ESPÍRITU DEL AMANTE DE LA CONSTITUCION, JEquam memento reías in ardáis Servare mentem, non secas ac bonts Ab ¡nsolenti temperatam Latitiay MORITÜRE Del/i. Hor. TL Od. 3. í>s un consuelo parft los cristianos, dice San Agus- tín, leer en el evangelio que á Jesucristo se le ca- lumnió de seductor y de samaiitano; pero es al mismo tiempo una lección muy importante para todos el sa- ber que los discursos públicos no fueron nunca favo- rables al Salvador, y que toda la inocencia de su vida no pudo defenderlo de la odiosa maledicencia. Este pernicioso vicio que priva á los hom- ares de lo mas apreciable que tenemos, que es el buen Hombre; esta peste maligna que deja muestra de su contagio en donde quiera que toca; este delito atroz que quita el sosiego á las familias y las cubre de lu- to; este crimen inexcusable, hijo siempre de la per- versidad, que sin distinción de sexos, edades ni con- diciones, poco satisfecho de afligir á los vivos nos si-, (2) gue acosando mas alia del sepulcro y aun osa pro- fanar el cielo, no causa tanto estrago cuando >e pre- senta á cara descubierta, como cuando lo viste el ar- tificio para que no sabiendo que entre las plantas está escondido el áspid, nos pueda ofender á su salvo- Al que se, dice amante de. la Constitución, lo ciega el amor á la patria, de manera que le pa- recen los demás traidores y enemigos de ella: lo devora el celo. por la honra y gloria de Dios hasta difamar á sus ministros y á los que se consagran es- pecialmente á su servicio: lo asusta el peligro que corre la nación y proboca á una guerra civil, indis- poniendo al ejército y á las demás clases del es- tado, en una palabra: escudado con decir que la Cons- titución es santa, sacrosanta, sagrado Código y Libro santo, se tiene ya por dispensado del cumplimiento de la ley de Dios. Las Cortes son las primeras á quienes censura de haber faltado á su deber: »> si cuando pisó de nue- » vo ( el Rey ) el territorio Español, hubieran las Cór- » tes depuesto la clemencia : .si ¡as Cortes hubieran he- » cho respetar los derechos de nosotros que somos • el » Soberano, hubieran dejado satisfecho su deber.™ Pareciéndole que no basta todavía que el Rejü tenga empeñada su palabra con Dios y con la Nacioa por un solemne juramento, ni que haya expedido u» Decreto para castjgar á los que resistan seguir, su ejemplo, dice con una reparable desconfianza » T ñ tú, digno presidente de Galicia, no dejes las armas » de la mano' hasta que las Cortes estén establecida.^ »> engruesa el ejército de la libertad- Española™ A la grandeza y , al clero no se contenta con quitarles solo ; dinero, sino también la reputación: » exíjase, pues, de ellos un préstamo obligatorio quf •» de esta suerte se. socorre la > urgmte necesidad y i$.( 3 ) " les quita las . armas con que nos están haciendo la *> guerra-"" Con las comunidades religiosas se muestra Was expresivo, pues aunque á todas les dá el tí- tulo'honorífico de turba inútil y aun perjudicial de frailes, lo hace movido de que son enemigos de la religión y consiguientemente de Dios y de la Patria. De nada le sirve tampoco al ejército español haber sacrificado medio millón de víctimas por defen- der su libertad: » es forzoso establecer la milicia na- " cional, y que brille el acero en manos de ciuda- " danos de aliento constitucional: los liberales no co- *> nocemos mejores defensores de la ley que nosotros '> mismos." Por último, no teniendo en que fundar su recelo respecto del pueblo, le hace sobre este ^tros dos agravios, uno suponer que su obediencia es hija de la costumbre que tiene de ser esclavo, y °tro que esto depende de su ignorancia: » el pue- " blo indocto, acostumbrado á vivir en la tenebrosa es- to clavitud, huye de la luz de la libertad." Pero i que extraño es que no se dé honor á los hombres cuando no se le tributa á Dios ? » si cuan- " do Fernando (dice) recobró su libertad, debida úni- " cántente á nuestros brios y no á las mentidas preces " de los frailes-" Dios no hace caso de brios sino de preces^ y confesando como confiesa el amante de la Constitución, y es en efecto verdad, que » la Espaiía '» sin ejército, sin marina, sin recursos, ocupadas traido- " ramenté sus plazas y prisionero su Rey" supo defen- derse y salvarse, está manifiesto de suyo que esto no pudo ser efecto únicamente de brios, pues no ha- bia con que hacerlos, sino obra únicamente de Dios, a quien debió atribuírsela» Por otra parte la expresión de las mentidas *(4? preces de los frailes abraza a todos, pues á ningu- no excluye y ha de significar, ó que no han hecho preces los frailes, ó que no se han acordado de pe' dir en ellas especialmente por el Rey, ó que en vez de rogar á Dios que lo restituyese al trono le- suplicaban que no lo trajese nunca. j Por donde sabe el amante de la Constitu- ción que no han hecho preces los religiosos cuan- do en todas partes se les ha visto oir y decir mi- sa, asistir á coro y rezar el oficio divino? Pero permitiendo que absolutamente ninguno de ellos ha- ya..