(?) SE ACERCAN LAS ELECCIONES» ' CUIDADO CON ¿OS JB0flB0N&8. . . - -i «• . ei i canos de todos los estados de la república federal: se acerca el tiempo de las nuevas eleccio- nes: tiempo difícil y arriesgado; porque el pueda proporcionar nuestra felicidad, 6 nuestra desgracia futura, según vuestros aciertos o vuestros yerros en Us elecciones de electores de diputados y senadores. Por desgracia, hay partidos en nuestra pa- tria, y esto no lo ignora ia liga. Hay centralistas, aristócratas, borbonistas y frítifitieos; pero todos es- tos jamas preponderarán eootra el partida de los patriota* federalistas; porque estos son mas eo nú» mero, en ilustración y en virtudes. £4 nial está en que las elecciones no se ha* ren como deben hacerse; en que los agentes de la intriga juegan con les pueblos, y en que la ma- yor parte de los curas, 6 per espíritu de partido, ~¿ por el invcteiado orgullo sacerdotal, toman en las elecciones la parte mas activa, especialmente en los pueblos cortos, y ellos elijen ios electores compadres que después en retribución de amistad, 6 quien sabe si por el salario estipulado, los eli- jen á ellos (á los curas) para diputados y sena- dores, y por eso los sensatos siempre han visto nues- tros congresos llenos de clérigos, que mas pare- cen concilios eclesiásticos que reuniones políticas; por esta causa tal ves se estableció como ley fun- damental el artículo tercero de nuestra constitu- ción (¿ue aottíene á puno cerrado la intolerancia)relinga, \*ry&v Ira dado- nroifo* 4 los norma. raciones (leí país y estrangeras, especialmente de los ingleses, auglo americanos y demás hombres que do pertenecen á la eommiion romana; (I) por es- to el fanatismo aun permanece entronizado lucien- do iiorrorasus estragos, como en Espaiia y Fran- cia, donde los jesuítas, tos ftotas o partidarios de una fe mal entendida, los apostólicos 8cc. son loa que dan la ley á los gobiernos, (pe rijen las naciones á su antojo: (3) por esto la liga y et actual sur- ceso i- de S. Pedro creen que con una cartita ó un emisario cualquiera basta para introducir en* tre nosotros una guerra de religión, cu la que nm bagamos pedazos unos con otros, en honra y gto- £ 1] JVo es lo peor el artículo, sino sus come* euencias. Estas deben ser precisamente, la incoloni* %ucion á falto de, pobbacion en nuestra república, por- d por ¿su distinta, creencia, y don* de iio s<£ Ig -permite adorar á Dios según su cosium- bn? Nadie; y de aquí se sigue el qlrazo en la.agri- cultura y fíi. industria; el ceño conque nos verán las demás, naqfynutt tt¡ni¿'udonos por ótenlo tes; porque no mus pwas lM:41§ÁHQkKlt.-p.w& nosoiros está reser* vado,,ser wtokr antes en el siglo, diez y. nueve. E*t& con el tietmpp ¡pUedt suseiiur una funesta guerra ds religión . s$ ¿ante*. wiA. sabia legislatura no deraga es* ta ley üdma. o i [$] .Nfo e*. m&ieMier; citar atrocifades atitigiias, del fanat&Wte la?, modernas y heehAs en, nuestra u>:s* nía casa, ,no* aseguran las crueldades de este mons- truo. El. fanatismo, interrumpid el año de HIQ el cur- so, de nuestra independencia* y Metió, la tie^a de san- gre aun ru ana, imputando á los patriotas las mas *h* urdas btrogia*; xi Jan&fowoalanm a to*ria de tfios; {fj y así qué Estemos desangrados por nuestros mismos aceros, acaben elfos de despeda- fcarnos, y por esta mala política de quitar al clé- rigo del artar para elegirlo en legislador, la liber- tad é independencia de la América nunca estarán seguras, á lo menos en mi concepto, mientras .juc los eclesiásticos se entrometan á ser ministros, di- putados, senadores &c. lo que les está prohibido es- presamente; no os mezcléis en los negocios seculares. Jsemo mititans Dco, implical ¿e negotiis scecularibus. ¿Qué escándalos y qué alaracas no armaran los clérigos si nuestros g*erterátes fueran á confe- sar y predicar? ¡Santo Dios! las escomuniones de la bola de la cena fueran un cero, respecto de las que fulminaran contra ellos, gas y frailes tumultuarios de Goatonala que derra- maron la sangre de tos liberales en S Salvador! el fanatismo asesinó en estU capital al pobre 'zapatero anglo americano, porque no se hincó en la puerta de su casa á adorar al Sacrarrttnto: el fanatismo alarmó la pluma del obispo ele Sonora, para publi- car aquel sedicioso manifiesto en que trata de heré- tico nuestro sistema, y esCumut gados á