PAPELES CONTRA SERMONES. PCK EL PENSADOR MEXICANO* - . - f"l ** "_______, * • .* • * <. Aunque vivas Jas palahras- y muertas las letras mires, las palabras luego mueren, y las letras siempre viven» £( 23 de este mes, predico en la santa Iglesia Ca- tfdral el M. R. P. Fr. Francisco Caravana!, del or- den de Si o. Domingo, en honor del glorioso Arzobis- po S. Ildefonso. Confieso que rae aerado el exordio, la narración y el epílofp. ¡Que artificio en el enlaze! ¡Que pure- za en el leneuaee! {Que naturalidad! ¡Que sencillez*. Que tacuudia y arte de decir no se dejaron ver en el orador, y Hubiera sido la pieza completa, si no se h.r biera enardecido centra el papel titulado: un Bosqueja de Us fraudes* Apenas tocó esta materia el orador, cuando paree© se le olvidaron las reglas de critica y las doctrinas comunísimas que todos saben, (1) y a no haber sido asi (i) "Perdóneme él R« P. que explique en e*- tos términos, ya que yo tuve la picicncia de oir mis honras en vida y proferidas en un pulpito»»», \0 que lugar tan Ventajoso pura decir lo que se quiera, sim %v* haya quien replique una palahrai¿ no %é e«no hubiera' pe-dilo* explicarse contra mi' papel que tim!e>; Impugnación y defensa del Bosquejo, que estoy actualmente trabajando, en ios términos que se explicó. . - Tres proposiciones asento que me chocaron de- mnciaJo. £n:—q*íi«» yo y- otros amigos qüe olmos el sermón no ?o entendimos; pero todos oimos una mis- xna cosa y fui. nos de una misma opinión* Jj-ds proposiciones, en substancial fueron las si- guientes. X Que á l<* legos no les el licito el tr.itar ma- terias de religión* / • »• 2 Que aun los T¿m¡eradorcs y Reyes están fados á. obedecer y callar en punto de disciplina eefe- AiÓsticQj, " ; -■ -1 * r - ' I ' »t» ~ ' »• S. ^Vfee y» erre cuando impffrni que las oír as yra.í. n* ie qtie procurare^ rebatir" para* desengaño de los que Ws oyeren, ó par» et 'niio, si el R> orador tuvieA se la bondad-de contestarme cbn soljde*> *>«t - ^ue * los lecoA noles sea lícito'el" tratar ma¿ tenas de Rvhpon, la dudo mucho* 6 pof mejor decir, lo 9¡efO. No ignoro que aífttnos canonistas ítefiénden esa o pi- la ion. fundándole en la. expresa prohibición hecha por .Alejandro- JfcV. que d^•ei', ¡¿ftifUlintos que- Wi:ng*j>t¡k- leg* dispute pitciica, ñi 5 ^^^^0*^' dé la 'fe cainlica,* (2) £ co^ttittibees, y¿ ym. filos** „4 ¡: i4 -•. i . r '7 ?*** (2J Inhtiemus.jpitipt*, cuipiam- larca* f4MW nos puh¿ice vel $: ivjiim aef.de católica di putar*An*n ío esta razón, es cO'- mirn «enuncia quej cesa tam^kn Rft ley. Ahora,- piie/l, t>o por '©'tar :eau*a les fite prohibido 4; los «le;fes nsl-t»ie^- terse en seniejautes'drsptira*', sino por Ja fgmrancijl qué ta" rél!ós se ^oponía "de -aq eU¿.« ujiírérai*, y ror el peligro & que-se exponían á si mismo* rel>!on. Y en tal manera es eVo -cieffo que de la misma ley se toma el argumento para probar -que an'ñ1 Ia Ms clérfr- ros ignorantes no les son fícttis arqtrillkstoniroversias. Faltando, pues, en aíetm el 'impedimento dé -Ra'«ig- norancia, ey de creer que el levador nó tuvo ánimo de incluirla en la prohibición. Antes bien «querría qne el tal l?go sabio, uo solo no esu.iera prohibido, sino que le viera obligado i impwín^r' eí éüror y defender la ^erdad, cuando ae pocha• espejar futida memo q\r« tonfcigiSera la victoria, atendida sirhabilidad y la jutf- ticia de su ;cau<-a.-.u ; - • £n ios siglos bárbaro*, «n los cuales el * Su- bió fanlifiQ* Alejandro IV p^blicr» aquel canon, es*0) es por, 1« .¿mitad idel :sizfc> jXÍíJ , Teinkbageneralmente la ignorancia en todas; ,k>% -purb'Os ühi1 Europa. So os lo» ciernes, ó digamos, los ealesiasiicoa estaba» ó se creían efentos do este miserable y general con- tagio, porque según Ja Novela 6 ^ Jwstiniano, cap. 4., y la Novela ,i2o. .cap. -{Vi. no etan promovido» al clericato, aupo; Jes literatos., ^QUi enirr*fPiteras neíctf, déricus tijp jwn i ¿potete: así escribía Juliano él an- tecesor. Sucedió, por tanto, que pata significar un hom- ,.' : L tu ¡ ¿' * 1 ; " »" ' iA t * ¿': (3) Hulo tiempos en que fue tan $en?ral la i%* *vahciá* sbbr.