• -• • ., - •■ TGratís.J ,,.f ,.»,, h ARTTCTJL.O COMUNICADO AL REDACTOR GENERAL. Las consecuencias que las victorias de los rusos deben necesariamente traer para la libertad d<- la Europa , si-rian en gran parte inútiles á /a Espada, atendido el catado político «le sus ha- bitantes , si ahora se yerra en la elección de un (.jobícrno, y no se busca el masa proposito pata remediar los males a que nos han conducido nuestra inexperiencia, nuestros partidos , y las pasiones y rivalidades «pie hace nacer toda re- volución. Los españoles que hayan observado bien la nuestra . y que libres de toda mira de interés , de ambición , y de temor amen since- ramente su patria , no podrán puMldjlM que una Regencia compuesta de simples particula- res, sean los que lucren , grandes o pequeños, por mas que tengan talento , conocimientos , y demás cualidades para gobernar , goce de 1» consideración é iiiilucncia necesarias para esta- blecer la unidad do sistema , para sufocar la terrible anarquía que devora las provincias , y para lix.ir de un modo estable nuestras relacio- nes con la Inglaterra, jr con las deinas poten- cias aliadas. iSi consultamos la experiencia , veremos que en lo ios los pones, y en toda clase de (gobiernos, sin exceptuar el republicano , reciben siempre las leves mas ó mono» impulso del respeto que tienen los pueblos á la mano que las executa; peco singularmente en las naciones habituadas por largo tiempo al despotismo monárquico, y á unir siempre tas ideas de reí , de reina , de principes é infantes, con las de. una magesfail y grandeza que los separa del resto de los mor- tales , jr * coa las de sumisión y obediencia en es- to.-, á las voluntades de aquellos No nos canse- mos : los hombres se gobiernan por hábitos ; y ni las arengas, ni las proclamas, ni las mejores lev.basta* para miniar ríe golpe el modo de Ver, el modo de pensar; ó , hablando mas exac- tamente , el modo habitual de sentir de la mu- chedumbre ; y a esta pertenecen todas las clases cu Kspaña , donde la instrucción lia sido tan escasa , y la educación casi ninguna. Las nue- vas generaciones á quienes se diere uno y otro, podían al iin conocer sus verdaderos intereses, entrar en el santuario de la justicia , y tributar iiiiicaniente el incienso a. las tablas que contienen la lei. ¿Cero cuánto tiempo se necesita para esta mudan. .< ? ¿ V cómo seria posible llcirar ú. ella • le golpe, por mas que se pusiesen ni frente del Oobieyo los hombres mas sabios y virtuosos de la nación ? ¿Donde está la opinión que los dis- tiaflfue ? Muchas cosas que un corto número «le sabios y de filósofos llaman virtud , ¿no son m¡- Odaa corno vicios , y aun como crímenes, por Ids que son enemigos del saber y de ta filosofíx, que son todos los demás 1 ¿Aun en las aaotpaca mas n portarse Itabilualmeiitc como superiores á la (cons- titución y a las leyes , escucharán con veneración ordenes y providencias que siempre han despre- ciada ? ¿ (¿ué saben ellos , si los Regentes quo acaban - viucia , nombrados unos por los partidarios, otrosí por las .luntas, otros por los generales , y otros por el Gobierno ? ¿ Xn es claro que para reme- dio «le tantos niales se iiec<.-sila una sola voz rpia todos <:scuclien , au prestigio «le dignidad y «lo elevación que todos respete*] 5 y á que ninguno pueda aspirar; circunstancias que no pueden cun- currir sino en una persona real ? El infame ti- rano, cuando nos «arranco .!«» golpe toilos los fndi- viduos que componían la familia real de £spa« úa , conoció mui bien que uno solo «pie nos luí- biest: dc.xa«lo , era un punto US) reunión , i que |..