1 EL FRAYLE DESPREOCUPADO. Carta de un Religioso amante de la Religión, del Rey y de la Nacion á un eclesiástico escrupuloso, desvaneciéndole algunas dudas que le consulto sobre la Constitución de la Monarquía Española, y jura- mento de su observancia. Muy señor mío: si noo estuviera penetrado de la ingenui- dad con que V. me consulta, y del deseo que le anima de obrar en todo de un modo correspondiente á su taracter, y á lo que exigen los deberes de su ministerio, me detendría en contestarle; porque la cortedad de mis luces, las obliga- ciones de mi instituto, y la brevedad de una carta, no me permitirán hacerlo con la extensión necesaria, para tranqui- lizar sus ansiedades. Pero V. es mi amigo, es eclesiástico, es instruido , y estos respetos me obligan á tomar la pluma , na- da mas que para recordar á V. lo que sin duda no ignora; pero que dicho por otro quizá podrá satisfacerle. A tres pre- guntas se reduce en sustancia toda la consulta: primera, ¿si po- drá un eclesiástico jurar la Constitución política que acaba de publicarse sin mancha en esto su conciencia? Segunda: ¿si la será á éste lícito sea en pulpito, confesonario ó escritos cen- surar la Corjititucion, é inspirar su inobservancia. Tercera: ¿si faltarla gravemente contra la religión si promoviese, 6 ayudase a una revolución con el intento de de»truir el jsistema de gobierno que acaba de plantarse? |Vcy á contestar á V. •oncisarcente» PRIMERA PREGUNTA. ¿FodrJ un ecleiiditico jurar ImConttitucion foli tica que acata de publicarse i Sijel egemplo es la instrucción mas eficaz, respondo á es- ta pregunta con la conducta que he observado en esta épo- ca , y en Verdad que ni quiero, ni he pensado mancillar coa ella mi conciencia. Aseguro a V. que yo ligado con las in- dispeutables obligaciones con que nii profcion me eiñe,he pro-2 corado hu'r siempre de negocios polí'ícos, que « mí rne im- portaban poco; y aun los templos do.i'le he anunciado la Di- vina palabra, jimás han oido de mi boca mas que la instruc- ción del dog'm , y reprensión de los vicio». Per esta causa poco ó nadi habla leido de la Constitución de qu°. te traía. Casualmente .rubia oido hablar de ella , y á sure(rs que ?u- ponio de virtud y de literatura, de un modo der.igrativo « sus idea» y leyes; pero hace pocos d'-¡s la temé en mis ma- nos á instancia de algunos amigo» d~spre.-c.uf ndes, q-ue rre la celebraron como parto de la tabiJuria r y t!?• trabajo de tinn e*pañole« amantes de su nación, y ansiosos de, so feli- cidad; conocí que estos no 1« adulaban cuando la leí toda, y admiré que en un tiempo que se podia llamar del desorden, de la inquietud y del temor, por la invasión de los enemi- gos, hubieran podido los representantes d« la Nacicn sepul- tados en un recinto corto, y abindcmar.do muchos tus inte- reses propios á una rapiña extraña, formar un Código, que ei el fundamento para una legidacian, capaz ds Uer.ar de glo- ria nuestra Patria. Supuesto esto la juré con gmto.y la obser- varé con religiosidsd para estimular a V. é ejecutar Jo mismo: Jos motivos que tengo en mi conciencia para hacerlo son lo» «iguientes, entre otros que omito. 1. Nada hay en la Constitución contrario é la Belipion sa- grada que profesamos en el Bautismo. Ca«i en su eneabeza- nñento se ven gravad** estas palabras - la Kelitrion .de la Na~ don Española es y sera perpetuamente L¡ f 'aitllica, Apostó- lica, Remana, ÚtdOa verdadera. La Nacisn l» protege por lijes sabias y justas, y prohibe el ejercicio de Cualquiera ■otra. Este es el íuudamento sólido de esta gnnde mas d». unos premios ca- paces de h cerle fel/e eteratmentes sigúela Constitución á dar •ist leyes fwadameataiej, pura en todas ellas sobre conducir-nos imperiosamente al órdefl y conservación de nuestros dere- chos i nada hallo disonante en lo mas mínimo a la» máxima» del Evangelio sobre que están establecidas, y los sabios arqui- tectos de este edificio, no han levantado una fabrica detestable de irreligión scbre principio tan religioto. ¿Cómo será mancha criminal en mi alma, el juramento cor. que aseguré la ob-er- Tancia de esta ley ? y II. Yo veo firmado de mi Rey, destinado para sancionar las leyes, un decreta en otue manifestardo al pueblo haber ju- rado este Código Njcur.i l, me manda ejecutarlo prontamente: ¿y me será lícito desi beJrcer al Rey, sin resistir á la Divi- na ordenación ? ¿ quien que venere al Ser supremo dejará de cumplir las órdenes de la superioridad que es destello de la divinidad