■4 EL GENERAL, IRIARTE( ANTE EL TRIBUNAL DE IiA OPINION PUBLIC A. BUENOS AIRES: IMPRENTA REPUBLICAN*A. Calle de Suipacha número 19. 1833.7 f*\ a un-:* i- - r- El cielo es testigo, que habia pensado guardar un profundo silencio, sobre sucesos que ya han pasado ; y que este silencio, tan lejos de convenirme contribuía mas bien á poner en duda mis principios, mi reputación y patriotismo. Lo habia pensado y estaba re- suelto a no interrumpirlo, porque mi modera- ción se resistía á entrar en la apología de mi mismo, lo que me era indispensable para des- vanecer falsos juicios, y justificar un supuesto flanco que mis enemigos han creído siempre débil, aunque en la realidad no ha existido. Pero una mano impura, una pluma llena de ponzoña, ha pretendido atacarme vertiendo las imposturas mas atroces ; y desde entonces he creído que mi nombre, y mi clase, exigían una reparación condigna. Asi, pues, voy á pre- sentarme ante el público, y no puedo menos de confesar mi repugnancia, cuando me vep obligado á hablar de mi mismo, para confundir la calumnia y la detracción de mis enemigos, y para justificarme ante aquellos que sin serlopueden haber recibido impresiones desfavorables á mí respecto ; porque es cierto que la impos- tura suele dejarlas aun cu los ánimos menos prevenidos. Yo pjse á España á la edad de diez anos, con el objeto de educarme en la carrera mili- tar, la misma que habían profesado mis ante- pasados. Es bien sabido que antes de la revo- lución, era este uno de los pocos recursos para abrirse un gran campo, un porvenir mas di- choso que el que podía prometer la esfera li- mitada del sistema colonial á que nos había condenado el despotismo del gobierno español. Cuando Napoleón invadió la Península en el ano de 1808, no había aun acabado mis estu- dios en el colegio militar de Segovía, escuela de los artilleros, pero los continué hasta me- diado del afio siguiente, en que se me promo- vió á la clase de sub-teniente, después de ha- berlos concluido; y fui destinado al 4. ° ejército que se hallaba bloqueado en Cádiz, y la Isla de León. El grito de la libertad dado en Buenos Ayres el memorable Veinte y Cinco de Mayo, llegó á aquellas playas, cuando solo contaba yo diez y seis años de edad : yo fui herido por él, pero ni mi espíritu, ni mi razón se habían aun formado : continué sirviendo y me hallé en varias funciones de guerra ; fui ascendido á ayudante mayor y graduado de capitán, por la defensa de la plaza de Tarifa, donde desempeñé las funciones de comandante de artillería ; y pasó a continuar mis servicios en el primer ejército que lo era a la sazón el de Cataluña. Esto sucedió á mediados de 1812; tenia yo pues diez y ocho años: ya hervía en mi pecho el (uegq de h* edad y del amor patrio; pero, lo diré sin rubor, mi patriotismo no era ilustrado, ni podia serlo cuando ca- recía de la esperieneia necesaria. Sin em- bargo, y apegar de que la guerra que se hacia en España, era por su naturaleza capaz de distraer á un joven cuya rápida carrera en uo cuerpo tan distinguido lo estimulaba, é seguirla por la esperanza lisongera y bien fundada de ascensos succesivos, solicité pasar & la plaza de Montevideo, como el único media que la escasez de mis recursos tísi- cos y morales me sugería entonces para aproximarme á mis compatriotas, é incor- porarme a la causa de la libertad: esta pretensión fué rechazada, y recibí por toda contestación un decreto recientemente promul-ga'lo. por la regencia española, para que a ningún americano al servicio militar se le permitiese restituirse de modo alguno & su ¡vais natal. Me vi pues precisado á continuar en compaña hasta la paz general de 1814; y en este periodo de dos años el carácter y eiifarriizamiento de una guerra nacional te- nia eii una casi completa incomunicación á las provincias con el gobierno de la regen- cia: la de Cataluña particularmente era la rhas aislada, ya por su situación geográfica fronteriza de la Francia, corno por ser el tea- tro de úna contienda sangrienta y obstinada en donde se disputaba el terreno palmo á palmo; y porque sus numerosas plazas fuer- tes, únicos puntos en donde con seguridad dominaban los franceses, ocasionaban la in- terpolación aislada, desordenada y confusa de los ejércitos contendientes -Concluida la guer- ra el rey Fernando reocupó el trono, y mandó preparar en Cádiz una fuerte espedicion, que como es notorio todos creyeron que se diri- gía al Rio de la Plata. Varios capitanes de artillería, que también era mi clase, que habían sido destinados á la expedición (la de Morillo,) y que sabían mis ardientes deseos por restituirme á mi patria, me escri- bieron á Barcelona, en donde yo me hallaba de guarnición, convidándome a una p rmuta; y entre ellos hubo uno que contando con mí buena voluntad se dirigió sin avisarme directamente á la corte solicitándola, y la ob- tuvo. Me embarqué pues para incorporarme á las fuerzas á que ya pertenecía, y tüve la felicidad de sufrir tan malos tiempos en el me- diterráneo qüe cuando llegué á Cádiz, después de mas de cincuenta dias de navegación, ya la división habia zarpado y publicadose ofi- cialmente su dirección á la Costa-Firme en Ja América del Oeste, hoy Colombia. Frus- trado asi mi plan pedí al Gobierno que no tubiese lugar la permuta, puesto que yo ha- bia accedido á ella con solo el objeto de unir- me á mi familia, que entonces residía en Mon- tevideo: era este el único pretesto de que podia valerme sin peligro: el gobierno me Jo otorgó, y yo conservé el grado de teniente coronel que obtuve sobre el empleo efectivo, corno todos los que pertenecían á la división del general español Morillo; agregando que estuviese pronto para embarcarme con las primeras tropas que saliesen para el Rio de la—6— Plata; y destinándoseme entretanto de capitán del detall en la maestranza de la Isla de León. Entonces ya se presagiaba que al gobierno español le seria muy difícil realizar un envió de tropa* á las Provincias Unidas, ya por la escasez del erario, como por que hnbia asoma- do en distintos puntos de la península el gér- men do la libertad, de cuyas resultas Porlier murió en un cadalzo, y poco después el célebre general Lscy; y el gobierno tenebroso de Fer- nando veía sombras en cuanto lo rodeaba. Conociendo pues, que se alejaba para mi el momento porque tanto anhelaba, que tal vez jama? llegaría si había de estar atenido á una cosa tan incierta, como que nunca se ha verifi- cado ni se verificará jamas; suspiraba en silen- cio el rigor de mi suerte, porque aislado en un país estraño, donde no tenia ni parientes ni amigos, á quienes confiarme sin peligro de ser delatado, para que me auxiliasen con los re- cursos necesarios para dirigirme á mi patria,, mi imaginación me forjaba un cúmulo de im- posibles. En estas circunstancias el general Serna es nombrado para tomar el mando en géfe del ejército realista del Perú: este general rae estimaba, y me invitó para que lo acompañase, me veia en una cruel alternativa, pues aun cuando su oferta era el colmo de mis deseos, por otro lado temía comprometerlo cuando llegase el momento de la ejecución, puesto que él era quien debía pedir a La corte mi nuevo destino, y yo tenia que aparecer como un ingrato: contraslado asi, me resolví a fran- quearme con él, y sea que él no creyese que yo había de realizar mis designios, considerán- dolos como fogosidades de la edad en aquel momento, ó ya por un efecto de la inclinación con que me favorecía, el hecho es que, me recomendó & la corte y nos embarcamos en Cádiz el 10 de Mayo de 1816, en la fragata de guerra la Venganza, después de haberme des- pedido para siempre de mis mejores amigos; y fondeamos en el puerto de Arica; el 7 de Setiembre del mismo ano. Él general Serna tenia instrucciones ter- minantes del ministerio para dirigirse directa- mente al ejército á tomar el mando, sin serle permitido tocar en Lima; asi es que inmedia- tamente nos pusimos en camino par» Potosí por la carrera de postas, que pasa por Ota- ra y otros pueblos de menos consideración. (1) (1) lín el pueblo de Caraguara de Caraujas lugar ptiu-El cuartel general estaba en Santiago de Cota- gaita, adonde llegamos, después de una marcha de dos meses con algunos intervalos de descan- so en Oruro y Potosí, el dia 14 de Noviembre. Hacia dos ó tres dias que el