MANIFIESTO PATRIOTICO Que hizo siendo Comandante General de la, prime- Vívenle Guerrero, para desvanecer las imposturas y calumnias con que el conde del Venadito pensaba alucinar á los ciudadanos, y dividir las opiniones .¿Americanos, amados conciudadanos míos: jarnos se me ha presentado ocasión tan lisonjera, ni en el transcurso de once años de guerra he disfrutado del placer mas com- pleto, que cuando oí tronar en mis oídos la encantadora vo?. de Independencia, pronunciada por el mas benemé- rito y digno G;fe militar, el Pr. Coronel D. Agustín de ltutbtde. Sí, magnánimo caudillo, tú mereces el renom- bre de Héroe. ¡Pero qué digo! El Padre de la Pátria, el libertador de iVéxico. . Tú mereces las bendiciones del cielo y de tu puebloj porque con tus virtudes filantrópi- cas, vas á arrancar de este infortunado suelo el cetro de\ despotismo que pesa tan gravemente sobre nuestras cer- vices, y á elevarnos para siempre á Ja dignidad de hom« bies libres. Todo el nuevo mundo te vive agradecido, y las generaciones mas remotas pronunciarán tu nombre re* vereates. Nadie sino los serviles ó tenedores del desputis* mo, desconocerán tu mérito, pero ya son impotentes, y sus esfuerzos para impedir la penetración de la llama abrasa^ dora que esparce tu voz eo los corazones de los america» Qos, serán infructuosos. Nada hay que temer,, porque los ra división del Ejercito de las Tres Garantías, D. de los defensores de la Patria. tiempos de terror y barbarismo, se han discipado: los hombres saben ya defender sus derechos, y no necesitan mas que de caudillos que los dirijan por el camino de la gloria. Si esto encuentran en el grande Iturbide, nada mas apetecen. Camina, pues, á perfeccionar la obra, y no re- celes que la discordia horrible se apodere de nuestros corazones. Nuestros pechos serán unos muros inaccesibles é incapaces de dejarse vencer de las maliciosas y seduc- toras expresiones del Sr, Virey. Bien conocemos á donde se encaminan sus tramas; pero ya puede desengañarse, y el mundo todo sepa que los militares de la primera y ter- cera división del Ejército de las Tres Garantías, y los demás individuos que dependen de tstas, han jurado obe- diencia y defender á costa de sus vidas al primer Gefe, lo mismo que la Religión, la Independencia y la Union. Si tales principios son bs bases en que se apoya nuestra empresa, ¿quién podía interrumpir nuestra gloriosa car- rera? Teman los pérfidos y aliéntense nuestros compatrio- tas: únanse todos á Iturbide, y la América Mexicana será la mas feliz que se conozca en el Orbe. ¿Acaso este Gefe ha mancillado su honor por darle vida á su pueblo? ¿ Aca- so ha traspasado los limites del pudor, con declararse por una causa tan santa? ¿Acaso se ha hecho traidor al Rey (como lo supone el Conde del Venadito) cuando lo llama al Trono del Imperio de México? Pues nada menos que eso: él se ha llenado de gloria, él ha cumplido como hom- bre, como ciudadano y como religioso: él no ha hecho sino lo que debia para cumplir con la ley de ia natura- leza; pero mi lengua enmudece cuando piensa tributar- le los elogios á que se ha hecho acreedor. Si, Sr. Exmo., Iturbide no es pérfido, ni venal como indebidamente le atribuye, suponiendo que por un ratero interés le ha ne- gado la obediencia. Él dinero de los comerciantes de Manila y México, aunque se gaste para mantener las tropas imperiales, únicas que disfrutan de ello, la nación tiene para reintegrarlo y ella sabrá poner á cubiei to el honor de su protector. Tampoco esta bajo los auspicios imde Guerrero como le imputa, porque yo le presto nm ciega obediencia, y V. E. sabe que ántes de unírmele se lo protesté. El es mi gefe y yo su