r DISCURSO patriótico; \ BpON^ÜNOIADO 4 EN LA s£nTO*O^UL^ \ ■ DE ESTÍV CIUDAD a^ííérsario CIVICO 2df DE MÁltO &ti POR EL CIUDADANA F. JUAN ESTE VAN SOTO DEL ORDEN DE S. FRANCISCO. BVENOS-AYItES Impruma de M. J. Ganda rillas v «ocios.Prospera evmivnl colenttbus Veos, adversa ttpernentibus.......Cicer. Dúo suni f quibus omnis respuUica conserva" tur i» hostes fortiíudo , dmi concordia,— JPolib- V* Thema •—- e»¿ rfie», guam jfecü Dominutt: exullemu* , re mientra» le fué preciso vivir baxo el cetro de la tiranía ! fia ignorancia , esa madre fecunda de todos los íflales , extendiendo su bárbara domina- eion en los entendimientos, sólo dio* lugar « groseras preocupaciones, á errores' y vicios funestos, qne formaban de la mas noble cria- tura un ser en cierto modo nomma£. Todo fpianto podia elevar al hombre le estaHtt co- mo entredicho. Por mxas que á lo- léjosrstf Itr manifestase alguna Vm sobre la grande** d e q vié era capaz en la sociedad , iífsttpertf* bles obstáculos le impccRwn el a^ektnfa* rttt eofo paso. lias- reserrnfc misteriosas, las in- trigas destructoras, la sedutrekm, el doío, las teri iMes- amenazas que son los resortes del despotismo , se excretan impnnemente. Be medio de- rmos- agentes ta» poderosa ? el hombre semejante si una maquina era con- ducido al arbitrio de sus tiranos. Agobiado baxo su misma suerte infeliz, apenas sabía quien era en el orden político, y si podía contar con otro rango que el de un esclavo miserable. A consecuencia de esta fatalidad ¿ á quau- • las injusticias le era preciso sujetarse? I,a elocuente voz de la naturaleza le persuadía alguna vez que no había nacido para vivir encadenado de un modo tan vergonzqlb. Pero el hecho sólo de querer respirar era un de- lito imperdonable. Los ministros de la tiranía descargaban al momento su pesada y furi- bunda mano. Se atropellaban los mas sagra- dos respetos, y era preciso disponerse á sufrir los mas atroces suplicios desde el momento que el hombre se constituía un pensador sin reserva. Situación la mas triste'v lamentable ! pero situación a que se vieron condenadas Jas Am ericas por el dilatado tiempo de tres figlos, en que el poder las redu.xo á colonias; es decir", según el testimonio de Tácito, ú ser el asiento v domicilio de la servidumbre. Colonias sedes serviluiis <8 ¿ Y hasta quando, gran Dios, hade durar el oprobio de tu pueblo *? ¿ Que ? ¿ La ino- cente América .está ck*t¿uada en tus altos consejos ú ser el juguete eterno de la ignoran- cia | de la ambición y de ja tiran ía ? ¿ Sus fíeles hijos han de apurar hasta sus últimas heces el cáliz de amargura que le preparan unos usurpadores orgullosos y atrevido» ? Has querido, acaso, que su herencia íixa y ¡>erina- nentc haya de ser el error, el olvido y la esterilidad ? No habrá de amanecer para ios americanas un día luminoso v sereno ? Seño- res , contengámonos ; no arguyamos al Om- nipotente. Su adorable providencia , que todo lo dispone en número, peso y medida , y que senara absoluta de los tiempos los mejora quando quiere . hizo que al lio viésemos so- bre la América un día de honor y de gloria. Este filé aquel dia venturoso, en que un sol brillante desplegando majestuosamente sus rayos de lúa, disipó las funestas tinieblas del error y de la ignorancia > á que nos había sentenciado eJ despotismo, y nos traxo el con- tento y la alegría. No lo dudemos. La América desde un 9 tiempo inmomos*in1 había sido dueña de sí misma, {¿obornada- por sus' propias léyeYtéwí sabias, tan políticas , tan arregladas como las de Creta , Esparta , liorna y Crréeia , formaba una nación grande y opulenta hn.vo el imperio de dos monarcas poderosos. El gran Motrotaría , y ei céíebre- Atalrualpa, eran obedecidos en toda la extensión-de str soberanía» Contentos con el trono que les pertenecía por títulos: los mas legítimos , en? natía monos pensaban que en aspirar á en- grandecerse con la ruino, de*otras monarquías.7 Sus vastos proyectos'sé limitaban solaménte' al dilatado territorio que la misma naturale- za deslindaba. La paz y la fclieidod de ¡su.