DENTRO DE SEIS A^OS O ANTES^ ( HEMOS DE SER TOLERANTES* &r tos papeles Insulsos, fanáticos y tontos ido cir- cularan entre los liberales y sensatos, poco6 ningún cuidado debería causar su lectura, • puea que al fcom- ' bre instruido no pueden con/asnina rio los disparates, oí hablados, ni escritos ui impresos; pero por dea- gracia esta clase de folletos, per su poco valor an- da en todas roanos, y sus autores con sus sofismas y trapacerías logran sorprender é infundir sus errores á los incautos y sen cf los. ! Todavía no para aquí el mal. Estos papelea vuelan de mano en mano, á las potencias eitrangeraa y comprometen altamente el honor nacional, pues ios que no saben lo que es México, y leen una papar* rucha de estas, creerá que todos, loa americanos so* Dos uo hato de bestias y fanáticos A esta ciase de papeles corresponde el que abor- taron tas prensas del ciudadano regidor AlejandroJ Valdés, (r) el sábado i ° de este mes, con el siguien- te título: ¡Atención*. Qut los apostatas quieren variar vuestra religión. No trato de impugnar esta bella y cristianísi-" toa producción, ni menos de convencer ai autor de sus errores, por que es tna< fácil resucitar á un muer* ; to que reducir a un fanático á la razón. Solo trata- - ré de darle una ligera sacudida por que no quede enteramente ajado el honor nacional, sino que los* señores estrangeros que viven con nosotros, y los que habitan sus provincias, sepan y entiendan que no son los americanos todos unus, que en el cort* periodo de , (i Na sé por que fatalidad han escolino los fana* ticos la cusa de este buen señor, para malparir sus dia- bluras. Qut ¿hallarán en esta imprenta mas abrigol ■' , , . -* ■ . 4 - • . » . . -i % '. . fcV - - - * * " V ' ^ J ****cinco afios que tostamos de libertad, ha tWPo U mw traoion progresos admirables, y que si de ci ando en cuando sale uo loco caballeresco como D. Quijote, ha- blando mil diabluras, so-pretesto de defender !a sa» grada fermosura de la religión, no falta otro loco qué como Cardenio, le dé de mojicones y lo haga enmu- decer como un puto. «, Desde el titulo empieza a errarla el pobre hom* bre. \Atencíon\ dice con mucho garvo. Peosé que iba a mandar el ejercicio á la antigua, pero me tranqui- lisé cuando advetí que implora la atención del respe- table público de México, para decirle: que los aposta- tas quieten variar nuestra religión. Azoróme al leer semejante noticia: trato de saber quiei.es son esos apostaras, y de que modo quieren variar nuestra san- ta religión: saco de mi despavorida bolsa el único re i li lio que tenia..... ¡pobre real! mejor se hubiera em- pleado eo trique traques (2), esto» me hubieran diver- tido mas que la lectura de un papel, cuyo autor na* da de lo que habla entiende, y esto se lo voy á ha- cer ver en dos por tres. £1 empeño del autor es oponerse á la tole- rancia pública de cultos, aunque él no se eiplica con esta concisión y claridad; pero 00 sabe que esta tole- rancia ni varia, ni puede variar las religiones domi- nantes de los estados. De que yo tol re en mi casa 4 lio jugador ó á un borracho, no se signe que á fuer* sa me be de volver yo borracho ó jugador. Esto es muy trivial, cualquiera lo entiende. De consiguiente de que seamos tolerantes de las otras religiones, 00 se sigue que variemos la nuestra, ni menos que el que nos inspire la tolerancia, nos induzca al judaismo, protestantismo, politeísmo, ó mahometismo. Con que quedamos eo que desde el título comienza el autor ha* blando disparates. Echa en cara al editor de la ga- (2) Unas mechitas de algodón con pólvora, envuel- tas en papelitosy con los fue se divierten ¡os muchachos*ceta: «que se cubre coa U salvaguardia de que esta #>muy distante de conformar iu opinión coa la del «señor Blanco Witbe...... porque et protestante." El reproche está muy bien hecho: el editor de la gace- ta mostró mucha debilidad con semejante salvaguar- dia. Yo soy un poco mas valiente y digo: que si la opinión de Blanco es en favor de la tolerancia religio- sa, me conformo con ella, mas que sea protestante, mas que sea moro, mas que sea el diablo, por que siendo esta opinión de Jesucristo, es justo seguirla, repirala quien la repitiere. Probáremos que esta es la opinión de Jesucristo. Los samariranos eran respecto de los judíos, unos cismáticos escomulgados, lo mismo que lo son entre los cristianos faoáticos, los ingleses, los moros, judíos y cuantos no profesan su religión. Aborrecían los judíos de muerte á los samaritanos; pero Jesucris- to, judio de nación, sujeto en cuanto hombre á la ley de Moyiés, y que vino á enseñarnos con su vida y ei*mplo el camino del cielo, se sienta en el brocal de un pozo y allí traba usa familiar conversación con uoa joven samaritana: los apóstoles se escandalizan, pidenle á Jesucristo que haga llover fuego sobre Sa- maría, que acabe con todos sus habitantes......