REFUTACION A UNA ATROZ CALUMNIA HECHA CON DEMASIADA LIGEREZA A UIST GENERAL DE LA REPUBLICA ARGENTINA POR Mr. ALEJANDRO IT. EVERETT, MINISTRO PLENIPOTENCIARIO 1)1. LOS ESTADOS UNIDOS NORTE AMERICA EN LA CORTE DE E S P A N A. IMPRESA EN LA IMPRENTA DE LA INDEPENDENCIA. Año 1829-AV. SE3VOTS. ÁtL.^¿AKf$1&0 \\ ÍVV V/R.TVE.rTrT, 2VL\\V*s\ro Y*\erv\polervc\av\o de los Estados \3n\do* de ^Covtc América ew \a córte de Ylspafia.» «Xo es, señor, (ie Va. mansión de los muertos en (\«c V. me to\oca mas Y\a de tres aftos, en su carta confidencial de '¿O «le tnero de \S*26, pasada al duque de\ \nfantado, pviroer. ministro de S. ¿>\. C , que yo aparezco para turbar e\ reposo de V. "Es de en medio de ios vivas •, es de\ seno de mi patria, un qne disfruto \a tranquilidad c\ue da. ana conciencia feiv\ remordimientos, y la estimación de mis conciudadanos, que len^o noy eV desagrado de dirig.ii* a "V . esta carta, y documentos r\ue \a acompañan, en reclamación de \a atroz calumnia con que V. l\a ofendido á mi nombre. Una ofensa pública producida en un documento oficial ecsvje una satisfacción también pública. Xo tengo la confianza de creer, que V. se apresurará, á reparar el mal que me l\a \\ecno, manifestando en contestación a esta el origen de que "V. sac6 la noticia de t<' mi -venta á los agentes de S. M, C. , cuan- do ocupaba el puesto de director supremo de las Provincias Vinidas del Pvlo de la Plata/1 Yo creo que debo tener esta confianza, l\asta que haya motivos para, persuadirme, que V. produjo una falsedad en aquel documento con el maligno in- tento de l\crir mi reputación. He tomado medidas capaces de asegurarme, ci vie sera puesta en manos de "V. esta carta *, y confio t\uc reeiYiiré sv\ con. testación por e\ mismo conducto. Si asi no fuese - ye protesto cvue me valdré de todos ios aruitrio» cpie dan las leyes dé) país a. q»e V. pertenece, para perseguir a\ calumniador - y tantliicn de ios ep*e me permite usar e\ derecho natural contra el impostor de mi lionra. X\.s entretanto con consideración atento servidor de V. General de la "República Argentina. f J. MARTIN DE PUEIRREDOIV GtKEKAL PE I A RcplIBLlCA AROF.NTINA, DESMIENTE I.A IMPOSTURA COX QUE Mr. ALEJANDRO EVERETT, Ministro Plenipotenciario de los Est dos Unidos de America en la Corte de Espaüa, ka of-en- i! ido su reputacion en una nota pasada en 20 de f--nf.ro de 1 í»2íí al Duque del Infantado, Pkimek Secp.eta- jrio de Estado de S. M. C. Mr. A. H. Evcrctt. en cumplimiento «f ern una grosera calumnia ; una crasa impericia, diplomática; una falsedad tan clásica en sí, como impudente en el carácter oficial, que ocupaba ! No es, pues cstraño que el resultado de la nego- ciación del Sr. Kverett haya sido el que todos lian visto. Pero el señor ministro inc ha ofendido groseramente, imputando á mi nombre el crimen mas interne que: conoce la sociedad : y yo debo hacer ver, que ha mentido maliciosamente. 6 que. ha obrado con una ligereza, que hace poco honor al carácter elevado que representaba en la corte española: porque en documentos oficiales como el de este ministro, y refiriéndose á hechos, es reprobada la impostura; y nada se puede decir que r>o se tonga la seguridad de probar. He ofrecido hacer ver que Mr. Kverett ha mentido mal¡eVosr.menfe. 6 ha obrado con una ligereza impropia del carácter público que ejercía Mas. ¡ cómo persuadirme que el enviado de una nación amiga haya sido capaz de infamar mi nombre gratuitamente y con el solo intento de ofen- derme ! No hay hombre tan perverso sobre la tierra, que obre el mal pin a1 . interés á su favor; y no es posible que Mr. E ve retí haya tenido alguno cuantío es esta la vez primera que yo he oido «u nombre. No: él no ha mentido, aunque ha dicho una falsedad enorme. Yo de>>o ser mas caritativo con él, que ha sido « I veraz y justo conmigo. Pero no puede negarse, que ha obrado con una. ligereza criminal en su carácter público-, presentando como ciertos hechos desnudo!