(t«1 cas srra aaorineio* el castigo de lo» vicios y «1 premio oV htm \inades.. deben en adelante cesar en ellos. Si Ja voluntad de un gobernante ha de decidir (te Ja inerte de una provincia, y hollar »u.i mas sagrado» dereclioa evitemos derramar n. fidelidad y obediencia nacen y se originan dos obligaciones. Una al hombre á quien se hace la promesa, otra á Dios á quien se llama por tes- tigo de Ja misma promesa, y en cuyo santo nombre se hace. Aquella es de ningún momento, y i nadie ata, quando hacese la promesa por fuerza y violencia á un Tirano, porque asi como es- te hace injuria en exigir sin derecho, justicia ni razón , Ja fideli- dad y obediencia , asi el que sufre la violencia puede recompen- sar una injuria con otra , negándole al Tirano la misma fidelidad que le promete forzado. La obligación, pero que contrae con Dio« es estrechísima, y liga al que jura, siendo como es valido el ju- ramento. Hasta aquí S. Thomas en ¡-u Suma Theologica. De es- to se deduce claramente , ser valido de su naturaleza , y obligato- rio en orden á Dios el juramento de fidelidad y obediencia hecho por fuerza , violencia y miedo á Napoleón. Esto supuesto sea nues- tra resolución. 7 CONCLUSION. «Es absolutamente ilicito á todo Español de qualquier gra- do, estado y condición que sea, hacer el juramento de fidelidad, y obediencia á Napuleon bajo la fórmula prescrita , de manera que ninguno de los Españoles puedo prestar el susodicho juramen- to sin incurrir la fea , negra y horrenda tacha de perjuro, y tray- dor á la Patria." A la verdad ello es asi, que toda la Nación Es- pañola congregada en Cortes el año 17tí9 con todas las formali- dades de derecho y conforme á las leyes, sanciones y pragmáti- cas umversalmente establecidas y recibidas , reconoció , juró , y aceptó por heredero inmediato y legítimo sucesor de Carlos IV en el Reyno de España é Indias á Fernando vii como hijo Primo- génito del mismo Carlos IV y Maria Luisa su consorte. De suer- te -que desde aquel entonces todos los Españoles quedaron obliga- dos en fuerza de aquel juramento á prestar fidelidad , y obedien- cia á Fernando vii como Rey legítimo , siempre que , ó por muerte de Carlos IV, ó por voluntaria renuncia hecha por el mis- mo y admitida por la Nación , ó por otro qualquier accidente que le hL-iese del todo inepto para el gobierno , se realizase, que el Reyno quedaba sin Rey , no teniendo ya la Nación, ni otro , ab- solutamente hablando, ni poder , ni libertad , ni alvedrio para nombrar otro Rey. Esta es una verdad tan clara , cierta y evidente , que á la luz perspicaz de la misma entre las densas y obscuras tinieblas de la noche tempestuosa del 1 8 al 19 del mes de Marzo de 1808 , co- noció la Nación , que* hecha libre y espontáneamente la renuncia por Carlos IV ni debia conocer ni promulgar á otro por Rey que á Fernando vii , como realmente lo verificó la misma Nación re- presentada en los Consejos , Tribunales , y Gremios que residían en la Corte ; lo que luego después fué" aprobado con singular aplauso, y regocijo por toda la Nación. j Epoca feliz! glorioso principio de nuestra insurrección. Mas la Junta Central en su tiempo, la Regencia después, las Cortes geuerales y extraordinarias congregadas últimamente en Cádiz re- novaron á nombre de la Nación entera el juramento de fidelidad y obediencia á Fernando vii , reconociéndole como Rey legítimo de España. Pues si es asi , corno ninguno puede dudarlo, ¿ quien de los Españoles puede prometer y jurar fidelidad y obediencia á Ñapo-8 león, sin incurrir la fea, negra y horrenda tacna de perjuro? ¿ No es