CONTESTACION DE LOS AMERICANOS DE BUENOS-AIRES CON EL MINISTERIO FRANCES, K '"PROVINCIAS-UNIDAS DEL SUD-AMERICA. Comunicación del enviado en París D, José P ulentin Gómez, ni Secretario de Estado en el Departamento de Gobierno. •En oficio de quince del pasado «visé á V. S. que estaba invitado á una inferencia por S E. el Ministro de los negocios estrargeros. Varios ac- cidentes la retardaron hasta el primero del corriente. Aunque habia re- *exionado profundamente sobre el objeto á que podria dirigirse, no pude ja- preveer el que tuvo ea realidad y paso á poner en la consideración de Después de haberme hecho S. E. un largo razonamiento sobre los gran- des deseos del Ministerio por el feliz resultado de la gloriosa empresa en 'iue se hallaban empeñadas esas provincias, al mismo tiempo que sobre '°s considerables embarazos que le impedían tomar una marcha determi- "ada, activa, y manifiesta para protegerlas, pasó á decirme que ocupa- do de sus verdaderos intereses habia llegado á convencerse que estos se •"centraban íntimamente ligados con la forma de gobierno que se die- sen, bajo cuyo influjo pudiesen gozar tranquilas de los beneficios de la Paz, y que él creia no debia ser otra que la de una monarquía constitu- c'Ona), fijándose en un principe de la Europa, cuyas relaciones añadiesen *' Estado una nueva respetabilidad, y faeilitasen el reconocimiento de una '^dependencia nacional. Que penetrado de estas ideas habia Uegadoá ocurrir- se un pensamiento que consideraba feliz, é iba á esponérmelo con la ma- Jor sinceridad, proponiéndome un principe cuyas particulares circunstan- cias eran las mas oportunas para que se allanasen todos los obstáculos con que podria tropezar un proyecto semejante, atendidos los diferentes in- tereses de las principales naciones de la Europa y la variedad de las mi» ras políticas de sus respectivos gabinetes. Que este era el Duque de Lu- c* antiguo heredero del reyno de Etruria, y entroncado por linea materna *n la augusta dinastía de los Borbones. Que consideraba que su elección ^° infundiría celos en las cortes principales: ántes bien encontraría la me- jor acogida en sus soberanos, principalmente «n los emperadores de Austria y de Rusia abiertamente decididos por su persona; y en mayor grado por los 'ntereses generales del continente. Que la Inglaterra no encontraría un Motivo justo y decente para resistirla. Que S. M. católica no miraría Con desagrado un sobrino suyo sentado en el trono de unas provincias que "abian sido de su dominación, y de quien podría esperar algunas conside- Taciones al comercio de la Península, al menos Jas que fuesen compatibles *°n la independencia absoluta de la nueva nación, y política de su gobierno. *ero que particularmente su Magestad cristianísima, cuyos sentimientos Je eran conocidos, la miraría con especial complacencia y emplearía en su obsequio sus altos respetos, y su poderoso influjo con los demás sobera-nos, sin perdonar al mismo tiempo cuantos medios estuviesen á su alcance para protegerla; bien fuese por los auxilios de toda clase que se hicieren ne cesarios, bien para el arbitrio de convencer á S. M. Católica al desisti- miento de la guerra en que se hallaba empeñada con esas provincias. S. E, se detuvo en varias otras observaciones que seria difícil detallar pero particularmente en las del carácter personal de S. A, el duque de Lú- ea, recomendándome los principios de su educación análogos á la ilustra- ción actual de la Europa, y la liberalidad de sus ideas enteramente contra- rias á lasque dominan el ánimo de S. M. Católica, con un estravio bie" marcado de la política adoptada per los demás soberanos para el gobierno de los pueblos de su dominación. Debo confesar sinceramente que yo quedé anteriormente sorprendido^ al escuchar la indicación de un principe sin respetabilidad, sin poder y sin fuerza para presidir los destinos de unos pueblos que se han hecho digno* de la espectacion de la Europa, y que han comprado su libertad al caro precio de tantos y tan estraordinanos