general de vanguar- dia Olañeta habia.sorprendido en Talina, si mal no me acuerdo, 6 en un punto inmediato, una división patriota mandada por el coronel ma- yor Marques del Valle de Tojo (mas comun- mente conocido por el Marques de Llavi): este fué prisionero con su segundo el coronel D. Juan José Quesada, treinta gefes y oficiales, y sobre 400 á 500 individuos de tropa de las mi- licias de Salta. El Marques y Quesada fueron detenidos en la cárcel pública de Tupiza, los cipal de la subdelegacion del mismo nombre, encontré a una señora Da. Terexa Lemoine tia del subdelegado, y hermana del teniente coronel Lemoiqe, que ha servido muchos años en la República Argentina, y ha estado establecido en esta capital. Aquella señora n.uy conocida en Chuquisara de donde es nativa, se hallaba desterrada por el feros geneial Tacpo que la persiguiq cruelmente por sus sentimientos pa- trióticos: era viuda y tenia doce hijos menores los que habla abandonado á la beneficencia de sus amigos, pues no le permitieron que uno solo la acompañase en su cau- tiverio. Tuve la felicidad de librarla de el y de influir paaa que se restituyese á sus hogares proporcionándola una entrevista con el general Serna, que sin autoridad com- petente le alzo el destierro en fuerza de mis solicitudes. —9— oficiales y soldados en un edificio separado en los suburbios. Tuve el placer de abrir una suscripción de dinero y ropa, y do repartirla en persona á aquellos desgraciados y benemé- ritos oficiales según sus necesidades; y solo puedo acordarme del entonces capitán D. N. Blanco, actualmente coronel en la provincia de Salta; del teniente coronel Telleria, y de un oficial subalterno Troncoso: a estos dos los he visto después en Buenos Aires, y con el úl- timo he servido en la linea del Uruguay atites de empezar la guerra del Brasil. Pedí al gefe de estado mayor Valdéz (que entonces era tambiep teniente coronel, y en el día es maris- cal de campo) que Quesada se alojase conmigo saliendo yo garante de la seguridad de su per- sona; mas solo pude conseguir que se le per- mitiese comer en mi alojamiento una sofci vez: fué este el momento en que mi corazón se es- p.layó descubriéndole mis ideas y mis intencio- ne? de iacorpora,rme cnanto antes en las filas de los independientes. (2) En el tiempo que el (.i*) No existe ya el coronel Quesada, pero ha dejaJa muchos deudps y amigos, á los, que necesariamente cebe haber hecho relación do estos pormenores y les que sjibsi- tfuen k su respecto. Debo creerlo, asi, porque, el coronal Quesada cuando se restituyó á, esta c.apitaj. los recordó varias reres , para espresarme su agradecimiento. 2—10— coronel Quesada y el Marques permanecieron en la cárcel de Tupiza, los visité asiduamente dos veces al dia á pesar de la incomunicación en que estaban, haciendo uso de mis relaciones, y á entreambos los auxilié (3) abundantemen- te, porque yo contaba entonces con 4000 pesos fuertes de renta entre el sueldo y la gratifica- ción de mayor general de artillería, empleo que se me confirió a mi llegada al egercito. Ai fin salieron para Lima y ambos llevaron mis cartas de recomendación para un comerciante muy conocido en Potosí, el Sr. Arrien, y para la Señora Da. Paula Martínez de Urquijo da- roa muy distinguida por sus luces y patrio- tismo, y en cuya casa me había yo estrechado con patriotas recomendables que gemían tam- bién b^jo el yugo español. El Marques en- fermó y no pasó por entonces de Potosí: Que- sada «¡iguió su viage, y también llevó cartas mías de recomendación para Arica y Lima: después me dijo que á no ser por ellas habría perecido. Me aproximo ya al periodo mas crítico: se debía abrir la campaña sobre Salta: el ge- (3) Estas visitas y socorros me pusieron en muy mal punto de vista con varios gefes y oficiales de! ejército rea], •• heral S< rna tenia ordenes terminantes del Virey Pezuela para emprenderla: este sabia prácticamente, como que habia mandado el mismo ejército, y conocía los pueblos, las difi- cultades de una empresa semejante; pero su objeto era el desrredíto de aquel, y lo consi- guió como se vera mas adelante (4) Precisado por mi destino á marchar cou el cuartel general, puse en acción todos mis recursos para elu- dir este compromiso; todos presagiábamos que el ejército real se vería obligado á retirarse si llegaba á pasar la quebrada de Humahu- aca, y mi plan era evadir los primeros en- cuentros para no verme en la precisión de batirme contra mis paisanos; y reunirme al al ejército cuando retrogradase para verificar mi incorporación á las fuerzas de la patria: incorporación que debía hacerse muy fácil, pues calculaba que estas picarían la retaguardia r á los españoles, como efectivamente se verificó. Es oportuno advertir que por entonces era aquella impracticable, porque después .de la (4) Aunque estas son digresiones de mi objeto prin- cipal, no lie creído inoportuno intercalar sucesos que pue- den servir para la historia: ellos no son conocidos de todos, y yo puedo hablar con alfuua exactitud, por la posición »;_«• ocupaba.sorpresa de! Marques no había desde el cuartel general que estaba en Tupiza, hasta Jujuy, es decir, en el espacio de mas de cien leguas, un solo destacamento republicano El plan de que he hecho mención, estaba acordado con el comandante general de artillería D. Feliafc de la Kosa, ofi.ial de mi graduación pero mas antiguo, y también hijo de Unenos Ayres; mi amigo desde lá riiñei, condiscípulo, y patriota decidido: se había visto obligado á pelear en la batalla de Sipesipe, y este recuerdo lo ator- mentaba sin césar, estaba resuelto a Vertirse conmigo: él consiguió quedarse ten Santiago de Cotagaífa, con' pretCsto de esperar las mu- niciones y pertrechos que se aguardaban de Potosí : yo me quedé én Suipacha de co- mandante militar, y principalmente con el objeto de activar los trabajos de la maes- tranza y reabilitación del tren : el egercito rompió la marcha en los primeros dias dé Enero de 1817, con £o\o cuatro pieza» de a 4 artillería de montaña : la restante era tam- bién dé este calibre. A medida que se in- ternaba se hacia mas difícil la comunicación con su retaguardia, y por esta razoh recibí or- den de avanzar hasta Mojo, pueblo que dista. —\3- ocho leguns de aquel: por último fue precisó seguir mas adelante: los naturales de las que- bradas hostilizaban á los reáfistas én toda la extensión de su transitó, y el terreno los favo- recia para hacerlo impugneménté. Al pasar él egercito por el pueblo de Humahúaca dejó allí acantonado al teniente coronel D. Aíejan1- dro Villalobos (hoy mariscal de campo) f on su batallón ligero dé Gerona: tiábia el general español elegido este punto importante para, fortificarlo y servir de comunicación interme- dia eút.r'e el egercito qü'é continuaba süs mar- chas, y Tas provincias del interior hacia Potosí; pero el batallón dé Gerona erá él rtias brillan- te y demás confianza del egercito, nó se podía pasar sin ¿I; y en este estado récibó órdéri para relevar á Villalobos, y al éféctó emprendo nií marcha desde Mojo Con todo él t rért', m'afestfitó'- za y municiones:- Hégd á'IFumahúa'ca;' üté étf- írégó del mandó militar de á'quél pdrito, y Vt- Ilaíobois marcha- * Júj&y deji'udbnié'al*«inóá piquetes dé varios cuerpos, qué uiiidds á' lói artilleros compondría ti' un tolaf dé7150 Hom¿ brtís'disponibles.—Éf éúhríéí général eytattk éil Jujúy, y ya sé habían róto; lirs'Hostil'Waffés: el egercito español estaba rodeado en aquel laciudad poT los patriotas de Salta organizados en escuadrones de milicias de caballería: de Humahuaca á Jujúy hay 30 leguas, y este es- pacio estaba completamente despoblado, no existia un solo soldado de ninguna de las dos fuerzas: yo no babia oido aun un solo disparo de fusil. Yo marcho paso á paso, lentamente, y las digresiones que hago tal vez sean causadas; pe- ro esto me importa para defenderme: son pueses- cusables: mis amigos y los imparciales podrán asi juzgarme: en cuanto k mis calumniadores los desprecio altamente: sé muy bien que para ellos ni aun los milagros, si fuese yo un santo, bastarían á justificarme.