íí femado lo que se pedia, y ffs'll» jh \í w»¿no sagrado de parlamentario ; pero «no partida de malvados que «copaba una azotea hizo fuego sobre él; y privó 4 "la Patria1 de este j6ven benemérito. El bravo capitán Correa», también ayudante de campo del que subs- cribe tnvo igual suerte ; pues habiendo sido mandado a. liac»r un reconoc í miento sobre el pueblo antes de la aproximación del ejército, se precipito ton una mitad, sobre un número mucho mayor de enemigos, y murió gloriosámcnte A vista de todo esto se cre>ó que la plaza se defendería, y se < i. corriendo el asalto al Sr. coronel Deesa con los bata'lones de cazadores, mientras la caballería recorría la circunferencia para purgarla ríe algunas par lidas de caballería que podian cifnscrvnrse : y -va se penetraba por las tille, inmediatas h la plaza, cuando se^ supo que la muerte del capitán Tegeder había sido efecto de la perversidad d<*. ulgunus soldados, y no de la mala fé de los que mandaban !a guarnición. Efectivamente, c->ta habia dejado va !js armas, y el gefe que lo era el español Antonio Navarro, había fugado aban- donando á sus compañeros. El ejercito penetró sin resistencia donde íecibió las enhorabuenas de los ciudadanos, que poco antes se creían víctimas de la tiranía mas feroz, y que como por encanto se veían restituidas á l«i libertad Eí Sr. general D. Javier López con su división ha cooperado eficaz- mente al éxito de la campaña. SI, y su provincia, han prestado un servicio a que debe quedar eternamente reconocida la de Córdoba. Los señores coro- neles D José Julián Martínez, D. José Videla Castillo, D Juan Pederncia, I> Secundo Roen, ayudante del Sr. general López, teniente coronel D. Lo renzo Lugoncs, gefe del estado mayor divisionario, teniente coronel D Isidoro Larraya, comandante Mendivil, y otros, son dignos de recomendarse ala con- sideración pública. Después de los que llevo nombrados, son dignos de una particular mención el capitán del £>.° de cazadores D. Saturnino Navarro, que mandubí Ja. vaücnfc compañía de bolteadeires Ue este cuerpo, y el cabo Manuel Anula del mismo, que tomó la bandera de que se ha hecho referencia. El capitán de la división de Tucumau D Dionisio Mendivil, que pereció combatiendo esforzadamente. Mis ayudantes de campo, mayor D. Casimiro Rodríguez, y Capitán D. Ramón Campero, han llenado su deber muy satisfactoriamente. El Sr. coronel Allende: recibió en la primera carga una herida lc\c en la caía, y el comandante de lanceros D Joai Alai ia Martines otra en un hombro. Sería muy prolijo nombrar a todos los señores ge fes > oficiales, qile mrreecn una particular mención. Todos a porfió han mostrado cuanta Hiipc- rioridad tienen loa soldados de la Libertad sobre los esclavos de la tiranía . todos han manifestado el mismo entusiasmo : todos el mismo valor—algunas pequeñas diferencias acaso no provienen, sino de la diversidad de lance» que se presentan en el curso de una batalla—La gloria es suya——es de todos. El ejercito no comió, no durmió , no cesó de caminar SU tres día»---- sin embargo el deseo de batirse fue general: el entusiasmo en todos se au- mentaba, en proporción que crecian las privaciones. Los veteranos y los mi- licianos manifestaron igual ardor. Entre estos últimos se han distinguido los del Rio-Seco con su comandante Cesar. El general que subscribe saluda al Sr. fíobcmailor sustituto, a quien se dirige, ofreciéndole sus mas altas consideraciones. José Mahia Paz. n ,1 .'■ [J O ¿> CORDOBA V JIKI1MI>Rr«o BU Bl'EN OS A1HC! EN LA JUri(£MA .í i > - I- - .' - Calle de las Piedras, número 91, AL PUBLICO. (I) No es ciertamente el mejor recurso de un militar de honor para de» ahogarse de un gran sentimiento, apelar a la pluma, desenfendiéndo-e de la espada; pero ya que el coronel Pacheco ha elegido esta arma, yo diré cuatro palabra* a su remitido, inserto en la Gaceta del martes líl del corriente, sobic la prisión del coronel Dorrego. Dos objetos parece que se ha propuesto el coronel en su exposición. 