c*) PREGUNTA AL PENSADOR MEJICANO J SOBRE PENSIONES DE CASAS T COCHES. M uy señor mío: hace algunos dias, y con particularidad desde que se restableció la libertad de la iinprentaj que mi espnitu no descanzaba so- lo en considerar la esclavitud y opresión que ex- perimentan los infelices operarios de las panaderías de esta capital., y en obsequio de la humanidad afligida , estaba resuelto á dar á las prensas Un discurso que coadyuvase en parte á aliviar i estos miserables para libertarlos de tal servidum- bre., como diametralmente opuesta á la libertad ci- vil que prodiga la sabia Constitución política de U Monarquía Española que hemos jurado. Pero habiendo llegado á mis manos la pregunta que se le hace á vd. por el señor F. H sobre bagages y coches de providencia, me obligó á suspenda miproyecto, y á tomar la pluma para hacerle á vd. otra no de menos ínteres que aquella., por estar convencido, á pesar de que soy lego, de obscuros talentos y sin mas ilustración que la muy escasa que prodiga á todo hombre la lógica natural, el leer diversos papeles y residir en la corte, que la impolítica contribución que el anterior gobierno impuso sobre las casas y coches, es enormemen- te perjudicial y gravosa á los que la sufren : contraria á la libertad individual que concede á todo español el Código divino: no necesaria ya en las presentes circunstancias, y solo útil y pro» vechosa á los manipulantes y empleados en ese desconocido ramo. Aunque algunas de mis proposicic-nes pare- cerán muy abanzadas, en espcc'a! á los egoístas y serviles, no lo son en manera alguna, si hs exa- minan con cordura, madurez y un pleno desinte- rés; y aunque por estolidez é ignorancia no seré capaz de manifestarlo, pero sí de apuntar algunos principios que sirviendo de un tozco borrón á la pericia y literatura de vd. le animarán para pro- ducirse en la materia con la claridad y acierto que re es característico, hasta conseguir se decre- te la éxtitisioh absoluta de unos gravámenes no conocidos, sino en los tiempos que predominaba el despotismo, aibitrariedad y revolución.. Que aquellos son enormemente perjudiciales y gravosos d los que los sufren, es un aserto tan positivo y evidente que no hay quien dude lo contrario j pues cuando los contribuyentes pagan esa inicua pensión, es sin retribución alguna, no á manera de los que satisfacen alcabala de los efectos *jue espenden, que por lo regular la resarcen de los consumidores, y de hay dimana el que se les haga sumamente doloroso desembolsar una pen- sión por vivir en Ja casa, y disfrutar del coche ^üe les ha costado su dinero. Tal sentimiento se los aumenta en sumo grado Ja juiciosa reflexión que no se Jes aparta de su memoria, de que la construcción de casas, así como es el ramo mas importante á la conservación y aumento de las poblaciones, es la negociación menos pingüe del estado ; de manera que por esa razón, si aquellas fincas urbanas no se equipararan tan necesarias como la subsistencia, creo sin equi- vocación, no habría quien comprase ni fabricase la chosa mas infeliz. De tal principio ha dimanado, que desde que las casas reportan ese nuevo impuesto, no se encuentra quien Jas compre si no es por la mitad de su intrínseco valor: que muchas se vean destrui- das en lo absoluto: otras arruinadas; y distintos si- tios sin pretender levantar en ellos edificios sun- *(4) tuosos como lo exige lo inmejorable de su ci- tuacion. Mas yo les concedo justicia y razón, por- que los que disfrutan facultades tienen por mejor emplear su dinero en otros giros y comercios que les prodiguen rateras utilidades, que no en cons- truir y comprar casas, cuando advierten que no les acarrean mas que incomodidades y desembol- sos, ya con los inquilinos que no quisren ó no pueden satisfacer los arrendamientos, ya coi* los continuos gastos que ofrecen los casi diarios repa- ros que proporcionan los temblores, aguas 8tc. y ya particularmente por la pensión del diez por ciento, donde el cobrador orgulloso por el desti- no que obtiene y oficina de donde depende, se ha- ce mas temible que el déspota mas bárbaro* pues muchas veces querrían mas bien los dueños de casas, verse rodeados de sus mas imporíudos acree- dores, que no de los recaudadores de semejantes arbitrios. En corroboración de esta verdad, pregúntese á los infelices deudores de ese ramo las tribulacio- nes y amarguras que han esperimentado cuando han sido reconvenidos por la solución, principal- mente si han sido pobres y destituidos de respe- tos, pues muchísimos por no verse molestados é injuriados de los cobradores, han tenido por me-jor el postergar sus precisos alimentos y los de su muger, hijos y familia., por pagar lo que se les ex i je. Aun hay mas: como que tan temeraria con- tribución es extensiva no solo á esta capital, sino i todo el