misma, vicegerente de Dios, á cuya sumisión y obe- diencia llama Tertuliano, religión de la segunda rnageitad? To á la menos no hallo, señor mió, motivo alguno de escru- pulizar en eefe asunto, ni excusa que pueda exonerarme de este juramento ni del cumplimiento de lo que he jurado. Dot réplicas pusden sussitarse contra la» dos razones con que apo- yo lo lícito de este juramento, pero á mi juicio infundadas. A la primera» se darán dice V. decretos consiguientes á la Constitución, que se rocen con nuestros dogmas, y pongan la religión en precipicio. Digo á V. que yo hablo de la Constitución, que es lo que se me manda jurar, y para lo que no hallo excusa; lo demás veré como viene, y procuraré entonces discernir con prudencia lo que sea contra la Reli- gión de lo que sea capricho mió. Me enseñaron en la ló- gica, que al' pr^pon^rme un silogismo, si las premisas eran Verdadera» las concediese, y si la consecuencia era falsa la negase, porque era prueba de que no estaba legítimamente deducida: así respondo: la Constitución en sí es buena, la concedo, abrazo, jaro cumplirla; se siguen ¿ ella decretos irre- ligiosos, distingo, si abiertamente son irreligiosos los niego, no los admito aunque por negarlos exponga mi vida, pero si solólo son en apariencia, y comprendo que se me presenta irreligión solo porque contrarían mi» deseos, pasen: pero pase ó niéguese esta consecuencia de la Constitución, se pasa ó niega, porque no está deducida ds ella por ilación legítima. V. ya me entiende. Segunda réplica: si el Rey manda jurar la Constitución que el pueblo español le ha presentado, y S. M. mi¡mo juró »u cumplimiento, fué violentamente y solo la fuetea fué el móvil de estas disposiciones. En cío, amigoni oie meto, ni ctebo asi pensarlo. Solo Dios e« el que pene- tra el corazón huniano. No puedo creer al IJ.ey , sitio por su palabra y tu firma. Me dice que ha jurado voluntaria y espon- táneamente y asimismo o¡e lo maoda hacer á jBif, ya no ten- go arbitrio para discurrir sabré su intencicn, ni el que «s diga esto, eacusará mi obligación. Un grito general re-onó en toda la peníasula, de que si el Sr. D. Caí los IV. había ' abdicada in corona en el Piincipe de Aiturhs, fué porque bayonetai y gritería del pueblo le forzaros» á ret-.unciarla; con todo los fieles españoles conducidos por los principios de" R esto es muy ageno do un ministro dtl Dios de paz, de caridad y de unión. Deje- mos esto: el Rey á quien V., yo y toda la E é iü.ip¡rando ¡> los ¡pueblos [huyesen de ella como sacrilega y6 detestable No ei idéntica la comparación, pero puede ter- vimos de doctrina. No creo que V. ni otro alguno de loi ministros del santuario, nos novamos á censurar nuestra le- gislación nueva en coníe-onario, pulpito ó escritos guiadoi talo del indecente temor de nuestras pérdidas temporales, aun- que in'undído por ahora, y que por esta causa la capitu- lemos de irreligiosa, cuando no se presenta tal a nuestra virta. Otra cosa diria: si lo que se nos mandase observar fu?ra cier- tamente malo, entonces diriamos con S. Pedro, tío dejaremo* de entonar la doctrina que nos manda predicar nuestra divino Jflaestro; fues es necesario obedecer á Dios antes que d lo* hombre*. Digo ciertamente malo, perqué si icio es malo en duda, la justicia esta siempre de paite dil superior; y así so ta de enseñar que lo que »e manda e« bueno, sin que quede al arbitrio del inferior el discurrir si lo es. Oid, deeia Dio» en el cap. ó .del Deuteronomio, oid, afrended j> obrad. TERCERA PREGUNTA. (Faltarla gravemente contra la Religión el eclesiástico que fromoviese 6 ayudase á una revolución con el intento d* destruir el sistema de gobierno que acaba de flantarsel llesp. Poca» revolucione* de esta clase se forman del ex- traordinario , y digamos milagroso modo con que se realizó esta última; por lo regular todas son violenta», sangninariai y terribles, en las que se sacrifican innumerable» victimas, mu- chas de ellas inocentes: el horroroso t*pect*culo que ha pre- sentado e*tos dias Cádiz, es un testimonio nada ambiguo de esta verdad. Si asi es, no es necesario mas, que considerar el espíritu de lenidad y mansedumbre que dibe animar i lo§ ministros de nuestros altares, para decir que a estos les está estreclüsimamcnte prohibido promover y ayudar á semtiante» alborotos. La defensa natural de sí mismo y da la patria , en caso absolutamente necesario, son los úaicos motivos que pue- den poner a un eclesiástico las armas en la mano