1°, vindicarse de que se le atribuya indirectamente en el ruin.ero 183 del Túmpi* haber contribuido u la prisión del Sr Dorrego. clasificar el pro- cedimiento del Regimiento de Húsares, y de sus gefes, de un modo odioso y ultrajante En cuanto a lo primero; el S. Pacheco ha tenido muchos deseo* de ostentarse en el público, porque ni el Tietnr„, ni nadie le ha at.ibuido el honor de haber llenad., aquel deber hacia la Patria, poniendo en manos de la autoridad constituida por el pueblo, un fu-itivo tan peligroso como el Sr Dorrego,- tampoco hay quien ignore que el Sr. Pacheco seguía entusiasta la causa de aquel ex-Gobernador, y que fuese por grandes promesa», fuese por inclinación natural á la marcha noble- y decente de su administración, el Sr. coronel Pacheco era su ant iguo y ciego prosélito. Puede estar seguro el coronel que nadie ha pretendido, ni se atreverá á despojarlo de este honor, y sin su remitido de la Gaceta no habria quien sospechase siquiera que era capaz de desviarse de la secta de un Gobierno con cuyos principios parece tener tanta afinidad la fé política del Sr. Pacheco Al menos así es preciso hacerlo, cuando se ha lanzado con tanta intrepidez, en estas circunstancias, contra el actual orden de cosas; sus compañeros de armas, contra el ejército a que ha pertenecido, v sobre todo, contra la opinión pública, pronunciada de un modo tan clasico en ódio de la marcha militar y gubernativa del Sr. Dorrego. Todo esto quiere decir su comunicado cuando dirigiéndole á mi per- '"na clasifica de torpe jurfidia la prisión de aquel Gefe, y el movimiento del regimiento de Húsares de hechos indignos de un oficial rsspe divisa debe CU La casualidad de hallarme en «I campo con mi familia lo-* doi primeros de la publicación del remitido del Sr Pacheco, y de no haber ocurrido opor- ''laniente para que fuese insertada en «I periódico el Tiempo, ha demorado la pu- olicaciori de este papel.Mr el ho*o* y ¡a generosidad. El Sr. Pacheco me insulta directamente ; pero & esto no ea la pluma lo que debe contestar : es nías justo decir que U torpeza y la perfidia es la de quien procedió con tanta decisión , y en un sentido, que en otras circunstancias se habí ia manejado de otro modo Sépase que el Sr Pacheco, al ver el movimiento de todo el regimiento de Húsares, v denotado el Sr. TJorrego, me dijo, que demasiadas indicaciones había hecho para que se tubitse contado con él : lo mismo se espresó con un ayudante del regimiento, lo que quiere decir, que el Sr. Pacheco hubiese estado por la tor- peza y la perfidia si se hubiera tenido en el, desde el principio, la confiaos* que no inspiraba su adhesión al ex-Cí obernador Donego. Dicho esto, >:.. vale el fanatismo con que se produce el Sr. Coronel ; porque nada ha habido de torpe ni de pérfido en aquel acto, ni un militar es sin honor y poco generoso porque se asegure la persona da un caudillo que ya no revestía autoridad, y cuva libertad podía trat-r grindr» males á la patria : la salud de ésta es primero que toda consideración personal, y un ofi< lal de honor debe mirar antes por el bi« n geneial que por compromisos de partido. El Sr. Oorrego ni era mi amigo ni fue á. implorar la protección do los gefes y oficiales que lo prendieron. Nada hai de perfidia desde que esto falta, y el Sr. Pacheco debió imponerse del valor de las voces siquiera antes de valerse de la prensa. BU honor re- clama no traicionar sus deberes, y el Sr. Pacheco cuando e« ha menos aquel debió fijar estos, todo lo demás es charlar La generosidad ea la primera vir- tud de un militar, pero no es ciertamente la prisión del Sr Dorrego el acto que i uede clasificarse de poco generoso, y si el Sr Pacheco quería estrellarse Contra lo que se ha obrado, debía, tener fibra para r out i arestar de frente n Jo que ataca en mi persoua. lil Público, á quien hago el homenage de esta contestación, glosara en todos los demás respectos el procedimiento del Sr. co- ronel Pacheco : bien seguro de que el que firma ha probado con una con- ducta franca y constante, que pertenece á la» cosas y no a las personas; que ama mas á la Patria que á los partidos; que conoce el honor bien entendido, y que es generoso como debe serlo el que empuña la espada paia defender la independencia del país: la libertad del ciudadano. Ilutaos Aires, diciembre 10 de 1SÍ2S. IJertioTílino Escriban o. IMPRENTA ARGENTINA, CALLE DE POTOSI, N. 135. EL GOBIERNO DELE&iDo ' A LOS Habitantes de la Provincia. ¡üCIUD^DANOS!!— Y"* parece indudable que el gobierno de Santa Té te decide á inferirte por In fuerza en los ne- gocios de nuestra provincia, empezando sus hostilidades por la violación de In correspondencia y ocu- pación de lo» correos del interior. Ea£a conducta solo puede guardarla un enemigo, y cita dá I* señal de qun nuc-trn provincia debe prepararse á l.t defensa, f> 0. la venganzi. El gobierno de Santa Pe, menos que ningún otro, tiene derecho á provocarnos, por que solo €1 entre todos, después que ¿iro!6 cin sus ar- mas nuestra campaña el año JO, tuvo el privilegio da que se le comprara la paz con millares le t >