EL AMANTE DE LA CONSTITUCION. - -n— iliWI11 irti' L1J1J1" p , vTudadanos , cuando después de la mas gloriosa lid tn que la perfidia de un poderoso tirano empefo la noble- *a de nuestros pechos; después de una lucha cruel en que España sin ejercito, sin marina , sin recursos , ocupadas t'aidoramente sus plazas , prisionero su Rey , supo dar al blindo un ejemplo admirable de lealtad y valor: cuando -va empezábamos á sentir el aura lisonjera de la libertad , y el benigno influjo de una Constitución en que los espurio- 'es manifestaron al orbe entero que sabían manejarse tam- ben en el gabinete como en el campo del honor , una t,l'ba de capciosos hizo desaparecer nuestra naciente feli • c,dad , y colocados al rededor del solio se atrevieron á em- pañar el lustre del cetro español. Aquella envidiable edad v>€ como el relámpago que arde.en el espacio y desapare- Cc : nuestra felicidad fué y desapareció : el destierro , la Prisión , la muerte fué el premio que el bueno recibió en Atribución de seis anos de sudores y de gloria : á la liber- tad sucedió la opresión , á la ley el despotismo, á la jus- ticia la iniquidad. En esta época desgraciada hemos visto entronizado el vicio , autorizada la rapiña , la inocencia per- seguida , y la virtud ultrajada. ¿ Y será posible que tanto desorden hava podido estar oculto por tanto tiempo á lo* °jos del Rey ? Siempre cercado de aduladores que con vi- sos de religión y fidelidad absorvian para sí solos toda la sus- tancia del estado , no permitían que las quejas de los infeli- ces resonaran en los reales alcázares ; pero el Rey que ftunca veia que á la ejecución de sus providencias siguie- sen los felices resultados que le pronosticaban los cortesa • ttos , entró en profundas meditaciones , y en un momento de reflexión el Dios de los buenos que vela incesantemen- te sobre sus criaturas , tocó su pecho y dijo el Rey : Cons* titucion ; y apenas lo pronuncia se rasga el velo que oculta- ba la maldí'd , y ve el Rey en torno de sí la falacia y l.t hipocresía con todo el lleno de su color. Salve alma patria; ¿.u son felkes tus hijos ; ve reaaeer en tu regazo la paz yh abun l icia ; alioiv. verás proip.rar ca ta seno arica , cíe!' cias, agricultura y comercio ; ya no se verá pínta la en ^ semblante la negra esclavitud ; ya eres libre........Pero eSfj panoles, no apuremos tanto el cáliz de la libertad que n<>': efo¡; embriague su néctar. Hay pérfidos aun , sí; hay muchos pf? ''Cr versos entre nosotros ; muchos perversos que son los en£' "ca migos de la religión y del trono. No durmamos que cl!°s es*án entre nosotros , con nosotros viven , con nosotros W\ 0,1 blan , y no sienten con nosotros : son lobos con piel de ovejJ que fraudulentamente se introducen en nuestros rebaños p3' ;Cr ra cebarse en ellos. La patria está en peligro ciudadanos) Par y nuestra nimia confianza nos va á arrastrar al precipicio Nosotros los liberales , nosetros solos serémos los culpable' 1 A si por desgracia nos vuelven á oprimir las pesadas cadefl^ lc' de la mas torpe esclavitud ; nosotros que no sabemos abr¡' ^er gar en nuestro pecho sino ideas magnánimas , máximas gf' C°''T nerosas y principios de virtud , seremos víctimas de nue¡>" tra generosidad é indulgencia. Volved los ojos á seis au0' de servidumbre , buscad el origen de seis anos de injusti' ]-\ < ia , y ved si podéis hallar el principio de nuestros ir.fot' p tunios mas que en una criminal condescendencia. Si cuand" Fernando recobró la libertad, debida únicamente á nucS' J¡n tros brios y no á \i's mentidas preces de