- de toda sombra de verdad, » npovndos en informes mentidos. Tal es «1 concepto menos desfavorable que me es permitido formar del ministro en cuestión. Me resta ahora averiguar deque origen corrompido pudo sacar la noticia de mi infidelidad. No ha sido, sin duda, del seno de la República Argentina, porque nunca hubo dentro de ella quien se atreviese, ni aun á concebir sospechas de mi fidelidad. Lo digo con vanagloria u la presencia de mi gobierno y de mis compatriota';. Podrá ser que me hayan faltado luces para desem- peñar á satisfacción de todos los distintos cargos honoríficos y difíciles, que he obtenido desde la instalación del gobierno patrio: pero siempre me ha sobrado fuego y decisión por la libertad y la independencia de mi pa':s. Tampoco ha podido ser por instrucciones recibidas de su gobierno: porque este mas circunspecto y mas zeloso de su crédito no habría aven- turado la publicación de un hecho, cuya falsedad produgese su humilla- ción. Ademas, es por el tiempo que yo ejercia el poder supremo de la. República, que llegó á estas riveras ur.a comisión diplomática mandada por el presidente de los Estados Unidos con el objeto de imponerse del estado de órden interior, fuerza y arbitrios de Jos nuevos gobiernos. Esu* comisión era compuesta dé «res persona" respetables, entre las que ocu- paba e! primer lugar el Sr. Rodnev. enviado después en calidad de mi- iii-tro cerca de nuestro gobierno. Con h mas candorosa bue a fé, y cor» aquel -sentimiento de Cordialidad que inspira un amie;o, de cuyo interés no puede dudarse, mandé que los comisionados fuesen instruidos por lo* gefes de los respectivos departamentos, de cuanto l~s interesase saber eñ nuestra situación interior. Léanse las memorias que e-tos comisionado» presentaron al presidente de fu lío-pública al retorno de sti comisión, y que fueron publicadas por las prensas de N. A. ; y será preciso convenir éri que Mr. Kverett no pudo recibir de su gobierno la noticia de mi venta ú los agente» de su S. M. fS. Ks visto qire el ministro N. Americano no pudo sacar de la Repúblicíft Argentina la noticia que lo puso en el caso de ser impostor y ridículo , y> m.is que verosímil que tampoco la hubo de las relaciones do su gobierno. Í l>e donde, pues, ha podido "sfe hombre sacar la especie extravagante de rió venta á. los agentes españoles, «le mi arrepentimiento, de mi deses- peración, y de mi muerte obscura ? Mientras él no lo dice, como yo le* espero, si es que tiene honor y delicadeza, me será permitido entrar en la obscuridad de los congeturap, y fijarme en probabilidades, tal vez en- gañosas, pero las únicas que so presentan ron alguna apariencia de verdad. A" fines del año 1816, hallándome encargado del mando de •* lícpú- blica me vi precisado á espulsar de ella á ii:.oí pocos hombres, qn>' ponían en conflicto la quietud y el orden interior con las continúala maquinaciones de su génio díscolo y perturbador; habiéndome puesto antes de acuerdo Con vina comisión, que el congreso nombré de su seno, para imponerse de la» causas que me impulsaban á esta medida. Fué precisamente la América del Norte el lugar á que fueron todos ellos á asilarse: y es racional creer, .n una vorosimiiitud capaz de inclinar el juicio mas detenido y circunspecto. Eos que han co- nocido las personas, á que me refiero, darán mas importancia á esta presun- ción; y solo ella ha podido indicar me el origen, de donde el señor Everelt ewtrajo las falsas noticias, que produjo diez años después sin ecsamen, sin criterio, y con una ligereza inconcebible. Yo puedo admitir sin violencia esta presunción relativamente á 1de la España. LaTounion ^le la América era elob- jeto -de sus.grandes cuidados. Mi salida de Madrid sin conocimiento de los nuevos gobernantes les había descubierto, que mis ideas no se acordaban • con en sistema; y resolvieron trastornailaB, cualesquiera que fuesen. El carác- ter de representante de uno de los primeros pueblos de América, con que me hallaba, debió inquietarlos : de aquí la orden para mi restitución á la «'órte. .Nada de cato podía ocultárseme: y en tan-estrecho apuro preferí el bien de mi país á mi propia seguridad. Vo pude, á la verdad, sustraerme fe la vio- lencia que se me hacía, fugando de la plaza fe la eseuadra inglesa, que blo- queaba aquel puerto: pero esto -habria descubierto premalurament mis in- tentos. Proferí pues, -como lo hiz.e, mandar á. Inglaterra emisarios de- mí confianza, (a) para que impusiesen al ministerio británico de la situación de España, le asegurasen que la América Meridional no