31 UM Bes DE LOS FRAUDES •** ?up iú>utíA ^. «otaiv ecl ¿ vscmón va* j-J^míí a2 .^smrntsix* jsísiíJík ©íüel *;ip v ,ñu!»irií| Que las parnés cíe los hon>bres han in- troducido en nuestra s.mta Religión, í: ta Por M. D. B. eS7inda censura del impreso intitulado un Bosquejo &e. primera calificación que dio" esta junta censoria impreso intitulado: ,,Un Bosquejo de los fraudes que as pasiones de los hombres han introducido en nuestra fanta religión," espuso con la brevedad que creyó con- siente los fundamentos que tenia para declarar libre e toda tacha legal al mencionado escrito. Estos fun- I mentos de ninguna menera se hailan desvanecidos en a tespuesta dada por el fiscal; al contrario, en ella ^lsma encuentra la junta nuevos motivos que la con- fuían en la necesidad de proteger los escritos lununo- °s» en que se combaten las erradas máximas que la c°nfusion de ideas, la ignorancia de los verdaderos prin- ^'Pios de política y el olvido de la venerable antigüe- _ eclesiástica han introducido y propagado con notable Ajuicio de la sociedad civil y de la religión misma. ¡¡ £1 fiscal se empeña en aplicar al Bosquejo to- I2 1 das la* notas que contiene eí art. 4. de ta tey de 10 de noviembre de 1810; pero la junta ác ningún mo- do puede acceder á su solicitud. En el folleto en cues- tión no se subvierte la religión catóiica, á no querer dar este nombre á los vicios y fraudes que ella re- prueba, y que tanto interesa exterminar. Es necesa- rio distinguís siembre la superstición y los abusos d* las verdades infalibles. El autor tolo trata de- destruir los desórdenes que los hombres han introducido cu- biertos con el manió sagrado de la reüeion, y no se propone combatir» ni aun examinar ninguno de los dog- mas de nuestra creen :¿i. Su escrito es una narcacio» histórica, tomada de varios autores católicos, en la que pretende demostrar los innumerables males que los hom- bres haa padecido por haber puesto en los ministros del culto una confianza excesiva, y por haber llevado la credu- lidad mas alia de los términos que. la religión «xipe. El gran argumento del riscal, contra el Basque* jo, es el elogio que hace de algunos, políticos, en cu- yos escritos se encuentran errores contrarios a la re« ligion católica» Si el autor alabara estos errores, ten- dría razón el fiscal; pero el plan de su escrito y la* mismas espresiones de que se vale, convencen de que su objeto es elogiarlos por lo que han contribuido & dar ideas claras y exactas sobre el buen gobierno de los pueblos, y los derechos imprescriptibles del hombre en sociedad. íTo se pude negar que los escriteres que cita el Bosqueje-, sor* los que han hecho ves a los pue- blos- que no son unos reb¿f5os,- y l°s que han mani- festado la- necesidad de dividir les poderes, y de esta* biecer cada uno una constitución conveniente á *u si- tuación respectivav Jtas impiedades y contradicciones que encierran aiguw»* de 8U3 escritos, en nada- perju- dican á los verdaderos principios de política y legis- lación, ni á- las sanas má.*.unas de educación y de m©* ral que se hallan esparcidas en ellosr y que s*nan adoptado con ventaja en toda la Europa, hasta *n la misma capital del Su rao Pontífice. Sm hacer rae- Uto de Orígenes y Tertuliano, que unas veces erra- ron y oirás dijeron la verdad, y que se citan gene- raímente cen elogio; seria un absurdo tachar de anti- religioso al que ¡dábase las máximas políticas y mó- tales que contienen los escritos de Cicerón, porque es- te insigne orador y filósofo fue sin duda mucho rae- mos cristiano que Rouseau, al que el fiscal confunde constantemente con Voltaire, sin hacerse cargo de que "1 autor del Contrato serial no pudo combatir por espacio de 60 año» todas las preocupaciones civiles y ftü glosas. Aun es mas absurdo todavía el cargo de licen- cioso. Por esta espresiou se entiende en castellano