OBISPOS, CLERIGOS. FRAILES ¿DESTRUYEN LA RELIGION ? (*) Carta dirigida al Excmo. e Illm» Sor* Obispo de Oajaca* EXCMO. E ILLMO SOR, _>i es licito á un baen patriota manifestar sus ideas políticas y sen- timientos filantrópicos euaiido ve' en peligro á su patria por el poco ó ningún acierto de los que la gobiernan, jp^r qué no será dado á un> Verdadero amante de su religión el hacer patentes sus reflexiones, cuan- do ve que puede peligrar «n la mayor parte de los que la profesan por el celo indiscreto de aquellos á quienes toea mantener la fe le Jesu- cristo en el corazón de los fieles, con la prudencia qos dicta la mis- ma religión? Tin motivo tan poderoso me ha determinado en esta ve¿ í dirigir á V. E. I. esta sencilla exposición, lleno mi corazón de amar- gura al contemplar los gravísimos males que pueden sobrevenir á sii diócesis en las circunstancias en que nos hallamos, á causa de su obs- tinada oposición á la marcha liberal, que magestuosamente ha empren- dido la Ñacion. Este y no «tro objeto es «1 qué ha movido mi pluma, y si ella logra mover el buen corazón de V. E. 1., tendré la grata satisfacción de haber contribuido por mi parte á la conservación de la ¡religión, á la tranquilidad de la Patria, y al bien particular de V. E. R El plan de la Religión santa que profesamos, trasado por la sa- biduría divina para todas las naciones de la tiirra, para todos los lu- gares y todos ios siglos, se puede establecer y conservar sea cual Fte- re la forma del gobierno político de los pueblos¡ la variabilidad eterná del espíritu humano en los diferentes molos de re unirse en sociedad, en- tró necesariamente en la previsión que dirig¡r> este plan celestial; aú lo acreditó su divino fundador cuando ordeno á los que lo habían di llevar á efecto que predicaran el Evangelio á toda criatura, que e;par* cieran por todo el rededor de la tiárra, y que establecieran un orden de susecion que duraría hasta la consunación de los siglos, sin hacerles prevención ninguna relativa á la forma del gobierno de las naciones. (*) Conviene mucho a nuestra libertad poli tic» que se penetren tod >s dé las verdades que contiene esta carta, para que la* pTeoeiióááo* y fana'ticis si convenzan de que la religión santa de Jes-cristo esta en perfecta consonancia con el sistéoia dé gobierno repabiicam, y d^sore-ieo los temores c »n que se alis- tan y alucinan: temores que infunden y pabait*it «aos éc¡e»iarttcos, que con r.ien^ua de la aira dignidad dé «a . caraste.*, sirven de ieJutale* al trono di los tirano», quienes los sdnnuui-m {.ani is titulo1 y dutín :n¡ic;, comprometieadola por este medn a qae como dxt vcí de la ley persuadan a' los puebii»! * rec nocerj prddocr.'ina.»- niorales, ]as que solo »iivrn j ara nautene: su cn¿iandeci¡r.ifcrito f donñnaáon.2 Un reino como el de Jesucristo 'todo espiritual, divino y ceíestiai, e* •enceraracate independiente de los reinos de este mundo. Mas si queTemos buscar alguna conformidad entre 'el sistema •del cristianismo y algún sistema político, lo hallaremos sin duda con el gobierno representativo,., y si solicitamos oposición, la encontrares- luego con el monárquico absoluto ó despótico, que 4 buena Uiz es io mismo» En el primero la 'constitución del estado y sus leyes son la ex- presión de la voluntad general que casi siempr» es recta, impartía!* benéfica, justa, moderada, y de consiguiente estimula á los ciudadanos á la práctica de las mas preciosas virtudes morales, -que lo? dispone á lo sublime del Evangelio. Por el contrario, en el gobierno despótico en que la voluntad particular se usurpa al poder legislativo, la que Casi generalmente es arbitraria, opresiva, parcial, injusta, falaz en sus pro- mesas, inconstante en sus resoluciones, usurpadora de las propiedades, •capciosa, intrigante, sobre tido hipócrita, maquíabélica en su culto, y ■que no potas veces se ha obstinado en perseguir y destruir el verda- dero. ¡Vicios horribles condenados por el Evangelio, que fácilmente se difunden por todas las