ORACION FUNEBRE, QUE I)ÍX0 JSJU Dr. D. JUAN IGNACIO; GOURITl CANONIGO JOE LA SANTA ICITESI A C ATEDRAL DJS SALTA , Y TENIENTE VICARIO GENERAL CASTRENSE DEL EXTO. AUXILIAR . B:N LA IGLESIA DE SAN FKANC.SCO DEL TÜXUMAN EL |] DE SEPTIEMBRE DEL PKESENTéLéAÑO Í>E 1616. con motivo de las exéquias del Coronal graduado DON DIEGO GONZAbíV? r' iLCARCE, '■ . i.. COiHANIMNTE DEL REGIMIENTO DE DRAGONES DEL PBR0 . NATURAL DE BUENOS-AYRES, que después tie mas de finco años consecutivos de campaña en aquel exército falleció en los 3j> de su edí*il ei 22 de ag-osto anterior. ~B tJ ENOS-AYHES! IMPRENTA DELSOL. • 1816.(3) Exemphtm dedi vobis, nt........et vos Ha jacuttis. Os di exemplo, para que me imitéis. S. J. cap. la f". ló. Üfc.<»> "<»>' <»> <•> <»> < en las máximas de la religión , sino también en laá 'léyes' del honor, tal, ffuál nos era permitido, conócerlo en"fel deplorable estado de la esclavitud , en que hemos vivi- do ; y se. prestó con docilidad á la voluntad de Su padre / que lé indicó el deseo, • que tenía de ponerlo en la1 catrera -'de' las árfuá* al sen i «i» de la corona de '*R.eramento , y á veces también del orgullo ; pero como es falta el gérmen de la vida, como no están cimenta- das sobre la piedra angular, que es Jesu-Christo , no solo son incapaces de justificar al que las posee, sino que también son en sí mismas deficientes, y se destruyen unas á otras. No eran ciei'tamente de esta calidad las que poseía el Coronel D. Diego González Balcarce. Jamas des- mintió la educación christiana , que había recibido , ni so corazón fué presa de los vicios, que producen la incredulidad. Me han asegurado personas del mayor crédito, que jamas se le oyó una expresión libre ó di- soluta. Hermanó las leyes de la milicia con las del evangelio, niveló siempre su conducta por la regla, que el Precursor del Salvador dió á los militares. Ja- mas abusó de la espada , para oprimir al pacífico, ó al indefenso. Jamas se valió de la intriga ó cabala, para promover sus adelantamientos, ni cometió violencia, para ensanchar .• los recursos do su fortuna. Neminem concutiatis, ñeque calumniam faciatis : coníenti atóte stipen- diis vestris.(12) Ya en otra ocasión os hice observar, que la vida militar abraza, quanto tienen de arduo, penoso, y aus- tero los estados mas perfectos , que se conocen entre los católicos. Las peregrinaciones de los varones apos- tólicos, las austeridades de los penitentes, las privacio- nes de los que renunciaron el siglo , el trabajo corporal de los monjes, y la ciega obediencia de los religiosos. Aunque algunos han considerado á la milicia como el asiento de la licencia, acaso con fundamento, si se atien- de , á lo que ordinariamente sucede; yo creo, que nin- gún estado ofrece al cristiano tan abundantes medios de santificarse , como el militar. Por que ? Por que el militar, desde que vistió las insignias , puso en planta las dos condiciones, que exigió Jesu-Christo de los que habian de entrar en el numero de sus discípulos ; la propia abnegación , y carga de su cruz. Abneget seme- tipsum, tolat crucera suam. Propia abnegación. El mi- litar cumplió con esta condición, renunciando su pro- pia voluntad , y profesando obediencia ciega á unas leyes las mas estrictas, y zelosas, que se han conocido entre los hombres. Cargó su cruz, echando sobre sí unas obli- gaciones útiles, y necesarias al bien de la humanidad , á cuyo cumplimiento lo estimulan el honor igualmente, que el deber. ¿ Que falta pues al militar exácto en sus funciones, para ser un perfecto christiano ? Que haga por un motivo religioso