PROYECTO DE ECONOMIA TVBLlct T *" -■-¿as principales miras fie un gobierno que se cons- tituye, deben dirigirse á efectuar el sistema de hacienda 1Ue lo sostenga. Las partes de este sistema, no tanto consisten en regular las contribuciones á la justicia, ó. igualdad de los contribuyentes, cuanto en proporcionar los medios de que estos adquieran con facilidad, para ^ue con la misma se les pueda quitar. De este modo, ho le será duro, ni difícil á un pueblo contribuir, poí que le ha sido suave y fácil el adquirir. El cuerpo humano ningún daño padece por la sangre que de con- tinuo le absorvc el corazón en el sístole, por que luego' Se la devuelve de mejor calidad en ol diastole. Pero si este conducto se obstruye, ambos perecen. Asi debe ebrar el sistema de hacienda en el cuerpo político. J)e otra suerte, por justo que sea, por bien convinado que se halle un plan de contribución ¿como podrá efectuarse en un pueblo que no tiene que dar? Sin duda en las repúblicas las contribuciones son tan gran- des por que se facilitan, y se facilitan, por que librea los talentos, y la industria de los ciudadanos tan presto dan, como reciben, (Rooseau) siendo la igualdad de derechos, y de fortunas la causa de que ese fluxo y re- fluxo de la moneda, sea mas exacto y acelerado en estos gobiernos que en otros. A esta idea deduce todo su plan de economía pú- blica Smith, del cual dice Mr. Pradt que es el único autor que ha resuelto el antiguo problema de contri- buciones; y ciertamente que cualesquiera que se aparte de las doctrinas de este escritor en la teoría, ha de ser para cometer groseros errores en la práctica. Ilustrad^yo por sus iuces lie hallado un proyecto de economía pública de bastante importancia para esta nación, a£l en lo político como en lo religioso. Se funda en lft disminución de los dias festivos; pero para que pesemo8 su importancia, es menester que primero analicemos Ia8 partes de que se compone. Los pueblos son ricos, dice Smith, por su trabajo: aumentando este, se aumentan sus riquezas, ó las ad' quieren si no las tienen. Hay varios modos de aumen- tar el trabajo; los mas conocidos son tres: uno c- l:°r medio de máquinas, haciendo que un hombre tral aj" por diez ó mas: otro resulta persiguiendo la ócioeidafli para que asi trabaje mayor número de individuos; y el último aumentando los dias de trabajo, como suceder?* si se disminuyen los de fiesta. El primero ha sido ob' a de la casualidad, mas bien que del ingenio, ó de l*1 necesidad: el segundo es de la inspección de la policía! y el tercero hace el objeto de este discurso. El tiempo de los trabajos mas urgentes es de lo8 meses de mayo, junio y julio. En esto» tres meses ha| once fiestas, inclusive las de una cruz, que yo las reputo como las de dos, por las razones que se expresan. (a) Tampoco se trabaja en los dias inmediatos á las fies* tas, como por exemplo: si la fiesta cae en martes o viernes, se pierden el lunes, y el sábado para todo* (a) Los dias de una «J» perjudican también en los trabajos mas ó menol ■egiin el dia en que caen — Todas las fazones que se expresan Hcri*>> mas fuerza para una ciudad que subsiste de la agricultura que otra que pasa de laa manufacturas, del comercio &. Todas estas gentes le ex muy íacil serrar su tienda, ir á misa, y fstar de vuelta á la media bra. i-« labrador tiene que abandonar su casa, y que hacer una jornada, paf* llegar á su labor. Es imposible describir todo el desorden, todas 1"* menudas pérdida* que padece la agricultura con las fiestas. Solo el q"e padece presenciándola* puede formar idea de su tamaño. Hay mucho* «jue las padecen fin sentirla, porque no tienen cálculo.W operarios, y p»ra muchos efe ellos toda» la «emana, por que les es muy pesado ó no les conviene abando- nar sus casas por cuatro ó tres dias de trabajo. Tam- bién en algunas haciendas no trabajan los viernes y loa abados, cuando la fiesta cae en jueves, por que si detienen la gente, deben mantenerla este dia gratis, ' y si la despenden ya