lo ^ue ofende al pudor de cualquiera manera, ó á lo lo que incita á los vicios que constituyen lo que te?u1arraente se llanta disolución de costumbres. Para "aliar como el fiscal semejante tacha en el Bosqueje^ *» preciso ignorar hasta la significación de las palabras. Se ha escrito tanto y por tales sujetos en pro V en contra de la propiedad de los bienes del clero, *lue no puede dudarse que este punto se halla cuando tuénos en la clase de controvertible, tienda por con- fuiente lícito á rualquiera manifestar á sostener la •pinion que le parezca mas conf orme, y hacer diferencia e«tre los bienes de los particulares y los de las cor- Potaciones. Por tanto el derecho que el autor del Bos- ?He/o concede á la nación «obr. los bienes eclesiás- tico», en nada se opone á los principios sancionado* •O la Constitución. La junta ha visto con estrañeza que el fiscal *e atreva á tachar su primera censura de licenciosa V contraria á las buenas costumbres, porque parece desaprueba la disciplina que señala la edad de ]6 anos para la profesión de los voto» menásticos, yporq.e recente en 'Tos escritores factiftad ¡ ara cri icaf1 la forma actual de las congregaciones regul: res. El fiscal debiera ser mas circunspecto, y no aventurarse 6" proferir proposiciones lan atrevidas, de que no le e-ca- sa la ignorancia y falta de lógica1, que se descubre en todo su escrito. Debe saber que por la legislación que nos gobierna, no se puede escribir contra los dócmas de la Religión, ni contra las leyes fundamentales de la monarquía; pero sí contra la disciplina actual y contra las leyes parti- culares, gurdando las reglas establecidas en los decretos de la libertad de la imprenta. Si el fiscal gusta, por ejemplo, escribir un tratado sobre la utilidad déla inquisición, nadie *e> la estorbará; con tal que no niegue á la soberanía nacional la facultad de aboliría, y se abstenga de llamar ateos, heregcs ó franceses á los impugna lores de aquel tribuna!. El fiscal antes de propasarse lá censurar á la junta misma con tanta inoportunidad como ignorancia, debiera haber tenido presente que muchas disposiciones de los Fapa* y aun de, los concilios eíi materia de disciplina no h,m sido admitidas \or los Soberanos católicos. En tos cénselos y tribunales de España se han controveni lo- muchos puntes disciplínales, sobre los que han dado' nuestros Monarcas sus decisiones, contradichas ahunas veces a ' principio por la corte romana, y después con- sentidas' JuO&j concordatos han riJo resalías de larcas' disputa5 que las Pveyes han sostenido con Rama, sin dejar por eso de ser cato icos. Nadie, que haya leido* un poco de historia, ignora la famosa pragmática que publicó S. Luis Rey 'de Francia en 12€9, arreglan- do la colocación de los beneficias, y poniendo cot» á las escandalosas exacciones de la c irte romana. En la censura anterior manifestó la tunta Tos Justos n.o ños que tenia para no declarar libelo in- famatorio contra el ¿Tero á un escrito, en el que solo-, se critican los desórdenes y vicios que mucho» escri-tores católicos y hista sames han censurado arrerior- ftiente. Tan lejos está el autor del Boiquejo de creer- tos esenciales al estado sacerdotal, según el fiscal su roñe, 1'ie siempre los considera como fruto de la barbarie é ignorancia de los siglos medios, y desco- nocidos en los primeros tiempos del cristianismo. La junta pues, por unanimidad de votos, con- firma su primera calificación, por la que declaró al saencionado escrito libre de toda tacha Iegal.