üba ■ fara ser sacerdotes íkber lee** y. d que salia -ei eanto'lláño era Unido fot un sHlí0» '» -*z fcre docto y literato, empezó a usarse el. termino de cZérígo, y el de lego para denotar un ignorante, 6 que no sabia de letras. De donde provino también, que & los legos doctos se les daba el título de clé- rigos; y r01 *l contrario, los eclesiásticos no litera- tos eran llamados también ligos..^.,í Todo esto lo prueba con autoridades el autor citado en su opúsculo que tituló Reflexiones sohre el "buen gusto cn las ciencias* i lo que seame lícito añadir dos reflexiones mías. 1». Qae ei citado Pontífice no prohibió escri* bir sobre la Religión, sino disputar (entiendo verbal* mente) sobre la fé católica de lo que se puede se- guir mil abusos si la disputa no se versa entre per. tonas instruidas. , Del hablar al escribir hay una notable dife* vencía. Ko todos los que hablan saben lo que dicen, cuando todos los que escriben deben saber lo que asientan; porque un error de palabra se remienda m el acto 6 tal vez se olvida, y si no» se puede dis» r culpar, diciendo, n* fue esc lo que dije* sino esto; y en lo escrito no hay esas escapadas» Por eso di- je, por epígrafe de este papel: • , , Aunque vivas las palabras, y muertas la» letras mires* las palabras luego mueren, iq y la* letras siempre viven» , Asi es que el Papa pudo haber prohibido las disputas verbales, y no kts discusiones escritas. Tam- bién pudo ligar su prohibición á las disputas perte» nenentes á la fe', y no á las que tocan á la dis- ciplina de la Iglejia. Mi segunda reflexión es: que removida la ca- usa de la prohibición, no debe esta existir, aunque itf Baya derogación expresa, ^obrando para entenderla elsflenrk» de ios Te?ií.!:;chres, porque qu{ facct consen- tiré videtur; <¡ui€n calla, otorga* li'.t^o si niinua Pontífice, Concilio, ni Freiado ecksiasti o se opoaí á que los seculares hablen en puntos de Religión, sino que antes bien, aprueban su* escr:ios los diocesanos por sus jueces ordinarios, claro es que ¡o permiten, y que clan por anulados los cv nones antiguos prohibi- tivos. Que jíempre han hablado y escrito ios secula- res en estas materias con comentinaeino de la Igle- sia* es lo mas fácil de probar. Para rio remontarnos á sig'os muy remotos, acor- demonos de ton Caracciolo, de un D. Mariano Nifo, de un Dr. Piquer, de un Pensador Matritense, de un O'.avide, de un Castro, y si te quiere, de un Joaquín Fernandez Lizardi qae el año de 1813 escribió una apología de nuestra Santa Religión. Todos heruos es- crito en países católicos, y nuestras producciones reli- giosas fueron aprobadas por los diocesanos respectivos, Eralo de Barcelona el illmo. Sr. D. José GUraent, y no solo no juzgó á los seculares indignos de hablar en materias de religión; sino que los reputó necesa- rios cuando se valió del Sr. D. Vicente Noguera, re- gidor perpetuo de la ciudad de Valencia, para que tra- dugera las obras de S. Paciano, y corriera con la impresión. Esto fue ahora 41 años, cuando debemos suponer que en Barce'ona sobrarían eclesiásticos sabios; pero el prelado no haJó entre ellos quien desempeña- ra su de^eo mas acertadamente que el expresado secu- lar Noguera. Este, considerando ei fanatismo que aun existe* llegó i decir „ual vez el vulgo (4) que frecuente- mente equivoca los estudios é inclinaciones de los . (4) Lo hay de capillas, de honetes de casacas bor* dadas y del ma* *lto rango, *♦ .hombre* con sus vestidos y trajes, creerá que una n*- ti'-ia de la reí pión, algo mayor que la que comun- mente posee el pueblo, exede á la capacidad y lite, ratura