sacrificios; pero mientras S. E se di-; fundi» en sus largas refecciones, yo ni3 preparaba auna contestación q"? sin herir directamente su amor-propio dejase á cubierto sus sagrados i inte" reses, y puesto ea puntual ejecución ei articulo séptimo de mis induc- ciones. Dije pues á S. E. que por desgracia no me hallaba competentemente autorizado para el determinado negocio que acababa de proponerme, y que ademas estaba persuadido, que no seria de la aceptación del gobierno ¿e las Provincias Unidas toda proposición que no envolviese como bases esSB' cíales la cesación de la guerra con la España, la integridad del territorio del antiguo vireynato, incluyéndose particularmente la Banda Oriental, y si fuese posible, los auxilios necesarios para hacer mas respetable la sicua- cion actual del estado. Que nada de esto podría prudentemente esperarse de ¡a elección de S. A. el duque de Luca, quien ademas tenia la desfa- vorable circunstancia de hallarse soltero, y de consiguiente sin sucesión* por cuyo motivo quedarían esas provincias espuestas á un interregno siempre peligroso, y regularmente funesto. Yo me lisonjeaba de haber destruido enteramente el proyecto por es- te medio indirecto, y al favor de unas razones tan respetables por sí m¡s" mas, cuya fuerza debia pesar en el juicio del ministro; pero aun no ha' bia acabado mi respuesta cuando S. E. se apresuró á decirme, que lejos ¿e haberle yo presentado el menor inconveniente en mis justas reflexiones, ha* bia llamado con ellas su atención para indicarme mas escensamente sus con* siderables ventajas.El añadió, que sería del particular cuidado de S. V*' cristianísima recabar de S. M. católica la terminación de la guerra, y e reconocimiento de la independencia de esas provincias. Que el principe & Luca podria contraer su enlace matrimonial con una de las princesas de! Brasil bajo la espresa condición de evacuar la banda oriental, renunciando á toda solicitud de indemnización por parte de ese gobierno, por cuyo me- dio se aseguraría también la sucesión á la corona. Que S. M. cristianísim3 contribuiría con auxilios de toda espacie, los mismos que habria proporcio" nado en igual caso para un príncipe de la sangre, y que sobre todo (volv'0 á repetirme), se emplearían todos los medios posibles para hacer reali"3' ble el proyecto, y con él la prosperidad de esos pueblos Oidas estas nuevas espresiones, crei deber contestar otra vez á S. E. ban á ser restituidos todos los estados de la Europa, á la condición que ^nian antes de la revolución de Francia. Dije entonces también, que me parecía que entre los soberanos del Congreso de Aix la Chapelie había una secreta convención de conducir los Pueblos de la América á esa misma deliberación, para cuando se observáse 9ue la España habia tocado ya su desengaño, y renunciado su proyecto ^* reconquista, y que el rey de Portugal promovía este pensamiento por Medio de sus ministros con particular interés. Añadí que creía imposible para este caso toda combinación respecto de 1)0 príncipe de las dinastías de las cinco grandes potencias por la divergen- Cla de sus intereses y calos de sus respectivos poderes, y que temía que vi- "'esen á fijarse en algún otro de las naciones de segundo ó tercer orden, á luien podrían prometer especiales auxilios para hacer efectiva la idea. Así Pensaba yo cuando apenas echaba mis primeras ojeadas sobre los gabinetes ^e la Europa, y comenzaba á observar sus marchas políticas. Me parece íu'e empiezo á ver realizadas aquellas ideas en la actual conducta del mi- "'sterio francés, y que su propuesta no es mas que una anticipación para el fomento que se ve acercarse del último triunfo de nuestras provincias, y desperación de la España que en la espedicion que prepara, agota todos Sus recursos, y debe renunciar hasta á la esperanza de otra empresa que Pueda ser digna de este nombre. Ei primer ministro me hizo la proposición que llevo indicada, sin Manifestar á mi juicio aquella exigencia que generalmente acompaña a los n*gocios que se agitan por grandes