se sujetaría á la dinas- tía de .Napoleón ; y pidiesen un buque .para trasladarse sin pérdida de tiempo fe -Buenos Vires, fe -fin de prevenir A sus habitantes contra las intrigas de una uaciorv, que amenazaba á todo el globo con su insaciable ambición. (a) Don Jo*£ Afólete*, cadete de la compañía americana de lo? guardias de Corps. v don Manuel Piulo negociante de üit oos Aires, que habían dejado & Madrid coa el mismo proposito W« yo. 2 El ministro ingles oyó á mis comisionados, y Ies ofreció todos los aucsilío* que fuesen necesarios á su intento. La noticia de los movimientos de algu- nas provincias de España contra las armas francesas debió obligar á mis rU. misionados á suspender sus gestiones; y en efecto, regresaron á España para darme cuenta del resultado. A virtud de lá orden que me habia sido comunicada por el gobernador üe Cádiz, regresé yo á Madrid en los primeros dias del mes de junio. Fit¡ inmediatamente Mamado por el embajador francés, Mr. Laffbre, principal agente y director de nquclla artificiosa maniobra. Desaprobó mi salida de la corte: me hizo ofertas lisongeras para mi ciudad: y me previno, que me dispusiese para ir al congreso de Bayona. Yo satisfice á lo primero con la moderación propia del momento: pero me escusé del viage á Bayona, es- poniendo no estar autorizado por mi poderdante. Todo me fué allanado, diciendo que el gobierno me daría las facultades y demás necesario. Apenas se habian pasado oclio dias, de inquietud y sobresalto para mi por el prudente temor de que mis gestiones con el ministerio ingles llega- sen a noticia de los usurpadores, cuando empezaron a. sentirse en la corte los primeros rumores del movimiento de los pueblos contra los ejércitos franceses'. La pena capital impuesta entonces a, todo oficial, que fuese sorprehendido pagándose de Madrid á las provincias, no fue bastante a.con- tenerme: y, despreciando el riesgo, mayor en mi por la doble calidad de ser representante de 'una capital do América, y por la circunstancia de haber sido llamado particularmente, salí segunda vez burlando su vigilancia. La revolución de IQspnHil no presentaba mas que los esfuerzos de la de- sesperación en los sacudimientos de la agonía: y[en verdad que tu resultado no habría sido el que se vió, si sucesos de otro orden no la hubiesen favo- recido. Esa misma revolución y el desorden, en que estaba envuelta la nación Española, favorecían poderosamente mis intentos : y, guiado úni- camente de ellos, llegué segunda vez á Cádiz con un viage interrumpido y difícil, por evitar las divisiones francesas, que ocupaban la Castilla, la Mancha, y parte de las Andalucías, puntos precisos á. mi tránsito. A mi llegada á aquel puerto supe la procsima salida de un buque para Buenos—Aires; y por él dirigí las comunicaciones que se encuentran con los núms. 1 y '2z algunos dias después realizé en efecto mi embarque para el Rio de la t'lata. El desorden de la España había motivado el de algunos puntos de América. La opinión de las autoridades del virreinato de Buenos—Aires estaba dividida, y habia producido actos ruidosos, (b) El gobernador de Montevideo había ..egado obediencia al Virrey, y habia establecido una junta á. imitación de las de España. i -fc-i de primero de Cuero de 18U9 entre el Virrey Lmier.t y la JUuuicifmJU de Mayo -anterior. Que calculo mi regocijo el que sea capaz de figurarse lo amargo de -mi» fatigas y anhelo* anteriores a. éste acoiitccimienfo. Pocos días pude detenerme tái la capí' porque fin' inmediatamente provisto de gobernador *Ie la provincia de Cor- ilova: sacado de allí para la -presidencia de Charcas: nombrado general en jefe del ejército del Perú después de la jornada desgraciada de Sipesípe : y trasladado de aquel destino al poder ejecutivo á. principios.