CONSEJO DE UN BUEN AMIGO. tÍl sencillo idioma de la verdad es el que disgus- to á muchos; pero es al mismo tiempo el que debe hablarse en la época, en que el hombre disfruta de *toa libertad protegida por la razón y por las le- J^s. Esto no quiere decir que se ha de abusar de e*ta prerogativa, hasta llegar á degradarla; todo lo Contrario, la moderación, la exposición de los (pen- samientos juiciosos, y el deseo de ilustrar al pueblo cris- l,ano, sin tomar por objeto de nuestros esctitos la Ve&ganza del que nos ofendió, ú ofendió á otros, ó los resentimientos particulares y el espíritu de Partido, es lo que constituye una verdadera y jus- to libertad. Este don santo es aquella facultad, por fe que el ciudadano puede hacer todo lo que no íe opone á la razón; don sagrado en efecto, que Mientras mas se aprecia, mas respetable se hace, y Winda con la deliciosa copa de un placer suave, que **ae consigo el conocimiento de la \¡rtud,#suíoti'TT¡o aprecio y el horror al vicio y á sus fatale* consecuencias. Una experiencia muy dilatada ha enseñado que una nación llega á ser feliz mientras no se pa* san los límites de lo que la razón dicta para sfl prosperidad, principalmente en los gobiernas demo* cráticos, en donde por la igualdad de derechos, al paso que se destruye la arbitraridad y el despotis* roo, no hay duda que se presenta un peligro muy próximo para ir mas adelante de lo que al duda* daño le es permitido, y para precipitarle á una fr* tal anarquía. Las pequeñas ciudades de la Grecia se W ciaron respetables á los Egipcios y Persas: triufl' faron de su poder y de sus armas todo el tíenr po que cumplieron con las leyes de su gobierna pero al momento en que á pretexto de la libef tad, se relajaron sus constumbres, se hicieron pre** de todos los capitanes del ambicioso Alejandro. R0' ma, que llegó á señorearse en el mundo que la árbitra de las coronas y de los estados, que Vi" muchas veces en los triunfos de sus generales car' gados de cadenas á los mas poderosos príncipes de su época: Rom3, pues, que en la democracia pue' de ser el modelo de las naciones cultas y civliz3' das, se vió expuesta muchas ocasiones á las comb^J sion;s ñus terribles entre sus mismos hijos, por fij abuso que hicieron de su libertad el noble y e plebeyo, el senador y el ciudadano, y el trib»1' no y el pretor. Por este motivo la misma tribuna de '3 Arengas, en donde por algún tiempo se escucharo'13 W partos de la sabiduría, de la elocuencia, y »:el frfltár á la patria, sirvió para que se diese ocasión *unas disenciones, que si terminaban par alamos dias, era á costa de la sangre del ciudadano tfojaa- lo, en cuya época desgraciada se rompían los ía- ,*os de la fraternidad, los de la unión y los dn un público ilustrado, y que ya de antemano aca- so, acaso el mismo ha notado los defectos^ que hasta el dia solo han servido para no dejar go- zar el dulce y suave deleite que proporciona la libertad de escribir. Verdad es que algunos reclamos sen muy justos, principalmente los que piden la observancia de la ley$ empero también es cierto que hemos escucha- do otros llenos de impersonalidades. Entre estes me llama la atención el artículo insertado en el sema* nario político, que trata de unas pinturas obce» ñas, que en la casa Profesa de esta córte existen aún al pie de una hermosa imagen de la Concep- ción. Confieso de buena fe, que cuando vi el pros- pecto de la obra que se intitula óematurio Polí- tico, creí que sus editores cumpliesen cen lo que en él prometían. Hablando de las producciones de otros que habían de insertar, dicen: » Los artículos4 comunicados, que creamos dignos de ser insertadosi por no perjudicar á nuestro periódico en la esti- mación pública, ni comprometer nuestra responsa* bilidad." En otra parte se expresan con mas clari- dad y energía: » Nunca daremos cabida en