intereses del momento; y al indicarleqva no me hallaba completamente autorizado, presento una pronta y &c¡l deferencia para que se esperase, y dejase correr todo el tiempo necesario hasta recibir órdenes sobre el particular, el mismo que dijo S. E. emplea- ría él lentamente en preparar la negociación con Jos demás gabinetes, que debían intervenir en ella. Parecía natural que alistándose una espedicion en Cádiz contra esas provincias, fuera el primer paso convencer á S. M. católica á que le diera otra dirección. No dejó de significarme el ministro, q se practicaría esta di- ligenciaj pero no se me ha dado hasta el presente la menor idea de su re- sultado, ni parece fácil que pueda ser convencido el rey Fernando. Ello es que los navios salieron para el Pacifico, y el apresto de la escuadra conti- nua con el mismo ardor que de antemano. La marcha que hasta el presente ha seguido el Gobierno france's, tam- poco parece bien convenida con esos sentimientos por la libertad de las provincias de Sud-América, que me ha protestado tantas veces S. E, En Bordeaux se han construido buques de guerra, y fletado transportes para la espedicion, á pisar de las reclamaciones de la Cámara de comercio. En el Senagal se halla detenido el valor de una presa con su cargamento de uno de nuestros corsarios, sin que hallan bastado las reclamaciones hechas pof el caballero Ribadavia, y repetidas por mi para su entrega. No han sido su- ficientes cuantos arbitrios se han tocado para determinar al Ministerio al nombramiento de un cónsul en esa capital, ó al ménos á la corfimacion ofi- cial del que desempeña provisoriamente las funciones de agente de co* mercío. Mas de nna vez han sido detenidos los conatos de varios miem* bros de la Cámara de diputados que han querido reclamar del Ministerio una conducta mas decidida en favor de las provincias del Rio de la plata, y mas protectriz del comercio francés. Todo esto se procura cohonestar con la posición delicada de la Fran- cia. Pero ¿qué sabemos sí en el rey obran los intereses de familia, y en el ga- binete el de una perfecta inteligencia con la España para alejarla de la in* fluencia de la Inglaterra que es el objeto de los cuidados de todos los go- biernos del continente y particularmente de la Francia? Sin embargo cuan* to tienen de racionales eitas sospechas que recaen sobre el proyecto prin- cipal en las presentes circunstancias, tanto tendrá de evidente la sinceridad con que se promoverá cuando comiencen á flaquear las «mpresas de la Es- paña, porque entonces van á obrar de continuo motivos de la mayor grave- dad. Interesa á todos los estados del continente que en las provincias del Rio de la plata se eleve un trono, sobre el cual se siente un monarca inde- pendíente de la influencia de la Inglaterra, bien sea pata contrapesar con el tiempo su poder colosal en la mar, bien para disminuir ei ellas la intro- ducción de sus efectos por la libre entrada de los de las demás naciones. La Francia particularmente querrá dar esa salida á sus manufacturas, dis- putando la preferencia á los ingleses. El rey cristianísimo se lisonjearía de las consideraciones que eran de esperar de un principe de su dinastía, ele- vado al trono por su influencia y al favor de los grandes auxilios que pro- ra ete. Quizá está en las miras de S. M. brindar al emperador Francisco con el estado de Luca en que podría ser acomodado el duque Cárlos Francisco hijo de los ex-emperadores Napoleón y María Luisa. El Rey cristianísi- mo quedaría tranquilo en ese caso al ver fiajdos los destiaos de su rival y comprometido por un tratado el emperador de Austria.La cesión de las Floridas á los Norte-Americanos ha sido de la acep- tación de todos los gobiernos de Europa, si se esceptua el de Inglaterra, y quizá negociada por el ministerio de Rusia en la corte de Madrid. Por 'os mismos principios seria de su general aprobación el entronamiento en S'.id-América de un príncipe de las dinastías del continente. Esta rr.e pa- rece ser la tendencia que tiene el preyecto del primer Ministro, y que he tenido el honor de detallar á V. S.