«leí año 1813 La exposición que acabo de hacer, no tiene á la verdad relación alguna directa con la acusación de M.r Everett: pero yo he creído necesa- rio hacerla, para manifestar el carácter consecuente de -mis ideas y de mis operaciones á favor de la independencia de mi pais. Alas, como es con referencia al tiempo de mi mando en el <1 i recto rio «supremo que el Sr. Everc ti me supone la venta « los agentes españoles, pasaré también una ligera re- vista de mis operaciones en aquel periodo-importante; para manifestarla inverosimilitud de la impostura, y la poca circunspección del -impostor. Los elementos que desde el año lííio habian obrado sucoesivainente nuestras desgracias, y detenido los progresos de una causa tan ilustre, pa- recieron conjurados todos a la vez;, para poner en el último conflicto nues- tra ecsistencia al concluir el año de Las pocasi fuerzas que había- mos sal vado del ejército del Perú, amenas-abru* disolverse. Las que se or- ganizaban en la provincia de Cuyo estaban mal seguras en su propio cam- po. Los enemigos, envanecidos con sus victorias, convidaban planes para envolvernos por todos los puntos de Ja República. El tesoro nacional se hallaba en la impotencia.de proveer a Ub-nece.-idadps mas urgentes. El es- píritu público de las provincias había perdi«lo de vista los peligros-comunea. La discordia se habia apoderado de todos los corazones desmoralizando los «sentimientos generosos y honrados. El valor ec malograba en destruirse mutuamente los ciudadanos de-una misma patria. X..a subordinación mi- litar estaba relajada. Ea calumnia hacia destrozos en la opinión de ios ciu- dadanos mas respetables. Ea capital del estado, que babia conservado cierta divinidad en los mas difíciles accesos, no parecía y.tisino el foco de las pasiones de todos los pueblos. I -a anarquia, en una palabra, habia puesto al estado en una conflagración universal. Con todo; -cuando se creia que nuestros «,r iffictos no pudieran aumentarse, aparecieron sobre las fronteras de.la Banda Septentrional del Rio de la Plata las tropas por- tuguesas, para aprovecharse de nuestras discordias. Nuevo peligro, y nuevo campo para sembrar desconfianzas, y para -.que los odios llevasen, sos venganzas personales hasta hacer sospechosa ta lealtad. No e* faeil trazar el cuadro perfecto de nuestras desventuras en aquel periodo des- graciado, ni enumerar los riesgos de que triunfó la constancia de los Ar- gentinos : pero, cria-¡rio parecían mas perdidas las esperanzas del remedio» entonces fue que empezaron a declinar nuestros mates. Acababa «le instalarse el congreso en Tucuman, de quien esperaban los pueblos su salud. Los «lestinados a. ser legisladores de la patria, y a fijar su destino con la sabiduría ;le sus consejos, tuvieron que emplear mas de una vez" el valor, y arrostrar con ánimo intrépido los peligros, por no permitir, que fuese profanado el último asilo, que restaba á la patria en sus infortunios. En ota crisis fue que la Representación Soberana se dignó encargarme del honrólo, pero tcriblc destino, «le la dirección suprema del estado. Yo habia mandado otras veces, y habia probarlo demasiado las amarguras de estos cargos, para que no fuese considerada como un sa- crificio mi obediencia. Miembro entonces del cuerpo seberano estaba en el interior conociniicntode la enorme masa de males, que iba á gravitar so- bre mi: pero esos mismos males ejecutaron mi sumisión. Desde el seno del congreso partí con la investidura de gefe supremo a la provincia de Salta; y tube la fortuna de dejar concluidas las ruidosas diferencias, que habían ntinué hasta el ejército; ecsaminé su situación; reconocí las fortificaciones levan- tadas para protejer su debilidad: y dadas las órdenes convenientes, regresé á Tucuman, y tube la lisongera satisfacción de haber acelerado con mi in- fluencia la memorable ar ta de la declaración solemne "de nuestra indepen- dencia. Seguí mi marcha hasta la ciudad de Córdor. a, donde babia dispuesto «pie el general San Martin me esperase, para combinar los medios de res- catar á Chile del poder de los españoles. Ami llegada á la capital, | qué de pasiones ! ; Cuantos intereses opues- tos! Mi resolución estaba tomada: yo me apresuré á cumplir mis juramen- to-,. Anuncié á los pueblos que borraba de mi memoria todo lo pasado, y «■"«-' premiaría el mérito donde lo encontrase: jamas falté é mi promesa, ni jiimas me arrepentiré de ello. A este proceder y á las virtudes «le mis com- patriotas débí, que las autoridades sr> sostuviesen á despecho «le los innova- dores mas resueltos; «pje sirviesen reconciliados y gustosos los que antes se habían creído con «lerecho á ser mis enen. igos ; y, por decirlo breve: que la obediencia á los