2_ o_Que para lincer efectiva esta solemne garantía, suspendo momentáneamente el ejercicio de los Altos Po- deres Constitucionales. 3_ o_Que esta suspensión durará tan solo los dias estrictamente necesarios para restablecer el orden, acallar las pasiones, y preparar el libre ejercicio de aquellos Altos Poderes. 4. c_Que como Representante de la Pública Voluntad, y como Gefe de la fuerza que se me confió para soste- nerla, adoptaré por mí mismo las medidas que juzgue convenientes, mientras dure la suspensión indicada ; pero limitándome á aquellas que fueren necesarias á llenar los objetos del artículo precedente. 5. o_Que adoptaré por divisa la mas completa publicidad, y por juez único la conciencia pública. No necesito hablar de la gravedad de esta declaración : la considero el acto mas importante de toda mi vida pública ; y quiero que todos los que de ella se deriven, queden oficialmente registrados para mi gloria, ó mi ignominia. Con tal objeto, establezco desde este dia un Registro, que llevará mi solo nombre, en el que liaré pu- blicar todas mis resoluciones por mis Secretarios, para cuyo cargo nombro á los Señores I). Santiago Vázquez y Brigadier General D. Enrique Martínez, y cuyo Registro he de cerrar el dia que cese la suspensión del ejercicio de los Poderes Constitucionales. El grande objeto de mis cuidados es, que cese cuanto mas pronto sea posible. Que la facción desorga- nizadora aproveche la lección que ha recibido. La Nación la ha condenado ; sométase á su fallo ; ocupe el lugar que la corresponde ; y esa conducta traerá mas pronto el ejercicio de los Poderes tutelares, que suspende la necesidad de prevenir nuevas acechanzas. He revelado abiertamente á mi Patria mis principios y mis intenciones. Comprendo toda la extensión de la responsabilidad que hoy contraigo; y no puedo dar una prueba, ni mas fuerte, ni mas costosa, del profun- do sentimiento, que me guia, de amor al país, que es la de asociar mi nombre, é indentificar mi existencia y ini fama á una empresa semejante. Estoy resuelto á desaparecer confundido y sin honor, si no redimo á mi Patria de la situación degradante en que ha gemido ; pero aspiro á vivir lleno de gloria, si la elevo triunfante por el camino de la civilización y de la prosperidad.-Ni puedo hacer mas, ni hablar con mas franqueza. Entregándome á la protección de la Divina Providencia; fuerte en la Nación; y seguro de la sinceridad de mis deseos, firmo esta solemne declaración, mi gran Pacto, con meditación tranquila y con segura con- fianza, en la Capital de Montevideo, á 11 de Noviembre de 1838. Fructuoso Rivera. Que lince el «leñen* I en Jete «tel Kj( ii i)<> < Kiiial , iuf(*(i<(v «leí llauilo **« ¡n-< »««<> olítica á amontonar agravios, que obstruyan todo caminí» á un avenimienio pacífico ; m roto, de hecho, hostilidades sangrientas Contra la República j ha violado con arma» su territorio ; le amenaza con nuevos invasiones ; ha declarado, en fin, solemnemen- te su decidida voluntad de hacer la guerra á la República Oriental i y la fuerza, por consiguiente, á responder á la insensata provocación, y á buscar en las armas el medio único de asegurar su 1 ndependencia, y su futura tranquilidad interior. Ocho aílos hace que D. Juan Manuel liosas nocis*;i de hostilizar á ta República : sus insultos han crecido siempre en proporción que crecía sb poder, y se cimentaba la tiranía qüe ejerce sobre el noble v desventurado Pueblo de Buenos Aires. Nuestra organización Constitucional coincidió con su primera elevación al man- do de aquella Provincia, y desde lUego coniprehertdió que la vecindad de un Pais cons- tituido bajo formas legales, era un peligroso Contraste con el sistema dictatorial y abso- luto, que meditaba establecer í una desmentida práctica y elocuente de sus falaces prin- cipios ; y resolvió, desde entonces, trastornar en la República el