-, y pues que pueden acercarse esos mo- hientos en que se habrá de deliberar mas sériamente sobre la suerte veni- dera de esos pueblos, se hace indispensable que V. S. se sirva anticiparme »us instrucciones. Yo he creído que la propuesta de un príncipe bajo las circunstancias antedichas escepciona de algún modo el artículo siete de las que tengo recibidas, y aunque no he perdido de vista su cumplimiento, ha juzgado mas prudente una resistencia indirecta conciliable con las delicada! circunstancias del momento; y con las órdenes de cualesquiera naturaleza que se me puedan comunicar á este respecto; espero que V. S. se dignará Poner en la alta consideración de S. E. el Director supremo, mi conducta *a esta parte, y significarme si ha sido digna de su ¡aprobación. =. Dios guarde á V. S. muchos afíos, París y junio diez y ocho de mil ochocien- tos diez y nueve -^Valentín Grfmez.—Sr Secretario de Estado en el de- partamento de Gobierno y negocios estrangeros. Es copia fielmente saca- da de su original=:Ig»0Mo Ñufíez. MEMORIA ENTREGADA POR EL EXMO. BARON DE RE. nebal al enbiado de las Provincitas-Unidas del Sud-América. Traducción. SEÑOR,-El Gobierno francés toma el ínteres mas vivo por lo ^ue respecta á la situación en que se halla el de Buenos-Ayres, y está dispuesto i obrar de todos los modos posibles para facilitarle los roe ■ dios de constituirse en monarquía constitucional, por ser «ta la única for- ma de gobierno que puede convenir á sus intereses recíprocos, y asegu- rarle pira lo sucesivo todas las garantías necesarias para con las potencias de Europa y para con las que están vecinas al Rio de la Plata. Obligado «1 Gobierno francés, por las circunstancias políticas, í obrar con la mayor circunspección para evitar los obstáculos que puedan Presentarse, principalmente por parte de Inglaterra, en la marcha de una negociación tan importante; no manifestará por lo pronto de un modo notable los deseos de relacionarse con el Gobierno de Buenos-Ayres; pe» rt> no despreciará proporción alguna favorable para darle pruebas con- vincentes del interés con que lo mira. En consecuencia para llegar al término tan deseado por los ame- ricanos del Sud, que es su independencia de la corona de España, y fun- dar las bases de su constitución de un modo sólido é invariable, que los Ponga en estado de tratar con todas las potencias, propone el Gobierno flanees dar los pasos necesarios para conseguir de todas las córtes el que consientan en colocar en el trono de la Amérjca del Sud al principe de Luca y de Etruriá, al que dará el socorro tiecesari» tanto «n fuer- *» marítima, como en tiopai espedicionarias; de modo que no telo ptie-da hacerse respetar, sins también sostenerse en caso necesario, contrata' da potencia qiie quiera oponerse á su exaltación. Kb'.e príncipe, c!e edad de diez v oché) años, «s de la familia de los Borbones, y aunque ligado con la de España, no hay temor de que sus principios sean eóntrSríos á los intereses de los americanos, cuya causa es indudable que abrazará con entusiasmo. Posee cualidades tan emioen* tes como pueden desearse, ya en lo moral, ya por lo que respecta í *u educación militar, que ha sido de las mas cuidadas, y puede ofrecer bajo todos respectos la perspectiva mas llsongera. Para consolidarla y aburar su dinastía, se propone, que en íj caso que este príncipe convenga i las Provincias-Unidas se le solicitara la alianza de una princesa del Brasil; lo que presentaría ventajas incal- culables á los dos Gobiernos, que unidos por los vínculos de la sangr* tendrian interés en estrecharlos mas y mas. Otra ventaja, y no de la* de menor consideración,, es que la principa! condición de esta alianza sen» obligar al Brasil a renunciar á la posecion de la Banda Oriental, sin exijir compensaciones, y formar entre ambos un tratado de alianza ofen» siva y defensiva. Por lo que respecta á los Estados-Unidos, como no tienen ello» que temer mas que á Inglaterra, y como está en sus intereses