nuestro» go- bernantes: el fanatismo ha conducido á nuestros após- teles de la tiranía, tí quienes ha ¿ido preciso des- terrar: el fanqtisífio ha hecho que en Jalisco salga el nútico con escolta, la que algunas peces ha te- nido fu osadía de golpear a los que no se han arro- dillado prontamente: el fanatismo por /dlimo, puede ser la causa de que se pierda para siempre nuestra, independencia y libertad. Pof eso, pueblos, cuidado con elegir famticos para diputados 6 senadora; por- que todo se pierde sin remedio. [3] Los jesuítas todas sus maldades las disimu- laban con este mote. Ad majoiem Dei gloriam.4 • Esc la mi rían j con razón, ¡como es que Vic- toria, Guerrero, Bravo, Bustamante, Quintanar, Fu lisola, Miñón, Alvares, &c. &c &c han de usur- par nuestra jurisdicción espiritual, fungiendo como nosotros, y valiéndose del pulpito para perorar al pueblo en lo publico, y en lo secreto del confe- sonario para dirijirlo! Esto es incompatible con •u estado, es ana usurpación, un sacrilegio. Des- plómense los cielos, dispare el Vaticano todos sus rayos, y malditos sean del Dios Omnipotente y de sus santos apóstoles Pedro y Pablo, con mas los entredichos y tumultos populares. Así eselamáran ni mas ni manos; y los clé- rigos en los ministerios y tribunas ¿ qué hacen? Usurpar á los seculares sus derechos, dominar á los pueblos en público y en secreto, en asuntos temporales; por que el gabinete es. su confesonario y la tribuna su pulpito, y mantener la nación en una continua desconfianza. Inconsecuentes con sus cañones y concilios, no se como puedan sancionar nna pena capital, po<* cuyo hecho quedan irregulares, según sus le- yes, y mañana ir á decir misa, confesar, casar &c, sin dispensa. Yo quisiera que me definieran este p un tito, porque soy muy ignorante y no lo en- tiendo. ¿Queda ó no irregular el clérigo que vota en favor dé la pena capital? Ni me digan, que por este temor muchos clérigos se han marchado del salón, cuando se han tratado estas materias; porque yo les reconvendré ¿han cumplid» en ese caso como ciudadanos? La nación les paga para que cumplan como tales, sin acordarse de que son clérigos. ¿Pues como es que escrupulizan de lo primero, sin acordarse de lo se- gundo? ¿Que cierto és que quien á muchos amos sirve, con alguno queda tna¡k5 Aun íes be de apretar mas la dificultad. Con esta torpe droga, • con estarse sentados ó en pie al tiempo de la votación de una ley de estas, pueden á un mismo tiempo, ni cumplir con sos cañones, ni con las obligaciones de diputado, cau- sando de paso, mil males á la república. Vaya el •aso moral. Se trata de abolir la pena capital: hay en el congreso setenta diputados; veinte de ellos son clérigos, ll*ga el instante de la votación, porque unos está:: por la afirmativa, y otros por la ne- gativa. Parece que los clérigos deben estar por lo primero; esto es, porque no se quite á nadie la vida por ningún delito. Este pensamieoto está en problema en las naciones cultas, que no ban abolido tal pena. Ahora bien: los clérigos, supuestos escrupu- losos, son veinte, lo» seculares cincueuta: do estos, treinta están por la pena capital y veinte por su abolición: en la hora de votar, se salen los cléri- gos óino separan; ¿y que sucede? que juntos esos veinte clérigos á veinte seculares que tampoco se paran, quedan cuarenta contra treinta y se per- nio la votación, concurriendo de esta manera á autorizar la pena capital. Por otra parte: nadie duda que el clero se ha salido con erigirse en un estado particular den- tro del estado general, y con cierta iudependen- eia del gobierno civil, que parece, en algunas oca- siones, que componen una nación diferente. Los eclesiásticos diputados saben bien que por el ter- mino de dos años son inviolables por sus opinio- nes, y que en ningún tiempo pueden ser recon- venidos por ellos; pero no ignoran que cumplida su comisión, quedan tan clérigos como antes y sujetos á sus obispos, gobernadores v provisores d&é quienes dependerá so buena 6 mala suerte futura. Ademas: ellos no pueden*aspirar á bandas ni en- torchados militares, ni á ser jueces de letras ni alcabaleros de los pueblos: precisamente deben so- licitar sus acensos en su clase. Los buenos cura- tos, las sacristías pingues, las canongias y las mi- tras di beu hcr el objeto de sus pretensiones. Cono- cen machos de ellos que los diezmos no