órden legal, y subs- tituirle un sistema análogo ai que devasta las Provincias Argentinas» Limitóse al principio á simples asechanzas, á suscitar dificultades y embarazos al nuevo Gobierno Constitucional ; hasta que la primera rebelión que manchó nues- tra infancia política, le proporcionó los medios que deseaba, de hacér mas positivas hostilidades. La insurrección, que estalló en Julio de 18322, halló en el Dictador de Buenos Aires un cooperador activo y solapado, que sin atreverse, por entonces, á obrar abier- tamente, protejió en secreto á los facciosos, proveyéndoles de cuanto podían necesi- tar.—Ejemplo, entre otros muchos, la zumaca argentina Invencible, apresada á mediados de Septiembre de aquel año, en ía costa de Maldonado, cuando conducía de Buenos Ayres, para aquellos, diez y seis cajones de armas, y considerable can- tidad de municiones de guerra. Mientras esto sucedía, las prensas de Buenos Aires no cesaban de publicar, contra el Gobierno Constitucional de la República, las mismas insolencias y denues- tos con que escandalizan hoy á la moral ; y esc hecho, que no sería una hostilidad donde el derecho de escribir fuese libre, lo era, sin duda alguna, en Buenos Aires, donde los decretos de aquet tirano habían aniquilado ía libertad de imprenta, y donde, por consiguiente, no repetía esta otra cosa que el eco de sus palabras. Vencidos y dispersos, por las fuerzas de la Autoridad, los sublevados de 1832, se refugiaron con su Gefé, el General Eavalleja, en la capital misma de Buenos Aires; y aunque D. Juan Manuel Bosas no ocupaba entonces la silla del Gobierno, sabido es que ejercía en él una influencia completa, coino que se hallaba en el Sur H¡i cabeza de un fuerte ejército, con el que tenia en perpetua sumisión á la capital. Allí, pues, a presencia de esc Gobierno, auxiliado por él, con monturas sacadas de su Parque, armó y equipó el General Eavalleja, el puñado de hombres con que, en el mes de Marzo de 1834, desembarcó en las lligueritas, y trató de abrir nueva cam- paña contra el Gobierno Constitucional de la República. Intentó en vano el de Buenos Aires dar á este una satisfacción, aparentando investigar los pormenores de lo que llamaba fuga del General Lavaíleja. La doble* era patente: ú ninguno alucinó: y por el contrarió, él mismo 13. Juan Manuel liosas corroboró las pruebas de su criminal intervención, volviendo ó. recibir en Buenos Aires, pocos meses después, á aquel Gefe y sus secuaces, sin reconvenirlo por su conducta anterior, sin exigirle garantía alguna para en adelanté. Verdad éá que ya entonces empezaba á quitarse la máscara, y á desenvolver abiertamente sus planes de ambición. 1). Manuel Oribe, por un érror que todavía Hora la Re- pública, fué elevado á la silla de la Presidencia, en Marzo de 1835, y en él encontró el Dictador de Buenos Aires el hombre que necesitaba. Empezó, muy pronto* por exigir la sumisión del Gobierno Oriental, como exige la de los Gobernadores* dé las Provincias Argentinas: reclamó medidas que hicieran callar, contra la Constitución y las le3res, las prensas de Montevideo, quo censuraban sus acto:* : y la condescendencia criminal del Presidente Oribe, en Su funesto Decreto di» 34 de Diciembre de 1835, dió al ambicioso mandón de Buenos Aires el primer triunfo sobre la independencia del Estado Oriental. Contando ya Con ht imbécil docilidad de su Gobierno, se avanzó á exigir la violación abierta de lo's deberes «le hospitalidad para con los ciudadanos Argentinos: pidió su persecución y su castigo, en el territorio de la República, como si estuviesen bajo su jurisdicción ; y, desdé entóneos, puede decirse que D. Juan Manuel Kosas mandaba en el Estado Oriéntnl. ' Las demasías de D. Manuel Oribe, su intolerable déspotismo, su reprobada sumisión á aquella extraña influencia, armaron contra él á la Nación entera ; y empezó eii 1830, la gloriosa