poderes legítimos y>el amor al orden fumasen el espíritu publico de las provincias, á cuyo destino tube la gloria de presidir por mas de tres años. El ejército del interior á cuyo frente coloqué al bü-ii acreditado gene- ral Belgrano, fue rápidamente reforzado ; consiguiéndose cu poco tiempo 3 - IO que la moral y la disciplina, qne se habían perdido en las desgracias, fue- sen completamente restablecida». Es bien sabido el estado de fuerza, or- den v subordinación á que llego. ruejos de desatender al ejército de Cuyo por la contracción que deman- daba el del Perú, marcharon de esta capital regimientos en su refuerzo ; se crearon con rapidez otros nuevos; fue provisto superabundantemerite de ar- mas, municiones, y caja militar; y se redoblaron los connatos para poner en planta la arrojada empresa de escalar los Andes. La feliz ejecución de rsta empresa dió á las naciones motivo de calcular la respetabilidad d..- nuestro poder; causó el espanto de los enemigos; engendró la gratitud de nuestros hermanos de Chile; y erigió á la patria uno de los mas brillantes monumentos de su fuerza y de su gloria. El ejército de la capital se organizó al mismo tiempo que el del inte- rior y el de los Andes: la fuerza de linease dobló: las milicias perfeccio- naron su disciplina: toda la esclavatura re formó eo batallones, que se doc- trinaban diariamente en ejercicios militares. La capital se puso en estado de no temer que un ejército de diez mil enemigos hiciese sozobrar su liber- tad ; y se lomaron medidos par;» el caso que el despecho de los peninsula- res quisiese doblar el número. Nue-tra marina se fomentó en todos los ramos.- se compraron y armaron nuevo* buques para la defensa de nuestras costas y ríos. Se un i formó 1a táctica militar; y se adelantó con las luces y la esperiencia, que adoptó dj las naciones guerreras. Se cubrieron de un armamento lucido las salas de armas. Se proveyeron los parques para sostener la lucha por muchos años. Se restableció el Estado Mayor General, para dar una dirección uniforme á los ejércitos, para fomentar todos los ramos de la milicia, y para arreglar su sistema económico. El sistema de rentas recibió las mejoras compatibles con nuestros co- nocimientos y con la urgencia de nur.-fras necesidades. Se estinguió la ma- yor parte de la deuda interior, única que reconocía el estado. Se alivió a los pueblos de algunos impuestos gravosos. Se restableció el antiguo cole- gio de San Carlos, llamado después déla Union del SuJ, para formar el co- razón de la juventud con el cultivo de las ciencias, y con la práctica délas virtudes morales y sociales. Por último, se sancionó y publicóla constitu- ción permanente del estado, obr.i digna de las luces y de la probidad del augusto cuerpo que la formó, y que fue aceptada y jurada coi» veneración y regocijo por los pueblos. Después de haber conducido á las provincias al estado floreciente qui acabo de espresar, y -Ice dimisión del alio cargo con que me habia hon- rado la confianza de mis compatriotas, por reiteradas renuncias ante el congreso, que fueron al fin admitidas en junio de 1819. II No e» mi intento ahora hacer ostentación de las ventajas que reportó el estado en los años que yo ejercí el poder supremo. Saben bien todos mis compatriotas, que la discordia y la anarquía despedazaban a las provincias; que ejércitos numerosos amenazaban por distintos puntos nuestra destruc- ción; que los nuestros estaban casi disueltos por rebezes anteriores; que la pobreza pública nosatligia; que no se encontraban elementos para nues- tra defensa; y que aun los mas animosos desconfiaban de todo remedio, cuatido el voto unánime del congreso nacional me encargó del mando supre- mo el 3 de mayo de 1810. No es menni constante que, al dejarlo el IO de junio de 1819, restituí el estado en un órden y armonia admirable: dos ejér- citos enemigos destruidos totalmente del otro lado de los Andes, y prisione- ros en nuestro poder hasta sus primeros generales : otro repulsado repetidas veces, y siempre bien escarmentado en las gargantas del Perú: un reino entero conquistado y restituido a nuestros bermanos de Chile : parques ri- camente abastecidos: arma» y municiones abundantes para muchos años r establecimientos literarios: cuarteles de elegancia y comodidad construi- dos para la guarnición de la capital : la deuda interior minorada extraordi- nariamente, sin haber contraído ninguna estenor : y en suma; yo devolví un estado con importancia interior, y con un crédito exterior, superior á to- do concepto. JMi objeto solo es, desmentir ja aleve calumnia, con que el s»'ñor Everett, contándome ya entre lo» muertos, ha injuriado mi uon.bre en su carta al ministro español, publicada en un periódico de esta capital; y es este objeío único el que me ha forzado á presentar en bosquejo el cuadro que formó el tiempo de mi administración, como un antecedente eficaz para des- mentir la impostura. Ocho meses habían corrido desde mi separación del directorio, cuando tubieron lugar los escandalosos sucesos del año 1820; de ese año en que se \ieron entronizados la impostura, la licencia y el vicio: año de desenfreno, de disolución y de ruina: 'o ese año para siempre funesto á la memoria de los amigos de la libertad. Yo habia sitio zeloso y constante defensor del ór- den; y debí temer los efectos del desorden, promovido y sostenido por esos mismos hombres, a quienes yo habia bocho sentir el peso de la autoridad. En aquella crisis violenta resolví ponerme fuera del alcanze de sus venganzas, como lo hicieron centenares de hombres respetables; y, para realizarlo bonorosametite, pasé al congreso la nota que aparece con el número 3, y que me fué contestada con el 4 y siguiente. ¿Si sera, de la historia de este periodo dtj desgracias y de descrédito para la República, que habrá tornado su origen la impostura del señor Everett? Mas ¿ cóu.o presumir que el ministro «*■ una nación americana12 no hayn, á lo uienoi leído los escritos del ¡lastre De Prat t^a) en que habló de Buenos Aires y de su gobierno en los años 1817 y 1818 con e! etifn- siasmo que le inspiró la notir i.i de nuestros gloriosos hechos, y de nuestra arreglada situación interior? Y, si Iryó eslos instrumentos, que favorecían tanto al intento de su carta y de su misión en España, ¿ cómo no dudó orrar absoluta- mente la mancha, que el señor Everett lia querido poner a, mi reputación, porque me consideré obligado á guaidar un secreto, que no era holo mió; y porque también se resistía mi delicadeza, á manifestar operaciones que siempre ofenden la circunspección de Jos gobiernos, cuando no se presen- tan circunstancias singulares en su disculpa. Pero, autorizado posterior- mente para revelar lo que habia ocultado hasta aqtfi con escrupulosa fide- lidad ; y afianzado en el principio de que, no reconociendo ni guardando el gobierno español a los americanos ninguna clase de derechos, para hacer- les Ja guerra, estaban ellos autorizados para no respetar ninguna ciase de armas en su defensa, puedo decir: * La vida «le la Patria se hallaba arnennasada por un golpe de muerte, y yo era el encargado de su salvación. JLos triunfos que hahiamos conse- guido sobre los ejércitos «apuñóles en Chile y el Pciú desde mi subida al directorio irritaron el furor del rey pernando; y conv irtientlo entonces su ira y sus venganzas contra la República Argentina, decretó su esterminio. Para realizarlo formó la mas fuerte espedicion militar, que vio la Penínsulm destinada contra la América. Se sabe que pasaba de veinte mil hombres el ejercito preparado en la isla de Lcon al matulo del general Odonell; y es demasiado público el empeño del gobierno español para el equipo y transportes de estas fuerzas destinadas ai Rio de la Plata. Yo había reu- nido todos los elementos, que podían ponerse en acción para nuestra de- fensa,- y estaba bien satisfecho de que nuestros enemigos encontrarían la mas heroica resistencia al pisar nuestras playas ; pero no bastaba esto á mis anhelos; yo quise á mi vese tomar también Ir» otlrieii». Instruido de la división de opiniones que la conducta poco liberal del rpy Pernando V. ° habia producido entre sus vasallos, derramé proclamas por toda la Península, ofreciendo protección y traternided á loe constitucio- nales: sus efectos fueron ventajosos, (a') ílize estender considerable número de patentes de coreo ofreciendo prémio ¿ . cada transporte del (a) I- * insurrección de la fra^-at» de caérra 1V:oin. Andrés Arguibel naturales de Buenos Aires y