los frailes ; si cuati' cío pisó de nuevo el territorio español hubieran las Corte5 depuesto la clemencia j si las Cortes hubieran hecho reí' petarlos derechos de ncso'.ros , que somos el soberano» 3o " ''itii i* je; íiuvicran dejado satisfecho su deber , nosotros huviéram*" viviJo felices , y el Rey hubiera sido amado generalmente I pero regidos por una tropa de ministros del despotismo ¿ qu? papel hemos representado en el gran teatro de la ropa ? ¿ Que inmunidades hemos solicitado del gabinct* de Paris ? ¿ Cual a sido el aumento de la riqueza nació* nal? ¿ Cual la recompensa de la virtud? Después de sds ;J".os de continuos afanes ¿que hemos adelantado ? ¿ qi¡í fruto produjo la sangre de medio millón de víctimas sacri' ficadas á la libertad ? Hagamos el paralelo entre nucstr" j' pasado gobierno y ti del tirano de la Europa , y deduzca' Ur; mos las ventajas : el gobierno francés era despótico:)' e' n".c-tro lo fué también : las propiedades y derechos de lo* "es i(£) i"j ^Panoles no fueron respetados entonces; ? y lo han sido V*i -'ora por ventura ? Durante el gobierno del usurpador ¿ra- C5f l'iban sobre nosotros crecidas contribuciones , que a unos ío' ^pobrecieron, y á otros arruinaron ; en estos últimos t' ^nipos lum continuado las escandalosas exacciones que han, tl£' <^ ^° de arruinar á los que empobreció el tirano. ¿ Y ¡!os tos caudales están en la Nación? yo no lo sé; ¿Pero jj°n^e tenían los franceses uñ tribunal para perseguir impu- -ej fuente al buen patricio , al zeloso del bien general, al pa- 'Qmbre bueno ? ¿ donde tenían un tribunal de inquisición >s' ';lira deshacerse secretamente de sus enemigos sin testigos, , '} juicio , sin defensa y en fin sin formación de causa ? v -S* aquellas paredes pudieran declarar el número de 1,3,5 it!^lmas mm°tadas á la tiranía ! ¡ si pudieran referir los to¿ - >r¡- ^ntos que allí se han inventado, los asesinatos que se han ■re- Metido....... Decidlo vosotros mártires de la patria ; le- es- ^}ataos de las tumbas en que reposan vuestras reliquias , ¡oí j11 genes violadas..... ¡ q! la pluma se retrae de escribir sC ^ Piedades , podía decir yo ahora con mas oportunidad que °l' h. ^?Zo piadoso Vclez. ¡ Y estos pérfidos opresorc» de la [d" *tr¡a vjvcn entre nosotros ! ¿ Pero que digo viven ? se atie- '' 11 á insultarnos y provo can temerarios nuestra justa cóle- 111 i' ' no puede st'r; ya no mas opresión ; ta ley se ha es- »cn t' ^ observar , y la vindicta publica ha de quedar satisfecha. eS* tn V°2 c'e' PUi;blo á de ser escuchada. Justicia. Yo niis- °' t¡°,volaré al pié del trono , y seré fiel intérprete de los sci 10 ^lentos del pueblo. Sí ciudadanos , prestemos todos nucs- c' ^s fuerzas para cooperar al buen éxito de la justa caus?. ?° '.v.1"?^03 no contribuimos con ¡nuestras luces ha ilustrar ai jUJlhrlern° > mientras nos abstengamos de decir la verdad, ei* p. futras sofoquemos en nuestro corazón lo que está mejor * ta boca para que llegue á noticia del Rey ; no puede el completar esta grande obra: es imposible. Oye , joven °Uarca al pueblo mismo que acaba de afirmar en tus sie- , s ta vacilante diadema; á este pueblo á quien amas ; al J i 'c'do mismo que rompió tus grillos, que acaba de res- Kk :ir su libertad , y que ha sabido Consolidar de tal rr.a- A r>r!> i. . . ' •J K . • . . c 05 Lra ta opinión nacional, que los gabinetes estrangerds que ?;\ conocieron sin _repres;-nt.>c¡on , .tiemblan '.