—Voy pues adelante. Villalobos me entregó también un oficial(5) y de diez y ocho á veinte prisioneros: habían estos sido muy mal tratados: los fui á ver en el momento que recibí el mando: se me quejaron, y yo alivié su situación física y moral cuanto me era dable, muy particularmente la del ofi- cial. Este me llamó un día: me dijo que él no era oficial veterano, sino de las milicias civicas de Jujúy; que habia sido forzado a salir á pe- ía) Era natural j de uuu familia muy conocida da Jujuy: no lo nombro (orqne cometió después mi* bajeza y yo no estoy obligado * cometer otra. — 15— lear contra las tropas del rey; pero que no te- nia compromiso con los porteños, y que en consecuencia deseaba que yo diese curso a una solicitud que quería hacer al general español para que lo admitiese en las filas de su ejerci- to, á cuyo efecto me pidió papel y tintero; le volví la espalda, y no le he visto mas. Puse yo á este oficial con la tropa en una habitación- que estaba en la cara opuesta á la del cuerpo de guardia en el edificio destinado á su prisión, con la puerta abierta y un solo centinela; y varios oficiales, particularmente los que entra- ban de guardia, me hicieron presente que se- gún la nueva colocación era muy fácil que fu- gasen: este era precisamente mi objeto, y me desentendí de las reclamaciones sobre respon- sabilidad: efectivamente aprovechándose de una noche obscura y lluviosa, forzaron la cen- tinela, y todos desaparecieron.—Yo no conser- vo los nombres de lps soldados, pero la mayor parte eran sáltenos, y no es probable que todos hayan dejado de existir. Recibí por último la orden de incorpo- rarme al cuartel general de Jujuy; luego que el teniente coronel La-Rosa me relevase:'llegó oste, le entregué el mando, y mp puse en—1 ti—- marcha conduciendo ciento y tantos mil pe- sos que había recibido de las cajas de Poto- sí: la escolta se componía de un capitán graduado de teniente coronel, D. Eustoquio González natural de Córdoba, y treinta sol- dados de su compañía. Llegamos á Jtijuy el 16 de Febrero sin haber encontrado ninguna partida republicana: estaban todas las fuer- zas asedian lo á Jnjuy entre esta ciudad y Salta: si hubiéramos dado con alguna nó podíamos hxicer resistencia, Íbamos mal mon- tados en muía», y el comboy Ocupaba un largo espacio porque el terreno es fragoso y desigual. 41 separarme de La-Rosa roe encargó que emplease todo mi influjo para que lo relevasen á fin de unirse á raí en el cuar- tel general, que efectivamente era su pue*- to, para de este molo verificar juntos nuestras evasión. Se lo prometí, y nos despedimos para siempre. Estaba yo informado que una reunión de naturales armados amagaba el pun- to de Humahuaca por la quebrada de Of an, que desemboca á corta distancia de aquel puer bío, y le encargué a La-Rosaque estuviese sp- hte el quien vive; y recuerdo que 61 n<* djp. asenso á tales rumores. Pero mis temores no fueron vanos. Recibí en Jtijuy la noticia que una partida republicana habia sorprendido el punto d«> Humahuaca, la noche del primero de Marzo; que el oficial Jujeño estaba en ella; y que buscándome en mi alojamiento para matarme se habia encontrado con La-Rosa, que á la sazón lo ocupaba: que esté á los primeros tiros habia salido, y que equivocándolo con- migo el precitado oficial lo ultimó á pocos pa- sos de la puerta. La-Rosa le d¡jo no me mate V. que soy primo del general San Martin, soy porteño; y á esta última palabra ya no dudó el oficial que yo era, pues ademas de las cir- cunstancias mencionadas que tanto contribuían á confundirnos, mayormente siendo de noche, se reunía la de tener una misma estatura y porte. Después se jactaba el oficial de que me habia quitado la vida, pero nunca dijo la causa de tanto encono. El general Belgrano me refirió después el mismo hecho que yo ya sabia; estaba el oficial en Tucuman cuando pasé por allí, pero no descubrí el medio degra- dante de que habia querido usar para verificar su evasión, el de relajar los vínculos que lo unían á su país. El teniente coronel graduado—18— O. Zacarías Cozalvez, que creo reside actual- mente en Salta, cayó prisionero en Humahuu- ca, y es un buen testigo de estos heehos. Habiendo muerto el teniente coronel La- Rosa, á quien yo debía esperar para verificar nuestra evasión á la vanguardia republicana, que mandaba entonces el coronel mayor D. Martin Guemez, quedaba yo expedito para hacerlo solo sin la necesidad de esperarlo, y efectivamente me dispuse á practicarlo. Tenia amigos verdaderos en el ejército español, eran estos los gefes que hacían mas figura : nng habíamos embarcado juntos en Cádiz, y en el discurso de la larga navegación estrechamos aquellos vínculos hasta el punto de convenir eu principios, y aun en el de servir a la causa de la. independencia; para ellos, esto ultimo era un estremo recurso, porque por sus opinio- nes y compromisos como constitucionales, ha- bían, sido perseguidos, en la peninsula, y se separaron de ella con la intención indicada; pero como eran españoles no estaban como yo aguijoneados del deber ¿ inclinación para efec- tuarlo; y comprendí muy luego que llegamos aj ejército, que, aunque enteramente no habían cambiado, se proponían primero probar íbr- —19— tuna, poniendo en acción el ascendiente que tenían sobre el general Serna para trabajar por su cuenta; como efectivamente lo hicieron después hasta que fueron definitivamente ex- pulsados de América, en la memorable batalla de Ayacucho. (6) Yo no me hallaba en el caso de esperar porque desde mi salida de España me había propuesto no diferir mi venida £ Bue- nos Aires; y asi rne dispuse á hacerlo desde Ju- juy. Una mañana, en los primeros días del mes de Marzo, hice todos mis arreglos para reali- zar la ejecución tan anhelada: entra en mi habitación un gefe de los principales, (7) y ya sea por mi setnblate, ó por ei desurden en que aquella se hallaba, concibió sospechas, y no tuve reparo en franquearme con la se- guridad de que no me había de descubrir, (6) Nótese que esto es tan exacto que en la negocia. ri«n que entablaron con el general Sao Martin, cuando mi* no había este ocupado á Lima, el general Serna y muchos bí, se le había ofrecido á es- conderlo, peto cuando el Marques le avisó que se dispusiese » hacerlo, estando ya á una legua de dicha aldea, el tal cura lejos de acogerjo le contestó que si entraba en ql J>ne- blo Iq delataría; £res ó c wat rq. sirvientes, qqe lo acompasaban sq sobresogieroa y lo,abal- donaron en fned.ío 4r\ «ampo; uno.de. ejlos llevaba el dÍMeíP M habí», podido j^n- tqr pa/a los gastos dc| v ¡agenda modo ^we al Marques no le quedó ni un medio: vagó ■ —. --m-.--—i (9) D. Rafael Echeniqup, vecino j natural de Salta que á la sazón se IkiLia|»a cu i'vtvsí rimóte muy bira rata historia: j fué uno de los que me ayudaron con sus recursos á facilitar la fuga dVl general prisionero. Kn el dia esti—30— tres 6 cuatro días por aquellas quebradas aH^ mentándose con maíz; y ya sea-el-hambre ó., el temor de dar en alguna partida españo- la» se dirigió otra vez á Potosí.^-Cou mas resolución el Marques llena completamente su objeto, y en cinco ó seis dias de marcha habría llegado á sus tierras, cuyos habitantes lo adoraban.—Luego que llegó á Potosí se presentó secretamente al Brigadier Conde de Casa Real gobernador de aquella Ciudad; este lo tuvo oculto tres ó cuatro dias, al cabo de los cuales mediante un convenio reciproco, apa- reció aquel en el convento de la Merced dando cuenta de su llegada al mismo Conde: fué nuevamente puesto, en prisión y conducido después a Lima: y he oído decir que murió eu Panamá en su transito para España.-^—Un pó- cimas de resolución, y el Marques se sal va i era preciso haber,perdido la cabeza para en- tregarse á los Españoles: así se lo dige, mas ya no tenia remedio: su fuga se hizo después imposible; y yo fui sindicado por ella en la causa que se formó.—De este y otros compro- misos, que no refiero por no ser mas difuso, me libraron mis buenas relaciones. ^ : He dicho que me había comprometido á es- —SI— perar el resultado de nuestras armas en Chile, con la esperanza de contribuir á hacer un ser-> vicio importante á la causa que defendían las Provincias Unidas. Voy puosa manifestar las cansas que aceleraron el momento de mi veni- da.