OPÚSCULO SOBRE LA ECONOMÍA RURAL MEXICANA. INTRODUCCION. TT \mJ na de las mayores calamidades de cuantas los ba'rbaros del norte supieron atraer al imperio romano, es el menosprecio para la agricultura. Inclinados A las arma3 por naturaleza, en el pasage rápido desde unas playas ingratas á un teatro de fertilidad, no titubes- ron en escoger entre el labrador y el caballero; con- virtieron los arados en lanzas, los campos en torneos... la devastación y miseria hicieron lo demás.—Sin en> bargo, i imitación de la Italia, casi todas las nacio- nes de Europa no tardaron en erigir en sistema el vi* lipendio de cuanto no fuese una efímera galantería, y á ejemplo de esta última las demás partes del globo. Semejante contagio, que parece haberse propagado en el mundo con la velocidad del rayo, siglos y siglos de incesantes esfuerzos por parte de los hombres mas ilustrados, no han bastado todavía para estinguirlo. (i) (1) Los esmeros de los unos en manifestar que la agri- cultura es el paladión de la prosperidad de los pueblos; los de loi otros en probar que a ella se debieron en todos tiempos las obras mas portentosas; los de todos los sabios, en fin, en confirmar que ha merecido la veneración de lis edades mas remotas, fueron igualmente frustrados.... sin que de nada¿Será, pues, una ley inmutable que los pueblos es* traviades una vez de la senda de sus verdaderos in- tereses deben caminar perpetuamente hacia su ruina? —En punto á naciones antiguas, creo que es esta una verdad tan incontestable como terrible.—Sin empero atreverme á dar una sentencia repentina sobre las es- cepciones de esta regla y la diferencia que pasa en- tre los vicios de las sociedades antiguas y de las mo- dernas , procuraré sacarla de la historia y del curso natural de las cosas. La historia que no es sino una recopilación en grande de los acontecimientos de la na- turaleza, manifiesta en el espacio de los siglos lo que esta en una estación, y en las vicisitudes de los im- perios las que están decretadas para la ínfima pro- ducción de la tierra—i saber—nacer, florecer y mo» rir; (i) pasó por ellas el Africa, el Ásia las acaba, la Europa está muy adelantada, y la América las em- pieza. (2) Si del mundo antiguo entresaco á la Eu- flirviese á los primeros, el apoyo de Plinio, Varron, Columela, Virgilio y Magon; á los segundos, el guiar como por mano en las feraces laderas del Eufrates y del Nüo, á contemplar las trazas de la asombrosa torre de Babel y las indestructibles pi- rámides de Jlenfis; y á ninguno el hacer ver los sacerdotes egipcios, griegos y latinos al pié de Osiris, Ceres y Jano, ado- rándolos como divinidades benéficas que no habian desdeñado profesar este arte ellas mismas para ensenarlo á los hombres.— Mas ¿pqr qué pa-searé mis ideas sobre citas tan vagas? ¿Fal- tan acaso autores que designar? Wo\[, Trautmann, Beückíing, Í^udewing, y Thaer en Alemania; Duhame], Palissy, Malesherbes, )upont, Rogier, Parinentier, Olivier de _Serres, y l^afosse en Francia: Samuel Madeií, Winn, Baker é Yelberton én Irlanda; Yethro-Tull, Ducket, Artlun-Young, y Sinclair en Inglaterra: Pizzi- chi, Grisselini, Del Borro, Padre Lana, Ilonconi, Yerri, Becca- ria, y Dándolo en Italia: Ebn el Awam (árabe-hispano) y una serie de otros escritores españoles y portugueses ¿cuales argu- mentos no agotaron en favor de la economía rural, y de quien á ella se dedica?... ¿Y qué lograron?— Que un lacayo es considerado todavía mas que un agricultor.— (11 La reproducción está comprendida en el nacimiento. (5¿) Las Tierras Oceánicas, ("quinta parte del mondo/ apenas principian ¿ tener lugar en la carrera vial de las naciones.'ropa para hacer un paralelo con la América sobre el grado de infección en las costumbre» y de facilidad en cprregirlas, personificaré entrambas y preguntaré—De una Matrona envejecida entre caprichos los mas es- traordinarios y el desahogo de las pasiones mas fuer» tes, ¿cuántos y cuales no sera'n los achaques?—Infini- tos, fatales—¿los remedios?—ninguno—¿las consecuencias? —la muerte, (i) Una Doncella, víctima del rigor y opresión con que una tutora envidiosa poco hace procu- raba afear y abatir ¿no tendrá timbien ella sus congojas, sus llagas?—Sí; las del azote—¿Cómo impedirlas?—Que» brantándolo—y así se hizo.—¿Cdmo curarlas?