nues- tro periódico á rivalidades odiosas y nada intere' santes, y mucho menos á personalidades. Lejos de nosotros objetos tan roesquinos.» Es necesario confesar que no estaban muy distantes esos objetos que prucuraron ridiculizar» pues comprometiendo su responsabilidad, y faltan' do á sus promezas, mancharon su periódico co" un artículo que no lleva otro fin, mas que desahe gar no sé que espíritu contra los PP. de la casa Profesa, principalmente contra dos de ellos. Esto n() pudo ocultarse á los editores, porque era bien cía' ro y bien sencillo su conocimiento, y porque com0 dedicados á la crítica de los impresos, deben tenef lo suficiente para desempeñar esta empresa subljn^' y digna de los mejores ingen:o/j y en este caso ya se ve que les sería muy fácil conocer el espíritu d2 partido que domina en el citado artículo. No quiero decir por esto que cuadran bie" con la pureza.de Maria unas pinturas mitológica5. Cualquiera que sea de ellas el mérito, siempre eS cierto que son pinturas profanas, y que jamás debe" estar prados á los misterios de nuestra religión} pef<) como quiera que este sea un defecto que podría ^ berse quitado con un aviso amistoso á los qm no todos lo sabían, porque es bien conocí1'0 que solo uno de ellos, y acaso en uno de l0$ riicones del Claustro puso aquellas mal formad35 á5 hampas, disculpando aun á este, parque sus en- fermedades de histérico &c. pudieron haberle preci- pitado á cometer un hecho, que aunque en sí es •treligioso, pero desnudo de malicia manifiesta todo el carácter de la inocencia; es indispensable creer 9tte asi el autor del artículo, como los editores, no Nevaron el fin santo que nos quisieron presentar; s'io todo al contrario, nos dieron una prueba de i?f>ea presente; pero si por el contrario, aquej no tr;'U cid cumplimiento de las leyes qu? el primero dcb? guardar, no tendrá arbitrio para exigir del c'udaian> una rigurosa obediencia, porque estetendí ¡a entonces libertad para decir al congreso 3"' gusto de bs Cortes: aquel que puso V. M, p#r? ser el timen del gobierno arreglado al sistema $ ¡eral, le ha quebrantado, y en vez de guiof^f iorla senda que V, M. se propuso, hemos seg^ ccaso las huellas del gobierno anterior, por dofí<* 1 untuo■intente nos ha dirigido. Todo esto quiere decir que aquello que n° tenga mayores embarazos para su cumplimiento debe ponerse en práctica, como es todo lo que $' reclamó por el ciudadano amante de su Nación r| pero !o que no puede establecerse sin grandes j£ ficultades, seria un disparate querer que se hk'e5e en un momento: ¡tal sería su resultado! Todas W grandes empresas no se han hecho de un golpj1 ni los pueblos y re'nos han llegado al grado <* esplendor y de magestad en un brinco. Todas las naciones se( comparan, en sentir ^ Jos Políticos, con la naturaleza del hombre. Este, puef' no se hace robusto y fuerte luego que nace, es necesaf1" que se crie, que se alimente y que se eduqué ^ después de esto y de algunos años, vemos al h^"1 bre fuerte, hábil y diestro para todos sus ejercidf* Asi la Nación, no puede hacerse feliz luego <]ü se piensa, poco á poco se van adoptando y P° níendo en práctica los medios de su prosperidad?" á la vuelta de algunos años, nos encontramos c° que llegó por fin á su grandeza y á su gloria* Mientras esto llega, y mientras procuro^3 nifestar otras verdades coi la moderación debi^' espero se adopte el consejo quz en eíte discurso ^ ^¿^°jcomo buen amigo, y como ciudadano \'^e:i^ yo me prometo que abrazado que sea, serán íüs frutos conocer la verdad que en sí envuelve, J| gustar del suave deleite que trae consigo la It- ^ltad moderada. moderada. T. M. B. (*) El autor del papel titulado, ta Chanfaina se quita, í el de el titulado Sal y pimienta á la dicha, j *) Todo el que representa y pide la observancia de a 'ey que nos gobierna, es amante de la Nación.