esto negar la fidelidad y obediencia á Fernando vn, i quien se le debe de justicia en fuerza dei primer juramento por darla á otro? ¿No es esto faltar á la segunda verdad del juramen-* to en que consiste el horrendo y abominable delito del perjurio ? j Eh I Esto no es dar á Dios lo" que es de Dio*, ni al Cesar lo que es del Cesar. No es honrar al Señor nuestro Dios, y por él á sus ungidos. Es si volver las espaldas á D os, y decir con todo descaro : Nolumus hunz negare super nos; esto es , no querenus que Fernando vií , que en nombre del mismo Dios reyna en Es- paña , y como Supremo Legislador y Ministro del Rey de Reyes y S. ñor de Señores tiene poder y autoridad para discernir lo que es justo* no queremos que este reyne sobre nosotros. Queremos, si, que Napoleón sea nuestro Soberano* nos alistamos brjo sus banderas, y á esre efecto le prometemos y juramos fidelidad y obediencia. ; Que horrendo sacrilegio 1 sacrilegio con que se in- tenta echar del trono a) verdadero ungido del señor para colocar en él el idolo de Dagon. Sacrilegio con que se llama i Dios por testigo de la mas enorme y abominable injusticia. Sacrilegio mu- cho mas horrendo que el de los aliados y falsos consejeros de Ab- salón , quando este pérfido y desnaturaliaado hijo se subleVÓ con- tra su padre David, Roy legítimo de Israel, para robarle el ce* tro, y quitarle de sus sienes la corona que el mismo Dios habia puesto sobre su cabeza. Sacrilegio en fin que necesariamente trae consigo la fea, negra y horrorosa facha de perjurio. Ni tienen que decirme semejantes cobardes, infidentes, des- leales y perjuras, que Fernando vrr renunció la corona i favor de su angdsto padre en el Congreso de Báyatia , y que este la pu- so en manos de Napoleón haciéndole arbitro del Reyfto de Espa- ña y de todos sus dominios. ; Válgame Dios! jQue fué todo aquel diabólico Congreso sino una farsa, un embrollo , Una continua y forzada violencia diabólica, que según todo derecho natural, divino y humano anula todo quanfo se hizo, tfaíó y resolvió en él. No quiero yo detenerme en probarlo. Basta para convencer- se leer el manifiesto diplomático, nunca jamás suficientemente ala- bado, df! Señor Cevallos testigo ocular de Ja tragedia infernal del Congreso de Bayona presidido por el nu^vo Lucifer de la Euiopa. j Por el nuevo Lucifer de la Europa! Sí r parque asi como Lucifer quiso elevarse sobervio sobre los Ciclos , arrancar al mis* 9 mo Dios de su fronó, arrebatarle la corona , y sujetarlo todo bí.jo de sus pies, asi A pérfido Napoleón ; ambicioso como aquel, no contento ni satisfecho de tantas y tan injustas usurpaciones , hur- tos y rapiñas en Polonia , Holanda , Pru^ia , y lo que es mas en los estados de la cabeza visible de la Iglesia , de aquel mismo ve- nerable Pontífice de quien habia recibí.!o tantos beneficios, y al que ingrato tiene arrestado en Saboya:::: jSanro Dios! ¿como no derramáis vuestra ira sobre un monstruo tan abominable ? Este mismo Napoleón, digo , quiere elevarse también sobre la Nación Española , arrancar de su trono á nuestro legítimo Monarca Fernando vn, sujetarnos á todos y hacernos sus esclavo?. Lo quiere coloso , lo pretende sobervio , lo desea arrogante y rabio- so. Y hecho verdadero discipulo de Maquiabelo ¿ de que medios no echa mano para satisfacer sus.injustos deseos? Medios, que demuestran á todas luces , ser verdaderamente traydor a' la Patria el Español que le promete y jura fidelidad y obediencia. Efectivamente ¿ qué no hace semejante perjuro ? Aprueba los asesinatos , los hurtos , los fraudes , las tropelías y vexaciones, " con