no vuelve. Tenemos además en los tres meses doce domingos, 7 los dias (pie no se trabaja por los temporales, cuyo* dias deben entrar en nuestro cálculo, no por que esté en nuestro arbitrio remediarlo, sino para apurar la ne- cesidad que debe estimularnos á remediar lo que so pueda. En vista de todos los atrasos que causan los once dias feriados, íixemos el número de los perdidos en treinta. • , Los hombres que trabajan por este tiempo en las inmediaciones de esta ciudad, y en las haciendas de su i jurisdicción, por lo menos son 2p. Es>te número de hombres á dos y medio cada uno, inclusive su manten- ción, gana 625 pesos en un dia, y en 30 18.75U pesos, t)e esta cantidad se puede sacar una contribución, y quedará una tercia parte de sobrante. Es demostrado (pie esta contribución en nada toca á los productos actuales, por que sale de un nuevo capital amortizado por la ociosidad que ocasionan las fiestas- Se gana además el producto de las sementeras que rinden mas frutos y de mejor calidad hechas en tiempo oportuno, se gana la extencion de las mismas, que por falta de gente, ó de tiempo, ya no se pueden hacer: se gana el ahorro de los jornales, por que abundando los brazoa se abaratan, pues su carestía biene de su eseasés, como sucede en todos los efectos vendibles: se gana la baraiég del maiz, que es como la palanca, que levanta ó baja ios comestibles.en razo» que abunda ó escasea, ya eea Ide aquéllos que tienen eon el una relutiva directa cofflO los serdos, las gallinas, los huevos &c. ; ya sea de lo* que la tienen indirecta como las carnes, lo;s quezos, 1°8 salarios &c, pues á proporción que se come mas tor- tilla, se come menos carne, es menos el consumo, menos la demanda, y menos el precio. Nunca será nociva á la población la barates del maiz, como algunos piensan, por que es el fruto de prl* mera necesidad, y el que regula el precio de todos los demás frutos, cuyos ahorros pudiéramos demostrar, si tubieramos una valanza de los productos, y consumos ele este partido. Sin embargo, supongamos que esta p°* blacion consume 15$) anegas de maiz, y que las com- pra á 3 pesos como ha sucedido estos años atrás: coffl» prandolas á peso, le quedan al pueblo 30$) pesos, quiz* otro tanto le quedara de los ahorros que tiene de lo* demás comestibles que abarata el maiz. Este grano es el que satisface las necesidades de esta provincia. El añil es el que las adorna, el que la3 dirige acia el lujo, y á las demás comodidades de mi pueblo que aspira á la civilización y á la riqueza» pues rico se llama un pueblo que satisface sus primeras necesidades, y que tiene lo suficiente para satisTacw las del luxo ó de ornato. Los labradores de este prc- teioso fruto se quejan de la escacez de brazos p»ra fabricarlo; y con razón por que ya no concurre á las haciendas la gente que antes venia de los pueblos- Prueba de esta escacez es la poca cantidad de añil que se hace en el dia, respecto á la que se hacia an- tes, como lo he demostrado en otro lugar. Aquí tie- nen pues los tintoreros 60$) hombres, que trabajando un dia, repartidos en todas las haciendas, sacarán al *ñil de la miseria en qne se halla; y por consiguiente sé abaratará, y se extenderá su comereio á muchos in- dividuos que son los que nos dexarán la utilidad, cff, 5 tez de «nos pocos monopolistas, of quo esté no liace mas que disminuir los males que in- directamente resultan de los preceptos de aquel. Recursos inútiles, paliativos del mal, mas bien qi'e remedios, son todos aquellos que se dirigen á sus efec- tos, y no á sus causas. En Inglaterra toda la semana se divierten, y el domingo no se ven ni aun cochci- Asi guardan los dias del > ñor los protestantes, y nosotros los cal-Micos, apartándonos del espíritu de la iglesia, mezclamos con el culto unas profanidades que chocan con la idéa de la divinidad á quien pretende- mos honrar, á manera de aquellos gentiles corrompidos, ue, para adorar á Venus, ú Marte, y á Baco sacrifi- caban victimas de la impureza, de la