establecidos coi) cré- dito en la pln^a de üadiü í'ueror» los agentes, que llevaron á su tierno i i acuella riesgosa empresa. Fueron facultados para invertir las sumas do di. nero quo fuesen necesarias; y autorizados para empeñar la responsabi:: del gobieri.o á todo lo que obrasen conducente al intento. La rficacii y destresca con que se manejaron apareció en el resultado. El ejército de la Isla de León se insurreccionó: la terrible espedicion que nos amenas, ib a se convirtió en daño del misino que la formó : y la República Argentina se vió por este medio libre y triunfante de sus enemigos. ¡ Honor eterno alo» nombres de Lezica y Arguibel entre los amigos de la libertad ! Si hay quien pueda dudar de la exíictitud de estos hechos, que leo la Memoria que escribió y publicó el general Quiroga uno od£I de cada uiia do ella» * la soberanía: el desorden que en todas se observa; y la ruin» •]•»« Les prepara el ejército francés, «pie aunque rechazado en *us primeras tentativas, se *>a replegado á> Burgos, donde reciba continuos refuerzos, son considera- ciones, que me impiden permauecer por mas tiempo en el descmpcúo de tina comisión, «uo b<>y vr» .-i» obj. lo. En coeiccuencia, «o o lie retiradlo de la junta de Si villa, por no hab. r en ella mas facultades que en las denia», pura entender en los asuntos de mi cirg„. y hoy mifirin lie llegado A tita ciudad cou horas de anticipación ■ la salida del bu- que cwi JgctordoisUj con enyo motivo no puedo extenderme como quisiera. LlegG don Antonio l^oprue el 3Í> p róximo piissdo, y Incorrespondencia de V. E. fue interceptad* po,r el gobernador do esta plaza, el señor Moría, con insultos do que impondré V. E. mas adelante___y. E. ha extrañado mi falta de noticia»: jro ¿ansiaré completamente % V. E. a uuctlra vifta.-Man llegado á mis manos algunos de los papeles, que V. E. me niiti- dó joii hoper; y M suerte será, según preveo, la de dormir eternamente sioode yo loe deposite. Es con ti mnynr dolor, que manifiesto A V. E. estas verdades; pero mi honor; al bien de «se paas, y la con&anza con que V. E. me ha honrado exigen esta ingenua decla- ración, para que sirva do gobierno A V. E.- Antes de un mes estaré navegando par* esa. A mi llegada instruiré á V. E. bien menudamente de lodo lo ocurrido en esta metró- poli; y V. E. digno padre de un pueblo valiente y geneioso cpnocmá, quo es acreedor á suerte mas feliz, y obrar» con la prudencia y acisrlo, i¡ne en todas ocasiones le dicté su singular patriotismo— Dios guardé a V. E. muclios anoi. Cádiz, lOdr setiembre de t 608 Juan Martin de J'uej/rredon. (NíjM. 2.) E.taro. Sr.-_Détele ni íi 'inn escrita á V. E. en los momentos de ni llegada í esta ciudad de regreso de la de Sevilla, de que adjunto un duplicado, nada ha sucedido. .que DO «en una "continuación de absurdos y ma le*, electos necesarios del desorden y de la anj-rnuia, en que se halla la Península. l'ocos 4u> mediarán entre el recibo do esla carta y mi t!. cada a la presencia de V". E. Me reservo ñ entonces, para dará V. E. una exacta y circunstanciada relación de cuanto lía ocurrido relativo & mi comisión desdo rni llegada ú la corte. |'ui.de entretanto V. E. dar por concluidas todas sus solicitud.-s, por mas que hsja recibido por otro conducto esperanza» liso Jeeras, que son irrealizables en la actual situación política._En el tiempo de mi permanencia en Sevilla salieron de este puerto pura no varios buques, y entre ellos la fragata de guerra Elora. V . E.-se h . 116 sin noticias mias. <|ue deMO esperar: yo sé que no pude ni debí darlas en las circunstancia* que me. encontraba: impoiwiré de ellas ú V. E. y conocerá mi n/.on.-Tan.tiirii salió da) Ja C»ru«a oti» fragata conduciendo alseüui R.nz lluidol.ro nuevo virrey de et-a» provincia* nombrado por la junta soberana de Galicia. Otro ha sido nombrado por 1* de Granada, aunque no sé, si se ha embarcado. Todos pretenden la herencia de ese rico territorio; y en tal situación creo qa« una prudente detención es e: or partido, que la razón ofrece__Dios guarde &¿c. Cádiz, 52 7 de setiembre de 1 808. Juan Martin de puyrredon. ■La IÉÉ (NTTM. * ) Sobkrako Su. Son tan difíciles la* circnmlinciii en que se encuentra el Estado, como son en mi jviicio insuficiente* la» medidas que se tocan, para remediar los males que Jo afligen. Se sienten ya fatalmente los estraves, de la guerra intestiua: y, cuando es mi debe r de Vuestra Soberanía al» jarlos S cualquier costa, no lo es menos buscar los medios fuera del círculo ordinario.