=Palma 18 de novienbte de 18X3. E lo. 1 fanatismo los sacerdotes y la ígnórancia de °s pueblos, había erigido en articulas de fé y na- íuraHzado en casi Toda la Europa fas» máximas de la irania. Las tinieblas espesas ('if.h'Sidas sobre la *Uayor par:e de los países de esta hermosa par- te del globo, parecían deber ser eternas, cuii do M¿ia el fin del siglo rtiez y siete el sabio Logice pu- blicó el gu'i'ttno civil. La'l z^d'e la íi'osofia empfzó * i¡us;rar desde eutó:ices el Mer^cHo público. Móntes-¡ *luieu, cuyos Brillantes errores por mucho tiempo han' *Uo venerados como dogmas ságralos dió í luz a tedios del siglo diez y ocho el Espíritu de Lis le" J'cj, y todas las naciones reflexionaron sobre los prin- cipios y la naturaleza de los diversos gobiernos. Un hombre cuyo destino fue' combatir por es, a ció de se- senta años todas las preocupaciones civiles y religios. *, bramando la luz sobre todas las foniias, y hacien- da circular en todos los espíritus, vino en seguida * arrancar de raíz el despotismo libertando á la hu- manidad del yugo de la superstición. Por fin, un de- fensor inirépido de los derechos de !a naturaleza y de 'a razón, un orador fiósofo cuyas ideas no» parecieron -uudhas veces paradojas porque las grandes verdades eran6 auh esírangeras entre nosotros, rasgó con mano atrevi- da el velo misterioso coa que los frailes y I03 tiranos habían cubierto la cuna de las instituciones civiles; el genero huniauo reconoció y recobró sus títulos, y cada ciudadano los leyó con arrebato en el Pacto sedal. I'Os íábios y penetrantes españoles volvieron lo* ojos hácia estos monumentos de Ja hmxanidad,- y ai modo de una divinicacl nueva fe les contempló, re les t\raó, pero como se aman las risueña» quimeras da la edad de oro. Mil obstáculos de Toda especie pare- cían oponerse á la práctica incontrastable de nuestro» derechos naturales. Un Monarca absoluto acostumbrado desde la cuna á no ver mas que esclavos postrados » sus pies, y á poner su volumad en lugar de toda* las leye,: irnos consejos zelosos de eternizar su exis-* tencia política y de volverla independiente, aspirando al poder legislativo: unas provincias divididas por $. 8 privilegios, costumbí*», leye<» é intereses: una no- bleza akiva imbuida de las in- Pósito y monumento eterno de la sabiduría éspaño4ál ^Ue como en otro tiempo la ley de los lie-breas pa- tece, por decirlo así, haber bajado del cielo en medio ^* lo3 truenos y relámpagos. ¡O día fe;iz el 1S de saarzo de iSi2! Los anales del mundo no presentan ^1 vei alguna época mas digna de fijar las miras delI filete y ¿el limv*rt iMjalj el!* '9 v¿ «f ma« n'¿f* ve di leí ^«9wéú1«ij to ftttrw» vencida por la- ju«« liria, la* i reociqaciones \ov la raron, ?! frito de ja» pasiones abofado ior la yo» de la patoja'•«*» lQs fH* viUfios íubyufados por las leyes, las lidmas de la es- clavitud caen delante Je ella á ¡a voz da la rfini n píi« Mica, y la liberad tmmfkn e f$ eleva á la \oz d« toda un pueb'o so'jre ¡as ru ñas antiguas de la tiranía, y viene á sen ¡irse ;obre e! trono al la-o de Unos rerre-.e:iran es que el reconocinfeu o narioiial de- be honrar con e| nombre de RESTAURAD ÜRÍ*S L>8 LA. LIH E'-¡PA.Ñ3L\. Ha dicho que entre ¡os infin tos o r áculos q--e se oponían al goce, de nues;ros derechos tintúrales eran el s¿*t«rna, fe idal y el clero. El primero q <ída aboli- do por decreto ue ¡as Cores de 6 de aros o de ]ra un po- der inmediata sobre la disposición de sus bienes, y de consiguiente puede apropiarse los bienes "de los diferen- tes cuerpos eclesiásticos que juzgue deber suprimir, ase- gurando la subsistencia á sus individuos. Si consultamos los títulos de fundación de losbienes eclesiásticos y las diferentes leyes Ve !a íg'esia que esplicau el seniido de ellos, es cieno qte cuerpo no pudo entrar en posesión de sus bienes sino de cuatro modos. O los tenia de nuestros reyes, ¿ de los cuerpos j comunidades: ó de simples particulares, ó bien de si mismo, lii el primer caso, todo cuanto el príncipe da Tara llenar un destir-o publico se ) z?a «lado por la "ación misma quien sin la munificencia de los prin- cipes se vería forrada á dotar ella misma las iglesias, 0 *us ministros: bajo este primer aspecto la nación es Pues la propietaria, y puede volvsr á tomar unos bie- nes que su gefe üió en su nombre, y por ella. Ni es ^énos propietaria la nación en el secundo caso, pues 1ue las comunidades, haciendo donaciones á la iglesia, bau he~ho mas que pagar su contingente de tna s. Está probado por la hisiona V la jurisprudencia que- él no puede ni adq.