(O INCITATIVA de un Español Americano á todos los Españoles Ultramarinos que se hallan en la Península. V. in Español Americano, amante del país en que ha nacido, en que Tiene todos sus bienes, y sü fa- milia, y deseoso del bien y prosperidad de la Pe- nínsula, que mira como á su madre patria, porque trae su origen de ella por todas cuatro lincas, lle- no de sentimientos patrióticos levanta su débil voZ para convidar á todos los Españoles de Ultramar que se hallen en este suelo, á que representen su- misa , pero enérgicamente al Gobierno , pidiendo se deshaga el manifiesto agravio hecho á las pro- vincias Ultramarinas en la convocatoria de las Cor- tes para los años de 1820 y 1821. Estas deben co- menzar sus sesiones en 9 del próximo venidero ju- lio, sin la correspondiente representación de Ultra- mar; pues la de los treinta Suplentes es entéra- mente deminuta é insignificante ¿Y nosotros los hijos de aquellas regiones, que en la actualidad pi- samos estas, guardaremos por timidez, o por falta de resolución, un silencio delincuente? Cuando se firmo la Constitución en 18 de marzo de 1812, aun no estaba completa la representación, que se- gún los principios de justicia debia corresponder á los Españoles Ultramarinos; y sin embargo autori- nerfzaron entonces con su firma la sanción de aquel sagrado Código mas de cincuenta Diputados de allende los mares. ¿Y qué razón habrá ahora para que se les pongan menos Suplentes? ¿ Será acaso porque hay en la Península mas níímero de Espa- ñoles de Ultramar que pudieran desempeñar tan al- to encargo? ¿O será tai vez porque se sabe que aun existen en estas tierras, que aun respiran es- tos mismos aires, muchos de aquellos hombres de bien que deben reunir el voto general de sus pro- vincias, porque habiendo venido con espresos po> deres de ellas para representarlas, han sido víc- timas infelices del despotismo ministerial, por ha- ber reconocido los imprescriptibles derechos de los pueblos, y defendido y sostenido el pro. comunal de sus conciudadanos, que tamaña confianza hicie- ron de ellos:1 ¿O, s,erá, en fin, porque se cree que en vista de la desigual representación que se nos» da á los Españoles de Ultramar en el mismo co- mienzo del establecimiento del sistema constituí cional, sistema que se apellida, como realmente lo es, de justicia y de equidad, depondrán sus armas victoriosas las valientes cohortes, é invictas falan- ges, que las empuñarán para vencer o morir pe- leando en defensa de su libertad? Cuando en la Península se crearon Juntas Supremas sin contar (como era debido) con voca- les transmarinos: Cuando se crearon Regencias de cinco, sin mas individuos de la otra España que y no solo, que habiendo veni io en mantillas, aoé- nas podría hacer justas remembranzas de su pais: Cuando se convocaron Cortes generales y estraor- dinarias sin dar á la América una representación igual á la de la Península: entonces, entonces fué cuando reventó el volcan de la discordia, y sutremendo y horroroso sonido retumbe) per toda la espaciosa y pacífica América. Entonces fué, en- tonces, cuando clamaron los desiJentes: ,,Ya no es la ignorancia de los verdaderos principios de la economía civil y política la que nos prohibe cul- tivar nuestras pingües tierras, la que nos impide manufacturar nuestras primeras materias; y la que cierra nuestros puertos al activo é industrioso es*- trangero. Ya no es un ministro absoluto y déspo- ta el que olvida al benemérito Americano por co- locar en los puestos, que este debiera ocupar, á los viles aduladores, que todo en derredor lo cer- can. Ya no es un gobierno esttípido, tiránico, y opresor, ni la falta de conocimientos de los dere- chos de los pueblos lo que nos sujeta á vivir per- pétuamente sin representación nacional, y nos po- ne para siempre bajo el férreo yugo de mandones sin moral, de visires inhumanos, o de vireyes crue- les y bárbaros. Se presentó la libertad, y el des- potismo huye despavorido de los hogares de nues- tra madre patria: apareció' ya la luz benéfica y consoladora para todos los habitantes de Ja Penín- sula, y repentinamente se han fugado de allí to- das las tinieblas: solo para nosotros, Americanos, solo para la infeliz América no hay otra cosa que esclavitud y tiranía, obscuridad y tinieblas, y ja- mas, jamas habrá libertad ni luz, porque se nos oprime por sistema, y se nos tiraniza por un in- terés ratero. ¡Mal entendido y equivocado cálcu- lo! Mirad si no á nuestra madre patria , que casi en los brazos de la muerte, próxima á exhalar el ííltimo aliento, y á verse presa miserable del águi- la sangrienta y rapaz, nos niega la justa represen- tación nacional, y justa intervención que deben te- ner en el gobierno todos los individuos de la Gran *Famüia, según los principios que ella misma pro- clama- Mirad como no quiere reconocer en noso- tros la plenitud de aquellos sacrosantos derechos, inherentes por su misma esencia en los pueblos, y en defensa de los cuales arma actualmente los robustos brazos de todos sus hijos, para entrar en la mas cruenta y desigual lucha, que nunca vie- ron ios rayos de! sol desde que vivifican el mun- do. Mirad como se opone á que nos elevemos á la alta dignidad de hombres, á que ella misma hace subir á los suyos, que estaban sumidos (va ya por muchos siglos) en la esclavitud y la barbarie. Y si esto hace ahora pobre, débil, indigente y estenua- da; y si ahora que tanto necesita de nuestro auxi- lio y socorro; y si en