lo mismo, que le ordenan sus xefes , y le prescribe la ordenanza. Es de- cir, que haga lo que debe hacer como militar, con respecto 6. Dios, por que eso es lo que Dios exige de él ; y con esto podrá decir, que ya sigue á Jesu-Chris- to , et sequatur me. Esta es la razón, por que en los tiempos , en que florecía el cristianismo , resplandecía tanta virtud entre los soldados, y se encontraban bata- llones enteros de militares santos. Por esto no temo, faltar á la circunspección , que debo guardar en este - (13) . lugar sagrado , representándoos en el Coronel D. Die- go González Balcarce reproducidas las virtudes, que santificaron á los Eustoquios, Marcelos, Teodoros, y otjos muchos. Es decir, que nuestro héroe practicó con es- píritu religioso las virtudes marciales, que lo hacen digno de vuestra imitación. Queréis mayor covencimiento de esta verdad? Pues observad su conducta en el periodo de la última enfer- medad , que lo arrebató. En la flor de su edad, quando las ilusiones de los sentidos tienen un imperio tan po- deroso , quando á la distancia entreveía el horizonte de una fortuna brillante , que le preparaba su carrera, quando el crédito, y amor , que se habia grangeado en- tre sus conciudadanos, parece, que lo llamaban á ser uno de los hombres mas expectables de la nación, se ve atacado de la fiebre mortal. Con entera resignación se sujeta, y somete al físico, que lo asiste: obedece, quanto le manda conforme al precepto del sabio: oye el fallo , que se hecha sobre su situación , sin aquellas congojas é inquietudes, que ocasiona una conciencia enredada , ó un corazón pegado á la tierra. Nuestro héroe estaba felizmente exénto de ambas des- gracias , y así , sin trepidar un momento, se fixó en los recursos, que la religión ofrece á sus hijos, se dispu- so , recibió los sacramenjos, testó á favor de unas her- manas indigentes, lo que tenia devengado de sueldos, sufre con paciencia exemplar los dolores y molestia de de una fiebre violenta , que procede de una úlcera , que le despedaza una entraña ; y acompañado de un sa- cerdote espera el momento de presentarse en la pre- sencia de su Criador: conservando hasta el último pe- riodo la dulzura de su carácter, nacida de la paz de su. conciencia, y acreditando la esperanza, que lo soste- nía. Dichosos, los que con tales preparativos pasan de este mundo al otro.(14) Defensores de la Nación Americana: os he propues- to el modelo; á vosotros toca la imitación. ¡Que flore- ciente se hallara el Estado, si todos los que profesan la car- rera de las armas, estuvieran penetrados de las mismas virtudes , que florecieron en el Coronel D. Diego Bal- caree! El valor, y la religión harían el timbre mas glo- rioso del oficial: nuestros enemigos estarían humillados: observarían en silencio nuestro engrandecimiento. Ha- brjan ya desistido de la temeraria empresa de nuestra "destrucción , pues sus cálculos se fundan mas en nues- tros extravíos y desórdenes, que en su fuerza física, ^as potencias disputarían la preferencia de nuestra amistad. En vez de las agitaciones y conflic- tos, á que nos vemos hoy reducidos, reynaría una paz inalterable; y en vez de la desolación, que experi- mentamos , disfrutaríamos una abuadancia y prosperi- dad , que solo puede pintarse con la brillante alego- t ia: los montes destilarían dulzura , y de los collados se ('aprenderían arroyos de leche, y miel. ¿ No conocéis . Alcaldes del crimen y suplien- do en sus vacantes, ausencias ó enfermedades los Ser01 es Alcab 4e$ ordinarios^ á cuyo cargo estarán quatro de los barrios de los