vivir en bue-, na armonía con la América del Sud, es evidente que no serian diSci" ciles de vencer los obstáculos que por parte de éllos pudieran presen* tarse para el establecimiento de un gobierno monárquico. El Gobierno francés por otra parte se encargará de las negocia- ciones diplomáticas á este respecto, y promete conceder al príncipe d« Luca todo el apoyo, socorro y protecion que otorgaría á un príncip* francés. Suplico á V., Señor, ponga en conocim¡«nto de su Gobierno estas proposiciones, que creo le son ventajosas,, porque juzgo que ningu- na otra forma puede convenirle mejor. Se asegura que un partido pode* roso dese¿ que las Provincias-Unidas se constituyan en república. Su- plico á V. me permita sobre esto una observación, que creo no es fue- ra del caso en las circunstancias. No entraré en detal alguno sobre la di* ferencia de posiciones en que se hallan bajo todos respectos los Esta- dos-Unidos y la América del Sud. V. la, conoce muy bien, y no me- es necesario por consiguiente emp'ear la lógica en convencerlo. V. sa- be muy bien que un estado no pu-de organizarse en república sino cuan- do es muy limitada su estencion; cuando las costumbres están apurada» y cuando la civilización está generalizada por todo. En lo que consis- te la fuerza de una república, y lo que puede constituir su duración es la buena armonia 'que debe reinar en todas las clases, el deseo sin- cero en cada particular de contribuir al bien general; en una palabra, es presiso tener virtudes que son muy raras en nuestro siglo. Asi, pues, Ja América del Sud, es decir, el país de Buenos-Ayres y Chile, carece de la mayor parte de los elementos necesarios á este efecto: es muf grande la estencion de las provincias; la civilización es naciente, le- jos de haber tocado el término deseado las pasiones, el espíritu de par- tido están én lucha continua: en una palabra, la anarquía ha llegado a «u colmo eu muchos puntos que deberían, estar sujetos á Buenos-Ayres;;testigo la Banda Oriental del Rio de la Plata, que por su posición no puede estar separada sin ocasionar guerras inestinguibies. En este estado de co6as, no veo para felicidad de la patria, para hacer cesar ese choque de poderes, que paraliza una gran parte de los fiedlos del Gobierno, y para reunir y ligar todos los partidos i la mís- 'na causa que de nueve añosa acá ha costado ya tan grandes sacrificios,' "o veo, digo, otro medio, que una monarquia constitucional, que ga- rantiendo la felicidad del pueblo, y sus derechos en general, ¡e hicien Contraer relaciones amistosas con todas las potencias de Europa; cosa que no puede desentenderse en virtud del comercio. Siendo esto así, ten- dria el pais un Gobierno bien constituido y reconocido de los otros Poderes: la agricultura, de que carece, llegaría á ser uno de los manan, t'ales de riqueza y abundancia: florecerían las artes y las ciencias; el resi- duo de la población europea vendría á aumentar la que ahora es in- suficiente para esos países inmensos que están desiertos, y que al ojo del observador y el viagero no presentan mas que estereüdad; y se con- vertirían en los territorios mas fértiles. Se podria también sacar un grari Partido de los tesoros que encierran en su seno tantas minas de tcdó género, y con las que se pueda contar algún dia .no solo para incal- culables rentas, sino también para contribuir á la felicidad -de otroj muchos pueblos. Pienso que todas estas consideraciones son mas que suficientes para determinar í su Gobierno á adoptar el pían propuesto; porque propor- cionar á su patria una suerte feliz, es adquirirse derechos á su recono- cimiento y á la inmortalidad, títulos los mas gloriosos y los únicos que puede reclamar la ambición de los hombres virtuosos. Sé también, que hay en las Provincias-Unidas un partido considerable por los ingleses, y suplico á V. me permita algunas reflexiones y suposiciones sobre el par- ticular. Supongo que Inglaterra coloque un príncipe de su casa en el tro- no de la América del Sud, y que por el asceniente que