estos momentos, si ahora: cuando mas debiera halagarnos, y aun deshacerse en caricias, nos trara cual ceñuda y cruel madras-; tra; ¿qué deberemos esperar de ella si llegase á sa- lir victoriosa de los guerreros de la Francia? ¿qué, cuando liegue á entablar un gobierno libre y na- cional, que por su i propia naturaleza tiene de pro- pender al engrandecimiento de su pais, aunque sea á costa de la .ruina y destrucción de los demás? Nada, nada absolutamente tenemos que esperar: y ya es llegado el dia, la hora es ya venida, Ame- ricanos, en que reclamemos el cumplimiento de las leyes ¿ternas, que el supremo Autor de cuanto exis- te, esculpió en el corazón de todos los hombres para que fuesen guardadas. La santidad de la cau- sa obra por nuestra parte; y por nuestra parte tam- bién militan el terreno, el clima, y la mayor mul- titud de habitantes, de riquezas y guerreros. Le- vantémonos, pues, y con esto solo veréis como va siempre la victoria y la rdicidad atada á nuestro triunfante carro» Así habláronlos evangelistas dela independencia, y los pueblos que escuchaban con atentos oidos, fueron arrebatados con tan hala* güeñas ideas, y seductoras espresiones. El genio de la discordia voló, y revoló por toda la Amé- rica con su tea incendiaria: encendió la cruel guer- ra civil; y desde entonces arroyos de sangre, que no han brotado de venas enemigas ni estrañas, sino salido de las arterias de nuestros propios herma- nos, alanceadas por sus mismos conciudadanos, han corrido y recruzado por los bastos y fértiles cam- pos de la región mas pacifica de todo el universo. Como entonces hablaron, hablarán ahora con ma- yoría de razón los partidarios de la desunión: sus gritos serán con mas motivo escuchados ahora de lo que fueron entonces; y continuarán todavía aun con mas esceso los estragos y las ruinas, si después de no ver en la Junta de gobierno, creada para planrear el sistema Constitucional, mas español ul- tramarino, que al bondadoso y condescendiente D. Manuel de Lardizaba!; si después de mirar entre sus vocales al Obispo electo de Mechoacan, que sea cual fuere su innegable mérito, no puede me- recer li confianza de los Españoles de Ultramar, por una carta llena de ideas anti-constitucionales, y sin duda anti-americanas, que dicen que ante- riormente escribía; si después de tan justas que- jas, se añade ahora la mísera y casi nula represen- tación de treinta Suplentes , que para las provin- cias de Ultramar se asignan en la convocatoria pa- ra las próximas futuras Cortes. Americanos: si no queremos que las huestes vencedoras de los partidarios de la independencia de América degüellen á nuestras familias, por ha- ber seguido la causa de la Península, que ya no puede defenderlas con otras armas que con las dela justicia y la equidad; si no queremos que se desunan para siempre las dos grandes partes que componen la Monarquía española; si amamos á nuestra patria, si queremos ser fieles á la Penínsu- la, nuestra madre, á la Constitución que con en- tusiasmo hemos proclamado, y al Rey, á quien hemos prestado obediencia,* es preciso que todos nos unamos, y que con voz respetuosa, pero uni- forme y resuelta, digamos al Gobierno y á los ha- bitantes de Citramar: »> Quince millones de almas, que componen las tres quintas partes de la población total de ambas Españas, no se representan por solo treinta Suplentes: dóblese á lo menos su número; (a) y de lo contrario protestamos en el nombre de nues- tras provincias, en el de la América, en el de am- bas Españas, y en los nombres augustos de la jus- ticia y de la razón, contra un Congreso, que no componiéndose de los representantes de toda la Na- ción, con la igualdad que dicta el derecho natural y de gentes, y con la que prescribe y exige la sa- bia Constitución que hemos jurado, de ninguna manera es, ni puede ser llamado Cortes, ni tam- poco Junta, Reunión, ni Congreso nacional, lí vo- sotros Españoles Citramarinos, nuestros muy caros y amados hermanos, vosotros sois tan interesados como nosotros en que la representación de Ultra- mar se aproxime cuanto sea posible á la justicia y á la equidad: porque ademas de ser este el úni- co medio de que se conserve siempre unido el ter« ritorio español, ella con la dulzura, suavidad, y (a) No es suficiente que se doble. Los Americanos lo que han solicitado de S. M. es que se les dé completa la representa- ción que les corresponde, conforme á las bases de la Constitución.moderación innata al carácter americano, servirá de cuerpo medianero entre los dos estreñios á que estáis espuestos á caer en las inmediatas futúras Cortes. Todos los ultramarinos odiámos con odio eterno el bárbaro despotismo, porque hemos sido infelices víctimas suyas por mas de tres siglos; pero amaestrados al mismo tiempo por nuestras actuales revoluciones, somos también enemigos de innovaciones estremadas, cuyos malos resultados hemos palpado muy de cerca, y convencídonos por la propia esperiencia, que ninguna novedad contraria á la índole, preocupaciones, y saber del pueblo en que se dictan las leyes, puede subsis- tir. Unid, pues, vuestros votos con los nuestros, virtuosos y heroicos Hermanos de Citramar; y es- tad seguros de que el justo y equitativo Fernan- do no querrá negarnos por manera alguna lo que tan debidamente reclamamos y pedimos. Valladolid 30 de marzo de 1820. Reimpreso en Madrid imprenta de Alvarez; y pot su original en Méjico, en la oficina de D. Alejan- dro Valdes, ano de 1820.