—El Virey Peznela después del triunfo de nuestras armas en Chacabuco, preparó una ex- pedición respetable compuesta en gran parte de cuerpos europeos, que se habían acreditado en la guerra de la península, y confió el man- do de este egercito al general Osorio: este me tenia en buen concepto y me apreciaba: cuan- do yo entré á servir era el teniente de la com- pañía de cadetes del Colegio de Segovia, y desde entonces en varias ocasiones que había estado á sus ordenes durante la guerra de Es- paña, siempre me había distinguido. Pidió al Virrey que fuese yo destinado' á su ejércifo en calidad de segundo géfe del Estado Mayor, ' y se me expidió el despacho del grado de Co-' rouel (10) cuyo despacho debía yo recibir eh (10) Cuando me presente ni esta capital al Gobier- no supremo, no hice menrion de este ascenso; y sólo *n-'. tregüé al Sr. Ministro de g'ueira general D. Matías Iri- goyen el despacho del grnd» de teniente coronel 'que se' me habia conferido en Kspaña «1 1. de Diciembre de-, 1814, (A esta fecha aun no hnb¡a cumplido 41 aSos.J J*o# despachos de los grado» inferiores, y los dipWmas,—32— Lima cüando me presentase állí a incorporar- me al ejército. Estaba el general Serna eii Escara cuando recibió la órden del Virrey comunicándole mi nnevo destino, y el Caro* rrel Vatdéz entonces géfe.del E. M. (y ert él dia Mariscal de Campo) en Tupiza dis* tarrte como unas 1» 6 18 leguas (salvo error) de aqerel pueblo que se halla situado ert «1 camino qtíe conduce á Potosí: en el mo« menfo que Vaídez me ta trasladó, tomé la posta para Escara á dónete H'eghé al ama- necer* en los primeros dras de Eftciemlire: desí" de el momento que el general Servil n1e vi6 me manifestó su sorpresa- por la prontitud dé mi riage; creía el que ya me dirigía á Lima, y lo desengarcé: le hice présenle que estando . . ■■ ■ ■_tím—i—i-» d« las medallas y cruces que hahia obtenido por variag funciones de guerra en la península, los despedazé la vís- pera de mi venida, el 24 de Bieiembr* de 181?: corto era entonces tan joven no reflexioné bien, que aunque ño podía hacer un mérito en la buena causa que iba I abrazar, podían sin embargo servirme para comprobar w todo tiempo del modo que había adquirido aquellas con- decoraciones.'' lo que siempre es honroso para un «Ollar. En fin esto solo dependió de que yo t*nia constantemente en la imaginación la idea, que preparándome á empegar una nueva carrera, los méritos contraídos en la pasada era preciso olvidarlos. Puedo no obstante acreditar, que durante los seis años que duró la guerra de España contra el Emperador Napoleón, estuve constantemente en campaña. —SS- destinado por una real orden al ejército del Perú, y perteneciendo al cuerpo de artillería en donde los destinos son fijos é inamovibles sin otra real 6 id en expresa, podía muy bien eludirse el cumplimiento de la orden del Vir- rey; mas como él insistiese, me atreví á signi- ficarle que solo por la fuerza se me obligaría á ir á Lima, pues que estaba yo resuelto á correr todos los riesgos y consecuencias de mi resistencia: en una palabra que no iba.—Lo que voy á decir parecerá increíble, pero sin em- bargo correré gustoso el riesgo de que se pon- ga en duda por tal de no discrepar un ápice de la veracidad de esta prolija narración: el general Serna no puede sufrir perjuicio, ha muerto ya, y su nombre ni aun entre sus mis- mos compatriotas quedará manchado por una acción generosa—por no haber abusado de la ligereza de mi edad: me dió una prueba de lo mucho que me estimaba: voy á decir como._ Estrechándome cada vez mas para que diese cumplimiento a la orden que se me había comu- nicado, me descubrí francamente; y le expuse' que bien podia recordar cuanto le habia dicho en Cádiz antes de nuestra salida: en una pala- bra, que yo era patriota; y que ademas de m\—S4— propia 'confesión él tenia otros motivos para no dudarlo-: (11) que en esta virtud esta bu resuelto á evitar por todos los medios posibles el líos* tilizar á (os 'independientes, y que pasando á Chile me seria imposible conseguirlo. El general Ser»» se esforzó en hacerme en tens der todas las ventajas ¡que yo pcrdia, y el porrienir que se me preparaba coudec<*r do ya él grado de coronel, «uyo despacho npii-b+ria en Lama; pero todo» fi»e en vano, y ■(Í'1-J tiu **l viage de A*ii-u h.wt.i Fowm lits su o-ii» lega- dos de los d.stri tos del transito se h. bi.iii esmerado á por- fi adelante, y no hizo ol menor movi- miento. * - •*Conviene advertir que pocos dias antes ¿el refuerzo que acababa da recibir Olañeta, fue este tan fuertemente atacado por el coronal Arias en diferente* encuentros que al fin se habia visto reducido á encerrarse en la casa precitada, después de h iber consumido casi todis sus municionas. L >s encontramos en la situación mas deplorable. Hacia muchos dias que dormían muy poco, y que el ali- mento era escasísimo: las fuerzas del coro- nel Arias los circundaban de dia y de noche, y absolutamente les había cortado toda co- municación para procurarse los medios de subsistir: su moral estaba perdida completa- mente, el físico lánguido y estenuado: si tar- damos mas en llegar se habrían visto en la necesidad de entregarse. Me preparé pues para ir á amanecer con los mios al dia siguiente : en la tarde del 24 subí á una cuchilla elevada, á cuyo pie está Tilcara, y que cubría el campamento del co- ronel Arias, lo recorrí bien con mi anteojo, y formé mi plan : la distancia era corta. De- seaba con vehemencia que el tiempo volase ; porque habia también concebido un proyecto por el cual era muy difícil que la división de Olañeta, pudiera evitar su esterminío. Era el caso, que las municiones que acababa este de recibir con el reciente refuerzo eran poco considerables, en atención á que no se sabia en el cuartel general que habia consumi- do el crecido repuesto que se le habia man- dado anteriormente, en los frecuentes encuen- tros que tuvo con el coronel Arias. Asi pues, resultaba, y yo no podía ignorarlo como que tenia á mi disposición el parque, que repar- tiendo todas las existentes, no tocaban á cada soldado español arriba de 15 cartuchos de fúsil • y nótese que para proveerse tenia que ocurrir Oldñata al punto mas inmediato que era Tupiza, y que sí mal no me acuerdo dista de Tilcara, 60 leguas mas ó menos. Con respecto al gnnado el pais estaba muy exausto, y las fuerzas republicanas impedían á los rea- listas el recolectarlo en aquellas inmediaciones, todos los propietarios, lo habían retirado. Asi pues, yo concebí el pensamiento feliz de hacer que Olañeta consumiese sus pocas mu- niciones por medio de escaramuzas por parte de las fuerzas de Arias, y que acosados asi, y sin tener con qu° alime itarse se vieran en la necesidad de rendirse cuando se engrosase—38— la división de Arias, con fos refuerzos que debcria mandarle el coronel mayor Güeines gobernador de Salla, que á la sazón se hallaba en Jujuy con fuerzas bastantes, y por snpuest» mucho antes que Olafleta pudiese ser socorrido. E>te plan era excelente, pero no se llevó á efecto, después se verá porque. El capitán Placencia era mi compañero de alojamiento, y estaba muy deseoso de venirse conmigo, pero temía no ser bien recibido, y ademas el riesgo que se corría al dar en las primeras partidas: este riesgo era fundado y yo lo arrostré: habíamos sin embargo- conve- nido en que con la promesa que me hiciese el Gobernador Güemes de acogerlo favora- blemente, mandaría este- con cualquier pre- texto un oficial parlamentario, el que como indicante de aquella, debia necesariamente presentarse en un caballo tordillo. Me des- pedí por la noche de Placencia, y le en- cargué que todo mi equipage y efectos dé algún valor los entregase como dádiva á un asistente honrado catalán que me había segui- do á America, y -me acompañaba hacia algu- nos años desde el principio de la guerra de España. Dejé entre mi equipage una carta —39— dirigida á Placencia, excusándome con ¿I de iio haberle comunicado el paso que iba á dar a pesar de nuestra amistad, porque sabia que nuestras opiniones no estaban de acuer- do: todo con el fin de evitar las sospechas que (jodian formarse contra él, de resultas de mi venida; y cuando llegó el momento de mi evasión, á los primeros crepúsculos del dia, nos despedimos, y monté á caballo. Era este uno de los mas ligeros de la división, y como la distancia era corta no temía que me alcanzasen con tal que me anticipase dos ó tres minutos-á mis perseguidores. Todo esta- ba bien calculada. Me puse pues en camino, y salvé los úl- timos