clases del estado, corrompiendo las costum- bres, desmoralizando los pueblos y disponiéndolos á que los enemigo» de la religión los precipiten con mejor éxito en «1 funesto abismo de la impiedad! El enlace del trono y del altar es del todo postizo y es infun* dada la intimidad que le ha querido dar la ambición, la adulación y et interés de muchos monarquistas. Jesucristo teniendo en sus divinas manos el corazón de los monarcas, ni lo formó ni lo ordenó; la lele* *ia permaneció mucho tiempo sin el, y en sus siglos mas florecientes toda la gloria de la hija del Rey según la expresión de David, es in-* teresante, y asi los brilles con que la suelen adornar en lo exterior los monarcas, le son indiferentes) y por lo mismo si algunas ocasiones le suelen ser útiles, otros le son muy nocivos. La prodigalidad co.i que los Reyes han dispensado sus favores á los primeros ministros de la religión, ha ocasionado y ocasionará en lo succesivo exttagos éé r,\n-> chlsima consideración á la fe y piedad de los rieles, porque muchos desatendiendo el verdadero espíritu de ella, confundiendo i la vista del pueblo, los intereses de ésta con el suyo propio y con el de su.-, pro- tectores los monarcas, creyendo de este mojo contener ó alucinar, ex' pone la I?,lesia á mayores ultrajes, porque si este cansado de sufrir la opresión se levanta furioso é indiscreto, despedazando con una misma mano los tronos y los altares, persuadido erróneamente á que tafloi y otros se kan coligado para ser autores de sus desgracias, Este> E-icmc» é Jllmo. sr., es el peligrosísimo escolio que se d;be evitar por todos los medios posibles y que es el mas eminente en las diftaües eirfcunstan- cías en que vivimos. Este es el grande objalo que deb« ocup.it toda la atención de los prelados de la Iglesia, empleando en él la ilustra- ción, celo y política que los caracteriza. Esta es la ocasión en qu* deben imitar la sabia y prulente conducta del esclarecido Pontífice qua actualmente dirige Ja nave de la Iglesia, quien antes dtí su merecida elevación & la silla de San Pedro publicó aquella célebre homilía que le hará un honor eterno; eu ella manifiesta í*pie«t£simarnente que b:en podían eonciliarse los ¡nteresís de la RcufiAn con los del sistema re* publicauo, que se había establecido en su diócc-.U. Esta es por ú!r:::n la época terrib e en que ut¡ celo prudente y una conducta franca é im- parcial :cm6j é íllrtio. si\. tad désgra- ciada en el orden político, como afortunada en lo natural, yr.ce casi toda sepultada en las roas densas tinieblas ¿é la ignorancia, ni conoce las hermosuras y bellezas de su culto ni los principias luminosos de la política» Se presenta todavía muy encorbada, por el grave peso de las cadenas que cu tres siglos la han oprimido: pero el término de sus icnommias *e aproxima, las luces del siglo se difundan con rapidézdé penetrar hasta los ángulos mas recónditos» sin que sea dable él evitar, lo, la tendencia de éste á la libertad irresistible. El odio á la tiranía será la pasión que ocupe el pecho de todo americano, y si en esta cri- sis delicada se quieren oponer todavía algunos obstáculos» la rabia y el furor á su turno causarán los mas espantosos extragos. Mas en lance tan terrible, ¿qué se deberá hacer para libertar de sus enemigos á una Religión inocente que ni se opone á la luz ni patrocina, ántes bien detesta la tiranía? Es difícil en estas circunstancias evitar los ardides- y maniobras de los libertinos, quienes aprovechándose de coyuntura tan favorable, podrán formar un partido podaroso, el qué irreligioso é in» taoral será comparable con las furias del abismó: és pues, sobre toda necesidad precaverlos de antemaiio-, manifestando 4 los pueblos la ver-* dad, como es en sí misma, descnbriéndoles las hermosuras que tiene la Iglesia en sus adornos propros, y hacerles palpar la suavidad y dulza- ta del Evangelio, para que persuadidos y «namorados de tanta belleza^ ¡moderen sus furores, y aun cüando sé enloquescan por la libertad de¡ la