embriaguez, y de los asecinos ó sicarios. Tal es la naturaleza en que lia degenorado nuestro culto: la diferencia solo está en que los paganos lo hacían directamente, y nosotros por indirecta; pero el resultado siempre es lo mismOj esto es, de combertir hi santificación del dia en profa- nidades, y toda clase de maldades. Añadamos á esto los hombres que hedíamos á las fieras para divertir- nos, y otros juegos como el de los monos, en que peligran las vidas de los hombres, (b) (b) Premiar á un hombre para que juegue con los toros, es obli- garlo pe* la necesidad en que se halla, á que haga una acción peuT, grosn 6 Imitfl, y quasi es to mismo que llevarlo amarrado á echarlo en el ptligr©, como lo hacían los, romanos con I03 gladiatores, y otroí- Iiomlires destinados á las fieras,.teniendo ellos á lo menos la piedad que muatroi no tenemos, de sacrificar en sus diversiones hombres sen- tenciados á m-ierte, en vez de que nosotros sacrificamos inocentes1 Lst» « una de las invectivas con que dan en cara los herejes á los catoli*Pues con razón hay tantos ejemplares, tantas au- toridades de hombres celebres por sus ciencias y por sus virtudes, que persuaden la diminución de las fiestas. Mencionaré las mas respetables. La Inglaterra abolió las fiestas, bien que este excm- plar no debe regir á los católicos por ser el príncipe de aquella nación cabeza de su iglesia; pero si persuade ú los Estados que les conviene aumentar los dias de trabajo. La Francia persuade á unos y otros en su concordato celebrado con el Papa por medio de Na- poleón, á quien por esto mismo llamó su Santidad varón ilustre, A. el cual debe la Francia el restableci- miento de la religión católica." El célebre Muratori, tan famoso por su sabiduría, como por la solidez de sus virtudes, discurrió largamente sobre la diminución de las fiestas; y su opinión fué de tanto peso para Cíemete XIV que tomó su Santidad muy á su cargo sostenerla, escribiendo la elocuente disertación que insertó en el tomo 4. íte scttqvKwi Dei heatificationc Para el mejor acierto'consultó su Santidad este asunto con cuarenta hombres doctos, cardenales-, obispos &c. de los cuales 33 opinaron ser necesaria, eos de España, pues croo que es la única nación que acostumbra esta clace de diversión—El juego de los modos, di tercios délos indios gen- tiles de este continente, como consta de un verso que se haya en una historia anticua de sus costumbres, es todavía peor que el de loa toros. Aquí en S. Vicente, de cinco que subieron á el palo ds 3G varas de altura en el cual hacen sus monadas, murieron de un golpe tres, y dos quedaron semivivos por una especie de milagro, y lo mas maravilloso fué, que sanaron perfectamente. Fué este un espectáculo de los mas aflic, tiros, y espantosos que pueden presentarse á la vista de un concurso, que, convocado con todos los aparatos de la alegría musical para una divercion, se le muda el teatro de repente en un cadahalso de cinco inocentes. La mute'on de pasiones, tan contrarias, obrando en muchas p ersonas que no podrían ver á un ahorcado, y la circunstancia de su- ceder esta desgracia, poco á poco produjo desmayos, y otros males d,»' gravedad en varios de lo* asistentes-■"Mil y muy útil la diminución de las fiestas; y con, vistft también de lo que decreto el concilio provincial de Tarragona celebrado en 1727, y confirmado por la Santidad • de Benedicto XIII, expidió su famoso breve non multi en 14 de noviembre de 1748 facilitando á los prelados conseguir la diminución de las fiestas, de cuya gracia se han valido muchos obispos—Bastan es- tas autoridades, porque si hubiéramos de citar toda3 las que hay, llenaria otro pliego de papel; y he habla* do demaciado con respeto á la demostración que el mismo asunto deja ver; y poco con respecto á la mag' nitud de su importancia.Uno y otro reclaman la execu- cion de mis deseos, "ante los padres de la patria, eD cuyas manos está la dirección de todos ellos. José Maria Cornejo. — J cargo de J. J. de Arhalo.