puestos abalizados dedos realistas dando por pretexto que iba •& reconocer u*¡ pues seguí ga- lopando con trabajo, y sin duda me salvó una densa niebla que ocupaba la quebrada, y que no permitía ver objeto alguno mas allá de la distancia de cien pasos; porque supe después que efectivamente salieron en mi alcance va- rios oficiales montados en los mejores caba- llos, luego que, por el aviso de la última avan- zada, que debió llenarse de sospechas por el paso acelerado que tomé á su vista y en direc- ción de los republicanos, no dudó Olañeta, que mucho me conocía, de mis verdaderas intenciones: en fin la niebla empezó á disi- parse á medida que entraba el dia, y mirando para retaguardia no descubrí á mis perse- guidores, los que probablemente ño me se- guirían á gran distancia de su campo por el temor de dar en alguna emboscada. Caminé asi mas de dos leguas sin descubrir persona ^41— alguna, cuando al fin, divisé al frente tres hombres montados y armados, bomberos de la división de Arias : se sorprendieron con mi presencia calculando con razón, como después me digeron, que era yo sin duda el gefe de alguna descubierta, que me había avanzado de ella, y se pusieron en precipitada fuga : los alcancé fácilmente, é iba ya á incorporar- me á ellos cuando saltaron una zanja, me hi- cieron frente, y me apuntaron con sus cara- binas: en este momento crítico salto yo también la zanja con un pañuelo blanco que llevaba á prevención, me uno á ellos, bajan sus tercerolas por efecto de su sorpresa, los obsequio con algunos pesos, les pregunto por el coronel Arias, contestan que está en Hornillos, dis- tante media legua de aquel punto: les digo que se. dirijan á Hornillos, y sin hacerme la menor pregunta obedecen tomando el galope, y yo lo sigo.—A mi llegada k Hornillos el campo se pone en movimien- to al ver á un gefe español: pregunto por el coconel y me presento á él: este recibió el aviso de mi llegada, y yo era el mensagero: inmediatamente me pregunta si voy de parla- mento, y al contestarle que no, me dice si soy 6 "—42— pasado, y !e respondo negativamente, añadien- do que i ra americano nacido i n Buenos Aires, que venia á incorporarme á las l»an leras de los republicanos, y que consiguiente no. estaba yo en el caso dt un español para que se me considerase como pasado. Le instru- yo al coronel Arias del estado de los ene- mi °"os, y de mis proyectos: conviene en que efectivamente son realizables, pero que era preciso que el Gobernador Güemes que es- taba en Jujuy lo reforzase con 600 hombres de que podia muy bien ^disponer en el mo- mento, porque su fuerza consistía en solo 250: le insto para acelerar mi víage á Jujuy, y nombra at teniente Ximenez para que me acompañase: este oficial era excelente, lleno de calidades recomendables, merecía la con- fianza del coronel Arias, y tenia mucha po- pularidad en la división; él me dijo en el ca- mino los riesgos que yo había corrido, y des- pués me lo escribió el coronel Arias: los relega- ré al silencio, y me bastará la ligera mención que he hecho para que se sepa cuanto espu- se mí vida por no dejar de ser patriota. Al ponerse ü\ sol de este día memorable, que ha dejado en mi corazón emoeiones dulces y tan —43— duraderas como mi existencia, ya me había presentado al Gobernador de Salta, al general Güernes, después de haber recorrido la distan- cia de 21 legiiasque hay desde Tilcara á Jujuy, no sin peligros eminentes.—Pero volveremos por un momento al punto de partida, porque es también interesante saber lo que allí pasó después de mi salida. Olañcta luego que regresaron mis perse- guidores sin la presa que él tatito anhelaba. Pu- so en eslreeha incomunicación y suspendió del empleo al capit; n Placencia; formó su división, la proclamó, y dijo en alta voz, que los ameri- canos que no sirviesen contentos bajo las ban- deras del i\ey saliesen al frente, que él les per- mitirla que siguiesen mi ejemplo. Es fácil oompreheuder que no hubo uno solo que aban- danase la linea en que se hallaba formado, aun- q«Mi muchos lo habrían hecho con gusto.—Ola- ñeta conoció lo critico de su posición, y todas las consecuencias funestas á que quedaba ex- puesto, pues calculó muy acertadamente. que yo sabría sacar todo el partido posible; asi es que inmediatamente despachó un chasque á Tupiza pidiendo refuerzo y municiones; y efec- tivamente el gefe de estado mayor Valdcz sepresentó en Tilcara con municiones, el escua- drón de Husares de Fernando VII, y medio batallón ligero de Gerona, que forzaron sus marchas para llegar cuanto antes, y librar á Olañeta de un riesgo eminente; pero muy tár- ele habría Uegidoel socorro de Expaña, á no haberme visto frustrado en mía mas lisongeras y bien fundadas esperanzas. Mi primer diligencia luego que me pre- senté al general Güemes, fué comunicarle el estado de la división de Olañeta, y el plan que yo había concebido, ofreciéndome para dirigir la ejecución á las inmediatas órde- nes del coronel Arias; el que me reforzó en mis instancias oficiando al general Güemes por mi conducto, y al mismo intento; pero nada conseguí: el general Güemes no pudiendo desentenderse de la evidencia de las cosas, me opuso por toda razón que yo estaba muy comprometido, y que si me hacían prisione- ro me descuartizarían: insté cuanto mi po- sición singular me lo permitía, y me vi por último obligado a ceder por no ser importu- nó; y pdrqüe el general Güemes rne hizo en- tender que él marcharía en persona sin pérdida de tiempo con la fuerza que se le pedia, mas —45— la que pudiese reunir sobre el número indir eado, para- concluir con la vanguardia es- pañola: me hizo marchar a Salta, y nadie incomodó á Olañeta y su gente. Asi se perdió una brillante oportunidad; y yo la gloria de iniciar mi carrera públi- ca al unirme á mi país, rindiendo un ser- vicio tan distinguido. El Sr. Gobernador ac- tual de Salta, como uno de los mas activos campeones de la guerra de la Independen- cia que se sostuvo en aquellas provincias con- tra los españoles, debe recordar, ó a lo me- nos haber oído mencionar cuanto he referi- do: no debe haber olvidado ciertamente la situación difícil en que se halló Olañeta. Y en el caso del Sr. Gobernador La-Torre, de- ben existir muchísimos ciudadanos de los que entonces se hallaban en Salta yJujuy, á quienes interpelo en nombre de la verdad y de la justicia.—El coronel Arias pagó el tributo á la naturaleza: y si yó hubiera en- tonces tenido bastante previsión para calcular que podia verme algún día expuesto a los injustos ataques de enemigos obscuros, por lo mismo que se presentan enmascarados, rne encontraría habilitado para reforzar este pa-—46— saga con documentos justificativos; y en el mismo caso, y por razones idénticas, me hallo con respecto a otros muchos que he referido en el curso de este escrito. Sin embargo, he citado en mis narraciones á ios muertos y á los vivos; y para estos últimos que sirva tam- bién I* interpelación á los sáltenos y jujeños. Me detuve en Salta muy pocos dias, y continué mi viage hasta el Tucuman, donde fui recibido cotí la mayor distinción por el ilus- tre «general Belgrano, que me hospedó en su casa de la Cindadela, y me colmó de favores el tiempo que tuve el honor de acompañarlo, que seguramente fué uno de los mas felices y agra- dables de mi vida. Durante mi mansión en Tucuman, el general Bdgrano me preguntó un día que plan había yo formado para lo su- cesivo, y si pensaba continuar sirviendo como militar: le contesté que no tenia otra fortuita qne mi profesión, que me habin educado ex- clusivamente para egercerla desde mi mas tier- na edad; y qué siendo nú inclinación y deseo ofrecer mis servicios al pais en que había naci- do, y en el que era. absolutamente desconocido, me proponía primero visitar mi familia, que estaba entonces en Montevideo, y de la que 47— me hallaba separado después de catorce anos: que esta visita seria corta, y que regresaría á Buenos Aires, lugar de mi nacimiento, con la intención de pedir al gobierno tuviese á bien destinarme al Egercito de los Andes que man- daba el general San-Martín, pues calculaba que llegaría á tiempo de tomar parte en los primeros encuentros que- tuviese cou la división del general Osorio, que á la sazón no habia aun salido de Lima; y que para lien var al cabo esta resolución