-» vasallos ocupaban toda 4a atención de esto* principes amables y generosos. Ks verdad quo vi culto-religioso no poseía todas las venta-1 jas que desea la triste humanidad? y aun debe deeirso* qué era opuesto enteramente'a toda razón ; pero en lo demás lodo se gober- naba en justicia' y sabiduría. Revocad á vuestra memoria • los - fastos de su-imperio-, y allí veréis qué la industria pa-' ra eomuniearse'TTKitiíamente las ideas á larga»10 distancias fué la admiración de los primeros conquistadores , y lo es también hasta el dia. Allí notareis que las artes mecánicas, y par- ticularmente la elaboración del oro y de la plata , ostentada en los famosos temples de México yPachiacama, acreditaban en gran manera el talento y disposición de los ame- ricanos para todo. Allí observareis........pero uo es del caso decirlo todo. Los imperios de México y Perú baxo el gobierno de sus mo- narcas dieron sobrada materia a los sabios pora explayarse en brillantes elogios¡ que no han me recido en su origen las naciones que pasan en el dia por las mas cultas ó ilustradas. Ved aquí , señores , un tosco diseno de la grandeza y poder de la América en los dias de su libertad. Llegó después un dia funes- te........ah! ¿os habré de recordar la época tristísima de su conquista ? ¿ Os habré de de- cir que la ambición, sostenida con la fuerza , única razón de los tiranos, la reduxo á la servidumbre mas afrentosa? ¿Será precisa exponeros las crueldades , las depredaciones, las violencias y tiranías, con que obseure- 11 rieron toda «i gloria , sofocaron todo Mi po- der y aun induxéron en ella un desierto de vasta soledad , por explicarme con el len- guageí de un profeta I ¡ Oh ! no señores. El dia de vuestra solemnidad, el dia en que habéis podido vengar á la América de los insultos de sus agresores , es un dia de júbilo quo no debe interrumpirlo jamas esa triste memoria. Pero es un dia, en que la verdad se dexa ver sin los temores de la vil lisonja • y en que, mal que pese á la negra envidia, es forzoso dar nueva luz á los derechos im- prescriptibles de la nación americana. En verdad que por mas que el despotis- mo español apure toda m cavilosidad para cohonestar la posesión de las Américas, no es fácil........ digo mal : es imposible dar con un título justo y fundado en sanos princi- pios , que autorizo su dominio. La donación pontificia , que tanto quieren exagerar los agentes de la tiranía , es la columna mas débil á que pueden arrimarse. El dominio temporal de los papas está fuertemente re- batido por los sabios. Que la iglesia, como madre universal, niegue , inste y por todos12 los medios de la caridad y mansedumbre evangélica, solicite acrecentar su grey, y ¿lo entendemos lo* que estamos* hien penetrado» de las amorosas intenciones del paMordivino; pero.que su autoridad; pueda J levarse has (a el puní© de desposee^ al legjttii**» soberano., arruinar su trono y pasar, el -dominio a olrrs manos , esto es lo que no puede o ir se. si u es-» canda lo. I41 m isma silla fie Pedro no pudo menos que desaprobar la conducta del pupo Alexapdiio; y, el lilanirojjitO; Faglo lJi se juzgo indigno de ocuparla , sino declaraba el incontestable seuorio de los americanos .. y el derecho de sus monarca», como, efectiva- mente jo hizo en su bula expe4ida>.elafiodo 1Ó37. Baxo estos principios solo u« tiempo de error y preocupación; sólo el poder y la fuerza pudieron arruinar, sus?imperios y icwrr sar en América el horrible transíoroo que. >la lia hecho llorar lagrimas irremediables. Pero hablemos con la debida libertad. ¿ La fuerza. podrá formar un título eterno á favor del trono espauol ? ¿ Porque alguna vea;fue* se favorable la tbrtuna a. los que atrevidamen» te emprendieron la conquista de América, K3 "por eso perdieron «us hijos para siempre aquel derecho á su libertad que la naturaleza hizo currmn á todos los hombres ? ¿ Este ■derecho sagrado, incontrastable , incapaz de enagenarse dexará de ser «1 mismo sin era- mos sus vasallos, y debíamos recibir 11 ley de su mano. Pero yo no encuentro quekeaCe juramento deba siempre producir su erecto obligatorio en todo evento y circunstancia. Es una doctrina que sólo pueden enseñarla el fanatismo y la servil adulación de los quo tienen un gran interés en la esclavitud de las Ameritas. El juramento de fidelidad su- pone........