í¿tlc con fácdt.lad dWp.irlm til Con- nacional , turnando las prrkmitMoncs que dicta la prmtettCÜI ¡ y ciertamente na son ne- cesarios muchas , para que una princesa «pie no ignora los sdbcsos de la revolución , ni lo» esfuerzos de los españoles para establecer bii libertnil, ni lo bien recibidas que han si- do de los pueblos las nuevas leyes políticas, y que sobre lodo se halla en situación tan precaria , lío quisiere prestarse ú empresas de intrigantes , ni hacerse odiosa pbr intereses de oíros? El que dixesc que acaso el unte» me- iMh para afianzar la Constitución y ta libertad contra los riesgos que nos tmeritáin , no solo por el choque de nuestras opiniones , de nues- tras pasiones y de nuestros intereses , sino por las miras de lina política que tiene reglas mui d¡f<-.entes de las q»te nos convienen para calcu- lar los suyos era la venida de la infanta !>o- fla ( arlota , .liria una verdad para todos los que ven sin preocupaciones y meditan sobre ul^o mas de aquello que inmediatamente loa rodea. Boa que manifiestan tantos temores por esta renkia , los tendrían acaso mayores si viniese Fer- nando ó el infante I>on Carlos: todos los her- manos han sido educado* en un palacio, donde i><> han oído sino máximas de despotismo , y tlomle no han visto acariciar sino a clases pri- vilegiadas y a plantas parásitas ; pero con al- gimu diferencia en estas cosas , y t on muchísi- ma en otras, según la diversidad de los tiempos. En los de Carlos 111 en qu* salló de España la infanta, otros eran los exemplos, otro el de- coro otro el espíritu de justicia , otra la mo- deración : en los de Carlos IV todo dc.sdorden, iodo escándalo i ¿asi todo injusticias , casi todo tropelías. Pero la infanta no lia experimentado la per- secución. Pues qúfe i tan tijera es la de haber trido echada de Europa, la de haber dexido ¡a magnifica y deliciosa Lisboa por el destierro de! Janeiro , y por un clima tan incomodo y desa- gradable ? Allí en la esencia de la adversidad hU Mtfo la Constitución española , los discursos di nuestros representantes , y lo* decretos del t V>n- trreso : nlli sü ha instruido de los derechos de los poeblos, de las obligaciones de los reyes, y de lo que tienen que teuieT cuando no lus cum- plen. Nuda de todo esto han podido hacer los infelices Fernando y Carlos baxoel yugo J po- licía del malvado que los tiene en su poder. Sin omna'rgo ¿cií.M es el español que no saldría fuera «Je sí de gozo y alcgiia . al vfber que tu rei vol- vía libre ¡i ta península ? ; Quién no conoce los MfclMét tríales que «Ota su presencia evitaría f S¡ la corte lie Poilogal ha prohibido que se Nuble efe nuestro Congreso en ato dominio*, y que circule la Constitución el» ellos ; nada de esto »iii üiandado la Princesa , nada podía mandar; y es bien subido , por mas que se afecte igno- rarlo , que el hecho tiene diferente origen , y Os ol.'ii de Otra mano. Mus especioso y todavía mas infuudado es el reriT"rrdo que se hace de la conducta' de los cor- tesanos reilucílos ul estrecho recinto de Madrid, Gfcel pti'iier periodo lie nuestra revolución , para Usurar que* rnegO que salieron de allí se per- dió toilo , y que son aquellos viejos mayorales 1 as que únicamente invocan el nombre de la Se- ñora infanta, j Por qué (se pregunta en tono de. demostración de semejante paradoxu) se encon- traron en los principio-, recursos abundantes para sostener el decoro y la independencia de la na- ción ? Porque entonces solo tem imos acá dentro poco mas ríe cien mil franceses , y luego entraron de golpe mas de otros ciento y cincuenta mil; porque sucesivamente han ido entrando basta mas de seiscientos mil ; porque no se liabiau siiCado tle España los millares de millones que cu numera rio y en barras de oro y piala lian enviado ¡i Francia los mariscales , los generales , los in- tendentes , los comisarios y domas turba de la- drones enviados acá por el Corso para depi- larlo todo y reducirnos a la última miseria; por- que , en una palnbia , la nación no estaba en- tonces robada, quemada y destrozada con una guerra de cinco a ños, hecha por un Alila ven - gativo y feroz. ¿V por que callaremos otras can- sas, haciendo traición a la verdad, por una co- bardía indigna de buenos patriotas i Oigamos que entonces no se habían levantado