subalterno: porque amo á mi patria y no por otra causa, he arrostrado tan- tos peligros esponiendo una vida que m? es pesada;; por- que veo á mis hermanos arrastrando cadenas. Las pinas y fatigas íjue he padecido no las soportan mas que los hombres libres que prefieren la muerte á la esclavitud, y es seguro que mi existencia la sacrificaré en defensa de la p.1 tria, sin que en algún «aso falte á los deberes de hombre de: bien. Mediremos pues nuestros hechos y olvidemos infamar i los hombres porque defienden sus derechos: Oiganse sus" esposiciones, hágateles justicia y no la ciega pasión del amor propio, ó un imprudente ca- pricho ftagá el exterminio de la Nacbn, dividiéndola en partidos: demaciado ha existido la tiranía entre nosotros, y ya es tiempu de tributar algún respeto á los hombres: Se han dheipado las tinieblas, y 09 estamos en el año de diez; no son cuatro ficciosos lo» que quieren inde» pendencia, la Nación en masa la pide expresa y tácita- mente: permítasele que espontáneamente declare su vo- luntad, suspendiéndose entre tanto las armas y los su- plicios: désele cuenta de los planes propuestos por el Sr. Iturbide, y no se le oculte ni se quiera suponer que son subversivos y perjudiciales: descúbrase sencillamente la verdad, y rebátanse con argumentos sólidos y fun- dados, los principios sobre que se ha sistemado nuestra independencia: Medítense detenidamente y no con im- prudencia se fallen de impios: evitemos las desgracias que ha de producir la nueva guerra que se encenderá si no se le hace lugar á la razón, á la justicia y á la políti- ca. Nada cuesta entrar en conferencias, acomodamientos ó capitulaciones; pero es incalculable le que se pierde n-egandose á tales convenios por no entrar en comuni- cación con unos hombres que se cree solo hao nacido para ser dominados. La autoridad de un Virey tiene lí- mites, y es una arbitrariedad declarar la guerra á quie-nes procuran evitarla, y suspender todo movimiento agresivo para manifestar ! ... .oVitud .s¡o estrépito, sin sangre y sin atyoso. ••. ipat iotas, no dtjtmos hoyar mas r,ucsti.,is personas, reclamemos sin intermisión los enormes excesos 4k M sü¿ Rubieioan en México, y ape'emos á las aima- ¡ ¡ai^ hacemos respetar si ellos obcecados no quieren recooocr sos deberes: no os amedrenten pánicos temores, que el Ejército de las Ties Garantías proteje vuestra libertad: unión y frater- nidad es lo que constituye á este» cuerpo ilustre, y lo que ha de producir nuestra felicidad. El Virey no tiene facultad de decretar la guerra sin consultar á las cortes; pero si sucediere la emprenderemos á toda costa, Dignos y amados compañeros míos, Furopeos los que habitáis este continente, todos formamos Nación, todos reconocemos por neeseta madre pát.-ia á la Amé- tica septentrional, y bajo su tutela formaremos una so- la familia; se desterraron para siempre les odiosos nom- bres de Gachupín y Criollo, y solo existe el dulce y amable de Ciudadanos del Imperio de México: el genio de la discoadia huyó precipitado, y le ha succedido la fraternidad y la unión Si los vínculos de hermandad, amor á la patria y defensa de la religión santa de Jesu* cristo son indisolubles, ya podemos lisongearnos de ver renacer las delicias de este continente, fo oue tengo el honor de ser el último de esta sociedad, os suplico que no nos apartemos de tales principios, para llegar al ven- turoso día: pruebas he dado de mi reconocimiento al Gefe superior que hoy tenemos, y aun las daré tan repetidas que basten para desengaño y terror de sus antagonistas. Viva pues la Union, la Religión y la. Pa- ta ia Independiente. Reimpreso en la oficina de Ont¡veres, año de 1821.