«.hora selo de<. (O roi cl nombre español. Cuando la santa Constitución vo>' de entre nosotros ¿Cual fué la conducta que observaron c& .mis enemigos aquellos sediciosos , cuyos siniestros informé nos sumergieron en ua piélago de desgracias ? Prisión^' destierro , espatriacion, muerte. Pues si á los varones subió5' a los padres de la patria. á^os representantes de la nací0" siendo justos , se les a"igió"S> se les persiguió , se les 8m t-'mó , ¿ Que razón hay para q«;e el enemigo del órden , & impío , el perverso no expíe su delito en los calabozos, ^ loa presidios y »n el cadalso? Si nuestras políticas circuí lancias hubieran Y--.riado , hubiera sido necesario mano' construir nuevas cárceles para tanta víctima como están ya ¿aerificada al despotismo ; los presidios ya estañan llcfl* t:n cada esc/nina se habría levantado una horca , y ningún A1! tüo de venganza se hubiera omitido. ¿ Por qué el traiín Eiio no está juzgado ya? Por qué no se lleva á debido cf£C 10 la confiscación de bienes de. tres obispos revolucionario5] ¿ Por qué no se depone de sus empleos á los canónigos n 1.cides que con desprecio de la real autoridad no han juífP *1 código santo ? ¿ Por qué esos inicuos inquisidores iodos los perversos justamente depuestos han de rcir f, punes en el goce de sus rentas , como en premio de su '1 quidad ? ¿ Por qué no están en prisión sesenta y nueve pfj iidos que vendieron su patria ? ¿ Por qué no se á veft' sangre ? Son reos de muerte. Justicia. Es en vano ' ber jurado la ley si no tiene aplicación. Fernando, el $ justo , descansa tranquilamente en el seno de sus súbdi1" el monarca no puede desentenderse de cumplir la vol»11 de la patria , que es ley; de la patria que dicta leyes s° cl Rey. En él busca la nación un administrador, nO amo; un administrador que a de dar á su dueño una cu£T estrecha de la inversión de sus caudales , de la distribuí do la justicia , de sus operaciones todas. La patria un padre á quien ara; r , un gefe á quien seguir , un sup^l á quien obedecer. La patria busca un liey ■«ue meren pri.nero ch todos por la senda Constitucioncl, y que r£j[ con "11 precisa condición de guardar al ciudadano sus sfla dos derechos , de defender y hacer respet; r sus propiectef de observar la ley qué la misma nación establece ; y sJ(5} . « "O. SI esos cobardes serviles se obstinan en canonizar abu. s°s, y en turbar el orden social , veo reproducirse en Es* paila la terrible revolución que por espacio de treinta añoá ha desolado la Francia. Teda nuestra tranquilidad , Fernan- do , estriva en tu voluntad ; toda nuestra felicidad consis- te en que en jiuta observancia de la ley que has jurado, se castigue al momento ejemplarmente el inas leve agravio á Constitución : entonces ni el malvado osará atentar contra c'¡a , y nosotros quedaremos satisfechos ; } si no , no. ¿ Y edenes son estos enemigos tuyos y de la nación ? Aun me acuerdo de que apenas habías pisado el suelo patrio, cuando contra toda justicia , contra la recta moral, contra el espíri- tu de la doctrina evangélica , un ministro del santuario dis- ponia tu ánimo contra los virtuosos liberales. Ven Fernan- do , decia , con la espada desnuda......como quien dice , ven, y destruye el templo de la felicidad que tus hijos han labra- do en seis anos de angustias y de muerte. ¿ Quienes son r*J estos enemigos de la libertad '? Un puñado de poderosos, cuyas pingües rentas apenas llegan ¡x satisfacer la mitad de sus caprichos , de su lujo y de sus vicios. Una pequeiia i$ porción de grandes, llenos de exenciones, de privilegios y de if" acrehedores , á quienes han arruinado , y á cubierto de los cuales se ponían con el mayor descaro por medio de una escandalosa