^ cumplido con el precepto de oir misa entera los domingos y fiestas de guardar y faltado también 3 una de las principales obligaciones de su instituto, que es la de orar, sería entonces una impertinencia advertir que en la libertad del Rey no tuvieron par» te las preces que no se hicieron y una bellaquería del amante de la Constitución acordarse al decir esto solo de los frailes. Suponer que no han pedido especialmente poj* el Rey, es ignorancia, ó maliciosa afectación de no saber un articulo de fe, que es el de la comunión di los Santos en la santa Iglesia católica, de cuyo gre^ mió no están excluidos los frailes, y siendo S. M. C, el primer prójimo, tiene derecho á participar del fruto de sus preces, aunque al hacerlas no se hayan acordado de él : ademas de que conforme al do<- cumento de San Pablo, intercede la iglesia todos Jos dias en el Canon de la misa y también en la Colecta, especialmente por el Rey. »> A tí, Padre ck- „ mentíshw (dice en el Canon) te rogamos y pedimos v que aceptes j> bendigas estos dones, estas ofrendas si» » mancha, este santo sacrificio que te ofrecemos, priff »> cipalmente para que te dignes mantener ei\ paz, de" 7> fender y gobernar en todo el orle á nuestra madre>> las i ; ( S ) ' (a Santa Iglesia Católica y Apostólica, juntamente con " tu] siervos nuestro Papa, nuestro Arzobispo, nuestro t Rey* Te suplicamos (dice en la Colecta) que de- " tiendas de toda adversidad á tus siervos nuestro Pa- " Pa-, nuestro Arzobispo, nuestro Rey, nueslra Reina, al Príncipe, á la familia Real, al pueblo come- " Uíio á su cuidado, á su ejército &c.v Y habiendo Wit los religiosos muchos sacerdotes, han de haber lcho misa con las oraciones de la iglesia. Por último, suponer que faltando á todas sus "ligaciones han pedido que no vuelva á reinar, es üna impostura desmentida por la pública notoriedad, Pües en todos los monasterios y comunidades, aün mas pobres se hicieron novenarios y rogativas P°r su restitución al trono. Que hubiesen pedido los Amigos de la religión que á su favorecedor el aman- te de la Constitución se lo llevara Dios, tendría al- BUtia verosimilitud; pero al Rey ¿porqué? Es buena ceguedad llamar enemigos de la re~ 'S'on á los que por su dedicación particular á ob- Servarla se han llamado y se llaman religiosos, y que Se diga con tanta ignorancia como presunción que si acaso fueron útiles en la época de su fundación, de nin- &Ur>a manera al presente. En efecto, no es esta la pri- ora vez que se nota que si los religiosos son po- bres, sirven de carga al pueblo; si ricos, empobre- cí á los demás y es menester despojarlos;* si pia- dosos y retirados, supersticiosos y fanáticos, y si Parecen en el mundo, escandalosos y disipados. Sj los frailes son inútiles y perjudiciales ¿ por lúe los protege la Iglesia y el Estado 1 No parece ^feible que un virtuoso liberal se explique respecto de ;°s religiosos con menos equidad que un filósofo in- Crtdulo y que un protestante. » Fué mucho tiempo (dice éí primero) un«» consuelo para el género humano que hubiese asilo*' t> abiertos para los que quisieran huir de la opre' » sion de! gobierno Godo y Vándalo. Casi todo e' » que no era señor de Castillo, era esclavo: en 1* D dulzura de los claustros se escapaba de la tira' » nía y de la guerra.... Los pocos conocimientos que »> quedaban entre los bárbaros se preservaron en 1°$ »> monasterios. Los Benedictinos transcribieron algu' »> nos libros y poco á poco fueron saliendo de l°s » claustros invenciones útiles: por otra parte esto* j> religiosos cultivaban la tierra, cantaban las alabad »> zas de Dios, vivían sobriamente, eran caritativos w y su ejemplo podía servir para mitigar la feroci" ¡> dad de aquellos tiempos de barbarie....... No se » puede negar que ha habido en el claustro grande* »> virtudes. Apenas habrá monasterio que no conteng* » almas admirables que hacen honor á la naturaleza »> humana. Muchos escritores han tenido gusto en » buscar los desórdenes y vicios con que se man' ?