que el pérfido Napoleón debasta nuestro suelo, destroza nues- tra amada Patria , le quita los miembros mas escogidos y precio- sos, la empobrece al extremo hasta á reducirla á la nada. Alista- do con el juramento de fidelidad á las banderas de Napoleón, usurpa y roba á la Nación el derecho que intrínsecamente le con- viene de elegirse Rey, supuesto que la Soberanía reside radical- mente en la misma Nación, le quita la libertad, la esclaviza , le roba la Religión de sus mayores, y como hijo desnaturalizado aborrece, pesigue y mata aquella misma madre la Patria que le dio el ser , le conserva , y defendió otro tiempo i sus ascendientes de la esclavitud , y servidumbre de los Sarracenos. Sí resto, y otro tanto hace el pérfido Español que promete y jura fidelidad, y obediencia al infame Napoleón, obligándose a' mas que todos sus subditos y dependientes prometan ai mismo tirano la misma fi- delidad y obediencia. Ahora pues, ¿ no es esto ser traydor á la Patria ? Fueron traydores al pueblo de I» rae'i quantos se alistaron bajo las bande- ras del pérfido Absalon injustamente sublevado contra su padre Da- v;J , Rey legítimo y verdadero del mismo Israel. Lo fueron quan- tos Españoles renegados protegieron otro tiempo la invasión de los Moros, pelearon bajo sus banderas con eJ alfange y la cinii-farra, profanaron , saquearon y robaron nuestros templos y San- tuarios. Lo fueron , y como tales la Patria los aborreció, los per- siguió, los extrañó de sus dominios, no desistiendo jamas hasta acabar con ellos, y con toda su raza maldita. ¿Y uo lo seián también los cobardes, infidentes, y malditos Españoles, que ju- ran y orometen fidelidad y obediencia á Napoleón, raiz del pe- cado como Antioco, hijo -primogénito del Diablo por sus embus- tes y mentiras, mas cruel que Nerón, enemigo capital de las tes- tas coronadas, y perseguidor del Sacerdocio, del templo, y del altar de la Religión de Jesu-Christo ? jEhl No nos cansemos. Es absolutamente ilícito á todo Es- pañol de qualquiera grado, estado y condición que sea hacer el juramento de fidelidad y obediencia á Napoleón baxola fórmula prescrita, de manera que ninguno de los Españoles puede pres- tar el susodicho juramento , siu incurrir la fea, negra y horren- da tacha de perjuro, y traydor á la Patria. ¿Que haremos pues , dirán fal vez estos cobardes, si nos ve- mos rodeados por los impíos Ministros y Satélites de Napoleón que nos amenazan con la muerte si no juramos obediencia? Que? Fugarse y huir aunque sea abandonándolo todo. Mas si no hay tk'iipo , ni lugar para la fuga, ¿que haremos entonces? ¡ O cie- los 1 ¿ Qae harán ? Qu? ? Morir antas que ser perjuros y traydo- res á la Patria. ¿ No Jo exige asi y aun lo manda nuestra santa Religión ? ¿ No lo exige también el amor á la Patria , ú esta ma- dre amorosa , por la qual por derecho natural y divino hemos de sacrificar, no digo todos nuestros bienes , sino también nuestra* vidas ? D-xaos convencer infidentes, y arrepentidos de vuestro error, volved reconocidos al seno de la Religión , y de la Patria, que ambas os abrazarán cariñosas. Y vosotros fieles y leales Españolea seguid constantes el espíritu de la Religión de Jesu-Christo, y los santos votos de la Nación, gritando siempre, antes morir que sucumbir al tirano, que asi el Dios de los exércitos bendecirá nuestras armas, hasta que a:abíinos con la raza maldita de Napo- león y de todos sus impios Ministros y Magistrados. CAI PEÍ, ILLMO. Sr. DON Átfdre§: QJJWTIAN FONTE Y ^RADE, OBISPO DE CUENCA EN EL PERU,1 A L & i&aiio v qu< bu jurado «uléaiuemeote al pie de loa- altares'