—y es lo que están haciendo con admiración del orbe los regenera- dores de la nación Mexicana, a quienes consagro este humilde tratadito de Economía Rural, ramo que me parece el mas iddneo para elevar esta República al «enit de la prosperidad, y el mas apto para hacer re- vivir en ella los Sananos, Cincinnato» y Catones, (s) (1) Téngase presente que se trata siempre de una parte del inundo, y que por su muerte no debe entenderse sino la de su indujo en lo civil, y de su trascendencia en lo político. Las estaciones de la vida de los imperios no son cortas como la do los individuos, y por tanto se habla de épocas todavía distantes mncl)03 siglos.—Si á pesar de todo esto hubiese oido tan poco tilosóli™ para ofenderse de una sentencia tan natural, añadiré: que los Etiopes y Asirios fueron largo tiempo los regu- ladores de k suerte africana y de la asiática, v que en el dia, Etiopes y /Vsirios, Africa y Asia, no son ya mucho mas que ape- llidos.—Lo que sucedió con aquellas porciones del universo ¿no podra y no deberá suceder también con las otras?— (2) Sarrano eslaba ocupado en sembrar su campo, cuando recibió su nombramiento al consulado. Quinto Cincinnato tra- bajaba las cuatro jornadas que poseía sobre el monte Vaticano, tenia el cuerpo desnudo y el rostro cubierto de polvo, cuando el portero del Senado vino a anunciarle que lubia sido nombrado Dic- tador. Catón no creía poder elogiar mejor á cualquiera, que llamándole buen labrador. t( 4 ) CAPITULO L Preferencia á las naciones agrícolas sobre las industriosas y comerciales. N -L m ada es eterno en el mundo; cabanas y palacios, aldeas y capitales tratan en vano de resistir ai tiem- po: él las asóla y con sus alas escoba hasta sus mis- mas ruinas. La nación mas fuerte y mas poblada tier ne por fin que convertirse en desierto... sin que la industria, ni el comercio, ni la agricultura puedan ser- le del menor amparo cuando ha llegado su hora. Men- tís, Sidouia, Su9a, Tiro y Babilonia todas á la par florecieron y se convirtieron en la nada.—Regiones de toda clase cayeron y caera'u:—no repare'mos pues en su ruina, mas en el tiempo de su duración y esplen- dor—aquí es donde se diferencian ellas entre si; aquí estriba todo el me'rito del sistema que distingue las unas de las otras. Con solo volver los ojos á la his- toria del dia, mucho» paralelos se nos ofrecieran d caso; pero darémos la preferencia al que nos pro- porciona el célebre Say en el Capítulo ; XV de su Tratado de Economía Política, que nos parece valer para todos. «Ya no se ven, (así se espresa el autor) ya no se ven ni señales del brillante esplendor de muchas ciudades ansea'ticas, ricas por su gran comer- cio, (i) cuando la Lombardia y Flandes a' penar de haber sido el teatro de largas y continuas guerras Fe cuentan aun en el mímero de los países mejor cul- tivados y mas bien poblados de Europa." (1) Se puede añadir „¿ industria.( 5 ) CAPITULO II. Del aprecio que las naciones agrícolas deben hacer .•\\Sv..« v,. : ..u/i- v.'v j&Kfeaia&P h,mh * de la industria y del comercio. on probar que la economía rural es la fuen- te mas duradera de la: prosperidad nacional, estoy muy lejos de pretender eclipsar el. mérito - de la in- dustria y del comercio. Desde que los pueblos son ambiciosos, y mas desde que arrancan de las CDtra- fías de la tierra los metales para d írselos en el pe- cho unos contra otros, barreras inespugnables se le- vantaron entre las ideas de fraternidad; y la econo- mía rural que no prospera sino en la paz, se ve re- ducida i necesitar la protección de las ai mas. La guerra no se apoya menos sobre la agricultura que sobre la industria y comercio. Por lo general, usur- pa el campo á la primera, las armas á la segunda, y los recursos al ultimo. No pudiendo por tanto una nación sin industria ni comercio hacerse respe- tar y temer, se deduce naturalmente, que a' pesar de todos sus adelantos en la agricultura sería muy pron- to vencida y cesaría de ecsistir.—Un generoso des- quite sin embargo nos ofrece la agricultura, y es, el ter ella madre de todos los ramos del público bien estar.—De que las fábricas y el imítuo cambio de los productos de cualquiera especie sean una conse- cuencia inmediata de la cultivación de la tierra, me parece una verdad que ecsime de tuda demostración. Hemos hablado hasta ahora en te'rminos ge- nerales, tiempo es ya que nos contraigamos á nuestro fcsuuto particular.