son de institución divina, que no están bien administrados ni destinados su objeto, pues siendo este el soste- nimiento del culi o, el alivio de los ministros del altar y el socorro délos pobres, hoy solo sirven de fomentar la bolgazanaria y lujo de los canónigos, arruinando á los labradores y dejando á los infeli- ces pueblos sujetos á la fero'z tiranía de los curas, de quienes son eternos tributarios desde que na- cen hasta que mueren. ¿Y quien duda que muchos clérigos dipu- tados, conocen cuín necesaria es ra reforma en éste punto? Pero ¿como declamar contra los ca- nónigos? ¿como solicitar su estincion? ¿como ha- cer ver que conviene dotar á los curas, así para que cese el comercio simoniaco que se hace cou los sacramentos, como para aliviar á los pueblos de estas continuas y odiosísimas contribuciones5 i ,,Oh ! esto no se puede, dirán los mas filantró- picos: estas reformas son necesarias; mas no^ot.'os ño debemos proponerlas, porque nos malquistare- mos con nuestros superiores y compañeros, y ma fiana se desatenderán en los tribunales eclesiásti- cos, nuestras mas justas solicitudes." De esta suer- te, los abusos se quedan en pie, los pueblos sin alivio, y las reformas platicadas. Ko fuera así, si apenas se viera* en los congresos uno que otro clé- rigo bueno. No se entienda que no quisiera que bu-r biera m un soto clérigo en las cámaras: ellos son ciudadanos j pueden ser elegidos legalmente; lo que deseo es que lo* que merezcan tal confianza, 6ean capaces de desempeñarla £1 clérigo que po- sea la política de los Fondones, la elocuencia do los Bossuets, ¡Víavilíones y Bou (1 alone-, y el pa- triotismo y valor de los Hidalgos, Matamoros y Morelos. Ese debe honrar las salas de los repre- sentantes del pueblo, y este descansar seguro de que trabajará en su felicidad sin ínteres y sin res- peto humano; mas por desgracia no hay mucho» de estos clérigos. Tampoco debe el pueblo pensar en electo- ses ricos. Cualquiera que tenga murho patriotis- mo, desinterés y conocimiento de los buenos ciu- dadanos, es lítil para elector y jamás venderá su voto al empeño, á !a adulación ni al dinero. Loa electores, si son j'istos, no deben que- rer en sus electo* mucha literatura, dinero ni gra-1 dos de universidad. Donde \can un ciudadano de regular talento, de mucho patriotismo, de desin- terés y con resolución, ;illí está un buen diputado. Este trabajará; estudiará y hablará á favor de la patria; y no que hemos visto muchos diputados y senadores, que no son conocidos por el eco de su voz, y solo sabemos que hay tale» individuos por- que vemos- escritos sus nombres en las listas de los periódicos, donde constan los pesos que chupan á la nación, sin mas trabajo que ser amatistas, co- mo los animales del Apocalipsis que á todo de- cían, amén, amén. Estos avisos; son pocos; pero muy útiles si se admiten, y si las elecciones se hacen según ellos. El interés es canuin; los enemigos trabaja»án por contrariarlos, y si los verdaderos libérale? y pa- triotas ,«e descuidan, U futura legi-lacion se com- pondrá de fanáticos, aristócratas y centralistas.* También es de desear qne los electores ten* gran macho cuidado en elejir para tan altos tinos, los hombres mas virtuosos, idóneos, patriotas desinteresados y resueltos, como que ellos son el foco en que deben resplandecer las tirtudes de ■us comitentes; y jamás Dios permita que por abi- tarse de algunos genios díscolos, )oe envíen de di- putados y senadores. En este caso, nuestras canut- as se convertirían en presidios suntuosos. Bien pueden acordarse de que en la anti- güedad, pasó á Roma itn enviado Asiático, y pre- guntado á su vuelta, ¿que le había parecido Ro» roa? respondió: ,,sus casas me parecieron palacios, y su senado una asamblea de reyes." ¡Ojala so diga del nuestro otro tanto! No que paresca asam- blea de reyes déspotas; sino de reyes justos, bené- ficos y de un decoro respetable. Si me preguntasen ¿ jue cualidades debe te- uer un diputado? respondería con la siguiente, OCTAVA. Debe tener talento despejado, desinterés y mucho patriotismo: debe ser al estudio dedicado, y católico ser sin fanatismo. En fin debe tener valor probado para hacer guerra cruel al centralismo, El que llegue á reunir tales virtudes, será buen diputado; no lo dudes. México julio 26 de 1826. El Pensador. Oficiua de la testamentaría de Ontivere^,