—-Que callen por esta vez en el ínimo de Vuestra Soberanft la voz de ln justicia, y los sentimientos generosos de amistad y de delicadeza, para hacer lugar al eco penetrante de la pública conveniencia, que pide paz interior. En vano será inventar arbitrios para la ai moni.i sinp se destruyen los elementos que forman la discor- dia. I.os altos destinos, que be ocupado, lian dcjndo sobro mí rencores, y venganzas.- y las consideraciones públicas que se me tributan, infundan sobresalto y recelos de un pon ■- ni* desgraciado á los que me odian ó me t< men. Kn infelizmente demasiado grande el número de Asios; y. / -eiá prudente, sciá político «¡aerificar M mi sola quietud la segu- ridad de muchos hombres, que si atiAtan con tenacidad contra el gobierno, es tal vizíoIo porque el gobierno me honra, y me sostiene ? ¿Habrá de sufrir el Estado convulsiones de muerte por la comodidad de uno solo de sus miembros ? Noicnor: la | atria pide concor- dia; y yo debo dársela a. la patria en la parte que esté 6 mis alcmizcs. Es vis loque mi pre- sencia irrita, y es visto también que mi separación es necesaria a la poiitica interior del Ksla- ilu: df-bame el país este sacrificio usas.—Yo he rrsuel.o pues d< jarlo por el tiempo que sea necesario á la quietud pública; y por el que baste- a que mis enemigos personales se franqnt- Ijaji n Pero, como no me aleja el crimen uno un exceso de amoral orden, debo esperar que Vuestra Soberanía autnrize mi salida de un modo decoroso, y capaz de dejarme abier- tas las puertas, para volver algún dia a esta patiia que me dio vida, que roe cuesta tantos cuidados y sacrificios, y que amo sobre todas las cosas de la tierra. No trepide Vuestra Soberanía en tentar esta medida, pues ju mirnio le pi(M uto la ocasión, para salvar el conflicto en que hoy advierto el recto ánimo de Vuestra Soberanlu; ni tema Vuestra Sobe- ranía la critica exterior, pues todos los imperios hacen sacrificios a «u conveniencia. Yo sabia ademas sostener por todas paites el crédito de las autoridades de mi país; y haré votos constantes por el acierto y prosperidad de- 'V uestra Sobc-raní».-Buenos Aires, 31 de enero de I8CP.— Soberano Señor.— Juan Martm de Pvfyrrcdon.— Soberano Congreso de 2¿& Provincia:» Unidas del Rio de la l'lata. (NUM. 4.) El presidente del Soberano Congreso en esta fecha me comunica la soberana reso- lución que sigue. "Kn la sesión del úia, el congreso ha resuelto, que conviene á la tran- quilidad publica, salgan fue ra del país el ministro de Estado en el departamento de gobierno Dr. I'). Gregorio Tagle, y el brigadier general O- Juan TVlaitin de l'uvredon jlásta i|tic mejorad:.s las circunstancias puedan restituirse libremente al seno dt> su hogar, o Mamado» que sean, vengan u responder á los cargos, que se les tengan de Isa ce r. De ¿rdt-ii soberana lo comunico ¿ V. S., para que por su part^- lo haira al expresado brigadier general IX Juan Martin de Puey ri tdon.1' Y lo transcribo a V. S. para su conocimiento v ekctob consiguientes ; sirviendo este de sulieienle pasaporto-—-Dios g*uarde á V. í*. muchos tííos. Huenos Aires. :i I de enero de 1 820.— .brnt/io de Saavedra.—Señor bri- gadier general D. Juan Martin de PueyIIcslom. Contesta €?ion. Queda obedecida la soberana resolución del dia de ayer ccmiipicida por V. S., en que se me ordena mi salida del país, por convenir a.^i 5 la | úL>li< n tranquilidad. Yo seié feliz en todas partes, si mi sacrificio os el intimo, que as* gure el óidtn inl -rior de! "%stado.-Dios guarde a V. S. muchos años. En la rada de" Dueños Aires, al", de febrero «le ISSOa-Juan Mai ttn de l'xieyrrcdori.--Sef.oi biigadiei areSBCtal, gefe del Ealado Mayor general. DE LOS DERE OFICIALES -x -«a» DE LQS i DE ESTA REAL AUDIENCtA; . DE LOS JUECES ORDINARIOS. ABOGADOS, Y ESCRIBANOS PUBLIC p S, Y REALES 13 E PROVINCIA, MEDIDORES Y TASADORES, Y DE LAS VISITAS Y EXAMENES DEL Proto-medicato de este Distrito. * * DE ORDEN DEL SUPERIOR GOBIERNO. Buenos-Ayres : En la Real Imprenta de los Niños Expósitos.