Gobierno Republicano." „Es igualmente cierto que estos agentes no eran unas espías como quiera, "no que debían escitar motines, irritar las pasiones, provocar al pueblo á la sedición, y á cometer atrocidades, adquirir con el dinero que prodigaban ün influjo poderoso sobre el Gobierno, y finalmente, enviar al cadalzo á todos ib* amgos del orden, á todos los que se ocupaban sinceramente en dar á la Fia ubi a un Gobierno libre y estable. Es cierto además, que estos agentes para p esentar á lo vivo su papel detestable, debian vestirse, hablar y andar como los patriotas mas suspicaces y mas ecsagerados, afectar sus mismos sentimien- tos, y mostrarse aun mas que ellos, amigos celosos de la libertad; mas ar- dientes y mas audaces para defenderla. También se les h«bia encomendado que cometiesen toda suerte de crímenes para mancillar y hacer odiosa é in- soportable la libertad que ellos abrazaban con el ánimo de ahogarla." Se podrá decir contra esta cita, que los robos y matanzas del 4 de Diciembre de 8*29 para sentar á D. Vicente Guerrero en una silla (pie no era suya; que la sangre posteriormente derramada por los esfuerzos repelidos de una facción para apoderarse de los destinos y tesoros de la República; que los frecuentes y escandalosos golpes que la misma facción ha dado ala gran Carla de \8H, y que, sus últimos furores y amenazas no son compa- rables todavía á las pérfidas maquinaciones, á las intrigas sordas, á las des- gracias acumuladas^ á las ruinas y rios de sangre y á los mayores crímenes cometidos en Francia en la época de la revolución, para inferir que esté so- bre nosotros la misma pinga de agentes estrangeros que estaba sobre aquella Catión. ¿Pero hemos de esperar como los franceses para confirmar las con- geturas fundadas que tenemos, á que se ardan los templos, á que se degüe- J'en los patri .tas mas puros, los sacerdotes mas morales, y en fin á que el Vulg/i. yn desmoralizado tenga el bárbaro placer de destruir todo lo que no í'ueda disfrutar? ¡Mexicanos! Si son inútiles las lecciones severas de la his- toria, la serpiente abrió su boca, y ella nos tragará. Otra verdad es la de que por medios indirectos se conspira á destruir el Ejército permanente, baluarte de nuestra independencia y libertades. Digan cuanto quieran las circulares de la comandancia general de México, ni un reem- plazo, ni un hombre para ese mismo ejército cuyos fueros están ya carcormidos, y Cuyo esplendor está manchado. El gobierno, entretanto estrae dinero del te- soro público, el cual es la verdadera substancia de los pueblos, para vestir de soldados á cívicos visónos, cuyo valor, así como el de sus Gefes y Ofi- C|ales, necesita de prueba. Substituyen á los que en Dolores y en Iguala die- r°n el tremendo grito de libertad ó muerte, hombres nuevos á las privado* 'íes y al peligro, sin subordinación ni disciplina. En las plazas, los merca- dos y el teatro, flamean igualmente las plumas tricolores de los bizarros de- fensores de la independencia y libertad, y las de los cívicos del día: lo mi-mo c">e la banda verde un vencedor en Juchi, que un libertador del nuevo cuño: el Ge neral cansado de años y de servicios, que el niño Diputado: el leal de- fensor del Gobierno, que el sedicioso de la Acordada. Y en tanta confusión Volvemos á decirlo, ¿no habrán influido agentes del estrangero? ¿No se conoce mego la clase de custodios que con un doble fin se le quieren dar á la Nación? *•* independencia no está reconocida, y ya que no puede atacarse de frente, Se ataca por cu i bas y rodeos. De los que acaso sin saberlo conspiran á nuestra ruina, hay muchos ^ue se han entrometido en el Santuario de las leyes, al cual dirijian sus ha-las en fines de 828: su ignorancia suma, sus pasiones y su celo exaUadosi se quiere, los ponen en el caso de la mayoría