ó mas bien, se presta en virtud del pacto social, por el qual el soberano se obli- ga á mantener el orden público, ú conservar íntegros y puros los derechos de los pueblos, á promover su felicidad, á franquear, en una palabra , todos los bienes y privilegios que la naturuleza hizo comunes á los hom- bres en sociedad. Por manera que faltando el soberano á estas precisas é indispensables condiciones , el juramento pierde todo su vi- gor., se rescinde por el hecho mismo, quedaId certeramente nulo, í/os pueblos, ,en quienes reside esencialmente la soberanía , reasumen «us derechos , pueden libremente constituirse y adoptarla forma de gobierno que mas les interese. Entonces es que tiene lugar aquel célebre derecho de postliminio, por el qual las cosas vuelven á su estado primitivo, y pasan al orden de la naturaleza. ¿ T podrán los partidarios del trono espa- ñol dexar de eoní'esar que los americanos se han hallado en este caso, no solo en todo el transcurso de siglos desde su conquista , siuo mucho mas en la época funesta de su revo- lución ? Hablad con imparcialidad , espíri- tus apocados , sectarios miserables del des- potismo. ¿ Podréis negarnos que la América ha sido un vil juguete de la España, y el objeto de su mayor desprecio en todo lo quo no conducía á saciar su codicia ? No hablemos ya de las inmensas vexacio- nes , insultos y violencias que hicieron los conquistadores á los indios. Olvidémonos de la cruel Ijarbarie c on que hicieron perecer once millones de estos infelices , que sólo, trataban de ponerse 6 cubierto de la tiranía, IT defendiendo su libertad. Pasemos en silencio ría violenta depredación do todos sus tesoros, alhajas y preciosidades , obligándolos con la sangrienta cuchilla en mano a manifestarlas, y exectiéando en éllos su ferocidad aun des- pués de haberlas moni testudo. Nada digamos del trato inhumano que se dio á los miserables restos, cargándolos t omo á bestias , emplean- dolos en lo.-* trabajos mas duros y penosos , aprovechándose de su robustez, y de su indus- tria para, engrosar su «ubstancki, y haciendo valer la opinión de que los indios no eran do la especie luí mana , hast a-ser necesario que un pontífice piadoso los declarase verdaderos hombres, capaces de bautismo. Estas y otras atrocidades prueban hasta la evidencia los ultrajes qee ha i recibido la America de la misma mano qwe debió derramar en élla su beneficencia. Fixémonos solamente en la< posterior con- ducta del trono con los americanos, y nota- reis que no ha sido menos injusta y tirana. Sin considerar que para la conservación de un imperio, los beneficios, según el sentirle Séneca , son un garante mucho mas abonado18 que la fuerza de las armas, melim beneficüa cnstodittw imperium , qvam armis. España no ha tratado de otra cosa que de perpetuar en América su bárbara dominación , deprimien- do á sus hijos , apurando toda su paciencia , obstruyendo los canales de su prosperidad , y reduciéndolos á la suerte mas mezquina y de- plorable. Y sino decidnos , entre otras cosos que pudieran apuntarse ¿ para quienes han sido los empleos mas brillantes y lucrativos de América? ¿ No hemos visto atravesar los mares frecuentes grupos de mandatarios, arribar a nuestros puertos , pisar nuestras riberas , ocupar las mejores posesiones y exi- gir de nosotros todos los respetos dé que ja- mas fueron dignos ? ¿ No hemos observado la descarada osadía y humillante desprecio, con que siempre trataron á los hijos del pais? Yo no intento , señores , deprimir el mé- rito de uno ú otro individuo recomendable, que de quando en quando veíamos aparecer en nuestro suelo , destinado como todos ó elevarse a una alta fortuna. Pero en lo ge- neral las amargas quejas de los americanos sobre este punto son, y serán siempre la* 10 mas justas , y las que prueban de un modo inequívoco el despotismo del trono. Si ha de decirse libremente la verdad , es preciso confesar que el deseo de conservar la domi- nación en las Américas con exclusión de sus naturales hacia que los vicios mas vergonzo- sos y antisociales se reputasen por virtudes; simal aviditate imperandi ipsa vil ta pro vir- tulibus inlerpr