moratoria. ¿Quienes son los enemigos de la Reli- gión ? Una turva de frailes inútiles y aun perjudiciales , ya por su número , ya por la poca observancia de su instituto, útil acaso en la época de su fundación , y de ninguna ma- nera al presente. Una porción de frailes que han profanado sacrilegamente el sagrado texto, que han ajado grosera- mente los Evangelios, que han manchado la pureza de la Religión revelada con un gran número de falsas historias, de indecentes patrañas , de supuestos milagros y abomina- bles supersticiones. ¿ Quienes son los mayores enemigos de Dios ? Los que lo son de la patria. Esos miserables serviles esos son sus mas acérrimos contrarios. El mal ministro que ! hace vil tráfico de su empleo; el mal prelado que con su 1 peor ejemplo ni corrige ni enseria; el canónigo distraído que posee mas de un empleo eclesiástico , que cuenta su neldo no por miles, sino por talegas , que vive ocioso sinC c ); Henar los santos deberes que le impuso la previdencia en • medio de un......el mal eclesiástico que se olvida de trans- mitir ilesa al corazón de los fieles la ley de gracia, que no cuida de proveerle de consejos saludables , y de dirigirle por la senda de la virtud , y yo mismo , si por un egoísmo reíi-. nado y por un reprensible apego á la vida , yaciera estúpi- do en un criminal silencio cuando mi labio puede ayudar % salvar una patria que peligra. La nación habla por mi boca , Fernando. Si quieres ser el ídolo de un pueblo dispuesto á sostener á todo trance el esplendor del trono español , r.o desoigas los votos que te dirige ; si quieres que la posteri- dad honre tu memoria, honra tu pueblo ; si quieres ser a- mado , ama ; si quieres llamarte deseado , desea. Ama á tu pueblo , y muestre tu zelo ardiente con hechos indubitables ese amor ácia tus subditos y la sinceridad de tus desees. La patria está en peligro , y solo puede salvarla Justicia y Constitución. Pero no basta que el pueblo ilustrado esté plenamente convencido de que la felicidad nacional está ci- frada en la puntual observancia de este sagrado libro ; es necesario también que el pueblo indocto r que acostumbra- tío á vivir en la tenebrosa esclavitud huye de la luz de la libertad , empiece á sentir el blando céfiro del código santo. ÓMicntras el vulgo no conozca un interés inmediato y palpa- ble , el vulgo mirará con indiferencia el restablecimiento de la Constitución. Esto es hijo de la esperiencia : la sana po- lítica persuade que á todo trance se aumente el partido li- beral. Cese inmediatamente toda contribución indirecta , cese desde ahora mismo esa escandalosa estafa de las puertas y establézcase al punto la contribución directa. Hay inconve- nientes en adoptar este sistema , pero son menores qne las consecuencias de i.n rompimiento que ya amenaza. Exíjase entretanto de los grandes y del clero opulento un préstamo obligatorio , que de esta suerte se socorre la urgente nece- sidad , y se Ies quita las armas con que nos están haciendo la guerra. Y si buscas , Fernando , catre los reyes tus predece- sores un dechado á quien imitar en esto , repasa la historia de cuatro siglos atrás y hallarás un excelente modelo en el tercer Enrique. El trono español se vió en aquel tiempo circundado de lisonjeros como ahora en nue»tro dias : á la sombra delJoven Enrique ac enriquecieron los grandes del rr y.io ; lew fondos de la hacienda pública se dilapidaron ; se ; gotó el erario ea tales términos, que ya no quedó al inocente monar- ca ni aun lo indispensable para sostener el decoro de la ma- jestad real ,mientras las espléndidas mesas del clero y de ^ grandeza competian en lujo y en profusión. ¿ Y que Partido tomó entonces aquel príncipe justamente indigna- do ¿ Convocó al punto á los grandes , y armado de todas *ttnas y con la espada desnuda , se dirigió al arzobispo , y le dijo : ¿ Cuantos reyes has conocido en España ? Solo ^es, repuso el prelado ; á vos , á vuestro padre y á vu. Cstro abuelo. Pues yo, replicó el rey, conozco veinte , y esos sois vosotros que tenéis absorvidas las riquezas del ^tado; y no siendo justo que haya mas que un rey en ^spaiía; ya es tiempo que perezcan los demás. Hizo seña i 811 guardia , y con ella entró un verdugo, el tajo , la cuchilla y los cordeles ; pero su piedad indultó á los cortesanos, con- tentándose con la confiscación de sus bienes y algunos años üc prisión. La patria está en peligro y es preciso salvarla í to'la costa. La nao de nuestra felicidad' navega por un JJ^r inmenso de disturbios, es el juguete del soplo de la 0¡scordia, es el blanco de una desecha borrasca, y solo el án- c°ra de la Constitución es bastante á fijarla. Y tú digno Residente de Galicia , no dejes las armas de la mano hasta j!l,c las Cortes estén establecidas ; engruesa el ejército de la Joertad española , y luzca la justicia en ese insigne baluarte £ la Constitución sacrosanta. La patria está en peligro , y J^ora mas que nunca exije tus ausilios y reclama la justicia. ~Ustiga con el último suplicio á los enemigos de la ley, y da ' primer ejemplo de una piadosa severidad. Es malvado 1!jien sufre á los malvados : es necesa io perseguios, es fuer- esterminarlos. Ellos no conocen mas ley que la fuerza, ^ es preciso que la fuerza les haga conocer la ley. Es forzoso %ibi ecer la milicia nacional, y que brille el acero en ma- j.J>s liberales de ciudadanos de aliento constitucional : los 'Qerales no conocemos mejores defensores de la ley que no- ^otros mismos : unamos nuestros votos con el de los in- mortales defensores de la Patria : loor eterno á los restaura- res di la libertad espr.ñola. Valiente Riego; ilustre A'r- r( 81 emgüero , virtuoso Quiroga , vosotros , héroes ilustres c>* Numantina sangre, recibid las sinceras protestas del perpetué reconocimiento de una patria que os aclama sus libertadores.. Y á vosotros Ballesteros y Castrillo que tanto habéis con; tribuido á la grandiosa obra de la prosperidad nacional, vues- tro honor os sirva de recompensa. Ciudadanos , hágam* «terna su memoria ya que su vida no ; y cuando en días ; de su gratitud; y cuando nos pregunten ¿ quienes fuer0'? esos héroes que en un dia*nos restituyeron Patria , Liberta y Constitución ? diremos nosotros al instante : Riego, Arco9' güero , Quiroga , Ballesteros y Castrillo. Españoles , siga' inos el laudable ejemplo de estas insignes columnas del K5' tado, confundamos á todo ser-vil y despreciable que inte!» oponerse á la Constitución sagrada que los buenos han jurt do en su corazón ; que tiemblen en nuestra presencia) ' vean en cada español un Ballesteros , en cada vecino un go , en cada ciudadano un Castrillo, tantos Arcoagüef? como liberales , y tantos Quirogas como españoles. Pe^1 gamos á estos perversos; ellos y nosotros no pedemos á l! tiempo caber en la Nación. O ser libres , ó morir com"| íiendo en defensa de la ley. Vivir sin Constitución es va muriendo; y puesto que no hay medio entre la muerte y Constitución , clamemos todos con espíritu saguntino Constitución ó la muerte—A. Ji. Madrid imprenta de Repullés 1820 Veracruz : Reimpreso en la imprenta de Priani y Quieté "• Año de 1820.