esperaba que S. B. se dignase interponer su influjo coa. el' Go- bierno supiemo para que luego que regresase de Montevideo me destinase á aquel ejército, previa solicitud mia. El general aprobó mis miras, pero tuvo la bondad de instarme tanto para que en lugar de servir en e| ejército de los Andes, solicitase pasar al qiro él mandaba, que yo no pude resistir al honor que me ha- cia manifestándome muy de antemano la espe- ranza qne tenia de que mis servicios serian tan importantes en ei ejército del Perú, corno en el que mandaba el distinguido General San Martín. Me hizo ver que ya fuese qué este triunfase de los enemigos, ó qire por eé «un,. Erario fuese vencido, m cualquiera die ios do*—48— casos, el de su mando se vería precisado» abrir la campaña: en el primero, por que él debería necesariamente marchar sobre las fuerzas de La-Serna: y en el segundo/porque era muy na- tural que este viniese á buscarlo. Asi pues, convine con el general Belgrano que escribi- ría al Gobierno para que me concediese pasar á Montevideo á conocer a una madre viuda> y que habia hecho el sacrificio de desprender- me de su lado para establecer mi carrera; y al resto de la familia. tíl 19 de Enero de 1818 me despedí del general Belgrano, lleno de sui bondades y pe- netrado de admiración por las relevantes vir- tudes republicanas que lo adornaban, y que han hecho inmortal su nombre en el Templo de la Gloria; y llegué á esta capital el 2 de Febrero siguiente. El Gobierno Supremo tuvo a bien conferirme el empleo de Sargento Mayor de artillería, con el grado de Teniente Coronel, del mismo que habia presentado yo mi despacho Keal al Sr. Ministro de la Guerra, General D. Matías de Irígoyen. Apesar de las recomendaciones de una persona tan respetable, no pude por lo pronto obtener la licencia que tanto deseaba; porque —49— generalmente era un misterio mi venida del ejército real, donde s© sabia que habia yo ocupado un puesto distinguido. El Gobierno sin embargo se dignó hacerme entender en diferentes ocasiones, que estaba penetrado de mis sentimientos patrióticos, y de los sacrifi- cios que ios coafirmaban; pero que se veía en la necesidad de contemporizar con la opinión pública que dudaba algún tanto de la sin- ceridad de aquellos, en razón de verme tan joven, y abandonando ventajas reales; mu- cho mas cuando había pocos ejemplos de ofi- ciales de mi graduación, y demás circuns- tancias que he indicado, que hubiesen aban- donado hasta entonces las banderas españolas. Como era natural yo no podía conformarme con alejarme de mi familia sin haberla an- tes conocido, y asi esperé rrtrjor oportunidad Esta se presentó con la noticia de ¡la memo- rable batalla de Maipú que llegó aquí el de Abril: el gobierno dispensó gracias, y. yo obtuve la de embarcarme para Montevideo ©1 2 dé Mayo, llevando un mes.de licencia. Poro éstube dos meses porque el mal tiempo, y otros motivos de familia, .no me ^permi- tieron regresar al espirar el plazo señalado 7 "—50— él 6 de Julio ya me habia presentado al Go- bierno; y tuve el disgusto de saber que mí demora habia dado lugar á que se fraguasen algunas especies qué ponían en duda mis bue- nas intenciones, hasta el punto de suponerse qué yo habia venido comisionado por Serna para explorar el estado de cosas del país, y comunicar cuanto adquiriese al embajador es- pañol residente en la corte del Janeiro/ á -c'onde yo debia también dirigirme. Mi vuel- ta de Montevideo disipó estas suposiciones gra- tuitas desnudas de fundamento y datos; pero que tanto me perjudicaban en un tiempo en que yo era aquí nuevo y sin relaciones. El gobierno se dignó asegurarme por segunda vez, que estaba satisfecho de mi conducta; que las especies que habían corrido, no debían sorprenderme; y que no solo no las había abrí- gado, pero que hasta las clasificaba de vul- gares. - No perdí momentos, y me preparé para cumplir con el compromiso que contrage con él general Belgrano, y al efecto solicité del gobierno' supremo me destinase al ejército au- xiliar del Perú: obtuve efectivamente la or- den y me dispuse á marchar: esto dependía —51— del cobro de algunos sueldos que se me de- bían anticipar para habilitarme; y en tal es- tado fui llamado por el coronel D. Manuel Guillermo Pintos, (en el día general y pre- sidente de la undécima legislatura:) este se- ñor me manifestó, que siendo de un gran tamaño los compromisos que yo había con- traído de resultas de mí venida, él creía que me exponia en sumo grado pasando á servir al ejército de Tucuman, porque si tenia la desgracia de caer prisionero de los españo- les mi sentencia estaba ya firmada; y que asi era necesario que suspendiese mi víage, porque ademas el tenia una razón muy po- derosa para impedirlo, tal era la de que de- bía quedar vacante el empleo de gefe de escuela de artillería, porque el teniente co- ronel D. Manuel Santos Herrera que hasta entonces lo habia servido, estaba nombrado para pasar al ejército de los Andes; y que él (el Sr. Pintos) se habia fijado en mi para que lo desempeñase; que en una palabra ne- cesitaba de un oficial de instrucción para la comisión indicada, .que yo era capaz de de- sempeñarla con acierto; y que por lo tanto pensaba dirigirse al gobierno para que se tfm—52— confiriese, y no tuviese lugar mi viage al ejér- cito. Después de dar las gracias al Sr. co- ronel Pintos por la opinión que de mi tenia sin merecerlo; le hice presente que yo había contraído tía solemne compromiso con el Si*, general Belgrano: compromiso que estaba en perfecta armonía con mi natural inclinación; que en virtud de él no me era honroso de- sistir de ir al ejército, lo que por otro lado yo deseaba ardientemente; que el general Bel- grano podría tal vez creer si me quedaba Buenos Aires, que yo había dado pasos al intento, y que en consecuencia estaba r#- suelto u marchar en el momento eri que se me diesen los auxilios que se me habían prometido; a no ser que el gobierno me orde- nase lo contrario, en cayo caso me resigna- ría, y obedeceria aquella superior disposi- ción; y que si tal sucedía me lisongeaba an* ticipadam-ciríe que el Sr. coronel se dignai- ria contribuir por su parte á justificarme ante S. E. el Sr. general Belgrano. En fin, él coronel Pintos me hizo el honor de dirigirse til gobierno encomiando mis aptitudes, y so- licitando lo mismo que me había indicado: el gobierno tuvo á bien acceder k su pro- puesta ; y yo me vi forzado a no satisfa- cer mis mas ardientes deseos,—el de pe- lear contra los enemigos de la Independen- cia; porque después me vi envuelto en los tras- tornos políticos que imposibilitaron la realiza- ción de mis designios. El Sr. Coronel Pintos me previno le presentase un pequeño tratado de los asuntos mas importantes y necesarios para la instrucción de loa oficiales y sargentos del cuerpo de artillería de su mando; y des- pués de un trabajo de dos meses empleados en organizarlo, tuve la satisfacción de cumplir sus órdenes poniéndolo en sus manos. He tenido la felicidad de conservar des- pués de un tiempo tan remoto, y de mis fre- cuentes pérdidas de equipage en distintas épo- cas, cinco carias autógrafas del inmortal Boj- grano que siempre me honró con su corres- pondencia; y un oficio del Sr. General Pinto: estas piezas arrojan la luz bastante para cono- cer la veracidad de mi exposición en los pasa- ges en que los cito; asi es que las he unido a este escrito; y en cnanto a los originales que- darán depositados en la Imprenta Republicana para todo el que quiera serciorarse de su autenticidad.P!u»icia al cielo que hubiera yo sido tau prolijo en un tiempo en que con menos años no alcanzé á preveer, por lo mismo que mi conciencia nada me argüía, que las tnas puras intenciones, y el patriotismo mas acrisolado, se habían de poner en duda por medio de especies siniestras y calumniosas, por lo mismo que son injustificables; mi tra- bajo seria ahora mas completo; sin embargo de que no por eso sospecho que mis conciu- dadanos dejarán de juzgarme del modo que creo merecer después de lo que he dicho; puesto que felizmente no todos los testigos que cito en la larga escena que he descripto se hallan en la mansión de los muertos. He concluido pues esta molesta tarea en la que mas de una vez he dejado la pluma, por la repugnancia que me causaba verme precisado á