las partí* das , muchas de las cuales, por desgracia de la. patria , y con dolor de todos los buenos , se han compuesto de hombres, ó habituados ni crimen, ó* criados en la ignorancia , en la opresión, y imi la miseria , sin la menor idea de lo «pie sig- nifican patria, libertad y virtud; duros, insri:- sibles y feroces con los pueblos inocentes y do- armados; que han gastado, cousuuiiito y robado enormemente" : digamos que tantas juntas , tan- tos empleados, y tanta multitud de nheiates inep- tos», creados por ellas, contribuyeran á la dila- pidación de los fondos públicos- digamos, en fin, que la insui reccion de Jaron erica nos privó del piiucipal agente de la guerra, del dinero. ¡Si al principio so iugió la memorable victoria do H u- lea contia un pequeño cxército , y por conse- cuencia tic ella levantaron los enemigos el sitio de Zaragoza, que se defendía con tesón, tam- bién después se hizo la gloriosa é inmortal de- fensa de aquella ciudad, y lus de tierona , de Ciudad-Rodrigo, y de Astorga, y se comba' ¡ó con gloria en compañía de los uliados en la Albucra y 011 Tala vera. Que? el colocar ¡i la princesa en la Regencin, cuando los felices suo-sos del Norte MN hacen esperar lá pronta vuelta de Fernando, sea una prueba de poco cariño á este, es un pensa >¿¡en . miento tan singular que no creemos pueda ser sincero , y extrañamos se haya podido dar a la prensa. ..a hermana no llenaría el hueco ile nuestro reí con mus dignidad y con mus lio. ñor del trono que simples particulares? ¿Puede a a . concebirse la ridicula y temeraria sospe- cha de que intentase despojar del cetro á su hermano? ¿Con qué medios po.-lria intentarlo? ¿fVo está aa manos ile las t Yutes señal.ir los li- mites de la autoridad de la regenta cu el uso d* la fuerza urmuda , y tomar lus mal pnlnsas medidas sobre este punto . mnqne nin- gún motivo haya para ello? Para retraer los ánimos de que se nombre ii la Princesa por razón de su sexo , se busca el apoyo de la historia; pero con Un poco ti- no que algunos de los hechos prueban lo culi- nario ; y en ninguno de los modernos concur- ren las circunstancias de una Princesa españo- la , educada en España, y declarada sucesora eu el trono. Que en los tiempos de altáronla feu- ilirl y del inmenso podarlo de los Señores, ctian- ll > estos eran arbitros en turbar la tranquilidad dvl reino, particnlarmeiile durante la minoridad «le los iryv se excluyese alguna vez á las rei- nas del Ci «bienio, nada tiene de e-str.iño: pero estamos muí distantes de aquellas costumbres » de aquel poder. Desprendióse la reina del gobierno del reino durante U minoridad de Fer- nando IV, y gobernó el infante; pero Doña Cons- tanza, madre de Don A lonso el onceno, murió antes tjue se hubiese decidido la disputa sobre gobierno, disputa en que liabiau entrado la abuela del menor V los infantes, f Joberno la madre tle Enrique í, y hubiera gobernudo, si luibiei a querido, su luja Doña Berenguela, madre de San femando, muger de animo varonil, de mucho celo por la justicia-, y de mucha prudencia en los negocios ¡ pero los intrigantes y ambiciosos Eiras le sugirieron M descargase del gobierno , viéndola sin ambi- ción de maullar , y amante del retiro: convino CU idlo , y convinieron muchos por conformar- se con la voluntad de la reina , ignoran.lo los artificios y manojos de la casa dé J.ara, los que n su vuelta de liorna , donde entonces se ha- llaba , desaprobó altamente el célebre historia- dor, y arzobispo de Toledo, Don Rodrigo, aun- que ya era lardé para impedir el efecto: el tiem- po declaró después Clián funesto había sillo á la nación que rio hubiese golwrnado Doña Ee- rcnguela. ¿ Y de donde se habrá sacado la ra- ra noticia de rjue Enrique III nombró por ;;o- bernador del reino a Juan de Vclasco, y Die- go de Estuniga , sin hacer mérito de la reina madre ? Eo eontrario es muí cierto : fueron nombrados gobernadores la reina y el infante Don Fernando , y aquellos