¡ir:r, ni ena- renar sin el concurso ni la autoridad de la nación, y del Rey que !a representaba; que no podía sin la mis- ^a intervención ni hacer empre'stitos, hi hipotecar sus hieues; que e¿ Monarca podía dividirlos ó reunitlo«; q esre mismo Monarca en nombre de la nación t*ra el que nombraba á los obispos, abadías ¡kc.; que la nación, pues, V no el clero es el colador universa], que una tradi- eion sagrada que sube hasta la cuna del cristianismo •nuncia que los bienes poseí los por el clero son eí pa- trimonio de los pobres; en fin, que bajo to las las di- fcascas de nuesiros reyes, la nación en las necesidades Publicas ha siempre tija 10 sus m'ras sobre los bienes dei c¡ero como so'~>re unos fondos de que el'a podía le¿ ^Tirnamenie disponer. Asi que. iodos los hechos, todas las leves deponen contra ¡as pretensiones del ctero, y su Butano coze tresen'a en . todas sus épocas los caracte- rós del usufructo, no de la propiedad» Si, el esta o necesita de una religión, y e'sta SJV3 aúnUtros. Pero ¿es necesario gue estos ministrosformen un cuerpo, particular? No: unos cuerpos par— ticu'ares puestos, en la; sociedad general, rompen la uni- dad df sus principios y el equilibrio de sus fuerzas*. Muctio menos deben ser propietarios; pues q te no pu> dienio tener propiedad colectiva sin formar una cor- foración, el interés público se opone á ello, y aun M interés particular- Sai miembros como funcionario» pii» blkos deben ser asalariados, y uuos salarios distribui- dos entre el clero de un modo equitativo relativamer»- te á la importancia de sus funciones, harán desapare- cer el escándalo de la ¡9 iseria de un gran número, y de la exesiva opu'eina de algunos, individuos, conse- cuencia necesaria Je la enorme desproporción que se halla en sus tratos respectivos. ¿Interesa á la religión tener un clero, c lyas tres cuartas partes es-rén al sa- lario de la otra, como sucede en España, donde la ma- yor parte de los. sacerdoes útiles sou, los. criados asa* laclados de un pequeño número de ricos osiosos, cu- yo fausto y lujo insulta la. pobreza de! pueblo^ y cuyas costumbres, deshonran su carácter? ¿En;que quedaría de- gradada, la. majestad del cu*to> sis los ministros de los aitares estuviesen» estipendiados como- lo* están los ma- gistrados, los consejeros, los ministros y el Rey mis- ino, como, consta por nues.ra¡ sagrada Constitución? ¿fin qué queda degradada, la dignidad de los capellanes de- regimiento con el sueldo que la nacioiv le& ha señala» do? ¿Los fVpóitoles y, sus sucesores en los tres prime*- r,os siglos de la Iglesia, formaban un cuerpo propie- tario? Y, sin? embargo- ¿fueron ¡amas mas respetado», ni »espe;ables? El interés de ia religión es, que mis rai- aisiros se hagan: respetad y honrar porr su santidad, por- su benericencia, por todas las* virtudes, y no per- las riquezas, el lujo, los vicios- brillantes y las inso- lentes pretensiones. El Hijo de Dios ro bajó del cíe ov á la tierra, ni nos dio su Evangelio para que ios Obis- pos tuviesen cien mil d-jros- de renta, los canónigo»; ueinte, ó? qi.ince ó diez mil, cruces- de oro. con pie-15 *ras pre-iosas, palacios rflagníflcos, coches, crin lis, Reí ¡dan diferente es el cristianismo del Evangeúo, de el ^fc los ministros actuales del santuario! Pero para despreocupar de raíz á los que has- ta ahora han vivido subyúgalos, ó ciegos coi ¡a ve i- da que el ascendíen'e del clero sobre ello* les había pues- tor examinemos el cuadro de los diferentes