> charon en otro tiempo estos asilos de la piedad' » Sin embargo, es cierto que la vida secular ha si' »> do siempre mas viciosa y que los crímenes enof ■» mes no se han cometido en los monasterios aun' n que se han hecho mas notables por su contraste » con la regla. Ningún estado ha sido puro siempre* »> Es menester no ver aquí sino el bien general de ¿i la sociedad: el reducido número de claustros hiz° » desde luego mucho bien, el excesivo puede envile' » cerlo. Es preciso confesar que los Benedictinos han 3> publicado muchas obras buenas, que los Jesuítas han )> hecho grandes servicios á las bellas letras; es me^ » nester bendecir á los hermanos de la caridad y a i> los de la redención de cautivos. La primera obli' *> gacion es la de ser justos..... Es necesario convc » nir, á pesar de todo lo que se dice contra su*(?) j> abusos, que ha habido siempre entre ellos hombres » eminentes en ciencia y en virtud.....Los institutos » consagrados al consuelo de los pobres y ai socor- » ro de los enfermos, han sido los menos brillantes » y no son los menos respetables. Acaso no habrá » cosa mayor sobre la tierra que el sacrificio que un -*> sexo delicado hace de su belleza, de su juventud, » y muchas veces de su noble cuna p?ra aliviar en j> los hospitales este conjunto de las miserias huma- » ñas, cuya vista humilla tanto nuestro orgullo y es » tan repugnante para nuestra delicadeza. Nadie se m puede quejar de tales institutos." (i) El protestante dice: » La naturaleza misma » de estas sociedades (habla de las religiosas) impi- w de el que puedan ser muy numerosas: su excesi- » vo número les perjudica y las reduce.... Sin el la- » zo saludable de la religión seria envano intentar » el establecimiento de semejantes sociedades; las que h no se formasen sino pDr convenios, no durarian mu<- » cho tiempo. El hombre es muy inconstante para »i sujetarse á la regla cuando puede impunemente » quebrantarla, y es menester que en el recinto don- » de deba observarse, todo se someta á ella. La re- » ligion sola, ya sea por su fuerza natural, ya por » la opinión pública puede producir este dichoso efec- v to. En el claustro al que pudiera violar la regla se it le contiene por la sociedad entera, que necesita de » la estimación pública para reelevar la mediocridad » de su estado. Yo me complazco, pues, de que los t> protestantes hayan conservado los claustros en Ale- » mania, y yo querría ver estos establecimientos en »> todas partes..... Seria fácil corregir los defectos y »» reformar los abusos de los que lo merecen. Se les (i) Essais sur /' Wst. gen. tom. 4 cap. 13;.(8) t) ataca no solo por los abusos, sino a ellos mismo* t> y por principios que no pueden producir mas que » mal y se descarria á los hombres creyendo ablar- tt les el lenguage de la humanidad," (2) Hay muchos modos de contribuir al bien de la sociedad, y la Constitución no priva á los ciuda- danos de la libertad que tienen para elegir el que les acomode. Dedicarse á observar una vida tan reco- mendada por la sagrada Escritura y que ha produ- cido tantos santos; dar ejemplo de virtud; ocuparse en obras de misericordia; orar por nuestros hermanos; ayudar al clero secular en Ja administración de sa- cramentos y en la instrucción del pueblo; socorrer 4 é$te en todas sus necesidades; hacer viages dilatados y peligrosos para propagar el evangelio; y dar á la iglesia y al estado ministros dignos de regirlo, no puede llamarse inútil, ni menos perjudicial, sino por el que sea enemigo de Dios y de los hombres. ¿ Sí entre los Angeles hubo malos, qué extraño es que los haya también entre los frailes? J La Patria está en peligro ! Ya se vé, pues f,i el amartelado liberal ha declarado i casi todos ene- migos de ella. La pequeiía porción de grandes: el pu~ fiado de poderosos: el clero opulento y la turba de frai- l:s conspiran contra su seguridad; el pueblo por indoc- to y el ejército por que los liberales ho conocemos n;e> (ores defensores de la .ley que nosotros mismos, no sir- ven tampoco para sostenerla; pero tan fundada co- mo su calificación es la medida que dá para preca- ver su ruina, pues » ti no se castiga al. momento » ejemplarmente el mas leve agravio de la Constitución," ve levantarse en España la misma guerra civil que (2) Lettres sur l' histoire de la terre et del'ltomme por 