personages expresa- mente excluidos ile mezclarse en el gobierno , encargándoles únicamente la educación y cus- todia del menor , y uun de este encargo fue- ron después privados por las Cortes de Sego- vki que se le dieron á la reina , y esta pro- siguió con el gobierno, que dividió por territo- rios con el infante D. Femando para evitar ri- validades. Se pone grande empeño en pintar á la in- fanta Carlota como rodeada de una corte ex- irangera , cuyas fuerzas podrían emplearse en atacar la Constitución y las leyes; pero no son loa portugueses ni su corte los que pueden ser peligrosos á la. libertad española. En infanta no es reiua , ni regenta de Portugal , ni manda en Eisboa , ni tiene que hacer allí ; puede es- tar en Cádiz , en Sevilla, en Granadj| , en ..Madrid , sin dar el mas mínimo motivo de ce- los á los portugueses : tampoco podrá darle ú los españoles ; pue» no le hai para que ven- gan portugueses á gobernar ni obtener empleo idguno , y las Cortes pueden impedir hasta el menor recelo. A unos y á otros debe ser mui lisonjero el ver al frente de nuestro Gobierno una princesa que por diversos títulos pertenece á las dos naciones; y que en el caso desgraciado de no volver sus dos hermanos cautivos, ha de ser el vínculo que una todas las provincias de la peni o«ula , haciendo olvidar las denomina- ciones de portugueses, de castellanos, y de ca- talanes ; y reuniendo todas las familias baxo el glorioso titulo de españoles. Hemos insinuado lo que basta para desva- necer los piiucipales raciocinios que se han he- cho ¡iorltln el nombramiento de la Princesa Car- lota , y no queremos dilatarnos mas. Eo que tur puede ponerse en cuestión es, que reina el desorden en nuestras provincias; que aun aque- llos hombres nuevos que parece debieran ser mas exactos observadores de la Constitución, la que- brantan en la practica , y se rien de los que reclaman lu observancia ; «pie muchas aufori- rlndan políticas y militares se consideran inde- pendientes, y se portan como tales con despre- cio atol Gobierno; y que semejante anarquía uo se acabara por mas que se muden regentes mientras que no elijamos uno, el cual , no sien- do «le la clase de los demás , reúna los r«-s- petos y esperanzas de lodos , sea generalmente obedecido , y veamos aquella unidad «le sisto- ma, tan indispensable para establecer el impe- rio de la Constitución y de las leyes. Cu.tu necesaria sea esta deseada estabilidad del Gobierno con relación á las Américas , y cuáu perjudicial la idea de Bnajiiniiiai precaria* y amovibles, no hai necesidad de probarlo: los rebe'-les no sacaran pequeño partido do n aana tras continuas osirilaciones. ¿Y cómo dexaran, estas de dañarnos, para «pie la Inglaterra y ciernas potencias aliadas nos respeten , para que tengan consideración á nuestro Gobierno, y para que pueda entablar relaciones'tixas y bien sostenidas con ellas? No dudami>s del patriotismo , del celo y de las sanas intenciones de los que se oponen ai nombramiento de la Princesa Carlota i confesa- mos, y es preciso confesar habiendo sinceridad bueua fe y deseo del acierto , que sus temores no son totundardoa ; pero quisiéramos que me- ditando detenidamente sobre nuestra situuciou , y pesando los inconvenientes , los males y los remeilios , viesen este negocio baxo de todos los aspectos que ' patada presentar I conocemos que huí eu muchos sngetos de ciertas caaana un gran deseo «le la venida de aquella Princi >u y que no es hijo de un grande amor al bu-u publico ; ¿pero bastará esto para que nosotros nos empeñemos en resistirla ? ; Qu«* n«>s ini- port.n uil las preocupaciones y las mima «iir ta- les hombres, con tal que nosotros'no ten gm moa otras que tas del amor á la patria, y tratemos «le mejorar su suerte con aquella medida ? |-;s. peíamos que á esto se dirigirán los desvelos del Congreso nacional , y que no se propoudr.i mas objeto al decidir esta cuestión. C.oliz 12 de marzo de 1M3. — £*.