periodos dé k fortuna del clero, y los medios de que se ha va- lido para adquiriría; y de. este modo abrazaremos la Cuestión toda entera. La iglesia cristiana ignorada, pobre, perseguida ofreció por espacio de tres siglos el rnoddo de una po- ética celestial, y del único gobierno tal vez que n"> ba- ja teni lo por objeto, si io Ja ventaja de los ci idada- sin ninguna mira, por la de sis eefes-. E-apero ape- n*s empezó á adquirir a'gurr poder bajo los empera- dores cristianos, que luego per lió de parte de las. vir- tudes, lo que había ganado di parre di las riquezas, ^us ministros atormentados de la sed de! oro, abusaban Var* saciarla', del ascendiente que les daba su carác- *tr. de modo que fue retesarlo que viniese la autori- dad imperial al so:orro de las familias que eüos des- ojaban, y Valéntmiano se vió obligado á sancionar una 'ey por la que declaraba nulos todos los legados lie- gos por las mugeres en favor de clérigos, ó de monges. En vano muchos príncipes quisieron ponerla en ejec.¡cion o re- darla; el clero supo cansar su paciencia, ó espantar su ■*ebiÍKla(} con el auxilio de los ejercí.os de mendigos q ,e tenia á su sueldo, y mantenerse á fuerza de sediciones *° sus piadosos latrocinios, hasta que Isaac Commeno mas firme ó'mas- feliz, dejándole levantar el ?ritO'de la im- piedad y del sacrilegio enan o qni^o, redujo los moflí- írc» a m estrlcto necesario', y aplicó- su supcrfiuo al í'ovecho- y necesidades del estado* En estos siglos groseros se creía que hv av.iri- c,a- era el primer atributo déla divinidad, y quedos **«tos negociaban con ¡os hombres su. creduo y pro*-u teccioti. Pe aquí ms viene el dicho de Clodoveo, qáe San Martin no sirve mal á sus amibos; -psru se ha~ ce pagar demasiado caro sus trabajos. El c'.ero no falto en propagar e»n docfrina, f á fuerza de poner á !a vista de los po lerosos y de los ricos e! rigor de los juicios de D^os en el otro mundo, llegó á apo-ierarse de casi todos sus bienes en este. Y si nuestras antiguas Cortes y Reyes en Es* paña, y Carlos Mar el en Francia no le hub e¿en des- teñido en el curso de sus conquistas, y no le hubie- sen desrojado de días para enriquecer sus ejércitos, se hubieran hecho dueñis de la España y Francia en» teras. El clero condenó á Carlos Martel después d< su muerte para espantar á sus sucesores, y allanó e camino del trono á Pipmo el pequeño, su hijo, con la esperanza que Ies volvería á poner en posesión de lo que acababan de perder. El trib ito da los diezmos reparó luego la per- dida de sus posesiones; y la costumbre tan cómoda pava los pecadores de eximirse de las austeridades de la penitencia en esta vida, y del temor del infierno ea la otra, transfirieron en la lgieda la propiedad de su» bienes, cuyo goze reservaban d.irane su vida, despo- jando de esie modo á sus legítimos herederos, y á sus" hijos para ganar el parado; y asi pasaron segunda vez á st-S manos casi todos los tesoros del es.'ado. La audasia creció con su poder por el esta* b'ecimiento de la feudaiidad. Los prelados conveni- dos en cazadores y guerreros, juntaron toda la fero- cidad de esos siglos bárbaros al orgullo pontifical, y ¡Levando sucesivamente el casco y Ja mitra, el bácu- lo y la espala, malaxan, despedazaban, degollaban con la misma mano con que acababan de bendecir al pue- b.o en nombre de un Dios de paa. Admitidos, en ra- zón de sus feudos eu el gobierno, creyeron desde lue- go tener como Obispos, lo que solo teman como se- ñores, y se arrogaron el derecho de }jz¿í.c á los Ra-¡16 y**< no solamente en el tribunal de la penitencia, sino también ea los concilios. .En Esj-íiíía depusieron á »Vamba, y en Francia, á l.uis el Pió, atentados nota- Nts sobre la dignidad real, y aspiraron á uz;a suprema- cia universal. De aquí ta confesión de las ctos poresta- '^e*í y la doctrina de las dos espadas que los nos de