de un secular, y es muy espuesta para quien desde los primeros años no se ha dedicado al estu- dio de la teología. No pensaron asi los cristianos dt los primeros siglos.o Bien se conoce de estas expresiones que siem- pre se ha hecho creer al pueblo que los misterios de nuestra religión* de su dogma y de su disciplina.es- ian estancados para solo lo» eclesiásticos, sin sernos dado á los ciudadanos seculares levantar el velo sa- crosanto, coiho si no fuéramos cristianos» como si nues- tros entendimientos no fueran bastantes apercibirlas verdades de nuestra religión, como si el Legislador di- vino nos hubiera puesto semejantes trabas, como si na nos interesara el saberlos, si quiera para enseñarlos á nuestros hijos (S) y como si fueran unos arcanos fabulosos como los de Ceres, que no debían saberlos sino los que estaban iniciados. Creo que hasta la evidencia está probada la equivocación del orador; pero lo será aun mas cuan- do nos acordemos de que la Igiesia Santa no soit ha aprobada y honrado los escritos religiosos de los hombres seculares; sino aún de las mugeres cristia- nas. Valga por todas, Santa Xercsa de Jesús, á quiea se le da el epíteto de doctora mística de la Iglesia. Desengañémonos: hablar mal de la religión á nadie es permitido, ni á eclesiásticos ni á seculares % Hablar bien, á todos; y no es. hablar contra la re- (S) Si la prohibición de hablar de religión lo* seculares fuera justa, no podrían estos enseñar á sus hijos ni á sus discípulos* lo que es contrario al prt- ce>£« natural y divino»7 lición hablar o escribir conira los abusos que en Ta Iglesia ha introducido el fanatismo, la isnomnaa, la codicia y la superstición. En nada se ofende la religión católica por- que se declame contra el interés de la Curia Romana, con- tra los escandalosos «.alarios de los Obispos, contra las superfuas renta» de los canónigos v libertad simoniaca de los curas, y número exesivo e inútil de lo» frailes. Estos intereses, estos escándalos, estas super- fluidades,''estas simonías, y estos exesos no son par- tes constitutivas de la relipion de Jesucristo. Enójense, si quiere i los. eclesiásticos á quienes toquen las generalas; empero jamas faltarán en la Igle- sia de Dios quien repruebe estos abusos como con- trarios á su purísima doctrina, ora sean eclesiásticos, •ra seculares los reprobantes. Por esto el R. P. Caravajat se equivocó no- tablemente cuando queriendo persuadir á que solo á ios Obispos y prelados eclesiásticos toca e! refutar los errores que pronuncien ó escriban contra nuestra re- ligión, me citó y repitió lo que dije: que haya lío- natos y Maniqueos no faltaran Gerónimos ni Agus- tinos qut los confundan', queriendo dar 4 entende» que dije que si había hereges. no faltarían Obispos y Cardenales que los refutaran, y por eso dijo S. P. Certum ab errore» Algo sale cierto de un error. Pero no fue tal. Yo en !os Gerónimos y Agus- tinos no concebí, al escribir estas lineas, unos sacer- dotes ni unos prelados eclesiásticos, sino unos escri- tores sabios, cristianos, y decididos ¿ defender su Re. %ioa. Baste de esta materia; es> muy larga, y so- bra que- decir. Nos estrecharemos par» rebatir sus ios propocisiones siguientes, de las que es la segunda» ($ue aun ¿os Emperadores y Beyes están c¿ít-grJt>~, a olcJtCcr y callar en punto de disciplina cziezi'Htu,a* Cuando los eetrofi estaban bajo !a tutela de las tiaras no dudo que seria defendible, ó á !o menos opinable la proposición, mas ahora que todas !as Naciones y Rtrye* co-.iocea sus derechos, me parece improba- ble en toJa su extensica. Todos saben que en el Ponútice de Roma hay dos potestades; una de orden y otra de juris- dicción» La primera es de esencia de su ministerio como consagrar e! pan, confesar 4re. En este-, es igual a les Obispos y al ultimo sacerdote, y no se pue- de