Patria, se?an en medio de su transporte respetar la religión, y si exaltados hasta el extremo destrozan él trono, que no toquen él altar*. Por último, para deponer el horror con que V. E¿ I. se ha manifes- tado, y para que varíe la opinión «n orden á la Conducta dé los be- neméritos patriotas, qué la han dirigido; vasta fijar la vista sobré el estado actual de la Nación j y cual es \ \ Jüstd cielo! el mas la- mentable que puede presentarse á la vista dé un político! una Ilación sin constitución, sin códigos ni leyes fijas para gobernarse; dejraiaday afecta, y en,vüecida por la inhumanidad y tiranía, con qué siempre ha sido gobernada, destrozada, empobrecida én estremo, y casi aniquilad* por una guerra bárbara y desastrosa; sin artes, sin industria, sin agri- cultura, sin marina, su erari° exausto, y sin organi/.acion ni recurs 15; sin crédito n* relación con las otras potencias; despreciada y mofada de ellas, y espuésta á ser víctima de la mas astuta; gobernada ultima- niente para colmo de sus desgracias por un déspota, qué todo lo ha- vuelto farsa, infiel y perjuro en sus promesas, ambicioso hasta el ev- tremo da querer hacer servir todo á su propio engrandecimiento, ene- migo mal disimulado de su patria» y de la antigua metrópoli, á quien» declaró con pretestos frivolos una guerra impolítica» despojado v!ó!en¿ tamente á sUs hijos de sus bienes, y persiguiendo á aquélla en su re- presentación nacional, la que burló;, desprecio, y por última disolvió tan injusta como ilegalmente. Un hombre, en qué ha concebido la idea quijotesca de dar un movimiento retrogado á los progresos de la civilización con el depravado designio dé sumergirnos én la estupidez», esclavitud y degradación en que yacíamos ha un siglo. ¿Que mas. mueho ciertamente se podría añadir al triste eiíndrd de nuestra situación 1 5 Pero baste lo dicho para persuadirse de la justicia y necesidad del plan adoptado por los bénemérito» militare* de nuestro ejército» los que • conociendo s"er los únicas qué podrían salvar á !a patria, han tomado esta heroica resolución can uná prudencia y niodé-ación admirable, dirigiendo todas y sus mirtt ... á ia ieunioa de ua Congreso compuesto de los sujetos qt'xi la mis*4 roa ilación elija, quienes reuniendo »in duda todas las luce» y ■autoridades necesarias dicten la legislación mas análoga ¿ nuestra situación, organicen y den vida 4 todos los ramos del estado^ es* tablezcan relaciones honrosas y de mutua utilidad «on lo» extrau- geros, promuevan en todo sentido la prosperidad, honor, y engran- decimiento de la patria: elevándola al alto rango á que la llama su des- tino. ¿ Y es posible, Excmo. c Ilhno. Sor,, que Tino» 'esfuerzos tan nobles^ generosos y beuéficos se han de sindicar con el horrible apo- do de irreligiosidad, y á estos esclarecid"» patriotas se han de anunciar ihcufsós en las censuras de la iglesia, amonestándoseles á sus compa- triotas que los traten como escomulgados? ¡Ah, Sor, Illaui! Coa cuanta razón se puede preguntar en esa ciudad in qua urbe *6Pút. mrts ? ¿Que juicio formarán de nosotros las naciones cultas? \ No dirán todavía, burlándose, lo que decían el aao de 110, que abusá- bamos hasta de lo mas sacrosanto para «o -soltar las cadenas de nuestra esclavitud? ¡Que vergüenza'. ¡ que bochorno para nosotros que se ccea que aun no podemos tener una piedad ilustrada ! De« pon?a V. E. I. esos temores que le sobrecogen, adhiérase fran- camente á la majestuosa marcha que felizmente ha emprendido la nación: coopere V» E. I, con su autoridad é influp á la conclu- sión de esta grande obra que va á presentar un espectáculo gran- dioso al mundo político. Entondces se verá que las luces de la re- ligión no están en oposición con las de una sana política, y que1 bien puede un pueblo ser 4 un misma tiempo libre y re'ifioso. En- tonces daadose un ósculo de paz las ministros del santuario, y" los ilustres defensores de la Patria, celebrarán con dulce armenia las glorias de la Iglesia y del estado. Entonces, ti i tímame.