campaña de la libertad civil, que terminó con la expul- sión del Gobernante prevaricador. Ninguna intervención podia reclamar él Dictador Argentino eh esta lucha, pu- ramente doméstica. Sinenibargo, desde el momento mismo en que la Nación tomó la* armas contra su tirano, D. Juan Manuel Rosas le adoptó pública y solemnemente por su aliado, y se declaró su campeón y mantenedor. Fué su primer paso el escandaloso Decreto de 1. ° de Agosto dé 1836, monu- mento de ambición, de arrogancia, y de crueldad ; en que, clasificando el gran mo- vimiento Nacional con el dictado de sublevación, atribuyéndose la facultad de remediar las que él llamaba desgracias y pelig-ros que sufría la República, tirientul | y usando, respecto dé esté Estado Soberano, dé la suma del Poder púbíictt, con que decía hallarse investido, prohibió toda comunicación con tel Ejército Constitucional; cerró, para siempre, el territorio de la Provincia de Buenos Aires si los que le prestasen algún auxilio, al paso que prodigaba al opresor de la Kepú- blica todos los que podia necesitar ; y fulminó, por fin, contra los que violaran sus mandatos, las penas que él creyesé convenientes, sin excluir lá. de muerte. Esto era poco. Hallábase entonces en Buenos Airés él General Lavaíleja, desde su última derrota én 183-1; el Dictador Rosas le auxilia, le arma, le énvia a aumentar aquí los elementos de resistencia á la voluntad Nacional; y aquel Gefe desacordado se presenta en el suelo de la Patria, á principios del mismo mes déi Agosto, esparciendo las afrentosas proclamas impresas eh Buenos Aires, en que, ale- gando estúpidamente* contra el pronunciamiento glorioso de la República, hechos ocurri'tos ocho años antes ch las contiendas civiles dé aquélla Provincia, decía á los Orientales: "que sí sus esfuerzos no bastaban para someter la Nación, tenia- la L" amistad de un portefio esclarecido,............ la. valiosa amistad del Ilustra ** Restaurador de las leyes, I). Juan Manuel /fosas." : Ultrage imperdonable, que la República vengó muy pronto con el escarmiento da los que le hicieron! Desde aquel momento el Ejército Constitucional hubo de apercibirse á combatir contra el Dictador Argentino, como su principal enemigo. Eos parques de Bueno»Aires proveían incesantemente de armas á la. facción que ocupaba á Montevideo ; la marina Argentina su empleó en dominar, para Oribe, las aguas del Uruguay^ adonde fué enviado el Comandante JJ. Antonio '1 olí, con dos buques armados, para asegurar mejor los auxilios del Entre-Rios. JEra esta Provincia el taller infatigable donde se fraguaban, desde muy atrás, los principales elementos de hostilidad. L.1 Geíe Político de Paysandú escribía desde ella, con fecha 21 de Agosto «le 1836, al opresor de Montevideo; que "el Coman - "danto General I> Justo José Urquiza, le auxiliaba con cuanta protección estaba "en sus facultades ; que, de acuerdo con él, y con el oficial 13. Atanasio Sierra, en- " viado á aquel punto por el General 1 ..avalleja, á reunir algunos emigrados de este " Estado, se disponia á pasar, sin pérdida do tiempo, al Departamento de Paysandú, "con la fuerza y oficiales que tenia en el Salto, y la que había reunido allí." Eas hostilidades de aquel turbulento vecino crecían diariamente, con escándalo é indignación de los buenos Orientales. JLos buques del Comandante Toll hicieron fuego, repetidas vec es, sobre las tropas Constitucionales que asediaban á Paysandú, señaladamente en los ataques del J6 y 17 de -Diciembre de 1837, y en los del 8 y 9 de Agosto do 1838. A mas de la notoriedad de estos hechos, se comprueban por los partes oficiales de los Gefes de aquel desventurado Pueblo, que no tuvieron á menos recomendar á la gratitud pública al Coronel Toll, por haber hecho fuego sobre soldados y ciudadanos Orientales. Esas recomendaciones afrentosas han dejado también irrefragables pruebas