Sanare que corrieron por la Europa, por unas querellas Agradas, manifestaron ser tan terribles en las ir anos s«cerdota¡es. Ni le faltaron otras minas de donde sacar tl1uezas. Afianzado en la credulidad humana, en la JSüorancia general, en las esperanzas, terrores y tinie- blas de la superstición, siguiendo el sistema usurpado? "e la corte romana, negoció en las llaves i'e' parai* E0 y del infierno; abnú el primero á sus bienhechores, ^ el segundo á sus enemicos; prometió en el otro Aliado ei céntuplo de lo que se le hubiese dado en es(e, y vendiendo el cielo para comprar Ja tierra, ca- puzó al crimen mis¡. o, con tal que fuese generoso, fcBatenmuzó á los que atacaban sus posesiones, y Jas con- saRró 4 Dios para ponerlas fuera de los tiros de los l02tibtes. Una tradición generalmente admiida de la ^gunda vénula de Jesucristo mil años después de su ^Cension, y del fin próximo dd mundo, anunciado en "*s cátedras de la verdad, causó una consternación uni- frRal. Todos se daban prisa en adquirir tesoros pa- ht otia vida, haciendo dádivas á la Iglesia de los ^nes, ap propinábante mundi termino, dicen casi to- as las cartas, títulos ó privilegios antiguos de dona- Sin embargo, el fin del mundo no llegó, y to¿ * estos bienes quedaron en poder del clero, que pro., Uto aumentar su valor con los privilegios de toda es» ^ie de que se armó, y la habilidad con que supo s<*nder sus límites y defenderlos. b Si alguno se atrevía á contestar uno de sus te«didos derechos, ó oponerse á alguna de sus usur- i0ües, a» instante se le excomulgaba; viéronse cju-;éades eneras, y aun reinos, puestos en eníredicho; cerj tábanse las iglesias; cebaba ei oficio - divino, no se per- mitía afeitarse ni saludarse unos á otros; y pata ha- cer una impjíesíoii mas viva en los Ánimo*, y «:u- tar t¡ pi¡eb'o á la sedición por temores religiosos, ¡o* e'etigo* llevaban al medio de un can¡po Jas cruce*, Iqí vasos sagrados, !,os ornamentos, las íeliquias de los templos; formaban al rededor una cerca de zarcas y espitas, y se marchaban precipitadamente levantada* las manos ¿1 como pae» los vivos; indulgencias a la corona de estrella* de la inmaculada Concepción de la Virgen; indulgencias á las cruces de Caravaca; indulgencias á las coronas de les misterios de la pasión de nuestro Señor; d la medí" da de su altura; á la medida de la llaga de su eos- tadoi á la llaga de su hombre revelado á San Bernar' do; indulgencias para los cofrades del Carmen; indul- gencias del cardan de San Francisco, y una infinidad de otras; las unas por mil, dos mil, cuatro mil, hasta ochenta mil años, todas á justo precio. Por todas pas- tes se establecieron oíicinas y despachos de conciencia para este negocio de perdones, indulgencia,, absoluciones y dispensas: se sacaban, dinero contante, tantas almas del purgatorio como se quería. Se compraba la remi- sión, no solo de los pecados pasados,- sino también de los que ve habían de cometer. En los archivos de Joiá- ville se encontró, una indulgencia en espectativa en fa- vor del Cardenal de Xorena y doce personas de su co- mitiva; la cual perdonaba a cada.uno de ellos tres pe- cados á su gusto. Esta tasa apostólica íue arbitraria ¿ ilimitada hasta el tiempo de Juan XXII, que tuvo el descaro de esteaderla él mismo, coiao un código del derecha canónico; y entonces vimos un precio fijo (*) No se nif^a el poder de la Tglesi* sobre lis iadulgen- íias y altares privilegiados; esto alude i que en algunas conventos de frailes, (como el a>at¿ Tieis asegura haliei lo vis-tos ptí su tiempo) mientras ss de ó» la misa, principalmente cíev- " pues de Ta ton-a^sacton, se hacían jurar detrás del altar und« iue*tna alma del purgatorio, y sulua ai cielo.19 tiara el adulterio, el incesto, el homicidio, el asesina- to, el parricidio, la best:alidad. El Papa León X man- dó imprimir en Roraa á 18 de noviembre