'M, Vel. túm, 4. pag. 72 et suiv.en la Francia. Falsa erudición. Precisamente su conse- jo fué el que causó la rebolucion, como lo asegu- ran los historiadores franceses de aquel tiempo, pues la menor sospecha bastaba para alarmar al pueblo y llevar á la guillotina al que les parecia opuesto a la libertad, y la malicia que en despertando una vez no vuelve á cojer el sueño, se aprovechó de la ocasión y á pretesto de desconfianza daba el grito el ladrón, el asesino, el parricida, el sedicioso, el sacrilego y no cesaba hasta conseguir su intento. Yo no quiero decir por esto que á cualquiera que se ocupe en inquietar al estado no se le escarmiente é impida hasta donde fuere necesario, sino solo que este escritor no es apropósito para juez ni para testigo. Sin embargo, la sana política persuade que á todo trance se aumente el partido liberal. Lo que la sana política persuade, no es aumentar partidos ni fo- mentarlos, sino que no los haya y cumplamos todos con lo que la Nación ha decretado y decrete y manda ejecutar el Rey. Lo que hay para mí de mas notable en su Papel, es que se atreva á decir en él al Rey que la voz de la Nación es que no tiene entera confianza "i de sí misma, ni de que S. M. C. cumpla con el juramento que ha hecho de observar la Constitución y que por esto sxhorta á los gefes para que no dejen las ar- titas de la mano hasta que las Cortes estén estableci- das: que la grandeza v el clero opulento, que no tienen privilegio especial para no sufrir quebrantos en las visisitudes generales, están de pleito con lo que les ha quedado pues lo emplean en hacemos la guerra : que aunque á las comunidades religiosas no las ha podido conservar en todas partes, su conveniencia Particular, sino la pública, son sin embargo una tur- ba de frailes enemigos de la religión y de la patria: que( i o ) el acero en manos del ejército que ató con las ca- denas que oprimían la Europa al osado que las trajo para hacernos esclavos, no presta toda la seguridad apetecible, porque los liberales no conocemos mejores defensores de la ley que nosotros mismos: que el pueblo como indocto y acostumbrado á vivir en la tenebrosa esclavitud, huye de la luz de la libertad, única que pue- de salvarlo: en resolución, que los españoles nos he- mos vuelto locos, pues solo así pudiéramos discurrir de esta manera. La primera obligación del hombre es la de cumplir con lo que Dios le manda y nadie nos ha dispensado ni nos puede dispensar de elta. No mata- rás, dice el quinto precepto de su ley, y la Constitu- ción no se ha hecho para autorizar vicios, sino para protejer la virtud y defender las propiedades, j, pues por qué el amante de la Constitución ha de privar 3 tantos como inconsiderada é injustamente ofende, de un bien mas estimable que todas las riquezas y aun que la misma vida, y disculpar sus imposturas con el amor á la Constitución? Los libelos difamatorios y los escritos calumnio- sos, de cuya clase es el suyo, están prohibidos por el artículo 4. del decreto de las Cortes de 10 de Noviembre de 1810, y no sirve para esto de ex- cusa el ser virtuoso liberal, ni el llamar santa á 1* Constitución, pues esto parece mas bien quererla po- ner en ridículo. Es malvado quien sufre á los malvados: es nem ce sano perseguirlos^ es fuerza exterminarlos. ¿ Quien habrá revelado á este ángel exterminador, que es mal- vado quien sufre á los malvados, y que Dios al tole- rarlos no dá en esto mismo una muestra de su bondad"1- Habrá sido acaso aquella misma sabiduría que le hizo decir antes que los enemigos de la religión, eran los frailes.(11) , En resumen, aunque el ánimo del escritor ha sido el de hacer estimable la Constitución, no son á k verdad dignos de elogio los medios de que se vale Para conseguirlo, pues como se ha visto todo lo que en substancia viene á decir es que no encuentra quien *a quiera, y no hallándose capaz de probar esto ni hacer ver las ventajas que resultan de adoctarla, toma para lo uno el partido de levantar falsos tes- timonios, y para lo otro el de atribuir á un desafec- to que exjste solo en su fantasía y es hijo de su insu- ficiencia, á que son malvados, ó enemigos de la religión, 0 indoctos, ó no respiran aliento constitucional, es de- c'r, que el no saber demostrar él la utilidad de la Constitución, no consiste en culpa suya, sino en las agenas. MEJICO: 1820. Imprenta de Ontiveros. Se vende en la librería de D. Manuel Re- c'° en el portal de los Justinos.