¡Ozelo santo de la religión del Dios de la paz! El Divino legislador los despide con una reprensión bastante áspera, y con su dulzura y mansedumbre, sin repro- cha ríe» sus ritos á los samaritanos, sin oponerse á sus preocupaciones religiosas, sino con su divina toleran» fia consigue moralizar y atraer á la ley no solo á la joven del pozo, sioo á toda la ciudad de Samaría» Fanáticos ignorantes é hipócritas: ¿podréis desmen- tir estas verdades? ¿Jesucristo no os ha dado este ejemplo de caridad y tolerancia religiosa? {El mismo no mandó á los apóstoles que predicaran-bu evange- lio en el mundo,sin llevar para esta santa diligen- cia, ni armas qi bolsas en que atesorar? Les mando ■i<-wiaU *•dijo, que predicaran su evangelio sin arnm y sin bot*' ;sas esto es: sin fuerza y sin codicia; y ¿acaso asi se' hi verificado? ¿Las cruzadas, ta inquisición, tas Con* quistas y tas misiones han sido otra cosa que una per* recta contraposición del evangelio? {Se afecta defen- der la religión de Cristo, al tiempo que se ínfrinje* de medio á medio: se predica la mansedumbre def Cordero, inspirando ta voracidad de los tobos, la rapiña del gavilán, y la sangrienta venganza de los tigres! San Pablo mandó que la cristiana casada con un gentil no lo abandonara por pretesto de religión, por que ral vez su trato, su amistad y moralidad lo harfarr cristiano. La Iglesia santa en sus primeros siglos ,crfa» da entre ios judios y los gentiles, fue tolerantíiinra, como que necesitaba ser tolerada. Fue en erecto to- lerante mientras que fue oprimida. Después que lle- gó á ser dominante, á merced de dos grandes ladro- nes y asesinos, Cario Magno y Constantino, á quie- nes papas aduladores colocaron en el catálogo de los santos, se atribuyó la cschisiva de que el que no esa cristiano, ni se sujetaba á los capmhos de Roma, era maldito de Dios y de los hombres; y bajo tan mal principio, los papas se erigieron en arbitros des- póticos de las corona» de los reyes, porque dabais y quitaban reinos á su antojo. Aun en siglos mas cercanos, el papa Alejandro VI, introducido a ta silla apostólica por simonía, nos vendió a la do- minación española bajo ana escoraunion ridicula co« ato las mas. ¿Con)o, pues, quiere el autor de ese papel probar que ra tolerancia es de esencia de la religión católica, cuando puntualmente la in olerancia es contra ella misma? Es pues, necesario en ra Igle- de Jesucristo el tolerantismo religioso. Espelúcense, asústense, rechinen los drenes lo» fanáticos; pero no hay remedib: la tolerancia religiosa es necesaria pa- ra et sosten de la religión católica: de manera que mientras mas intol -notes haya eo el mundo, menos cristianos ba de haber»' Cuando la intolerancia bo era r conocida, .le religión católica te biso tari amable; que dsst r ftfi6 ta fdlyréismo rotnaoo, engrosando cada día su nbcro con millares de prosélitos de todas . sectas y, nació* nes; pero apenas la hicieren intolerable 6- intokrao-* te que codo es uno, toe funcionar ios, patrocinados de reyes tiranos y supersticiosas, cuando se biso gene* raímente odiosa. »>Se profundizó la historia de la Igle- «sia, dice el -abate Rainal, y se hallaron en ella los «títulos falsos de la corte romana. Sacudió su >u- »go una parte de la Europa: le hito perder un frai- «le casi toda la Alemania, y casi el norte entere: un «canónigo algunas provincias de Francia, y un rey, «á causa de una muger ta Inglaterra toda* Si otros «príncipes conservaron con entereza la religan ca- tólica en sos dominios, dimanó quizá de que ella *era mas favorable á aquella obediencia ciega y pa+ »siva que los tronos escigen de loe pueblos, y qea «la tiara propagó siempre ca provecho suyo." i :z La intolerancia religiosa no ftokmente rebajé á ta córte de Roma ana espantosa suma de-•diñado en los tributarios que se substrajeron de su domina- ción, s'no 9ue empapó al mundo en sangre humana. Mas de cuarenta millones de hombres, por el cal- cólo roas bajo de la hi.toria, han parecido á nier. ced de la in tolerancia religiosa. Aun humea la sangre de los infelices indios nuestros padres y hermanos, de- gollados por Pizarro y Cortés á nombre de nuestra santa religión. Las victimas que sacrificó la inquki» sioa son innumerables y el retardo de nuestra eman- cipación con la sangre americana que se derramó cou tanta profusión por espacio de doce años, no re- conoce otro principio; sino el espíritu ,de intoleran- cia, sostenido por el. fanatismo mas cruel. Conque si .»