de otras muchas hostilidades, cometidas por el Comandante General de Entre-Rios. Se recordará, para no citar otros ejemplos, lo que el Coronel Garzón escribía al Gobierno de Montevideo, en 27 de Diciembre de 1 837 :—" El digno y benemérito "General Argentino D. Justo José Urquiza, ha cooperado de la manera mas eficaz, " para que nuestros triunfos hayan sido mas completos. El no ha omitido ningún " sacrificio: nos ha hecho tina remisión de armas y municiones considerable...... " Todas las tropas de esta población consumen la carne que se transporta de la Pro- " vincia de Entre-Rios, de donde nos viene diariamente un número de carradas de " pasto para mantener nuestros caballos." Nada de esto era bastante : no se contentaba el Dictador de Buenos Aires con hostilizar á la República aliándose á su opresor, proveyéndole de armas, do municiones, de víveres, de forrage : llevó su audacia hasta profanar, con sus tropas mercenarias, el suelo sagrado de la República, atentado nuevo é inaudito, desde nuestra existencia independiente. Cometióle primero el Comandante Toll, desembarcando su infanteria, que cus- todiaba la villa de Paysandú, cuando su guarnición estaba fuera, y se reembarcaba después que habia concluido ese servicio. Repitióse, en seguida, de un modo mas permanente, por un cuerpo como de 300 infantes, alistados en el Entre-Rios, que paso el Uruguay y ocupó á Paysandú, bajo el pabellón Argentino, con oficiales Ar- gentinos, con las divisas, y aun con el retrato mismo del déspota que los enviaba No eran menos abiertas sus hostilidades hacia el lado de la Capital. Ocupábase en sus últimos momentos el Gobierno que la oprimía, en equipar buques contra el Ejercito Constitucional: carecia de marinos expertos para tripularlos, y ocurrió al acostumbrado depósito, de donde sacaba sus recursos. D. Juan Manuel Rosas em- pezó por enviar al General D. Guillermo Brown, con especial permiso é instrucciones para tornar el mando de los buques de D. Manuel Oribe y remitió después varios marineros, de los que una parte fueron sorprehendidos en una ballenera, á principios de Octubre ultimo, por las fuerzas navales Francesas. Completóse, poco después, á pesar de la alianza del Tirano Argentino, el triunfo de la Nación Oriental sobre su opresor. Arrojado este de su suelo por la voluntad y la fuerza de sus indignados compatriotas, sometido Paysandú sin resistencia, la quietud y la paz se restablecieron en todo el territorio del Estado. I). Manuel Oribe se presenta entonces en la capital de Rueños Aires, acompa- ñado de pocos y malos Orientales: conserva sus divisas, mantiene reunidos y re- gimentados sus secuaces, forma, en fin, una entidad completamente Oriental, en el centro mismo de la capital Argentina ; y el mandón que la oprime, tan lejos de disolver y sofocar ese plantel de desorden, ese germen de hostilidades, reconoce al prófugo Oribe en el carácter, que se atribuía, de Presidente del Estado Oriental ; reconoce como Ministros á los Sres. Villademoros y Diaz ; les asigna oficialmente lugares de honor, en una ceremonia solemne ; les permite el enganchamiento de tropas, destinadas á traer la guerra á este territorio; Ies auxilia con armas y mu- niciones de guerra, y les abre las cárceles de la Capital, para que engrosen sus lilas con criminales, detenidos allí por la justicia pública. No se creerían estos hechos á la distancia, si no constasen por los Diarios mismos del Dictador; y si no fuesen, como realmente son, el cumplimiento del so- lemne compromiso que contrajo con D. Manuel Oribe, en su nota oficial de 12 de Noviembre del año anterior. Pretextando en ella una combinación, que jamas existió, entre el Ejército Constitucional, las fuerzas navales de S. M. el Rey de los Franceses, que bloquean á Buenos Aires, y la emigración Argentina, asilada en este territorio, declaró aquel Gofo ambicioso: que el desenlace de los sucesos en la República Oriental, " alarmando muy fundadamente el celo de aquel Gobierno. " le constituía en la necesidad é inexcusable deber de poner á salvo la seguridad del it territorio Argentino ;........y consiguientemente, en el de robustecer, sin menos- " cabo de la soberanía de la IlepúblU.a Oriental, por toóos los mepios posibles, la " recomendable y gloriosa disposición de sus fieles hijos, para revindicar el honor y " dignidad de que alevosamente han sido despojados.'" En cumplimiento de esta declaración hostil, D. Juan Manuel Rosas ha pres- tado al enemigo de la República todos los auxilios ántes mencionados ; con los que, á principios de Diciembre último, ha salido de la capital de Buenos Aires un cuerpo de 400 hombres, compuesto de los Orientales prófugos con D. Manuel Oribe, de los presidarios de aquellas cárceles, y de unos pocos enganchados. Esa fuerza, ar- mada y equipada por el opresor de Buenos Aires, ha atravesado una parte de su territorio ; y, embarcada en el Paraná, se ha presentado en Entre-Rios, amenazando nuestra frontera del Uruguay. 1,0 Posteriormente, en un documento tan solemne como el Mensage pasado el 1. del corriente á la Legislatura de la Provincia, D. Juan Manuel Rosas ratifica los conceptos que expresó á Oribe, en términos que son la mas explícita declaración de guerra. Reconoce que se ha preparado contra esta República desde 1836: amenaza neciamente escarmentar al Ejército Constitucional; y, quitándose del todo la. máscara, se avanza á declarar que no admitirá, como principio de legitimidad del actual Gobierno, el empleo de la fuerza Nacional ; como si tuviera derecho á desco- nocer lo que la República sancionó. Es este el lugar de hacer una observación, que realza inmensamente la gravedad de los ultrages cometidos por el Dictador de Buenos Aires; que hace mas patente su injusticia, y presenta en toda su desnudez su ambiciosa intervención en nuestros ne- gocios. La Convención Preliminar de Par, concluida entre la República Argentina y el Imperio del Brasil, en 27 de Agosto do 1828, á la que sirvió do basa la indepen- dencia del territorio Oriental, impuso á las Partes Contratantes la obligación d« que 2—tl si antes de jurada la Constitución política de la Provincia de Montevideo, y "cinco años después, la seguridad y tranquilidad fuese perturbada dentro de ella por "la guerra civil, prestarían á su Gobierno legal el auxilio necesario para mantenerlo "y sostenerlo; y pasado el plazo expresado, cesaría toda la protección que por este " artículo se prometi».',! .turada la Constitución el 18 de Julio de 1830; terminaron» Jos cinco años en igual dio. «te 1835. Juan Manuel Kosasr acostumbrado á atropellar iodos /«>s respetos humanos, Jiuebrantó aquella «JMigacion. ántes y después de vencerse «i término del Tratado. 5n 1832 y 1834, sM-mo, auxilió y ti*nen*ó al Gefe ele la rebenor>, contra el Gobierno» Constitucional,, a quieta estabu< obligado á sostener ; y desde 1836 basta J?838, se ha injerido acti^amtefkte en las- cuestiones poftíicas de este* país, q»e dehia> considerar er» absoluto y. perfecto estado de independencia-. Tan escanda>losas violaciones de la fé pirbfica, atentados y hostilidades tan» grares y repetidos, han llenado necesariamente la medida del .sufrimiento r>-}|, contra ese vecino altanero y ambicioso, que invoca falsamente el nombre de una Nación* heroica, que Te detesta, mientras que solo él es responsable de- actos- cometidos contra» la voluntad de fus oprimidos compatriotas. Aquellas causas serían^ por sí solas,- nías fpw suficientes-para; ji*strficar la guerra! contra D. Juan Manuel Rosas, y cwitra su pinimwiiiÜi in en el mando. Pero hay otras, de Un orden, mas- elevado, que imponen á; la República la m>*¡>T-<>-.-.