p3ra re. peler á su adversario; pero nunca ni directa ni irdip c'srrien- te podran ejecutarlo para derrocar un sisten-í de gobierno legítimamente instalado con la voluntad, aprobación, gusta y mandato del Rey, cuando S. M. dioe le dio su apoyo por ver que este era el voto general da nuestra España. Atentar ahora contra la legislación que el Monarca ha sancionado» e»atentar contra nj misma penona «agrada é inviolable, y bar» ncar un ttor.o fundado sibre la sangre de tanto» beren é- ritos Encáñeles. ¡Qué horver-' El racerdote, pues, es ministro y sustituto de aquel, que cuando dos de sus discípulos le pedias hiciera bajar fuego del cielo para reducir i pavesas una ciudad que se negaba á su» ideas santas, les dijo: ¡Ah, lijos rio»! vosotros ¡finarais el espíritu que debe animaros corrió discípulo» niost el hijo del hombre no ha venido á per- der el mundo, sino á salvarlos á te dos» ¿Y un sacerdote habia de promover y cooperar á la discordia , encendiendo el fuego dtborante de ona revolución rangrienta , para hacer sustituir las antiguan leyes á las constitucionales» que acaban de pro- mulgarse? Nos panxcn aquellas mas justas, dirá alguno: seánlo « su parecer enhorabuena ; pero justío hacer S. Pedro en el huerto contra los que iban, é prender al Autor de la religión y de la justicia ; con todo, el humilde y manso crdt-ro le mandó envainar la espada, y le enenazó de muerte por la que intentó dar á Maleo. L-j V. con reflexión la historia de los primitivos cristianos, que deben ser modelo* nuestros, no hallará V. que en las muchas rebeliones qpe contra los emperadores y sus gobiernos se encendieron en los tr*s primeros siglos, no digo fomen- tasen alrur.a los«ti'CÍpufcs del Salvador, pero ni se m?-c1esen en filas, siendo los mas fMes y leales á la nuforid?.d; y aun les únicos que no intentaren echar de sí á Nerón, Domí- ciano, Cómodo, Capaila ni otro alguno. Ellos honraban á ua gobierno itre'igio^. y obedecían su? leyes en cmnto no se opo- nían á las del crucificado, dando á Dios lo que era de Dios, y lo que era dt»l César al Céiar. Ellos se v-im desautotiza- ¿os, privad.s d-: rus bienes, de su comodidad, ds pq quie- tud, de sos destinos, entonces dirigian á la supeñorid sd sus hu« mildes r"pr^re-!»aciones. luciendo ostensión de «us trabajos, y lolicita^do su remedio: no se les oía, se ks desechaba, s»Ift afligía; pues entonces callaban,ofrecían já Dios sus roto» con la sinceridad de su corazón. y oponiaa á la fuerza y i la contradicción el sufrimiento y la paciencia; porque sabían que este e¡ el triunfo á que debe anhelar la religión católica que no debe defenderse como los castillos mundanos. Nada n¡at hacían en esto, que lo que les inspiraba el evangelio de paz, y el egemplo de su divino Mae»tro. Si, amigo mió, el egem- plo del Salvador. ¿Cuando se entrometió este en mudanzas de gobierno en los bárbaros reinos que habitaba? ¿Quien le vió armando ejércitos para plantar el libro de su ley, y hacer el trastorno del sistema que les dirigía? ¡Ahí la humildad, la obediencia, el silencio, el amor » sus adversarios, la unión aun con los díscolos, y la pacieneia en las tribulaciones: estat fueroa las armas con que el Mesias, ansiado de les profeta* y patriarcas, conquistó para si al mundo, y el cristianismo no tuvo mas cimiento, decia Tertuliano, que la sangre de los mán tires, que como ovejas incapaces do rebeliones, fueron condu- cidos al suplicio. Esto ejecutó Jesucristo, esto sus apóstoles, esto los fieles de la primitiva Iglesia cuando los Reyes eraa inv píos, crueles sus ministros, y barbaras sus leyes: ¿cómo, pues, le será licito á un ministro del santuario promover revolución para mudar un gobierno, que lo manda un Rey católico, una» autoridades escogidas, y unas leyes no solo católicas, sino Utilísimas para la nación? Satisfice, amigo mió, á la» tres preguntas concisamente y «on solo lo que la Esentura me ha enseñado. Si esta doctrina la quiere V. ver explicada con mas txtencion , energía, funda- mentos sólidos, y sabiduría de qu? caiezco, consulte V. las diferentes proclamas que en esta época han publicado vario» prelados de instrucción , prudencia y'zelo: y sobre te do, la incomparable por todo estilo pastoral del Eminentísimo Sr« car- denal da Scala, dignísimo prelado de esta diócesis. N. S. guarde a V. muchos años. £/ Vrayle despreocupado. fuella y Jallo 20 de 18 20. Impreso en Cádiz , y por su original reimpreso en 1» Oficina de D. Pedro de la Rosa. Trecio un real.