disputar. La potestad de jurisdicción, se distingue en es- piritual y temporal. En lo espiritual nadie puede negarle la primacía como cabeza visible de la Iglesia: en lo tem^ peral, esta jurisdicción no es absoluta sino limitada á sus «srados, como soberano que es de ellos; y asi le* pue- de imponer sus leyes como quiera, lo mismo que el K"-Y de Francia en sus dominios, el de Inglateraa en los suyos, el de España, sancionar las de la nación en s i rerritorio &c. &c. pero pretender que el Papa mande en los reinos extrangeros y en asuntos tempo- rales por derecho divino, es querer probar que es li- cito que un cura maneje los intereses, economía y re- dime de vida del feligrés solo porq ie es cura y tie- ne jurisdicción eclesiástica. No ignoro que la preponderancia de la sobera- nía de Roma ha tocado el punto del mas absurdo despotismo. Asi es que Bonifacio VIII en su cele- bre extravagante que convenza: Vnam santant de majo* 'rítate et obedientia'»» preteuvie probar que la misma po~ tentad suprema y directa goza (el Papa) en la ad- ministración, mando y golierno de las c?sas temp9*" rales y pertened$ntes al golierm pditico de tita ftfnarqui» del mund»y y ordcva, pronurcia y deflre c*e ti# solo se debe obedtcer y retontcer ari% iino rem- iten afirmar y creer por necesidad -precisa dt nues- tra salvación. Imbuido en estas equivocaciones pontificias, no me admiro que el arcediano de Quito D* Juan Macha- do de Chaves, asentara que el Pontífice de Roma ts Señor de todos los .Emperadores y Beyes de la tierra, dueño de sas estados, y arbitro para dárselos ó qui- társelos segun quisiere. (6) Esto se imprimió a mediados del siglo 17, es decir, el año de lfa47: y uo me admiro, repito, de estas ignorancias, cuando muchos canonistas cele- bres, entre ellos ¡Üolorzano y Belarm.no apoyaban, 6 por mejor decir, propagaban es as doctrinas, qué te cubrían con los ejemplos de Gregorio Vil que des- pojó del reino de Polonia á Boleslao II, y de I/eon 111 que le dio á Cario magno el imperio, privando de el á los Emperadores del oriente, entre otros mu- chos sucesos que se pueden referir semejantes. listo baste por ahora, que en mi prometida defensa del Bosquejo diré algo sobre la jurisdicción Papal, sobre las causas de su extensión y los danos que esta ha acarreado á la Iglesia de Dios. Mientras tanto, el orador y los fieles que lo oyeron, advertirán que hay dos jurisdicciones en el Pon- tífice: que la primera nadie se la disputa (la espiri- tual) que la temporal es limitada* Cada Señor lo es • (6) Fue en otro tiempo tan audaz la adulación 9«e se dijo que el tribunal dtl Papa era ignaí al de Dios, y que seria Unido -por herege el que se atreviése é apelar del tribunal del Papa al de Dios.JO ife su cs«a, y en asuntos temporales na 1a tiene que vrr él P¿pa con los Reyes ni con la» nactenes li- bre* que fe r anda i según Ies conviene. JKi Reyno de Cria o no es de este mundo: lo dijo el m'smo le- gidadcr, quien mandó dar á Dios lo que es de Dio*, y aiCevar lo que es del Cesar. Por tan: o, los Emperadores los Reyes y Tan naciones srgíbernantes y católicas, están obligadas á obe*. decer al obispo de Roma como á cafcezj vi«-ib!e de ¡a Iglesia, y dentada -para t.l por el supremo U*is*. lador Jesucristo en cuatíto toque al dogma y eclesiási- Tita disciplina apostólica irrevocable! pero en lo que tenga relación con fines puramente temporalee, no, y 110, y no. porque cada uno es dueño de su casa. Qut se haya hecho de fig'o y media á esta parte y de que esta sea la opinión universal, «o tie- ■ ne duda. Cada soberano católico ha admitido las or- denes del Papa tetsu? le ha convenido." José II Empander de Alemania, reíormó su clero lo mismo que hoy hace la Espacia. A Pío VI le contaron qufe era htrefe, lo nisino que dicen hoy los necios de los .c» panoles: el. Pontífice hj»o un penoso