reino de N. E., ha sucedido., que los paí- ses mas distantes del centro del poder, se palpen y ejecuten mayores extorciones con los deudores de esa pensión. Me acueido, entre otros casos memo* rabies, que en cierta población de las no poco civi- lizadas, contaba una pobre muger viuda, de aban- Zada edad, muy enferma, y sin los mas mínimos re- cursos de subsistencia, con una casilla tan infeliz y despreciable que apenas le proporcionaba á ella so- la donde pudiese vivir con alguna incomodidad. Por sus notorias necesidades le habia sido moralmen- te imposible satisfacer en algún tiempo la contribu- ción que se Je impuso. Mas llegado el último plazo que su acreedor¿e puso, y no convencido este de su miseria, desnudo de los sentimientos de humani- dad y fraternidad, como también el cjue lo manda- ba ó de quien se numeraba dependiente, le decretó el embargo de la casilla, se ejecutó, se le hizo salir á la dueña, y se dió á otro estraño en arrendamien- to hasta que las rateras rentas cubrieron la cantidad en que se le dijo hallarse descubieita por la contri- bución.(6) ¿Cómo quedaría y viviría aquella desgracia- da muger viuda, vieja, enferma, sin recursos,sin ali- mentos., y sin su casilla, mientras que sus rendimien- tos se distribuían entre los manipulantes de los ini- cuos arbitrios y sus dependientes. Innumerables de acontecimientos tan bárbaros é inhumanos ha ocasionado la imposición de gravá- menes en las habitaciones, y otros no menos sensibles como los de que muchos leales vasallos resentidos del gobierno por esta y demás pensiones que no po« dían reportar, se emigraron de las poblaciones don- de residían, y se unieron coa los insurgentes, ya por vengarse de los agravios que habian resentido, y ya porque iban en solicitud de recursos para sos- tenerse y á sus obligaciones. Que la contribución de que se trata es contra' ría á la libertad individual que concede a todo espa- ñol el Código divino, es una proposición mas eviden- te que la primera que senté. Para conocerlo, no es menester mas, que entender lo que es la libertad que la Constitución nos prodiga, por la que todo ciu- dadano puede hacer lo que quiera, no siendo opues- to á Ja ley, y conocer lo que deprime y envilece al hombre pagar por morar en la casa que le costó sus sudores, y por andar en el coche que es suyo propio. Que no es necesaria en las presentes circuns-(?) tancias es igualmente una verdad que no requiere justificación. El Estado ó la Monarquía antes de la rebelión., con los productos de ios ramos que con- servaba, lejos de faltarle para cubrir sus precisos gastos, antes mantenía un regular sobrante. Por el transtorno que sufrió el reino en la propia rebolu- ción, se vid en precisión el gobierno de aumentar sus desembolsos, y á proporción las contribuciones. Cesó ya la rebelión, y vemos rayar la aurora de la paz en este hermoso continente; y he aquí, que por tan dichoso resultado deven disminuirse Jos gastos, y destruirse en lo absoluto unos impuestos tan per- niciosos y destructores, y que solo se pudieron to- lerar por lo sagrado de su destino. Que es útil y provechosa 4 los manipulantes y empleados en ese desconocido ramo, es un acertó tan claro como los rayos del so!: porque si los recauda- dores que es la plaza mm despreciable de la oficina, disfrutan anualmente seiscientos pesos cada uno, ma- nos libres, y pasearse todo el día; ¿cual será el suel- do de los demás que gravitan sobre ellos que por la superioridad de su desuno tienen mejor asignación y los caudales á su arbitrio? r^"" Dije que solo era útil y provechosa á los mani- pulantes y empleados, porque estoy cierto de que en este ramo sucede lo mismo que en las aprehensiones de contrabandos de tabaco, que para que la Hacien-C* ) da pública perciba una parte, es necesario que antes se repartan las nueve restantes entre los aprehensores, denunciantes, dependientes y gefes de ese ramo, pues á todos les alcanza el pan bendito; siguiéndose de aquí que cuando todos aquellos se están labrando su fortuna sobre las ruinas de Jos desgraciados que se ocupan en esos comercios, estos perecen con sus familias en manos de la hambre y necesidad. Por íanto, Sr. Pensador* como ^ue yo y mu» chos rudos é ignorantes, necesitamos de ilus- tración y de ssber si los gravámenes que he re- ferido son ó no perjudiciales á \\ sociedad, espero de su smor á la Nación y anhelo por la común fe- licidad, que nos comunicará sus luces, y lo conve- niente al gobierno en eí caso que se deba decretar su abolición. La existencia de vd, es necesaria para la ilus- tración del pueblo, ahora que puede hacerlo por la Jibertad de la imprenta, y por lo que el autor de la naturaleza se la conserve hasta el último dia de los tiempos., como lo desea su apasionado 22 68 & V' Q' MEJICO: 1820. IMPRENTA DE ONTIVEROS.