-huIÍW. obli- gación de no admitir- término á esa guerra,, mientras el hombre' fiftiesro no l ia v a: desaparecido completamente, y para» sieuapre,. de h» escena en- que hoy figura-. No incidirá. Ta República Oriental en. lo» mismos avances- que reprwha1 á SUJ enemigo, pretendiendo derecho á reglar la íbrui» de gobierno»de1 im Estado Inde- pendiente. Pertvtampoco puede consent-w quer á> lo» umbrales de su territorio), se= siente un Gobernante, que no tiene regla alguna de conducta ;- que- no es producto* de la libre voluntad de la Nación ; que no representa sistemen ni organización políti- ca de ninguna clase; que es una permanente reacción contra los principios de la¡ revolución de Sud América?; que vive—aporque no la respeta—-fuera' de hn Itey cortMii» de las Naciones;, que se ha puesto en. abierta lucha contra la civilización- y. los in«- tereses materiales y políticos de la Provincia que oprime:,, y de K>s- litados que le rodean ; y que, por consiguiente, es una amenaza viva contra la? tranquilidad* interior de esta República, contra sus formas gubernativas^ contra su. s«*berauia> é indepen- dencia. Juan ¡Víanuel Rosas no es un Gobierno f es urt hombre, que, á fuerza de vio- lencias, de ©presión, de fraude, de delitos, mantiene sobre un pueblo que le ódia, eu:v tiranía de fierro. Sus actos públicos ninguna responsabilidad imponen á ese Puebk* por lo mismo que son ejecutados contra sh voluntad ; y por consiguiente, hacer la gMMrtW ¿ ese hombre funesto, no es hacerla á la nación á quien oprime : esforzarse en* a*i»o»- jarle de un puesto en que solo el terror le mantiene, no es pretender injerirse en ¡a or- ganización fie un País Independiente, in intentar cambiar i<«nos gubernativas que no» existen. El EsUnlo Oriental, como cualquier otro de los qne rodean-á h* República Arge-r- tina, tiene el mas positivo interés en- la dcHajmrieion de nn hombre, que trabaja por- so- meter á todos sus vecinos a un régimen- arbitrario ; necesita ahogar en su persona la .semilla de perpetuas desavenencias, y dar un golpe decisivo al funesto sistema de fa- rultades extraordinarias, representado por el Dictador de Buenos Aires ; para sostitúir, en su vez, el <»ien porque cese cuanto Antes la interdicción mercantil que tanto la perjudica, ha. asociado sus ar- mas á las de la Francia, para cooperar en la destrucción del causador de tantas cala- midades. Pero no se decidió á tan grave medida, sin seria meditación : comprehendió que el poder de la Francia inspiraba la necesidad de penetrar sus miras para prevenir equi- vocaciones sobre una alianza de hecho, que el orden de los suceso* aparejaba. ('elosa de la dignidad y de los derechos de su natural aliada la República Argentina, no fijó su determinación, sinó después de conocer profundamente los principios v las miras de la Francia en la cuestión que hoi sostiene; y de estar con vencida por hechos respetables, deque el honor, la nacionalidad, la independencia de nuestros hermanos del otro lado del Plata, nada tienen que recelar de sus pretensiones : los Argentinos por el contra- rio, deben advertir en nuestra cooperación, ó en esa alianza, que Jos acontecimientos solos han formado y cimentan, una garant ía positiva de la sinceridad con que los Agen- tes Franceses desmienten toda inculpación de planes absurdos de conquista, y con que los Orientales desmienten también tr>da idea de intervención en los negocios domésti- cos Argentinos, que á unos y á otros atribuye el autor dé estas querellas. Cerrado, pues, todo camino de conciliación—hostigada por tan graves y repetido** insultos-provocada abiertamente á la guerra por las declaraciones oficiales del mandón de Buenos Aires—segura de la justicia de su causa—fuerte en sus armas, en la coope- ración de sus amigos y aliados, y en la protecc ión de ia Providencia I >ivina-la Repú- blica Oriental acéptala «morra que lo declaró D.Juan Manuel liosas; la declara á su vez contra la persona de éste y