(I) CLAMORES Z>£ JL^4 CONSTITUCION A SUS CONCIUDADANOS. ¡O rf/i immortalisl \ubinam gentium sumusl i¡n qua urbe vivimusl Cicerón, oración contra Catilina. T? i *-_¿s posible, amados Conciudadanos, que el hijo de la Cons- titución se vea obligado á pronunciar las mismas palabras que e! gentil, para implorar el auxilio de los fa'sos dioses.? ¿ Q ién lo creyera? ¡O Dios omnipotente, justo y eterno' $ En don- *fe estamos? ¿en qué ciudad vivimos? Pudiera añadir..... pero el justo cielo que incesantemente vela en conservar y ptotejer la justa causa, es quien no* favorece, nos alienta y dt- r'je nuestras operaciones á la felicidad de nuestros hermanos. ¿ En donde estamoi ? ¿ acaso en poder de un tirano flue nos oprime y aqueja ? ¿ acaso permanecemos en la esclavi- tud que per tantos años hwnos suf'ido con la mayor pruden- cia? j ó acaso, en fin, en aquel país de desolación y de in- fortunio que por seis años hemos habitado? No: la luz res- plandeciente de la Aurora constitucional, ha iluminado ya ftutsuo hemisferio: ya las opacas y denegridas sombras que Itro- 'nía ( 2 ) nos cercaban han desaparecido, nuestros oíos han penetrad" la espesa y tosca venda que por tantos dias los ha cubierta y la felicidad se ha substituido á tanta desgracia. Pero.... ¡qU' ilucion! ¡qué felicidad solo reducida á la engañoja apariencia) etl sí, á la apariencia! ¿ Dónde fsíá esta felicidad que nos pro* v¡ niüe nuestra adorada madre la Constitución, y los recupera* ^ dores de nuestra libertad ? ¿dónde el manantial inagotable ¿e ^ bienes que debe producirnos el cumplimiento de unas leye' ,j tati sabias, justas y benéficas? ¡ Ah qué infortunio! El pueblo amado de la ley, no ha experimentado aun ninguno de esto' (¡ benefi.:ios: bien conoce que realmente los hay, pero excla' ^ mi por mi voz: \ dónde está esa libertad tan amada ? ¿ dón' c^ de esa extinción de gravámenes que ya no podemos sufrir' tfaa ¿dónde, en fi:i, nuestra felicidad y ventura ? Qae, ¿acaso n« seremos digaos de poseerla; no soma hermanos en patria» ^ religión y leyes, é iguales á los felices habitantes de la Pe nfosula ? Pues, ¿ por qué no hemos de obtener los mism<" privilegio?, la misma libertad que aquellos gozan desde el p nueve de Marzo ? ' Que clamores tan justos, amados Conciudadanos he'1 j> manos mios. ¿Y habrá quien pueda desmentirlos? Creo que a°' la razón mas, grande los asiste y es fuerza escucharlos con to' da la efusión de un corazón magnánimo, justo y benéfico* ^ con toda una alma grande, sensible y bondadosa, j Y po' ventura se encuentra esta ? Sí, la hay, yo la conozco: el dig" no gefe que nos gobierna tiene estas virtudes sobresaliente* Po< "til ira el gran Ápodaca, la columna de este estado, la bace ¿( ^ nuestra felicidad: él escuchará los clamores de este puebl" lc dócil, obediente y que tanto lo ama. Cual tierno padre, sü! 0t justas súplicas encontrarán la mas grata acogida en su mag' 1,0 nánimo corazón: sus providencias todas serán dirigidas á I" felicidad de este pueblo que tantas pruebas ha recibido ¿l e° su afecto: se extinguirán cuantas trabas y contribuciones afl¡' e¡ gen al honrado ciudadano: yo os lo prometo en nombre ¿{ C*s este digno gefe: su felicidad y su güito depende del núes' t"(3) -do °" e' q'Jisrs gozarlo y es forzoso que nosotros !o go- rto» Íem0S" ,¿ $ Jn qu.i urbe vivlmusl ¿En q'ié ciudad vivimos, ¡3) iVa^i-3i Coneiudtdino»? ¿será acaso en la populosa S.ibi|r0' 'as antiguas Roma ó Carraga? No, hermanos niio-¡, vi- ■ra* !,n,°l- en la ciudad mas pacífica, mas noble y mas aba» - '. Je jante del globo, donde todo respira soriego, tranquili- 'ye5 d ^ Placer* ^¿ro Dios! Hay entre no.otroi indiyi- >blo s (lue qui''eran trocar estos beneficios en guerra, de- sto¡ S?'ac'On y anarquía: tales son los enemigos de nuestra Cons. -la' 'ltuc¡on. j Acaso pensaráu los malvados que nuestra amada iúo' ^dfe es parecida á la que en el siglo pasado fue ot't .¡t i Clcta á la Francia? ¡Cuánto se engañan! Acuella fue una , n<> !ra,I,a para alucinarlos y conducirlos al gran cúmulo de r¡3» jl^^nnios que ha experimentado aquella nación; ella per- pc- 'ó su religión, asesinó á su Rey, fue oprimida por el m>- ¡no> ^0r tirano que han conocido los hombres y reducida 4 la ■ el ^ay°r infelicidad,' después de la mas espantosa anarquía. ero nuestra Constitución nos manifiesta clara y distinta- hef ^"te el verdadero camino del bien: proteje con toda la o0! de la ley la sacrosanta religión de Jesucristo, y no , 10' Pernos ser felices sin ella. ^C0! Los hombres infames, proscripto?, traidora?, dé'po- p'oí 'as y enemigos de la Constitución, viven con nosotros, se ^¡g^ Ü!ien en lo exterior; pero no piensan como nosotros. Míen- nteí, tras el ciudadano pacífico se entrega al blando y dulce sue- , ¿t "o, unido con su consorte é hijos y manifiesta a e>ios su eyj dicha futura, estos monstruos velan, maquinan, q..i,i¿rati 8ü¡ Atinar partido y atravesar el noble corazón dé aq-¿el con nag' 1,0 agudo puñal. Pero no, su voraz y sangriento fuego ¿ |i Será convertido contra ellos mismos; sus infernales ideas 0 ¿i ,er>drán toda su fuerza dentro de sus infames coraza* afli' ftes' y sus vues &^m&s padecerán los tormentos mas atro- •e de C?s a' vernos tranquilamente disfrutar de ios grandes dere. iues' c^°s de ciudadanos, y sostener con todo el esfuerzo de núes»( 40 lit tros brazos Un leyes mas inviolables y sagradas de ese divino y la autoridad de Fernando, de ese ídolo del c0\ 2on de ¡os españoles, de ese Rey el mas justo, el benéfico y el mas amado de su pueblo. Temblarán alc euchar las tremendas voces de la razón y la justicia cíl tra sus inicuos procedimientos en ese augusto Congreso f acaba de instalarse. Españoles, unámonos todos en defensa del ssgf* libro si alguno atetitare á ultrajarlo, y no se oiga entre* liberales mas voz que, VIVA EL REY Y LA CONS* TUCION: y no habiendo mas remedio, morir por la Co' titutlon y por el Rey. Velad, ilustres españoles, mirad que los enemigos54 poderosos y que la patria peligra; no descuidéis un ^ mentó de sus traidor,;* tramas, y el primero que ¡nff|( gie^e ese sagrado Código, pague con la asuma pena 4' hubiera sufrido yo si hubiera hablado de esta suerte aW un año, que sería el último suplicio. El Hijo de h Conaitucion, MEJICO: 1820- Imprenta de Qntiveros.