(6) CAPÍTULO m. Rápida ojeada sobre el estado actual de la Economía rural mexicana, y mejoras que puede recibir. .OTA. V.01 *i U f feilt . 10. Ratificará su instalación, y tornará posesión de todas las fincas, haciendas y propiedades de la com- pañía. ii. Hará una declaración formal al Congreso su- premo de la república, que la compañía no tiene otro objeto que la propagación y adelanto de la Economía rural en toda la nación, especificando los ramos que se propone abrazar; que serán: i? La agricultura. 2? La criación de las bestias, la de los insectos y otros animales útiles en los usos domésticos, para la indus- tria y comercio. 3? L-js artes económicas. 4? La ar- quitectura rural. 5? Y por fin el comercio de, los productos agrícolas. ia. Establecerá relaciones comerciales para el des* pacho de sus productos agrícolas con la Europa, y en especial con el Asia. f¿. Fundará y mantendrá á sus espensas y gas- tos una cátedra ó academia de Economía rural en la ciudad de México, en la que se darán lecturas pú- blicas de dicha ciencia, y en donde se conservarán los modelos de todos los instrumentos, máquinas y uten- silios, en uso en los diferentes establecimientos de la compañía. También se darán anualmente ecsámenes y premios á los alumnos beneme'ritos, 14. Todos los alumnos que después de su ecsá- rnen quisiesen añadir la práctica á la teórica, bajo la recomendación de íus profesores, serán admitidos co- rno empleados en los establecimientos de la compañía, y estipendiados según tu mérito y capacidad. 15. Desde el tercer año en adelante, á imitación de los agricultores romanos y cartaginenses, la Direc- ción presentará anualmente al Santuario de las leyes ]as primicias de sus cosechas y los ensayos de sus ade- lantos en la economía agricultora., 16. Guiará los establecimientos de la compañía»f «5 ) según los sistemas mas modernos, procurando conci- liar siempre los mas simples con los mas seguros, y los mas útiles con lis mas conocidos en el país. 17. Obligará todos los oficiales, empleados y dependientes de la compañía á franquear sin reserva las noticias que estén á su alcance acerca de las me- joras en la agricultura i todo labrador ó hacendado que modestamente las pida. 18. Al cabo de los artos prefijado) para la dura- ción de la compañía, liquidará las cuentas, realizará las posesiones, procurando que las haciendas de cam- po se vendan lo roas repartidamenle posible; distri- buirá la parte respectiva del capital y beneficios totales á los accionistas, y quedará disuelta. El tiempo de esta liquidación final no podrá pasar de dos afios. CAPÍTULO V. Motivos en apoyo del proyecto anterior. C VJí es principio de urbanidad, y deber de un es- critor prudente preferir el testo de los autores a' sus propios raciociuios en puntos decididos sobre cualquie- ra materia que fuere; me parece tanto mas oportuno con respecto á la que estoy tratando. Say acaba el capitulo XXVII, tomo 1? de su tratado de Economía política con estas palabras. «Se ha dicho, que en eco- nomía política no se debe atender sino a* los núme- ros; pero cuando veo que no hay operación tan de- testable que no se haya determinado y sostenido ron cálculos aritméticos, creo mas bien que los guarismos son la ruina de los estados." Mi opinión coincide en- teramente cou la de este autor sobre el particular. Creo(Ifi) sin embargo, que para evitar este escollo es muy fá- cil tropezar en otro. ¿Qué sucedería, cuando para no hacer uso de la aritmética se quisiese echar mano de la lógica, y sostener con sutilezas y vagas demostra- ciones lo que no se puede con la ecsactitud de los cálculos?—El modo de salir con seguridad de este pa- so, á mi parecer, se reduce á huir toda complicación en las razones que se alegan á favor de una empre- sa, presentándolas tan desnudas, como se necesita á un atleta, para juzgar por sus miembros de la indomabi- lidad de sus fuerzas. Dividiré simplemente los motivos en apo- yo de este proyecto en generales y particulares; es de- cir, en estensivos al bien de toda la nación, y en li- mitados al de la compañía. MOTIVOS GENERALES» i? Propagar y adelantar la Economía rural en to- da la estension de la república. a? Identificar los intereses de los Estados con loa de la nación. 