ha adquirido en U Europa en virtud de largas guerras que siempre ha costeado, y que es- taban en sus intereses (para no sucumbir ella misma á los golpes que I3 amagaban,) pueda algún tiempo poner el pais al abrigo de nuevas guerras, y darle una fuerza física que cimentase su poder: ; se cree por ésto que el pueblo seria mas dichoso! ; En qué consiste la felicidad de un pue- blo, y principalmente de un pueblo como el de las Provincias-Unidas, que trbaja tanto tiempo ha por conseguir ese estado de independencia, que debe formar su gloria, y asegurarle una felicidad á la que tiene dere- cho de aspirar después de tan grandes sacrificios! 1. En el establecimiento de los derechos que la naturaleza recia - lia, y no reprueba. 2. En el ejercicio libre de la religión que profesa, y cuyas ver- dades sabe conocer y apreciar. 3 En el carácter nacional, que contituye el buen espíritu social que distingue ya á los habitantes de la América del Sud de muchas otras naciones, que aun no han adquirido ese estado de civilización en que con- siste la felicidad general de los pueblos. Ahora pues $qué se podia esperar bajo todos estos respectos de « Inglaterra, ó de un príncipe imbuido hssta el fanatismo en los prin-cipios de su nación* Habrá que temer, sino e> trastorno de la relig««° católica dominante en el pais, al menos su invüecimiento, ó quiza guef ras intestinas de religión que causarían la desgracia cíe los pueblos. Ade- mas, el carácter nacional formalmente opuesto al de los americanos ci' vílizados, induciría á actos contrarios á la felicidad social; y haciendo se odiososos á los hijos del pais, irritarla su amor propio, arrebatándolos por venganza si no á destruir la nación que la es:itava, al menos á de- bilitarla de modo que pudieran manejar las riendas sin obstáculo. Por esta pintura que por desgracia es demasiado cierta, bien *e V. que lejos de haber establecido sobre bases sólidas el edificio que s« ha empezado tan bien, se destruirían sus fundamentos, y volvería á ca«r en la esclavitud un pueblo que sin duda merece mejor suerte. En resumen: creo que si se consulta la felicidad de «os países no se les debe entregar en manos de quienes no pueden mas que esc'»" vizarlos, y destruir su felicidad naciente comprada con tantos sacrificios. Al contrario, aceptando por soberano al príncipe que la Francia propo- ne no hay que temer el emvilecimiento de la religión; ántes bien sí debe estar seguro de hallar en él un apoyo sólido, y al mismo tiempo exento de ese fanatismo tan dañoso á todas las religiones; un espíritu; ü' beral, que repruebe la licencia, tan contraria á todo astado civilizado, todas las cualidades que pueden asegurar á la América del Sud una fe* licidad perfecta, y en una palabra un príncipe que haciéndose america- no no tendrá, ni podra tener, otro objeto que hacer florecer la agri- cultura, las artes, las ciencias, el comercio, y atraerse Qon sus beneficios el amor de sus vasallos. Pienso, pues, que en estas circunstancias es necesario por parte del Gobierno de V. una determinación pronta á no ser que quiera dejar escapar la ocasión mas favorable que jamas podrá presentarse para sU felicidad y el aumento de su comercio. Concuerda con los documentos de su contesto, que se devolvie- ron rubricados á la secretaría de Gobierno por la cual se entregaron * efecto de sacarse esta copia, que autorizamos, signámos y firmámos e& cumplimiento de lo mandado por el Sr. Gobernador de la provincia eO auto de catorce del presente, en la ciudad de la Santísima Trinidad, Puer' to de Santa María de Buenos-Ayres, á diez y nueve de msrzo de mi' ochocientos veinte.-D. José Ramón de Basavilbaso, escribano mayor ¿e Gobierno. Hay un signo.-Juan José Rocha, escrivan» público, Hay "n s'igno.-Totnas Josi Bolso, escribano público Huy un signo>-Mariano Gaff fia de Echalntru, escribano público. Hay un signo.-Narciso de Jratlf zuaga, escribano público. {Argos de la Habana, del lunes f de agosto de 1820. número 10.) MÉXICO: 1820. Reimpresa en la imprenta de D. Alejandro Valdés.