víage á Vie- na, hab'ró con José JI, conferenciaron, quedaron acor* des, la reforma se hizo, y- el Papa alabó al Empe- rador en el consistorio. -Nuestro Btatisimo Padre Pío VII (cuya vi* da Dios guarde muchos año*, ) • toleró, sufrió y pa* dec-'ó bastante con ira su opinión en la reciente re-- elución de Francia en Jo tocante al clero, sin atreved se á declarar á los franceses por hereges. ¡ Ojalá igual prudencia hubiera tenido Clemente V, acaso la In- gUietra no se hubiera separado de la Iglesia Roma- na! La ligereza y pasiones de los Papas ha hecho xuuchos da ños en la vina del Seaor, Lo üicho basta para hacer ver U diícreaciaie jufí¿dicciones, y que nadie puede man lar en la ea- $a del vecina; y a a hiao muy bien España en n» tdmítir Ja bula de la cena, mucha» cosas del Con- cilio de Tremo* y uq dar giro 6 lo & lretfes de Ro- ma sin previo -pase del cornejo. Esto ló ha hechor de aqui han nacido los concordatos, los recursos de fuerza y los patronatos, y nadie lo ha notado de hereeia; porque el atemperar las dos jurisdicción es ¿ «clesitJsticu eVpúifuat, y eclesiástica temporal, es muy jisto, y nadie puede oponerse, no ya á ta ley di- vina, sitio á la natural que manda dar á cada unO lo que es s'.iyo: redere suum cuique e¿f. Asi es que siempre que el Papa determine una cosa puramente espiritual, como relaiacio^ de votos, declaración de imi artículo de fé\ concesión dé indulgencias, veneración de «autos y cosas* a esre modo, los Reyes custianos deben de serlo cief¿- mtnre; pero si n:anda aumentar días festivos» mo- nasterios, Obispos ( dotados, ) colegiabas, contribuciones i la curia &c. Entonces los Reyes representarán- res- petuosamente, y no obedecerán los breve*. Harto se ha dicho >obre esto» sigamos coa la proposición ter- cera del orador. Esta est te dije mal cuando imprimí que las olra> implas % debtn refutarse y n9 recogerle. Esto es lo mas fácil de probar, y no me de- tenté mucho*. Pregunto; ¿Que" vale mas CHvttr una peste según su diagnóstico y pronóstico 6 amonfona** á diez ó doce enfermos, dejando que mil ó dos mil con- tagien a diez ó doce mil? Ku el sezunJo ca*© nada ha- bíaos: el mal se ha difun tido, los miasmas p itridos »'?uen por el aire envenenando la sanere de los ha— wante$% y coa encerrar eol uñ hospita4 a diea no se cu- »an tres iriit; - ' E*te es puntualmente e! ca¿>o de la cuestión., ya-12 dije y repi*o que las obras impías deben refutarse, na recogerse. Con lo primerease cura el-mal; cotí :o «.egun» *+Q.n*; artffcs se aumenta. Pruélx>lo con uj^egemplo bi;n co- iram. Pedro y. Juan riñen, y todostfost espectadores se apresuran for separar á Pedro de Juan. ¿Que indica esto? Que Pedro puede mas, y lo separan para que. no acabe con el otro. Pues asi, sal« un papel endiablado; *e recoge, sin mas que decir que es incendiarfr* su[Vír- iivo% herético y lucrfer¿fio, sin probarlo nidar una ca- lificación concluyente, entonces el público lo busca y paga de mejor pana para ver si lo ¡ascruyen ó lo quie- ren alucinar, y lo leen los que ni tenían ganas de leer* .lo, ni noticia de él* De aquí proviene que el dia que se recoze un papel es mas apreciado. Desengañémonos» no me opoago á la ley; pero con todo respeto digo que es un arbitrio* en su fin muy santo, en su medio ineficaz. Se imprimen mil Zorras% y se recogen veinte; ¿quid prodest? ¿De que aprovecha? De nada, pues en materias de religión, menos; y asi Id que importa es refutar errores, no recoger papeles, . Nuestra religión tiene armas fuertes y mura las impene- trables. Escriban los hereges, responderemos los cris tu- nos, y veremos quien á quien. Sobra que decir sol re todo; pero baste» < Joaquín VefnaruUx L¡zarJi. Rota: ya tirados muchos ejemplares, se notó ea h f ag» 10 que dice Clemente V: léase Vil* UÚ -XX. U*J íT, MEXICO. 1821. Oficina de L>. /• ¿í. BenaVcnte y 9ÓtÍ9$%