3? Fomentar el comercio con el Asia. 4? Impedir la salida de los fondo9 nacionales y atraer á ella los estrangeros. g? Aumentar considerablemente la renta nacional. MOTIVOS PARTICULARES. i? Que una especulación agrária es á menudo mas lucrativa, y siempre menos arriesgada que cualquiera otra. %°, Que á medida que el sistema se consolida^ y( t7 ) la población aumenta, debe también aumentar el pre- cio de las tierras, y por consiguiente los capitales que desde ahora se empleen en ellas. 3? Que siendo la compañía nacional, las leyes y providencias gubernativas iucliuarán naturalmente siena» pre á su prosperidad. CAPÍTULO VI. Sobre la formación de una compañía estrangera, en defecto de una compañía nacional. Ai ■firmar positivamente que los hacendados de un país que acaba de salir de una revolución de quince afSus son capaces de una empresa que ecsige grandes capitales, seria tan absurdo como negarlo .'di- solutamente. En esta perplecsidad, creo necesario pro- veer para ambos casos en compensación del que pu- diese faltar. Este capítulo no tiene otro el.jeto. Cuando un miembro de la sociedad quiere em- prender un asunto que no puede desempeñar por sí golo, tiene que valense del auc9Ílio de otro:—así las naciones. Es esta una reciprocidad, una asistencia mu- tua, un convenio que no causa deshonra y no debe producir preocupaciones. En defecto de una ccmpañia nacional, deberá' pues formarle una compañía estran- gera —En obsequio de esta consecuencia, me veo pre- cisado á entrar en un ecsámen.—¿Cuales son las ven- tajas y los inconvenientes que una compañía estran- gera acarrearía á esta república?—Muchos sin duda estos últimos, si se le concediesen privilegios eselu> sivos y un tiempo ilimitado para su duración.—Fue- ra de estos dos casos, no veo mas que beneficios. Coa el adelanto de la agricultura, el de la industria y( i8 ) del comercio; el incremento de la población y rique- ea, el fomento de las artes, el progreso de las cien- cia!, el ensanche de sus relaciones, el refuerzo de sus apoyos, el aumento de sus aliados, la elevación de su poder, CAPÍTULO VII. Colonización. T I iat ventajas prodigiosas de que son capaces las artes económicas, deben entenderse relativamente á la posibilidad de su aplicación y no de un modo ab- soluto. ¿De qué serviria, por ejemplo, una máquina idráulica capaz de compensar el trabajo de cien hom- bres, si teniendo agua de sobra, faltase una sola ma- no al mímero preciso para gobernarlo?—México es un país esencialmente agrícola; la agricultura necesita muchos brazos,y la desproporción entre el territorio me- xicano y su población es demasiada.—Por otra parte: si fuera posible consultar todos los economistas polí- ticos que han mediado desde Xenofonte hasta Adán Smith, Condorcet y Say, creo no hubiera uno solo contrario al aforismo, que—Si México no coloniza, prepara su ruina.—Cuando las naciones que se hallan i las estremidades lo verific n, la del centro no pue- de dejar de hacerlo, sin esponerse á que poruña prepon- derancia de fuerzas graviten un dia sobre ella y la destru- yan.—Por esta misma razón, y para mantener el equi- librio, si las naciones limítrofes hacen una coloniza- ción de diez mi! almas, México dehe hacerla de vein- te.—Sé que hartas opiniones militan contra la que acabo de manifestar; mas no por esto dejaré de re* petirla. Una pluma libre, cortada con el fulo de la espada no se arredra en decir la verdad.—México no( »9 ) apresura su colonización porque recela de los estran- geros; y hasta que no los favoresca abiertamente, les malos serán los preponderantes: cuando lo verifique, los buenos tomarán ascendiente sobre los malos. No condenaré los celos; sé que son pruebas de amor. Pe- ro ¿cual especie de amor profesaría á su esposa aquel que viéndola desfallecida, rechazara con un puñal los amigos que viniesen á socorrerla?—Es menester distin* guir bien los tiempos, pesar mucho las circustancias antes de formar opinión de las cosas. Con probar á la nación mexicana la utilidad de los estrangeros, me lisonjeo haber destruido la im- presión que algunos escritos mal digeridos han ocasio» nado contra estos y en particular contra los que han dado mas pruebas de adhesión á este país. FIN.