• hubiera o dt seguir las inferna- les máxima - dé los intolerantes, los hombres debería- mos abo ucear nos. $ mat ajóos en. nombre de la reJjgtcnmu dulce y mas amable. No et cito lo que ella man- a>anda ni lo que Jesucristo quiero* • Por otra parte: ti Romo siguiera con sus an- tiguas pretensiones sobre los.estados en lo civil, se ha- ría del todo aborrecible y abjurarían su obediencia los reinos que boy se lo. prestan en lo espiritual. Bien conocen esta verdad los papas del día. Por eso el señor Pió VII. no solamente fue tolerante, sino que celebró un concordato con un rey protestante y convino eo la solemne inauguración de laestatuade Manin Luteio. -M": < L* intolerancia es opuesta al evangelio por Cuanto Í gnita el aborrecimiento y aversión hacia los «jue perene >*n ¿ otras comuniones; y es opuesta á lo poiHiVí v*wque pos hace odiosos con los mismos. tío uDa república es tan chocante el inrole- v«ntisriKr como lo fuero la misma inquietsion. El sis* teep * repuí 'ctno e» el de la (ilustración, libertad y «©tu*« wrniuud coa todo el mundo; y mal se puedes asegurar ebtas virtudes en un pais donde á vista y pacier. ia de los estrangeros, se les llama en el folleto ele atención, apóstatas, se les injuria y amenaza con •que derramaremos hasta la última gota de sangre, pri~ mero que consentir el tolerantismo, ¡Arrogante, moro, es* tás! dije al leer tamaña gasconada. ¿Qué'sangre ha* Juan de derramar por esta causa? ni una gota de su- de r tampoco; pero el fin es aparentar un Celo terri- ble contra la tolerancia, al cabo que no se firma d autor, y asi que llegue el caso de qu; seamos tole* cantes, con de( ir: ya se fue quien lo dijo, todo se compone. Es poes, muy impolítica la intolerancia reli- giosa; y tanto que solo aquí y eo la supersticiosa Es* paña se ve; pero m las demás partes del mundo no -Se-conoce, rir» K 'ira mismo hay tolerancia pública de cultos, lo ptrpii' que en las repúblicas ame rica» ■as nuestras vecinas y hermanas. ¡Qué razón hay para que los ingleses nos per OOita» eo su tierra el ejercicio público de. nuestra rev y nosotros se lo neguemos en la micsir*? Si - os que nos toleren en codas partes ¿j>or q¿* .o toleramos nosotros? ¿Tienen los católico* tocpxoí algosa autoridad ó privilegios sotare los qi 15 no lo s^nl Ademas: este miedp que tienen los fanáti ar i la tolerancia es la mejor piutoa a> que no tienen ft l¡ mu:ha confianza de su religión, pues creen perderla.' solo con ver el cu lio de los otras. {Famoso honor hacen á la religión estos señores! Pero ¿como es que los pro- testantes,;^ los moros tienen igual miedo? fiücs peí mi* leo á los cristianos el ejercicio de su culto sin el menof recelo de que los trastornen de se creencia, - El que oiga ó lea á un intolerante de ! - s núes* tros, creerá que somos unos apóstoles t a la fé y unos anacoretas en la conducta; pero el que ?ivo m. bu cinco, criados cajo u p en 'cinco jardines cuyas fru* las fueran únjeas y diferentes, y .cada muchacho me ob- sequiara con la fruta de su jardín} de modo que uno me regalase una i ara ja» otte uu dumino, este una granada, gquel una pera, \ el último uni tuna, ¿tendría yo razón •ara agradecerles á todos sus obsequio*, ó debtria abra» *ar al que ra dib* ti nára.tji, y matar á fc>» que me re* gal iba i las Otras frotas? seguramente: esta fuera una vileza e injusticia. i*uef si tanta ingratitud y villanía no cabe en u'> nombre miserable, jcomo és que los i.nole- Kantes y fu&ticos ia hacen caber en todo, un Diosí Aüo¡¿ no--, serjor* s; al Ser Supremo, según la re» Ijgion que profesamos,' aroemones mutulniente coaio hec- ¡patios, toleremos á los demás hoinbrrs sus opiniones reli- giosas asi como queréoio* que nos toleren las nue«tras, y dejempnos de pelear con ello: porque nuestra Dulcinea í.s la uanii mas fcrinos* del mundo Cada nación tiene su Dulcinea, que defiende á puño (.errado; ?sta e» una quijotería indigna de la ilus* ira ion de} siglo, tapir, la tolerancia y la caridad evangélica, es o úM o que puede hicer felices á ia6 so- ciedades. I.i intolerancia, el fanatismo, la superstición f \* hipocreih, son muy buenos sátrapas para hacer odio- sa U religión cristiana cspMexico octubre 13 de 1Ü15. El Pensador. Oficia» del finado Ontivetos. Año de ií}f.