su gobierno, para perseguirle y hostilizarle, tanto en tierra, cuanto en las aguas y costas Argentinas, hasta hacerle desaparecer de los nego- cios públicos. Declara igualmente que solo mirará como enemigos, á aquellos Argentinos á quie- nes encuentre sosteniendo activamente la persona del tirano ; y que busca, y acepta, la alianza y cooperación de todos los demás. Kl mundo civilizado juzgará de la justicia do esta guerra: marcará con su re- probación y su anatema al gobernante altanero, que atrae sobre tantos Pueblos inme- recidas calamidades ; y entregándole al odio universal, le pedirá siempre cuenta de la sangre que su bárbara insensatez vá á den amar. firmado en las márjenes del Uruguay, á 10 de febrero de 1839. FRUCTI'OSO RIVERA. Santiago Vázquez. He.vriqce Martínez. f é • « 3 ■ pednzn : pero no puede evitar esas hostilidades, mientras el tirano usurpe ttt puerro de {Jefe Supremo déla República. L.a Francia, cono el Estado Oriental, ¡solo tiene que vengar ultrajes de D. Juan Manuel llosas : aprecia sinceramente á Ja .Nación que osle oprimo : simpatiza con su causa ; la solicita, y la acepta, por a Inula contra el enemigo común. La liepíiblica Oriental, interesada en la caída del Dictador, no solo por las gra- ves consideraciones políticas desarrolladas <-n esto Manifiesto, sino también porque cese cuanto Antes la interdicción mercantil que tanto la perjudica, ha asociado sus ar- mas fi las de iu Francia, para cooperar en la destrucción del causador de tantas cala- midades. Pero no se decidió á tan grave medida, sin seria meditación : comprehendió que el poder de la Francia inspirábala necesidad de penetrar sus miras para prevenir equi- vocaciones sobre uua alianza de hecho, que el órden de los sucesos aparejaba. C 'elosn de la dignidad y de los derechos de su natund aliada la República Argentina, no fijó su determinación, sinó después de conocer profundamente los principios y las miras de la Francia en la cuestión que hoi sostiene; y de estar con vencida por hechos respetables, de que el honor, la nacionalidad, la independencia de nuestros hermanos del otro lado del Plata, nada tienen que recelar de sus pretensiones : los Argentinos por el contra- rio, deben advertir en nuestra cooperación, ó en esa alianza, que los acontecimientos ?»olos han formado y cimentan, una garantía positiva de la sinceridad con que los Agen- tes Franceses desmienten toda inculpación de planes absurdos de conquista, y con que los Orientales desmienten también toda idea de intervención en los negocios domésti- cos Argentinos, que á unos y á otros atribuye el autor de estas querellas. Cerrado, pues, todo camino de conciliación—hostigada por tan graves y repetidos insultos-provocada abiertamente á la guerra por las declaraciones oficiales del mandón de Buenos Aires-seguro de la justicia de su causa-fuerte en sus armas, en la coope- ración de sus amigos y aliados, y en la protección de la Providencia Divina—la Repú- blica Oriental acepta la guerra que le declaró D. Juan Manuel Rosas ; la declara á su vez contraía persona de éste y su gobierno, para perseguirle y hostilizarle, tanto en tierra, cuanto en las aguas y costas Argentinas, hasta hacerle desaparecer de los négo- cios públicos. Declara igualmente que solo mirará como enemigos, á aquellos Argentinos á quie- nes encuentre sosteniendo activamente la persona del tirano; y que busca, y acepta, la alianza y cooperación de todos los demás. Fl mundo civilizado juzgará de la justiciado esta guerra: marcará con su re- probación y su anatema al gobernante altanero, que atrae sobre tantos Pueblos inme- recidas calamidades ; y entregándole al odio universal, lo pedirá siempre cuenta de la sangre que su bárbara insensatez vá á den amar. Firmado en las márjenes del Uruguay, á 10 de Febrero de 1839. FRICTl'OSO RIVERA. Sa.ntiaoo Vázquez. He.n-kiqce Martínez. ■ W