de 1614, «ta espantosa tarifa de crímenes, bajo el i»mbre de Tusas de la sagrada cancillería, y de la sagrada pe- silenciaria atestoUca- El cuadro de esas tasas, de que liorna se avergonzó con el tiempo, y cuyo op.obio bor- ró para g!oria suya, fue impreso en París en un vo- lumen en 4. ° en 1620; el capítulo de las absoluciones dice así, enfre oíros cosas: ,,la obíohicion por el que haya conocido carnalmente á su ma1re, bern ana, ó al- gún otro pariente ó deudo, 6 libras: por el que haya desflorado una virgen, V lib. y 4 sueldos;' por el que haya conocido carnalmente á su ruadre, hermano, ber- mana, ú su muger ó algun o:ro par-e i e ó deu'io; pero que sea lego, 6 hb.: si el muerto fuese eclesiástico, el homicida estará obligado á visitar los lugares santos: por el que ponga fuego en la casa de su vecino, 7 Hb. 4 sue'.d. &c.en fin, en un so'o articulo, para la absolución de todos los crímenes, 67 hb. lt> sueldos. Es menester confresar que esta práctica é invención era muy cómoda para los ricos que pociian comprar el pa- raíso con dinero contante; pero no para los pobres que en todos tiempos se han visto obligados á comprarle á fuerza de virtudes. La religión no es responsable sin duda de los crí- menes de sus ministros, ra el clero actual de las malda- des de sus antecesores , y estoy bien lejos de querer de- gradar en algo su augusto carácter. Pero en el momento en que la nación se regenera me parece se le deben recor- dar sus derechos, desgarrar el velo que cubría tantas ini- quidades, oponer los monumentos históricos á los gritos del fanatismo, y asegurar las conciencias tímidas relativa- mente á la legitimidad de la propiedad nacional sobre Jos bienes de la Iglesia, manifestando la nulidad de las do- naciones hechas por unos donadores imbéciles, y engaña- dos en favor de unos donatarios codiciosos y engañosos; donaciones cuyos motivos, romo la impunidad de Ios-crí- menes, el rescate del infierno, la simonía del paraíso, y U20 proximidad de! fin del mundo eran absurdos y cu!pab1est y las condiciones imposibles de cumplir; porque no estaba ciertamente en el poder de unos sacerdotes tunos y faná- ticos atar el brazo del Eterno á su vo'untad, y hacerle el ejecutor de sus venganzas, dictar los decretos de su justi- cia, vender sus gracias y su .clemencia, y trocar ios bif-nes de ía tierra contra los tesoros del cielo, á los que segura- mente tenían süfenot derecho que ningún o ro. Meb:t raleza; y hacer sensible & la- dos que ei interés del estado y de la religión exigen ¿¿nal- mente que los ministros dd culto formen en adelante una aprepacu-n política, y qne vueltos á sus verdaderas fun- ciones bal en en el justo reconocimiento una existencia honrosa y en la santidad de sus costumbres el repeto de- bido al mas noble ministerio de mediadores entre el ciel» y la tierra. . 1 Todo lo que hasta aquí se ha dicho debe entender- se del clero secular; pues que en cuanto al regular ios j adíes de la patria no dudarán un momento en su total e>tms¡on, siendo imposible en un estado cuya Constitu- ción está tunda da sobre los derechos del hombre consec- rar unas ins ituciones que los destruyen con unos votos temerarios, perpetuar en un pais libre semilleros de es- clavos, y sociedades sometidas á un soberano extrangevo en un reino donde la nación sola es el soberano, y donde k>s ciudadanos deben obedecer solamente á las leyes* Sí, padres de la patria, riihil actum reputo s¿ quid, superest agendum: asalariar el clero, y abolir !o» frailes es lo que falta á vuestra gloria. No olvidéis qus mientras hatja frailas en España, habrá enemigos de l.t Vons-ütucien» La E>paña, la Europa, el mundo entero es- tá esperando vuestra resolución. Impreso en Palma aiío de 1813: Reimpeso en Barce- lona, en is20,.y reimpreso en MEXICO en el mismo eu la oficina de £>. J. M. lienavente y Húcios.