ser el autor y el personage; y pro- testo que si no me hubieran puesto mis enemi- gos en la necesidad de defenderme jamas la habría tomado; porque fuera de este caso co- nosco muy bien que hasta seria ridiculo pre- sentar ante el público sucesos de mi vida que muy poco pueden interesarle, aunque á mí mu- cho. Para evitar el fastidio me he ocupado lo —55— menos posible de aquellos que datan desde 1804 en que salí de Montevideo en las cuatro fra- gatas españolas que apresaron los ingleses; y en las que empezó & correr el riesgo dé los combates cuando tenia diez anos, hasta el año 1816 que me embarqué en Cádiz: en este es- pacio de tiempo, tuvo lugar la guerra de seis años que sostuvo la España contra la Francia/ y en la que estuve constantemente en campaña y en diferentes funciones de armas. Me he contraído con preferencia á la única época en que según el espíritu caustico de mis detrac- tores, no solo quieren hacerme aparecer pe- leando contra mi patria, sino ejecutándolo con la crueldad qu'é ha distinguido á sus im- placables enemigos: este periodo, comprende desde el 14 de Noviembre de 1816 en que rae incorporé al ejército real, hasta el 25 de Diciembre dé 1817 en que me separé de él para unirme al republicano. Desde cuya fecha hasta la presente he prestado algunos ligeros servicios que paso en silencio porque eri riada contribuyen á mi propósito,—el de desvanecer imposturas. Pero antes de finalizar haré un breve re- sumen de los cargos principales con que se me—DU- ba atacado; de mi justificación por las pruebas que arroja este estracto biográfico; y cerraré el todo con algunas observaciones que también podrán servir como pruebas comparativas, que nos ponga á todos en el lugar que nos corres- ponde. Cuatro son los cargos que se me han he- cho: 1. Que he servido en el egereito español. 2. Que he peleado contra la patria por muchos amo» después de su gloriosa revolución. 3. Que mandé remachar grillos i un individuo que tuvo la desgracia de caer prisionero peleando en las filas de ta patria. 4. Que fué necesario que se me sobornase para que abandonase las banderas, del tirano, Contesto: Al i.*? Es oferto que me hallé en el ejército español; .pero de esto no puede resultarme un cargo, desde que cree haber probado que lejos de incorporarme á él con miras hostiles hacia mi país, fue un medio de que me valí para facilitar mi reunión á la causa do la Independencia, y trabajar por la destrucción del ejército realista.—Que mi presencia alji, no solo no produjo males en ningún sentid^ «1 sistema americano, antes —57— bien mejoró la condición de algunos desgra- ciados prisioneros; y sirvió para hacer algunos prosélitos a la República.—Por último, que, como una consecuencia de mi presencia en el ejército español, la vanguardia al mando de Olañeta estuvo á punto de ser destruida. Al 2. 9—Que jamas he peleado contra mis compatriotas; y esto se justificará provo- cando á que se me pruebe lo contrario, donde y cuando.—La última batalla que se dió en el Altó Peiú fué la de Si pe si pe en Noviem- bre de 1815, cuando yo me hallaba en Cádiz: las que después han tenido lugar fueron en tiempo del ilustre libertador Bolívar; y enton- ces yo ya servia á la República. En cuanto al tiempo de mi permanencia en el ejército realista, si se tienen presente las fechas, se vendrá fácilmente en conocimiento, que no pasó de un año y un mes; y las causas por- que se prolongó tanto, están también espli- cadas. Asi como lo está igualmente, que de aquellos trece meses, son solo dos y medio.los que estuve en campana pero sin hostilizar. Al 3.°—¿Quien es ese individuo á quien se supone mandé remachar los grillos? ¿En donde fue la escena, y cuando? Si el autor de esta especie calumniosa deja el dis» 8—58— fraa degradante del anónimo, cuando se em- plea en ofensas de esta especie, desde ahora me comprometo solemnemente á provocar un juicio, seguro de que en él quedará con- fundido el impostor. Y advierto a todos mis conciudadanos que jamas he estado en Lima, pues desde Arica, donde desembarqué, he venido hasta Buenos Aires sin desviarme del camino de postas; y que no me he ha- llado, volveré á repetir, en la batalla de Sipe- sipe, puesto que, como he provado suficiente- mente, estaba yo en Europa el dia en que se dió. Al. 4.°—Que la aserción calumniosa, y altamente ofensiva del soborno es tan falsa como Iks que acabo de desmentir, y voy á probarlo.—Si hubiera mediado tal soborno, no era posible que el entonces, gefe del es- tado general D. Juan Martin Pueyrredon, sus ministros los Señores D. Gregorio Tagle de Gobierno y Relaciones Exteriores, y general D. Matías Irigoyen (12) de Guerra y Ma- rina; general en gefe del ejército auxiliar del (13) Este señor podra también certificar en caso oe- : cetario, si antes que jo me embarcase en Cádiz para venir á America, tenia ó na noticia oficial de mis sentimiento* pa- —59— Perú D. Manuel Belgrano, y gefe del JüJ. M. del mismo general D. Francisco de la Cruz, no hubieran tenido conocimiento de un hecho semejante; y yo los juterpelo & nom- bre de la patria, y de su honor y concien- cia, para que contesten al que quiera tomarse la molestia de preguntarles, si tal soborno ha existido; ya sea obrando dichos señores direc- tamente en el asunto, ó bien por conocimiento oficial ó privado.—A no ser que el soborno, fuese de parte de los ge fes españoles para concluir con la división de Olañeta.—En fin tanto para el esclarecimiento del cargo á que contesto, como de los dos inmediatamente an- teriores, invito al enemigo ó enemigos enca- potados á que den su nombre y apellido en cualesquiera de los periódicos de esta capitaj, 6 en el tribunal competente por via de acu- sación.—Con respecto al primero no es ea realidad un carga, y sobre esto apelo al cri- terio de tos, hombres sensatos ó imparciales de todos los partidos. . Entro ya'a tratar de las observaciones que* precedentemente he ofrecido hacer, ycoucluiré. El mérito relevante que con t ra ge re n los autores de nuestra gloriosa revolución, es, in- dudablemente, el mayor que puede ofrecerse—60— en la historia de todos los pueblos y edades; porque es el rasgo mas sublime de valor y patriotismo, el afrontar los riesgos que se cor- ren al obrar un trastorno semejante por las vías de hecho en la forma de gobierno; y mucho mas cuando se tiene previamente que sacudir el yugo doblemente pesado del re- gimen colonial. Esta es una verdad tan evi- dente que hasta seria escusudo hacer men- ción de ella, sino fuese necesario al fin que me he propuesto empezar por el lado mas prominente. Nuestros contemporáneos y la posteridad aun mas imparcial, colocarán á aquellos heroicos y esforzados argentinos en un lugar distinguido en el templo de la in- mortalidad; y sus nombres pertenecen ya á la historia. Pero todos los que tubieron parte en la lucha que se empeñó á consecuencia de aquel primer paso; y en los esfuerzos que se han hecho y continúan haciéndose por cons- tituir nuestro pais, no pueden á la verdad jactarse de haber iniciado los dos objetos pri- mordiales que aquellos esclarecidos patriotas tubieron en vista al empezar su gloriosa car- rera,—la independencia, y la libertad. Por lo demás, nuestro pais no puede ofre- cer un» excepción á lo oue M* ?-»—»*~t!o ' — —61— revoluciones políticas de todos los países del globo, la gerarquia del patriotismo. Ella se compone: 1. ° —De los autoret de la revolueion. 4. « — " Luí que la segundaron incorporándote á aqveltus. 3. o — " Los que volaron S la patria cuando, estando fuera de ella, oyeron el primer grito. 4. o — " L 'S que estaban en la infancia, y pubertad. g, o_ << Los que aun no habían nacido. g. o_« ¿oí que al principio quisieron resistirla, y por no poder opon erse al torrente de la opi- nión se incorporaron. 7, o_«« Los que tardaron uno, dos, tres,y mas años en incorporarte; y fueron hasta entonces con- siderados como enemigos de la causa. g. o_'* Los que hallándose fuera de la patria retar- daron su incorporación. «_« Los que emigraron para hostilizarla, y vol- vieron después para abjurar. JO. _« Los que emigraron para hostilizarla, volóte* ron y no abjuraron. llt _« Lo* que no emigraron 5 pesar de ser opues- tos, y continuaron siéndolo. 12. _« Los refractarios. El público sabrá juzgar, si en nuestro país existen ciudadanos, con cargos públicos 6 sin ellos, comprendidos en la gerarquia que se acaba de bosquejar. Por lo que á mi .toca,cualquiera, que sea la que se me asigne, desde ahora aseguro del modo mus solemne y posi- tivo, que mi pluma ni se ocupará de tal inves- tigación, ni se manchará jamas con ataques influíanles, que dpgradan mas al agresor que á la perdona á quien se pretende ofender; el tiempo dirá si yo soy perjuro. Mi ánimo ha sido tan solo, que cada uno ocupe el lugar que merece: yo también tengo el mió, y la sociedad rne lo designará como á todos. Esto me ba«ta. He concluido el estraeto d*> mi biografía desde el año de 180*, en que me embarqué para España hasta el de 1817, en que me incorporé á la cama republicana: será cierta- mente, cansada, f ia, insignificante; tanto me- jor para mi, porque si hubiera sido hazañosa en América rne habHa tal vez visto precisado á presentarme batiéndome contra su gran causa, lo que por fortuna jamas me ha sucedido; pero es franca, ingenua, llena de verdad, y no he omitido ni aun aquellos hechos que, en el concepto de algunos, den lugar á de- ducciones siniestras: no habiéndolos ocultado será mas" fácil juzgarme; y si se puede ha- cer alguna interpretación que me perjudique, al menos tendré el consuelo que después qua —63— me he incorporado á la causa de los libres no he si lo refractario; y esto es lo que verda- deramente importa.—Los hombres de bien fa- llaran. Entretanto espero que para que la senten- cia se aplique con conocimiento de causa, me será permitid » decir en mi conciencia es- toy firmemente persuadido,'qíie si alguna vez he dado una prueba 'inequívoca de patriotismo fué, cuándo'por un movimiento espontaneo de mi corazón me separé de las filas española*, abandonando uná lucida carrera ya estableci- d;i; relaciones brillantes; una renta valiosa; y también contrariando, tal vez, las fundadas es- peranzas' de mía 'familia' respetable y querida1 que me citaba con orgullo al verme tan eleva- do en uná ed id tan téindrana, y con motivos bastantes para prometerse una gran rapidez en mis ascensos. Cuándo abandoné amrg-os que estaban en puesta,' y entre los que era yo alta- inélite estibado, ^ara venir i envolverme en los azares de' urta revolución de la que hasta ahorá he escapado1 'dé ser anonadado cómo por1 encanto; porque tal es rni historia después que me incorporé á la grau causa de América. Cuando recuerdo que desprendiéndome de cuanto 'poseía, que' no era poco en mi edad y—64— clase, monté á caballo con solo una pequeña y triste gurupa, y tuve en cuanto llegué á la ca- pital que pedir un auxilio al Gobierno. Cuan- do recuerdo vuelvo a repetir, que vine á empe- zar vida nueva perdiendo todo el fruto de mis pasados desvelos y fatigas; a emprender una tarea que podia serme fatal, dejando lo cierto por lo dudoso; inutilizando todos mis servicios en la carrera, y hasta materialmente despeda- zando condecoraciones que habia ganado en los campos de batalla, sin dejar ni la memoria escrita que comprobase los trabajos marciales que siempre honran aun cuando el teatro y el objeto hayan sido extrangeros; y con mas razón cuando no han perjudicado el suelo patrio. Si alguno sabe algo mas que yo haya omitido en esta difusa pero esacta narración, y que pueda perjudicar a mi objeto, ó des- mentir los hechos que he citado: que lo diga francamente, pero bajo su firma; porque no es propio de caballeros, atacar baja y trai- doramente por medio de la arma vil del anó- nimo, con calumnias groseras tan fáciles de desmentir. -r il» 1,11 ¿,-111 iJ|j Jj,J •>J|,i|:j ¿Toma* efe xfírtarée. Buenos Aires 1.° de Julio de 1833. CARTA NUM. I. Mi amigo. Nada he hecho que no haya sido efecto de un movimiento espoiitiuieo de mi corazón hacia V. sin otra causa que la de ser un americano que ha pos- puesto todas sus ventijus por la patri.i; puede V. estar cierto de que me hallará siempre el mismo. A S. E. le digo que me alegraré se le destine S V. aqui, si lo solicitare, f melado i n que ya tiene V. un conocimiento del territorio, y me podra ser útil: serí de mu. ha complacencia á cuantos le conocemos lograr su. compañía en la empresa, y trabajas que nos quedan. Quiera V. persuadirse del sincero afecto que le profeso, y disponga de la voluntad con que me digo su MANI) EL BELGRANO. Tucuman 18 de Febrero de 1818. Sr. D. Tomas de Iriarte NUM. IL Mi amigo. Le doy á V. la enhorabuena, y celebro mu lio que el Supremo Gobierno hiya atendido á V. como merece; pues el grado de teniente coronel equivale entre nosotros, á lo que en el orden de grados de la milicia española era el de brigadier, siendo este el último que tenemos como V. sabe. Si Anaya corresponde, se habrá hecho mucho ¿pero no concibe Y. que los liberales son tan enemigos núes-ttos como los serviles? Én fin, veremos s! el talento, y buena razón pueden mas que las pocas preocupaciones espa» polas. Rafael Echénique ha llegarlo: él habrá escrito á V. los pormenores con motivo de su viage, y aunque hubie- ran ido mil caballos blancos, ó tordillos el compañero no se habría venido; porque lo pusieron incomunicado, le suspendieron del empleo, y causaron: buen amigo se ha echado Olañetn. Acelero V. sus placeres y contentos de familia, y vendase al seno de la amistad que le profesa su MANUEL BELGRANO, Tucuman G de Marzo de 1818. Sr. D. Tomas de Iriarte. NUM. III. Mi querido Iriarte: todos estamos expuestos á chascos fomejantes: V. ha visto el que poco ha me dio el cusqueño Figueroa que se presentó a Serna, y el que me dio un D. Pedro que entregS la artillería á Seoane; ambos sou ameri- canos ¿y quiere V. que extrañe la conducta de an Anaya? Riase V., y tranquilícese que eso no es capaz de hacerme variar del concepto que tengo de Y. cuyo nacimiento, fami- lia, y educación conozco. Soy siempre de V. MANUEL BELGRANO, Tucuman 2 de Abril de 1816. 'vi'.•>!<-!cnt '<■> •:>» • •: . * .;u •h" i'íí--¿j *:¿ iJ * • • «■ ' - Sr. D. Toma» de Jriartc. NUM. IV. Mi querido Iriarte: si esta llega antea de la salida da V., y no tuviere lo que necesita, pídaselo á Súmalo, su tio, en mi nombre, que yo pagaré: ao se venga sin cuanto creyere preciso, compre libros, y traiga cuanto pueda serle útil a su carrera, yá distinguirse como lo desea su siempre. MANUEL BELGRANO. Tucuman 26 de Julio de 1818. Sr. D. Tomas de Iriarte. NUM. V, •■•in .iniil (ric/d •••2 29'itA COlrdLtj . ; .ifuL'ífT .í.fij'J » «rrttr¿4 rt .CI Mi amigo. Era excusado que V. me acompasase á su apreciable del 11 tanto documento: me alegro mucho de que le hayan destinado á V. en esa: todavía da tiempo nuestra mansión para que yo logre verlo en mi compañía, y entretanto se hará V. conocer de nuestrps paisanos, lo que juzgo muy conveniente. Ciea V. que soy siempre su afectísimo, MANUEL BELGRANO, Tucuman 25 de Setiembre de 1818. Sr. D. Tomas de Iriarte. NUM. VI. Con fecha 2 del corriente se me ha comunicado por el estado mayor general, lo que i continuación se expresa."En la representación que dirigió U. S. á este estado " miyor general, para que fuese elevada 3 manos de S. E, " referente, á que la marcha al ejercito del Perü, del sargen- M to mayor del regimiento de artillería D. Tomas Iriarte se " suspendiese por las justas razones que en ella se expresan* " se ha dignado decretar S. E. con fechi i. ° del corriente " lo que seguidamente inserto." •'Como lo pide" "Lo que tengo el honor de transcribir á U. S. de orden ** del gefe principal para su inteligencia y ñnes consiguientes, " con la prevención, que deberá U. S. recoger del citado *' oficial el supremo pasaporte que obtuvo para verificar su *' marcha, y remitirlo para su chancelamiento." Y lo comunico á Um. para su conocimiento y debido cumplimiento. Dios guarde á Umd. muchos años Buenos Ayres Se- tiembre 3 de 1818. MANUEL, PINTOS. Sr. Teniente Coronel graduado Sargento Mayor dtl cuerpo de artillería D. Tomas de Iriarte. FE DE ERRATAS. Pag. lin. ]0 justificar 8 12 18 13 16 SO SI 83 87 53 88 19 26 léase succesivos taraguara de Cora ujas " 27 paaa " 3 cien " 19 Habilitación " 13 hacia " 12 comboy " 6 ¡va " 86 Chacabuco " 86 ete leguas " 17 permitió M 86 serciorarse " última sentimientos pa r'. ■ ta fortijiz-ar. sucesivos. Cw aguara de Carangas, para ochenti rehabilitación acia convoy iba Maypú siete l'guas permitido cerciorarse, sentimientos pa- trióticos